AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
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Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
El Teatro estaba a rebosar, y la gente se mostraba impaciente por acudir a ver aquella obra que resultaba ser una novedad como nunca antes había tenido lugar: “La historia de Johann Fausten”, una obra publicada algo más de un par de centurias atrás y que habían conseguido adaptar al formato de la época. Trataba acerca de la moralidad y los límites de la arrogancia de un ser humano que doblegaba a su control a un ente poderoso.
Aquella noche Noah no estaba de Guardia, al menos no en calidad oficial, pero sí estaba de incógnito, contemplando como oleadas de gente se afanaban por llegar a su hora y se disponían a disfrutar de aquél espectáculo que les prometía, cuanto menos, un entretenimiento diferente. Él lo sabía bien: aun sin tener el placer de contemplar la encarnación de aquella obra, entre sus posesiones heredadas de su olvidado pasado se hallaba un ejemplar de tan variopinto manuscrito, al que le había podido echar más de una ojada. A decir verdad, fue él mismo el que cedió gustoso el escrito para, de ese modo, se intentara innovar en el Teatro y se siguiera manteniendo aquella rivalidad competitiva sana con el regentado por Vampiros.
Estaba tan acostumbrado a emplear su tiempo como protector del lugar, y de quienes hacían vida en él –e incluso de quienes lo visitaban– que algunas noches ofrecía su presencia como refuerzo en la seguridad, ya que no había demasiado personal capacitado para hacer esas tareas. Así que vigilaba el movimiento de las masas, en busca de cualquier cosa que pudiera parecerle sospechosa; su vista le resultaba de gran ayuda, ya que aquél sentido lo tenía desarrollado más de lo que resultaba habitual en los seres de su especie.
La función podía comenzar sin incidentes. El resto de personal de seguridad procedió a ocupar sus posiciones actuales, y Noah se dirigió al tejado del edificio. Hacía más frío de lo normal para estar en invierno, y debido a que había pasado todo el día lloviznando, no le extrañaría que comenzara a nevar en cualquier momento. Tampoco le preocupaba demasiado: llevaba la larga y gruesa gabardina azul marino de su uniforme cubría casi por completo sus vestiduras, más para protegerse del viento que del frío. Las bajas temperaturas le incomodaban ligeramente por estar más acostumbrado a la calidez de otras estaciones.
Desde las alturas observó con sus ojos esmeraldas los alrededores de la zona, y la sonrisa mordaz de la luna quedaba oculta por las nubes que cubrían todo el cielo. No prestaba suficiente atención, ya que incluso con su visión había sombras traicioneras; pero sí estaba atento a todo cuando captaban sus oídos.
Entonces, un sonido apagado reclamó su atención. Se agachó en el borde de la cornisa, acomodándose mientras centraba toda su atención en los sonidos que le llegaban desde el nivel del suelo.
Había movimiento en el amparo de las sombras, sin duda alguna.
Vampiro.
Más de uno, a decir verdad, pero no más de tres, si sus sentidos no le engañaban. No parecían muy amistosos, eso era más que evidente observando el sigilo con el que se desplazaban, y aquella zona no tenía restricciones de acceso.
Era evidente que aquello apestaba a problemas.
Pensó en la gente que había dentro del Teatro y un escalofrío le recorrió toda la columna al ser consciente que no había ni una sola persona allí que pudiera hacerles frente, excepto él.
Entonces, por el rabillo del ojo, captó a lo lejos otra presencia, pero el viento no sopló a su favor y no le resultó posible identificar al recién llegado. Volvió su mirada hacia las tres lejanas siluetas amenazadoras, y su expresión se tornó sombría.
Tendría que tomar medidas o aquella situación podría volverse irrefrenable…
Aquella noche Noah no estaba de Guardia, al menos no en calidad oficial, pero sí estaba de incógnito, contemplando como oleadas de gente se afanaban por llegar a su hora y se disponían a disfrutar de aquél espectáculo que les prometía, cuanto menos, un entretenimiento diferente. Él lo sabía bien: aun sin tener el placer de contemplar la encarnación de aquella obra, entre sus posesiones heredadas de su olvidado pasado se hallaba un ejemplar de tan variopinto manuscrito, al que le había podido echar más de una ojada. A decir verdad, fue él mismo el que cedió gustoso el escrito para, de ese modo, se intentara innovar en el Teatro y se siguiera manteniendo aquella rivalidad competitiva sana con el regentado por Vampiros.
Estaba tan acostumbrado a emplear su tiempo como protector del lugar, y de quienes hacían vida en él –e incluso de quienes lo visitaban– que algunas noches ofrecía su presencia como refuerzo en la seguridad, ya que no había demasiado personal capacitado para hacer esas tareas. Así que vigilaba el movimiento de las masas, en busca de cualquier cosa que pudiera parecerle sospechosa; su vista le resultaba de gran ayuda, ya que aquél sentido lo tenía desarrollado más de lo que resultaba habitual en los seres de su especie.
La función podía comenzar sin incidentes. El resto de personal de seguridad procedió a ocupar sus posiciones actuales, y Noah se dirigió al tejado del edificio. Hacía más frío de lo normal para estar en invierno, y debido a que había pasado todo el día lloviznando, no le extrañaría que comenzara a nevar en cualquier momento. Tampoco le preocupaba demasiado: llevaba la larga y gruesa gabardina azul marino de su uniforme cubría casi por completo sus vestiduras, más para protegerse del viento que del frío. Las bajas temperaturas le incomodaban ligeramente por estar más acostumbrado a la calidez de otras estaciones.
Desde las alturas observó con sus ojos esmeraldas los alrededores de la zona, y la sonrisa mordaz de la luna quedaba oculta por las nubes que cubrían todo el cielo. No prestaba suficiente atención, ya que incluso con su visión había sombras traicioneras; pero sí estaba atento a todo cuando captaban sus oídos.
Entonces, un sonido apagado reclamó su atención. Se agachó en el borde de la cornisa, acomodándose mientras centraba toda su atención en los sonidos que le llegaban desde el nivel del suelo.
Había movimiento en el amparo de las sombras, sin duda alguna.
Vampiro.
Más de uno, a decir verdad, pero no más de tres, si sus sentidos no le engañaban. No parecían muy amistosos, eso era más que evidente observando el sigilo con el que se desplazaban, y aquella zona no tenía restricciones de acceso.
Era evidente que aquello apestaba a problemas.
Pensó en la gente que había dentro del Teatro y un escalofrío le recorrió toda la columna al ser consciente que no había ni una sola persona allí que pudiera hacerles frente, excepto él.
Entonces, por el rabillo del ojo, captó a lo lejos otra presencia, pero el viento no sopló a su favor y no le resultó posible identificar al recién llegado. Volvió su mirada hacia las tres lejanas siluetas amenazadoras, y su expresión se tornó sombría.
Tendría que tomar medidas o aquella situación podría volverse irrefrenable…
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/04/2011
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Re: Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
El invierno, suele ser una de mis estaciones del año preferidas. Toda la ciudad parece que se tornara de un color azulado que provoca cierta nostalgia en quien la contempla. Me encantaría que nevara, adoro cuando todo queda cubierto con ese bello manto blanco, que pareciera reflejar cierta pureza.
El día de hoy me dispuse a contemplar la llovizna nocturna que había estado cayendo sobre París. Había decidido pasar al teatro, en realidad no tenía idea de qué estaban pasando, pero nunca es mala idea ir a distraerse. Esta noche no tenía sed, así que podía dedicarme a pasear como una humana, pero no una cualquiera. Yo, como siempre, me haría pasar por una millonaria excéntrica.
Revisé mi armario indecisa sobre que usar. Tenía que verme maravillosa como siempre, reí ante la idea. Como para mi el frío no era un problema podía usar cualquier cosa, pero debía ponerme algo que no llamara la atención, todo el mundo voltearía a mirarme si llevara un vestido de otoño o primavera. Por fin, me decidí a usar un vestido blanco, de mangas largas y amplia falda, tenía un cuello alto que adornaba mi cuello. Decidí usar joyería de perlas. Recogí mi cabello en un moño elegante y pinte mis labios de un color rojo, sonreí frente al espejo. Por último coloqué una capa del mismo color de mi labial, sobre mis hombros.
Salí a la calle y detuve un carruaje. Le pregunté la hora al cochero me di cuenta que, por andar indecisa en mi ropa, el tiempo me había traicionado y ya era tarde. La función ya debía estar por empezar. No me preocupé, de todas formas había apartado ya mi balcón y tenía el resto de mi vida para ver la obra. Reí ligeramente y le indique al cochero que me llevara al teatro.
Por la ventanilla del carruaje observé el cielo, estaba nublado pero aun así era posible divisar ligeramente la luna que aun nos brindaba su luz. Me encantaba este clima, todo quedaba sumido en sombras y eso era emocionante. Mi interés crecía puesto que en las sombras siempre se oculta algo, bueno o malo pero ahí está al acecho, como muchas veces he hecho yo.
Pedí al hombre que me dejara un poco antes del teatro, pues me apetecía caminar ese trecho. Me baje y con paso elegante me dirigí a mi destino. Casi llegando, sopló un fuerte viento, para mi era como una caricia en el rostro. Se sentía excelente, lo único malo es que me llegó el olor de un hombro lobo, por lo que bufé y fruncí el ceño. No me agradan mucho esos animales a menos que fuera para matarlos, pero bueno hoy no venía en plan de venganza o de divertirme con alguna muerta, aunque…..Lo medité un rato, una buena pelea no sería mala, eso sí lo lamentaría mucho por mi vestido.
Coloqué la capucha de mi capa sobre mi cabeza, pues no deseaba que el viento arruinara mi peinado y continué caminando. Ya vería que me iba a encontrar en el teatro. No me quejaría si viera una masacre, sonreí ante la idea.
El día de hoy me dispuse a contemplar la llovizna nocturna que había estado cayendo sobre París. Había decidido pasar al teatro, en realidad no tenía idea de qué estaban pasando, pero nunca es mala idea ir a distraerse. Esta noche no tenía sed, así que podía dedicarme a pasear como una humana, pero no una cualquiera. Yo, como siempre, me haría pasar por una millonaria excéntrica.
Revisé mi armario indecisa sobre que usar. Tenía que verme maravillosa como siempre, reí ante la idea. Como para mi el frío no era un problema podía usar cualquier cosa, pero debía ponerme algo que no llamara la atención, todo el mundo voltearía a mirarme si llevara un vestido de otoño o primavera. Por fin, me decidí a usar un vestido blanco, de mangas largas y amplia falda, tenía un cuello alto que adornaba mi cuello. Decidí usar joyería de perlas. Recogí mi cabello en un moño elegante y pinte mis labios de un color rojo, sonreí frente al espejo. Por último coloqué una capa del mismo color de mi labial, sobre mis hombros.
Salí a la calle y detuve un carruaje. Le pregunté la hora al cochero me di cuenta que, por andar indecisa en mi ropa, el tiempo me había traicionado y ya era tarde. La función ya debía estar por empezar. No me preocupé, de todas formas había apartado ya mi balcón y tenía el resto de mi vida para ver la obra. Reí ligeramente y le indique al cochero que me llevara al teatro.
Por la ventanilla del carruaje observé el cielo, estaba nublado pero aun así era posible divisar ligeramente la luna que aun nos brindaba su luz. Me encantaba este clima, todo quedaba sumido en sombras y eso era emocionante. Mi interés crecía puesto que en las sombras siempre se oculta algo, bueno o malo pero ahí está al acecho, como muchas veces he hecho yo.
Pedí al hombre que me dejara un poco antes del teatro, pues me apetecía caminar ese trecho. Me baje y con paso elegante me dirigí a mi destino. Casi llegando, sopló un fuerte viento, para mi era como una caricia en el rostro. Se sentía excelente, lo único malo es que me llegó el olor de un hombro lobo, por lo que bufé y fruncí el ceño. No me agradan mucho esos animales a menos que fuera para matarlos, pero bueno hoy no venía en plan de venganza o de divertirme con alguna muerta, aunque…..Lo medité un rato, una buena pelea no sería mala, eso sí lo lamentaría mucho por mi vestido.
Coloqué la capucha de mi capa sobre mi cabeza, pues no deseaba que el viento arruinara mi peinado y continué caminando. Ya vería que me iba a encontrar en el teatro. No me quejaría si viera una masacre, sonreí ante la idea.
Cassandra Albrioni- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 272
Fecha de inscripción : 13/03/2011
Re: Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
Estaba concentrado en todos los movimientos que hacían aquellos vampiros tan sospechosos. Cuanto más pensaba en el asunto, más le extrañaba que anduvieran por la zona con tanto sigilo y secretismo. Si tan sólo pudiera escuchar lo que murmuraban…
Ante el beneficio de la duda, se permitió el lujo de frenar sus acciones. No sería humano tratar de forma tan cruel a otros seres, fueran del tipo que fueran, sólo porque no se fiaba de sus apariencias y su comportamiento. De modo que esperó pacientemente, intentando no perderse ni el más mínimo detalle de lo que sucediera. Sus ojos esmeraldas relampaguearon de ansiedad, mientras adoptaba una posición aún más cómoda desde las alturas.
El viento seguía soplando en su contra y estaba teniendo serias dificultades para aguzar su sentido del oído.
Observó en silencio como uno de los vampiros se separaba de los demás, y se encaminaba derecho a uno de los Guardias. Ni siquiera le dio tiempo para reaccionar cuando el cuerpo caía hacía el suelo, inerte y desprovisto de toda vida.
Bestias repugnantes. Nunca antes había tenido problemas con Vampiros, pero también se debía a que nunca se había topado con algunos que mostraran una actitud tan vil y perversa. No eran como los licántropos, que en ciertas noches tendían a perder todo el uso de razón, cuando no se paseaban alardeando de todas sus capacidades y lo fuertes que eran. Por eso no les soportaba; él había experimentado de primera mano lo que causa tal grado de confianza y autosuficiencia.
Se lamentó en silencio por el camarada caído, mientras movía su mano derecha hacia el cinturón. Allí colgado reposaba un elegante bastón de ébano, cuya empuñadura era una cabeza de lobo hecha de marfil. Lo asió con seguridad y pulso firme, y entonces miró al nivel de la calle. En un abrir y cerrar de ojos, su silueta había desaparecido por completo.
El vampiro recién se incorporaba, mirando a sus camaradas con unos ojos llenos de satisfacción mientras se limpiaba la sangre desperdiciada de sus labios con una manga de su camisa. Se disponía a reunirse con sus otros dos camaradas cuando la mueca se le congeló. Cayó al suelo con un golpe seco y la mirada vacía, fuera de combate. Noah surgió de entre las sombras, con expresión severa, mientras empuñaba aquél bastón. No cabía duda que guardaba algún que otro as en la manga, pero resultaba obvio que para tumbar a un vampiro se requería de una fuerza respetable… o sencillamente había que saber dónde golpear.
Uno de los chupasangres salió huyendo, mientras que el otro se encaró hacia él, enseñándole los dientes en una clara señal de desafío. Noah se preparó, con el bastón en ristre. En el justo momento en que asía con decisión el arma, irrumpió una tercera persona. Elegantemente vestida, era como una muñeca de porcelana con labios de sangre que hubiera cobrado vida. Tenía un aire de superioridad que la hacía destacar, pero no pudo determinar qué era porque el viento seguía moviéndose caprichosamente y no de una forma favorable para él.
Volvió a mirar hacia su objetivo, que parecía divertido ante el giro inesperado de los sucesos. Eran dos contra uno: el licántropo estaba en una clara desventaja, incluso armado con aquél hermoso bastón...
Ante el beneficio de la duda, se permitió el lujo de frenar sus acciones. No sería humano tratar de forma tan cruel a otros seres, fueran del tipo que fueran, sólo porque no se fiaba de sus apariencias y su comportamiento. De modo que esperó pacientemente, intentando no perderse ni el más mínimo detalle de lo que sucediera. Sus ojos esmeraldas relampaguearon de ansiedad, mientras adoptaba una posición aún más cómoda desde las alturas.
El viento seguía soplando en su contra y estaba teniendo serias dificultades para aguzar su sentido del oído.
Observó en silencio como uno de los vampiros se separaba de los demás, y se encaminaba derecho a uno de los Guardias. Ni siquiera le dio tiempo para reaccionar cuando el cuerpo caía hacía el suelo, inerte y desprovisto de toda vida.
Bestias repugnantes. Nunca antes había tenido problemas con Vampiros, pero también se debía a que nunca se había topado con algunos que mostraran una actitud tan vil y perversa. No eran como los licántropos, que en ciertas noches tendían a perder todo el uso de razón, cuando no se paseaban alardeando de todas sus capacidades y lo fuertes que eran. Por eso no les soportaba; él había experimentado de primera mano lo que causa tal grado de confianza y autosuficiencia.
Se lamentó en silencio por el camarada caído, mientras movía su mano derecha hacia el cinturón. Allí colgado reposaba un elegante bastón de ébano, cuya empuñadura era una cabeza de lobo hecha de marfil. Lo asió con seguridad y pulso firme, y entonces miró al nivel de la calle. En un abrir y cerrar de ojos, su silueta había desaparecido por completo.
El vampiro recién se incorporaba, mirando a sus camaradas con unos ojos llenos de satisfacción mientras se limpiaba la sangre desperdiciada de sus labios con una manga de su camisa. Se disponía a reunirse con sus otros dos camaradas cuando la mueca se le congeló. Cayó al suelo con un golpe seco y la mirada vacía, fuera de combate. Noah surgió de entre las sombras, con expresión severa, mientras empuñaba aquél bastón. No cabía duda que guardaba algún que otro as en la manga, pero resultaba obvio que para tumbar a un vampiro se requería de una fuerza respetable… o sencillamente había que saber dónde golpear.
Uno de los chupasangres salió huyendo, mientras que el otro se encaró hacia él, enseñándole los dientes en una clara señal de desafío. Noah se preparó, con el bastón en ristre. En el justo momento en que asía con decisión el arma, irrumpió una tercera persona. Elegantemente vestida, era como una muñeca de porcelana con labios de sangre que hubiera cobrado vida. Tenía un aire de superioridad que la hacía destacar, pero no pudo determinar qué era porque el viento seguía moviéndose caprichosamente y no de una forma favorable para él.
Volvió a mirar hacia su objetivo, que parecía divertido ante el giro inesperado de los sucesos. Eran dos contra uno: el licántropo estaba en una clara desventaja, incluso armado con aquél hermoso bastón...
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/04/2011
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Re: Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
Continué caminando de forma sensual y elegante por la cera que conducía a la puerta del teatro, pero me detuve al observar como otro vampiro se aproximaba podía intuir sus deliciosas intenciones. Sonreí y me detuve, yo no era quien para interrumpir la cena de nadie. Por otro lado, me interesaba ver su método de caza, siempre se puede aprender algo de los otros.
Me decepcioné un poco, era simplemente un vampiro vulgar. No poseía gracia, ni la menor elegancia para cazar, tampoco era cruel o tenía algún método al que sacarle provecho. Solo iba hacia su víctima y lo mataba. Bufé muy levemente, revelando en cierta forma mi presencia. El sonido fue tan bajo que a mi parecer solo oídos.
Levanté la mirada, aun si quitarme la capucha de la capa, y pude contemplar al licántropo que se hallaba en el techo, el cual saltó de forma umm… como podría describirlo ¿firme? ¿Decidida? O tal vez ¿deseando vengar al guardia? Esto se pondría muy interesante. Lo pensé un segundo y lo decidí, más que la obra que se desarrollaba dentro del teatro, me dedicaría a contemplar esta representación fuera del recinto.
Miré al inmortal que había asesinado y pude ver como limpiaba la sangre de su boca, con la manga de su camisa. Oh! Santo cielo, que desperdicio de sangre. Sinceramente, este grupito necesitaba mucha orientación. Cometían demasiados errores. Aspiré profundamente y me deleité con el olor de la sangre. Un delicioso manjar, sin duda alguna.
El hombre que había caído de los cielos, golpeó con fuerza al uno de los inmortales y éste cayó al suelo, produciendo un estruendo. Otro vampiro huyó y por último uno se encaró. Me aproximé un poco más, pues quería observar en la mejor fila el espectáculo. El joven vampiro me observó y no pude más que sonreír. Me di cuenta de que mi gesto había tenido una interpretación errada, ya que el inmortal pensaba que sería su aliada por el mero hecho de ser de su especie. Que equivocado estaba el pobre, no tenía motivos para involucrarme en una lucha que no era mía.
El viento seguía soplando con un poco de intensidad, lo que provocaba que mi capa de agitase. Me dediqué a examinar al hombre lobo que estaba cerca, tenía el aspecto de un hombre elegante, en realidad tenía unas lindas facciones, pero como todos los de su especie apestaba terriblemente. Miré su bastón con desdén, pues me fije que era de marfil. A pesar de su un vampiro, no podía concebir la idea que alguien se atreviera a matar a un animal y desatestaba a los compradores de ese tipo de objetos, pues también eran participes en la masacre.
¿Continuarían con su pelea ahora que mi presencia se había revelado? ¿El vampiro me pediría ayuda o atacaría simplemente esperando a que yo lo respaldara? ¿Acaso el lycan me atacaría? Mi emoción por ver lo que ocurría iba creciendo, aunque mi actitud era reservada y no mostraba el menor cambio en mi actitud serena.
Me decepcioné un poco, era simplemente un vampiro vulgar. No poseía gracia, ni la menor elegancia para cazar, tampoco era cruel o tenía algún método al que sacarle provecho. Solo iba hacia su víctima y lo mataba. Bufé muy levemente, revelando en cierta forma mi presencia. El sonido fue tan bajo que a mi parecer solo oídos.
Levanté la mirada, aun si quitarme la capucha de la capa, y pude contemplar al licántropo que se hallaba en el techo, el cual saltó de forma umm… como podría describirlo ¿firme? ¿Decidida? O tal vez ¿deseando vengar al guardia? Esto se pondría muy interesante. Lo pensé un segundo y lo decidí, más que la obra que se desarrollaba dentro del teatro, me dedicaría a contemplar esta representación fuera del recinto.
Miré al inmortal que había asesinado y pude ver como limpiaba la sangre de su boca, con la manga de su camisa. Oh! Santo cielo, que desperdicio de sangre. Sinceramente, este grupito necesitaba mucha orientación. Cometían demasiados errores. Aspiré profundamente y me deleité con el olor de la sangre. Un delicioso manjar, sin duda alguna.
El hombre que había caído de los cielos, golpeó con fuerza al uno de los inmortales y éste cayó al suelo, produciendo un estruendo. Otro vampiro huyó y por último uno se encaró. Me aproximé un poco más, pues quería observar en la mejor fila el espectáculo. El joven vampiro me observó y no pude más que sonreír. Me di cuenta de que mi gesto había tenido una interpretación errada, ya que el inmortal pensaba que sería su aliada por el mero hecho de ser de su especie. Que equivocado estaba el pobre, no tenía motivos para involucrarme en una lucha que no era mía.
El viento seguía soplando con un poco de intensidad, lo que provocaba que mi capa de agitase. Me dediqué a examinar al hombre lobo que estaba cerca, tenía el aspecto de un hombre elegante, en realidad tenía unas lindas facciones, pero como todos los de su especie apestaba terriblemente. Miré su bastón con desdén, pues me fije que era de marfil. A pesar de su un vampiro, no podía concebir la idea que alguien se atreviera a matar a un animal y desatestaba a los compradores de ese tipo de objetos, pues también eran participes en la masacre.
¿Continuarían con su pelea ahora que mi presencia se había revelado? ¿El vampiro me pediría ayuda o atacaría simplemente esperando a que yo lo respaldara? ¿Acaso el lycan me atacaría? Mi emoción por ver lo que ocurría iba creciendo, aunque mi actitud era reservada y no mostraba el menor cambio en mi actitud serena.
Cassandra Albrioni- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 272
Fecha de inscripción : 13/03/2011
Re: Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
Todo su cuerpo se hallaba en tensión ante el inminente enfrentamiento. Parecía que el tiempo había dejado de fluir, mientras aquella trinidad de individuos parecía medirse tan sólo con la mirada. Pero había algo glacial en la mirada de aquella vampiresa que a Noah le provocó un escalofrío que le recorrió todo el espinazo y le hizo desear que aquella noche corriera por sus venas el anhelante deseo que tanto odio le causaba.
Dedicó un breve tiempo a analizar a la vampiresa. Denotaba clase y estilo, aunque aquello fuera algo más que obvio en aquella raza; a diferencia de la suya propia, donde buena parte de los seres parecían estar moldeados a base de formas toscas y caracterizadas vulgarmente. Ella parecía casi una muñeca de porcelana decorada caprichosamente, pero bajo toda aquella capa de inocente fragilidad se escondía un ser que llevaba alimentándose de otros mucho más tiempo de lo que parecía. Y es que las apariencias solían engañar, incluso a unos ojos tan avezados como los de Noah.
Tan sólo fue necesario el transcurso de un segundo más para que el lícano se diera cuenta que aquél ser de la noche no iba a socorrer a su no tan afortunado congénere. De haber sido así, entre otras cosas ya habrían iniciado su ataque.
El vampiro era responsable de haber hecho acto de presencia con intención de alimentarse de la sangre de los inocentes que allí convivían durante unas horas. Casi podía llegar a sentir algo de lástima por aquél parásito de la vida que tan poco respetaba un bien tan preciado para otros.
Casi… pero no aquella noche.
Asía el arma con su diestra por aquella empuñadura de tan delicado y noble material, siendo el único conocedor de sus afilados secretos. Aquél bastón, por extraño que pudiera parecer, era considerado algo así como una reliquia familiar y ya había pasado varias generaciones de padres a hijos, a pesar que en la familia nadie tenía especial aprecio por aquellas decoraciones lobunas de marfil, más por respeto a esos animales que por el que representaban, un antecesor decidió forjarlo con sus propias manos. Resultaba tan fácil fijarse en tan despreciable detalle, tan característico de algunas clases nobiliarias arrogantes, que eran pocos quienes sospechaban lo que se ocultaba dentro de él.
Los dedos de Noah se posaron no mucho más abajo de dónde terminaba el tallado del níveo animal, y con una presteza sin precedentes, el bastón pareció romperse… pero no era más que un engaño. En realidad, aquél bastón era hueco por dentro, y en su interior yacía el letal resplandor de un acero fino como un estoque, y si se colocaba bien la cobertura exterior del mismo, parecía a ojos de los demás un simple bastón en lugar de algo peligroso; era un arma que se había ya desarrollado mucho tiempo atrás pero que había quedado relegada a un segundo plano, incluso pese a que una parte de su filo, de la cual sólo los miembros de la antigua y desaparecida familia tenían constancia, se hallaban fundidos discretos hilos de plata que no se podían percibir.
Ya entonces había sido una buena arma para defenderse de seres sobrenaturales. Y por desvaríos de los viejos hados del destino, dicho artefacto pasaría a ser empuñada por las manos de la más joven promesa de la familia, quién tiempo después pasaría a ser un licántropo. Era, por lo tanto, algo así como un arma de doble filo, si se subestimaba su naturaleza.
Aquél vampiro de antes había probado su mordisco, y ahora era el turno de aquél congénere arrogante. Con ligereza y gracilidad, y afianzando su presa sobre la empuñadura de modo que la cabeza del lobo se amoldaba perfectamente a su mano, la espada surcó el aire y comenzó a rasgar tejido y piel como la facilidad en que un cuchillo atravesaba la mantequilla. Pero su intención no era dejar tullido al vampiro, sino que fuera consciente que no tenía nada que hacer y que su voluntad se volviera exánime al pensa en su situación. Y vaya si lo consiguió. Pero esta vez, Noah no se esforzó por volver a enfundar su bastón de estoque, sino que lo dejó bien a la vista para que amedrentara al soberbio ser.
El vampiro, frustrado de rabia y sintiéndose impotente, optó por abandonar el lugar y poner pies en polvorosa.
Entonces, y sólo entonces, Noah procedió a enfundar aquél acero venenoso incluso para él mismo, pero no guardó el bastón en su cinto todavía. Lo apoyó en el suelo en un gesto inconsciente que denotaba cierto porte noble, y centró su mirada a la damisela de cerámica.
– Usted no me da la impresión que haya venido con intención de provocar una masacre por diversión o necesidad –habló con una voz que sonó calmada pero severa, y después sonrió con tristeza–. Sea como sea, lamento mucho que haya sido testigo de una escena tan bárbara…
Dedicó un breve tiempo a analizar a la vampiresa. Denotaba clase y estilo, aunque aquello fuera algo más que obvio en aquella raza; a diferencia de la suya propia, donde buena parte de los seres parecían estar moldeados a base de formas toscas y caracterizadas vulgarmente. Ella parecía casi una muñeca de porcelana decorada caprichosamente, pero bajo toda aquella capa de inocente fragilidad se escondía un ser que llevaba alimentándose de otros mucho más tiempo de lo que parecía. Y es que las apariencias solían engañar, incluso a unos ojos tan avezados como los de Noah.
Tan sólo fue necesario el transcurso de un segundo más para que el lícano se diera cuenta que aquél ser de la noche no iba a socorrer a su no tan afortunado congénere. De haber sido así, entre otras cosas ya habrían iniciado su ataque.
El vampiro era responsable de haber hecho acto de presencia con intención de alimentarse de la sangre de los inocentes que allí convivían durante unas horas. Casi podía llegar a sentir algo de lástima por aquél parásito de la vida que tan poco respetaba un bien tan preciado para otros.
Casi… pero no aquella noche.
Asía el arma con su diestra por aquella empuñadura de tan delicado y noble material, siendo el único conocedor de sus afilados secretos. Aquél bastón, por extraño que pudiera parecer, era considerado algo así como una reliquia familiar y ya había pasado varias generaciones de padres a hijos, a pesar que en la familia nadie tenía especial aprecio por aquellas decoraciones lobunas de marfil, más por respeto a esos animales que por el que representaban, un antecesor decidió forjarlo con sus propias manos. Resultaba tan fácil fijarse en tan despreciable detalle, tan característico de algunas clases nobiliarias arrogantes, que eran pocos quienes sospechaban lo que se ocultaba dentro de él.
Los dedos de Noah se posaron no mucho más abajo de dónde terminaba el tallado del níveo animal, y con una presteza sin precedentes, el bastón pareció romperse… pero no era más que un engaño. En realidad, aquél bastón era hueco por dentro, y en su interior yacía el letal resplandor de un acero fino como un estoque, y si se colocaba bien la cobertura exterior del mismo, parecía a ojos de los demás un simple bastón en lugar de algo peligroso; era un arma que se había ya desarrollado mucho tiempo atrás pero que había quedado relegada a un segundo plano, incluso pese a que una parte de su filo, de la cual sólo los miembros de la antigua y desaparecida familia tenían constancia, se hallaban fundidos discretos hilos de plata que no se podían percibir.
Ya entonces había sido una buena arma para defenderse de seres sobrenaturales. Y por desvaríos de los viejos hados del destino, dicho artefacto pasaría a ser empuñada por las manos de la más joven promesa de la familia, quién tiempo después pasaría a ser un licántropo. Era, por lo tanto, algo así como un arma de doble filo, si se subestimaba su naturaleza.
Aquél vampiro de antes había probado su mordisco, y ahora era el turno de aquél congénere arrogante. Con ligereza y gracilidad, y afianzando su presa sobre la empuñadura de modo que la cabeza del lobo se amoldaba perfectamente a su mano, la espada surcó el aire y comenzó a rasgar tejido y piel como la facilidad en que un cuchillo atravesaba la mantequilla. Pero su intención no era dejar tullido al vampiro, sino que fuera consciente que no tenía nada que hacer y que su voluntad se volviera exánime al pensa en su situación. Y vaya si lo consiguió. Pero esta vez, Noah no se esforzó por volver a enfundar su bastón de estoque, sino que lo dejó bien a la vista para que amedrentara al soberbio ser.
El vampiro, frustrado de rabia y sintiéndose impotente, optó por abandonar el lugar y poner pies en polvorosa.
Entonces, y sólo entonces, Noah procedió a enfundar aquél acero venenoso incluso para él mismo, pero no guardó el bastón en su cinto todavía. Lo apoyó en el suelo en un gesto inconsciente que denotaba cierto porte noble, y centró su mirada a la damisela de cerámica.
– Usted no me da la impresión que haya venido con intención de provocar una masacre por diversión o necesidad –habló con una voz que sonó calmada pero severa, y después sonrió con tristeza–. Sea como sea, lamento mucho que haya sido testigo de una escena tan bárbara…
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
Tensión, era lo que irradiaba de ambos hombres, aunque debo reconocer que el lobo mantenía una serenidad y elegancia que alcanzaban a asombrarme. Normalmente, se puede decir que la especie de los lycans posee de todo menos calma y sofisticación, por lo que es digno de admirar cuando alguno tiene dichas cualidades.
La inminente amenaza de confrontación hacía que el clima se volviera cada vez más excitante. Se notaba que el hombre moreno de bastón, a pesar de parecer joven, tenía experiencia en la lucha, eso o confiaba demasiado en sus habilidades lobunas. Me sorprendió gratamente saber que el licántropo tenía un arma secreta, una hoja de acero que brillaba con intensidad preciosa. Podía haberme quedado horas detallando el arma de aquel hombre, pero habría sido una distracción de novatos. Debía poner atención a la lucha, pues no sabia en qué momento esta batalla podía volverse en mi contra o involucrarme sin razón.
El sonido que hizo el arma contra el viento avivo mi atención, pero el sonido que produjo cuando rasgo la piel del vampiro me pareció terriblemente tormentoso y me hizo dar un paso hacia atrás, esto no era más que una respuesta natural de mi cuerpo en defensa de lo que era una amenaza en potencia. Lo que sucedió a continuación, no lo comprendí muy bien y hasta cierto punto me decepcionó. El licántropo había dejado huir al vampiro ¿por qué? Eso no tenía sentido, se podía ver con gran facilidad que el inmortal no hubiera dudo en matar sin compasión al lobo, entonces ¿por qué dejarlo huir? ¿No sabía que luego el vástago podía regresar con refuerzos?
Una sonrisa se dibujó en mis labios, pues me causó gracia la pose que adoptó el caballero, pues de un guerrero había pasado, rápidamente, a un noble. Escuché cuando el hombre se dirigió a mi y la primera idea que vino a mi mente fue “No te guíes por las impresiones, podría matarte ahora sin mover un dedo”. Sonreí ante la tentadora idea.
Descuide Monsieur, no tiene que lamentarlo – susurré en voz suave.
Aunque la verdad es que sí tenía que lamentarlo, no me había dejado disfrutar de una masacre completa. Había quedado con la expectativa de la muerte de algunos de los dos seres y lo que presencie fue más como una especie de aburrida advertencia. Ahora bien, lo de provocar una masacre por diversión…. Era una deliciosa idea.
La inminente amenaza de confrontación hacía que el clima se volviera cada vez más excitante. Se notaba que el hombre moreno de bastón, a pesar de parecer joven, tenía experiencia en la lucha, eso o confiaba demasiado en sus habilidades lobunas. Me sorprendió gratamente saber que el licántropo tenía un arma secreta, una hoja de acero que brillaba con intensidad preciosa. Podía haberme quedado horas detallando el arma de aquel hombre, pero habría sido una distracción de novatos. Debía poner atención a la lucha, pues no sabia en qué momento esta batalla podía volverse en mi contra o involucrarme sin razón.
El sonido que hizo el arma contra el viento avivo mi atención, pero el sonido que produjo cuando rasgo la piel del vampiro me pareció terriblemente tormentoso y me hizo dar un paso hacia atrás, esto no era más que una respuesta natural de mi cuerpo en defensa de lo que era una amenaza en potencia. Lo que sucedió a continuación, no lo comprendí muy bien y hasta cierto punto me decepcionó. El licántropo había dejado huir al vampiro ¿por qué? Eso no tenía sentido, se podía ver con gran facilidad que el inmortal no hubiera dudo en matar sin compasión al lobo, entonces ¿por qué dejarlo huir? ¿No sabía que luego el vástago podía regresar con refuerzos?
Una sonrisa se dibujó en mis labios, pues me causó gracia la pose que adoptó el caballero, pues de un guerrero había pasado, rápidamente, a un noble. Escuché cuando el hombre se dirigió a mi y la primera idea que vino a mi mente fue “No te guíes por las impresiones, podría matarte ahora sin mover un dedo”. Sonreí ante la tentadora idea.
Descuide Monsieur, no tiene que lamentarlo – susurré en voz suave.
Aunque la verdad es que sí tenía que lamentarlo, no me había dejado disfrutar de una masacre completa. Había quedado con la expectativa de la muerte de algunos de los dos seres y lo que presencie fue más como una especie de aburrida advertencia. Ahora bien, lo de provocar una masacre por diversión…. Era una deliciosa idea.
Cassandra Albrioni- Vampiro Clase Alta
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Re: Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
Mentalmente, se reprochó a sí mismo. Era difícil evitar que aflorara su actitud más formal ante desconocidos. Sabía que había algo más que sólo su actitud: un linaje noble, relegado al imperturbable paso de las eras. Pero todo aquello ya no importaba, y aun así tendía a responder con demasiada formalidad a situaciones tan peculiares como adversas; o al menos, tanto como le permitía su condición. Era consciente que eso podía dar una imagen errónea de sí mismo, pero ni siquiera las personas normales y corrientes estaban todas cortadas del mismo patrón y fieltro…
En aquella noche, bajo el abrazo del gélido ambiente, no todo eran miradas comprensivas y condescendientes. Apenas unos segundos después, se acercaron dos Guardias más: una joven de cabellos oscuros y mejillas sonrosadas por el frío, que respondía al nombre de Louise, y un sujeto de tez pálida y cabellos rubios, Eugène que irradiaba firmeza porcada poro de su piel, que miró a Noah con desprecio, como si considerara que era el responsable de todo aquél entuerto. La guardiana clavó su codo en el estómago de su acompañante, dirigiéndole una mirada de tal intensidad que bastó para que el rubicundo se irguiera, no sin esfuerzo, y se aclarase la garganta antes de suavizar la dureza con la que miraba al licántropo.
No todo el personal del Teatro era consciente de la verdadera naturaleza de Noah. Había quienes sospechaban de ello, y quienes eran totalmente ajenos a ello. Mientras tanto, en lo que se refería aquellos que conformaban la Guardia, no había secretos: ocultar según qué tipo de información podía implicar un eslabón débil en las medidas de seguridad de todo el recinto. Esa era la razón por la que los demás protectores sabían de su condición, y aunque la mayoría lo aceptaba, pues creía que les resultaba beneficiosa, había quienes consideraban que su presencia no era bienvenida y que sólo les traería más problemas. Por último, había quienes simplemente hacían caso omiso de tales hechos. Louise era una de las escasas personas que pensaban así.
La joven guardiana no pudo sino apretar el paso hacia Noah, mirando de soslayo a la otra damisela que estaba presente. Ya casi había llegado a su lado, cuando una sombra oscura se interpuso en la visión de su compañero.
Un vampiro le cortó el paso.
El mismo al que antes el lícano había dejado fuera de sentido. No lo había hecho de forma letal; el joven hombre lobo guardaba más de un as en la manga, y no era un ingenuo a la hora de enfrentarse a vampiros. En realidad, había tratado de dejar a tan fácil víctima a merced de la refinada vampiresa, pues incluso él veía que se sentía algo frustrada por el transcurso de los sucesos. No obstante, ese “obsequio” se había vuelto en su contra. Podía permitir casi cualquier cosa, pero no toleraba que, bajo ningún concepto, se hiriese a gente inocente. Eso sí que le irritaba de sobremanera, y le hacía arder la sangre maldita de sus venas.
El vampiro iba a poner sus zarpas en la piel de la joven, y ni siquiera Eugène estaba lo suficientemente cerca para detenerlo. Entonces, súbitamente, el filo de una hoja apareció en el pecho del parásito, para asombro de la guardiana. El cuerpo del vándalo se alzó en el aire, mientras éste intentaba forcejear sin éxito. Noah se hallaba detrás: había desenfundado de nuevo su venenoso estoque, y lo había atravesado en un arco diagonal y ascendente. Su mirada había perdido el brillo vivaz y encantador, y tan sólo se leía muerte y condena en esos orbes esmeraldas.
– ¿Acaso no te enseñó modales tu padre? –le gruñó, su acerada voz cortaba el aire como la más afilada de las hojas. Hizo un poco más de fuerza, arrancándole un gemido de dolor al vampiro–. Louise. ¿Estás bien?
Al ver que ella asentía con lentitud, casi en estado de shock, él volvió a centrarse en su cometido. Tras dirigir una breve disculpa por encima de su hombro a aquella vampiresa con clase, con un brusco movimiento sacó el estoque del enemigo y con gracilidad lo tumbó al suelo, boca arriba. Descendió sobre él, arma en mano, y tras un desagradable chasquido, se levantó, guardó algo que tenía en la mano en un saquito marrón, miró a Eugène, y le lanzó el saco, que éste recogió. Tan solo con cruzarse la mirada se entendían: habían arrancado los colmillos al vampiro, y recogerían el cuerpo inmóvil, pero vivo, y lo torturarían hasta que saliera el sol, como castigo por la muerte causada. Estos “juegos” eran detestados por Noah, quién no participaba en los castigos, si bien se le exigía que ante esas situaciones, si habían víctimas, se tenía que ajusticiar, le gustase o no al humilde licántropo.
Enfundó de nuevo su estoque, con gracilidad y fluidez. Sabía que probablemente sufrirían algún ataque más, pero correría el riesgo: en su corazón maldito latía la compasión, y no era propio de él no conceder una sola oportunidad.
Eugène tomó del brazo a Louise, mientras otro miembro de la Guardia acudía para hacerse cargo del vampiro herido. Noah se volvió hacia la vampiresa, cuando reparó en que tenía un hilo de sangre que le recorría el tejido de la manga izquierda de su uniforme hasta gotear al suelo. Alzó una ceja, sorprendido, moviendo los músculos de su brazo para comprobar que no tuviera heridas profundas; y es que tener una extrema resistencia al dolor no siempre eran ventajas. Extrajo de uno de los bolsillos un pañuelo de seda con el que se limpió la tela, pero afortunadamente no se había herido: tan sólo se trataba de la sangre del vampiro al que le había desprovisto de los colmillos.
Guardó de nuevo el pañuelo en su bolsillo, y suspiró pesadamente. En su mirada aún se atisbaba cierta crudeza, ya que no estaba dispuesto a bajar nuevamente la guardia. Se podía imagina lo letal que podía llegar a ser alguien que fuera portadora de tanta belleza como del silencio del que hacía gala.
– Confío, por su bien, en que no haya venido a este lugar con intenciones tan aviesas…
En aquella noche, bajo el abrazo del gélido ambiente, no todo eran miradas comprensivas y condescendientes. Apenas unos segundos después, se acercaron dos Guardias más: una joven de cabellos oscuros y mejillas sonrosadas por el frío, que respondía al nombre de Louise, y un sujeto de tez pálida y cabellos rubios, Eugène que irradiaba firmeza porcada poro de su piel, que miró a Noah con desprecio, como si considerara que era el responsable de todo aquél entuerto. La guardiana clavó su codo en el estómago de su acompañante, dirigiéndole una mirada de tal intensidad que bastó para que el rubicundo se irguiera, no sin esfuerzo, y se aclarase la garganta antes de suavizar la dureza con la que miraba al licántropo.
No todo el personal del Teatro era consciente de la verdadera naturaleza de Noah. Había quienes sospechaban de ello, y quienes eran totalmente ajenos a ello. Mientras tanto, en lo que se refería aquellos que conformaban la Guardia, no había secretos: ocultar según qué tipo de información podía implicar un eslabón débil en las medidas de seguridad de todo el recinto. Esa era la razón por la que los demás protectores sabían de su condición, y aunque la mayoría lo aceptaba, pues creía que les resultaba beneficiosa, había quienes consideraban que su presencia no era bienvenida y que sólo les traería más problemas. Por último, había quienes simplemente hacían caso omiso de tales hechos. Louise era una de las escasas personas que pensaban así.
La joven guardiana no pudo sino apretar el paso hacia Noah, mirando de soslayo a la otra damisela que estaba presente. Ya casi había llegado a su lado, cuando una sombra oscura se interpuso en la visión de su compañero.
Un vampiro le cortó el paso.
El mismo al que antes el lícano había dejado fuera de sentido. No lo había hecho de forma letal; el joven hombre lobo guardaba más de un as en la manga, y no era un ingenuo a la hora de enfrentarse a vampiros. En realidad, había tratado de dejar a tan fácil víctima a merced de la refinada vampiresa, pues incluso él veía que se sentía algo frustrada por el transcurso de los sucesos. No obstante, ese “obsequio” se había vuelto en su contra. Podía permitir casi cualquier cosa, pero no toleraba que, bajo ningún concepto, se hiriese a gente inocente. Eso sí que le irritaba de sobremanera, y le hacía arder la sangre maldita de sus venas.
El vampiro iba a poner sus zarpas en la piel de la joven, y ni siquiera Eugène estaba lo suficientemente cerca para detenerlo. Entonces, súbitamente, el filo de una hoja apareció en el pecho del parásito, para asombro de la guardiana. El cuerpo del vándalo se alzó en el aire, mientras éste intentaba forcejear sin éxito. Noah se hallaba detrás: había desenfundado de nuevo su venenoso estoque, y lo había atravesado en un arco diagonal y ascendente. Su mirada había perdido el brillo vivaz y encantador, y tan sólo se leía muerte y condena en esos orbes esmeraldas.
– ¿Acaso no te enseñó modales tu padre? –le gruñó, su acerada voz cortaba el aire como la más afilada de las hojas. Hizo un poco más de fuerza, arrancándole un gemido de dolor al vampiro–. Louise. ¿Estás bien?
Al ver que ella asentía con lentitud, casi en estado de shock, él volvió a centrarse en su cometido. Tras dirigir una breve disculpa por encima de su hombro a aquella vampiresa con clase, con un brusco movimiento sacó el estoque del enemigo y con gracilidad lo tumbó al suelo, boca arriba. Descendió sobre él, arma en mano, y tras un desagradable chasquido, se levantó, guardó algo que tenía en la mano en un saquito marrón, miró a Eugène, y le lanzó el saco, que éste recogió. Tan solo con cruzarse la mirada se entendían: habían arrancado los colmillos al vampiro, y recogerían el cuerpo inmóvil, pero vivo, y lo torturarían hasta que saliera el sol, como castigo por la muerte causada. Estos “juegos” eran detestados por Noah, quién no participaba en los castigos, si bien se le exigía que ante esas situaciones, si habían víctimas, se tenía que ajusticiar, le gustase o no al humilde licántropo.
Enfundó de nuevo su estoque, con gracilidad y fluidez. Sabía que probablemente sufrirían algún ataque más, pero correría el riesgo: en su corazón maldito latía la compasión, y no era propio de él no conceder una sola oportunidad.
Eugène tomó del brazo a Louise, mientras otro miembro de la Guardia acudía para hacerse cargo del vampiro herido. Noah se volvió hacia la vampiresa, cuando reparó en que tenía un hilo de sangre que le recorría el tejido de la manga izquierda de su uniforme hasta gotear al suelo. Alzó una ceja, sorprendido, moviendo los músculos de su brazo para comprobar que no tuviera heridas profundas; y es que tener una extrema resistencia al dolor no siempre eran ventajas. Extrajo de uno de los bolsillos un pañuelo de seda con el que se limpió la tela, pero afortunadamente no se había herido: tan sólo se trataba de la sangre del vampiro al que le había desprovisto de los colmillos.
Guardó de nuevo el pañuelo en su bolsillo, y suspiró pesadamente. En su mirada aún se atisbaba cierta crudeza, ya que no estaba dispuesto a bajar nuevamente la guardia. Se podía imagina lo letal que podía llegar a ser alguien que fuera portadora de tanta belleza como del silencio del que hacía gala.
– Confío, por su bien, en que no haya venido a este lugar con intenciones tan aviesas…
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: Cuando ha caído el telón, la verdadera obra comienza [Privado]
Observé con atención a dos humanos que se acercaban a nosotros. Una joven de cabello oscuro y un hombre rubio, como era de esperarse, se veían hermosos; puesto que a la muerte siempre le atraerá la vida. Me dio curiosidad saber que deseaban, aunque lo más probable es que hubiesen escuchado el alboroto.
En realidad, ni el lobo ni yo presentábamos algún aspecto amenazador por lo que no se me hizo extraño que se aproximaran con tanta normalidad. Pude notar cierta tensión entre los dos hombres, mientras que con la chica la relación era totalmente diferente. Lo que más me asombro es que se conocían y tenían algún tipo de relación. No es que fuera extraño que los hombres lobo tuvieran conocidos mortales, pero ¿revelarles su secreto y ayudarlos? ¿Acaso no era demasiado? Obviamente esto lo supe leyendo la mente de los mortales. Esa era una de las cosas que me molestaba de los lycans, no saben mantener un secreto; ponen en peligro a todas las especies al ir diciendo por ahí su naturaleza.
Por fin, otro acontecimiento emocionante. El vampiro que habían dejado con vida, había vuelto a vengarse. Habría sido muy emocionante ver la actitud del hombre si el vástago hubiera asesinado a su amiga ante sus ojos, pero no ocurrió de esa forma. Como era de esperar, los maravillosos reflejos del lobo reaccionaron y haciendo gala de su fina técnica clavó su arma en el pecho del vampiro. No pude evitar reír muy suavemente, cuando le pregunto sino tenías modelas. Es decir, cuando estas muerto hay muchas cosas que no te importan o pierdes con el paso de los años, la cordura es una de ellas.
El chillido del vampiro retumbó en mis oídos. A continuación, el lycam hizo algo que no pude entender y me resultaba tan fascinante que no quise arruinar el momento leyendo su mente. Él hizo un gesto de disculpas, pero no comprendí por qué lo hacía. Después un chasquido, me impresionó. Más que eso, me dejó atónita cuando cruzó la mirada con el guardián del teatro y este entendió la seña, un breve y leve escalofrío recorrió mi cuerpo. Los colmillos, realmente le había arrancado los colmillos. Creo que no me hubiera perturbado tanto de ser un brazo o una pierna, pero los colmillos… no pude sino tratar de disimular mi rostro de perplejidad, tras una máscara de serenidad e indiferencia. Ser enemigo de este lobo, podía en realidad ser muy peligroso. Tenía estilo para luchar y sabía lo que hacia, pero ¿por qué se prestaba para tan horribles actos? Miré al vampiro, por un momento pensé en ayudarlo. Era joven, falto de experiencia, sin clase y muchas otras cosas, pero ¿realmente era necesario que lo torturaran? Creo que fue un momento de identificación con la especie.
El aroma de la sangre chocó contra mi nariz. Sí, era del vampiro. Pobre desafortunado, su único crimen fue buscar comida dónde no debía y pensar que con su nivel podía enfrentarse al licano.
Miré al hombre que se hallaba frente a mí, mientras limpiaba la sangre que le escurría por la manga de la camisa. Al escuchar sus palabras no pude más que aplaudir. Me quité la capucha de la capa y exclamé:
-Muy bien. Aunque un poco cruel, estuvo bastante bien. Por un momento pensé que esto sería más aburrido. Nada mal para un lobo. –Dejé de aplaudir y proseguí- descuida, no vengo en plan de caza; aunque cuando este aburrida y me apetezca una buena pelea vendré hacia acá. La diversión no se hará esperar-.
En realidad, ni el lobo ni yo presentábamos algún aspecto amenazador por lo que no se me hizo extraño que se aproximaran con tanta normalidad. Pude notar cierta tensión entre los dos hombres, mientras que con la chica la relación era totalmente diferente. Lo que más me asombro es que se conocían y tenían algún tipo de relación. No es que fuera extraño que los hombres lobo tuvieran conocidos mortales, pero ¿revelarles su secreto y ayudarlos? ¿Acaso no era demasiado? Obviamente esto lo supe leyendo la mente de los mortales. Esa era una de las cosas que me molestaba de los lycans, no saben mantener un secreto; ponen en peligro a todas las especies al ir diciendo por ahí su naturaleza.
Por fin, otro acontecimiento emocionante. El vampiro que habían dejado con vida, había vuelto a vengarse. Habría sido muy emocionante ver la actitud del hombre si el vástago hubiera asesinado a su amiga ante sus ojos, pero no ocurrió de esa forma. Como era de esperar, los maravillosos reflejos del lobo reaccionaron y haciendo gala de su fina técnica clavó su arma en el pecho del vampiro. No pude evitar reír muy suavemente, cuando le pregunto sino tenías modelas. Es decir, cuando estas muerto hay muchas cosas que no te importan o pierdes con el paso de los años, la cordura es una de ellas.
El chillido del vampiro retumbó en mis oídos. A continuación, el lycam hizo algo que no pude entender y me resultaba tan fascinante que no quise arruinar el momento leyendo su mente. Él hizo un gesto de disculpas, pero no comprendí por qué lo hacía. Después un chasquido, me impresionó. Más que eso, me dejó atónita cuando cruzó la mirada con el guardián del teatro y este entendió la seña, un breve y leve escalofrío recorrió mi cuerpo. Los colmillos, realmente le había arrancado los colmillos. Creo que no me hubiera perturbado tanto de ser un brazo o una pierna, pero los colmillos… no pude sino tratar de disimular mi rostro de perplejidad, tras una máscara de serenidad e indiferencia. Ser enemigo de este lobo, podía en realidad ser muy peligroso. Tenía estilo para luchar y sabía lo que hacia, pero ¿por qué se prestaba para tan horribles actos? Miré al vampiro, por un momento pensé en ayudarlo. Era joven, falto de experiencia, sin clase y muchas otras cosas, pero ¿realmente era necesario que lo torturaran? Creo que fue un momento de identificación con la especie.
El aroma de la sangre chocó contra mi nariz. Sí, era del vampiro. Pobre desafortunado, su único crimen fue buscar comida dónde no debía y pensar que con su nivel podía enfrentarse al licano.
Miré al hombre que se hallaba frente a mí, mientras limpiaba la sangre que le escurría por la manga de la camisa. Al escuchar sus palabras no pude más que aplaudir. Me quité la capucha de la capa y exclamé:
-Muy bien. Aunque un poco cruel, estuvo bastante bien. Por un momento pensé que esto sería más aburrido. Nada mal para un lobo. –Dejé de aplaudir y proseguí- descuida, no vengo en plan de caza; aunque cuando este aburrida y me apetezca una buena pelea vendré hacia acá. La diversión no se hará esperar-.
Cassandra Albrioni- Vampiro Clase Alta
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