AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Les voies de la faim [privado]
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Les voies de la faim [privado]
Recuerdo del primer mensaje :
Parecía que en invierno las horas del día transcurrían con mucha celeridad y las de la noche se entretenían alargando los minutos. En esta ocasión el manto nocturno se había presentado pronto, las farolas que solían alumbrar las callejuelas de Paris acababan de encenderse y los comercios se iban cerrando uno a uno permitiendo que dueños y empleados se dirigieran de vuelta a sus hogares. Estos se despedían de sus compañeros de labor hasta el siguiente día ajustando sus gorros y bufandas y resguardando en el interior de sus bolsillos sus manos curtidas y callosas debido al arduo trabajo. Así era la clase del proletariado cuyas diversas casas de construcción humilde y bastante desvencijada se vislumbraban a lo largo de las callejuelas por las cuales deambulaba la cambiante.
Una ágil figura de pelaje rojo y blanco que revelaba a una joven border collie trotaba a buen paso mientras su mirada observaba a uno y otro lado de la calle empedrada. De vez en cuando se encontraba con alguna rata a la cual perseguía hasta que esta se escurría en una alcantarilla para desaparecer por debajo de la ciudad y luego reanudaba su recorrido.
Su destino era la carnicería que solía visitar ciertos días y cuyo dueño, un italiano flacuchento de alargada nariz y cabello veteado de gris, se apiadaba de ella regalándole restos de embutidos o trozos de huesos y carne que devoraba con avidez. Aunque esta vez al llegar se encontró con que el lugar había cerrado temprano. Observó la puerta con ojos emotivos agrandados por la sorpresa y la decepción, permaneció estupefacta y luego se acercó a ella para rascarla y gimotear un par de veces con la esperanza de que el dueño apareciera, pero no obtuvo mayor respuesta que el de los gruñidos provenientes de su estómago anunciando el hambre que sentía. Ladró al aire, giró sobre si misma para dirigirse de nuevo a la calle y volvió a trotar atravesando un parque, adonde pensó que quizás podría tener más suerte si se encontraba con alguien que quisiese compartirle unas migajas de pan.
Al llegar a la verde grama rodó sobre ella y permaneció boca arriba un rato observando el cielo grisáceo y carente de estrellas. Volvió a rodar sobre su estómago y desde allí observó una figura que se le hizo conocida. Ladeó su rostro canino y observó al sujeto sentado en una banca. Se levantó de un salto y corrió en esa dirección, ladró un par de veces y se abalanzó, colocando sus patas delanteras sobre las rodillas del muchacho al que acaba de sorprender. -¡Cailen!- exclamó mentalmente. Meneó la cola y volvió a ladrar observándole. -Tengo hambre.- Clavó en él sus ojos y con su húmeda nariz olfateó sus ropas para luego desviarse a las manos. Lo conocía ya desde hace tiempo por lo que le alegraba verle.
Una ágil figura de pelaje rojo y blanco que revelaba a una joven border collie trotaba a buen paso mientras su mirada observaba a uno y otro lado de la calle empedrada. De vez en cuando se encontraba con alguna rata a la cual perseguía hasta que esta se escurría en una alcantarilla para desaparecer por debajo de la ciudad y luego reanudaba su recorrido.
Su destino era la carnicería que solía visitar ciertos días y cuyo dueño, un italiano flacuchento de alargada nariz y cabello veteado de gris, se apiadaba de ella regalándole restos de embutidos o trozos de huesos y carne que devoraba con avidez. Aunque esta vez al llegar se encontró con que el lugar había cerrado temprano. Observó la puerta con ojos emotivos agrandados por la sorpresa y la decepción, permaneció estupefacta y luego se acercó a ella para rascarla y gimotear un par de veces con la esperanza de que el dueño apareciera, pero no obtuvo mayor respuesta que el de los gruñidos provenientes de su estómago anunciando el hambre que sentía. Ladró al aire, giró sobre si misma para dirigirse de nuevo a la calle y volvió a trotar atravesando un parque, adonde pensó que quizás podría tener más suerte si se encontraba con alguien que quisiese compartirle unas migajas de pan.
Al llegar a la verde grama rodó sobre ella y permaneció boca arriba un rato observando el cielo grisáceo y carente de estrellas. Volvió a rodar sobre su estómago y desde allí observó una figura que se le hizo conocida. Ladeó su rostro canino y observó al sujeto sentado en una banca. Se levantó de un salto y corrió en esa dirección, ladró un par de veces y se abalanzó, colocando sus patas delanteras sobre las rodillas del muchacho al que acaba de sorprender. -¡Cailen!- exclamó mentalmente. Meneó la cola y volvió a ladrar observándole. -Tengo hambre.- Clavó en él sus ojos y con su húmeda nariz olfateó sus ropas para luego desviarse a las manos. Lo conocía ya desde hace tiempo por lo que le alegraba verle.
Última edición por Kenna Carmichael el Miér Dic 16, 2015 7:32 pm, editado 1 vez
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 19/10/2015
Re: Les voies de la faim [privado]
Estaba aún de pie en el mismo sitio cuando de repente su amigo se volteó y le dio la espalda. Lo observó sorprendida sin saber qué pensar y luego aguzó los oídos para escuchar que decía. No parecía su voz normal, al principio era más como un siseo que otra cosa pero distinguió que pronunciaba su nombre.
Sus siguientes palabras la desconcertaron. ¿Ropa? Dirigió la mirada hacia si misma y rápidamente se ajustó más la bata frente a su pecho, aunque poco podía hacer para cubrirse más. Estaba tan acostumbrada a pasear por las calles con su aspecto canino que tenía que admitir que cuando regresaba al humano a veces se olvidaba de la necesidad de usar ropa. En muchos aspectos caminar sobre cuatro patas otorgaba ventajas, se sentía a gusto en todas sus formas pero la de border collie le permitía una libertad inigualable.
Miró alrededor de la habitación en busca de otra cosa que pudiera ponerse encima cuando le escuchó decir que no podía oir. -¿QUÉEEEEEEEEEE?- Corrió hacia él. -¿Qué no puedes...?- Observó el rostro masculino que mantenía los ojos cerrados. -¿Nada de nada?- El no escuchar respuesta de su parte aumentó su preocupación. No tenía idea de como el rayo pudo provocarle sordera. ¿El rayo le había golpeado o se había golpeado al caer? Se acercó y lo miró con ojos tristes procurando consolarlo. -No te preocupes. Tiene que ser algo momentáneo. Saldremos de esta.- Tenía que recordarse a si misma que no podía oírla. -Es mejor que te recuestes un rato.- Le dio unos golpecitos en el hombro para que abriera los ojos y le señaló la cama.
El verlo sonrojado provocó que sintiera las mejillas algo acaloradas, devolvió su atención al cuarto y al distinguir el ropero camino hacia este. Un par de trajes colgaban en su interior. -¡Mira esto! ¡Tenemos suerte hoy!- Sus ojos oscuros brillaron por la excitación mientras giraba sobre si misma y le mostraba lo que había encontrado. Cailen podría reemplazar su ropa por uno de esos trajes y ella usaría el otro. -¿No te parece fantástico?- Lo miró alegremente antes de distraerse con algo más.
-¿Y allí que habrá?- Señaló con el dedo hacia un maletín de mediano tamaño que descansaba sobre la delgada alfombra raída que cubría el suelo. Resultaba obvio que alguien se estaba hospedando en esa habitación. Se acercó y se arrodilló para abrirlo y al hacerlo sus ojos se abrieron como platos y sus latidos se dispararon a mil por hora.
-¡Cailen! ¡Ven!- Le hizo señas con las manos para que se acercara sin poder dominar su asombro y su excitación. -¿Dije que hoy teníamos suerte? ¡Me he quedado corta!- El interior del maletín brillaba con su contenido. Un contenido tan maravilloso como increíble. Ni siquiera alcanzaba a asimilar del todo lo que estaba viendo. ¡Francos! ¡El maletín estaba repleto de francos!
-¿Qué... qué hacemos ahora?- Su mirada se fijó en la del muchacho antes de apretujarlo con sus brazos de puro entusiasmo. -¿Alguna vez viste tanto dinero?- Sus ojos estaban hipnotizados por lo que veía y sin poder contenerse se puso de pie y comenzó a saltar por todos lados. -¡Nos compraremos todo el alimento que queramos! ¡Comeremos tantos dulces que nos dolerá el estómago!- Regresó corriendo y se arrodilló al lado del maletín. Llamó entonces su atención algo más, un objeto cuyo extremo se distinguía entre el dinero. Con curiosidad tiró de el para ver de que se trataba. -Esto es...- Interrumpió la frase, acababa de descubrir lo que era. Tenía en su mano la empuñadura de un revólver...
Sus siguientes palabras la desconcertaron. ¿Ropa? Dirigió la mirada hacia si misma y rápidamente se ajustó más la bata frente a su pecho, aunque poco podía hacer para cubrirse más. Estaba tan acostumbrada a pasear por las calles con su aspecto canino que tenía que admitir que cuando regresaba al humano a veces se olvidaba de la necesidad de usar ropa. En muchos aspectos caminar sobre cuatro patas otorgaba ventajas, se sentía a gusto en todas sus formas pero la de border collie le permitía una libertad inigualable.
Miró alrededor de la habitación en busca de otra cosa que pudiera ponerse encima cuando le escuchó decir que no podía oir. -¿QUÉEEEEEEEEEE?- Corrió hacia él. -¿Qué no puedes...?- Observó el rostro masculino que mantenía los ojos cerrados. -¿Nada de nada?- El no escuchar respuesta de su parte aumentó su preocupación. No tenía idea de como el rayo pudo provocarle sordera. ¿El rayo le había golpeado o se había golpeado al caer? Se acercó y lo miró con ojos tristes procurando consolarlo. -No te preocupes. Tiene que ser algo momentáneo. Saldremos de esta.- Tenía que recordarse a si misma que no podía oírla. -Es mejor que te recuestes un rato.- Le dio unos golpecitos en el hombro para que abriera los ojos y le señaló la cama.
El verlo sonrojado provocó que sintiera las mejillas algo acaloradas, devolvió su atención al cuarto y al distinguir el ropero camino hacia este. Un par de trajes colgaban en su interior. -¡Mira esto! ¡Tenemos suerte hoy!- Sus ojos oscuros brillaron por la excitación mientras giraba sobre si misma y le mostraba lo que había encontrado. Cailen podría reemplazar su ropa por uno de esos trajes y ella usaría el otro. -¿No te parece fantástico?- Lo miró alegremente antes de distraerse con algo más.
-¿Y allí que habrá?- Señaló con el dedo hacia un maletín de mediano tamaño que descansaba sobre la delgada alfombra raída que cubría el suelo. Resultaba obvio que alguien se estaba hospedando en esa habitación. Se acercó y se arrodilló para abrirlo y al hacerlo sus ojos se abrieron como platos y sus latidos se dispararon a mil por hora.
-¡Cailen! ¡Ven!- Le hizo señas con las manos para que se acercara sin poder dominar su asombro y su excitación. -¿Dije que hoy teníamos suerte? ¡Me he quedado corta!- El interior del maletín brillaba con su contenido. Un contenido tan maravilloso como increíble. Ni siquiera alcanzaba a asimilar del todo lo que estaba viendo. ¡Francos! ¡El maletín estaba repleto de francos!
-¿Qué... qué hacemos ahora?- Su mirada se fijó en la del muchacho antes de apretujarlo con sus brazos de puro entusiasmo. -¿Alguna vez viste tanto dinero?- Sus ojos estaban hipnotizados por lo que veía y sin poder contenerse se puso de pie y comenzó a saltar por todos lados. -¡Nos compraremos todo el alimento que queramos! ¡Comeremos tantos dulces que nos dolerá el estómago!- Regresó corriendo y se arrodilló al lado del maletín. Llamó entonces su atención algo más, un objeto cuyo extremo se distinguía entre el dinero. Con curiosidad tiró de el para ver de que se trataba. -Esto es...- Interrumpió la frase, acababa de descubrir lo que era. Tenía en su mano la empuñadura de un revólver...
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 19/10/2015
Re: Les voies de la faim [privado]
Podía sentir que la anteriormente border collie se movía por la habitación y se acercaba a mí, seguramente preocupada. Sus pasos, aun ligeros, mandaban vibraciones por todo el suelo que apenas alcanzaba a percibir, seguramente mis sentidos se estaban agudizando en lo que recuperaba el oído y en vista de que tenía mis ojos cerrados. Un pensamiento acudió a mí de forma repentina ¿y si no recuperaba el oído? No se me había ocurrido eso, ¿qué pasaría entonces? comencé a imaginarme un sinfín de escenarios, todos malos. Si conseguir trabajo en ese momento ya era un lío… No sabía escribir o leer, no era fuerte para hacer trabajo pesado como cargar costales, y ahora estaba enfrentándome a una posibilidad más escalofriante, terminar sordomudo.
Un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza. No, eso no podía pasar, no a mí, y en caso de que se diera me convencería que Dios me detestaba y negaba como hijo suyo, seguramente por traidor. Sentí un golpe en mi hombro que me trajo de regreso a la realidad, abrí un ojo con timidez y descubrí a la pelirroja indicándome que me sentara sobre la cama y obedecí sin rechistar, un descanso era lo que me hacía falta, no necesitaba más emociones ya. Percibí un movimiento del otro lado del cuarto y alcé la ceja al ver el traje elegante que sacó del ropero. “No agarres eso Kenna, no es nuestro, no tenemos idea de en qué habitación estamos o quién se hospeda aquí” Era lo que quería decirle pero ningún sonido salió de mi boca naturalmente, tomé el traje que señalaba y lo examiné meticulosamente paseando mis dedos por la tela, dándome cuenta al instante que no era nada barato, seguramente nos habíamos colado en la habitación de un adinerado.
Al sentir la suave textura de la tela comencé a dudar de mis propias intenciones. “Está mal, se supone que hurtamos solo lo necesario para sobrevivir, esto es un lujo” Mordiéndome el labio me probé el saco que era de mi talla milagrosamente, no me lo quise quitar. Me deshice del abrigo no sin antes sacar todo de los bolsillos y lo arrojé por la ventana, de todas formas estaba hecho pedazos.
Por poco paso por alto los gestos frenéticos que hacía Kenna con la mano para que me acercara. Alzando la ceja me arrodillé junto a ella y no podía creer lo que estaba viendo. La naturaleza enérgica de la joven tomó posesión de ella y comenzó a dar brinquitos por la habitación. No podía reaccionar, seguía sin creer lo que estaba viendo, incluso temía tocarlo en caso de que se desvaneciera delante de mí. De pronto las cosas se pusieron peliagudas cuando sacó un arma de entre el maletín. Nos miramos el uno al otro sin saber qué hacer a continuación, el dilema había sido puesto delante de nosotros y ahora teníamos que hacer algo al respecto.
Estaba temeroso de que alguien entrara en el cuarto en ese instante por lo que antes de poder pensar lo que hacía, enterré el revólver entre las monedas, tal y como estaba y tomé un puñado de monedas, rápido metiendo el dinero en mi bolsillo, hice un ademán para que Kenna hiciera lo mismo, un puñado cada uno, ni más ni menos. Devolví el maletín a donde estaba y tiré del brazo de la joven, una vez más sacando la llave del bolsillo y mostrándosela. “Guíanos Kenna, hay que irnos de aquí” y naturalmente entendió mis gestos desesperados porque comenzamos a movernos por el pasillo, ella delante.
Un par de pisos más y por fin estábamos en la habitación, inmediatamente después de entrar cerré la puerta con todos los cerrojos que tenía y también corrí las cortinas para sentarme en la cama y sacar el dinero recién obtenido de los bolsillos, fue entonces que comencé a pensar. ¿Qué fue lo que acaba de pasar?
Un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza. No, eso no podía pasar, no a mí, y en caso de que se diera me convencería que Dios me detestaba y negaba como hijo suyo, seguramente por traidor. Sentí un golpe en mi hombro que me trajo de regreso a la realidad, abrí un ojo con timidez y descubrí a la pelirroja indicándome que me sentara sobre la cama y obedecí sin rechistar, un descanso era lo que me hacía falta, no necesitaba más emociones ya. Percibí un movimiento del otro lado del cuarto y alcé la ceja al ver el traje elegante que sacó del ropero. “No agarres eso Kenna, no es nuestro, no tenemos idea de en qué habitación estamos o quién se hospeda aquí” Era lo que quería decirle pero ningún sonido salió de mi boca naturalmente, tomé el traje que señalaba y lo examiné meticulosamente paseando mis dedos por la tela, dándome cuenta al instante que no era nada barato, seguramente nos habíamos colado en la habitación de un adinerado.
Al sentir la suave textura de la tela comencé a dudar de mis propias intenciones. “Está mal, se supone que hurtamos solo lo necesario para sobrevivir, esto es un lujo” Mordiéndome el labio me probé el saco que era de mi talla milagrosamente, no me lo quise quitar. Me deshice del abrigo no sin antes sacar todo de los bolsillos y lo arrojé por la ventana, de todas formas estaba hecho pedazos.
Por poco paso por alto los gestos frenéticos que hacía Kenna con la mano para que me acercara. Alzando la ceja me arrodillé junto a ella y no podía creer lo que estaba viendo. La naturaleza enérgica de la joven tomó posesión de ella y comenzó a dar brinquitos por la habitación. No podía reaccionar, seguía sin creer lo que estaba viendo, incluso temía tocarlo en caso de que se desvaneciera delante de mí. De pronto las cosas se pusieron peliagudas cuando sacó un arma de entre el maletín. Nos miramos el uno al otro sin saber qué hacer a continuación, el dilema había sido puesto delante de nosotros y ahora teníamos que hacer algo al respecto.
Estaba temeroso de que alguien entrara en el cuarto en ese instante por lo que antes de poder pensar lo que hacía, enterré el revólver entre las monedas, tal y como estaba y tomé un puñado de monedas, rápido metiendo el dinero en mi bolsillo, hice un ademán para que Kenna hiciera lo mismo, un puñado cada uno, ni más ni menos. Devolví el maletín a donde estaba y tiré del brazo de la joven, una vez más sacando la llave del bolsillo y mostrándosela. “Guíanos Kenna, hay que irnos de aquí” y naturalmente entendió mis gestos desesperados porque comenzamos a movernos por el pasillo, ella delante.
Un par de pisos más y por fin estábamos en la habitación, inmediatamente después de entrar cerré la puerta con todos los cerrojos que tenía y también corrí las cortinas para sentarme en la cama y sacar el dinero recién obtenido de los bolsillos, fue entonces que comencé a pensar. ¿Qué fue lo que acaba de pasar?
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Les voies de la faim [privado]
Tragó saliva fuertemente al ver esa cosa en sus manos, sabía lo que era pero estaba aturdida con el descubrimiento. -Ni siquiera sé como usarla.- Fue lo primero que se le ocurrió decir. La soltó con rapidez, fijando la mirada en su amigo que al parecer se había inquietado tanto como ella al ver el revólver. Imitó sus movimientos, comprendiendo que le indicaba que se llenara el bolsillo. Un minuto. ¿Cuál bolsillo? Se percató de que aún llevaba puesta la bata por lo que corrió al baño a cambiarse y colocarse el traje del ropero. Ambos trajes eran de hombre por lo que pronto una Kenna con pantalones, camisa y saco regresó a la recámara, le quedaban algo grandes, tanto a ella, como a Cailen. Estaban bastante flacos los dos, consecuencia notoria de su vida en las calles.
Se arrodilló y esta vez si, con suma rapidez tomó el puñado de monedas, haciendo una mueca de resignación al ver el resto de ellas aún en el maletín. Suspiró antes de levantarse. Su amigo tironeaba de su brazo por lo que no le costó comprender el mensaje. Debían salir de allí de inmediato. Atravesaron los pasillos como si fuesen un par de saetas, con ambos corazones latiendo acelerados y nerviosos. Durante esa carrera observó por encima de su hombro varias veces cerciorándose de que nadie les hubiese pillado y estuviese siguiendo.
Al fin dió con la habitación asignada y ambos entraron en ella en polvorosa. Cailen se mostraba bastante precavido, echando el cerrojo y cerrando las cortinas. La pelirroja se desplomó sobre la cama, segura de que un minuto más hubiese sido lo suficiente para provocar una implosión en su frenético corazón. Permaneció tendida un momento antes de sentarse y doblar sus piernas en posición de loto. -¿Crees que se trataba de un mafioso?- fue lo que preguntó al observarlo deambular inquieto por la habitación. Recordaba que no podía oírla pero no podía evitar expresarle lo que pensaba.
-Pienso que si, o incluso... algo peor. Un mercenario. ¿Un... asesino a sueldo?- Sus ojos miraban al chico al hablar. -¿Nunca has pensado que podríamos ser nosotros? Si de repente... nos involucráramos en ese tipo de mundo...- Su mente se distrajo, en la calle se escuchaba y se veía de todo. Sacudió la cabeza y soltó una risilla nerviosa. -Nosotros no por supuesto. Tú tienes un alma noble y yo...- Entrecerró los ojos y se levantó de un salto. Saber que no la estaba oyendo le estaba tensionando por minutos.
-Cailen ¿sigues sin oir nada!!?- Se acercó a él y colocó su mano en su frente, confirmando que no parecía tener fiebre. Las colocó detrás de sus orejas frustrada. Era demasiado preocupante que siguiera sin oír. ¿Cuantas horas habían transcurrido ya desde el rayo? -Si pudieras oirme de una forma u otra...- Cailen, Cailen, Cailen... repitió su nombre mentalmente. La mente humana era completamente diferente a la de los cambiantes, que la escuchaban con tanta facilidad. La de los humanos era como un muro extremadamente alto y grueso que evitaba que ella se colase a través de él. Su teoría era que los humanos la habían colocado debido a su falta de fe en lo sobrenatural y en sus propias capacidades. Se negaban a ver lo que había a su alrededor, a creer en su propio potencial.
Escúchame... Se concentró en serio, intentando traspasar ese muro, darle un golpe, que su voz fuese una bola de demolición que impactase en la muralla y abriese un orificio. Ni siquiera tenía que ser grande, tan solo lo suficiente para dejarle entrar.
Caileeeeeeeeeeeeennnnn. Intensificó el grito, golpeando con toda la fuerza de su mente, con toda aquella de la que era poseedora, apelando a toda la energía concentrada en su ser. Se dió fuertemente contra ese muro, el golpe fue tan poderoso que la dejó aturdida mentalmente un par de minutos, pero no se dio por vencida. Con el pecho agitado volvio a gritar el nombre de su amigo. ¡Caileeeen escúchameeee!
Volvió a lanzarse contra el muro como si fuese un proyectil que concentraba toda su energía en su trayectoria para dar de lleno contra él. ¡Escúchameeeeeeee! Su voz se adentró en la cabeza de su amigo, colándose en ella, esparciéndose. De forma inesperada se diversificó en su trayecto, viajó por sus canales auditivos, procurando abrir sus oídos con toda la fuerza que la cambiante no sabía que poseía. Sus ondas sonoras se apoderaron de la cabeza ajena y un poderoso ¡booommm! anunció un estruendo mientras sentía algo pegajoso debajo de una de sus fosas nasales, sangre suya que no podía ver. Algo había sucedido... pero el choque le había drenado, estaba demasiado aturdida y débil, sus rodillas se flexionaron y cayó sobre ellas sobre el suelo.
Se arrodilló y esta vez si, con suma rapidez tomó el puñado de monedas, haciendo una mueca de resignación al ver el resto de ellas aún en el maletín. Suspiró antes de levantarse. Su amigo tironeaba de su brazo por lo que no le costó comprender el mensaje. Debían salir de allí de inmediato. Atravesaron los pasillos como si fuesen un par de saetas, con ambos corazones latiendo acelerados y nerviosos. Durante esa carrera observó por encima de su hombro varias veces cerciorándose de que nadie les hubiese pillado y estuviese siguiendo.
Al fin dió con la habitación asignada y ambos entraron en ella en polvorosa. Cailen se mostraba bastante precavido, echando el cerrojo y cerrando las cortinas. La pelirroja se desplomó sobre la cama, segura de que un minuto más hubiese sido lo suficiente para provocar una implosión en su frenético corazón. Permaneció tendida un momento antes de sentarse y doblar sus piernas en posición de loto. -¿Crees que se trataba de un mafioso?- fue lo que preguntó al observarlo deambular inquieto por la habitación. Recordaba que no podía oírla pero no podía evitar expresarle lo que pensaba.
-Pienso que si, o incluso... algo peor. Un mercenario. ¿Un... asesino a sueldo?- Sus ojos miraban al chico al hablar. -¿Nunca has pensado que podríamos ser nosotros? Si de repente... nos involucráramos en ese tipo de mundo...- Su mente se distrajo, en la calle se escuchaba y se veía de todo. Sacudió la cabeza y soltó una risilla nerviosa. -Nosotros no por supuesto. Tú tienes un alma noble y yo...- Entrecerró los ojos y se levantó de un salto. Saber que no la estaba oyendo le estaba tensionando por minutos.
-Cailen ¿sigues sin oir nada!!?- Se acercó a él y colocó su mano en su frente, confirmando que no parecía tener fiebre. Las colocó detrás de sus orejas frustrada. Era demasiado preocupante que siguiera sin oír. ¿Cuantas horas habían transcurrido ya desde el rayo? -Si pudieras oirme de una forma u otra...- Cailen, Cailen, Cailen... repitió su nombre mentalmente. La mente humana era completamente diferente a la de los cambiantes, que la escuchaban con tanta facilidad. La de los humanos era como un muro extremadamente alto y grueso que evitaba que ella se colase a través de él. Su teoría era que los humanos la habían colocado debido a su falta de fe en lo sobrenatural y en sus propias capacidades. Se negaban a ver lo que había a su alrededor, a creer en su propio potencial.
Escúchame... Se concentró en serio, intentando traspasar ese muro, darle un golpe, que su voz fuese una bola de demolición que impactase en la muralla y abriese un orificio. Ni siquiera tenía que ser grande, tan solo lo suficiente para dejarle entrar.
Caileeeeeeeeeeeeennnnn. Intensificó el grito, golpeando con toda la fuerza de su mente, con toda aquella de la que era poseedora, apelando a toda la energía concentrada en su ser. Se dió fuertemente contra ese muro, el golpe fue tan poderoso que la dejó aturdida mentalmente un par de minutos, pero no se dio por vencida. Con el pecho agitado volvio a gritar el nombre de su amigo. ¡Caileeeen escúchameeee!
Volvió a lanzarse contra el muro como si fuese un proyectil que concentraba toda su energía en su trayectoria para dar de lleno contra él. ¡Escúchameeeeeeee! Su voz se adentró en la cabeza de su amigo, colándose en ella, esparciéndose. De forma inesperada se diversificó en su trayecto, viajó por sus canales auditivos, procurando abrir sus oídos con toda la fuerza que la cambiante no sabía que poseía. Sus ondas sonoras se apoderaron de la cabeza ajena y un poderoso ¡booommm! anunció un estruendo mientras sentía algo pegajoso debajo de una de sus fosas nasales, sangre suya que no podía ver. Algo había sucedido... pero el choque le había drenado, estaba demasiado aturdida y débil, sus rodillas se flexionaron y cayó sobre ellas sobre el suelo.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 19/10/2015
Re: Les voies de la faim [privado]
Estaba mirando la puerta atento, tratando con todas mis fuerzas de concentrarme en algo, lo que sea, con tal de que mis sentidos me dijeran que algo andaba mal, pero nada, el pasillo estaba completamente normal en apariencia, a pesar de ello no podía relajarme, pensaba en que en cualquier momento alguien comenzaría a golpear la puerta, reclamando por haber irrumpido en su habitación sin permiso y encima robar sus bienes, no era solo eso lo que me causaba pavor, sino el hecho de que esa persona sin duda alguna estaba involucrada en algo ilícito y peligroso en el que ahora nos habíamos involucrado.
Pensaba en ello cuando de pronto sentí pasos detrás mío y me giré rápidamente, siendo el instinto de protección el que me lo indicó, era Kenna que se había puesto de pie y caminaba hacia mí, con la preocupación evidente en su rostro, hice un esfuerzo sobrehumano para no retroceder cuando colocó su mano en mi frente de forma gentil, sabía que ella no me haría daño, solo quería asegurarse de que estaba bien pero había cosas de las que no me podía deshacer ni con el paso del tiempo. Sus manos estaban tibias.
De repente su expresión preocupada cambió a la de una persona fuertemente decidida, cerraba sus ojos en concentración mientras sus manos seguían tras mis orejas. “¿Qué estás haciendo?” pensaba curioso al verla. Sus labios se movían en lo que parecían ser murmullos, cerraba los ojos con más fuerza cada vez y yo estaba confundido a más no poder “¿Qué intentas?” De repente decidí apagar la lógica y dejarme llevar por lo que sea que estuviera haciendo y cerré los ojos, tal vez intentando estar en sintonía con ella. Estaba en un estado de trance cuando sentí un pequeño escozor en los oídos, una molestia, que luego se transformó en una especie de vibración sorda. “¿Kenna?” Repentinamente fue dolor lo que sentí en el oído, uno fuerte e instantáneo que tan pronto como llegó se fue.
“Kenna para” Pensé cuando volví a sentir lo mismo pero más intenso. “Me duele, ¿qué haces? detente”. Llevé ambas manos a mis oídos sintiendo nuevamente ese dolor agudo al que lo acompañaba una vibración, el dolor se estaba haciendo insoportable y comencé a hacer muecas, era algo muy extraño, sabía que Kenna estaba provocando eso pero no entendía cómo o por qué. “¡Detente!” Gritaba mentalmente una y otra vez hasta que sin previo aviso sentí que algo como explotaba en mis oídos y luego una especie de líquido caliente brotaba de ellos, miré sus ojos espantado mientras alcanzaba a ver cómo colapsaba en el suelo, sin pensarlo dos veces la sujeté, sus rodillas golpearon el suelo pero no con tanta fuerza como si la hubiese dejado caer de lleno, la acomode en mis brazos para cargarla a la cama y recostarla, estaba débil, lo que sea que hubiera hecho la había dejado exhausta.
Rápidamente fui al baño y cogí una toalla con la que sequé su nariz sangrante. -¿Qué fue lo que hiciste? -Murmuré, al instante dándome cuenta de lo que había hecho. -Kenna ¿tú hiciste eso sola? -Pregunté, mi voz estaba rasposa de no hablar pero no me importaba
Pensaba en ello cuando de pronto sentí pasos detrás mío y me giré rápidamente, siendo el instinto de protección el que me lo indicó, era Kenna que se había puesto de pie y caminaba hacia mí, con la preocupación evidente en su rostro, hice un esfuerzo sobrehumano para no retroceder cuando colocó su mano en mi frente de forma gentil, sabía que ella no me haría daño, solo quería asegurarse de que estaba bien pero había cosas de las que no me podía deshacer ni con el paso del tiempo. Sus manos estaban tibias.
De repente su expresión preocupada cambió a la de una persona fuertemente decidida, cerraba sus ojos en concentración mientras sus manos seguían tras mis orejas. “¿Qué estás haciendo?” pensaba curioso al verla. Sus labios se movían en lo que parecían ser murmullos, cerraba los ojos con más fuerza cada vez y yo estaba confundido a más no poder “¿Qué intentas?” De repente decidí apagar la lógica y dejarme llevar por lo que sea que estuviera haciendo y cerré los ojos, tal vez intentando estar en sintonía con ella. Estaba en un estado de trance cuando sentí un pequeño escozor en los oídos, una molestia, que luego se transformó en una especie de vibración sorda. “¿Kenna?” Repentinamente fue dolor lo que sentí en el oído, uno fuerte e instantáneo que tan pronto como llegó se fue.
“Kenna para” Pensé cuando volví a sentir lo mismo pero más intenso. “Me duele, ¿qué haces? detente”. Llevé ambas manos a mis oídos sintiendo nuevamente ese dolor agudo al que lo acompañaba una vibración, el dolor se estaba haciendo insoportable y comencé a hacer muecas, era algo muy extraño, sabía que Kenna estaba provocando eso pero no entendía cómo o por qué. “¡Detente!” Gritaba mentalmente una y otra vez hasta que sin previo aviso sentí que algo como explotaba en mis oídos y luego una especie de líquido caliente brotaba de ellos, miré sus ojos espantado mientras alcanzaba a ver cómo colapsaba en el suelo, sin pensarlo dos veces la sujeté, sus rodillas golpearon el suelo pero no con tanta fuerza como si la hubiese dejado caer de lleno, la acomode en mis brazos para cargarla a la cama y recostarla, estaba débil, lo que sea que hubiera hecho la había dejado exhausta.
Rápidamente fui al baño y cogí una toalla con la que sequé su nariz sangrante. -¿Qué fue lo que hiciste? -Murmuré, al instante dándome cuenta de lo que había hecho. -Kenna ¿tú hiciste eso sola? -Pregunté, mi voz estaba rasposa de no hablar pero no me importaba
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Les voies de la faim [privado]
Poco después de caer exhausta y temblorosa sobre sus rodillas, la cambiante notó a su amigo acercarse y levantarla en brazos. Ni siquiera se movió cuando la depositó suavemente sobre la cama, tenía los músculos agarrotados y se sentía despojada de toda energía. Era una sensación extraña porque siempre tenía demasiada, se la pasaba saltando y corriendo de un lado al otro, pero esta vez supo que lo que había hecho había requerido un esfuerzo por su parte fuera de lo común, le había dolido físicamente.
Una sonrisa se presentó en sus labios y sus ojos también se iluminaron cuando Cailen habló y se percató de que sus oídos ahora estaban abiertos. La sorpresa invadió a la pelirroja, nunca en sus dieciocho años había logrado algo similar. Tampoco lo había intentado ni sabía que podía hacerlo.
-Por lo general me comunico con otros cambiantes en sus formas caninas o felinas.- Se echó a reír espontáneamente al recordar que a los últimos los correteaba pero incluso eso le dolió. Hizo una mueca de dolor y se mantuvo quieta sobre el colchón. -Nunca antes he hecho algo remotamente parecido Cailen, creo... que se debió a la confianza existente entre los dos pero también intuyo que te abriste completamente a lo que hacía.-
Tomó la mano de su amigo en la suya y la presionó. Ya sabía de sobra lo difícil que era para él confiar en otros. Había tenido un pasado muy difícil, tanto como el de ella. Incluso más, al menos ella había contado con athair, pero para Cailen no habían habido palabras de consuelo ni brazos amigables que le acogieran. Siempre le entristecía pensar en el pasado de su amigo.
-Eres como un hermano para mi.- le confesó con la voz algo quebrada por la emoción. Nunca se lo había dicho. Cuando llego a Francia después del naufragio del barco, sin saber por qué había sido la única superviviente, se había sentido perdida. Había sobrevivido como pudo y había conocido nuevos territorios pero amigos de verdad no tenía, por eso para ella el escocés era alguien muy especial.
-Si alguna vez me necesitas solo tendrás que gritar mi nombre o silbar y si estoy cerca acudiré.- Parpadeó un par de veces, veía su imagen algo borrosa frente a si misma. -Me caería bien un poco de agua.- dijo mentalmente. Sobre la mesa de madera del dormitorio había un pichel y un par de vasos. Debía recuperar fuerzas pronto, no era seguro para ambos estar mucho tiempo en el hostal, especialmente después de lo que habían visto en el otro cuarto, pero estaba tan cansada que le costaba mantenerse despierta.
Una sonrisa se presentó en sus labios y sus ojos también se iluminaron cuando Cailen habló y se percató de que sus oídos ahora estaban abiertos. La sorpresa invadió a la pelirroja, nunca en sus dieciocho años había logrado algo similar. Tampoco lo había intentado ni sabía que podía hacerlo.
-Por lo general me comunico con otros cambiantes en sus formas caninas o felinas.- Se echó a reír espontáneamente al recordar que a los últimos los correteaba pero incluso eso le dolió. Hizo una mueca de dolor y se mantuvo quieta sobre el colchón. -Nunca antes he hecho algo remotamente parecido Cailen, creo... que se debió a la confianza existente entre los dos pero también intuyo que te abriste completamente a lo que hacía.-
Tomó la mano de su amigo en la suya y la presionó. Ya sabía de sobra lo difícil que era para él confiar en otros. Había tenido un pasado muy difícil, tanto como el de ella. Incluso más, al menos ella había contado con athair, pero para Cailen no habían habido palabras de consuelo ni brazos amigables que le acogieran. Siempre le entristecía pensar en el pasado de su amigo.
-Eres como un hermano para mi.- le confesó con la voz algo quebrada por la emoción. Nunca se lo había dicho. Cuando llego a Francia después del naufragio del barco, sin saber por qué había sido la única superviviente, se había sentido perdida. Había sobrevivido como pudo y había conocido nuevos territorios pero amigos de verdad no tenía, por eso para ella el escocés era alguien muy especial.
-Si alguna vez me necesitas solo tendrás que gritar mi nombre o silbar y si estoy cerca acudiré.- Parpadeó un par de veces, veía su imagen algo borrosa frente a si misma. -Me caería bien un poco de agua.- dijo mentalmente. Sobre la mesa de madera del dormitorio había un pichel y un par de vasos. Debía recuperar fuerzas pronto, no era seguro para ambos estar mucho tiempo en el hostal, especialmente después de lo que habían visto en el otro cuarto, pero estaba tan cansada que le costaba mantenerse despierta.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Re: Les voies de la faim [privado]
La preocupación era evidente en mi rostro, por lo extraño de la situación y por el estado de salud de ambos, sobre todo el de ella. Sentía que la sangre caliente que salía de mis oídos resbalaba por los costados de mi rostro de forma lenta, no era preocupante por lo que dejé que cayera el líquido rojizo, ya me atendería yo en un momento. Observaba detalladamente sus expresiones faciales, la sorpresa, la felicidad, nostalgia y también las muecas que hacía del dolor. -Kenna trata de no hablar, estás débil y tienes que cuidar tus fuerzas. -Susurré a modo tranquilizador aunque estaba asustado por dentro ¿estaba bien? ¿qué le dolía? Toda esa ola de ideas se detuvieron cuando siguió hablando, seguramente tratando así también de ordenar su mente.
Tenía razón, había confiado totalmente en ella a pesar de que me estaba doliendo en ese momento, jamás intenté detenerlo por mi cuenta. No me percaté de eso, en verdad confiaba de esa manera en la joven pelirroja. -Tienes razón. -Murmuré con ojos tristes. -Nunca he confiado en nadie, y sin embargo confié en ti a pesar de que no me di cuenta en ese momento. -Admití abiertamente, quería que supiera que yo confiaba en ella y solo en ella, esperaba que ella también lo hiciera en mí, quería ayudarla, a ambos en realidad, para que ninguno tuviese que seguir pasando por las desgracias de vivir en la calle. Pero para poder hacerlo tenía ella también que confiar en mí.
Sentí el cálido tacto de su mano con la mía y sorpresivamente no me tensé en absoluto, la dejé hacer, si eso podía ayudarle a calmarla o a recuperar algo de energía que así fuera. Lo que sea con tal de que se sintiera mejor. Quería decirle que dejara de hablar porque necesitaba descansar y no gastar fuerzas pero no tuve corazón, lo que me decía era muy importante para ella, quería hacerme saber de todo eso así que la dejé hablar hasta asegurarme que no quedara más que decir. -Kenna, también te considero una hermana menor, quiero que sepas que haré lo posible para protegerte, para sacarnos a los dos de la vida en las calles. Eres tan chica y amable, no quiero que ese mundo te corrompa, no quiero que te conviertas en una de las mujeres que vemos a diario, como la que estaba bajo el puente mendigando por alcohol. -Suspiré tratando de evitar que una lágrima cayera, me la imaginaba de esa manera y no podía soportar una imagen tan cruel como esa.
Terminado aquel discurso que parecía haber sido absolutamente necesario me incorporé y escuché que pedía algo de agua. Miré por la habitación y de inmediato fui a servirle un vaso y luego lo puse en la mesita de noche. -En un momento te doy el agua que me pediste, solo tengo que acomodarte. -Dije antes de deslizar mis brazos por debajo de su cuerpo y alzarla un poco para poner su cabeza en una mejor posición y que no le incomodara al beber. Luego de eso la cubrí con la sábana, estaba algo fría y era un tanto preocupante. -Abre la boca por favor. -Con cuidado llevé el vaso a sus labios y la hice beber lentamente, asegurándome de que recibiera suficiente y también de que respirara entre cada sorbo. -Necesito que descanses, duerme. Voy a estar aquí.
Con esto último me acomodé sobre la cama, en el otro lado y coloqué su cabeza sobre mi regazo, acariciando su pelo con fraternidad para que sirviera como un arrullo y que durmiera tranquila. En algún momento me levanté para ir a lavarme la cara y limpiar la sangre que se había secado a los costados de mis mejillas y terminando volví a donde estaba ella y me recosté a su lado, pasó poco tiempo antes de que yo mismo cayera dormido.
Tenía razón, había confiado totalmente en ella a pesar de que me estaba doliendo en ese momento, jamás intenté detenerlo por mi cuenta. No me percaté de eso, en verdad confiaba de esa manera en la joven pelirroja. -Tienes razón. -Murmuré con ojos tristes. -Nunca he confiado en nadie, y sin embargo confié en ti a pesar de que no me di cuenta en ese momento. -Admití abiertamente, quería que supiera que yo confiaba en ella y solo en ella, esperaba que ella también lo hiciera en mí, quería ayudarla, a ambos en realidad, para que ninguno tuviese que seguir pasando por las desgracias de vivir en la calle. Pero para poder hacerlo tenía ella también que confiar en mí.
Sentí el cálido tacto de su mano con la mía y sorpresivamente no me tensé en absoluto, la dejé hacer, si eso podía ayudarle a calmarla o a recuperar algo de energía que así fuera. Lo que sea con tal de que se sintiera mejor. Quería decirle que dejara de hablar porque necesitaba descansar y no gastar fuerzas pero no tuve corazón, lo que me decía era muy importante para ella, quería hacerme saber de todo eso así que la dejé hablar hasta asegurarme que no quedara más que decir. -Kenna, también te considero una hermana menor, quiero que sepas que haré lo posible para protegerte, para sacarnos a los dos de la vida en las calles. Eres tan chica y amable, no quiero que ese mundo te corrompa, no quiero que te conviertas en una de las mujeres que vemos a diario, como la que estaba bajo el puente mendigando por alcohol. -Suspiré tratando de evitar que una lágrima cayera, me la imaginaba de esa manera y no podía soportar una imagen tan cruel como esa.
Terminado aquel discurso que parecía haber sido absolutamente necesario me incorporé y escuché que pedía algo de agua. Miré por la habitación y de inmediato fui a servirle un vaso y luego lo puse en la mesita de noche. -En un momento te doy el agua que me pediste, solo tengo que acomodarte. -Dije antes de deslizar mis brazos por debajo de su cuerpo y alzarla un poco para poner su cabeza en una mejor posición y que no le incomodara al beber. Luego de eso la cubrí con la sábana, estaba algo fría y era un tanto preocupante. -Abre la boca por favor. -Con cuidado llevé el vaso a sus labios y la hice beber lentamente, asegurándome de que recibiera suficiente y también de que respirara entre cada sorbo. -Necesito que descanses, duerme. Voy a estar aquí.
Con esto último me acomodé sobre la cama, en el otro lado y coloqué su cabeza sobre mi regazo, acariciando su pelo con fraternidad para que sirviera como un arrullo y que durmiera tranquila. En algún momento me levanté para ir a lavarme la cara y limpiar la sangre que se había secado a los costados de mis mejillas y terminando volví a donde estaba ella y me recosté a su lado, pasó poco tiempo antes de que yo mismo cayera dormido.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Les voies de la faim [privado]
Por primera vez desde que llegó a estas tierras podía sincerarse con alguien. El cansancio provocado por el esfuerzo no era nada comparado con la necesidad que sentía de escuchar las palabras de su amigo. Sonrió, porque podía llamarle así, pero incluso ese tenue movimiento de sus labios requirió un gran esfuerzo por su parte.
Cailen le pedía que no hablara pero ¿cómo no hablar? Si lo que ahora intercambián era tan importante, lo más importante que había dicho en tanto tiempo. -Me alegra que confiaras en mi.- Los ojos masculinos se veían tristes al confesárselo, intuyó que le producía un efecto similar al que ella sentía. Haber vagado durante tanto tiempo sin tener a nadie en quien confiar te entumece, te embota el alma, aunque procures despertar con ánimo aquel sentimiento de soledad permanece anclado en tu interior.
Buscó el apoyo de su mano, a la que volvió a presionar con las fuerzas que aún conservaba. -Nunca traicionaré tu confianza Cailen, como sé que tampoco traicionarás la mia.- Un nudo se formó en su garganta, si él no hubiese confiado en ella jamás hubiera re abierto sus oídos.
Múltiples lágrimas se agolparon en sus ojos al oír sus siguientes palabras. -Lo creo, si hay alguien que pueda sacarme de esta vida eres tú.- Le conmovió inmensamente que pensara en sacarla de las calles, y aunque parecía una utopía, si tenía fe en que alguien podía salir avante esa fe la depositaba en él.
Confió en que encontraría una manera de sacarles a ambos de su actual situación. No tenía ninguna obligación de llevarla consigo por lo que sendas lágrimas rodaron por sus mejillas al escuchar su promesa. Desde la muerte de athair nadie se había preocupado de esta forma por ella. Se prometió a si misma justo allí, en ese momento tan importante, que saldría adelante, que ambos lo lograrían.
Dejó que le acomodara sobre la cama. Se sentía bien, que cuidaran de ella, para variar. Además, dormir en una cama era un lujo al que ninguno de los dos estaban acostumbrados. -¿No te parece un pequeño trozo de cielo?- Eso era para ella esa pequeña habitación, desvencijada y vieja pero con cuatro paredes, un techo y un colchón.
Bebió con pequeños sorbos del agua que le acercó en un vaso, en un principio iba a tomársela toda de una vez, pero siguió sus indicaciones. -Gracias por cuidar de mi.-
Sonrió y siguió sus movimientos con la mirada mientras subía a la cama, dejando que le acomodara la cabeza sobre su regazo. -Creo que ni siquiera si hubiese pedido un hermano a la cigüeña hubiese atinado a pedir uno mejor que tú.- bromeó con eso y ya no dijo más. Sus manos tibias le arrullaban al repasar su cabello rojizo con suavidad y cuidado.
De esa forma fue cediendo al influjo de su cuerpo y de Morfeo que le llamaba hacia sus brazos. Cerró sus párpados y se entregó al sueño. Soñó con colores brillantes de un arcoiris en el cielo y un enorme prado verde sobre el cual corría libremente en su forma canina. Allí, Cailen le lanzaba una pequeña pelota mientras reía, vestido con ropas que le hacían parecer como a un elegante caballero, como lo que siempre debió ser, y ella agitaba su cola con entusiasmo y ladraba con animación corriendo con toda su energía juvenil en pos de la pelota.
Cailen le pedía que no hablara pero ¿cómo no hablar? Si lo que ahora intercambián era tan importante, lo más importante que había dicho en tanto tiempo. -Me alegra que confiaras en mi.- Los ojos masculinos se veían tristes al confesárselo, intuyó que le producía un efecto similar al que ella sentía. Haber vagado durante tanto tiempo sin tener a nadie en quien confiar te entumece, te embota el alma, aunque procures despertar con ánimo aquel sentimiento de soledad permanece anclado en tu interior.
Buscó el apoyo de su mano, a la que volvió a presionar con las fuerzas que aún conservaba. -Nunca traicionaré tu confianza Cailen, como sé que tampoco traicionarás la mia.- Un nudo se formó en su garganta, si él no hubiese confiado en ella jamás hubiera re abierto sus oídos.
Múltiples lágrimas se agolparon en sus ojos al oír sus siguientes palabras. -Lo creo, si hay alguien que pueda sacarme de esta vida eres tú.- Le conmovió inmensamente que pensara en sacarla de las calles, y aunque parecía una utopía, si tenía fe en que alguien podía salir avante esa fe la depositaba en él.
Confió en que encontraría una manera de sacarles a ambos de su actual situación. No tenía ninguna obligación de llevarla consigo por lo que sendas lágrimas rodaron por sus mejillas al escuchar su promesa. Desde la muerte de athair nadie se había preocupado de esta forma por ella. Se prometió a si misma justo allí, en ese momento tan importante, que saldría adelante, que ambos lo lograrían.
Dejó que le acomodara sobre la cama. Se sentía bien, que cuidaran de ella, para variar. Además, dormir en una cama era un lujo al que ninguno de los dos estaban acostumbrados. -¿No te parece un pequeño trozo de cielo?- Eso era para ella esa pequeña habitación, desvencijada y vieja pero con cuatro paredes, un techo y un colchón.
Bebió con pequeños sorbos del agua que le acercó en un vaso, en un principio iba a tomársela toda de una vez, pero siguió sus indicaciones. -Gracias por cuidar de mi.-
Sonrió y siguió sus movimientos con la mirada mientras subía a la cama, dejando que le acomodara la cabeza sobre su regazo. -Creo que ni siquiera si hubiese pedido un hermano a la cigüeña hubiese atinado a pedir uno mejor que tú.- bromeó con eso y ya no dijo más. Sus manos tibias le arrullaban al repasar su cabello rojizo con suavidad y cuidado.
De esa forma fue cediendo al influjo de su cuerpo y de Morfeo que le llamaba hacia sus brazos. Cerró sus párpados y se entregó al sueño. Soñó con colores brillantes de un arcoiris en el cielo y un enorme prado verde sobre el cual corría libremente en su forma canina. Allí, Cailen le lanzaba una pequeña pelota mientras reía, vestido con ropas que le hacían parecer como a un elegante caballero, como lo que siempre debió ser, y ella agitaba su cola con entusiasmo y ladraba con animación corriendo con toda su energía juvenil en pos de la pelota.
FIN DEL TEMA
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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