AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un encargo especial -pv Neal- [+18]
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Un encargo especial -pv Neal- [+18]
En un día de negras nubes y violentas lluvias, la casa cobró vida: las ventanas silbaban, las puertas gritaban y en lo más profundo de sus entrañas su corazón latía y sangraba. Pese a ser una casa de nueva construcción, enseguida las inclemencias del tiempo la dotaron de una vejez prematura. La bella madera caoba que se había usado para su recubrimiento, enseguida se llenó de polvo y humedades, y el cuidado jardín que antaño fue envidiado se había vuelto una maraña de malas hierbas que crecían incontrolables alrededor de la mansión. Únicamente era visible un estrecho camino de tierra que comunicaba la casa con una calle principal por donde circulaban los distintos carruajes que se atrevían a pasar por aquella zona alejada de las ciudades y de la civilización, rodeada de extensos terrenos cultivados por el campesinado. Era extraño ver una casa como esa en aquel lugar, pero así lo habían decidido sus dueños. Se había convertido, pues, en aquella extraña buhardilla de tejados rojos que coronaba los árboles del horizonte.
Desde la muerte de los Blues y los extraños sucesos que acontecieron a la misma, se había vuelto un lugar rodeado de leyendas y mitos al cual nadie se atrevía a acercarse. Algunos campesinos incluso osaban decir que la casa estaba habitada por los fantasmas atormentados de los antiguos dueños, los cuales habían embrujado a aquel extraño duque que se atrevió a edificar sobre las cenizas de aquella macabra historia. Eso explicaría por qué nadie había vuelto a ver a nadie salir de aquella casa desde entonces y que cualquiera que entraba, no volvía a salir. Pero aquellas eran meras leyendas. La realidad era que la familia LeBlanc, especialmente los hijos del señor LeBlanc, eran unos acaudalados jóvenes que asistían a toda gran fiesta de la aristocracia. Eran gente elegante y gentil. Aunque nadie podía negar el aura misteriosa que ambos desprendían a su paso. No eran demasiado habladores y siempre evitaban ciertos temas, especialmente los relacionados con su padre. Pero en aquella ocasión, justo ese había sido el tema principal para concertar la primera visitas en años a su hogar.
Lo habían planeado desde hace tiempo: el viejo tenía que morir. Desde hacía varios meses habían empezado a sentir ese extraño impulso pero ninguno de los dos se atrevía a darle una muerte violenta. Había algo que los refrenaba, pero no llegaban a saber el qué. Así que habían intentado envenenarlo por todos los medios posibles pero la ansiada muerte nunca llegaba. Sabían que el viejo conocía todo tipo de artes oscuras así que imaginaban que estaba usando algún tipo de poderoso hechizo para evitar su muerte. Y estaban en lo cierto, Joseph (así se llamaba) sabía perfectamente que estaban intentando asesinarle así que había creado una barrera alrededor de su lecho que frenaba el control mental al cual estaban siendo sometidos sus hijos (así evitaría las muertes violentas ya que se olvidaban de que querían matarlo al acercarse a él). Por no hablar de que era un alquimista, sabía perfectamente qué estaban intentando hacer para envenenarlo, así que ponía remedio a todo aquello. Pero estaba mayor y sus remedios no durarían eternamente.
Debido a aquellas extrañas circunstancias, sus hijos decidieron recurrir a ciertas "amistades" para poner remedio a la situación.
Habían preparado la casa para una cena formal. El interior estaba ordenado pero no demasiado limpio, había algunas telarañas por las esquinas de la casa. Únicamente brillaba con pulcritud la mesa del gran salón, donde esperaban sentados los hermanos LeBlanc. Ella llevaba el pelo recogido y un vestido negro, ceñido a la par que elegante, con un gran cuello de transparencias que hacía que tuviese un rostro más estilizado. Su hermano llevaba el pelo peinado hacia atrás, con un chaqué azul marino algo anticuado, con estampados discretos aunque recargados. Todo estaba preparado a la espera de su invitado.
Frente a la gran puerta de acero esperaba Blublú, con su forma canina, durmiendo apaciblemente. Él no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Miraba con somnolencia a sus amos de vez en cuando. Danielle y Theodore siempre lo habían tratado muy bien y pese a que Joseph lo había advertido acerca de ellos, él no notaba nada raro y simplemente se dejaba hacer como perro. Ellos lo apreciaban como una mera mascota, no le atribuían ningún tipo de inteligencia aparte de la sumisión más absoluta. Por eso, al contrario que su padre, lo dejaban andar como si tal cosa por la casa. Pero había alguien que sí conocía el poder de Blue y hacía lo posible porque éste no sospechase nada acerca del control mental que ejercía sobre sus primos ya que sabía que podía despertar a toda una bestia de su interior que la rastrearía y le daría caza. Así que procuraba mantener siempre la máxima discreción.
—Blublú—le dijo Danielle—. Va a venir alguien a la casa... recuerda comportarte.
Blublú no sabía a qué se refería con lo de que vendría alguien a la casa. Así que simplemente asintió y se volvió a dormir como el buen y fiel perro que era.
Desde la muerte de los Blues y los extraños sucesos que acontecieron a la misma, se había vuelto un lugar rodeado de leyendas y mitos al cual nadie se atrevía a acercarse. Algunos campesinos incluso osaban decir que la casa estaba habitada por los fantasmas atormentados de los antiguos dueños, los cuales habían embrujado a aquel extraño duque que se atrevió a edificar sobre las cenizas de aquella macabra historia. Eso explicaría por qué nadie había vuelto a ver a nadie salir de aquella casa desde entonces y que cualquiera que entraba, no volvía a salir. Pero aquellas eran meras leyendas. La realidad era que la familia LeBlanc, especialmente los hijos del señor LeBlanc, eran unos acaudalados jóvenes que asistían a toda gran fiesta de la aristocracia. Eran gente elegante y gentil. Aunque nadie podía negar el aura misteriosa que ambos desprendían a su paso. No eran demasiado habladores y siempre evitaban ciertos temas, especialmente los relacionados con su padre. Pero en aquella ocasión, justo ese había sido el tema principal para concertar la primera visitas en años a su hogar.
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Lo habían planeado desde hace tiempo: el viejo tenía que morir. Desde hacía varios meses habían empezado a sentir ese extraño impulso pero ninguno de los dos se atrevía a darle una muerte violenta. Había algo que los refrenaba, pero no llegaban a saber el qué. Así que habían intentado envenenarlo por todos los medios posibles pero la ansiada muerte nunca llegaba. Sabían que el viejo conocía todo tipo de artes oscuras así que imaginaban que estaba usando algún tipo de poderoso hechizo para evitar su muerte. Y estaban en lo cierto, Joseph (así se llamaba) sabía perfectamente que estaban intentando asesinarle así que había creado una barrera alrededor de su lecho que frenaba el control mental al cual estaban siendo sometidos sus hijos (así evitaría las muertes violentas ya que se olvidaban de que querían matarlo al acercarse a él). Por no hablar de que era un alquimista, sabía perfectamente qué estaban intentando hacer para envenenarlo, así que ponía remedio a todo aquello. Pero estaba mayor y sus remedios no durarían eternamente.
Debido a aquellas extrañas circunstancias, sus hijos decidieron recurrir a ciertas "amistades" para poner remedio a la situación.
Habían preparado la casa para una cena formal. El interior estaba ordenado pero no demasiado limpio, había algunas telarañas por las esquinas de la casa. Únicamente brillaba con pulcritud la mesa del gran salón, donde esperaban sentados los hermanos LeBlanc. Ella llevaba el pelo recogido y un vestido negro, ceñido a la par que elegante, con un gran cuello de transparencias que hacía que tuviese un rostro más estilizado. Su hermano llevaba el pelo peinado hacia atrás, con un chaqué azul marino algo anticuado, con estampados discretos aunque recargados. Todo estaba preparado a la espera de su invitado.
Frente a la gran puerta de acero esperaba Blublú, con su forma canina, durmiendo apaciblemente. Él no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Miraba con somnolencia a sus amos de vez en cuando. Danielle y Theodore siempre lo habían tratado muy bien y pese a que Joseph lo había advertido acerca de ellos, él no notaba nada raro y simplemente se dejaba hacer como perro. Ellos lo apreciaban como una mera mascota, no le atribuían ningún tipo de inteligencia aparte de la sumisión más absoluta. Por eso, al contrario que su padre, lo dejaban andar como si tal cosa por la casa. Pero había alguien que sí conocía el poder de Blue y hacía lo posible porque éste no sospechase nada acerca del control mental que ejercía sobre sus primos ya que sabía que podía despertar a toda una bestia de su interior que la rastrearía y le daría caza. Así que procuraba mantener siempre la máxima discreción.
—Blublú—le dijo Danielle—. Va a venir alguien a la casa... recuerda comportarte.
Blublú no sabía a qué se refería con lo de que vendría alguien a la casa. Así que simplemente asintió y se volvió a dormir como el buen y fiel perro que era.
Última edición por Blue Blues el Dom Ene 03, 2016 6:13 am, editado 1 vez
Blue Blues- Esclavo
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
La carta había llegado sellada con la insignia de aquella gente... gente de sangre, en un sentido bastante literal. Siempre tratando de hacerse los misteriosos, su misiva no había dicho gran cosa, invitándole a cenar a su extravagante vivienda por "asuntos urgentes" que tratar con alguien de sus "conocimientos" y "sabiduría". Como si Neal no supiese de sobra lo que pretendían.
Cuando llegaban rumores de un anciano enfermo y dos hijos ambiciosos y jóvenes, los problemas solían reducirse a arrebatar una vida para mejorar otras. "Mejorar" con una fortuna heredada a la fuerza, desde luego.
Normalmente no solía inmiscuírse en aquel tipo de asuntos, si se tenía en cuenta que eran seres sobrenaturales de los que se hablaba. Acostumbraba a dejar que las familias arreglasen sus problemas sin meterlo a él en esos berenjenales... pero claro, todo dependía de lo que estuviesen dispuestos a darle a cambio. Si el trato era adecuado... ¿por qué no dar reposo por fin al viejo en cuestión? Sin duda sus métodos serían mucho más compasivos y rápidos que los utilizados por aquellos tontos impacientes.
Sólo por eso, Neal había decidido ir, dejando la carta a un lado y siguiendo con su trabajo, olvidándose de ello al momento... y ahora allí estaba, recorriendo las calles de París en el carruaje que amenazaba con salir volando o estallar en llamas en cualquier momento, con el poderío de los elementos desatándose sobre él.
Preparado ya como iba para meterse de lleno en aquel temporal, el brujo sólo se aferró con firmeza a su bastón mientras observaba las gotas continuas recorrer la ventanilla del vehículo, viendo las calles pasar una tras otra hasta que salieron del centro y enfilaron a las afueras de la urbe.
Con lo poco solicitados que estaban los cocheros aquel día en el que poca gente se atrevía a salir de sus casas, más cuando estaba anocheciendo ya aunque las nubes no dejasen muy claro aquel hecho, el carruaje no tardó en frenar tras saltar unas cuantas veces por el irregular terreno.
Los ojos oscuros de Neal vieron a través del cristal, la lluvia y el viento y contemplaron aquella mansión que parecía sacada de una novela de terror clásico. Sonrió ligeramente. Qué aterrado se habría sentido si no fuese quién era... o, más bien, lo que era.
No sin cierta dificultad abrió la puertecita del carruaje, saliendo al temporal y haciéndole un leve gesto de despedida al conductor mientras sujetaba su sombrero de copa para evitar que volase con el vendaval.
El hombre no tardó más de dos segundos en conminar a sus caballos para que siguiesen su camino a casa... estaba calado hasta los huesos y no le caía especialmente bien el hombre al que había tenido que llevar en un día de perros como aquel. Tanto mejor para Neal que, susurrando unas palabras que se perdieron en el viento, se encontró repentinamente seco en medio de aquella tormenta.
Soltó su sombrero, puesto que, aunque enormes céfiros seguían soplando a su alrededor, ya ninguno lo despeinaba siquiera. Parecía como si una campana invisible lo rodease, haciendo que ni la lluvia ni el viento lo pudiesen alcanzar. Aunque ya no había nadie para ver aquel extraño fenómeno.
Alzando la mirada hacia su destino, Neal se puso en marcha cuidándose de no mancharse demasiado los elegantes zapatos de barro mientras su abrigo o capa Inverness se agitaba apenas por sus movimientos, que no por las rachas de viento.
Dado el ruido que se escuchaba en el ambiente en general, cuando llegó hasta las enormes puertas del caserón tras aquel pequeño paseo, Neal ni siquiera se planteó llamar, no sabiendo que allá había un cánido que podría escucharle perfectamente aunque susurrase.
En lugar de molestar a los dueños para que le abriesen paso, se limitó a hacer un gesto hacia una de las puertas de acero que, como si siguiese una orden, comenzó a abrirse con un chirrido que denotaba el poco cuidado de la casa.
El hechicero frunció levemente el entrecejo, pero penetró en la casa sin más, cuando el portón se cerró tras él por fin deshaciendo la barrera a su alrededor, creando un círculo de agua caída a su alrededor, totalmente seco.
- Buenas noches, Danielle -comentó como si fuese habitual para él entrar en aquella casa, haciendo una pequeña inclinación de cabeza hacia los dueños que podía ver desde el recibidor-, Theodore... -hizo otro leve gesto, quitándose los guantes y guardándolos en los bolsillos de su abrigo, cuando una única doncella afroamericana apresurada y un poco pálida se le acercó corriendo tendiéndole su abrigo sin mirarla demasiado. Era una humana.
Observó con detenimiento el gran salón mientras entraba relajadamente en él. Se fijó en las telarañas de alguna esquina, en lo descuidado de algunas zonas. Sus ojos hasta observaron el indicio de una pequeña gotera en el techo, algo no muy de extrañar con el día que se había presentado.
- Así que este es vuestro encantador hogar... me siento honrado por ser uno de los primeros en visitarlo -sonrió ligeramente, apoyándose un tanto en la mesa sin dejar de mirarlos con fijeza-. De todas las veces que nos lo hemos pasado bien en las fiestas y ya pensaba que no me estimabais suficiente... -tanto su media sonrisa como su mirada dejaban ver un deje de ironía que no se podía deber a otra cosa que su conocimiento... de que no lo habían invitado allí por "amistad" o siquiera "juerga"... sino porque querían algo de él.
Con aquella expresión, Neal les dejó claro que lo sabía... pero el protocolo era el protocolo.
Le tendió su sombrero de copa también a la criada, que lo había seguido sin atreverse a decir nada al ver que conservaba aquella prenda y, sin más, se sentó a la mesa con desparpajo y una elegancia casi descuidada, la silla un tanto apartada y girada, sus piernas cruzadas.
- Bueno... y, ¿cómo habéis estado? Lleváis ya unos cuantos días desaparecidos de la ciudad... ya pensé que algo os había ocurrido -ladeó la cabeza, cruzando los dedos de sus manos reflexivamente.
Quién le diría que la elegancia se la iba a dilapidar una cosa peluda en breve...
Cuando llegaban rumores de un anciano enfermo y dos hijos ambiciosos y jóvenes, los problemas solían reducirse a arrebatar una vida para mejorar otras. "Mejorar" con una fortuna heredada a la fuerza, desde luego.
Normalmente no solía inmiscuírse en aquel tipo de asuntos, si se tenía en cuenta que eran seres sobrenaturales de los que se hablaba. Acostumbraba a dejar que las familias arreglasen sus problemas sin meterlo a él en esos berenjenales... pero claro, todo dependía de lo que estuviesen dispuestos a darle a cambio. Si el trato era adecuado... ¿por qué no dar reposo por fin al viejo en cuestión? Sin duda sus métodos serían mucho más compasivos y rápidos que los utilizados por aquellos tontos impacientes.
Sólo por eso, Neal había decidido ir, dejando la carta a un lado y siguiendo con su trabajo, olvidándose de ello al momento... y ahora allí estaba, recorriendo las calles de París en el carruaje que amenazaba con salir volando o estallar en llamas en cualquier momento, con el poderío de los elementos desatándose sobre él.
Preparado ya como iba para meterse de lleno en aquel temporal, el brujo sólo se aferró con firmeza a su bastón mientras observaba las gotas continuas recorrer la ventanilla del vehículo, viendo las calles pasar una tras otra hasta que salieron del centro y enfilaron a las afueras de la urbe.
Con lo poco solicitados que estaban los cocheros aquel día en el que poca gente se atrevía a salir de sus casas, más cuando estaba anocheciendo ya aunque las nubes no dejasen muy claro aquel hecho, el carruaje no tardó en frenar tras saltar unas cuantas veces por el irregular terreno.
Los ojos oscuros de Neal vieron a través del cristal, la lluvia y el viento y contemplaron aquella mansión que parecía sacada de una novela de terror clásico. Sonrió ligeramente. Qué aterrado se habría sentido si no fuese quién era... o, más bien, lo que era.
No sin cierta dificultad abrió la puertecita del carruaje, saliendo al temporal y haciéndole un leve gesto de despedida al conductor mientras sujetaba su sombrero de copa para evitar que volase con el vendaval.
El hombre no tardó más de dos segundos en conminar a sus caballos para que siguiesen su camino a casa... estaba calado hasta los huesos y no le caía especialmente bien el hombre al que había tenido que llevar en un día de perros como aquel. Tanto mejor para Neal que, susurrando unas palabras que se perdieron en el viento, se encontró repentinamente seco en medio de aquella tormenta.
Soltó su sombrero, puesto que, aunque enormes céfiros seguían soplando a su alrededor, ya ninguno lo despeinaba siquiera. Parecía como si una campana invisible lo rodease, haciendo que ni la lluvia ni el viento lo pudiesen alcanzar. Aunque ya no había nadie para ver aquel extraño fenómeno.
Alzando la mirada hacia su destino, Neal se puso en marcha cuidándose de no mancharse demasiado los elegantes zapatos de barro mientras su abrigo o capa Inverness se agitaba apenas por sus movimientos, que no por las rachas de viento.
Dado el ruido que se escuchaba en el ambiente en general, cuando llegó hasta las enormes puertas del caserón tras aquel pequeño paseo, Neal ni siquiera se planteó llamar, no sabiendo que allá había un cánido que podría escucharle perfectamente aunque susurrase.
En lugar de molestar a los dueños para que le abriesen paso, se limitó a hacer un gesto hacia una de las puertas de acero que, como si siguiese una orden, comenzó a abrirse con un chirrido que denotaba el poco cuidado de la casa.
El hechicero frunció levemente el entrecejo, pero penetró en la casa sin más, cuando el portón se cerró tras él por fin deshaciendo la barrera a su alrededor, creando un círculo de agua caída a su alrededor, totalmente seco.
- Buenas noches, Danielle -comentó como si fuese habitual para él entrar en aquella casa, haciendo una pequeña inclinación de cabeza hacia los dueños que podía ver desde el recibidor-, Theodore... -hizo otro leve gesto, quitándose los guantes y guardándolos en los bolsillos de su abrigo, cuando una única doncella afroamericana apresurada y un poco pálida se le acercó corriendo tendiéndole su abrigo sin mirarla demasiado. Era una humana.
Observó con detenimiento el gran salón mientras entraba relajadamente en él. Se fijó en las telarañas de alguna esquina, en lo descuidado de algunas zonas. Sus ojos hasta observaron el indicio de una pequeña gotera en el techo, algo no muy de extrañar con el día que se había presentado.
- Así que este es vuestro encantador hogar... me siento honrado por ser uno de los primeros en visitarlo -sonrió ligeramente, apoyándose un tanto en la mesa sin dejar de mirarlos con fijeza-. De todas las veces que nos lo hemos pasado bien en las fiestas y ya pensaba que no me estimabais suficiente... -tanto su media sonrisa como su mirada dejaban ver un deje de ironía que no se podía deber a otra cosa que su conocimiento... de que no lo habían invitado allí por "amistad" o siquiera "juerga"... sino porque querían algo de él.
Con aquella expresión, Neal les dejó claro que lo sabía... pero el protocolo era el protocolo.
Le tendió su sombrero de copa también a la criada, que lo había seguido sin atreverse a decir nada al ver que conservaba aquella prenda y, sin más, se sentó a la mesa con desparpajo y una elegancia casi descuidada, la silla un tanto apartada y girada, sus piernas cruzadas.
- Bueno... y, ¿cómo habéis estado? Lleváis ya unos cuantos días desaparecidos de la ciudad... ya pensé que algo os había ocurrido -ladeó la cabeza, cruzando los dedos de sus manos reflexivamente.
Quién le diría que la elegancia se la iba a dilapidar una cosa peluda en breve...
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 13/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Poco después de que Danielle le diese aquella orden a Blublú, éste empezó a sentir un extraño ruído proveniente del exterior. A veces había escuchado ruídos similares, pero nunca había sentido uno tan cerca. Alzó las orejas y se puso alerta, pese a no variar su posición. De vez en cuando ojeaba a sus amos, los cuales parecían algo ansiosos mirando aquella puerta. Danielle tenía una mirada profunda, mantenía el semblante muy serio y los ojos muy abiertos. A veces daba miedo cuando hacía eso, parecía que estaba mirando al infinito, que podía ver algo que Blue no percibía y eso le daba una tétrica curiosidad. En cambio Theodore parecía que nada le importaba demasiado, estaba tomando una copa de coñac mientras ojeaba el periódico de la semana anterior. Y entonces, ocurrió. La puerta empezó a moverse lo que hizo que Blublú se apartase de un salto. Entonces apareció una especie de hombre vestido como sus amos, con la piel del color de la de sus amos y que además ¡se sentaba en la mesa de sus amos!
Estaba totalmente fascinado, no paraba de mirarlo, de percibir su aroma. Quería saber qué era aquel ser. Nunca había visto a nadie así en su vida. Pensaba que la gente como él únicamente aparecía en los libros. Y él había leído muchos libros. Al parecer era real. La belleza sobrecogedora que se describía en los poemas, aquel hombre de ensueño que cortejaba a las doncellas... todo era real. Estaba que no cabía en sí de la emoción. Se acercó corriendo a él y empezó a olisquearlo por todas partes (TODAS PARTES), moviendo la cola y ladrando de alegría. Aquello era verdaderamente increíble, ¿acaso estaba soñando?
Al ver el comportamiento del can, Danielle lo agarró con fuerza del collar y lo apartó de su invitado de sopetón.
—Blublú, ¡te dije que te comportaras!—le reprendió.
Theodore se limitó a suspirar y a centrarse en asuntos más importantes.
—Deja en paz al perro, Danielle; ni siquiera hemos saludado a nuestro invitado—miró fijamente al hechicero, con una sonrisa en los labios—. Permítame darle también las buenas noches, mi querido amigo. Siento nuestro... "distanciamiento". Como veréis, estamos bastante atareados con asuntos internos. La casa se nos viene encima y nuestro pobre padre lleva... demasiado tiempo enfermo. Ya hemos probado con todo y no hay forma de remediar el problema—tras decir eso miró a la criada y luego al perro. Aunque estuviese hablando entre líneas, el perro no era tan tonto y tal vez no se sintiese demasiado bien al enterarse de que querían acabar con la vida de lo más cercano a un padre que había tenido.
—Blublú, bonito. ¿Po' qué no viene' comigo y me ayuda' a prepará la habitación del zeñó Neal?—dijo la vieja negra con aquel acento tan basto propio de los esclavos, caminando hacia la escalera, esperando a que el perro fuese detrás suya.
Blublú se acercó a la criada, cabizbajo por la regañina de Danielle. Aún estaba eufórico por la llegada de aquel hombre y se moría de la curiosidad. Pero se limitó a acatar órdenes y a seguir a la criada. Una vez en la habitación, la negra le acarició el pelo y lo consoló. Él se quedó allí tendido mientras observaba cómo la vieja lo preparaba todo.
Abajo, en el salón, Theodore continuaba con la conversación en un tono un poco más inaudible.
—Como supongo que sabréis, mi padre tiene una profesión bastante similar a la vuestra. Tal vez haya muchos libros y artilugios que sean de vuestro interés. No soy yo quién para valorar ese tipo de cosas, él nunca quiso inmiscuirnos a mí o a mi hermana en ese mundo pero tal vez os guste ver sus investigaciones o sus propias creaciones. Él no es cualquier tipo en ese mundo y creo que lo que os estoy ofreciendo podría tener bastante valor si me ayudáis...—el semblante de Theodore cambió de repente y su mirada se volvió intensa y macabra—. Sé que está usando algún tipo de hechizo—dijo con cierto tono de furia—. Y quiero que se acabe de una vez esa pantomima que está usando para que no me pueda acercar a él. Únicamente hemos podido usar a las criadas con comidas... "especiales" para nuestro propósito y quiero saber por... qué... no... funcionan—dijo dando una fuerte palmada a la mesa, tras la cual se llevó la mano al rostro, el cual apretó con fuerza.
Danielle, al ver la impaciencia y el descontrol de su hermano, decidió tomar las riendas del asunto.
—Theodore, por favor, no espantes a nuestro invitado con tu personalidad temperamental. Es tarde y supongo que el señor Neal necesitará consultar con la almohada nuestra oferta. Sentimos haberlo citado a esta hora pero queríamos cierta discreción y que ninguno de los residentes circundantes supiese de su visita. Lola le está preparando su habitación. Si lo desea, puede ir a descansar. Mañana será otro día. Yo también necesito hablar con mi hermano ciertas cosas. ¿Le parece bien?
Estaba totalmente fascinado, no paraba de mirarlo, de percibir su aroma. Quería saber qué era aquel ser. Nunca había visto a nadie así en su vida. Pensaba que la gente como él únicamente aparecía en los libros. Y él había leído muchos libros. Al parecer era real. La belleza sobrecogedora que se describía en los poemas, aquel hombre de ensueño que cortejaba a las doncellas... todo era real. Estaba que no cabía en sí de la emoción. Se acercó corriendo a él y empezó a olisquearlo por todas partes (TODAS PARTES), moviendo la cola y ladrando de alegría. Aquello era verdaderamente increíble, ¿acaso estaba soñando?
Al ver el comportamiento del can, Danielle lo agarró con fuerza del collar y lo apartó de su invitado de sopetón.
—Blublú, ¡te dije que te comportaras!—le reprendió.
Theodore se limitó a suspirar y a centrarse en asuntos más importantes.
—Deja en paz al perro, Danielle; ni siquiera hemos saludado a nuestro invitado—miró fijamente al hechicero, con una sonrisa en los labios—. Permítame darle también las buenas noches, mi querido amigo. Siento nuestro... "distanciamiento". Como veréis, estamos bastante atareados con asuntos internos. La casa se nos viene encima y nuestro pobre padre lleva... demasiado tiempo enfermo. Ya hemos probado con todo y no hay forma de remediar el problema—tras decir eso miró a la criada y luego al perro. Aunque estuviese hablando entre líneas, el perro no era tan tonto y tal vez no se sintiese demasiado bien al enterarse de que querían acabar con la vida de lo más cercano a un padre que había tenido.
—Blublú, bonito. ¿Po' qué no viene' comigo y me ayuda' a prepará la habitación del zeñó Neal?—dijo la vieja negra con aquel acento tan basto propio de los esclavos, caminando hacia la escalera, esperando a que el perro fuese detrás suya.
Blublú se acercó a la criada, cabizbajo por la regañina de Danielle. Aún estaba eufórico por la llegada de aquel hombre y se moría de la curiosidad. Pero se limitó a acatar órdenes y a seguir a la criada. Una vez en la habitación, la negra le acarició el pelo y lo consoló. Él se quedó allí tendido mientras observaba cómo la vieja lo preparaba todo.
Abajo, en el salón, Theodore continuaba con la conversación en un tono un poco más inaudible.
—Como supongo que sabréis, mi padre tiene una profesión bastante similar a la vuestra. Tal vez haya muchos libros y artilugios que sean de vuestro interés. No soy yo quién para valorar ese tipo de cosas, él nunca quiso inmiscuirnos a mí o a mi hermana en ese mundo pero tal vez os guste ver sus investigaciones o sus propias creaciones. Él no es cualquier tipo en ese mundo y creo que lo que os estoy ofreciendo podría tener bastante valor si me ayudáis...—el semblante de Theodore cambió de repente y su mirada se volvió intensa y macabra—. Sé que está usando algún tipo de hechizo—dijo con cierto tono de furia—. Y quiero que se acabe de una vez esa pantomima que está usando para que no me pueda acercar a él. Únicamente hemos podido usar a las criadas con comidas... "especiales" para nuestro propósito y quiero saber por... qué... no... funcionan—dijo dando una fuerte palmada a la mesa, tras la cual se llevó la mano al rostro, el cual apretó con fuerza.
Danielle, al ver la impaciencia y el descontrol de su hermano, decidió tomar las riendas del asunto.
—Theodore, por favor, no espantes a nuestro invitado con tu personalidad temperamental. Es tarde y supongo que el señor Neal necesitará consultar con la almohada nuestra oferta. Sentimos haberlo citado a esta hora pero queríamos cierta discreción y que ninguno de los residentes circundantes supiese de su visita. Lola le está preparando su habitación. Si lo desea, puede ir a descansar. Mañana será otro día. Yo también necesito hablar con mi hermano ciertas cosas. ¿Le parece bien?
Blue Blues- Esclavo
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Había estado tan distraído pensando en las intrigas que los hermanos le plantearían, las posibles recompensas de un brujo moribundo y todo lo demás que ni siquiera lo había notado...
Visto no, era lógico, lo había pasado de largo, pero percibirlo... ahora que prácticamente se le echó encima, olfateándolo casi con ansiedad, pudo ver su aura con tanta nitidez como si se tratase de un cálido sol.
En aquel momento y por primera vez desde que el tema de los hermanos lo había alcanzado, Neal se sintió verdaderamente desconcertado. ¿Qué demonios estaba ocurriendo en aquella casa si se dejaba de lado el drama con el viejo? ¿Por qué diantres aquel cambiante actuaba como un perro común entre criaturas sobrenaturales? Y... ¿por qué hasta aquellos dos lo trataban como una simple mascota?
¿Blublú...?
Cuidándose de que sólo su ceño se frunciese ligeramente por todo lo que acababa de pasar (cuando mentalmente estaba con la boca bien abierta como poco), Neal siguió con la mirada al "perro" unos segundos más antes de, sin hacer comentario alguno al respecto, centrar su mirada en Theodore, pasándola una vez más al perro... y dignándose a alzarla un poco más hacia la criada únicamente porque el contrario parecía tener interés también en ella.
Según su conocimiento, los esclavos de sangre como aquellos dos no debían de tener visión de auras... pero por aquella mirada que el hombre le echó al cambiante, dedujo que sabía lo que era... o, al menos, que tenía inteligencia más allá de la de un simple can.
Sabía desde hacía bastante, teniendo en cuenta su situación, lo que esos dos eran... nunca se había interesado por quién movía sus hilos, indudablemente alguien interesado en que el viejo muriese, pero era obvio que allí había conflictos contrapuestos... y aquel cambiante quizás era algo más importante de lo que parecía en realidad. Sino... ¿por qué sacarlo de la sala de esa forma tan evidente?
Todo eso y más pasó por la cabeza del hechicero que, sin embargo, mantuvo su semblante sereno, volviendo a relajar su frente de arrugas y mirando cómo aquel pobre tonto perdía los papeles al recordar la frustración de sentirse incapaz de llevar a cabo sus propios designios cerca de aquel anciano hechicero que, por lo que decía, debía de ser bastante bueno para haber sobrevivido tanto tiempo en aquella casa de locos.
- Si sabe lo más mínimo de alquimia, ahogar vuestros "aditivos especiales" no le resultará un problema... más bien un juego de niños -comentó relajadamente, como si estuviese tratando de explicarle algo extremadamente sencillo a un niño algo corto-. Con respecto al hechizo... me hago una idea bastante clara de qué puede ser sólo con esa pequeña descripción -él que era un maestro de las barreras, conocía de sobra los poderes tan variados que éstas podían ejercer... y que, en muchas ocasiones, podían incluso no tener nada que ver con un propósito "defensivo".
Parpadeó ligeramente y sonrió. Parecía que el control femenino entraba en acción...
Estaba claro que Danielle quería tener las cosas bajo control, y al parecer su hermano se había salido del guión, seguramente por ofrecerle lo que quisiese del inventario de su padre. Lo que ninguno de ellos tenía en cuenta era el hecho mucho más sencillo... de que le habían invitado a él a su casa. Nunca había sentido demasiado interés por aquellos dos pobres diablos... pero ahora que tenía noticia de que su padre era un poderoso hechicero que disponía de una serie de artículos que podrían resultar interesantes... bien, no pensaba irse con las manos vacías de allí fuera cual fuese el resultado de la "negociación" que, según parecía, se celebraría el día siguiente por designio de la muchacha.
A Neal le hizo gracia que ambos pareciesen haberse olvidado del hecho de que lo habían invitado a cenar y no le habían ofrecido ni el más mínimo refrigerio. Era obvio que él mismo venía ya cenado, además de armado con una serie de elixires y antídotos que habrían evitado cualquier tonta tentativa de añadir "aditivos" a su propia comida, así que tampoco le pareció una mala idea que sus caminos se separasen...
Tenía una enorme mansión que explorar mientras aquellos dos tontos susurraban sus inquinas.
- Desde luego, Danielle... de hecho el descanso me vendrá fantásticamente -se levantó de su asiento y se despidió de ellos con una nueva inclinación, leve y estrictamente educada, sonriéndoles a medias antes de salir del gran salón tranquilamente-. Buenas noches tengáis los dos... -murmuró mientras se marchaba, cerrando las puertas de madera enormes que conducían a aquella sala y habían estado abiertas todo aquel tiempo.
Con un ligero chirrido, Neal se vio inmerso en la oscuridad y los ruidos del temporal.
Sonrió.
Murmurando unas palabras ininteligibles, el hombre enfiló directamente las escaleras hacia el piso superior, sus zapatos, que hasta el momento habían hecho el ruido esperado de ellos, repentinamente apenas resonando con un golpeteo sordo, casi imposible de escuchar por el oído humano.
Su murmullo terminó cuando llegó arriba del todo. Vio la luz encendida al final del pasillo que, imaginó, sería su habitación. Como contrapartida, decidió explorar el lado contrario... aunque sólo fuese un leve vistazo para no despertar sospechas. Una miradita y a su habitación, sí...
De nuevo silencioso como un fantasma, avanzó por el enorme y tétrico pasillo a oscuras, apenas iluminado de tanto en tanto por algún que otro relámpago perdido. No tardó mucho en detenerse frente a una puerta cerrada... con llave, como pudo comprobar. Una puerta tras la cual pulsaba energía mágica, una energía mucho más fuerte que el débil resonar del fondo del todo de aquel pasillo... Neal supuso al instante que serían las habitaciones del deteriorado brujo, padre de aquellas dos encantadoras criaturas...
No había hechizos protectores en la puerta, así que el moreno se limitó a hacer un leve ejercicio mental para abrir el cerrojo, penetrando en aquella habitación que lo recibió con un olor a cerrado con un deje de nuevo que indicaba que había sido visitada recientemente... aunque quizás en mucho tiempo se había mantenido cerrada.
"Danielle...". Se imaginó a la esclava de sangre mirando entre aquellos artículos... buceando por las cubiertas de los libros... quizás siguiendo los designios de alguien sin duda más inteligente que ella para catalogar lo que allá había... y seleccionar una serie de baratijas no demasiado importantes con las que tentar a Neal para que hiciese el trabajo sucio que ellos dos no eran capaces de hacer.
Los dedos del mago pasaron por encima de los lomos de varios libros, mientras sus ojos se iban acostumbrando a la oscuridad y hasta detectando algún que otro título cuyas letras eran demasiado grandes para ser ignoradas.
Mentalmente tomó nota de muchos de los artefactos y objetos que vio allí... fijándose en cosas que, sin duda, sus anfitriones no esperarían que se fijase de entrar a cotillear en aquel lugar.
Una pequeña campana de cristal. Varios tomos de piel oscura. Un maletín lleno a rebosar de pequeños viales sellados y etiquetados. Quizás alguna cosa más... pero eso ya lo vería con más detenimiento por la mañana. Con un poco de luz natural.
En apenas unos segundos, el cerrojo volvía a echarse por arte de magia, literalmente, Neal caminando hacia la luz con tranquilidad, pronto superando de nuevo el tramo de escaleras y viendo su exploración nocturna concluída.
- Ya estoy aquí -se anunció antes de entrar en la lujosa habitación, igualmente algo polvorienta en ciertas zonas, que le habían preparado-. Gracias, no necesitaré más de sus servicios -comentó a la criada sin mirarla en exceso, para acto seguido empezar a desabrocharse la camisa, que dejó perfectamente doblada en la única silla de la sala que encontró más o menos libre de polvo.
Nada más la mujer cerró la puerta de la habitación tras de sí, Neal lanzó una mirada a su pantalón... y un trozo de tiza blanca salió flotando de su bolsillo.
Mientras el brujo empezaba a desabrocharse la prenda que cubría la parte inferior de su cuerpo, como si tuviese voluntad propia la tiza comenzó a pintar el suelo todo alrededor de la habitación, resiguiendo la línea de los muros.
Para cuando los pulcramente doblados pantalones siguieron el camino de la camisa, la tiza había terminado su cometido, volviendo sola a guardarse en el bolsillo correspondiente.
Ahora en ropa interior, unos cortos pantalones de seda blanca, holgados y cómodos, Neal se sentó sobre la cama y cerró los ojos, centrándose unos segundos mientras formaba la barrera, un cubo amoldado a las formas de la habitación... por si acaso. También impediría las escuchas, por si se ponía a hablar consigo mismo como a veces hacía.
Haciendo un giro con su cuello y suspirando levemente, el brujo echó un último vistazo a las ventanas firmemente cerradas que, sin embargo, temblequeaban por el viento... o, al menos, lo hacían segundos antes de que instalase aquella barrera. Todo se había quedado en silencio.
Sonrió ligeramente y se tumbó en la cama, cubriéndose con las sábanas al notar un poco de frío. Lanzó una mirada de reojo al candelabro que le habían dejado para que iluminase la habitación a oscuras y chasqueó los dedos.
La agradable oscuridad lo ocupó todo. Suspirando una vez más, Neal cerró los ojos, dispuesto a dormir en aquel lugar en el que poca gente sería capaz de dormir tranquilo. A él se le antojaría hasta cómodo de no ser por el polvo y el frío...
Visto no, era lógico, lo había pasado de largo, pero percibirlo... ahora que prácticamente se le echó encima, olfateándolo casi con ansiedad, pudo ver su aura con tanta nitidez como si se tratase de un cálido sol.
En aquel momento y por primera vez desde que el tema de los hermanos lo había alcanzado, Neal se sintió verdaderamente desconcertado. ¿Qué demonios estaba ocurriendo en aquella casa si se dejaba de lado el drama con el viejo? ¿Por qué diantres aquel cambiante actuaba como un perro común entre criaturas sobrenaturales? Y... ¿por qué hasta aquellos dos lo trataban como una simple mascota?
¿Blublú...?
Cuidándose de que sólo su ceño se frunciese ligeramente por todo lo que acababa de pasar (cuando mentalmente estaba con la boca bien abierta como poco), Neal siguió con la mirada al "perro" unos segundos más antes de, sin hacer comentario alguno al respecto, centrar su mirada en Theodore, pasándola una vez más al perro... y dignándose a alzarla un poco más hacia la criada únicamente porque el contrario parecía tener interés también en ella.
Según su conocimiento, los esclavos de sangre como aquellos dos no debían de tener visión de auras... pero por aquella mirada que el hombre le echó al cambiante, dedujo que sabía lo que era... o, al menos, que tenía inteligencia más allá de la de un simple can.
Sabía desde hacía bastante, teniendo en cuenta su situación, lo que esos dos eran... nunca se había interesado por quién movía sus hilos, indudablemente alguien interesado en que el viejo muriese, pero era obvio que allí había conflictos contrapuestos... y aquel cambiante quizás era algo más importante de lo que parecía en realidad. Sino... ¿por qué sacarlo de la sala de esa forma tan evidente?
Todo eso y más pasó por la cabeza del hechicero que, sin embargo, mantuvo su semblante sereno, volviendo a relajar su frente de arrugas y mirando cómo aquel pobre tonto perdía los papeles al recordar la frustración de sentirse incapaz de llevar a cabo sus propios designios cerca de aquel anciano hechicero que, por lo que decía, debía de ser bastante bueno para haber sobrevivido tanto tiempo en aquella casa de locos.
- Si sabe lo más mínimo de alquimia, ahogar vuestros "aditivos especiales" no le resultará un problema... más bien un juego de niños -comentó relajadamente, como si estuviese tratando de explicarle algo extremadamente sencillo a un niño algo corto-. Con respecto al hechizo... me hago una idea bastante clara de qué puede ser sólo con esa pequeña descripción -él que era un maestro de las barreras, conocía de sobra los poderes tan variados que éstas podían ejercer... y que, en muchas ocasiones, podían incluso no tener nada que ver con un propósito "defensivo".
Parpadeó ligeramente y sonrió. Parecía que el control femenino entraba en acción...
Estaba claro que Danielle quería tener las cosas bajo control, y al parecer su hermano se había salido del guión, seguramente por ofrecerle lo que quisiese del inventario de su padre. Lo que ninguno de ellos tenía en cuenta era el hecho mucho más sencillo... de que le habían invitado a él a su casa. Nunca había sentido demasiado interés por aquellos dos pobres diablos... pero ahora que tenía noticia de que su padre era un poderoso hechicero que disponía de una serie de artículos que podrían resultar interesantes... bien, no pensaba irse con las manos vacías de allí fuera cual fuese el resultado de la "negociación" que, según parecía, se celebraría el día siguiente por designio de la muchacha.
A Neal le hizo gracia que ambos pareciesen haberse olvidado del hecho de que lo habían invitado a cenar y no le habían ofrecido ni el más mínimo refrigerio. Era obvio que él mismo venía ya cenado, además de armado con una serie de elixires y antídotos que habrían evitado cualquier tonta tentativa de añadir "aditivos" a su propia comida, así que tampoco le pareció una mala idea que sus caminos se separasen...
Tenía una enorme mansión que explorar mientras aquellos dos tontos susurraban sus inquinas.
- Desde luego, Danielle... de hecho el descanso me vendrá fantásticamente -se levantó de su asiento y se despidió de ellos con una nueva inclinación, leve y estrictamente educada, sonriéndoles a medias antes de salir del gran salón tranquilamente-. Buenas noches tengáis los dos... -murmuró mientras se marchaba, cerrando las puertas de madera enormes que conducían a aquella sala y habían estado abiertas todo aquel tiempo.
Con un ligero chirrido, Neal se vio inmerso en la oscuridad y los ruidos del temporal.
Sonrió.
Murmurando unas palabras ininteligibles, el hombre enfiló directamente las escaleras hacia el piso superior, sus zapatos, que hasta el momento habían hecho el ruido esperado de ellos, repentinamente apenas resonando con un golpeteo sordo, casi imposible de escuchar por el oído humano.
Su murmullo terminó cuando llegó arriba del todo. Vio la luz encendida al final del pasillo que, imaginó, sería su habitación. Como contrapartida, decidió explorar el lado contrario... aunque sólo fuese un leve vistazo para no despertar sospechas. Una miradita y a su habitación, sí...
De nuevo silencioso como un fantasma, avanzó por el enorme y tétrico pasillo a oscuras, apenas iluminado de tanto en tanto por algún que otro relámpago perdido. No tardó mucho en detenerse frente a una puerta cerrada... con llave, como pudo comprobar. Una puerta tras la cual pulsaba energía mágica, una energía mucho más fuerte que el débil resonar del fondo del todo de aquel pasillo... Neal supuso al instante que serían las habitaciones del deteriorado brujo, padre de aquellas dos encantadoras criaturas...
No había hechizos protectores en la puerta, así que el moreno se limitó a hacer un leve ejercicio mental para abrir el cerrojo, penetrando en aquella habitación que lo recibió con un olor a cerrado con un deje de nuevo que indicaba que había sido visitada recientemente... aunque quizás en mucho tiempo se había mantenido cerrada.
"Danielle...". Se imaginó a la esclava de sangre mirando entre aquellos artículos... buceando por las cubiertas de los libros... quizás siguiendo los designios de alguien sin duda más inteligente que ella para catalogar lo que allá había... y seleccionar una serie de baratijas no demasiado importantes con las que tentar a Neal para que hiciese el trabajo sucio que ellos dos no eran capaces de hacer.
Los dedos del mago pasaron por encima de los lomos de varios libros, mientras sus ojos se iban acostumbrando a la oscuridad y hasta detectando algún que otro título cuyas letras eran demasiado grandes para ser ignoradas.
Mentalmente tomó nota de muchos de los artefactos y objetos que vio allí... fijándose en cosas que, sin duda, sus anfitriones no esperarían que se fijase de entrar a cotillear en aquel lugar.
Una pequeña campana de cristal. Varios tomos de piel oscura. Un maletín lleno a rebosar de pequeños viales sellados y etiquetados. Quizás alguna cosa más... pero eso ya lo vería con más detenimiento por la mañana. Con un poco de luz natural.
En apenas unos segundos, el cerrojo volvía a echarse por arte de magia, literalmente, Neal caminando hacia la luz con tranquilidad, pronto superando de nuevo el tramo de escaleras y viendo su exploración nocturna concluída.
- Ya estoy aquí -se anunció antes de entrar en la lujosa habitación, igualmente algo polvorienta en ciertas zonas, que le habían preparado-. Gracias, no necesitaré más de sus servicios -comentó a la criada sin mirarla en exceso, para acto seguido empezar a desabrocharse la camisa, que dejó perfectamente doblada en la única silla de la sala que encontró más o menos libre de polvo.
Nada más la mujer cerró la puerta de la habitación tras de sí, Neal lanzó una mirada a su pantalón... y un trozo de tiza blanca salió flotando de su bolsillo.
Mientras el brujo empezaba a desabrocharse la prenda que cubría la parte inferior de su cuerpo, como si tuviese voluntad propia la tiza comenzó a pintar el suelo todo alrededor de la habitación, resiguiendo la línea de los muros.
Para cuando los pulcramente doblados pantalones siguieron el camino de la camisa, la tiza había terminado su cometido, volviendo sola a guardarse en el bolsillo correspondiente.
Ahora en ropa interior, unos cortos pantalones de seda blanca, holgados y cómodos, Neal se sentó sobre la cama y cerró los ojos, centrándose unos segundos mientras formaba la barrera, un cubo amoldado a las formas de la habitación... por si acaso. También impediría las escuchas, por si se ponía a hablar consigo mismo como a veces hacía.
Haciendo un giro con su cuello y suspirando levemente, el brujo echó un último vistazo a las ventanas firmemente cerradas que, sin embargo, temblequeaban por el viento... o, al menos, lo hacían segundos antes de que instalase aquella barrera. Todo se había quedado en silencio.
Sonrió ligeramente y se tumbó en la cama, cubriéndose con las sábanas al notar un poco de frío. Lanzó una mirada de reojo al candelabro que le habían dejado para que iluminase la habitación a oscuras y chasqueó los dedos.
La agradable oscuridad lo ocupó todo. Suspirando una vez más, Neal cerró los ojos, dispuesto a dormir en aquel lugar en el que poca gente sería capaz de dormir tranquilo. A él se le antojaría hasta cómodo de no ser por el polvo y el frío...
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 13/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Theodore apretó fuertemente el puño ante la respuesta del brujo. ¿Acaso pensaba que era un idiota? Él ya sabía que su padre estaba evitando morir con alquimia y hechizos. La pregunta estaba en cómo hacer que esas prácticas cesasen de una maldita vez. Estaba apunto de soltar algún despropósito cuando su hermana le interrumpió. Posteriormente se lo agradecería, ya que Theodore no tenía unos modales demasiado exquisitos a la hora de entablar una discusión.
—Lo siento, querido. Espero que pase una buena noche también, seño Neal—contestó Danielle mientras observaba cómo el hechicero se despedía. Justo cuando éste cerró la puerta, acto seguido, abofeteó a su hermano—. Deja de hacer eso, Theodore. Mañana déjame a mí seleccionar su premio. Recuerda que no estamos tan desesperados para ofrecer cosas tan valiosas. Ya sabes que ella quiere también algunas de las cosas de padre, así que deja de prometer tanto. Y por favor, compórtate como un caballero. Pareces todo un crío.
Theodore miró con el ceño fruncido a su hermana, sin decir nada y se sentó en uno de los sofás que había en el salón. Antes, cogió la botella de coñac que tenía sobre la mesa principal. Entonces le destapó el corcho y comenzó a beber.
—¿En serio, Theodore? ¿Es esta tu respuesta a todo? Emborráchate cuanto quieras, no me quedaré aquí a mirar este penoso espectáculo. Tengo mejores cosas que hacer.
Entonces Danielle salió de la habitación, dejando allí a su hermano bebiendo como un cosaco, pensando en si, como de costumbre, se presentaría en su habitación en medio de la noche a pedirle perdón a su manera especial. Se ruborizó ante aquel pensamiento pero tenía clara sus prioridades y una de ella no era pensar en tener sexo con Theodore. Se dirigió a la zona de las habitaciones de invitados y comprobó que Neal ya estaba dentro, preguntándole a la criada. Luego fue directa a la habitación donde guardaba los utensilios de su padre y también comprobó que la cerradura no había sido forzada. Igualmente ya había sacado de allí ciertas cosas interesantes sin consultar a su hermano. No iba a dejar que aquel inútil borracho diese sus pertenencias sin ni siquiera consultarle. Luego se dirigió a la zona de las habitaciones principales. A esta se podía llegar de dos formas, o cruzando por las habitaciones de invitados y luego cruzando un largo pasillo perpendicular o yendo directamente por la parte izquierda de la casa. La parte superior tenía forma de "U" así que era fácil acceder a cualquier sitio a través de las escaleras. Cuando llegó a su habitación, suspiró y se preparó para irse a la cama. Le esperaba una noche muy larga.
Había estado acurrucado en una esquina de la habitación todo el tiempo, casi podía confundirse con una alfombra. Estaba esperando a que el ansiado momento llegase y aquel extraño hombre entrase en la habitación. Había estado tan quieto mientras la criada preparaba el cuarto que cuando se fue ni había reparado en su presencia y lo mismo ocurrió con el hechicero. Observó, fascinado, todo lo que hacía. Nunca había visto a nadie a parte de Joseph hacer cosas así. Incluso no recordaba haber visto al pripio Joseph mover a una tiza así. La miraba embelesado. Pese a la poca iluminación de la habitación tenía el sentido de la vista lo suficientemente desarrollado para ver todo lo que ocurría. El pequeño candelabro iluminaba lo suficiente como para que todo quedase embadurnado de un tono rojizo, intenso e hipnótico.
También se quedó anonadado al ver cómo el otro se desnudaba. Jamás había visto a nadie desnudo a parte de a sí mismo y a sus primos, cuando le daba por espiarlos. No perdió detalle de cada movimiento, guardó en su mente la imagen de cada milímetro del cuerpo ajeno. No sabía por qué se sentía sumamente atraído hacia aquella imagen. Quería acariciar cada milímetro de su piel, pasar las horas mirando aquel rostro... Sentía que le había pasado aquello que describían sus libros: se había enamorado a primera vista.
Cuando el chico se metió en la cama, un crujir de huesos empezó a escucharse en la habitación. No era un bonito espectáculo ver cómo un cambiante deformaba su cuerpo para mutar de forma. Pero no tardó demasiado en recobrar su aspecto humano. Estaba totalmente desnudo pero no le importaba. Se sentía demasiado extasiado para pararse a pensar en esos detalles. Sin pensárselo dos veces, corrió hacia la cama del hombre y se tiró sobre él, emocionado.
—Oh, dios mío. ¡Existes! ¡Existes de verdad! Eres tan guapo... Justo como lo describen mis libros. Estoy tan emocionado de poder hablar contigo. Los amos no lo permitirían, por eso me quedé quieto y escondido mientras preparaban tu habitación. Dime, ¿de dónde vienes, extraño ser? ¿Eres una creación divina? ¿Dónde has aprendido a hacer los hechizos del amo?—de repente, le retiró las sábanas y se subió a horcajadas sobre la entrepierna de Neal, acariciándole el rostro con timidez y fascinación. Blublú ni siquiera se estaba dando cuenta pero aquello lo estaba excitando—. Deseo tocarte, creo que estoy viviendo un sueño...
—Lo siento, querido. Espero que pase una buena noche también, seño Neal—contestó Danielle mientras observaba cómo el hechicero se despedía. Justo cuando éste cerró la puerta, acto seguido, abofeteó a su hermano—. Deja de hacer eso, Theodore. Mañana déjame a mí seleccionar su premio. Recuerda que no estamos tan desesperados para ofrecer cosas tan valiosas. Ya sabes que ella quiere también algunas de las cosas de padre, así que deja de prometer tanto. Y por favor, compórtate como un caballero. Pareces todo un crío.
Theodore miró con el ceño fruncido a su hermana, sin decir nada y se sentó en uno de los sofás que había en el salón. Antes, cogió la botella de coñac que tenía sobre la mesa principal. Entonces le destapó el corcho y comenzó a beber.
—¿En serio, Theodore? ¿Es esta tu respuesta a todo? Emborráchate cuanto quieras, no me quedaré aquí a mirar este penoso espectáculo. Tengo mejores cosas que hacer.
Entonces Danielle salió de la habitación, dejando allí a su hermano bebiendo como un cosaco, pensando en si, como de costumbre, se presentaría en su habitación en medio de la noche a pedirle perdón a su manera especial. Se ruborizó ante aquel pensamiento pero tenía clara sus prioridades y una de ella no era pensar en tener sexo con Theodore. Se dirigió a la zona de las habitaciones de invitados y comprobó que Neal ya estaba dentro, preguntándole a la criada. Luego fue directa a la habitación donde guardaba los utensilios de su padre y también comprobó que la cerradura no había sido forzada. Igualmente ya había sacado de allí ciertas cosas interesantes sin consultar a su hermano. No iba a dejar que aquel inútil borracho diese sus pertenencias sin ni siquiera consultarle. Luego se dirigió a la zona de las habitaciones principales. A esta se podía llegar de dos formas, o cruzando por las habitaciones de invitados y luego cruzando un largo pasillo perpendicular o yendo directamente por la parte izquierda de la casa. La parte superior tenía forma de "U" así que era fácil acceder a cualquier sitio a través de las escaleras. Cuando llegó a su habitación, suspiró y se preparó para irse a la cama. Le esperaba una noche muy larga.
...
Había estado acurrucado en una esquina de la habitación todo el tiempo, casi podía confundirse con una alfombra. Estaba esperando a que el ansiado momento llegase y aquel extraño hombre entrase en la habitación. Había estado tan quieto mientras la criada preparaba el cuarto que cuando se fue ni había reparado en su presencia y lo mismo ocurrió con el hechicero. Observó, fascinado, todo lo que hacía. Nunca había visto a nadie a parte de Joseph hacer cosas así. Incluso no recordaba haber visto al pripio Joseph mover a una tiza así. La miraba embelesado. Pese a la poca iluminación de la habitación tenía el sentido de la vista lo suficientemente desarrollado para ver todo lo que ocurría. El pequeño candelabro iluminaba lo suficiente como para que todo quedase embadurnado de un tono rojizo, intenso e hipnótico.
También se quedó anonadado al ver cómo el otro se desnudaba. Jamás había visto a nadie desnudo a parte de a sí mismo y a sus primos, cuando le daba por espiarlos. No perdió detalle de cada movimiento, guardó en su mente la imagen de cada milímetro del cuerpo ajeno. No sabía por qué se sentía sumamente atraído hacia aquella imagen. Quería acariciar cada milímetro de su piel, pasar las horas mirando aquel rostro... Sentía que le había pasado aquello que describían sus libros: se había enamorado a primera vista.
Cuando el chico se metió en la cama, un crujir de huesos empezó a escucharse en la habitación. No era un bonito espectáculo ver cómo un cambiante deformaba su cuerpo para mutar de forma. Pero no tardó demasiado en recobrar su aspecto humano. Estaba totalmente desnudo pero no le importaba. Se sentía demasiado extasiado para pararse a pensar en esos detalles. Sin pensárselo dos veces, corrió hacia la cama del hombre y se tiró sobre él, emocionado.
—Oh, dios mío. ¡Existes! ¡Existes de verdad! Eres tan guapo... Justo como lo describen mis libros. Estoy tan emocionado de poder hablar contigo. Los amos no lo permitirían, por eso me quedé quieto y escondido mientras preparaban tu habitación. Dime, ¿de dónde vienes, extraño ser? ¿Eres una creación divina? ¿Dónde has aprendido a hacer los hechizos del amo?—de repente, le retiró las sábanas y se subió a horcajadas sobre la entrepierna de Neal, acariciándole el rostro con timidez y fascinación. Blublú ni siquiera se estaba dando cuenta pero aquello lo estaba excitando—. Deseo tocarte, creo que estoy viviendo un sueño...
Blue Blues- Esclavo
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Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Imagínese irse a la cama en un lugar en el que, después de hacer los debidos preparativos, se siente completamente seguro y a salvo. Sabe que ninguno de los habitantes de esa casa podría soñar siquiera con arañar una barrera dibujada por usted, sabe que nada entra o sale del Cubo Perfecto... y, entonces, cuando sus ojos ya se están cerrando para descansar con normalidad... el absolutamente repentino e inesperado sonido de huesos crujiendo llena el silencioso ambiente que creó.
Los ojos de Neal se abrieron al instante, su corazón empezando a bombear sangre a todo su cuerpo con una velocidad anormal. En apenas un segundo, el brujo se había erguido en la cama y sus dedos habían chasqueado una vez más. Estaba tan alterado que apenas sí alcanzó a encender una de las pequeñas velas del candelabro; había dejado algo dentro... algo se había colado en la habitación, y él se había encerrado dentro con ello.
Maldiciendo su estupidez por no haberla registrado, su mente apenas alcanzó a preparar un conjuro adecuado para defenderse de su atacante... cuando se encontró tirado de nuevo sobre las blandas sábanas y con alguien encima empezando a hablar a toda velocidad.
Desde luego, había reconocido el sonido de parecido a huesos rompiéndose... como una transformación, pero hasta aquel momento no se había percatado de que era, precisamente, el cambiaformas que antes le había llamado la atención de aquella forma.
¿Acaso era un asesin...?
"¡Existes! ¡Existes de verdad! Eres tan guapo..."
"Pero... qué... demonios...?" su mano se había quedado congelada a escasos milímetros del abdomen del cambiante, en una posición que parecía prometer de todo menos cosquillas. El hechizo había muerto en su mente. ¿Qué demonios significaba aquello? ¿Aquella especie de... crío grande se había vuelto humano de repente, se había lanzado sobre él y todo para lanzarle piropos y decir cosas sin sentido...? ¿Él un "extraño ser"? ¿Cómo que "de dónde venía"? ¿Creación divina...? Por la gracia del Diablo...
Estaba a punto, a puntísimo, de recuperar el habla... cuando al cambiante pareció darle un nuevo ataque psicótico y, sin ton ni son, retiró sus sábanas como si nada, subiéndosele encima... de la entrepierna.
"¡¿...pero-qué-diablos-me-estás-contando?!"
- ¡P-Por todos los demonios, para un segundo! -trató de agarrar las manos del otro... aunque sabía que en una competición de fuerza, por mucho que él fuese más corpulento, no ganaría ni de broma al cambiante... al menos, no cuando el elixir que podría darle la ventaja en ese campo estaba entre su ropa, a varios metros de su situación actual...- ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿A qué vienen esas preguntas sin sentido? -trató de ignorar el hecho de que tenía a lo que ahora parecía un joven bien parecido sentado sobre su hombría... que el muchacho en cuestión estaba totalmente desnudo... y que aún por encima parecía que se estaba excitando.
- Vivo en París, si es eso a lo que te refieres con esa pregunta tan extraña... -dijo, más que nada porque no tenía ni idea de qué otra cosa hacer, ahora que parecía que el chico no iba a hacerle daño... aparentemente. Él no era de matar seres sobrenaturales porque sí; si había que defenderse mataba sin dudar, pero en aquel caso... ¿qué?- Aunque no, no nací aquí... -le miraba con el entrecejo fruncido, parpadeando para tratar de acostumbrar sus pupilas a la nueva luz tititalente- Y gracias por lo de "creación divina"... pero en estos momentos me encuentro lo suficientemente apartado del "camino divino" como para suponer siquiera que me creó una fantasía humana cargada de hipocresía...
Sólo al pararse a analizar la pregunta que... "Blublú" le había hecho a continuación, se dio cuenta de a lo que se refería, al menos, en aquel caso...
- Tu amo... ¿sirves al anciano de esta casa? -inquirió, mirándole de nuevo un tanto alerta. Quizás se lo había enviado con algún propósito... ¿analizarlo? ¿Sacarle información?
Entornó los ojos... quizás podría utilizarlo a su favor; no parecía estar fingiendo... aquella "ingenuidad" que casi podría confundirse con otra cosa peor.
- Esto... ¿Blublú? -parpadeó, soltándole lentamente las manos- Si... si te me bajas de encima tal vez podamos hablar... puedes hacerme más preguntas si quieres... pero primero tienes que bajarte, ¿sí? ¿Hay trato? -intentó sonar lo más persuasivo y sincero posible... porque, una vez se lo sacase de encima, se sentiría de nuevo mucho más seguro... en aquella situación, no, en absoluto.
Los ojos de Neal se abrieron al instante, su corazón empezando a bombear sangre a todo su cuerpo con una velocidad anormal. En apenas un segundo, el brujo se había erguido en la cama y sus dedos habían chasqueado una vez más. Estaba tan alterado que apenas sí alcanzó a encender una de las pequeñas velas del candelabro; había dejado algo dentro... algo se había colado en la habitación, y él se había encerrado dentro con ello.
Maldiciendo su estupidez por no haberla registrado, su mente apenas alcanzó a preparar un conjuro adecuado para defenderse de su atacante... cuando se encontró tirado de nuevo sobre las blandas sábanas y con alguien encima empezando a hablar a toda velocidad.
Desde luego, había reconocido el sonido de parecido a huesos rompiéndose... como una transformación, pero hasta aquel momento no se había percatado de que era, precisamente, el cambiaformas que antes le había llamado la atención de aquella forma.
¿Acaso era un asesin...?
"¡Existes! ¡Existes de verdad! Eres tan guapo..."
"Pero... qué... demonios...?" su mano se había quedado congelada a escasos milímetros del abdomen del cambiante, en una posición que parecía prometer de todo menos cosquillas. El hechizo había muerto en su mente. ¿Qué demonios significaba aquello? ¿Aquella especie de... crío grande se había vuelto humano de repente, se había lanzado sobre él y todo para lanzarle piropos y decir cosas sin sentido...? ¿Él un "extraño ser"? ¿Cómo que "de dónde venía"? ¿Creación divina...? Por la gracia del Diablo...
Estaba a punto, a puntísimo, de recuperar el habla... cuando al cambiante pareció darle un nuevo ataque psicótico y, sin ton ni son, retiró sus sábanas como si nada, subiéndosele encima... de la entrepierna.
"¡¿...pero-qué-diablos-me-estás-contando?!"
- ¡P-Por todos los demonios, para un segundo! -trató de agarrar las manos del otro... aunque sabía que en una competición de fuerza, por mucho que él fuese más corpulento, no ganaría ni de broma al cambiante... al menos, no cuando el elixir que podría darle la ventaja en ese campo estaba entre su ropa, a varios metros de su situación actual...- ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿A qué vienen esas preguntas sin sentido? -trató de ignorar el hecho de que tenía a lo que ahora parecía un joven bien parecido sentado sobre su hombría... que el muchacho en cuestión estaba totalmente desnudo... y que aún por encima parecía que se estaba excitando.
- Vivo en París, si es eso a lo que te refieres con esa pregunta tan extraña... -dijo, más que nada porque no tenía ni idea de qué otra cosa hacer, ahora que parecía que el chico no iba a hacerle daño... aparentemente. Él no era de matar seres sobrenaturales porque sí; si había que defenderse mataba sin dudar, pero en aquel caso... ¿qué?- Aunque no, no nací aquí... -le miraba con el entrecejo fruncido, parpadeando para tratar de acostumbrar sus pupilas a la nueva luz tititalente- Y gracias por lo de "creación divina"... pero en estos momentos me encuentro lo suficientemente apartado del "camino divino" como para suponer siquiera que me creó una fantasía humana cargada de hipocresía...
Sólo al pararse a analizar la pregunta que... "Blublú" le había hecho a continuación, se dio cuenta de a lo que se refería, al menos, en aquel caso...
- Tu amo... ¿sirves al anciano de esta casa? -inquirió, mirándole de nuevo un tanto alerta. Quizás se lo había enviado con algún propósito... ¿analizarlo? ¿Sacarle información?
Entornó los ojos... quizás podría utilizarlo a su favor; no parecía estar fingiendo... aquella "ingenuidad" que casi podría confundirse con otra cosa peor.
- Esto... ¿Blublú? -parpadeó, soltándole lentamente las manos- Si... si te me bajas de encima tal vez podamos hablar... puedes hacerme más preguntas si quieres... pero primero tienes que bajarte, ¿sí? ¿Hay trato? -intentó sonar lo más persuasivo y sincero posible... porque, una vez se lo sacase de encima, se sentiría de nuevo mucho más seguro... en aquella situación, no, en absoluto.
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
—Quiero hacer el acto sexual contigo, ¿no es obvio?—dijo frunciendo el ceño, sin parar de acariciar con la mano temblorosa el cuerpo del joven hechicero.
Las respuestas de Neal lo desconcertaban y le transmitían una gran curiosidad. Le parecía muy extraño que Neal no se hubiese dado cuenta de us intenciones. Ya había hecho lo que tenía que hacer; siguiendo al dedillo las indicaciones de sus libros:
Aplastó totalmente el cuerpo del contrario con el suyo propio, apoyando sus codos a cada lado de la cabeza del mismo y dejando caer su cabeza entre las palmas de sus manos.
—No son preguntas sin sentido—dijo sonriente—. Las he formulado claramente, ¿no?—abrió mucho los ojos, observando las atractivas facciones del rostro de Neal—. ¿París existe? ¿Me hablas en serio? Pensaba que sólo eran invenciones del libro—puso un gesto de desconcierto e ingenuidad absoluta ante el siguiente comentario de Neal—. No sé de qué me hablas. No entiendo eso del camino y la hipocresía y esas cosas que has dicho...—sonrió de oreja a oreja ante su última pregunta. Se sentía bastante orgulloso de servir a Joseph—. Sí, soy Blublú, la mascota de Joseph. Él es mi amo. ¿Lo conoces?—preguntó, intrigado.
Cuando Neal le pidió que se bajase puso una mirada triste y desesperanzada. Él no quería bajarse, él quería seguir tocándole, experimentar muchas cosas, tal vez incluso podría probar a besarle. Siempre había tenido la curiosidad de cómo sería eso de besar al amor de tu vida.
—Si me bajo me echarás de la habitación, ¿verdad?—dijo mientras le lanzaba una suplicante mirada de ojitos tiernos—. ¿No te gusto? Pensaba que este aspecto podría resultarte atractivo para realizar conmigo el acto sexual. Siempre he querido probarlo, sé que tiene que ser maravilloso. En mis libros lo describen como el éxtasis supremo y total. Por favor, no me rechaces—le suplicó abrazándose a él, lamiendo su mejilla, intentando acercarse con timidez a la boca ajena. Quería probar todos aquellos conocimientos que había recopilado a lo largo de su vida. Lo único que faltaba era un poco de colaboración (?).
Las respuestas de Neal lo desconcertaban y le transmitían una gran curiosidad. Le parecía muy extraño que Neal no se hubiese dado cuenta de us intenciones. Ya había hecho lo que tenía que hacer; siguiendo al dedillo las indicaciones de sus libros:
- Paso 1: Encuentra a tu único y maravilloso amor verdadero.
- Paso 2: Espéralo en un sitio que frecuente y cortéjalo.
- Paso 3: Hazle el amor durante toda la noche.
- Paso 4: Cásate y amaos de por vida.
Aplastó totalmente el cuerpo del contrario con el suyo propio, apoyando sus codos a cada lado de la cabeza del mismo y dejando caer su cabeza entre las palmas de sus manos.
—No son preguntas sin sentido—dijo sonriente—. Las he formulado claramente, ¿no?—abrió mucho los ojos, observando las atractivas facciones del rostro de Neal—. ¿París existe? ¿Me hablas en serio? Pensaba que sólo eran invenciones del libro—puso un gesto de desconcierto e ingenuidad absoluta ante el siguiente comentario de Neal—. No sé de qué me hablas. No entiendo eso del camino y la hipocresía y esas cosas que has dicho...—sonrió de oreja a oreja ante su última pregunta. Se sentía bastante orgulloso de servir a Joseph—. Sí, soy Blublú, la mascota de Joseph. Él es mi amo. ¿Lo conoces?—preguntó, intrigado.
Cuando Neal le pidió que se bajase puso una mirada triste y desesperanzada. Él no quería bajarse, él quería seguir tocándole, experimentar muchas cosas, tal vez incluso podría probar a besarle. Siempre había tenido la curiosidad de cómo sería eso de besar al amor de tu vida.
—Si me bajo me echarás de la habitación, ¿verdad?—dijo mientras le lanzaba una suplicante mirada de ojitos tiernos—. ¿No te gusto? Pensaba que este aspecto podría resultarte atractivo para realizar conmigo el acto sexual. Siempre he querido probarlo, sé que tiene que ser maravilloso. En mis libros lo describen como el éxtasis supremo y total. Por favor, no me rechaces—le suplicó abrazándose a él, lamiendo su mejilla, intentando acercarse con timidez a la boca ajena. Quería probar todos aquellos conocimientos que había recopilado a lo largo de su vida. Lo único que faltaba era un poco de colaboración (?).
Blue Blues- Esclavo
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Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
En aquella ocasión sí que ya no pudo evitarlo. Casi se le desencajó la mandíbula... la expresión desencajada fijo que le quedó. En aquella simple frase tan "obvia", un chico-perro llamado "Blublú" le había dejado a cuadros. ¿Quién demonios se cuela en la habitación de un desconocido con una vibra un tanto siniestra y le dice que quiere sexo? Al parecer, aquel cerebro de pelo (sí, una bola de pelo por cerebro, era lo que parecía que tenía) que, nuevamente, parecía tener una forma de pensar totalmente extraña y novedosa para el hechicero que, literalmente, no sabía a qué atenerse con aquel sujeto.
Se había quedado totalmente en blanco... así que simplemente escuchó las palabras del otro parpadeando como una lechuza deslumbrada y sin poder salir de su asombro.
"¿París existe?"
Un pensamiento, lo único coherente de aquella situación, empezaba a dibujarse en su mente. Una criatura de la que ni sabía que existía aunque hubiese frecuentado la compañía de aquellos dos comebichos a menudo... un cambiante al que ni siquiera mencionaban y que, ante sus propios ojos, habían tratado como si fuese una vulgar mascota.
Un ser que decía ser "Blublú, mascota de Joseph" como lo diría un esclavo que no era consciente de su propia condición... como alguien a quien hubiesen lavado el cerebro, directamente. Como alguien a quien hubiesen tenido secuestrado en aquel lugar, apartado del mundo hasta tal punto que era capaz de confundir con la ficción la ciudad en la que vivía, París.
No tenía ni idea de motivos, intereses o cualquier otra cosa que tuviese que ver con mantener a un cambiante encerrado en una mansión y manteniendo su nivel de inteligencia a un nivel casi infantil... pero creía que aquella teoría no iba muy desencaminada, teniendo en cuenta las frases que el chico soltaba y su forma de comportarse...
Habría seguido pensando en todas aquellas cosas profundas con gusto... pero tenía a un pre-adolescente seguramente cuarentón y con pinta de veinteañero (de por sí ya un popurri de contradicciones bien importante) restregándose encima de él, lanzándole miradas de cachorrito abandonado con aquellos preciosos ojos azules que tenía y haciéndose el adorable, ahora cada vez lo dudaba menos, sin la más mínima malicia implícita... dudaba mucho que su "amo" lo hubiese enviado, al menos por lo que estaba diciendo... y por el hecho de que parecía más interesado en practicar el sexo con él antes que quitarle ninguna información o averiguar nada sobre él.
No se le debería malinterpretar... a Neal los misterios, las intrigas y todas esas cosas profundas solían interesarle... pero era difícil concentrarse cuando a uno le suplicaban que no lo rechazasen, pegándosele, lamiéndole y demás historias...
"Joder... ¿eso que noto sobre mi estómago es...?" mierda... es decir, no era mierda, era otra cosa... y... bueno, eso.
Estaba jodido.
Sí, vale, podía estar barajando la posibilidad de tirarse a aquel cachorrito ingenuo... al fin y al cabo la habitación ya la había sellado, nadie escucharía nada y... qué narices, era un crío bastante mono, para casi doblarle la edad (seguramente). Había, sin embargo, una serie de problemas que veía en aquella situación... problemas que podían ser incluso preocupantes.
En primer lugar estaba el hecho de que aún sospechaba de las intenciones últimas del chico... sin duda creía en lo que quería hacer en aquel momento, pero puede que después tratase de intentar algo...
Y en segundo lugar, más preocupante todavía... es que era un cambiante con más fuerza física que él, un cambiante que, además, no parecía muy por la labor de moverse cuando se lo decía o como le decía. ¿Cómo se suponía que iba a encajar su... en el... del moreno si no se movía?
Neal estaba poniéndose nervioso... y su nerviosismo no hacía más que aumentar mientras su propia hombría comenzaba a levantar una carpa en su ligera ropa interior, tomando pleno, cálido y férreo contacto con las nalgas de "Blublú", que seguía sentado sobre él a sus anchas.
Estaba extremadamente jodido.
"... ¿me arriesgo...?"
"... ... ..."
"Supongo que si algo se tuerce siempre podré hacerle morder el polvo... si tengo una mano libre al menos..." su determinación era un trozo de carne ya demasiado levantado para su propio bien...
Su nivel de jodidismo era supremo, y eso que todavía ni se hacía una idea. Suspiró.
- En fin... como me imagino que ya habrás notado, no es como si no me gustases... -ladeó la mirada ligeramente, evitando mirar sus expresiones de cachorrillo- Pero... no sé cómo esperas que hagamos nada si no me dejas moverme... -le lanzó una mirada de soslayo- A no ser que pretendas quitarme la ropa y sentarte sobre mí otra vez... -sí... entrar por allí no se le antojaba poco apetecible, precisamente... la cosa era, en realidad, qué era lo que se le antojaba apetecible al propio "Blublú".
Neal, por su parte, supuso que al menos podría colaborar un poco en la situación en la que se encontraba y que no podía moverse demasiado... así que, finalmente, dejó que los labios del moreno alcanzasen los suyos, besándolos un poco dudoso todavía, aunque pronto como que le cogió el gusto a su sabor y le dio un poco más de entusiasmo. Pero reacio todavía, ¿eh? Ojito...
Madre mía lo jodido que estaba, si es que no tenía aquello ni pies ni cabeza...
Se había quedado totalmente en blanco... así que simplemente escuchó las palabras del otro parpadeando como una lechuza deslumbrada y sin poder salir de su asombro.
"¿París existe?"
Un pensamiento, lo único coherente de aquella situación, empezaba a dibujarse en su mente. Una criatura de la que ni sabía que existía aunque hubiese frecuentado la compañía de aquellos dos comebichos a menudo... un cambiante al que ni siquiera mencionaban y que, ante sus propios ojos, habían tratado como si fuese una vulgar mascota.
Un ser que decía ser "Blublú, mascota de Joseph" como lo diría un esclavo que no era consciente de su propia condición... como alguien a quien hubiesen lavado el cerebro, directamente. Como alguien a quien hubiesen tenido secuestrado en aquel lugar, apartado del mundo hasta tal punto que era capaz de confundir con la ficción la ciudad en la que vivía, París.
No tenía ni idea de motivos, intereses o cualquier otra cosa que tuviese que ver con mantener a un cambiante encerrado en una mansión y manteniendo su nivel de inteligencia a un nivel casi infantil... pero creía que aquella teoría no iba muy desencaminada, teniendo en cuenta las frases que el chico soltaba y su forma de comportarse...
Habría seguido pensando en todas aquellas cosas profundas con gusto... pero tenía a un pre-adolescente seguramente cuarentón y con pinta de veinteañero (de por sí ya un popurri de contradicciones bien importante) restregándose encima de él, lanzándole miradas de cachorrito abandonado con aquellos preciosos ojos azules que tenía y haciéndose el adorable, ahora cada vez lo dudaba menos, sin la más mínima malicia implícita... dudaba mucho que su "amo" lo hubiese enviado, al menos por lo que estaba diciendo... y por el hecho de que parecía más interesado en practicar el sexo con él antes que quitarle ninguna información o averiguar nada sobre él.
No se le debería malinterpretar... a Neal los misterios, las intrigas y todas esas cosas profundas solían interesarle... pero era difícil concentrarse cuando a uno le suplicaban que no lo rechazasen, pegándosele, lamiéndole y demás historias...
"Joder... ¿eso que noto sobre mi estómago es...?" mierda... es decir, no era mierda, era otra cosa... y... bueno, eso.
Estaba jodido.
Sí, vale, podía estar barajando la posibilidad de tirarse a aquel cachorrito ingenuo... al fin y al cabo la habitación ya la había sellado, nadie escucharía nada y... qué narices, era un crío bastante mono, para casi doblarle la edad (seguramente). Había, sin embargo, una serie de problemas que veía en aquella situación... problemas que podían ser incluso preocupantes.
En primer lugar estaba el hecho de que aún sospechaba de las intenciones últimas del chico... sin duda creía en lo que quería hacer en aquel momento, pero puede que después tratase de intentar algo...
Y en segundo lugar, más preocupante todavía... es que era un cambiante con más fuerza física que él, un cambiante que, además, no parecía muy por la labor de moverse cuando se lo decía o como le decía. ¿Cómo se suponía que iba a encajar su... en el... del moreno si no se movía?
Neal estaba poniéndose nervioso... y su nerviosismo no hacía más que aumentar mientras su propia hombría comenzaba a levantar una carpa en su ligera ropa interior, tomando pleno, cálido y férreo contacto con las nalgas de "Blublú", que seguía sentado sobre él a sus anchas.
Estaba extremadamente jodido.
"... ¿me arriesgo...?"
"... ... ..."
"Supongo que si algo se tuerce siempre podré hacerle morder el polvo... si tengo una mano libre al menos..." su determinación era un trozo de carne ya demasiado levantado para su propio bien...
Su nivel de jodidismo era supremo, y eso que todavía ni se hacía una idea. Suspiró.
- En fin... como me imagino que ya habrás notado, no es como si no me gustases... -ladeó la mirada ligeramente, evitando mirar sus expresiones de cachorrillo- Pero... no sé cómo esperas que hagamos nada si no me dejas moverme... -le lanzó una mirada de soslayo- A no ser que pretendas quitarme la ropa y sentarte sobre mí otra vez... -sí... entrar por allí no se le antojaba poco apetecible, precisamente... la cosa era, en realidad, qué era lo que se le antojaba apetecible al propio "Blublú".
Neal, por su parte, supuso que al menos podría colaborar un poco en la situación en la que se encontraba y que no podía moverse demasiado... así que, finalmente, dejó que los labios del moreno alcanzasen los suyos, besándolos un poco dudoso todavía, aunque pronto como que le cogió el gusto a su sabor y le dio un poco más de entusiasmo. Pero reacio todavía, ¿eh? Ojito...
Madre mía lo jodido que estaba, si es que no tenía aquello ni pies ni cabeza...
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Pese a ser tan ingenuo, el cánido no era para nada tonto. Se le había metido entre ceja y ceja que si, por un casual dejaba que el hechicero se moviese probablemente le haría uno de esos hechizos que le lanzaba Joseph cuando se portaba mal y lo echaría de la habitación. De hecho, Blublú era del todo consciente de que lo que estaba haciendo no iba por el camino de la doctrina que le habían inculcado a lo largo de su vida. Pero Blublú no había aprendido únicamente a obedecer, también tenía bien sabido que la herramienta más útil para conseguir lo que quieres de la otra persona era inmovilizarla... "por su propio bien".
Le habían lavado de tal forma el cerebro que pensaba que aquellos malos tratos que había recibido durante años eran unas buenas prácticas. Pensaba que los castigos eran bien merecidos y que su reclusión en aquella claustrofóbica habitación era un método que su amo usaba para protegerle. Así que con esta mentalidad, no fue muy difícil usarlo posteriormente como herramienta para disciplinar a los esclavos. Había desarrollado un síndrome de Estocolmo tan violento que había terminado por convertirse él mismo en verdugo en algunas ocasiones. Así que sin quererlo ni beberlo, de un día para otro se había convertido en toda una herramienta de torturas bastante útil, justo lo que estaba buscando Joseph.
Y llevando este tipo de pensamientos a su situación actual nos encontramos con que el primer movimiento del cánido fue usar su cuerpo para inmovilizar al otro mientras cogía una de las sábanas para atarle las manos al cabecero de la cama. Y tenía un largo bagaje en ese tipo de técnicas por lo que dejó al hechicero con las manos totalmente inutilizadas.
—Así mejor. No quiero que uses hechizos contra mí, no deseo hacerte nada malo—dijo sonriente. No es que pareciese que quisiese violarlo ni nada por el estilo, sólo estaba asegurándose de que su amor incondicional y repentino sería 100% correspondido.
Cuando Neal lo besó, sintió un escalofrío recorriéndole todo el cuerpo y obviamente, quería repetir aquella maravillosa sensación (después de maniatarlo, por supesto). Así que justo después de terminar con el tema de las sábanas comenzó a besarlo de forma ansiosa y salvaje una y otra vez. Se le podía ver en los ojos aquel brillo animal y descontrolado. No besaba demasiado bien, era la primera vez que lo hacía así que le dejó toda la boca llena de babas al hechicero.
—Me alegra gustarte, Neal—pronunció su nombre tal y como le había escuchado decir a sus amos—, pero no voy a soltarte. Podemos hacerlo perfectamente sin necesidad de que te muevas—dijo sonriente. Tenía muchas ganas de poner en práctica todo lo que sabía, así que empezó a repasar mentalmente: "hay que buscar un orificio".
Pero mientras repasaba mentalmente notó algo totalmente inesperado sobre sus nalgas así que dio un respingo. Sin pensárselo dos veces le bajó los calzones a Neal para ver qué era aquello. No se esperaba encontrarse "eso" allí. Aunque empezó a relacionar conceptos y se percató de que, si Neal era también un hombre como él, tendría ese tipo de cosas en ese tipo de sitios.
—¿Tú también tienes uno?—dijo sorprendido y emocionado, observando el falo contrario con detenimiento, se había puesto en pompas dejando su culo muy cerca de la cara de Neal mientras observaba su gran descubrimiento muy de cerca, llegando incluso a rozarlo con su rostro—. ¿Sabes que si lo agitas mucho con la mano sale un líquido blanco y espeso que da escalofríos? Lo descubrí hace poco—Blublú había descubierto su sexualidad desde hacía un tiempo relativamente escaso pero como era un hallazgo con el que se había topado él mismo, pensaba que era un conocimiento que sólo él poseía.
Claramente, tenía que poner en práctica lo que le estaba contando para que Neal pudiese disfrutar también de los grandes entresijos de la sexualidad humana. Así que se dio la vuelta, se puso cómodo sentado sobre los pies de Neal y comenzó a masturbarle.
—¿Te gusta?—dijo animado y eufórico, mirando fijamente el rostro del hechicero.
Pero mientras seguía mostrándole a Neal aquel maraviolloso mundo de la masturbación se le pasó por la cabeza algo que había dicho el hechicero y que no había terminado de quedarle del todo claro.
—Por cierto, no entendí eso de sentarme sobre tí. Ya te quité la ropa y me senté. Esto no es realizar el acto sexual, idiota—le regañó de forma inocente y orgullosa—. Sé perfectamente que lo que tengo que hacer es buscar un orificio por el que introducir mis genitales masculinos. No intentes engañarme, he leído mucho acerca del acto sexual. ¿No es emocionante? Estamos haciendo algo maravilloso juntos. Llevo mucho tiempo esperando a que aparecieses, algo en mí sabía que existías de verdad. ¡Es tan increíble encontrar a tu amor!
Le habían lavado de tal forma el cerebro que pensaba que aquellos malos tratos que había recibido durante años eran unas buenas prácticas. Pensaba que los castigos eran bien merecidos y que su reclusión en aquella claustrofóbica habitación era un método que su amo usaba para protegerle. Así que con esta mentalidad, no fue muy difícil usarlo posteriormente como herramienta para disciplinar a los esclavos. Había desarrollado un síndrome de Estocolmo tan violento que había terminado por convertirse él mismo en verdugo en algunas ocasiones. Así que sin quererlo ni beberlo, de un día para otro se había convertido en toda una herramienta de torturas bastante útil, justo lo que estaba buscando Joseph.
Y llevando este tipo de pensamientos a su situación actual nos encontramos con que el primer movimiento del cánido fue usar su cuerpo para inmovilizar al otro mientras cogía una de las sábanas para atarle las manos al cabecero de la cama. Y tenía un largo bagaje en ese tipo de técnicas por lo que dejó al hechicero con las manos totalmente inutilizadas.
—Así mejor. No quiero que uses hechizos contra mí, no deseo hacerte nada malo—dijo sonriente. No es que pareciese que quisiese violarlo ni nada por el estilo, sólo estaba asegurándose de que su amor incondicional y repentino sería 100% correspondido.
Cuando Neal lo besó, sintió un escalofrío recorriéndole todo el cuerpo y obviamente, quería repetir aquella maravillosa sensación (después de maniatarlo, por supesto). Así que justo después de terminar con el tema de las sábanas comenzó a besarlo de forma ansiosa y salvaje una y otra vez. Se le podía ver en los ojos aquel brillo animal y descontrolado. No besaba demasiado bien, era la primera vez que lo hacía así que le dejó toda la boca llena de babas al hechicero.
—Me alegra gustarte, Neal—pronunció su nombre tal y como le había escuchado decir a sus amos—, pero no voy a soltarte. Podemos hacerlo perfectamente sin necesidad de que te muevas—dijo sonriente. Tenía muchas ganas de poner en práctica todo lo que sabía, así que empezó a repasar mentalmente: "hay que buscar un orificio".
Pero mientras repasaba mentalmente notó algo totalmente inesperado sobre sus nalgas así que dio un respingo. Sin pensárselo dos veces le bajó los calzones a Neal para ver qué era aquello. No se esperaba encontrarse "eso" allí. Aunque empezó a relacionar conceptos y se percató de que, si Neal era también un hombre como él, tendría ese tipo de cosas en ese tipo de sitios.
—¿Tú también tienes uno?—dijo sorprendido y emocionado, observando el falo contrario con detenimiento, se había puesto en pompas dejando su culo muy cerca de la cara de Neal mientras observaba su gran descubrimiento muy de cerca, llegando incluso a rozarlo con su rostro—. ¿Sabes que si lo agitas mucho con la mano sale un líquido blanco y espeso que da escalofríos? Lo descubrí hace poco—Blublú había descubierto su sexualidad desde hacía un tiempo relativamente escaso pero como era un hallazgo con el que se había topado él mismo, pensaba que era un conocimiento que sólo él poseía.
Claramente, tenía que poner en práctica lo que le estaba contando para que Neal pudiese disfrutar también de los grandes entresijos de la sexualidad humana. Así que se dio la vuelta, se puso cómodo sentado sobre los pies de Neal y comenzó a masturbarle.
—¿Te gusta?—dijo animado y eufórico, mirando fijamente el rostro del hechicero.
Pero mientras seguía mostrándole a Neal aquel maraviolloso mundo de la masturbación se le pasó por la cabeza algo que había dicho el hechicero y que no había terminado de quedarle del todo claro.
—Por cierto, no entendí eso de sentarme sobre tí. Ya te quité la ropa y me senté. Esto no es realizar el acto sexual, idiota—le regañó de forma inocente y orgullosa—. Sé perfectamente que lo que tengo que hacer es buscar un orificio por el que introducir mis genitales masculinos. No intentes engañarme, he leído mucho acerca del acto sexual. ¿No es emocionante? Estamos haciendo algo maravilloso juntos. Llevo mucho tiempo esperando a que aparecieses, algo en mí sabía que existías de verdad. ¡Es tan increíble encontrar a tu amor!
Blue Blues- Esclavo
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Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
- ¿Pero qué...? -entornó los ojos, frunció el entrecejo... y de nada le sirvió hacer ni una cosa ni la otra. Los reflejos del otro eran superiores, su fuerza, igual. En menos de lo que se tardaba en estornudar, Neal se encontró con las manos atadas al cabecero de la cama.
Desde luego, tenía un arsenal temible de conjuros que no requería ni que moviese un dedo, algunos ni siquiera requerían que hablase... pero aquello sería utilizar artillería pesada, y puede que se cargase al cambiante, una última baza, por así decirlo. Era evidente que si la cosa se salía de madre los usaría... pero por el momento, aún en su situación y que el cánido le estaba dando un poco de mal rollo, no parecía peligroso... del todo, en un sentido asesino al menos... más bien era como...
Los ojos de Neal empezaron a abrirse un poco más, alarmado por una repentina sospecha que...
Se le quedó en la recámara de su cabeza, olvidada durante un tiempo cuando el cambiante empezó a "besarlo" de una forma que más parecía un perro babeándole toda la boca. Al brujo empezaba a darle un tick nervioso en el ojo...
¡¿Cómo diantres había acabado ÉL en aquella situación?!
Trató de centrarse, pero era muy difícil... ¡la maldita situación era demasiado bizarra para hacerse siquiera una idea mental de lo que estaba pasando!
- P-Pero vamos a ver... ¿no crees que sería más interesante si yo... si yo también pudiese tocarte y hacerte sentir bien...? -trataba de hacer entrar en "razón" a aquel ser, al menos por el momento sin demasiado éxito al ver cómo la atención del chico cambiaba casi a cada momento, distrayéndose ahora por... ¿su erección?
La boca entreabierta, la ceja levantada y la expresión de completa incredulidad de Neal habrían bastado para componer un poema, por lo menos. "¡¿Tú también tienes uno?! ¡¿QUÉ CLASE DE PREGUNTA ES ESA?!" sus manos se retorcieron en forma de garra, ahora arrepintiéndose su dueño de no haber atravesado de lado a lado a aquel idiota cuando tuvo ocasión... no lo habría matado, pero sin duda sí escarmentado. ¿Qué diantres pasaba por aquella cabeza casi enteramente hueca?
La siguiente pregunta, absurda también, se le pasó en medio de aquel arranque de ira que el brujo a duras penas pudo contener... le habría gustado insultar al cambiante, pero dada su situación, quizás no fuese lo más sabio.
La incógnita seguía siendo, en todo caso... ¿cuál era su situación?
Ahora se ponía a masturbarlo... si es que...
Estaba tratando de calmarse, entre que ignoraba el obvio aunque leve placer que le daba aquel movimiento de manos del contrario y relajaba su furia, cuando estaba escuchando cansino las nuevas paranoias de aquel tonto... cuando lo procesó.
"...lo que tengo que hacer es buscar un orificio por el que introducir mis genitales masculinos..."
Sus ojos, que se habían cerrado mientras recitaba un mantra calmante en su cabeza, se abrieron de golpe mientras sentía como si los huevos se le pusiesen de corbata, palideciendo visiblemente.
¿He comentado ya lo jodidísimo que estaba? Ahora tendrá mucho más sentido...
- ¡EH! -casi gritó, esta vez espantado y sin poder encontrar ni un hechizo en su cabeza- ¡¿C-Cómo que meter en...?! ¡Yo no hago eso! -ya ni le salían las palabras adecuadas, ¡¿cómo demonios era aquel conjuro para mandar todo a su alrededor a la mierda...?!- ¡Nunca lo he hecho, así que no puedes...! ¡No te voy a permitr...! -sus ojos bajaron a la entrepierna del crío sin que se diese perfecta cuenta de ello. No era extremadamente grande... desde luego, ni se podía comparar con la suya propia en tamaño. Aquello podría resultar un tanto calmante... al menos por los dos segundos que Neal tardó en recordar que estaba tratando con lo que a todas luces era un adolescente salido de seis años mentales, como mucho... que, si era tan bruto como había demostrado ser hasta el momento, podría estocarle aquello dentro a lo bestia sin cuidado ninguno. Y un tamaño como el suyo podría dolerle de narices sin la debida preparación... al fin y al cabo, nunca le habían hecho aquello.
Ahora que ya tenía razón para seguir sintiendo pánico, Neal se puso en marcha de nuevo. ¿Cómo? Simple: logró desprender sus pies de debajo del chico a base de moverlos sobre las sábanas y le lanzó una coz con todas sus fuerzas, directa a la cara.
No lo pensó... en aquel momento no estaba pensando en nada coherente... sólo pensaba que así debían de sentirse muchas mujeres cuando estaban a punto de violarlas, y no era una sensación para nada agradable.
- ¡SUÉLTAME INMEDIATAMENTE O TE JURO QUE REDUCIRÉ TODO A CENIZAS! -exclamó con rabia, luchando nuevamente por recordar algún conjuro útil para aquella situación. ¡Pero si es que nunca se había visto en una situación así! ¡No había manual sobre qué hacer cuando te intenta violar un perro cambiante descerebrado!
Él, una persona calmada, reflexiva y que siempre tenía el control de todo... había entrado oficialmente en un ataque de pánico de la máxima magnitud.
Desde luego, tenía un arsenal temible de conjuros que no requería ni que moviese un dedo, algunos ni siquiera requerían que hablase... pero aquello sería utilizar artillería pesada, y puede que se cargase al cambiante, una última baza, por así decirlo. Era evidente que si la cosa se salía de madre los usaría... pero por el momento, aún en su situación y que el cánido le estaba dando un poco de mal rollo, no parecía peligroso... del todo, en un sentido asesino al menos... más bien era como...
Los ojos de Neal empezaron a abrirse un poco más, alarmado por una repentina sospecha que...
Se le quedó en la recámara de su cabeza, olvidada durante un tiempo cuando el cambiante empezó a "besarlo" de una forma que más parecía un perro babeándole toda la boca. Al brujo empezaba a darle un tick nervioso en el ojo...
¡¿Cómo diantres había acabado ÉL en aquella situación?!
Trató de centrarse, pero era muy difícil... ¡la maldita situación era demasiado bizarra para hacerse siquiera una idea mental de lo que estaba pasando!
- P-Pero vamos a ver... ¿no crees que sería más interesante si yo... si yo también pudiese tocarte y hacerte sentir bien...? -trataba de hacer entrar en "razón" a aquel ser, al menos por el momento sin demasiado éxito al ver cómo la atención del chico cambiaba casi a cada momento, distrayéndose ahora por... ¿su erección?
La boca entreabierta, la ceja levantada y la expresión de completa incredulidad de Neal habrían bastado para componer un poema, por lo menos. "¡¿Tú también tienes uno?! ¡¿QUÉ CLASE DE PREGUNTA ES ESA?!" sus manos se retorcieron en forma de garra, ahora arrepintiéndose su dueño de no haber atravesado de lado a lado a aquel idiota cuando tuvo ocasión... no lo habría matado, pero sin duda sí escarmentado. ¿Qué diantres pasaba por aquella cabeza casi enteramente hueca?
La siguiente pregunta, absurda también, se le pasó en medio de aquel arranque de ira que el brujo a duras penas pudo contener... le habría gustado insultar al cambiante, pero dada su situación, quizás no fuese lo más sabio.
La incógnita seguía siendo, en todo caso... ¿cuál era su situación?
Ahora se ponía a masturbarlo... si es que...
Estaba tratando de calmarse, entre que ignoraba el obvio aunque leve placer que le daba aquel movimiento de manos del contrario y relajaba su furia, cuando estaba escuchando cansino las nuevas paranoias de aquel tonto... cuando lo procesó.
"...lo que tengo que hacer es buscar un orificio por el que introducir mis genitales masculinos..."
Sus ojos, que se habían cerrado mientras recitaba un mantra calmante en su cabeza, se abrieron de golpe mientras sentía como si los huevos se le pusiesen de corbata, palideciendo visiblemente.
¿He comentado ya lo jodidísimo que estaba? Ahora tendrá mucho más sentido...
- ¡EH! -casi gritó, esta vez espantado y sin poder encontrar ni un hechizo en su cabeza- ¡¿C-Cómo que meter en...?! ¡Yo no hago eso! -ya ni le salían las palabras adecuadas, ¡¿cómo demonios era aquel conjuro para mandar todo a su alrededor a la mierda...?!- ¡Nunca lo he hecho, así que no puedes...! ¡No te voy a permitr...! -sus ojos bajaron a la entrepierna del crío sin que se diese perfecta cuenta de ello. No era extremadamente grande... desde luego, ni se podía comparar con la suya propia en tamaño. Aquello podría resultar un tanto calmante... al menos por los dos segundos que Neal tardó en recordar que estaba tratando con lo que a todas luces era un adolescente salido de seis años mentales, como mucho... que, si era tan bruto como había demostrado ser hasta el momento, podría estocarle aquello dentro a lo bestia sin cuidado ninguno. Y un tamaño como el suyo podría dolerle de narices sin la debida preparación... al fin y al cabo, nunca le habían hecho aquello.
Ahora que ya tenía razón para seguir sintiendo pánico, Neal se puso en marcha de nuevo. ¿Cómo? Simple: logró desprender sus pies de debajo del chico a base de moverlos sobre las sábanas y le lanzó una coz con todas sus fuerzas, directa a la cara.
No lo pensó... en aquel momento no estaba pensando en nada coherente... sólo pensaba que así debían de sentirse muchas mujeres cuando estaban a punto de violarlas, y no era una sensación para nada agradable.
- ¡SUÉLTAME INMEDIATAMENTE O TE JURO QUE REDUCIRÉ TODO A CENIZAS! -exclamó con rabia, luchando nuevamente por recordar algún conjuro útil para aquella situación. ¡Pero si es que nunca se había visto en una situación así! ¡No había manual sobre qué hacer cuando te intenta violar un perro cambiante descerebrado!
Él, una persona calmada, reflexiva y que siempre tenía el control de todo... había entrado oficialmente en un ataque de pánico de la máxima magnitud.
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Aquello se estaba volviendo una situación realmente divertida. Aquel chico le recordaba a aquellos esclavos a los que les tenía que impartir justicia, gritando y amenazándole de muerte. ¿Pero qué era la muerte sino una maravillosa y placentera experiencia? Él los estaba ayudando, así se lo había mostrado su mentor. El dolor y el sufrimiento no eran más que una etapa que se debía superar. Cada vez que hacía aquel razonamiento su lado más salvaje salía a luz, uno incontrolable y desquiciado. Su transformación en hiena era la más poderosa de las tres pero también la más dura de realizar. Recordaba que en los primeros días en la casa, era casi su único cambio. Estaba en aquella habitación, maniatado e inmovilizado soltando aquellas tétricas risas características del animal en cuestión. Sólo cuando aprendió a controlar sus otras dos transformaciones y evitar aquella tercera fue cuando lo desataron por primera vez.
Durante unos instantes unos fuertes impulsos empezaron a hacer que casi le diese un ataque de risa, pero se contuvo. Había aprendido a controlar aquella parte de sí mismo. Había costado alguna que otra vida negra pero su amo también le enseñó que su poder no podía usarse en cualquier situación. Las vidas que quitaba no eran gratis y pese a que le pareciese un divertido espectáculo, tenía que ser más sumiso y obedecer. Así que obedeció.
—Neal, no grites... no te voy a hacer daño—dijo sinceramente, mirando fijamente a los ojos del contrario, acariciándole el rostro—. Yo no soy así...—continuó, tratando de convencerse a sí mismo.
Aquella coz no le dolió demasiado físicamente pero sí anímicamente. Tenía dos emociones muy fuertes chocando en su interior. Por una parte había leído que "el acto" debía ser algo bonito entre dos personas, sin gritos ni hostilidades. Pero por otra parte había aprendido que los gritos y las hostilidades eran cosas buenas. Se supone que que Neal tenía que amarlo tan intensamente como él lo hacía. Pero... ¿qué era el amor? Nunca lo había experimentado. El único "amor" que había tenido en su vida era uno a base de malos tratos. ¿Pero era eso lo que quería? Estaba muy confuso.
—Te soltaré—dijo, un tanto inseguro—, pero primero quiero que me dejes experimentar. No te voy a hacer daño—repitió—. ¡Puedes darme indicaciones! Pro...prometo que te haré disfrutar, como en los libros...—sonrió de forma tierna y decidida.
Empezó a deslizar tímidamente los dedos por los muslos ajenos, hasta alcanzar su pelvis. Entonces empezó a investigar por aquella zona en busca del famoso "orificio". Cuando deslizó su mano por debajo de los testículos y empezó a investigar por la zona anal, encontró aquello que estaba buscando. Introdujo con delicadeza uno de sus dedos y lo sacó con la misma sutilidad.
—¿No es un poco pequeño? También tiene una textura algo extraña. Debería ser más suave, ¿no?—se llevó una de las manos detrás de la nuca, mostrando una media sonrisa—. ¿Qué hago?—dijo un tanto indeciso y asustado.
No quería que Neal volviese a gritar improperios e intentase zafarse. No quería que su primer, único y verdadero amor se fuese de su lado así que quiso probar un plan alternativo. No le había costado demasiado llegar a la conclusión de que si ambos eran hombre y tenían pene obviamente él también poseería ese "orificio". Nunca se lo había buscado pero no tardó demasiado en descubrirlo con una de sus manos.
—A mí tampoco me han marcado nunca, ni tampoco he marcado a nadie. Pero quiero hacerlo contigo así que si me dejas hacerlo, yo también me dejaré. ¿Te parecería eso bien, Neal?—dijo tragando saliva, algo ruborizado.
Para alguien como Blue, un cánido en toda regla, aquello de marcar territorio era algo muy importante. Él quería marcar al amor de su vida pero nunca se le había ocurrido la opción inversa. Tampoco sabía que el amor de su vida también tendría genitales masculinos. Eso no era algo que se pudiese decidir, venía con el pack de "príncipe azul instanténo".
No sabía que hacer, podía arriesgarse y ver qué pasaba si desataba a Neal o seguir con su plan de "hacerle disfrutar por la fuerza". El otro le había dicho que si lo desataba también le haría disfrutar y él había venido a eso, a experimentar cosas nuevas y a disfrutar con su recién encontrado amor verdadero. Pero por otra parte tenía muchísimo miedo de que Neal lo echase de la habitación. Se sentía tan frustrado que soltó unas lágrimas, pero finalmente se decidió y desató al hechicero, alejándose de él cabizbajo por miedo a las represalias que éste pudiese tomar.
—No me eches, por favor. Sé que no me he portado bien, no he sido un buen perro. Puedes castigarme si quieres pero no me eches, por favor...—le lanzó una mirada de pena y desesperación. Esperando a que el hechicero aceptase la oferta que le había planteado—. Me portaré bien si me dejas experimentar el sexo contigo. Es lo único que pido...—le lanzó una mirada firme y directa. Le estaba dando a entender que "sería un buen perro sumiso si el otro lo dejaba hacer todo lo que estaba pidiendo". Sino, volvería a volverse travieso. Era un niño obediente, pero también caprichoso y demasiado curioso, al fin y al cabo.
Durante unos instantes unos fuertes impulsos empezaron a hacer que casi le diese un ataque de risa, pero se contuvo. Había aprendido a controlar aquella parte de sí mismo. Había costado alguna que otra vida negra pero su amo también le enseñó que su poder no podía usarse en cualquier situación. Las vidas que quitaba no eran gratis y pese a que le pareciese un divertido espectáculo, tenía que ser más sumiso y obedecer. Así que obedeció.
—Neal, no grites... no te voy a hacer daño—dijo sinceramente, mirando fijamente a los ojos del contrario, acariciándole el rostro—. Yo no soy así...—continuó, tratando de convencerse a sí mismo.
Aquella coz no le dolió demasiado físicamente pero sí anímicamente. Tenía dos emociones muy fuertes chocando en su interior. Por una parte había leído que "el acto" debía ser algo bonito entre dos personas, sin gritos ni hostilidades. Pero por otra parte había aprendido que los gritos y las hostilidades eran cosas buenas. Se supone que que Neal tenía que amarlo tan intensamente como él lo hacía. Pero... ¿qué era el amor? Nunca lo había experimentado. El único "amor" que había tenido en su vida era uno a base de malos tratos. ¿Pero era eso lo que quería? Estaba muy confuso.
—Te soltaré—dijo, un tanto inseguro—, pero primero quiero que me dejes experimentar. No te voy a hacer daño—repitió—. ¡Puedes darme indicaciones! Pro...prometo que te haré disfrutar, como en los libros...—sonrió de forma tierna y decidida.
Empezó a deslizar tímidamente los dedos por los muslos ajenos, hasta alcanzar su pelvis. Entonces empezó a investigar por aquella zona en busca del famoso "orificio". Cuando deslizó su mano por debajo de los testículos y empezó a investigar por la zona anal, encontró aquello que estaba buscando. Introdujo con delicadeza uno de sus dedos y lo sacó con la misma sutilidad.
—¿No es un poco pequeño? También tiene una textura algo extraña. Debería ser más suave, ¿no?—se llevó una de las manos detrás de la nuca, mostrando una media sonrisa—. ¿Qué hago?—dijo un tanto indeciso y asustado.
No quería que Neal volviese a gritar improperios e intentase zafarse. No quería que su primer, único y verdadero amor se fuese de su lado así que quiso probar un plan alternativo. No le había costado demasiado llegar a la conclusión de que si ambos eran hombre y tenían pene obviamente él también poseería ese "orificio". Nunca se lo había buscado pero no tardó demasiado en descubrirlo con una de sus manos.
—A mí tampoco me han marcado nunca, ni tampoco he marcado a nadie. Pero quiero hacerlo contigo así que si me dejas hacerlo, yo también me dejaré. ¿Te parecería eso bien, Neal?—dijo tragando saliva, algo ruborizado.
Para alguien como Blue, un cánido en toda regla, aquello de marcar territorio era algo muy importante. Él quería marcar al amor de su vida pero nunca se le había ocurrido la opción inversa. Tampoco sabía que el amor de su vida también tendría genitales masculinos. Eso no era algo que se pudiese decidir, venía con el pack de "príncipe azul instanténo".
No sabía que hacer, podía arriesgarse y ver qué pasaba si desataba a Neal o seguir con su plan de "hacerle disfrutar por la fuerza". El otro le había dicho que si lo desataba también le haría disfrutar y él había venido a eso, a experimentar cosas nuevas y a disfrutar con su recién encontrado amor verdadero. Pero por otra parte tenía muchísimo miedo de que Neal lo echase de la habitación. Se sentía tan frustrado que soltó unas lágrimas, pero finalmente se decidió y desató al hechicero, alejándose de él cabizbajo por miedo a las represalias que éste pudiese tomar.
—No me eches, por favor. Sé que no me he portado bien, no he sido un buen perro. Puedes castigarme si quieres pero no me eches, por favor...—le lanzó una mirada de pena y desesperación. Esperando a que el hechicero aceptase la oferta que le había planteado—. Me portaré bien si me dejas experimentar el sexo contigo. Es lo único que pido...—le lanzó una mirada firme y directa. Le estaba dando a entender que "sería un buen perro sumiso si el otro lo dejaba hacer todo lo que estaba pidiendo". Sino, volvería a volverse travieso. Era un niño obediente, pero también caprichoso y demasiado curioso, al fin y al cabo.
Blue Blues- Esclavo
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Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
En medio de aquel estado de pánico en el que nunca se había encontrado antes, Neal sintió que algo iba mal... terriblemente mal, peor de lo que debería. Por el rabillo del ojo mientras seguía retorciéndose como una serpiente tratando de escapar de una trampa, vio que el aura luminosa que rodeaba la figura del muchacho titilaba, como buscando expandirse... cambiar.
Un escalofrío le recorrió la espalda desnuda y, casi sin darse cuenta, un recurso del que nadie se daba cuenta que poseía en todo momento comenzó a ondular sobre su piel...
Pero, tan pronto como vio aquel alarmante indicio, éste pareció pasar, dejándolo más desconcertado todavía... aumentando más aquel sentimiento de confusión cuando, aparentemente, empezó a considerar la opción de soltarle, soltando aquellos comentarios a mayores que parecían única y exclusivamente destinados a calmarle, o a... incitarle.
Neal seguía demasiado alucinado como para decir algo, aunque el respingo que dio al notar los dedos del cambiante por sus piernas fue bastante espectacular. Todo su cuerpo se tensó con fuerza, apretó los dientes y estuvo a punto de soltarle otra patada cuando notó cómo la punta de uno de sus dedos "intentó" entrar... porque entrar, lo que se dice entrar, no entró ni un centímetro en el estado en el que estaba el brujo, que era de todo menos relajado.
- Saca esa mano de ahí... -gruñó entre dientes "o te la arranco" añadió para sí, conteniendo a duras penas aquella amenaza vacía. Clavó sus ojos oscuros, fríos y duros en los del contrario, no respondiendo a ninguna de sus preguntas y sólo observándolo... esperando a que cumpliese con lo que le había dicho, dado que no se sentía seguro en absoluto todavía.
"Contrólate" se dijo simplemente, manteniendo su semblante inexpresivo al ver los rubores de aquel maldito manipulador y escuchar sus múltiples propuestas que, hasta que lo soltase, ni siquiera pensaba considerar. El tic del ojo le volvió al ver cómo el chico soltaba hasta unas lagrimillas, a saber por qué... y entonces, por fin...
Trepó al respaldo de la cama nada más se sintió libre, acariciándose un tanto las muñecas que, por sus propios esfuerzos al intentar soltarse, habían quedado un poco rojas, si bien era tan leve que ya iba desapareciendo. No le quitaba la vista de encima al cambiante, en verdad planteándose la posibilidad de meterlo en una barrera y tirarlo por la ventana de aquella forma. O tal vez paralizarlo y darle una lección de modales. O incluso agarrarlo y... y... y hacerle...
Entornó los ojos e hizo una mueca de desagrado. ¿Por qué ahora se comportaba como un cachorrillo arrepentido? Neal estaba casi totalmente seguro de que no se arrepentía en lo más mínimo de lo que le había hecho... de lo que le había estado a punto de hacer contra su voluntad. Entonces, ¿acaso estaba tomándole el pelo de una forma colosal sólo para meterse en sus pantalones?
Aunque instantes antes la situación le había hecho perder por completo la excitación que el chico había despertado en él antes de revelar sus verdaderos planes, ahora que estaba libre y se sentía de nuevo capaz de barrer el suelo con aquel perro, para su desgracia empezaba a notarse de nuevo un tanto... excitado.
Hacía poco se había encontrado con una situación tan distinta que casi ni se le podrían ver las similitudes... en una bañera, con otro jovencito extremadamente apetitoso frente a él y sugiriendo de forma muy atrayente el hacerle probar a él lo que era el placer de... bueno, "recibir" por una vez, algo que nunca en su vida había probado.
En aquel momento se había sentido un poco intimidado por el tamaño de la hombría del chico que, si bien no alcanzaba el suyo tampoco, era más que decente. Además, el hecho de la "vergüenza" había influído quizás un poco en el orgulloso hechicero...
Ahora la vergüenza era un paso totalmente superado, de eso no cabía duda, y las dimensiones... hasta Neal podía darse cuenta de que eran mucho más adecuadas para no hacerle ver las estrellas. Las del dolor, se entiende. Puede que, para él, el tamaño más "compacto" fuese precisamente lo que más le gustase de una situación así.
Parpadeó. Había estado en silencio ya mucho rato. Quiso probar algo...
- ¡AL SUELO! -exclamó con tono de mando, señalándole el suelo, suelo... en el que el cambiante se sentó, por lo que Neal pudo apreciar, casi como si fuese por acto reflejo.
Allí sentado, desnudo y con aquellos ojos azules abiertos casi del todo...
Entrecerró sus propios ojos y suspiró, evitando en lo posible que se le notase que le temblaba un poco la respiración.
- Tú tienes tus condiciones... yo tengo las mías -comenzó, pensando a grandes zancadas sin moverse todavía de la cama y de su postura a medio erguir, aunque se hubiese cubierto un poco de cintura para abajo con las sábanas. No se había vuelto a poner la ropa interior...-. No te echaré de la habitación... pero recibirás un castigo... en cierto modo -alzó una ceja-. CONFÍO -remarcó mucho la palabra- en que lo cumplirás sin chistar... pero, antes de eso... dime tu nombre completo, no pienso llamarte "Blublú"... puede que parezcas un perro, pero no lo eres -algo que, sin embargo, parecía que le habían dejado muy marcado al chico. ¿Aquél "Blublú" saldría de su nombre original? Quería saberlo, al menos... un comienzo más civilizado.
- Dicho eso... supongo... -carraspeó ligeramente sin poder evitarlo, no demasiado acostumbrado a decir las cosas de forma tan directa con un "amante" que acababa de asaltarle y hacia el cual no sentía, literalmente, ni la más mínima confianza- que puedo dejar que... "experimentes el sexo conmigo"... -hizo otra mueca, obligándose de nuevo a mirarlo fijamente aunque no se sintiese muy dado a ello con lo que estaba teniendo que decir como si nada...
- Primero que nada... cierra los ojos, tu castigo será, precisamente, que no podrás ver nada hasta que yo lo quiera -entornó los ojos-, ¿está claro? -a aquellas alturas ya le daba igual... así que rompió con sus manos un trozo de la sábana, haciendo una venda que, al levantarse, colocó alrededor de los ojos del cambiante.
De aquella forma... se sintió un poco más seguro todavía. Y, ya levantado, se notaba que de nuevo la situación le gustaba... porque volvía a estar erecto. Suspiró... en menudos líos se metía...
- No sé qué habrás leído tú... -en verdad no tenía idea qué clase de... lectura ofrecería "instrucciones" y cosas similares del sexo- Pero... si vas a hacerlo con un hombre, las cosas no son tan fáciles -otra mueca le salió... si es que estaba nervioso como la primera vez que había matado a alguien... por todos los demonios salidos del Inframundo...
Siempre había sido un hombre muy limpio... tanto que, a pesar de que nunca había dejado que nadie lo tocase siquiera en aquella zona privada de su anatomía, nunca iba por ahí sucio. Aquel día no era una excepción, y se encontró irritado consigo mismo por sentirse un tanto aliviado de tener aquel trabajo hecho "de casa", como se suele decir.
Al final iba a resultar que tenía ganas y todo... joder...
Como si la erección de caballo no fuese suficiente indicativo, pff...
- Para poder... ah... hacer... el sexo?... conmigo, tiene que gustarte hacer una cosa en particular... si no te gusta, no podrías... em... marcarme -mentía, desde luego, había muchas otras formas... pero quizás con aquello le echase para atrás, si no le gustaba.
Secretamente estaba pensando que, como era de perruno, quizás le encantaría... pero no sabía si se estaba alegrando al pensar eso o... no...
Se llevó una mano al rostro, ahogando otro suspiro en ella, y entonces lanzó una mirada hacia abajo, hacia el chico sentado y con los ojos tapados.
- Comprobemos si te gusta o no... a... abre la boca y saca tu lengua -y pensar que a aquellas alturas, de la bizarra situación y de su vida como adulto, iba a volver a tener vergüenza... joder-. Venga... allá... allá va...
Trató de no pensarlo más, le dio la espalda al muchacho y, tras un segundo de duda más, dobló un poco las piernas... hasta que notó la cálida respiración del cambiaformas acariciando su trasero y un poco de humedad bañó aquella zona.
Tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no soltar un gemido. Lo logró.
- Y... ¿y bien...? -logró decir con la voz más o menos firme.
Un escalofrío le recorrió la espalda desnuda y, casi sin darse cuenta, un recurso del que nadie se daba cuenta que poseía en todo momento comenzó a ondular sobre su piel...
Pero, tan pronto como vio aquel alarmante indicio, éste pareció pasar, dejándolo más desconcertado todavía... aumentando más aquel sentimiento de confusión cuando, aparentemente, empezó a considerar la opción de soltarle, soltando aquellos comentarios a mayores que parecían única y exclusivamente destinados a calmarle, o a... incitarle.
Neal seguía demasiado alucinado como para decir algo, aunque el respingo que dio al notar los dedos del cambiante por sus piernas fue bastante espectacular. Todo su cuerpo se tensó con fuerza, apretó los dientes y estuvo a punto de soltarle otra patada cuando notó cómo la punta de uno de sus dedos "intentó" entrar... porque entrar, lo que se dice entrar, no entró ni un centímetro en el estado en el que estaba el brujo, que era de todo menos relajado.
- Saca esa mano de ahí... -gruñó entre dientes "o te la arranco" añadió para sí, conteniendo a duras penas aquella amenaza vacía. Clavó sus ojos oscuros, fríos y duros en los del contrario, no respondiendo a ninguna de sus preguntas y sólo observándolo... esperando a que cumpliese con lo que le había dicho, dado que no se sentía seguro en absoluto todavía.
"Contrólate" se dijo simplemente, manteniendo su semblante inexpresivo al ver los rubores de aquel maldito manipulador y escuchar sus múltiples propuestas que, hasta que lo soltase, ni siquiera pensaba considerar. El tic del ojo le volvió al ver cómo el chico soltaba hasta unas lagrimillas, a saber por qué... y entonces, por fin...
Trepó al respaldo de la cama nada más se sintió libre, acariciándose un tanto las muñecas que, por sus propios esfuerzos al intentar soltarse, habían quedado un poco rojas, si bien era tan leve que ya iba desapareciendo. No le quitaba la vista de encima al cambiante, en verdad planteándose la posibilidad de meterlo en una barrera y tirarlo por la ventana de aquella forma. O tal vez paralizarlo y darle una lección de modales. O incluso agarrarlo y... y... y hacerle...
Entornó los ojos e hizo una mueca de desagrado. ¿Por qué ahora se comportaba como un cachorrillo arrepentido? Neal estaba casi totalmente seguro de que no se arrepentía en lo más mínimo de lo que le había hecho... de lo que le había estado a punto de hacer contra su voluntad. Entonces, ¿acaso estaba tomándole el pelo de una forma colosal sólo para meterse en sus pantalones?
Aunque instantes antes la situación le había hecho perder por completo la excitación que el chico había despertado en él antes de revelar sus verdaderos planes, ahora que estaba libre y se sentía de nuevo capaz de barrer el suelo con aquel perro, para su desgracia empezaba a notarse de nuevo un tanto... excitado.
Hacía poco se había encontrado con una situación tan distinta que casi ni se le podrían ver las similitudes... en una bañera, con otro jovencito extremadamente apetitoso frente a él y sugiriendo de forma muy atrayente el hacerle probar a él lo que era el placer de... bueno, "recibir" por una vez, algo que nunca en su vida había probado.
En aquel momento se había sentido un poco intimidado por el tamaño de la hombría del chico que, si bien no alcanzaba el suyo tampoco, era más que decente. Además, el hecho de la "vergüenza" había influído quizás un poco en el orgulloso hechicero...
Ahora la vergüenza era un paso totalmente superado, de eso no cabía duda, y las dimensiones... hasta Neal podía darse cuenta de que eran mucho más adecuadas para no hacerle ver las estrellas. Las del dolor, se entiende. Puede que, para él, el tamaño más "compacto" fuese precisamente lo que más le gustase de una situación así.
Parpadeó. Había estado en silencio ya mucho rato. Quiso probar algo...
- ¡AL SUELO! -exclamó con tono de mando, señalándole el suelo, suelo... en el que el cambiante se sentó, por lo que Neal pudo apreciar, casi como si fuese por acto reflejo.
Allí sentado, desnudo y con aquellos ojos azules abiertos casi del todo...
Entrecerró sus propios ojos y suspiró, evitando en lo posible que se le notase que le temblaba un poco la respiración.
- Tú tienes tus condiciones... yo tengo las mías -comenzó, pensando a grandes zancadas sin moverse todavía de la cama y de su postura a medio erguir, aunque se hubiese cubierto un poco de cintura para abajo con las sábanas. No se había vuelto a poner la ropa interior...-. No te echaré de la habitación... pero recibirás un castigo... en cierto modo -alzó una ceja-. CONFÍO -remarcó mucho la palabra- en que lo cumplirás sin chistar... pero, antes de eso... dime tu nombre completo, no pienso llamarte "Blublú"... puede que parezcas un perro, pero no lo eres -algo que, sin embargo, parecía que le habían dejado muy marcado al chico. ¿Aquél "Blublú" saldría de su nombre original? Quería saberlo, al menos... un comienzo más civilizado.
- Dicho eso... supongo... -carraspeó ligeramente sin poder evitarlo, no demasiado acostumbrado a decir las cosas de forma tan directa con un "amante" que acababa de asaltarle y hacia el cual no sentía, literalmente, ni la más mínima confianza- que puedo dejar que... "experimentes el sexo conmigo"... -hizo otra mueca, obligándose de nuevo a mirarlo fijamente aunque no se sintiese muy dado a ello con lo que estaba teniendo que decir como si nada...
- Primero que nada... cierra los ojos, tu castigo será, precisamente, que no podrás ver nada hasta que yo lo quiera -entornó los ojos-, ¿está claro? -a aquellas alturas ya le daba igual... así que rompió con sus manos un trozo de la sábana, haciendo una venda que, al levantarse, colocó alrededor de los ojos del cambiante.
De aquella forma... se sintió un poco más seguro todavía. Y, ya levantado, se notaba que de nuevo la situación le gustaba... porque volvía a estar erecto. Suspiró... en menudos líos se metía...
- No sé qué habrás leído tú... -en verdad no tenía idea qué clase de... lectura ofrecería "instrucciones" y cosas similares del sexo- Pero... si vas a hacerlo con un hombre, las cosas no son tan fáciles -otra mueca le salió... si es que estaba nervioso como la primera vez que había matado a alguien... por todos los demonios salidos del Inframundo...
Siempre había sido un hombre muy limpio... tanto que, a pesar de que nunca había dejado que nadie lo tocase siquiera en aquella zona privada de su anatomía, nunca iba por ahí sucio. Aquel día no era una excepción, y se encontró irritado consigo mismo por sentirse un tanto aliviado de tener aquel trabajo hecho "de casa", como se suele decir.
Al final iba a resultar que tenía ganas y todo... joder...
Como si la erección de caballo no fuese suficiente indicativo, pff...
- Para poder... ah... hacer... el sexo?... conmigo, tiene que gustarte hacer una cosa en particular... si no te gusta, no podrías... em... marcarme -mentía, desde luego, había muchas otras formas... pero quizás con aquello le echase para atrás, si no le gustaba.
Secretamente estaba pensando que, como era de perruno, quizás le encantaría... pero no sabía si se estaba alegrando al pensar eso o... no...
Se llevó una mano al rostro, ahogando otro suspiro en ella, y entonces lanzó una mirada hacia abajo, hacia el chico sentado y con los ojos tapados.
- Comprobemos si te gusta o no... a... abre la boca y saca tu lengua -y pensar que a aquellas alturas, de la bizarra situación y de su vida como adulto, iba a volver a tener vergüenza... joder-. Venga... allá... allá va...
Trató de no pensarlo más, le dio la espalda al muchacho y, tras un segundo de duda más, dobló un poco las piernas... hasta que notó la cálida respiración del cambiaformas acariciando su trasero y un poco de humedad bañó aquella zona.
Tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no soltar un gemido. Lo logró.
- Y... ¿y bien...? -logró decir con la voz más o menos firme.
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Era la primera vez que lo trataban así en mucho tiempo. Pese a haber obedecido de forma sumisa y obediente a las indicaciones del hechicero, tenía la idea de que su castigo sería algo un poco más... "duro". Pensaba que le daría una paliza, que lo echaría a patadas o algo por el estilo. Así que se le iluminaron los ojos al ver que su único "castigo" por llamarlo de alguna manera sería no poder ver nada. Algo bastante solucionable debido a que podría usar los ojos de Neal para poder ver. Aunque de todas maneras no era algo que le hiciese falta ya que tenía el resto de sentidos muy desarrollados.
Por otro lado, aquel trato tan "humano" lo habían hecho sentir extraño, llevaba tantos años escuchando aquel pseudónimo que casi había olvidado su nombre real. Se llevó una mano a la barbilla haciendo un poco de memoria y sonrió al encontrar su origen.
—Blue, sólo Blue. Pero me llaman "Blublú" porque me apellido exactamente igual. Supongo que es divertido, ¿no?—dijo enseñando sus grandes y blancos dientes.
Estaba sentado sobre sus rodillas, con las manos sobre sus muslos, de una forma un tanto canina. Se pasaba demasiado tiempo transformado en perro y se le pegaban ciertas costumbres. Se le iluminaron los ojos al oír ese "sí" que tanto ansiaba. Como cualquier perro que se precie, ponía la colita bien tiesa cuando algo lo emocionaba. Miró al hechicero de arriba abajo, fantaseando con cómo sería aquella experiencia. ¿Sería cierto eso de que tocaría el séptimo cielo? Tampoco tenía idea de cuáles eran los otros seis pero el número siete sonaba muy deseable.
—Oh, Neal. ¡Estoy tan emocionado! ¿Te he dicho ya que es mi primera vez? Siempre he sentido mucha envidia de los amos. ¡Yo también quiero un amor como el de Danielle y Theodore!
En el momento en el que le vendó los ojos el travieso Blublú no pudo evitar la tentación de "hacer trampas". Dijo que no podía ver nada pero no mencionó nada de que no pudiese usar los ojos del hechicero. Así que aunque dejó pasar unos minutos, en cuanto sintió aquella extraña zona sobre su lengua, no pudo evitar curiosear. Le había resultado muy extraña la forma que Neal había tenido de describir lo que tenía que hacer para poder realizar el acto sexual con él. Lo cierto es que Blue no comprendía demasiado bien las diferencias entre un hombre y una mujer, por lo que todo aquello lo inundaba de una mórbida curiosidad. Al principio, como no sabía qué era lo que estaba lamiendo, se sintió algo reacio a seguir indagando. Aquello tenía un sabor extraño, por no hablar de que su olfato superdesarrollado estaba redescubriendo la mezcla de feromonas que desprendía el hechicero.
Lo primero era lo primero: echar un vistazo. Así que usó aquella cualidad que usaba a veces para cotillear a sus primos para observar qué estaba viendo Neal. Y cuando descubrió que la posición aquellas pupilas incitaban a pensar que Neal estaba en cierta posición, no pudo evitar que sus las suyas propias se dilatasen por la emoción. ¡Estaba lamiendo el orificio! Oh, aquel maravilloso y deseado orificio. Estaba tocándolo, lamiéndolo, sintiéndolo. ¡Qué gran y placentera sensación! El cánido verdaderamente había tocado el séptimo cielo.
Agarró con fuerza las caderas de Neal y enterró su rostro en aquellas maravillosas, sensuales y tersas nalgas. No sabía exactamente qué tenía que lamer pero se dedicó a pasar su lengua por todo el largo de aquellas sexys curvas. Luego indagó en lo que más le interesaba: el orificio. Separó aquellas nalgas en busca del paraíso, colocando su lengua impaciente y salvaje dentro del orificio, moviéndola por todas partes, intentando ahondar lo máximo posible. Sinceramente, él pensaba que los órganos masculinos eran otra cosa. No pensaba que su lengua también formase parte del conjunto. No terminaba de sentir aquel placer intenso que le prometían los libros. No podía negar que le gustaba pero se sentía estafado con eso de llegar hasta el fondo, los orgasmos y tal. Él no conseguía llegar hasta el fondo, y eso que lo intentaba con todas sus fuerzas.
—Neal, ¿estás seguro de que tengo que usar la lengua para esto? ¿No te estás equivocando? Juraría que lo que hay que usar es el pene—dijo muy seguro de sí mismo, orgulloso, sintiendo que estaba corrigiendo al hechicero ya que él poseía el conocimiento absoluto acerca del sexo.
Se levantó, sin separar sus manos de la cintura ajena, apretando con fuerza las nalgas del chico, deseoso de llegar más allá. Comenzó a frotar su miembro contra el orificio hasta que la punta de su miembro comenzó a encajar levemente. Sentía el orificio suave y dilatado, aunque apenas había entrado. Entonces comenzó a empujar lentamente, ansioso de demostrar que tenía razón.
—¿Ves Neal?—dijo entre gemidos, suspirando cada vez de forma más intensa—. Creo que se hace así—terminó de dar el último empujón, soltando más gemidos, más intensos con aquella voz varonil aunque tierna que poseía el moreno. Entonces comenzó a sacarla con la misma lentitud y cuidado con la que la había introducido—. Puedo demostrártelo de nuevo—bromeó, volviendo a introducir su miembro, algo más rápido. Empezó a subir más aquella velocidad, hasta que al final se encontró con que tenía a Neal atrapado entre sus fuertes brazos para facilitar dar aquellas embestidas a esa velocidad. Tenía una de las manos en su cintura y la otra en su pecho. Sentía cómo aquellas nalgas botaban de forma incesante sobre su cadera. No tenía tiempo ni para tragar saliva debido a la excitación. Al final simplemente se dejó a llevar, gimiendo de forma sonora e incesante, disfrutando del cuerpo ajeno, tan exultante, tan bello. Aquello era tal como se lo imaginaba: estaba haciendo suyo al hombre de sus sueños.
Por otro lado, aquel trato tan "humano" lo habían hecho sentir extraño, llevaba tantos años escuchando aquel pseudónimo que casi había olvidado su nombre real. Se llevó una mano a la barbilla haciendo un poco de memoria y sonrió al encontrar su origen.
—Blue, sólo Blue. Pero me llaman "Blublú" porque me apellido exactamente igual. Supongo que es divertido, ¿no?—dijo enseñando sus grandes y blancos dientes.
Estaba sentado sobre sus rodillas, con las manos sobre sus muslos, de una forma un tanto canina. Se pasaba demasiado tiempo transformado en perro y se le pegaban ciertas costumbres. Se le iluminaron los ojos al oír ese "sí" que tanto ansiaba. Como cualquier perro que se precie, ponía la colita bien tiesa cuando algo lo emocionaba. Miró al hechicero de arriba abajo, fantaseando con cómo sería aquella experiencia. ¿Sería cierto eso de que tocaría el séptimo cielo? Tampoco tenía idea de cuáles eran los otros seis pero el número siete sonaba muy deseable.
—Oh, Neal. ¡Estoy tan emocionado! ¿Te he dicho ya que es mi primera vez? Siempre he sentido mucha envidia de los amos. ¡Yo también quiero un amor como el de Danielle y Theodore!
En el momento en el que le vendó los ojos el travieso Blublú no pudo evitar la tentación de "hacer trampas". Dijo que no podía ver nada pero no mencionó nada de que no pudiese usar los ojos del hechicero. Así que aunque dejó pasar unos minutos, en cuanto sintió aquella extraña zona sobre su lengua, no pudo evitar curiosear. Le había resultado muy extraña la forma que Neal había tenido de describir lo que tenía que hacer para poder realizar el acto sexual con él. Lo cierto es que Blue no comprendía demasiado bien las diferencias entre un hombre y una mujer, por lo que todo aquello lo inundaba de una mórbida curiosidad. Al principio, como no sabía qué era lo que estaba lamiendo, se sintió algo reacio a seguir indagando. Aquello tenía un sabor extraño, por no hablar de que su olfato superdesarrollado estaba redescubriendo la mezcla de feromonas que desprendía el hechicero.
Lo primero era lo primero: echar un vistazo. Así que usó aquella cualidad que usaba a veces para cotillear a sus primos para observar qué estaba viendo Neal. Y cuando descubrió que la posición aquellas pupilas incitaban a pensar que Neal estaba en cierta posición, no pudo evitar que sus las suyas propias se dilatasen por la emoción. ¡Estaba lamiendo el orificio! Oh, aquel maravilloso y deseado orificio. Estaba tocándolo, lamiéndolo, sintiéndolo. ¡Qué gran y placentera sensación! El cánido verdaderamente había tocado el séptimo cielo.
Agarró con fuerza las caderas de Neal y enterró su rostro en aquellas maravillosas, sensuales y tersas nalgas. No sabía exactamente qué tenía que lamer pero se dedicó a pasar su lengua por todo el largo de aquellas sexys curvas. Luego indagó en lo que más le interesaba: el orificio. Separó aquellas nalgas en busca del paraíso, colocando su lengua impaciente y salvaje dentro del orificio, moviéndola por todas partes, intentando ahondar lo máximo posible. Sinceramente, él pensaba que los órganos masculinos eran otra cosa. No pensaba que su lengua también formase parte del conjunto. No terminaba de sentir aquel placer intenso que le prometían los libros. No podía negar que le gustaba pero se sentía estafado con eso de llegar hasta el fondo, los orgasmos y tal. Él no conseguía llegar hasta el fondo, y eso que lo intentaba con todas sus fuerzas.
—Neal, ¿estás seguro de que tengo que usar la lengua para esto? ¿No te estás equivocando? Juraría que lo que hay que usar es el pene—dijo muy seguro de sí mismo, orgulloso, sintiendo que estaba corrigiendo al hechicero ya que él poseía el conocimiento absoluto acerca del sexo.
Se levantó, sin separar sus manos de la cintura ajena, apretando con fuerza las nalgas del chico, deseoso de llegar más allá. Comenzó a frotar su miembro contra el orificio hasta que la punta de su miembro comenzó a encajar levemente. Sentía el orificio suave y dilatado, aunque apenas había entrado. Entonces comenzó a empujar lentamente, ansioso de demostrar que tenía razón.
—¿Ves Neal?—dijo entre gemidos, suspirando cada vez de forma más intensa—. Creo que se hace así—terminó de dar el último empujón, soltando más gemidos, más intensos con aquella voz varonil aunque tierna que poseía el moreno. Entonces comenzó a sacarla con la misma lentitud y cuidado con la que la había introducido—. Puedo demostrártelo de nuevo—bromeó, volviendo a introducir su miembro, algo más rápido. Empezó a subir más aquella velocidad, hasta que al final se encontró con que tenía a Neal atrapado entre sus fuertes brazos para facilitar dar aquellas embestidas a esa velocidad. Tenía una de las manos en su cintura y la otra en su pecho. Sentía cómo aquellas nalgas botaban de forma incesante sobre su cadera. No tenía tiempo ni para tragar saliva debido a la excitación. Al final simplemente se dejó a llevar, gimiendo de forma sonora e incesante, disfrutando del cuerpo ajeno, tan exultante, tan bello. Aquello era tal como se lo imaginaba: estaba haciendo suyo al hombre de sus sueños.
Blue Blues- Esclavo
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Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
- Blue... -murmuró, mirando al chico con los ojos entornados, aunque ahora de una forma no amenazadora. Hasta tenía un nombre bonito... le pegaba- Puede que para ellos lo sea... pero yo te voy a llamar por tu nombre, Blue -ya le daría vueltas a aquel tema... si es que merecía la pena dárselas, al día siguiente. Ahora mismo estaba empezando a pensar más con la polla que con la cabeza, como sin duda cualquiera habría notado con las órdenes que procedió a darle, al menos vendándole los ojos para tratar de sentirse así más seguro y menos avergonzado.
Archivó también el conocimiento repentino y que le hizo alzar una ceja sobre los "amos" del cambiante... no es como si le sorprendiese demasiado que aquellos dos estuviesen metidos en una relación incestuosa, y no se sorprendía por cosas como esas, tal era su personalidad... pero siempre podría usarlo para chantajearlos en un futuro, sospechaba, no muy lejano.
Sonriendo ligeramente al pensarlo, se sintió tranquilo durante medio segundo más... hasta que aquella escena sexual procedió ahora de acuerdo a lo que él quería... o pensaba querer, porque repentinamente sintió algunas dificultades para mantenerse sobre sus piernas al notar la lengua del chico en aquella zona que, por primera vez en su vida, se le estimulaba.
Logró enmascarar sus suspiros al principio, porque notaba sus movimientos lentos y como reacios... pero notó una extraña sensación en su cabeza y, de repente, se le olvidó eso y más... porque Blue empezó a lamerlo como si le fuese la vida en ello.
- ¡Joder...! -exclamó sin poder evitarlo, soltando un gemido a continuación que, ahora, sí que no pudo evitar soltar. Estaba metiéndole la lengua... él lo había hecho en muchas ocasiones ya, pero, que se lo hiciesen a él... era, evidentemente, algo totalmente distinto.
Tuvo que apoyar las manos sobre sus rodillas, y lanzó miradas por encima del hombro al muchacho, cuya cabeza parecía casi soterrada entre sus nalgas. "¡Demonios...!" alcanzó a pensar, gimiendo de forma más seguida mientras de su miembro totalmente duro manaba presemen de forma casi continua sin que se hubiese tocado una vez.
Con el descanso que el otro le dio inconscientemente para hablar, Neal trató de reponerse para explicarle con un tono un tanto irritado, para lo que servía aquello... puede que por eso no se diese demasiada cuenta de lo que el chico hacía en un principio.
- La lengua... es para... preparar... dilatar... para no hacer daño... -iba a añadir "perro tonto", pero se contuvo... algo que luego se planteó seriamente como un error, porque empezó a notar la calidez del glande de Blue rozándos econtra su entrada y le miró por encima del hombro, alarmado.
- Ey, ey... espera... no vayas a meterla tan prontO! -aquella última letra se fundió con una especie de gemido, porque notó entrar la punta y se sintió entre tremendamente extraño y... bueno... no demasiado mal.
Estaba pensando eso cuando notó como el otro empezaba a empujar lentamente... entrando en él así como quien no quería la cosa aprovechándose de que el hechicero estaba demasiado ocupado sintiéndolo todo de forma demasiado vívida como para hacer nada más. El hecho de que lo atrapase con sus brazos tampoco ayudaba a una escapada estratégica, precisamente.
Las palabras que le dijo entre sus gemidos, pegado a su cuerpo desde detrás, hicieron que la excitación de Neal aumentase... y antes de darse cuenta, estaba totalmente dentro.
El brujo respiraba agitadamente, y habría agradecido un poco de tiempo para acostumbrarse a la extrañísima sensación de tener algo dentro de él... pero el cambiante parecía tener otros planes. Planes que, nuevamente, le arrancaron una buena cantidad de gemidos no planeados.
Se lo estaba follando lo que hasta hacía unos segundos era sólo un perro doméstico, él le estaba dejando... y aún por encima el tío se cachondeaba.
Apretó los dientes y, girando el cuello como pudo, agarró la cabeza del otro por la nuca para acercarlo a su propio rostro, callándolo de la única forma que ahora podía: besándolo.
Aprovechó aquello para ahogar sus gemidos en su boca, porque el chico se movía cada vez más rápido y estaba empezando a notar que, con cada embestida, Blue tocaba algo en su interior que...
La única razón por la que se mantenía aún en pie era porque el otro le estaba sosteniendo, sin embargo empezaba a notar las piernas como si fuesen gelatina... y no podía seguir con aquello, necesitaba tumbarse... necesitaba...
No pensó en qué posición lo dejaría aquello, simplemente se separó como pudo del otro y cayó sobre la cama cuan largo era, jadeante y desviando su cabeza hacia uno de los lados, quedando ahora más expuesto ante Blue que poco parecía necesitar de la visión para acercarse a él.
Lanzó una mirada hacia el chico, viendo su miembro todavía erecto, ligeramente húmedo, lo que había tenido dentro. Entornó los ojos, imaginando que el que se separase de él le echaría para atrás o le haría pensar que se había enfadado con él o similar...
- Vamos... ¿a qué... esperas...? -jadeó, mandando a la mierda todo su raciocinio y sus excusas al llevar ambas manos hacia atrás y separar él mismo sus glúteos, ofreciéndose al otro- Ven aquí... y termina lo... que empezaste... -a la mierda con todo... que se lo follase... lo había disfrutado... y ahora que había probado la experiencia, él también quería sentirla hasta el final.
Archivó también el conocimiento repentino y que le hizo alzar una ceja sobre los "amos" del cambiante... no es como si le sorprendiese demasiado que aquellos dos estuviesen metidos en una relación incestuosa, y no se sorprendía por cosas como esas, tal era su personalidad... pero siempre podría usarlo para chantajearlos en un futuro, sospechaba, no muy lejano.
Sonriendo ligeramente al pensarlo, se sintió tranquilo durante medio segundo más... hasta que aquella escena sexual procedió ahora de acuerdo a lo que él quería... o pensaba querer, porque repentinamente sintió algunas dificultades para mantenerse sobre sus piernas al notar la lengua del chico en aquella zona que, por primera vez en su vida, se le estimulaba.
Logró enmascarar sus suspiros al principio, porque notaba sus movimientos lentos y como reacios... pero notó una extraña sensación en su cabeza y, de repente, se le olvidó eso y más... porque Blue empezó a lamerlo como si le fuese la vida en ello.
- ¡Joder...! -exclamó sin poder evitarlo, soltando un gemido a continuación que, ahora, sí que no pudo evitar soltar. Estaba metiéndole la lengua... él lo había hecho en muchas ocasiones ya, pero, que se lo hiciesen a él... era, evidentemente, algo totalmente distinto.
Tuvo que apoyar las manos sobre sus rodillas, y lanzó miradas por encima del hombro al muchacho, cuya cabeza parecía casi soterrada entre sus nalgas. "¡Demonios...!" alcanzó a pensar, gimiendo de forma más seguida mientras de su miembro totalmente duro manaba presemen de forma casi continua sin que se hubiese tocado una vez.
Con el descanso que el otro le dio inconscientemente para hablar, Neal trató de reponerse para explicarle con un tono un tanto irritado, para lo que servía aquello... puede que por eso no se diese demasiada cuenta de lo que el chico hacía en un principio.
- La lengua... es para... preparar... dilatar... para no hacer daño... -iba a añadir "perro tonto", pero se contuvo... algo que luego se planteó seriamente como un error, porque empezó a notar la calidez del glande de Blue rozándos econtra su entrada y le miró por encima del hombro, alarmado.
- Ey, ey... espera... no vayas a meterla tan prontO! -aquella última letra se fundió con una especie de gemido, porque notó entrar la punta y se sintió entre tremendamente extraño y... bueno... no demasiado mal.
Estaba pensando eso cuando notó como el otro empezaba a empujar lentamente... entrando en él así como quien no quería la cosa aprovechándose de que el hechicero estaba demasiado ocupado sintiéndolo todo de forma demasiado vívida como para hacer nada más. El hecho de que lo atrapase con sus brazos tampoco ayudaba a una escapada estratégica, precisamente.
Las palabras que le dijo entre sus gemidos, pegado a su cuerpo desde detrás, hicieron que la excitación de Neal aumentase... y antes de darse cuenta, estaba totalmente dentro.
El brujo respiraba agitadamente, y habría agradecido un poco de tiempo para acostumbrarse a la extrañísima sensación de tener algo dentro de él... pero el cambiante parecía tener otros planes. Planes que, nuevamente, le arrancaron una buena cantidad de gemidos no planeados.
Se lo estaba follando lo que hasta hacía unos segundos era sólo un perro doméstico, él le estaba dejando... y aún por encima el tío se cachondeaba.
Apretó los dientes y, girando el cuello como pudo, agarró la cabeza del otro por la nuca para acercarlo a su propio rostro, callándolo de la única forma que ahora podía: besándolo.
Aprovechó aquello para ahogar sus gemidos en su boca, porque el chico se movía cada vez más rápido y estaba empezando a notar que, con cada embestida, Blue tocaba algo en su interior que...
La única razón por la que se mantenía aún en pie era porque el otro le estaba sosteniendo, sin embargo empezaba a notar las piernas como si fuesen gelatina... y no podía seguir con aquello, necesitaba tumbarse... necesitaba...
No pensó en qué posición lo dejaría aquello, simplemente se separó como pudo del otro y cayó sobre la cama cuan largo era, jadeante y desviando su cabeza hacia uno de los lados, quedando ahora más expuesto ante Blue que poco parecía necesitar de la visión para acercarse a él.
Lanzó una mirada hacia el chico, viendo su miembro todavía erecto, ligeramente húmedo, lo que había tenido dentro. Entornó los ojos, imaginando que el que se separase de él le echaría para atrás o le haría pensar que se había enfadado con él o similar...
- Vamos... ¿a qué... esperas...? -jadeó, mandando a la mierda todo su raciocinio y sus excusas al llevar ambas manos hacia atrás y separar él mismo sus glúteos, ofreciéndose al otro- Ven aquí... y termina lo... que empezaste... -a la mierda con todo... que se lo follase... lo había disfrutado... y ahora que había probado la experiencia, él también quería sentirla hasta el final.
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Los gemidos ajenos únicamente conseguien extasiarlo aún más. Aquella bestia parda en forma de adolescente había descubierto lo que era el sexo y sólo Dios sabía cuánto lo estaba disfrutando. Y aunque el otro le había insistido en la importante función de la lengua (la cual había sido descartada como posible genital dada la explicación del hechicero), ya era un poco tarde para pararse a pensar en posibles acciones de preparación que tenía que haber llevado acabo. Estaba dentro de Neal, lo estaba embistiendo, estaba haciendo su sueño realidad. ¡A la mierda los preparativos! ¡Viva el sexo salvaje!
Devoró los labios ajenos cuando éstos se posaron sobre los suyos. Estaban calientes, húmedos y enrojecidos. Como aún no tenía práctica, volvió descubrir su torpeza delante de su amante. Aunque esta vez estaba tan ansioso y excitado que, aparte de babearle, mordisqueó aquellos jugosos y tiernos labios. No sabía por qué, pero simplemente le apetecía hacerlo.
Estaba tan ensimismado en el movimiento del cuerpo de Neal con cada embestida, con cada gemido. Le encantaba el calor que desprendía, cómo le temblaban las piernas, el tono de su voz... era casi mágico. Así que cuando se separó de él no pudo evitar sorprenderse. Estaba a punto de llegar a "ese momento" de éxtasis. Tenía el pene muy duro, muy rojo y muy húmedo; palpitante por el sémen acumulado en su interior. Sentía que sus testículos iban a expltar si no vaciaba aquello pronto. No sabía qué había hecho mal para que Neal hiciese aquello... si parecía que estaba disfrutando. ¿Le habría dolido? ¿Estaba yendo muy rápido? Las dudas asaltaron su cabeza y durante un instante, se sintió bastante mal. Pero aquello no duró demasiado ya que volvió a escuchar al hechicero. Como aún no había roto el hechizo, sabía que estaba sobre la cama en una posición verdaderamente sugerente. Se lanzó encima suya como un animal pero antes de volver a introducir su miembro entre las piernas de Neal se tomó la libertad de quitarse la venda.
—Espero que no te importe, quiero que veas esto...—dijo con cierto tono de morbo, mordiéndose los labios. Entonces usó su poder para hacer que Neal pudiese ver a través de sus ojos. Quería que presenciase cómo lo marcaba. Si él estaba disfrutando, seguro que a Neal también le gustaría. Estaban predestinados a estar juntos, ¿por qué no iba a disfrutar de cómo el futuro amor de su vida le follaba el trasero?
No duró demasiado, al fin y al cabo, aquella era su primera vez. Terminó soltando una serie de sonoros y sugerentes gemidos. El cuerpo le temblaba, apretaba los ojos y su boca se quedó entreabierta. Su cuerpo cayó derribado sobre la espalda de Neal. Estaba sonriendo mientras miraba al techo, esbozando una amplia sonrisa mientras dejaba que el aire cálido entrase y saliese corriendo de forma agitada por sus pulmones. Cuando recobró un poco el aliento se separó de Neal, tumbándose a su lado, mirándole fijamente con aquellos ojos azules y tiernos. Se había fijado por primera vez en los de Neal, eran oscuros, brillantes y bonitos como una noche despejada llena de estrellas. Ni si quiera se entretuvo en parpadear, le gustaba mucho aquella visión. Sin duda alguna Neal era un hombre muy apuesto, había elegido bien al amor de su vida.
—Neal—dijo con una voz algo tímida aunque lujuriosa—, lo prometido es deuda... te toca—se puso a cuatro patas sobre la cama, inclinando su trasero hacia la parte posterior de la misma, esperando a que Neal se levantase y le hiciese lo propio. Le había prometido que también se dejaría marcar por él y estaba dispuesto a cumplirlo, aunque le aterrase un poco en cierta forma. No tenía planeada ni jamás había fantaseado con aquella parte. Pero como el hechicero parecía que había disfrutado mucho, verdaderamente le apetecía probar aquello él también.
Devoró los labios ajenos cuando éstos se posaron sobre los suyos. Estaban calientes, húmedos y enrojecidos. Como aún no tenía práctica, volvió descubrir su torpeza delante de su amante. Aunque esta vez estaba tan ansioso y excitado que, aparte de babearle, mordisqueó aquellos jugosos y tiernos labios. No sabía por qué, pero simplemente le apetecía hacerlo.
Estaba tan ensimismado en el movimiento del cuerpo de Neal con cada embestida, con cada gemido. Le encantaba el calor que desprendía, cómo le temblaban las piernas, el tono de su voz... era casi mágico. Así que cuando se separó de él no pudo evitar sorprenderse. Estaba a punto de llegar a "ese momento" de éxtasis. Tenía el pene muy duro, muy rojo y muy húmedo; palpitante por el sémen acumulado en su interior. Sentía que sus testículos iban a expltar si no vaciaba aquello pronto. No sabía qué había hecho mal para que Neal hiciese aquello... si parecía que estaba disfrutando. ¿Le habría dolido? ¿Estaba yendo muy rápido? Las dudas asaltaron su cabeza y durante un instante, se sintió bastante mal. Pero aquello no duró demasiado ya que volvió a escuchar al hechicero. Como aún no había roto el hechizo, sabía que estaba sobre la cama en una posición verdaderamente sugerente. Se lanzó encima suya como un animal pero antes de volver a introducir su miembro entre las piernas de Neal se tomó la libertad de quitarse la venda.
—Espero que no te importe, quiero que veas esto...—dijo con cierto tono de morbo, mordiéndose los labios. Entonces usó su poder para hacer que Neal pudiese ver a través de sus ojos. Quería que presenciase cómo lo marcaba. Si él estaba disfrutando, seguro que a Neal también le gustaría. Estaban predestinados a estar juntos, ¿por qué no iba a disfrutar de cómo el futuro amor de su vida le follaba el trasero?
No duró demasiado, al fin y al cabo, aquella era su primera vez. Terminó soltando una serie de sonoros y sugerentes gemidos. El cuerpo le temblaba, apretaba los ojos y su boca se quedó entreabierta. Su cuerpo cayó derribado sobre la espalda de Neal. Estaba sonriendo mientras miraba al techo, esbozando una amplia sonrisa mientras dejaba que el aire cálido entrase y saliese corriendo de forma agitada por sus pulmones. Cuando recobró un poco el aliento se separó de Neal, tumbándose a su lado, mirándole fijamente con aquellos ojos azules y tiernos. Se había fijado por primera vez en los de Neal, eran oscuros, brillantes y bonitos como una noche despejada llena de estrellas. Ni si quiera se entretuvo en parpadear, le gustaba mucho aquella visión. Sin duda alguna Neal era un hombre muy apuesto, había elegido bien al amor de su vida.
—Neal—dijo con una voz algo tímida aunque lujuriosa—, lo prometido es deuda... te toca—se puso a cuatro patas sobre la cama, inclinando su trasero hacia la parte posterior de la misma, esperando a que Neal se levantase y le hiciese lo propio. Le había prometido que también se dejaría marcar por él y estaba dispuesto a cumplirlo, aunque le aterrase un poco en cierta forma. No tenía planeada ni jamás había fantaseado con aquella parte. Pero como el hechicero parecía que había disfrutado mucho, verdaderamente le apetecía probar aquello él también.
Blue Blues- Esclavo
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Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Quizás el que le gustase notar a Blue como un crío salvaje y descontrolado había contribuído a que mandase a la mierda toda capacidad de razonamiento y vergüenza sólo para seguir disfrutando de la experiencia. Y verlo ahí, tan joven y delgado, con su pene que casi podría considerar adorable tan duro, rojo y necesitado... de alguna manera nunca se habría imaginado recibiendo de un hombre como él, maduro, fuerte, intrépido... ¿entonces por qué demonios sí le excitaba la idea de que un muchachito así lo hiciese?
Tal vez fuese una faceta que exploraría de ahí en adelante... pero en aquel momento no tenía tiempo para pensamientos absurdos, porque Blue aún tenía otras formas de desconcertarlo... como aquella visión compartida que lo pilló por sorpresa... por otra parte revelándole la naturaleza de la extraña sensación que había notado previamente en su cabeza.
Se vio siendo penetrado una vez más por el cambiante, pero se sacudió rápidamente de aquella visión, porque ya tenía bastante con lo suyo de volver a ser embestido como para...
El orgasmo del chico fue tan rápido como previsible, al menos, si Neal se hubiese parado a deducir nada. De un momento a otro sintió a Blue vaciarse de lleno en su interior, y pronto lo notó resollando contra su espalda.
Neal cerró los ojos, porque se descubrió más excitado por la calidez en su interior, aunque los reabrió, soltando un leve jadeo, cuando sintió al muchacho salirse de él y tumbarse a su lado.
No quería verse... no deseaba ser testigo de lo que aquel acto había causado en su cuerpo...
Observó a Blue ponerse en aquella posición que, si hubiese ocurrido en primera instancia, sin duda le habría llamado más que nada. Ahora mismo sólo le hizo suspirar... también por lo pronto que aquel adolescente salido se recuperaba de un orgasmo.
Tanto mejor para él...
Con gran pesar hubo de levantarse, lentamente, poniéndose él mismo a cuatro patas inicialmente. Aunque no quería, miró hacia abajo... hasta las sábanas manchadas con una enorme cantidad de presemen que había soltado durante todo aquel acto que, sin embargo, no le había llevado al orgasmo por lo corto.
Suspiró.
Se terminó de levantar a duras penas y clavó su mirada en el muy dispuesto Blue. Era tan pequeño en comparación con él... bajito, delgado... un perrito, sí.
- Túmbate boca... arriba -dijo aún con la respiración agitada, la excitación todavía no liberada pulsando en su tremenda erección-, te haría daño... no pienso "marcarte" así... al menos, no hoy -entrecerró los ojos-. Dado que has sido tan rápido y desconsiderado, te daré un poco de trabajo quieras o no... y después quizás te dé una recompensa si cumples -ahora que ya no tenía sus propios pensamientos como impedimento, disfrutó de su creatividad sexual también en aquel aspecto... porque no estaba satisfecho, ni mucho menos.
Una vez el chico se hubo tumbado bocarriba en la cama, Neal se subió con cierto esfuerzo a ella... y se puso de pie sobre el colchón.
- Abre la boca, Blue... vas a saborearme y saborear una parte de ti hasta que esté... satisfecho -colocó los pies a ambos lados de la cabeza del chico y, antes de que pudiese protestar o decir lo más mínimo, se acuclilló y le plantó su entrada sobre su boca-. Ahora... come... joder -jadeó, moviéndose ligeramente sobre su boca él mismo para notarlo más.
Nuevamente se encontró chorreando precum por aquello, y no duró mucho en cuclillas antes de arrodillarse en la cama y seguir así sobre el contrario. Lanzaba miradas casi continuas por encima del hombro para ver el pene de nuevo erecto del cambiante y, cuando sintió que su orgasmo estaba muy cerca, se limitó a levantarse sin avisar al otro, retrocedió unos pasos en la cama... y se sentó sobre directamente sobre su miembro, alojándolo en su ano con mucha facilidad ahora con toda la dilatación y el "lubricante" extra.
Soltó un fuerte gemido al notar aquello, pero pudo recomponerse lo suficiente para mirar desde su mayor altura al contrario y sonreírle un tanto.
- V-vamos... no pensarás que... voy a ser yo... solo el que se... esfuerce... -dejó caer la parte superior de su cuerpo sobre el más pequeño y refugió su rostro en el hombro del chico- Vamos... fóllame... era eso lo que... querías desde el principio... ¿me equivoco...? -susurró en su oído.
Tal vez fuese una faceta que exploraría de ahí en adelante... pero en aquel momento no tenía tiempo para pensamientos absurdos, porque Blue aún tenía otras formas de desconcertarlo... como aquella visión compartida que lo pilló por sorpresa... por otra parte revelándole la naturaleza de la extraña sensación que había notado previamente en su cabeza.
Se vio siendo penetrado una vez más por el cambiante, pero se sacudió rápidamente de aquella visión, porque ya tenía bastante con lo suyo de volver a ser embestido como para...
El orgasmo del chico fue tan rápido como previsible, al menos, si Neal se hubiese parado a deducir nada. De un momento a otro sintió a Blue vaciarse de lleno en su interior, y pronto lo notó resollando contra su espalda.
Neal cerró los ojos, porque se descubrió más excitado por la calidez en su interior, aunque los reabrió, soltando un leve jadeo, cuando sintió al muchacho salirse de él y tumbarse a su lado.
No quería verse... no deseaba ser testigo de lo que aquel acto había causado en su cuerpo...
Observó a Blue ponerse en aquella posición que, si hubiese ocurrido en primera instancia, sin duda le habría llamado más que nada. Ahora mismo sólo le hizo suspirar... también por lo pronto que aquel adolescente salido se recuperaba de un orgasmo.
Tanto mejor para él...
Con gran pesar hubo de levantarse, lentamente, poniéndose él mismo a cuatro patas inicialmente. Aunque no quería, miró hacia abajo... hasta las sábanas manchadas con una enorme cantidad de presemen que había soltado durante todo aquel acto que, sin embargo, no le había llevado al orgasmo por lo corto.
Suspiró.
Se terminó de levantar a duras penas y clavó su mirada en el muy dispuesto Blue. Era tan pequeño en comparación con él... bajito, delgado... un perrito, sí.
- Túmbate boca... arriba -dijo aún con la respiración agitada, la excitación todavía no liberada pulsando en su tremenda erección-, te haría daño... no pienso "marcarte" así... al menos, no hoy -entrecerró los ojos-. Dado que has sido tan rápido y desconsiderado, te daré un poco de trabajo quieras o no... y después quizás te dé una recompensa si cumples -ahora que ya no tenía sus propios pensamientos como impedimento, disfrutó de su creatividad sexual también en aquel aspecto... porque no estaba satisfecho, ni mucho menos.
Una vez el chico se hubo tumbado bocarriba en la cama, Neal se subió con cierto esfuerzo a ella... y se puso de pie sobre el colchón.
- Abre la boca, Blue... vas a saborearme y saborear una parte de ti hasta que esté... satisfecho -colocó los pies a ambos lados de la cabeza del chico y, antes de que pudiese protestar o decir lo más mínimo, se acuclilló y le plantó su entrada sobre su boca-. Ahora... come... joder -jadeó, moviéndose ligeramente sobre su boca él mismo para notarlo más.
Nuevamente se encontró chorreando precum por aquello, y no duró mucho en cuclillas antes de arrodillarse en la cama y seguir así sobre el contrario. Lanzaba miradas casi continuas por encima del hombro para ver el pene de nuevo erecto del cambiante y, cuando sintió que su orgasmo estaba muy cerca, se limitó a levantarse sin avisar al otro, retrocedió unos pasos en la cama... y se sentó sobre directamente sobre su miembro, alojándolo en su ano con mucha facilidad ahora con toda la dilatación y el "lubricante" extra.
Soltó un fuerte gemido al notar aquello, pero pudo recomponerse lo suficiente para mirar desde su mayor altura al contrario y sonreírle un tanto.
- V-vamos... no pensarás que... voy a ser yo... solo el que se... esfuerce... -dejó caer la parte superior de su cuerpo sobre el más pequeño y refugió su rostro en el hombro del chico- Vamos... fóllame... era eso lo que... querías desde el principio... ¿me equivoco...? -susurró en su oído.
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
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Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
Estaba muy rojo y nervioso. Aquella primera experiencia sexual había sido diferente y excitante, mucho más de lo que jamás se habría imaginado a través de simples libros. Le gustaba sentir la espalda de Neal bajo su cuerpo cuando terminó; el cuerpo del hechicero estaba caliente y jadeante y no pudo evitar recorrerlo con sus manos. Trazó una línea desde debajo de su axila hasta su glúteo y su morbosa curiosidad incluso lo llevó a separar sus nalgas para notar cómo su propio pene estaba introducido en aquel orificio. Nunca había sentido nada igual, no sabía qué era un orgasmo ni tampoco se había parado a pensar que estaba realizando prácticas homosexuales. Sólo sabía que Neal era el elegido, el amor de su vida y estaba satisfecho con haber sentido aquel extraño cosquilleo estando a su lado.
Y cuando estaba dispuesto a entregarse a Neal, a hacer que éste lo marcase como él mismo había hecho hacía unos instantes, sintió una fuerte decepción al notar que éste se negaba de aquella forma. Tampoco se había puesto a plantearse eso del tamaño. Para Blue simplemente se trataba de un pene y un orificio.
—¿Por qué no, Neal? No me harás daño. Soy muy fuerte—dijo frunciendo un poco el ceño, contorneando su trasero virginal mientras observaba cómo Neal adoptaba su misma posición. Se puso un poco rojo al ver aquello. Ver a Neal, un hombre fuerte y musculoso en aquella posición, por algún motivo hacía que su pene volviese a ser bombardeado por oleadas de sangre poniéndose duro como una piedra.
Cuando el hechicero le ordenó ponerse boca arriba, lo hizo sin rechistar. Aunque seguía preguntándose por qué no había querido marcarlo. No se esperaba para nada que Neal le hiciese aquello. Le parecía un poco agobiante ya que le costaba respirar pero también excitante ya que podía volver a penetrar el orificio con su lengua y esta vez estaba bastante dilatado. El sabor de su sémen le resultó bastante extraño. Nunca lo había probado por lo que aquella experiencia fue realmente singular. Barría aquella piel suave y rosa con su lengua, tragándose aquel líquido viscoso y blanquecino. Cuando sentía que se iba a ahogar, tomaba un poco de aire y seguía, agarrándole con fuerza las caderas a Neal para sentirlo aún más cerca de su boca. Entonces sintió cómo se separaba de él sin previo aviso. Blue no paraba de jadear, tenía el corazón muy acelerado y su pene palpitaba. Se limpió la boca con el dorso de la mano y relamió los restos de sémen que quedaban alrededor de sus labios.
La excitante voz de Neal le hizo sentir un escalofrío en su oído. Se mordió los labios y no pudo evitar agarrarle de la nuca para plantarle un beso.
—¿Con "follar" te refieres a realizar el acto sexual, Neal?—preguntó con total inocencia, blandiendo una pícara sonrisa mientras deslizaba sus manos hasta las nalgas del hechicero, apretándolas con deseo—. En ese caso quiero follarte una y otra vez, quiero penetrarte con fuerza y marcarte. Quiero acariciarte y tocar tu cuerpo. Es lo que quiero ahora...
Entonces abrazó la espalda de Neal y con un fuerte impulso rodó hasta quedarse sobre él. Le agarró con fuerza de las muñecas, estirando el delgado pero fornido cuerpo de Neal. Usó sus propias piernas para separar los muslos del moreno y comenzó a embestirle con fuerza. Le encantaba sentir cómo vibraban aquellas nalgas tersas y suaves; y el sonido de su pene chocando contra el trasero de Neal hacían que su excitación sólo hiciese incrementar cada vez más.
—¿Te... te gusta?—dijo embistiéndole cada vez con más intensidad, la voz le temblaba pero estaba tan excitado que su fuerza cada vez iba a más.
Llevó su mano derecha hasta el pene de Neal, era grande y emanaba calor. Volvió a intentar masturbarle, esta vez mientras se lo follaba duramente sobre la cama. El cuerpo del hechicero se deslizaba en un constante vaivén haciendo rebotar el colchón. Blue se quedó ensimismado observando la cara de Neal cuando se corrió. Nunca había visto aquello y en sus ojos brillaba una morbosa fascinación. Se separó de Neal, observando su cuerpo tumbado sobre la cama. Le parecía la cosa más hermosa que había visto nunca. Sonrió.
Entonces clavó su vista en el sémen de Neal. Se acercó cual cachorrillo inquieto al borde de la cama y se acuclilló para deslizar su lengua por la parte inferior de los testículos del moreno. Siguió avanzando hasta llegar a la punta de su pene, deslizándolo suavemente por el interior de su húmeda y sensual boca ardiente de deseo. Blue no sabía qué era una felación pero algún tipo de instinto lo llevó a hacer aquello. Quería saborear aquella parte de su cuerpo.
—Neal, me gusta tu sabor. ¿Está bien que haga esto?—dijo justo antes de introducirse por completo el miembro de Neal en su boca, mirándolo de reojo con sus inocentes y deseosos ojos de cachorro, deseando que el hechicero le pidiese más ya que estaba dispuesto a todo. El hechicero no se hacía una idea de la clase de bestia insaciable que acababa de invocar.
Y cuando estaba dispuesto a entregarse a Neal, a hacer que éste lo marcase como él mismo había hecho hacía unos instantes, sintió una fuerte decepción al notar que éste se negaba de aquella forma. Tampoco se había puesto a plantearse eso del tamaño. Para Blue simplemente se trataba de un pene y un orificio.
—¿Por qué no, Neal? No me harás daño. Soy muy fuerte—dijo frunciendo un poco el ceño, contorneando su trasero virginal mientras observaba cómo Neal adoptaba su misma posición. Se puso un poco rojo al ver aquello. Ver a Neal, un hombre fuerte y musculoso en aquella posición, por algún motivo hacía que su pene volviese a ser bombardeado por oleadas de sangre poniéndose duro como una piedra.
Cuando el hechicero le ordenó ponerse boca arriba, lo hizo sin rechistar. Aunque seguía preguntándose por qué no había querido marcarlo. No se esperaba para nada que Neal le hiciese aquello. Le parecía un poco agobiante ya que le costaba respirar pero también excitante ya que podía volver a penetrar el orificio con su lengua y esta vez estaba bastante dilatado. El sabor de su sémen le resultó bastante extraño. Nunca lo había probado por lo que aquella experiencia fue realmente singular. Barría aquella piel suave y rosa con su lengua, tragándose aquel líquido viscoso y blanquecino. Cuando sentía que se iba a ahogar, tomaba un poco de aire y seguía, agarrándole con fuerza las caderas a Neal para sentirlo aún más cerca de su boca. Entonces sintió cómo se separaba de él sin previo aviso. Blue no paraba de jadear, tenía el corazón muy acelerado y su pene palpitaba. Se limpió la boca con el dorso de la mano y relamió los restos de sémen que quedaban alrededor de sus labios.
La excitante voz de Neal le hizo sentir un escalofrío en su oído. Se mordió los labios y no pudo evitar agarrarle de la nuca para plantarle un beso.
—¿Con "follar" te refieres a realizar el acto sexual, Neal?—preguntó con total inocencia, blandiendo una pícara sonrisa mientras deslizaba sus manos hasta las nalgas del hechicero, apretándolas con deseo—. En ese caso quiero follarte una y otra vez, quiero penetrarte con fuerza y marcarte. Quiero acariciarte y tocar tu cuerpo. Es lo que quiero ahora...
Entonces abrazó la espalda de Neal y con un fuerte impulso rodó hasta quedarse sobre él. Le agarró con fuerza de las muñecas, estirando el delgado pero fornido cuerpo de Neal. Usó sus propias piernas para separar los muslos del moreno y comenzó a embestirle con fuerza. Le encantaba sentir cómo vibraban aquellas nalgas tersas y suaves; y el sonido de su pene chocando contra el trasero de Neal hacían que su excitación sólo hiciese incrementar cada vez más.
—¿Te... te gusta?—dijo embistiéndole cada vez con más intensidad, la voz le temblaba pero estaba tan excitado que su fuerza cada vez iba a más.
Llevó su mano derecha hasta el pene de Neal, era grande y emanaba calor. Volvió a intentar masturbarle, esta vez mientras se lo follaba duramente sobre la cama. El cuerpo del hechicero se deslizaba en un constante vaivén haciendo rebotar el colchón. Blue se quedó ensimismado observando la cara de Neal cuando se corrió. Nunca había visto aquello y en sus ojos brillaba una morbosa fascinación. Se separó de Neal, observando su cuerpo tumbado sobre la cama. Le parecía la cosa más hermosa que había visto nunca. Sonrió.
Entonces clavó su vista en el sémen de Neal. Se acercó cual cachorrillo inquieto al borde de la cama y se acuclilló para deslizar su lengua por la parte inferior de los testículos del moreno. Siguió avanzando hasta llegar a la punta de su pene, deslizándolo suavemente por el interior de su húmeda y sensual boca ardiente de deseo. Blue no sabía qué era una felación pero algún tipo de instinto lo llevó a hacer aquello. Quería saborear aquella parte de su cuerpo.
—Neal, me gusta tu sabor. ¿Está bien que haga esto?—dijo justo antes de introducirse por completo el miembro de Neal en su boca, mirándolo de reojo con sus inocentes y deseosos ojos de cachorro, deseando que el hechicero le pidiese más ya que estaba dispuesto a todo. El hechicero no se hacía una idea de la clase de bestia insaciable que acababa de invocar.
Blue Blues- Esclavo
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 15/12/2015
Re: Un encargo especial -pv Neal- [+18]
"Pero mira que es un perro..." pensó para sí al verle obedecerle sin rechistar lo más mínimo; al menos seguía instrucciones cuando parecían interesarle... era un perro bastante caprichoso. El hechicero entornó los ojos levemente... no era como si en aquel preciso momento le importase lo más mínimo... sus pensamientos iban por derroterose, seguramente, casi tan morbosos como los del contrario, o incluso más.
Así que, sin pensar más que en su satisfacción ahora, se sentó sobre aquella boca que pronto le hizo jadear y soltar entrecortados gemidos una vez más, haciendo que Neal alternase sus miradas entre el miembro palpitante del chico y su cabeza, porque, demonios en vinagre si no se estaba tragando todo por allá abajo sin que pareciese importarle lo más mínimo. El simple hecho de estar disfrutando de aquella manera y goteando sin siquiera tocarse era ya indicativo de que, parecía, sus gustos principales iban a cambiar bastante... porque quizás no fuese muy exagerado al pensar en aquel encuentro sexual como uno de los mejores, si no el mejor, que había tenido hasta el momento.
¿Así se habían sentido sus amantes cuando les hacía aquello? Le resultaba increíble que le hubiese dado tanto reparo hasta el momento probar algo así... aunque claro, nadie podía culparle por su "respeto" por aquella actividad...
Al final, sintiéndose de una forma muy nueva para él, se volvió a sentar encima de aquel miembro con el tamaño perfecto para tocar su próstata, gimiendo y soltando aquellas palabras llenas de lujuria en el oído del cambiante. Desde luego, no esperaba que el chico se las devolviese de aquella forma, haciendo que sintiese un escalofrío y se estremeciese levemente... porque su excitante declaración le dejó tan excitado que casi habría podido correrse sin más. "...quiero follarte una y otra vez..." joder con el crío... y joder con él por disfrutar tanto de aquellas palabras morbosas.
Ya no se resistía a nada... simplemente siguió el "ritmo" de aquel perro salido, quedando bajo él y escapándosele un gemido al notar el movimiento en su interior, que no hizo más que incrementarse unos segundos después, haciendo que los sonidos comenzasen a salir de su boca nuevamente viéndose en aquella posición tan expuesta, notando la mirada del chico sobre su cuerpo desnudo mientras lo embestía una y otra vez, generando aquellos sonidos casi tan lascivos como sus propias palabras.
- M-Me... UHM... encanta... ¡ah! -no tenía sentido ya negarlo, no quería negarlo... sin duda podría ser algo totalmente psicológico... pero se estaba sintiendo como la hembra de aquel maldito perro post-adolescente... y lo estaba disfrutando.
Fue aquel último pensamiento, sumado a las sensaciones que el hinchado pene de Blue generaba en su interior, lo que finalmente hicieron que se corriese de forma espectacular entre aquellos dedos que habían ido a masturbarlo, sin verdadera necesidad, realmente. Tan abundante fue que incluso manchó parte de su rostro, dejando blanquecinos goterones sobre sus pectorales y abdominales, que acompasaban los jadeos que eran todo lo que se podía escuchar de su agitada respiración.
De alguna forma lo había notado salirse de él... no se había venido de nuevo, en aquella ocasión, o lo habría notado... de modo que seguiría bien firme. Pero, en el estado en el que estaba, después de haber tenido un orgasmo tan intenso, se había quedado sin palabras y sin pensar demasiado... así que, aún con los antecedentes del muchacho de ojos azules, no se esperó en absoluto el tacto de aquella lengua sobre sus testículos.
Habría dado un respingo, de no ser porque se encontraba algo rendido; aún así, lanzó una mirada desconcertada hacia abajo, gimiendo a su pesar al notar la boca del chico rodear su sensible glande.
Estaba a punto de preguntar qué se suponía que pensaba hacer, porque estaba algo descolocado y no se esperaba lo obvio, cuando tuvo que aferrarse a la cama cuando la sensación de hundirse totalmente en aquella boca lo asaltó. La sensación de placer y molestia fue intensa, porque seguía muy sensible después del tremendo orgasmo que había tenido aunque ni se hubiese tocado casi. Por fin, fue capaz de reaccionar.
- E-Ey... ¡Ey! Espera... para un... ¡Ah! Un poco... -jadeó tratando de mirarle pero sin mucho éxito... porque aquella carita con su miembro enterrado en su boca era demasiado excitante como para permitirle concentrarse- Acabo de... terminar... no vayas tan rápido -se le quedó la mente en blanco un momento. Con el sudor corriendo por su cuerpo, el rostro sonrojado y la respiración agitada, observó a aquel chico que, de un momento a otro, le había hecho dar la vuelta a sus pecaminosos pensamientos... y hacerle meditar "¿qué se sentiría si esto me lo hiciesen a mí...?"
- Mientras me recupero... -dijo lentamente, como si le costase iniciar aquella frase- acércate... yo también... yo también quiero saber cuál es tu sabor... -no podía creer que estuviese diciendo aquello en voz alta... desde luego había dado muchas felaciones previamente... pero nunca sintiéndose así, nunca diciendo las cosas así... nunca había deseado tanto meterse un miembro en la boca como ahora.
Acarició sus cabellos y le lanzó una mirada cargada de deseo- Vamos... dámelo... quiero probarte...
Sacárselo de encima sería como mover a una roca... pero quizás si el otro le entendía... porque no iba a decirlo más claro, eso sin duda. Tragó saliva y esperó.
Así que, sin pensar más que en su satisfacción ahora, se sentó sobre aquella boca que pronto le hizo jadear y soltar entrecortados gemidos una vez más, haciendo que Neal alternase sus miradas entre el miembro palpitante del chico y su cabeza, porque, demonios en vinagre si no se estaba tragando todo por allá abajo sin que pareciese importarle lo más mínimo. El simple hecho de estar disfrutando de aquella manera y goteando sin siquiera tocarse era ya indicativo de que, parecía, sus gustos principales iban a cambiar bastante... porque quizás no fuese muy exagerado al pensar en aquel encuentro sexual como uno de los mejores, si no el mejor, que había tenido hasta el momento.
¿Así se habían sentido sus amantes cuando les hacía aquello? Le resultaba increíble que le hubiese dado tanto reparo hasta el momento probar algo así... aunque claro, nadie podía culparle por su "respeto" por aquella actividad...
Al final, sintiéndose de una forma muy nueva para él, se volvió a sentar encima de aquel miembro con el tamaño perfecto para tocar su próstata, gimiendo y soltando aquellas palabras llenas de lujuria en el oído del cambiante. Desde luego, no esperaba que el chico se las devolviese de aquella forma, haciendo que sintiese un escalofrío y se estremeciese levemente... porque su excitante declaración le dejó tan excitado que casi habría podido correrse sin más. "...quiero follarte una y otra vez..." joder con el crío... y joder con él por disfrutar tanto de aquellas palabras morbosas.
Ya no se resistía a nada... simplemente siguió el "ritmo" de aquel perro salido, quedando bajo él y escapándosele un gemido al notar el movimiento en su interior, que no hizo más que incrementarse unos segundos después, haciendo que los sonidos comenzasen a salir de su boca nuevamente viéndose en aquella posición tan expuesta, notando la mirada del chico sobre su cuerpo desnudo mientras lo embestía una y otra vez, generando aquellos sonidos casi tan lascivos como sus propias palabras.
- M-Me... UHM... encanta... ¡ah! -no tenía sentido ya negarlo, no quería negarlo... sin duda podría ser algo totalmente psicológico... pero se estaba sintiendo como la hembra de aquel maldito perro post-adolescente... y lo estaba disfrutando.
Fue aquel último pensamiento, sumado a las sensaciones que el hinchado pene de Blue generaba en su interior, lo que finalmente hicieron que se corriese de forma espectacular entre aquellos dedos que habían ido a masturbarlo, sin verdadera necesidad, realmente. Tan abundante fue que incluso manchó parte de su rostro, dejando blanquecinos goterones sobre sus pectorales y abdominales, que acompasaban los jadeos que eran todo lo que se podía escuchar de su agitada respiración.
De alguna forma lo había notado salirse de él... no se había venido de nuevo, en aquella ocasión, o lo habría notado... de modo que seguiría bien firme. Pero, en el estado en el que estaba, después de haber tenido un orgasmo tan intenso, se había quedado sin palabras y sin pensar demasiado... así que, aún con los antecedentes del muchacho de ojos azules, no se esperó en absoluto el tacto de aquella lengua sobre sus testículos.
Habría dado un respingo, de no ser porque se encontraba algo rendido; aún así, lanzó una mirada desconcertada hacia abajo, gimiendo a su pesar al notar la boca del chico rodear su sensible glande.
Estaba a punto de preguntar qué se suponía que pensaba hacer, porque estaba algo descolocado y no se esperaba lo obvio, cuando tuvo que aferrarse a la cama cuando la sensación de hundirse totalmente en aquella boca lo asaltó. La sensación de placer y molestia fue intensa, porque seguía muy sensible después del tremendo orgasmo que había tenido aunque ni se hubiese tocado casi. Por fin, fue capaz de reaccionar.
- E-Ey... ¡Ey! Espera... para un... ¡Ah! Un poco... -jadeó tratando de mirarle pero sin mucho éxito... porque aquella carita con su miembro enterrado en su boca era demasiado excitante como para permitirle concentrarse- Acabo de... terminar... no vayas tan rápido -se le quedó la mente en blanco un momento. Con el sudor corriendo por su cuerpo, el rostro sonrojado y la respiración agitada, observó a aquel chico que, de un momento a otro, le había hecho dar la vuelta a sus pecaminosos pensamientos... y hacerle meditar "¿qué se sentiría si esto me lo hiciesen a mí...?"
- Mientras me recupero... -dijo lentamente, como si le costase iniciar aquella frase- acércate... yo también... yo también quiero saber cuál es tu sabor... -no podía creer que estuviese diciendo aquello en voz alta... desde luego había dado muchas felaciones previamente... pero nunca sintiéndose así, nunca diciendo las cosas así... nunca había deseado tanto meterse un miembro en la boca como ahora.
Acarició sus cabellos y le lanzó una mirada cargada de deseo- Vamos... dámelo... quiero probarte...
Sacárselo de encima sería como mover a una roca... pero quizás si el otro le entendía... porque no iba a decirlo más claro, eso sin duda. Tragó saliva y esperó.
Neal T. Cassady- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 13/12/2015
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