AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Eco de los Aplausos {Perbidius}
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El Eco de los Aplausos {Perbidius}
Richard de Limoges entró sin dejar rastro de sus pasos, a pesar de su presencia, no hubo eco, ni retumbar de los cuervos. La Catedral de Notre Dame era una obra hermosa, una grata reminiscencia de un catolicismo destruido por el racionalismo ilustrado. Por fortuna, a Richard le era indiferente su verdadera procedencia, en tanto que esta cumpliera su función estética… Pues la cumplía, con excelentes resultados. Como muestra de ello, una ligera sonrisa se desmantelaba entre sus labios. – Brillante… - Sus ojos se alzaron contemplativos ante la altura interior de la Casa de Dios, extendiendo paralelamente su sonrisa, hasta que una discreta carcajada salió de su aliento para cortarse a si misma con el retumbar de la sonoridad del lugar.
Sus ojos volvieron a bajar, y con ello, ambas manos se alzaron con lentitud dejando que la palma de estas enfocaran al cielo… El ser inmortal mantuvo una postura de revelación durante unos instantes, entre los cuales, podría haberse convertido al catolicismo; no obstante, un arrebato de indiferencia ante esa idea le condució a volver a adoptar su inicial postura altiva, con su izquierda en su espalda y su derecha abierta a la altura de su ombligo.
Con la barbilla levemente alzada, avanzó entre las paredes grisáceas para terminar entre los bancos de madera, enfocados a un suntuoso y largo altar con el mesías crucificado en el. Con paso decidido y constante, avanzó con magnanimidad entre inexistentes devotos, a los cuales, les dirigía la mirada tal si fuera el soberano de todos ellos… Podía llegar a serlo con suma facilidad si fuera ese su deseo, pero pensó que aún no se le había arrebatado una cantidad tan suntuosa de cordura como para marcarse un objetivo de esas magnitudes.
Al llegar al final del recorrido Real subió los peldaños con lentitud hasta llegar hacia el Altar vacío. No había ningún sacerdote, ningún guardián templario… Con lentitud, llegó a la parte trasera del Altar, donde se giró hacia la puerta de la Catedral, y des de ahí, sonrió a su pueblo.
- He de confesaros que, sin duda alguna, vuestro gusto es sorprendente e innovador. Quizás ahora ellos… - Alargó su derecha reprochando con un rápido gesto a los bancos de madera oscura - lo ven como una moda atrasada, pero concluyo contigo al pensar que estamos por encima de eso. París es lo que antaño fue Constantinopla, los ojos del mundo están puesto en él, y por nuestra fortuna, siquiera ha madurado aún… - Sus ojos bajaron levemente al tiempo que profundizaban en un parpadeo eterno. – Sabes que no soy dado a hablar a la Divinidad… tan solo espero que seáis vos quien me escuchéis y no otro.
Su derecha bajó hasta tocar el mármol del altar con los dedos esperando que, por su sensatez Cyrille le estuviera escuchando des de las sombras del sacrosanto lugar. Sabía que de haber un encuentro concertado jamás haría tarde, y que seguramente, haciendo ademán de su paciencia, se encontraba ya en Notre Dame.
Sus ojos volvieron a bajar, y con ello, ambas manos se alzaron con lentitud dejando que la palma de estas enfocaran al cielo… El ser inmortal mantuvo una postura de revelación durante unos instantes, entre los cuales, podría haberse convertido al catolicismo; no obstante, un arrebato de indiferencia ante esa idea le condució a volver a adoptar su inicial postura altiva, con su izquierda en su espalda y su derecha abierta a la altura de su ombligo.
Con la barbilla levemente alzada, avanzó entre las paredes grisáceas para terminar entre los bancos de madera, enfocados a un suntuoso y largo altar con el mesías crucificado en el. Con paso decidido y constante, avanzó con magnanimidad entre inexistentes devotos, a los cuales, les dirigía la mirada tal si fuera el soberano de todos ellos… Podía llegar a serlo con suma facilidad si fuera ese su deseo, pero pensó que aún no se le había arrebatado una cantidad tan suntuosa de cordura como para marcarse un objetivo de esas magnitudes.
Al llegar al final del recorrido Real subió los peldaños con lentitud hasta llegar hacia el Altar vacío. No había ningún sacerdote, ningún guardián templario… Con lentitud, llegó a la parte trasera del Altar, donde se giró hacia la puerta de la Catedral, y des de ahí, sonrió a su pueblo.
- He de confesaros que, sin duda alguna, vuestro gusto es sorprendente e innovador. Quizás ahora ellos… - Alargó su derecha reprochando con un rápido gesto a los bancos de madera oscura - lo ven como una moda atrasada, pero concluyo contigo al pensar que estamos por encima de eso. París es lo que antaño fue Constantinopla, los ojos del mundo están puesto en él, y por nuestra fortuna, siquiera ha madurado aún… - Sus ojos bajaron levemente al tiempo que profundizaban en un parpadeo eterno. – Sabes que no soy dado a hablar a la Divinidad… tan solo espero que seáis vos quien me escuchéis y no otro.
Su derecha bajó hasta tocar el mármol del altar con los dedos esperando que, por su sensatez Cyrille le estuviera escuchando des de las sombras del sacrosanto lugar. Sabía que de haber un encuentro concertado jamás haría tarde, y que seguramente, haciendo ademán de su paciencia, se encontraba ya en Notre Dame.
Vadalar- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 29/09/2010
Re: El Eco de los Aplausos {Perbidius}
El silencio se había visto interrumpido, y junto al mismo su meditación. Ciertamente le hubiera supuesto una gran irritación el quebrar de aquél momento en la mayoría de las ocasiones, sin embargo la voz del agitador que había hundido su retórica en la Catedral le era preciada, y antes de poder alzar una propuesta o tensar sus músculos, tan solo dejó correr una leve y moderada sonrisa, la cual perfilara su rostro con una pátina de blanca y nívea suavidad. Con usual paciencia, emergió de entre las tinieblas que sumergían la zona posterior al altar, a espaldas de Vadalar. Sin duda sabía que era absurdo engañar los oídos de tan antiguo e inmortal guerrero, de modo que permitió que las suelas de sus zapatos resonaran en el ábside.
Vestía una túnica negra y bien perfilada, junto a un elegante y sencillo alzacuellos. Sin duda la aparición de Perbidius vestido de monje se antojaba cuanto menos inaudita, sin embargo obedecía a los cargos y objetivos que este pretendía lograr en aquél emplazamiento, en Notre Dame. Hospedado por el arte y la gloria religiosa de la tradición subyacente en cada piedra de la catedral, sus pasos concluyeron al lado de su hermano de sangre, portando un libro rojo y elegantemente decorado, el cual entre ambas manos, dejaba colgar un oscuro rosario finalizado en la católica imagen de la cruz.
La mirada afilada y aguda del inmortal se mantuvo contra el perfilado rostro de Vadalar, relajando ligeramente su postura al mismo tiempo que su atención tornaba lenta y parsimoniosamente hacia la visión de la puerta, desde el altar. Con cierta sensación de éxito aún no alcanzado, su faz reveló una dicha bañada en contento, y con ella revisó cada banco y cada ornamento del emplazamiento para, una vez terminado el deliberado escrutinio, volverse hacia Vadalar y entreabrir sus labios en un gesto lento y desigual a la brusquedad de su giro de talones.
- Que poco respeto, Hermano. Dios os quemará vivo por esa ofensa, os condenará a una eternidad de sufrimiento y arderéis en la más viva llama del infierno hasta que supliquéis redención, y ni siquiera entonces os perdonará. – Su tono fue de reproche, sin embargo una faz severa se alteró con gran facilidad a la burlesca, acariciando el rosario.- Aunque, bien es cierto que no parece castigaros en su propia casa, y si mal no recuerdo tampoco lo hizo en su momento en el templo ortodoxo, ni se atrevieron los dioses griegos o los romanos. ¿Es que quizás les gusta ser insultados y desafiados? Si...-. Su voz se tornó susurrante en tanto que enarcaba una ceja.- Se aburrirían sin nosotros, y por eso, como sus más dignas criaturas, hemos sido bañadas con la eternidad, para ser la viva imagen de su desmesurado ego.
Su sonrisa cerró su discurso, quedando a merced de la reacción de Vadalar en tanto que su mano izquierda apoyaba con cierta paciencia el libro religioso contra su pecho, llevando con la diestra el rosario a la cubierta del mismo.
Vestía una túnica negra y bien perfilada, junto a un elegante y sencillo alzacuellos. Sin duda la aparición de Perbidius vestido de monje se antojaba cuanto menos inaudita, sin embargo obedecía a los cargos y objetivos que este pretendía lograr en aquél emplazamiento, en Notre Dame. Hospedado por el arte y la gloria religiosa de la tradición subyacente en cada piedra de la catedral, sus pasos concluyeron al lado de su hermano de sangre, portando un libro rojo y elegantemente decorado, el cual entre ambas manos, dejaba colgar un oscuro rosario finalizado en la católica imagen de la cruz.
La mirada afilada y aguda del inmortal se mantuvo contra el perfilado rostro de Vadalar, relajando ligeramente su postura al mismo tiempo que su atención tornaba lenta y parsimoniosamente hacia la visión de la puerta, desde el altar. Con cierta sensación de éxito aún no alcanzado, su faz reveló una dicha bañada en contento, y con ella revisó cada banco y cada ornamento del emplazamiento para, una vez terminado el deliberado escrutinio, volverse hacia Vadalar y entreabrir sus labios en un gesto lento y desigual a la brusquedad de su giro de talones.
- Que poco respeto, Hermano. Dios os quemará vivo por esa ofensa, os condenará a una eternidad de sufrimiento y arderéis en la más viva llama del infierno hasta que supliquéis redención, y ni siquiera entonces os perdonará. – Su tono fue de reproche, sin embargo una faz severa se alteró con gran facilidad a la burlesca, acariciando el rosario.- Aunque, bien es cierto que no parece castigaros en su propia casa, y si mal no recuerdo tampoco lo hizo en su momento en el templo ortodoxo, ni se atrevieron los dioses griegos o los romanos. ¿Es que quizás les gusta ser insultados y desafiados? Si...-. Su voz se tornó susurrante en tanto que enarcaba una ceja.- Se aburrirían sin nosotros, y por eso, como sus más dignas criaturas, hemos sido bañadas con la eternidad, para ser la viva imagen de su desmesurado ego.
Su sonrisa cerró su discurso, quedando a merced de la reacción de Vadalar en tanto que su mano izquierda apoyaba con cierta paciencia el libro religioso contra su pecho, llevando con la diestra el rosario a la cubierta del mismo.
Perbidius- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: El Eco de los Aplausos {Perbidius}
El inmortal giró todo su cuerpo al oír la voz de su hermano. Escuchando sus palabras, parpadeante, deslizaba una leve sonrisa a la par que sus ojos observaban con escrutinio las vestimentas de este. Como primer impacto podría admitir que le sorprendió, pero la conclusión posterior fue de lo más lógica y razonable dentro de la ya conocida mentalidad de Perbidius. Pues conocía la facilidad de su hermano para coger un submundo a su antojo, modificarlo a su gusto, y acabar siendo el centro neurálgico del mismo. Había visto a su hermano con túnicas y armaduras romanas, con hábitos ortodoxos, moda renacentista e incluso con peluca empolvada… Dentro de esa perspectiva, el hecho de que vistiera de sacerdote, no dejaba de ser tradicionalista y sobrio.
Tras su leve discurso, alzó ambas cejas al tiempo que exceptuaba levemente sus labios hacia la ironía, para responderle con rápida avidez:
- Ciertamente, ambos sabemos por igual que el ego de los Dioses tiene un profundo y sádico sentido de la devoción… El martirio es un vivo ejemplo de ello, y nuestras intervenciones para con esa actividad siempre les han sido gratas, al menos, a mí me lo parecerían de ocupar su Santuario. - Retiró levemente su torso hacia atrás, elevando así su postura y mirada. Su vista alcanzó nuevamente la estructura superior de la Catedral, al tiempo que se daba un pequeño respiro para seguir hablando- No obstante, dejando de lado a los invisibles todopoderosos y tu excéntrica tendencia… - Bajó la vista sonriendo de nuevo amenizando su expresión con un leve gesto de la mano derecha – Admito que ese lugar no tiene precedentes, pues a pesar de que tendríamos constantes visitas, formaríamos parte de uno de los puntos neurálgicos de la ciudad y el fervor de esta ciudad franca. Lo que, con sinceridad, desconozco la estructura de ese sacrosanto lugar…
Tras su comentario, avanzó ligeramente hacia la gran Cruz que sostenía a una figura de cristo tallado en madera, para, una vez delante, alargar su diestra y, con la yema de los dedos, acariciar los pies de este, tal si pudiera notar la sangre correr por la piel fustigada, fruto de la pasión del poco agraciado profeta inmortalizado. Su rostro se giró rápidamente hacia Perbidius siguiendo el hilo lógico hasta ahora.
- ¿Estáis seguro de que Notre Dame es el lugar Idóneo para nuestros propósitos…? Su belleza es exuberante pero, ¿Cumplirá con lo necesario para acatar a nuestras voluntades? No veo, lugar alguno en donde descansar en paz…
Su mirada bajó con lentitud abstraída tras meditar sus própias palabras, ya pronunciadas.
Tras su leve discurso, alzó ambas cejas al tiempo que exceptuaba levemente sus labios hacia la ironía, para responderle con rápida avidez:
- Ciertamente, ambos sabemos por igual que el ego de los Dioses tiene un profundo y sádico sentido de la devoción… El martirio es un vivo ejemplo de ello, y nuestras intervenciones para con esa actividad siempre les han sido gratas, al menos, a mí me lo parecerían de ocupar su Santuario. - Retiró levemente su torso hacia atrás, elevando así su postura y mirada. Su vista alcanzó nuevamente la estructura superior de la Catedral, al tiempo que se daba un pequeño respiro para seguir hablando- No obstante, dejando de lado a los invisibles todopoderosos y tu excéntrica tendencia… - Bajó la vista sonriendo de nuevo amenizando su expresión con un leve gesto de la mano derecha – Admito que ese lugar no tiene precedentes, pues a pesar de que tendríamos constantes visitas, formaríamos parte de uno de los puntos neurálgicos de la ciudad y el fervor de esta ciudad franca. Lo que, con sinceridad, desconozco la estructura de ese sacrosanto lugar…
Tras su comentario, avanzó ligeramente hacia la gran Cruz que sostenía a una figura de cristo tallado en madera, para, una vez delante, alargar su diestra y, con la yema de los dedos, acariciar los pies de este, tal si pudiera notar la sangre correr por la piel fustigada, fruto de la pasión del poco agraciado profeta inmortalizado. Su rostro se giró rápidamente hacia Perbidius siguiendo el hilo lógico hasta ahora.
- ¿Estáis seguro de que Notre Dame es el lugar Idóneo para nuestros propósitos…? Su belleza es exuberante pero, ¿Cumplirá con lo necesario para acatar a nuestras voluntades? No veo, lugar alguno en donde descansar en paz…
Su mirada bajó con lentitud abstraída tras meditar sus própias palabras, ya pronunciadas.
Vadalar- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 29/09/2010
Re: El Eco de los Aplausos {Perbidius}
Mantuvo durante unos instantes un perfil bajo, esbozando una sutil sonrisa a la par que escuchaba las palabras de Vadalar y se concienciaba de sus movimientos y teatralidad, convertidos en costumbre y progresiva énfasis expresiva a lo largo de siglos. Con lentitud irguió su columna y volvió sus celestes orbes hacia los ojos de su Hermano de sangre, dispuesto a responder a sus coherentes dudas con una expresión de soberbia dirigida al triunfo, y no a Vadalar, buscando transmitirle su seguridad respecto al asunto de Notre Dame.
- Hermano, os aseguro con todo entusiasmo que no hay otro lugar en París más adecuado, y esto se debe en realidad a múltiples situaciones y casualidades.- Dejó un silencio evidente, que le sirvió para enarcar una ceja e iniciar un suave paseo, el cual no le alejara demasiado de la figura de Vadalar, sencillos pasos que en cierto grado eran el equivalente a una gesticulación bloqueada por el sacro libro y el rosario que llevaba entre sus brazos cruzados.
- En el breve periodo de tiempo que llevo aquí, en la Ciudad de las Luces, he logrado mover una serie de hilos y conexiones de la administración eclesiástica regional. Y…-. Volvió su rostro sonriente hacia Vadalar para agudizar la mirada satisfecho.- Recientemente he recibido una carta del Obispo de París, tal hombre, poco ahorrador y de baja consciencia económica, me ha nombrado gestor y contable de los bienes e inmuebles de la Santa Iglesia en la ciudad. De modo que ahora yo soy la máxima autoridad en lo que refiere a cuentas y finanzas de esta Catedral, entre otros asentamientos religiosos de menor relevancia.
Asintió una vez para sí mismo, acariciando el rosario en un movimiento mecánico, un tic gesticular que le hacía mover, retorcer o acariciar algo constantemente, si se encontraba en su diestra.- Y no os recrimino la razón que tenéis al constatar que no veis lugar alguno para descansar, pero tal lo decís porque desconocéis el subsuelo de París, Hermano. Más de trescientos kilómetros de minas, actualmente selladas y abandonadas. Lo mejor, querido Hermano, es que tan solo una ínfima parte de las mismas se encuentra en mal estado. En mi opinión es la gracia divina…-.Se encaró a la cruz para torcer el gesto con la cabeza, contemplando a Jesucristo crucificado.- O lo que sea…-Susurró al no transmitirle nada la visión.-…la cuestión es que nos ha sido otorgado una red de túneles y estancias cerradas al público que controlan toda la ciudad desde el subsuelo. Mi única intención, Hermano, es edificar lo que fuera nuestra obra una vez más, y hacer de esta Ciudad de las Luces un joya Esmeralda.
Mantuvo su paciencia irrevocable, observando a Vadalar en un cierto silencio, interrumpiéndolo el mismo por última vez. – Y tengo un plan, para que todo se desarrolle en una total discreción, me refiero a las obras, por supuesto…
- Hermano, os aseguro con todo entusiasmo que no hay otro lugar en París más adecuado, y esto se debe en realidad a múltiples situaciones y casualidades.- Dejó un silencio evidente, que le sirvió para enarcar una ceja e iniciar un suave paseo, el cual no le alejara demasiado de la figura de Vadalar, sencillos pasos que en cierto grado eran el equivalente a una gesticulación bloqueada por el sacro libro y el rosario que llevaba entre sus brazos cruzados.
- En el breve periodo de tiempo que llevo aquí, en la Ciudad de las Luces, he logrado mover una serie de hilos y conexiones de la administración eclesiástica regional. Y…-. Volvió su rostro sonriente hacia Vadalar para agudizar la mirada satisfecho.- Recientemente he recibido una carta del Obispo de París, tal hombre, poco ahorrador y de baja consciencia económica, me ha nombrado gestor y contable de los bienes e inmuebles de la Santa Iglesia en la ciudad. De modo que ahora yo soy la máxima autoridad en lo que refiere a cuentas y finanzas de esta Catedral, entre otros asentamientos religiosos de menor relevancia.
Asintió una vez para sí mismo, acariciando el rosario en un movimiento mecánico, un tic gesticular que le hacía mover, retorcer o acariciar algo constantemente, si se encontraba en su diestra.- Y no os recrimino la razón que tenéis al constatar que no veis lugar alguno para descansar, pero tal lo decís porque desconocéis el subsuelo de París, Hermano. Más de trescientos kilómetros de minas, actualmente selladas y abandonadas. Lo mejor, querido Hermano, es que tan solo una ínfima parte de las mismas se encuentra en mal estado. En mi opinión es la gracia divina…-.Se encaró a la cruz para torcer el gesto con la cabeza, contemplando a Jesucristo crucificado.- O lo que sea…-Susurró al no transmitirle nada la visión.-…la cuestión es que nos ha sido otorgado una red de túneles y estancias cerradas al público que controlan toda la ciudad desde el subsuelo. Mi única intención, Hermano, es edificar lo que fuera nuestra obra una vez más, y hacer de esta Ciudad de las Luces un joya Esmeralda.
Mantuvo su paciencia irrevocable, observando a Vadalar en un cierto silencio, interrumpiéndolo el mismo por última vez. – Y tengo un plan, para que todo se desarrolle en una total discreción, me refiero a las obras, por supuesto…
Perbidius- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: El Eco de los Aplausos {Perbidius}
Sus parpados se entrecerraban mientras su hermano predecía las puertas de otra Nueva Era. Una pequeña sonrisa surgía de sus labios, esta ves, no obstante, no sonsacaba aquello que le había movido tantas veces, la ambición, sino que por el contrario, algo lejano e inusual en la milenaria inmortalidad conseguía que un espasmo de borrosa alegría surgiera de las muertas entrañas de Vadalar. No había nada espiritual en ello, siquiera algún planteamiento transcendental, simplemente sentía que aún estaba vivo, independientemente del estado de su cuerpo. Los años en Francia habían sido marcados en sangre, una sangre negra, lejos de ser algo apetecible para Vadalar, quién siempre se decantó por la pasión de sus actos y no la destrucción en si misma…
No le desagradaba el hecho de que ese espejismo de alegría estuviera vinculado realmente a un gran proyecto de una ambición sumamente insaciable… El sentido retorcido de las situaciones conseguía que él mismo recordara cual era la esencia que lo había llevado a la inmortalidad.
Sus ojos seguían los lentos movimientos de su hermano, escuchándole no tan solo con paciencia, sino con cierto regocijo… Su cuerpo se encaró al de su hermano, bajando la mano que hasta entonces estaba en los pies del Hijo. Deliberadamente, esta misma acabó en su pecho, al tiempo que parpadeaba con soberana lentitud y dejaba que las sensaciones envolvieran su mente como si fuera una imperceptible gota de agua deslizándose por un cuerpo deshidratado.
- He de admitir que el aire de París me es verdaderamente reconfortante. Hacía demasiado tiempo que no… sentía nada. – Su derecha bajó lentamente por el torso hasta llegar a a la altura de su cadera para reposar en la misma. Seguidamente, su barbilla se alzó perspicacia para observar la oscuridad de un santuario sin Dios al que adorar – Este lugar puede llegar a ser un verdadero renacimiento… Una recuperación de aquello que perdimos en Oriente. Pues ante mi perspectiva, la menor de las pérdidas fue la ciudad en si misma. – Su rostro volvió hacia Perbidius nuevamente con una actitud más serena – Las cosas empiezan a tener sentido…
Giró su cuerpo de nuevo para enfocarlo de nuevo a la oscuridad, sin reparo, avanzó unos pasos al tiempo que mantenía la siniestra ligeramente elevada, en la cual, las yemas de sus dedos se apretaban entre sí en una actitud insistentemente reflexiva.
- Si todo está planeado, en cuanto a Notre Dame… tan solo hace falta esperar a que las obras lleguen a su fin. No obstante, creo que a pesar de la habilidad de los obreros o arquitectos, es necesario reunir todo lo necesario para que su interior se ajuste a nuestro gusto… - Permaneció durante unos segundos abstraído con la vista descendente para, tras un rápido parpadeo, volver a Perbidius – Me encargaré de encontrar lo adecuado para ello, puesto que has planificado las obras.
No le desagradaba el hecho de que ese espejismo de alegría estuviera vinculado realmente a un gran proyecto de una ambición sumamente insaciable… El sentido retorcido de las situaciones conseguía que él mismo recordara cual era la esencia que lo había llevado a la inmortalidad.
Sus ojos seguían los lentos movimientos de su hermano, escuchándole no tan solo con paciencia, sino con cierto regocijo… Su cuerpo se encaró al de su hermano, bajando la mano que hasta entonces estaba en los pies del Hijo. Deliberadamente, esta misma acabó en su pecho, al tiempo que parpadeaba con soberana lentitud y dejaba que las sensaciones envolvieran su mente como si fuera una imperceptible gota de agua deslizándose por un cuerpo deshidratado.
- He de admitir que el aire de París me es verdaderamente reconfortante. Hacía demasiado tiempo que no… sentía nada. – Su derecha bajó lentamente por el torso hasta llegar a a la altura de su cadera para reposar en la misma. Seguidamente, su barbilla se alzó perspicacia para observar la oscuridad de un santuario sin Dios al que adorar – Este lugar puede llegar a ser un verdadero renacimiento… Una recuperación de aquello que perdimos en Oriente. Pues ante mi perspectiva, la menor de las pérdidas fue la ciudad en si misma. – Su rostro volvió hacia Perbidius nuevamente con una actitud más serena – Las cosas empiezan a tener sentido…
Giró su cuerpo de nuevo para enfocarlo de nuevo a la oscuridad, sin reparo, avanzó unos pasos al tiempo que mantenía la siniestra ligeramente elevada, en la cual, las yemas de sus dedos se apretaban entre sí en una actitud insistentemente reflexiva.
- Si todo está planeado, en cuanto a Notre Dame… tan solo hace falta esperar a que las obras lleguen a su fin. No obstante, creo que a pesar de la habilidad de los obreros o arquitectos, es necesario reunir todo lo necesario para que su interior se ajuste a nuestro gusto… - Permaneció durante unos segundos abstraído con la vista descendente para, tras un rápido parpadeo, volver a Perbidius – Me encargaré de encontrar lo adecuado para ello, puesto que has planificado las obras.
Vadalar- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 29/09/2010
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