AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Autopsie d'un crime passionnel || Lucy Helkins
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Autopsie d'un crime passionnel || Lucy Helkins
La petición le había cogido desprevenida. No solía tener contacto con el personal o dirección del hospital salvo en ocasiones muy precisas en donde su presencia era requerida por alguna situación delicada, sin embargo, ese no era uno de esos casos. Nadie la estaba haciendo llamar, más bien al contrario, sino que solicitaban que aceptara a una joven enfermera bajo su supervisión y tutela. La mujer había expresado en repetidas ocasiones las ganas de trabajar en la morgue y descubrir esa manera de conocer el cuerpo humano y lo que podía demostrar una vez muerto. Seguramente si la petición hubiese venido de un hombre Arabella la habría denegado de inmediato, pero no era así. La cambiante no era dada a relacionarse y en el trabajo tan meticulosa como maniática jamás permitía que nadie anduviese cerca mientras examinaba los cadáveres. Pero algo en la manera de describir a la señorita Lucy Helkins le recordó a sus comienzos, aquellos años en los que ella misma luchó contra viento y marea para abrirse hueco en un mundo dominado por hombres. Quizás esa joven pudiese encontrar un apoyo en la forense que ni ella misma se esperaba poder ser para nadie. Con el semblante tan serio y neutro como siempre escribió la respuesta para el encargado del hospital dando su aprobación para la formación de la enfermera. Estipuló una serie de condiciones -que no eran negociables- tales como obedecer en todo momento y solo hablar cuando estuvieran ambas en privado y en caso de que Arabella así lo ordenara dejar la formación en la morgue y regresar al hospital. Esa tarde llegó a casa con la mente ocupada en esa nueva situación en la que se había visto involucrada, totalmente fuera de su zona de confort, ¿qué iba a hacer ahora con una niña de 19 años? Se miró en el espejo de la entrada, como cada vez que pensaba en la edad. No sabía que iba mal, pocas más eran los años que ella aparentaba y sin embargo tenía ya más de 50… Negó con la cabeza ante la idea de preguntar a su melliza si era conocedora del motivo, seguramente simplemente se reiría y diría que disfrutara de semejante don. -¡Estoy en casa!- anunció una vez se descalzó esperando la embestida en forma de abrazo de la niña de sus ojos, Sofía. Fue mientras cenaban ambas cuando le contó que tendría a Lucy trabajando con ella en el siguiente caso y como siempre, aquello pareció fascinante para la niña. Mucho más extrovertida que su madre siempre que veía una oportunidad para que esta hiciera amistades la empujaba a ello aunque sin mucho resultado por lo que descubrir que había salido de ella aceptar a la enfermera llenó de ilusión a su hija.
A la mañana siguiente, como siempre, acompañó junto a uno de los hombres de seguridad a su hija al colegio antes de alejarse de camino al trabajo. En cuanto llegó y vio al oficial supo que no sería allí el trabajo a realizar de momento, sino de campo. -Mande llamar a Lucy Helkins, que vaya a la escena del crimen directamente.- No tenía tiempo de recogerla ella misma por lo que ya la conocería donde fuera que había aparecido ese cadáver. Fue caminando junto al oficial, por lo que esta vez el supuesto asesinato no había ocurrido a las afueras sino cerca del centro de París. No anduvieron muchas calles hasta entrar en un edificio residencial, la gente se agolpaba en la entrada entre lloros, cotilleos, suposiciones y miedo. No saber qué había pasado les sumía a todos en un estado en que ninguno parecía estar en sus cabales, pero la cambiante estaba demasiado acostumbrada a ello como para alterarse. -En cuanto llegue la enfermera hágala subir, solo a ella.- Aun no habían llegado los periodistas, cosa que era de agradecer puesto que siempre acababan ensuciando la escena del crimen y destruyendo pruebas. Un policía custodiaba la entrada a lo que parecía un apartamento de alguien trabajador, posiblemente una familia de clase media… Cerró la puerta en cuanto puso un pie dentro y analizó todo lo que pudo percibir, olores, luz, colores, decoración, orden, todo. No había rastro de olor a vampiro ni licántropo, perfectamente memorizados en su memoria, tampoco pólvora. Todo parecía en orden en la entrada y el salón, nada fuera de lugar ni que llamara la atención especialmente. Los pocos libros que había en las baldas eran de cocina y caza, no había notas en los márgenes, cartas guardadas… nada por el momento. Todo eso era el trabajo de la policía, pero aún así lo hacía cada vez que se encontraba en uno de sus escenarios, siempre había algún detalle que acababa solucionando una última duda, como la última pieza de un puzzle.
Ahí estaba. Bajo el retrato del matrimonio, sobre la cama, el cadáver de la mujer. Era un espectáculo grotesco. Los ojos abiertos y sin vida, miraban al infinito. La boca abierta y excesivamente maquillada, incluso de forma incoherente y macabra, como si no lo hubiera hecho alguien consciente de cómo se aplicaba. Sin ropa alguna, boca arriba, con las piernas flexionadas y abiertas dejando ver su sexo –como una invitación a todo aquel que entrara en la habitación-. El corazón había sido extraído del cuerpo de la mujer y reposaba sobre la mesilla junto a la foto de su marido. -¡Oficial!- llamó desde su posición esperando a que llegara, -¿Dónde está el marido?¿Quién ha dado parte del asesinato? Si no fue él búsquenle y pregunten a los vecinos, amigos y familia si ella tenía una aventura. - Antes de pedir que el cuerpo fuera transportado a la morgue Lucy debía contemplar esa escena, aprender a ver más allá, a meterse en la piel del posible asesino, ver sus intenciones y sus motivos. Siempre ambas cosas. Mimetizarse con ellos. La entrada de una joven en el apartamento distrajo a Arabella brevemente de sus cavilaciones y extendió una mano hacia ella, -Lucy Helkins supongo, soy Arabella de Léance.- Menuda criatura se iba a adentrar en semejante mundo, parecía fágil y delicada aunque había un brillo en sus ojos que denotaba una convicción fascinante que incluso hizo sonreír a la morena.
A la mañana siguiente, como siempre, acompañó junto a uno de los hombres de seguridad a su hija al colegio antes de alejarse de camino al trabajo. En cuanto llegó y vio al oficial supo que no sería allí el trabajo a realizar de momento, sino de campo. -Mande llamar a Lucy Helkins, que vaya a la escena del crimen directamente.- No tenía tiempo de recogerla ella misma por lo que ya la conocería donde fuera que había aparecido ese cadáver. Fue caminando junto al oficial, por lo que esta vez el supuesto asesinato no había ocurrido a las afueras sino cerca del centro de París. No anduvieron muchas calles hasta entrar en un edificio residencial, la gente se agolpaba en la entrada entre lloros, cotilleos, suposiciones y miedo. No saber qué había pasado les sumía a todos en un estado en que ninguno parecía estar en sus cabales, pero la cambiante estaba demasiado acostumbrada a ello como para alterarse. -En cuanto llegue la enfermera hágala subir, solo a ella.- Aun no habían llegado los periodistas, cosa que era de agradecer puesto que siempre acababan ensuciando la escena del crimen y destruyendo pruebas. Un policía custodiaba la entrada a lo que parecía un apartamento de alguien trabajador, posiblemente una familia de clase media… Cerró la puerta en cuanto puso un pie dentro y analizó todo lo que pudo percibir, olores, luz, colores, decoración, orden, todo. No había rastro de olor a vampiro ni licántropo, perfectamente memorizados en su memoria, tampoco pólvora. Todo parecía en orden en la entrada y el salón, nada fuera de lugar ni que llamara la atención especialmente. Los pocos libros que había en las baldas eran de cocina y caza, no había notas en los márgenes, cartas guardadas… nada por el momento. Todo eso era el trabajo de la policía, pero aún así lo hacía cada vez que se encontraba en uno de sus escenarios, siempre había algún detalle que acababa solucionando una última duda, como la última pieza de un puzzle.
Ahí estaba. Bajo el retrato del matrimonio, sobre la cama, el cadáver de la mujer. Era un espectáculo grotesco. Los ojos abiertos y sin vida, miraban al infinito. La boca abierta y excesivamente maquillada, incluso de forma incoherente y macabra, como si no lo hubiera hecho alguien consciente de cómo se aplicaba. Sin ropa alguna, boca arriba, con las piernas flexionadas y abiertas dejando ver su sexo –como una invitación a todo aquel que entrara en la habitación-. El corazón había sido extraído del cuerpo de la mujer y reposaba sobre la mesilla junto a la foto de su marido. -¡Oficial!- llamó desde su posición esperando a que llegara, -¿Dónde está el marido?¿Quién ha dado parte del asesinato? Si no fue él búsquenle y pregunten a los vecinos, amigos y familia si ella tenía una aventura. - Antes de pedir que el cuerpo fuera transportado a la morgue Lucy debía contemplar esa escena, aprender a ver más allá, a meterse en la piel del posible asesino, ver sus intenciones y sus motivos. Siempre ambas cosas. Mimetizarse con ellos. La entrada de una joven en el apartamento distrajo a Arabella brevemente de sus cavilaciones y extendió una mano hacia ella, -Lucy Helkins supongo, soy Arabella de Léance.- Menuda criatura se iba a adentrar en semejante mundo, parecía fágil y delicada aunque había un brillo en sus ojos que denotaba una convicción fascinante que incluso hizo sonreír a la morena.
Última edición por Arabella de Léance el Sáb Ene 09, 2016 7:06 am, editado 1 vez
Arabella de Léance- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 19/12/2015
Re: Autopsie d'un crime passionnel || Lucy Helkins
"Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales."
Miguel Delibes
Miguel Delibes
Desde que tenía uso de razón, la muerte había formado parte de su vida. En su primera infancia, había visto más personas morir dentro del quirófano de la consulta de su padre, que gente salir sonriendo luego de ser atendida. Los misterios del cuerpo humano habían llamado su atención desde temprana edad, siempre pegada a las piernas de su progenitor, preguntando e interesándose, aún cuando no entendía demasiado lo que se le explicaba. Había aprendido a leer con los libros de medicina, con las recetas de medicación y las historias clínicas; los primeros olores que recordaba eran los de una herida podrida o gangrenada. Nunca había sentido asco, ni cuando la sangre le bañaba el impecable atuendo de enfermera que había decidido llevar cuando era pequeña. Sabía que había nacido con el don natural para consolar a los enfermos y llevarles alivio, igual que su madre, a la que no había conocido, pero era una leyenda en Birmingham. Según le contaba su padre, cuando paseaban, no faltaba quien se les acercara y le besara las manos; y si bien era él que realizaba el trabajo pesado, era el tacto, las palabras y la sonrisa de Mary lo que llevaba el verdadero consuelo. A Lucy le habría gustado disfrutarla…
“Si quieres conocer a los vivos, debes estudiar a los muertos” le repetía Albert, quien en más de una ocasión se vio obligado a realizar él mismo autopsias, pues en Birmingham no había médicos forenses. Pero no era algo que le había dejado presenciar demasiado, ya que generalmente eran crímenes, y la presencia de Lucy podía tomarse como una intromisión. Eso fue lo que la alentó a pedir la autorización para realizar tareas de observación en la morgue, eso, y el hecho de que el tiempo en el hospital le parecía poco. No le gustaba volver a la pequeña casita que alquilaba, extrañaba los aromas de su hogar, y la nostalgia se le alojaba en el pecho como una piedra. El hecho de que la encargada fuera una mujer, era también un aliciente importante. Le habían enseñado a no rendirse, y a falta de respuestas, había enviado un total de cinco cartas, hasta conseguir, finalmente, la aprobación. El día que el informe le había llegado, estuvo a punto de saltar de emoción. Aunque Lucy no se caracterizaba por ese tipo de expresiones, y se limitó a sonreír ampliamente, como hacía mucho tiempo no lo hacía.
Le había tocado el agotador turno nocturno, y mientras bebía un té luego de higienizarse, y con más de deseos de acostarse a dormir que continuar en pie, tocaron a su puerta. Un oficial de policía le informaba que Arabella de Léance solicitaba su presencia en una escena del crimen. El entusiasmo borró de un plumazo la pereza de segundos atrás, tomó uno de los delantales limpios, la cofia y partió acompañada del hombre, que la miraba extrañado. Seguramente le sorprendía su juventud, aunque Lucy se había acostumbrado a ese tipo de reacciones y no le afectaba. Cuando llegó al lugar, su alegría distaba por completo con el lúgubre clima que se respiraba; sollozos y caras de espanto formaban un camino hacia la desgracia de una completa desconocida. Le llegó una voz femenina dando órdenes, y la autoridad con la que se dirigía le pareció admirable. No conocía demasiadas mujeres con aquella capacidad, y no le fue difícil conectar el sonido con la figura esbelta e imponente de la dama parada en medio de la escena. De Leánce era hermosa y en su mirada tenía el rastro de aquellos que son capaces de comerse al mundo de un bocado.
—Sí, Lucy Helkins —confirmó su nombre, haciendo un leve asentimiento con la cabeza. —Es un placer, Madeimoselle. Le agradezco profundamente la oportunidad —en ella, también logró divisar el instante de incredulidad que despertaba en todos. Desvió su mirada hacia la occisa, que aún tenía en los ojos la desesperación que anticipaba un trágico final. Lucy se persignó y elevó una plegaria en silencio, por el alma de la pobre mujer. Y si bien el panorama debería haberla horrorizado, ella no funcionaba como el común de los mortales. Donde cualquiera veía el espanto, ella veía un problema que requería una solución. Le llamó la atención la prolijidad con que el pecho había sido abierto, eso denotaba conocimientos quirúrgicos, aunque sabía que no le correspondía a ella hacer ese tipo de observaciones. Al contrario, comentó algo diferente. —Pobrecita. Dios la guarde. ¿Cuál es su nombre? —Lucy siempre necesitaba saber el nombre de los pacientes que atendía, y con la víctima de tan cruel asesinato, no sería la excepción. Ya la habían despojado de su humanidad al haberla dejado en aquel estado, no sería ella la que la tratara como un trozo de carne. — ¿Qué necesita de mi? Estoy a su entera disposición —sabía que una larga jornada la esperaba, y dudaba que llegara a descansar para su turno en el hospital.
“Si quieres conocer a los vivos, debes estudiar a los muertos” le repetía Albert, quien en más de una ocasión se vio obligado a realizar él mismo autopsias, pues en Birmingham no había médicos forenses. Pero no era algo que le había dejado presenciar demasiado, ya que generalmente eran crímenes, y la presencia de Lucy podía tomarse como una intromisión. Eso fue lo que la alentó a pedir la autorización para realizar tareas de observación en la morgue, eso, y el hecho de que el tiempo en el hospital le parecía poco. No le gustaba volver a la pequeña casita que alquilaba, extrañaba los aromas de su hogar, y la nostalgia se le alojaba en el pecho como una piedra. El hecho de que la encargada fuera una mujer, era también un aliciente importante. Le habían enseñado a no rendirse, y a falta de respuestas, había enviado un total de cinco cartas, hasta conseguir, finalmente, la aprobación. El día que el informe le había llegado, estuvo a punto de saltar de emoción. Aunque Lucy no se caracterizaba por ese tipo de expresiones, y se limitó a sonreír ampliamente, como hacía mucho tiempo no lo hacía.
Le había tocado el agotador turno nocturno, y mientras bebía un té luego de higienizarse, y con más de deseos de acostarse a dormir que continuar en pie, tocaron a su puerta. Un oficial de policía le informaba que Arabella de Léance solicitaba su presencia en una escena del crimen. El entusiasmo borró de un plumazo la pereza de segundos atrás, tomó uno de los delantales limpios, la cofia y partió acompañada del hombre, que la miraba extrañado. Seguramente le sorprendía su juventud, aunque Lucy se había acostumbrado a ese tipo de reacciones y no le afectaba. Cuando llegó al lugar, su alegría distaba por completo con el lúgubre clima que se respiraba; sollozos y caras de espanto formaban un camino hacia la desgracia de una completa desconocida. Le llegó una voz femenina dando órdenes, y la autoridad con la que se dirigía le pareció admirable. No conocía demasiadas mujeres con aquella capacidad, y no le fue difícil conectar el sonido con la figura esbelta e imponente de la dama parada en medio de la escena. De Leánce era hermosa y en su mirada tenía el rastro de aquellos que son capaces de comerse al mundo de un bocado.
—Sí, Lucy Helkins —confirmó su nombre, haciendo un leve asentimiento con la cabeza. —Es un placer, Madeimoselle. Le agradezco profundamente la oportunidad —en ella, también logró divisar el instante de incredulidad que despertaba en todos. Desvió su mirada hacia la occisa, que aún tenía en los ojos la desesperación que anticipaba un trágico final. Lucy se persignó y elevó una plegaria en silencio, por el alma de la pobre mujer. Y si bien el panorama debería haberla horrorizado, ella no funcionaba como el común de los mortales. Donde cualquiera veía el espanto, ella veía un problema que requería una solución. Le llamó la atención la prolijidad con que el pecho había sido abierto, eso denotaba conocimientos quirúrgicos, aunque sabía que no le correspondía a ella hacer ese tipo de observaciones. Al contrario, comentó algo diferente. —Pobrecita. Dios la guarde. ¿Cuál es su nombre? —Lucy siempre necesitaba saber el nombre de los pacientes que atendía, y con la víctima de tan cruel asesinato, no sería la excepción. Ya la habían despojado de su humanidad al haberla dejado en aquel estado, no sería ella la que la tratara como un trozo de carne. — ¿Qué necesita de mi? Estoy a su entera disposición —sabía que una larga jornada la esperaba, y dudaba que llegara a descansar para su turno en el hospital.
Lucy Helkins- Humano Clase Media
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 12/10/2015
Re: Autopsie d'un crime passionnel || Lucy Helkins
-Marla Laroux- respondió a su pregunta sin hacer comentario alguno acerca de su aparente fe cristiana. Cada uno tenía sus rituales y costumbres en la vida y comprendía que Lucy necesitara conocer una parte personal de sus pacientes para trabajar, aunque en ese caso de nada le serviría pues ya no la podía salvar. Desconocía cómo iba a progresar la joven en la morgue, pocas o ninguna eran las enfermeras que decidían voluntariamente ayudar en aquel lugar y escasos los médicos que se especializaban para ello. Trabajo vocacional como pocos y sin un aliciente como era el de salvar vidas. Lucy, en su puesto de enfermera, luchaba por ello; por anclar a la vida a cada uno de los pacientes con los que trataba y mejorar su calidad de vida. ¿Qué podía encontrar con Arabella que le empujara a trabajar con las mismas ganas? Todas esas preguntas asaltaban la mente de la cambiante mientras dejaban el lugar del asesinato para regresar a la calle. Ahora serían los detectives quienes, una vez visto por ellas y sin modificar la escena del crimen, podrían recoger pruebas antes de llevar el cadáver a la morgue para su posterior examen. Siempre era así o al menos debía serlo. Arabella, desde que ocupaba el puesto de encargada, había dejado muy claro el orden de análisis en los delitos. Una vez descubierto el cuerpo, la zona debía ser acordonada para que nadie salvo ella pudiera analizar todo tal y como el asesino lo dejó. Si una sola prueba se cambiaba en el cadáver podrían destruirse pruebas vitales. Una vez ella recogiera toda la información necesaria podrían asistir los detectives. Estos habían acabado por aprender que las cosas debían hacerse de esa manera una vez que los asesinatos comenzaron a resolverse con las diligencia gracias a lo que Arabella descubría estudiando cómo había fallecido la víctima.
Junto a su nueva aprendiz, emprendió el camino de vuelta al edificio donde trabajaba, alejándose del bullicio generado por vecinos y viandantes. El silenció reinaba entre ambas, Arabella se mantenía concentrada en la imagen de la habitación, repasando una y otra vez todos los detalles hasta que nada en su mente quedó libre de escáner. -Si vamos a trabajar juntas será mejor que nos tuteemos.- No veía necesidad a esa distancia que imponía el trato de usted, lo encontraba frío e impersonal. -De momento quiero que me digas las conclusiones que has sacado-, si la había hecho llamar con tanta rapidez en vez de esperar a que Marla fuera llevada al depósito, era precisamente para ver el grado de análisis de Lucy y ayudarla a despertar cada uno de sus sentidos en ese trabajo. Si no se hubiera acabado dedicando a la medicina tras sus estudios, Arabella estaba segura de que habría terminado en el cuerpo de policía. No era tan salvaje como Bianca pero sí mucho más metódica y paciente, detallista y muy observadora. Todo lo que –según ella- un buen detective debía ser. Otra de las características que había adquirido con el paso de los años era entrar en la mente de los asesinos, dependiendo de su modus operandi cada uno demostraba su carácter y era clave para estudiar los cadáveres y sacar conclusiones. Pero eso no se lo pediría a la joven de ojos claros que caminaba con ella, de hecho era algo que jamás había hablado con nadie.
Para cuando llegaron a la morgue, los demás trabajadores ya estaban allí ejerciendo sus labores. Con rapidez presentó a Lucy como su ayudante e instó a todos a recibirla con cordialidad. Dejó claro que sería con ella con quien trabajara exclusivamente, pero de la misma manera indicó que si les preguntaba dudas o quería observar alguna de sus intervenciones deberían ser diligentes con ella. Una vez todo quedó claro, ambas mujeres fueron hasta la sala principal donde en breves sería depositado el cuerpo de la señora Laroux. Mientras tanto ella como Lucy se lavaban debidamente las manos y parte de los brazos y se ponían los mandiles de trabajo comenzó la explicación de cómo se llevaba a cabo ese trabajo. -Es necesario ser terriblemente meticuloso. Irás apuntando todo lo que yo te dicte una vez que empecemos a estudiar el cuerpo.- No iba a permitir que sin saber cómo trabajaba Lucy, ni sus conocimientos, fuera a trabajar con uno de sus cadáveres directamente; por lo que al menos por el momento observaría y aprendería. Ya con el cuerpo de la mujer sobre la mesa y Lucy junto a ella, comenzó la explicación más detallada. -Lo primero es anotar altura, peso, edad y género. Sin olvidar lunares, marcas, cicatrices…- uno a uno le dio todos los datos a la menor. Iba a un ritmo un tanto más lento que de costumbre permitiendo así que a la enfermera le diera tiempo a atender los pasos y apuntarlo todo. Para continuar con el trabajo debía cerciorarse de que Lucy memorizaba cada fase del trabajo, nunca había tenido que enseñar a nadie y sentía una responsabilidad personal en hacer que su primera compañía en el trabajo aprendiera tanto como fuera posible enseñar.
Junto a su nueva aprendiz, emprendió el camino de vuelta al edificio donde trabajaba, alejándose del bullicio generado por vecinos y viandantes. El silenció reinaba entre ambas, Arabella se mantenía concentrada en la imagen de la habitación, repasando una y otra vez todos los detalles hasta que nada en su mente quedó libre de escáner. -Si vamos a trabajar juntas será mejor que nos tuteemos.- No veía necesidad a esa distancia que imponía el trato de usted, lo encontraba frío e impersonal. -De momento quiero que me digas las conclusiones que has sacado-, si la había hecho llamar con tanta rapidez en vez de esperar a que Marla fuera llevada al depósito, era precisamente para ver el grado de análisis de Lucy y ayudarla a despertar cada uno de sus sentidos en ese trabajo. Si no se hubiera acabado dedicando a la medicina tras sus estudios, Arabella estaba segura de que habría terminado en el cuerpo de policía. No era tan salvaje como Bianca pero sí mucho más metódica y paciente, detallista y muy observadora. Todo lo que –según ella- un buen detective debía ser. Otra de las características que había adquirido con el paso de los años era entrar en la mente de los asesinos, dependiendo de su modus operandi cada uno demostraba su carácter y era clave para estudiar los cadáveres y sacar conclusiones. Pero eso no se lo pediría a la joven de ojos claros que caminaba con ella, de hecho era algo que jamás había hablado con nadie.
Para cuando llegaron a la morgue, los demás trabajadores ya estaban allí ejerciendo sus labores. Con rapidez presentó a Lucy como su ayudante e instó a todos a recibirla con cordialidad. Dejó claro que sería con ella con quien trabajara exclusivamente, pero de la misma manera indicó que si les preguntaba dudas o quería observar alguna de sus intervenciones deberían ser diligentes con ella. Una vez todo quedó claro, ambas mujeres fueron hasta la sala principal donde en breves sería depositado el cuerpo de la señora Laroux. Mientras tanto ella como Lucy se lavaban debidamente las manos y parte de los brazos y se ponían los mandiles de trabajo comenzó la explicación de cómo se llevaba a cabo ese trabajo. -Es necesario ser terriblemente meticuloso. Irás apuntando todo lo que yo te dicte una vez que empecemos a estudiar el cuerpo.- No iba a permitir que sin saber cómo trabajaba Lucy, ni sus conocimientos, fuera a trabajar con uno de sus cadáveres directamente; por lo que al menos por el momento observaría y aprendería. Ya con el cuerpo de la mujer sobre la mesa y Lucy junto a ella, comenzó la explicación más detallada. -Lo primero es anotar altura, peso, edad y género. Sin olvidar lunares, marcas, cicatrices…- uno a uno le dio todos los datos a la menor. Iba a un ritmo un tanto más lento que de costumbre permitiendo así que a la enfermera le diera tiempo a atender los pasos y apuntarlo todo. Para continuar con el trabajo debía cerciorarse de que Lucy memorizaba cada fase del trabajo, nunca había tenido que enseñar a nadie y sentía una responsabilidad personal en hacer que su primera compañía en el trabajo aprendiera tanto como fuera posible enseñar.
Arabella de Léance- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 19/12/2015
Re: Autopsie d'un crime passionnel || Lucy Helkins
Siguió a Arabella a la calle, caminando a paso rápido detrás de la mujer. Memorizó el nombre de la difunta, a la cual, una vez que llegase a su casa, le prendería una vela para la elevación de su alma, que tan vilmente había sido arrancada de su cuerpo. La muerte era una constante en su vida, lo cual no significaba que no le pareciese un hecho atroz. Quizá por eso era que se había aferrado a la fe que su padre le transmitió; a pesar de ser oriunda de una Inglaterra netamente protestante, a ella le había sido transmitido el catolicismo de Roma, y era lo que le daba esperanzas de que había algo más después de la tragedia. Se encerró en sus pensamientos durante el trayecto silencioso. Contrario a lo que podía ser entre dos desconocidas, no hubo incomodidad ante la ausencia de palabras de una y otra parte. Lucy era una muchacha acostumbrada a hablar poco, e imaginó que de Léance debía estar repasando detalles o analizando si darle la oportunidad de continuar a su lado o no permitirle entrar la morgue. Para su fortuna, ocurrió lo primero, y la joven enfermera suspiró al ingresar, como si hubiera entrado a una perfumería y no a un sitio donde pululaban cadáveres.
—Me parece lo mejor —contestó con una suave sonrisa, ante la propuesta de tutearse. Sin embargo, en el hospital, a todos los médicos los trataba de “usted”; quizá porque estos tenían aires de superioridad, y realmente se enojaban cuando alguien osaba dirigirse de otra manera. —Lo que pude notar, fue que la extracción del corazón fue hecha por un profesional. Los bordes del corte eran regulares, como si se tratase de un bisturí; además de que era en el sitio exacto para ser extirpado sin riesgos de tener que agrandar la incisión —respondió con seguridad. A pesar de que, generalmente, era una muchacha tímida, Lucy estaba apasionada por su profesión, y en aquellas circunstancias, la vehemencia de su alma se notaba con creces.
Agradeció con asentimientos leves y susurros las respectivas presentaciones. Tenía excelente memoria, por lo que grabó en su mente los rostros que se cruzaban en su camino. Si había algo que le gustaba, era el momento de la preparación. Colocarse el resto del atuendo, acompañado por la cofia que ocultaba su rubia y espesa cabellera, lavarse las manos y los antebrazos frotando hasta enrojecer la piel, y escuchar las debidas indicaciones, mientras en su cabeza tomaba nota de todas y cada una de las palabras. Podía acostumbrarse a trabajar bajo el mando de Arabella de Léance, que si bien denotaba autoridad, ésta carecía de despotismo y se tornaba una superior justa y que merecía respeto. Entendía por qué una mujer como ella, había llegado a un puesto tan importante, en un mundo dominado por los hombres.
—No debes preocuparte por mí, Arabella —aseguró, al notar que la mujer pronunciaba con cuidado. —Estoy acostumbrada a trabajar bajo presión, a las indicaciones rápidas y a tener que actuar a una velocidad casi imposible para un ser humano —Lucy carecía de vanidad, y en sus palabras sólo se distinguía el profundo deseo de superación, sin rastros de falsa humildad. —No debes cambiar tu ritmo de trabajo por mí, si tengo alguna duda, te la haré saber —le sonrió con suavidad, y con la franqueza que tienen la almas puras. Lucy era una de ellas; todo el dolor, toda la decepción, no habían sido capaces de convertirla en un ser aberrante, a pesar de que motivos le sobraban. —Arabella, no sé cómo te agradeceré ésta posibilidad.
Dicho lo último, tomó una de las fichas que descansaban sobre el escritorio, y se dedicó a anotar en ella todo lo que su jefa le iba dictando. Encontró lunares en la zona de los brazos, tres en el izquierdo y cuatro en el derecho; dos lunares en la clavícula que no se encontraba rota, un lunar bajo el ombligo y una mancha de nacimiento con forma de flor en la parte interna del muslo izquierdo. Descubrió una cicatriz vieja en cada ceja. Y comenzaba la parte más difícil: los detalles de la muerte.
A pesar de que la gran herida de muerte era la incisión en el pecho y la posterior extracción del corazón, a Marla Laroux la habían reventado a golpes. Lucy no pudo más que sentir pena, e imaginó el sufrimiento espantoso de la mujer, hasta que, finalmente, le llegó el fin; que, en un panorama tan aterrador, parecía una muestra de clemencia. Hacer el inventario del infierno que la mujer había padecido antes de su deceso, sería algo así como vivir en carne propia tan aterrador suceso. Quien había hecho aquella salvajada, seguramente, sentía un odio demasiado profundo para poder vivir con él.
—Me parece lo mejor —contestó con una suave sonrisa, ante la propuesta de tutearse. Sin embargo, en el hospital, a todos los médicos los trataba de “usted”; quizá porque estos tenían aires de superioridad, y realmente se enojaban cuando alguien osaba dirigirse de otra manera. —Lo que pude notar, fue que la extracción del corazón fue hecha por un profesional. Los bordes del corte eran regulares, como si se tratase de un bisturí; además de que era en el sitio exacto para ser extirpado sin riesgos de tener que agrandar la incisión —respondió con seguridad. A pesar de que, generalmente, era una muchacha tímida, Lucy estaba apasionada por su profesión, y en aquellas circunstancias, la vehemencia de su alma se notaba con creces.
Agradeció con asentimientos leves y susurros las respectivas presentaciones. Tenía excelente memoria, por lo que grabó en su mente los rostros que se cruzaban en su camino. Si había algo que le gustaba, era el momento de la preparación. Colocarse el resto del atuendo, acompañado por la cofia que ocultaba su rubia y espesa cabellera, lavarse las manos y los antebrazos frotando hasta enrojecer la piel, y escuchar las debidas indicaciones, mientras en su cabeza tomaba nota de todas y cada una de las palabras. Podía acostumbrarse a trabajar bajo el mando de Arabella de Léance, que si bien denotaba autoridad, ésta carecía de despotismo y se tornaba una superior justa y que merecía respeto. Entendía por qué una mujer como ella, había llegado a un puesto tan importante, en un mundo dominado por los hombres.
—No debes preocuparte por mí, Arabella —aseguró, al notar que la mujer pronunciaba con cuidado. —Estoy acostumbrada a trabajar bajo presión, a las indicaciones rápidas y a tener que actuar a una velocidad casi imposible para un ser humano —Lucy carecía de vanidad, y en sus palabras sólo se distinguía el profundo deseo de superación, sin rastros de falsa humildad. —No debes cambiar tu ritmo de trabajo por mí, si tengo alguna duda, te la haré saber —le sonrió con suavidad, y con la franqueza que tienen la almas puras. Lucy era una de ellas; todo el dolor, toda la decepción, no habían sido capaces de convertirla en un ser aberrante, a pesar de que motivos le sobraban. —Arabella, no sé cómo te agradeceré ésta posibilidad.
Dicho lo último, tomó una de las fichas que descansaban sobre el escritorio, y se dedicó a anotar en ella todo lo que su jefa le iba dictando. Encontró lunares en la zona de los brazos, tres en el izquierdo y cuatro en el derecho; dos lunares en la clavícula que no se encontraba rota, un lunar bajo el ombligo y una mancha de nacimiento con forma de flor en la parte interna del muslo izquierdo. Descubrió una cicatriz vieja en cada ceja. Y comenzaba la parte más difícil: los detalles de la muerte.
A pesar de que la gran herida de muerte era la incisión en el pecho y la posterior extracción del corazón, a Marla Laroux la habían reventado a golpes. Lucy no pudo más que sentir pena, e imaginó el sufrimiento espantoso de la mujer, hasta que, finalmente, le llegó el fin; que, en un panorama tan aterrador, parecía una muestra de clemencia. Hacer el inventario del infierno que la mujer había padecido antes de su deceso, sería algo así como vivir en carne propia tan aterrador suceso. Quien había hecho aquella salvajada, seguramente, sentía un odio demasiado profundo para poder vivir con él.
Lucy Helkins- Humano Clase Media
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 12/10/2015
Re: Autopsie d'un crime passionnel || Lucy Helkins
Tanto la seriedad como el silencio reinaban en aquel lugar. Dado que normalmente Arabella trabajaba sola, era así para ella como para Lucy una novedad el estudio del cuerpo de Marie. La joven que tomaba notas sin descanso era sin duda una mujer con un futuro brillante dentro de la medicina fuera cual fuera el campo que escogiera, era metódica y observadora como su propia tutora y eso le hacía sonreír levemente. -Me lo agradecerás aprendiendo todo lo que seas capaz y hacienda bien el trabajo que escojas-, podrían sonar duras o frías sus palabras mas era todo lo contrario. Para la cambiante una persona que amara su trabajo y lo hiciera con devoción y carisma valía mucho más que el resto de las personas. Lucy tenía ese don que muy pocos obtenían y si estudiaba y trabajaba duro estaba completamente segura de que podría llegar a donde deseara en la vida. Sin embargo, la forma de hablar de Arabella no expresaba todo aquel fervor que sentía hacia la joven, siempre había tenido problemas para relacionarse con los demás y quizás por ello la morgue había sigo un lugar tan apropiado para ella. Finalizado ese momento, ese pequeña pausa entre ellas, prosiguió con el examen del cuerpo. -Si no supiéramos de quien se trata ni su edad podríamos estudiar su dentadura. Como supongo que sabrás, las marcas dentales de cada persona varían y nos pueden decir mucho del tipo de vida que llevó-, en ese caso como no era necesario lo dijo tan solo como dato para ella y continuó. -El área genital es de suma importancia, sobre todo en muertes femeninas-, le explicó pasando a revisar dicha zona. -Las negruras y los desgarros son muy frecuentes en muertes por abuso sexual y sí… este es uno de esos casos-, señaló con el meñique cada una de las marcas que confirmaban que la víctima había mantenido relaciones sexuales antes de ser asesinada, y sin ápice de cuidado por parte del hombre con quien había yacido.
De vuelta al rostro de Marie, abrió tanto sus ojos como su boca. -Por la dilatación de sus pupilas podríamos apreciar si ha tomado algún tipo de droga en las últimas horas, y en la garganta siempre hay algún resto ya sea de droga, comida… Así mismo la presencia de vasos sanguíneos rotos en los ojos puede ser señal de ahogamiento estrangulación-, para ella era como hacer una autopsia en voz alta. Todos esos pasos eran los que ella misma seguía cada vez que tenía que determinar la muerte de alguien, puntualizaba mentalmente los datos antes de anotarles con la diferencia de que ahora era Lucy quien anotaba y ella lo comentaba todo.
-Y ahora toca abrir el cuerpo-, se volvió a lavar las manos concienzudamente antes de coger el bisturí y hacer un corte en forma de Y, desde cada uno de sus hombros a lo largo del pecho hasta el hueso púbico. -De esta forma podemos comprobar si hay alguna costilla rota, así como examinar pulmones y corazón, aunque en este caso sea imposible…-, una vez anotadas las costillas rotas y cada detalle del orificio vacío que había dejado la extracción del corazón, Arabella continuó el examen en la parte inferior del cuerpo. Cada órgano era pesado y analizado por ella, bazo, intestinos… A continuación ascendió hasta el cráneo, -hay que buscar señales de trauma en el cráneo, fracturas o negruras-, pero el homicida parecía haber dejado esa parte de la mujer intacta pues no había signo alguno de golpe en su cara. Es más, el maquillaje parecía indicar que deseaba que se viera deseable para quien entrara en aquella habitación. Arabella hizo una pausa. Cada vez tenía más clara la conclusión de aquella muerte y del caso en sí, pero no le correspondía a ella determinar aquello sino a la policía, aunque como siempre les conduciría lo más próximo que pudiera al asesino.
Miró a Lucy y le hizo un gesto para que le dejara el bloc con todas las notas que había ido tomando. Repasó cada uno de los apuntes y frunció el ceño disgustada con el mundo que les tocaba vivir a las mujeres, -mi conclusión está clara, me gustaría escuchar la tuya. ¿Puede que haya pasado algo por algo que crees importante y me haga cambiar de parecer?-, se apoyó en una de las mesas y observó a la joven, cualquiera en su lugar estaría saturado y sobrepasado por ese momento, por todo lo frenético que acompañaba cada muerte violenta en París, pero ella no era así; parecía mantener la calma en los momentos en que el resto del mundo enloquecía y por el contrario Arabella estaba segura de que fuera del trabajo no era ni la mitad de segura que en él. La sonrió para que no sintiera que la estaba juzgando y le dejó vía libre para que estudiara ella misma el cuerpo de Marie. Ella estaría controlando que no hiciera nada que pudiera estropear el cadáver y su estudio estaba finalizado por lo que era la ocasión perfecta para que ella practicara y aprendiera lo que deseaba de aquel oficio, el estudio de los muertos.
De vuelta al rostro de Marie, abrió tanto sus ojos como su boca. -Por la dilatación de sus pupilas podríamos apreciar si ha tomado algún tipo de droga en las últimas horas, y en la garganta siempre hay algún resto ya sea de droga, comida… Así mismo la presencia de vasos sanguíneos rotos en los ojos puede ser señal de ahogamiento estrangulación-, para ella era como hacer una autopsia en voz alta. Todos esos pasos eran los que ella misma seguía cada vez que tenía que determinar la muerte de alguien, puntualizaba mentalmente los datos antes de anotarles con la diferencia de que ahora era Lucy quien anotaba y ella lo comentaba todo.
-Y ahora toca abrir el cuerpo-, se volvió a lavar las manos concienzudamente antes de coger el bisturí y hacer un corte en forma de Y, desde cada uno de sus hombros a lo largo del pecho hasta el hueso púbico. -De esta forma podemos comprobar si hay alguna costilla rota, así como examinar pulmones y corazón, aunque en este caso sea imposible…-, una vez anotadas las costillas rotas y cada detalle del orificio vacío que había dejado la extracción del corazón, Arabella continuó el examen en la parte inferior del cuerpo. Cada órgano era pesado y analizado por ella, bazo, intestinos… A continuación ascendió hasta el cráneo, -hay que buscar señales de trauma en el cráneo, fracturas o negruras-, pero el homicida parecía haber dejado esa parte de la mujer intacta pues no había signo alguno de golpe en su cara. Es más, el maquillaje parecía indicar que deseaba que se viera deseable para quien entrara en aquella habitación. Arabella hizo una pausa. Cada vez tenía más clara la conclusión de aquella muerte y del caso en sí, pero no le correspondía a ella determinar aquello sino a la policía, aunque como siempre les conduciría lo más próximo que pudiera al asesino.
Miró a Lucy y le hizo un gesto para que le dejara el bloc con todas las notas que había ido tomando. Repasó cada uno de los apuntes y frunció el ceño disgustada con el mundo que les tocaba vivir a las mujeres, -mi conclusión está clara, me gustaría escuchar la tuya. ¿Puede que haya pasado algo por algo que crees importante y me haga cambiar de parecer?-, se apoyó en una de las mesas y observó a la joven, cualquiera en su lugar estaría saturado y sobrepasado por ese momento, por todo lo frenético que acompañaba cada muerte violenta en París, pero ella no era así; parecía mantener la calma en los momentos en que el resto del mundo enloquecía y por el contrario Arabella estaba segura de que fuera del trabajo no era ni la mitad de segura que en él. La sonrió para que no sintiera que la estaba juzgando y le dejó vía libre para que estudiara ella misma el cuerpo de Marie. Ella estaría controlando que no hiciera nada que pudiera estropear el cadáver y su estudio estaba finalizado por lo que era la ocasión perfecta para que ella practicara y aprendiera lo que deseaba de aquel oficio, el estudio de los muertos.
Arabella de Léance- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 19/12/2015
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