AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reencuentros fraternales - Privado
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Reencuentros fraternales - Privado
Miré el reloj de bolsillo nervioso, quedaba media hora para la cita que tenía en uno de los mejores restaurantes de París, aunque su precio no era de lo más caros, a mi familia siempre le había parecido uno de los mejores, por lo que siempre solíamos ir al mismo para celebrar cosas importantes, como reuniones, ascensos, cumpleaños... Hoy no era distinto, era un día de encuentros, un día especial en el calendario, hoy era el día en que mi madre hubiese cumplido los años, por lo que mi hermana y yo habíamos decidido comer por ella. Pese a que la relación con mi madre los últimos años hubiese sido tensa y para nada cordial, le seguía teniendo cariño, pues era la madre que me había traído al mundo y me había enseñado grandes cosas que ahora sabía como adulto... No quise pensar en sus últimos años, desde que la muerte -asesinato- de mi padre había llegado a nuestras vidas, todo dejó de ser bonito y feliz, ver a mi madre acostándose con otros hombres en los callejones cercanos a nuestra casa era algo que me había puesto enfermo, me había dado ganas de matar entonces a aquellos hombres que la utilizaban como un objeto... ¿De verdad no encontró algo mejor para conseguir dinero? Optó por la forma fácil, vender su cuerpo... Pegué un puñetazo a la mesa que tenía delante, ya bastaba de torturarse, hoy era un día que se suponía feliz.
Cogí mi abrigo y salí de la casa familiar en la cual seguía viviendo, nunca había pensando en mudarme a otro sitio, este era mi hogar y así iba a ser a no ser que tuviese una esposa a la que no le gustase... ¿Yo con esposa? Reí para mis adentros. Hice parar a un carruaje y me monté dándole la dirección del restaurante al hombre que llevaba los caballos, hacía frío como para ir andando y tenía dinero de sobra como para pagar la comida y este servicio. Me dediqué durante todo el trayecto a mirar por la ventanilla, a pensar en Adaline, y en lo mucho que habían cambiado las cosas desde que me hice cazador... Hacía muchísimo que no nos poníamos a hablar sobre nosotros, sobre las cosas que nos ocurrían ni sobre nuestros problemas... Hoy quizás fuese el día de dar un paso y volver a estar como cuando éramos pequeños, siempre juntos, jugando con cualquier tontería que nos encontrábamos en el suelo.
El chófer paró el carro y me indicó que ya habíamos llegado al sitio que le había indicado, dejé 10 francos en su mano y me bajé del carro. Miré a mi al rededor, pero mi hermana aún no había llegado, el reloj me decía que quedaban diez minutos para la hora en la que teníamos la reserva y como buena mujer, mi hermana tardaría cinco minutos más de lo acordado. Entré en el restaurante y me acerqué a una de las camareras. -Tengo una reserva a nombre de Gael Lutz.- La mujer miró en sus hojas hasta que encontró mi nombre. -Sí, señor Lutz acompáñeme a la mesa, su acompañante aún no ha llegado.- La seguí por todo el restaurante, el cual estaba decorado con amplias luces en los techos, amplias cristaleras en las que se podía ver el exterior. Me indicó que me sentase en una mesa para dos personas, cubierta con un mantel blanco y cerca de la chimenea, por lo que estaríamos calientes. -Para beber sácanos un vino, por favor.- Le indiqué una vez que me hube sentado en la dirección que daba a la puerta, así iba a verla entrar y a poder recibirle con una sonrisa, quería que me viese bien, cosa que en realidad no estaba.
Cogí mi abrigo y salí de la casa familiar en la cual seguía viviendo, nunca había pensando en mudarme a otro sitio, este era mi hogar y así iba a ser a no ser que tuviese una esposa a la que no le gustase... ¿Yo con esposa? Reí para mis adentros. Hice parar a un carruaje y me monté dándole la dirección del restaurante al hombre que llevaba los caballos, hacía frío como para ir andando y tenía dinero de sobra como para pagar la comida y este servicio. Me dediqué durante todo el trayecto a mirar por la ventanilla, a pensar en Adaline, y en lo mucho que habían cambiado las cosas desde que me hice cazador... Hacía muchísimo que no nos poníamos a hablar sobre nosotros, sobre las cosas que nos ocurrían ni sobre nuestros problemas... Hoy quizás fuese el día de dar un paso y volver a estar como cuando éramos pequeños, siempre juntos, jugando con cualquier tontería que nos encontrábamos en el suelo.
El chófer paró el carro y me indicó que ya habíamos llegado al sitio que le había indicado, dejé 10 francos en su mano y me bajé del carro. Miré a mi al rededor, pero mi hermana aún no había llegado, el reloj me decía que quedaban diez minutos para la hora en la que teníamos la reserva y como buena mujer, mi hermana tardaría cinco minutos más de lo acordado. Entré en el restaurante y me acerqué a una de las camareras. -Tengo una reserva a nombre de Gael Lutz.- La mujer miró en sus hojas hasta que encontró mi nombre. -Sí, señor Lutz acompáñeme a la mesa, su acompañante aún no ha llegado.- La seguí por todo el restaurante, el cual estaba decorado con amplias luces en los techos, amplias cristaleras en las que se podía ver el exterior. Me indicó que me sentase en una mesa para dos personas, cubierta con un mantel blanco y cerca de la chimenea, por lo que estaríamos calientes. -Para beber sácanos un vino, por favor.- Le indiqué una vez que me hube sentado en la dirección que daba a la puerta, así iba a verla entrar y a poder recibirle con una sonrisa, quería que me viese bien, cosa que en realidad no estaba.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/12/2015
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Localización : Detrás de ti
Re: Reencuentros fraternales - Privado
Hoy hubiera sido el cumpleaños de mi madre, era un pensamiento difícil de esquivar, especialmente por el hecho de que tanto ella como Gael habían decidido homenajear el día reuniéndose en un restaurante elegante de la ciudad. Ya no recordaba a cual de los dos se le había ocurrido, ¿a ella? ¿a él? ¿Cuándo fue la última vez que habló con Gael? Entrecerró los ojos frente al espejo mientras cepillaba su largo cabello oscuro y recordaba como era su madre a su edad. Había heredado ciertos rasgos de ella, su nariz por ejemplo, era delgada y respingada, y de no ser porque se parecía a la de su progenitora, a Adaline le hubiese agradadado más.
¿Se había convertido en un calco de su madre? Se preguntó dejando el cepillo sobre la cómoda con un abrupto movimiento. Por supuesto que no, la respuesta acudió rauda a su mente. Ella era completamente distinta, era su propia persona, llevába las riendas de lo que hacía y no se dejaría estropear ni permitiría que le aspirasen la vida como le había sucedido a su madre, de eso estaba completamente segura.
Terminó de arreglarse, recogiendo su cabello en alto y aplicando cuidadosamente el maquillaje en su rostro. La joven había cambiado mucho con el transcurso del tiempo, ahora ponía mucha atención a su apariencia, buscando siempre ese punto, ese que le hacía lucir hermosa ante ojos ajenos, gustar a sus clientes, aquel mismo que les enloquecía por las noches y que hacia que volviesen a ella. Sonrió de lado complacida consigo misma, abandonó la casa y se dirigió a la cita con su hermano.
Un mesero impecablemente uniformado le dirigió a la mesa reservada. Gael ya estaba allí, observando directamente al frente, por lo que antes de que pudiera verla desvió sus pasos de inmediato alterando esa dirección y caminando detrás de algunas cortinas laterales, de manera que pudo aproximarse sin que él lo notase, reapareciendo por detrás. Era como un pequeño juego, como si volviese a aquellos tiempos en el que eran niños y se sorprendían el uno al otro. Se acercó silenciosamente por su espalda, se inclinó hacia adelante y habló cerca de su oído. -Apuesto a que comenzabas a pensar que no vendría.- Besó su mejilla sin hacer demasiado caso de que esa pequeña muestra de afecto no estuviera contemplada dentro de la etiqueta del lugar, luego se enderezó y caminó hacia el otro lado de la mesa para tomar asiento frente a él.
-Siendo sincera tampoco estaba segura de que vendrías.- añadió, mientras alargaba una mano para tomar una copa que reposaba sobre el inmaculado mantel de color blanco. -Me pregunto que pensaría nuestra madre si supiera que es ella la causa de que tú y yo nos reunamos para variar.- Sonrió leve, alzando el cristal. -Veamos, ¿por qué deseas brindar hoy? ¿Por este magnífico día, por tu éxito en los negocios que nos permite darnos el gusto de comer en un lugar cómo este, o por qué finalmente tienes algo de tiempo que dedicarme?- Sus expresivos ojos oscuros se detuvieron sobre él, con Gael no se andaba por las ramas, se conocían demasiado bien para eso, y aunque desde chica lo había adorado la vida últimamente los llevaba por caminos completamente separados.
¿Se había convertido en un calco de su madre? Se preguntó dejando el cepillo sobre la cómoda con un abrupto movimiento. Por supuesto que no, la respuesta acudió rauda a su mente. Ella era completamente distinta, era su propia persona, llevába las riendas de lo que hacía y no se dejaría estropear ni permitiría que le aspirasen la vida como le había sucedido a su madre, de eso estaba completamente segura.
Terminó de arreglarse, recogiendo su cabello en alto y aplicando cuidadosamente el maquillaje en su rostro. La joven había cambiado mucho con el transcurso del tiempo, ahora ponía mucha atención a su apariencia, buscando siempre ese punto, ese que le hacía lucir hermosa ante ojos ajenos, gustar a sus clientes, aquel mismo que les enloquecía por las noches y que hacia que volviesen a ella. Sonrió de lado complacida consigo misma, abandonó la casa y se dirigió a la cita con su hermano.
Un mesero impecablemente uniformado le dirigió a la mesa reservada. Gael ya estaba allí, observando directamente al frente, por lo que antes de que pudiera verla desvió sus pasos de inmediato alterando esa dirección y caminando detrás de algunas cortinas laterales, de manera que pudo aproximarse sin que él lo notase, reapareciendo por detrás. Era como un pequeño juego, como si volviese a aquellos tiempos en el que eran niños y se sorprendían el uno al otro. Se acercó silenciosamente por su espalda, se inclinó hacia adelante y habló cerca de su oído. -Apuesto a que comenzabas a pensar que no vendría.- Besó su mejilla sin hacer demasiado caso de que esa pequeña muestra de afecto no estuviera contemplada dentro de la etiqueta del lugar, luego se enderezó y caminó hacia el otro lado de la mesa para tomar asiento frente a él.
-Siendo sincera tampoco estaba segura de que vendrías.- añadió, mientras alargaba una mano para tomar una copa que reposaba sobre el inmaculado mantel de color blanco. -Me pregunto que pensaría nuestra madre si supiera que es ella la causa de que tú y yo nos reunamos para variar.- Sonrió leve, alzando el cristal. -Veamos, ¿por qué deseas brindar hoy? ¿Por este magnífico día, por tu éxito en los negocios que nos permite darnos el gusto de comer en un lugar cómo este, o por qué finalmente tienes algo de tiempo que dedicarme?- Sus expresivos ojos oscuros se detuvieron sobre él, con Gael no se andaba por las ramas, se conocían demasiado bien para eso, y aunque desde chica lo había adorado la vida últimamente los llevaba por caminos completamente separados.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Reencuentros fraternales - Privado
El tiempo iba pasando lentamente, según me confirmaba mi reloj de bolsillo. ¿Cuánto más iba a tardar en venir? Suspiré algo aburrido, odiaba esperar. Por suerte el camarero llegó con la botella de vino blanco y pude servirme un poco en mi copa. Mojé mis labios levemente con el líquido y lo saboreé. Estaba delicioso, había tenido buen gusto el camarero.
Una voz, de repente sonó cerca de mi oído y sonreí ampliamente, por fin había venido la pequeña de la familia. Me besó la mejilla y le di una palmada en el brazo cuando pasó por mi lado para sentarse en frente de mi. -Ya estaba por llamar a la policía para que te trajesen aquí... ¿Dónde estabas? No debes hacer esperar a tu hermano del alma.- Acaricié su mejilla cuando la tuve en frente, la había echado mucho de menos estos meses... ¿Donde andaría metida? Supongo que ella se haría la misma pregunta. Eso tenía que cambiar, a partir de hoy.
-No me perdería nunca la oportunidad de una buena comida con la mejor compañía que uno puede desear, Adaline.- Alcé mi copa también y la junté con la de ella, hasta que sonaron con un leve "clin". -Mejor brindemos por el cumpleaños de nuestra madre, se lo merece.- Dije con una sonrisa y bebí del vino. -No soy el único que tiene poco tiempo para ti... Tú tampoco lo tienes para mí.- Le eché en cara, como si fuésemos dos niños pequeños peleando por un poco de amor fraternal...
El camarero se acercó con el menú del restaurante. -Pide lo que quieras, esta vez invito yo...- Le guiñé un ojo divertido, todos los años pagaba yo... Negué con la cabeza centrándome en el menú, eligiendo lo que iba a comer hoy... Así, podía distraerme y no aturullarla con las miles de preguntas que quería hacerle. Pedí mi comida y esperé a que ella eligiese la suya, una vez que el camarero se fuese, podríamos comenzar con las preguntas de verdad. -Estás guapísima, por cierto.-
Una voz, de repente sonó cerca de mi oído y sonreí ampliamente, por fin había venido la pequeña de la familia. Me besó la mejilla y le di una palmada en el brazo cuando pasó por mi lado para sentarse en frente de mi. -Ya estaba por llamar a la policía para que te trajesen aquí... ¿Dónde estabas? No debes hacer esperar a tu hermano del alma.- Acaricié su mejilla cuando la tuve en frente, la había echado mucho de menos estos meses... ¿Donde andaría metida? Supongo que ella se haría la misma pregunta. Eso tenía que cambiar, a partir de hoy.
-No me perdería nunca la oportunidad de una buena comida con la mejor compañía que uno puede desear, Adaline.- Alcé mi copa también y la junté con la de ella, hasta que sonaron con un leve "clin". -Mejor brindemos por el cumpleaños de nuestra madre, se lo merece.- Dije con una sonrisa y bebí del vino. -No soy el único que tiene poco tiempo para ti... Tú tampoco lo tienes para mí.- Le eché en cara, como si fuésemos dos niños pequeños peleando por un poco de amor fraternal...
El camarero se acercó con el menú del restaurante. -Pide lo que quieras, esta vez invito yo...- Le guiñé un ojo divertido, todos los años pagaba yo... Negué con la cabeza centrándome en el menú, eligiendo lo que iba a comer hoy... Así, podía distraerme y no aturullarla con las miles de preguntas que quería hacerle. Pedí mi comida y esperé a que ella eligiese la suya, una vez que el camarero se fuese, podríamos comenzar con las preguntas de verdad. -Estás guapísima, por cierto.-
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Reencuentros fraternales - Privado
Escuchó sus comentarios aún con el cristal inclinado en alto y esbozó una media sonrisa. -No todo en la vida lo puede solucionar la policía.- Tras lo cual hizo una pequeña mueca con los labios. -El problema es que aún me ves como a una pequeña y ya no lo soy. Si te detuvieras a mirarme con un poco más de detenimiento te percatarías de ello.- Se inclinó hacia él y le tomó la mano cariñosamente mientras con la otra hacia sonar el cristal al chocar las copas. -Por nuestra madre que de haber sido otro su destino hoy podría vernos a ambos y juzgar si le agrada el resultado.-
Soltó su mano lentamente y tomó del contenido de la copa, el vino blanco le produjo una agradable sensación al descender por su garganta por lo que sonrió nuevamente. -Eres bueno con las palabras, pero ¿realmente soy la mejor compañía que puedes desear?- Lo miró de lado con una sonrisa traviesa. -¿No siempre que desapareces es debido al trabajo o si? Alguien tan bien parecido como tú ha de tener sus mujeres y sus conquistas. Antes de que te molestes en negarlo, recuerda lo que dije, ya no soy una niña y me doy perfecta cuenta de como te miran muchas.- Se alzó de hombros al decirlo, aunque lo dijo con ligereza el tema no era ligero para ella. Si Gael tenía en efecto una amante, y esta pasaba a ser algo más, no tardaría en llegar el momento en que decidiera sentar cabeza, y cuando lo hiciera se olvidaría de ella, pasaría a segundo plano. -Cuando alguna te atrape pasaré a ser algo menos que la mejor compañía que puedas desear...-
Ojeó brevemente el menú antes de entregárselo al mesero que se acercaba y ordenar el plato que más le había llamado la atención. -Pero te doy crédito por aparecer esta noche, incluso te has vestido muy bien, te ves muy atractivo Gael, no sabía que podías verte así.- bromeó guiñándole un ojo a su vez y se inclinó hacia adelante sobre la mesa. -No me reproches que no te vea cuando tú nunca estás.- El gesto de sus labios fue de implícita reprobación. -¿Por qué no podemos ser por siempre tú y yo nada más?- Suspiró posando sus ojos oscuros largamente en él. Cada día que pasaba daban un paso más alejándose el uno del otro, aquella época en la que Gael la alzaba en brazos jugando como si en verdad ella fuera su mejor compañía parecía casi como otra vida.
Soltó su mano lentamente y tomó del contenido de la copa, el vino blanco le produjo una agradable sensación al descender por su garganta por lo que sonrió nuevamente. -Eres bueno con las palabras, pero ¿realmente soy la mejor compañía que puedes desear?- Lo miró de lado con una sonrisa traviesa. -¿No siempre que desapareces es debido al trabajo o si? Alguien tan bien parecido como tú ha de tener sus mujeres y sus conquistas. Antes de que te molestes en negarlo, recuerda lo que dije, ya no soy una niña y me doy perfecta cuenta de como te miran muchas.- Se alzó de hombros al decirlo, aunque lo dijo con ligereza el tema no era ligero para ella. Si Gael tenía en efecto una amante, y esta pasaba a ser algo más, no tardaría en llegar el momento en que decidiera sentar cabeza, y cuando lo hiciera se olvidaría de ella, pasaría a segundo plano. -Cuando alguna te atrape pasaré a ser algo menos que la mejor compañía que puedas desear...-
Ojeó brevemente el menú antes de entregárselo al mesero que se acercaba y ordenar el plato que más le había llamado la atención. -Pero te doy crédito por aparecer esta noche, incluso te has vestido muy bien, te ves muy atractivo Gael, no sabía que podías verte así.- bromeó guiñándole un ojo a su vez y se inclinó hacia adelante sobre la mesa. -No me reproches que no te vea cuando tú nunca estás.- El gesto de sus labios fue de implícita reprobación. -¿Por qué no podemos ser por siempre tú y yo nada más?- Suspiró posando sus ojos oscuros largamente en él. Cada día que pasaba daban un paso más alejándose el uno del otro, aquella época en la que Gael la alzaba en brazos jugando como si en verdad ella fuera su mejor compañía parecía casi como otra vida.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Reencuentros fraternales - Privado
Torcí la boca al escuchar sus palabras sobre que ya no era una niña. Para mí, lo seguía siendo, y lo seguiría siendo hasta el día de mi muerte, sin importa que esta me llegase mañana, o dentro de sesenta años. Negué con la cabeza mirandola de una forma cálida, quería dejarle eso claro. -Como hermano mayor, debo protegerte, puede que ya tengas una edad como para considerarte adulta, pero no lo eres Adaline, y para mí, siempre serás esa niña con la que jugaba en la nieve en invierno cuando nevaba.- Di un sorbo al vino tras decir esas palabras, esperaba que no se le ocurriese rebatirme, pues no me iba a sacar de mi pensamiento.
Fruncí el ceño, Adaline estaba llevando el rumbo de la conversación a temas que no me apetecía mucho contestar, pero como era un día especial, escuché con atención y me prometí a mí mismo decirle la verdad a medias... Sólo lo indispensable. -Eso de preguntarme si es verdad que eres la mejor compañía... En fin, creo que no merece ni que te lo conteste. - Puse los ojos en blanco y sonreí, como le gustaba que le dijera cosas para subirle el ego... Era de lo que no había en este mundo. -Sí, casi siempre es por trabajo. Y no, no hay ninguna mujer en mi vida ahora mismo, salvo tú. Voy a ser siempre todo tuyo, Adaline. Aún cuando algún día encuentre a alguna mujer y me case con ella, siempre serás tú mi chica favorita.- Le guiñé un ojo divertido. ¿Estaba celosa? ¿Por eso me hacía esas preguntas? ¿Y qué pasaba con ella? Seguro que ya había estado con algún hombre... Carraspeé, ahora era mi turno. -¿Y tú? Tienes que tener a algún hombre que te roba el tiempo que deberías dedicármelo a mí... No quiero imaginarte casada con algún hombre... Ni nada. - Solté con desprecio, si se casaba, adiós hermana.
Suspiré mirándola de arriba abajo, ella sí que estaba atractiva, seguro que tenía una fila de pretendientes detrás de ella, deseando pedir su mano en matrimonio, cosa que me iba a negar por completo a no ser que viese a algún hombre que de verdad mereciese la pena y cuidase de ella como tenía que hacerlo, no se iba a desposar con el primer hombre que pasase por su camino. - ¿Donde te metes a las noches? Ya apenas vienes a dormir a casa...- Hice un puchero en su dirección. -Hoy somos tú y yo, nadie más. Ni trabajo, ni mujeres, ni hombres... - Bebí algo más de mi copa, justo cuando el camarero nos trajo los platos que habíamos pedido. Ambos tenían una pinta exquisita... Y me iban a salir caros. -Bon Appetit.- Le saqué la lengua y probé de mi plato... Umm delicioso.
Fruncí el ceño, Adaline estaba llevando el rumbo de la conversación a temas que no me apetecía mucho contestar, pero como era un día especial, escuché con atención y me prometí a mí mismo decirle la verdad a medias... Sólo lo indispensable. -Eso de preguntarme si es verdad que eres la mejor compañía... En fin, creo que no merece ni que te lo conteste. - Puse los ojos en blanco y sonreí, como le gustaba que le dijera cosas para subirle el ego... Era de lo que no había en este mundo. -Sí, casi siempre es por trabajo. Y no, no hay ninguna mujer en mi vida ahora mismo, salvo tú. Voy a ser siempre todo tuyo, Adaline. Aún cuando algún día encuentre a alguna mujer y me case con ella, siempre serás tú mi chica favorita.- Le guiñé un ojo divertido. ¿Estaba celosa? ¿Por eso me hacía esas preguntas? ¿Y qué pasaba con ella? Seguro que ya había estado con algún hombre... Carraspeé, ahora era mi turno. -¿Y tú? Tienes que tener a algún hombre que te roba el tiempo que deberías dedicármelo a mí... No quiero imaginarte casada con algún hombre... Ni nada. - Solté con desprecio, si se casaba, adiós hermana.
Suspiré mirándola de arriba abajo, ella sí que estaba atractiva, seguro que tenía una fila de pretendientes detrás de ella, deseando pedir su mano en matrimonio, cosa que me iba a negar por completo a no ser que viese a algún hombre que de verdad mereciese la pena y cuidase de ella como tenía que hacerlo, no se iba a desposar con el primer hombre que pasase por su camino. - ¿Donde te metes a las noches? Ya apenas vienes a dormir a casa...- Hice un puchero en su dirección. -Hoy somos tú y yo, nadie más. Ni trabajo, ni mujeres, ni hombres... - Bebí algo más de mi copa, justo cuando el camarero nos trajo los platos que habíamos pedido. Ambos tenían una pinta exquisita... Y me iban a salir caros. -Bon Appetit.- Le saqué la lengua y probé de mi plato... Umm delicioso.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Reencuentros fraternales - Privado
-¿Cómo puedes contrariarme y halagarme, hacerme querer protestar y a la vez mostrarte encantador, provocar todo eso de una vez en tan sólo una frase?- preguntó con un pequeño mohín en los labios. El la contradecía diciéndole que no era una adulta e intentar convencerlo de lo contrario no era tarea fácil, pero evocar sus antiguos juegos en la nieve provocaba que de inmediato recordase aquella emoción que le invadía de niña cuando la alzaba sobre sus hombros y le permitía ver el blanco manto que les rodeaba, o cuando le ayudaba a enderezar un muñeco de nieve que le estaba quedando un poco chueco, pero que al final, con su nariz de zanahoria y su gorro de lana, era una vista más maravillosa que la de la escultura más afamada de Miguel Ángel.
-Dirás lo que quieras, pero aún tengo un buen gancho y si ahorita estuviera nevando podría vencerte en tan sólo unos segundos con un par de bolas de nieve.- afirmó, arqueando una ceja y sonriéndole antes de probar del plato, que ha decir verdad con su sabor cubría con creces lo que costaba. -Esto está delicioso.- comentó aunque su apetito peligró en cuanto escuchó su comentario acerca de un posible casamiento. No le iba a contradecir si decía que seguiría siendo su favorita pero la idea de que se casara le producía un intenso malestar en el estómago.
-¿Ah si? ¿Y cómo se tomará tu esposa todo eso que dices?- Sonrió lentamente, olvidándose un momento del posible escenario de una mujer colgada de su brazo y se inclinó contra el respaldo de la silla observándolo. -Me dedicaría completamente a ti si estuvieras y si te encontrara por las noches cuando regreso, aunque es cierto que a veces ambos estamos demasiado cansados cuando estamos presentes.- Tenía que admitir que muchas veces volvía a una casa vacía, aunque otras regresaba, se dejaba caer en la cama sin siquiera molestarse en cambiarse ropa y se echaba a dormir profundamente, ignorando si Gael estaba en casa o no.
Devolvió su atención al plato y partió un trozo de carne tranquilamente con los utensilios. Quizás el cuestionarle no era buena idea, especialmente si él desviaba las mismas preguntas de vuelta hacia ella, y confesarle exactamente lo que hacía quedaba fuera de toda posibilidad. ¿Cómo explicarle a Gael que no tenía un hombre sino varios y que se acostaba con todos ellos? ¿Cómo explicarle por qué lo hacía y compartirle que disfrutaba del sexo y que se sabía buena amante? A pesar de lo unidos que eran jamás hablaban de ese tema, lo ignoraba todo con respecto a él. Como por ejemplo, cuando había sido su primera vez, si lo disfrutaba, que tan seguido acudía a una cama ajena. En fin, lo que muchos consideran tema tabú y que le era tan sencillo averiguar de otros.
-Sabes que trabajo y la dueña de la perfumería está obsesionada con probar nuevas combinaciones de esencias para nuevas fragancias, por lo que me tiene trabajando en ellas a todas horas. En cuanto al matrimonio...- hizo una mueca de desagrado. -Está fuera de discusión. No ansío atarme a un hombre que me diga lo que tengo que hacer, pretenda ser dueño de mis actos, y que me aleje de ti.- Soltó una risita divertida al ver su puchero. -Hoy somos solo tú y yo. Son palabras fuertes. ¿Sobreviviremos este encuentro?- le guiñó el ojo jugando, terminó con el vino de su copa y alcanzó la botella para servirse de nuevo.
-Dirás lo que quieras, pero aún tengo un buen gancho y si ahorita estuviera nevando podría vencerte en tan sólo unos segundos con un par de bolas de nieve.- afirmó, arqueando una ceja y sonriéndole antes de probar del plato, que ha decir verdad con su sabor cubría con creces lo que costaba. -Esto está delicioso.- comentó aunque su apetito peligró en cuanto escuchó su comentario acerca de un posible casamiento. No le iba a contradecir si decía que seguiría siendo su favorita pero la idea de que se casara le producía un intenso malestar en el estómago.
-¿Ah si? ¿Y cómo se tomará tu esposa todo eso que dices?- Sonrió lentamente, olvidándose un momento del posible escenario de una mujer colgada de su brazo y se inclinó contra el respaldo de la silla observándolo. -Me dedicaría completamente a ti si estuvieras y si te encontrara por las noches cuando regreso, aunque es cierto que a veces ambos estamos demasiado cansados cuando estamos presentes.- Tenía que admitir que muchas veces volvía a una casa vacía, aunque otras regresaba, se dejaba caer en la cama sin siquiera molestarse en cambiarse ropa y se echaba a dormir profundamente, ignorando si Gael estaba en casa o no.
Devolvió su atención al plato y partió un trozo de carne tranquilamente con los utensilios. Quizás el cuestionarle no era buena idea, especialmente si él desviaba las mismas preguntas de vuelta hacia ella, y confesarle exactamente lo que hacía quedaba fuera de toda posibilidad. ¿Cómo explicarle a Gael que no tenía un hombre sino varios y que se acostaba con todos ellos? ¿Cómo explicarle por qué lo hacía y compartirle que disfrutaba del sexo y que se sabía buena amante? A pesar de lo unidos que eran jamás hablaban de ese tema, lo ignoraba todo con respecto a él. Como por ejemplo, cuando había sido su primera vez, si lo disfrutaba, que tan seguido acudía a una cama ajena. En fin, lo que muchos consideran tema tabú y que le era tan sencillo averiguar de otros.
-Sabes que trabajo y la dueña de la perfumería está obsesionada con probar nuevas combinaciones de esencias para nuevas fragancias, por lo que me tiene trabajando en ellas a todas horas. En cuanto al matrimonio...- hizo una mueca de desagrado. -Está fuera de discusión. No ansío atarme a un hombre que me diga lo que tengo que hacer, pretenda ser dueño de mis actos, y que me aleje de ti.- Soltó una risita divertida al ver su puchero. -Hoy somos solo tú y yo. Son palabras fuertes. ¿Sobreviviremos este encuentro?- le guiñó el ojo jugando, terminó con el vino de su copa y alcanzó la botella para servirse de nuevo.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Reencuentros fraternales - Privado
Tuve que evitar dejar escapar del interior de mi boca un trozo de pescado, pues la primera frase que había salido de la boca de Adaline me había provocado mucha gracia. Tosí una vez hube terminado de tragar, y con lágrimas en los ojos le contesté. -Porque soy tu hermano mayor, los hermanos hacemos eso... Me encanta confundirte con una simple frase, tú lo haces con tus actos... Yo con palabras.- Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano y di un sorbo a la copa de vino, esperaba que no me diese otro ataque como este, era propenso a reírme cuando estaba con ella, únicamente, con ella.
Sonreí con un gesto tierno al verla comer, hacía mucho que no la veía comer y había perdido algo de peso. No era que antes estuviese más entrada en carnes, al contrario, siempre había sido una chica delgada, pero ahora la veía algo más delgada. Fruncí el ceño, como cocinero que era me tenía que preocupar de la alimentación de mi hermana... Quizás, cuando tuviese tiempo le prepararía la cena o la comida y se la dejaría en una olla preparada. Asentí para mi mismo, llevándome un trozo más de pescado a la boca. -Ya puede estar bueno, con lo que me va a costar...- Hice un gesto de un desmayo mientras sonreía.
-Deberá aceptarlo, no me casaré con alguien que no entienda que la familia está por encima de todo, más cuando tú eres lo único que me queda.- Dije tajante, eso lo tenía más claro que el propio agua. Encima que la veía poco, no iba a consentir que alguien se interpusiera entre ella y yo, al igual que yo no me iba a meter si mi supuesta esposa quería un día salir a cenar o comer con su hermano a solas, era algo entendible, la sangre era más fuerte que cualquier otro lazo en este mundo. -Creo que será mejor dejar de echarnos en cara esas acusaciones, Adaline... Tengamos una agradable comida.- Miré a mi plato, no quería enfadarme con ella y menos en un día tan especial como hoy, pero últimamente yo pasaba las noches en casa solo ya que estaba sumido por completo en descubrir al asesino de mi padre y había rechazado otros trabajos y ella nunca venía a dormir hasta el alba.
-Quizás tenga que ir a hablar con tu jefa, es inhumano que trabajes tanto...- ¿Enserio trabajaba hasta tan tarde? Quería creérmelo, de verdad que quería pensar que me estaba diciendo la verdad y no me estaba engañando, pero me costaba... ¿Desde cuando una perfumería se quedaba muchas semanas trabajando por la noche? Suspiré y bebí de la copa, terminandome hasta la última gota que quedaba. -Dejemos de hablar de matrimonios ficticios... Me pongo de mal humor.- Cogí la botella de vino cuando ella terminó de servise, y me serví yo, un poco más de lo habitual. -Llevo sobreviviendo a ti veinticuatro años, creeme que podré sobrevivir a esta comida.- Guiñé un ojo en su dirección divertido y volví a pinchar con el tenedor un trozo más del pez que tenía en el plato, una lástima que se fuese a acabar tan pronto... Quizás pidiese hasta postre.
Sonreí con un gesto tierno al verla comer, hacía mucho que no la veía comer y había perdido algo de peso. No era que antes estuviese más entrada en carnes, al contrario, siempre había sido una chica delgada, pero ahora la veía algo más delgada. Fruncí el ceño, como cocinero que era me tenía que preocupar de la alimentación de mi hermana... Quizás, cuando tuviese tiempo le prepararía la cena o la comida y se la dejaría en una olla preparada. Asentí para mi mismo, llevándome un trozo más de pescado a la boca. -Ya puede estar bueno, con lo que me va a costar...- Hice un gesto de un desmayo mientras sonreía.
-Deberá aceptarlo, no me casaré con alguien que no entienda que la familia está por encima de todo, más cuando tú eres lo único que me queda.- Dije tajante, eso lo tenía más claro que el propio agua. Encima que la veía poco, no iba a consentir que alguien se interpusiera entre ella y yo, al igual que yo no me iba a meter si mi supuesta esposa quería un día salir a cenar o comer con su hermano a solas, era algo entendible, la sangre era más fuerte que cualquier otro lazo en este mundo. -Creo que será mejor dejar de echarnos en cara esas acusaciones, Adaline... Tengamos una agradable comida.- Miré a mi plato, no quería enfadarme con ella y menos en un día tan especial como hoy, pero últimamente yo pasaba las noches en casa solo ya que estaba sumido por completo en descubrir al asesino de mi padre y había rechazado otros trabajos y ella nunca venía a dormir hasta el alba.
-Quizás tenga que ir a hablar con tu jefa, es inhumano que trabajes tanto...- ¿Enserio trabajaba hasta tan tarde? Quería creérmelo, de verdad que quería pensar que me estaba diciendo la verdad y no me estaba engañando, pero me costaba... ¿Desde cuando una perfumería se quedaba muchas semanas trabajando por la noche? Suspiré y bebí de la copa, terminandome hasta la última gota que quedaba. -Dejemos de hablar de matrimonios ficticios... Me pongo de mal humor.- Cogí la botella de vino cuando ella terminó de servise, y me serví yo, un poco más de lo habitual. -Llevo sobreviviendo a ti veinticuatro años, creeme que podré sobrevivir a esta comida.- Guiñé un ojo en su dirección divertido y volví a pinchar con el tenedor un trozo más del pez que tenía en el plato, una lástima que se fuese a acabar tan pronto... Quizás pidiese hasta postre.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Adaline sonrió taimadamente. -Al menos aceptas que cuando quiero puedo confundirte.- Lo miró acusatoriamente y se inclinó sobre la mesa hacia él. -Aunque eso no justifica en forma alguna que tú me confundas, ese debería ser un privilegio únicamente mío.- Se echó a reir al escucharlo reir, no podía evitarlo, a pesar de que quisiera regañarlo por la separación de los últimos tiempos, en ese momento era como si el tiempo retrocediese, fuesen los mismos de siempre y nada hubiese cambiado.
Hizo una leve mueca con los labios al oirlo. -Podría pagar la mitad del costo si sale demasiado caro.- Alzó una mano antes de que la fuera a contradecir. -Lo sé, sé que siempre pagas tú, precisamente por eso me gustaría compartir el gasto, sé que intentas ser un caballero al correr con el mismo pero te matas trabajando.-
Ladeó el rostro apoyándolo sobre una mano al descansar el brazo sobre la mesa y con la otra alcanzó su mano y la acarició cariñosamente. -La familia por encima de todo... ¿Es una filosofía tuya? Me agrada y me lo tomo bastante en serio Gael. Tú eres lo único que me queda, si alguien se mete contigo es como si lo hiciera conmigo.-
Tomó la copa de vino y observó el blanco líquido antes de probarlo nuevamente, tenía un sabor muy agradable por lo que quizás estaba tomando más de la cuenta. -No hables con mi jefa, déjame manejarla a mi, tiene un carácter... especial.- Tomó un trago, no disfrutaba mentirle pero cuando empiezas con una mentira otra viene pronto en camino para sostenerla, y terminas con una maraña que no sabes de donde ha salido o cuando tendrá fin.
Sonrió de lado al escuchar que no quería que hablaran de matrimonios por lo que no insistió en el tema, a decir verdad, a ella no le agradaba tampoco y se suponía que esa noche celebraban algo especial, por una vez podían simplemente disfrutar la mutua compañía y no echar a perder el rato agradable.
-Ja. Ja.- le sacó la lengua al oir su última frase. -Permíteme contradecirte, tú has gozado de mi compañía estos veinticuatro años tal y como lo haces ahora.- Repentinamente recordó algo, por lo que abriendo su bolso, sacó de él un pequeño paquete alargado envuelto en papel de regalo y lo colocó sobre la mesa frente a su plato. -Sé que es el cumpleaños de mamá, pero el otro día vi esto y... supe que era perfecto para ti.- Se trataba de un reloj de oro, con las iniciales G. L. labradas al dorso. Había gastado bastante dinero en el regalo pero ¿qué importaba? El único al que deseaba obsequiarle cosas era a él. Nunca iba a poder demostrarle todo lo que él significaba para ella, especialmente después de la muerte de sus padres, él lo había sido todo. -Espero te guste.-
Hizo una leve mueca con los labios al oirlo. -Podría pagar la mitad del costo si sale demasiado caro.- Alzó una mano antes de que la fuera a contradecir. -Lo sé, sé que siempre pagas tú, precisamente por eso me gustaría compartir el gasto, sé que intentas ser un caballero al correr con el mismo pero te matas trabajando.-
Ladeó el rostro apoyándolo sobre una mano al descansar el brazo sobre la mesa y con la otra alcanzó su mano y la acarició cariñosamente. -La familia por encima de todo... ¿Es una filosofía tuya? Me agrada y me lo tomo bastante en serio Gael. Tú eres lo único que me queda, si alguien se mete contigo es como si lo hiciera conmigo.-
Tomó la copa de vino y observó el blanco líquido antes de probarlo nuevamente, tenía un sabor muy agradable por lo que quizás estaba tomando más de la cuenta. -No hables con mi jefa, déjame manejarla a mi, tiene un carácter... especial.- Tomó un trago, no disfrutaba mentirle pero cuando empiezas con una mentira otra viene pronto en camino para sostenerla, y terminas con una maraña que no sabes de donde ha salido o cuando tendrá fin.
Sonrió de lado al escuchar que no quería que hablaran de matrimonios por lo que no insistió en el tema, a decir verdad, a ella no le agradaba tampoco y se suponía que esa noche celebraban algo especial, por una vez podían simplemente disfrutar la mutua compañía y no echar a perder el rato agradable.
-Ja. Ja.- le sacó la lengua al oir su última frase. -Permíteme contradecirte, tú has gozado de mi compañía estos veinticuatro años tal y como lo haces ahora.- Repentinamente recordó algo, por lo que abriendo su bolso, sacó de él un pequeño paquete alargado envuelto en papel de regalo y lo colocó sobre la mesa frente a su plato. -Sé que es el cumpleaños de mamá, pero el otro día vi esto y... supe que era perfecto para ti.- Se trataba de un reloj de oro, con las iniciales G. L. labradas al dorso. Había gastado bastante dinero en el regalo pero ¿qué importaba? El único al que deseaba obsequiarle cosas era a él. Nunca iba a poder demostrarle todo lo que él significaba para ella, especialmente después de la muerte de sus padres, él lo había sido todo. -Espero te guste.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Negué con la cabeza cuando se ofreció a pagar a medias esta comida. Siempre había pagado yo por ser el mayor y porque en cierta forma, al pagar, me sentía algo mejor por el abandonamiento en el que sumía a mi hermana durante el resto del año debido al secreto de mi trabajo. Lo sentía una forma de compensarla por todo aquello, pese a que el coste pudiese resultar algo elevado. -Voy a pagar yo y no se habla más sobre el tema del dinero, queda muy feo que una señorita pague.- Le sonreí con picardía mientras le ponía morritos para picarla.
-No sé si se le puede llamar una filosofía, solo sé, como bien tu dices, que somos lo único que nos queda, somos lo bastante adultos para comprometernos a dejar de vernos tan poco, Adaline. Lástima que eso de sólo echas de menos algo cuando te falta sea tan cierto.- Torcí el gesto y di un trago al vino que yacía algo olvidado en mi copa, pues me estaba centrando en hablar con ella más que en beber y en comer, lo cual me hacía presagiar que los pocos restos de mi pescado estarían ya fríos.
No comenté nada más hasta pasado un rato, pues me dediqué a escuchar la linda voz que tenía Adaline mientras yo terminaba los restos, efectivamente fríos del pescado en mi plato. Una vez terminados, dejé los cubiertos sobre el plato y di un trago de vino para quitarme el sabor del pescado en mi boca. Dejé tiempo para que Adaline terminase de comer su plato de carne, el cual estaría aún más frío que el mío, puesto que ella solo se dedicaba a hablar, a reír y a beber vino. Sonreí con ternura por esta imagen, que pronto se había convertido en una mujer...
De repente, sacó un pequeño paquete envuelto en papel de regalo y me quedé muy sorprendido, pero a la vez estaba emocionado. ¿Qué sería? -¡Oh, Ada! No tenías porqué comprarme nada...- Cogí el paquete y lo comencé a abrir despacio, estaba muy contento por este pequeño detalle. Una vez abierto el pequeño paquete, comprobé que lo que había en su interior era un reloj de oro, con mis iniciales grabadas. ¿Cuánto le habría costado? Me encantaba, era un regalo maravilloso y necesario, pues el reloj de bolsillo que llevaba siempre estaba algo roto. -Es increíble. Gracias.- Me levanté de la mesa y me acerqué a ella, levantándola de la silla entre mis brazos, dándole un abrazo y besos por toda la mejilla, pese a las miradas curiosas.
Tras la exaltación del amor fraternal para agradecer el regalo, volví a sentarme en mi asiento y la miré con una sonrisa. -¿Vas a pedir postre? A mi me apetece una tarta de queso, o puede que de chocolate... ¿Que opinas?- Le guiñé un ojo entre risas, de pequeños siempre asaltábamos la despensa de nuestros padres para atiborrarnos a chocolate.
-No sé si se le puede llamar una filosofía, solo sé, como bien tu dices, que somos lo único que nos queda, somos lo bastante adultos para comprometernos a dejar de vernos tan poco, Adaline. Lástima que eso de sólo echas de menos algo cuando te falta sea tan cierto.- Torcí el gesto y di un trago al vino que yacía algo olvidado en mi copa, pues me estaba centrando en hablar con ella más que en beber y en comer, lo cual me hacía presagiar que los pocos restos de mi pescado estarían ya fríos.
No comenté nada más hasta pasado un rato, pues me dediqué a escuchar la linda voz que tenía Adaline mientras yo terminaba los restos, efectivamente fríos del pescado en mi plato. Una vez terminados, dejé los cubiertos sobre el plato y di un trago de vino para quitarme el sabor del pescado en mi boca. Dejé tiempo para que Adaline terminase de comer su plato de carne, el cual estaría aún más frío que el mío, puesto que ella solo se dedicaba a hablar, a reír y a beber vino. Sonreí con ternura por esta imagen, que pronto se había convertido en una mujer...
De repente, sacó un pequeño paquete envuelto en papel de regalo y me quedé muy sorprendido, pero a la vez estaba emocionado. ¿Qué sería? -¡Oh, Ada! No tenías porqué comprarme nada...- Cogí el paquete y lo comencé a abrir despacio, estaba muy contento por este pequeño detalle. Una vez abierto el pequeño paquete, comprobé que lo que había en su interior era un reloj de oro, con mis iniciales grabadas. ¿Cuánto le habría costado? Me encantaba, era un regalo maravilloso y necesario, pues el reloj de bolsillo que llevaba siempre estaba algo roto. -Es increíble. Gracias.- Me levanté de la mesa y me acerqué a ella, levantándola de la silla entre mis brazos, dándole un abrazo y besos por toda la mejilla, pese a las miradas curiosas.
Tras la exaltación del amor fraternal para agradecer el regalo, volví a sentarme en mi asiento y la miré con una sonrisa. -¿Vas a pedir postre? A mi me apetece una tarta de queso, o puede que de chocolate... ¿Que opinas?- Le guiñé un ojo entre risas, de pequeños siempre asaltábamos la despensa de nuestros padres para atiborrarnos a chocolate.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Una pequeña sonrisa de satisfacción se abrió paso en los labios de Adaline al observar la reacción de Gael. -Ya sabes, tenía que librarte de esa chuchería que cargas en tu bolsillo y que llamas reloj. Seguramente no te ha dado la hora correcta desde que aprendí a caminar.- bromeó, haciendo alusión a lo viejo que era el artefacto.
-¡Ey! Quieto, señor sentimental!- exclamó riendo al verlo levantarse de la mesa y precipitarse hacia ella para levantarla de la silla en un movimiento tan raudo que ni siquiera tuvo tiempo de colocar sobre la mesa el tenedor que aún tenía en la mano y que cayó a un lado en el suelo. -Afortunadamente ya había terminado de comer.- protestó entre risas, mientras era abrazada y cubierta de besos y ella tironeaba de las patillas del cabello de su hermano juguetonamente y fruncía el ceño fingiendo oposición. -Oye, ¡me dejarás sin aire!-
Se sonrojó un poco tras el despliegue de afecto, ella, que se sentía siempre tan confiada ahora tenía las mejillas hirviendo y los finos vellos de sus brazos se le habían erizado. -¿Te das cuenta de que todos nos han visto?- le retó, en parte en serio, en parte no. -Solo a ti te permito estas cosas.- se rió otra vez de buena gana.
-¿Estás tratando de hacerme engordar?- alzó una ceja mientras se recostaba nuevamente en la silla y lo observaba. -Señor mío, como maestro de cocina que eres, sabes perfectamente bien cuantas calorías contiene un postre.-
Sonrió de lado, pensativa. No le gustaba extralimitarse con las comidas, había que mantener un buen balance porque de lo contrario, subiría de peso y eso era no se lo podía permitir. Así como estaba se enorgullecía de si misma, tenía suficiente carne adonde lo necesitaba, o eso pensaban otros al verla. Su sonrisa se volvió algo taimada al pensar en ello, lo atribuyó al vino, siempre tenía ese efecto en ella, desviaba sus pensamientos por otros rumbos. -De acuerdo, pero solo esta noche.- le guiñó el ojo a su vez e hizo una seña al camarero, que dicho sea de paso, la estaba observando bastante interesado, incluso desde antes de que ella le dirigiese la mirada.
Adaline le sonrió y movió despacio las pestañas, entornando los ojos en un gesto que usualmente la tornaba bastante encantadora ante ojos ajenos. -¿Qué postres tiene para ofrecernos?- Le miró unos segundos antes de desviar lentamente la mirada de vuelta hacia Gael pero ambos lo sabían, aunque les leyeran todas las delicias azucaradas de Paris al final ordenarían la tarta de chocolate, así que se adelantó a él y ordenó dos trozos.
-¿Te han dicho otros al igual que yo, que sería bueno que te rasuraras más seguido?- Se llevó las manos a las mejillas. -Casi no pude sentir tus besos debido a esa rasposa barba que tienes y que no termina nunca de crecer.- comentó con tono lastimoso y un puchero en los labios.
-¡Ey! Quieto, señor sentimental!- exclamó riendo al verlo levantarse de la mesa y precipitarse hacia ella para levantarla de la silla en un movimiento tan raudo que ni siquiera tuvo tiempo de colocar sobre la mesa el tenedor que aún tenía en la mano y que cayó a un lado en el suelo. -Afortunadamente ya había terminado de comer.- protestó entre risas, mientras era abrazada y cubierta de besos y ella tironeaba de las patillas del cabello de su hermano juguetonamente y fruncía el ceño fingiendo oposición. -Oye, ¡me dejarás sin aire!-
Se sonrojó un poco tras el despliegue de afecto, ella, que se sentía siempre tan confiada ahora tenía las mejillas hirviendo y los finos vellos de sus brazos se le habían erizado. -¿Te das cuenta de que todos nos han visto?- le retó, en parte en serio, en parte no. -Solo a ti te permito estas cosas.- se rió otra vez de buena gana.
-¿Estás tratando de hacerme engordar?- alzó una ceja mientras se recostaba nuevamente en la silla y lo observaba. -Señor mío, como maestro de cocina que eres, sabes perfectamente bien cuantas calorías contiene un postre.-
Sonrió de lado, pensativa. No le gustaba extralimitarse con las comidas, había que mantener un buen balance porque de lo contrario, subiría de peso y eso era no se lo podía permitir. Así como estaba se enorgullecía de si misma, tenía suficiente carne adonde lo necesitaba, o eso pensaban otros al verla. Su sonrisa se volvió algo taimada al pensar en ello, lo atribuyó al vino, siempre tenía ese efecto en ella, desviaba sus pensamientos por otros rumbos. -De acuerdo, pero solo esta noche.- le guiñó el ojo a su vez e hizo una seña al camarero, que dicho sea de paso, la estaba observando bastante interesado, incluso desde antes de que ella le dirigiese la mirada.
Adaline le sonrió y movió despacio las pestañas, entornando los ojos en un gesto que usualmente la tornaba bastante encantadora ante ojos ajenos. -¿Qué postres tiene para ofrecernos?- Le miró unos segundos antes de desviar lentamente la mirada de vuelta hacia Gael pero ambos lo sabían, aunque les leyeran todas las delicias azucaradas de Paris al final ordenarían la tarta de chocolate, así que se adelantó a él y ordenó dos trozos.
-¿Te han dicho otros al igual que yo, que sería bueno que te rasuraras más seguido?- Se llevó las manos a las mejillas. -Casi no pude sentir tus besos debido a esa rasposa barba que tienes y que no termina nunca de crecer.- comentó con tono lastimoso y un puchero en los labios.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Me hice un poco el ofendido cuando insultó a mi viejo reloj, cierto era que era más antiguo que Matusalén, pero le había cogido cariño al pequeño artefacto, me entraba en cualquier bolsillo de los pantalones y estaba seguro de que no corría peligro de que me lo robasen... Ahora podía utilizarlo cuando saliese de cacería y el nuevo guardarlo en casa para que no se me rompiese o lo perdiese. Ahora ganaría glamour con el nuevo cuando una damisela me preguntase la hora por la calle. -Muchísimas gracias, de verdad. La próxima vez que quieras comprarte algún vestido o atuendo nuevo, avisame. Yo pago.- Guiñé un ojo, sabía lo que adoraba esta mujer ir de compras, era como todas. Veía una tienda y se quedaba pegada al cristal cual lapa.
Reí como un niño pequeño al verla colorada, le quedaba bien ese rubor en sus mejillas. -Me da igual que nos hayan visto, no he hecho nada malo, además, estoy seguro de que muchos de los caballeros que nos han observado, desearían haber podido estar en mi lugar. Estás preciosa cuando te pones colorada.- Reí tapándome la boca con la mano y rodé los ojos, divertido.
Negué con la cabeza ¿De verdad le preocupaba su peso? Tenía una bonita figura y si era igual que yo en cuanto a constitución, no le debería importar comer una porción de tarta de chocolate, pues yo podía comer todo lo que se me antojase que si luego hacía un poco de deporte, las calorías se iban volando. -Si te preocupan las calorías, luego nos vamos a casa, nos ponemos ropa cómoda y nos vamos a correr... ¿Cuánto hace que no sales a correr?- Alcé una ceja, era un reto.
Vi como mi querida hermana usaba sus armas de mujer contra el camarero, el cual la miraba embelesado. Fruncí el ceño, mirándolos a ambos, aunque la escena era divertida, quizás ese muchacho esperaba al final de la velada que mi hermana le hubiese dejado la dirección anotada en una hoja de papel, o en la servilleta. Carraspeé mirando al camarero, pues mi hermana hacía unos segundos le había ordenado dos porciones de tarta y él seguía esperando a algo más. Al final, se dió cuenta y se marcho dirección las cocinas. - Vaya, creo que alguien va a salir con una cita de esta "cita"- Fingí pucheros, pues la quería solo para mí.
-¿No te gusta mi barba? Hace solo tres días que no me afeito... ¿Tanto pincha?- Toqué mi barba con la punta de los dedos, una barba dura, pero a mi parecer no pinchaba tanto... La señorita Zahir no se había quejado de ella, al contrario. -Me gusta llevar barba de unos pocos días, pero si a mi preciosa niña no le gusta... Más tarde me afeitaré. - Dejé de tocarme mi propia barba y sonreí cuando el mismo camarero de antes, nos dejó a ambos la porción de tarta que habíamos pedido, aunque solamente miraba a Adaline.
-Umm, huele deliciosamente bien. ¡A disfrutar!- Dije sonriendo y partí un gran trozo, yo no tenía medida cuando se trataba de dulces, era una de mis comidas favoritas, si por mi fuese, haría tartas todo el día en casa.
Reí como un niño pequeño al verla colorada, le quedaba bien ese rubor en sus mejillas. -Me da igual que nos hayan visto, no he hecho nada malo, además, estoy seguro de que muchos de los caballeros que nos han observado, desearían haber podido estar en mi lugar. Estás preciosa cuando te pones colorada.- Reí tapándome la boca con la mano y rodé los ojos, divertido.
Negué con la cabeza ¿De verdad le preocupaba su peso? Tenía una bonita figura y si era igual que yo en cuanto a constitución, no le debería importar comer una porción de tarta de chocolate, pues yo podía comer todo lo que se me antojase que si luego hacía un poco de deporte, las calorías se iban volando. -Si te preocupan las calorías, luego nos vamos a casa, nos ponemos ropa cómoda y nos vamos a correr... ¿Cuánto hace que no sales a correr?- Alcé una ceja, era un reto.
Vi como mi querida hermana usaba sus armas de mujer contra el camarero, el cual la miraba embelesado. Fruncí el ceño, mirándolos a ambos, aunque la escena era divertida, quizás ese muchacho esperaba al final de la velada que mi hermana le hubiese dejado la dirección anotada en una hoja de papel, o en la servilleta. Carraspeé mirando al camarero, pues mi hermana hacía unos segundos le había ordenado dos porciones de tarta y él seguía esperando a algo más. Al final, se dió cuenta y se marcho dirección las cocinas. - Vaya, creo que alguien va a salir con una cita de esta "cita"- Fingí pucheros, pues la quería solo para mí.
-¿No te gusta mi barba? Hace solo tres días que no me afeito... ¿Tanto pincha?- Toqué mi barba con la punta de los dedos, una barba dura, pero a mi parecer no pinchaba tanto... La señorita Zahir no se había quejado de ella, al contrario. -Me gusta llevar barba de unos pocos días, pero si a mi preciosa niña no le gusta... Más tarde me afeitaré. - Dejé de tocarme mi propia barba y sonreí cuando el mismo camarero de antes, nos dejó a ambos la porción de tarta que habíamos pedido, aunque solamente miraba a Adaline.
-Umm, huele deliciosamente bien. ¡A disfrutar!- Dije sonriendo y partí un gran trozo, yo no tenía medida cuando se trataba de dulces, era una de mis comidas favoritas, si por mi fuese, haría tartas todo el día en casa.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Adaline sonrió al escuchar el ofrecimiento de su hermano en cuanto a comprarle algo. -Cuidado. Que te tomo la palabra.- De hecho, en ese momento deseaba reabastecerse de ropa nueva. Vestidos y sombreros, paragüas para el sol y zapatos, cintas para el cabello, y lo más importante, la ropa interior. Adaline necesitaba proveerse de batas y camisones seductores y sensuales y de sus respectivos ligueros... Suspiró. -Pronto iré a comprarme algunos trajes nuevos, asi que si gustas acompañarme.- Alzó una ceja antes de que sus labios se detuvieran cerca de la copa un instante.
En verdad Gael no tenía la menor idea... Se sintió culpable por su comentario acerca de que otros caballeros pudieran desear besarla en las mejillas. Pero ah, no... aún así, no iba a permitir que la sensibilidad del momento la llenara de culpa, ni iba a abandonar lo que hacía... ahora menos que nunca.
-Oye, para tu conocimiento hago bastante ejercicio. Corro por las mañanas todos los días. ¿Desde cuando tú no haces ejercicio?- Ladeó el rostro observándolo. Gael se mantenía en forma, tenía un cuerpo de atleta a los que muchos hombres sólo podían aspirar. Aunque no estaba segura de cómo lo lograba pues si en verdad se ejercitaba ignoraba adónde o cómo lo hacía.
-Aunque si es un reto estoy dispuesta a aceptarlo. Sabes que nunca digo que no a uno.- Le guiñó el ojo. Si realmente quería competir con ella saldría a correr con él toda la noche hasta aventajarlo, no se dejaría vencer. -¿Y cuál será mi recompensa si gano? ¿Me prepararás el desayuno durante un mes completo?- Soltó una alegre carcajada sin abandonar la expresión desafiante. Lo vivía repitiendo, Gael no tenía idea de lo que ella era capaz, por eso aún la mantenía bajo su ala protectora. -No es que no me gusten tus alas, son muy cómodas pero de vez en cuando puedo demostrarte qué tanto sé volar.-
Rió y estuvo a punto de atragantarse cuando terminaba el vino en su copa. -Si bien es tentador marcharme a un encuentro clandestino con el camarero, prefiero pasar el resto de la noche en tu companía.- Suspiró, adquiriendo la mirada de sus oscuros ojos un brillo más serio. -Hoy es el cumpleaños de nuestra madre Gael, y no me trae los mejores recuerdos, en verdad no deseo pasarla sola.-
Se levantó, se acercó y se inclinó hacia él por su espalda, a la vez que presionaba sus labios suavemente contra su mejilla. -Tu barba pincha pero si a ti te agrada prefiero que la conserves.- Alargó el brazo por encima de su hombro y sin pedirle permiso le robó con su dedo un pequeño trozo de la tarta de chocolate que estaba sobre la mesa frente a él y se la llevo a la boca degustándola con lentitud.
-Mmmmm. Está más deliciosa de lo que te imaginas.- Rió al decirlo y volvió a besarlo en la mejilla. -Trátame bien hoy, aunque abandonemos pronto el restaurante.- Pasó el dedo por encima del chocolate que cubría la tarta antes de repetir la acción sobre la nariz de él. -Diablos que bien te sienta esta tarta.- dijo mirándolo sin poder contener la risa.
En verdad Gael no tenía la menor idea... Se sintió culpable por su comentario acerca de que otros caballeros pudieran desear besarla en las mejillas. Pero ah, no... aún así, no iba a permitir que la sensibilidad del momento la llenara de culpa, ni iba a abandonar lo que hacía... ahora menos que nunca.
-Oye, para tu conocimiento hago bastante ejercicio. Corro por las mañanas todos los días. ¿Desde cuando tú no haces ejercicio?- Ladeó el rostro observándolo. Gael se mantenía en forma, tenía un cuerpo de atleta a los que muchos hombres sólo podían aspirar. Aunque no estaba segura de cómo lo lograba pues si en verdad se ejercitaba ignoraba adónde o cómo lo hacía.
-Aunque si es un reto estoy dispuesta a aceptarlo. Sabes que nunca digo que no a uno.- Le guiñó el ojo. Si realmente quería competir con ella saldría a correr con él toda la noche hasta aventajarlo, no se dejaría vencer. -¿Y cuál será mi recompensa si gano? ¿Me prepararás el desayuno durante un mes completo?- Soltó una alegre carcajada sin abandonar la expresión desafiante. Lo vivía repitiendo, Gael no tenía idea de lo que ella era capaz, por eso aún la mantenía bajo su ala protectora. -No es que no me gusten tus alas, son muy cómodas pero de vez en cuando puedo demostrarte qué tanto sé volar.-
Rió y estuvo a punto de atragantarse cuando terminaba el vino en su copa. -Si bien es tentador marcharme a un encuentro clandestino con el camarero, prefiero pasar el resto de la noche en tu companía.- Suspiró, adquiriendo la mirada de sus oscuros ojos un brillo más serio. -Hoy es el cumpleaños de nuestra madre Gael, y no me trae los mejores recuerdos, en verdad no deseo pasarla sola.-
Se levantó, se acercó y se inclinó hacia él por su espalda, a la vez que presionaba sus labios suavemente contra su mejilla. -Tu barba pincha pero si a ti te agrada prefiero que la conserves.- Alargó el brazo por encima de su hombro y sin pedirle permiso le robó con su dedo un pequeño trozo de la tarta de chocolate que estaba sobre la mesa frente a él y se la llevo a la boca degustándola con lentitud.
-Mmmmm. Está más deliciosa de lo que te imaginas.- Rió al decirlo y volvió a besarlo en la mejilla. -Trátame bien hoy, aunque abandonemos pronto el restaurante.- Pasó el dedo por encima del chocolate que cubría la tarta antes de repetir la acción sobre la nariz de él. -Diablos que bien te sienta esta tarta.- dijo mirándolo sin poder contener la risa.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
No era ir de compras con mi hermana uno de mis pasatiempos favoritos, más bien, ir de compras se trataba de lo que más odiaba en el mundo. Odiaba que me hicieran esperar en todas las facetas, pero esperar a que una mujer eligiese un maldito vestido, se lo probase, se lo volviese a quitar, eligiese otro y vuelta a empezar con el mismo ritual... Solo de pensarlo sentía que iba a desfallecer. ―Está bien, te acompañaré. Pero que sea rápido, odio sufrir esa agonía de esperarte.― Me reí, pero lo dije completamente enserio, estaba hasta planteándome la idea de darle yo mismo el dinero y que se fuera sola, pero eso no le agradaría tanto como que fuese yo mismo personalmente.
La pregunta siguiente sí que me hizo reír. ¿Cuánto hacía que no hacía ejercicio? Hacía todas las noches que salía de caza y cuando no salia de caza, solía hacer flexiones y abdominales en mi habitación por la noche y por las mañanas si tenía tiempo, salía a correr o si no, por la noche mismo. ― Hago mucho ejercicio, lo que pasa es que como nunca estás en casa... Pues no lo ves. ¿Que te crees? ¿Que este cuerpo se conserva con el aire?― Le saqué la lengua, tenía que estar muy en forma por mi trabajo, por lo que ejercitarme era vital para seguir vivo un día más. Tenía que correr más rápido con un lobo. ―Si me ganas, seré tu esclavo dos semanas. Haré la colada, la comida... Todo lo que quieras.― Dudaba que fuese a ganarme, solo lo haría si le dejaba ganar.
Chasqueé la lengua, no quería que ninguno de los estuviésemos tristes por este día. Había pasado de ser un día negro en nuestro calendario para ser un día de encuentros. ― Yo también quiero pasarlo contigo y no quedarme solo, para un día que estás tengo que aprovecharte... Y nada de camareros. ― Miré por detrás de ella, el camarero ya se había retirado para atender a otros clientes, pero pude ver como lanzaba miradas a mi hermana.
Se levantó, se acercó por detrás y posó sus labios sobre mi mejilla a lo que sonreí, me encantaba que estuviese mimosa, me daban ganas de abrazarla durante un rato. ― Bien. Pienso dejármela. No me gusta quitármela, me siento desnudo sin ella... Y tampoco pincha tanto ¿No? Más pincha tu bigote.― Estallé en una sonora carcajada, seguramente después de esa broma me esperaba un golpe, lo estaba viendo venir, pero no me había podido resistir.
Comenzó a untar su dedo en mi tarta y me lo puso en la nariz. Me dieron ganas de coger el trozo entero y ponérselo en la cara, pero eso sería demasiado y nos acabarían echando del sitio. La empujé entre risas para que se alejase de mi sitio y se sentase en el suyo. ― Venga, siéntate y a comer, tenemos que terminar esta ricura para poder irnos y hacer lo que quieras.― Me quité la mancha de la nariz con la servilleta y la miré desafiante, prometiendome a mi mismo una venganza ante esto que acababa de hacer.
Me terminé tras escasos minutos la deliciosa tarta de chocolate y di un trago al vino para poder quitarme lo empalagoso del chocolate. Vi que mi hermana también había terminado, así que llamé a un camarero para que nos trajese la cuenta para poder pagar. Pagué la cuantía que aparecía en la pequeña nota y dejé un poco más de propina, aunque no demasiado. Me levanté de mi asiento y me puse el abrigo, listo para irme. ― Bien. ¿Donde vamos ahora?― Pregunté mientras la agarraba por el brazo y salíamos fuera del restaurante.
La pregunta siguiente sí que me hizo reír. ¿Cuánto hacía que no hacía ejercicio? Hacía todas las noches que salía de caza y cuando no salia de caza, solía hacer flexiones y abdominales en mi habitación por la noche y por las mañanas si tenía tiempo, salía a correr o si no, por la noche mismo. ― Hago mucho ejercicio, lo que pasa es que como nunca estás en casa... Pues no lo ves. ¿Que te crees? ¿Que este cuerpo se conserva con el aire?― Le saqué la lengua, tenía que estar muy en forma por mi trabajo, por lo que ejercitarme era vital para seguir vivo un día más. Tenía que correr más rápido con un lobo. ―Si me ganas, seré tu esclavo dos semanas. Haré la colada, la comida... Todo lo que quieras.― Dudaba que fuese a ganarme, solo lo haría si le dejaba ganar.
Chasqueé la lengua, no quería que ninguno de los estuviésemos tristes por este día. Había pasado de ser un día negro en nuestro calendario para ser un día de encuentros. ― Yo también quiero pasarlo contigo y no quedarme solo, para un día que estás tengo que aprovecharte... Y nada de camareros. ― Miré por detrás de ella, el camarero ya se había retirado para atender a otros clientes, pero pude ver como lanzaba miradas a mi hermana.
Se levantó, se acercó por detrás y posó sus labios sobre mi mejilla a lo que sonreí, me encantaba que estuviese mimosa, me daban ganas de abrazarla durante un rato. ― Bien. Pienso dejármela. No me gusta quitármela, me siento desnudo sin ella... Y tampoco pincha tanto ¿No? Más pincha tu bigote.― Estallé en una sonora carcajada, seguramente después de esa broma me esperaba un golpe, lo estaba viendo venir, pero no me había podido resistir.
Comenzó a untar su dedo en mi tarta y me lo puso en la nariz. Me dieron ganas de coger el trozo entero y ponérselo en la cara, pero eso sería demasiado y nos acabarían echando del sitio. La empujé entre risas para que se alejase de mi sitio y se sentase en el suyo. ― Venga, siéntate y a comer, tenemos que terminar esta ricura para poder irnos y hacer lo que quieras.― Me quité la mancha de la nariz con la servilleta y la miré desafiante, prometiendome a mi mismo una venganza ante esto que acababa de hacer.
Me terminé tras escasos minutos la deliciosa tarta de chocolate y di un trago al vino para poder quitarme lo empalagoso del chocolate. Vi que mi hermana también había terminado, así que llamé a un camarero para que nos trajese la cuenta para poder pagar. Pagué la cuantía que aparecía en la pequeña nota y dejé un poco más de propina, aunque no demasiado. Me levanté de mi asiento y me puse el abrigo, listo para irme. ― Bien. ¿Donde vamos ahora?― Pregunté mientras la agarraba por el brazo y salíamos fuera del restaurante.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Le resultó sorpresivo que Gael no fuera más agresivo e intentase devolverle la maniobra de la pasta de chocolate. Cosa que seguramente la hubiese llevado a defenderse y contraatacar pero seguramente su hermano opinaba que debía guardar la compostura. Por ahora... Si de algo estaba segura era de que él nunca dejaba pasar las cosas sin buscar revancha. En eso se parecían ambos.
Hizo un gesto ligero con los labios cuando él le indicó que se terminara su porción de tarta, pero en cuanto el primer bocado entró en su boca no pudo quejarse, estaba deliciosa. -Llevémos un par de trozos a casa.- dijo, haciéndole una seña al mesero para que se acercáse y ordenándole los trozos para llevar. Una vez acabada la comida y pagada la cuenta, se preguntó adonde se había ido el tiempo. Sentía que acababan de llegar al restaurante y ya debían abandonarlo. Hasta cierto punto le desanimaba la idea, temía que terminase la noche más pronto de lo que había empezado y a decir verdad, y si tenía que ser honesta consigo misma, cuando llegó al restaurante venía decidida a cumplir y marcharse. Gael y ella se habían distanciado pero de alguna manera, esa noche volvían a estar cerca, como lo estuvieron en tiempos pasados.
Se dejó llevar del brazo y sonrió mientras salían del restaurante. -¿Crees que se percatan de que somos hermanos?- Su sonrisa se volvió taimada al mirarlo. -No nos parecemos mucho. Tu tienes el cabello claro y la mandíbula de nuestro padre. No resulta fácil ante ojos ajenos descubrir el parentesco. A veces me preguntan... quien era el hombre apuesto con el que andaba paseándome por aquí o por allá.- Se echó a reir alegremente. -Claro que para todo hay gustos... mira que llamarte apuesto...- se detuvo a su lado al llegar a la esquina, sonriéndole pícaramente.
-En realidad no importa mucho adonde vayamos.- respondió dándole vueltas al asunto en su mente. Salir a lugares públicos con Gael comenzaba a tornarse ligeramente peligroso. Si alguno de sus clientes llegaba a cruzarse con ellos tendría que eludirlo como fuera, era algo de lo que repentinamente se tornaba consciente, a pesar de que ella fuera muy discreta y nunca dijera su nombre verdadero. Pero la realidad era que esa noche no se había topado con nadie conocido y por otro lado, no salía con Gael a visitar lugares públicos con frecuencia por lo que la preocupación se desvaneció de su mente con la misma rapidez con la que se había presentado.
-Aunque si deseas complacerme...- desvió la mirada de él hacia el frente para observar la calle mientras deslizaba sus manos en los bolsillos de su abrigo. Su estado de ánimo adquirió un tono más serio, no le resultaba fácil tocar el tema, pero Gael era quien le preguntaba adonde deseaba ir y en ese momento sólo existía un lugar. -Quiero ir al cementerio. Deseo visitar las tumbas de nuestros padres.- Las palabras salieron calmadas pero graves. Adaline nunca iba al cementerio, jamás visitaba la tumba de sus padres, pero esa noche... sus entrañas y su ser entero le indicaban que debía hacerlo. Podía deberse al hecho de que fuera el cumpleaños de su madre, o podría ser simplemente que los sentimientos relacionados con sus padres los había embotellado y repentinamente juntaba el coraje para destapar el corcho.
-No hablamos a menudo de ellos... Ni de nuestra madre ni de nuestro padre pero a pesar de ello siempre los llevo presentes acá.- Hizo un gesto con sus dedos hacia su pecho. Reunió coraje para que las siguientes palabras salieran de su boca. -¿Qué sucedió realmente esa noche Gael? ¿Quién acabo con la vida de nuestro padre?- Giró con sus talones para ver a su hermano de frente. Todo aquello de lo cual nunca habían hablado, lo que sucedió esa noche fatídica, años atrás, ahora pugnaba por salir a la superficie y conseguir las respuestas.
-Lo vi Gael... Sé que hiciste lo posible porque no lo viera cuando llegamos a la casa, pero mi instinto pudo más que yo... Vi el cadáver de nuestro padre... Fueron tan solo unos segundos pero Dios... lo que vi no era algo natural. Estoy segura de que no lo fue pero no encuentro una explicación a ello. Y sé que no es mi imaginación. ¿Qué le sucedió esa noche?-
Se abrazó a si misma, colocando sus brazos alrededor de su delgada cintura, como si se protegiera de esa manera, presa de un frío que le helaba el cuerpo. Sus oscuros ojos se clavaron en su hermano y la brisa gélida agitó su negro cabello mientras ambas figuras continuaban de pie en medio del silencio. ¿Había hecho bien en sacar a colación el tema? Cada átomo que la conformaba quería gritar que a pesar del tiempo transcurrido no había olvidado lo acontecido y que necesitaba desesperadamente conocer las respuestas.
Hizo un gesto ligero con los labios cuando él le indicó que se terminara su porción de tarta, pero en cuanto el primer bocado entró en su boca no pudo quejarse, estaba deliciosa. -Llevémos un par de trozos a casa.- dijo, haciéndole una seña al mesero para que se acercáse y ordenándole los trozos para llevar. Una vez acabada la comida y pagada la cuenta, se preguntó adonde se había ido el tiempo. Sentía que acababan de llegar al restaurante y ya debían abandonarlo. Hasta cierto punto le desanimaba la idea, temía que terminase la noche más pronto de lo que había empezado y a decir verdad, y si tenía que ser honesta consigo misma, cuando llegó al restaurante venía decidida a cumplir y marcharse. Gael y ella se habían distanciado pero de alguna manera, esa noche volvían a estar cerca, como lo estuvieron en tiempos pasados.
Se dejó llevar del brazo y sonrió mientras salían del restaurante. -¿Crees que se percatan de que somos hermanos?- Su sonrisa se volvió taimada al mirarlo. -No nos parecemos mucho. Tu tienes el cabello claro y la mandíbula de nuestro padre. No resulta fácil ante ojos ajenos descubrir el parentesco. A veces me preguntan... quien era el hombre apuesto con el que andaba paseándome por aquí o por allá.- Se echó a reir alegremente. -Claro que para todo hay gustos... mira que llamarte apuesto...- se detuvo a su lado al llegar a la esquina, sonriéndole pícaramente.
-En realidad no importa mucho adonde vayamos.- respondió dándole vueltas al asunto en su mente. Salir a lugares públicos con Gael comenzaba a tornarse ligeramente peligroso. Si alguno de sus clientes llegaba a cruzarse con ellos tendría que eludirlo como fuera, era algo de lo que repentinamente se tornaba consciente, a pesar de que ella fuera muy discreta y nunca dijera su nombre verdadero. Pero la realidad era que esa noche no se había topado con nadie conocido y por otro lado, no salía con Gael a visitar lugares públicos con frecuencia por lo que la preocupación se desvaneció de su mente con la misma rapidez con la que se había presentado.
-Aunque si deseas complacerme...- desvió la mirada de él hacia el frente para observar la calle mientras deslizaba sus manos en los bolsillos de su abrigo. Su estado de ánimo adquirió un tono más serio, no le resultaba fácil tocar el tema, pero Gael era quien le preguntaba adonde deseaba ir y en ese momento sólo existía un lugar. -Quiero ir al cementerio. Deseo visitar las tumbas de nuestros padres.- Las palabras salieron calmadas pero graves. Adaline nunca iba al cementerio, jamás visitaba la tumba de sus padres, pero esa noche... sus entrañas y su ser entero le indicaban que debía hacerlo. Podía deberse al hecho de que fuera el cumpleaños de su madre, o podría ser simplemente que los sentimientos relacionados con sus padres los había embotellado y repentinamente juntaba el coraje para destapar el corcho.
-No hablamos a menudo de ellos... Ni de nuestra madre ni de nuestro padre pero a pesar de ello siempre los llevo presentes acá.- Hizo un gesto con sus dedos hacia su pecho. Reunió coraje para que las siguientes palabras salieran de su boca. -¿Qué sucedió realmente esa noche Gael? ¿Quién acabo con la vida de nuestro padre?- Giró con sus talones para ver a su hermano de frente. Todo aquello de lo cual nunca habían hablado, lo que sucedió esa noche fatídica, años atrás, ahora pugnaba por salir a la superficie y conseguir las respuestas.
-Lo vi Gael... Sé que hiciste lo posible porque no lo viera cuando llegamos a la casa, pero mi instinto pudo más que yo... Vi el cadáver de nuestro padre... Fueron tan solo unos segundos pero Dios... lo que vi no era algo natural. Estoy segura de que no lo fue pero no encuentro una explicación a ello. Y sé que no es mi imaginación. ¿Qué le sucedió esa noche?-
Se abrazó a si misma, colocando sus brazos alrededor de su delgada cintura, como si se protegiera de esa manera, presa de un frío que le helaba el cuerpo. Sus oscuros ojos se clavaron en su hermano y la brisa gélida agitó su negro cabello mientras ambas figuras continuaban de pie en medio del silencio. ¿Había hecho bien en sacar a colación el tema? Cada átomo que la conformaba quería gritar que a pesar del tiempo transcurrido no había olvidado lo acontecido y que necesitaba desesperadamente conocer las respuestas.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Esta chica nunca iba a dejar de sorprenderme, no le bastaba con haber comido aquí un buen trozo de tarta, si no que iba a pedir ahora para llevar y poder tener en casa. ¿No me tenía a mí como cocinero para que le hiciese cualquier tipo de plato? Los postres se me daban bastante bien, pero aún así, prefería llevarse de aquí. Negué con la cabeza, me iba a vengar por este ultraje, y por lo anteriormente acontecido... La venganza se sirve mejor en plato frío y cuando nadie se lo espera.
Nada más salir del restaurante, me quedé quieto, esperando a que eligiera un sitio al que ir ahora, no quería marcharme tan pronto, tampoco tenía nada que hacer hoy, por lo que estar en su compañía era todo lo que quería hacer, esperaba que ella opinase lo mismo. Alcé una ceja ante su pregunta, divertido. ―No nos parecemos mucho, en eso tienes razón. ― Cogí sus manos y las entrelacé con las mías, para después dejar unos tiernos besos sobre ellas. ―Nunca te lo he contado, pero es hora de que lo sepas, ya eres adulta... Eres adoptada Adaline.― Rompí a reír en una sonora carcajada, de pequeña mil veces le había molestado con esa broma, hasta el punto de haberla hecho llorar, lo que me acarreó un zapatillazo por parte de madre en el culo. ―No todos los hermanos tienen porqué parecerse, tu eres la viva imagen de madre... Pero tienes el mismo carácter de padre. Eres una mezcla mal hecha de ambos.― Le pegué un leve empujón cuando insinuó que era feo.
La miré intensamente ¿Quería ir de compras ahora? Iba a ser un auténtico suplicio, pero por suerte llevaba dinero encima como para comprarle un vestido de fiesta. Pero resultó que ir de compras no era a donde quería ir. Quería ir a ver a nuestros padres. Ella, la que nunca iba a verlos, ahora quería ir a visitarlos. Apreté la mandíbula, yo iba siempre una vez a la semana a dejarles flores frescas y a desahogarme, como si pudiesen escucharme, pero ella... No iba desde que había sido el entierro de madre. ―Vale, pues vayamos. ― Dejé que se volviese a agarrar de mi brazo y comencé a caminar a paso rápido, estaba llegando a un punto en el que no quería llegar...
Y ahí estaba lo que durante tantos años había estado esperando. Adaline y sus preguntas. No estaba preparado para contarle la verdad, temía que si lo hacía iba a volverme loco y ella creyese que de verdad lo estaba. ¿Quería hablar de nuestros padres? Hablaríamos de ellos, le contaría todo lo que quisiera, pero nada de lo sucedido con la muerte de nuestro padre, por eso sí que no iba a pasar esta noche y ninguna de las siguientes. No estaba preparado para caer al abismo.
Los demonios de mi interior comenzaron a danzar, a correr y a morder mis entrañas, recordando una y otra vez aquel maldito día en el que en la cocina, yació nuestro padre. Apreté los puños y me detuve, mirando a Adaline con gesto serio, un gesto que nunca le había dedicado a mi dulce hermana, ni siquiera cuando había estado enfadado con ella. ―Hablaremos de nuestros padres si quieres, pero sobre la muerte de padre no vamos a hablar Adaline. No quiero...Hay cosas que jamás podrás entender. Padre murió por un asaltante que quería robarnos. Punto. No hay más.― La cogí del brazo con fuerza y comencé a caminar de nuevo, apretando el paso, cuanto antes llegásemos, antes deberíamos de estar en silencio por respeto a los muertos y no tendría que responder ninguna pregunta de ese tipo.
Mis piernas cada vez iban a un ritmo más rápido, quería huir, me estaba comenzando a sentir perdido, a ponerme de mal humor y ella no se merecía que esta noche acabase mal, después de lo bien que habíamos estado los dos en restaurante, esta noche merecía acabar bien... Pero me daba a mí que no iba a ser el caso. Me estaba poniendo nervioso cada vez que pensaba en el tema, si me hacía una única pregunta más o insistía en saber... Iba a perder el poco control de mí mismo que me quedaba y la cosa se iba a poner fea. Ya notaba al demonio interior relamerse, quería salir, llevaba mucho tiempo encerrado en mi interior.
Llegamos a las puertas del cementerio, donde solté su brazo y la dejé libre, pero le dediqué una mirada ruda. ―Ahora silencio. Espero que te acuerdes de donde están las tumbas.― La miré con algo de desprecio, nunca le iba a perdonar que hubiera pasado de venir a verlos, ni siquiera en sus aniversarios de muerte. Entré por delante de ella en el cementerio, me sabía el camino con los ojos cerrados. Tras unos minutos por un camino de piedras, llegamos a las tumbas. Miré las flores que había colocado dos días atrás, no estaban en muy buen estado. Fruncí el ceño y me giré para mirarla. ―Aquí están. Papá y mamá.― Me crucé de brazos y esperé. ¿Para que quería venir aquí? Solo iba a ver dos lápidas, un par de flores y poco más.
Nada más salir del restaurante, me quedé quieto, esperando a que eligiera un sitio al que ir ahora, no quería marcharme tan pronto, tampoco tenía nada que hacer hoy, por lo que estar en su compañía era todo lo que quería hacer, esperaba que ella opinase lo mismo. Alcé una ceja ante su pregunta, divertido. ―No nos parecemos mucho, en eso tienes razón. ― Cogí sus manos y las entrelacé con las mías, para después dejar unos tiernos besos sobre ellas. ―Nunca te lo he contado, pero es hora de que lo sepas, ya eres adulta... Eres adoptada Adaline.― Rompí a reír en una sonora carcajada, de pequeña mil veces le había molestado con esa broma, hasta el punto de haberla hecho llorar, lo que me acarreó un zapatillazo por parte de madre en el culo. ―No todos los hermanos tienen porqué parecerse, tu eres la viva imagen de madre... Pero tienes el mismo carácter de padre. Eres una mezcla mal hecha de ambos.― Le pegué un leve empujón cuando insinuó que era feo.
La miré intensamente ¿Quería ir de compras ahora? Iba a ser un auténtico suplicio, pero por suerte llevaba dinero encima como para comprarle un vestido de fiesta. Pero resultó que ir de compras no era a donde quería ir. Quería ir a ver a nuestros padres. Ella, la que nunca iba a verlos, ahora quería ir a visitarlos. Apreté la mandíbula, yo iba siempre una vez a la semana a dejarles flores frescas y a desahogarme, como si pudiesen escucharme, pero ella... No iba desde que había sido el entierro de madre. ―Vale, pues vayamos. ― Dejé que se volviese a agarrar de mi brazo y comencé a caminar a paso rápido, estaba llegando a un punto en el que no quería llegar...
Y ahí estaba lo que durante tantos años había estado esperando. Adaline y sus preguntas. No estaba preparado para contarle la verdad, temía que si lo hacía iba a volverme loco y ella creyese que de verdad lo estaba. ¿Quería hablar de nuestros padres? Hablaríamos de ellos, le contaría todo lo que quisiera, pero nada de lo sucedido con la muerte de nuestro padre, por eso sí que no iba a pasar esta noche y ninguna de las siguientes. No estaba preparado para caer al abismo.
Los demonios de mi interior comenzaron a danzar, a correr y a morder mis entrañas, recordando una y otra vez aquel maldito día en el que en la cocina, yació nuestro padre. Apreté los puños y me detuve, mirando a Adaline con gesto serio, un gesto que nunca le había dedicado a mi dulce hermana, ni siquiera cuando había estado enfadado con ella. ―Hablaremos de nuestros padres si quieres, pero sobre la muerte de padre no vamos a hablar Adaline. No quiero...Hay cosas que jamás podrás entender. Padre murió por un asaltante que quería robarnos. Punto. No hay más.― La cogí del brazo con fuerza y comencé a caminar de nuevo, apretando el paso, cuanto antes llegásemos, antes deberíamos de estar en silencio por respeto a los muertos y no tendría que responder ninguna pregunta de ese tipo.
Mis piernas cada vez iban a un ritmo más rápido, quería huir, me estaba comenzando a sentir perdido, a ponerme de mal humor y ella no se merecía que esta noche acabase mal, después de lo bien que habíamos estado los dos en restaurante, esta noche merecía acabar bien... Pero me daba a mí que no iba a ser el caso. Me estaba poniendo nervioso cada vez que pensaba en el tema, si me hacía una única pregunta más o insistía en saber... Iba a perder el poco control de mí mismo que me quedaba y la cosa se iba a poner fea. Ya notaba al demonio interior relamerse, quería salir, llevaba mucho tiempo encerrado en mi interior.
Llegamos a las puertas del cementerio, donde solté su brazo y la dejé libre, pero le dediqué una mirada ruda. ―Ahora silencio. Espero que te acuerdes de donde están las tumbas.― La miré con algo de desprecio, nunca le iba a perdonar que hubiera pasado de venir a verlos, ni siquiera en sus aniversarios de muerte. Entré por delante de ella en el cementerio, me sabía el camino con los ojos cerrados. Tras unos minutos por un camino de piedras, llegamos a las tumbas. Miré las flores que había colocado dos días atrás, no estaban en muy buen estado. Fruncí el ceño y me giré para mirarla. ―Aquí están. Papá y mamá.― Me crucé de brazos y esperé. ¿Para que quería venir aquí? Solo iba a ver dos lápidas, un par de flores y poco más.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
No pasó inadvertido para Adaline el repentino cambio de humor en su hermano, pero por un momento no le prestó atención ni a su gesto ni a sus palabras. Más bien se concentró en seguir el camino que recordaba, aquel que le guiaba hacia las tumbas de ambos progenitores. Al caminar su cuerpo, que usualmente caminaba ligero y decidido, volvióse algo decaído, sus pies le resultaban pesados, y repentinamente sintió su boca seca. Recordaba perfectamente adonde se encontraban enterrados, a pesar de los años, como si siempre lo hubiese tenido grabado con un sello de fuego y ahora, al romper dicho sello, supiese precisamente hacia donde dirigirse.
Caminó entre numerosas lápidas y estatuas que se elevaban mostrando ante sus ojos figuras de ángeles alados que servían de guardianes y guías a las almas de los muertos. Sus ojos deambulaban observando algunos nombres, hasta que estos dieron de golpe con un par de lápidas y su aliento se congeló en su garganta. Por unos segundos se olvidaba de como respirar.
Se acercó a Gael y se colgó de su brazo. Si, él los había cruzado, y la verdad, lo que realmente buscaba era su mano, su hermano era fuerte y ella instintivamente se apoyaba en él pero en esta ocasión su lenguaje corporal, que ella conocía tan bien, le indicaba que estaba enojado. De todas formas no podía despegar la mirada de las lápidas, y a decir verdad, sus rodillas amenazaban con doblarse si no hubiera buscado ese apoyo por lo que sus dedos se cerraron con fuerza alrededor del brazo ajeno.
-¿Tú trajiste ese ramo?- preguntó en voz baja, deteniendo su atención en los pétalos de blancas flores, algo decaídas en ese momento. -Sé que te molesta que no haya venido antes.- Lo miró de reojo antes de soltarlo y avanzar un par de pasos. -Tenía que venir porque...- hizo una pequeña mueca. No sabía como explicarlo y le tomó unos segundos encontrar las palabras exactas.
-Tú eres mayor y por ello tienes la ventaja, tienes numerosos recuerdos de nuestro padre. Yo en cambio... ha pasado tanto tiempo que...- se le ahogaron las palabras en la garganta. -Me cuesta recordarlo. Su rostro, me temo que ya no recuerde como era él...- Sus ojos se nublaron un momento por lo que alzo la mano para frotarlos pero sus mejillas ya se habían humedecido.
-Por eso te pedí que vinieramos, por eso y porque hoy es el cumpleaños de mamá.- Al fin lo habia dicho. Se sentía culpable por no poder recordar el rostro de su padre y eso la atosigaba y la atormentaba de una manera tan intensa que prefería alejar la idea de venir a visitarles o de pensar en ellos. Sentía que era su deber recordarlo, por Dios era su hija. ¿Qué clase de hija no recuerda a su padre? -Me esfuerzo, tienes que creerme. A veces me concentro intensamente y procuro hacerlo pero... no lo consigo. Es como si mi mente lo hubiese bloqueado y no me permitiese encontrar el resquicio indicado para echar un vistazo.-
Siguió observando las lápidas de granito con las breves inscripciones en ellas. -A lo largo de los años a veces los odiaba por haberse marchado tan pronto. Otras...- carraspeó, aclarándose la garganta. -Otras me olvidaba de ellos porque sentía que tú eras mi padre... y me bastaba con que estuvieras conmigo. Tú eras suficiente.- Sus oscuros ojos se desviaron hacia él. -Tu rostro nunca lo olvidaría Gael. Se me haría imposible olvidar nuestros juegos o la forma en que me cuidabas cuando estaba enferma o como me consolabas cuando sentía un temor infantil a la oscuridad. Incluso cuando mamá aún vivía, ella se marchaba a...- hizo una pausa no queriendo agitar ese recuerdo. -Cuando ella no estaba eras tú quien se hacía cargo de mi y creo que nunca te he dado las gracias por ello, por todo.-
Desvió nuevamente la mirada y observó alrededor. -Espero no estés molesto por la forma repentina en que parezco haber echado a perder la noche.- Lo peor de todo era la mirada que veía en él. No era solo frialdad, era algo más. Su intuición le decía que no debía remover más las aguas sino quería verse inmersa en lo que fuera que causaba ese cambio en él.
Caminó entre numerosas lápidas y estatuas que se elevaban mostrando ante sus ojos figuras de ángeles alados que servían de guardianes y guías a las almas de los muertos. Sus ojos deambulaban observando algunos nombres, hasta que estos dieron de golpe con un par de lápidas y su aliento se congeló en su garganta. Por unos segundos se olvidaba de como respirar.
Se acercó a Gael y se colgó de su brazo. Si, él los había cruzado, y la verdad, lo que realmente buscaba era su mano, su hermano era fuerte y ella instintivamente se apoyaba en él pero en esta ocasión su lenguaje corporal, que ella conocía tan bien, le indicaba que estaba enojado. De todas formas no podía despegar la mirada de las lápidas, y a decir verdad, sus rodillas amenazaban con doblarse si no hubiera buscado ese apoyo por lo que sus dedos se cerraron con fuerza alrededor del brazo ajeno.
-¿Tú trajiste ese ramo?- preguntó en voz baja, deteniendo su atención en los pétalos de blancas flores, algo decaídas en ese momento. -Sé que te molesta que no haya venido antes.- Lo miró de reojo antes de soltarlo y avanzar un par de pasos. -Tenía que venir porque...- hizo una pequeña mueca. No sabía como explicarlo y le tomó unos segundos encontrar las palabras exactas.
-Tú eres mayor y por ello tienes la ventaja, tienes numerosos recuerdos de nuestro padre. Yo en cambio... ha pasado tanto tiempo que...- se le ahogaron las palabras en la garganta. -Me cuesta recordarlo. Su rostro, me temo que ya no recuerde como era él...- Sus ojos se nublaron un momento por lo que alzo la mano para frotarlos pero sus mejillas ya se habían humedecido.
-Por eso te pedí que vinieramos, por eso y porque hoy es el cumpleaños de mamá.- Al fin lo habia dicho. Se sentía culpable por no poder recordar el rostro de su padre y eso la atosigaba y la atormentaba de una manera tan intensa que prefería alejar la idea de venir a visitarles o de pensar en ellos. Sentía que era su deber recordarlo, por Dios era su hija. ¿Qué clase de hija no recuerda a su padre? -Me esfuerzo, tienes que creerme. A veces me concentro intensamente y procuro hacerlo pero... no lo consigo. Es como si mi mente lo hubiese bloqueado y no me permitiese encontrar el resquicio indicado para echar un vistazo.-
Siguió observando las lápidas de granito con las breves inscripciones en ellas. -A lo largo de los años a veces los odiaba por haberse marchado tan pronto. Otras...- carraspeó, aclarándose la garganta. -Otras me olvidaba de ellos porque sentía que tú eras mi padre... y me bastaba con que estuvieras conmigo. Tú eras suficiente.- Sus oscuros ojos se desviaron hacia él. -Tu rostro nunca lo olvidaría Gael. Se me haría imposible olvidar nuestros juegos o la forma en que me cuidabas cuando estaba enferma o como me consolabas cuando sentía un temor infantil a la oscuridad. Incluso cuando mamá aún vivía, ella se marchaba a...- hizo una pausa no queriendo agitar ese recuerdo. -Cuando ella no estaba eras tú quien se hacía cargo de mi y creo que nunca te he dado las gracias por ello, por todo.-
Desvió nuevamente la mirada y observó alrededor. -Espero no estés molesto por la forma repentina en que parezco haber echado a perder la noche.- Lo peor de todo era la mirada que veía en él. No era solo frialdad, era algo más. Su intuición le decía que no debía remover más las aguas sino quería verse inmersa en lo que fuera que causaba ese cambio en él.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
"Anthony Lutz" y "Galatea Lutz" Puede que ya no estéis con nosotros físicamente, pero siempre estaréis en nuestros corazones.
Me quedé absorto mirando las lápidas en las que yacían nuestros padres y también miré el epitafio que quisimos grabar en ambas lápidas, era uno sencillo pero decía la verdad, siempre iban a estar con nosotros pese a que mi relación con madre los últimos años habían sido tormentosos, aunque no por ello había dejado de quererla y de pensar en ella. Seguía echándola de menos todos los días... Aunque lo que me motivaba a seguir era mi padre. Me sentía un poco mal por ello, había culpado a mi madre de todo hasta su lecho de muerte, donde me di cuenta de que todo lo había hecho para darnos una vida mejor, pero para mí, había pedido mi dignidad y el respeto al meterse en el mundo de la prostitución... Cerré los ojos, el karma me estaba devolviendo estos pensamientos con creces.
Dejé que Adaline se aferrase a mi brazo, aunque sabía que lo que quería era agarrarme de la mano. Suspiré, mirando al triste ramo de flores blancas que había en medio de las dos tumbas. ―¿Quién si no? Tu no has sido, así que la otra posibilidad soy yo.― La miré de reojo, seguía enfadado con ella, con la situación, por sus preguntas y por el demonio de mi interior que conforme pasaba más tiempo aquí con ella, más ganas tenía de salir.
Dejé que me soltara y la observé caminar unos pasos y comenzar a hablar lo que se le había atragantado antes. La escuché con atención y la comprendí. Debía de ser una mierda no acordarse de la cara de padre, una cara llena de alegría cuando Adaline le abrazaba corriendo, cuando mamá hacía su plato preferido. Padre había sido un buen hombre con un final que no le había hecho justicia. ―Aquí no vas a recordar su cara Adaline. Tengo alguna foto de los cuatro en casa. Puedo buscarla y te quedas alguna en la que salgan los dos. ― Me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos, aunque estuviese enfadado por sus preguntas, no era culpa de ella, ella se merecía saber la verdad, una verdad que yo me negaba a entregarle, pues era mucho mejor la mentira... Una mentira que se había vuelto mi vida.
―Y tampoco puedes culparte por no acordarte. Sé que lo intentas, estoy seguro de ello porque yo también los recuerdo día a día, pero tu eras más pequeña que yo, normal que no tengas recuerdos de papá. Te puedo contar de todo lo que me acuerde, pero no aquí, aquí no. Mejor en casa.― Susurré y la apreté más contra mi pecho, no quería verla así, tan triste, tan decaída... tan poco ella. Cerré los ojos tras sus siguientes palabras, las cuales al principio fueron duras. ―Yo también los odié Adaline, sobre todo a mamá... Pero con el paso de los años he aprendido a perdonar. Ella no tuvo la culpa de lo que ocurrió, aunque hizo elecciones erróneas. ― Claramente, refiriendome al tema de que se volvió cortesana. Besé su mejilla sonriendo. ―Tú lo eres todo para mí Ada. Todo. Y jamás podré olvidarte, ni aunque pasen mil años y aún sigamos vivos. Nunca. Como tampoco podremos olvidar a nuestros padres, aunque no recuerdes su cara. No tienes que darme las gracias por nada, soy tu hermano y era y es mi deber cuidar de ti.― La abracé con fuerza, levantándola del suelo.
El demonio de mi interior parecía haberse apaciguado al dejar claro a Adaline que no le iba a hablar de la muerte de padre aquí ni en ningún otro sitio... Pero no sabía que pensar. Esta muchacha era de lo más impredecible y quizás volviese a sacar el tema para hacer que me volviese un loco. Acaricié su mejilla mientras desviaba la mirada a las tumbas. ―No la has estropeado.― Mordí mi labio y avancé hasta quedarme a escasos centímetros de las tumbas, donde me agaché y cogí las flores que había. ―Hay que ponerles flores nuevas, estas ya están medio muertas.― Chasqueé la lengua, todo lo que entraba en un cementerio si se quedaba mucho tiempo moría... Así me sentía yo cada vez que venía. Moría un poquito más.
Me quedé absorto mirando las lápidas en las que yacían nuestros padres y también miré el epitafio que quisimos grabar en ambas lápidas, era uno sencillo pero decía la verdad, siempre iban a estar con nosotros pese a que mi relación con madre los últimos años habían sido tormentosos, aunque no por ello había dejado de quererla y de pensar en ella. Seguía echándola de menos todos los días... Aunque lo que me motivaba a seguir era mi padre. Me sentía un poco mal por ello, había culpado a mi madre de todo hasta su lecho de muerte, donde me di cuenta de que todo lo había hecho para darnos una vida mejor, pero para mí, había pedido mi dignidad y el respeto al meterse en el mundo de la prostitución... Cerré los ojos, el karma me estaba devolviendo estos pensamientos con creces.
Dejé que Adaline se aferrase a mi brazo, aunque sabía que lo que quería era agarrarme de la mano. Suspiré, mirando al triste ramo de flores blancas que había en medio de las dos tumbas. ―¿Quién si no? Tu no has sido, así que la otra posibilidad soy yo.― La miré de reojo, seguía enfadado con ella, con la situación, por sus preguntas y por el demonio de mi interior que conforme pasaba más tiempo aquí con ella, más ganas tenía de salir.
Dejé que me soltara y la observé caminar unos pasos y comenzar a hablar lo que se le había atragantado antes. La escuché con atención y la comprendí. Debía de ser una mierda no acordarse de la cara de padre, una cara llena de alegría cuando Adaline le abrazaba corriendo, cuando mamá hacía su plato preferido. Padre había sido un buen hombre con un final que no le había hecho justicia. ―Aquí no vas a recordar su cara Adaline. Tengo alguna foto de los cuatro en casa. Puedo buscarla y te quedas alguna en la que salgan los dos. ― Me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos, aunque estuviese enfadado por sus preguntas, no era culpa de ella, ella se merecía saber la verdad, una verdad que yo me negaba a entregarle, pues era mucho mejor la mentira... Una mentira que se había vuelto mi vida.
―Y tampoco puedes culparte por no acordarte. Sé que lo intentas, estoy seguro de ello porque yo también los recuerdo día a día, pero tu eras más pequeña que yo, normal que no tengas recuerdos de papá. Te puedo contar de todo lo que me acuerde, pero no aquí, aquí no. Mejor en casa.― Susurré y la apreté más contra mi pecho, no quería verla así, tan triste, tan decaída... tan poco ella. Cerré los ojos tras sus siguientes palabras, las cuales al principio fueron duras. ―Yo también los odié Adaline, sobre todo a mamá... Pero con el paso de los años he aprendido a perdonar. Ella no tuvo la culpa de lo que ocurrió, aunque hizo elecciones erróneas. ― Claramente, refiriendome al tema de que se volvió cortesana. Besé su mejilla sonriendo. ―Tú lo eres todo para mí Ada. Todo. Y jamás podré olvidarte, ni aunque pasen mil años y aún sigamos vivos. Nunca. Como tampoco podremos olvidar a nuestros padres, aunque no recuerdes su cara. No tienes que darme las gracias por nada, soy tu hermano y era y es mi deber cuidar de ti.― La abracé con fuerza, levantándola del suelo.
El demonio de mi interior parecía haberse apaciguado al dejar claro a Adaline que no le iba a hablar de la muerte de padre aquí ni en ningún otro sitio... Pero no sabía que pensar. Esta muchacha era de lo más impredecible y quizás volviese a sacar el tema para hacer que me volviese un loco. Acaricié su mejilla mientras desviaba la mirada a las tumbas. ―No la has estropeado.― Mordí mi labio y avancé hasta quedarme a escasos centímetros de las tumbas, donde me agaché y cogí las flores que había. ―Hay que ponerles flores nuevas, estas ya están medio muertas.― Chasqueé la lengua, todo lo que entraba en un cementerio si se quedaba mucho tiempo moría... Así me sentía yo cada vez que venía. Moría un poquito más.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Notaba con bastante claridad el denso humor de Gael. ¿Y cómo no hacerlo? Si lo conocía perfectamente, pero aún estaba demasiado inmersa en sus propias emociones y recuerdos como para reparar en ello demasiado. Si lo hubiera hecho, quizás se habría preguntado el por qué del mal humor ante la mera mención de las causas del fallecimiento de su padre. Aunque él ya le había lanzado la información. Que se había tratado de un mero robo... cosa que ella no podía creer en lo absoluto, aunque en ese momento no tuviese cabeza para refutar la afimación, sería algo que le seguiría acosando en los días por venir...
Volvió a pasar las manos por sus mejillas, limpiándolas así las lágrimas que volvían a recorrerlas. Gael era el único que le había visto en ese estado, ante él se permitía ser vulnerable porque no tenía que ponerse una careta y pretender que no sentía lo que sentía o hacerse la invulnerablemente fuerte. Por supuesto, había en ella una fortaleza innata, que probablemente provenía de su familia y que también imperaba en su hermano. Ambos eran luchadores, y aunque en el aspecto de Adaline imperase la delicadeza de sus finos rasgos, tenía una voluntad fuerte que no se tambaleaba con facilidad.
-No esperaba recordar su rostro aquí pero...- dejó las palabras en el aire. ¿Una fotografia? -¿Te refieres a una de esos retratos que se hacen con esos artefactos de los cuales no entiendo nada y que parecen actuar por arte de magia?- Lo observó sorprendida. Las fotografías no eran algo común pues esa técnica apenas comenzaba a cobrar vida en aquella época. Era mucho más factible que la gente contratase los servicios de un pintor y solicitase un retrato personal a que aceptase ser retratado por esos artefactos que parecían salidos de las fábulas de una mente ociosa. Por no mencionar que eran una extravagancia.
-Muéstramela enseguida.- Obviamente no podía enseñársela en ese instante pero si apenas pisaran la casa. La mera idea de ver el rostro de su padre reflejado en una foto le provocó una emoción demasiado intensa, tanto que perdió la articulación de las palabras un par de minutos. -En ese caso sería mejor regresar de una vez.- dijo en voz baja, cuando él la rodeo con sus brazos y ella lo dejó que hiciera, rodeándole de igual manera con los suyos. Apoyó su mejilla en su pecho y escuchó sus palabras que le eran consoladoras, así como lo eran de chica. - Cuéntame todo aquello que recuerdes de él y de mamá. De como eran ellos dos juntos...- Adaline no recordaba tampoco mucho al respecto, no era tan solo efecto de los años transcurridos, sino que pareciera que su propia mente bloqueaba todo aquello, quizás como un mero mecanismo de defensa, en el cual se protegía asimisma de la nostalgia y el dolor de la pérdida. No se puede añorar aquello que no se recuerda...
Sonrió al oirlo. -Si bien es cierto que nuestra salud es admirable, y que me encantaría llegar contigo a los mil años, no creo que demos para tanto. Aunque ya veo algunas hebras grises...- bromeó levemente, tocando su pelo, que era negro como las alas brillantes de un cuervo. Se dejó alzar en el aire, y el hecho le hizo reir un poco, pero inmediatamente se sintió culpable por hacerlo. -Supongo que de ser yo quien parta primero, ese será mi lugar.- dijo, señalando el espacio a la izquierda de ambas lápidas. Los señores Lutz habían comprado un lote lo suficientemente grande para dar cabida no solo a ellos sino a sus hijos.
Se mordió el labio pensando en ello. -No es necesario que me traigas flores cuando eso suceda. A menos claro que tú quieras...- Apretó los puños un momento, y a su mente volvió la visión de aquel dia trágico en que todo empezó para ellos como lo era ahora. Desvió la mirada hacia las que él veía y tomando la mano masculina, pasó la mano por la entristecida flor. -Es trágico que algo tan bello no pueda perdurar. ¿No sería maravilloso encontrar la manera de congelar el tiempo y conseguir que conservase por siempre una misma apariencia? Llegar a esos mil años que mencionabas...-
La vida era efímera y transcurría a demasiada velocidad. Estar de pie en ese cementerio parecía estárselo gritando con la visión de cada una de las lápidas y tumbas que les rodeaban, como si de repente la ahogasen con el recordatorio de su propia mortalidad. -Será mejor que nos marchemos...- Antes de hacerlo se acercó más a las lápidas e inclinándose rozó las inscripciones con las yemas de sus dedos. -Tengo la corazonada de que moriré como mamá. Demasiado joven aún para que se considerase justo el tiempo que le fue dado...- Repentinamente la había embargado ese presentimiento, aunque no estaba segura de adonde provino ni de por qué lo expresó en voz alta.
Volvió a pasar las manos por sus mejillas, limpiándolas así las lágrimas que volvían a recorrerlas. Gael era el único que le había visto en ese estado, ante él se permitía ser vulnerable porque no tenía que ponerse una careta y pretender que no sentía lo que sentía o hacerse la invulnerablemente fuerte. Por supuesto, había en ella una fortaleza innata, que probablemente provenía de su familia y que también imperaba en su hermano. Ambos eran luchadores, y aunque en el aspecto de Adaline imperase la delicadeza de sus finos rasgos, tenía una voluntad fuerte que no se tambaleaba con facilidad.
-No esperaba recordar su rostro aquí pero...- dejó las palabras en el aire. ¿Una fotografia? -¿Te refieres a una de esos retratos que se hacen con esos artefactos de los cuales no entiendo nada y que parecen actuar por arte de magia?- Lo observó sorprendida. Las fotografías no eran algo común pues esa técnica apenas comenzaba a cobrar vida en aquella época. Era mucho más factible que la gente contratase los servicios de un pintor y solicitase un retrato personal a que aceptase ser retratado por esos artefactos que parecían salidos de las fábulas de una mente ociosa. Por no mencionar que eran una extravagancia.
-Muéstramela enseguida.- Obviamente no podía enseñársela en ese instante pero si apenas pisaran la casa. La mera idea de ver el rostro de su padre reflejado en una foto le provocó una emoción demasiado intensa, tanto que perdió la articulación de las palabras un par de minutos. -En ese caso sería mejor regresar de una vez.- dijo en voz baja, cuando él la rodeo con sus brazos y ella lo dejó que hiciera, rodeándole de igual manera con los suyos. Apoyó su mejilla en su pecho y escuchó sus palabras que le eran consoladoras, así como lo eran de chica. - Cuéntame todo aquello que recuerdes de él y de mamá. De como eran ellos dos juntos...- Adaline no recordaba tampoco mucho al respecto, no era tan solo efecto de los años transcurridos, sino que pareciera que su propia mente bloqueaba todo aquello, quizás como un mero mecanismo de defensa, en el cual se protegía asimisma de la nostalgia y el dolor de la pérdida. No se puede añorar aquello que no se recuerda...
Sonrió al oirlo. -Si bien es cierto que nuestra salud es admirable, y que me encantaría llegar contigo a los mil años, no creo que demos para tanto. Aunque ya veo algunas hebras grises...- bromeó levemente, tocando su pelo, que era negro como las alas brillantes de un cuervo. Se dejó alzar en el aire, y el hecho le hizo reir un poco, pero inmediatamente se sintió culpable por hacerlo. -Supongo que de ser yo quien parta primero, ese será mi lugar.- dijo, señalando el espacio a la izquierda de ambas lápidas. Los señores Lutz habían comprado un lote lo suficientemente grande para dar cabida no solo a ellos sino a sus hijos.
Se mordió el labio pensando en ello. -No es necesario que me traigas flores cuando eso suceda. A menos claro que tú quieras...- Apretó los puños un momento, y a su mente volvió la visión de aquel dia trágico en que todo empezó para ellos como lo era ahora. Desvió la mirada hacia las que él veía y tomando la mano masculina, pasó la mano por la entristecida flor. -Es trágico que algo tan bello no pueda perdurar. ¿No sería maravilloso encontrar la manera de congelar el tiempo y conseguir que conservase por siempre una misma apariencia? Llegar a esos mil años que mencionabas...-
La vida era efímera y transcurría a demasiada velocidad. Estar de pie en ese cementerio parecía estárselo gritando con la visión de cada una de las lápidas y tumbas que les rodeaban, como si de repente la ahogasen con el recordatorio de su propia mortalidad. -Será mejor que nos marchemos...- Antes de hacerlo se acercó más a las lápidas e inclinándose rozó las inscripciones con las yemas de sus dedos. -Tengo la corazonada de que moriré como mamá. Demasiado joven aún para que se considerase justo el tiempo que le fue dado...- Repentinamente la había embargado ese presentimiento, aunque no estaba segura de adonde provino ni de por qué lo expresó en voz alta.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
No me gustaba verla triste, ni verla llorar por ningún motivo y mucho menos por este, un motivo que ni yo mismo podía remediar con abrazos, ni besos ni ningún otro tipo de cariño. Era un dolor tan intenso que ni el tiempo iba a ser capaz de curarlo, lo sabía muy bien. Y verla llorar era como un día sin sol, un día frío, nublado y lluvioso que me quitaba incluso las ganas de levantarme por la mañana y fingir que tenía una vida genial... Era para pegarse un tiro, porque si ella caía, yo caía detrás. Suspiré mirándome los zapatos, los cuales estaban algo manchados por la tierra que había en el suelo. ¿Qué podía hacer para aliviar su dolor? Nada. ―No te voy a decir que no llores, pues luego te sentirás algo mejor pero... Me mata verte así y que encima yo no pueda hacer nada. ―
Al parecer el mencionar la fotografía que tenía en mi habitación le había distraído de sus sentimientos. Asentí sonriendo, tenía unas cuantas que eran muy bonitas y me gustaban en particular. ―Sí, salimos tu y yo de pequeños, son muy bonitas y te ayudarán a recordar. Esos artefactos si que parecen magia... Pero son muy útiles... Quizás compre uno de esos ¿Que te parece?― Los pintores estaban ya caducados, este nuevo artefacto hacía las cosas más rápido, más fáciles y con mayor eficacia que un pintor. Pronto mejorarían el artefacto y los retratos hechos con pintores se acabarían... Pobrecitos, iban a perder muchos su empleo.
Me dejé abrazar a la vez que le abrazaba y besé su pelo. ¿Cómo podíamos haber estado tanto separados? Nunca más, ambos sabíamos que nos necesitábamos el uno al otro. Comencé a recordar a nuestros padres cuando estaban con nosotros y éramos unos pequeñajos, sonreí con cariño, era una imagen preciosa. ―Padre siempre llegaba a la hora de comer a casa después del trabajo, comía, te daba de comer a ti mientras yo estaba en la escuela y luego volvía al trabajo para después regresar hacía las siete. Después nos llevaba a un parque para que pudiésemos jugar con otros niños, aunque tú siempre querías venirte conmigo y con mis amigos... Eras como una pequeña garrapata. ― Me reí un poco, mirándola, viendo en la mujer en la que se había convertido con el paso de los años. ―Y nuestros padres se querían mucho. Papá siempre bromeaba con que iba a volver a venir la cigüeña, pero... Nunca llegó. ― ¿Que hubiera pasado si mi madre se hubiese quedado embarazada de nuevo? ¿Tres Lutz por el mundo? Negué con la cabeza, con dos, el mundo tenía suficiente. ―Fuimos muy felices, Adaline... Y podemos volver a serlo.― O al menos teníamos que intentarlo, pero intentarlo juntos.
Reí cuando la levanté por los aires, pero la risa se me cortó al escuchar sus palabras y la dejé en el sueño frunciendo el ceño. ¿Siempre tenía que ser tan negativa? Suspiré y negué con la cabeza, mirándola muy serio. ―Seguramente parta yo antes, y como te vayas tú la primera te juro que te revivo y me encargo yo mismo de mandarte al otro barrio. Pero es mejor que toquemos madera... No pensemos en esas cosas, Ada. Trae mal fario.― Tampoco quería comenzar a imaginarme un mundo si ella, entonces sí que estaría perdido en mí mismo y eso acabaría por matarme.
Me puse lo más tenso que pude cuando la escuché decir esas palabras. ¿Que si era bonito vivir para siempre? Me parecía lo más triste que había en el mundo. Hice una mueca sin dejar de observarla. ¿Sabía de la existencia de vampiros o de licántropos? ¿Sabía de la existencia de los cazadores? ―No es bonito. No lo es en absoluto. ¿Para qué quieres vivir mil años sin tus seres queridos? Toda la gente que conoces o que has conocido al final morirá y tú seguirás viviendo... El mundo irá evolucionando y tu te quedarás atrás... Es mejor que la vida tenga una fecha de final, Adaline. No vuelvas a pensar así.― Un miedo me entró por el cuerpo y provocó que todos los pelos de mi nuca se me pusiesen como escarpias. ¿Que pasaba si esas ideas se las había metido un vampiro y la transformaba? ¿Mataría a mi propia hermana? Apreté los puños y la mandíbula, si eso era así, mataría al vampiro antes de que pudiese transformarla.
Era mejor marcharnos, mi humor se estaba crispando cuanto más tonterías salían de la boca de ella. En casa le enseñaría la foto y esperaría a que sus pensamientos cambiasen ¿Porqué me hablaba tanto de su muerte? ¿Sabía algo que yo desconocía? Me estaba comenzando a poner nervioso, más de lo que ya estaba. ―Bien, marchémonos. Cuanto antes lleguemos, antes te enseñaré la foto.― Sentencié y me despedí de mis padres con una última mirada a las tumbas, mañana volvería a ponerles flores frescas. Miré de reojo a Adaline y comencé a caminar por delante de ella en dirección a nuestra casa. Menudo día había sido... Y no me estaba gustando el final.
Al parecer el mencionar la fotografía que tenía en mi habitación le había distraído de sus sentimientos. Asentí sonriendo, tenía unas cuantas que eran muy bonitas y me gustaban en particular. ―Sí, salimos tu y yo de pequeños, son muy bonitas y te ayudarán a recordar. Esos artefactos si que parecen magia... Pero son muy útiles... Quizás compre uno de esos ¿Que te parece?― Los pintores estaban ya caducados, este nuevo artefacto hacía las cosas más rápido, más fáciles y con mayor eficacia que un pintor. Pronto mejorarían el artefacto y los retratos hechos con pintores se acabarían... Pobrecitos, iban a perder muchos su empleo.
Me dejé abrazar a la vez que le abrazaba y besé su pelo. ¿Cómo podíamos haber estado tanto separados? Nunca más, ambos sabíamos que nos necesitábamos el uno al otro. Comencé a recordar a nuestros padres cuando estaban con nosotros y éramos unos pequeñajos, sonreí con cariño, era una imagen preciosa. ―Padre siempre llegaba a la hora de comer a casa después del trabajo, comía, te daba de comer a ti mientras yo estaba en la escuela y luego volvía al trabajo para después regresar hacía las siete. Después nos llevaba a un parque para que pudiésemos jugar con otros niños, aunque tú siempre querías venirte conmigo y con mis amigos... Eras como una pequeña garrapata. ― Me reí un poco, mirándola, viendo en la mujer en la que se había convertido con el paso de los años. ―Y nuestros padres se querían mucho. Papá siempre bromeaba con que iba a volver a venir la cigüeña, pero... Nunca llegó. ― ¿Que hubiera pasado si mi madre se hubiese quedado embarazada de nuevo? ¿Tres Lutz por el mundo? Negué con la cabeza, con dos, el mundo tenía suficiente. ―Fuimos muy felices, Adaline... Y podemos volver a serlo.― O al menos teníamos que intentarlo, pero intentarlo juntos.
Reí cuando la levanté por los aires, pero la risa se me cortó al escuchar sus palabras y la dejé en el sueño frunciendo el ceño. ¿Siempre tenía que ser tan negativa? Suspiré y negué con la cabeza, mirándola muy serio. ―Seguramente parta yo antes, y como te vayas tú la primera te juro que te revivo y me encargo yo mismo de mandarte al otro barrio. Pero es mejor que toquemos madera... No pensemos en esas cosas, Ada. Trae mal fario.― Tampoco quería comenzar a imaginarme un mundo si ella, entonces sí que estaría perdido en mí mismo y eso acabaría por matarme.
Me puse lo más tenso que pude cuando la escuché decir esas palabras. ¿Que si era bonito vivir para siempre? Me parecía lo más triste que había en el mundo. Hice una mueca sin dejar de observarla. ¿Sabía de la existencia de vampiros o de licántropos? ¿Sabía de la existencia de los cazadores? ―No es bonito. No lo es en absoluto. ¿Para qué quieres vivir mil años sin tus seres queridos? Toda la gente que conoces o que has conocido al final morirá y tú seguirás viviendo... El mundo irá evolucionando y tu te quedarás atrás... Es mejor que la vida tenga una fecha de final, Adaline. No vuelvas a pensar así.― Un miedo me entró por el cuerpo y provocó que todos los pelos de mi nuca se me pusiesen como escarpias. ¿Que pasaba si esas ideas se las había metido un vampiro y la transformaba? ¿Mataría a mi propia hermana? Apreté los puños y la mandíbula, si eso era así, mataría al vampiro antes de que pudiese transformarla.
Era mejor marcharnos, mi humor se estaba crispando cuanto más tonterías salían de la boca de ella. En casa le enseñaría la foto y esperaría a que sus pensamientos cambiasen ¿Porqué me hablaba tanto de su muerte? ¿Sabía algo que yo desconocía? Me estaba comenzando a poner nervioso, más de lo que ya estaba. ―Bien, marchémonos. Cuanto antes lleguemos, antes te enseñaré la foto.― Sentencié y me despedí de mis padres con una última mirada a las tumbas, mañana volvería a ponerles flores frescas. Miré de reojo a Adaline y comencé a caminar por delante de ella en dirección a nuestra casa. Menudo día había sido... Y no me estaba gustando el final.
- Spoiler:
Puedes postear tú y dar por finalizado el tema. Cuando lo hagas, hablamos por mp para el siguiente <3
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Reencuentros fraternales - Privado
Sonrió un poco al escucharle hablar de las fotos y de su descripción de las mismas. No podía esperar para llegar a la casa y echarles un vistazo, quizás de esa manera podría finalmente dispararse el mecanismo que sea por la razón que fuere se había atrofiado impidiéndole recordar.
-Me parece que no debes despilfarrar tu dinero.- Se colgó de su cuello juguetonamente, rodeándolo con sus brazos mientras seguía a un lado suyo observando las lápidas. Parecía que no podía despegar la mirada de ellas. De repente se sentía culpable por no haberles visitado antes, sea cual fuese la razón. -Pero si estás convencido hazlo.- Besó su mejilla cariñosamente y meditó un poco. -Yo me ocuparé de renovar las flores y les traeré un ramo nuevo mañana.- Lo observó con determinación antes de que se le fuese a ocurrir rebatirla. Ya era hora de afrontar lo sucedido hace años, fuese lo que hubiese sido.
Soltó la risa al escuchar su relato de su infancia y protestó al escuchar el final. -Ninguna garrapata señor, tenía que vigilar que todo anduviera bien en sus correrías con sus amigos. Si no lo hacía yo ¿quién entonces?- Acababa de reir pero no le pareció correcto hacerlo por lo que la sonrisa se desvaneció dando paso a una expresión más seria. -Asi que se querían...-
Se preguntó si en sus últimos años, tras haberse entregado a tantos hombres su madre aún amaría a su padre o ¿se habría interesado en alguien más? De verdad le hubiese gustado saberlo pero desafortunadamente nunca conocería la respuesta. Por primera vez echó en falta la oportunidad que hubiera tenido de confesarle muchas cosas a su madre si ella no hubiese partido tan pronto de este mundo. Confesiones que acaparaban un corazón de mujer y que únicamente otra mujer comprendería.
No respondió cuando su hermano dijo que podían volver a ser felices. No dudaba de que sus palabras fueran sinceras pero... sacudió la cabeza. Estaba siendo demasiado negativa, ¿por qué no darle el beneficio de la duda? -Seguramente que si podemos.- Lo abrazó fuerte y, tras echar un último vistazo al lugar en el cual descansaban los restos de sus padres, observó el cielo pensativa y comenzó a caminar al mismo ritmo de él.
¿Por qué todo y todos tenían que envejecer y morir? Si la vida en era inapreciable. Escuchó a Gael pero sus pensamientos viajaron hacia un rumbo diametralmente opuesto al que él le indicaba. Si sus padres hubiesen encontrado la forma de congelar el tiempo... si continuasen siendo aún apuestos y saludables en lugar de encontrarse sepultados bajo tierra... ese hubiera sido un regalo incalculable.
Continuó caminando y poco a poco dejaron el cementerio atrás. Las estrellas brillaban intensamente y adelante se veía el camino de regreso. Presionó la bolsa que aún traía en su mano, recordando que eran los trozos de tarta de chocolate. Sonrió y de un salto se colgó del cuello de Gael, procediendo rápidamente a despeinar su rubio pelo. Salir de allí hacía que recuperase su buen humor y al mirar a su hermano tuvo la seguridad de que aún era posible que la noche mejorase.
-Me parece que no debes despilfarrar tu dinero.- Se colgó de su cuello juguetonamente, rodeándolo con sus brazos mientras seguía a un lado suyo observando las lápidas. Parecía que no podía despegar la mirada de ellas. De repente se sentía culpable por no haberles visitado antes, sea cual fuese la razón. -Pero si estás convencido hazlo.- Besó su mejilla cariñosamente y meditó un poco. -Yo me ocuparé de renovar las flores y les traeré un ramo nuevo mañana.- Lo observó con determinación antes de que se le fuese a ocurrir rebatirla. Ya era hora de afrontar lo sucedido hace años, fuese lo que hubiese sido.
Soltó la risa al escuchar su relato de su infancia y protestó al escuchar el final. -Ninguna garrapata señor, tenía que vigilar que todo anduviera bien en sus correrías con sus amigos. Si no lo hacía yo ¿quién entonces?- Acababa de reir pero no le pareció correcto hacerlo por lo que la sonrisa se desvaneció dando paso a una expresión más seria. -Asi que se querían...-
Se preguntó si en sus últimos años, tras haberse entregado a tantos hombres su madre aún amaría a su padre o ¿se habría interesado en alguien más? De verdad le hubiese gustado saberlo pero desafortunadamente nunca conocería la respuesta. Por primera vez echó en falta la oportunidad que hubiera tenido de confesarle muchas cosas a su madre si ella no hubiese partido tan pronto de este mundo. Confesiones que acaparaban un corazón de mujer y que únicamente otra mujer comprendería.
No respondió cuando su hermano dijo que podían volver a ser felices. No dudaba de que sus palabras fueran sinceras pero... sacudió la cabeza. Estaba siendo demasiado negativa, ¿por qué no darle el beneficio de la duda? -Seguramente que si podemos.- Lo abrazó fuerte y, tras echar un último vistazo al lugar en el cual descansaban los restos de sus padres, observó el cielo pensativa y comenzó a caminar al mismo ritmo de él.
¿Por qué todo y todos tenían que envejecer y morir? Si la vida en era inapreciable. Escuchó a Gael pero sus pensamientos viajaron hacia un rumbo diametralmente opuesto al que él le indicaba. Si sus padres hubiesen encontrado la forma de congelar el tiempo... si continuasen siendo aún apuestos y saludables en lugar de encontrarse sepultados bajo tierra... ese hubiera sido un regalo incalculable.
Continuó caminando y poco a poco dejaron el cementerio atrás. Las estrellas brillaban intensamente y adelante se veía el camino de regreso. Presionó la bolsa que aún traía en su mano, recordando que eran los trozos de tarta de chocolate. Sonrió y de un salto se colgó del cuello de Gael, procediendo rápidamente a despeinar su rubio pelo. Salir de allí hacía que recuperase su buen humor y al mirar a su hermano tuvo la seguridad de que aún era posible que la noche mejorase.
FIN DEL TEMA
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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