Gato Ladrón, que puede robar — Libre

por **Jasper Miller** Dom Ene 17, 2016 9:53 pm

Las viajes lo habían llevado por todo lado, bueno a decir verdad sería la “calle” quien le ha llevado por todos lados desde los rincones más ostentosos hasta los más deprimentes, pero ahora estaba de nuevo en la bella Paris, ya todo había sido todo diferente, su presencia era menos “llamativa”, por decirlo de algún modo, claro que todo era una fachada, como buen comerciante de estafas que era aquel joven tenía que primero que envolverse nuevamente en el terreno sin llamar la atención de las personas, buscar a los viejos amigos y evitar a los enemigos.

La bella París había sido aclamada en las noches como algo maravilloso y por eso estaba aquel muchacho de regreso. Sus ojos bailaban entre las caderas de las gitanas que danzaban alrededor del fuego, otra noche más y estaba enamorado de las callejeras que abundan por ciertos sectores, estaba estudiando a la competencia, y fue en medio de aquellas callejeras que encontró aquello que se le había perdido, la adrenalina por el juego peligroso. Tomó entonces una de las cajas que encontró tiradas por el suelo, de su bolsillo tomó una canica pequeña y con tres vasos comenzó su acto de “magia”. Uno a uno las personas que pasaban se interesaban en aquel movimiento de manos pero nadie podía adivinar en que vaso se encontraba la canica. Claro que todo es hasta que un mal perdedor lo encuentre.

Había estado jugando con aquel hombre hasta que el tipo molesto porque no adivinaba tumbó el pequeño e improvisado puesto por fuera, revelando el truco del aquel estafador, la canica era de metal y con su anillo podía atraerlo hacia sí, los gritos, improperios y demás actos se desenvolvieron para mala suerte junto al joven que, para salvaguardar su vida huyó de ahí escondiéndose entre los jardines de una casa —Bonita choza, veamos que se cuece por estos lares— se limpia las prendas lo mejor que puede acercándose hasta la puerta, al menos fingirá y usará su labia y encanto para entrar y pasar la noche, al menos hasta que pase el peligro de ser ajusticiado por una turba enloquecida.

Toca la puerta aguardando, con su mejor cara cual vendedor de seguros que espera hacer la venta del año.

por **Dysis Dewen** Vie Ene 22, 2016 2:07 pm

La joven permanece adormilada en su sillón de la sala de estar, con un pequeño libro en su regazo. Había estado leyendo después de que sus padres se marchasen a dar un paseo bajo la noche de París con unos amigos de confianza. La habían dejado sola, pero a ella eso no le importaba, mejor, podía hacer lo que quisiera aunque solo fuese durante un pequeño espacio de tiempo.

El libro que descansaba en su regazo, era un libro sobre especias y hierbas con propiedades curativas que la morena desconocía y las cuales quería encontrar en sus paseos al bosque para conocerlas de cerca y probar con sí misma sus propiedades. La pequeña en ese momento suspiró en sueños, y dejó caer su cabeza hacía un lado, haciendo que el movimiento la despertase y el libro se cayese al suelo. Pestañeó un par de veces, hasta que ubicó donde estaba y donde se había quedado dormida. Miró al suelo y recogió el libro, dejándolo encima de la mesa.

Se dirigió a la cocina a prepararse un té con margaritas y dejó la cafetera al fuego para que el agua se calentase. En ese momento, escuchó como alguien o algo golpeaba a la puerta de la entrada. ¿Ya volvían sus padres? Algo pronto... Se atusó la vestimenta que llevaba y después el pelo y se encaminó hacía la puerta, para abrirla un poco, lo suficiente como para que a ella se le viese media cara pero ella pudiese ver al completo a la persona que estaba fuera.

Ve a un muchacho al otro lado de la puerta demasiado sonriente para su gusto. ¿Se trataría de un ladrón? La morena continuó mirándole hasta que se decidió hablar. - ¿Si? ¿Desea algo, sir?- Dijo intentando poner buena cara, pero estaba preparada para cerrarle la puerta en las mismísimas narices.

por **Jasper Miller** Dom Feb 21, 2016 5:13 pm

Todo en su vida lo había preparado para aquel momento, incluso el ambiente invernal que pegaba en la ciudad hacía que fuera perfecto aquel encuentro; cuantas veces no había practicado con varias jovencitas y jovencitos aquella manera tan agradable y directa de ser, si es verdad, en las calles uno tiene que mentir para sobrevivir, pero dentro de esas maraña de falacias también se puede apreciar sinceridad de pocas personas que optan por ese camino, aunque el joven rubio no era específicamente alguien de esos rumbos, al contrario le encantaba engañar, mentir y también decir lo que pensaba de manera directa.

La chica que se presentó ante él tenía una mirada de “pocos amigos” o mejor dicho de un poca paciencia que se vería afectada con cualquier palabra o acto que realizase aquel muchacho, su sonrisa iba desvaneciéndose lentamente hasta quedar en un rostro sin emoción alguna, aclaró su garganta pero las palabras no salían así que opto por algo nuevo.

Dio media vuelta dando dos pasos alejándose y luego regreso esta vez sin borrar la sonrisa del rostro, con una reverencia teatral exagerada saludó a la dama frente a él —Vera usted señora, estoy llegando de viaje y he decido parar por esta zona muy conocida entre la gente como yo que busca empleo, ya que siempre suelen tener alguna tarea o actividad que uno pueda realizar— sonríe retomando la postura delante de la joven —No importa el trabajo señora, puede decirme, además no pido mucho de pago unas cinco u ocho monedas junto al poder pasar la noche aquí junto al fuego y algo de comida, quizás es muy atrevido de mi parte pero como verá el frio invierno en las calles no es muy saludable para alguien que llega y va siempre en busca de trabajo— tocando lo buen samaritano que había oído de fieles mujeres devotas de los santos.

—No dicen, ayúdame hoy que te ayudarás mañana— su sonrisa es de alegría y viveza propia, una tan característica de él, algo que no se pude borrar de los jóvenes que viven en aquel mundo.

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