AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre lobos y ovejas || Libre
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Entre lobos y ovejas || Libre
Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas, una vez en la vida.
—Rene Descartes—
—Rene Descartes—
Noche, calmada con ligeros toques de humedad por la estación otoñal pero que se ve calmada por unas ligeras brisas frías. Tras las calles transitadas las miradas de los ricos se posan sobre los edificios más ostentos de todo Paris, bailes, fiestas, ceremonias y más celebraciones con comida y bebida que alimentaría a todo el mundo, pero no solo se desperdicia tirando todo a la basura ya ni a los animales les convidan un poco. Soberbia y orgullo maneja ahora los corazones de las personas, la ambición ha corroído sus almas y la pureza los ha abandonado.
Entre tanto bajo las luces de aquel teatro los mismos nobles ansían la llegada de alguien, una jovencita a la cual pretender, pero no por no por amor si no por el dinero y el apellido de ella; quien no se volvería loco con un apellido que está arraigado a una realeza extinta capaz de poder reclamar el título de Lord of York y sus propiedad, habría que estar ciegos. ¡Pobre oveja que camina cabizbaja a su muerte!, los hombres de edad con algunos jóvenes esperan en la puerta para hacerle de acompañante y así tener más oportunidad de seducir a la tonta oveja. Los segundos se van haciendo minutos y estos se convierten en horas pero no hay rastro de aquella jovencita. No se han dado cuenta que ha pasado por ahí en su carruaje pero ha hecho que el cochero siga dando la vuelta hasta que aquellos hombres se cansen ¿lo harían?, sí, porque no les gusta esperar.
Uno a uno va desapareciendo en las sombras de las puertas al espectáculo con sonrisas, la entrada ahora se ve despejada completamente, solo subsisten uno que otro transeúnte que pasa por el lugar sin tomar importancia de este. ¡Los buitres han alzado el vuelo! Quizás, pero entre esos y otros que perduran, sería mejor haber enfrentado a los codiciosos. Se anuncia el segundo acto, la joven lady baja de su transporte con sus zapatos resonando levemente por la calzada, la tela de aquel vestido turquesa con apliques negros apenas si toca la empedrada calle, la mano delicada cual seda es atendida por un hombre de mayor edad que busca los ojos de la lady pero solo los logra divisar a media gracias a un sombrero que negro con malla que cubre el rostro delicado, su labios apenas tocados con un color coral muy delicado que delinean suavemente los finos labios.
Da dos pasos y su respiración se acelera, no es buena en los eventos sociales, aún es muy joven e inocente. Tres pasos más pero se ve irrumpida por unos jóvenes que le cierran el paso, uno de ellos le toma el brazo jalándola contra sí, pero la fuerza y la resistencia solo logran que caiga de bruces al suelo junto a la risa de los seudos caballeros que se burlan de la pobre ave caída y lastimada. No llora solo se levanta decidida a hacerles frente, alisa su vestido mirándoles con una sonrisa en los labios junto a una leve reverencia, aun cuando la maldad se presenta a ella solo responde con bondad.
–Señores de buena fe si lo que quieren es dinero no tenían por qué maltratarme, se los hubiera dado con tan solo pedir amableme…–
No termina la frase cuando una bofetada le llega cual rayo a su rostro volviéndola al estado de antes solo que esta vez su mejilla brilla en un rojo cálido y las lágrimas ahora si amenazan a salir por las palabras de los jóvenes en cuanto a abusar y matar a la pobre ave que se encuentra en el suelo con esa mirada que acepta su cruel destino.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/03/2014
Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Mi abuela y yo salíamos del teatro cuando nos topábamos con la penosa escena: Maleantes haciendo polvo a una joven mujer. Pero afortunadamente, a pesar del sobresalto que nos llevamos, al vernos se retiraron. No fue como si les hubiéramos dado miedo; supongo que fue porque éramos dos testigos, y si venía un tercero, ya eran demasiados como para salvarse de la pena de muerte.
Qué vista tan lastimera. Pobre chica; no era su día. Y lo más triste era que no tenía rastros de haber luchado. Ingenuidad; yo la tuve alguna vez, cuando era un corderito de piernas regordetas y ojos luminosos. Pero me había curado de ese mal para hacerme de uno más útil: la noción de la realidad. Trago amargo con gusto a dulce que, en mi opinión, a esa joven le hacía falta probar urgentemente si quería cumplir los treinta. ¿O era de las ricachonas románticas que creía en la nobleza intrínseca del hombre? Si lo era, más pena inspiraba.
Mi abuela me tomó del brazo, queriendo apartarme de la escena.
— Tranquila, querida. Ya se fueron. — la oí caminar, pero yo no me moví — Simonetta — ella insistió con ese tono demandante. Volteé a verla — Vámonos de este horrible lugar antes de que vengan más.
Apenas soportaba ese tono hipócrita que usaba; se parecía al de mi madre.
— Si hay más, nos están viendo y nos seguirán de todos modos. — recogí mis faldas y me hinqué junto a la señorita — Vuelva al teatro. Alguien debe conocerla.
Era una óptima manera de librarse de ella unos momentos. Cualquiera otra abuela me hubiera regañado y golpeado en la cabeza, pero ella dependía del dinero que recibía de mi padre, y no me tocaría. Tan pronto como la vi marcharse, me concentré en la víctima a mis pies. Usaba ropa demasiado elegante como para ser de mi clase. Increíble que, a pesar de las magulladuras, conservara su porte y elegancia. Frivolidades que ante mis ojos refulgían.
Tenía en mis manos el poder para ayudarla al menos físicamente, para insuflarle energías, para curar algunos hematomas que le dolerían al caminar y que, sin duda, no le ayudarían a encontrar pareja de baile en los recargados eventos que conformaban su calendario. Pero si el golpe fuerte que se había dado no le dolía lo suficiente, ¿cómo aprendería? Sabía que debía existir una razón por la cual Dios había dotado a sólo unos pocos con habilidades como las mías.
— Señorita, escúcheme. ¿Puede levantarse? — quise tocarla, ¿pero y si empeoraba las cosas? — Es que no me atrevo a moverla sin saber qué tan lastimada se encuentra. Dígamelo con un gesto o lo que sea. Puedo llevarla a su escolta, y si no, ahí veremos qué otra cosa podemos hacer.
Lo dije a propósito. Era evidente que, negligente y estúpidamente, no llevaba escolta. O si había llevado, se habían pasado de copas tras bambalinas con los actores. Pero algo me decía que si recalcaba en dónde ella había errado, pisaría con más cuidado la próxima vez. Por supuesto, si es que tenía otra oportunidad de ponerse de pié.
Qué vista tan lastimera. Pobre chica; no era su día. Y lo más triste era que no tenía rastros de haber luchado. Ingenuidad; yo la tuve alguna vez, cuando era un corderito de piernas regordetas y ojos luminosos. Pero me había curado de ese mal para hacerme de uno más útil: la noción de la realidad. Trago amargo con gusto a dulce que, en mi opinión, a esa joven le hacía falta probar urgentemente si quería cumplir los treinta. ¿O era de las ricachonas románticas que creía en la nobleza intrínseca del hombre? Si lo era, más pena inspiraba.
Mi abuela me tomó del brazo, queriendo apartarme de la escena.
— Tranquila, querida. Ya se fueron. — la oí caminar, pero yo no me moví — Simonetta — ella insistió con ese tono demandante. Volteé a verla — Vámonos de este horrible lugar antes de que vengan más.
Apenas soportaba ese tono hipócrita que usaba; se parecía al de mi madre.
— Si hay más, nos están viendo y nos seguirán de todos modos. — recogí mis faldas y me hinqué junto a la señorita — Vuelva al teatro. Alguien debe conocerla.
Era una óptima manera de librarse de ella unos momentos. Cualquiera otra abuela me hubiera regañado y golpeado en la cabeza, pero ella dependía del dinero que recibía de mi padre, y no me tocaría. Tan pronto como la vi marcharse, me concentré en la víctima a mis pies. Usaba ropa demasiado elegante como para ser de mi clase. Increíble que, a pesar de las magulladuras, conservara su porte y elegancia. Frivolidades que ante mis ojos refulgían.
Tenía en mis manos el poder para ayudarla al menos físicamente, para insuflarle energías, para curar algunos hematomas que le dolerían al caminar y que, sin duda, no le ayudarían a encontrar pareja de baile en los recargados eventos que conformaban su calendario. Pero si el golpe fuerte que se había dado no le dolía lo suficiente, ¿cómo aprendería? Sabía que debía existir una razón por la cual Dios había dotado a sólo unos pocos con habilidades como las mías.
— Señorita, escúcheme. ¿Puede levantarse? — quise tocarla, ¿pero y si empeoraba las cosas? — Es que no me atrevo a moverla sin saber qué tan lastimada se encuentra. Dígamelo con un gesto o lo que sea. Puedo llevarla a su escolta, y si no, ahí veremos qué otra cosa podemos hacer.
Lo dije a propósito. Era evidente que, negligente y estúpidamente, no llevaba escolta. O si había llevado, se habían pasado de copas tras bambalinas con los actores. Pero algo me decía que si recalcaba en dónde ella había errado, pisaría con más cuidado la próxima vez. Por supuesto, si es que tenía otra oportunidad de ponerse de pié.
Simonetta Vespucci- Hechicero Clase Media
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
La violencia generada contra la pobre jovencita no genera nada negativo en ella, solo una sonrisa que brinda a sus asaltantes, tiembla llena de miedo por lo que pueda ocurrirle dejando a sus pequeños solos sin nadie que los cuide y los guie por el camino del bien, reza en su mente las plegarias para que alguna alma generosa se apiade de ella al brindarle la ayuda que requiere.
Ahí iban sus lágrimas a punto de romperse en el llanto silencioso de la noche, la mejilla roja y sus labios temblando siendo acallado por sus dedos que trataban de tranquilizarla, esperando lo peor, aunque en su más oscuro ser, una parte de ella deseó que eso no ocurriera así, que no fuera una “frágil mujer” y que pudiera hacerles frente como solía ver a las demás damas, que fuera ella diferente a lo que suele ser, pero no tenía la suficiente confianza para ello, sobre todo para poder causarles el mismo dolor que le habían causado a ella a aquellos que se habían atrevido a tocarle el rostro, aunque al instante se arrepintió, sintió un rayo que le cayó justo en el momento que estos hombres corrían alejándose de ella, no supo la joven York que había ocurrido por estar presa en sus pensamientos hasta que la cándida voz de una jovencita percibió.
Ojos cándidos cristalinos a punto de romper en un llanto silencioso el cual es devorado por su dueña que presurosa acerca las manos a la pobre alma caritativa que ha acudido sin esperar nada a cambio “aún existe gente bondadosa” pensaba aquella avecilla de ojos claros, sonríe a la dama negando con la diestra, se coloca de pie sacudiendo su vestido con elegancia.
–Muchas gracias señorita, le agradezco de corazón –
Se acerca a la joven tomándole de las manos con aquella cándida sonrisa en su rostro.
–Estoy muy bien, aunque el vestido quedó arruinado y no podré entrar al teatro, creo que lo que uno desea al final se hace realidad ¿verdad?–
Su voz se quiebra como si estuviese a punto de llorar, y realmente lo está al ver su estado y el rumbo que sus dispares comenzaron a tomar.
–Si hubiera alguna forma de pagarle señorita, hágamelo saber–
Sus dedos rozan ligeramente la mano de la joven. El pánico se apodera de ella sin saber qué hacer, por vez primera se siente a la deriva y las palabras que tanta gala hacía ahora se han ido y todo por un joven que se ha arriesgado al enfrentarse al peligro que representaba ella con su apellido, y lo que deseaba ser, lo que era y lo que debía ser frente a todos.
Ahí iban sus lágrimas a punto de romperse en el llanto silencioso de la noche, la mejilla roja y sus labios temblando siendo acallado por sus dedos que trataban de tranquilizarla, esperando lo peor, aunque en su más oscuro ser, una parte de ella deseó que eso no ocurriera así, que no fuera una “frágil mujer” y que pudiera hacerles frente como solía ver a las demás damas, que fuera ella diferente a lo que suele ser, pero no tenía la suficiente confianza para ello, sobre todo para poder causarles el mismo dolor que le habían causado a ella a aquellos que se habían atrevido a tocarle el rostro, aunque al instante se arrepintió, sintió un rayo que le cayó justo en el momento que estos hombres corrían alejándose de ella, no supo la joven York que había ocurrido por estar presa en sus pensamientos hasta que la cándida voz de una jovencita percibió.
Ojos cándidos cristalinos a punto de romper en un llanto silencioso el cual es devorado por su dueña que presurosa acerca las manos a la pobre alma caritativa que ha acudido sin esperar nada a cambio “aún existe gente bondadosa” pensaba aquella avecilla de ojos claros, sonríe a la dama negando con la diestra, se coloca de pie sacudiendo su vestido con elegancia.
–Muchas gracias señorita, le agradezco de corazón –
Se acerca a la joven tomándole de las manos con aquella cándida sonrisa en su rostro.
–Estoy muy bien, aunque el vestido quedó arruinado y no podré entrar al teatro, creo que lo que uno desea al final se hace realidad ¿verdad?–
Su voz se quiebra como si estuviese a punto de llorar, y realmente lo está al ver su estado y el rumbo que sus dispares comenzaron a tomar.
–Si hubiera alguna forma de pagarle señorita, hágamelo saber–
Sus dedos rozan ligeramente la mano de la joven. El pánico se apodera de ella sin saber qué hacer, por vez primera se siente a la deriva y las palabras que tanta gala hacía ahora se han ido y todo por un joven que se ha arriesgado al enfrentarse al peligro que representaba ella con su apellido, y lo que deseaba ser, lo que era y lo que debía ser frente a todos.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Sentí mis músculos tensarse, como si me manchara con su clase. Con su piel sensible y el cabello perfumado. Entendía el porqué de su desesperación, pero eso no quería decir que los efectos me fueran afines. Que alguien me tocara sin mi autorización, ya fuera explícita o implícita, me generaba apatía. Y sé que mi nariz debió arrugarse ligeramente. Pobre dama; no era responsable de mi mal carácter. Había sido yo quien había tomado la decisión de auxiliarla, pero cuánto me pesaba hacerlo. Internamente suplicaba que alguien más capacitado que yo llegara al rescate y quisiera hacerse cargo, pero era inútil. Respiré profundo y deseé lo mejor sin apartar la mano de la mujer.
— El vestido no es... — iba a discutirle, no miento. Que no era importante su lujosa prenda, o no más que su integridad, pero ¿qué caso tenía? Estaba claro que no se encontraba en un estado anímico habitual que le permitiera discernir. Luego se acordaría de sus palabras y se regañaría, con un poco de suerte. Ignoré ese comentario y ordené las cosas — No le estoy pidiendo nada, señorita. Primero cálmese dentro de lo posible y seamos razonables. Venga, veamos cómo la lastimaron.
Haciendo uso de nuestras manos entrelazadas, la miré pidiéndole permiso antes de levantarla con cuidado. Era arriesgado, pero necesario. ¿Y si se había torcido algo? Más antecedentes para tener en cuenta. Con una persona normal, no tendría importancia. Podía oír a los encargados de la seguridad diciéndole a alguien como yo: «usted misma se expuso». En cambio ella… ella podía tener más suerte. Era improbable que encontrasen al responsable, pero eso daba igual, pues siempre podían coger a un muerto de hambre cualquiera y mandarlo a ejecutar como chivo expiatorio, por el honor de la doncella.
— ¿Dónde están sus padres? ¿Su escolta? No vino sola, ¿verdad? Dígame que no. Es que lo primero es ponerla a salvo. Necesita llegar a su casa. — o si no, sería demasiado ingenua. Me inspiraría enfado al principio, y ternura al final. Simonetta, la bipolar.
— El vestido no es... — iba a discutirle, no miento. Que no era importante su lujosa prenda, o no más que su integridad, pero ¿qué caso tenía? Estaba claro que no se encontraba en un estado anímico habitual que le permitiera discernir. Luego se acordaría de sus palabras y se regañaría, con un poco de suerte. Ignoré ese comentario y ordené las cosas — No le estoy pidiendo nada, señorita. Primero cálmese dentro de lo posible y seamos razonables. Venga, veamos cómo la lastimaron.
Haciendo uso de nuestras manos entrelazadas, la miré pidiéndole permiso antes de levantarla con cuidado. Era arriesgado, pero necesario. ¿Y si se había torcido algo? Más antecedentes para tener en cuenta. Con una persona normal, no tendría importancia. Podía oír a los encargados de la seguridad diciéndole a alguien como yo: «usted misma se expuso». En cambio ella… ella podía tener más suerte. Era improbable que encontrasen al responsable, pero eso daba igual, pues siempre podían coger a un muerto de hambre cualquiera y mandarlo a ejecutar como chivo expiatorio, por el honor de la doncella.
— ¿Dónde están sus padres? ¿Su escolta? No vino sola, ¿verdad? Dígame que no. Es que lo primero es ponerla a salvo. Necesita llegar a su casa. — o si no, sería demasiado ingenua. Me inspiraría enfado al principio, y ternura al final. Simonetta, la bipolar.
Simonetta Vespucci- Hechicero Clase Media
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
En la mente siempre hay miles de cosas y todas ellas nos llevan por laberintos interminables de emociones pero todo se junta al final con la desesperación y las ganas de romper todo y salir llorando, olvidándonos de lo que al final prometemos “nada nos lastimará nuevamente”, esas palabras se vuelven eco al tratar de tragar las gotas salinas que muestran nuestra alma quebrada.
La mirada tierna de York, solo era la manera de ocultar su verdadero estado del momento, aquella sonrisa solo disimulaba las lágrimas que pedían a gritos salir y consumirla rápidamente sobre todo cuando la joven preguntaba tan amablemente por aquello que por lógica todos tendrían, pero aquella, aquella joven inglesa no poseía en lo más mínimo. Solo la soledad le acompañaba en todo momento, una soledad que intentaba aplacar con la compañía de los pequeños que viven en el orfanato.
Al ponerse de pie con ayuda de la joven trato por todo medio de evitar que su voz sonará más y más quebradiza, pero para ese punto ya le era imposible.
–Mis padres no podrán venir y menos me esperan en casa – la sonrisa de la fuerza de voluntad es la que muestra
Se reincorpora lentamente intentando dar un paso más el dolor del tobillo izquierdo se lo impedía reflejándose en su rostro en una mueca de ligero dolor que se disfraza con una sonrisa de “todo está bien” por el simple hecho de no dar problemas, para alguien educado con una estricta regla de no “ocasionar problemas a nadie” con la idea de, ser una Lady en todo momento.
–No tengo escolta, por una simple razón, a los lugares a los que soy invitada hay personas que solo usan ciertas máscaras y temo que le puedan hacer algo malo a mis escoltas por eso no voy con compañía, usted me dirá o pensará que soy una tonta o una chica que se arriesga por gente que no vale la pena o que toma demasiados riesgos por ir por ahí sin escolta, pero no me perdonaría si aquellas personas les ocurriera algo por mi causa, o que las usen para llegar a mí, me dolería mucho ver eso–
Trata de mantenerse en pie por su cuenta sin apartar la sonrisa de su rostro
–Insisto, deseo pagarle de corazón por su amabilidad, personas como usted no se encuentran todos los días y quisiera hacer por usted si me lo permite, por eso lo que necesite, sea lo que sea solo pídamelo–
Toma la mano de la joven dejando en la palma de ella un anillo que llevaba como muestra de la palabra que York mantenía.
La mirada tierna de York, solo era la manera de ocultar su verdadero estado del momento, aquella sonrisa solo disimulaba las lágrimas que pedían a gritos salir y consumirla rápidamente sobre todo cuando la joven preguntaba tan amablemente por aquello que por lógica todos tendrían, pero aquella, aquella joven inglesa no poseía en lo más mínimo. Solo la soledad le acompañaba en todo momento, una soledad que intentaba aplacar con la compañía de los pequeños que viven en el orfanato.
Al ponerse de pie con ayuda de la joven trato por todo medio de evitar que su voz sonará más y más quebradiza, pero para ese punto ya le era imposible.
–Mis padres no podrán venir y menos me esperan en casa – la sonrisa de la fuerza de voluntad es la que muestra
Se reincorpora lentamente intentando dar un paso más el dolor del tobillo izquierdo se lo impedía reflejándose en su rostro en una mueca de ligero dolor que se disfraza con una sonrisa de “todo está bien” por el simple hecho de no dar problemas, para alguien educado con una estricta regla de no “ocasionar problemas a nadie” con la idea de, ser una Lady en todo momento.
–No tengo escolta, por una simple razón, a los lugares a los que soy invitada hay personas que solo usan ciertas máscaras y temo que le puedan hacer algo malo a mis escoltas por eso no voy con compañía, usted me dirá o pensará que soy una tonta o una chica que se arriesga por gente que no vale la pena o que toma demasiados riesgos por ir por ahí sin escolta, pero no me perdonaría si aquellas personas les ocurriera algo por mi causa, o que las usen para llegar a mí, me dolería mucho ver eso–
Trata de mantenerse en pie por su cuenta sin apartar la sonrisa de su rostro
–Insisto, deseo pagarle de corazón por su amabilidad, personas como usted no se encuentran todos los días y quisiera hacer por usted si me lo permite, por eso lo que necesite, sea lo que sea solo pídamelo–
Toma la mano de la joven dejando en la palma de ella un anillo que llevaba como muestra de la palabra que York mantenía.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Pobre pajarillo. La posibilidad de una articulación esquinzada pasó a ser la menor fuente de desagradable incertidumbre. Percibí su pena, el palpitar agonizante de su corazón desilusionado. Dentro de mis dones estaba insuflar energías físicas, pero no emocionales. Lástima.
Vi lo que ella me ofrecía. Me dio la impresión de que los ojos se me nublaron de entusiasmo inicial. De haber hallado ese anillo olvidado en medio del fango pestilente, lo hubiera guardado en mi bolsillo con la satisfacción de un cazador de tesoros. Mi familia tenía un par de piezas preciosas, heredadas por generaciones no para ostentar, sino para asegurar a los integrantes contra las eventuales desgracias. Pero aquella joya que me ofrecía la señorita no simbolizaba más que el mero placer de derrochar en superficialidades, exquisitas frivolidades. Fue mi petulante vanidad de moza la que hizo que me preguntara si me vería tan distinguida como aquella zagala si mandaba a hacer un vestido de ese profuso material. ¿Me confundirían con una muñeca de su clase? ¿Me hablarían con respeto y preocupación?
A pesar de la seductora oferta, algo me dijo que me detuviese y que pensara. Si aceptaba el anillo, ahí quedaba el asunto. Se cerrarían las posibilidades. Al extinguir la deuda, suprimiría la conexión entre las dos. Si la mantenía… el pago no tenía forma determinada. Un día podía verme atrapada por la inquisición o por mis propios semejantes. Necesitaría su ayuda. Tomé la decisión que consideré mejor.
— Conserve su tesoro, señorita. Podemos llegar a un acuerdo. Ni lo que usted quiere ni lo que yo quiero. — intenté negociar al tiempo que le entregaba de vuelta el elegante anillo, a ver si me escuchaba — No existen mayores necesidades en mi vida y no quisiera generarlas acostumbrándome a la suntuosidad. En cambio, la paz que me rodea nunca dura. No es imperecedera para nadie. Si usted accediera a mantener ese favor consigo hasta que llegue el momento en que quien le habla lo necesite, me haría más rica que con cien alhajas. ¿Tenemos un trato?
Evitando ser desconsiderada con la debilidad de la joven, me apresuré a preguntarle los datos que realmente importaban para ponerla a salvo. Y para que yo continuase mi camino.
— Me llamo Simonetta Vespucci. Hubiese deseado conocerla en circunstancias menos desmejoradas. ¿Cuál es su nombre, señorita? Intente concentrarse. Podría escoltarla a una comisaría y los inspectores sabrían quién es usted y la llevarían a casa, pero preferiría, por el bienestar de ambas, que directamente fuésemos adonde pueda llegar. Hay un lugar al que debe volver, independiente de si se siente en un hogar o no.
Vi lo que ella me ofrecía. Me dio la impresión de que los ojos se me nublaron de entusiasmo inicial. De haber hallado ese anillo olvidado en medio del fango pestilente, lo hubiera guardado en mi bolsillo con la satisfacción de un cazador de tesoros. Mi familia tenía un par de piezas preciosas, heredadas por generaciones no para ostentar, sino para asegurar a los integrantes contra las eventuales desgracias. Pero aquella joya que me ofrecía la señorita no simbolizaba más que el mero placer de derrochar en superficialidades, exquisitas frivolidades. Fue mi petulante vanidad de moza la que hizo que me preguntara si me vería tan distinguida como aquella zagala si mandaba a hacer un vestido de ese profuso material. ¿Me confundirían con una muñeca de su clase? ¿Me hablarían con respeto y preocupación?
A pesar de la seductora oferta, algo me dijo que me detuviese y que pensara. Si aceptaba el anillo, ahí quedaba el asunto. Se cerrarían las posibilidades. Al extinguir la deuda, suprimiría la conexión entre las dos. Si la mantenía… el pago no tenía forma determinada. Un día podía verme atrapada por la inquisición o por mis propios semejantes. Necesitaría su ayuda. Tomé la decisión que consideré mejor.
— Conserve su tesoro, señorita. Podemos llegar a un acuerdo. Ni lo que usted quiere ni lo que yo quiero. — intenté negociar al tiempo que le entregaba de vuelta el elegante anillo, a ver si me escuchaba — No existen mayores necesidades en mi vida y no quisiera generarlas acostumbrándome a la suntuosidad. En cambio, la paz que me rodea nunca dura. No es imperecedera para nadie. Si usted accediera a mantener ese favor consigo hasta que llegue el momento en que quien le habla lo necesite, me haría más rica que con cien alhajas. ¿Tenemos un trato?
Evitando ser desconsiderada con la debilidad de la joven, me apresuré a preguntarle los datos que realmente importaban para ponerla a salvo. Y para que yo continuase mi camino.
— Me llamo Simonetta Vespucci. Hubiese deseado conocerla en circunstancias menos desmejoradas. ¿Cuál es su nombre, señorita? Intente concentrarse. Podría escoltarla a una comisaría y los inspectores sabrían quién es usted y la llevarían a casa, pero preferiría, por el bienestar de ambas, que directamente fuésemos adonde pueda llegar. Hay un lugar al que debe volver, independiente de si se siente en un hogar o no.
Simonetta Vespucci- Hechicero Clase Media
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Con aquellos ojos tan claros quedó sorprendida Lady York ante las palabras de su compañera, la mirada de ella se enterneció acompañándose de una cándida sonrisa acercándose lentamente más a su salvadora, pues en ella encontró las palabras que siempre proferían sus pequeños en el orfanato. Aun con el dolor de su tobillo se mantuvo de pie cerca de la joven con esa sonrisa, tomó de nuevo su anillo dejándolo en la mano de ella negando con la cabeza.
Para ella no era un gesto de demostración de dinero y menos de su poder, era una muestra de su gratitud. Si, era cierto que la joven York tenía joyas que toda dama pudiera soñar gracias a los regalos de sus pretendientes y a las de su primo que le hacía llegar de vez en cuando de cada uno de sus viajes, pero ella, ella no era de usar esas coas, para ella era mejor llevar la cadenita de su madre junto con el anillo que era de su padre, con eso le bastaba para ser feliz, pero había aprendido a darles un uso mejor, como hacer anillos con una característica, la rosa blanca de los york de la cual entregaba en ciertos anillos para que cuando la joven lo entregaba supieran que ella quien pagaría por todo como muestra de su bondad. Era como una título de crédito a largo plazo. Miró a la joven convencida de explicarle ello..
–Quédatelo, lo doy para que cuando lo necesites lo uses y con eso todos sabrán que estas bajo mi cuidado o que todo aquello que pidas correrá por mi cuenta con todo gusto. Solo el dueño de este anillo podrá reclamarlo cuando desee, pero si quieres una protección no tengo ningún inconveniente a ello, pequeña – sonrió ante un leve gesto de dolor de su tobillo que se hinchaba lentamente
Traba de mantenerse de pie pero le estaba costando y ya era más que evidente que hasta su pequeñas zapatillas le estaban molestando en un dolor leve pero certero –Siempre que desees un refugio un lugar de calma puedes ir al orfanato o a mi casa en el jardín encontrarás una paz absoluta en medio de las flores blancas– susurró y no contuvo más esa agonía y punzadas que su carne comenzaba a manifestarse.
Trato de evitar los problemas pero al final estos la alcanzaron
–Tengo un lugar, sería el orfanato, aunque si me ven llegar se asustarían y correrían pero en mi casa estaría sola, una casa muy grande para una sola persona– un deje de tristeza se apoderó de ella nuevamente recordando que solo vive con sus empleadas y algunas noches ellas salen y regresan tarde, en esos momentos acudía al orfanato a pasar la noche –Estaremos mejor en el orfanato. Es un gusto y placer Simonetta, soy Elizabeth of York, pero solo llamame Lizzy por favor, no pido más que eso ¿sí?– aquella pregunta se terminó con una sincera sonrisa al aceptar la ayuda de la joven. .
Para ella no era un gesto de demostración de dinero y menos de su poder, era una muestra de su gratitud. Si, era cierto que la joven York tenía joyas que toda dama pudiera soñar gracias a los regalos de sus pretendientes y a las de su primo que le hacía llegar de vez en cuando de cada uno de sus viajes, pero ella, ella no era de usar esas coas, para ella era mejor llevar la cadenita de su madre junto con el anillo que era de su padre, con eso le bastaba para ser feliz, pero había aprendido a darles un uso mejor, como hacer anillos con una característica, la rosa blanca de los york de la cual entregaba en ciertos anillos para que cuando la joven lo entregaba supieran que ella quien pagaría por todo como muestra de su bondad. Era como una título de crédito a largo plazo. Miró a la joven convencida de explicarle ello..
–Quédatelo, lo doy para que cuando lo necesites lo uses y con eso todos sabrán que estas bajo mi cuidado o que todo aquello que pidas correrá por mi cuenta con todo gusto. Solo el dueño de este anillo podrá reclamarlo cuando desee, pero si quieres una protección no tengo ningún inconveniente a ello, pequeña – sonrió ante un leve gesto de dolor de su tobillo que se hinchaba lentamente
Traba de mantenerse de pie pero le estaba costando y ya era más que evidente que hasta su pequeñas zapatillas le estaban molestando en un dolor leve pero certero –Siempre que desees un refugio un lugar de calma puedes ir al orfanato o a mi casa en el jardín encontrarás una paz absoluta en medio de las flores blancas– susurró y no contuvo más esa agonía y punzadas que su carne comenzaba a manifestarse.
Trato de evitar los problemas pero al final estos la alcanzaron
–Tengo un lugar, sería el orfanato, aunque si me ven llegar se asustarían y correrían pero en mi casa estaría sola, una casa muy grande para una sola persona– un deje de tristeza se apoderó de ella nuevamente recordando que solo vive con sus empleadas y algunas noches ellas salen y regresan tarde, en esos momentos acudía al orfanato a pasar la noche –Estaremos mejor en el orfanato. Es un gusto y placer Simonetta, soy Elizabeth of York, pero solo llamame Lizzy por favor, no pido más que eso ¿sí?– aquella pregunta se terminó con una sincera sonrisa al aceptar la ayuda de la joven. .
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
«¿Y si me acusan de haberlo robado?» pensé. Titubeé, pero el hastío que sentía por el difuso escenario en el que estaba inmersa me privó de pensar con detención mi decisión. Así que cerré la boca y eché la joya dentro de mi zapato derecho, no sin antes mirar hacia ambos lados, por si estaba siendo observada por algún oportunista inmoral. ¿Para qué discutir? No tenía paciencia para eso.
— Como guste, Lizzy. Gracias. —dije resignada.
Apenas empecé a oír los amables ofrecimientos de la señorita Elizabeth, mis conexiones cerebrales hicieron que me preguntara qué le había pasado antes y durante el ataque que sus frases brotaban de un mar de emociones acumuladas. ¿Y si aquel incidente no había sido más que la cebolla lacrimógena de sus penas? Qué ironía que la vida enviara golpes para obligar a botar las angustias retenidas. Suertuda ella, la cotidianeidad no cesaría de buscarla para enfrentar sus miedos, los que fueran. Yo tendría que salir de mi espacio seguro e internarme en uno turbio y desconocido para la consecución del mismo fin.
Antes de que pudiéramos planear un viaje al orfanato, mi abuela apareció de vuelta. Nos miró de pies a cabeza, comprobando que estuviéramos lado a lado la señorita York y yo. La mirada de mi ascendiente se había suavizado y no me cabía duda de la razón detrás del cambio en su comportamiento: Mi abuela era tan o más arribista como mi madre. Ya tenía claro que del anillo no debía comentarle una palabra.
— ¡Qué susto debió haber pasado, señorita York! Espero que mi nieta la haya auxiliado. —exclamó mi abuela. Yo la miré con indiscreto desprecio —Los guardias fueron muy amables y me han dado su dirección. Mejor pidamos ya el carruaje, antes de que la vean así.
Para variar, ella se adelantaba. No preguntaba ni tenía la delicadeza de averiguar más allá. Los términos prácticos la seducían más. Yo tampoco podía hacerme la buena samaritana; actuaba más por el impulso del deber que por un querer interno libre, pero me asqueaban las intenciones de aprovechamiento que leía en esos arrugados ojos.
— Ella quiere ir al orfanato. Allí tendrá compañía y será auxiliada. En su casa no hay nadie. — expliqué cortante. Mi abuela, desde luego, no se quedó callada.
— A ver, Simonetta. La señorita tiene una casa. No puede andar sola por la calle, o nosotras seremos las culpables por promover esa conducta y manchar su reputación.
En parte tenía razón, pero no era por el buen nombre de Lizzy que quería llevarla a su residencia, sino por su propio beneficio. Ya la veía pavoneándose en los grandes salones de la alta sociedad.
La poca paciencia que tenía se esfumó por completo con mi pariente, a quien ignoré totalmente después de oírle. Dirigí una última mirada a Lizzy para que ella decidiera lo que quería hacer. No podía esperar a que su corazón se recompusiera.
— En la calle del frente hay un carro desocupado. ¿Vamos a ese orfanato?
— Como guste, Lizzy. Gracias. —dije resignada.
Apenas empecé a oír los amables ofrecimientos de la señorita Elizabeth, mis conexiones cerebrales hicieron que me preguntara qué le había pasado antes y durante el ataque que sus frases brotaban de un mar de emociones acumuladas. ¿Y si aquel incidente no había sido más que la cebolla lacrimógena de sus penas? Qué ironía que la vida enviara golpes para obligar a botar las angustias retenidas. Suertuda ella, la cotidianeidad no cesaría de buscarla para enfrentar sus miedos, los que fueran. Yo tendría que salir de mi espacio seguro e internarme en uno turbio y desconocido para la consecución del mismo fin.
Antes de que pudiéramos planear un viaje al orfanato, mi abuela apareció de vuelta. Nos miró de pies a cabeza, comprobando que estuviéramos lado a lado la señorita York y yo. La mirada de mi ascendiente se había suavizado y no me cabía duda de la razón detrás del cambio en su comportamiento: Mi abuela era tan o más arribista como mi madre. Ya tenía claro que del anillo no debía comentarle una palabra.
— ¡Qué susto debió haber pasado, señorita York! Espero que mi nieta la haya auxiliado. —exclamó mi abuela. Yo la miré con indiscreto desprecio —Los guardias fueron muy amables y me han dado su dirección. Mejor pidamos ya el carruaje, antes de que la vean así.
Para variar, ella se adelantaba. No preguntaba ni tenía la delicadeza de averiguar más allá. Los términos prácticos la seducían más. Yo tampoco podía hacerme la buena samaritana; actuaba más por el impulso del deber que por un querer interno libre, pero me asqueaban las intenciones de aprovechamiento que leía en esos arrugados ojos.
— Ella quiere ir al orfanato. Allí tendrá compañía y será auxiliada. En su casa no hay nadie. — expliqué cortante. Mi abuela, desde luego, no se quedó callada.
— A ver, Simonetta. La señorita tiene una casa. No puede andar sola por la calle, o nosotras seremos las culpables por promover esa conducta y manchar su reputación.
En parte tenía razón, pero no era por el buen nombre de Lizzy que quería llevarla a su residencia, sino por su propio beneficio. Ya la veía pavoneándose en los grandes salones de la alta sociedad.
La poca paciencia que tenía se esfumó por completo con mi pariente, a quien ignoré totalmente después de oírle. Dirigí una última mirada a Lizzy para que ella decidiera lo que quería hacer. No podía esperar a que su corazón se recompusiera.
— En la calle del frente hay un carro desocupado. ¿Vamos a ese orfanato?
Simonetta Vespucci- Hechicero Clase Media
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Con una suave sonrisa Lady of York trató de mantenerse en pie aceptando gustosa la ayuda de la señorita que amablemente tendía su mano a una dama desvalida y no por la condición física o por el trago amargo ocurrido, sino más bien por la voluntad que se quebraba minuto a minuto y que solo se recomponía en una cuarteada máscara que pronto terminaría en un llanto silencioso. Con una sonrisa atenta y sincera de bondad e inocencia se dejó ayudar cojeando levemente para evitar llamar la atención demasiado tragando el dolor así como el orgullo de ser quien era, algo que poco importaba para Elizabeth.
–Vamos al Orfanato – susurró con una sonrisa, y antes de dar un paso hacia el carruaje posó su dulce mano en el hombro de la joven deteniéndola, miró a la mujer de edad avanzada con una mirada un tanto severa pero que se iba suavizando –Jamás su nieta importunaría en mi reputación, al contrario ella ayudaría a que me viera mejor, por llegar a donde debo ir, no sería cortes que faltase a una reunión en el orfanato perdería mucho dinero que afectaría a todos con sus donaciones, espero me entienda y también espero que vaya a las citas de té que tengo para donar algo de su generoso corazón a los más necesitados como los niños, estaré más que encantada de verla a usted y a su nieta, cuando haga las fiestas de té para recaudaciones– una reverencia un poco desprolija es presentada a la mujer y con ella unas palabras de disculpa.
Camina con la dama hacia el carruaje –La joven Simonetta me ayudará y con eso no estaremos ambas solas, cuando termine todo la enviare con mi cochero a su hogar, no se preocupe– dejó una sonrisa al subir al carruaje. Ya dentro cuando este comenzó a andar un silencio se hizo entre las dos, Lady Of York soltó un ligero carraspeo se sentía culpable por lo ocurrido porque no era la primera vez que le pasaba ello y menos la última –Lamento mucho lo ocurrido, señorita Simonetta, siempre es así una vez que conocen mi apellido, todos piensan que podrán acceder a una corona pero no hay más de eso, incluso las propiedades las tiene un primo bajo su título para evitarme quedar en la calle, no soy lo que piensan lo único que tengo es mi apellido y mi querido orfanato, el dinero me es proveído por mi pariente, no soy más que una dama mantenida. Qué triste ¿verdad? – sonríe para no llorar, su mirada se clava en la venta al ver pasar a las personas y se transforma en un suspiro amargo –Las personas del orfanato son los únicos amigos que tengo por eso siempre podrá ir usted allá cuando lo necesite, a cualquier hora, ahí se sentirá como en casa, por eso no dude en usar ese anillo cuando lo requiera, al menos así habré hecho algo bien por mi propia cuenta – mira a la dama sonriéndole nuevamente con ese brillo de confianza e ingenuidad.
–Vamos al Orfanato – susurró con una sonrisa, y antes de dar un paso hacia el carruaje posó su dulce mano en el hombro de la joven deteniéndola, miró a la mujer de edad avanzada con una mirada un tanto severa pero que se iba suavizando –Jamás su nieta importunaría en mi reputación, al contrario ella ayudaría a que me viera mejor, por llegar a donde debo ir, no sería cortes que faltase a una reunión en el orfanato perdería mucho dinero que afectaría a todos con sus donaciones, espero me entienda y también espero que vaya a las citas de té que tengo para donar algo de su generoso corazón a los más necesitados como los niños, estaré más que encantada de verla a usted y a su nieta, cuando haga las fiestas de té para recaudaciones– una reverencia un poco desprolija es presentada a la mujer y con ella unas palabras de disculpa.
Camina con la dama hacia el carruaje –La joven Simonetta me ayudará y con eso no estaremos ambas solas, cuando termine todo la enviare con mi cochero a su hogar, no se preocupe– dejó una sonrisa al subir al carruaje. Ya dentro cuando este comenzó a andar un silencio se hizo entre las dos, Lady Of York soltó un ligero carraspeo se sentía culpable por lo ocurrido porque no era la primera vez que le pasaba ello y menos la última –Lamento mucho lo ocurrido, señorita Simonetta, siempre es así una vez que conocen mi apellido, todos piensan que podrán acceder a una corona pero no hay más de eso, incluso las propiedades las tiene un primo bajo su título para evitarme quedar en la calle, no soy lo que piensan lo único que tengo es mi apellido y mi querido orfanato, el dinero me es proveído por mi pariente, no soy más que una dama mantenida. Qué triste ¿verdad? – sonríe para no llorar, su mirada se clava en la venta al ver pasar a las personas y se transforma en un suspiro amargo –Las personas del orfanato son los únicos amigos que tengo por eso siempre podrá ir usted allá cuando lo necesite, a cualquier hora, ahí se sentirá como en casa, por eso no dude en usar ese anillo cuando lo requiera, al menos así habré hecho algo bien por mi propia cuenta – mira a la dama sonriéndole nuevamente con ese brillo de confianza e ingenuidad.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
La señorita Elizabeth hizo más por mí de lo que ella pudo identificar. Me dio el empuje que necesitaba para tragarme mi coraje y no ser insolente con mi abuela, aunque se lo mereciera. Si ella pretendía acabar con el honor de nuestra familia, yo no le ayudaría. Subí al carruaje con Elizabeth, un vehículo cuyo aroma transportaba al mismísimo Palacio de Versalles, y adopté una postura cerrada, volviendo a mi centro lentamente.
Lady of York continuaba disculpándose por asuntos que no estaban en su poder. Me pregunté cuántas veces la habían responsabilizado por problemas ajenos, que se mostraba tan automatizada a la pesadumbre y al remordimiento de su propia suerte.
— Disculpe que la contradiga, pero no tiene nada de triste tener un lugar donde comer y dormir en paz. — espeté, aún con la energía de la ira no desatada guardada en mi garganta — ¿Cree que estoy enojada por usted? No… eso sería injusto. Mi abuela y yo no nos llevamos en los mejores términos, como pudo apreciar y hubiera querido evitar. Le ruego que disculpe su vergonzoso comportamiento y que no me identifique con ella. Somos familia, pero le habla la manzana que cayó lejos de esa rama del árbol. En realidad, eso espero.
Que Dios me librara del arribismo del lado de mi madre y me acercara más a la sencillez de alma de mi padre. Recordé la vez en que mi tío Pietro me contó que, hace años, en el funeral de mi abuelo, mi padre expulsó a unos parientes adinerados que no habían tenido la decencia de socorrerlo en la vejez y enfermedad, sin importar las repercusiones y los privilegios perdidos. Luego miré a Elizabeth y me dije que ella necesitaba saber, así como lo hacía mi queridísimo progenitor, que las personas eran más que un nombre y una dote. ¿Quién le había enseñado que valía cuanto tenía? Lo sociedad, supuse. Yo también tenía que hace un mea culpa al respecto. Inhalé profundamente y me armé de valor para sincerarme en parte con la acaudalada joven. Serviría para romper el insoportable hielo de mi apatía hasta que llegáramos al orfanato.
— No diré que no me importa en absoluto el modo en que estamos divididos. Me irrita fácilmente la falta de propiedad y decoro. Tampoco me gustaría que me vieran frecuentar a jovencitas perdidas, porque no quiero que piensen que soy como ellas. Tengo mi ego, mis superficiales categorías, pero a quienes ubico en la cúspide y en el fondo no son los mismos que la sociedad distribuye, para que se haga una idea. — ¿Muy honesta? Ella me diría si me había sobrepasado — Sobre el orfanato, y no lo tome como ofensa hacia un lugar que por lo visto significa mucho para usted, pero tengo que preguntarle. No llevo lujos conmigo, pero… ¿hay algo que deba cubrir o quitarme? — pregunté mirando hacia mis ropas — Nunca he ido a un lugar así.
Y los colores se apoderaron de mi rostro. Ay, cómo odiaba esa sensación de ardor sobre mis pómulos, exhibicionista de mis tiernas emociones. Estaba expuesta, sin defensas. Qué pena.
Lady of York continuaba disculpándose por asuntos que no estaban en su poder. Me pregunté cuántas veces la habían responsabilizado por problemas ajenos, que se mostraba tan automatizada a la pesadumbre y al remordimiento de su propia suerte.
— Disculpe que la contradiga, pero no tiene nada de triste tener un lugar donde comer y dormir en paz. — espeté, aún con la energía de la ira no desatada guardada en mi garganta — ¿Cree que estoy enojada por usted? No… eso sería injusto. Mi abuela y yo no nos llevamos en los mejores términos, como pudo apreciar y hubiera querido evitar. Le ruego que disculpe su vergonzoso comportamiento y que no me identifique con ella. Somos familia, pero le habla la manzana que cayó lejos de esa rama del árbol. En realidad, eso espero.
Que Dios me librara del arribismo del lado de mi madre y me acercara más a la sencillez de alma de mi padre. Recordé la vez en que mi tío Pietro me contó que, hace años, en el funeral de mi abuelo, mi padre expulsó a unos parientes adinerados que no habían tenido la decencia de socorrerlo en la vejez y enfermedad, sin importar las repercusiones y los privilegios perdidos. Luego miré a Elizabeth y me dije que ella necesitaba saber, así como lo hacía mi queridísimo progenitor, que las personas eran más que un nombre y una dote. ¿Quién le había enseñado que valía cuanto tenía? Lo sociedad, supuse. Yo también tenía que hace un mea culpa al respecto. Inhalé profundamente y me armé de valor para sincerarme en parte con la acaudalada joven. Serviría para romper el insoportable hielo de mi apatía hasta que llegáramos al orfanato.
— No diré que no me importa en absoluto el modo en que estamos divididos. Me irrita fácilmente la falta de propiedad y decoro. Tampoco me gustaría que me vieran frecuentar a jovencitas perdidas, porque no quiero que piensen que soy como ellas. Tengo mi ego, mis superficiales categorías, pero a quienes ubico en la cúspide y en el fondo no son los mismos que la sociedad distribuye, para que se haga una idea. — ¿Muy honesta? Ella me diría si me había sobrepasado — Sobre el orfanato, y no lo tome como ofensa hacia un lugar que por lo visto significa mucho para usted, pero tengo que preguntarle. No llevo lujos conmigo, pero… ¿hay algo que deba cubrir o quitarme? — pregunté mirando hacia mis ropas — Nunca he ido a un lugar así.
Y los colores se apoderaron de mi rostro. Ay, cómo odiaba esa sensación de ardor sobre mis pómulos, exhibicionista de mis tiernas emociones. Estaba expuesta, sin defensas. Qué pena.
Simonetta Vespucci- Hechicero Clase Media
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Un trago amargo fue lo que sintió Lady Of York, su rostro mostraba la lejana tristeza de los recuerdos. Tragando con fuerza el deseo de llorar mientras aun oía la voz de su madre aconsejando, o torturando, su mente con la simple frase que toda señorita escuchaba “un York, nunca debe llorar, siempre con la cabeza en alto”. Pero le era difícil mantenerlo cuando oía palabras tan ciertas, tan crudas y directas que a su corazón ponían a temblar.
Su voz la sentía a punto de romperse y por ello más de tres ocasiones, que intentó responder, calló. Guardó el silencio por temer a que sus fuerzas le flaquearan terminando en un llanto incontrolable. Cuando sintió pasada la amenaza, sonrió de manera afable a la jovencita retomando la conversación –No importa lo que lleves puestas, Simonetta, si no lo que quieras dejar ahí. Es lo que siempre digo, puedes ir con las mejores telas y joyas y no dejar nada o puedes ir sin mucho color y dejar tu corazón. Todo depende de la persona. Además ese lugar es un hogar, mío, tuyo, de los pequeños puedes ir como más cómoda te sientas –
El carruaje se movía conforme la empedrada calle, moviendo los recuerdo cada vez más –Nuestras madres siempre tratan de que seamos como ellas, aunque al final sea lo opuesto. No es la única manzana que cayó lejos, o desea hacerlo– una muy amarga sonrisa se dibujó el rostro de Elizabeth –Si no, míreme. Mi madre quería que fuera reina de donde soy, pero al final no pude hacer lo que ella quería sus planes no los lleve a cabo por haber sentido amor, ante ello solo tuve que huir. Exiliada podría decirse sin que nadie sepa de mí, prácticamente olvidada por todos, creyendo que estaba muera. Mi primo es quien me ha mantenido en secreto por petición de mi progenitora, hasta la fecha. Él me envía el dinero que me corresponde, así como la administración de los bienes y propiedades que esta asignados a los York, pero el los maneja como suyos para evitar que salga a la palestra público todo para que yo pueda vivir en las sombras pero ¿Qué tipo de vida es esa? – nuevamente ese suspiro como si alma se le arrancara a través de ellos –Esa no es vida, solo con tener una lugar donde dormir y comer, no es nada. Es más como una jaula, aburrida. Por eso tengo el orfanato aun en contra de lo que mi Primo pensó– el carruaje se detiene y la puerta es abierta a que bajen ambas damas.
Elizabeth espera que baje la joven pero antes –Y aun así, ayuda a jovencitas perdidas– una dulce y jovial risa apareció –Todos ubicamos de manera distinta a las personas, cada uno a nuestros criterios, deseos, educación, sentimientos, incluso en aquello que más odiamos “ambición” del que podremos obtener – bajó del carruaje con elegancia hasta la puerta de la entrada al orfanato. Una reja en color verder con detalles de flores y niños –Incluso yo lo hago, odio mi apellido y lo que representa, pero, a veces ayuda cuando lo necesito, sobre todo para conseguir lo que quiero, como el bienestar de ciertos pequeño. Es ahí que no me importa arrojarme a las garras de aquellos a los que tanto desprecio. No es parte de la enseñanza de una lady, pero es parte de la propia enseñanza que viene con la desesperación – murmura tocando a la puerta esperando que la encargada llegara.
Su voz la sentía a punto de romperse y por ello más de tres ocasiones, que intentó responder, calló. Guardó el silencio por temer a que sus fuerzas le flaquearan terminando en un llanto incontrolable. Cuando sintió pasada la amenaza, sonrió de manera afable a la jovencita retomando la conversación –No importa lo que lleves puestas, Simonetta, si no lo que quieras dejar ahí. Es lo que siempre digo, puedes ir con las mejores telas y joyas y no dejar nada o puedes ir sin mucho color y dejar tu corazón. Todo depende de la persona. Además ese lugar es un hogar, mío, tuyo, de los pequeños puedes ir como más cómoda te sientas –
El carruaje se movía conforme la empedrada calle, moviendo los recuerdo cada vez más –Nuestras madres siempre tratan de que seamos como ellas, aunque al final sea lo opuesto. No es la única manzana que cayó lejos, o desea hacerlo– una muy amarga sonrisa se dibujó el rostro de Elizabeth –Si no, míreme. Mi madre quería que fuera reina de donde soy, pero al final no pude hacer lo que ella quería sus planes no los lleve a cabo por haber sentido amor, ante ello solo tuve que huir. Exiliada podría decirse sin que nadie sepa de mí, prácticamente olvidada por todos, creyendo que estaba muera. Mi primo es quien me ha mantenido en secreto por petición de mi progenitora, hasta la fecha. Él me envía el dinero que me corresponde, así como la administración de los bienes y propiedades que esta asignados a los York, pero el los maneja como suyos para evitar que salga a la palestra público todo para que yo pueda vivir en las sombras pero ¿Qué tipo de vida es esa? – nuevamente ese suspiro como si alma se le arrancara a través de ellos –Esa no es vida, solo con tener una lugar donde dormir y comer, no es nada. Es más como una jaula, aburrida. Por eso tengo el orfanato aun en contra de lo que mi Primo pensó– el carruaje se detiene y la puerta es abierta a que bajen ambas damas.
Elizabeth espera que baje la joven pero antes –Y aun así, ayuda a jovencitas perdidas– una dulce y jovial risa apareció –Todos ubicamos de manera distinta a las personas, cada uno a nuestros criterios, deseos, educación, sentimientos, incluso en aquello que más odiamos “ambición” del que podremos obtener – bajó del carruaje con elegancia hasta la puerta de la entrada al orfanato. Una reja en color verder con detalles de flores y niños –Incluso yo lo hago, odio mi apellido y lo que representa, pero, a veces ayuda cuando lo necesito, sobre todo para conseguir lo que quiero, como el bienestar de ciertos pequeño. Es ahí que no me importa arrojarme a las garras de aquellos a los que tanto desprecio. No es parte de la enseñanza de una lady, pero es parte de la propia enseñanza que viene con la desesperación – murmura tocando a la puerta esperando que la encargada llegara.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Recelosa y antipática, no me tragué del todo las palabras de la señorita Elizabeth. Ella podía tener experiencia con los niños del orfanato, necesitar de la constante necesidad que ellos expresaban por afecto, pero la voz de mi padre sonaba más fuerte en mi cabeza. Me decía que tuviera precaución, que los huérfanos del más bajo escalafón tenían años por delante para llegar aún más abajo en la escala de dignidad. Así que en un instante repasé todas las baratijas que llevaba encima, cerciorándome de que estuvieran seguras. Que no le robaran a la señorita Elizabeth no quería decir que mi persona estuviera libre de todo mal.
— Cómoda… sí. — asentí como una señorita, jugando con el cuello de mi vestido. Por dentro, comenzaban las dudas y con ellas el nerviosismo. ¿Cómo actuar frente a esos niños desvalidos? Yo no era una persona empática o sociable y tendría que enfrentarme a una tropa de críos desconocidos. Demasiado para mi cohibido ser, y todo por escapar de mi abuela. La tensión, sumada a la historia de la señorita, provocó que mis mejillas se tornaran rojas de incomodidad. Quería salir, bajarme y no hacerle frente a los vínculos mundanos. Guardé mis opiniones hasta donde pude. — Ver el vaso medio vacío es su opción y la respetaré. — aprecié antes de que nos abrieran las puertas. Por mí, le hubiera cerrado la boca de un manotazo, por despreciar la suerte por la que otros matarían.
«No te enfades, Simonetta. No te enfades. Sé gentil. Todos sentimos de manera diferente. La gente no tiene por qué convertirse en la roca que tú eres» Me pareció oír a mi madre. Pero tuve que dejarla de lado para enfocarme en la señorita Elizabeth. No era una mujer tonta ni manipuladora, como podía pensarse. Era volátil emocionalmente. Me recordó a mi madre, no sólo en sus emociones, sino en la manera en que sus manos se apoyaban en la reja que nos daba la bienvenida.
— No serán lecciones de una dama, pero sí de una mujer. Vivimos cediendo, negociando. Nadie nos dará nada porque lo merezcamos, sino porque cree que nos está socorriendo. — nadie me lo había dicho. Lo había aprendido de mi padre, de los pretendientes de mis hermanas.
Nos recibió una encargada prototipo: gorda, baja y con el busto caído. ¿De dónde había sacado la señorita Elizabeth la ocurrencia de mezclarse allí, donde sus modales no encajaban? Instintivamente, como una rata, me localicé tras de Elizabeth cuando nos abrieron. En la jungla que sonaba desde el interior, ¿qué lugar ocuparía una joven como yo en la cadena alimenticia?
— Cómoda… sí. — asentí como una señorita, jugando con el cuello de mi vestido. Por dentro, comenzaban las dudas y con ellas el nerviosismo. ¿Cómo actuar frente a esos niños desvalidos? Yo no era una persona empática o sociable y tendría que enfrentarme a una tropa de críos desconocidos. Demasiado para mi cohibido ser, y todo por escapar de mi abuela. La tensión, sumada a la historia de la señorita, provocó que mis mejillas se tornaran rojas de incomodidad. Quería salir, bajarme y no hacerle frente a los vínculos mundanos. Guardé mis opiniones hasta donde pude. — Ver el vaso medio vacío es su opción y la respetaré. — aprecié antes de que nos abrieran las puertas. Por mí, le hubiera cerrado la boca de un manotazo, por despreciar la suerte por la que otros matarían.
«No te enfades, Simonetta. No te enfades. Sé gentil. Todos sentimos de manera diferente. La gente no tiene por qué convertirse en la roca que tú eres» Me pareció oír a mi madre. Pero tuve que dejarla de lado para enfocarme en la señorita Elizabeth. No era una mujer tonta ni manipuladora, como podía pensarse. Era volátil emocionalmente. Me recordó a mi madre, no sólo en sus emociones, sino en la manera en que sus manos se apoyaban en la reja que nos daba la bienvenida.
— No serán lecciones de una dama, pero sí de una mujer. Vivimos cediendo, negociando. Nadie nos dará nada porque lo merezcamos, sino porque cree que nos está socorriendo. — nadie me lo había dicho. Lo había aprendido de mi padre, de los pretendientes de mis hermanas.
Nos recibió una encargada prototipo: gorda, baja y con el busto caído. ¿De dónde había sacado la señorita Elizabeth la ocurrencia de mezclarse allí, donde sus modales no encajaban? Instintivamente, como una rata, me localicé tras de Elizabeth cuando nos abrieron. En la jungla que sonaba desde el interior, ¿qué lugar ocuparía una joven como yo en la cadena alimenticia?
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Al dar un paso dentro del orfanato la encargada nos recibió con su ceño fruncido haciendo sonar las rejas del lugar, al poner un pie el bullicio como la fresca vida del orfanato saludó a las mujeres, para Lady Of York, estar ahí de nuevo le sentaba de maneras agradables, su sonrisa se mostró al ingresar y caminar por el jardín delantero donde había juegos y arbustos con rosales hermosos y el camino de piedras con adoquines que llevaban hasta la casa principal donde se escuchaban las risas y gritos de los niños que jugaban; la encargada iba tras las mujeres sin hablar nada, siempre era así cuando llegaba Elizabeth.
Al ingresar los una monja y otras jovencitas que se habían ofrecido para ser voluntarias y ayudantes en varios días estaban atendiendo a los niños llevándolos al comedor directo para la cena. Los pequeños al ver a Lady of York, dos de ellos corrieron a tomarse de las piernas de la joven siguiendo tres, cuatro y cinco más hasta que quedó rodeada de varios de ellos que gritaban su nombre, otros se mantuvieron alejados con ceños fruncidos y malhumorados, otros solo la observaban de lejos tímidamente. La joven sonrió a todos ellos evitando que se forme algún momento incómodo, con un aplauso los volvió en calma –Niños, hoy hay una invitada conmigo, así que vamos todos a cenar juntos, pero de manera educada, luego podrán jugar un poco más y a la cama así mañana podrán levantarse con ánimos para ir a la escuela– los pequeños negaron y vitorearon en negación a esa asistencia.
Con un silbato la monja los puso en silencio y que vuelvan al orden que había establecido ella, siguiendo al gran comedor –Me disculpo por ello, los pequeño son tan efusivos y honestos con lo que piensan y sienten así que no pueden controlarlo– sonrió a la joven invitándola a pasar –Depende del socorro– murmuro –A estos pequeños quiero darles aquello que realmente merecen, no tienen la oportunidad de estudiar, de llegar a ser algo, muchos mueren en las calles de frío y otras enfermedades sin que nadie los atienda, sin que nadie les de la mano, al menos puedo hacer eso, dar la mano que nadie me dio, es verdad que nacemos en cunas privilegiadas y que cedemos y negociamos todo pero también es cierto que mucho de eso es para ayudar a otro, yo quisiera dar a estos niños de todo, a toda persona que lo necesitase realmente, incluso a ti– sonríe con gran sinceridad.
Al ingresar los una monja y otras jovencitas que se habían ofrecido para ser voluntarias y ayudantes en varios días estaban atendiendo a los niños llevándolos al comedor directo para la cena. Los pequeños al ver a Lady of York, dos de ellos corrieron a tomarse de las piernas de la joven siguiendo tres, cuatro y cinco más hasta que quedó rodeada de varios de ellos que gritaban su nombre, otros se mantuvieron alejados con ceños fruncidos y malhumorados, otros solo la observaban de lejos tímidamente. La joven sonrió a todos ellos evitando que se forme algún momento incómodo, con un aplauso los volvió en calma –Niños, hoy hay una invitada conmigo, así que vamos todos a cenar juntos, pero de manera educada, luego podrán jugar un poco más y a la cama así mañana podrán levantarse con ánimos para ir a la escuela– los pequeños negaron y vitorearon en negación a esa asistencia.
Con un silbato la monja los puso en silencio y que vuelvan al orden que había establecido ella, siguiendo al gran comedor –Me disculpo por ello, los pequeño son tan efusivos y honestos con lo que piensan y sienten así que no pueden controlarlo– sonrió a la joven invitándola a pasar –Depende del socorro– murmuro –A estos pequeños quiero darles aquello que realmente merecen, no tienen la oportunidad de estudiar, de llegar a ser algo, muchos mueren en las calles de frío y otras enfermedades sin que nadie los atienda, sin que nadie les de la mano, al menos puedo hacer eso, dar la mano que nadie me dio, es verdad que nacemos en cunas privilegiadas y que cedemos y negociamos todo pero también es cierto que mucho de eso es para ayudar a otro, yo quisiera dar a estos niños de todo, a toda persona que lo necesitase realmente, incluso a ti– sonríe con gran sinceridad.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Tanta amabilidad me hacía sentir incómoda. No confiaba en sonrisas tan abiertas ni en gestos tan bondadosos, casi altruistas. Pensaba en las posibles carencias afectivas que tenía la señorita de York, que tan afanosamente buscaba el afecto necesitado de niños dejados a su suerte. Ella no dejaba de parecerme extraña. Recientemente había padecido un ataque, deshaciéndose entre lágrimas de desamparo en plena calle, pero ahora estaba tan abierta a ayudar a otros que daba la impresión de que la pena no pasaba por ella. Para mí, su oferta era tan fugaz como su alegría.
— El que usted me ofrezca ayuda es una demostración más de su sincera gentileza. La señorita no me lo tome a mal, pero no es una tarea que le corresponda. Francamente, y a pesar de que soy una de las acérrimas defensoras del poder de la voluntad, ésta le sería insuficiente para suplir eso que me falta. Es la cruz que debo cargar; si fue hecha para mí, es porque tengo lo necesario para superar cualquier desavenencia. Puede que ahora no lo entienda, pero no importa. Cuando haya superado este reto y esté iniciando el próximo, quedará todo claro. — dije más como una plegaria que como una certeza. Yo quería que ser suficiente, acabar con los conflictos, y salir fortalecida, o por lo menos ilesa.
Seguí a la joven más por educación que por mi voluntad. Yo quería salir corriendo. Sentía repulsión por la masa infantil, a la que nunca pertenecí, la que una y otra vez se cruentó conmigo, la que robaba mis muñecas y rompía mis dibujos. Los únicos niños que amaba eran lo que imaginaba que tendría algún día, pero dicha imagen se me hacía cada vez más borrosa, a medida que la magia buscaba ocupar una mayor parte de mi alma. Pero qué podía saber Elizabeth. Mejor que viviera alejada de mi mundo, varios metros más profundo y cerca del infierno que el de ella. Deseé, por su bienestar, que los maleantes de la calle fueran su mayor preocupación y que no se enterase de lo que había más allá de la seguridad que proveía el dinero.
Junté mis manos delante de mí, un poco más arriba del ombligo, y me acerqué con discreción. No pretendía ser el alma de la fiesta, pero tampoco una mal educada. Mis caprichos no podían comerse mis modales. Un rato allí sería suficiente para corresponderle a la señorita de York.
— Dispense mi franqueza, pero no comprendo qué es lo que la mueve a dar más de lo que tiene a los que nada poseen. — le comenté, obligándome a hablar. Hacía tanto que asentía a todo lo que oía, que dolía callar.
— El que usted me ofrezca ayuda es una demostración más de su sincera gentileza. La señorita no me lo tome a mal, pero no es una tarea que le corresponda. Francamente, y a pesar de que soy una de las acérrimas defensoras del poder de la voluntad, ésta le sería insuficiente para suplir eso que me falta. Es la cruz que debo cargar; si fue hecha para mí, es porque tengo lo necesario para superar cualquier desavenencia. Puede que ahora no lo entienda, pero no importa. Cuando haya superado este reto y esté iniciando el próximo, quedará todo claro. — dije más como una plegaria que como una certeza. Yo quería que ser suficiente, acabar con los conflictos, y salir fortalecida, o por lo menos ilesa.
Seguí a la joven más por educación que por mi voluntad. Yo quería salir corriendo. Sentía repulsión por la masa infantil, a la que nunca pertenecí, la que una y otra vez se cruentó conmigo, la que robaba mis muñecas y rompía mis dibujos. Los únicos niños que amaba eran lo que imaginaba que tendría algún día, pero dicha imagen se me hacía cada vez más borrosa, a medida que la magia buscaba ocupar una mayor parte de mi alma. Pero qué podía saber Elizabeth. Mejor que viviera alejada de mi mundo, varios metros más profundo y cerca del infierno que el de ella. Deseé, por su bienestar, que los maleantes de la calle fueran su mayor preocupación y que no se enterase de lo que había más allá de la seguridad que proveía el dinero.
Junté mis manos delante de mí, un poco más arriba del ombligo, y me acerqué con discreción. No pretendía ser el alma de la fiesta, pero tampoco una mal educada. Mis caprichos no podían comerse mis modales. Un rato allí sería suficiente para corresponderle a la señorita de York.
— Dispense mi franqueza, pero no comprendo qué es lo que la mueve a dar más de lo que tiene a los que nada poseen. — le comenté, obligándome a hablar. Hacía tanto que asentía a todo lo que oía, que dolía callar.
Simonetta Vespucci- Hechicero Clase Media
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Apenas y con una palabra, que fue la gran pregunta de la noche, cuantos antes no le habían hecho la misma pregunta, incluso sus parientes (los pocos que sabían que aun seguía viva) le hacían la misma interrogante para encontrar algo de que valerse y poder destruir aquello que la caracterizaba, pero no, lady Of York no dejó aquella sonrisa en su rostro sonriéndole de manera más fiel, más ferviente y más sincera que podía encontrase entre la sucias y enmohecidas calles de las ciudad.
Ambas fueron al gran comedor mirando desde la puerta a los pequeños que iban desesperados a tener su comida de noche, aun con el dolor de su pie mantenía la distinción y el toque de una dama, una dama que soporta el dolor hasta el final, así fue criada y así se mantenía, de pie, derecha sin dejarse caer ante cualquier cosa. Miró a la joven caminando despacio hasta la dirección del orfanato, mientras pasaban por el pasillo, una de las novicias cruzó y le pidió dos tazas de té de frutas, con unas tartas. Subieron por las escaleras en silencio hasta que llegó a aquel estudio, elegante y que pocas veces era usado, tomó asiento en el sillón invitando a la joven, fue el momento en que su pie pudo descansar.
Miró a la joven sonriéndole –Todos sienten que no tienen nada, que no tienen el dinero y cosas materiales, siempre envidian a los que tienen, pero no se dan cuenta el mundo que tienen y el infierno que viven los que tienen, yo no tengo nada pero tengo lo que todos desean y nadie tiene lo que yo deseo y anhelo con todo mi corazón– susurró mirando a la joven con una dulzura como de una madre se tratase –¿Qué piensas de mi cuando me ves, lady Vespucci? Cual tu imagen de mi– preguntó cuándo la novicia ingresó con la bandeja de plata con las tacitas de té predilectas de Lady Of York, dejando todo en el escritorio, dejando la pregunta al aire.
Ambas fueron al gran comedor mirando desde la puerta a los pequeños que iban desesperados a tener su comida de noche, aun con el dolor de su pie mantenía la distinción y el toque de una dama, una dama que soporta el dolor hasta el final, así fue criada y así se mantenía, de pie, derecha sin dejarse caer ante cualquier cosa. Miró a la joven caminando despacio hasta la dirección del orfanato, mientras pasaban por el pasillo, una de las novicias cruzó y le pidió dos tazas de té de frutas, con unas tartas. Subieron por las escaleras en silencio hasta que llegó a aquel estudio, elegante y que pocas veces era usado, tomó asiento en el sillón invitando a la joven, fue el momento en que su pie pudo descansar.
Miró a la joven sonriéndole –Todos sienten que no tienen nada, que no tienen el dinero y cosas materiales, siempre envidian a los que tienen, pero no se dan cuenta el mundo que tienen y el infierno que viven los que tienen, yo no tengo nada pero tengo lo que todos desean y nadie tiene lo que yo deseo y anhelo con todo mi corazón– susurró mirando a la joven con una dulzura como de una madre se tratase –¿Qué piensas de mi cuando me ves, lady Vespucci? Cual tu imagen de mi– preguntó cuándo la novicia ingresó con la bandeja de plata con las tacitas de té predilectas de Lady Of York, dejando todo en el escritorio, dejando la pregunta al aire.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Ver tanta gente acumulada en un sitio cerrado tenía un efecto tóxico sobre mí. Una apestosa sensación de aplastamiento se tomaba mi cabeza. Me vi derrotada, muy a mi pesar, con la primera taza de té que me ofrecieron. Cuando me vi sentada, inhalando el aroma de las bebidas calientes que se aproximaban como en procesión en bandeja, me sonreí al comprobar lo débil que era. Algo tan nimio y no podía resistirme. Una taza de té tenía el poder de frenarme, a mí, a mi mente en continuo y odioso movimiento.
Pude abstraerme por un segundo, pero ese segundo terminó demasiado rápido. Enfoqué mis ojos en los de la señorita de York, tal como Paolo me observaba cuando no estaba de ánimos. Ojalá no me hubiera preguntado eso. Lo peor que alguien podía hacer era pedirme la opinión. Según mi madre, era demasiado honesta en esos asuntos, rozando la frialdad. Hería los sentimientos de otros sin necesidad. Yo me excusaba ante ella diciendo que se trataba de una persona adulta, pero los adultos también pueden ser lastimados.
— Es bueno que estemos solas, porque me voy a extralimitar y hablarle con la verdad. En público hubiera callado, para no exponerla. — dije como preludio, acomodando un par de hebras desordenadas de mi cabello — Veamos… por lo general, hago juicios rápidos sobre la gente. Soy así desde que tengo memoria. Mi madre lo considera un defecto, pero ha sido tremendamente útil, porque casi siempre mi impresión es la correcta. Es una desgracia, por un lado, porque no puedo consolarme diciendo “deben ser cosas mías” y seguir como si nada. No funciono así, así que dispénseme por lo que voy a decir.
Fue cuando abandoné la comodidad del asiento y adopté una postura solemne e imponente, espejo de mi padre.
— He visto más versiones de usted que vuelos en su vestido. No tendría nada de raro, de no ser que no parecen conectadas. Es que en un momento está usted siendo asaltada y violentada, quizás a punto de ser apuñalada o peor, y al otro sube a una extraña a su carro para ir como si nada a entregar alegría a un montón de niños solos a los que beneficia. Ni siquiera se tomó el tiempo de cambiar su vestido, asearse, ni nada. Es como si hubiera hablado cinco segundos con la Elizabeth que encontré, antes de que la Elizabeth que veo ahora le tapara la boca y la sacara de escena de golpe. Y me trae aquí, un lugar que ciertamente me descoloca porque no suelo abrirme con mi gente y menos con los que no conozco. La veo en un papel de heroína francamente antagónico al que mostró cuando la encontré en el suelo, sola. No tienen relación. Se disocia de la realidad. Me confunde. — decía mientras mis manos, como locas, hacían gestos en el aire, hasta que las detuve para hacer una única pregunta — ¿Cuál de ellas es usted, o ninguna lo es?
Pude abstraerme por un segundo, pero ese segundo terminó demasiado rápido. Enfoqué mis ojos en los de la señorita de York, tal como Paolo me observaba cuando no estaba de ánimos. Ojalá no me hubiera preguntado eso. Lo peor que alguien podía hacer era pedirme la opinión. Según mi madre, era demasiado honesta en esos asuntos, rozando la frialdad. Hería los sentimientos de otros sin necesidad. Yo me excusaba ante ella diciendo que se trataba de una persona adulta, pero los adultos también pueden ser lastimados.
— Es bueno que estemos solas, porque me voy a extralimitar y hablarle con la verdad. En público hubiera callado, para no exponerla. — dije como preludio, acomodando un par de hebras desordenadas de mi cabello — Veamos… por lo general, hago juicios rápidos sobre la gente. Soy así desde que tengo memoria. Mi madre lo considera un defecto, pero ha sido tremendamente útil, porque casi siempre mi impresión es la correcta. Es una desgracia, por un lado, porque no puedo consolarme diciendo “deben ser cosas mías” y seguir como si nada. No funciono así, así que dispénseme por lo que voy a decir.
Fue cuando abandoné la comodidad del asiento y adopté una postura solemne e imponente, espejo de mi padre.
— He visto más versiones de usted que vuelos en su vestido. No tendría nada de raro, de no ser que no parecen conectadas. Es que en un momento está usted siendo asaltada y violentada, quizás a punto de ser apuñalada o peor, y al otro sube a una extraña a su carro para ir como si nada a entregar alegría a un montón de niños solos a los que beneficia. Ni siquiera se tomó el tiempo de cambiar su vestido, asearse, ni nada. Es como si hubiera hablado cinco segundos con la Elizabeth que encontré, antes de que la Elizabeth que veo ahora le tapara la boca y la sacara de escena de golpe. Y me trae aquí, un lugar que ciertamente me descoloca porque no suelo abrirme con mi gente y menos con los que no conozco. La veo en un papel de heroína francamente antagónico al que mostró cuando la encontré en el suelo, sola. No tienen relación. Se disocia de la realidad. Me confunde. — decía mientras mis manos, como locas, hacían gestos en el aire, hasta que las detuve para hacer una única pregunta — ¿Cuál de ellas es usted, o ninguna lo es?
Simonetta Vespucci- Hechicero Clase Media
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Re: Entre lobos y ovejas || Libre
Tomó su té con la elegancia y delicadeza que un antiguo miembro de la realeza lo haría, miró a la joven pero en su mirada solo se veía el reflejo de la dulzura y el apacible calma mientras llevaba la taza a sus labios bebiendo un pequeño sorbo que apenas humedece aquellos labios rosados de inocencia. Cerró los ojos por unos instantes disfrutando del sabor en su paladar, así como las palabras que profería la joven sobre la pregunta que había dejado realizada la joven York. Dejó la taza sobre la mesa mirando a la joven abriendo sus manos, mostrándose, se puso de pie dando una vuelta apenas completa por el dolor que su pierna, volviese a sentar alisando su falda quitando alguna pelusa invisible.
Miró a la joven sonriéndole ladeando la cabeza –¿así es como me miró?– preguntó un momento volviendo a sonreír para calmar a la joven –es verdad no soy como muchas de las damas que estarían llorando en casas o dando improperios de su desdicha, yo fui criada para soportar todo dolor, aun cuando mis manos tiemblen, aun cuando mis piernas no puedan soportar mi peso y quisiera desplomarme pero debo mantenerme de pie firme, no dudo que me sentía mal que quería desplomarme y solo encerrarme en mi habitación, pero si lo hago ¿Qué gano con eso? No gano nada y más cuando tengo a otros que dependen de mi– sonrió con gracia volviendo a tomar el té hasta beberlo por completo calmándose –¿Acaso esperaba ver a una joven desorientada y abrumada por el momento? Lamento decepcionarla, me agrada su comentario no me molesta y me parece ser la persona más sincera del mundo en verme de esa manera, y le diré, esta soy yo, una mujer fría que vive por los demás que por si mismo, una mujer criada con dureza pero que tiene que ser dulzura, una mujer que perdió todo ¿Eso la complace, my dear?– susurró colocando la mano sobre sus rodillas.
Miró a la joven sonriéndole ladeando la cabeza –¿así es como me miró?– preguntó un momento volviendo a sonreír para calmar a la joven –es verdad no soy como muchas de las damas que estarían llorando en casas o dando improperios de su desdicha, yo fui criada para soportar todo dolor, aun cuando mis manos tiemblen, aun cuando mis piernas no puedan soportar mi peso y quisiera desplomarme pero debo mantenerme de pie firme, no dudo que me sentía mal que quería desplomarme y solo encerrarme en mi habitación, pero si lo hago ¿Qué gano con eso? No gano nada y más cuando tengo a otros que dependen de mi– sonrió con gracia volviendo a tomar el té hasta beberlo por completo calmándose –¿Acaso esperaba ver a una joven desorientada y abrumada por el momento? Lamento decepcionarla, me agrada su comentario no me molesta y me parece ser la persona más sincera del mundo en verme de esa manera, y le diré, esta soy yo, una mujer fría que vive por los demás que por si mismo, una mujer criada con dureza pero que tiene que ser dulzura, una mujer que perdió todo ¿Eso la complace, my dear?– susurró colocando la mano sobre sus rodillas.
Elizabeth of York- Humano Clase Alta
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