Causa Y Efecto || Privado

por **Hyun Queneau** Mar Ene 26, 2016 12:30 pm

Sus pasos mezquinos le dirigían a perderse por horas en los rincones que muy pocos solían visitar a esas horas. Los lugares tranquilos resultaban agradables para el gitano cuando se encontraba de malas o taciturno como era en este caso. El viento febril que soplaba ligeramente jugaba inquieto con sus cabellos oscuros y el crujir de la madera era solo un complemento a los bajos ánimos que Matías presentaba a últimos días, cuando el pasado significaba un monstruo horrido que intentaba engullirle en sus fauces en más de una ocasión. Crudas batallas libradas día con día. Comida, un techo donde dormir. Elementos que cuando escaseaban mermaban sus fuerzas. Tomó asiento a orilla de uno de los muelles, el sonido calmo del agua abrazaba al joven en su momento más oscuro. Las gaviotas surcaban la bóveda grisácea a lo alto y le distraían de sus recuerdos. Arrojó un par de piedras pequeñas al agua, perdiendo sus orbes en las ondulaciones caprichosas que se formaban al chocar unas con otras.

A sus oídos, lo que parecía ser el llanto de un niño llamó su atención. Caminó un par de metros más alejándose un poco, una casona vieja apenas alumbrada con candiles. Vislumbró un par de hombres salir del lugar, sin embargo el eco que le tomó por sorpresa en un inicio seguía audible. Cuando los sujetos se alejaron el gitano no pensó dos veces en averiguar que sucedía, la puerta estaba entre abierta permitiéndole así el acceso. Su asombro fue un poco más grande al descubrir a un pequeño rubio de ojos claros, pero mancillados por lágrimas, gimoteaba y balbuceaba apenas la palabra “papá”. De inmediato se arrodillo para cerciorarse que no tuviese daño alguno, entonces recordó que por rumores en la taberna, se había enterado que en ocasiones robaban niños para ser vendidos como esclavos en otros países. Si este era el caso, no quedaría impune. Una vez más ese espíritu de héroe anónimo le empujaba a hacer lo correcto aunque las consecuencias le pesaran el doble, como ocurría en el mayor de los casos.

–Tranquilo ¿Si? Vamos ya no lloriquees– susurró tratando de tranquilizarle mientras secaba las mejillas del pequeño –Vamos a sacarte de aquí–

Lo levantó y con sumo cuidado salió del recinto. Miró de un lado a otro y le envolvió con su abrigo maltrecho.

–Shhh, deja de llorar o todo va a salir muy mal– le indicó mientras lo dejaba oculto entre los arbustos.

Como era de esperarse uno de los rufianes quien le doblaba la edad, enseguida le paró en seco, cuestionándole por encontrarle ahí.

–No te interesa– respondió.

–¡No está! ¡El niño no está!– Gritó de inmediato su compañero.

Cuando el hombre reaccionó y regresó la mirada a Matías este le esperaba con un puñetazo, el hombre trastabilló y enseguida empujó al joven intrépido.

–¿Es todo lo que tienes?– gritó y se arrojó en su contra, apenas dando pelea, pues a ellos se sumaba el otro sujeto.

por **Patrice Doucet** Mar Abr 05, 2016 10:35 am

"Si quieres ver a tu hijo bastardo con vida, deberás entregarnos una buena cantidad de francos, envueltos en una bolsa negra y..."

No pude continuar leyendo. Las piernas no me respondieron por falta de fuerza y caí estrepitosamente en el suelo, golpéandome algunas partes del cuerpo. Yo, que estaba acostumbrado al vaivén de la embarcación, sentí un mareo fuerte que me arrastraba hacia un oscuro remolino. Fue como un desmayo que no duró más allá de algunos segundos, pero lo suficientemente fuerte, como para hacerme sudar frio.

Como pude, me incorporé, sujetándome de una pequeña mesa de madera, carcomida por la sal. Traté de controlar la respiración lo mejor que pude. Cerré los ojos tratándo de concentrarme y guardar la calma. El corazón latìa con una fuerza inusitada ¡Estaba nervioso! Incapaz de actuar con prontitud, pareciese que mi cuerpo estaba anclado al piso del barco.

Releí una vez más aquel insignificante pedazo de papel, escrito con pésima caligrafía. Esto solamente me hizo tener más aún por mi pequeño. Sólo podía significar que estaba en manos de truhanes, personas sin oficio ni beneficio, que no tenían conciencia del mal que pudiesen provocar. Rogaba a Dios que no le hubiesen tocado un sólo cabello.

Arrugué el papel entre mis manos. ¿De dónde iba a obtener el dinero suficiente para su rescate? Las lágrimas salieron de mis ojos sin poderlas contener. Me habían arrancado cruelmente una parte vital de mi alma. Mi hijo, mi pequeño Milo, por el que sería capáz de dar mi vida si fuese el caso.

-Piensa Patrice, piensa, piensa...

No podía pedir ayuda de la policía, los ladrones habían sido terminantes en ese punto. Si los uniformados se enteraban , Milo dejaría de existir. Yo no quería imaginarme una vida sin él. Sin sus risas, sin sus besos, sin su cariño.

Rebusqué entre mis pertenencias más preciadas, pero ningún objeto - ni entre todos- se acercaban ínfimamente a la cantidad requerida. La única salida, sería deshacerme de mi buque, el que me servía de refugio. De mi hogar. Pero todo lo valía mi hijo. Lo vendería únicamente por el dinero solicitado. Buscaría inmediatamente a un antigüo comprador, que alguna vez estuvo interesado en él. ¿Cómo había dicho que se llamaba?
Traté de hacer un rápido análisis mental. Creía recordar que trabajaba en los suburbios. Si, era vendedor de telas y necesitaba una embarcación para transportar dicha mercancía.

No lo dudé ni un minuto más. Salí apresuradamente rogando a Dios que aún estuviese interesado. Le rogaría, inclusive me hincarìa si fuese necesario. Pero yo no iba a regresar sin ese dinero. La vida de mi hijo dependía de ello.

por **Hyun Queneau** Miér Abr 13, 2016 2:48 pm

No resultaba extraño que terminara enfrascado en riñas ajenas. Desde pequeño mostraba un espíritu inquieto, una avidez por devorar el mundo a pasos agigantados y los cuales solo su madre podía haber guiado en esos días melancólicos, donde agobiado por la lobreguez de su rutina trataba de centrarse en cosas importantes antes de mandar todo al demonio. Ese era Matías una vez más defendiendo lo que otros pensarían imposible, pues no poseía la fuerza ni mucho menos la ventaja para salir avante. Sus golpes resultaban mucho menos dañinos para aquellos sujetos quienes tenían todo por ganar. No obstante, logró atestar un par de ellos en los rostros ajenos, jactándose siempre de ese tipo de eventualidades. Escupió un poco de sangre mientras se limpiaba las heridas del rostro.

–Par de bastardos ¿Es todo lo que tienen?–

Repetía con una mueca sarcástica en sus labios, sabía que eso enfurecía a los ladronzuelos, pero siempre se había distinguido por provocarles hasta que su naturaleza salvaje pudiese salir del todo, nunca preveía que si las cosas se salían de control el panorama entero empeoraría sin lugar a dudas. Cuando el cuerpo del gitano se estrelló de lleno contra el piso, sobrevinieron un par de patadas al abdomen, con dificultad pareció escuchar el crujir de sus costillas. Y apenas consciente de lo que ocurría su cubrió la cabeza.

Podía prescindir de sus extremidades pero si algo reventaba en su cabeza sería el fin. En su auxilio un par de pescadores que regresaban de sus labores cotidianas sujetaron por la espalda a los agresores. Matías no supo en que momento había ocurrido todo, la adrenalina de los golpes circulaba por su organismo imposibilitándole pensar con claridad. Con dificultades pudieron controlar la situación poniendo en su lugar al par de truhanes. El joven se levantó sin importarle su actual estado.

–Mierda– musitó.

Sus pasos torpes le llevaron nuevamente hacia el pequeño que había ocultado instantes previos. Curiosamente se había calmado y aunque el semblante de Matías no resultaba ser algo positivo a la reacción del niño, trató de confortarle como su madre lo hubiese hecho con él.

–Vamos, vamos te dije que todo estaría mejor–

El niño balbuceaba cosas que no podía comprender, hecho que arrancó una ligera mueca en los labios de Matias.

–Pequeño mocoso ¿Dónde estarán tus padres? ¿Eh?–

Acarició con poca sutileza la mejilla sonrosada del niño.

Uno de los pescadores se apresuró a donde ellos se encontraban, identificando de inmediato al pequeño, el otro hombre ya estaba en dirección al malecón en busca de su padre. Conocían a la perfección al niño. Matías se levantó de inmediato separándose de él. Lo que menos quería era otro mal entendido, no estaba de humor para dar explicaciones.

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