~+~Encuentro inesperado~+~

por **Mário de Romanus** Miér Dic 30, 2015 2:28 pm

Había llegado al puerto donde me esperaba el carruaje negro cargado con seis caballos, era un magnifico carruaje donde en su interior habían asientos de cuero negro, las llantas eran magníficamente angostas y los mejores caballos que pudiesen tener los mejores transportes de la realeza; aunque yo no lo fuera. Me gustaba el suave andar que producía en el recorrido hacia el palacio donde se iba a presenciar un baile sobre la nochebuena. Un evento mortal, donde el único propósito es festejar la víspera de navidad, una celebración religiosa que me sorprende que el Rey, sabiendo que era un inmortal, lo festejase. Pero lo entiendo, como rey hay que aparentar ante sus súbditos para que no haya sospecha alguna de lo que es. Sería extraño que un rey no festejase una fiesta para celebrar cuales eventos de esta índole.

Me mantuve en calma, el suave balanceo del carruaje era como un arrullo que me distraía de los ruidos exteriores: niños corriendo y riendo por las calles a esta hora de la noche, pues en esta especialmente todos salen a contemplar las estrellas del firmamento, hablando a los pequeños sobre creencias del supremo. Tomé la carta que estaba oculta bajo mi casaca: una levita roja donde me llegaba un poco más abajo de la cadera, color rojo vino; debajo un chaleco del mismo color echo de la más fina tela de parís. Camisa blanca de manga larga y la corbata de seda negra con un broche de plata como decoración en ésta, pantalón, y zapatos de hebilla negros. El sobre contenía el sello real roto, dentro de este la invitación que me brindaba el pase directo hacia el baile. Leí con detenimiento la carta y aún me sorprende que me haya llegado a mí siendo que vivía alejado de aquella ciudad. Pero supongo que para la realeza no hay limites si se trata de hacer venir a los de ciudades vecinas a su encuentro, más que una fiesta de celebración era más un baile de convenio.

El carruaje se detuvo a la entrada del lugar de encuentro, donde pude observar a todos los invitados llegar en otros transportes y entregar sus invitaciones a los guardias. Así pues, dentro de aquel carruaje, me dispuse a tomar mis pertenencias, me puse los guantes negros y el sombrero de copa debajo de mi brazo izquierdo y el bastón en mano, una capa roja que me abroche por los hombros y me llegaba hasta los tobillos. El cochero abrió la puerta y caminé gracialmente hacia la entrada principal correspondiendo las reverencias de los guaruras y entregando la invitación donde me dan la señal de que podía pasar; agradecido entre en aquel palacio donde el rey y la reina ya se encontraban en sus respectivos tronos contemplando el baile real. Me acerqué con respeto hacia ellos para saludarlos con una respetuosa reverencia correspondido por la sonrisa de su majestad y el aprobatorio de su esposo el rey.