AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
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La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
“Deja el dolor atras”
Había estado pintando todo el día, era la única hora donde podía hacer cosas sin que su Maestro le viera, obviamente este podía oírle moverse de un lado a otro desde donde descansaba pero no estaba haciendo escándalo ni mucho menos estaba desobedeciendo por lo que esperaba no estar llamando su atención. Solo preparaba ciertas cosas para la posteridad algo así como un enorme cuadro que le daría como regalo cuando estuviera listo, era bueno que practicara o acabaría perdiendo la costumbre de pintar y todo lo que había avanzado en años se desvanecería. Y aunque actualmente no tenia mucha prisa por ser eterno sabía que tendría hasta que el mundo dejara de girar para seguir pintando y aprendiendo. Ya había crecido, tenia 18 años, no era un chiquillo que lloriqueara a cada cosa que le saliera mal o que corría a pedir ayuda a Venance a cada duda que surgiera y aunque ciertas costumbres jamas le dejarían se podía decir que había madurado a su manera.
Ordenaba su desorden, limpiaba sus pinceles, gastaba sus tardes leyendo, escribiendo o pintando y de a poco su corazón recupero un poco de paz, pero muy en el fondo seguía deseando ciertas cosas con tanta fuerza que parecía ser egoísta, seguía teniendo algunos vacíos que no había logrado llenar. Años atrás hacía todo lo posible para amarrar a su Maestro a su lado por las noches, actualmente le despedía en la puerta ademas de pedirle que se cuidara antes de seguir con sus actividades y de vez en cuando mientras estaba solo releyendo las cartas que se intercambiaban mientras este estaba en Italia se preguntaba a si mismo de forma temerosa si más que solo gustarle su Maestro le amaba de cierta manera y por eso ahora le daba su espacio de decidir si quedarse o partir.
Esa tarde mientras pintaba cerca de un gran ventanal abierto miro como el cielo se teñía de colores hermosos y sintió algo de nostalgia recorrerlo, extrañaría aquello en algún momento, la brisa de la tarde, las nubes blancas que de pequeño comparaba con algodones en el cielo, lo mágico que se veían esos colores tan suaves que parecían pintados a mano y el sol, el cálido sol sobre su piel, se acerco al borde de la ventana a contemplar aquella magnifica pintura que se alzaba por sobre el enorme bosque a la lejanía – Si tan solo pudiera atraparte en una caja… y contemplarte con tal intensidad por el resto de mis días… - murmuro para si mismo mientras soltaba un fuerte suspiro y procedía a hacer lo que había estado haciendo todas esas tardes, tomar el gran cuadro y llevarlo a una habitación que estaba abandonada hace un tiempo, tenia algo de polvo ya, pues había ordenado que no la limpiaran, así nadie vería el cuadro hasta que fuera tiempo.
Dejo allí también la tela que usaba para cubrir sus ropas mientras pintaba y se lavo las manos, antes de bajar a la sala donde se sentó a escribir un pergamino en el que había estado trabajando por semanas. Procuraba que Venance le encontrara allí todas las noches, era la sala por la que había que pasar para salir de la mansión, así podía dejar sus cosas de lado un momento antes de partir a despedirlo en la puerta, eso aveces le hacía sentir como la típica esposa que ayudaba a su marido con el abrigo cuando este se iba a juntas de negocios. Esa noche como todas las otras le vio partir y volvió a su trabajo el cual dejo unas 2 horas luego de la partida del mayor para ir a descansar, no se veían demasiado últimamente pero en particular esa noche sintió que debía dormir.
A la mañana siguiente le sorprendió un poco que nadie le fuera a despertar, a su vez que no le llevaran el desayuno… ¿Acaso había despertado muy temprano?. Se levanto y abrió la cortina pesada de su cuarto viendo que había bastante sol en realidad y volvió a cerrarla luego de abrir la ventana. A su paso cerraba las cortinas y solo abría las del cuarto en el que estaba por si Venance debía salir por alguna urgencia de su cuarto. Se coloco su bata antes de salir entre bostezos con sus cabellos desordenados. Recorrió el pasillo y bajo la escalera, tal vez Venance había ordenado que le sirvieran en la mesa para que dejara la costumbre de comer en la cama y paso por la biblioteca sin siquiera notar la presencia de un intruso a primeras, solo siguió de largo hasta que llego a la sala y vio ciertas cosas fuera de su lugar… que ni siquiera eran suyas ademas de las cortinas abiertas por lo que se apresuro a cerrarlas antes de escuchar unos pasos y unos libros caer. Quedo helado por un momento, ¿Acaso Nicolás se había metido a la casa?, ¿Esta vez si moriría?.. pero… no podía ser Nicolás, era de día ¿Como se suponía que estuviera rondando por la mansión sin que Venance ya se hubiera percatado de ello?, se quito sus zapatos para andar por casa para que sus pasos no se escucharan y se asomo rápido a la biblioteca encontrando a un chico husmeando por allí, no lo conocía, no era del servicio de la mansión, no parecía el cartero ni nada parecido por lo que luego de unos momentos de silencio solo corrió por el pasillo para buscar a Venance – Maestro!, han entrado a robar a la mansión! Maestro despierta! - grito mientras corría por los pasillos intentando alarmarle – Hay un ladrón en la biblioteca! - dijo antes de tomar el candelabro de mano del pasillo y volver para enfrentarle, si, tal vez seria capaz de golpearlo con un candelabro, ¿Quien sabe?, era capaz de enfrentar a Nicolás ¿Porque no a un humano? - Quédate quieto! ¡¿Que haces aquí?!, Esos libros son del Joven Jaejoong! - le recrimino al chico que seguía en la biblioteca.
Ordenaba su desorden, limpiaba sus pinceles, gastaba sus tardes leyendo, escribiendo o pintando y de a poco su corazón recupero un poco de paz, pero muy en el fondo seguía deseando ciertas cosas con tanta fuerza que parecía ser egoísta, seguía teniendo algunos vacíos que no había logrado llenar. Años atrás hacía todo lo posible para amarrar a su Maestro a su lado por las noches, actualmente le despedía en la puerta ademas de pedirle que se cuidara antes de seguir con sus actividades y de vez en cuando mientras estaba solo releyendo las cartas que se intercambiaban mientras este estaba en Italia se preguntaba a si mismo de forma temerosa si más que solo gustarle su Maestro le amaba de cierta manera y por eso ahora le daba su espacio de decidir si quedarse o partir.
Esa tarde mientras pintaba cerca de un gran ventanal abierto miro como el cielo se teñía de colores hermosos y sintió algo de nostalgia recorrerlo, extrañaría aquello en algún momento, la brisa de la tarde, las nubes blancas que de pequeño comparaba con algodones en el cielo, lo mágico que se veían esos colores tan suaves que parecían pintados a mano y el sol, el cálido sol sobre su piel, se acerco al borde de la ventana a contemplar aquella magnifica pintura que se alzaba por sobre el enorme bosque a la lejanía – Si tan solo pudiera atraparte en una caja… y contemplarte con tal intensidad por el resto de mis días… - murmuro para si mismo mientras soltaba un fuerte suspiro y procedía a hacer lo que había estado haciendo todas esas tardes, tomar el gran cuadro y llevarlo a una habitación que estaba abandonada hace un tiempo, tenia algo de polvo ya, pues había ordenado que no la limpiaran, así nadie vería el cuadro hasta que fuera tiempo.
Dejo allí también la tela que usaba para cubrir sus ropas mientras pintaba y se lavo las manos, antes de bajar a la sala donde se sentó a escribir un pergamino en el que había estado trabajando por semanas. Procuraba que Venance le encontrara allí todas las noches, era la sala por la que había que pasar para salir de la mansión, así podía dejar sus cosas de lado un momento antes de partir a despedirlo en la puerta, eso aveces le hacía sentir como la típica esposa que ayudaba a su marido con el abrigo cuando este se iba a juntas de negocios. Esa noche como todas las otras le vio partir y volvió a su trabajo el cual dejo unas 2 horas luego de la partida del mayor para ir a descansar, no se veían demasiado últimamente pero en particular esa noche sintió que debía dormir.
A la mañana siguiente le sorprendió un poco que nadie le fuera a despertar, a su vez que no le llevaran el desayuno… ¿Acaso había despertado muy temprano?. Se levanto y abrió la cortina pesada de su cuarto viendo que había bastante sol en realidad y volvió a cerrarla luego de abrir la ventana. A su paso cerraba las cortinas y solo abría las del cuarto en el que estaba por si Venance debía salir por alguna urgencia de su cuarto. Se coloco su bata antes de salir entre bostezos con sus cabellos desordenados. Recorrió el pasillo y bajo la escalera, tal vez Venance había ordenado que le sirvieran en la mesa para que dejara la costumbre de comer en la cama y paso por la biblioteca sin siquiera notar la presencia de un intruso a primeras, solo siguió de largo hasta que llego a la sala y vio ciertas cosas fuera de su lugar… que ni siquiera eran suyas ademas de las cortinas abiertas por lo que se apresuro a cerrarlas antes de escuchar unos pasos y unos libros caer. Quedo helado por un momento, ¿Acaso Nicolás se había metido a la casa?, ¿Esta vez si moriría?.. pero… no podía ser Nicolás, era de día ¿Como se suponía que estuviera rondando por la mansión sin que Venance ya se hubiera percatado de ello?, se quito sus zapatos para andar por casa para que sus pasos no se escucharan y se asomo rápido a la biblioteca encontrando a un chico husmeando por allí, no lo conocía, no era del servicio de la mansión, no parecía el cartero ni nada parecido por lo que luego de unos momentos de silencio solo corrió por el pasillo para buscar a Venance – Maestro!, han entrado a robar a la mansión! Maestro despierta! - grito mientras corría por los pasillos intentando alarmarle – Hay un ladrón en la biblioteca! - dijo antes de tomar el candelabro de mano del pasillo y volver para enfrentarle, si, tal vez seria capaz de golpearlo con un candelabro, ¿Quien sabe?, era capaz de enfrentar a Nicolás ¿Porque no a un humano? - Quédate quieto! ¡¿Que haces aquí?!, Esos libros son del Joven Jaejoong! - le recrimino al chico que seguía en la biblioteca.
Última edición por Amadeo VanderHoeven el Miér Ene 27, 2016 5:16 pm, editado 1 vez
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
Desde el momento que desperté me sentí fatal, después de conocer el nombre de quien me salvó la vida al poco rato estaba otra vez en cama durmiendo, siendo atormentado por pesadillas, una y otra vez. La fiebre y la debilidad ocasionada por la pérdida de sangre no me permitían levantarme. Si no estaba dormido, atontado contemplando el techo alto. La noche transcurrió de esa forma hasta que, por debajo de la cortina alcancé a ver los rayos del sol.
Gracias a los cuidados iniciales, me sentía lo suficientemente fuerte para levantarme, ni siquiera cerca de estar saludable pero a comparación de cómo llegué, era una gran mejora no creía ser capaz de tolerar estar recostado todo el día comenzaba a sentirme un poco… encerrado. Quería caminar, aunque sea a otro pasillo y de regreso, en la noche también me la había pasado dando vueltas incesantemente hasta que pude reunir suficiente cansancio para recostarme y dormir. Aún así no me gustaba estar inerte, sobre todo en esas condiciones, me estresaba demasiado. Esperaba que para cuando la semana llegara a su fin ya estuviera como nuevo. Ojalá. Pero aún así, la cicatriz tardaría un buen tiempo en irse, eso si no quedaba como una marca permanente. Me levanté entonces a asearme y cambiar el vendaje en mi cuello, en algún momento de la noche alguien había entrado a dejar una pequeña caja con todo lo necesario para ello. Estaba casi seguro de que había sido Venance.
Después de eso me volví a sentar en la ya para entonces tendida cama y mi mirada se dirigió instantáneamente a la puerta. No debía salir, lo sabía, estaba aún delicado de salud pero… aun así... Contemplé la puerta indeciso hasta que finalmente reuní el valor suficiente. Tomé una de las mantas de la cama, colocándola sobre mí, salí. Primero asomé la cabeza, esperando no encontrar a nadie, y me encontré con un pasillo amplio pero vacío, cerré la puerta tras de mí con el mismo cuidado y comencé a caminar, tratando de no olvidar el camino de regreso. El lugar era inmenso.
No dejaba de maravillarme a medida que avanzaba, todo me parecía impresionante, el decorado de las paredes, las pinturas y todos los detalles lujosos que decoraban los salones, habitaciones y pasillos. Llegué a una sala que iluminé abriendo la cortina, al hacerlo me encontré con un paquete de tela justo en el centro, me acerqué a examinarlo y había una nota, con la misma caligrafía que había visto antes. Guardé la nota en mi bolsillo por si llegaba la oportunidad de preguntar por el signficado. Con cuidado lo abrí y vi el contenido, al principio no lo podía creer. -¡Mis cosas! -Dije sin darme cuenta del volumen alto que usé. Todo estaba ahí, mi cinturón, un saco de cuero con los pocos centavos que traía encima antes del incidente y una gorra, solo faltaba la daga. -Tal vez pueda preguntarle por ella. -Hablé en voz alta. Dejé las cosas sobre la mesa, y me acerqué a una habitación en donde escuchaba que había alguien, al asomarme por la puerta me encontré a la mujer que me había traído la comida en la noche ¿o madrugada?, quien me saludó con una sonrisa y se marchó junto con algunos objetos de limpieza. La vi partir y después giré la vista hacia el interior de la habitación.
Me parecía demasiado irreal. Había libros, cientos ¡Miles! -Una biblioteca… -Entré con pasos lentos, olvidándome de cerrar la puerta. -Seguramente ni el mismo rey tiene tantos libros… -Caminé frente a los estantes, deteniéndome a contemplar los diferentes colores de la pasta y grosores, ocasionalmente sacando un libro para buscar algunos dibujos que me dieran una pista sobre lo que trataba pero la mayoría no tenía ilustraciones. Saqué otro libro y por accidente salió otro con este, cayendo al suelo. Me agaché para recogerlo cuando de repente escuché un grito que me dejó los pelos de punta. -¡Maestro, han entrado a robar la mansión ! ¡Maestro despierta, hay un ladrón en la biblioteca! -Al instante dejé caer el otro libro que sostenía con un estrépito ruido e intenté correr al otro lado de la habitación, jalando la alfombra en el proceso.
Intenté salir de la habitación pero el chico fue más rápido, lo vi entonces con un candelabro en la mano a modo de arma. Corrí en dirección contraria el joven de cabello rizado siguiéndome. Durante el proceso escuché que algo se rompía, me escondí tras el sillón con el brazo levantado listo para detener un golpe en caso de que decidiera atacar. -¡No estoy robando nada! -Grité en pánico porque “No soy un ladrón” sería una mentira. -¡Solo los estaba viendo! - Nuestras voces se ahogaban entre sí y las palabras apenas podían distinguirse.
Gracias a los cuidados iniciales, me sentía lo suficientemente fuerte para levantarme, ni siquiera cerca de estar saludable pero a comparación de cómo llegué, era una gran mejora no creía ser capaz de tolerar estar recostado todo el día comenzaba a sentirme un poco… encerrado. Quería caminar, aunque sea a otro pasillo y de regreso, en la noche también me la había pasado dando vueltas incesantemente hasta que pude reunir suficiente cansancio para recostarme y dormir. Aún así no me gustaba estar inerte, sobre todo en esas condiciones, me estresaba demasiado. Esperaba que para cuando la semana llegara a su fin ya estuviera como nuevo. Ojalá. Pero aún así, la cicatriz tardaría un buen tiempo en irse, eso si no quedaba como una marca permanente. Me levanté entonces a asearme y cambiar el vendaje en mi cuello, en algún momento de la noche alguien había entrado a dejar una pequeña caja con todo lo necesario para ello. Estaba casi seguro de que había sido Venance.
Después de eso me volví a sentar en la ya para entonces tendida cama y mi mirada se dirigió instantáneamente a la puerta. No debía salir, lo sabía, estaba aún delicado de salud pero… aun así... Contemplé la puerta indeciso hasta que finalmente reuní el valor suficiente. Tomé una de las mantas de la cama, colocándola sobre mí, salí. Primero asomé la cabeza, esperando no encontrar a nadie, y me encontré con un pasillo amplio pero vacío, cerré la puerta tras de mí con el mismo cuidado y comencé a caminar, tratando de no olvidar el camino de regreso. El lugar era inmenso.
No dejaba de maravillarme a medida que avanzaba, todo me parecía impresionante, el decorado de las paredes, las pinturas y todos los detalles lujosos que decoraban los salones, habitaciones y pasillos. Llegué a una sala que iluminé abriendo la cortina, al hacerlo me encontré con un paquete de tela justo en el centro, me acerqué a examinarlo y había una nota, con la misma caligrafía que había visto antes. Guardé la nota en mi bolsillo por si llegaba la oportunidad de preguntar por el signficado. Con cuidado lo abrí y vi el contenido, al principio no lo podía creer. -¡Mis cosas! -Dije sin darme cuenta del volumen alto que usé. Todo estaba ahí, mi cinturón, un saco de cuero con los pocos centavos que traía encima antes del incidente y una gorra, solo faltaba la daga. -Tal vez pueda preguntarle por ella. -Hablé en voz alta. Dejé las cosas sobre la mesa, y me acerqué a una habitación en donde escuchaba que había alguien, al asomarme por la puerta me encontré a la mujer que me había traído la comida en la noche ¿o madrugada?, quien me saludó con una sonrisa y se marchó junto con algunos objetos de limpieza. La vi partir y después giré la vista hacia el interior de la habitación.
Me parecía demasiado irreal. Había libros, cientos ¡Miles! -Una biblioteca… -Entré con pasos lentos, olvidándome de cerrar la puerta. -Seguramente ni el mismo rey tiene tantos libros… -Caminé frente a los estantes, deteniéndome a contemplar los diferentes colores de la pasta y grosores, ocasionalmente sacando un libro para buscar algunos dibujos que me dieran una pista sobre lo que trataba pero la mayoría no tenía ilustraciones. Saqué otro libro y por accidente salió otro con este, cayendo al suelo. Me agaché para recogerlo cuando de repente escuché un grito que me dejó los pelos de punta. -¡Maestro, han entrado a robar la mansión ! ¡Maestro despierta, hay un ladrón en la biblioteca! -Al instante dejé caer el otro libro que sostenía con un estrépito ruido e intenté correr al otro lado de la habitación, jalando la alfombra en el proceso.
Intenté salir de la habitación pero el chico fue más rápido, lo vi entonces con un candelabro en la mano a modo de arma. Corrí en dirección contraria el joven de cabello rizado siguiéndome. Durante el proceso escuché que algo se rompía, me escondí tras el sillón con el brazo levantado listo para detener un golpe en caso de que decidiera atacar. -¡No estoy robando nada! -Grité en pánico porque “No soy un ladrón” sería una mentira. -¡Solo los estaba viendo! - Nuestras voces se ahogaban entre sí y las palabras apenas podían distinguirse.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
El sueño había hecho mella en mí aquel día, luego del incidente de aquel joven ladrón, me había dispuesto a sacarle las pertenencias para que las lavaran. Quedándome, obviamente, con aquel arma que antes había intentado utilizar. La idea de que algo filoso recorriera los pasillos con Amadeo en la casa no me hacía ninguna gracia. Y por supuesto sabía que los dos muchachos se encontrarían tarde o temprano. Le había comunicado al ama de llaves de la situación y mi hipótesis era que ella les diría lo sucedido. Bastante iluso de mi parte, ningún mayordomo era como el de Italia y fueron los gritos y blasfemias lo que terminó por alzarme de mi descanso. Sabía dónde estaban, incluso podía imaginarme qué estaba pasando, Amadeo intentando proteger la casa como el hombre que aún no era. Y el chico de inmensa ingenuidad intentando escapar de tales garras. Gato y perro eran lo que se estaba peleando en el piso superior de la casa. Fruncí el entrecejo por unos instantes. Sabía que el Sol estaba en popa, sería la mañana por aquel entonces, apenas unas horas habían pasado del término de la noche. No me apuré, por el contrario me permití limpiarme y cambiarme correctamente. Ninguno de los dos tenía el coraje suficiente para matar a nadie. Y salí de la habitación con la misma paz que llevaba mi rostro. Se encontraba en el subsuelo, tal y como en la casa de Venecia. Me dispuse una bata pesada, cruzando los brazos por sobre el pecho.
La caminata hasta donde se encontraban los jóvenes no había tomado más de unos segundos. Los gritos de Amadeo por el pasillo y los libros cayendo sobre el suelo me indicaban el lugar. Las cortinas estaban cerradas como así todos los días y noches. Era una especie de ley en la casa, de ese modo, cualquier circunstancia podía ser resuelta rápidamente si me necesitaban en ella. Tal como esa antigua noche en donde un inmortal había intentado atacar al joven que yo había prometido cuidar durante años y que ahora una similitud de historia parecía repetirse. Sonreí levemente ante el recuerdo y me vi alzando la mano por puro instinto cuando un candelabro estaba por ser lanzado al rostro de Cailen. Suspiré, casi como si mis dientes hubieran rechinado. Realmente no era culpa de ninguno de los dos, solo mía. Mi culpa por no haberle avisado, tendría que haberlo despertado para que no se asustara. O haberle advertido al pequeño ladronzuelo. Sin embargo, una especie de miedo y recelo me había negado hacer esas acciones y ahora me veía en la molestia de despertarme en el día y peor aún, siendo apenas luego de amanecer. — Amadeo, mantén la calma. ¿Tus modales? — Advertí en cuanto retiré de sus pequeños dedos el instrumento que había hecho arma y volví a apoyarla en un mueble de frente de mármol. Y volví a acomodar los brazos sobre el pecho, observando el alrededor y los muchos desastres ante mis ojos. Negué con plena calma y me acerqué a acomodar los libros caídos, ubicándolos en donde anteriormente se hallaban. La mirada paseó hacia Cailen con la misma quietud que siempre. — Cailen, él es Amadeo. Los libros de ésta casa no le pertenecen a ninguno de nosotros, así que será mejor que tengas cuidado cuando los agarres. Pueden ir a desayunar a la cocina, los alcanzaré enseguida. Amadeo, llévalo por favor. — Inquirí con cansancio restaurando cuidadosamente las cosas en su lugar, para pronto verme caminando detrás de ellos, con una expresión completamente inmutable. No me pesaba en absoluto haberlo recogido, después de todo, haberme quedado en aquella casa había sido idea del menor, por si la posibilidad de que el verdadero dueño apareciera. Eso, por ahora, no había sucedido. Solo su amante se había acercado, yéndose a regañadientes al final de todo. Pareciera que siquiera él había encontrado al supuesto ángel de que todos se llenaban en hablar pero al que jamás había conocido. Un niño o un adulto, no lo sabía, las palabras de Amadeo eran tan subjetivas que podía imaginármelo como un salvador o como un imitador. Ni su edad, ni sus rasgos, nada era conocido para mí. Simplemente que era un músico, siquiera si fuera bueno o malo. Aunque a Amadeo le encantara.
Como fuese, miré al frente, esperando a que se sentaran cómodamente en la mesa pequeña que había cercana a la cocina. Aunque el desayuno del ajeno había sido servido, sería mejor reemplazarlos por unos iguales para ambos y hechos en el mismo tiempo y lugar. Conocía tanto a Amadeo que sabía que cada pequeña cosa era examinada por sus ojos. — Amadeo, él es Cailen, fue atacado por un inmortal la noche de ayer, allí están las heridas a la vista. ¿Las has desinfectado nuevamente? — Especifiqué el lugar, dando a entender que ni una pizca de mi sangre había salido para ayudar al muchacho, eso era algo que jamás lo hacía, exclusivamente con Amadeo había accedido, cuando éste, luego de una caída, había roto cada hueso de su cuerpo, la muerte estaba asegurada para el muchacho sin una magia alterna.
La caminata hasta donde se encontraban los jóvenes no había tomado más de unos segundos. Los gritos de Amadeo por el pasillo y los libros cayendo sobre el suelo me indicaban el lugar. Las cortinas estaban cerradas como así todos los días y noches. Era una especie de ley en la casa, de ese modo, cualquier circunstancia podía ser resuelta rápidamente si me necesitaban en ella. Tal como esa antigua noche en donde un inmortal había intentado atacar al joven que yo había prometido cuidar durante años y que ahora una similitud de historia parecía repetirse. Sonreí levemente ante el recuerdo y me vi alzando la mano por puro instinto cuando un candelabro estaba por ser lanzado al rostro de Cailen. Suspiré, casi como si mis dientes hubieran rechinado. Realmente no era culpa de ninguno de los dos, solo mía. Mi culpa por no haberle avisado, tendría que haberlo despertado para que no se asustara. O haberle advertido al pequeño ladronzuelo. Sin embargo, una especie de miedo y recelo me había negado hacer esas acciones y ahora me veía en la molestia de despertarme en el día y peor aún, siendo apenas luego de amanecer. — Amadeo, mantén la calma. ¿Tus modales? — Advertí en cuanto retiré de sus pequeños dedos el instrumento que había hecho arma y volví a apoyarla en un mueble de frente de mármol. Y volví a acomodar los brazos sobre el pecho, observando el alrededor y los muchos desastres ante mis ojos. Negué con plena calma y me acerqué a acomodar los libros caídos, ubicándolos en donde anteriormente se hallaban. La mirada paseó hacia Cailen con la misma quietud que siempre. — Cailen, él es Amadeo. Los libros de ésta casa no le pertenecen a ninguno de nosotros, así que será mejor que tengas cuidado cuando los agarres. Pueden ir a desayunar a la cocina, los alcanzaré enseguida. Amadeo, llévalo por favor. — Inquirí con cansancio restaurando cuidadosamente las cosas en su lugar, para pronto verme caminando detrás de ellos, con una expresión completamente inmutable. No me pesaba en absoluto haberlo recogido, después de todo, haberme quedado en aquella casa había sido idea del menor, por si la posibilidad de que el verdadero dueño apareciera. Eso, por ahora, no había sucedido. Solo su amante se había acercado, yéndose a regañadientes al final de todo. Pareciera que siquiera él había encontrado al supuesto ángel de que todos se llenaban en hablar pero al que jamás había conocido. Un niño o un adulto, no lo sabía, las palabras de Amadeo eran tan subjetivas que podía imaginármelo como un salvador o como un imitador. Ni su edad, ni sus rasgos, nada era conocido para mí. Simplemente que era un músico, siquiera si fuera bueno o malo. Aunque a Amadeo le encantara.
Como fuese, miré al frente, esperando a que se sentaran cómodamente en la mesa pequeña que había cercana a la cocina. Aunque el desayuno del ajeno había sido servido, sería mejor reemplazarlos por unos iguales para ambos y hechos en el mismo tiempo y lugar. Conocía tanto a Amadeo que sabía que cada pequeña cosa era examinada por sus ojos. — Amadeo, él es Cailen, fue atacado por un inmortal la noche de ayer, allí están las heridas a la vista. ¿Las has desinfectado nuevamente? — Especifiqué el lugar, dando a entender que ni una pizca de mi sangre había salido para ayudar al muchacho, eso era algo que jamás lo hacía, exclusivamente con Amadeo había accedido, cuando éste, luego de una caída, había roto cada hueso de su cuerpo, la muerte estaba asegurada para el muchacho sin una magia alterna.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2015
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
“Supongo que eres un ser tan miserable como lo fui yo alguna vez.”
Todo de un momento a otro de volvió locura, no lograba siquiera dimensionar el volumen de su propia voz, solo sabía que retumbaba en sus oídos y no le permitía oír al contrario para nada. Pero si el tiempo se hubiera detenido un momento para dejarle aclarar sus ideas se hubiera dado cuenta de que en realidad no le interesaba escucharle no veía razón aparente para que ese chico estuviera allí ademas sus escusas las conocía a la perfección, al fin y al cabo tuvo que ser un ladronzuelo alguna vez para sobrevivir en las duras calles de París. No tenia nada contra ellos, era obvio, le ayudaría si hubiera llegado a la puerta de la mansión pidiendo ayuda por el frío o el hambre, pero se había saltado muchos pasos tomando los libros de su ángel.
Se preguntaba cuanto tardaría en llegar su Maestro y porque los sirvientes de la mansión no habían aparecido para ayudarle a retener a aquel ladronzuelo cuando vio al muchacho moverse rápidamente y sin siquiera pensarlo cerro los ojos y lanzo el candelabro, sin embargo no lo escucho caer ni golpear nada por lo que abrió los ojos encontrándose con su Maestro a su lado preguntandole por sus modales, entendía que Venance siempre tenia todo bajo control pero eso ya era demasiado – No recuerdo que eso hubiera sido importante cuando cuando llego Nicolás aquí – dijo rápidamente mientras volvía su mirada a el chico que se veía mucho más relajado con la presencia de su Maestro que cuando este no estaba y por algún rincón de su mente paso la posibilidad de que Venance se lo comiera por entrar a la mansión sin permiso.
Se paro derecho mientras observaba la escena, se había perdido de algo durante la noche, algo sin duda importante. ¿O acaso había dormido más de una noche?, no le sorprendería, nunca le avisaban de nada, al Venance ser mayor parecía ser el nuevo amo y señor de la vivienda y por su parte solo se enteraba de lo que había para comer durante el día. Lo cual era muy injusto porque en estricto rigor Amadeo era el hombre de la casa, era el heredero de Hero, ¿no? Y la mayoría del tiempo solo parecía la esposa de Venance, solo que con muchos menos beneficios, acabaría adoptando un gato y acabaría el año con 12 si las cosas seguían así. Pues intentaba ser un adulto pero nadie siquiera le veía como uno.
Escucho atento la presentación, se sentía traicionado de alguna manera. Aunque no sabía si era de Venance o de si mismo, como de costumbre sus emociones eran contradictorias, complicadas y acababan sumergiéndolo en un torbellino de problemas que su mente creaba por si sola. Pero cuando aun cuando alzaba las manos tensándolas como si sujetara algo con sus dedos con fuerza pero sin cerrarlos en un puño, respiro profundo y miro al chico que se llamaba “Cailen” si mal no había escuchado – Ven. - dijo de manera seca mientras caminaba por el pasillo a la gran mesa donde se servía el desayuno. Era bastante grande para la poca gente que realmente había en la mansión y le hubiera generado algo de pena el irse si hubiera dejado a su ángel allí comiendo solo todas las noches, pero como era claro, ni él ni Venance se alimentaban en una mesa con los platos que cocinaban durante el día, lo suyo estaba a otro nivel sin duda.
Llegando a la mesa estiro el brazo como ofreciéndole asiendo al joven y se sentó exactamente en la silla que le dejaba frente a este, le miraba con desconfianza, sería muy infantil abrirle los brazos y recibirlo en la mansión sin antes una explicación. Se sentó derecho, tenia los risos algo despeinados y estaba en bata, aun no estaba vestido y la tela fina del camisón para dormir se asomaba por el borde de la bata en la parte de su pecho. Tenia algunos volantes, nada parecido a la ropa que se usaba en Italia que era sin duda más sobria.
Miraba cada detalle del rostro del muchacho, sus rasgos marcados, sus labios gruesos y ojos vivos, al parecer tenia todos sus dientes lo cual le hizo pensar que en realidad no había sido siempre una rata callejera, pues cuando él mismo vivió en la calle se dio cuenta de que lo dientes para anda saludables era algo que compartían todos los demás hombres y mujeres que vagaban en los callejones, el chico tenia manos al parecer fuertes y suaves cabellos que crecían sobre y por debajo de su labio. Lo cual le hizo pensar que era mayor que él sin duda alguna y aunque quería permanecer molesto, no podía negarse a sus adentros que era un chico que poseía una increíble belleza y a pesar de los rasgos masculinos que había adquirido con el paso del tiempo no se diferenciaba mucho a los eunucos de Italia que eran adorados en los escenarios y repudiados en las calles, compartían esa aura juvenil y afligida. Las palabras de Venance eran lejanas pero aun así las entendía, pero en su mente solo pensaba en lo fácil que resultaría esculpir aquel rostro tan delineado en un busto.
-¿Por un inmortal?, no sera Nicolás ¿o si? - pregunto sin dirigir su mirada a Venance y esperando a que el muchacho respondiera, había notado sin duda las heridas de su cuello, no se parecía en nada a la caricia mortifera en la que siempre imaginaba a su ángel y a Venance. Más bien parecía la mordida de un animal, alguien que sin ningún cuidado intento rasgarle el cuello con una mordida, ni siquiera las marcas que Nicolás había hecho se veían de esa manera- ¿Entonces cual es el plan ahora?, supongo que ya tienes algo en mente, Maestro – dijo aun sin dirigir la mirada a Venance, Amadeo de esa manera se veía extrañamente sereno y maduro, nada parecido a lo que había ido minutos antes.
-Ya has decidido salvar su vida, tal como hizo el ángel conmigo, es tu responsabilidad… debes encargarte de que tenga un futuro decente, creo que has de pensar igual que yo en eso, si no lo hubieras dejado morir en la calles – esta vez volvió la mirada buscando los ojos de Venance – Ademas si lo dejaras a su suerte luego de salvarlo, sin duda te odiaría – tal vez por primera vez se veía reflejado en alguien más , se preguntaba si sería lo correcto. Por su parte, en las calles nunca tuvo a nadie, no tenia familia ni a quien salvar ademas de a si mismo, en cambio aquel chico podía tener familia en alguna parte que estaría preocupada por él. Le observo comer antes de sonreír un poco – Si Dios quiso que este fuera su destino… no somos quien para ir contra sus deseos – ya muchas veces habían desafiado a Dios, tanto él mismo como Venance negándose a dejarle morir.
Se preguntaba cuanto tardaría en llegar su Maestro y porque los sirvientes de la mansión no habían aparecido para ayudarle a retener a aquel ladronzuelo cuando vio al muchacho moverse rápidamente y sin siquiera pensarlo cerro los ojos y lanzo el candelabro, sin embargo no lo escucho caer ni golpear nada por lo que abrió los ojos encontrándose con su Maestro a su lado preguntandole por sus modales, entendía que Venance siempre tenia todo bajo control pero eso ya era demasiado – No recuerdo que eso hubiera sido importante cuando cuando llego Nicolás aquí – dijo rápidamente mientras volvía su mirada a el chico que se veía mucho más relajado con la presencia de su Maestro que cuando este no estaba y por algún rincón de su mente paso la posibilidad de que Venance se lo comiera por entrar a la mansión sin permiso.
Se paro derecho mientras observaba la escena, se había perdido de algo durante la noche, algo sin duda importante. ¿O acaso había dormido más de una noche?, no le sorprendería, nunca le avisaban de nada, al Venance ser mayor parecía ser el nuevo amo y señor de la vivienda y por su parte solo se enteraba de lo que había para comer durante el día. Lo cual era muy injusto porque en estricto rigor Amadeo era el hombre de la casa, era el heredero de Hero, ¿no? Y la mayoría del tiempo solo parecía la esposa de Venance, solo que con muchos menos beneficios, acabaría adoptando un gato y acabaría el año con 12 si las cosas seguían así. Pues intentaba ser un adulto pero nadie siquiera le veía como uno.
Escucho atento la presentación, se sentía traicionado de alguna manera. Aunque no sabía si era de Venance o de si mismo, como de costumbre sus emociones eran contradictorias, complicadas y acababan sumergiéndolo en un torbellino de problemas que su mente creaba por si sola. Pero cuando aun cuando alzaba las manos tensándolas como si sujetara algo con sus dedos con fuerza pero sin cerrarlos en un puño, respiro profundo y miro al chico que se llamaba “Cailen” si mal no había escuchado – Ven. - dijo de manera seca mientras caminaba por el pasillo a la gran mesa donde se servía el desayuno. Era bastante grande para la poca gente que realmente había en la mansión y le hubiera generado algo de pena el irse si hubiera dejado a su ángel allí comiendo solo todas las noches, pero como era claro, ni él ni Venance se alimentaban en una mesa con los platos que cocinaban durante el día, lo suyo estaba a otro nivel sin duda.
Llegando a la mesa estiro el brazo como ofreciéndole asiendo al joven y se sentó exactamente en la silla que le dejaba frente a este, le miraba con desconfianza, sería muy infantil abrirle los brazos y recibirlo en la mansión sin antes una explicación. Se sentó derecho, tenia los risos algo despeinados y estaba en bata, aun no estaba vestido y la tela fina del camisón para dormir se asomaba por el borde de la bata en la parte de su pecho. Tenia algunos volantes, nada parecido a la ropa que se usaba en Italia que era sin duda más sobria.
Miraba cada detalle del rostro del muchacho, sus rasgos marcados, sus labios gruesos y ojos vivos, al parecer tenia todos sus dientes lo cual le hizo pensar que en realidad no había sido siempre una rata callejera, pues cuando él mismo vivió en la calle se dio cuenta de que lo dientes para anda saludables era algo que compartían todos los demás hombres y mujeres que vagaban en los callejones, el chico tenia manos al parecer fuertes y suaves cabellos que crecían sobre y por debajo de su labio. Lo cual le hizo pensar que era mayor que él sin duda alguna y aunque quería permanecer molesto, no podía negarse a sus adentros que era un chico que poseía una increíble belleza y a pesar de los rasgos masculinos que había adquirido con el paso del tiempo no se diferenciaba mucho a los eunucos de Italia que eran adorados en los escenarios y repudiados en las calles, compartían esa aura juvenil y afligida. Las palabras de Venance eran lejanas pero aun así las entendía, pero en su mente solo pensaba en lo fácil que resultaría esculpir aquel rostro tan delineado en un busto.
-¿Por un inmortal?, no sera Nicolás ¿o si? - pregunto sin dirigir su mirada a Venance y esperando a que el muchacho respondiera, había notado sin duda las heridas de su cuello, no se parecía en nada a la caricia mortifera en la que siempre imaginaba a su ángel y a Venance. Más bien parecía la mordida de un animal, alguien que sin ningún cuidado intento rasgarle el cuello con una mordida, ni siquiera las marcas que Nicolás había hecho se veían de esa manera- ¿Entonces cual es el plan ahora?, supongo que ya tienes algo en mente, Maestro – dijo aun sin dirigir la mirada a Venance, Amadeo de esa manera se veía extrañamente sereno y maduro, nada parecido a lo que había ido minutos antes.
-Ya has decidido salvar su vida, tal como hizo el ángel conmigo, es tu responsabilidad… debes encargarte de que tenga un futuro decente, creo que has de pensar igual que yo en eso, si no lo hubieras dejado morir en la calles – esta vez volvió la mirada buscando los ojos de Venance – Ademas si lo dejaras a su suerte luego de salvarlo, sin duda te odiaría – tal vez por primera vez se veía reflejado en alguien más , se preguntaba si sería lo correcto. Por su parte, en las calles nunca tuvo a nadie, no tenia familia ni a quien salvar ademas de a si mismo, en cambio aquel chico podía tener familia en alguna parte que estaría preocupada por él. Le observo comer antes de sonreír un poco – Si Dios quiso que este fuera su destino… no somos quien para ir contra sus deseos – ya muchas veces habían desafiado a Dios, tanto él mismo como Venance negándose a dejarle morir.
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
Entre los gritos, tanto míos como los del muchacho, me era imposible distinguir las palabras que chocaban en el aire, ni siquiera lograba tomar conciencia de lo que yo mismo decía, simplemente dejaba escapar lo primero que apareciera en mi mente, mis ojos iban del rostro ajeno hacia el candelabro, trataba de no perder aquél objeto de mi vista pues en cosa de un parpadeo podía lanzarlo.
Al tiempo que pensaba en aquello, observé al chico que se movía rápidamente con esa intención y por reflejo me dejé caer al suelo de sentón casi de inmediato, cubriendo mi cabeza con ambas manos. Me quedé en el suelo sentado como estaba, esperando el golpe que jamás llegó; lentamente abrí mis ojos y despegué las manos de mi cabeza confundido pero al escuchar una voz masculina familiar todo se aclaró para mí. -¿Monsieur Venance? -Pregunté con un hilo de voz, mis orbes claras se alzaron y, en efecto, ahí estaba de pie el “hombre” que me había salvado la vida. Lentamente me incorporé sin despegar mis ojos de él, me di cuenta entonces que ahora era él quien sostenía aquel candelabro, al parecer llegó en el momento justo. Seguí su mirada calma que se paseaba por la biblioteca encontrándome, para mi horror, una habitación hecha un desastre, los sillones fuera de lugar, libros caídos, la alfombra desacomodada y los restos de lo que era un florero, tragué saliva, con aquello me daba como echado de aquella mansión.
Pero sorprendentemente no fue así, ni siquiera hizo alusión ante el desorden. Volví la mirada bruscamente ante la mención de mi nombre y le escuché con oídos atentos. “Amadeo” era el nombre del chico con quien me había topado. -Perdone, no lo sabía. -Seguí al muchacho de facciones claramente más jóvenes, mi cuerpo caminaba rígido, tenso, y no era para menos tras aquel encuentro. Seguramente aquel chico pensaba de mí como una especie de usurpador, su mirada y tono de voz me advertían de ello por lo que trataba de mantenerme varios pasos atrás de él, a cada paso nuestro sentía que dejábamos una sensación de pesadez e incertidumbre en el aire, que nos siguió hasta el comedor.
Ocupé la silla ofrecida con movimientos precavidos, tratando de no perder detalle de los movimientos ajenos, en algún momento se me ocurrió volver a cruzar miradas con él para arrepentirme al momento, sus ojos me transmitían la inseguridad que sentía al tenerme en la mansión, y peor aún, a solo unos pasos de él. Era tonto pero no podía negar que me resultaba intimidante de cierta forma, saber que ese par de pupilas me inspeccionaba, prestando atención hasta el más mínimo detalle. Comencé a juguetear con mis manos con nerviosismo hasta que por fin Venance se sentó a acompañarnos. Mi atención iba errante, de a momentos se posaba sobre él pero de repente se enfocaba en la mesa. Apenas me di cuenta de que el plato era retirado y colocaban otro distinto en su lugar, haciendo lo mismo con el jovenzuelo frente a mí.
Me sorprendió bastante que Venance omitiera el importante hecho de que yo era un bandolero y que la razón de nuestro ameno encuentro fue en verdad porque traté de hurtar sus bienes y fui descubierto, me pregunté por qué no lo había dicho pero como fuese, me sentía agradecido de eso. Mi mente de repente se fue de la habitación y antes de que me diera cuenta, estaba rememorando aquellos terribles hechos:el terror del momento, mis gritos desesperados, la piel siendo desgarrada salvajemente ante aquella mordida, pero sobre todas las cosas; recordaba la muerte que di por inminente en ese instante, justo antes de ser envuelto en una nube negra para luego encontrarme milagrosamente vivo. -S...sí. -Titubeé tratando de volver a enfocarme en lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. -Lo hice poco después de levantarme. -Arqueé una ceja preocupado y miraba a ambos, a juzgar por lo poco que había escuchado, el tal Nicolás también era un vampiro ¿acaso tenía que preocuparme por él? Lo supuse, no por nada lo habían mencionado ya dos veces. Debatí un momento pero finalmente decidí que era mejor saberlo. -¿Quién es Nicolás?
Si bien estaba tratando de prepararme para cualquier cosa que surgiera en la situación, lo siguiente que dijo el joven me sorprendió. No me había puesto a pensar en las intenciones que tuvo cuando decidió salvarme, lo dejé en una simple acción de caridad inesperada, algo sin premeditación, pero comencé a pensar que posiblemente habría un plan ya hecho ¿podría ser? después de todo, no supe cuánto tiempo estuve inconsciente, seguramente el tiempo suficiente para que a aquella entidad se le ocurriese algo que hacer y, siendo honesto, sentía una pizca de ilusión el pensar que él haría todo aquello que describía el muchacho frente a mí. Mis ojos miraban al mayor expectante de su respuesta.
Al tiempo que pensaba en aquello, observé al chico que se movía rápidamente con esa intención y por reflejo me dejé caer al suelo de sentón casi de inmediato, cubriendo mi cabeza con ambas manos. Me quedé en el suelo sentado como estaba, esperando el golpe que jamás llegó; lentamente abrí mis ojos y despegué las manos de mi cabeza confundido pero al escuchar una voz masculina familiar todo se aclaró para mí. -¿Monsieur Venance? -Pregunté con un hilo de voz, mis orbes claras se alzaron y, en efecto, ahí estaba de pie el “hombre” que me había salvado la vida. Lentamente me incorporé sin despegar mis ojos de él, me di cuenta entonces que ahora era él quien sostenía aquel candelabro, al parecer llegó en el momento justo. Seguí su mirada calma que se paseaba por la biblioteca encontrándome, para mi horror, una habitación hecha un desastre, los sillones fuera de lugar, libros caídos, la alfombra desacomodada y los restos de lo que era un florero, tragué saliva, con aquello me daba como echado de aquella mansión.
Pero sorprendentemente no fue así, ni siquiera hizo alusión ante el desorden. Volví la mirada bruscamente ante la mención de mi nombre y le escuché con oídos atentos. “Amadeo” era el nombre del chico con quien me había topado. -Perdone, no lo sabía. -Seguí al muchacho de facciones claramente más jóvenes, mi cuerpo caminaba rígido, tenso, y no era para menos tras aquel encuentro. Seguramente aquel chico pensaba de mí como una especie de usurpador, su mirada y tono de voz me advertían de ello por lo que trataba de mantenerme varios pasos atrás de él, a cada paso nuestro sentía que dejábamos una sensación de pesadez e incertidumbre en el aire, que nos siguió hasta el comedor.
Ocupé la silla ofrecida con movimientos precavidos, tratando de no perder detalle de los movimientos ajenos, en algún momento se me ocurrió volver a cruzar miradas con él para arrepentirme al momento, sus ojos me transmitían la inseguridad que sentía al tenerme en la mansión, y peor aún, a solo unos pasos de él. Era tonto pero no podía negar que me resultaba intimidante de cierta forma, saber que ese par de pupilas me inspeccionaba, prestando atención hasta el más mínimo detalle. Comencé a juguetear con mis manos con nerviosismo hasta que por fin Venance se sentó a acompañarnos. Mi atención iba errante, de a momentos se posaba sobre él pero de repente se enfocaba en la mesa. Apenas me di cuenta de que el plato era retirado y colocaban otro distinto en su lugar, haciendo lo mismo con el jovenzuelo frente a mí.
Me sorprendió bastante que Venance omitiera el importante hecho de que yo era un bandolero y que la razón de nuestro ameno encuentro fue en verdad porque traté de hurtar sus bienes y fui descubierto, me pregunté por qué no lo había dicho pero como fuese, me sentía agradecido de eso. Mi mente de repente se fue de la habitación y antes de que me diera cuenta, estaba rememorando aquellos terribles hechos:el terror del momento, mis gritos desesperados, la piel siendo desgarrada salvajemente ante aquella mordida, pero sobre todas las cosas; recordaba la muerte que di por inminente en ese instante, justo antes de ser envuelto en una nube negra para luego encontrarme milagrosamente vivo. -S...sí. -Titubeé tratando de volver a enfocarme en lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. -Lo hice poco después de levantarme. -Arqueé una ceja preocupado y miraba a ambos, a juzgar por lo poco que había escuchado, el tal Nicolás también era un vampiro ¿acaso tenía que preocuparme por él? Lo supuse, no por nada lo habían mencionado ya dos veces. Debatí un momento pero finalmente decidí que era mejor saberlo. -¿Quién es Nicolás?
Si bien estaba tratando de prepararme para cualquier cosa que surgiera en la situación, lo siguiente que dijo el joven me sorprendió. No me había puesto a pensar en las intenciones que tuvo cuando decidió salvarme, lo dejé en una simple acción de caridad inesperada, algo sin premeditación, pero comencé a pensar que posiblemente habría un plan ya hecho ¿podría ser? después de todo, no supe cuánto tiempo estuve inconsciente, seguramente el tiempo suficiente para que a aquella entidad se le ocurriese algo que hacer y, siendo honesto, sentía una pizca de ilusión el pensar que él haría todo aquello que describía el muchacho frente a mí. Mis ojos miraban al mayor expectante de su respuesta.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
Recordar a Nicolás no era ni lo más remoto que hubiese querido escuchar. Saber que no lo había matado por el simple hecho de que heriría a aquel ángel de Amadeo era un enredo del cual no me agradaba ser parte, las situaciones eran demasiado humanas, aún cuando eran dos vampiros involucrados, sin contarme. Era la primera vez en años que había dejado ir a un inmortal de mente podrida, sabía que había visto una mínima luz, pero no era lo suficientemente fuerte para dejarla vivir. Sin embargo, sacando todo eso a un lado, era por demás de diferente la situación en ese instante y no me molesté en responder a sus incógnitas que como siempre, carecían de astucia para hacerme enfadar, si es que ese era el propósito. Sabía que Amadeo intentaba encontrarme expresiones de diferentes matices, lamentablemente éstas habían sido controladas mucho tiempo atrás. Y por supuesto, jamás tocaba la mente del joven, él era una completa incógnita para mí, incluso desde el momento en donde lo había sacado de un tacho de basura. Con los brazos entrelazados sobre el pecho, observé meticulosamente cómo se iban moviendo a desayunar, sin emitir siquiera un sonido, queja u ocurrencia. Con los ojos entrecerrados me conduje a las estanterías, acomodando lo que estuviera fuera de lugar, ya sea encuadernaciones, alfombras o sillones, nada era mío y por eso mismo es que lo cuidaba con más cautela y sinceramiento. Los libros parecían sin duda haber sido leídos quizá más de una vez, como si alguien hubiese intentado memorizarlos. Suponía entonces que serían importantes para el dueño. Así fue que con la misma fluidez terminé por adentrarme a la cocina, volviendo a suspirar cansadamente, después de todo era la mañana, momentos en los que me acunaba a dormir entre la oscuridad del sótano para despertarme cuando la madre luna llamaba a mis sentidos. — No, no fue Nicolás, sorprendentemente ésta ciudad está llena de ellos, en tus cartas nunca lo mencionaste... ¿Mi responsabilidad? ¿Cuándo he dejado morir a alguien en las calles que no se lo mereciera? — En ese rostro que nunca expresaba nada, una especie de sonrisa torcida se avecinó en lo que acomodaba los alimentos mortales frente a ellos. Ignoraba por completo la histeria que Cailen estaba cargando en su interior, mi calma era más que suficiente para honrar la de ambos. Y en realidad me sentía algo pesimista al notar que no expulsaba sonido, parecía que le habían quitado la lengua, supuse entonces que el querubín dejaba una gran impresión en los demás.
Y por un momento alcé la mirada, escuchando al muchacho curiosamente, como si una reprimenda por su parte estuviese dirigida a mí. Eso, de alguna forma, me resultaba algo emocionante y busqué su vista con las cejas arqueadas. En realidad, ninguna clase de plan se había cruzado por mi mente, simplemente era la personalidad que había adoptado en la inmortalidad, defender a los humanos que valieran la pena. Había dedicado mi vida tras la muerte a cuidar de la paz que estuviese a mi alcance, manteniendo a los sobrenaturales con un alma impura. Muchas veces escuchaba lo mismo, ¿quién era yo para decidir cuál es el bien y cuál el mal? La capacidad de leer la mente y los recuerdos más inconscientes me daba esa posibilidad, conocer si las intenciones tenían bondad o tristeza que pudiera ser salvada o no.
— Te encargarás de él. Como aquel hombre lo hizo alguna vez contigo, devuelve la amabilidad que te dio el destino. Espero te parezca justo, será un aprendizaje para ambos. Y Nicolás es alguien que no deberías encontrarte, no temas, no vendrá a ésta casa por el momento. — Anuncié completamente calmo y hasta divertido en un cierto punto, sabía que ambos estarían en desacuerdo con la decisión, pero era una que ya había tomado, me interesaba el futuro de la relación que descuidadamente había armado. Me levante en el mismo momento que mis últimas frases salieron, hablar no era mi mejor habilidad, por el contrario, reconocía que en varias oportunidades podía repetir lo mismo una y otra vez. Lo cual resultaba molesto en varias ocasiones, por lo que me llamaba a silencio, observando la normalidad ajena como algo lejano e inalcanzable. La tierra era para los que tenían el corazón palpitante y yo no tenía nada que ver con ellos. Volví entonces a la posición natural de mi cuerpo, cruzado de brazos y con la mirada a secas. — Busca en qué es bueno el joven. Cuando lo sepas podremos decidir si inscribirlo en un pupilo o no. Te dejo su futuro en tus manos, ¿qué harás con él? Piénsenlo juntos, estaré en mi habitación. No he podido dormir debido a sus ruidos. — Busqué entonces ambas expresiones, manteniendo la propia completamente muerta, en mi interior me estaba riendo un poco y al mismo tiempo tenía preocupación por tener que levantarme miles de veces a detener peleas que podrían terminar con bastantes daños. Apreté los labios ligeramente preocupado y asentí, cerrando los párpados un instante. — Tengo tus apuntes y exámenes del instituto… Puedes utilizarlos, probablemente te serán de ayuda para guiarte. — No había broma alguna en la situación que estaba poniendo al muchacho, sabía que sus caprichos y nostalgias siempre habían sido el centro del mundo para su anterior tutor y en el mío propio, era hora que conociera lo que era tratar con alguien como él, aunque Cailen era mucho más sereno y se notaba que esforzaba gran parte de sus actitudes a cumplir mandatos ajenos, quizá incluso había tenido más penas que sonrisas, después de todo, se notaba que era mayor que el otro.
Y por un momento alcé la mirada, escuchando al muchacho curiosamente, como si una reprimenda por su parte estuviese dirigida a mí. Eso, de alguna forma, me resultaba algo emocionante y busqué su vista con las cejas arqueadas. En realidad, ninguna clase de plan se había cruzado por mi mente, simplemente era la personalidad que había adoptado en la inmortalidad, defender a los humanos que valieran la pena. Había dedicado mi vida tras la muerte a cuidar de la paz que estuviese a mi alcance, manteniendo a los sobrenaturales con un alma impura. Muchas veces escuchaba lo mismo, ¿quién era yo para decidir cuál es el bien y cuál el mal? La capacidad de leer la mente y los recuerdos más inconscientes me daba esa posibilidad, conocer si las intenciones tenían bondad o tristeza que pudiera ser salvada o no.
— Te encargarás de él. Como aquel hombre lo hizo alguna vez contigo, devuelve la amabilidad que te dio el destino. Espero te parezca justo, será un aprendizaje para ambos. Y Nicolás es alguien que no deberías encontrarte, no temas, no vendrá a ésta casa por el momento. — Anuncié completamente calmo y hasta divertido en un cierto punto, sabía que ambos estarían en desacuerdo con la decisión, pero era una que ya había tomado, me interesaba el futuro de la relación que descuidadamente había armado. Me levante en el mismo momento que mis últimas frases salieron, hablar no era mi mejor habilidad, por el contrario, reconocía que en varias oportunidades podía repetir lo mismo una y otra vez. Lo cual resultaba molesto en varias ocasiones, por lo que me llamaba a silencio, observando la normalidad ajena como algo lejano e inalcanzable. La tierra era para los que tenían el corazón palpitante y yo no tenía nada que ver con ellos. Volví entonces a la posición natural de mi cuerpo, cruzado de brazos y con la mirada a secas. — Busca en qué es bueno el joven. Cuando lo sepas podremos decidir si inscribirlo en un pupilo o no. Te dejo su futuro en tus manos, ¿qué harás con él? Piénsenlo juntos, estaré en mi habitación. No he podido dormir debido a sus ruidos. — Busqué entonces ambas expresiones, manteniendo la propia completamente muerta, en mi interior me estaba riendo un poco y al mismo tiempo tenía preocupación por tener que levantarme miles de veces a detener peleas que podrían terminar con bastantes daños. Apreté los labios ligeramente preocupado y asentí, cerrando los párpados un instante. — Tengo tus apuntes y exámenes del instituto… Puedes utilizarlos, probablemente te serán de ayuda para guiarte. — No había broma alguna en la situación que estaba poniendo al muchacho, sabía que sus caprichos y nostalgias siempre habían sido el centro del mundo para su anterior tutor y en el mío propio, era hora que conociera lo que era tratar con alguien como él, aunque Cailen era mucho más sereno y se notaba que esforzaba gran parte de sus actitudes a cumplir mandatos ajenos, quizá incluso había tenido más penas que sonrisas, después de todo, se notaba que era mayor que el otro.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
“Aun no recuerdo la última vez que me relacione con seres como yo”
Amadeo era el menor de lo presentes y aun así se sentía más adulto de lo que era Cailen. Observo con calma a su Maestro y alzo una ceja sin poder creer realmente lo que escuchaba – Te dije que habían muchos cazadores en París y que por ello me asustaba un poco que vinieras, pensé que conectarías esa información con que hay muchos inmortales y por ende muchos cazadores – alzo los hombros aguantándose un bostezo, no recordaba al pie de la letra lo que había puesto en sus cartas. Se quedó un momento observando los parches de Cailen, recordando que tenía uno iguales luego del ataque de Nicolás, recibiendo ese tipo de tratos de cuando en vez aun pensaba que era necesario un chequeo médico para ver que no tuviera alguna enfermedad, sobre todo si se trataba de Nicolás pues este ya había sido chupado por el diablo.
Se preguntaba si el muchacho sabía Italiano, de seguro Venance le mandaría a estudiar para que fuera una persona útil en el mundo y blah, blah, blah la idea de que vale la pena y por eso le salvo y finalmente debemos buscar su “lugar” en el mundo. Sería divertido verlo batallando contra las clases, realmente le parecían mucho más perturbadoras que los inmortales como Nicolás incluso. Pero realmente no se esperaba que él tuviera algo que ver en todo aquello, por lo que fue notorio su sobresalto cuando escucho que ahora sería su responsabilidad- Alto, alto, alto… ¿Realmente quieres que me encargue de un ser que solo la noche anterior te encontraste en la calle?... además Hero no nos ha dado ningún permiso para tener más gente en la mansión – dijo rápidamente, en realidad no le incomodaba que aquel chico se quedaba, pero de allí a tener que encargarse de él había un largo camino que no quería recorrer.
Por otro lado le sorprendía como aun no teniendo mucha gente con quien contar en París, llevara aún desconocido y esperara que Amadeo se encargara de este. Pero en Italia siendo el lugar que conocía mejor a él mismo lo dejo en las puertas de un monasterio esperando que un Dios en el cual seguramente ni siquiera creía pues… en vida había tenido otros Dioses en quien esperar la gloria… le cuidara, aquello no le hacía sentir muy bien consigo mismo o siquiera con lo que sentía hacia Venance. Pero finalmente se silenció escuchando a ambos chicos en el cuarto antes de levantarse y caminar a la ventana… ¿Lo haría pensando en que de cierta forma se lo debía a Hero aun cuando aquel chico no tenía ninguna conexión en este? – Eres injusto, Maestro… - menciono mientras estaba se apoyaba en la cortina que estaba cerrada obviamente y observaba a los que se mantenían en la mesa- pero es claro que no me dejaras otra alternativa, me encargare del chico, pero sabes que te lo cobrare de alguna forma – finalizo mientras le escuchaba, seguramente el chico ni siquiera sabía leer o escribir por lo que empezarían por aquello… ser analfabeta hoy en día era un gran limitante para todo.
Tan solo le siguió con la mirada por la habitación, sabía que la percepción de Venance sobre él era de alguien egoísta e infantil, por eso le ponía ese tipo de pruebas. No le agradaba para nada, siempre sentía que Venance ignoraba su sufrimiento y también odiaba pensar que aquello le hacía guardarle algo de rencor. Espero que el inmortal abandonara la habitación para abrir las cortinas dejando pasar los rayos del sol – Pues… al menos que sepas su naturaleza será un problema menos, las cortinas se mantienen cerradas durante el día… pero abriremos solo un poco aquí mientras comes – suspiro mientras abría la ventana – la brisa fresca debería entrar siento demasiado el encierro… - también en parte era porque en un lugar húmedo su pintura nunca se secaría, asi que dejaba que la brisa entrara al menos a esas horas del día, donde ningún inmortal se acercaría, para a eso de las 6 volver a cerrar todo.
Esperaría a que el chico comiera mientras muchas cosas recorrían su mente, entre ellas, que debería hacer… ya no terminaría la pintura, dudaba que aquel chico que era lo suficiente bruto como para tirar los libros tuviera la facilidad para la pintura o el dibujo, sin darse cuenta solo estaba teniendo pensamientos negativos sobre aquel chico… sin realmente tener algo contra él... Solo era una especie de conector a lo que estaba sintiendo por Venance, pero su inestable mente y corazón hacía que esto se vertiera contra Cailen.
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
El tenedor quedó olvidado junto al plato, mis orbes rebotaban de un rostro a otro de forma rápida, tratando de analizar lo que estaba sucediendo porque en verdad no tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando. Me fijaba en la forma en la que ambos interactuaban entre ellos, de repente me daba la impresión de que tenían una relación muy cercana, pero había instantes en los que parecía todo lo contrario, y no estaba seguro de a qué o a quién atribuirlo, si a la inexpresiva monotonía de Venance o a la actitud de Amadeo en general, la , siempre quería estar seguro de lo que pasaba a mi alrededor y no tener idea resultaba desesperante y la escena frente a mí me dejaba bastante confundido e inquieto.
Por un momento se me cruzó por la mente la idea de que Amadeo tal vez fuera un vampiro como el mayor, pero aquel pensamiento se desvaneció rápido al recordar que a él, a pesar de no prestar atención al plato, también le habían servido comida humana, además de que no poseía colmillos, garras, y que su color de piel era perfectamente normal. Vampiro no era, pero eso no descartaba otras posibilidades.
Pensaba en todo eso mientras Venance seguía hablando con el joven de asuntos en los que yo poco o nada tenía que ver, y de repente sus palabras retumbaron en mis oídos con la fuerza suficiente para sacarme del trance. -¿Disculpe? -Pregunté al no poder creer lo que había escuchado, mis ojos se posaron completamente en el jovenzuelo delante mío, quien aparentemente tampoco estaba muy entusiasmado de la idea. Volví la mirada hacia Venance como si este hubiese perdido la cabeza, sin embargo no objeté, no estaba en posición de hacerlo y, hasta cierto punto podía entender lo que estaba tratando de hacer, porque él había escudriñado en mi cabeza; él sabía que recibir educación era lo que más anhelaba en el momento, y ahí estaba, dándome la oportunidad que tanto deseaba. Solo entendía hasta ahí, lo que no me cabía en la cabeza era el por qué Amadeo se haría cargo, era menor que yo, además de que no me había llevado la mejor impresión de su persona.
Aunque… pensándolo bien no importaba, de la manera que fuera recibiría educación, si quería que fuera bajo sus términos entonces así sería, de cualquier manera me sentía muy contento, no podía ser tan malo. Mantuve la mirada fija en la figura de Venance hasta que desapareció por el pasillo y luego volteé hacia el muchacho. -Sé que tu maestro es un vampiro. La cortina abierta fue un descuido que no va a suceder otra vez-Respondí con la mayor calma que pude fingir, sabía que Venance no tenía intención alguna de herirme pero la idea aun me daba escalofríos, y más tras lo que había pasado la noche anterior, sabía que ese recuerdo me estaría atormentando un buen tiempo. En la habitación reinó un silencio incómodo que al poco rato se volvió muy difícil de tolerar. Terminé de comer y me levanté con cuidado de no hacer ruido con la silla y caminé hacia donde estaba, no podía dejar las cosas así.
-Empezamos con el pie izquierdo. Hola, soy Cailen. -Dije extendiendo la mano esperando a que la estrechara. -Escucha, lamento haberte asustado, no era mi intención. Y de haber sabido lo de los libros no los hubiera tocado. -La disculpa era sincera y con ella esperaba que eso bastara para que pudiéramos tener una convivencia un poco más amena, al menos por el momento. De otro modo, tenerlo de maestro y él a mí como pupilo sería un infierno. -Así que... ¿Qué es lo que vamos a hacer? Según lo que dijo, parece ser que tú eres quien está a cargo ahora así que dime. ¿Qué sigue?
Por un momento se me cruzó por la mente la idea de que Amadeo tal vez fuera un vampiro como el mayor, pero aquel pensamiento se desvaneció rápido al recordar que a él, a pesar de no prestar atención al plato, también le habían servido comida humana, además de que no poseía colmillos, garras, y que su color de piel era perfectamente normal. Vampiro no era, pero eso no descartaba otras posibilidades.
Pensaba en todo eso mientras Venance seguía hablando con el joven de asuntos en los que yo poco o nada tenía que ver, y de repente sus palabras retumbaron en mis oídos con la fuerza suficiente para sacarme del trance. -¿Disculpe? -Pregunté al no poder creer lo que había escuchado, mis ojos se posaron completamente en el jovenzuelo delante mío, quien aparentemente tampoco estaba muy entusiasmado de la idea. Volví la mirada hacia Venance como si este hubiese perdido la cabeza, sin embargo no objeté, no estaba en posición de hacerlo y, hasta cierto punto podía entender lo que estaba tratando de hacer, porque él había escudriñado en mi cabeza; él sabía que recibir educación era lo que más anhelaba en el momento, y ahí estaba, dándome la oportunidad que tanto deseaba. Solo entendía hasta ahí, lo que no me cabía en la cabeza era el por qué Amadeo se haría cargo, era menor que yo, además de que no me había llevado la mejor impresión de su persona.
Aunque… pensándolo bien no importaba, de la manera que fuera recibiría educación, si quería que fuera bajo sus términos entonces así sería, de cualquier manera me sentía muy contento, no podía ser tan malo. Mantuve la mirada fija en la figura de Venance hasta que desapareció por el pasillo y luego volteé hacia el muchacho. -Sé que tu maestro es un vampiro. La cortina abierta fue un descuido que no va a suceder otra vez-Respondí con la mayor calma que pude fingir, sabía que Venance no tenía intención alguna de herirme pero la idea aun me daba escalofríos, y más tras lo que había pasado la noche anterior, sabía que ese recuerdo me estaría atormentando un buen tiempo. En la habitación reinó un silencio incómodo que al poco rato se volvió muy difícil de tolerar. Terminé de comer y me levanté con cuidado de no hacer ruido con la silla y caminé hacia donde estaba, no podía dejar las cosas así.
-Empezamos con el pie izquierdo. Hola, soy Cailen. -Dije extendiendo la mano esperando a que la estrechara. -Escucha, lamento haberte asustado, no era mi intención. Y de haber sabido lo de los libros no los hubiera tocado. -La disculpa era sincera y con ella esperaba que eso bastara para que pudiéramos tener una convivencia un poco más amena, al menos por el momento. De otro modo, tenerlo de maestro y él a mí como pupilo sería un infierno. -Así que... ¿Qué es lo que vamos a hacer? Según lo que dijo, parece ser que tú eres quien está a cargo ahora así que dime. ¿Qué sigue?
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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Re: La historia se repite [Priv. Venance & Cailen]
Una ligera sonrisa se escapó en el instante que Amadeo rechinó igual que lo haría un animal. Alegando que me cobraría por lo que estaba haciéndole hacer. Lo que él no comprendía era que enseñar es lo más cercano a una responsabilidad adulta que había al alcance. ¿Cómo pensaba salir al mundo si no podía congeniar con otras personas? Desde hacía mucho tiempo éramos solo él y yo, algunas que otras veces había encontrado algún amigo. Pero no sabía diferenciar entre los buenos y los malos y tarde o temprano terminaban haciéndole alguna mala jugada. Ahora que yo ya había inspeccionado al joven que había sido atacado podía estar medianamente seguro de que no había de qué preocuparse. — ¿Lo hiciste? ¿No crees que de haber sido así te hubiese dicho que vuelvas a Venecia en vez de venir yo aquí? — Alcé un tanto las cejas, negando durante un instante con una gracia casi invisible ante ojos ajenos. Cuidadosamente apoyé una mano sobre la otra, dejando salir un suspiro en lo que comenzaba a caminar hacia el pasillo. Estaría bien que encuentren un poco de presentación entre ambos dos. En seguida me volteé, apoyando el hombro derecho en el marco de la puerta, observando cuidadosamente lo que se hablaba, casi tan inerte como podía serlo una estatua. — Te traeré los apuntes. — No respondí al motivo de sus molestias y el silencio de Cailen me indicaba un tanto de disgusto por sus ojos y a la vez añoranza por lo que podía llegar a aprender.
Me dejé ir a caminar lentamente por la casa, escuchando lo que hablaban en secreto, permitiéndoles el espacio correcto para que fuesen a hacer las paces. En tanto en la habitación del final del subsuelo busqué los archivos que había traído de Amadeo, eran como una bella reliquia de sus pensamientos y sus rebeldías. Quizá podía encontrar algo de curiosidad y cambios al leerlas otra vez. Después de todo el muchacho había crecido por demás y probablemente lo que el otro necesitaba era un poco de toda esa insurrección entremezclada con seguridad. Me quedé mirándolos unos segundos, separando los que ellos podían usar a lo largo de una semana. Y pronto me volví a donde estaban, observando de lejos la cortina abierta, lo que significaba una inminente amenaza. Pero era un pequeño costado, por lo que cuidadosamente me deslicé por la sombra para dejarlo donde se suponía que Amadeo debía estar sentado. — Se los dejo aquí. ¿Está bien Cailen? Si tienen alguna duda lo consultan. El día recién comienza, serán estudios de cuarenta minutos y veinte de descanso. Así tres veces. No más por día, al menos durante la primera semana. Luego de eso veremos qué se te da mejor. Me retiro a descansar, precaución con las cortinas. — Aludí al final. Por supuesto que no mostraba ningún indicio de enojo, en realidad jamás lo hacía, la desesperación era un defecto que había anulado a lo largo de los años y solo quedaban como un recuerdo. De esa manera me fui verdaderamente a la habitación cerrándola con los respectivos candados para que en el tiempo del astro solar mi sueño no pudiera ser perturbado. Eran los momentos de debilidad de cualquier vampiro y al no tener intenciones de ir en contra de mi propia naturaleza, dormir era lo más ubicado.
Me dejé ir a caminar lentamente por la casa, escuchando lo que hablaban en secreto, permitiéndoles el espacio correcto para que fuesen a hacer las paces. En tanto en la habitación del final del subsuelo busqué los archivos que había traído de Amadeo, eran como una bella reliquia de sus pensamientos y sus rebeldías. Quizá podía encontrar algo de curiosidad y cambios al leerlas otra vez. Después de todo el muchacho había crecido por demás y probablemente lo que el otro necesitaba era un poco de toda esa insurrección entremezclada con seguridad. Me quedé mirándolos unos segundos, separando los que ellos podían usar a lo largo de una semana. Y pronto me volví a donde estaban, observando de lejos la cortina abierta, lo que significaba una inminente amenaza. Pero era un pequeño costado, por lo que cuidadosamente me deslicé por la sombra para dejarlo donde se suponía que Amadeo debía estar sentado. — Se los dejo aquí. ¿Está bien Cailen? Si tienen alguna duda lo consultan. El día recién comienza, serán estudios de cuarenta minutos y veinte de descanso. Así tres veces. No más por día, al menos durante la primera semana. Luego de eso veremos qué se te da mejor. Me retiro a descansar, precaución con las cortinas. — Aludí al final. Por supuesto que no mostraba ningún indicio de enojo, en realidad jamás lo hacía, la desesperación era un defecto que había anulado a lo largo de los años y solo quedaban como un recuerdo. De esa manera me fui verdaderamente a la habitación cerrándola con los respectivos candados para que en el tiempo del astro solar mi sueño no pudiera ser perturbado. Eran los momentos de debilidad de cualquier vampiro y al no tener intenciones de ir en contra de mi propia naturaleza, dormir era lo más ubicado.
- Spoiler:
- ¿Les parece si lo cerramos aquí? Ustedes pueden abrir uno en donde siga o si quieren pueden seguir aquí mismo, pero sin la presencia de Venance porque hicieron que se vaya (?) Me avisan
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2015
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