Oscuro Iconoclasta (Libre)

por **Armand Duchamp** Jue Ene 28, 2016 2:39 am

"Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del Sol."
Samuel 12: 11

Que podía darme Dios que no tuviese ya... ¡Nada!
El deseo oscuro de tantear entre los ojos lo que la biblia prohíbe como un rezo a mano izquierda o como el beso con un asno mientras eres empalado y sus gritos ahogados en vinagre. Que recordareis que sois el más grande entre los grandes y que los hijos de Dios me obedecerán o moriréis en el intento, es por eso que soy el Alfa y algún día el Omega, porque en ella cargo el báculo de José, como el anillo de Pedro que algún día gozara en mis manos la grandeza que merece o el destino de caer en un baño de Sangre...
El Teatro era buen lugar para gozar de los placeres mundanos de la tragedia y el caricaturesco deseo de la burlesca parodia en la vida misma, quienes ellos comprendían que de ciertos personajes podían sacar un orgasmo platoniano o el suficiente odio para ser ahorcado en medio de la plaza publica, como burlar a su excelentísimo servidor, quien merecía respeto divino.

Junto a mi presencia divina se encontraban unos restrojos de la nobleza borgoñesa, unos campesinos aburguesados que creían ser parte de la realeza francesa, pero solo eran vasallos del rey y la reina, donde de seguro eran mirados como feudales arcaicos y un tanto ortodoxos.
Era lo que ocurría con la nueva clase, los aburguesados, aquellos que habían sido pobres toda su vida y con unos francos pensaban conquistarían el mundo, alimañas creadas por Montesquieu en el abrazo de las libertades individuales. Puras patrañas... puro puterío barato, seguían siendo unos asquerosos campesinos apestosos de estiércol, solo que con joyas de baja calidad, seguramente hechos de oro peruano.
Su risa pérfida y poco disimulada dejaban entrever que nunca habían visto una obra siquiera de Shakespeare, ni siquiera Macbeth la cual observaba, exaltado tratando de disfrutar del espectáculo.

Duncan:
¡Oh, esforzado primo, caballero digno de honor!

Sargento:
Así como del Oriente donde el Sol nace estallan tempestades horribles y ensordecedores truenos, de esa victoria que parecía traernos satisfacciones se produce la inquietud. Escucha, Rey de Escocia, escucha: apenas la justicia se unió a la fuerza, obligó a esos villanos saltarines a confiar en sus talones; pero el señor de Noruega, con armas brillantes y fuertes refuerzos de hombres, comenzó ventajosamente un nuevo ataque.

Era realmente una obra de arte que provocaba me excitara en un cuarto de momento, pero que malnacidos los bastardos aquellos quienes no dejaban a su servidor escuchar con especial atención el acto primero de Macbeth...

- Si no se callan, os prometo que lo ultimo que reirán sera mientras introducen un hierro hirviendo por sus agujeros... .

- O...Obis...po... Duchamp, lo sentimos... -

Pensaban que porque ahora gozaban de ciertos malditos derechos podían pasar por sobre mi y no sabían lo que les esperaba afuera del teatro si no se iban antes de que lo terminara...

- ¿Me mando a llamar su excelencia...? -

- Querido... procura al final de la obra aprendan a que no deben interrumpir nunca más mi climax... -

- Como ordene su majestad... -

Era hermoso pensar en lo que les ocurriría en el camino a estos asquerosos campesinos con dinero... pero mientras se escuchaba de fondo una deliciosa melodía y los diálogos de Duncan y el Sargento, no podía sentirme más extasiado...

Sargento:
¿Intimidan, acaso, el gorrión al águila y la liebre al león?(...)

por **Brün Rothschild** Jue Ene 28, 2016 6:55 pm

Estaba acompañado de un hombre basto, con su vocabulario vulgar y coloquial, típico de los hombres de poco intelecto, pero mucho dinero. No le sorprendía mucho sus comentarios que llegaban a un extremo de estar al límite de su prudencia, pero ella; al contrario. Podía sacarle cierta diversión a sus comentarios y entablar una conversación entre susurros y risas, que tratan de ser discretas par. La bruja rio suavemente, dejado que este comentara y tocara todo lo que quisiera; se sentía segura, sabía que un hombre como él, no tendría los mismo reflejos y astucia que la bruja poseía, si llegara a querer intentar sobrepasarse. — ¿Exprimirlo? Aun la noche es muy joven para eso Monsieur — dejo salir una amplia carcajada. Ella mientras miraba de reojo hacia los lados, teniendo cierta desconfianza de las personas que comenzaban merodear cerca de ellos, pero el hombre volvió a susurrar algo a su oído lo que hizo que hizo se le escapara otra risilla más.

—¿Esta Tratado de seducirme?— comento haciendo un pequeño ademan con la mano. Parecía que deseaba estarle importancia a sus comentarios, lo que pareció molestar al hombre, lo cual advirtió la pelirroja y quiso apartarse del hombre —No deberías estar amenazando a la gente en el estado que estas — lo cuestiono, como su estuviera regañando a un infante. Salió del palco en donde estaba, busco una piel de animal, que le cubriría todo el cuerpo del inclemente frio que aun se podía sentir en la noche. — Ese hombre no sabe quien soy yo… — bufaba mientras se alejaba del hombre. Pero este no se detuvo allí, Brünhilde escucho sus pasos y se apresuro para esconderse en el.

— No creo que me encuentre… — susurro. Se alzo los hombros y comenzó a arreglar su vestido, que el caballero había tenido la dicha de desarreglar un poco.

— ¿!Que haces aqui!? — lo miro de reojo y siguió haciendo lo suyo hasta que el hombre que preguntaba la sujeto del hombro con cierta fuerza — Esto es un palco privado…— la arrastraba en del lugar cuando detallo el color de su cabellera. Retrocedió un poco, quedándose petrificado — Tu cabello…. — Susurro

— Es pintado — Mintio. En ese momento supo que debía escapar…

por **Armand Duchamp** Lun Feb 01, 2016 11:37 pm

"Cuando dos hombres se estén peleando y la esposa de uno de ellos venga a rescatar a su esposo de manos de su atacante, si la mujer le hiere los genitales al otro hombre, tú le cortarás a ella la mano. No le tendrás compasión."
Deut. 23:1

Quien complace a Dios recibe la vida eterna, quien entrega al padre a su virgen para que desposeída haga con ella lo que le plazca, recibirá miles de honores en su presencia... quien se arrodille para el placer de su servidor en la oscuridad del confesionario... recibirá el la bendición de un hombre divino...

Como seguía diciendo, la muchedumbre aburguesada tenia la pésima costumbre de no gozar del arte, era como esas personas que pensaban que sus dolores eran más importantes que la misa misma y la interrumpían con un fervor malacatoso, digno de los fanatismos musulmanes que no requerían mayor explicación, por eso se confundía a la burguesía con los animales con agua nueva, la sonrisa por el dinero les sonaba igual que ruido que hacían los cerdos cuando les traías los restos de la mejor comida de la realeza. Lloraban de alegría...
Una cosa, era pensar que Francia se renovaría a causa de sus revoluciones ridículas y otra muy distinta, era pensar que los pobres serian igual a los ricos, que disfrutarían de las mismas cosas, que tendrían la inteligencia de comprender la diferencia entre Macbeth y las porquerías a las que estaban acostumbradas a observar...

Parte de la Frenología decía que, los pobres al igual que ciertos estereotipos sociales, eran más propensos a la estupidez y era parte de nosotros, de la Ilustre Santa Iglesia Católica encargarnos de aquellos retrasados, la muchedumbre... la muchedumbre no era más que eso, cerdos con comida nueva... revolcándose en el lodo por unos pocos francos.

Hace un rato... después de la salida de estos engreídos se escuchaba un alboroto en el pasillo del palco superior, cada vez gritaban con más fuerza a vista y paciencia de su excelencia... ¡Como odiaba que no me dejaran en paz!

- Hey... ¿que rayos esta ocurriendo afuera? -

- No lo se su excelencia... -

- Pues ve a ver idiota, no hagas que me altere. -

El idiota había ido entonces a investigar que estaba sucediendo, desde que esta maldita muchedumbre podían visitar preciosidades como el teatro, toda decencia se había perdido en estos malditos lugares.

- Señor... hay una señorita en el pasillo... ¿Le digo se vaya? -

- ¿Esta sola? -

- No su excelencia, al parecer discutía con alguien -

- Tráela... -

Quizás me faltaba algo de compañía...

- Ah... antes que te vayas... asegúrate de hacer lo que te pedí, que no queden vivos estos putos burgueses... -

-...si su señoría. -

- Señorita, su excelencia, el obispo Duchamp quiere verla. - « Se escucha el murmullo en el pasillo »

Duncan
Tanto te elevan tus palabras como tus heridas: unas y otras respiran honor. ¡Llévenlo a curar!

Duncan
Pero, ¿quién viene?

Malcolm
El ilustre barón de Ross.

Lennox
¡Qué ansias se le escapan de los ojos! Tal es su mirada, que parece decirnos cosas extraordinarias.

Ross
¡Viva el Rey!

No... viva el obispo... viva yo... solo yo.

por **Brün Rothschild** Lun Mar 21, 2016 12:45 am

El caballero que la sostenía del brazo no la soltaba, se había convertido como una estatua hasta que otro personaje apareció y le indico que la soltara. Ellos eran como cascarones vacios que andaban de aquí y allá complaciendo las vanidades a un ser superior. Al cual no se le podía decir negar nada. El recién llegado quiso calmar un poco los ánimos que estaban algo caldeados entre la pelirroja y su agresor, pues su superior parecía ser molestado por aquella pequeña riña entre ellos dos.

—Lo siento, discúlpeme de verdad, no era mi intensión… yo ya me iba — quiso excusarse ella y salir pronto de ese lugar. Pero nuevamente la detuvieron con una noticia que la dejo un poco desconcertada

- Señorita, su excelencia, el obispo Duchamp quiere verla. –

Brünhilde parpadeo varias veces — ¿El obispo? — pregunto. Como si se tratara de una especie de broma quiso reírse, pero antes de hacerlo aquel peón que le indicaba tal propuesta; sin opciones a rechazar. Asentía afirmando lo anterior dicho.

Con un ademan de mano le indico hacia dónde dirigirse, ella bufo suavemente caminando hacia esa dirección. Sostenía su frondoso vestido con sus dos manos mientras detrás de ella estaba el joven que la guiaba. La bruja se detuvo en el umbral de la puerta mientras el caballero la anunciaba y con otro ademan de manos le indicaba que podía entrar.

La joven pelirroja entro al palco del obispo, detallo de reojo lo que podía en ese momento, antes de tener que inclinarse y con la voz más encantadora que tenía saludar al obispo que parecía sumergido en la actuación que se daba debajo de ellos.

—Su excelencia… — hizo una reverencia, sin saber si este la había visto. — me siento inmensamente honrada por su invitación, pero temo no ser digna de ella ― susurro suavemente. Deseando no interrumpir su concentración.

Y pensar que un importante personaje de la iglesia, estaba al frente un ser que había asesinado a mas de una docena de inquisidores a sangre fría…

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