Ørn ₣riđrikson: el consejero de La Reina · ID

▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲

Ørn ₣riđrikson.
   

▲EDAD▲

Real: 1475 Aparente: 32 |325 dC-357dC|

   

▲ESPECIE▲

Vampiro.
   

▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲

xxx
   

▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲

Clase alta.
   

▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲

Heterosexual.
   

▲LUGAR DE ORIGEN▲

Noruega.
   

▲HABILIDADES/PODERES▲

→ Telepatía: Habilidad para sondear los pensamientos superficiales de cualquier sujeto cercano y escucharlos como escucharía hablar a esa persona. Con el tiempo suficiente, puede enterarse casi de cualquier cosa sobre el sujeto.

→ Inflingir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.

→ Manipulación de la memoria: Concede la amnepatia y la recuperación mental, además ver los recuerdos de la gente y si se quiere proyectarlos en imágenes visibles para todos. También se puede aturdir a la gente mediante confusiones mentales dejándolos como "Enfermos mentales", pero solo temporalmente. Es muy difícil usar esta capacidad sin contacto ya que se requiere de mucha experiencia.

   

Dicen que hasta el más aguerrido de los hombres, tiene un oscuro secreto, una debilidad o un motivo por el que destruirse. Y para Ørn no existe lo contrario. Él es un hombre de completas contradicciones, pero de igual forma su corazón y sus actos se rigen por una sóla cosa: el instinto primitivo. De naturaleza introvertida, Ørn no es un hombre que prefiera darse a conocer antes que pasar una vida en el anonimato. No le gusta tomar contacto con la gente de no ser necesario, pero de igual forma le gusta observar cada uno de los pasos que tanto mortales como inmortales han hecho en su camino; recordando así su etapa como señor de la guerra.
Profundamente y ferviente seguidor de los dioses paganos, su forma de actuar y servir siempre se hn visto sílimes a los de cada uno de ellos, no sólo a uno, haciendo de él un hombre más que curtido en casi cualquier aspecto de la vida, pese a su condición como vampiro.
Infiel, leal hasta el extremo y reconocedor de cada pauta seguida por el camino incorrecto, haciéndole ver con bastante antelación los movimientos o al menos las intenciones banales y absurdas de todos aquellos que pretenden hacer daño a la corona... La corona de su Reina. Pasional y adictivo, él no suele entablar una animada conversación, al contrario, le gusta escuchar aunque en muchas de las ocasiones acabe por aburrirse y bien acabe por arrancarte la cabeza y dejes así de hablar o bien comerte, literalmente. Es un hombre que hace las cosas sin pedir permiso, ni mucho menos perdón, haciendo así que cada uno de sus actos no tengan la posibilidad de remidimiento, haciéndole fuerte, seguro de sí mismo y un completo campeón en cualquier aspecto que conlleve a la guerra.
   

El caminar de un hombre robusto cual árbol centenario, llenaba de solemnidad el pasillo que le llevaría ante su Reina. Los hombres dispuestos a cada lado, se disponían a resguardar el bien más preciado de palacio... Pobres inocentes... Mientras que aquel, provisto de diversas cicatrices y rasgos duros, proseguía con paso firme sobre la alfombra escarlata, dispuesto a irrumpir en la reunión sin miramiento alguno, para llegar hasta la diestra de Amanda.
¡Deténganlo! ¡Es un bárbaro! ¡No debería de tomarse tantas licencias! -Replicaron sorprendidos algunos nobles, pero no eran más que palabras de temor ante un hombre que poseía verdadero poder entre sus manos y licencia suficiente por parte de su reina para manipularlo. Él no estaba ahí para hacer amigos; no caía bien a todos, no, pero todos caerían algún día.


Mientras que el horror se exponía bajo el influjo de los gobernantes, llamando a la audiencia a los simples vendedores del mercado para resolver absurdos conflictos y así de paso demostrar al pueblo su cruento modo de castigar, el señorío. Tras una vieja disputa -creyéndola ganada- se dispuso a degollar a los hombres al mismo pie de la escalinata de la entrada a su palacio, para así dejar al descubierto sus inquilinos de naturaleza sobrehumana; al alterar su razón con la espesa sangre que emanaba de la herida mortal. Aquello no sería más que una especie de desvergonzada actitud, creyendo así que tenía total poder sobre aquello que se le escapaba de las manos. Y fué así, tras una disputa política, que el señorío llenó de cazadores cada metro cuadrado de aquel vistoso palacio. Claro que al ojo humano no era más que una medida cautelar hacia el miedo que se solía vivir en las calles tras los rumores de venganza por la parte de las familias florentinas; un mero método de política que no tardaría en hacer caer la cabeza del señorío, ya que desprovisto de inmortalidad, no le quedaba de otra que vivir con el miedo en el cuerpo. Orn, había sido repudiado por la paranoia de aquel hombre y hecho sentir vergüenza al asesinar en sus narices a varios de sus hombres tan sólo por que tenía que fueran Vampiros; demonios que olían a muerte y que podía robarle hasta el alma con tan solo una mirada. ¡Qué disparate! ¿Verdad?
No era que la vida de aquellos humanos fuese vital para la negociación que traían entre manos, pero lo cierto era que la vergüenza pasada no era sino una escusa para arrancarle la cabeza a aquel hombre. Pero... ¿Cómo sortear dicha y excesiva protección? No había nada más placentero en la vida de Orn, que pagar la sangre son sangre y si era la de unos pocos más y de paso avergonzar la figura de un muerto... Así lo haría.
Orn no era de los que se enervaban con cualquier insulto estúpido, ni tampoco de los que le arrancaban la cabeza a alguien haciendo alarde de su brutalidad. Él, era alguien extraño en su actuar, correcto, pero extraño y no fué hasta la siguiente noche, que asaltaron el palacio, asesinando a cada guardia, bañando las paredes del palacio con la sangre de cada una de sus víctimas, y colgando al señorío en lo alto de la gran portada, para que sus vecinos viesen y recordasen, que hasta el hombre más seguro del mundo, puede acabar asesinado de la forma más visceral de todas. Desde entonces, el palacio fué llamado el "Palacio rosado" no por su delicada disposición, sino por el simple hecho, de que desde aquel día, la sangre no ha podido ser retirada del todo de aquellas paredes. Por suerte o por lástima, aquel asesinato fué otorgado a una familia de conspiradores que no tardaron en llegar a la horca.


Eran tiempos oscuros; eran tiempos felices, llenos de agradables fogatas y comida por todos lados. La ostentosidad no era lo que pretendían sino comerciar con lo poco que cosechaban o con la caza que les restaba de un pleno día de trabajo. Orn nació en una aldea austera, o eso era lo que pretendían los cabeza de familia. Como por muchos es sabido, las aldeas vijingas eran un cúmulo de guerras, brutalidad, salvajismo y violencia, pero había ocasiones en las que existían aldeas que se dedicaban al mercadeo; la aldea que vió nacer a Orn no era una de ellas, no después de nacer el niño. El tiempo era uno de los recursos de los que no disponían plenamente, ya que en muchas ocasiones, eran invadidos por hombres que pretendían arrasar con la aldea de no ser que les diesen a cambio algo con lo que pudieran sentirse satisfechos. Las cien primeras batallas las ganaron, pero a la siguiente, se les hizo tan duro el batallar que a punto de perder tan preciado tesoro, tras la muerte de varios de sus hombres y muchas de sus mujeres, decidieron clavar la rodilla ante tal señor de la guerra, con la condición de que les proveiese de telas, comida y armas, además de a un niño. Ese niño era Orn.
Ahí comenzaba su infierno, vivió bajo la tiranía de aquel hombre, sirviéndole de esclavo, golpeándole e injuriando el recuerdo de su familia.
- A tu madre la violé, murió placenteramente, así que deberías agradecerme que no hiciera con ella, lo que hicieron con todas; echarlas a los hambrientos lobos.
El niño estaba malnutrido, a penas tenía siete años y ya llevaba más de trés con él. Escuchando historia tras historia, a cada cual más cruenta para la mente de un pequeño, pero así supo de primera mano, todo lo que había ocurrido con su familia, tal y como si se lo hubieran grabado a fuego en la piel.
- Eres duro, chico, quizás... me plantee el darte de comer una vez al día. ¿Sabes? Ninguno de los otros niños que traje contigo, sobrevivieron de ésta forma. Estás hecho para ser un esclavo.
Palabra tras palabra, transcurrían por la garganta de aquel hombre, al igual que el tiempo y su cabello crecía y crecía hasta ocultar toddo aquel gesto de rabia que le permitía estar vivo aún, acompañado de un sentimiento tan atroz como lo era la sed de venganza, al igual que el hambre que sentía en su estómago, al igual que su enfermo cuerpo. Aquel hombre parecía probar hasta dónde era capaz de llegar la rabia del muchacho, así que cada vez lo alimentó menos y lo expuso a la intemperie, descalzo, durante semanas enteras.
- Tuviste un hermano. No te lo contaron, ¿verdad?
Aquel hombre se hacía viejo y quizás le estuviese jugando una mala pasada, pero dado que en todos aquellos años no dijo ni una sola mentira... ¿Por qué lo iba a hacer ahora?. El jóven alzó el rostro, escuchando cada una de las palabras que el hombre recitaba, creyéndole hacer daño al propio muchacho, pero en lugar de ello, éste, creaba un mapa mental, así cómo cuando ayudaba a dibujar a su padre aquellos extensos mapas de sus viajes en barco.
***
Al fín libre, aprovechó que sus ataduras estaban sueltas para así tomar un caballo y salir ráudo atravesando a la inversa el camino que habían hecho. Todo y gracias a su magnífica memoria. Ya que no tenía otra cosa que hacer que recordar llanuras, árboles, incluso piedras en el camino.
Y volvió al hogar, allí dónde creía haber estado hacía muchos años. Todo lo que se encontró fueron cenizas. Cenizas recientes de un último asalto en el que perecieron los pocos hombres que quedaban. Orn se acercó a un hombre, que parecía agonizar y justo cuando se acercó, el hombre pareció esbozar una sonrisa al reconocer -ya crecido- a su hijo robado.
- Perdóname, hijo mío. - Fué lo último que dijo aquel hombre, recordando por años el hecho de haber dado a su hijo para que el resto sobrevivieran. Murió, tras decir aquello que le retenía en la tierra, para viajar allí dónde los guerreros descansan en paz.
Pese a todo, le otorgó el honor de recibir un adios digno, echándole al mar junto con una barca que quedaba en pié y un poco de fuego del que quedaba del asedio.
***
Orn trató de buscar a esos hombres nuevamente, no sin antes encontrar por el camino a esclavos que iban a seguir su destino y que él rescató fieramente. Ellos, sin tener que pedírselo, se unieron a él, con la condición de que si morían, que lo hiciesen como guerreros. Con el tiempo, llegaron a encontrarse con aquellos nombres y le dieron la más cruel de las muertes, deshonrando así su cuerpo después de fallecer. Se creía que ahí acabaría su venganza, pero eso no hizo más que acrecentar su rabia y sus innumerables victorias en la batalla, haciendo que con cada una de ellas, nunca llegase a saciarse.
Tras una de las batallas, conoció a un hombre, Ciro, se llamaba. Después de una conversación poco violenta, el hombre reconoció a un guerrero digno de seguir en pié para una eternidad llena de cobardes e hipócritas. No supo nada de él, ni se supo mucho sobre Orn, hasta el día de hoy.
Al parecer, aquel extraño hombre lo convirtió en una bestia sedienta de sangre, más aún que cuando era humano, hasta tal punto que arrasó ciudades de forma cruenta y despiadada, pero aun así, era reconocido como "el señor de la guerra" por sus rivales. Fueron tiempos oscuros.... Fueron tiempos llenos de visceral odio y de descontrol total, ya que no controlaba esa parte suya que aquel hombre le había otorgado. Innumerables quemaduras adornaron su cuerpo hasta que obtuvo tal deseo de desaparecer, que justo antes del último amanecer que vería antes de morir, una mujer le salvó de morir de la forma más horrenda de todas.
La odió, la quiso matar, quiso arrancar cada cabello rojizo de su cabeza y morder cada trozo de su aterciopelada piel; pero ella aguantó el hecho de que él se encontraba en su fase más primitiva, para otorgarle el Don del control, para enseñarle a vivir, enselarle a ver que todo podría tomarse con más detenimiento y disfrutar así más que si el descontrol total llegase a sus brazos. Ella le enseñó a ser un Vampiro.