AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reencarnación || Privado || +18
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Reencarnación || Privado || +18
La luna estaba oculta, ha habían pasado varias semanas desde su transformación y aún quedaba vestigios de esta sobre aquel cuerpo que no se reponía por completo de aquel encuentro con su “consanguíneo”; aun le dolía el rostro y las costillas de aquel encuentro, aunque sabía que también él había quedado mal herido y seguro estaría refundido por días hasta recuperar su apariencia. Y en esas noches comenzó a tramar su plan nuevamente. El primero había salido mal, aún no había logrado desestabilizar a su gemelo por completo como lo había imaginado, era hora de ejecutar otro plan, tenía que comenzar con la pieza más débil justo como su reina derrotaba al alfil blanco. Una partida de ajedrez contra sí mismo donde el mejor retador es uno y el imposible de vencer se hace una locura; pero ahora tenía que materializar el plan que anoche estaba creando, ahora tenía ir por aquel alfil y derrumbarlo en la más siniestra locura para luego dar el golpe final al rey.
Enfila sus pasos fuera de aquel hotel, su traje oscuro como el de su “hermano” trata de mantener la misma apariencia que él tenía, lo ha estudiado en apariencia y movimientos. Lleva una barba de días algo que le desagrada pero se lo tiene que tragar por el simple hecho lograr su objetivo. Camina y camina saludando a las personas que le reconocen como “Dr. Dittmar” cada vez lo odia más cuando lo llaman así.
Camina por las calles lentamente, las sombras oscuras lo cubre peor no tanto como quisiera aun así puede verse en sus ojos esa chispa que busca estallar en una batalla campal, solo estaba buscando con la mirada pero al parecer por las calles solo habían personas enfrascadas en su mundo, nadie se mide contra él y eso lo enfurece más. Los nudillos blancos de tanto que se tensan los dedos encerrados en puños, el andar se vuelve más pesado con cada nuevo paso que da, el cabello se alborota con las pequeñas brisas refrescándole aquel rostro cansada e iracundo.
Cambia su rumbo, las calles se van volviendo más oscuras y llenas del aroma nauseabundo de los placeres y la perdición, mujeres, hombres, niñas y niños ofreciéndose descaradamente por las calles, delgados, gordos, caros y baratos no importaba todo era válido en aquella vía de perdición; se dirige al centro, entre las zonas donde la diversión pulula más, borrachos y mujerzuelas que rondan en cada esquina, espera ansioso que alguno de ellos se cruzara en su camino pero nada. Suplica en su interior por la valentía de algún hombre pero solo recibe indiferencia, quizás emana demasiada mala energía; trata de calmarse pero no lo logra. Cansado de tanto esperar enfila su nuevo rumbo para otro lado, al menos buscará con alguna mujer desquitarse y luego todo se llevaría su hermano la culpa de lo que él haga.
Un momento de diversión, por aquella noche era todo lo que pedía, un momento en que pueda ser y no el desgraciado de su hermano porque su ira se estaba notando a cada paso que daba, por culpa de los estúpidos mortales que no hacían más que hacerle recuerdo de aquel nombre.
El cabaret le recibe con los brazos abiertos, busca entre la mirada a alguna mujer interesante pero opta por un vaso de bourbon sin hielo, toma el asiento observando a las mujeres que ofrecen sus cuerpos y diversiones, las risas y la música que se puede oír peor él a penas y oye algo más, algo más que el gruñir de su bestia interna que clama el salir y destrozar a una víctima, destrozarla en varios sentidos.
Enfila sus pasos fuera de aquel hotel, su traje oscuro como el de su “hermano” trata de mantener la misma apariencia que él tenía, lo ha estudiado en apariencia y movimientos. Lleva una barba de días algo que le desagrada pero se lo tiene que tragar por el simple hecho lograr su objetivo. Camina y camina saludando a las personas que le reconocen como “Dr. Dittmar” cada vez lo odia más cuando lo llaman así.
Camina por las calles lentamente, las sombras oscuras lo cubre peor no tanto como quisiera aun así puede verse en sus ojos esa chispa que busca estallar en una batalla campal, solo estaba buscando con la mirada pero al parecer por las calles solo habían personas enfrascadas en su mundo, nadie se mide contra él y eso lo enfurece más. Los nudillos blancos de tanto que se tensan los dedos encerrados en puños, el andar se vuelve más pesado con cada nuevo paso que da, el cabello se alborota con las pequeñas brisas refrescándole aquel rostro cansada e iracundo.
Cambia su rumbo, las calles se van volviendo más oscuras y llenas del aroma nauseabundo de los placeres y la perdición, mujeres, hombres, niñas y niños ofreciéndose descaradamente por las calles, delgados, gordos, caros y baratos no importaba todo era válido en aquella vía de perdición; se dirige al centro, entre las zonas donde la diversión pulula más, borrachos y mujerzuelas que rondan en cada esquina, espera ansioso que alguno de ellos se cruzara en su camino pero nada. Suplica en su interior por la valentía de algún hombre pero solo recibe indiferencia, quizás emana demasiada mala energía; trata de calmarse pero no lo logra. Cansado de tanto esperar enfila su nuevo rumbo para otro lado, al menos buscará con alguna mujer desquitarse y luego todo se llevaría su hermano la culpa de lo que él haga.
Un momento de diversión, por aquella noche era todo lo que pedía, un momento en que pueda ser y no el desgraciado de su hermano porque su ira se estaba notando a cada paso que daba, por culpa de los estúpidos mortales que no hacían más que hacerle recuerdo de aquel nombre.
El cabaret le recibe con los brazos abiertos, busca entre la mirada a alguna mujer interesante pero opta por un vaso de bourbon sin hielo, toma el asiento observando a las mujeres que ofrecen sus cuerpos y diversiones, las risas y la música que se puede oír peor él a penas y oye algo más, algo más que el gruñir de su bestia interna que clama el salir y destrozar a una víctima, destrozarla en varios sentidos.
Pierre A. Dittmar- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 16/11/2014
Re: Reencarnación || Privado || +18
El encuentro con Bard la había dejado algo caótica consigo misma ¿podía tolerar dolor?
Algo le decía en el fondo que era algo que le gustaba dependiendo de quién vinieran los golpes. Era algo meramente subjetivo y eso era lo que mas le molestaba ¿Por qué no podía ser asi con todos?
Los hombres terminarían por volverla loca por completo. Obviamente no buscaba amor de nadie, pero tenía serios sentimientos encontrados que la dejaban muchas veces en jaque, pensativa en medio de la calle. Había encontrado en el escritorio de su jefe una invitación del Palacio Royal. Era uno de sus sueños, el hecho de asistir allí, un sueño de niña pero que lo tenía agendado y hubiera pagado con sangre el hecho de asistir al menos como servicio.
Le había dado vueltas a las cosas y decidió volver a un cabaret de los del centro por esas dos noches que Lucciano se ausentaba para probarse a si misma que podía con sus propios miedos, con sus temores mas profundos.
Caminó por la Villa con destino al centro, un sobretodo y un vestido con volados tapaban el verdadero atuendo que usaba dentro del establecimiento que eran unas simples bragas, brassier y ropa interior con encaje que no tenían mas que un uso estético, los portaligas no servían mas que para completar el atuendo, sin fin adicional. Ingresó al local, había sido uno de sus trabajos anteriores, uno de esos donde tenía un buen trato con el empleador. Apenas ingresó al salón observó a sus alrededores buscando al hombre que encajara con sus miedos. Tenía que ser uno rudo, realmente machista y posiblemente con un enojo tan alto como para querer demostrar algo a una mujer. Había de todo, hombres con apariencia de alcoholizados, otros que solo iban a mirar sin animarse a pedir servicios y otros lo suficientemente desinhibidos para tomar a una de las chicas en medio de la sala.
En uno de los lados sobre la barra había uno que automáticamente distinguió como un maniático de la ira o un inmortal. Había notado en este tiempo en el Club privado que los que ella llamaba inmortales eran seres que nada tenían que ver con los seres humanos, no mutaban, no envejecían y que podían consumir sangre, mutar su apariencia física y los mas difíciles de reconocer eran los hechiceros, estos se veían siempre como seres con mucha antigüedad de conocimientos pero con apariencias de jóvenes. Aun le faltaba distinguirlos bien, pero Sweet tenía claro que el hombre del bourbon era uno. El corazón le palpitaba mas que nunca.
Se levantó de la silla y sus piernas se negaron a iniciar la caminata. Respiró profundo y dio el primer paso, luego otro y cuando se dio cuenta ya estaba a su lado.
- Hola… - saludó y se sentó a un lado en una de las banquetas de madera de la barra. Pasó descaradamente una mano por la rodilla del hombre y con suma suavidad y esa clásica voz aniñada que ponía cuando quería conseguir algo comentó – Te ves tenso… - y midió sus palabras en la fija mirada del hombre, algo estaba mal. Su mirada estaba colmada de furia pero no era culpa de ella. La historia venia de otro lado y se le ocurrió algo que a ella le había dado resultado en varias ocasiones. Tomando una de las manos solitarias del masculino comenzó a hacerle masajes en los dedos, parecía algo simple pero considerando las terminaciones nerviosas que allí había al menos estaría mas a gusto que encorvado sobre la madera – Te propongo unos masajes… solo eso, nada que no quieras - comentó con delicadeza. Tenía en cierto modo vergüenza de ofrecer sus servicios de prostituta. No porque fuera nueva en ello, pero si porque él no parecía venir al lugar a buscar un cuerpo, sino mas bien a desquitarse con alguien de otros modos.
Algo le decía en el fondo que era algo que le gustaba dependiendo de quién vinieran los golpes. Era algo meramente subjetivo y eso era lo que mas le molestaba ¿Por qué no podía ser asi con todos?
Los hombres terminarían por volverla loca por completo. Obviamente no buscaba amor de nadie, pero tenía serios sentimientos encontrados que la dejaban muchas veces en jaque, pensativa en medio de la calle. Había encontrado en el escritorio de su jefe una invitación del Palacio Royal. Era uno de sus sueños, el hecho de asistir allí, un sueño de niña pero que lo tenía agendado y hubiera pagado con sangre el hecho de asistir al menos como servicio.
Le había dado vueltas a las cosas y decidió volver a un cabaret de los del centro por esas dos noches que Lucciano se ausentaba para probarse a si misma que podía con sus propios miedos, con sus temores mas profundos.
Caminó por la Villa con destino al centro, un sobretodo y un vestido con volados tapaban el verdadero atuendo que usaba dentro del establecimiento que eran unas simples bragas, brassier y ropa interior con encaje que no tenían mas que un uso estético, los portaligas no servían mas que para completar el atuendo, sin fin adicional. Ingresó al local, había sido uno de sus trabajos anteriores, uno de esos donde tenía un buen trato con el empleador. Apenas ingresó al salón observó a sus alrededores buscando al hombre que encajara con sus miedos. Tenía que ser uno rudo, realmente machista y posiblemente con un enojo tan alto como para querer demostrar algo a una mujer. Había de todo, hombres con apariencia de alcoholizados, otros que solo iban a mirar sin animarse a pedir servicios y otros lo suficientemente desinhibidos para tomar a una de las chicas en medio de la sala.
En uno de los lados sobre la barra había uno que automáticamente distinguió como un maniático de la ira o un inmortal. Había notado en este tiempo en el Club privado que los que ella llamaba inmortales eran seres que nada tenían que ver con los seres humanos, no mutaban, no envejecían y que podían consumir sangre, mutar su apariencia física y los mas difíciles de reconocer eran los hechiceros, estos se veían siempre como seres con mucha antigüedad de conocimientos pero con apariencias de jóvenes. Aun le faltaba distinguirlos bien, pero Sweet tenía claro que el hombre del bourbon era uno. El corazón le palpitaba mas que nunca.
Se levantó de la silla y sus piernas se negaron a iniciar la caminata. Respiró profundo y dio el primer paso, luego otro y cuando se dio cuenta ya estaba a su lado.
- Hola… - saludó y se sentó a un lado en una de las banquetas de madera de la barra. Pasó descaradamente una mano por la rodilla del hombre y con suma suavidad y esa clásica voz aniñada que ponía cuando quería conseguir algo comentó – Te ves tenso… - y midió sus palabras en la fija mirada del hombre, algo estaba mal. Su mirada estaba colmada de furia pero no era culpa de ella. La historia venia de otro lado y se le ocurrió algo que a ella le había dado resultado en varias ocasiones. Tomando una de las manos solitarias del masculino comenzó a hacerle masajes en los dedos, parecía algo simple pero considerando las terminaciones nerviosas que allí había al menos estaría mas a gusto que encorvado sobre la madera – Te propongo unos masajes… solo eso, nada que no quieras - comentó con delicadeza. Tenía en cierto modo vergüenza de ofrecer sus servicios de prostituta. No porque fuera nueva en ello, pero si porque él no parecía venir al lugar a buscar un cuerpo, sino mas bien a desquitarse con alguien de otros modos.
Sweet Von Teese- Prostituta Clase Baja
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Re: Reencarnación || Privado || +18
La triste realidad, o mejor dicho la cruda verdad que se cubre entre los rostros semejantes que engañan con las sonrisas y las miradas, aunque sean de diferentes matices; sangre a la sangre es lo que siempre se dirá, aunque realmente eso solo sea el detonante de una guerra tan sangrienta como peculiar. La bestia ruge entre gruñidos viscerales que se reflejan en una sonrisa y el trago que calienta la garganta y el aliento
La mirada pesada queda sobre aquella rubia a la que deja hacer aquel arte de magia que solo resulta en un intento fallido por calmar su hambre, sopesa si ser el engaño o la verdad, pero casando va y la ira lo gobierna demasiado como para crear la pantalla de su odio; la zurda deja el recipiente del líquido ámbar para tomar entre sus pulgares el mentón fino de la dama de compañía, lo eleva a la luz para ver mejor sus facciones pero es en ese momento que captura sus labios en un beso bestial y demandante en el que la lengua recorre la cavidad bucal de la mujer en busca de la gemela para una danza sin tregua. Rompe aquella muestra de emoción con una sonrisa y el hilo del rastro del beso entre ellos, esa sonrisa se marca cuando chasquea los dedos indicando dos vasos del mismo licor.
—No te detengas, continua con tu masaje, ya que es algo que quiero, pero porque no dejas que esos dedos tan hábiles hagan el trabajo como se debe. Ya que me ves tenso y necesito de algo o alguien que me quite toda la tensión y estrés que traigo ¿acaso tu serás la experta que mi doctor me recomendó para quitar la tensión?—
Ríe y extiende el vaso de la bebida que invita a la rubia, su mirada se oscurece cada vez más a medida que se clava en los ojos ajenos.
—No voy a comerte, aun, así que puedes llamarme Pierre, ahora dime ¿cómo te llamas? No te había visto en este lugar acaso eres nueva en esto o solo estás de pasada, tu rostro no se me hace familiar y eso que he estado en algunos de estos sitios y otros como burdeles—
Un guiño cómplice y la risa que suelta frente a la mujer; la observa y la diestra acaricia la cabeza de ella enredando los mechones dorados entre sus dedos jugando con ellos llegando incluso a rozar el cuello delicado y fino de la mujer, uno al que le apetecía morder de muchas formas, y ese deseo no hacía más que despertar más y más a su bestia que ya aullaba a la luna que se negaba a aparecer.
La mirada pesada queda sobre aquella rubia a la que deja hacer aquel arte de magia que solo resulta en un intento fallido por calmar su hambre, sopesa si ser el engaño o la verdad, pero casando va y la ira lo gobierna demasiado como para crear la pantalla de su odio; la zurda deja el recipiente del líquido ámbar para tomar entre sus pulgares el mentón fino de la dama de compañía, lo eleva a la luz para ver mejor sus facciones pero es en ese momento que captura sus labios en un beso bestial y demandante en el que la lengua recorre la cavidad bucal de la mujer en busca de la gemela para una danza sin tregua. Rompe aquella muestra de emoción con una sonrisa y el hilo del rastro del beso entre ellos, esa sonrisa se marca cuando chasquea los dedos indicando dos vasos del mismo licor.
—No te detengas, continua con tu masaje, ya que es algo que quiero, pero porque no dejas que esos dedos tan hábiles hagan el trabajo como se debe. Ya que me ves tenso y necesito de algo o alguien que me quite toda la tensión y estrés que traigo ¿acaso tu serás la experta que mi doctor me recomendó para quitar la tensión?—
Ríe y extiende el vaso de la bebida que invita a la rubia, su mirada se oscurece cada vez más a medida que se clava en los ojos ajenos.
—No voy a comerte, aun, así que puedes llamarme Pierre, ahora dime ¿cómo te llamas? No te había visto en este lugar acaso eres nueva en esto o solo estás de pasada, tu rostro no se me hace familiar y eso que he estado en algunos de estos sitios y otros como burdeles—
Un guiño cómplice y la risa que suelta frente a la mujer; la observa y la diestra acaricia la cabeza de ella enredando los mechones dorados entre sus dedos jugando con ellos llegando incluso a rozar el cuello delicado y fino de la mujer, uno al que le apetecía morder de muchas formas, y ese deseo no hacía más que despertar más y más a su bestia que ya aullaba a la luna que se negaba a aparecer.
Pierre A. Dittmar- Licántropo Clase Alta
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Re: Reencarnación || Privado || +18
El arrebato del hombre la sorprende en un primer instante ¿hasta cuanto podía entregarse sin sorprenderse como una virgen? Cada movimiento de este hombre eran mas rudos que los de los vampiros, ellos solían ser mas discretos, sutiles y letales también.
No era semejante a estos, sus manos eran mas curtidas, sus hombros mas rectos y su rostro distaba de la palidez habitual. Clavó su mirada en ella con cierto fuego creciente y Sweet buscó ignorarla siendo lo mas directa posible y enfocándose en lo mejor que podía hacer. Un beso profundo la entretuvo y dejó sus masajes para danzar junto a la lengua del masculino al cual buscó pegarse bajándose de la silla y colocándose entre medio de sus piernas.
Suspiró apenas se separaron, su cuerpo rozaba el de este casi aferrándolo por la cintura. Dos vasos idénticos llegaron a su espacio y bebió un poco del licor agradeciéndole el gesto. A modo de devolución las manos de la prostituta se aferraron al pecho tenso de este describiendo un ascenso hasta los hombros donde hizo punciones cortas y un gesto de dolor se dibujo en la cara de la blonda – Es grande…posiblemente algunos nudos mas en los omoplatos…- comentó mientras este seguía hablándole y ella seguía en su empresa, esta vez por detrás tocando puntos clave para saber dónde estaban los nudos – Pierre, es un gusto, yo soy Sweet. Y si, se podría decir que estoy de pasada por aquí, hacía rato que no trabajaba por aquí…- dijo con un cierto tono de añoranza en su oido, los burdeles le traían grandes recuerdos, grandes historias – Últimamente estoy por Il Pecatto Nostro – mencionó, haciendo referencia al club donde vampiros se juntaban a disfrutar de todo tipo de servicios especiales.
El examen estaba completo, había incluso aliviado un poco la tensión en la cervical, pero había mas por acomodar Volvió frente a este nuevamente en el sitio entre sus piernas y respondiendo cual felino a las caricias concluyó – Acompáñame ¿si?– dijo tomando su mano mientras de soslayo observaba una de las habitaciones con las puertas abiertas al fondo del pasillo colorado.
No era semejante a estos, sus manos eran mas curtidas, sus hombros mas rectos y su rostro distaba de la palidez habitual. Clavó su mirada en ella con cierto fuego creciente y Sweet buscó ignorarla siendo lo mas directa posible y enfocándose en lo mejor que podía hacer. Un beso profundo la entretuvo y dejó sus masajes para danzar junto a la lengua del masculino al cual buscó pegarse bajándose de la silla y colocándose entre medio de sus piernas.
Suspiró apenas se separaron, su cuerpo rozaba el de este casi aferrándolo por la cintura. Dos vasos idénticos llegaron a su espacio y bebió un poco del licor agradeciéndole el gesto. A modo de devolución las manos de la prostituta se aferraron al pecho tenso de este describiendo un ascenso hasta los hombros donde hizo punciones cortas y un gesto de dolor se dibujo en la cara de la blonda – Es grande…posiblemente algunos nudos mas en los omoplatos…- comentó mientras este seguía hablándole y ella seguía en su empresa, esta vez por detrás tocando puntos clave para saber dónde estaban los nudos – Pierre, es un gusto, yo soy Sweet. Y si, se podría decir que estoy de pasada por aquí, hacía rato que no trabajaba por aquí…- dijo con un cierto tono de añoranza en su oido, los burdeles le traían grandes recuerdos, grandes historias – Últimamente estoy por Il Pecatto Nostro – mencionó, haciendo referencia al club donde vampiros se juntaban a disfrutar de todo tipo de servicios especiales.
El examen estaba completo, había incluso aliviado un poco la tensión en la cervical, pero había mas por acomodar Volvió frente a este nuevamente en el sitio entre sus piernas y respondiendo cual felino a las caricias concluyó – Acompáñame ¿si?– dijo tomando su mano mientras de soslayo observaba una de las habitaciones con las puertas abiertas al fondo del pasillo colorado.
Sweet Von Teese- Prostituta Clase Baja
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Re: Reencarnación || Privado || +18
El aliento de las risas y gemidos del lugar solo hacían eco en las pocas mujeres que aún quedaban dando espectáculos a los hombres con miradas lujuriosas, pero la de aquel hombre solo se mostraba llena con el odio de la que un hombre puede consumirse en la triste soledad aunque en este momento se encontraba acompañado y de qué manera, de una en la que cualquier de los visitantes de aquel antro pudieran desear tener, pero él no se las daría, al menos no por esa noche.
Las palabras de la mujer solo crearon en él un momento de pensamientos y más que nada por aquella sonrisa cargada de lujuria, deseo, ira, pasión enloquecedora de aquellas que consumen el alma y la vida por ser tan ciegas y poco racionales. Tomó la muñeca de la mujer dejándole un beso en esta, un beso entre una mordida con sus colmillos y fauces hambrientas evitando que se aleje tanto, sobre todo que le lleve hasta donde lo quiera llevar.
La mención de un bar, uno que él conocía por varios motivos, el primero por haberse hecho pasar como el Doctor Dittmar, y la otra por la simple curiosidad, llegando ahora a saber lo que se dicta entre las paredes de aquel edificio oscuro pero placentero para seres de la noche, lástima que él solo pertenece a otro tipo de noche
—Vaya, no sabía que trabajabas ahí, eso será el destino creo Sweet, Dulce, Dulce Sweet— Sonríe dejándose llevar por la joven.
—Acaso me darás un masaje completo sobre una cama donde este desnudo y tu encima mío, si es así espero que también estés desnuda y me deleites con las vistas, prometo no tocar, al menos no mucho— gruñe visceralmente con una ronca voz que se deja escuchar al tomarla de la mano atrayéndola al pecho delante de todos en medio de la “pista” antes de subir a las escaleras
Pasa su nariz por el cuello fino de la mujer captando su aroma buscando alguna diferencia con las otras y con la que desea acabar con todas sus fuerzas, pero es muy diferente al de todas ellas —Demonios, tienes un aroma dulce, Sweet, uno muy distinto a las otras mujeres, haces que otro tipo de deseo surja ¿Por qué eres tan endemoniadamente tan dulce con tu aroma?—. Ríe soltándola indicándole con la mano a que suba, aguardando si la mujer de verdad tenía algo que valiera la pena, aunque de por si ya lo tenía y sus labios eran la muestra de ello.
Las palabras de la mujer solo crearon en él un momento de pensamientos y más que nada por aquella sonrisa cargada de lujuria, deseo, ira, pasión enloquecedora de aquellas que consumen el alma y la vida por ser tan ciegas y poco racionales. Tomó la muñeca de la mujer dejándole un beso en esta, un beso entre una mordida con sus colmillos y fauces hambrientas evitando que se aleje tanto, sobre todo que le lleve hasta donde lo quiera llevar.
La mención de un bar, uno que él conocía por varios motivos, el primero por haberse hecho pasar como el Doctor Dittmar, y la otra por la simple curiosidad, llegando ahora a saber lo que se dicta entre las paredes de aquel edificio oscuro pero placentero para seres de la noche, lástima que él solo pertenece a otro tipo de noche
—Vaya, no sabía que trabajabas ahí, eso será el destino creo Sweet, Dulce, Dulce Sweet— Sonríe dejándose llevar por la joven.
—Acaso me darás un masaje completo sobre una cama donde este desnudo y tu encima mío, si es así espero que también estés desnuda y me deleites con las vistas, prometo no tocar, al menos no mucho— gruñe visceralmente con una ronca voz que se deja escuchar al tomarla de la mano atrayéndola al pecho delante de todos en medio de la “pista” antes de subir a las escaleras
Pasa su nariz por el cuello fino de la mujer captando su aroma buscando alguna diferencia con las otras y con la que desea acabar con todas sus fuerzas, pero es muy diferente al de todas ellas —Demonios, tienes un aroma dulce, Sweet, uno muy distinto a las otras mujeres, haces que otro tipo de deseo surja ¿Por qué eres tan endemoniadamente tan dulce con tu aroma?—. Ríe soltándola indicándole con la mano a que suba, aguardando si la mujer de verdad tenía algo que valiera la pena, aunque de por si ya lo tenía y sus labios eran la muestra de ello.
Pierre A. Dittmar- Licántropo Clase Alta
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Re: Reencarnación || Privado || +18
Asintió con referencia a su verdadero lugar de trabajo. Ese lugar era su vida pero necesitaba comprobarse a ella misma que aun podía con los hombres fuertes de los burdeles. Pierre parcia ser uno de ellos. No se mostraba como los vampiros, frágiles en su mayoría, aun así su aura era muy fuerte y si bien no podía confirmar que era exactamente, podía decirse que no era humano.
- Puedo darte lo que quieras Pierre…todo lo que logre que saques una sonrisa de tu boca. Tu solo pídelo…- dijo mientras tomaba su mano nuevamente con delicadeza, su barba le hacía cosquillas en el cuello mientras sus labios la transportaban a sensaciones que había tenido antes y que la llevaban a colocarle a esos labios un rostro diferente de forma temporaria.
- Ven, pasa – dijo al llegar al final del pasillo. Dentro de la habitación había unas velas de noche prendidas, aroma a sahumerio y una cama de dos plazas en medio. Apenas ingresó trabó la puerta con pestillo y se pegó al cuerpo del hombre tomando una de sus manos y besándola. Subió por los hombros para quitarle el abrigo y colocarlo en una de las sillas laterales.
- ¿Deseas algo para beber?- preguntó dándole la espalda y colocándose de frente a la bandeja donde había algunas copas y botellas de vidrio con diferentes bebidas – Hay whiskey, bourbon, vino…- informó haciendo inventario de lo disponible allí – Si deseas algo diferente puedo ir a buscarlo – dijo y se giró para observar su mirada.
Dirigió su mirada a una bolsa de satén al costado de la cama, allí era donde tenía una serie de aceites que usaba para hacer masajes, cremas y otros ungüentos para aliviar las dolencias.
- Ponte cómodo Pierre – dijo mientras con delicadeza e incitándolo se empezó a sacar el corset tirando lentamente de los lazos que lo sostenían y clavando la mirada en él sin distracciones mas que su cuerpo contra la cama.
- Puedo darte lo que quieras Pierre…todo lo que logre que saques una sonrisa de tu boca. Tu solo pídelo…- dijo mientras tomaba su mano nuevamente con delicadeza, su barba le hacía cosquillas en el cuello mientras sus labios la transportaban a sensaciones que había tenido antes y que la llevaban a colocarle a esos labios un rostro diferente de forma temporaria.
- Ven, pasa – dijo al llegar al final del pasillo. Dentro de la habitación había unas velas de noche prendidas, aroma a sahumerio y una cama de dos plazas en medio. Apenas ingresó trabó la puerta con pestillo y se pegó al cuerpo del hombre tomando una de sus manos y besándola. Subió por los hombros para quitarle el abrigo y colocarlo en una de las sillas laterales.
- ¿Deseas algo para beber?- preguntó dándole la espalda y colocándose de frente a la bandeja donde había algunas copas y botellas de vidrio con diferentes bebidas – Hay whiskey, bourbon, vino…- informó haciendo inventario de lo disponible allí – Si deseas algo diferente puedo ir a buscarlo – dijo y se giró para observar su mirada.
Dirigió su mirada a una bolsa de satén al costado de la cama, allí era donde tenía una serie de aceites que usaba para hacer masajes, cremas y otros ungüentos para aliviar las dolencias.
- Ponte cómodo Pierre – dijo mientras con delicadeza e incitándolo se empezó a sacar el corset tirando lentamente de los lazos que lo sostenían y clavando la mirada en él sin distracciones mas que su cuerpo contra la cama.
Sweet Von Teese- Prostituta Clase Baja
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