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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gyda Miér Dic 02, 2015 4:10 pm

Los tacones de los zapatos resonaban en su cabeza como clavos ardiendo y la música chirriante la ensordecía como si una multitud estuviera gritando en sus oídos, pero no se movió de su silla. El cabaret era el lugar perfecto para cazar en poco tiempo sin emplear un gran esfuerzo. No eran muchas las mujeres que entraban a las mismas horas que lo hacía ella y los hombres acudían a su mesa uno tras otro. Cualquier otra noche habría esperado pacientemente a que se acercara el hombre adecuado. Los estudiaba cuidadosamente desde el momento en el que le lanzaban la primera mirada, observaba el contoneo hasta que llegaban a la mesa y cómo apartaban la silla para sentarse después. Analizaba sus gestos, desde los intencionados hasta los que el subconsciente ordenaba. Las palabras que utilizaban también eran un factor que determinaba el desayuno perfecto. Por último, estaba la actitud de la víctima.

Por un lado, estaban los hombres tímidos que la trataban como si fuera de cristal. Aunque, por lo general, éstos la hacían sentirse importante e interesante, solían ser muy reservados en cuanto a acompañarla fuera. Eran hombres clásicos.  Por otro lado estaban los más osados, aquellos que tenían su sangre mezclada con vino. Éstos solían ser más groseros y rápidos de mente, pero extremadamente fáciles de convencer. Gyda prefería a estos últimos porque resultaba más sencillo dejarlos moribundos sin peligro de que se acordaran de algo. Con un poco de suerte, quizá les ayudaba a salir de aquel círculo vicioso de alcohol y nocturnidad en el que habían caído casi sin saberlo.

Aquella noche, aunque aparentemente no se distinguía en nada de cualquier otra, era distinta, igual que las últimas que la precedieron. Hacía días que le había visto por primera vez y desde entonces le había acechado desde las sombras. Estaba segura de que era el mismo hombre de las esculturas, aquel que encontró en una calle solitaria de la antigua Italia, pero, a su vez, había algo dentro de ella que le decía que no. «No puede ser él. Murió».

Su mente se distrajo cuando un hombre se acercó con una copa en la mano. Whisky, si no le engañaba su olfato. Una sonrisas tímida por parte de ella, el roce de la mano de él sobre la suya, un par de copas más y, para cuando terminó el espectáculo, Gyda salía del lugar acompañada de su nueva víctima. Aquella noche sólo buscaba calmar esa sed que le quemaba la garganta. Cualquiera de los que allí estaban le bastaba.

Tras caminar algunas manzanas le obligó a entrar en un callejón y, antes de que se diera cuenta, sus colmillos habían agujereado su cuello. La sangre se deslizaba por su garganta como un líquido balsámico que le producían más placer que cualquier otra cosa mundana. Bebió hasta que el pulso del hombre comenzó a descender, pero en el momento en el que había decidido dejarle allí, el joven de las esculturas volvió a su mente. Aquella pérdida de concentración rompió el fino hilo que separaba al hombre de la vida. Gyda siguió bebiendo incluso cuando ya no quedaba más sangre en el cuerpo del humano. Lanzó el cuerpo a una esquina y se limpió la boca con el dorso de la mano. Había vuelto a perder el control por culpa de ese vampiro. «Tengo que encontrarte»

Salió del callejón y vagó por las calles con un único propósito: encontrarle una noche más. Buscaba en mentes ajenas cualquier recuerdo de aquel rostro que todavía no tenía nombre. Olfateaba el aire en busca de su olor y escuchaba cada sonido esperando detectar sus pisadas. De derecha a izquierda, cruzó calles y avenidas hasta que, finalmente, apareció. Una sonrisa indefinida se asomó en su rostro mientras avanzaba hacia el final de la calle. Caminó tras él, silenciosa y acechando. Sus ojos estaban clavados en su nuca y sus pies aceleraron el ritmo inconscientemente. Probablemente él terminaría detectándola, pero no le importaba. Puede que incluso lo deseara.
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Mensaje por Baldassare Donizetti Dom Dic 06, 2015 3:10 am


“Before you can kill the monster you have to say its name.”
― Terry Pratchett, A Slip of the Keyboard


Últimamente salía más de lo usual. Él, el ermitaño. Él, el misterioso artista que no se deja ver. Salía porque el encierro comenzaba a volverlo loco. Si bien la compañía de Ionel ahora le hacía más llevadero todo, no dejaba de sentirse sofocado. Salía a cazar, salía a despejarse, salía a ver a la gente, a los mortales, preguntándose cómo habría sido él en esa otra vida, borrada injustamente de su memoria. ¿Había sido un héroe, un villano o un don nadie? Qué importaba, nunca lo sabría. Sin embargo, comenzaba a arrepentirse de esta nueva costumbre suya de añorar el exterior. No sabía si la paranoia le estaba ganando algún tipo de batalla, pero constantemente se sentía observado. Y no como se sentía observado cuando asistía a alguna exposición suya y la gente descubría que él era el autor; no, esto era más sórdido y vago. Más inquietante. Unos ojos sin cuerpo que se clavaban en él a la distancia.

Esa velada salió a cazar. No podía prolongarlo más, aunque la sensación de persecución le incomodara. Se movió como sombra por la ciudad. Bebió de doncellas lo suficientemente hermosas como para que modelaran para él, pero estaba tan enceguecido por el hambre, que ni siquiera lo consideró. Continuó su camino; noches atrás había cometido el error de ser descubierto mientras arrancaba una vida, aunque eso lo condujo a una de las conversaciones más interesante que había tenido en años, sin embargo se prometió no volver a errar en ese punto.

Recorrió las solitarias calles, con sus zapatos perfectamente boleados resonando por el empedrado. Su figura proyectada como silueta negra en las paredes, gracias a las ajadas luces de los faroles. A veces se escuchaba un perro ladrar o un borracho cantando sus himnos beodos. Pero nada más. Avanzó y dobló en una esquina, entonces de nuevo aquella sensación. Trató de apartarla, de ignorarla, de regresar a casa, pero cuando se percató, sólo estaba dando vueltas. No era usual que algo lo distrajera de ese modo, no a un vampiro de su edad, pero ahí estaba y entonces se convenció de que no eran ideas suyas.

Disminuyó el ritmo de sus pasos hasta que se detuvo en medio de la calle, en un sitio tan aleatorio que daba igual. Cerró los puños y se giró 180 grados. Miró la oscuridad que devoraba fachadas y aceras. Insondable como la boca de una bestia.

Muéstrate —exigió—, sé que estás ahí, no vale la pena que te ocultes —continuó, y aunque no llegó a gritar, su aplomo fue contundente. Habló como si recitara versos shakespearianos. Dio un paso al frente, y aunque no lo demostrara, por vez primera sintió algo que lo sobrecogía con temor. No sabía a qué se estaba enfrentando, era nuevo y sería un necio si no sintiera la más ligera pizca de miedo. Sus ojos se deslizaron de nuevo de un punto a otro, y no vio nada, ¡él! Que era inmortal, no vio nada.  
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Mensaje por Gyda Mar Dic 08, 2015 3:21 pm

Acompasó sus pasos a los del vampiro, moviendo los pies a la vez que él y en el mismo orden. Observó su forma de caminar, con un aire de elegancia característico en los de su especie, sobre todo en los vampiros añosos. Hacía tanto que le había visto por última vez… Calculó de manera rápida todos los años que habían pasado, pero ni siquiera sabía los que llevaba ella en la tierra. Eran demasiados.

Él se paró y ella le imitó. Ya estaba, había conseguido llamar su atención. Podía sentir la tensión que le rodeaba como si fuera un campo de fuerza que contagiaba a todo aquel que entrara en él. Soltó una risita cuando se dio cuenta de que no la veía, pero no se mostró de inmediato. Dio un par de pasos más en su dirección sin perderle de vista y luego se desvió ligeramente, dibujando un círculo a su alrededor.

—Buenas noches —dijo dando unos pasos más. —Aunque a mi me gusta más decir buenos días. Me resulta más humano. Al fin y al cabo, las noches se convierten en nuestros días y los días en nuestras noches. ¿No te parece?

Aunque su vida humana había quedado atrás hacía miles de años, había aspectos sin importancia, como aquel, que le resultaba divertido repetir.

Paró su marcha a poca distancia del halo de luz que despedía una de las luces. En su bamboleo iluminaba la puntera de sus zapatos, tal y como las olas del mar borraban cualquier rastro de la orilla. Si se fijaba la vista en ella, se podía incluso llegar a vislumbrar su perfil: el cabello recogido en un moño trenzado con pequeños mechones rebeldes enmarcando su rostro; el vestido largo casi rozando el suelo, cubierto por un pesado abrigo que en realidad no necesitaba pero que le gustaba llevar.

Arropada por la oscuridad, siguió mirándole de arriba a abajo como si estuviera en una de las muchas exposiciones que había visitado. Estar frente a él era como estar frente a sus esculturas. La piel marmórea de la criatura brillaba de una manera extraña, como si estuviera muerta y viva a la vez. Era tan lisa y tan perfecta que Gyda sintió el impulso de tocarla. «Te convertí en una de tus estatuas. Lo conseguí.»

Sonrió con orgullo, pero algo le impedía salir de la oscuridad y descubrir su rostro. La que tenía miedo ahora era ella, miedo de su reacción. «Te abandoné. ¿Qué pensarás de mí?». Dio un paso al frente y la luz bañó la mitad de su rostro, creando las sombras correspondientes en el contrario.

—Tranquilo, no voy a comerte. —Bromeó y se acercó un par de pasos más. —Me llamo Gyda.

Ladeó la cabeza y juntó las manos en su espalda. Desde una calle lejana se oían las risas de algunos hombres que enseguida se disolvieron, creando de nuevo aquel silencio tenso que los envolvía como una cáscara.
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Mensaje por Baldassare Donizetti Dom Dic 13, 2015 4:36 am


“Memory is the sense of loss, and loss pulls us after it.”
― Marilynne Robinson, Housekeeping


De una cosa estuvo seguro, sólo alguien inmortal, como él, sería capaz de escaparse así a sus sentidos que excedían lo que los mortales eran capaces. Pero entonces, se preguntó, ¿qué juego estaban jugando? La respuesta, seguramente, no era sencilla, lo tuvo claro, y también tuvo claro que estaba inmiscuido en aquel azar sin haberlo deseado. Entonces escuchó su voz, era una mujer y dirigió la vista a dónde provenía el sonido. Aún se mantenía defensivo, como en guardia. Nunca había sentido algo parecido, como una inminente amenaza, que se acerca y se acerca, pero no termina por llegar. Entornó la mirada, tratando de ver algo.

Pero por más que tratemos, no somos humanos —fue su respuesta. En ese instante juntó los pies, talón con talón, así ya no lucía tan en guardia—. Nada en nosotros lo es —dijo con convicción, ahora estaba seguro que se enfrentaba a alguien como él, aunque seguía sin saber con qué fin.

Soltó los puños una vez que ella se dejó ver, aún entre sombras pero pudo distinguir su rostro joven y su cabello rojo. Se esperaba a alguien más… viejo. Pero quién le decía que ella no era más vieja que él. La estudió y en su rostro, con pecas como estrellas en las constelaciones, encontró respuestas a preguntas que no formuló, pero éstas llegaron como sonidos y formas, no como palabras. Como ecos lejanos y amortiguados por capas y capas de tiempo. Sin embargo, el nombre no le sonó y supuso que simplemente la mujer: Gyda, había sido detonante de un recuerdo distinto.

No temo que me comas —prosiguió y adoptó un actitud más común en él. Sonrió de lado y demostró más seguridad. Se relajó incluso ahora que había descartado un peligro que, ahora que lo analizaba, le pareció absurdo—. Sé que no lo harías —aseguró, reafirmando su sutil arrogancia y no otra cosa.

Dime, ¿por qué me has estado siguiendo, Gyda? Porque no soy tonto, lo había notado, sólo que esta noche, pareciste con intenciones de hacerlo más de cerca —la observó. Aunque aún no lograba verla al completo, clavó sus ojos azules ahí donde estaba los de ella, poblados en sombras—. Dime qué juego decidiste que no querías jugar sola y me metiste en él —respuestas, eso quería, aun sabiendo que no siempre se podía obtener lo que uno deseaba.

La situación estaba fuera de su control y eso podía irritarlo, pero mentiría si no aceptara que se sentía intrigado también. Esa mujer parecía evocar algo en su interior, como una concha repite tenuemente el sonido del océano.  
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Mensaje por Gyda Vie Dic 18, 2015 3:59 am

En sus ojos se reflejó la sombra de la decepción y, quizás, cierta confusión. Había esperado… ¿qué era lo que había esperado, en realidad? ¿Que la siguiera de manera incondicional allá donde fuera? ¿Que besara el suelo que pisaba por el simple hecho de haberle dado la inmortalidad? Por mucho que deseara todo aquello, la realidad era bien distinta: no la recordaba, o, si lo hacía, no quería darlo a conocer. Sonrió con tristeza, siendo ella la única conocedora de esa verdad. Puede que simplemente se hubiera confundido, que aquel ser que tenía frente a ella no fuera el mismo que una vez encontró vagando en una solitaria calle de Italia. Podía ser que aquel rostro no fuera el mismo que la cautivó en un primer momento, sino tan sólo uno similar. Podía ser, pero ella estaba convencida de lo contrario. Su porte era inigualable e inolvidable.

Desvió la mirada al suelo, melancólica, para continuar el recorrido hasta el haz de luz procedente de la farola. Las sombras de su rostro se disiparon, iluminándolo al completo.

—¿Sabes que no lo haría? —Sus pupilas brillaron, pícaras, y los labios dibujaron un arco dejando entrever la punta de sus colmillos. «Ya lo hice una vez». —¿Estás seguro?

Caminó hasta situarse en el centro de la luz y giró su cuerpo en la dirección del vampiro. El vestido bailó con delicadeza al son del movimiento. Ya no había sombras que ocultaran sus rasgos. Se mostró tal cual era: más pequeña que él, al menos en estatura, con un cuerpo de mujer que contrastaba con su rostro ligeramente infantil, cubierto de pecas. Su cabello parecía hecho de fuego bajo la luz y sus ojos parecían dos oasis en medio del desierto.

—Supuse que lo sentirías, es sólo que no sabía cuánto tiempo más esperarías hasta hacérmelo saber. Ha sido mucho, he de decir. —Dio un paso al frente, acortando la distancia. El cambio en la actitud de él fue algo que recibió como una buena señal, pero ella no se confió y continuó manteniéndose alerta.

—¿De verdad parece un juego? No… —Su garganta emitió un sonido parecido a la risa, pero sonó hueca, como sin vida. —Me recuerdas a alguien a quien conocí hace mucho tiempo. Alguien a quien creía muerto, y que quizá lo esté —contestó —. Pero siempre queda la esperanza de volvérselo a encontrar, de ver su rostro de nuevo a pesar de los años. Que hayamos dejado la humanidad atrás no significa que no queramos ver a los nuestros, estar con ellos y compartir vivencias. Condenarse a uno mismo a vivir en soledad... es triste.

Ella no lo había hecho y allí estaba su prueba. Él debía haber sido su compañero de viaje, pero le dejó antes de tiempo. Ahora estaban frente a frente y Gyda no tenía claro qué hacer. ¿Debía decírselo o esperar que lo descubriera por sí mismo? Después de todos aquella años, comenzó a sentir una sensación de culpabilidad al haberse marchado abandonándolo a su suerte. ¡Si tan sólo hubiera sabido que viviría! Se maldijo una vez, y otra. Ya no había vuelta atrás.

Dio otro paso más.

—¿Nunca has sentido esa necesidad de volver a ver a alguien? —Indagó. Quería saber qué había sido de él, todo lo que había visto en su larga ausencia y, sobre todo, si alguna vez había pensado en el ser que le convirtió. —No me has dicho tu nombre.
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Mensaje por Baldassare Donizetti Lun Dic 28, 2015 3:07 am


“You can't always get what you want,
but if you try sometimes you just might find,
you get what you need.”
― The Rolling Stones, You Can't Always Get What You Want


A veces, cuando descansaba —porque eso que él hacía no podía ser llamado dormir— soñaba con risas de niños y la brisa marina, con el cálido beso de los rayos de sol. No sabía si eran ideaciones suyas, sus más profundos deseos reflejados por el subconsciente al que no se le puede engañar, o recuerdos reales de esa vida mortal que no alcanza a recordar. Cualquiera que fuera la respuesta, le parecía patética y vergonzosa. Y ahora, la desconocida de cabello como la lumbre lograba evocar en él todo aquello, sin necesidad de estar en aquel estado parecido a la duermevela.

Me gusta pensar en ello —confesó al fin con sinceridad. En realidad no tenía certeza alguna de sus intenciones, pero Baldassare no era un hombre dominado por el miedo, ni por sus emociones, para acabar pronto. A ellas les daba rienda suelta en su obra artística, pero en situaciones como aquella, era controlado como ningún otro.

Umh —gruñó, acercándose. De ese modo le demostraba que en verdad no le temía, si esa era su intención. Entornó la mirada cuando estuvo más cerca y ella misma se colocó en el haz de luz que la farola les proporcionaba—. Pensé que serías tú quien se haría presente. Pero al final resultó que fuimos ambos —ella con esa forma de seguirlo tan obvia durante aquella velada y él encarándola al fin. Sin embargo, eso perdió importancia en cuanto escuchó lo siguiente. Alzó el rostro y sonrió, intrigado—. Es curioso que lo digas. Tú también me recuerdas a alguien y me jacto de mi buena memoria, así que debe ser que sólo una memoria lejana de mi pasado —habló. No dio pormenores porque los consideró demasiado íntimos. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué no recordaba nada de su vida mortal y que probablemente era ahí donde yacía la remembranza?

Volvió a avanzar, pero en lugar de ir a por ella, lo hizo de tal modo que la rodeó. Sopesó las preguntas. No eran complicadas de responder, pero en ese instante sintió que debía elegir muy bien sus palabras.

Siempre. Siempre tengo la necesidad de volver a ver a personas que dejé atrás, pero no me detengo en ello, ¿qué caso tendría? Los recuerdos eso son, sólo recuerdos, por más que los añores no los harás volver. Extrañar algo no quiere decir que desees que vuelva a estar presente en tu vida —habló como era usual en él, con una convicción apabullante. Se relamió los labios—. Puedes decirme Baldassare —era lo normal, porque ese era el nombre con el que iba últimamente, sin embargo, sintió la necesidad de agregar algo más—: es el nombre que uso ahora, pero no el real. Ese lo desconozco. ¿Sabes lo que es eso, Gyda? ¿Sentirte despojado de tu identidad? —Por una brevedad, se pudo ver a través de las grietas que rompían a Baldassare cuando dijo aquello, pero se necesitaba estar muy atento para darse cuenta, pues fue fugaz.

Presiento que estás aquí para hacer mucho más que preguntas —afirmó. No era una duda, una aseveración en cambio—. Llámame tonto, si así lo crees, pero voy con la idea de que cada encuentro es algo más que casualidad —era verdad. Salía tan poco que todo aquel acercamiento que tenía podía marcarlo en mayor o menor medida. Éste ya comenzaba por buen camino, gracias a sus peculiaridades.
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Mensaje por Gyda Dom Ene 03, 2016 10:39 am

Clavó sus ojos en él. Él no parecía recordarla, pero su subconsciente sí. Su batalla no estaba del todo perdida, pero no iba a resultar fácil para ella. La distancia entre ambos se había acortado y la postura de Gyda cambió a una más relajada.

—Ya —contestó sin prestar demasiada atención a lo que decía. Verle caminar le había traído el inevitable recuerdo de la última noche que le vio con vida y, por consiguiente, el sabor de su sangre. Sus ojos brillaron mientras la mirada se fijaba en el cuello del vampiro, allí donde le gustaba morder para alimentarse. Por un momento olvidó que él ya no era un humano e incluso sintió los latidos de su corazón en el cuello, bombeando ese líquido carmesí que la hacía perder el juicio por completo. La garganta empezó a arderle de nuevo a pesar de que se había alimentado con un hombre entero, y a punto estuvo de lanzarse de cabeza sobre él. Las aletas de la nariz se abrieron intentando aspirar cualquier retazo del olor de esa sangre, ese primer indicio que le daba pie a atacar, pero no encontró nada. No quedaba nada ya.

—Baldassare —repitió. Volvió a la realidad de manera automática. —No, no sé qué es eso. —Llevó la mirada al frente, donde la luz no llegaba. —Pero, para serte sincera, no me importaría experimentarlo. Créeme, hay cosas que es mejor no saber, o no recordar. —Su vida humana había sido tan deleznable que todavía había días en los que sentía algo parecido a las ganas de vomitar al recordarla. La había dejado atrás, pero la que llevaba ahora no era muy distinta de la anterior. Seguía estando sola, y hasta ahora no había encontrado nada que le indicara que aquello fuera a cambiar.

Dio un paso en la dirección del vampiro iniciando una caminata y pasó a su lado despacio, como si no hubiera prisa. En realidad, ninguno de los dos la tenía.

—No voy a llamarte tonto. Sé que no lo eres. —Miró en su dirección un segundo y siguió caminando, dándole la espalda. Se acercó a la pared bajo la farola y apoyó el trasero en unas cajas que allí reposaban. —Tienes razón, no te sigo por casualidad. Lamentablemente, creo que no me recuerdas. Imagino que no te comportarias así de hacerlo. —Irguió el cuerpo sin dejar de apoyarse y cruzó los brazos en el pecho. —No he mentido cuando he dicho que me recordabas a alguien que creía muerto, pero tampoco es cierto del todo. En realidad, no me recuerdas a nadie. Eras tú a quien creía muerto. —Terminó por levantarse y avanzó hacia él. Se habían acabado las preguntas. —No entiendes nada de lo que digo, ¿verdad? —Se rio como quien gasta una broma divertida. Empezó a caminar dando pasos cortos a su alrededor, dibujando un círculo invisible. —¿Quieres saber por qué te he acechado todo este tiempo? ¿Quién soy en realidad?

Se paró frente a él. Soltó el nudo de sus brazos y los dejó aparentemente relajados a los lados de su cuerpo, pero tenía todos los sentidos alerta.

—Fui yo quien te encontró una noche en una calle solitaria. Fui yo quien bebió de ti hasta que tu corazón dejó de latir. —Acercó su rostro al del vampiro, tanto que podían sentir el aliento del otro cuando hablaban. —Y fui yo quien te dio la vida después de la muerte, Baldassare.
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Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Ene 12, 2016 9:57 pm


“The past is a grotesque animal
and in its eyes you see
how completely wrong you can be.”
— of Montreal, The Past is a Grotesque Animal


Notó el cambio de talante en ella. Su rictus mutó a uno que le resultaba familiar, a uno que él mismo experimentaba cuando se encontraba frente a un manjar humano, de sangre caliente que recorre venas y arterías. Eran mínimos los cambios en Gyda, pero él pudo verlos. Lo cual, lo trastornó lo suficiente como para sentirse aturdido. Nunca antes otro inmortal había actuado así estando en su presencia, por el simple hecho de que él ya no era humano y su sangre, o lo que sea que tuviera, era como ceniza, no sin sabor, sino con uno espantoso.

No dijo nada, sólo escuchó tratando de volver a tomar su posición. En ese instante le pareció que el ambiente, ahí a mitad de la calle, se enrarecía y se achicaba. Pero a su vez, el universo entero no importaba y sólo existían ellos dos en aquel lugar, sin más. Sus palabras removieron todo en lo que creía, y eso era un hito digno de considerarse, pues era hombre de ideas. Su existencia entera estaba cimentada en ellas. En la eterna incógnita y la mujer de cabello como el fuego, al contrario, le decía que a veces era mejor olvidar. Y una vez más, guardó silencio. Sólo la siguió con la mirada mientras seguía hablando. Confirmó que si la había visto antes, había sido en ese pasado remoto y enterrado. Conforme las palabras de Gyda fueron avanzando, Baldassare fue apretando más y más los puños. Sus nudillos se hubieran desvaído de no ser porque su apariencia ya era pálida como la cera. Algo en su discurso le indicaba a dónde iba ir a parar todo, sin embargo, no fue hasta que lo dijo como era, con todas sus palabras, que quiso no creer que finalmente estaba frente a la respuesta de una pregunta que se ha añejado por años. Pero ahí estuvo, la verdad trapera.

Sintió que el corazón se le iba al suelo. Sintió un horrible sabor a hiel en la boca. Sintió rabia y miedo a partes iguales y con tanta magnitud que incluso creyó que manarían de su cuerpo, como lágrimas o como sangre de viejas heridas. Sintió una fuerte opresión en el pecho. Y sintió los labios de la mujer, de Gyda, en su cuello, el frío que vino luego. Sintió como la nada lo recibía en su regazo. Trozos de su muerte que ahora volvían inconexos, traídos como turíbulos por la confesión que acababa de escuchar.

No… —musitó apenas audible haciéndose para atrás—. No… —la respiración comenzó a dificultarse y los ojos a llenársele de lágrimas. No iba a llorar, no era un niño tonto, no lo era. Apretó los dientes y se resistió. La miró tan enojado que parecía que esos ojos azules, usualmente sosegados, melancólicos y astutos, iban a desgarrarle la piel.

¿Con qué derecho lo hiciste? —Le sorprendió que esa fuera su primera pregunta y se dio cuenta de ello una vez que la misma escapó de sus labios, pero había sido de manera natural, un reflejo—. ¿Por qué…? ¿Por qué yo? ¿Quién era yo? —Desde luego, todo lo que alguna vez se había preguntado en voz alta o para sus adentros, ahora se arremolinaba en su interior y todo, a la vez, buscaba salir y nada lograba hacerlo con coherencia.

Entonces acortó la distancia y en un movimiento rápido tomó a la mujer por el cuello, aun cuando sabía que estaban en igualdad de circunstancias y que ella, le gustara o no, era su creadora. Apretó con fuerza mientras no dejaba de verla, mientras memorizaba a fuego ese rostro que era desconocido y conocido, que era alfa y omega.

Me arrebataste todo —le recriminó sin soltarla—. Todo lo que yo era. Nada de eso voy a volver a recuperarlo… —la soltó violentamente, empujándola—. ¡Nada! —Por una vez en su inmortalidad, Baldassare gritaba con desesperación. Con furia. Con… con todos los sentimientos habidos y por haber acumulados, amalgamados en un monstruo que no tenía forma, ni nombre.

¿Quién era yo? —Repitió la pregunta, pero esta ocasión, su voz sonó desesperada y desolada. Urgió por respuestas, ella debía tenerlas. Y si no las tenía, que le mintiera, no le importaba.

Y era tan extraño ver al culto y siempre correcto Baldassare Donizetti perder el control de ese modo. El artista, el hombre de renombre, el mecenas, ahí, hecho un ovillo como un niño perdido. Como un náufrago que había perdido la esperanza y se había dejado morir, sólo para despertar a orillas de una yerma playa.


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Mensaje por Gyda Dom Ene 17, 2016 3:47 pm

No hizo falta escucharle hablar para saber su reacción. Los gestos que para el ojo humano hubiera pasado desapercibidos, fueron captados perfectamente por ella. Escuchó el crujir de sus nudillos y después el de su mandíbula. Incluso detectó el olor de la humedad de sus ojos. La mirada de Baldassare la atravesó de lado a lado, desgarrandola por completo. Por un momento sintió miedo y se preguntó si todo aquello había sido buena idea, pero, aún así, se mantuvo firme donde estaba. Ya no había vuelta atrás.

Se mantuvo en silencio esperando la reacción completa. No sabía qué pensaría él, si querría algo de ella o simplemente se limitaría a seguir con su no vida, como hasta ahora. Fuera cual fuera, no estaba preparada para ello, como tampoco había estado preparada para encontrarse con él. Si tan sólo hubiera esperado un poco más… unos minutos, o unas horas, no importaba. Todo habría sido diferente.

—Lo hice porque podía hacerlo, no porque tuviera derecho —lo dijo como si fuera algo obvio que no necesitaba explicación alguna.

No supo si fueron sus palabras o la rabia que sentía que se estaba forjando en el interior del vampiro, pero de pronto se abalanzó sobre ella y la agarró. Sintió sus dedos alrededor de su cuello, agarrando fuerte. Si sus órganos todavía funcionaran, lo más probable es que hubiera perdido el conocimiento. Podía incluso sentir la falta de oxígeno a pesar de que no respiraba. Le miró a los ojos, a los mismos que seguían atravesándole la piel quemándolo todo a su paso. Gyda no intentó soltarse, no opuso resistencia. Simplemente fijó su mirada en la de él, esperando. Cuando la soltó lo hizo con tanta furia que trastabilló y estuvo a punto de caer de espaldas, pero echó el pie a tiempo. Se llevó una mano al cuello dolorido y lo frotó con suavidad, estirándolo como si intentara recomponer un frasco roto.

—Todo. —Volvió a mirarle a los ojos. —¿Qué es todo? —Estiró los brazos alzando las manos al aire. —Sí, tienes razón. Te arrebaté lo que sea que sea ese todo que tanto insistes que perdiste, pero, ¿qué más te da? —dijo, alzando la voz —No lo recuerdas. Podías haber sido un muerto de hambre o el mismísimo cónsul del ejército romano. Da igual, porque todo lo que dejamos atrás da igual. Puede que incluso te hiciera un favor al convertirte en lo que eres. —Le dio la espalda y caminó un par de pasos, alejándose, para luego darse la vuelta y encararle de nuevo. —¿Cómo sabes que no te salvé la vida? O mejor, ¿Cómo sabes que no te castigué por algo que hiciste?

Un atisbo de rabia en la voz de la propia Gyda. Qué irónica era la situación: la que más deseaba olvidar era la que mejor recordaba todo y, el que deseaba recordar, el que no podía hacerlo.

—¿Quieres saber quién eras? ¿Es lo único que te importa? —Hizo una pausa. —Lamento decirte que ni lo sé ni me preocupé en averiguarlo. —Miró a su alrededor antes de seguir hablando. —Lo único que sé de ti es que eras el rostro perfecto que toda Roma deseaba. Las estatuas más hermosas eran un calco perfecto de ti. Por eso te elegí, o lo que sea que hiciera. La verdad es que tampoco pensaba encontrarte aquella noche. Fue todo pura casualidad

Ya estaba todo, no había mucho más que podía contarle. Los motivos que la llevaron a transformaron eran tan vanos que dichos en voz alta sonaban estúpidos, como si hubieran sido fruto de un arrebato. Tampoco había sido algo muy distinto a eso, pero en la mente de Gyda todo tenía el sentido justo. Lástima que no había salido como a ella le hubiera gustado.

—Ni siquiera sé tu nombre. El verdadero, digo —aclaró —. Es posible que te lo preguntara, pero si lo hice lo olvidé. No era eso lo que quería de ti. —Le miró como quien admira un trabajo propio, algo que te ha llevado demasiado tiempo completar. —Creí que habías muerto —se excusó, como si eso fuera justificación suficiente para lo que hizo.
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Mensaje por Baldassare Donizetti Jue Ene 28, 2016 10:17 pm


“The wall on which the prophets wrote
is cracking at the seams.
Upon the instruments of death
the sunlight brightly gleams.
When every man is torn apart
with nightmares and with dreams,
will no one lay the laurel wreath
when silence drowns the screams.

Confusion will be my epitaph.
As I crawl a cracked and broken path
if we make it we can all sit back and laugh.
But I fear tomorrow I'll be crying,
Yes, I fear tomorrow I'll be crying.”
— King Crimson, Epitaph


Se llevó ambas manos al rostro. El cabello cayéndole sobre la cara escapando entre los dedos. Encorvado e inútil, en medio de la calle. Y a cada palabra que ella decía, se sentía más intrascendente, más estúpido y más débil. ¿Qué derecho tenía ella? La pregunta reverberaba en su interior con la misma fuerza que tiene el océano cuando se traga navíos completos. Era una estridencia que no lo dejaba concentrarse en nada más. Qué derecho tenía ella, entonces y ahora. Ayer para arrebatarle su mortalidad y hoy para hacerlo sentir tan idiota.

La dejó hablar, la dejó… porque por los dioses que no sabía qué decir. ¡Él! Que conocía todas las palabras y había hablado con los creadores de las obras más hermosas de la humanidad, no sabía qué carajo decir. Sólo se hacía más pequeño en su sitio y temblaba como si muriera de frío. Un espasmo recorrió su columna vertebral, como si no pudiera soportarlo más, como si algo estuviera estallando en su interior y fuera demasiado tarde.

¡Basta! —Al fin alzó el rostro de nuevo y la señaló con el índice derecho, apuntando con el brazo perfectamente extendido—. Basta, maldita mujer. Maldito demonio… —su voz sonó más baja, pero más clara también. Entornó la mirada, sin dejar de apuntar. Era demasiada información por procesar. Se sintió enterrado bajo el alud de recuerdos que eran suyos pero sentía como ajenos.

Bajó el brazo y se quedó un segundo meditando lo que ahora sabía. Supo entonces con aflicción, que nunca, nunca sabría su verdadero nombre. Confirmó lo que ya sospechaba, que desde antes de su inmortalidad, gente como Cato lo había usado como modelo. Y sólo eso. Las lagunas seguían ahí y ahora todo resultaba más insatisfactorio. Esto no era como lo había imaginado tantas veces. Esto no era justo. No curaba las heridas y no resanaba las fisuras en su historia fracturada. Sin embargo, lo que más le molestaba, era que Gyda pusiera en entredicho sus propias convicciones. Se daba cuenta de lo obtuso que había sido, de que sus posibilidades las había reducido a solo una y que ahora eran un millón, y que jamás las había considerado.

Entonces dime, ¿qué fue? ¿Me castigaste? ¿Qué cosa horrible hice para merecer tal condena? ¿O me salvaste? ¿De qué? —Caminó hacia ella y aunque se notaba amenazador, había algo en su andar que daba a entender que no la atacaría de nuevo. ¡Joder! Era su creadora, cómo se atrevía si quiera a alzar su mano contra ella—. ¿Es que no lo ves? Cuando te digo que me arrebataste todo, en verdad es todo… quizá para ti no importe lo que hubo antes, ¡porque lo recuerdas, maldita sea! Pero yo, yo no soy nadie. Ni siquiera una memoria velada, desdibujada por los siglos, ni siquiera eso —su voz se fue quebrando conforme fue hablando—. No soy nada. Esto que soy hoy, es lo que construí a partir de que me destruyeron, de que me destruiste y no dejaste ni siquiera los trozos para volver a armarme —la desesperación nacía ahí donde deseaba con ahínco que ella, de entre todas las personas, lo entendiera.

¿Cómo pudiste dejarme entonces ahí? Muerto. Si tuve familia, ni siquiera tuvieron oportunidad de llorarme y hacer una pira funeraria. NadaNada y todo se habían convertido en el hilo conductor de su enojo y su frustración. Se sentió agotado. Realmente agotado y entonces encontró sentido a esa necesidad suya de no querer lidiar demasiado con el mundo. A pesar de siempre clamar que deseaba saber quién era y quién lo había transformado, en realidad le aterraba y se atrincheraba donde era seguro. Era mucho más endeble de lo que aparentaba y le gustaba admitir.

No salía de casa para evitar precisamente esto, a pesar de que la posibilidad era remota. Y salió, y aquí estaban las consecuencias.


Última edición por Baldassare Donizetti el Sáb Feb 13, 2016 9:44 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Gyda Dom Feb 07, 2016 8:04 am

Dejó de hablar y el índice de Baldassare la apuntó con violencia. Se sentía… herida de alguna manera, y todo porque él tenía razón y ella no lo quería reconocer. Aquella vida no podía ser tan mala, ¿no?

—No fue nada de eso. Sólo quería… —«Salvarme a mí misma» —… alguien que me hiciera compañía, supongo.

Se lo dijo sin pensar y sin siquiera mirarle a los ojos, como si fuera una reflexión dicha en voz alta en un tono de voz inaudible para alguien que no tuviera un oído exquisito. Se dio cuenta de que, por muchos motivos y razones que le diera, Baldassare ya se había formado su idea sobre ella, y no precisamente la misma que Gyda tenía sobre él. Le miró de nuevo mientras él seguía expulsando por la boca esa bilis en forma de palabras que le sonaban como astillas de madera clavándose en todo su cuerpo.

—¿De verdad crees que no me importa lo que fui? —Le miró directamente a los ojos, casi ofendida y con el reflejo de la antorcha de la pared sobre sus ojos. —Vampiro iluso… claro que me importa. ¡Maldita sea! —rugió, enseñando los dientes y abalanzándose hacia delante —. Si hice lo que hice es por lo que fui en aquel tiempo en el que me latía el corazón. Ni tu ni yo estaríamos aquí si mi vida hubiera sido otra, créeme. —Sus ojos brillaron y su cuerpo se empequeñeció por un momento. Después de más de dos mil años seguía sintiendo miedo al recordarlo. —¿Ves esto que soy? —Irguió el cuerpo como un junco frente a él, señalándose con ambas manos de arriba a abajo. —Todo es fruto de aquella vida que tuve y que no le deseo a nadie, ni siquiera a aquellos que pueda llegar a odiar.

Los ojos brillaron de nuevo y su barbilla tembló durante unos segundos, pero ese fue el único atisbo de rabia que se iba a poder apreciar, porque después su semblante se endureció. Pasó a ser una estatua fría, insensible. Aquello era un fantasma que sólo existía en su mente, sólo eso, pero era un recuerdo que no conseguía olvidar y siempre era tan nítido que parecía que lo estuviera viviendo una y otra vez.

—Suena irónico, pero, en realidad, me importa tanto que lo único que siento cuando lo recuerdo es asco. ¿Crees de verdad que, si no me importara en absoluto, me produciría tanta repulsión? —Sonrió y desvió la mirada. —No sabes cuánto te envidio, porque lo que más me gustaría es poder olvidar.

Se acercó a las cajas y volvió a apoyarse sobre ellas, dejándose caer aparentemente agotada. Cruzó los brazos a la altura del pecho y apoyó la cabeza contra la pared durante unos segundos.

—Si pudiera, cambiaría todos mis recuerdos por los tuyos para que así al menos tuvieras eso que tanto deseas —confesó —. De haber sabido como acabaría todo, habría pasado de largo aquella noche. Creo, no lo sé. He vivido tanto que es difícil pensar en cómo habría reaccionado entonces. —Apoyó las manos en la caja e inclinó la cabeza hacia un lado. —Después de tantos años no veo el mundo de la misma manera, y supongo que tú tampoco.

Se mordisqueó el labio inferior con fuerza, pero no llegó a sangrar.

—Esperé a tu lado durante horas, pero no te despertaste. Podría haberme hecho falta un minuto más o el resto de la noche, quién sabe. —Se levantó y comenzó a caminar a su alrededor. —Oí voces y me marché. Creí que te encontrarían ellos y sabrían qué hacer contigo. —Se paró a su lado. —¿Quién te encontró? ¿Qué es lo primero que recuerdas?
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Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Mar 15, 2016 10:56 pm


“How can the past and future be, when the past no longer is, and the future is not yet? As for the present, if it were always present and never moved on to become the past, it would not be time, but eternity.”
― Augustine of Hippo, Confessions


No quería escuchar. No quería nada que proviniera de esa mujer, por mucho que de su boca él hubiera recibido el beso de la eternidad. No quería, quería taparse los oídos y salir corriendo, sin embargo, enrabiado como estaba, trató de mantenerse lo más estoico que pudo. Los puños apretados aún temblaban y sus ojos como corindones garzos, se clavaban en ella con rencor tal, que parecía que con sólo la mirada pudiera atravesarla y sacarle el corazón que ya no late. Aunque no quería, se mantuvo en su sitio, acribillado por las palabras que como balas iban directo a su pecho. Se hizo para atrás cuando ella hizo amago de acercarse. Era una mujer de figura menuda como las mujeres más cotizadas de Francia lo eran, y sin embargo, la diferencia entre ambos radicaba más en lo que uno significaba para el otro; de ese modo, no pudo evitar sentirse amenazado.

Y venos esta noche aquí —sonrió con amargura, sarcástico e innoble una vez que se sintió seguro de nuevo—. Ambos deseando lo que el otro tiene, pero incapaces del intercambio. No hay magia tan poderosa que consiga cumplir nuestros deseos. Ambos debemos acostumbrarnos a nuestras condenas y algo me dice que tú, al contrario que yo, ya se hizo a la idea —la siguió de cerca con la mirada. Como si en sus movimientos pudiera desentrañar acertijos que con palabras no podía.

Se tuvo que morder la lengua para no preguntar. ¡No quería saber! Aunque la curiosidad traidora lo estuviera orillando a enlazar palabras en formato de preguntas. Qué desgracia tan terrible tuvo que suceder en la vida ajena como para querer borrarlo todo. Y qué, en ese caso, delirio tan abrumador lo poseía a él como para aferrarse a recuerdos que no sólo era imposible recuperar, sino que ya no existían si quiera. Nadie había tenido la delicadeza de guardarlos para él.

No se movió un centímetro aun cuando no la quería a su lado. La soslayó nada más y luego mantuvo el rostro al frente, con la barbilla en alto, con ese porte usual en él, aunque ahora de nada le servía.

Umh —en cambio gruñó, tragándose la hiel de sus palabras—. ¿Qué quién me encontró? Un vampiro mucho más responsable, si es que tal cosa existe. Un maestro escultor, que me enseñó de arte y de la noche. Que me bautizó, pues no tenía, como sigo sin tener, idea de mi nombre. Me llamo Vitus, ¿sabes? Vida —escupió esa última palabra—. Cuando tú me diste por muerto, alguien más me encomió con un nombre que significa lo contrario —terminó con un largo suspiro, evitó a toda costa decir el nombre de Cato, no sabía exactamente por qué, no importaba y agachó el rostro, como si estuviera derrotado. De algún modo, lo estaba. Avasallado por la situación.

Se llevó los dedos índice y pulgar de la diestra al tabique nasal y lo masajeó un par de veces. Comenzó a sentir esa presión detrás de los ojos que anuncia una jaqueca. Donde antes hubo acusaciones y reclamos, ahora sólo reinaba el más perenne de los silencios. Baldassare estaba pensando, ¿en qué? En cómo continuar a partir de ese momento. Llegó a la conclusión de que, en esencia, su vida no tenía por qué cambiar.

Sé que me voy a arrepentir de preguntar… —era raro que hablara sin mirar a su interlocutor—, pero, ¿qué es lo que te hace desear con tanta tesón borrar tu pasado? Y ya que he abierto la boca para preguntar, hay otra cuestión que quiero tratar… ¿por qué yo? Ya sé, ya sé… —se movió alrededor de ella hasta quedar frente a frente—. Ya sé que no sabes quién fui, pero si soy ahora es por ti, porque viste algo en mí para querer hacerme tu compañero, aunque todo haya salido mal —decidió dejarlo en términos sencillos, sino sabía que la cólera volvería a conducir sus actos—, ¿o tan sólo fue mi rostro? ¿Solamente eso soy? ¿Mi existencia entera está basada en mi apariencia? —Esas eran reflexiones personales. Le parecía en extremo banal que así fuera. Que su vida, dedicada a lo sublime, estuviera solventada en algo tan vulgar como su atractivo físico.

Sin embargo, viendo lo sucedido, presentía que la respuesta le traería más desazones que alivio.
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Mensaje por Gyda Vie Abr 01, 2016 1:55 pm

Más palabras dolorosas que salían de su boca para clavarse como cuchillos y, por un segundo, deseó no haberse cruzado con él en París. ¿De qué le estaba sirviendo, si él no parecía tener interés en siquiera conocer su historia? La misma que, de una manera u otra, les había llevado a los dos a esa situación. Ella, sin embargo, sentía curiosidad por saber sobre aquel vampiro que había cuidado de Baldassare cuando ella no lo hizo, pero, a la vez, no quería saber más sobre él. Había ocupado el lugar que estaba destinado para ella, igual que una madre con un recién nacido. Pero lo había hecho todo mal desde el mismísimo principio.

—Vitus —repitió mientras le observaba el rostro. Luego alzó las cejas. —No es un mal nombre, parece un vampiro con cierto sentido del humor.

La hostilidad de Baldassare hacía ella crecía tan deprisa que, llegado a un punto, Gyda había empezado a notarla al pasar cerca de él. Podía ser el instinto de supervivencia o parte de los sentidos que como vampiro había aprendido a utilizar, pero la sentía como una especie de barrera física que la rechazaba constantemente. Se alejó unos pasos de él sin dejar de mirarle: había sido el único que había conseguido superar el fino hilo que separaba la vida de la muerte. De todos los intentos que había hecho, sólo él había sobrevivido, si es que a aquello se le podía llamar así. Era su vástago, su creación, y era él quien, silenciosamente, la estaba echando de allí.

Se miró los pies un par de segundos y después se giró. Comenzó a caminar hacia la salida de aquel callejón para dirigirse a ningún lugar en concreto. Iba a marcharse de allí porque estaba claro que no se la quería, y tampoco quería tensar más la cuerda. En cualquier momento podía reventarse y darle en la cara.

Fue la voz del vampiro lo que hizo que se detuviera. Se giró con parsimonia, curiosa, con los ojos ligeramente entornados, esperando que siguiera hablando. La pregunta que llegó después, sin embargo, fue agridulce. Sonrió de medio lado dejando a la vista los colmillos puntiagudos y terminó de darse la vuelta, quedando frente a frente pero sin acortar la distancia entre ellos.

—Me sorprende que me hagas esa pregunta. —Se cruzó de brazos—. No esperaba que preguntaras por mí o mi pasado, aunque, en realidad, es parte del tuyo de alguna manera —reflexionó en voz alta y después calló durante segundos, incluso minutos, dándose tiempo a sí misma para pensar la respuesta—. No espero que lo entiendas, pero, puesto que has preguntado... —Dejó la frase en el aire—. Lo único que recuerdo es la cabaña donde malvivía y el miedo que me producía el sonido de la puerta al abrirse —El simple hecho de recordarlo le erizó la piel—. Después venían los golpes, el dolor, más golpes, más dolor y la cara de un viejo frente a la mía. —Hablaba de su vida intentando no dejar vislumbrar la riada de sentimientos que desfilaban por dentro, como si no tuviera importancia, cuando en realidad la tenía toda—. Y soledad. Eso es lo que recuerdo. —Apretó los puños hasta clavarse las uñas en la palma de las manos—. En realidad, siempre he estado sola, porque cuando pensaba que el vampiro que me encontró se quedaría conmigo para siempre, simplemente se esfumó.

Sus ojos se humedecieron una milésima de segundo, fue apenas un brillo más intenso que reflejaba la luz de las luces de la calle. Ocultó el rostro mirando hacia otro lado hasta que sintió que aquel arrebato se había pasado y volvía a estar serena.

—Me gustaría decirte que no, que quedé prendada de tu oratoria y quería conservarla para el resto de la eternidad —dijo sin mirarle todavía—. No sé decirte qué fue lo que vi. Tu porte, tu rostro… —Le miró de nuevo, inspeccionándolo—. Me recuerdan al vampiro que me creó. Sólo que él es más agradable que tú. —Sonrió con sarcasmo—. Nunca quiso enseñarme el proceso de transformación. “Esto no es un juego, Gyda”, me repetía una y otra vez, así que, simplemente, imité lo que le había visto hacerme a mí. —Suspiró—. Fuiste el último a quien intente convertir, después de ti me di por vencida. Podía haber seguido intentándolo, pero no creía que lo fuera a conseguir —dijo mirando al frente, tras el vampiro.

Después se calló y dejó caer los brazos a los lados del cuerpo, aparentemente abatida. No sabía si quedarse o marcharse, si él diría algo más o se daría media vuelta para desaparecer para siempre.
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Mensaje por Baldassare Donizetti Dom Mayo 01, 2016 12:22 am


“Normal is an illusion. What is normal for the spider is chaos for the fly.”
― Charles Addams


Umh —un amago de risa amarga escapó de sus labios prietos. Había algo en escucharla hablar de Cato, aunque fuera de esa manera tan indirecta, que le desagradaba, sin embargo, sabía que si regresaba al tema, jamás saldrían de él y lo dejó pasar.

De un momento a otro, la respiración le pareció más dificultosa, ¿cómo…? Se preguntó, si en esencia, estaba muerto. La presencia de Gyda era poderosa, no podía negarlo aunque lo intentara, sin embargo, inteligente como era, no hacía conato para conseguirlo. Sería desgastarse de más en una velada que de por sí ya le estaba costando energía que a esas alturas, sentía que no tenía. Infló el pecho y observó con detenimiento a la mujer; pelirroja y hermosa y letal aunque ella se empeñara en no demostrarlo. Y quizá no era letal de una forma tradicional, sin embargo, para él y sus percepciones, era causante del caos. De todo el desastre de su existencia.

Alzó el rostro y arqueó una ceja que se fue elevando más y más conforme ella fue hablando. Una extraña sensación lo invadió. Como una larga y fría aguja que le atravesaba el corazón. ¿Estaba sintiendo simpatía por ella? Quizá lástima… Tragó grueso y se movió de modo que volvió a quedar frente a ella. Entornó la mirada, como si la estudiara. Sin duda merecía toda su atención, de eso no había duda.

Lamento si tu vida mortal fue una pesadilla —habló al fin y la frialdad en su semblante y palabras era sólo comparable con el viento frío de la noche. Dijo aquello pero parecía que estaba pronunciando una sentencia de muerte o un obituario; helaba la sangre—. Entiendo por qué te gustaría borrarla —¿en verdad entendía? Tal vez eso era una mera cortesía. Un convencionalismo para usos prácticos. Jamás lo entendería, porque, para empezar, ni siquiera recordaba cómo se sentía estar vivo—. Comprendo, o me gustaría al menos, tu dolor. Sin embargo… perdón, perdón si no puedo borrar de mi mente y de mi memoria, el hecho de que tú me arrebataste todo. Tú con todo y tus cicatrices y tu abandono y tu soledad… —sonrió de manera amarga. Los ojos le brillaron, como si las inoportunas lágrimas amenazaran con huir.

Noto, es verdad, que no aprendiste bien el proceso, pues casi muero, mi parte mortal incapaz de alcanzar la eternidad. Lo siento por todos esos que estuvieron antes que yo y perecieron. Sin embargo, hubiera preferido su destino —se detuvo y el pecho subía y bajaba agitadamente. Se sintió agotado, turbado y con ganas de encerarse otros dos mil quinientos años. Era la primera vez en toda su existencia, que distaba mucho de ser corta, que aceptaba tan claramente que hubiera preferido la muerte.

Dicen que un hijo repite o enmienda los errores de un padre. Tú cometiste el mismo abandono conmigo al que te sometieron. Es probable que eso te excuse ante leyes divinas, pero conmigo… lo lamento en serio, no será así. Gyda… si nos encontramos esta noche es porque nos estábamos buscando. No existen las coincidencias. Resolviste algunas de mis dudas —pausó y clavó los ojos azules en ella con una intensidad que quemaba—, ahora entiendo que eso de lo que fui despojado, jamás lo voy a recuperar —y sonó completamente abatido.

Dime, ¿tú qué aprendiste esta noche? —Se acercó a ella con paso resuelto y ligero. Se plantó a un palmo de distancia. Su aroma era familiar, lejano como un sueño, pero conocido, instalado en el subconsciente—. Qué te llevarás de este encuentro. Me has quitado tanto, incluso la posibilidad de recuperar mi pasado —reflexionó, su voz fue bajando de volumen, sonó, en esta ocasión, melancólica, pero con una nostalgia única, de quien se sabe, ha podido cerrar un ciclo.
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Mensaje por Gyda Vie Mayo 13, 2016 11:25 am

No había ni una palabra que saliera de su boca que la hiciera sentirse dichosa. Todos y cada uno de los sonidos que emitía le dolían y pesaban como las losas de una tumba. Ni siquiera aquella especie de pésame hizo que se sintiera mejor; casi hubiera preferido que la escupiera en la cara. Pero debió haberlo imaginado. El único lugar donde aquel encuentro había tenido un final feliz había sido en su imaginación. Se dio cuenta de que tampoco le culpaba, no podía. Ella le había abandonado, sin quererlo, obviamente, pero eso a él poco le importaba. Ninguna excusa podría hacerle cambiar de opinión. ¿Y ella? ¿Perdonaría a los que la abandonaron hacía tanto tiempo? No tenía respuesta para aquello y era imposible saberlo de antemano.

No pretendo excusarme porque a estas alturas sería perder el tiempo, pero ¿tanto te duele esto? —le preguntó, cruzándose de brazos—. Y no me refiero al hecho de que no recuerdes nada de tu vida anterior, ya me ha quedado claro. ¿De verdad quieres hacerme creer que en más de dos mil años de existencia no hay nada que haya merecido la pena para ti? —le tentó, en un intento de sentirse mejor consigo misma—. Algo que hayas podido presenciar, alguien a quien hayas conocido. Es que —soltó el aire en un amago de risa nerviosa— si todo este tiempo ha sido tan horrible para ti, no sé cómo no has sucumbido a la tentación de quedarte vagando por ahí hasta el amanecer. Incluso yo lo he pensado en algún momento, y eso que esta vida es la única que ha tenido sentido para mí. —Hizo una pausa—. Si te verdad te arrebaté tanto y todo es tan horrible tienes una opción: no volver a casa. En cuanto salga el Sol se acabará tu sufrimiento. Sabes qué es tan sencillo como eso, ¿verdad? Supongo que él te lo explicaría.

Claro que se lo explicó, era lo primero que tenían que aprender si querían seguir existiendo. A ella le costó mucho aceptar el hecho de no volver a sentir el calor de los rayos en el rostro, de no poder levantarse a la mañana y correr las cortinas para que la luz bañara la habitación. Cuando quiso cambiar su condición no fue algo que le importara, ella tenía otra motivación para hacerlo y, a pesar de todo, nunca se arrepintió. Pero no por ello le costó menos acostumbrarse.

Sé que lo sabes, pero aquí sigues, lo cual me incita a pensar que hay algo que te impide hacerlo. Puede ser simple cobardía, no es fácil, pero muchos se han quitado la vida por menos.

Bajó los brazos a los lados y la mirada al suelo. Se sentía agotada y empezaba a sentir de nuevo la sensación de quemazón en la garganta que la invitaba a buscar alguna presa descuidada que pudiera saciarla. Paladeó un par de veces mientras oía los pasos del vampiro acercarse hasta ella. Vio cómo se paraban frente a los suyos y levantó la cabeza despacio, sin prisa.

Tenía el rostro de Baldassare tan cerca del suyo que su corazón habría aumentado su ritmo de haber estado viva. A esa distancia era todavía más notable su perfección, su piel pálida sin arrugas, sus ojos azules que podían competir con los suyos propios. Se atrevió a dar un paso más hacia él, acortando la distancia entre ambos. Enseguida captó su olor y se dio cuenta de que, a pesar de que había cambiado, seguía siendo el mismo que ella recordaba.

¿Que qué he aprendido? —susurró—. Que él tenía razón, esto nunca fue un juego y quizá mi castigo sea seguir sola el resto de la eternidad. —Le miró a los ojos—. Nunca debí hacerlo, ahora lo sé. Y siento que, de todos con los que lo intenté, fueras tú el único que despertara. Puede que otro se hubiera tomado su nueva condición de una manera distinta, pero fuiste tú, y sólo tú, el que vivió, y está claro que no eres feliz. —Echó un pie hacia atrás y seguido el otro, alejándose de nuevo—. ¿Me arrepiento de lo que hice? —se calló unos segundos y se encogió de hombros—. Puede que sí.

Fue todo lo sincera que podía haber sido y supuso que, probablemente, no volvería a verle. No porque ella no lo quisiera, sino porque estaba segura de que él la rehuiría. Dio un par de pasos atrás mientras le inspeccionaba en su plenitud. No cabía la menor duda: era perfecto.

Miró hacia un lado, giró su cuerpo y se dio la vuelta. Comenzó a caminar para marcharse de allí. Definitivamente, no soportaba aquella hostilidad palpable. Sin embargo, no hubo avanzado ni cinco pasos cuando se dio la vuelta. A pesar de que quería marcharse y dejarle en paz, había algo que se lo impedía. Le había encontrado después de tantos años y ahora ¿qué?
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Mensaje por Baldassare Donizetti Lun Jul 11, 2016 9:16 pm


“The bravest thing I ever did was continuing my life when I wanted to die.”
― Juliette Lewis


La sensación que lo invadió en ese momento se sintió extraña. Incómoda. Nueva y eso era lo más raro, porque a sus años, experimentar algo nuevo se antojaba imposible. No obstante, ahí estaba, ¿no? Una vez más, sin quererlo, era esa mujer quien lo trastocaba como si tuviera una mortal habilidad, la de tocar su alma con los dedos desnudos. Y es que no supo qué hacer. Estaba perdido, como la noche en la que despertó sin saber qué demonios había sucedido; sin recordar nada, ni los hechos que lo habían conducido ahí, ni su vida entera. Todo borrado de un sólo plumazo.

Se planteó hablarle de todo lo que había hecho durante su inmortalidad. Cato, la fama, el amor, la pérdida. Pero no lo hizo. No lo merecía, pensó. Reaccionó sólo cuando escuchó las duras palabras. ¿Despecho? No, esto era más directo y más brutal. Más descarnado. Cuando volvió a verla, se alejaba de él y un instinto primigenio lo obligó a ir tras ella. Se detuvo cuando la mujer lo hizo y en una acción de poca delicadeza, poco natural para él, un esteta consumado, la tomó de una muñeca. Aunque Gyda ya se había girado, con esa acción la obligó a encararlo y la haló con fuerza hacia él. Sus ojos eran capaces de incendiar bosques enteros con fuego azul.

La cosa más valiente que he hecho es continuar con esta existencia cuando lo único que quería era morir —soltó con rabia. La empujó levemente para romper el contacto y se peinó el cabello rubio con una mano. Sonrió con ironía que lastimaba como una herida que sana cada día para volver a abrirse por las noches—. No me hables de cobardía. Tú huiste cuando me creíste muerto. Yo tuve que recoger los escombros de lo que dejaste, volver a hacer algo de mí, aún cuando no lo deseaba —tragó saliva y alzó el rostro.

Encontré alicientes a lo largo de mi camino. Cosas, personas, lugares que me hicieron continuar. Hablaría de ellos si creyera que de algo valdría, pero no me alcanza para tanto el cinismo —y eso, era mucho. Baldassare era un cínico consumado.

No, nunca debiste hacerlo —chasqueó la lengua—, la cosa es que lo hiciste. Y si fui yo y no otro quien sobrevivió, por algo debió ser. No creo en nada, en ninguna fuerza divina, ni en el destino, pero sí creo en mi mismo —dio un par de pasos hacia atrás, sin dejar de verla.

Para mi desgracia, estamos unidos —no, Baldassare no creía en dioses ni en destinos, pero sí en símbolos, y ese era uno demasiado poderoso como para ignorarlo—. No te voy a pedir que suplas ese papel que no cumpliste hace siglos, es un poco tarde para eso, sin embargo, no podemos huir de lo inevitable, sería cansado, y cansado ya estoy de vagar por tanto tiempo —eran palabras crípticas, aunque bastante manifiestas.

No te voy a volver a buscar, ni tú a mí —no era una pregunta, sino una aseveración—. Nos vamos a encontrar. Así es esto. El tiempo es un círculo plano. Y espero que cuando eso suceda yo haya sabido perdonarte —en verdad estaba diciendo eso incluso cuando sabía que eso rayaba en la imposibilidad más cruel. Alzó el mentón y la miró con algo parecido a un reto. Como si la invitara a un duelo—. No volverás a estar sola. Aunque no esté ahí, siempre estaré presente.

Lejos de ser un consuelo, aquello se antojaba a amenaza. La cuestión era que no la amenazaba a ella, sino a sí mismo. Se condenaba pero es que ahora que sabía que la mujer que le arrebató todo y le dio tanto rondaba por ahí, no podía simplemente, ignorarla.
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Mensaje por Gyda Lun Jul 18, 2016 4:56 pm

Sintió la mano de Baldassare en torno a su muñeca y, sin quererlo, se sobresaltó. No sentía el frío de su piel, ya que la suya estaba a la misma temperatura, pero si era capaz de sentir la fuerza con la que le apretó. Después la empujó contra sí, quedándose de nuevo cerca de él. Clavó sus ojos en los del vampiro y, sin parpadear, aguantó la riada de odio que salió por su boca. Un poco más no iba a hacerle más daño del que ya llevaba sobre sus hombros.

Después la soltó dándole un ligero empujón, un gesto que se había repetido varias veces aquella noche. Era como si aquella situación estuviera sobrepasando al vampiro, algo no muy falso, en realidad. Para los dos había sido una noche de sensaciones contradictorias y, para Gyda al menos, de recuerdos enterrados largo tiempo atrás. La sorpresa que sintió al verle la primera vez fue eclipsada por la incredulidad y su negativa a aceptar que era verdaderamente él. Hasta que no estuvieron frente a frente y pudo mirarle a los ojos no supo la cruda verdad. Su intención nunca había sido la de que Baldassare la siguiera como si hubieran estado aquellos dos mil años juntos, aunque no podía dejar de admitir que no le importaría.

Yo también lo espero —confesó—, pero no me haré ilusiones al respecto. —Sonrió de medio lado de manera enigmática—. Confío en que sabrás encontrarme, si es que en algún momento lo necesitas. Ya sé que es algo poco probable —borró cualquier gesto de su rostro dejándolo inexpresivo, marmóreo—, sólo tenlo en cuenta.

Miró el cielo. Todavía estaba oscuro, pero ya no era como el ébano. Un ligero tono azulado empezaba a inundarlo anunciando el amanecer. Gyda dio unos cuantos pasos hacia atrás, separándose de Baldassare pero sin dejar de quedar frente a frente.

No sé dónde descansas por el día, pero deberías regresar —le aconsejó, levantando una mano y señalando el firmamento con el índice—. Toda esa valentía tuya podría no haber servido de nada si tardas demasiado en volver y, para serte sincera, sería una lástima. —Paró su marcha e inclinó la cabeza haciendo una suave reverencia—. Hasta que nos volvamos a ver.

Y, ahora sí, se giró dándole la espalda y siguió su camino, saliendo de aquel callejón y dejando a Baldassare atrás. Volvía a casa como todas las noches, pero aquella, definitivamente, no había sido una noche más. Había conseguido algo, aunque todavía no sabía bien el qué. Sentía como si su larga búsqueda pudiera tener, al menos, una parada en el camino, como si su presencia fuera necesaria en aquella ciudad. El destino había querido que visitara París y no cualquier otra ciudad en su eterno viaje, quizá sólo para que se encontraran. Baldassare podía no creer en él, pero Gyda sí.

Las palabras del vampiro volvieron a sonar en su mente, “No volverás a estar sola”. Sonrió. Sabía que, de alguna manera, aquellas palabras eran ciertas.



FIN
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