AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
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Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
Nos hicieron pequeños
nos soñamos gigantes
Pobres gigantes...
Tan grandes, que olvidamos el mundo.
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Hacienda Marchessault
Principios de año
Principios de año
No hacía mucho que habían transcurrido las fiestas navideñas. El frío se colaba por cada rendija de las casas dejando en claro que éste año el invierno iba a ser duro, sobre todo para los que carecían de una casa dónde pasar buena parte del día. La etapa de duelo se le hacía difícil, pero le alegraba ver que todas sus hijas eran felices y se encontraban sanas; temía que en algún momento una de ellas siguiese el camino de su madre y cayese enferma, pero al mismo tiempo se recordaba que no debia echar por tierra aquella magnífica labor de su mujer al educarlas para que no tuviesen miedo ni estuviesen excesivamente tristes con la partida de un ser querido. El hacer de padre a jornada completa se le antojaba difícil al comienzo, pues no solía escuchar todas y cada una de las batallas de las niñas, así que poco a poco entendió que debía hacer acopio de su naturaleza tranquila y abogar porque los problemas no fuesen a más.
Cada año hacían la misma tarea al comenzar el año; preparaban una gran estructura en el jardín para que tanto nobles, viejos conocidos y gente de la ciudad se acercasen a tomar algo caliente y disfrutar de una simple velada. Los que siempre acudían, no tenían ningún reparo en compartir lugar con los de clase más baja, ya que éstos se limitaban a sentarse a comer bajo una de las carpas, sin armar demasiado jaleo, incluso les proporcionó una fogata para que bien entrada la noche pudiesen relajarse sin tener que alejarse de aquel cómodo lugar. Mientras tanto, un poco más apartados pero sin notarse mucho la diferencia, se erigía otra estructura de madera que hacía las veces de carpa, en la que las luces de las lámparas de aceite y el buen gusto estaban a la orden del día; allí, era dónde los hombres y mujeres de más alta sociedad, se reunían para conversar animadamente. Un mero acto de altruismo.
Esperaba ver allí a algunos conocidos, a otros no tanto, pero de igual forma supo que sus hijas acudirían. ¿Qué mejor forma de apoyar una costumbre familiar? Lo cierto es que León estaba orgulloso de todas y cada una de sus hijas a las cuales amaba y consentía desde el día en el que conoció que llegarían al mundo. El mejor regalo que su esposa podría darle.
Aún era de día y aquella pseudo-fiesta aún no había comenzado, ya que aún los trabajadores y algunos voluntarios estaban de arriba a abajo preparándolo todo para que nada se saliese de su lugar. Flores, adornos, madera y utensilios eran llevados a las distintas partes de la hacienda, que a día de hoy, tenía las puertas abiertas para todo aquel que quisiese pasar una sencilla velada.
"A ella le hubiese encantado ver ésto" - Pensó.
abc
Última edición por León Gerôme Marchessault el Miér Ene 20, 2016 2:37 pm, editado 2 veces
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
Calculó dos horas y 15 minutos como mucho, este era el tiempo que pensaba dedicarle al acontecimiento social del día. Malhumorado, como siempre suele estar cuando le toca concurrencia, miró a su acompañante y subdirector antes de salir por la puerta del carruaje y dijo: “Dos horas”. Truman suspiró, más de una vez se había planteado dejar el trabajo y buscar otro. Estaba arto de sus rarezas y de su inaguantable carácter de mierda. El peso del fajo de billetes de fin de mes era lo único que le equilibraba la balanza valorativa y no le hacía dimitir. Till sabiendo lo valido que era para su empresa, no escatimaba en su sueldo.
- ¿Conoces al señor Gerôme, el hombre que ha organizado esto?.-
- No he tenido el placer.- dijo mientras sacaba su petaca del bolsillo interior de su elegante abrigo gris dándole un sorbo.
- Pues deberías ¿sabes?. Por dios ¿qui…quieres, puedes guardar esto.? – Till lo miró y con una mueca de fastidio volvió a guardarla. Podía notar el nerviosismo de Truman, que había insistido mucho para que asistiera al evento que ahora se les presentaba, importante decía, para el negocio armamentístico que llevaban.- León Gerôme es teniente general de nuestro ejercito. Es conveniente que nos presentemos y nos vean frecuentando en sus fiestas solidarias, esto nos dará buena imagen para prensa. Muchas de las armas que producimos habrán pasado por sus manos. – Till dio un vistazo a su alrededor, había gente de todas las clases, sobretodo de clase baja que como ratas se escurrían entre las mesas y se llenaban los bolsillos de comida aprovechándose de la gratuidad. Unos niños pasaron corriendo descalzos persiguiéndose con un pedazo de pan obligándole a detenerse para no chocar contra ellos.
- ¿ Es alguna especie de fiesta solidaria post navideña para mostrar su gran bondad ?.
- La organiza a principio de cada año, no es necesaria invitación puede presentarse quien desee. Dura todo el día, por la noche deja encendida una fogata para que los que no tienen techo puedan pasar la noche y no pasen frío.
- Que conmovedor.- dijo mientras le hacía un repaso a una joven hermosa que se cruzó delante de ellos.
- ¿Me harías el favor de no hacer eso?
- ¿Hacer que?.
- Creo que es una de sus hijas estúpido.
- Sabes Truman, creo que deberías relajarte y disfrutar un poco de la fiesta.- bromeó mientras se acercaba a una de las mesas y cogía una copa de champán bebiéndosela de un trago para posteriormente dejarla vacía encima la mesa y repetir el proceso con otras dos.
Estuvo un rato saludando a conocidos, siendo agradable con la gente y escuchando cuentos que no le interesaban un carajo. Había perdido a Truman hacía un buen rato, tan sólo esperaba que se acordara del plazo de dos horas que disponía. Estaba hablando con una pareja mayor de burgueses, la mujer comentaba la exquisitez con que estaba preparado todo cuando dejo de hablar dirigiéndose a un hombre que se acercaba a ellos.
-¡Oh señor Gerôme! Déjeme felicitarle.-
- ¿Conoces al señor Gerôme, el hombre que ha organizado esto?.-
- No he tenido el placer.- dijo mientras sacaba su petaca del bolsillo interior de su elegante abrigo gris dándole un sorbo.
- Pues deberías ¿sabes?. Por dios ¿qui…quieres, puedes guardar esto.? – Till lo miró y con una mueca de fastidio volvió a guardarla. Podía notar el nerviosismo de Truman, que había insistido mucho para que asistiera al evento que ahora se les presentaba, importante decía, para el negocio armamentístico que llevaban.- León Gerôme es teniente general de nuestro ejercito. Es conveniente que nos presentemos y nos vean frecuentando en sus fiestas solidarias, esto nos dará buena imagen para prensa. Muchas de las armas que producimos habrán pasado por sus manos. – Till dio un vistazo a su alrededor, había gente de todas las clases, sobretodo de clase baja que como ratas se escurrían entre las mesas y se llenaban los bolsillos de comida aprovechándose de la gratuidad. Unos niños pasaron corriendo descalzos persiguiéndose con un pedazo de pan obligándole a detenerse para no chocar contra ellos.
- ¿ Es alguna especie de fiesta solidaria post navideña para mostrar su gran bondad ?.
- La organiza a principio de cada año, no es necesaria invitación puede presentarse quien desee. Dura todo el día, por la noche deja encendida una fogata para que los que no tienen techo puedan pasar la noche y no pasen frío.
- Que conmovedor.- dijo mientras le hacía un repaso a una joven hermosa que se cruzó delante de ellos.
- ¿Me harías el favor de no hacer eso?
- ¿Hacer que?.
- Creo que es una de sus hijas estúpido.
- Sabes Truman, creo que deberías relajarte y disfrutar un poco de la fiesta.- bromeó mientras se acercaba a una de las mesas y cogía una copa de champán bebiéndosela de un trago para posteriormente dejarla vacía encima la mesa y repetir el proceso con otras dos.
Estuvo un rato saludando a conocidos, siendo agradable con la gente y escuchando cuentos que no le interesaban un carajo. Había perdido a Truman hacía un buen rato, tan sólo esperaba que se acordara del plazo de dos horas que disponía. Estaba hablando con una pareja mayor de burgueses, la mujer comentaba la exquisitez con que estaba preparado todo cuando dejo de hablar dirigiéndose a un hombre que se acercaba a ellos.
-¡Oh señor Gerôme! Déjeme felicitarle.-
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
No tenía mucho que hacer; Gerôme disfrutaba ahora de una parte de la vida que no acostumbraba, ya que desde jóven, no había pensado, vivido o respirado otra cosa que fuera el barro, el olor a pólvora, la milicia y en cómo sus actos podían honrar a su país, pero sobre todo, hacer de Francia un refugio perfecto para que sus hijas pudieran vivir plenamente, sin temor a guerras. Sus pasos eran lentos, calmados, así cómo lo era él; dió indicaciones a algunas muchachas que debían colocar arreglos florales por todo el jardín, dió el saludo a varios de los invitados que llegaron con anterioridad, posibemente con la idea equivocada de que así él iba a ceder ante algún trato, pero sabían perfectamente que él no era un hombre que diese su brazo a torcer. Una de sus hijas -quizás la más apegada a él- corrió directamente a él para abrazarle y decirle que ella fué la última en salir de la casa y que ahora estaba vacía. León agradeció el dato besando la frente de -la ya no tan pequeña- Lorie y la dejó ir en busca de alguna de sus vecinas.
Al llegar a un pequeño corrillo para saludar a los recien llegados, se dió cuenta de quién iba a saludar. No era que conociese a todas las personas en aquella maldita ciudad, pero había muchas que por casualidades, habían estado en su vida de forma indirecta... Y aquel hombre era una de ellas.
- Bienvenido a mi casa, señor Landman. - Dijo con total cortesía y amabilidad innata, no sin antes, estrechar su mano. - No esperaba verle por aquí. ¿Qué tal se encuentra?. - Bien no eran cercanos, pero Geröme había oído hablar de él, más bien, había descubierto por su cuenta la tragedia que seguía a aquel hombre y no era un secreto las intenciones armamentísticas con las que probablemente venía. Armas que siempre fueron un bien preciado para su labor, más allá del simple ejército, sino también personal; tan personal como su etapa como Cazador. Sí, León fué un reputado cazador, sólo conocido por sus específicos contactos ya que en aquel mundo tan ajeno a la vida que todso creen, se debía mantener una especie de jerarquía, y así era. Su nombre resonaba en su cabeza no sólo por los negocios del día a día, sino también en lo oculto. - No creo que no haya venido con otra intención que no fuese el negociar. - Comentó naturalmente, una vez los acompañantes se alejaron de ellos para dejarles un poco más de intimidad. Gerôme, hizo ademán de pedirle que caminase junto a él por el jardín, esperando que así la plática no se convirtiese en algo que muchos de allí deseaban conocer.
Al llegar a un pequeño corrillo para saludar a los recien llegados, se dió cuenta de quién iba a saludar. No era que conociese a todas las personas en aquella maldita ciudad, pero había muchas que por casualidades, habían estado en su vida de forma indirecta... Y aquel hombre era una de ellas.
- Bienvenido a mi casa, señor Landman. - Dijo con total cortesía y amabilidad innata, no sin antes, estrechar su mano. - No esperaba verle por aquí. ¿Qué tal se encuentra?. - Bien no eran cercanos, pero Geröme había oído hablar de él, más bien, había descubierto por su cuenta la tragedia que seguía a aquel hombre y no era un secreto las intenciones armamentísticas con las que probablemente venía. Armas que siempre fueron un bien preciado para su labor, más allá del simple ejército, sino también personal; tan personal como su etapa como Cazador. Sí, León fué un reputado cazador, sólo conocido por sus específicos contactos ya que en aquel mundo tan ajeno a la vida que todso creen, se debía mantener una especie de jerarquía, y así era. Su nombre resonaba en su cabeza no sólo por los negocios del día a día, sino también en lo oculto. - No creo que no haya venido con otra intención que no fuese el negociar. - Comentó naturalmente, una vez los acompañantes se alejaron de ellos para dejarles un poco más de intimidad. Gerôme, hizo ademán de pedirle que caminase junto a él por el jardín, esperando que así la plática no se convirtiese en algo que muchos de allí deseaban conocer.
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
Se alegró al ver que de algún modo ya lo conocía así podría ahorrarse las odiosas presentaciones. A veces le sorprendía lo popular que llegaba a ser entre las clases altas con lo poco que acostumbraba a frecuentar con ellas. Y desde luego este era un tema que le obsesionaba, sabía que era inevitable por su posición como empresario, pero su seguridad iba de la mano con el anonimato y el anonimato muchas veces salía caro. Es por eso que era un hombre reservado y muy cuidadoso con todo aquello que decía o hacía, no podía permitirse el descuido de que se relacionara su trabajo como cazador con su negocio o su apellido.
- No esperaba ser reconocido señor Gerôme, el trabajo consume mucho de mi tiempo y no tengo el gusto de asistir a muchos eventos, de vez en cuando, pero, no esta de más dejarse ver y que mejor momento que hoy, teniendo la oportunidad de conocer uno de los grandes veteranos de guerra y agradecerle su cometido para la patria. – Fingió gratitud acompañada de una trabajada sonrisa afable, ni siquiera era francés, además consideraba las guerras una perdida de tiempo y recursos, siempre había creído que la verdadera guerra era la que se libraba en las noches de luna llena, una en la que muy pocos osaban alistarse. – A menos que usted quiera no tengo intención de hablarle sobre armas, la verdad ya lo hago la mayor parte del día además creo que no podría contarle nada que no supiera ya. Aunque si se presentara mi socio, Truman, entonces ya no podré evitar que salga el tema- Bromeó. Gerôme le parecía alguien interesante, bajo aquella fachada de hombre familiar y longevo estaba convencido que se escondía un excelente batallador y que su expresión firme y serena contenía muchas experiencias de las que aprender. – Bonita fiesta por cierto, su mujer estará orgullosa de su generosidad.– Metió la pata estrepitosamente, pues Truman tubo el pequeño descuido de no advertirle que la señora Gerôme había fallecido recientemente. Con total tranquilidad sacó el tabaco del bolsillo interior de su abrigo ofreciéndole uno a Gerôme.
- No esperaba ser reconocido señor Gerôme, el trabajo consume mucho de mi tiempo y no tengo el gusto de asistir a muchos eventos, de vez en cuando, pero, no esta de más dejarse ver y que mejor momento que hoy, teniendo la oportunidad de conocer uno de los grandes veteranos de guerra y agradecerle su cometido para la patria. – Fingió gratitud acompañada de una trabajada sonrisa afable, ni siquiera era francés, además consideraba las guerras una perdida de tiempo y recursos, siempre había creído que la verdadera guerra era la que se libraba en las noches de luna llena, una en la que muy pocos osaban alistarse. – A menos que usted quiera no tengo intención de hablarle sobre armas, la verdad ya lo hago la mayor parte del día además creo que no podría contarle nada que no supiera ya. Aunque si se presentara mi socio, Truman, entonces ya no podré evitar que salga el tema- Bromeó. Gerôme le parecía alguien interesante, bajo aquella fachada de hombre familiar y longevo estaba convencido que se escondía un excelente batallador y que su expresión firme y serena contenía muchas experiencias de las que aprender. – Bonita fiesta por cierto, su mujer estará orgullosa de su generosidad.– Metió la pata estrepitosamente, pues Truman tubo el pequeño descuido de no advertirle que la señora Gerôme había fallecido recientemente. Con total tranquilidad sacó el tabaco del bolsillo interior de su abrigo ofreciéndole uno a Gerôme.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
Desde su llegada a París, no había hecho otra cosa que curiosear. No tenía destino así que sus pasos se dirigieron sin rumbo por las calles de la ciudad parisina. El tintineo de sus botes, le causaba una relajación extrema. En esa bolsa de tela de color café, estaba su pasado y su futuro al mismo tiempo. Le faltaban botes que esperaba poder conseguir costase lo que costase, entre otras cosas.
Pensaba en ello cuando cruzó la calle a paso ligero. No solía perderse en sus pensamientos, sería bajar la guardia. Llegaría el día en el que se cruzase con gente no deseada así que ahora, disfrutaría de su estancia en la ciudad.
Los murmullos, le advirtieron de que no muy cerca se celebraba algo. Con suerte, sería al aire libre y no tendría problemas de infiltrarse como una más. No tendría tanta suerte, esas cosas solo pasaban una vez en la vida, se iba concienciando de ello, asintiendo con la cabeza, hablando por lo bajo y gesticulando, intentando convencerse a sí misma de que era imposible tener tanta suerte.
Al llegar a la entrada, se detuvo de golpe, asomando la cabeza y ver de una pasada quién se encontraba allí y qué era aquello. Gente de todas las edades o eso le pareció. Chicas conversando en grupitos, señores hablando de negocios, señoras entradas y no tan entradas en años cuchicheando y poniéndose al día de todos los chismes, escándalos. Suspiró, enredando los dedos en una madreselva de la entrada, dudaba el momento en saltar a acción cuando sus sentidos le alertaron de algo importante: había comida.
Se relamió inconscientemente, esa noche se podría llevar algo a la boca y no tendría ese terrible dolor de estómago por comer cosas que no debía. Cerró un ojo al recordar la terrible experiencia de la noche pasada, tuvo que pelear con un perro para llevarse las sobras de una mugrosa cafetería. Todo pasado, de mala calidad y una explosión en su selecto paladar. Aún tenía la boca amarga, debía calmar su sed , su hambre y por cómo olía todo, tenía que estar más que delicioso.
Se decidió a entrar, cogiéndose un tanto el vestido y dar el primer paso. Siempre decidida , observó una vez más a los presentes, reparando en la mesa de los aperitivos, no muy lejos la de las bebidas y cerca de las mesas un grupo de chicas que hablaban animadamente, tendrían que ser familia, todas se parecían en algún rasgo. Qué observadora y qué hambre tenía. Dispuesta a tomar dos o tres bandejas de cada cosa, darle el primer bocado a un pequeño y exquisito canapé cuando un quejido la detuvo al intento del primer mordisco. No iba a prestar atención, se centraría en el canapé y nada más que hablar pero los sollozos de esa joven, la obligaron a soltar el canapé y dirigirse a ella, una caída.
-Espera, os ayudo ¿estáis bien, señorita? No es un buen sitio para llevar calzado alto…¿cierto? –sonrió cómplice a la chica y siseó para que le dejase hacer. En su bolsa de tela tendría algo que pudiese ayudarle a calmar el dolor de la zona afectada, por lo que apreció, sangraba la rodilla así que tendría que untar un cicatrizante y listo.
Una de las hijas del dueño de la casa, una pequeña torcedura pero la rubia qué iba a saber, cuando alguien estaba en apuros era incapaz de ayudar y esa fue una de las veces. Un bote verde oscuro fue el elegido para tomar un poco y untárselo suavemente en su rodilla, dejaría de sangrar y cicatrizaría al instante.
-Huele bien, menta e hinojo ¿mejor?- al menos, esa tarde se había ganado su canapé … o algo más rico aún, poner a prueba sus dotes.
Pensaba en ello cuando cruzó la calle a paso ligero. No solía perderse en sus pensamientos, sería bajar la guardia. Llegaría el día en el que se cruzase con gente no deseada así que ahora, disfrutaría de su estancia en la ciudad.
Los murmullos, le advirtieron de que no muy cerca se celebraba algo. Con suerte, sería al aire libre y no tendría problemas de infiltrarse como una más. No tendría tanta suerte, esas cosas solo pasaban una vez en la vida, se iba concienciando de ello, asintiendo con la cabeza, hablando por lo bajo y gesticulando, intentando convencerse a sí misma de que era imposible tener tanta suerte.
Al llegar a la entrada, se detuvo de golpe, asomando la cabeza y ver de una pasada quién se encontraba allí y qué era aquello. Gente de todas las edades o eso le pareció. Chicas conversando en grupitos, señores hablando de negocios, señoras entradas y no tan entradas en años cuchicheando y poniéndose al día de todos los chismes, escándalos. Suspiró, enredando los dedos en una madreselva de la entrada, dudaba el momento en saltar a acción cuando sus sentidos le alertaron de algo importante: había comida.
Se relamió inconscientemente, esa noche se podría llevar algo a la boca y no tendría ese terrible dolor de estómago por comer cosas que no debía. Cerró un ojo al recordar la terrible experiencia de la noche pasada, tuvo que pelear con un perro para llevarse las sobras de una mugrosa cafetería. Todo pasado, de mala calidad y una explosión en su selecto paladar. Aún tenía la boca amarga, debía calmar su sed , su hambre y por cómo olía todo, tenía que estar más que delicioso.
Se decidió a entrar, cogiéndose un tanto el vestido y dar el primer paso. Siempre decidida , observó una vez más a los presentes, reparando en la mesa de los aperitivos, no muy lejos la de las bebidas y cerca de las mesas un grupo de chicas que hablaban animadamente, tendrían que ser familia, todas se parecían en algún rasgo. Qué observadora y qué hambre tenía. Dispuesta a tomar dos o tres bandejas de cada cosa, darle el primer bocado a un pequeño y exquisito canapé cuando un quejido la detuvo al intento del primer mordisco. No iba a prestar atención, se centraría en el canapé y nada más que hablar pero los sollozos de esa joven, la obligaron a soltar el canapé y dirigirse a ella, una caída.
-Espera, os ayudo ¿estáis bien, señorita? No es un buen sitio para llevar calzado alto…¿cierto? –sonrió cómplice a la chica y siseó para que le dejase hacer. En su bolsa de tela tendría algo que pudiese ayudarle a calmar el dolor de la zona afectada, por lo que apreció, sangraba la rodilla así que tendría que untar un cicatrizante y listo.
Una de las hijas del dueño de la casa, una pequeña torcedura pero la rubia qué iba a saber, cuando alguien estaba en apuros era incapaz de ayudar y esa fue una de las veces. Un bote verde oscuro fue el elegido para tomar un poco y untárselo suavemente en su rodilla, dejaría de sangrar y cicatrizaría al instante.
-Huele bien, menta e hinojo ¿mejor?- al menos, esa tarde se había ganado su canapé … o algo más rico aún, poner a prueba sus dotes.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
“Life is to be lived, not controlled;
and humanity is won
by continuing to play in face
of certain defeat.”
― Ralph Ellison, Invisible Man
and humanity is won
by continuing to play in face
of certain defeat.”
― Ralph Ellison, Invisible Man
El recordatorio llegó a su puerta sin falta, casi como cada año, con la excepción de que ahora ella y sus dos hermanos mayores fueron quienes recibieron la carta, un sobre de color crema con una perfecta caligrafía donde se leía el apellido de la familia, sin necesidad alguna de abrirlo, ya sabían el contenido de la misma.
Anne Marie solía acompañar a sus padres, quienes al igual que ella, llevaban una vida falsa que ocultaba lo que en realidad hacían, obras de caridad, reuniones, presentaciones en la sociedad francesa como una de las familias de aristócratas y militares reconocidos, por lo que no era para menos que estuvieran conectados con la familia Marchessault; claro que cuando Anne Marie solía ir, era a penas una chiquilla de no mas de 12 años, y con los años, prefirió inventarse pretextos e incluso enfermedades con tal de no ir a eso que se le hacía una reunión tediosa y sin sentido. Pero ahora todo era diferente, Èmile Fayolle había muerto y de su descendencia militar materna solo quedaba Vincent -el mayor de los siete- y Gustave -el tercero- se había dedicado al negocio paterno; de los otros cuatro dos habían muerto y los otros dos migraron fuera de Francia sin mantener contacto con la familia, era deber de los que quedaban hacer acto de presencia en algo que su abuelo consideraba importante.
―Apresúrate cariño, sabes que no le gusta llegar tarde - dijo Anne a su hermano Gustave quien se encontraba aún en el estudio con las mangas de la camisa arremangadas y la corbata sin arreglar, llevaba dos horas enteras transcribiendo pasajes del LaVey y comparándolos con un viejo libro de hechizos que había pertenecido a su abuelo; la morena solo recibió una sonrisa cansada y una afirmación cuando le pasó la mano por la cabeza, adoraba a sus hermanos pero había veces que la sacaban de quicio. Al salir de la mansión, visualizó el carruaje negro brillante que los llevaría a su destino, y a un muy impaciente Vincent, quien recargado en el vehículo de madera, miraba su reloj de bolsillo como si las manecillas del reloj le dijeran los secretos del universo.
No tardaron mas de hora y cuarto en llegar a la residencia, un lugar sin duda espectacular y que emanaba un aire de integridad, algo importante en un evento de caridad. Descendió del vehículo y siguió a sus hermanos al jardín principal detrás de las rejas de hierro forjado, desde donde se podía observar las dos estructuras erguidas con la única finalidad de servir para dicha reunión, en el camino, creyó reconocer a una de las hijas de la familia en cuestión, aunque en realidad no estaba segura, había sido años atrás en los que había compartido juegos con ellas.
―Hazme el favor de decirle al monsieur Marchessault que en seguida estaré con él - y sin más Vincent se alejó al localizar a un sujeto en cuestión que Anne no quería ni saber su relación, y justo cuando se giró para seguir el camino del brazo de Gustave, este había desaparecido, la hechicera respiró profundo, sin duda a veces los odiaba. No le quedaba mas remedio que saludar al patriarca de aquella familia en nombre de la suya.
Se mordió el labio inferior y rebuscó con la mirada discretamente hasta localizar a Gerôme, un hombre que recordaba de su infancia, y que pese al cabello cano y las marcas en el rostro por la edad, juraría que se mantenía igual. Caminó con calma puesto que vio que estaba acompañado de un tercero al que en su vida había visto, y sin temor a ser tomada como una entrometida, se acercó hasta encontrarse con ellos de frente ―Chevaliers lamento la interrupción - pronunció con voz melodiosa, haciendo una pequeña reverencia con porte a ambos hombres ―Pero no podía dejar pasar la oportunidad de saludarlo monsieur Marchesssault, esperando que recuerde no mi rostro, pero la camaderia que tuvo con mi abuelo, Émile Fayolle - una ligera y sincera sonrisa se dibujo en su rostro, haciéndola ver de lo mas inocente, extendiendo la mano hacia el caballero frente a ella.
Anne Marie solía acompañar a sus padres, quienes al igual que ella, llevaban una vida falsa que ocultaba lo que en realidad hacían, obras de caridad, reuniones, presentaciones en la sociedad francesa como una de las familias de aristócratas y militares reconocidos, por lo que no era para menos que estuvieran conectados con la familia Marchessault; claro que cuando Anne Marie solía ir, era a penas una chiquilla de no mas de 12 años, y con los años, prefirió inventarse pretextos e incluso enfermedades con tal de no ir a eso que se le hacía una reunión tediosa y sin sentido. Pero ahora todo era diferente, Èmile Fayolle había muerto y de su descendencia militar materna solo quedaba Vincent -el mayor de los siete- y Gustave -el tercero- se había dedicado al negocio paterno; de los otros cuatro dos habían muerto y los otros dos migraron fuera de Francia sin mantener contacto con la familia, era deber de los que quedaban hacer acto de presencia en algo que su abuelo consideraba importante.
―Apresúrate cariño, sabes que no le gusta llegar tarde - dijo Anne a su hermano Gustave quien se encontraba aún en el estudio con las mangas de la camisa arremangadas y la corbata sin arreglar, llevaba dos horas enteras transcribiendo pasajes del LaVey y comparándolos con un viejo libro de hechizos que había pertenecido a su abuelo; la morena solo recibió una sonrisa cansada y una afirmación cuando le pasó la mano por la cabeza, adoraba a sus hermanos pero había veces que la sacaban de quicio. Al salir de la mansión, visualizó el carruaje negro brillante que los llevaría a su destino, y a un muy impaciente Vincent, quien recargado en el vehículo de madera, miraba su reloj de bolsillo como si las manecillas del reloj le dijeran los secretos del universo.
No tardaron mas de hora y cuarto en llegar a la residencia, un lugar sin duda espectacular y que emanaba un aire de integridad, algo importante en un evento de caridad. Descendió del vehículo y siguió a sus hermanos al jardín principal detrás de las rejas de hierro forjado, desde donde se podía observar las dos estructuras erguidas con la única finalidad de servir para dicha reunión, en el camino, creyó reconocer a una de las hijas de la familia en cuestión, aunque en realidad no estaba segura, había sido años atrás en los que había compartido juegos con ellas.
―Hazme el favor de decirle al monsieur Marchessault que en seguida estaré con él - y sin más Vincent se alejó al localizar a un sujeto en cuestión que Anne no quería ni saber su relación, y justo cuando se giró para seguir el camino del brazo de Gustave, este había desaparecido, la hechicera respiró profundo, sin duda a veces los odiaba. No le quedaba mas remedio que saludar al patriarca de aquella familia en nombre de la suya.
Se mordió el labio inferior y rebuscó con la mirada discretamente hasta localizar a Gerôme, un hombre que recordaba de su infancia, y que pese al cabello cano y las marcas en el rostro por la edad, juraría que se mantenía igual. Caminó con calma puesto que vio que estaba acompañado de un tercero al que en su vida había visto, y sin temor a ser tomada como una entrometida, se acercó hasta encontrarse con ellos de frente ―Chevaliers lamento la interrupción - pronunció con voz melodiosa, haciendo una pequeña reverencia con porte a ambos hombres ―Pero no podía dejar pasar la oportunidad de saludarlo monsieur Marchesssault, esperando que recuerde no mi rostro, pero la camaderia que tuvo con mi abuelo, Émile Fayolle - una ligera y sincera sonrisa se dibujo en su rostro, haciéndola ver de lo mas inocente, extendiendo la mano hacia el caballero frente a ella.
Maeve Fayolle- Hechicero Clase Alta
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Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
"Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón."
Pitagoras de Samos.
Pocas veces se jactaba uno de las buenas acciones que se realizaban a lo largo del tiempo, lo cierto era que pocos son los que hacen de la bondad, un instrumento de acción social. Me había llegado una invitación de Monsieur Marchessault, un reconocido filantropo y general francés del cual tenia mucho respeto, sus acciones hablaban más que las palabras. Era costumbre realizara fiestas y tertulias que redundaban en lo cristiano, - si es que queríamos llamarlo de algún modo. - Y como de costumbre trataba de ser parte de aquellos eventos pues así me lograba contagiar del altruismo europeo, ese que por América ya estaba algo oxidado o bien, jamas llego.
Había invitado a Carlos pero nunca fue mucho de juntarse con la aristocracia europea, lo olvidaba, la odiaba. Venia yo finalmente en nombre de la familia de la Cela y porque no representando a mi querida España, era preciso demostrar que la filantropia era algo que llevábamos en la sangre y hacíamos un hermoso uso de aquello.
Había llegado en carroza personal un poco después de comenzado el festín, un atochamiento y algunas protestas enmarcaban lo que sucedía en el ocaso de una nueva Francia, de la cual tarde o temprano todos seriamos parte.
Un traje negro dejaba caer mi bastón de roble, una cinta blanca y el emblema de la familia, los leones de Castilla, me inundaba de profunda satisfacción ser parte de novedosos eventos de esta índole, era por pronto, las puertas de lo que seria mi futuro proyecto y que posiblemente le interesase al protagonista de esta fiesta, una Corporación de asistencia social para los continentes. que permitiese fraternizar a todos los niños y jóvenes que han sufrido por la colonización europea o por nuestro nefasto sistema económico mercantilista.
Era un proyecto sumamente ambicioso y que requeriría de muchos accionistas pero si queríamos ser realmente filantropos debíamos demostrarlo, este era un buen comienzo para lo que seria una empresa por el mundo o de momento para Francia y así poder ayudar a tanta gente que lo necesita.
- Déjame acá querido, puedes retirarte, enviaré a quien pueda contactarte si es que lo necesito, cuídate. -
- Como ud. guste Monsieur de la Cela, que pase una linda velada. -
Tenia una cercana compañía de mis trabajadores, nadie podía acusar desinterés por abrazarlos en el regazo de un hombre moderno que se empeñaba en tratar a sus trabajadores como Dios manda, al menos, así intentaba que fuese.
- ¡¿Donde esta mi buen amigo el general Marchessault?! Debo hablar imperiosamente con él -
Una tonada de Antonio Vivaldi, la Teuzzone, se escuchaba a lo lejos como pocas veces se a visto, recordándome cuando la escuche en mis viajes a Italia, conociéndolo personalmente.
Pitagoras de Samos.
Pocas veces se jactaba uno de las buenas acciones que se realizaban a lo largo del tiempo, lo cierto era que pocos son los que hacen de la bondad, un instrumento de acción social. Me había llegado una invitación de Monsieur Marchessault, un reconocido filantropo y general francés del cual tenia mucho respeto, sus acciones hablaban más que las palabras. Era costumbre realizara fiestas y tertulias que redundaban en lo cristiano, - si es que queríamos llamarlo de algún modo. - Y como de costumbre trataba de ser parte de aquellos eventos pues así me lograba contagiar del altruismo europeo, ese que por América ya estaba algo oxidado o bien, jamas llego.
Había invitado a Carlos pero nunca fue mucho de juntarse con la aristocracia europea, lo olvidaba, la odiaba. Venia yo finalmente en nombre de la familia de la Cela y porque no representando a mi querida España, era preciso demostrar que la filantropia era algo que llevábamos en la sangre y hacíamos un hermoso uso de aquello.
Había llegado en carroza personal un poco después de comenzado el festín, un atochamiento y algunas protestas enmarcaban lo que sucedía en el ocaso de una nueva Francia, de la cual tarde o temprano todos seriamos parte.
Un traje negro dejaba caer mi bastón de roble, una cinta blanca y el emblema de la familia, los leones de Castilla, me inundaba de profunda satisfacción ser parte de novedosos eventos de esta índole, era por pronto, las puertas de lo que seria mi futuro proyecto y que posiblemente le interesase al protagonista de esta fiesta, una Corporación de asistencia social para los continentes. que permitiese fraternizar a todos los niños y jóvenes que han sufrido por la colonización europea o por nuestro nefasto sistema económico mercantilista.
Era un proyecto sumamente ambicioso y que requeriría de muchos accionistas pero si queríamos ser realmente filantropos debíamos demostrarlo, este era un buen comienzo para lo que seria una empresa por el mundo o de momento para Francia y así poder ayudar a tanta gente que lo necesita.
- Déjame acá querido, puedes retirarte, enviaré a quien pueda contactarte si es que lo necesito, cuídate. -
- Como ud. guste Monsieur de la Cela, que pase una linda velada. -
Tenia una cercana compañía de mis trabajadores, nadie podía acusar desinterés por abrazarlos en el regazo de un hombre moderno que se empeñaba en tratar a sus trabajadores como Dios manda, al menos, así intentaba que fuese.
- ¡¿Donde esta mi buen amigo el general Marchessault?! Debo hablar imperiosamente con él -
Una tonada de Antonio Vivaldi, la Teuzzone, se escuchaba a lo lejos como pocas veces se a visto, recordándome cuando la escuche en mis viajes a Italia, conociéndolo personalmente.
Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
FDR: Antes que nada me gustaría disculparme por la tardanza, en especial a Till landman por soportar tanto tiempo de espera. Gracias a todos por participar, y recuerden, acá no tienen porqué seguir el órden de posteo; siéntansé libres y cómodos. Gracias nuevamente.
León aceptó el cigarrillo y encendió primero el de su acompañante. Sabía que era conocido, al igual que muchos desconocían aquel pequeño detalle de la vida personal de León tal y como parecía ser el caso de Till. No creyó que fuese un ataque gratuíto, es más, se sintió ofendido consigo mismo por el simple hecho de tener que dar explicaciones, ya que la pérdida había sido dura y había vuelto su mundo del revés, pero se juró que mantendría la compostura por el bien de sus hijas.
- Lo estaría.- Comentó de forma natural. - Fué de ella la idea de hacer éste tipo de fiestas hace varios años y ésta es la primera que hacemos desde que ella "nos dejó". - Tacto. Aquella palabra resumía a la perfección la forma de dar la noticia a su acompañante. Una de las formas de rendir homenaje a su esposa, era la de actuar tal y como lo hacían día a día, naturalmente, de forma que sus hijas no notasen demasiado la ausencia. Para León era distinto, pues ahora se hacía cargo de cosas que antes pertenecían a su esposa y por lo tanto, ahora comprendía la árdua labor que ella hacía en su ausencia.
- Ahórrese el pésame, señor Landman. Hoy es un día para disfrutar y no para recordar a los muertos. - Dijo con tono jocoso, sin sonar hostil en ningún momento, sino con aquel toque de sobriedad y humildad a partes iguales, ya que León era -y podría decir- mundialmente conocido por ser un excelente diplomático. Sus eternos viajes no se resumían en el traslado de guerra en guerra sino en el conocimiento tanto del terreno, como en el encargo de hacer aliados puntuales que en caso de guerra eran mejores que un batallón entero perteneciente al ejército de otro país.
- Y... Dígame, señor Landman. ¿No es usted otro más que se sintió de forma obligada a asistir? - Comentó de forma amistosa, ya que entendía que aquel tipo de fiestas a veces era primordial el hacer encuentros en los que predominaban las ideas de nuevos negocios o simplemente afianzar lazos. Pero León no quería que aquello perjudicase la idea original del evento, por lo que pretendía en todo momento que todo estuviese en órden para que nadie en aquel, se sintiese fuera de lugar.
León dió una palmada en la espalda de Till, de forma amistosa, mientras apartaba el humo con un mero soplido. Pero justo antes de poder hablar, varios de los invitados se le acercaron para saludarle. Incluso pudo ver de soslayo como una de sus hijas se agachaba junto a una jóven desconocida, al parecer ésta trataba de curarle una herida superficial, cosa que agradeció de momento tras dedicarle a su hija una mirada de advertencia que sólo ella podría adivinar como un "Cariño, ten más cuidado la próxima vez". León hizo un escueto gesto a Till, para que aguardase un momento, para poder dedicarles el saludo y así poder volver a su anterior conversa.
- Gavroche. - Paladeó con una sonrisa tras su cana barba. Cierto era que había conocido a aquel hombre en uno de sus innumerables viajes que dieron como conclusión a uno de los viejos conocidos de León, que bien agradecía. Conocía a su familia, más bien conocía las incesantes historias que el viejo contaba y así fué como llegó a su cabeza el nombre de aquella muchacha convertida ahora en una hermosa mujer. - Un placer el verla aquí, mi señora. - Dedicó un beso al dorso de su mano como solía, sin inclinarse demasiado. No era que se resintiese por la edad, sino que no veía necesario el hacer tanto alarde de seriedad para el día que ahí tocaba. - Espero que se diviertan y que no exista problema alguno, sinó, acudan a mí en cuanto así lo necesiten. - Comentó, como mero recordatorio de que se podía contar con él en cualquier aspecto, ya que no era un hombre al que se le cayesen los anillos por hacer algo con respecto a los demás. - Han pasado muchos años y créame que veo en usted más de su abuelo que en sus hermanos, pero no les diga ésto o romerá su ego en mil pedazos. - León echó a reir, sin haber pasado por alto la belleza destacada de Anne Marie. Era hermosa, y aunque León estuviese casado, siempre había disfrutado en silencio de la compañía femenina sin necesidad de yacer con ella, sino que por el simple hecho de estar rodeado de tanta belleza, él se sintiese incluso más jóven, más vital. - Si me disculpa, me gustaría conversar con usted más tarde, pero en éste momento mantenía una conversación con el señor Landman, espero me disculpe. - Y con total elegancia, sujetó sus manos y besó su mejilla como si se tratara de una de sus hijas para despedirse por el momento.
Cuando creyó que por fín podría retomar la conversación con Landman, otro de sus invitados se les acercó y León, encantado de verle acudir, se dispuso a darle la bienvenida como bien se merecía, ya que era un hombre del cual había oído hablar y bastante, aunque no había tenido aún el honor de conocer.
- Martín de la Cela, no esperaba verle por aquí. ¿Cómo se encuentra? - Dijo León, como si acabase de ver a un viejo amigo, aunque casi que no era así. Se acercó y estrchó suss manos junto a las de aquel a modo de cálido saludo y no las palabras tan estrictas que muchos de los nobles solían usar. - Me alegra verle por aquí, incluso creo que tenemos una conversación pendiente. - Dijo entre risas. - Si me disculpa, luego hablaré con usted; en éste preciso momento mantenía una conversación privada con el señor Landman, espero que no se trate de nada grave. - Dijo, esperando una respuesta afirmativa por su parte, de igual forma el día iba a ser largo y la noche aún más. Sobre todo para aquellos que amaban la conversa, los tratos y la calidez de una buena compañía, aquellos, serían los que más tiempo quedarían en la fiesta y a fin de cuentas serían los que más interesados estén en su persona de una forma menos interesada.
Una vez acabado de conversar con los recién llegados, León se dirigió hacia Till con gesto de disculpa, que esperaba entendiese.
- Discúlpeme, debía atender a unos viejos conocidos. Dígame, todos tenemos algún tipo de actividad o negocio a parte de nuestra vida cotidiana. Dígame, señor Landman, ¿Qué cosas le apasionan? Quizás tengamos más cosas en común de lo que parece a primera vista. Créame, que a mí tampoco me gustaría estar aquí; preferiría estar en mi sillón, tomando una copa mientras mis hijas me hacen compañía frente a la chimenea, pero heme aquí, creando concordia.
León aceptó el cigarrillo y encendió primero el de su acompañante. Sabía que era conocido, al igual que muchos desconocían aquel pequeño detalle de la vida personal de León tal y como parecía ser el caso de Till. No creyó que fuese un ataque gratuíto, es más, se sintió ofendido consigo mismo por el simple hecho de tener que dar explicaciones, ya que la pérdida había sido dura y había vuelto su mundo del revés, pero se juró que mantendría la compostura por el bien de sus hijas.
- Lo estaría.- Comentó de forma natural. - Fué de ella la idea de hacer éste tipo de fiestas hace varios años y ésta es la primera que hacemos desde que ella "nos dejó". - Tacto. Aquella palabra resumía a la perfección la forma de dar la noticia a su acompañante. Una de las formas de rendir homenaje a su esposa, era la de actuar tal y como lo hacían día a día, naturalmente, de forma que sus hijas no notasen demasiado la ausencia. Para León era distinto, pues ahora se hacía cargo de cosas que antes pertenecían a su esposa y por lo tanto, ahora comprendía la árdua labor que ella hacía en su ausencia.
- Ahórrese el pésame, señor Landman. Hoy es un día para disfrutar y no para recordar a los muertos. - Dijo con tono jocoso, sin sonar hostil en ningún momento, sino con aquel toque de sobriedad y humildad a partes iguales, ya que León era -y podría decir- mundialmente conocido por ser un excelente diplomático. Sus eternos viajes no se resumían en el traslado de guerra en guerra sino en el conocimiento tanto del terreno, como en el encargo de hacer aliados puntuales que en caso de guerra eran mejores que un batallón entero perteneciente al ejército de otro país.
- Y... Dígame, señor Landman. ¿No es usted otro más que se sintió de forma obligada a asistir? - Comentó de forma amistosa, ya que entendía que aquel tipo de fiestas a veces era primordial el hacer encuentros en los que predominaban las ideas de nuevos negocios o simplemente afianzar lazos. Pero León no quería que aquello perjudicase la idea original del evento, por lo que pretendía en todo momento que todo estuviese en órden para que nadie en aquel, se sintiese fuera de lugar.
León dió una palmada en la espalda de Till, de forma amistosa, mientras apartaba el humo con un mero soplido. Pero justo antes de poder hablar, varios de los invitados se le acercaron para saludarle. Incluso pudo ver de soslayo como una de sus hijas se agachaba junto a una jóven desconocida, al parecer ésta trataba de curarle una herida superficial, cosa que agradeció de momento tras dedicarle a su hija una mirada de advertencia que sólo ella podría adivinar como un "Cariño, ten más cuidado la próxima vez". León hizo un escueto gesto a Till, para que aguardase un momento, para poder dedicarles el saludo y así poder volver a su anterior conversa.
- Gavroche. - Paladeó con una sonrisa tras su cana barba. Cierto era que había conocido a aquel hombre en uno de sus innumerables viajes que dieron como conclusión a uno de los viejos conocidos de León, que bien agradecía. Conocía a su familia, más bien conocía las incesantes historias que el viejo contaba y así fué como llegó a su cabeza el nombre de aquella muchacha convertida ahora en una hermosa mujer. - Un placer el verla aquí, mi señora. - Dedicó un beso al dorso de su mano como solía, sin inclinarse demasiado. No era que se resintiese por la edad, sino que no veía necesario el hacer tanto alarde de seriedad para el día que ahí tocaba. - Espero que se diviertan y que no exista problema alguno, sinó, acudan a mí en cuanto así lo necesiten. - Comentó, como mero recordatorio de que se podía contar con él en cualquier aspecto, ya que no era un hombre al que se le cayesen los anillos por hacer algo con respecto a los demás. - Han pasado muchos años y créame que veo en usted más de su abuelo que en sus hermanos, pero no les diga ésto o romerá su ego en mil pedazos. - León echó a reir, sin haber pasado por alto la belleza destacada de Anne Marie. Era hermosa, y aunque León estuviese casado, siempre había disfrutado en silencio de la compañía femenina sin necesidad de yacer con ella, sino que por el simple hecho de estar rodeado de tanta belleza, él se sintiese incluso más jóven, más vital. - Si me disculpa, me gustaría conversar con usted más tarde, pero en éste momento mantenía una conversación con el señor Landman, espero me disculpe. - Y con total elegancia, sujetó sus manos y besó su mejilla como si se tratara de una de sus hijas para despedirse por el momento.
Cuando creyó que por fín podría retomar la conversación con Landman, otro de sus invitados se les acercó y León, encantado de verle acudir, se dispuso a darle la bienvenida como bien se merecía, ya que era un hombre del cual había oído hablar y bastante, aunque no había tenido aún el honor de conocer.
- Martín de la Cela, no esperaba verle por aquí. ¿Cómo se encuentra? - Dijo León, como si acabase de ver a un viejo amigo, aunque casi que no era así. Se acercó y estrchó suss manos junto a las de aquel a modo de cálido saludo y no las palabras tan estrictas que muchos de los nobles solían usar. - Me alegra verle por aquí, incluso creo que tenemos una conversación pendiente. - Dijo entre risas. - Si me disculpa, luego hablaré con usted; en éste preciso momento mantenía una conversación privada con el señor Landman, espero que no se trate de nada grave. - Dijo, esperando una respuesta afirmativa por su parte, de igual forma el día iba a ser largo y la noche aún más. Sobre todo para aquellos que amaban la conversa, los tratos y la calidez de una buena compañía, aquellos, serían los que más tiempo quedarían en la fiesta y a fin de cuentas serían los que más interesados estén en su persona de una forma menos interesada.
Una vez acabado de conversar con los recién llegados, León se dirigió hacia Till con gesto de disculpa, que esperaba entendiese.
- Discúlpeme, debía atender a unos viejos conocidos. Dígame, todos tenemos algún tipo de actividad o negocio a parte de nuestra vida cotidiana. Dígame, señor Landman, ¿Qué cosas le apasionan? Quizás tengamos más cosas en común de lo que parece a primera vista. Créame, que a mí tampoco me gustaría estar aquí; preferiría estar en mi sillón, tomando una copa mientras mis hijas me hacen compañía frente a la chimenea, pero heme aquí, creando concordia.
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
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Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
Se atragantó con el humo del cigarro carraspeando con disimulo cuando León le confesó, muy sutilmente, sobre la muerte de su esposa. Till no era para nada un hombre quisquilloso, de hecho la vida de los demás le importaba igual que la de un pez en un estanque. Esto sumado con su escasa vida social le había llevado más de una vez a decir cosas inadecuadas en momentos inoportunos. Balbuceó algo intentando disculparse y a la vez darle el pésame pero no le salieron las palabras dejándole una expresión de sorpresa en el rostro.
- Ahórrese el pésame, señor Landman. Hoy es un día para disfrutar y no para recordar a los muertos. - Dio una larga calada al cigarro, otra vez aquel hombre le había ahorrado hacer algo que no quería; igual que las presentaciones a él tampoco se le daban bien los pésames. -
- Y... Dígame, señor Landman. ¿No es usted otro más que se sintió de forma obligada a asistir?- Se sintió algo molesto ante la palmada amistosa de León, pues no soportaba que lo tocaran y sin quererlo los músculos de su cuerpo se tensaron. Iba a responderle algo cuando León tuvo que ausentarse unos segundos para saludar a unos conocidos.
Por un extraño presentimiento giró la cabeza donde detrás a unos metros se encontró clavada en él la mirada de Truman que lo vigilaba como una madre desde la distancia. Si supiera sobre su recien metida de pata sería capaz de ir a buscarle y llevarle a casa tirándole de una oreja. Sacó el reloj del interior de su abrigo y lo alzó para recordarle que no tenían todo el día.
El señor León parecía que ya había terminado de saludar a aquella joven y apetecible chica morena cuando otro conocido, esta vez un hombre, se acercó a saludarle. Rodó los ojos y entonces recordó el porque él nunca daba fiestas en su casa. Aprovechó para acercarse en una de las mesas y coger otra copa de champán. Sin querer por el camino tropezó con una chica que lo maldijo. Aquello había empezado a llenarse de gente y Till empezaba a estar algo incomodo. Su alta y corpulenta estatura no parecía estar diseñada para moverse con agilidad entre la multitud.
Al fin vio regresar a su buen compañero de charlas. “Me gusta ir a cazar muertos en vida agujereándoles el pecho con algo plateado hasta poder ver a trabes de él, pero de vez en cuando me gusta acicalarme e asistir a eventos solidarios y beber champán.” no era una buena respuesta como tampoco lo era decir que él también preferiría estar sentado en un sillón tomando una copa mientras sus hijas le hacían compañía frente la chimenea. Esbozó una leve sonrisa traviesa ante la ocurrencia. Pensó en que debían hacer los hombres de su edad en su tiempo libre para poder responder algo aceptable.
- Oh, hmmm, yo no soy más que un hombre solitario, no hago nada del otro mundo, suelo cabalgar hacía los bosques y hmmm ya sabes, sintonizar con la naturaleza, disfrutar del paisaje, de la calma, la paz… ¿Sabe? podría acompañarme un día si lo desea. - dijo poco convincente. - ¿Y usted señor? tengo curiosidad para saber que es lo que le gusta hacer a un hombre acostumbrado a las tormentas, con la constante presencia del peligro acechando en cada lugar, en cada rincón. No podría imaginar como sería cargar con esta inquietud, esa inseguridad día a día.- Fingió pues él sabía muy bien como podía llegar a ser.
- Ahórrese el pésame, señor Landman. Hoy es un día para disfrutar y no para recordar a los muertos. - Dio una larga calada al cigarro, otra vez aquel hombre le había ahorrado hacer algo que no quería; igual que las presentaciones a él tampoco se le daban bien los pésames. -
- Y... Dígame, señor Landman. ¿No es usted otro más que se sintió de forma obligada a asistir?- Se sintió algo molesto ante la palmada amistosa de León, pues no soportaba que lo tocaran y sin quererlo los músculos de su cuerpo se tensaron. Iba a responderle algo cuando León tuvo que ausentarse unos segundos para saludar a unos conocidos.
Por un extraño presentimiento giró la cabeza donde detrás a unos metros se encontró clavada en él la mirada de Truman que lo vigilaba como una madre desde la distancia. Si supiera sobre su recien metida de pata sería capaz de ir a buscarle y llevarle a casa tirándole de una oreja. Sacó el reloj del interior de su abrigo y lo alzó para recordarle que no tenían todo el día.
El señor León parecía que ya había terminado de saludar a aquella joven y apetecible chica morena cuando otro conocido, esta vez un hombre, se acercó a saludarle. Rodó los ojos y entonces recordó el porque él nunca daba fiestas en su casa. Aprovechó para acercarse en una de las mesas y coger otra copa de champán. Sin querer por el camino tropezó con una chica que lo maldijo. Aquello había empezado a llenarse de gente y Till empezaba a estar algo incomodo. Su alta y corpulenta estatura no parecía estar diseñada para moverse con agilidad entre la multitud.
Al fin vio regresar a su buen compañero de charlas. “Me gusta ir a cazar muertos en vida agujereándoles el pecho con algo plateado hasta poder ver a trabes de él, pero de vez en cuando me gusta acicalarme e asistir a eventos solidarios y beber champán.” no era una buena respuesta como tampoco lo era decir que él también preferiría estar sentado en un sillón tomando una copa mientras sus hijas le hacían compañía frente la chimenea. Esbozó una leve sonrisa traviesa ante la ocurrencia. Pensó en que debían hacer los hombres de su edad en su tiempo libre para poder responder algo aceptable.
- Oh, hmmm, yo no soy más que un hombre solitario, no hago nada del otro mundo, suelo cabalgar hacía los bosques y hmmm ya sabes, sintonizar con la naturaleza, disfrutar del paisaje, de la calma, la paz… ¿Sabe? podría acompañarme un día si lo desea. - dijo poco convincente. - ¿Y usted señor? tengo curiosidad para saber que es lo que le gusta hacer a un hombre acostumbrado a las tormentas, con la constante presencia del peligro acechando en cada lugar, en cada rincón. No podría imaginar como sería cargar con esta inquietud, esa inseguridad día a día.- Fingió pues él sabía muy bien como podía llegar a ser.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: Snakes in the garden · Fiesta benéfica · Trama
“Carve your name on hearts, not tombstones.
A legacy is etched into the minds of others
and the stories they share about you.”
― Shannon L. Alder
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― Shannon L. Alder
La ligera sonrisa no desapareció de su rostro, en verdad era un placer poderse encontrar nuevamente, con uno de los hombres por los que su abuelo sentía mas aprecio, y por el que mas recuerdos le traía respecto a su infancia ¿cuantas veces no recorrió los jardines de la mano con Chàrlotte? ¿cuantas veces no cuidó y persiguió a Harmoniè? ¿cuantas veces el mismo León no había curado sus rodillas? parecía que no fue tanto tiempo atrás, y ahora, el rostro de aquel hombre le mostraba que los años no se detuvieron, sin embargo, le seguía pareciendo uno de los hombres con mayor porte y mas atractivos que conocía.
―Oh, siempre sabiendo halagar - inclinó ligeramente la cabeza en respuesta. A la sola mención de la compañía, giró el rostro dedicando una sonrisa educada al hombre que respondía, por lo que supo, al nombre de Landman, regresando con prontitud su atención a León ―Claro, no era mi intención interrumpir - dicho esto, volvió a mirar al señor Landman a manera de excusa ―Solo hacerme presente y no perder la oportunidad de saludarlo - le sonrió con calidez nuevamente, aceptando con gusto la pequeña muestra de afecto.
Se despidió con una ligera reverencia y se retiró de allí, no sin antes saludar con una ligera inclinación de cabeza al caballero que pasaba a su lado hacia el punto que ella abandonaba.
Ahora, ¿sería buena idea re-encontrarse con quienes paso buenos años en aquellos jardines? no estaba segura de que alguna de las hijas mayores de los Marchessault la recordara, pero valía la pena intentarlo.
―Oh, siempre sabiendo halagar - inclinó ligeramente la cabeza en respuesta. A la sola mención de la compañía, giró el rostro dedicando una sonrisa educada al hombre que respondía, por lo que supo, al nombre de Landman, regresando con prontitud su atención a León ―Claro, no era mi intención interrumpir - dicho esto, volvió a mirar al señor Landman a manera de excusa ―Solo hacerme presente y no perder la oportunidad de saludarlo - le sonrió con calidez nuevamente, aceptando con gusto la pequeña muestra de afecto.
Se despidió con una ligera reverencia y se retiró de allí, no sin antes saludar con una ligera inclinación de cabeza al caballero que pasaba a su lado hacia el punto que ella abandonaba.
Ahora, ¿sería buena idea re-encontrarse con quienes paso buenos años en aquellos jardines? no estaba segura de que alguna de las hijas mayores de los Marchessault la recordara, pero valía la pena intentarlo.
Maeve Fayolle- Hechicero Clase Alta
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