AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Interrogatorio para un traidor (Privado)
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Interrogatorio para un traidor (Privado)
Ella siempre creyó que la traición debería pagarse con la vida
La inquisición tenía todo tipo de especies y personalidades en sus filas, incluidos los traidores. Por lo mismo, la facción de espías tenía trabajos adicionales dentro de la iglesia. Una vez ingresaban los nuevos miembros, eran puestos en constante observación por parte de los más expertos, y los archivos con su historial eran examinados con detenimiento. En muchos casos, los miembros cuyo pasado resultara más sospechoso, eran admitidos pero evaluados en silencio y con mayor detalle. Ese, había sido el caso del desafortunado elegido. Uno que no reparaba en su tiempo dentro de la inquisición como para pensar en traicionarla.
El caso, había sido supervisado por compañeros de facción de Katriina, pero había sido ella a quien habían elegido para proceder con el interrogatorio. La finlandesa, solía mostrarse bastante imparcial en asuntos de ese tipo y sería probada de nuevo precisamente en ese caso. La razón era simple, el futuro interrogado, había sido delegado compañero en misión de alguien importante para ella, y lo había puesto en peligro en su oculta intención de obtener información de la inquisición para entregársela a un tercero. No le habían querido decir si se trataba de aquél a quien consideraba su padre, o si quizás se referían a su hermano.
La nueva misión de la espía, había sido entregada a ella con dos días de anterioridad, tiempo durante el cual debía preparar el interrogatorio y analizar con detalle los datos entregados para tal fin. Ella, tenía más que claro que la traición debía interpelarse llanamente, sin sutilezas ni abogados, sin solemnidades en su proceso, pero tampoco sin emociones que controlaran la situación. Lo favorable, era que la confesión tendría que buscarse pronto, sin dilaciones superfluas o bondades tímidas que justificaran a ese que arriesgaba las misiones. Katriina, era quizás de los miembros más jóvenes de la facción, pero el haber crecido dentro de las líneas inquisidoras, le otorgaba ventajas que acompañaban el historial de sus padres, incluido Lastor Valtray, quien fuera su padrastro.
A las siete de la tarde en punto, Katriina abrió la puerta de golpe e ingresó a la habitación, en la que había una rectangular mesa de centro y cuatro sillas perfectamente ubicadas. En una de ellas, ya estaba quien sería interpelado, quien no parecía muy feliz de estar allí. Ahí, empezaba todo —Supongo que ya sabe la razón por la cual está aquí ¿Verdad? — cuestionó sin saludos ni amabilidades y cerró la puerta tras de sí, dirigiéndose al individuo y tomando asiento justo en frente —Es mejor que me lo diga todo ahora. Entre más tarde confiese, peor le resultará— amenazó en apenas un susurro. El sólo verle le molestaba, porque era ese quien podía arriesgar la vida de otro por la mera ambición y, no había nada que Katriina odiara más que la traición.
El caso, había sido supervisado por compañeros de facción de Katriina, pero había sido ella a quien habían elegido para proceder con el interrogatorio. La finlandesa, solía mostrarse bastante imparcial en asuntos de ese tipo y sería probada de nuevo precisamente en ese caso. La razón era simple, el futuro interrogado, había sido delegado compañero en misión de alguien importante para ella, y lo había puesto en peligro en su oculta intención de obtener información de la inquisición para entregársela a un tercero. No le habían querido decir si se trataba de aquél a quien consideraba su padre, o si quizás se referían a su hermano.
La nueva misión de la espía, había sido entregada a ella con dos días de anterioridad, tiempo durante el cual debía preparar el interrogatorio y analizar con detalle los datos entregados para tal fin. Ella, tenía más que claro que la traición debía interpelarse llanamente, sin sutilezas ni abogados, sin solemnidades en su proceso, pero tampoco sin emociones que controlaran la situación. Lo favorable, era que la confesión tendría que buscarse pronto, sin dilaciones superfluas o bondades tímidas que justificaran a ese que arriesgaba las misiones. Katriina, era quizás de los miembros más jóvenes de la facción, pero el haber crecido dentro de las líneas inquisidoras, le otorgaba ventajas que acompañaban el historial de sus padres, incluido Lastor Valtray, quien fuera su padrastro.
A las siete de la tarde en punto, Katriina abrió la puerta de golpe e ingresó a la habitación, en la que había una rectangular mesa de centro y cuatro sillas perfectamente ubicadas. En una de ellas, ya estaba quien sería interpelado, quien no parecía muy feliz de estar allí. Ahí, empezaba todo —Supongo que ya sabe la razón por la cual está aquí ¿Verdad? — cuestionó sin saludos ni amabilidades y cerró la puerta tras de sí, dirigiéndose al individuo y tomando asiento justo en frente —Es mejor que me lo diga todo ahora. Entre más tarde confiese, peor le resultará— amenazó en apenas un susurro. El sólo verle le molestaba, porque era ese quien podía arriesgar la vida de otro por la mera ambición y, no había nada que Katriina odiara más que la traición.
Última edición por Katriina Räsänen el Lun Mar 21, 2016 5:43 pm, editado 1 vez
Serge Ivánovich- Vampiro Clase Alta
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Re: Interrogatorio para un traidor (Privado)
Eran muchas las personas que tenían la habilidad de mentir,
pero muy pocas eran las que realmente podían
distinguirlas de la verdad.
pero muy pocas eran las que realmente podían
distinguirlas de la verdad.
Sumido como estaba, en aquella vorágine de sentimientos a cada cual más contradictorio, León no dejaba de mortificarse con la tan sóla idea de que su mujer falleciese, dejándole así al completo cargo de sus hijas. El cambio había sido demasiado brusco, pues él, que era hombre de acción y diplomacia, ahora se tenía que ver llevando asuntos menores tales como el encargar obras en su casa o cuál institutriz era mejor para la pequeña Lorie. Amaba en demasía a sus hijas, como cualquier padre, pero jamás de los jamases se sentiría a gusto haciendo tareas tan cotidianas.
Claro que aquel no era su único secreto; todos tenían sus propios demonios pero para alguien que ha creado la misma concordia que en guerras había participado, los secretos eran algo que conocía muy de cerca y por lo tanto, de ser desvelados, podrían destruir hasta al más astuto de los hombres.
Los pasos del viejo hombre, eran acompañados por un bastón que le hacía las veces de apoyo, pues León era contrario a la idea de verse desvalido por lo que eran contadas las ocasiones que se le podía ver portando uno. Presumido era, según las malas lenguas; orgulloso, según aquel que le conocía. Aprovechó el momento -y la carta que le fué dada en mano- para acudir a dicho encuentro. Se suponía que ya tenían el encargado para llevar a cabo el interrogatorio a un traidor, pero a él le fué encargada personalmente la tarea de colaborar para la sustracción de la verdad de manera rápida y eficaz. Hablando en plata: León había acudido para hacer que el traidor contase la verdad necesaria antes de que se probase cuán alto estaba su umbral de dolor.
León se persignó con elegancia antes de entrar al cuarto destinado a la labor. Allí ya se encontraba el traidor y la chica que le interrogaría. León observó a la chica con los labios apretados, a pensas imperceptible por la espesa y cuidada barba que poseía, ya que era tan jóven que podría ser una de sus hijas y la tan sóla idea de ver a una de ellas en aquella tesitura, le hacía querer... Llevárselas lejos para que nada de aquello les afectase. León había sido llamado por un contacto en común de la inquisición, probablemente la chica hubiese sido notificada de ello, aunque él no tenía relación directa con los de dicha institución... Digamos... Que se trataba de una mera alianza.
- Buenas noches. - Dijo con tono neutro, notándose cierta amabilidad en su voz a causa de su tesitura. León cerró la puerta tras sus espaldas y apoyó la mano en el hombro de la chica, además de un mero gesto de cabeza a modo de saludo que denotaba cordialidad. Sin mediar palabra, se apartó hasta uno de los bordes de la mesa, dónde podía ver a ambos con claridad y allí mismo fué dónde dejó su maletín, que era muy parecido a los que usaban los doctores. El chico le dedicó una mirada de desconcierto, lo cual hizo que probablemente sus pulsaciones se disparasen. - Lamento interrumpir, por favor, prosigan. - Dijo como si se escusara de interrumpir una conversación cualquiera, como si aquello no fuese algo más en la rutina de un día cualquiera. - Él estaba ahí por un motivo ajeno a su vida privada; estaba como "apoyo tactico" en caso de que fuese realmente difícil sacar la verdad, de aquel que no pretendía revelarla.
León se había labrado un nombre en los distintos mundos que el hombre medio desconocía, haciéndole así conocedor y partícipe de innumerables caprichos del hombre. La inquisición era una de ellas.
FDR: Si le incomoda mi post o ve que yo no sea adecuado para entrar, no dude en comentármelo y amablemente lo retiraré. Saludos.
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Interrogatorio para un traidor (Privado)
"Los hombres "no" son iguales: así lo dice la justicia; y nadie puede querer lo que yo quiero."
—Bien, vamos a empezar con lo fácil— se dirigió ella al interpelado que casi la miraba con cinismo —Usted confiesa pronto y nos evitamos las molestias ¿Comprende?— esa primera invitación pocas veces funcionaba con los traidores, a menos que fueran lo suficientemente débiles como para decir que habían sido obligados y que ahora necesitaban protección. No obstante, el sujeto de ahora no parecía ser de ese tipo —Estoy harto de repetirles que no sé de qué me hablan. Fui a la misión a la que me enviaron, tuvimos un par de percances y regresamos como siempre, vivos. No entiendo tanto misterio por algo tan común como eso— respondió él de mala gana, cruzándose de brazos y pretendiendo que la molestia que denotaba fuera suficiente como para que Katriina cediera. Pero ese, no era su primer interrogatorio. Si bien ella era bastante joven en las filas de la iglesia, había crecido curioseando por sus pasillos, de la mano de uno de los hombres más poderosos que la inquisición conociera. Lastor la había formado, más aún que lo que fue capaz de hacer su madre y, de paso, le había puesto un par de buenos tutores que pudiesen enseñarle habilidades diferentes a las de la lucha que él mismo poseía. Por eso Katriina no estaba como soldado sino como espía, pese a que podía moverse en la primera de esas facciones con bastante soltura. —Ajam, bastante conveniente— se burló Katriina, apoyando los codos sobre la mesa e inclinándose hacia adelante, hacia él, que para ese momento no poseía ningún tipo de atadura sobre sus manos. Era libre para actuar conforme a sus culpas.—Yo sé de lo bajo que viene, como también estoy segura que se vende por una buena cantidad de francos. Su pasado le precede y ahora le condena el futuro. Así que ya sabe que todo será mejor si no lo niega— le sugirió ella en un frase que evidentemente pretendía amedrentarlo.
Sin embargo, cuando él apenas movió los labios como dispuesto a responder, la puerta se abrió de la nada y cada uno volvió a acomodarse. Un hombre saludó con voz amable, pero lo que menos se le antojaba a Katriina era saludar ¿Qué demonios hacía aquél hombre en ese lugar? Los interrogatorios no tenían nunca a miembros distintos de la inquisición, por lo que su entrada tan educada le molestó el doble a ella, que dicho sea de paso, detestaba ser interrumpida en un momento como ese —Como ni siquiera llamó a la puerta, supongo que se equivocó de sala. Dígame a quién busca y le pediré a alguien que lo lleve. — respondió cortante, sin darle importancia a rangos o edades. Él no tenía que estar allí, nadie le había informado nada a Katriina y por lo mismo, reaccionaba como si el hombre mayor debiera retirarse cuanto antes. Incluso, cuando sintió la mano ajena sobre su hombro, se puso de pie de inmediato y lo miró de frente, sin retirar del todo la atención del interpelado —Nadie me dijo que un militar podía hacer parte de esto ¿Trae una autorización? Dígame quién lo envía— solicitó una vez él avanzó, como si allí perteneciera. No obstante, la espía le dejaba claro que evidentemente sabía quién era él. Allí, Katriina no podía mostrarse blanda. El no haberle informado era aún peor, e incluso, aunque el hombre de milicia no tuviera la culpa, debería argumentar con coherencia su presencia allí — ¿Por qué lo enviaron? — exigió, pretendiendo rapidez en la respuesta ajena. Perder más tiempo con ese asunto era darle más minutos al mentiroso de planear algo mejor. Cada minuto que pasaba se corría un riesgo, más que nada, porque aquél que se encontraba con ellos en la sala, no era del todo humano.
Sin embargo, cuando él apenas movió los labios como dispuesto a responder, la puerta se abrió de la nada y cada uno volvió a acomodarse. Un hombre saludó con voz amable, pero lo que menos se le antojaba a Katriina era saludar ¿Qué demonios hacía aquél hombre en ese lugar? Los interrogatorios no tenían nunca a miembros distintos de la inquisición, por lo que su entrada tan educada le molestó el doble a ella, que dicho sea de paso, detestaba ser interrumpida en un momento como ese —Como ni siquiera llamó a la puerta, supongo que se equivocó de sala. Dígame a quién busca y le pediré a alguien que lo lleve. — respondió cortante, sin darle importancia a rangos o edades. Él no tenía que estar allí, nadie le había informado nada a Katriina y por lo mismo, reaccionaba como si el hombre mayor debiera retirarse cuanto antes. Incluso, cuando sintió la mano ajena sobre su hombro, se puso de pie de inmediato y lo miró de frente, sin retirar del todo la atención del interpelado —Nadie me dijo que un militar podía hacer parte de esto ¿Trae una autorización? Dígame quién lo envía— solicitó una vez él avanzó, como si allí perteneciera. No obstante, la espía le dejaba claro que evidentemente sabía quién era él. Allí, Katriina no podía mostrarse blanda. El no haberle informado era aún peor, e incluso, aunque el hombre de milicia no tuviera la culpa, debería argumentar con coherencia su presencia allí — ¿Por qué lo enviaron? — exigió, pretendiendo rapidez en la respuesta ajena. Perder más tiempo con ese asunto era darle más minutos al mentiroso de planear algo mejor. Cada minuto que pasaba se corría un riesgo, más que nada, porque aquél que se encontraba con ellos en la sala, no era del todo humano.
No hay problema, muchas gracias por responder.
Serge Ivánovich- Vampiro Clase Alta
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Re: Interrogatorio para un traidor (Privado)
León permaneció sereno. No iba a negar la incomodidad de la situación, pero sí que lamentaba el simple hecho de que aquella muchacha se permitiese el lujo de flaquear ante el enemigo, porque en lugar de proceder al interrogatorio, se dejó llevar por sus impulsos, dejando ver tan notoria falta de cortesía para su igual. Quizás el choque de generaciones les había llevado a actuar así y de igual forma, León había sido instruído de una forma un tanto peculiar, no por nadie en particular, sino por su misma y propia mano; experiencia lo llamaban. No pretendía dar a entender al reo que él tenía las de ganar en aquella mera confusión; por ello, León siguió su cometido el cual no era de otro modo que el ayudar a sacar la información necesaria, información que también él necesitaba de un modo u otro y que expresamente le hicieron remover.
- Ya que lo pregunta, mi misión aquí no es muy distinta a la suya. - Sus palabras fueron cautas, esperando que la muchacha entendiese que si seguía por aquel camino, la única que perdería para siempre la información que el reo guardaba con recelo era ella. León aguardó en su lugar, abriendo el maletín de par en par, mostrando todo lo que ahí dentro había. Distintos artilugios de cuero reforzado y reluciente plata, se disponían junto a pequeños tarros de líquido aún desconocido por algunos practicantes y por supuesto, agujas, tan afiladas que se der lanzadas con la precisión adecuada, podrían atravesar el más duro de los metales. Pero él no estaba allí en calidad de un vulgar lanzador de cuchillos sino por la perfección en sus métodos de tortura.
- Ambos, rozamos la prodigiosidad en cuestión de sacar secretos a la luz para beneficio de la inquisición. - Prosiguió con su escasa explicación, que bien dejaba en claro al traidor que no se trataba de un mero juego entre facciones, sino que de allí tan sólo podría salir o bien con la mentira expuesta o bien con los pies por delante en dirección a la morgue.
- Lamentándolo mucho, mi lugar aquí será completar el trabajo de la señorita Räsänen, no ayudarle a deshacerse de los cargos de traición. Aunque, si todo resulta ser una terrible confusión, se hará lo estrictamente necesario, aunque mi trabajo queda lejos de permitirle la exculpación del delito. - León sacó un par de objetos de cuero reforzado que sujetarian sus muñecas a la mesa, permitiendo así ver cualquier gesto que el reo se aproximase a hacer. Luego, de forma inesperada, con un gesto lo suficientemente directo como para que el reo no se lo esperase, clavó la aguja en la parte posterior del cuello, justo dónde su columna, haciendo que poco a poco su cuerpo de cuello para abajo se adormilase.
- Recuerde, no soy su enemigo, estoy aquí para hacer más efectivo el interrogatorio. - León volvió a apartarse, quedando nuevamente a un lado de la mesa desde dónde podía ver la actuación de ambos, dejando, que la muchacha hiciese el trabajo que le correspondía, deseando más que nadie que ésta vez dejase a un lado la voracidad de su alma, para así, poder hacer quizás el mejor trabajo de su vida
- Ya que lo pregunta, mi misión aquí no es muy distinta a la suya. - Sus palabras fueron cautas, esperando que la muchacha entendiese que si seguía por aquel camino, la única que perdería para siempre la información que el reo guardaba con recelo era ella. León aguardó en su lugar, abriendo el maletín de par en par, mostrando todo lo que ahí dentro había. Distintos artilugios de cuero reforzado y reluciente plata, se disponían junto a pequeños tarros de líquido aún desconocido por algunos practicantes y por supuesto, agujas, tan afiladas que se der lanzadas con la precisión adecuada, podrían atravesar el más duro de los metales. Pero él no estaba allí en calidad de un vulgar lanzador de cuchillos sino por la perfección en sus métodos de tortura.
- Ambos, rozamos la prodigiosidad en cuestión de sacar secretos a la luz para beneficio de la inquisición. - Prosiguió con su escasa explicación, que bien dejaba en claro al traidor que no se trataba de un mero juego entre facciones, sino que de allí tan sólo podría salir o bien con la mentira expuesta o bien con los pies por delante en dirección a la morgue.
- Lamentándolo mucho, mi lugar aquí será completar el trabajo de la señorita Räsänen, no ayudarle a deshacerse de los cargos de traición. Aunque, si todo resulta ser una terrible confusión, se hará lo estrictamente necesario, aunque mi trabajo queda lejos de permitirle la exculpación del delito. - León sacó un par de objetos de cuero reforzado que sujetarian sus muñecas a la mesa, permitiendo así ver cualquier gesto que el reo se aproximase a hacer. Luego, de forma inesperada, con un gesto lo suficientemente directo como para que el reo no se lo esperase, clavó la aguja en la parte posterior del cuello, justo dónde su columna, haciendo que poco a poco su cuerpo de cuello para abajo se adormilase.
- Recuerde, no soy su enemigo, estoy aquí para hacer más efectivo el interrogatorio. - León volvió a apartarse, quedando nuevamente a un lado de la mesa desde dónde podía ver la actuación de ambos, dejando, que la muchacha hiciese el trabajo que le correspondía, deseando más que nadie que ésta vez dejase a un lado la voracidad de su alma, para así, poder hacer quizás el mejor trabajo de su vida
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Interrogatorio para un traidor (Privado)
“Sostenga con suma firmeza y no tenga la menor duda de que todo hereje o cismático ha de tener parte con el Diablo y sus ángeles en las llamas del fuego eterno, a no ser que antes del fin de su vida sea incorporado en la Iglesia Católica y sea restaurado a ella”.
Ley Canónica
Ley Canónica
Katriina tenía un gran problema en el que hasta ahora, no había sido necesario reparar. Para ella, cualquier persona distinta a la inquisición, era prácticamente inútil con asuntos al respecto. Poco o nada le importaba el poder militar, porque el de la iglesia seguía siendo mayor, y era por lo mismo, que eran ellos quienes se encargaban de las especies que amenazaban la humanidad, y no ellos. Quizás eran buenos en ciertos asuntos de guerra, pero su especialidad, claramente no era toda la gama de sobrenaturales que había venido aumentando en las últimas décadas. Por eso, se sentía extremadamente molesta. Si bien nunca se había caracterizado por tener un carácter dulce, lo cierto es que ser interrumpida sin aviso ni permisos previos, la descolocaba de manera muy evidente.
—Supongo que tenemos un concepto diferente de misión— respondió ella, con cierto dejo de burla que no dejaba de parecer grosero para alguien de la edad de quien interrumpía. Incluso, a leguas se notaba que no tenía idea de lo que significaba realmente un interrogatorio. Con un gesto bastante egocéntrico, para los ojos de la inquisidora, él abrió de manera evidente un maletín que tenía elementos comunes de tortura. Pero ¿Sería suficiente eso para un sobrenatural? El sólo hecho de ser tan obvio ya dejaba mucho que desear. Él podría ser bueno para obtener secretos de espías dentro del ejército y otro par de delincuentes, pero así no era el método de la inquisición en una primera instancia, y mucho menos para los condenados, que tenían siempre, de uno u otro modo, el beneficio de la duda otorgado por sus servicios previos. Por lo general, primero pretendían dejar en los presos un intenso terror psicológico, justo antes de encerrarlos en las peores celdas y en paupérrimas condiciones que debilitaran no sólo su mente, sino también su cuerpo. El tiempo en el horror de espacios tan cerrados y tan rodeados de plata los dejaba casi al borde de la locura, y en la mayoría de los casos, empezaban a gritar las confesiones antes que se cumpliera el tiempo predispuesto para ellos. Pero por supuesto, él no lo sabía porque no hacía parte de la inquisición, y esa, era información clasificada.
— ¿Para beneficio de la inquisición? No buscamos nuestro beneficio, y usted claramente no hace parte de nosotros— dijo ella, de pie aún y detrás de la silla en la que antes se sintiera tan a gusto. Ahora la ira crecía, porque el interpelado tenía que ver en un posible asunto de traición contra uno de los suyos, y era por lo mismo que quería fuera de allí al anciano inoportuno.
—Van a matarlo por esto— respondió ella cuando él puso la aguja en el cuello del hombre. Por la forma en que pretendía atarlo, era obvio que no sabía que se trataba de un sobrenatural. —Usted es un intruso para mí. Suerte con su interrogatorio. No voy a quedarme— la sonrisa que emitió Katriina fue en tamaño tan falsa, como el enojo que no mermaba ¿Para qué quedarse ahí cuando él no había preguntado nada sino que se sentía el dueño y señor de la situación? No se había dado cuenta en el lugar que estaba, y, si no iba a respetar a la inquisición y sus reglas, ella prefería retirarse y cumplir con el protocolo necesario. Él, también podía ser un verdadero intruso o espía.
—Supongo que tenemos un concepto diferente de misión— respondió ella, con cierto dejo de burla que no dejaba de parecer grosero para alguien de la edad de quien interrumpía. Incluso, a leguas se notaba que no tenía idea de lo que significaba realmente un interrogatorio. Con un gesto bastante egocéntrico, para los ojos de la inquisidora, él abrió de manera evidente un maletín que tenía elementos comunes de tortura. Pero ¿Sería suficiente eso para un sobrenatural? El sólo hecho de ser tan obvio ya dejaba mucho que desear. Él podría ser bueno para obtener secretos de espías dentro del ejército y otro par de delincuentes, pero así no era el método de la inquisición en una primera instancia, y mucho menos para los condenados, que tenían siempre, de uno u otro modo, el beneficio de la duda otorgado por sus servicios previos. Por lo general, primero pretendían dejar en los presos un intenso terror psicológico, justo antes de encerrarlos en las peores celdas y en paupérrimas condiciones que debilitaran no sólo su mente, sino también su cuerpo. El tiempo en el horror de espacios tan cerrados y tan rodeados de plata los dejaba casi al borde de la locura, y en la mayoría de los casos, empezaban a gritar las confesiones antes que se cumpliera el tiempo predispuesto para ellos. Pero por supuesto, él no lo sabía porque no hacía parte de la inquisición, y esa, era información clasificada.
— ¿Para beneficio de la inquisición? No buscamos nuestro beneficio, y usted claramente no hace parte de nosotros— dijo ella, de pie aún y detrás de la silla en la que antes se sintiera tan a gusto. Ahora la ira crecía, porque el interpelado tenía que ver en un posible asunto de traición contra uno de los suyos, y era por lo mismo que quería fuera de allí al anciano inoportuno.
—Van a matarlo por esto— respondió ella cuando él puso la aguja en el cuello del hombre. Por la forma en que pretendía atarlo, era obvio que no sabía que se trataba de un sobrenatural. —Usted es un intruso para mí. Suerte con su interrogatorio. No voy a quedarme— la sonrisa que emitió Katriina fue en tamaño tan falsa, como el enojo que no mermaba ¿Para qué quedarse ahí cuando él no había preguntado nada sino que se sentía el dueño y señor de la situación? No se había dado cuenta en el lugar que estaba, y, si no iba a respetar a la inquisición y sus reglas, ella prefería retirarse y cumplir con el protocolo necesario. Él, también podía ser un verdadero intruso o espía.
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