¡Has caído! [Cailen]

Había llegado a Paris recientemente, después de que hubiera atendido todo lo relacionado en Inglaterra con respecto al traspaso del título de la baronía Willoughby de Eresby a su nombre, cumpliendo con el compromiso de reclamar su derecho sanguíneo después de lo acontecido a Devina. El asunto había tardado algunas semanas, tiempo en el que se había recuperado de las heridas sufridas en su último viaje y que fueran producidas por un ataque inesperado de sobrenaturales y que casi le había costado su propia vida.

En cuanto sus fuerzas regresaron y todo estuvo listo preparó su equipaje y viajó a Francia. Se resistía a creer que su hermana no estuviera con vida, y aunque ante la mirada ajena parecía haberlo aceptado, lo cierto es que cada fibra de su ser se negaba a hacerlo. El lazo entre las gemelas siempre fue muy fuerte, tanto así que en ocasiones incluso en la distancia la una presentía a la otra, y algo en el fuero interno de la joven inglesa le indicaba que a pesar de las declaraciones de las autoridades aún no estaba dicha la última palabra, así que se aferraba a esa esperanza.

En las pasadas semanas, mientras realizaba sus investigaciones, se dedicaba a comportarse como la nueva baronesa, y conocía a miembros de la aristocracia que se presentaban ante su puerta para darle la bienvenida y las condolencias respectivas, Selina cumplía con presentar buena cara e intercambiar formalidades, aunque muy pronto comenzó a volver su mente a su siempre conocida pasión, la arqueología, por lo que no tardó en contactar a diversos historiadores y profesores en la materia que habitaban la ciudad francesa, y mientras comenzaban así a moverse la maquinaria de las conexiones con dichos personajes Carson se encargaba de recordarle que debía seguir con su entrenamiento.

Esa era la razón por la que la cazadora había frecuentado habitualmente el bosque, después de comprar una propiedad cercana que se había visto favorablemente a la venta tras la partida de un noble hacia el interior del país y de sentirse satisfecha con la compra, podía adentrarse con regularidad en la zona verde, en la cual había encontrado rastros del paso de algunos sobrenaturales. Debido a eso, había colocado algunas trampas, los licántropos eran bestias brutas que aparecerían en la siguiente luna llena y siempre existía alguna que otra alimaña inexperta o recién convertida a la que fuese fácil sorprender. Los lugares poblados de árboles y con ninguna población humana eran sitios que tarde o temprano terminaban atrayéndoles.

Precisamente en ese momento se detuvo al escuchar un sonido proveniente de la misma dirección adonde había colocado una trampa disimulada por hojas secas y que tenía un mecanismo sencillo, si alguien pisaba el mismo se encontraría de inmediato suspendido en el aire en el interior de una red hecha de fuertes cuerdas entretejidas con fibras de plata que colgaba de la firme rama de un cedro. Al percatarse corrió en esa dirección con una sonrisa de satisfacción y genuino entusiasmo que le brindaba más rapidez a sus piernas. -¡Has caído alimaña ponzoñosa!-  

Últimamente me había sentido agobiado de una forma que no podía definir bien. Sentía que de nuevo mi vida se volvía monótona y después de recordar mis aventuras con la gitana decidí que lo que me hacía falta era entrar en contacto con mis raíces, aquella vez pude hacerlo mediante la danza típica de mis ancestros y ahora, bueno, no tenía idea de cómo hacerlo. Pasó un buen tiempo hasta que por fin se me ocurrió algo que hacer. Ir al bosque, la naturaleza era algo que siempre me ha gustado.

Me levanté de mi sucio callejón y avancé hacia las zonas aisladas, había ido un par de veces y un día encontré un hermoso claro con un pequeño arroyo, estaba seguro de que nadie sabía de su existencia más que yo y eso me hacía sentir importante, me sentía con la responsabilidad de que siguiese siendo un secreto, de protegerlo. Últimamente las fábricas comenzaban a invadir los campos y eso no me gustaba. Me distraje fantaseando un futuro en el que no quedaba nada verde (seguramente si alguien me escuchaba me tacharía de loco) y llegué a esa zona tan bella del bosque. Lo primero que hice fue tumbarme en el suave césped y arrullado por el sonido de las hojas me quedé dormido. 

Cuando volví a despertar me sentía renovado, en paz. Con algo de pereza me paré y caminé hacia el pequeño arroyo para lavarme la cara. Lo que pasó después no me lo esperaba. De pronto estaba atrapado en una especie de trampa, seguramente hecha para un animal. Cuando por fin terminé de subir me encontré en una posición torcida, parecía que estaba acostado. Mi pierna izquierda quedó más elevada que la otra y mi mano derecha se enredó y estaba más arriba que mi cabeza.

Al darme cuenta del problema en el que estaba comencé a moverme incontrolablemente para lograr sacar mi daga del cinturón y así poder liberarme. Estaba demasiado enfocado en tratando se escapar de la red que no escuché los pasos de alguien acercándose hasta que fue muy tarde, escuché una voz femenina gritar cerca mío. Fue tan sorpresivo que di un pequeño brinco y del movimiento brusco mi daga salió del cinturón y cayó al suelo, clavándose en la tierra. Miré mi arma en el suelo y luego a la mujer. Un escalofrío recorrió mi espalda y a pesar de la posición traté de retroceder provocando solamente que la red se meciera un poco. 

Selina observó la red mecerse en el aire, por encima de su cabeza, la sonrisa en sus labios se acentuó. Había algo de buen tamaño en el interior de la red y a la vista saltaba que no se trataba de un animal. De haberlo sido se hubiera apresurado a liberarlo, ya que no entraba en sus planes lastimar a ninguno, y de hecho, siempre le habían agradado bastante.

En los extensos terrenos del baronío en Lincolnshire también contaban con zonas verdes adonde no hacían falta los blancos y tímidos conejos que salían de sus madrigueras, las intrépidas ardillas que parecían volar de rama en rama y los venados que en sus propiedades su padre había prohibido cazar y a los cuales la joven siempre le había encantado vislumbrar.

Sin embargo no era ninguna de esas hermosas criaturas silvestres la que se mecía en el interior de la trampa por lo que Selina ávidamente dió unos pasos acercándose a ella. Su mirada se desvió con rapidez desde esta al suelo, capturando con sus azules ojos el brillo plateado de una daga que acababa de caer sobre el césped. El descubrimiento borró su sonrisa y le hizo fruncir el ceño. -Así que andáis armado. Seguramente buscando la siguiente víctima a la cual martirizar con vuestras malas mañas.- Se agachó para recoger la daga y enderezándose se acercó a la red.

-Un hombre de bien no tendría porque cargar un arma como esta.- Comenzó a caminar alrededor suyo mientras hablaba. Vestía en ese momento un par de pantalones negros de corte recto y piernas sueltas, ceñido en la cintura por debajo de la blusa de color blanco, vestimenta que le permitía andar y moverse con facilidad, contrario a los vestidos de la época que entre sedas y ajustados corséts le habrían restringido demasiado.

Se detuvo frente a él y pudo distinguir bien su rostro, la apariencia de su presa era la de un hombre joven, quizás de su misma edad, que le observaba de vuelta con ojos oscuros y grandes, dilatados por la sorpresa o quizás incluso el temor. Por un momento le observó con igual sorpresa e incluso le invadió un sentimiento de simpatía, pero inmediatamente se recompuso volviendo a adoptar el papel de cazadora por lo que le otorgó un tono sobrio a su voz.

-Confiese su naturaleza y sus negras intenciones y quizás tenga misericordia. De lo contrario...- Se detuvo y le observó mientras jugaba con la daga en sus dedos. -Podría no salir entero de esta.- Sonrió ladinamente sosteniendo su mirada con la propia a través de la fuerte red. -Eso en el mejor de los casos.-

La observé caminar sin atreverme a hacer otro movimiento ni a dejar escapar ningún sonido de mi boca, ¿y qué haría? estaba atrapado y desarmado, y todavía se le podía agregar que me encontraba en una posición un tanto humillante que limitaba mis movimientos.  Observé como tomaba mi daga y la hacía girar de forma experta entre sus dedos y luego la escuché hablar y comencé a temer por mi vida. Mis ojos miraban mi arma y luego a la mujer que me observaba desde abajo.

¿Acaso ella sabía que era ladrón? No estaba seguro, a juzgar por la trampa y la ubicación de la misma podría jurar que lo que ella esperaba era a algún cambiante o licántropo... caí en la cuenta de que ella creía que había capturado a uno ¿y cómo no? solo alguno de esas especies estaría en un lugar así, si estuviera en su lugar también pensaría lo mismo. Al darme cuenta de que la situación era más complicada de lo que parecía comencé a forcejear con mi mano y la red se comenzó a mover nuevamente. Bien podría tratar de convencerla de que yo no era lo que buscaba pero seguramente no me creería. Analicé mis opciones y se redujo a que: le demostraba que yo era, en efecto un humano común y corriente o moría ahí mismo. Teóricamente yo no tenía nada que temer pero el problema era tratar de convencerla, si fracasaba era mi fin.

-Por favor madame, déjeme explicarlo todo. -Dije sin poder ocultar el miedo en mi voz. -Le aseguro  que no soy lo que está buscando. -Dije mientras dejaba de forcejear pues me di cuenta de que era inútil. 

Selina analizaba al sujeto con cuidado, mientras observaba como este movía nuevamente la red. Tenía la apariencia de ser un joven común y corriente pero esa era la misma apariencia que tenían todos los sobrenaturales.

Licántropos, cambiantes, incluso los vampiros de la noche, tenían rostros agradables y benévolos que engañaban bajo un disfraz que encantaba la vista y los sentidos para luego de un momento a otro despojarse de la careta y transformarse en lo que en realidad eran, seres sanguinarios con sed insaciable que no distinguía entre sus víctimas. Y lo que hacían... lo que ella había visto en incontables ocasiones... aún le revolvía las entrañas. En ese mismo bosque había encontrado los restos de cuerpos mutilados a medio masticar tan solo unos días atrás.

- Supongo que no se esperaba que le atrapasen así.- La cazadora se acercó a la trampa y tocó las cuerdas con los dedos. -No es necesario que forcejee, solo malgasta sus energías. Las cuerdas no se romperán, y eso plateado que observa tejido entre las mismas es plata pura.- Esperó observar alguna reacción en él pero lo cierto es que seguía presentando la apariencia de un joven tomado por sorpresa y a la vez algo asustadizo. Podía en verdad ser lo que sus ojos veían o solo estar fingiendo y que fuera una treta de su parte.

-¿Ha venido a buscar algo?- Entrecerró los ojos, deteniendo el movimiento de la daga un momento. Aunque desease utilizarla ante el menor motivo y provocación, ella llevaba ahora la ventaja por lo que le daría la oportunidad de ganarse su liberación o de decir sus últimas palabras. Tenia una conciencia después de todo. No estaba en sus planes derramar sangre inocente.

-Muy bien, le daré el beneficio de la duda. Explíquese y dígame por qué debo dejarlo salir de la red.-

Después de darme por vencido permanecí quieto, solo observándola, tratando de razonar y buscar cómo salir de ahí, aunque claro, era obvio que la única forma de hacerlo era si ella me bajaba. Al escucharla preguntar si esto me era sorprendente grité mentalmente "¡Claro que no esperaba terminar así!" Pero me mantuve callado, luego volví a ver las cuerdas en las que estaba, esta vez más de cerca y en efecto, todas tenían plata. Me preguntaba si la gente en verdad desperdiciaría tantos bienes en algo como una red. Tal vez con eso podría comer por todo un mes.

Mmmm... Escuchó las palabras en silencio, según el muchacho estaba acá por azares del destino nada más, y por el simple movimiento de sus pies. En realidad esa respuesta no le decía gran cosa, excepto que podría haber atrapado a un hombre común y corriente. Sus dedos estaban por bajar la daga para guardarla en un pequeño bolso que llevaba amarrado a su cintura cuando escuchó ruidos a poca distancia.

El sonido le distrajo por lo que se alejó un momento del cautivo y al avanzar unos metros pudo ver huellas de algo que en nada semejaban a las de un animal común y corriente, e igualmente pequeñas gotas de sangre sobre algunos arbustos. Se acercó y al apartar unas hojas encontró algo que observó detenidamente, sus dedos lo levantaron y estudió las marcas de dientes que se veían con claridad.

Miró a su alrededor con rapidez pero el silencio volvía a reinar a su alrededor, por lo que regresó sobre sus pasos. -Seguramente dirá que no sabe nada de esto.- Se acercó nuevamente a la trampa para que el joven pudiese ver lo que le enseñaba. Se trataba de medio brazo de algún desventurado que por lo visto había sido arrancado violentamente del cuerpo, aún lo envolvían jirones de tela ensangrentada.

-Y que durante sus paseos por el bosque nunca vió nada fuera de lo común.- Suspiró, lanzando el brazo carcomido sobre la grama sin mostrar emoción en el rostro. No se permitía sentir emociones cuando se topaba con cosas así, si las hubiera sentido no podría seguir haciendo lo que hacía. -Empecemos por lo básico, ¿cuál es su oficio y por qué porta una daga?-

Su atención se fijó ahora en la ropa del joven, la cual indicaba a las claras que era alguien de clase baja. Quizás era cierta su historia y acudía al bosque por no tener mejor lugar adonde ir, ante sus ojos seguía sin tener la apariencia de alguien malintencionado. Ella había visto las malas intenciones y la maldad reflejada en muchos ojos, en demasiados quizás... A menudo se sentía mucho mayor de lo que en realidad era.

-¿A dónde va? -Dije preocupado mientras se alejaba del lugar ¿se iba? ¿me iba a dejar colgado?. No se fue lejos, tan solo había encontrado algo entre los arbustos que captó su atención, alcé mi cabeza tratando de ver lo que era, des afortunadamente me di cuenta de lo que sostenía aquella mujer y al verlo sentí que la sangre se iba a otra parte, ¿eso... era... un brazo?

Al verlo me quedé completamente mudo, simplemente no podía dar crédito a lo que era presentado ante mí... Me mantuve en silencio por un buen periodo de tiempo después de que ella arrojó el miembro lejos. Luego comenzó a preguntarme sobre mi vida, a qué me dedicaba... oh diablos ¿qué le iba a decir? de ninguna forma le iba a decir la verdad, tenía que inventar algo y pronto o si no mi credibilidad se vería en juego. Abrí la boca un par de veces pero no salió sonido alguno, su mirada impaciente me ponía nervioso. -Yo... yo.... No he venido aquí en varios días. -Dije, no era falso pero con mi voz temblorosa ni yo me lo creía. -Se lo juro madame, no tengo nada que ver con... eso. No he venido porque... yo... am.... he estado ocupado, soy un aprendiz. -Completé inventando algo rápido. 

No quería hacer ningún comentario respecto a mi daga, por el simple hecho de que no se me ocurría nada que inventar, nada bueno al menos.

Comenzaba a preguntarse Selina si valdría la pena continuar con el interrogatorio. No estaban llegando a ningún lado y el muchacho se dedicaba a negar todo con visible y notorio nerviosismo tanto en su mirada como en su voz. Al mirarlo parecíale a la cazadora muy joven y no muy hábil en el arte de decir mentiras. Aunque no mataría a alguien por el mero hecho de ser mentiroso, si mentir fuera un crimen ella debía ser la primera en caer.

Sin embargo ya había llegado el momento de comenzar a ser práctica, ya que las palabras no surtían efecto. Se acercó a la cuerda que sostenía la red en lo alto y cortándola con la misma daga esta se precipitó al suelo. Rápidamente corrió hacia la red y se acercó al joven, quien si era en realidad quien decía, debía estar adolorido por el aterrizaje, y si no lo era, seguramente aprovecharía para realizar algún movimiento que le facilitase la huída.

Pero el joven aún seguía enredado entre las cuerdas y estas se habían convertido en una verdadera maraña alrededor su cuerpo por lo que sus movimientos aún estaban limitados, dándole la apariencia de una pequeña oruga atrapada en un capullo. Sus dedos femeninos utilizaron entonces la daga y cortó las cuerdas rápidamente para que de esa forma recuperase la circulación y pudiese salir. -¿Se encuentra bien?- Permanecía inmóvil y era difícil determinar si en realidad la estaba escuchando, aunque precisamente debía aprovecharse de eso para hacer lo que tenía que hacer.

Sin pedir su permiso tomó una de las manos masculinas y con la daga realizó un pequeño corte superficial en la yema de su dedo pulgar. Aguardó para ver que sucedía y transcurrido un momento notó que la pequeña herida no sanaba como lo hubiera hecho en caso de tratarse de un sobrenatural. El hecho le alegró ya que finalmente se aclaraba la duda.

-Resulta ser humano después de todo, pero eso no explica ni su daga ni su nerviosismo.- ¿Con quién exactamente se había topado? Comenzaba a sospechar que se trataba de un cazador furtivo o de un ladronzuelo.

-No me dirá que me he topado con un aprendiz de hechicería.- Los azules ojos de Selina contemplaron al muchacho con curiosidad, ahora que podía verlo sin el estorbo de las cuerdas atravesadas.

-Dicen que algunos practicantes de magia negra secuestran incautos para realizar sus oscuros rituales con algunas partes de sus cuerpos.- añadió, recordando el brazo que recientemente había encontrado.

Vi que se acercaba a la cuerda que me mantenía suspendido en el aire, noté de inmediato que acomodaba el arma afilada entre sus dedos y de inmediato me di cuenta de sus intenciones... -No... e... espere... ¡No alto! -Grité desesperado y momentos después la red cayó al suelo conmigo aún atrapado y dejé escapar un  "Uff" al golpear el suelo, por suerte había bastantes hojas que amortiguaron mi caída. Acto seguido traté de liberarme de aquella condenada red sin éxito. Cuando creía estar cerca de deshacerme de las múltiples cuerdas me encontraba que mientras me liberaba una mano, la pierna se había atorado y así sucesivamente. 

Escuché los pasos que se acercaban a donde estaba y alcé la vista, y me encontré con que reacomodaba mi daga en su mano. -¡No! ¡¿Qué va a hacer?! -Grité pensando que sus intenciones eran malas conmigo, fue una grata sorpresa la que me llevé al ver que lo que había hecho en verdad fue romper aquella red. Estaba a punto de agradecerle pero entonces tomó mi mano y realizó un corte con la punta filosa del arma y vi una gota de sangre que brotaba de la yema. Dejé escapar un siseo de dolor mientras se quedaba examinando la herida, esperando a que pasara algo.

Durante los cuatro años en que se había entrenado arduamente como cazadora Selina se había enfrentado a todo tipo de criaturas malignas. Algunos encuentros fueron sencillos y otros extremadamente difíciles. En los peores momentos, durante los cuales pensó que no sobreviviría para ver el día siguiente, obtuvo diversas cicatrices que siempre llevaría consigo marcadas sobre su piel y que a menudo le servían de recordatorio sobre lo frágil que podía ser su propia vida, por lo que vivía mayormente en el presente y evitaba elaborar planes a largo plazo.

De igual manera, había acabado con la vida de muchos sobrenaturales, pero al constatar que el joven era humano, rápidamente había decidido no causarle daño. Por supuesto, eso no impedía que lo interrogara un poco, especialmente si como decía, había estado visitando el bosque asiduamente. Cualquier información por más simple que pareciese podía ser importante y darle una nueva pista de lo que buscaba.

Lo que sucedió a continuación no se lo esperaba, especialmente porque hasta ahora el capturado se había mostrado bastante dócil y sumiso. Al estar arrodillada sobre el pasto, en tan solo cuestión de segundos, las masculinas manos le arrebataron la daga y levantándose con inusitada velocidad el muchacho se dió a la fuga, dejando una estela de polvo flotando frente a su rostro y haciéndole toser.

-Ah, no. ¡No acabas de hacer eso!- Sus azulados ojos brillaron entretenidos por el repentino despliegue de agallas y por la inconveniencia de haber sido burlada al bajar la guardia.

Rápidamente se puso de pie y sin pensarlo siquiera, comenzó a correr, siguiendo al escapado con toda la velocidad que poseía. Siempre le había gustado correr y entre todas las cosas que podía hacer esa era una de las que hacía mejor. Sin importar que no fuese extremadamente alta y que fuese más bien de contextura fina sus piernas adquirían velocidad, como si llevase puestos los zapatos de Hermes, el heraldo de los dioses griegos.

Sin embargo esta vez se había topado con un buen contrincante, el joven era veloz, tanto como lo era ella y al cruzar entre los árboles, evadiendo ramas y procurando no perderle de vista, él aún le llevaba cierta ventaja. Desvió entonces su camino recordando una pequeña subida a unos metros y corriendo por allí pudo verlo mientras la figura masculina atravesaba la misma zona un poco más abajo. Justo en el momento en que él pasaba por debajo, volvió a correr deslizándose por la pequeña colina con la intención de interceptarlo pero lo hizo con tal velocidad que le fue imposible frenar a tiempo y detener la inminente colisión contra él.

Debido al impacto ambos rodaron por el suelo sobre las hojas secas. -¡Devuélveme la daga!- Su voz sonó imperiosa y sus manos se aferraron a la ropa de él aunque no logró detener la caída. Todo lo que veía mientras ambos descendían por la ladera era una sucesión de imágenes vertiginosas, un trozo de cielo, las copas de los árboles, una de las piernas ajenas, un brazo que no alcanzaba a ver a quien pertenecía, y el mundo entero dando vueltas en un lapso que parecía interminable.

Mi corazón comenzó a palpitar frenético desde el momento en el que se me ocurrió la forma de salir de aquella situación, ocasionalmente volteaba para asegurarme que la cazadora no estuviese detrás mío y , para mi mala suerte, siempre que giraba mi cabeza ella estaba a pocos metros de mí. Huía por el bosque completamente aterrorizado, no sé si el miedo engañaba mis sentidos o era cierto pero me parecía que estaba cada vez más cerca. Fue en ese punto cuando comencé a zigzaguear con la esperanza de perderla. 

Estuve así por varios metros hasta que al voltear no había ni rastros de ella, regresé mi mirada al frente para evitar una colisión con un árbol sin dejar de correr. El terror por ser capturado entonces se transformó en regocijo por haber resultado vencedor en aquella competencia. Una sonrisa se dibujó en mi rostro. -¡Woooohooooo! -Aullé lleno de emoción. En mi mente ya había ideado el plan para salir del bosque, tendría que volver a donde había caído en la trampa y cruzar el río. 

Pensaba en aquello cuando sin previo aviso, sentí un golpe del lado derecho de mi cuerpo que me envió rodando por una pequeña ladera. Y ahí escuché cómo la mujer insistía en que le devolviese la daga como si fuera suya... ¿Y soy yo el ladrón? Seguimos rodando por un par de metros hasta que por fin nos detuvimos, quedando yo encima de la cazadora. Abrí mis ojos como platos al darme cuenta de aquello y de inmediato me puse en pie. 

Aún con la daga en mano, la giré para poder manipularla y apunté el extremo filoso a la mujer que seguía en el suelo. Nuestras miradas se cruzaron y por un momento logré ver algo de miedo en sus ojos tan potentes. Mi mano seguía alzada, en perfecta posición para hacerle un buena apuñalada. Mi mano era temblorosa entonces, pues me encontraba en guerra conmigo mismo. Si la dejaba ilesa corría el riesgo de que ella misma me llevara a la cárcel pues ya había demostrado mi condición de bandolero, pero tampoco quería hacerle daño, yo no era ningún monstruo.

Cerré mis ojos ante lo que estaba por hacer y súbitamente hice descender mi mano en ademán de lastimarla, todo para detenerla a mitad de camino. Dejé escapar un jadeo, mezclado con vergüenza, arrepentimiento y una pizca de tristeza. -No puedo... -Dije mientras me guardaba el arma en el cinturón. -No puedo hacerlo. -Repetí mientras me dejaba caer de rodillas en el césped.

El aterrizaje contra el suelo fue bastante fuerte, después del sonoro golpe de ambos cuerpos contra el mismo. Selina permaneció inmóvil unos minutos, a pesar de lo cual aún todo continuaba dando vueltas a su alrededor. Parpadeó y su primer instinto fue levantarse pero el muchacho había caído encima de ella limitándole el libre movimiento. Su rostro enrojeció al percatarse del hecho pero él se puso velozmente de pie, y con igual rapidez apuntó hacia ella la daga que aún estaba en su poder.

Su mirada se cruzó con la de él, en ese momento en que todo se detuvo para ella, y las hojas de los árboles caían de las ramas y sobrevolaban en el viento cayendo sobre el pasto alrededor de ellos. Sólo algunos pájaros fueron testigos del intercambio de miradas, la cazadora observó los ojos oscuros y adivinó lo que él estaba pensando. La daga brillaba, lista en su mano, precisa para cortar lo que se le impusiera con certera precisión. El muchacho la alzó en un rápido movimiento, parecido al que ella había realizado muchas veces para acabar con sobrenaturales.

El viento sopló con mayor fuerza y por su mente cruzó el pensamiento de la muerte. ¿Qué tal si todo se acababa de una vez? Seguro dolería pero luego ¿qué encontraría? Quizás a alguien conocido, quizás finalmente volvería a verse reflejada en sus mismos ojos y en su mismo rostro, y sus brazos abrazarían a su gemela reencontrándose con ella. Lo imaginó un momento y luego negó con la cabeza. Lo siento, Devina pero no. No puedo ni quiero morir aún.

La daga se había detenido en plena trayectoría y el joven se dejaba caer de rodillas a un lado de ella. Selina respiró profundamente y luego dirigió la mirada hacia él. Se le veía compungido y avergonzado. -Me alegra que no puedas.- comentó suavemente y se enderezó de un solo impulso, quedando así sentada sobre la hierba, jadeando por el dolor que acababa de sentir.

-Otro en tu lugar no lo habría pensado dos veces.- Su mirada se desvió de él a su alrededor, observando adonde se encontraban con expresión pensativa y luego regresó a él. -Lamento haberte atrapado en la red. Mi intención no era capturar a alguien como tú.- Sonrió levemente. -Habiendo tenido la oportunidad no he querido matarte y tú no has querido matarme así que no hay daño permanente.-

Apretó los dientes al intentar moverse y devolvió su mirada hacia él. -Soy Selina. Me gustaría saber tu nombre...- Añadir su título a su presentación no venía al caso en ese momento y tampoco parecía algo muy sabio.

-Dadas las circunstancias me temo que debo pedirte un favor... Verás, por la manera en que he caído me he dislocado el brazo derecho. No quisiera atravesar el bosque en estas condiciones, así que... necesito que lo vuelvas a poner en su lugar.- lo dijo con tranquilidad en la voz, procurando no asustarlo con la información y con lo que le pedía.

Alcé la mirada incrédulo, hacía un par de minutos la sola presencia de aquella mujer me asustaba, pero ahora... no sabía qué pensar, estuve a un par de segundos de acabar con su vida (bueno, no en realidad) y yo era quien recibía una disculpa. -Me... ¿Acaso se está disculpando? -Pregunté atónito sin ponerme de pie. -¿Aun después de lo que acaba de pasar?- En verdad no podía creer las palabras que salían de su boca, ya que ninguno mató al otro todo estaba bien... así, tal cual. Ella lo aceptaba con una naturalidad que incluso era escalofriante. Comencé a reflexionar entonces ¿qué hubiese pasado si no fuese ella sino otra persona con quien me hubiera topado? ¿cómo habría acabado? la única respuesta que mi mente me daba era una imagen mía siendo llevado a rastras a la cárcel. -Y cualquier otra persona en su lugar no me habría dejado ir. Mi nombre es Cailen.  -Respondí acomodándome en el césped.

-En verdad me arrepiento por lo de antes. No sabía qué hacer, pensé que me haría daño. -Me quedé en aquella posición hasta que me di cuenta de que parecía hacer una reverencia. No me gustaba aparentar ser tan sumiso. Cierto, lo era, pero no era algo que me gustaba dejar más en claro de lo que debería. Me levanté lentamente mientras seguía escuchándola y tragué saliva. -¡¿Qué ha dicho?! -Exclamé lleno de sorpresa y algo de miedo ante tal información, miré su  brazo y en efecto, se veía chueco, por decir lo de menos. -¿Cómo voy a hacer eso? Jamás he hecho nada parecido ¿y si algo sale mal?

Selina observaba en silencio las diferentes reacciones en el rostro del joven. Era este muy transparente, se le notaban las diferentes emociones tanto en sus oscuros ojos como en sus gestos. Le agradó que fuera así, muchas de las personas con las que trataba a menudo eran difíciles de leer ya que la misma sociedad y la alta clase les dictaminaba que se comportaran de cierta forma, por lo que no era poco común que dijeran una cosa mientras pensaban otra. En este momento apreciaba no tener que desperdiciar tiempo valioso procurando descifrar a su acompañante.

-Comprendo que hayas pensado que buscaba apresarte de nuevo y entregarte a las autoridades y que actuaras por temor.- Lo cierto es que no era precisamente la mejor amiga de los oficiales de la ley ni tampoco se hacía de la vista gorda en relación con las situaciones precarias que impulsaban a la gente a robar. -No se hable más del asunto.- dijo refiriéndose a lo que había sucedido hace un momento con la daga.

Lo vió ponerse de pie y creyó que se marchaba pero a pesar de la protesta aún seguía allí. -Cailen... verás que no es tan difícil. Lo haría yo misma pero por la dirección en que está el hueso no puedo. Sólo debes buscar algo en que apoyar fuertemente tus pies para que te permita tomar el impulso suficiente. Esa roca a nuestra derecha podría servir. Luego no lo pienses y tira de mi brazo con todas tus fuerzas hacia ti para que este regrese a la cuenca. Créeme que ambos podremos sentir cuando lo haya hecho.-

El dolor comenzaba a marearla un poco. -Será mejor que antes cortes con la daga la tela de mi manga acá para no limitar la maniobra.- le indicó con la mirada un poco arriba de su hombro derecho. -Confío en que lo harás bien.- Era cierto que no se conocían pero su intuición le decía que podía hacerlo, sólo esperaba que se decidiera o de lo contrario tendría que atravesar el bosque de regreso tal y como estaba, y teniendo en cuenta que hasta hace poco estaba cautivo en su trampa no era ilógico que se negase.

Al escuchar nuevamente sus palabras tragué saliva. No conocí jamás a nadie quien aceptara una herida de esa gravedad como si fuera algo que pasara diario, noté entonces que... Selina era una persona que podía mantener la calma hasta en los peores momentos, bueno, al menos esa era la impresión que tenía respecto a ella, era eso o simplemente salía lastimada a menudo, esperaba que fuera la primera ¿quién podría tolerar salir herido o herida con frecuencia? Lentamente e acerqué a la roca que había señalado y volteé a verla temeroso, en mi mente pasaban los posibles escenarios en los que la situación podrían desenvolverse y todos eran desalentadores. Tomé la daga nuevamente y con la mano temblorosa comencé a cortar la ropa y su brazo quedó al descubierto, podía ver el hueso siendo empujado contra la piel. Al verlo se me heló la sangre.

Mis ojos iban de los suyos hacia su brazo una y otra vez hasta que tomé aire y me recargué contra la piedra. -D... de acuerdo... -Me acomodé un poco más y tomé aire nuevamente, tratando de desviar la vista de su brazo. -Aquí voy... uno... dos... -cerré los ojos terminando de decir aquello. -¡Tres! -Grité y de inmediato comencé a tirar de él hasta que escuché un "crack" amortiguado e instintivamente solté su brazo, por un momento pensando que lo había empeorado todo .-¿Funcionó? -Pregunté nervioso sin abrir los ojos. No respondió en un par de segundos y de inmediato una imagen apareció en mi mente, una en la que su brazo quedaba aun peor de como estaba antes, ella tenía una mueca de dolor que solo podía ser representada con una máscara en una obra de teatro. -¡Lo siento, lo siento, lo siento! 

La cazadora le escuchó tartamudear una respuesta afirmativa. El tartamudeo fue música para sus oídos por lo que le sonrió leve, animándolo así cuando este cortaba la tela de su manga. Sus ojos azules observaron su propio brazo, la posición del hueso le daba una apariencia por demás anormal. En cuanto a por qué mantenía la calma al verlo, era bastante simple, no se podía permitir alterarse ahora y menos si con ello lo alteraría a él. Necesitaba que estuviera calmado y enfocado en lo que iba a hacer y ya se le notaba bastante nervioso.

Los siguientes minutos fueron largos otra vez. Parecía que el día estaba plagado de momentos que se eternizaban. En este caso el dolor agudo que sentía por poco logra hacerle perder el conocimiento, pero de repente todo volvió a su  lugar. Su brazo regresó a la articulación gracias al jalón, al mismo tiempo que se oía el tronar del hueso.

Inmóvil devolvió la mirada a su hombro, notando que había recuperado un aspecto normal. Movió entonces el brazo cuidadosamente y descubrió que podía hacerlo bien. Sonrió de par en par, el hombro le dolía y probablemente seguiría así unos días debido a la inflamación pero estaba ya tan acostumbrada a los magullones y heridas que seguramente ni lo notaría.

-No lo sientas. La manera en que me siento ahora es lo más maravilloso que he experimentado en días.- Una alegre carcajada se escuchó en el aire mientras se dejaba caer de espaldas sobre la grama. Repentinamente era una joven de veintidós años y no una cazadora de sobrenaturales, ni la baronesa Willoughby de Eresby, ni la británica en suelo extranjero. Era tan sólo ella, Selina, sintiéndose alegre. Movió varias veces los brazos extendidos a los lados, hacia arriba y hacia abajo, sobre las hojas secas que forraban la grama.

Desde esa posición observó al muchacho, entrecerrando un poco los ojos debido al reflejo del sol. -¿Cómo te remunero por este favor?- Flexionó las piernas y ágilmente se puso de pie, quedando frente a él. -Ah si, devolviéndote primero la daga.- comentó con una risita. Acababa de tomarla de su cinturón sin que él se percatase y se la devolvía ahora. Era demasiado fácil sorprenderlo.

No pude evitar dejar escapar un suspiro de alivio al escuchar que Selina estaba mejor de su brazo. Abrí un ojo y le siguió el otro para así dirigir mi vista hacia su articulación visible debido a la ausencia de tela. Desde donde estaba se notaba la evidente inflamación, la joven parecía que no le importase y alcé una ceja mientras la observaba juguetear como una niña pequeña en el suelo, me quedé de pie sin saber qué hacer a continuación así que volteaba a ver a mi alrededor, esperando... algo.  

-No espero nada a... -Dejé la frase en el aire al ver la flexibilidad y agilidad con la que se ponía de pie. Me recordó a una acróbata, sacudí mi cabeza y traté de hablar nuevamente. -No espero ningún tipo de pago a cambio. Aún si lo hiciera, no sabría qué pedir. -Admití. Luego de eso la observé sacar una daga... mi daga. Aún impactado, llevé mi mano a mi cinturón para descubrir que mi arma no estaba ahí. -Pero... ¿cuándo la...? Le has robado a un bandolero ¿cómo has hecho eso?- Pregunté totalmente dominado por la sorpresa. - ¿Y lo hiciste con tu brazo aún lastimado? Ojalá yo pudiera hacer esas cosas, es difícil sobrevivir en las calles cuando no sabes defenderte.

Sonrió levemente, el día había avanzado mucho y el sol pronto se ocultaría en el horizonte, por lo que debía apresurarse a regresar sobre sus pasos, revisar las trampas y dirigirse corriendo de vuelta a asistir a la reunión de aristócratas de esa noche, lo cual hizo que en sus labios se dibujara una pequeña mueca de desagrado. No se encontraba ansiosa de retomar el papel de baronesa. Lo que le apetecía era acostarse en su familiar cama y descansar toda la noche, dormir a gusto, y creer que no había un mañana, pero habían personajes a los que no podía desairar.

Su atención regreso a Cailen y a sus palabras. -Sin embargo no sería correcto marcharme como si nada después de haberte mantenido en la red un buen rato y menos ahora que compruebo que tienes tu propio código de honor.- Independientemente del oficio que tuviese, se refería al hecho de que hubiese ayudado a una completa extraña por lo que se alegraba de no haber hecho algo anteriormente que hubiese sido realmente lamentable.

Estaba a punto de añadir más para rebatir su argumento sobre no desear nada en remuneración cuando en su mente comenzó a maquinarse una idea al escucharle.

-Eso se puede remediar. Tan solo hacen falta unas lecciones de defensa y ataque. Por lo que he visto hoy eres fuerte y veloz. Si lo deseas puedo enseñarte y sé algo más que robar dagas sin que otros se percaten.- A continuación le indicó el sitio y la hora adonde podrían encontrarse dentro de unos días. Ella se cercioraría de abrir el espacio necesario entre sus tareas para encontrarle, y de hecho, la idea le entusiasmaba un poco. Le serviría de entrenamiento tanto a él como a ella y le demostraría a Carson que no era tan desinteresada de todo como él creía.

-Si aceptas, te veré allí. Si no apareces sabré que no estás interesado. Y por cierto, sé que es difícil pero no es necesario que seas formal al hablarme. Imagina que soy una más de las personas que tratas a diario.- Extendió su mano para estrechar la ajena y sellar el trato.

Dicho eso giró sobre sus pasos para retomar su camino y cuando estaba a cierta distancia miró sobre su hombro y se dirigió a él. -Por cierto, la red en la que estabas quedará tirada en ese lugar. Sería una lástima que quede a merced de los depredadores y que alguien no pase casualmente por allí a recogerla. Ya sabes... para venderla.- Sonrió de medio lado y mirando al frente comenzó a correr. Estaba segura de que él entendería que se refería a la plata entretejida entre las cuerdas y que las ganancias le servirían para comprar lo que necesitase durante un buen tiempo.