AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En territorio hostil [Perbidius]
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En territorio hostil [Perbidius]
Negra noche, los callejones solitarios de París. A simple vista, ni un alma recorre aquellas oscuras calles de la ciudad y no es para menos. Los periódicos hablan de bestias, asesinos que se mueven en las sombras cuando cae el sol y que desangran a sus víctimas sin sentir ni un ápice de compasión. Algunos los llaman vampiros, otros, más incrédulos, los llaman personajes de cuentos de viejas, pero tantos unos como otros restringen sus salidas con cuidado cuando los rayos del astro rey no están para protegerles. Lo que probablemente no sepan es que no importa donde se escondan ni cuan vehementemente traten de huir, porque si una de esas bestias desea acabar con su vida, lo hará. Ulrich lo sabe de primera mano.
En la distancia, una agitada y trabajosa respiración se deja oír y rompe sin contemplaciones el silencio reinante. Más tarde, son los pasos torpes y lentos los que se escuchan en el callejón. Así, cansado y evidentemente abatido, Ulrich se apoya en las sucias paredes de la calle y entrecierra los ojos con suavidad, tratando de reunir las fuerzas que ahora le fallan. Se lleva una mano al costado y presiona allí donde la carne ha sido desgarrada, apretando los labios para no soltar un aullido de dolor. Cuando la retira segundos más tarde está manchada de cálida sangre, y esa visión sólo consigue acelerarle el corazón de miedo y nervios. El cambiaformas traga saliva y trata de separarse de la pared para volver a emprender el camino, pero esa simple acción le resulta tan dolorosa y poco atractiva que acaba desistiendo, soltando un bufido.
Aquella noche no había sido una buena idea dejarse ver por el bosque cercano a la ciudad. Con la luna llena como único gobernante en el cielo, los licántropos habían dejado atrás la apariencia de humanos y se habían lanzado a la caza por los bosques, donde él, como gato curioso, había decidido meter la nariz. Todo había pasado tan rápido que el cambiaformas a duras penas había logrado ver el pelaje oscuro del hombre lobo y esquivar a tiempo las garras que se dirigían directamente a su cuello. Pero aunque no le había matado, sí le había provocado una herida profunda y sangrante que le impidió cualquier posibilidad de mantener una lucha más o menos igualada, así que no tuvo más remedio que huir como si se tratase de un débil humano.
Había actuado de forma tremendamente temeraria y ese era su castigo: Un profundo arañazo en la zona de las costillas y el orgullo herido, pero Ulrich admitía que había tenido suerte de salir de una pieza de aquel peligroso encuentro. Ahora la verdadera dificultad sería recorrer las tres o cuatro calles que le separaban de casa y de su cama, donde estaba seguro que permanecería durante unos días.
En la distancia, una agitada y trabajosa respiración se deja oír y rompe sin contemplaciones el silencio reinante. Más tarde, son los pasos torpes y lentos los que se escuchan en el callejón. Así, cansado y evidentemente abatido, Ulrich se apoya en las sucias paredes de la calle y entrecierra los ojos con suavidad, tratando de reunir las fuerzas que ahora le fallan. Se lleva una mano al costado y presiona allí donde la carne ha sido desgarrada, apretando los labios para no soltar un aullido de dolor. Cuando la retira segundos más tarde está manchada de cálida sangre, y esa visión sólo consigue acelerarle el corazón de miedo y nervios. El cambiaformas traga saliva y trata de separarse de la pared para volver a emprender el camino, pero esa simple acción le resulta tan dolorosa y poco atractiva que acaba desistiendo, soltando un bufido.
Aquella noche no había sido una buena idea dejarse ver por el bosque cercano a la ciudad. Con la luna llena como único gobernante en el cielo, los licántropos habían dejado atrás la apariencia de humanos y se habían lanzado a la caza por los bosques, donde él, como gato curioso, había decidido meter la nariz. Todo había pasado tan rápido que el cambiaformas a duras penas había logrado ver el pelaje oscuro del hombre lobo y esquivar a tiempo las garras que se dirigían directamente a su cuello. Pero aunque no le había matado, sí le había provocado una herida profunda y sangrante que le impidió cualquier posibilidad de mantener una lucha más o menos igualada, así que no tuvo más remedio que huir como si se tratase de un débil humano.
Había actuado de forma tremendamente temeraria y ese era su castigo: Un profundo arañazo en la zona de las costillas y el orgullo herido, pero Ulrich admitía que había tenido suerte de salir de una pieza de aquel peligroso encuentro. Ahora la verdadera dificultad sería recorrer las tres o cuatro calles que le separaban de casa y de su cama, donde estaba seguro que permanecería durante unos días.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Y el cambia formas no es el único que muestra reacción ante la cálida sangre que emana de su desgraciada herida, síntoma de la falta de cautela. En tanto que Ulrich pudiera haber recorrido las calles de París con agonía y un cierto sentido de desazón, una mirada impávida y cristalina le habría seguido desde los cielos, permitiendo que su silueta se ocultara entre las tinieblas y esquinas de las azoteas. Tan solo la argéntea luz que coronaba el manto estrellado podría revelarle en aquellos instantes, y el inmortal no se mostraba en exceso interesado. Su turbada mente se había estado recreando con cierto interés ante el desesperado bagaje del cambia formas, y ahora, unos pisos por encima de la posición del aparente joven, contemplaba como sus fuerzas y vitalidad empezaban a flaquear, apoyándose en una de las paredes.
Perbidius vestía de un modo elegante y ostentoso, quizás en demasía acostumbrado a las riquezas y a la demostración de rango en las sociedades que había vivido a lo largo de las eras. Sin embargo nada de ello quedaba directamente visible, quedando su figura cubierta por una oscura capa victoriana, anudada a la altura del cuello por un broche plateado. Solo dos joyas brillaban en la intensa y tenebrosa azotea, y estas eran sus brillantes y gélidos irises de tono celeste. Ahora estos se ocultaban con sutileza, cerrando los párpados con extrema lentitud para poder recrearse en la situación, el olor y el sonido. Dos elementos que difícilmente percibía, pero que tras siglos de experiencia ya era capaz de imaginar. Los latidos al compás, la fragancia edulcorada de la sangre fresca, el mejor de los licores para su paladar. Y no en vano podía pensar de ese modo, pues aunque herido, el plato le parecía sinceramente apetecible.
Al abrir los ojos de nuevo dirigió la mirada a un lado y otro, comprobando las direcciones de las calles de París con un movimiento lento antes de llegar a la conclusión de que la situación, de desearlo, era lo suficientemente íntima como para actuar con ciertas licencias estéticas. Sabiendo esto pues, se adelantó un único paso para dejarse caer desde la azotea, sin embargo su cuerpo no se precipitó al vacío, si no que fue descendiendo poco a poco, en una practicada levitación hasta alcanzar sigilosamente el suelo. Durante el largo momento en que había estado reduciendo su distancia con las calles, había podido imaginar decenas, incluso centenares de situaciones en las que deleitarse con el cambia formas, sin embargo, tan solo al reposar las suelas de sus oscuras y lustrosas botas en el suelo, encontró lo que más feliz le pudiera hacer en aquél caprichoso instante. Y de forma irracional, había decidido que ningún daño iba a hacerle.
Sus pasos se encaminaron decididos y elegantes hacia la figura de Ulrich, dejándose escuchar, permitiéndose detectar con facilidad. Su rostro restaba indiferente e inexpresivo, aunque suponiendo una posible reacción hostil por parte de un herido, antes de entonar con su suave y melódica voz, ofreció una pátina de amabilidad a su gélido rostro, sonriendo tenuemente.
-Caballero, joven.- Su voz se paró unos segundos, aunque sus pasos no siguieron ese ejemplo y permanecieron en su meta de acercarse al individuo.- ¿Se encuentra bien?
Perbidius vestía de un modo elegante y ostentoso, quizás en demasía acostumbrado a las riquezas y a la demostración de rango en las sociedades que había vivido a lo largo de las eras. Sin embargo nada de ello quedaba directamente visible, quedando su figura cubierta por una oscura capa victoriana, anudada a la altura del cuello por un broche plateado. Solo dos joyas brillaban en la intensa y tenebrosa azotea, y estas eran sus brillantes y gélidos irises de tono celeste. Ahora estos se ocultaban con sutileza, cerrando los párpados con extrema lentitud para poder recrearse en la situación, el olor y el sonido. Dos elementos que difícilmente percibía, pero que tras siglos de experiencia ya era capaz de imaginar. Los latidos al compás, la fragancia edulcorada de la sangre fresca, el mejor de los licores para su paladar. Y no en vano podía pensar de ese modo, pues aunque herido, el plato le parecía sinceramente apetecible.
Al abrir los ojos de nuevo dirigió la mirada a un lado y otro, comprobando las direcciones de las calles de París con un movimiento lento antes de llegar a la conclusión de que la situación, de desearlo, era lo suficientemente íntima como para actuar con ciertas licencias estéticas. Sabiendo esto pues, se adelantó un único paso para dejarse caer desde la azotea, sin embargo su cuerpo no se precipitó al vacío, si no que fue descendiendo poco a poco, en una practicada levitación hasta alcanzar sigilosamente el suelo. Durante el largo momento en que había estado reduciendo su distancia con las calles, había podido imaginar decenas, incluso centenares de situaciones en las que deleitarse con el cambia formas, sin embargo, tan solo al reposar las suelas de sus oscuras y lustrosas botas en el suelo, encontró lo que más feliz le pudiera hacer en aquél caprichoso instante. Y de forma irracional, había decidido que ningún daño iba a hacerle.
Sus pasos se encaminaron decididos y elegantes hacia la figura de Ulrich, dejándose escuchar, permitiéndose detectar con facilidad. Su rostro restaba indiferente e inexpresivo, aunque suponiendo una posible reacción hostil por parte de un herido, antes de entonar con su suave y melódica voz, ofreció una pátina de amabilidad a su gélido rostro, sonriendo tenuemente.
-Caballero, joven.- Su voz se paró unos segundos, aunque sus pasos no siguieron ese ejemplo y permanecieron en su meta de acercarse al individuo.- ¿Se encuentra bien?
Perbidius- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Ulrich apretó los ojos con fuerza cuando un nuevo pinchazo en esa herida reciente le recordó que seguía perdiendo sangre rápidamente y que si no llegaba pronto a casa tendría problemas mayores que el dolor que sentía. Sabía perfectamente qué era lo que el olor que su sangre despedía podía traer consigo, y el simple pensamiento le provocó un incómodo escalofrío. Ya había visto lo que los vampiros eran capaces de hacer y lamentablemente no hablaba sólo de morder y alimentarse de la sangre de personas inocentes, que ya de por sí sonaba horriblemente cruel, sino que algunos incluso se divertían con sus víctimas antes de matarlas.
Con una mueca de profundo desagrado, Ulrich bajó la cabeza y animó en susurros a seguir adelante, a volver a casa. Claire, su hermana pequeña, seguramente le estaría esperando despierta, preocupada por la tardanza y Ulrich no podía permitirse el lujo de dejarla sola toda la noche por una estúpida herida. De ese modo, intentando convencerse a sí mismo de la urgente necesidad de ponerse a salvo, inspiró hondo y se dispuso a...
De pronto, el hilo de sus pensamientos quedó abruptamente interrumpido. El olfato excelentemente desarrollado del cambiaformas detectó algo, una esencia tan antigua como el tiempo y que, durante un instante, Ulrich no pudo relacionar con otra cosa que con el olor de la muerte. Aún con la espalda pegada a la pared, el chico paseó los ojos a su alrededor, esperando, rogando que su olfato le estuviese mintiendo y que aquello que había percibido no fuese más que una broma de mal gusto.
Sin embargo, sus ojos le proporcionaron una segunda respuesta afirmativa cuando, asombrado, Ulrich vio la figura negra y terrorífica que descendía desde la azotea de una casa con suavidad sobrenatural, hasta posar las suelas de sus brillantes botas en el suelo. El sonido que provocaron, y que rebotó en las paredes del estrecho callejón, le heló la sangre en las venas durante un instante, justo antes de que su corazón empezase a latir absolutamente desesperado y con tanta fuerza que Ulrich creyó que todos los vecinos podrían oírlo perfectamente. Su respiración, de igual forma, se hizo mucho más audible que antes aunque el chico apenas lo notó.
El cambiaformas, sin saber qué hacer, tragó saliva y se apretó contra la pared, como si así pudiese fundirse con la piedra y desaparecer. El ruido constante e implacable de las botas contra el suelo, anunciando la proximidad del vampiro, le resultaba desesperante y no pudo evitar recordarle al sonido que hacían las manecillas de un reloj marcando el paso de los segundos. Nervioso y asustado, Ulrich metió una mano entre sus ropas y sacó un pequeño puñal cuyo filo también había quedado manchado del líquido carmesí que impregnaba la camisa del chico. Lo alzó con la mano algo temblorosa y fijó sus ojos verdes en el vampiro, con un desprecio tan evidente que ni siquiera el miedo que sentía pudo cubrirlo.
-Perfectamente, ¿no lo ve? Ahora...váyase.-Respondió él, y lo que intentaba sonar como una advertencia no quedó más que en algo parecido a un súplica. Mordiéndose el labio, Ulrich se separó por fin de la pared y quedó en pie, pero su figura no imponía ni la mitad de lo que él esperaba. Estaba perdido.
Con una mueca de profundo desagrado, Ulrich bajó la cabeza y animó en susurros a seguir adelante, a volver a casa. Claire, su hermana pequeña, seguramente le estaría esperando despierta, preocupada por la tardanza y Ulrich no podía permitirse el lujo de dejarla sola toda la noche por una estúpida herida. De ese modo, intentando convencerse a sí mismo de la urgente necesidad de ponerse a salvo, inspiró hondo y se dispuso a...
De pronto, el hilo de sus pensamientos quedó abruptamente interrumpido. El olfato excelentemente desarrollado del cambiaformas detectó algo, una esencia tan antigua como el tiempo y que, durante un instante, Ulrich no pudo relacionar con otra cosa que con el olor de la muerte. Aún con la espalda pegada a la pared, el chico paseó los ojos a su alrededor, esperando, rogando que su olfato le estuviese mintiendo y que aquello que había percibido no fuese más que una broma de mal gusto.
Sin embargo, sus ojos le proporcionaron una segunda respuesta afirmativa cuando, asombrado, Ulrich vio la figura negra y terrorífica que descendía desde la azotea de una casa con suavidad sobrenatural, hasta posar las suelas de sus brillantes botas en el suelo. El sonido que provocaron, y que rebotó en las paredes del estrecho callejón, le heló la sangre en las venas durante un instante, justo antes de que su corazón empezase a latir absolutamente desesperado y con tanta fuerza que Ulrich creyó que todos los vecinos podrían oírlo perfectamente. Su respiración, de igual forma, se hizo mucho más audible que antes aunque el chico apenas lo notó.
El cambiaformas, sin saber qué hacer, tragó saliva y se apretó contra la pared, como si así pudiese fundirse con la piedra y desaparecer. El ruido constante e implacable de las botas contra el suelo, anunciando la proximidad del vampiro, le resultaba desesperante y no pudo evitar recordarle al sonido que hacían las manecillas de un reloj marcando el paso de los segundos. Nervioso y asustado, Ulrich metió una mano entre sus ropas y sacó un pequeño puñal cuyo filo también había quedado manchado del líquido carmesí que impregnaba la camisa del chico. Lo alzó con la mano algo temblorosa y fijó sus ojos verdes en el vampiro, con un desprecio tan evidente que ni siquiera el miedo que sentía pudo cubrirlo.
-Perfectamente, ¿no lo ve? Ahora...váyase.-Respondió él, y lo que intentaba sonar como una advertencia no quedó más que en algo parecido a un súplica. Mordiéndose el labio, Ulrich se separó por fin de la pared y quedó en pie, pero su figura no imponía ni la mitad de lo que él esperaba. Estaba perdido.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
El inmortal cesó sus pasos durante unos breves segundos ante la reacción del cambia formas, contemplar como esgrimía un objeto punzante contra él había borrado su sonrisa temporalmente. Ciertamente no por el hecho de verse amenazado, sino por la visión de la apetecible esencia cálida y fugaz que resbalaba por el metal del cuchillo. En cierto modo, era una verdadera locura rechazar la idea de que, ese aparente joven, era un plato claro que le ofrecía su segunda noche en la ciudad tras inspeccionar los barrios bajos. Sin embargo siguió con la idea original en cuanto a sus intenciones, y pragmático su sonrisa emergió de nuevo inmutable, dejando reposar el potente tono celeste de sus irises sobre el rostro del desesperado. Lo que había sido una sonrisa amable, pronto se tornó una sutil, dejando tan solo como rastro de la misma una leve tirantez en la comisura de sus labios.
Enarcó ambas cejas sin otorgar respuesta alguna a la advertencia en falso de Ulrich, permitiendo que su atención se abstrayera breves segundos al cielo, donde encontrara la luna en su magnánimo esplendor. Esa visión le hechizó las pupilas el tiempo suficiente para apretar sus labios y permitir que sus párpados quedaran a medio cerrar, devolviendo unas facciones serenas al cambia formas, cuando su rostro volvió a descender para contemplarle, con una respuesta esta vez. Ambas manos se juntaron en un movimiento fluido, apretando palma contra palma de un modo que permitía la visión de la única joya en su diestra, un anillo plateado coronado por una esmeralda, en absoluto ostentosa ni grotesca.
- Comprendo que su estado sea el de alarma, caballero. De igual modo se lo peligrosa que es la noche y más aún…- Reemprendió sus pasos con tranquilidad, manteniendo una ceja enarcada en tanto que dejaba fluir su paciencia desde sus labios.- … los desconocidos que se acercan de un modo tan peculiar. Sin embargo debe creerme cuando le digo que mis intenciones no son en absoluto partidarias de su perjuicio.
Permitió un breve silencio entonces, separando las manos para cruzarlas tras la espalda en un gesto practicado, ladeando la cabeza en un movimiento tenue, permitiendo que parte de sus oscuros cabellos acompañaran sus facciones.- Mas bien todo lo contrario, y si baja ese cuchillo quizás pueda demostrárselo.- Concluyó su sospechosa propuesta con un relativo crecer en su sonrisa, aguardando una respuesta por parte del cambia formas, en cuyas manos reposaba su Destino.
Enarcó ambas cejas sin otorgar respuesta alguna a la advertencia en falso de Ulrich, permitiendo que su atención se abstrayera breves segundos al cielo, donde encontrara la luna en su magnánimo esplendor. Esa visión le hechizó las pupilas el tiempo suficiente para apretar sus labios y permitir que sus párpados quedaran a medio cerrar, devolviendo unas facciones serenas al cambia formas, cuando su rostro volvió a descender para contemplarle, con una respuesta esta vez. Ambas manos se juntaron en un movimiento fluido, apretando palma contra palma de un modo que permitía la visión de la única joya en su diestra, un anillo plateado coronado por una esmeralda, en absoluto ostentosa ni grotesca.
- Comprendo que su estado sea el de alarma, caballero. De igual modo se lo peligrosa que es la noche y más aún…- Reemprendió sus pasos con tranquilidad, manteniendo una ceja enarcada en tanto que dejaba fluir su paciencia desde sus labios.- … los desconocidos que se acercan de un modo tan peculiar. Sin embargo debe creerme cuando le digo que mis intenciones no son en absoluto partidarias de su perjuicio.
Permitió un breve silencio entonces, separando las manos para cruzarlas tras la espalda en un gesto practicado, ladeando la cabeza en un movimiento tenue, permitiendo que parte de sus oscuros cabellos acompañaran sus facciones.- Mas bien todo lo contrario, y si baja ese cuchillo quizás pueda demostrárselo.- Concluyó su sospechosa propuesta con un relativo crecer en su sonrisa, aguardando una respuesta por parte del cambia formas, en cuyas manos reposaba su Destino.
Perbidius- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Ulrich observó como los pasos del vampiro se detenían con sus palabras, y por un momento no pudo creerse su suerte, ¿Iba a hacerle caso, iba a marcharse? La incertidumbre y la impaciencia le corroían por dentro mientras el vampiro fijaba sus fríos ojos en la luna y ejecutaba aquellos fluidos movimientos que casi parecían estudiados al milímetro, como si estuviese decidiendo cual iba a ser su destino aquella noche. Atemorizado, Ulrich retrocedió un par de pasos sin retirar la mirada de él y sintió que la herida le traicionaba de nuevo, obligándole permanecer quieto para consiguir un mínimo de alivio.
Desgraciadamente la esperanza de salir vivo de allí se fue tan rápido como vino cuando Perbidius reanudó sus pasos hacia él con aquella sonrisa que a Ulrich sólo le transmitía desconfianza y horror. En el rostro de otra persona le habría parecido una expresión bonita y agradable, pero no en el del vampiro. No podía olvidar que detrás de esa suave y amable sonrisa se ocultaban unos mortíferos colmillos que podían extinguir su vida tan rápido como Perbidius lo desease. No, no podía descuidarse ni un instante.
Sin embargo, las palabras del vampiro le desconcertaron. ¿Le estaba diciendo que no pensaba matarle? Imposible, los vampiros no eran más que criaturas cuya existencia se basaba en una eterna maldad que les obligaba irremediablemente a matar, a disfrutar con el sufrimiento ajeno. Y sin embargo, aquel vampiro le estaba pidiendo que dejase caer la única arma con la que contaba para defenderse de él y confiase en que después no acabase con su vida. Ulrich tragó saliva y notó como la fuerza con la que sostenía el puñal decaía ligeramente, como si su mano estuviese dispuesta a dejarlo caer sin importar lo que el propio Ulrich tuviera que decir al respecto.
-¿Por que...debería confiar en usted? Sé lo que es y lo que hace para alimentarse, no crea que soy estúpido.-Dijo, frunciendo el ceño ligeramente. No obstante, justo después de pronunciar esas palabras, la temblorosa mano que sostenía el puñal se aflojó y este cayó al suelo, donde quedó olvidado. De todas formas, Ulrich ya sabía que si el vampiro se lo proponía, podría matarle con o sin armas a su disposición.
El cambiaformas bajó la cabeza y apretó con suavidad la mano contra la herida que le torturaba sin cesar. No podía asegurarlo, pero él habría dicho que sangraba menos que antes. O quizás no era más que algo que él se empeñaba en creer para mantener la esperanza de que volvería a casa sano y salvo. Si no fuera porque cada segundo que pasaba Ulrich notaba que se acercaba más y más a su trágico final, habría sonreído con sorna, burlándose de si mismo por haber cometido la estupidez de enfrentarse a un licántropo justo aquella maldita noche.
Desgraciadamente la esperanza de salir vivo de allí se fue tan rápido como vino cuando Perbidius reanudó sus pasos hacia él con aquella sonrisa que a Ulrich sólo le transmitía desconfianza y horror. En el rostro de otra persona le habría parecido una expresión bonita y agradable, pero no en el del vampiro. No podía olvidar que detrás de esa suave y amable sonrisa se ocultaban unos mortíferos colmillos que podían extinguir su vida tan rápido como Perbidius lo desease. No, no podía descuidarse ni un instante.
Sin embargo, las palabras del vampiro le desconcertaron. ¿Le estaba diciendo que no pensaba matarle? Imposible, los vampiros no eran más que criaturas cuya existencia se basaba en una eterna maldad que les obligaba irremediablemente a matar, a disfrutar con el sufrimiento ajeno. Y sin embargo, aquel vampiro le estaba pidiendo que dejase caer la única arma con la que contaba para defenderse de él y confiase en que después no acabase con su vida. Ulrich tragó saliva y notó como la fuerza con la que sostenía el puñal decaía ligeramente, como si su mano estuviese dispuesta a dejarlo caer sin importar lo que el propio Ulrich tuviera que decir al respecto.
-¿Por que...debería confiar en usted? Sé lo que es y lo que hace para alimentarse, no crea que soy estúpido.-Dijo, frunciendo el ceño ligeramente. No obstante, justo después de pronunciar esas palabras, la temblorosa mano que sostenía el puñal se aflojó y este cayó al suelo, donde quedó olvidado. De todas formas, Ulrich ya sabía que si el vampiro se lo proponía, podría matarle con o sin armas a su disposición.
El cambiaformas bajó la cabeza y apretó con suavidad la mano contra la herida que le torturaba sin cesar. No podía asegurarlo, pero él habría dicho que sangraba menos que antes. O quizás no era más que algo que él se empeñaba en creer para mantener la esperanza de que volvería a casa sano y salvo. Si no fuera porque cada segundo que pasaba Ulrich notaba que se acercaba más y más a su trágico final, habría sonreído con sorna, burlándose de si mismo por haber cometido la estupidez de enfrentarse a un licántropo justo aquella maldita noche.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Complacido contempló cómo pese a su pregunta y la postura desconfiada del cambia formas, la mano del joven dejaba caer el arma blanca, desnudando sus capacidades defensivas, o la visión ilusoria de defensa que el aparente joven mantenía con él. Esto sin duda provocó un cierto brillo en la mirada cristalina y deshumanizada del inmortal, quién no tardaría en acercarse a la posición de Ulrich, centrando sus atenciones y sentidos a las expresiones de su rostro. Parecía nutrirse de cada una de ellas, tal estuviera realmente cómodo en la presencia de su desesperado interlocutor. Su lentitud se podía volver exasperante, su precisión burlesca. Detalles acompañados de un pensamiento eterno en total contraposición a una persona afligida por una herida grave.
- Ah, comprendo perfectamente vuestro razonamiento, caballero.- Su voz volvió a sonar en tanto que separaba sus manos, abandonando estas la posición en la espalda. Con lentitud abrió los brazos en un gesto teatral, acompañado de su macabra sonrisa. Al alzar los brazos para poder adoptar esa especie de postura, ofreciendo un abrazo, la tela sedosa de su capa victoriana se deslizó por sus hombros, mostrando su elegante vestimenta de tono azabache, decorada con estampados de tonalidades afines y algunos brocados de plata. Enarcó ambas cejas en tanto que restaba en esa postura, a medio camino entre la representación de una crucifixión y la ofrenda más fraternal. – Pero no debe temer por encontrar un animal cuando a mi me vea. Puesto que parece hablar de uno cuando se refiere a mi persona. Oh no, espero ser algo mucho más digno que eso, aunque le cueste creer.- Dejó caer entonces la mano izquierda junto a su brazo, permitiendo que el oscuro manto cubriera su cuerpo por ese lado. En cambio el brazo diestro siguió alzado, dejando al descubierto su hermosa vestimenta por ese lado al mismo tiempo que su mano cambiaba el ángulo hasta quedar ante Ulrich, tal esta quedara ofrecida a él, pálida e impoluta, de tersa y fina piel marmórea. Tan solo decorada por un anillo de plata y la discreta joya esmeralda.
- Usted está herido, es una ingrata evidencia. ¿Sabía usted que mis conocimientos médicos no son precisamente banales?-. Mantuvo la mano tendida con una elegancia natural y mayestática, enalzando poco a poco el mentón para entrecerrar su mirada con sutileza. – Le propongo una oferta, caballero. Tome mi mano, llegue a casa acompañado y escoltado por mis buenos deseos, y yo le ayudaré. Pero a cambio, usted deberá contarme una historia, un relato. Uno sobre vos….
El silencio se mantuvo presente, mostrando por parte del inmortal un rostro gélido e impenetrable, que poco a poco volvió a dibujar una sonrisa paciente y falsamente cercana. Para entonces la mano, que había sido tendida por el dorso como lo haría un rey, se volvió con parsimonia, siendo ahora la blanca palma lo visible y entregado, esperando el rechazo o la mano del cambia formas.
- Ah, comprendo perfectamente vuestro razonamiento, caballero.- Su voz volvió a sonar en tanto que separaba sus manos, abandonando estas la posición en la espalda. Con lentitud abrió los brazos en un gesto teatral, acompañado de su macabra sonrisa. Al alzar los brazos para poder adoptar esa especie de postura, ofreciendo un abrazo, la tela sedosa de su capa victoriana se deslizó por sus hombros, mostrando su elegante vestimenta de tono azabache, decorada con estampados de tonalidades afines y algunos brocados de plata. Enarcó ambas cejas en tanto que restaba en esa postura, a medio camino entre la representación de una crucifixión y la ofrenda más fraternal. – Pero no debe temer por encontrar un animal cuando a mi me vea. Puesto que parece hablar de uno cuando se refiere a mi persona. Oh no, espero ser algo mucho más digno que eso, aunque le cueste creer.- Dejó caer entonces la mano izquierda junto a su brazo, permitiendo que el oscuro manto cubriera su cuerpo por ese lado. En cambio el brazo diestro siguió alzado, dejando al descubierto su hermosa vestimenta por ese lado al mismo tiempo que su mano cambiaba el ángulo hasta quedar ante Ulrich, tal esta quedara ofrecida a él, pálida e impoluta, de tersa y fina piel marmórea. Tan solo decorada por un anillo de plata y la discreta joya esmeralda.
- Usted está herido, es una ingrata evidencia. ¿Sabía usted que mis conocimientos médicos no son precisamente banales?-. Mantuvo la mano tendida con una elegancia natural y mayestática, enalzando poco a poco el mentón para entrecerrar su mirada con sutileza. – Le propongo una oferta, caballero. Tome mi mano, llegue a casa acompañado y escoltado por mis buenos deseos, y yo le ayudaré. Pero a cambio, usted deberá contarme una historia, un relato. Uno sobre vos….
El silencio se mantuvo presente, mostrando por parte del inmortal un rostro gélido e impenetrable, que poco a poco volvió a dibujar una sonrisa paciente y falsamente cercana. Para entonces la mano, que había sido tendida por el dorso como lo haría un rey, se volvió con parsimonia, siendo ahora la blanca palma lo visible y entregado, esperando el rechazo o la mano del cambia formas.
Perbidius- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Ulrich no pudo evitar, a pesar de lo peligroso de la situación, sonreír con evidente burla ante las primeras frases que el vampiro le dirigió. ¿Cómo podía ver algo más que un animal cuando dirigía sus ojos hacia alguien de esa temible especie? ¿Cómo podía ignorar esa naturaleza que les empujaba a poner en peligro mortal a la gente que quería? El cambiaformas negó suavemente con la cabeza, manteniendo el ceño fruncido. Hacía unos años había tenido que pagar un alto precio por ignorar la existencia de esas horribles bestias, pero ya no volvería a cometer ese error.
Con la cabeza gacha, Ulrich pudo oír de nuevo los pasos lentos del vampiro, quien no tardó en alcanzarle con sus ya habituales movimientos ámplios y un tanto extravagantes. El chico por su parte notó como sus nervios iban in crescendo a medida que aquella tortura se prolongaba, que aquella incertidumbre se estiraba con desquiciante lentitud. Odiaba con toda su alma esa afición vampírica por regodearse en el sufrimiento de sus víctimas, en vez de matarla de un golpe rápido e indoloro. No, ellos gustaban acabando con ella poco a poco y observar su expresión de horror mientras tanto.
-No puedo ver de otra forma a los que son como usted. Conozco su naturaleza y sus costumbres, y no hacen nada más que recordarme muy desagradablemente a las de las peores bestias.-Explicó, alzando ligeramente el labio superior en una muestra de absoluto desprecio.
Acto seguido, Ulrich siguió observando esos movimientos del vampiro, sin entender muy bien qué hacía, hasta que aquella mano que bien podría parecer de porcelana se extendió frente a él, como si pretendiese que se la besara. El cambiaformas se ahorró el sonido descreído que había estado a punto de escapar de su garganta, simplemente porque pensó que la herida le dolería si lo hacía y miró al vampiro con una ceja alzada, a la espera de una explicación para ese extraño comportamiento.
Pero las palabras que le refirió Perbidius le confundieron. No podía creer que, además de dejarle con vida, pensara curarle a cambio de...¿Qué? ¿Una historia? Ulrich se habría negado automáticamente porque su naturaleza de pura rebeldía así se lo exigía, pero por una vez decidió que eso de negociar con vampiros no era tan mala idea. Apretando las mandíbulas y cerrando los ojos despacio, el cambiaformas alzó la mano derecha, ensangrentada como estaba, y alcanzó la del vampiro, estrechándola con suavidad.
-Esta es la primera vez que negocio con vampiros y deseo con toda mi alma que también sea la última, así que acabemos cuanto antes. Haga lo que tenga que hacer.-Murmuró, tan carente de esa energía que normalmente le caracterizaba que a duras penas reconocía como suya aquella voz ronca y débil. Sin embargo, mientras le quedase una gota de sangre en las venas mantendría aquella actitud rebelde e incluso altanera, que le permitía hablarle de malas formas a un vampiro a pesar de encontrarse, literalmente, en sus manos.
Con la cabeza gacha, Ulrich pudo oír de nuevo los pasos lentos del vampiro, quien no tardó en alcanzarle con sus ya habituales movimientos ámplios y un tanto extravagantes. El chico por su parte notó como sus nervios iban in crescendo a medida que aquella tortura se prolongaba, que aquella incertidumbre se estiraba con desquiciante lentitud. Odiaba con toda su alma esa afición vampírica por regodearse en el sufrimiento de sus víctimas, en vez de matarla de un golpe rápido e indoloro. No, ellos gustaban acabando con ella poco a poco y observar su expresión de horror mientras tanto.
-No puedo ver de otra forma a los que son como usted. Conozco su naturaleza y sus costumbres, y no hacen nada más que recordarme muy desagradablemente a las de las peores bestias.-Explicó, alzando ligeramente el labio superior en una muestra de absoluto desprecio.
Acto seguido, Ulrich siguió observando esos movimientos del vampiro, sin entender muy bien qué hacía, hasta que aquella mano que bien podría parecer de porcelana se extendió frente a él, como si pretendiese que se la besara. El cambiaformas se ahorró el sonido descreído que había estado a punto de escapar de su garganta, simplemente porque pensó que la herida le dolería si lo hacía y miró al vampiro con una ceja alzada, a la espera de una explicación para ese extraño comportamiento.
Pero las palabras que le refirió Perbidius le confundieron. No podía creer que, además de dejarle con vida, pensara curarle a cambio de...¿Qué? ¿Una historia? Ulrich se habría negado automáticamente porque su naturaleza de pura rebeldía así se lo exigía, pero por una vez decidió que eso de negociar con vampiros no era tan mala idea. Apretando las mandíbulas y cerrando los ojos despacio, el cambiaformas alzó la mano derecha, ensangrentada como estaba, y alcanzó la del vampiro, estrechándola con suavidad.
-Esta es la primera vez que negocio con vampiros y deseo con toda mi alma que también sea la última, así que acabemos cuanto antes. Haga lo que tenga que hacer.-Murmuró, tan carente de esa energía que normalmente le caracterizaba que a duras penas reconocía como suya aquella voz ronca y débil. Sin embargo, mientras le quedase una gota de sangre en las venas mantendría aquella actitud rebelde e incluso altanera, que le permitía hablarle de malas formas a un vampiro a pesar de encontrarse, literalmente, en sus manos.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Pese a las reiteradas muestras de desconfianza y desprecio hacia su propia existencia, el inmortal no mostró señales en ningún momento de desagrado. Había escuchado, visto y sentido de todo, y la rebeldía no sería lo que turbaría su cuidada interpretación de la humanidad. Además, en cierto grado, el sentir el tacto y la calidez de la mano ensangrentada sobre su fría y pálida mano le complació. Su sonrisa se tornó dental en ese instante, casi ignorando todo cuanto hubiera podido escuchar anteriormente de labios del herido. Su dentadura se había mostrado elegante en su contento, y no amenazante como cabría esperar de un vampiro.
- Bien, bien, bien…- Tras sentir la suavidad con que le tomaba la mano, el inmortal se la estrechó con fuerza y llevó su otra mano, la izquierda, para reposarla sobre la del cambia formas, encerrándola entre las suyas. Su tono había pasado de la melancólica interpretación a un cierto tono alegre con regusto de victoria. – Que dicha el que accedáis, pues que desperdicio, que desazón…sería el veros morir aquí, de un modo completamente innecesario.- De algún modo el inmortal se aproximó sin mover un solo músculo, tal su figura hubiera levitado sobre la superficie de las calles de un modo sutil y místico, quedando entonces frente a Ulrich de un modo cercano e inmediato, manteniendo su mano entre las suyas.
- Estoy seguro de que no deseareis tratar o negociar con más vampiros jamás, sin embargo si sobrevivís a esta experiencia, ¿no creéis que vuestras ideas sobre mi Estirpe son erróneas, o que como mínimo no engloban al total de los míos?- Su silencio se tornó imperante, dejando que sus irises chocaran con los del aparente joven en tanto que sus labios muertos se movían con lentitud, gráciles y suaves, pronunciando sus siguientes palabras con suavidad.- Allí donde veis una desmesurada anarquía, allí donde el caos se apodera de los cuerpos sin vida, hubo una vez Orden, lejos de París…en la distancia y el tiempo.
Un breve parpadeo quebró su discurso para soltar su mano en un gesto delicado y lento, prosiguiendo entonces hacia la cuestión central. – Si me guiais a vuestro lecho os curaré, en vuestro refugio os garantizo que no he de dañaros, sin embargo…- Enarcó ambas cejas para tornar sus facciones expresivas, recalcando una cierta atención sobre la advertencia.- Tampoco he de ser indulgente si no sabéis apreciar mis intenciones.
Perbidius se separó de Ulrich para quedar a un metro, señalando a un lado y otro de la calle, primero con la diestra y después con la izquierda. - ¿Y bien, caballero? ¿Qué dirección tomarán vuestras piernas?- Sonrió y dejó caer los brazos para reducir el tono y acercarse brevemente.- ¿Qué dirección preferirá su merced? Su sangre puede derramarse en estas calles o en su lecho, pero no tema por mi garganta….
- Bien, bien, bien…- Tras sentir la suavidad con que le tomaba la mano, el inmortal se la estrechó con fuerza y llevó su otra mano, la izquierda, para reposarla sobre la del cambia formas, encerrándola entre las suyas. Su tono había pasado de la melancólica interpretación a un cierto tono alegre con regusto de victoria. – Que dicha el que accedáis, pues que desperdicio, que desazón…sería el veros morir aquí, de un modo completamente innecesario.- De algún modo el inmortal se aproximó sin mover un solo músculo, tal su figura hubiera levitado sobre la superficie de las calles de un modo sutil y místico, quedando entonces frente a Ulrich de un modo cercano e inmediato, manteniendo su mano entre las suyas.
- Estoy seguro de que no deseareis tratar o negociar con más vampiros jamás, sin embargo si sobrevivís a esta experiencia, ¿no creéis que vuestras ideas sobre mi Estirpe son erróneas, o que como mínimo no engloban al total de los míos?- Su silencio se tornó imperante, dejando que sus irises chocaran con los del aparente joven en tanto que sus labios muertos se movían con lentitud, gráciles y suaves, pronunciando sus siguientes palabras con suavidad.- Allí donde veis una desmesurada anarquía, allí donde el caos se apodera de los cuerpos sin vida, hubo una vez Orden, lejos de París…en la distancia y el tiempo.
Un breve parpadeo quebró su discurso para soltar su mano en un gesto delicado y lento, prosiguiendo entonces hacia la cuestión central. – Si me guiais a vuestro lecho os curaré, en vuestro refugio os garantizo que no he de dañaros, sin embargo…- Enarcó ambas cejas para tornar sus facciones expresivas, recalcando una cierta atención sobre la advertencia.- Tampoco he de ser indulgente si no sabéis apreciar mis intenciones.
Perbidius se separó de Ulrich para quedar a un metro, señalando a un lado y otro de la calle, primero con la diestra y después con la izquierda. - ¿Y bien, caballero? ¿Qué dirección tomarán vuestras piernas?- Sonrió y dejó caer los brazos para reducir el tono y acercarse brevemente.- ¿Qué dirección preferirá su merced? Su sangre puede derramarse en estas calles o en su lecho, pero no tema por mi garganta….
Perbidius- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Los dedos de Ulrich se crisparon ligeramente en el momento en que la mano izquierda del vampiro aprisionó la suya, y aunque el primer instinto del cambiaformas fue tirar hacia sí para liberarla del agarre, pudo reprimirlo con éxito a pesar de la incomodidad que esto le causaba. Por alguna razón, el contacto con la piel de Perbidius hacía mucho más evidente, no sólo la diferencia de fuerzas entre ambos sino también lo distantes que se encontraban una raza de la otra. La piel del vampiro, por un lado, era tersa, suave y sobre todo fría, sobrenatural. No parecía tener ninguna imperfección ni marca que la interrumpiera, sólo piel blanca y uniforme que entraba en directo contraste con la de Ulrich, morena y llena de pequeñas pecas. En el aspecto físico, el chico tuvo que admitir que el vampiro le superaba con creces.
Pues aunque se trataba de una de las criaturas que más le disgustaban, esa apariencia que bien podría haber pertenecido a los más atractivos Dioses del Olimpo conseguía distraerle en muchas ocasiones del que era su objetivo principal: Acabar con ellos. Y ahora que se encontraba con uno a tan corta distancia y que lo observaba con cuidado, Ulrich se preguntó cómo podría destruír sin lamentaciones una obra de arte como aquella, que rozaba suavemente la perfección.
Sacudiendo la cabeza, Ulrich despejó su mente de esos estúpidos pensamientos que, desde luego, no le ayudaban a mantener a flote su arraigado odio hacia los chupasangres.-Todos matáis humanos de forma indiscriminada para alimentaros, ergo ninguno de vosotros merece algún respeto por mi parte.-Sentenció con dureza. Acto seguido, alzó la barbilla en un gesto claramente altivo y continuó.-Quizás entre los de tu especie pueda encontrar a uno que se arrepienta de sus crímenes, pero aún así se verá en la obligación que recaer nuevamente en esta horrible práctica, y eso no puede ser perdonado.-Añadió, esquivando los ojos del vampiro.
Cuando sus palabras se extinguieron al fin en aquel oscuro callejón, Ulrich deslizó su mano entre las de Perbidius y se alejó un par de pasos más, buscando esa seguridad que había perdido mientras permanecía en contacto directo con él. El cambiaformas estuvo a punto de indicarle el camino que debían seguir para llegar a su hogar cuando las palabras del vampiro se adelantaron a las suyas, con un ligero matiz de amenaza que desagradó al chico.
-Soy un hombre de palabra, no debéis dudar de ello. Usted es el único aquí en disposición de faltar a su parte del trato, no lo olvide.-Comentó mirándole de reojo para después, con lentitud y dificultad, girarse hacia el lado derecho de la calle. Sin esperar a que Perbidius le siguiera, el cambiaformas reinició ese agónico camino que en otras ocasiones le había parecido mucho más agradable y corto.
Sin embargo, Ulrich interrumpió sus pasos cuando apenas había recorrido unos pocos metros y girándose hacia el hombre lanzó una advertencia con tintes amargos.-En casa habrá alguien más a parte de usted y yo. Debe prometerme que esa persona también permanecerá a salvo esta noche y que en ningún momento hará amago alguno en su contra. Prométalo.-Insistió, con el suave brillo del miedo haciendo estragos en el verde esmeralda de sus ojos.
Pues aunque se trataba de una de las criaturas que más le disgustaban, esa apariencia que bien podría haber pertenecido a los más atractivos Dioses del Olimpo conseguía distraerle en muchas ocasiones del que era su objetivo principal: Acabar con ellos. Y ahora que se encontraba con uno a tan corta distancia y que lo observaba con cuidado, Ulrich se preguntó cómo podría destruír sin lamentaciones una obra de arte como aquella, que rozaba suavemente la perfección.
Sacudiendo la cabeza, Ulrich despejó su mente de esos estúpidos pensamientos que, desde luego, no le ayudaban a mantener a flote su arraigado odio hacia los chupasangres.-Todos matáis humanos de forma indiscriminada para alimentaros, ergo ninguno de vosotros merece algún respeto por mi parte.-Sentenció con dureza. Acto seguido, alzó la barbilla en un gesto claramente altivo y continuó.-Quizás entre los de tu especie pueda encontrar a uno que se arrepienta de sus crímenes, pero aún así se verá en la obligación que recaer nuevamente en esta horrible práctica, y eso no puede ser perdonado.-Añadió, esquivando los ojos del vampiro.
Cuando sus palabras se extinguieron al fin en aquel oscuro callejón, Ulrich deslizó su mano entre las de Perbidius y se alejó un par de pasos más, buscando esa seguridad que había perdido mientras permanecía en contacto directo con él. El cambiaformas estuvo a punto de indicarle el camino que debían seguir para llegar a su hogar cuando las palabras del vampiro se adelantaron a las suyas, con un ligero matiz de amenaza que desagradó al chico.
-Soy un hombre de palabra, no debéis dudar de ello. Usted es el único aquí en disposición de faltar a su parte del trato, no lo olvide.-Comentó mirándole de reojo para después, con lentitud y dificultad, girarse hacia el lado derecho de la calle. Sin esperar a que Perbidius le siguiera, el cambiaformas reinició ese agónico camino que en otras ocasiones le había parecido mucho más agradable y corto.
Sin embargo, Ulrich interrumpió sus pasos cuando apenas había recorrido unos pocos metros y girándose hacia el hombre lanzó una advertencia con tintes amargos.-En casa habrá alguien más a parte de usted y yo. Debe prometerme que esa persona también permanecerá a salvo esta noche y que en ningún momento hará amago alguno en su contra. Prométalo.-Insistió, con el suave brillo del miedo haciendo estragos en el verde esmeralda de sus ojos.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Negó con un gesto sencillo, caminando tras el cambia formas con la intención de seguir sus pasos. De andar elegante y movimientos calculados, enarcó una ceja ante la necesidad de Ulrich por obtener la promesa de labios del inmortal. Al igual que al aparente joven, esa expresión le había obligado a detener sus pasos, reconsiderando las expectativas y posibilidades que se podían deducir de aquél hecho. Otra persona involucrada no era lo que había buscado, pero en cierto grado el papel de esta podría reforzar los argumentos de Perbidius. Su instante de reflexión se quebró con una renovada sonrisa, asintiendo con soberana lentitud.
- No debe temer por mi parte, caballero. No he de dañarle a usted o a quién usted refiere.- Apoyó la diestra en su torso, dejando que esta se deslizara posteriormente hasta el vientre, donde mantenerla reposada gentil. – Garantizo la seguridad de ambos. Y también debo añadir un apunte…-Alzó con ligereza el mentón para deshacer su sonrisa en un gesto de seguridad, aclarando lo que pudiera haber sido un malentendido. – No he dicho que usted vaya a romper su parte del trato, en realidad como usted ha dicho indirectamente, no puede. Si debiera dejar de ser indulgente no sería por eso, si no por su empeño en profesar desprecio hacia Mí.- El silencio se mantuvo breves instantes para enarcar una ceja y reanudar así sus pasos hacia Ulrich.
- Puedo ver en sus ojos la mirada de la inexperiencia, caballero, recuerde que a menos que nos llevemos bien…-. Asintió con entereza, devolviendo la sonrisa a su semblante.-…es usted una copia, de una copia, de otra copia. He vivido quizás más de lo que pueda imaginar, he vivido lo suficiente como para desafiarle a no encontrar ser más antiguo en esta ciudad. Y créame que para sobrevivir a los siglos, un inmortal debe dejar la bestia atrás, pues es su peor enemigo y la única que puede llevarle a la destrucción.- Entrecerró la mirada, manteniendo sus irises cristalinos sobre el rostro de Ulrich, adoptando una posición comprensiva con sus ojos, que todo y mostrar entendimiento, iban acompañadas de un dialogo instructor.- Le aconsejo no me trate como si un animal fuera, o podría remover los demonios que habitan en mí, y entonces la negra noche sería rojo amaranto.
Sus labios quedaron entreabiertos, tal hubiera cesado sin haber terminado de hablar, enarcando entonces una ceja de forma individual, divertido con lo que acababa de expresar. – Pero puedo conocerle mas tarde, así como podrá usted preguntar lo que desee más adelante. Cuando usted esté a salvo, que ahora sin duda es la prioridad ¿no?-. Su sonrisa quedó marcada en sus facciones, aguardando el reanudar de la marcha, o la rebeldía del cambia formas.
- No debe temer por mi parte, caballero. No he de dañarle a usted o a quién usted refiere.- Apoyó la diestra en su torso, dejando que esta se deslizara posteriormente hasta el vientre, donde mantenerla reposada gentil. – Garantizo la seguridad de ambos. Y también debo añadir un apunte…-Alzó con ligereza el mentón para deshacer su sonrisa en un gesto de seguridad, aclarando lo que pudiera haber sido un malentendido. – No he dicho que usted vaya a romper su parte del trato, en realidad como usted ha dicho indirectamente, no puede. Si debiera dejar de ser indulgente no sería por eso, si no por su empeño en profesar desprecio hacia Mí.- El silencio se mantuvo breves instantes para enarcar una ceja y reanudar así sus pasos hacia Ulrich.
- Puedo ver en sus ojos la mirada de la inexperiencia, caballero, recuerde que a menos que nos llevemos bien…-. Asintió con entereza, devolviendo la sonrisa a su semblante.-…es usted una copia, de una copia, de otra copia. He vivido quizás más de lo que pueda imaginar, he vivido lo suficiente como para desafiarle a no encontrar ser más antiguo en esta ciudad. Y créame que para sobrevivir a los siglos, un inmortal debe dejar la bestia atrás, pues es su peor enemigo y la única que puede llevarle a la destrucción.- Entrecerró la mirada, manteniendo sus irises cristalinos sobre el rostro de Ulrich, adoptando una posición comprensiva con sus ojos, que todo y mostrar entendimiento, iban acompañadas de un dialogo instructor.- Le aconsejo no me trate como si un animal fuera, o podría remover los demonios que habitan en mí, y entonces la negra noche sería rojo amaranto.
Sus labios quedaron entreabiertos, tal hubiera cesado sin haber terminado de hablar, enarcando entonces una ceja de forma individual, divertido con lo que acababa de expresar. – Pero puedo conocerle mas tarde, así como podrá usted preguntar lo que desee más adelante. Cuando usted esté a salvo, que ahora sin duda es la prioridad ¿no?-. Su sonrisa quedó marcada en sus facciones, aguardando el reanudar de la marcha, o la rebeldía del cambia formas.
Perbidius- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Ulrich soltó un suspiro de evidente alivio y asintió con la cabeza muy suavemente, agarrándose a esa promesa que les aseguraba la inmunidad a su hermana y a él durante aquella larga noche. Su experiencia le advertía del peligro que corría depositando su confianza en manos ajenas, pero el chico sabía que la alternativa era mucho peor, por lo que se encontraba totalmente atrapado. Con ese pensamiento muy firme en su mente, Ulrich retomó el paso con toda la dignidad que le fue posible, apretando con la mano derecha en el lado contrário de su cuerpo como si temiera que la vida se le fuera a escapar por esa herida abierta.
El vampiro siguió hablando, pero él no se detuvo esta vez. Empezaba a pensar que si la conversación se alargaba mucho más las fuerzas le fallarían del todo y se desplomaría sobre el suelo, inconsciente. De hecho, casi le pareció buena idea. Caer sobre aquella piedra fría y despiadada y dejar que la sangre corriese fuera de su cuerpo, extinguiéndole para siempre y privándole de ese dolor que parecía agarrarle desde las entrañas, dispuesto a acabar con su cordura. Sí, a Ulrich le sonó tentador, pero entonces ¿Quién se aseguraría de que nadie le hiciera daño a su hermana? Ladeando la cabeza ligeramente, el cambiaformas le hizo un pequeño gesto al vampiro para invitarle a seguir caminando.
Sin embargo, las palabras de Perbidius le tomaron por sorpresa. Nunca creyó que aquel desprecio evidente que mostraba por los de su clase pudiese disgustarle, que pudiese importarle siquiera. Pero así era y, con el ceño suavemente fruncido, Ulrich no tuvo más remedio que acceder a su "petición".
-Está...bien. Supongo que no tengo otra opción que comprometerme a dejar de lado mis diferencias para con los de su especie. Por esta noche.-Se apresuró a indicar, un tanto escéptico. Perbidius también había hablado de lo mucho que su vida se había extendido, lo que implantó la semilla de la curiosidad en el joven. Tuvo ganas de preguntarle su edad real, puesto que su rostro le mentía deliberadamente en ese aspecto. No obstante, prefirió guardarse la duda para más tarde, cuando se encontrasen en un ambiente más cerrado. Él, como cambiaformas felino que era y gran espía, sabía perfectamente que incluso las paredes podían oírles. Dudoso, el chico pensó que seguramente el hombre preferiría mantener su condición vampírica a salvo del conocimiento público.
Mirándole de reojo, el joven pensó que, después de todo, no parecía ser el típico vampiro que podría encontrarse en París. Ulrich desconfiaba de él, por supuesto, pero lo cierto era que no le había dado motivos para ello. No había hecho referencia en ningún momento a que pretendiese hacerle algún daño, por el contrário se estaba ofreciendo a ayudarle. Ulrich no entedía como Perbidius podía diferenciarse tanto de los otros vampiros que había conocido o de los que se exponían en los libros. Nada en su aspecto o sus modales podía inducirle a creer que era un despiadado asesino. A excepción, quizás, de esas palabras de advertencia que le había referido, instándole a no pensar en él como si de un animal se tratase. Bien, Ulrich ya había quedado advertido en ese punto, por lo que lo dejó pasar con tranquilidad para centrarse en la duda que ahora ocupaba su mente.
-Hay algo que deseo preguntarle.-Comunicó, pero no formuló la pregunta hasta pasados unos segundos, pensando la mejor forma de expresar su duda sin faltar al respeto del vampiro.- ¿Por qué quiere ayudarme, por qué se toma tantas molestias por alguien que ni siquiera siente aprecio por usted? Sé que hemos hecho un trato pero no llego a comprender en qué le beneficia a usted.-Comentó, apretando los labios justo después. Esperaba que esa frase de finalización no le hubiese incitado a cambiar el trato para salir mejor parado.
El vampiro siguió hablando, pero él no se detuvo esta vez. Empezaba a pensar que si la conversación se alargaba mucho más las fuerzas le fallarían del todo y se desplomaría sobre el suelo, inconsciente. De hecho, casi le pareció buena idea. Caer sobre aquella piedra fría y despiadada y dejar que la sangre corriese fuera de su cuerpo, extinguiéndole para siempre y privándole de ese dolor que parecía agarrarle desde las entrañas, dispuesto a acabar con su cordura. Sí, a Ulrich le sonó tentador, pero entonces ¿Quién se aseguraría de que nadie le hiciera daño a su hermana? Ladeando la cabeza ligeramente, el cambiaformas le hizo un pequeño gesto al vampiro para invitarle a seguir caminando.
Sin embargo, las palabras de Perbidius le tomaron por sorpresa. Nunca creyó que aquel desprecio evidente que mostraba por los de su clase pudiese disgustarle, que pudiese importarle siquiera. Pero así era y, con el ceño suavemente fruncido, Ulrich no tuvo más remedio que acceder a su "petición".
-Está...bien. Supongo que no tengo otra opción que comprometerme a dejar de lado mis diferencias para con los de su especie. Por esta noche.-Se apresuró a indicar, un tanto escéptico. Perbidius también había hablado de lo mucho que su vida se había extendido, lo que implantó la semilla de la curiosidad en el joven. Tuvo ganas de preguntarle su edad real, puesto que su rostro le mentía deliberadamente en ese aspecto. No obstante, prefirió guardarse la duda para más tarde, cuando se encontrasen en un ambiente más cerrado. Él, como cambiaformas felino que era y gran espía, sabía perfectamente que incluso las paredes podían oírles. Dudoso, el chico pensó que seguramente el hombre preferiría mantener su condición vampírica a salvo del conocimiento público.
Mirándole de reojo, el joven pensó que, después de todo, no parecía ser el típico vampiro que podría encontrarse en París. Ulrich desconfiaba de él, por supuesto, pero lo cierto era que no le había dado motivos para ello. No había hecho referencia en ningún momento a que pretendiese hacerle algún daño, por el contrário se estaba ofreciendo a ayudarle. Ulrich no entedía como Perbidius podía diferenciarse tanto de los otros vampiros que había conocido o de los que se exponían en los libros. Nada en su aspecto o sus modales podía inducirle a creer que era un despiadado asesino. A excepción, quizás, de esas palabras de advertencia que le había referido, instándole a no pensar en él como si de un animal se tratase. Bien, Ulrich ya había quedado advertido en ese punto, por lo que lo dejó pasar con tranquilidad para centrarse en la duda que ahora ocupaba su mente.
-Hay algo que deseo preguntarle.-Comunicó, pero no formuló la pregunta hasta pasados unos segundos, pensando la mejor forma de expresar su duda sin faltar al respeto del vampiro.- ¿Por qué quiere ayudarme, por qué se toma tantas molestias por alguien que ni siquiera siente aprecio por usted? Sé que hemos hecho un trato pero no llego a comprender en qué le beneficia a usted.-Comentó, apretando los labios justo después. Esperaba que esa frase de finalización no le hubiese incitado a cambiar el trato para salir mejor parado.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Los pasos del inmortal prosiguieron el camino que había mantenido Ulrich durante unos instantes, en tanto que le escuchaba y mantenía una cierta atención a sus dudas y preocupaciones. En cierto grado le pareció habitual una falta de confianza tan palpable ante un vampiro, dado que todos cuanto había encontrado hasta el momento en occidente, eran poco más que feroces bestias que subsistían en el día a día, sin preocuparse en absoluto por organizar futuro alguno. Eso debía, e iba a cambiar.
Lo que más pudiera sorprenderle de todo cuanto dijo el aparente joven, fue sin duda la última pregunta, la sinceridad con que desarrolló su exposición provocó que lentamente volviera su mirada hacia el cambia formas, manteniendo una gélida y tenue sonrisa, la cual perduró en su semblante hasta que enarcara sutilmente una de sus cejas. Sus orbes celestes retornaron entonces al cielo, tal sufriera teatralmente de un gran pesar y debiera suspirar, aunque por supuesto no hizo nada, o más bien, nada más allá de restar en silencio durante unos largos instantes.
- Que perspicaz.-Dos palabras susurradas a la brisa nocturna y el silencio retornó en la fría calle parisina. Con paciencia su rostro descendió para ladear la cabeza, en dirección a Ulrich y contemplarle unos segundos antes de proseguir con soberana paciencia.- No gano nada aparentemente ¿verdad?-Limitándose a confirmar las palabras del joven de un modo reiterante, procedió a realizar un amago de lo que el inmortal consideraba, una de las razones que provocaban que el cambia formas fuera incapaz de entenderlo.
- Los jóvenes intentáis vivir el momento, buscáis lo inmediato. Yo en cambio espero que cada uno de mis gestos realice un eco en el futuro.-Su sonrisa se tornó dental y agraciada entonces, de un modo enigmático, tal como si tal charlatanería fuera la respuesta evidente a su cuestión. – No debéis preocuparos más por mis intenciones o vuestra seguridad. Tampoco podréis comprender nada si no os deshacéis de vuestra idea preconcebida de la Estirpe.- Sus párpados se entrecerraron para recuperar su mirada al horizonte de la calle, rememorando antiguos recuerdos sumidos en sus lagunas de sangre y perdida, provocando de su voz un suave susurro que apenas fue audible, y en cierto grado siquiera pretendía ser escuchado. –Si hubierais estado allí…
Ambas cejas se enarcaron de pronto en un movimiento veloz, caminando con cierta celeridad hacia Ulrich en tanto que gesticulaba con la diestra con sencillez.- Y decidme, antes de que deba encontrarme con extrañas sorpresas ¿de quién se trata? ¿a quién mas he garantizado la seguridad en vuestro hogar?
Lo que más pudiera sorprenderle de todo cuanto dijo el aparente joven, fue sin duda la última pregunta, la sinceridad con que desarrolló su exposición provocó que lentamente volviera su mirada hacia el cambia formas, manteniendo una gélida y tenue sonrisa, la cual perduró en su semblante hasta que enarcara sutilmente una de sus cejas. Sus orbes celestes retornaron entonces al cielo, tal sufriera teatralmente de un gran pesar y debiera suspirar, aunque por supuesto no hizo nada, o más bien, nada más allá de restar en silencio durante unos largos instantes.
- Que perspicaz.-Dos palabras susurradas a la brisa nocturna y el silencio retornó en la fría calle parisina. Con paciencia su rostro descendió para ladear la cabeza, en dirección a Ulrich y contemplarle unos segundos antes de proseguir con soberana paciencia.- No gano nada aparentemente ¿verdad?-Limitándose a confirmar las palabras del joven de un modo reiterante, procedió a realizar un amago de lo que el inmortal consideraba, una de las razones que provocaban que el cambia formas fuera incapaz de entenderlo.
- Los jóvenes intentáis vivir el momento, buscáis lo inmediato. Yo en cambio espero que cada uno de mis gestos realice un eco en el futuro.-Su sonrisa se tornó dental y agraciada entonces, de un modo enigmático, tal como si tal charlatanería fuera la respuesta evidente a su cuestión. – No debéis preocuparos más por mis intenciones o vuestra seguridad. Tampoco podréis comprender nada si no os deshacéis de vuestra idea preconcebida de la Estirpe.- Sus párpados se entrecerraron para recuperar su mirada al horizonte de la calle, rememorando antiguos recuerdos sumidos en sus lagunas de sangre y perdida, provocando de su voz un suave susurro que apenas fue audible, y en cierto grado siquiera pretendía ser escuchado. –Si hubierais estado allí…
Ambas cejas se enarcaron de pronto en un movimiento veloz, caminando con cierta celeridad hacia Ulrich en tanto que gesticulaba con la diestra con sencillez.- Y decidme, antes de que deba encontrarme con extrañas sorpresas ¿de quién se trata? ¿a quién mas he garantizado la seguridad en vuestro hogar?
Perbidius- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Ulrich continuó avanzando con pasos lentos y pesados, bufando y gruñendo por lo bajo cosas ininteligibles cada vez que le asaltaba un nuevo pinchazo en la piel desgarrada. Al contrário que su acompañante, él tenía la vista fija en el suelo, intentando no tropezar con algún indeseado obstáculo; pues aunque normalmente poseía la agilidad que caracterizaba a los cambiaformas felinos, esa noche bien podría haber tropezado con la separación de las baldosas de la calle y haber caído al suelo sin remedio alguno. Lo peor de la situación no habría sido el tremendo dolor que ese error de sus pies le reportaría, sino la poca confianza que depositaba Ulrich en poder de levantarse después por sí mismo.
Sin embargo, se permitió levantar la vista de sus pies durante unos instantes para dirigirla a Perbidius, que le hablaba de ese gusto natural en los jóvenes por vivir el momento, por centrarse en el presente sin mirar al futuro. Ante esas palabras, Ulrich dejó que una sonrisa divertida aflorara en sus labios, sin rastro, por primera vez en la noche, de desprecio o burla.
-Míreme.-Indicó, separando ambos brazos del cuerpo para que Perbidius pudiera examinarle por completo.-¿Cree que puedo vivir algo más, a parte del presente? ¿Cree acaso que puedo planear algún futuro cuando me encuentro continuamente al borde de un precipicio? Permítame que dude de que alguien como usted entienda lo que es tener que vivir cada día como si fuese el último, porque...ya me ve, para mi hoy podría haber sido ese fatídico día.-Explicó, encogiéndose de hombros con suavidad antes de continuar con una última frase.-Usted tiene el mañana asegurado, yo no.-Añadió, devolviendo los ojos a la superfície empedrada del callejón. Dejando que esa pequeña sonrisa de diversión se ampliara en su rostro, Ulrich percibió aquella notable diferencia entre el vampiro y él. Mientras Perbidius levantaba la cabeza para observar la oscura infinidad, el cambiaformas la bajaba para fijarse en el suelo frío y gris.
Eso le hacía pensar en su propia vida, en las veces que había jugado con la muerte y había salido airoso, en lo increíblemente cerca que había estado de perecer en un par de ocasiones. No conocía la historia de Perbidius, pero creía firmemente que él no veía su fin tan cercano como el cambia formas lo hacía. Después de todo, tantos siglos de vida le habrían servido para eliminar a la Parca de su listado de miedos o preocupaciones, suponía.
El joven habría seguido con su debate interno durante algunos minutos más, pero entonces una frase del vampiro dicha a media voz y sin una marcada intención de ser escuchada captó su atención. Ladeando la cabeza, Ulrich alzó las cejas en un claro gesto de duda y, tras unos segundos a la espera de alguna explicación por parte de su acompañante, se animó a preguntar.
-¿Allí? ¿Dónde?-Inquirió, sin saber muy bien si estaba haciendo lo correcto. Por alguna razón intuía que estaba metiéndose en terrenos poco seguros, que podrían incomodar al vampiro, pero para entonces ya era tarde para retirar su pregunta.
Sin embargo Perbidius se apresuró a expresarle su curiosidad por aquella persona que le aguardaba en casa y Ulrich notó como su rostro adoptaba de inmediato una expresión mucho más amable y apacible. De hecho, cualquier observador imparcial que les hubiese evaluado en ese instante, habría concluído que el chico se sentía completamente cómodo en compañía del vampiro.
-Mi hermana pequeña, Claire. Ella es la que deberá permanecer completamente fuera de peligro mientras usted se encuentre en mi casa; el resto del tiempo, soy yo quien la proteje.-Comentó, mostrando una pequeña sonrisa que se debatía entre la ternura y el orgullo de estar haciendo algo considerablemente admirable, teniendo en cuenta la temprana edad del joven.-Aunque no debe preocuparse por ella, es muy probable que ya esté dormida.-Se apresuró a añadir, restándole importancia al asunto con un gesto de la mano.
Seguidamente, Ulrich alzó la vista y comprobó aliviado que habían llegado al final de la calle, que apenas unos pocos metros le separaban de casa. El chico recibió aquel hecho con una alegría desbordante y se animó interiormente a acelerar ligeramente el paso, impaciente por encontrar ese descanso que tanto anhelaba.
Sin embargo, se permitió levantar la vista de sus pies durante unos instantes para dirigirla a Perbidius, que le hablaba de ese gusto natural en los jóvenes por vivir el momento, por centrarse en el presente sin mirar al futuro. Ante esas palabras, Ulrich dejó que una sonrisa divertida aflorara en sus labios, sin rastro, por primera vez en la noche, de desprecio o burla.
-Míreme.-Indicó, separando ambos brazos del cuerpo para que Perbidius pudiera examinarle por completo.-¿Cree que puedo vivir algo más, a parte del presente? ¿Cree acaso que puedo planear algún futuro cuando me encuentro continuamente al borde de un precipicio? Permítame que dude de que alguien como usted entienda lo que es tener que vivir cada día como si fuese el último, porque...ya me ve, para mi hoy podría haber sido ese fatídico día.-Explicó, encogiéndose de hombros con suavidad antes de continuar con una última frase.-Usted tiene el mañana asegurado, yo no.-Añadió, devolviendo los ojos a la superfície empedrada del callejón. Dejando que esa pequeña sonrisa de diversión se ampliara en su rostro, Ulrich percibió aquella notable diferencia entre el vampiro y él. Mientras Perbidius levantaba la cabeza para observar la oscura infinidad, el cambiaformas la bajaba para fijarse en el suelo frío y gris.
Eso le hacía pensar en su propia vida, en las veces que había jugado con la muerte y había salido airoso, en lo increíblemente cerca que había estado de perecer en un par de ocasiones. No conocía la historia de Perbidius, pero creía firmemente que él no veía su fin tan cercano como el cambia formas lo hacía. Después de todo, tantos siglos de vida le habrían servido para eliminar a la Parca de su listado de miedos o preocupaciones, suponía.
El joven habría seguido con su debate interno durante algunos minutos más, pero entonces una frase del vampiro dicha a media voz y sin una marcada intención de ser escuchada captó su atención. Ladeando la cabeza, Ulrich alzó las cejas en un claro gesto de duda y, tras unos segundos a la espera de alguna explicación por parte de su acompañante, se animó a preguntar.
-¿Allí? ¿Dónde?-Inquirió, sin saber muy bien si estaba haciendo lo correcto. Por alguna razón intuía que estaba metiéndose en terrenos poco seguros, que podrían incomodar al vampiro, pero para entonces ya era tarde para retirar su pregunta.
Sin embargo Perbidius se apresuró a expresarle su curiosidad por aquella persona que le aguardaba en casa y Ulrich notó como su rostro adoptaba de inmediato una expresión mucho más amable y apacible. De hecho, cualquier observador imparcial que les hubiese evaluado en ese instante, habría concluído que el chico se sentía completamente cómodo en compañía del vampiro.
-Mi hermana pequeña, Claire. Ella es la que deberá permanecer completamente fuera de peligro mientras usted se encuentre en mi casa; el resto del tiempo, soy yo quien la proteje.-Comentó, mostrando una pequeña sonrisa que se debatía entre la ternura y el orgullo de estar haciendo algo considerablemente admirable, teniendo en cuenta la temprana edad del joven.-Aunque no debe preocuparse por ella, es muy probable que ya esté dormida.-Se apresuró a añadir, restándole importancia al asunto con un gesto de la mano.
Seguidamente, Ulrich alzó la vista y comprobó aliviado que habían llegado al final de la calle, que apenas unos pocos metros le separaban de casa. El chico recibió aquel hecho con una alegría desbordante y se animó interiormente a acelerar ligeramente el paso, impaciente por encontrar ese descanso que tanto anhelaba.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: En territorio hostil [Perbidius]
Ciertamente el inmortal pasó por alto de un modo deliberado la pregunta de Ulrich acerca de su susurro. Poco le incomodaba, o más bien en absoluto, la idea de hablar de lo que fuera su pasado. Sin embargo no consideraba que en medio de la humedad y la fría temperatura otoñal de París, fuera adecuado divagar por sus recuerdos, al menos no relatándolos a otros individuos. Más aún considerando el estado agravado del aparente joven, quién parecía recuperar fuerzas por mera autosugestión, deseoso de alcanzar un hogar, cuyo trayecto hasta el mismo, presumía debía haber sido un verdadero infierno.
Siguió avanzando con cierta paciencia, sin importarle el hecho de que el cambia formas avanzara por encima de sus posibilidades. Ciertamente le alcanzaría de ser necesario, aunque también dudaba de la frontera que pudiera hallar el joven entre su voluntad y la gravedad de la herida, para seguir acelerando su movimiento. El silencio había sido su única respuesta en todo momento, y en realidad, poca o ninguna intención se reservaba de decir nada, al menos no hasta alcanzar el hogar del joven.
Que su protegida durmiera sería interesante, de modo que no se vería obligado a fingir más de lo necesario, o el doble. Aunque en su retorcida mente aún aguardaba sutilmente la idea de romper su frágil promesa una vez dentro y saciarse en una recreación sádica y sangrientamente hermosa, dentro de su concepción estética, no podía tomar de un modo serio esa idea. Sabía interiormente que sería un desperdicio, dado que de ser ese el resultado deseado, podría haberlo llevado a cabo mucho antes, y no sin razón, ante la constante actitud beligerante de Ulrich.
Y aunque en poco o nada le importaba que el cambia formas tomara una cierta posición hostil hacia su estirpe de un modo peñorativo, también era consciente de que el aparente joven desconocía enteramente a su raza, y que su influencia venía marcada por la experiencia que le hubiera supuesto la terrible y caótica organización inmortal de París. Y donde no hay Orden..los inmortales son niños sin destino ni objetivo, seres vacíos e improductivos.
Siguió avanzando con cierta paciencia, sin importarle el hecho de que el cambia formas avanzara por encima de sus posibilidades. Ciertamente le alcanzaría de ser necesario, aunque también dudaba de la frontera que pudiera hallar el joven entre su voluntad y la gravedad de la herida, para seguir acelerando su movimiento. El silencio había sido su única respuesta en todo momento, y en realidad, poca o ninguna intención se reservaba de decir nada, al menos no hasta alcanzar el hogar del joven.
Que su protegida durmiera sería interesante, de modo que no se vería obligado a fingir más de lo necesario, o el doble. Aunque en su retorcida mente aún aguardaba sutilmente la idea de romper su frágil promesa una vez dentro y saciarse en una recreación sádica y sangrientamente hermosa, dentro de su concepción estética, no podía tomar de un modo serio esa idea. Sabía interiormente que sería un desperdicio, dado que de ser ese el resultado deseado, podría haberlo llevado a cabo mucho antes, y no sin razón, ante la constante actitud beligerante de Ulrich.
Y aunque en poco o nada le importaba que el cambia formas tomara una cierta posición hostil hacia su estirpe de un modo peñorativo, también era consciente de que el aparente joven desconocía enteramente a su raza, y que su influencia venía marcada por la experiencia que le hubiera supuesto la terrible y caótica organización inmortal de París. Y donde no hay Orden..los inmortales son niños sin destino ni objetivo, seres vacíos e improductivos.
Perbidius- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 27/09/2010
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