AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Aullidos de Medianoche (Priv. Seth Angelo)
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Aullidos de Medianoche (Priv. Seth Angelo)
"Cuentan los antiguos; cuando el lobo conoció a la hueste, enferma por el hambre, los alimentó con el calor en las estepas, cuando el humano creció, no solo devolvieron la mano al lobo que los alimentó, sino que le enseñaron la astucia y la inteligencia de domarlos, así nace la voluntad del hombre por resistir y la inteligencia del lobo, por sobrevivir."
Así habla el guerrero puma, entre las frías llanuras francesas, en las ceremonias del hombre blanco por celebrar a sus muertos.
Enterrábamos a uno de nuestros hermanos, Tupac Incú, otro hermano que había sido adoptado por Don Martín en sus expediciones en Perú, aquí era conocido como Manuel de la Cela, el adoptó el nombre de pequeño, era huérfano y el imperio Inca ya había desaparecido hace tiempo. El viejo quiso darle una sepultura cristiana, una que no correspondía a nuestra cultura ni a nuestros rituales. El hombre blanco miraba con tristeza el paso después de la muerte, adornaban con cruces y símbolos colonizadores la tumba de quien había sido un hijo perdido de una cultura sodomizada por una fe opresora, era irónico...
Ambos habíamos sido criados de pequeños, solíamos jugar en nuestras formas transformadas, el como un Gato Montés y yo como un Colo Colo, eramos rápidos como el viento entre los bosques y aprendimos a manejar la flecha y el arco con gran soltura, mientras que en Europa fuimos los mejores alumnos de nuestras carreras, pero era un chiste pensar que una enfermedad del hombre blanco lo matase si en vida fue más fuerte que yo, o eso pensaba.
Necesitaba un tiempo a solas, Don Martín tenia asuntos pendientes y toda esa amalgama de gente cínica y desinteresada se habían ido...
- Ve donde tu gente winca, necesito un tiempo a solas... - siempre había sido algo frió con Don Martín, sobre todo con la muerte de quien había sido un hermano para mi.
- Iré donde el padre Armand, tengo asuntos pendientes... te devuelves a España o no, avísame. - un golpe en el hombro bastaba en los gestos amables de un viejo tigre... la tierra lloraba y los bosques se mecían en la tristeza de los aullidos...
Era normal ver en Europa, lobos y otros animales solitarios, era costumbre escucharlos aullar en la soledad de la Galia y la espesura de los bosques ardenenses.
No era común ver a un mapuche llorar, los hombres no llorábamos la perdida de un hermano y nuestras armas se volvían livianas ante la ira de un mapuche caído, nos llenábamos de orgullo ante la Madre Tierra y si era necesario, gritábamos con tal fuerza que el enemigo arrancaba hacia los bosques, momento donde nuestros hermanos procedíamos a la cacería.
Pero ahora no había que luchar, solo había que llorar y aferrarse a los aullidos tristes de nuestros hermanos lobos. Era una noche oscura y nublada, la tierra sufría cada muerte de un hijo y mientras tanto yo debía correr...
Y corrí... corrí entre los bosques vestido de Jaguar mientras mis pisadas hacían temblar la tierra desolada, lamentablemente no contaba con que los lobos no me conocían y uno de ellos no era especialmente lobo...
Si no me devoraban acá mismo, no sabría en que condiciones saldría de esta...
Algo me decía que debía correr... algo...
Así habla el guerrero puma, entre las frías llanuras francesas, en las ceremonias del hombre blanco por celebrar a sus muertos.
Enterrábamos a uno de nuestros hermanos, Tupac Incú, otro hermano que había sido adoptado por Don Martín en sus expediciones en Perú, aquí era conocido como Manuel de la Cela, el adoptó el nombre de pequeño, era huérfano y el imperio Inca ya había desaparecido hace tiempo. El viejo quiso darle una sepultura cristiana, una que no correspondía a nuestra cultura ni a nuestros rituales. El hombre blanco miraba con tristeza el paso después de la muerte, adornaban con cruces y símbolos colonizadores la tumba de quien había sido un hijo perdido de una cultura sodomizada por una fe opresora, era irónico...
Ambos habíamos sido criados de pequeños, solíamos jugar en nuestras formas transformadas, el como un Gato Montés y yo como un Colo Colo, eramos rápidos como el viento entre los bosques y aprendimos a manejar la flecha y el arco con gran soltura, mientras que en Europa fuimos los mejores alumnos de nuestras carreras, pero era un chiste pensar que una enfermedad del hombre blanco lo matase si en vida fue más fuerte que yo, o eso pensaba.
Necesitaba un tiempo a solas, Don Martín tenia asuntos pendientes y toda esa amalgama de gente cínica y desinteresada se habían ido...
- Ve donde tu gente winca, necesito un tiempo a solas... - siempre había sido algo frió con Don Martín, sobre todo con la muerte de quien había sido un hermano para mi.
- Iré donde el padre Armand, tengo asuntos pendientes... te devuelves a España o no, avísame. - un golpe en el hombro bastaba en los gestos amables de un viejo tigre... la tierra lloraba y los bosques se mecían en la tristeza de los aullidos...
Era normal ver en Europa, lobos y otros animales solitarios, era costumbre escucharlos aullar en la soledad de la Galia y la espesura de los bosques ardenenses.
No era común ver a un mapuche llorar, los hombres no llorábamos la perdida de un hermano y nuestras armas se volvían livianas ante la ira de un mapuche caído, nos llenábamos de orgullo ante la Madre Tierra y si era necesario, gritábamos con tal fuerza que el enemigo arrancaba hacia los bosques, momento donde nuestros hermanos procedíamos a la cacería.
Pero ahora no había que luchar, solo había que llorar y aferrarse a los aullidos tristes de nuestros hermanos lobos. Era una noche oscura y nublada, la tierra sufría cada muerte de un hijo y mientras tanto yo debía correr...
Y corrí... corrí entre los bosques vestido de Jaguar mientras mis pisadas hacían temblar la tierra desolada, lamentablemente no contaba con que los lobos no me conocían y uno de ellos no era especialmente lobo...
- Spoiler:
Si no me devoraban acá mismo, no sabría en que condiciones saldría de esta...
Algo me decía que debía correr... algo...
Re: Aullidos de Medianoche (Priv. Seth Angelo)
Yo no suelo andar mucho entre manadas y me limito de acercarme mientras aquellos lobos estaban aullando y yo desde el otro lado del valle los contemplaba… ¿Por qué yo no aullaba?, porque prefería hacerlo solo. Aquella noche se percibía un poco triste, mi pelaje negro se denotaba aún más entre el paisaje, con mi pata jugaba ligeramente con un hueso de ciervo que había cazado hace unas horas. Mi mirada se posó en el hueso, de aquella espina dorsal que me había saboreado con tanto gusto. Los aullidos de los lobos de al frente, seguían haciendo eco en el paisaje parisino, que muy pocas personas pueden llegar a conocer en el espacio-tiempo natural de las cosas…
Alcé la mirada nuevamente sus aullidos comenzaban a cesar, y les veía retirarse todos juntos pues al parecer ya habían respondido al llamado aquellos trotamundos, que siempre se alejan un poco de la manada. Así era yo cuando joven…. Siempre me alejaba un poco más de los de mi manada familiar, no me gustaba sobresalir entre los demás, pero aquellos parecían verme como un rebelde arrogante y es que simplemente, cuando estoy en forma animal mi mente se libera de los pesares humanos que llevo cada día… No entendía por qué ellos no lo comprendían, si aquellos seres también en su forma humana han de tener complejos de la vida. ¿No?... éramos iguales en raza, pero tan distintos a la vez.
Volviendo al momento en que di una última mirada fría ante aquella manada de lobos que tomaban territorio al otro lado, percibí a otra criatura… y pues, al parecer ésta andaba deambulando sin mucho rumbo cerca de los lobos. ¿Los lobos no la percibían, acaso no le atacarían por andar rondando su territorio? En un momento muy rápido lo pude divisar, pues era un jaguar veloz, como todos los de su especie… pero éste parecía correr para librarse de algo en su interior. Incluso en mi lupina forma, puedo percibir algunas cosas de los otros seres… e inclusive un poco más agudo. Lo contemplé… y al cabo de un rato después, le perdí la vista.
Me recosté a dormir unas horas pasadas, y el olor a sangre entraba por mis fosas el viento movía mi pelaje ennegrecido mientras me levantaba del seco suelo de mi pequeño rincón que había tomado por aquel día, entre las montañas. Corrí ante el hedor de esa sangre y llegando a un sendero, encontré a aquél jaguar que había visto hace unas horas atrás… y en su derredor había sangre. No me lo topé de frente, pero entre los arbustos husmee un poco, y aceché cauteloso bajando mi lomo negro… No tenía bien claro si había sido herido, o aquel jaguar había herido a alguien… Solo sé que el aroma a sangre estaba fresco…. Me quedé un tiempo más rodeándole el perímetro, el suelo estaba enriquecido con el color del carmesí, y aquél animal parecía ido del tiempo y lugar… Esperé, puesto a que no me provocaban ganas de atacarlo, solo la curiosidad del olor a sangre… Si me notaba o percibía, decidiría en el momento qué hacer….
Alcé la mirada nuevamente sus aullidos comenzaban a cesar, y les veía retirarse todos juntos pues al parecer ya habían respondido al llamado aquellos trotamundos, que siempre se alejan un poco de la manada. Así era yo cuando joven…. Siempre me alejaba un poco más de los de mi manada familiar, no me gustaba sobresalir entre los demás, pero aquellos parecían verme como un rebelde arrogante y es que simplemente, cuando estoy en forma animal mi mente se libera de los pesares humanos que llevo cada día… No entendía por qué ellos no lo comprendían, si aquellos seres también en su forma humana han de tener complejos de la vida. ¿No?... éramos iguales en raza, pero tan distintos a la vez.
Volviendo al momento en que di una última mirada fría ante aquella manada de lobos que tomaban territorio al otro lado, percibí a otra criatura… y pues, al parecer ésta andaba deambulando sin mucho rumbo cerca de los lobos. ¿Los lobos no la percibían, acaso no le atacarían por andar rondando su territorio? En un momento muy rápido lo pude divisar, pues era un jaguar veloz, como todos los de su especie… pero éste parecía correr para librarse de algo en su interior. Incluso en mi lupina forma, puedo percibir algunas cosas de los otros seres… e inclusive un poco más agudo. Lo contemplé… y al cabo de un rato después, le perdí la vista.
Me recosté a dormir unas horas pasadas, y el olor a sangre entraba por mis fosas el viento movía mi pelaje ennegrecido mientras me levantaba del seco suelo de mi pequeño rincón que había tomado por aquel día, entre las montañas. Corrí ante el hedor de esa sangre y llegando a un sendero, encontré a aquél jaguar que había visto hace unas horas atrás… y en su derredor había sangre. No me lo topé de frente, pero entre los arbustos husmee un poco, y aceché cauteloso bajando mi lomo negro… No tenía bien claro si había sido herido, o aquel jaguar había herido a alguien… Solo sé que el aroma a sangre estaba fresco…. Me quedé un tiempo más rodeándole el perímetro, el suelo estaba enriquecido con el color del carmesí, y aquél animal parecía ido del tiempo y lugar… Esperé, puesto a que no me provocaban ganas de atacarlo, solo la curiosidad del olor a sangre… Si me notaba o percibía, decidiría en el momento qué hacer….
Rantés Ahriman- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 17/12/2015
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Re: Aullidos de Medianoche (Priv. Seth Angelo)
"Si no puedes ganar pero tampoco sabes perder, ese sera tu perdición."
Sun Tzu - El Arte de la Guerra
No había recordado el viento soplar tan frió desde que vi morir a mi padre a manos del disparo de un winca, el mundo desde ese instante se me tornó más gris y más oscuro que de costumbre y mis pensamientos giraban en tonalidades depresivas que comúnmente me provocaban ira... solía escapar transformado mientras atacaba al individuo que viera. En ese entonces era un joven inmaduro que aun no comprendía la muerte de su padre, ni los gritos de mi madre, ni las caras inmutadas de mis hermanos pequeños, solo era yo y mis lagrimas congeladas por un viento que las abrazaba y entumecía.
Se me congelo el mundo como ahora.
Parte de lo que nos enseñaban en leyes en la universidad de Valencia era que existe un patrón conductual entre el crimen pasional y el crimen nato, era el efecto casi instintivo y emocional de los sentimientos los que nos motivaban a cometer muchas veces acciones que después olvidaríamos como si nunca las hubiésemos cometido. ¿Como podía estar suelto en mi estado frente a un bosque lleno de lobos que estaban a punto de matarme?
¡Graso error!
Don Martín cuando me enseñaba y era su aprendiz me decía que la transformación animal era sin duda, una capa nueva que debía manejarse con soltura y la suficiente inteligencia para no morir dentro de ella, o dejarse convertir en lo que nos transformamos, una bestia.
Comprendí entonces en la situación que estaba y que posiblemente no estaba solo, la calma sin opción se hizo presente, debía relajarme... el tiempo se inmovilizaba y mi respiro dejaba un vapor somnoliento, como de un cazador sobre su presa, solo que esta vez quizás yo era la presa y ellos mi cazador.
Cada movimiento debía ser preciso, mis patas rompían las gélidas y endebles ramas que caían de los arboles mientras mi mirada no se alejaba de la de aquellos, mis solitarios visitantes. Parecía una ronda perpetua, de lo que podía ser mi perdición, o la suerte de quien nos acompañaba se manifestara y me ayudara a salir de esta...
No tardaron las aves rapaces anunciando la lluvia que se avecinaba mientras los aullidos de medianoche se hacían escuchar...
Era yo contra mi destino, como si de un pasado aprendiz me enseñara lo que alguna vez memorice como un capricho de un hombre mayor.
¿Quien eres, viejo lobo?... ¿Porque me pruebas...?
Sun Tzu - El Arte de la Guerra
No había recordado el viento soplar tan frió desde que vi morir a mi padre a manos del disparo de un winca, el mundo desde ese instante se me tornó más gris y más oscuro que de costumbre y mis pensamientos giraban en tonalidades depresivas que comúnmente me provocaban ira... solía escapar transformado mientras atacaba al individuo que viera. En ese entonces era un joven inmaduro que aun no comprendía la muerte de su padre, ni los gritos de mi madre, ni las caras inmutadas de mis hermanos pequeños, solo era yo y mis lagrimas congeladas por un viento que las abrazaba y entumecía.
Se me congelo el mundo como ahora.
Parte de lo que nos enseñaban en leyes en la universidad de Valencia era que existe un patrón conductual entre el crimen pasional y el crimen nato, era el efecto casi instintivo y emocional de los sentimientos los que nos motivaban a cometer muchas veces acciones que después olvidaríamos como si nunca las hubiésemos cometido. ¿Como podía estar suelto en mi estado frente a un bosque lleno de lobos que estaban a punto de matarme?
¡Graso error!
Don Martín cuando me enseñaba y era su aprendiz me decía que la transformación animal era sin duda, una capa nueva que debía manejarse con soltura y la suficiente inteligencia para no morir dentro de ella, o dejarse convertir en lo que nos transformamos, una bestia.
Comprendí entonces en la situación que estaba y que posiblemente no estaba solo, la calma sin opción se hizo presente, debía relajarme... el tiempo se inmovilizaba y mi respiro dejaba un vapor somnoliento, como de un cazador sobre su presa, solo que esta vez quizás yo era la presa y ellos mi cazador.
Cada movimiento debía ser preciso, mis patas rompían las gélidas y endebles ramas que caían de los arboles mientras mi mirada no se alejaba de la de aquellos, mis solitarios visitantes. Parecía una ronda perpetua, de lo que podía ser mi perdición, o la suerte de quien nos acompañaba se manifestara y me ayudara a salir de esta...
No tardaron las aves rapaces anunciando la lluvia que se avecinaba mientras los aullidos de medianoche se hacían escuchar...
Era yo contra mi destino, como si de un pasado aprendiz me enseñara lo que alguna vez memorice como un capricho de un hombre mayor.
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