Cicatrices [Perbidius]

por **Ulrich Scott** Sáb Oct 02, 2010 1:14 pm

Ulrich recorrió a duras penas el último tramo del camino y se detuvo frente a la puerta de una pequeña casita de aspecto más bien modesto. Se podía observar que la pintura había perdido brillo con el paso del tiempo e incluso que había saltado en algunos puntos, dejando sólo la madera desnuda. Sin embargo, a pesar de su apariencia un tanto descuidada poseía algunos detalles, como las flores que decoraban el alféizar de una de las ventanas más cercanas al suelo, que le conferían un aire agradable y hasta encantador. Así, el chico abrió la puerta, que no se encontraba cerrada con llave, y pasó al interior sin hacer ruido. Una vez allí, inspeccionó el lugar con rapidez y se giró hacia el vampiro, invitándole a entrar con un pequeño gesto de la cabeza.

Dentro, lo único que iluminaba la estancia eran un par de velas cuya cera casi se había consumido del todo. Las pequeñas llamas alargaban las sombras de todos los objetos y muebles de la estancia de forma siniestra, y las hicieron danzar con suavidad cuando Ulrich pasó cerca de ellas. Muchas veces había advertido a su hermana del peligro de dejar velas encendidas si no había nadie en casa o si decidía irse a dormir, pero Claire se empeñaba día tras día en mantenerlas prendidas cuando el joven se retrasaba al volver a casa para que, cuando finalmente regresara, fuese él quien las apagase. Una especie de regla no escrita que se mantenía desde que ambos hermanos se trasladaron a París, y aunque nunca le había preguntado a la chica el por qué de este comportamiento, sabía que era su forma de pedirle que volviera a casa sano y salvo.

El cambiaformas apretó los labios y decidió que retardar las curas algunos minutos más no le provocaría la muerte o daños más acusados. De ese modo, sujetándose el lado izquierdo del tórax con la mano derecha, recorrió la habitación principal y abrió la puerta que quedaba más lejos de la entrada principal. La habitación de Claire. Un humano normal probablemente no lo habría notado, pero él era capaz de percibir el cambio de aroma que se había producido cuando pasó al interior. Allí reinaba un olor más suave, femenino y juvenil, la esencia de una chica que aún guardaba una pizca de niñez e inocencia tanto en su apariencia como en su carácter. El joven fijó sus ojos en el pequeño cuerpo que descansaba entre el revoltijo de sábanas y sonrió con tranquilidad mientras se acercaba a la cama, inclinándose para besar con suavidad la mejilla de su hermana.

Acto seguido, Ulrich recuperó la expresión mortalmente seria que solía poseer y volvió junto a Perbidius. Sabía que aquel era un gesto muy extraño para alguien con su personalidad, que actuaba con ese toque rebelde tan característico en él y que solía dejar los sentimentalismos a un lado pero el cambiaformas simplemente no sabía mantener la apariencia de chico duro cuando se trataba de su hermana. Si alguien le hubiese preguntado alguna vez por su debilidad y él hubiese estado dispuesto a responder, habría mencionado a la chica sin pensarlo. Después de todo, prácticamente era lo único que quedaba de su familia.

Con una ligera sonrisa de resignación, Ulrich soltó un suspiro y se aproximó con pasos lentos a uno de los pequeños armarios situados al fondo de la estancia, agachándose con dificultad para rescatar de allí un polvoriento botiquín que nadie había tocado en meses. A continuación lo dejó sobre la mesa y clavó los ojos esmeraldas en los azulados del vampiro.

-Le preguntaría si necesita algo en especial para hacerme las curas, pero lo que se encuentra en este botiquín es todo lo que puedo ofrecerle. Espero que sea suficiente.-Comentó, dando una pequeña palmadita sobre el mentado botiquín.- Por otro lado, ¿Se encuentra cómodo aquí o prefiere que vayamos a mi habitación?-Inquirió, sintiéndose un poco turbado por tener que formular esa pregunta. El joven consideraba su estancia un lugar íntimo y personal, como un reducido templo al que sólo podían acceder personas de su círculo de confianza más estrecho; pero aquella era una situación que distaba mucho de considerarse corriente, por lo que estuvo dispuesto a hacer una única excepción con el vampiro que pretendía sanarle aquella noche. Después de todo si tenía que quejarse, maldecir y bufar a causa del dolor, qué mejor lugar que su propio lecho.

por **Perbidius** Dom Oct 03, 2010 5:49 am

El inmortal observó con cierto entusiasmo el hogar de Ulrich, le siguió con displicencia, en un absoluto e inquebrantable silencio que tan solo era umbral de un escondido comportamiento analítico. Apareció una leve tirantez en sus labios, a modo de imperceptible sonrisa, en el mismo momento en que pudo degustar la esencia de esa residencia. Exteriormente tan solo era una como cualquier otra, como todo hogar, encerrando una realidad oculta a cualquier viandante o lugareño. Tan solo cruzar el umbral de la puerta hacía merecedor de la verdad al visitante, merecedor de conocer la intimidad de los residentes, y eso es lo que Perbidius acababa de conocer al degustar sus fragancias y detalles.

Con un cierto aire de curiosidad, sus cejas quedaban enarcadas, inclinando tenuemente el rostro para contemplar las esquinas y humildades que decoraban el lugar, permitiendo que las pocas y asfixiadas velas hicieran centellear sus ojos, y resaltaran de un modo anaranjado su palidez. No se había mostrado intrusivo en absoluto, y había permanecido pese a su curiosidad, varios pasos por detrás del cambia formas, siempre aguardando ser invitado a seguirle. Con razón no le persiguió cuando acudiera a ver a Claire, su hermana. Limitándose en ese instante a observar el acto fraternal desde la distancia, con una expresión fría e inexpresiva.

Esa frialdad chocaría de un modo cómplice contra la seriedad de Ulrich una vez hubiera vuelto de tal habitación, ciertamente el inmortal sintió un amago de sonreír, siendo consciente de la impotencia que pudiera causarle la situación, más allá del propio malestar de la propia presencia del no muerto, sin embargo solo llegó a agudizar su mirada con un perfil pérfido.

Siguió sus movimientos con cierta paciencia, esperando a que reaccionara en cuanto a lo que la cura refería, al día siguiente habría sangre por toda la casa, dado que había paseado por ella sangrante, incapaz de evitar ver la salud y estado de Claire. Ver el botiquín en cierto grado le supuso una sorpresa, no demasiados ciudadanos de París, ni siquiera entre la Clase Alta, debían tener esa clase de primeros auxilios. Quizás la extrema preocupación por su hermana le había llevado a tal.

A su pregunta guardó un renovado silencio, acercándose con paciencia hacia el botiquín para rodear ambos lados del mismo con las manos, y posteriormente alzar la cubierta, contemplando el interior. Sentía como los ojos del cambia formas se posaban sobre él, esperando una contestación, sin embargo restó pensativo, pasando la diestra por encima de los elementos sanitarios. Finalmente su mirada volvió a Ulrich de reojo, junto a una suave y sutil sonrisa de complacencia.

- A mi me es del todo indiferente, pero el dolor será una presente en esta cura, de modo que quizás prefiráis que vuestra hermana no lo escuche.-Sus palabras emergieron con un suave susurro, cerrando con paciencia el botiquín.

por **Ulrich Scott** Dom Oct 03, 2010 8:02 am

Ante las palabras del vampiro, Ulrich soltó un suspiro y asintió con la cabeza. Como habia intuído, las curas que el vampiro pretendía llevar a cabo implicarían fuertes dolores que el joven no estaba seguro de poder soportar en absoluto silencio, por lo que sería mejor trasladarse a un lugar donde Claire no tuviese oportunidad de oír sus quejas. Ulrich no había creído realmente que pudiese esconderle el incidente con el licántropo de aquella noche, puesto que debía haber sido ella quien le curase; Sin embargo la aparición del vampiro dio un impredecible vuelco a la situación.

De ese modo, el chico se aproximó a aquella puerta que guardaba prácticamente todos sus secretos y la abrió, no sin cierto recelo, para que el vampiro pasara antes que él. En el interior, la estancia distaba mucho del resto de la casa. Allí no había flores, ni las decoraciones que Claire hacía a mano y que se distrbuían con mucho cuidado por el resto del hogar de los Scott. No, aquella era una habitación más simple y oscura, a simple vista impersonal y casi ajena. Sin embargo, un buen observador podría percibir fácilmente los pequeños detalles que Ulrich había decidido depositar aquí y allá para convertir la estancia en una pequeña extensión de su propia mente y personalidad.

No obstante, Ulrich prefirió desviar la atención del vampiro hacia el tema que les ocupaba antes de que las dudas empezasen a formarse en su hábil y perspicaz mente. Con movimientos rápidos, el chico se llevó las manos a los botones de la desgarrada y sucia camisa y los desabrochó, descubriendo torso bien formado, de piel morena recubierta de pequeñas pecas. Pero también de reveladoras cicatrices. Estrias de profundidad y longitud dispares que se extendían por su pecho, abdómen y brazos de forma desigual. No eran muchas, pero en aquella piel oscurecida por el sol resultaban mucho más notorias.

Ulrich dejó que la camisa resbalara por sus brazos y cayera al suelo con pesadez, donde quedó olvidada. A continuación, una de sus manos se alzó hasta posarse en el lado izquierdo de su pecho, acariciando con suavidad una fina cicatriz que recibió años atrás, producto de una mala caída cuando era más joven. Poco a poco, aquella mano descendió por su cuerpo, notando el cambio de textura al encontrarse con alguna marca, hasta llegar a las tres largas heridas que se extendían con crueldad por el lado izquierdo del tórax. Con la punta de los dedos rozó el borde irritado de una de ellas, acción que le arrancó una expresión de malestar.

-Será mejor que empecemos; Supongo que usted tendrá otros asuntos que atender.-Comentó, saliendo de aquel trance en el que pareció sumirse desde que observó su cuerpo al descubierto. Así, Ulrich procedió a sentarse en la cama haciendo gala de un cuidado anormal para evitar que el dolor se agravara, mientras observaba atentamente todos los movimientos del vampiro.

por **Perbidius** Lun Oct 04, 2010 1:29 pm

El inmortal contempló el estoicismo de Ulrich con una silenciosa sonrisa, remarcando sus blancos y perfectamente alineados dientes en un alarde de simpatía hacia la diversión que le ofrecía el orgullo, teñido por el realismo. Con cierta habilidad le había buscado distraer, sin embargo el vampiro no reaccionó a la estrategia del cambia formas hasta que su torso se encontró completamente desnudo, fue entonces cuando se dio la vuelta, observando las cicatrices y características de la piel del joven, restando interesado en cómo habría podido alguien tan primerizo, sobrevivir a tan cuantiosos y variados peligros en una edad tan corta. Sin duda la actitud rebelde y carente de futuro del joven le causaba un cierto malestar interior, preguntándose de un modo ocasional como pudiera reaccionar alguien con un odio tan visceral hacia su Estirpe, a una propuesta más constructiva y menos desesperada.

Perbidius mantuvo su rostro afable, aunque insultantemente frío, sus expresiones parecían un experimentado desfile de personalidades adoptadas para parecer más humano, para tomar confianza de los seres que, cálidos y pasionales, serían incapaces de concebir tratar con un ser tan perdido en el vacío y en el abismo de la nula emoción. Permitió que se sentara en su cama, aunque ciertamente le tendría que solicitar que se tumbara más tarde, para facilitarle la intervención, y por supuesto para que el propio peso de su cuerpo y la inercia de la carne, no le abrieran más la herida ni este le aquejara los nervios en demasía. En un leve e innecesario suspiro sus manos volvieron al botiquín, teniendo que salir de la estancia unos segundos para tomarlo. Una vez dentro de la habitación con el equipo, cerró la puerta cuidadosamente tras sus espaldas, reposando el material sanitario sobre la cama, a un lado.

Delicadamente lo abrió y observó el interior en tanto que su mirada glacial tornaba de reojo al cambia formas, entreabriendo entonces los labios para realizar algunos comentarios preliminares a la intervención. – Oh, quizás sería conveniente que os tumbarais.- Su tono había descendido, siendo íntimo para respetar el sueño de su hermana, inconsciente del grado de absorción del sonido que tendría aquél hogar.- Sentíos como si estuvierais en vuestra casa.- Musitó con ironía, quitándose su manto oscuro, seguido de su chaqueta oscura con lentitud, buscando no causar ningún desperfecto a su ropa con exagerada preocupación.

Manteniendo el manto y la chaqueta sobre una silla, restaba ahora con la camisa blanca y el chaleco sin mangas de tono azabache, además de su pañuelo carmesí, anudado al cuello. Los pantalones oscuros y las botas altas configuraban el resto. Para mayor comodidad, mantuvo su cabello oscuro recogido en la coleta que había portado hasta el momento, retirando de uno de sus bolsillos una pequeña navaja de metal bien pulido. Con un suave gesto puso la hoja de la navaja en la llama de la vela más cercana, dejando que esta empezara a calentarse con paciencia.

- Primero, mi querido y joven amigo, comprobaré que no haya quedado ninguna astilla o residuo dentro de la herida, si os parece bien. No temáis por esta cuchilla, pues soy hábil, no haré nada que me parezca innecesario.- Mantuvo un rostro concentrado y seco en ese momento, dejando que el movimiento de la vela sedujera sus pupilas al tiempo que calentaba el metal.- Posteriormente os lavaré la herida y os aplicaré astringente…y para acabar o coseré. Con suerte…- Comentó con una leve tirantez en la comisura de los labios.- Junto al astringente, no os quedará una cicatriz demasiado horrible, aunque por supuesto la habrá. Ahora si me disculpáis…- Abandonó la cercanía de la vela, acercándose al joven con la hoja en su mano.- Si tendréis que tumbaros…

por **Ulrich Scott** Mar Oct 05, 2010 10:03 am

Ulrich siguió a Perbidius atentamente, evaluando todos sus gestos, cada paso, cada movimiento. Como si temiese que en algún momento fuese a avalanzarse sobre él con los finos y pálidos dedos convertidos en poderosas garras y los colmillos sobresaliento entre sus labios, preparados para hundirse en su piel. Como si realmente pudiese detenerle si se diera el caso, algo bastante improbable tras comprobar la pacífica naturaleza del vampiro. Porque después de todo, ¿Qué era lo máximo que Ulrich podía hacer si Perbidius efectivamente se decidía a atacarle? ¿Se transformaría en gato y le mordisquearía los tobillos hasta que el vampiro se aburriera? Con el ceño suavemente fruncido, Ulrich tuvo que reconocerse que su transformación principal dejaba mucho que desear a nivel defensivo; sólo podía confiar en que la tercera le favoreciera un poco más en ese sentido.

De ese modo, el joven acabó retirando la punzante mirada de Perbidius, concediéndole esa nota de confianza que habría sido impensable en cualquier otro vampiro excepto en aquel que, aún cubierto de sangre fresca, había preferido curarle las heridas a alimentarse de él. Ulrich se consideraba un ser desconfiado incluso pasada la línea de la lógica, pero en aquel caso habría sido inexcusable negarle al vampiro una confianza que se había ganado con creces. Acto seguido, el cambiaformas entreabrió los labios para comentar algo acerca de la iluminación de la estancia, pero Perbidius se le adelantó con una frase ingeniosa que Ulrich nunca habría esperado de él. Permaneció unos segundos en silencio, mirándole con las cejas alzadas y una pequeña sonrisa divertida en los labios, decidiendo si, contra todo pronóstico, el vampiro también disfrutaba de las bromas y las diversiones de vez en cuando. Después de eso, el chico no tuvo más remedio que reír por lo bajo y suponer que después de todo, no eran tan absolutamente opuestos en sus personalidades.

Así, Ulrich procedió a obedecer al vampiro tumbándose en la cama de cara a la pared, de modo que el lado izquierdo de su cuerpo quedase bien visible. En otra ocasión habría replicado cualquier cosa y se habría negado a seguir el consejo de Perbidius, pero Ulrich comprendió que no estaba en posición de rebelarse. Por segunda vez en la noche, tuvo que resignarse y acallar a la voz de su desmesurado orgullo.

Durante los instantes que Perbidius tardó en ponerse cómodo y preparar la navaja, el joven cambiaformas permaneció tranquilo en la cama, concienciándose de lo que le esperaba. El vampiro había descrito con clínica impasibilidad los procedimientos que seguiría en la curación de la herida, pero su mente los había reducido todos en una sola palabra: Dolor. A lo largo de su corta vida, Ulrich había sufrido más dolor físico que la mayoría de personas a su edad: Quemaduras, cortes, magulladuras y contusiones entre un largo etcétera; todos producto de un exceso de confianza y una impulsividad desmedida, de las que, estúpidamente, no llegaba a arrepentirse nunca.

No obstante, cuando el vampiro se aproximó a su lecho navaja en mano, Ulrich notó que el corazón se le aceleraba mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir, producto de aquel pequeño punto de miedo que no fue capaz de eliminar y que se fue extendiendo poco a poco por su interior como tinta derramada.

-Bien, acabemos cuanto antes; si no me equivoco tengo una historia que contar.-Urgió el joven, manteniendo el ceño fruncido y los ojos cerrados en un intento de deshacerse de esa incómoda sensación que se había instalado en su pecho los segundos precedentes.

por **Perbidius** Miér Oct 06, 2010 7:02 am

Perbidius se mantuvo en frente de la cama, contemplando al cambia formas tumbado, su mirada parecía resbalar con deliberada lentitud sobre su piel, siguiendo la misma en tanto que repasaba cada herida en un completo silencio, probablemente incómodo para el joven. Sus párpados se entrecerraron con gran parsimonia, quedando sus ojos a medio cerrar. El efecto de sus oscuras y densas pestañas, así como el macabro juego de luces de las débiles velas, provocaban que su mirada de hielo aparentara ser un extraño foco, brillando sus celestes irises a contraluz. Por un instante la ociosidad había desaparecido del inmortal, acariciando el índice de la diestra, el metal de la cuchilla que sujetaba con la misma mano.

Una poderosa sensación le recorría el cuerpo, y aunque ciertamente no le faltaba autocontrol para retenerla, había decidido disfrutar de la misma durante unos momentos antes de iniciar la intervención. Hacía mucho tiempo que el vampiro no había realizado una intervención con la intención de sanar a nadie, probablemente hacía siglos, desde Constantinopla. Las veces que había ejercido de cirujano en Francia, siempre había degenerado en un macabro juego en el cual su interlocutor terminaba convirtiéndose en un impotente y mutilado ser, que no podía más que desear lo único que el inmortal no gustaba de concederle, la muerte.

Finalmente, tras unos minutos de probable tensión, las palabras de Ulrich, pronunciadas mucho antes, resonaron en su mente, provocando que sonriera de nuevo con sutileza. – Yo no tengo prisa alguna, en realidad. Sería absurdo que la tuviera ¿no creéis?- Enarcó una ceja para volverse a sus espaldas y tomar la vela, en la cual había calentado la hoja de metal, colocándola cerca de la cama, y así poder enfocar cierta luz a la herida. Probablemente el inmortal no necesitara esa luz, pero le resultaba más fascinante el acto con esa concreta escenografía.

Una vez hecho eso, su torso se inclinó ligeramente, encorvando su espalda para pasar su mano izquierda por los bordes de la herida, los cuales, calientes e inflamados contrastaban en gran manera con el frío tacto de sus yemas. La aguda mirada de Perbidius se centraba en las hendiduras formadas en el torso, y con paciencia guardó la cuchilla en el bolsillo de su pantalón.- Alegraos, no parece que la herida haya dejado parte del agresor en vos, o astilla alguna. Aunque sí que, con el trayecto, se ha ensuciado considerablemente…-Guardó un profuso silencio mientras su rostro retornaba a la seriedad, retomando la rectitud de la columna a la par que fruncía el ceño. Del botiquín extrajo una pequeña botella de agua medicinal, en un gesto sencillo la destapó y derramó parte de su contenido en la herida, para a continuación sacar un pañuelo de textura sedosa de su chaleco y humedecerlo también.- Ciertamente hubiera agradecido algunos materiales que desgraciadamente no tenéis, pero en parte es natural. Estoy seguro de que entre vuestros intereses no se encuentra la alquimia.-Limpió con paciencia la herida, en cierto grado cuidadoso. Probablemente la ausencia de necesidad de utilizar la cuchilla le había eliminado el sadismo con el que se había impregnado en un inicio, y en ese momento la intervención se había convertido en un sencillo proceso mecánico en su mente.

El frío del agua contraía la herida, sin embargo esta seguía sangrando, aunque no tan profusamente. El objetivo sin embargo, el de limpiar la herida de impurezas, había sido completado, y por ello dejó a un lado el pañuelo, teñido de sangre del cambia formas.- Bien, ahora si tendréis que ofrecer algo de resistencia ante el dolor.- Su sonrisa volvió a aparecer, en cierto grado divertido con la idea que venía a continuación, parecía no relacionar el dolor de Ulrich con su diversión, aunque era patente que así era, en una falta completa de empatía.

Con paciencia tomó alcohol de alta graduación del botiquín y lo destapó, notándose de un modo evidente el fuerte olor del contenido.- Hubiera preferido otro elemento, pero esto es lo más parecido a un astringente que tenemos aquí.- Tras realizar el apunte, sin ninguna clase de moderación, vertió el alcohol sobre la herida, enarcando ambas cejas en tanto que dejaba que el líquido corriera y se adentrase en la herida, procurando un mayor sangrado.- Probablemente os encontrareis mal, después de esto... y probablemente notéis una cierta ensoñación entremezclada con el dolor, que os empiece a confundir y a distorsionar la consciencia… en general.-Guardó posteriormente el frasco de alcohol casi vacío en el botiquín, tomando una aguja e hilo.

- ¿Os veis con fuerzas de contarme esa historia mientras os coso?-. La pregunta en cierto grado no esperaba respuesta, suponiendo cuasi al cien por cien que el joven sería incapaz de dejar de lado la agónica sensación que se presentaba ante él entre el alcohol y la irritación de la herida, y ahora, sobre esa dolida zona el punzante entrar y salir de la aguja.

En tanto que aguardaba una respuesta por parte de su paciente, o de su víctima según la óptica con que se mirara la situación, puso la aguja al fuego de la vela, calentando el metal durante unos instantes antes de pasar el hilo, y disponerse a coser.

por **Ulrich Scott** Jue Oct 07, 2010 11:37 am

Ulrich dio un pequeño respingo al notar los marmóreos dedos de Perbidius posarse sobre su cuerpo, erizándole la piel. Eso le trajo a la mente la gran diferencia que había entre las curas que Claire solía hacerle y las que iba a llevar a cabo el vampiro esa noche. La chica le sanaba con manos suaves y cálidas, con infinito cuidado y preguntando cada pocos minutos si le hería o si prefería cambiar de posición para hacerle el momento más ameno. Entonces él podía responder con tranquilidad que estaba perfectamente bien, que era un chico duro y que el dolor no podía afectarle, aunque pocas veces era cierto.

Sin embargo, el joven intuía que con Perbidius no iba a tener oportunidad de mentir. Pues aunque sabía que el hombre le sanaría con el cuidado y la profesionalidad propios de un cirujano, el cambiaformas sabía que no se preocuparía especialmente por el dolor que pudiera causarle. De hecho, Ulrich había casi había creído adivinar la inconfundible huella de la diversión en su rostro. Por eso, cuando el cuerpo de Perbidius se aproximó y sus ojos se clavaron en la zona afectada de su tórax, el chico se preparó para sentir el filo de la navaja hurgando en su interior, buscando los restos que el maldito licántropo con el que había tenido la mala fortuna de encontrarse esa noche pudiera haber dejado allí.

Sin embargo, tras comprobar que Perbidius decidía eliminar aquel molesto paso del proceso de curación, el chico pudo permitir que una sonrisa satisfecha cruzara su rostro fugazmente, acompañada de un inaudible suspiro de alivio, siempre bajo el amparo que su propio cuerpo le concedía a los ojos del vampiro.

Le aseguro que en este momento la alquimia no podría importarme menos.-Comentó, con esa calma que le daba haber retrasado unos valiosos instantes su tortura particular.

Claro que aquella tranquilidad no duró demasiado. Justo hasta que Perbidius creyó oportuno derramar un poco de agua medicinal sobre su torso y frotar la herida con un pañuelo. Así, Ulrich se vio en la obligación de borrar toda expresión de calma y sustituirla por una de irritación, apretando los dientes. Su cuerpo, más por instinto que por propia voluntad, se movió durante un par de segundos sobre la cama para huír de ese desagradable roce, pero el chico se obligó firmemente a permanecer quieto y a mantenerse todo lo impasible que pudiese.

-Y...¿Puedo preguntar cómo es que un vampiro como usted...decidió dedicarse a esta noble profesión?-Inquirió, con una ligera nota de ironía que trató de suprimir sin éxito.

Y es que tras esa primera capa de desconfianza y sarcasmo, se ocultaba una verdadera curiosidad por saber a qué se debía la afición del vampiro por la medicina. En un primer momento supuso que la causa era el abierto sadismo que el cambiaformas tenía por corriente entre los vampiros; pero en ese caso, ¿cómo podía soportar la tentación de ver la cálida sangre, tan accesible y cercana, derramándose frente a él?

Ulrich tuvo ganas de seguir preguntando otras cuestiones que le inquietaban acerca de él, pero todas las palabras que pudiese querer formular quedaron relegadas a un insignificante segundo puesto cuando Perbidius, sin darle tiempo para mentalizarse, vertió el acohol sobre su piel. Aquel gesto, que tan poco le había costado al vampiro, consiguió arrancar al joven un aullido de dolor tan profundo que casi pareció que le salía del alma y le obligó a encogerse en si mismo para escapar del corrosivo dolor que el alcohol le produjo. Entonces Ulrich supo que no importaba cuánto se hubiese preparado, porque la horrible sensación de escozor que sentía en esos momentos habría destrozado de todas formas la máscara de tranquilidad que había pretendido lucir durante toda la intervención.

No obstante, haciendo gala de una fuerza de voluntad sólo superada por su inquebrantable orgullo, el joven juntó los labios y apretó los dientes, paralizando en el acto aquel gemido de sufrimiento que había llenado la habitación durante unos instantes. Más tarde llegaron las palabras imprecisas de Perbidius, y aunque a Ulrich le habría gustado soltar algún comentario mordaz al respecto, tenía miedo de que si despegaba los labios antes de recuperar la compostura por completo aquel sonido desgarrado volvería a escapar de su pecho y le traicionaría.

Así, tras comprobar que Perbidius tenía toda la intención de seguir con el proceso sin esperar a que el dolor le abandonara ligeramente, Ulrich se ladeó con rapidez y extendió una mano para alcanzar la del vampiro, engarfiando los dedos alrededor de la muñeca ajena con más fuerza de la necesaria. Acto seguido, como formando parte de un único gesto, entreabrió los labios y mostró los dientes, dejando escapar entre ellos un silbido amenazante, parecido al que produciría un gato intimidado.

El contacto, así como la expresión de amenaza no duraron demasiado. Apenas unos instantes hasta que Ulrich aflojó la presión en la muñeca del vampiro y dejó que la sorpresa invadiera su rostro, impresionado por aquel gesto que no había tenido intención de llevar a cabo. Normalmente, él era quien dictaba las ordenes a seguir, quien dominaba al felino que vivía de forma permanente en su interior; sin embargo, en ocasiones, el joven le sentía removiéndose inquieto y luchando contra él hasta hacerse momentáneamente con el control. Lo peor de todo era que, en dichas ocasiones, Ulrich ni siquiera sabía si estaba de acuerdo con esas imprevisibles decisiones.

por **Perbidius** Dom Oct 10, 2010 1:11 pm

El pulso del joven, así como la mirada del mismo y el instinto proyectado por su fuerza interior, felina y protectora, le habían sorprendido en cierto grado. No hubiera esperado esa clase de reacción, mucho menos en una fase avanzada de la intervención, y por ello, ante lo inusual de tal, tan solo pudo enarcar ambas cejas con una sonrisa divertida. Permitió que le tomara la muñeca el tiempo que el joven deseara sin oponer ninguna clase de fuerza, volviendo paciente su mirada gélida y apagada hacia su rostro contraído por el dolor. Solo cuando le soltó la mano pudo de nuevo centrarse en la tarea que se disponía a realizar, empezando por pasar el hilo por la aguja lentamente, centrando su atención en ambos elementos a la par que hablaba con suavidad, sin esperar explícitas respuestas por parte del intervenido.

- No debéis preocuparos, esto pronto acabará en realidad. Aunque bien puedo deciros que si os ha parecido doloroso el proceso hasta ahora, los gritos van a convertirse en una sucesión a partir de este punto y…-. Mantuvo una ceja enarcada, orgulloso de su profesionalidad para descender la mirada a la herida, decidiendo azarosamente el primer punto de incisión.-...no voy a poder parar, dado que coser parcialmente la herida, que dada vuestra consciencia será sometida a constantes tensiones, podría suponer una mala sutura, y quién sabe si podría surgir gangrena.

Suspiró con un cierto tono de indiferencia para pasar la aguja por el primer punto ya previsto, atravesando con cuidado en primera instancia, y con más soltura después. El cambia formas podía sentir la aguja entrar y salir de su cuerpo de un modo constante y acelerado, tal tuviera una gran práctica en realizar esa clase de ejercicio médico. Por supuesto la velocidad en ningún momento era excesiva, pero sin duda no había paciencia en ella, así como solía haberla en los movimientos del inmortal normalmente. La mirada de Perbidius había quedado absorta en la intervención, siendo durante esos momentos ajenos a los movimientos, palabras, gritos o reacciones de Ulrich, limitándose a coser.

Fue probablemente mucho más rápido de lo que el joven pudiera haber pensado, sin embargo esa supuesta rapidez basada en eficacia y experiencia, bien podría haber sido una eternidad al ser vivida por un ser mortal y susceptible al dolor. Con la hoja que había guardado anteriormente cortó el extremo del hilo, dejando la aguja ensangrentada en el interior del botiquín. Para entonces las manos del inmortal estaban ensangrentadas parcialmente, llevándolas ambas a las vendas que había en el equipo de primeros auxilios. Con soberana paciencia desenrolló una de las mismas, desviando su mirada hacia el joven.

- Si me concedéis ese favor, y sobre todo si es que sois capaz a estas alturas, deberíais incorporaros para que os vendara el torso.- Su directriz quedó en el aire a un mismo tiempo que bañaba la venda en yodo, restando a la espera de la reacción de Ulrich, así como su estado.- Tampoco olvidéis que me debéis aún una historia que contarme, una que sea vuestra…y de nadie más.

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