AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Todo tiene un precio [Emhyr Van Emreys]
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Todo tiene un precio [Emhyr Van Emreys]
Tras pasar un tiempo fuera del burdel, aunque se dedicaba a hacer exactamente lo mismo, pero por su cuenta. A veces era necesario un cambio de aires, hasta su trabajo podía volverse monótono si no aparecía algún cliente interesante. Pero esa no era la razón principal por la que estaba de regreso a esas horas, era algo más importante. Había un hombre para todo en el burdel, Emhyr si no recordaba mal, que podía conseguir casi cualquier cosa. Su llegada había sido muy útil para todas, eso era innegable, y más de una se había fijado en el por lo que escuchaba de boca de sus compañeras. No iba a negar que era atractivo y que sería un cliente al que atendería con gusto, pero lo cierto es que había dejado de poner verdadero interés en los hombres hacía bastante tiempo, solo le interesaban sus carteras.
Nada más atravesar la puerta resultaba evidente el lugar en el que se entraba, aunque no había tanta gente como de costumbre por la hora ya había un buen número de hombres disfrutando de la compañía de mujeres que en cualquier otra ocasión ni se habrían dignado a mirarles a no ser que fuera con repulsión. Atravesó la sala sonriendo a algunos de los hombres pero sin detenerse con ninguno hasta que encontró al que realmente buscaba. - ¿Cómo estás, guapo? – preguntó al moreno que tenía frente a ella, tomando lugar a su lado. Apenas conocía al que ya era conocido como protector de las chicas y puede que ese misterio fuera lo que la incitaba a iniciar una conversación en lugar de simplemente pedir lo que necesitaba y marcharse.
Nada más atravesar la puerta resultaba evidente el lugar en el que se entraba, aunque no había tanta gente como de costumbre por la hora ya había un buen número de hombres disfrutando de la compañía de mujeres que en cualquier otra ocasión ni se habrían dignado a mirarles a no ser que fuera con repulsión. Atravesó la sala sonriendo a algunos de los hombres pero sin detenerse con ninguno hasta que encontró al que realmente buscaba. - ¿Cómo estás, guapo? – preguntó al moreno que tenía frente a ella, tomando lugar a su lado. Apenas conocía al que ya era conocido como protector de las chicas y puede que ese misterio fuera lo que la incitaba a iniciar una conversación en lugar de simplemente pedir lo que necesitaba y marcharse.
Alexandrine Bellefleur- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 04/02/2016
Re: Todo tiene un precio [Emhyr Van Emreys]
Las manos metidas en los bolsillos, ¿qué hacer? Vagar, era lo único que se le ocurría hacer en noches como aquella, hacía poco de un mes que había comenzado a extender sus negocios clandestinos por la capital parisina, se dedicaba a buscar víctimas de sus pequeñas estafas con aquellos juegos de cartas de tarot, con sus trucos de magia e ilusionismo, y con aquella guitarra con la cual ahora no cargaba. Aquello le daba el sustento para el día a día, podía conseguir una pequeña fortuna si lo deseaba, subir escalones y llegar al escalón que había tenido por nacimiento en su Turquía ya lejana de allí, en otro mundo, y en un pasado que le parecía muy borroso, como si fuese una historia que ya no había vivido, pero... Si, él había vivido en el lujo, él había recibido una extraordinaria educación y cultura, en ámbitos más allá de los libros, que le metía en el mundo del "guerreo". Pero ahora, se conformaba con poco, prefería ir tirando de lo mínimo, no quería prosperar, le gustaba aquella vida, a pesar de que la gente en ella pasase de largo. Pero él siempre se había sido así, demasiado independiente, solitario, hasta que conoció a aquella chica demasiado joven para él, pero era suficiente para haberle hecho cuestionarse su modo de vida tanto, que incluso en aquellos días de cambio, la soledad no era soportable para él en algunas noches, noches como las que estaba naciendo con el atardecer.
El cielo a pesar de volverse rojizo, se tiñó del gris nublado. Una pequeña gota se deslizo en aquel extraño abrigo que le hacía destacar entre la multitud, por ser viejo, pero tener ricos bordados orientales, como si hubiese sido robado a un noble de otros tiempos, pero tan viejo ahora e incluso dañado y reparado hasta la saciedad, que no le hacía grande, y a pesar de que Emhyr sabía que miradas curiosas se posaban en él, no solo por aquel abrigo, sino por su físico, que denotaba que era extranjero, no le importaba, y no se iba a separar de aquel abrigo.
La lluvia le golpeo, y la gente en las calles, corrían huyendo de ella. Emhyr suspiró encogiendo los hombros, como si nada ¿para dónde llevar los pies? Sin quererlo sus pasos le habían llevado a aquel bullicio de un edificio cercano, las risas de las féminas que entraban huyendo también de la lluvia al igual que sus clientes, ya que, con tan solo mirar sus vestimentas atrevidas y llamativas, pudo distinguir su oficio y que era aquel edificio.
Su nuevo “hogar”, pensó por instante. Emhyr se había instalado en la vieja buhardilla de aquel burdel, y en poco día había conseguido hacerla lo más habitable posible, cosa que le sorprendía y fascinaba a las pocas chicas que alguna vez compartían lecho con él, y se divertían, en aquel trozo de mundo.
A cambio de su protección dentro de lo que podía, y de conseguirles lo que desearán con un poco de contrabando, más prepararle “remedios naturales” con los que él estaba muy familiarizado, era suficiente para poder quedarse allí y de paso sacar unas cuantas monedas para la comida.
Entre hombres de con trajes distinguidos, y chicas que los acompañaba, Emhyr se acercó a la puerta dispuesto a entrar, no sin antes saludar a un enorme hombre que hacía de guardia en noches como aquella. Otro tipo de protector.
Muy diferente al mundo de fuera, gris y frío, aquel lugar era cálido, lleno de demasiados detalles llamativos, de colores vivos, de cierta suntuosidad, Emhyr siempre había pensado que aquello era solamente para llamar la atención a la vista, para atraer, un mero medio de publicidad que seguro que pocos se posaban a contemplar como él, más distraídos por la bebida, las drogas y más mujeres que en hacer aquel examen que él hacía.
No entablo conversación con nadie, a pesar de que algunas chicas se detenían con él para ofrecerle sus servicios, para pedirle cosas, o para devolverle alguna deuda pendiente.
En uno de los asientos vacíos, se sentó a contar el dinero adquirido en el día. Una de las chicas se sentó a su lado y le hablo. Éste enseguida guardo en dinero en su bolsillo con disimulo.
-Mmmm… Déjame adivinar, ¿te debo algo o tú me debes algo? -Se puso a buscar en sus bolsillos, y pensativo a intentar recordar quién era ella y que era lo que podía haberle encargado. Era extraño, él no se olvidaba de nadie ni de sus encargos ni sus caras. -Espera, no me has encargado nada, y no nos conocemos, aunque creo haberte visto por la casa muy de vez en cuando, tu nombre es… -Ni tapujos de formalismos como “usted” o “madamoiselle”, ya estaba acostumbrado a hablarle de “tu” a las chicas del lugar, sin dobleces ni nada similar. - ¿Sabes que no te puedo pagar si es lo que buscas como algunas de tus compañeras? Aunque a veces… Me planteo que ellas deberían ser las que me paguen a mí. -Fue descarado, iba con su personalidad de mujeriego y altivo.
El cielo a pesar de volverse rojizo, se tiñó del gris nublado. Una pequeña gota se deslizo en aquel extraño abrigo que le hacía destacar entre la multitud, por ser viejo, pero tener ricos bordados orientales, como si hubiese sido robado a un noble de otros tiempos, pero tan viejo ahora e incluso dañado y reparado hasta la saciedad, que no le hacía grande, y a pesar de que Emhyr sabía que miradas curiosas se posaban en él, no solo por aquel abrigo, sino por su físico, que denotaba que era extranjero, no le importaba, y no se iba a separar de aquel abrigo.
La lluvia le golpeo, y la gente en las calles, corrían huyendo de ella. Emhyr suspiró encogiendo los hombros, como si nada ¿para dónde llevar los pies? Sin quererlo sus pasos le habían llevado a aquel bullicio de un edificio cercano, las risas de las féminas que entraban huyendo también de la lluvia al igual que sus clientes, ya que, con tan solo mirar sus vestimentas atrevidas y llamativas, pudo distinguir su oficio y que era aquel edificio.
Su nuevo “hogar”, pensó por instante. Emhyr se había instalado en la vieja buhardilla de aquel burdel, y en poco día había conseguido hacerla lo más habitable posible, cosa que le sorprendía y fascinaba a las pocas chicas que alguna vez compartían lecho con él, y se divertían, en aquel trozo de mundo.
A cambio de su protección dentro de lo que podía, y de conseguirles lo que desearán con un poco de contrabando, más prepararle “remedios naturales” con los que él estaba muy familiarizado, era suficiente para poder quedarse allí y de paso sacar unas cuantas monedas para la comida.
Entre hombres de con trajes distinguidos, y chicas que los acompañaba, Emhyr se acercó a la puerta dispuesto a entrar, no sin antes saludar a un enorme hombre que hacía de guardia en noches como aquella. Otro tipo de protector.
Muy diferente al mundo de fuera, gris y frío, aquel lugar era cálido, lleno de demasiados detalles llamativos, de colores vivos, de cierta suntuosidad, Emhyr siempre había pensado que aquello era solamente para llamar la atención a la vista, para atraer, un mero medio de publicidad que seguro que pocos se posaban a contemplar como él, más distraídos por la bebida, las drogas y más mujeres que en hacer aquel examen que él hacía.
No entablo conversación con nadie, a pesar de que algunas chicas se detenían con él para ofrecerle sus servicios, para pedirle cosas, o para devolverle alguna deuda pendiente.
En uno de los asientos vacíos, se sentó a contar el dinero adquirido en el día. Una de las chicas se sentó a su lado y le hablo. Éste enseguida guardo en dinero en su bolsillo con disimulo.
-Mmmm… Déjame adivinar, ¿te debo algo o tú me debes algo? -Se puso a buscar en sus bolsillos, y pensativo a intentar recordar quién era ella y que era lo que podía haberle encargado. Era extraño, él no se olvidaba de nadie ni de sus encargos ni sus caras. -Espera, no me has encargado nada, y no nos conocemos, aunque creo haberte visto por la casa muy de vez en cuando, tu nombre es… -Ni tapujos de formalismos como “usted” o “madamoiselle”, ya estaba acostumbrado a hablarle de “tu” a las chicas del lugar, sin dobleces ni nada similar. - ¿Sabes que no te puedo pagar si es lo que buscas como algunas de tus compañeras? Aunque a veces… Me planteo que ellas deberían ser las que me paguen a mí. -Fue descarado, iba con su personalidad de mujeriego y altivo.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Todo tiene un precio [Emhyr Van Emreys]
No pasó desapercibido a su vista el dinero que tenía el hombre, aunque lo guardara rápidamente en cuanto había llegado. Ese no era el mejor lugar para aparecer con un fajo de billetes, eso atraía a las chicas como la miel a las abejas. Ella por su parte se habría planteado robarlo, pero no quería problemas con la persona que le conseguía lo que necesitaba y que acudiría en su ayuda si algún cliente se ponía pesado. – Todavía no – respondió pues no estaba ahí para charlar, sino para adquirir algunas cosas. – Alexandrine – completó su frase a modo de presentación, aunque ella ya sabía quien era él y como se llamaba así que se saltó la parte de la presentación que le correspondía a él.
Lo miró con una ceja enarcada al escucharle, ¿qué no podía pagar? Lo que había visto minutos antes decía lo contrario, aunque comprendía que no le interesasen los servicios de su profesión, después de todo dudaba que tuviera ningún problema en encontrar mujeres sin necesidad de pagar. Sin embargo tuvo que contener la risa al escucharle decir que eran las chicas las que debían pagarle a él. – Te sorprendería la cantidad de hombres que piensan eso – comentó sin poder aguantar más soltando una ligera carcajada – lamento decepcionarte, encanto, pero eso solo significa que hacemos muy bien nuestro trabajo – añadió sin intención de ofenderle, pero era la pura verdad. La prostitutas eran la mejores actrices que podrían encontrar, mejores incluso que las que podrían encontrarse en el propio teatro pues tenían que hacer pensar a hombres que generalmente eran más torpes que un virgen que eran los mejores amantes que habían tenido en su vida.
- Desgraciadamente no estoy aquí para hablar de cuan bueno eres en la cama, aunque si alguna vez quieres demostrarlo puede que hasta lo haga gratis – coqueteó como haría con los clientes, pero lo cierto es que eso no iba a suceder. Hacía mucho que no estaba con un hombre de forma gratuita, sabía que eso al final solo causaba disgustos, todos los hombres eran igual de inútiles. – Necesito que me consigas anticonceptivo, ¿puedes hacerlo? – pidió al fin, esperaba no estar perdiendo el tiempo, pero se fiaba de lo que le habían contado las demás.
Lo miró con una ceja enarcada al escucharle, ¿qué no podía pagar? Lo que había visto minutos antes decía lo contrario, aunque comprendía que no le interesasen los servicios de su profesión, después de todo dudaba que tuviera ningún problema en encontrar mujeres sin necesidad de pagar. Sin embargo tuvo que contener la risa al escucharle decir que eran las chicas las que debían pagarle a él. – Te sorprendería la cantidad de hombres que piensan eso – comentó sin poder aguantar más soltando una ligera carcajada – lamento decepcionarte, encanto, pero eso solo significa que hacemos muy bien nuestro trabajo – añadió sin intención de ofenderle, pero era la pura verdad. La prostitutas eran la mejores actrices que podrían encontrar, mejores incluso que las que podrían encontrarse en el propio teatro pues tenían que hacer pensar a hombres que generalmente eran más torpes que un virgen que eran los mejores amantes que habían tenido en su vida.
- Desgraciadamente no estoy aquí para hablar de cuan bueno eres en la cama, aunque si alguna vez quieres demostrarlo puede que hasta lo haga gratis – coqueteó como haría con los clientes, pero lo cierto es que eso no iba a suceder. Hacía mucho que no estaba con un hombre de forma gratuita, sabía que eso al final solo causaba disgustos, todos los hombres eran igual de inútiles. – Necesito que me consigas anticonceptivo, ¿puedes hacerlo? – pidió al fin, esperaba no estar perdiendo el tiempo, pero se fiaba de lo que le habían contado las demás.
Alexandrine Bellefleur- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 04/02/2016
Re: Todo tiene un precio [Emhyr Van Emreys]
-Pues ya tenemos el placer de conocernos. -Destaco él sin moverse de su sitio. -Emhyr, aunque seguro que ya lo sabías.
El otomano echo su espalda hacia atrás acomodandose en su asiento, y cruzo los brazos sonriendo ante las palabras de ella.
Que lo conocía, el hecho de ser así, era que aun no se había labrado una reputación en aquel lugar y entre las mujeres parisinas; y no hablamos de las mujeres de un burdel más bien otro tipo de mujeres. Aunque por una parte era lo mejor, muchas veces tenía que abandonar ciertos lugares... Sobre todo pequeños pueblos, por culpa de esa fama.
-No soy como todo los hombres. -Fingió ofenderse, aunque para él era un juego. -Nunca pagaría una mujer para que se acostase conmigo, no toleraría que una mujer fingiese cuando esta conmigo... -Dejo aquellas palabras en el aire, y era una realidad. Para Emhyr, cada mujer era un reto muy distinto, cada mujer tenía una dedicación muy distinta. Estaba dispuesto a renunciar a su propio placer para conseguir complacer a una amante, aunque ahí residía el gusto, debía de haber algún componente erótico y psicológico ya que el turco se sentía satisfecho y a gusto si conseguía su objeto.
-Eso tengo que verlo yo... -Le respondió ante su coqueteo, ciertamente sentía curiosidad. Luego la dejo terminar y se levanto de su sitió haciendo ademán de que la siguiera. -Puedo prepararte el anticonceptivo ahora mismo, vamos.
Entre el gentío, y las risas de los pasillos y salones, se perdieron por las escalera hasta ascender a la buhardilla.
Una viviendo improvisada para Emhyr, lo suficiente para dormir y dejar sus cosas.
Un tanto desordenada, por las cajas ajenas que había allí, un colchón en el suelo solitario, un par de mudas de ropa tendidas y otros trapos, una guitarra apoyada en la pared y luego una mesa que parecía más el taller de un mecánico o una mesa de laboratorio. Botes de aceites, plantas secándose colgadas, y otras frescas, piezas de metal y madera para hacer sus cajas de música...
Emhyr se acerco a las plantas que estaban tendidas y secándose; tomó dos distintas: una con flores blancas y otra con flores moradas.
-¿Vigilas el sangrado? ¿Cuando fue la última vez que sangraste? -Le pregunto con toda naturalidad sobre su menstruación como si hablasen del tiempo mismo, distraído mientras cortaba las raíces de la planta de flores blancas.
-Con permiso. -Dejo su labor de la mesa y se acerco a ella, paso sus manos por la cintura de la chica y la levanto del suelo una centímetros con fuerza y gesto pensativo. -Vale, no pesas mucho.
La soltó en el suelo y volvió a su labor en la mesa. Midió a ojo una cantidad de raíces y las puso puso a tostar en aquella chimenea de metal; luego se dispuso a cortar el tallo de las flores moradas y estas las envolvió en un trozo de papel sobrante de algún folletín o similar.
-Vale, atención. Si cumples con lo que te voy a decir tendrás asegurado el resultado, si no... Haya tú, ya eso no es problema mío. -Le advirtió con seriedad. -Las raíces que se están tostando y ahora te las moleré, las tienes que tomar a diario, es amargo y se prepara como el café, es más se parece al café porque esta amargo. -Le entrego los tallos dentro del papel. -Estos tallos, se preparan igual, infusionando. Solo los debes de tomar en caso de urgencia, que hayas olvidado de tomar lo otro y hayas tenido relaciones... Cuando los tomes, deberás estar tres días seguidos tomandolo y sin atender a ningún cliente, es decir, le das un descanso a tu cuerpo, si no no servirá de nada.
>>Una vez pasen los tres días, date uno más sin tomar nada y sin sexo y luego vuelve a tomar lo otro que te voy a dar a diario como siempre.
Emhyr se sentó sobre el colchón, y tomo su pipa de madera, la cual preparo con algo de salvia y comenzó a fumar dejando un aroma fresco y agradable.
-Cada vez que tengas el sangrado dejas de tomar todo, y deja que tu cuerpo se limpie; luego vuelves otra vez a la rutina. -Con sus mano tocó el colchón para invitarle a que se sentase a su lado. -Si quieres puedes esperar a que termine de tostarse las raíces y llevártelas, o te puedes llegar más tarde. Tú decides. Y ahora hablemos de mi pago... ¿Tienes algo mas interesante que el dinero para pagarme? ¿O solo podrás pagarme con dinero?
El otomano echo su espalda hacia atrás acomodandose en su asiento, y cruzo los brazos sonriendo ante las palabras de ella.
Que lo conocía, el hecho de ser así, era que aun no se había labrado una reputación en aquel lugar y entre las mujeres parisinas; y no hablamos de las mujeres de un burdel más bien otro tipo de mujeres. Aunque por una parte era lo mejor, muchas veces tenía que abandonar ciertos lugares... Sobre todo pequeños pueblos, por culpa de esa fama.
-No soy como todo los hombres. -Fingió ofenderse, aunque para él era un juego. -Nunca pagaría una mujer para que se acostase conmigo, no toleraría que una mujer fingiese cuando esta conmigo... -Dejo aquellas palabras en el aire, y era una realidad. Para Emhyr, cada mujer era un reto muy distinto, cada mujer tenía una dedicación muy distinta. Estaba dispuesto a renunciar a su propio placer para conseguir complacer a una amante, aunque ahí residía el gusto, debía de haber algún componente erótico y psicológico ya que el turco se sentía satisfecho y a gusto si conseguía su objeto.
-Eso tengo que verlo yo... -Le respondió ante su coqueteo, ciertamente sentía curiosidad. Luego la dejo terminar y se levanto de su sitió haciendo ademán de que la siguiera. -Puedo prepararte el anticonceptivo ahora mismo, vamos.
Entre el gentío, y las risas de los pasillos y salones, se perdieron por las escalera hasta ascender a la buhardilla.
Una viviendo improvisada para Emhyr, lo suficiente para dormir y dejar sus cosas.
Un tanto desordenada, por las cajas ajenas que había allí, un colchón en el suelo solitario, un par de mudas de ropa tendidas y otros trapos, una guitarra apoyada en la pared y luego una mesa que parecía más el taller de un mecánico o una mesa de laboratorio. Botes de aceites, plantas secándose colgadas, y otras frescas, piezas de metal y madera para hacer sus cajas de música...
Emhyr se acerco a las plantas que estaban tendidas y secándose; tomó dos distintas: una con flores blancas y otra con flores moradas.
-¿Vigilas el sangrado? ¿Cuando fue la última vez que sangraste? -Le pregunto con toda naturalidad sobre su menstruación como si hablasen del tiempo mismo, distraído mientras cortaba las raíces de la planta de flores blancas.
-Con permiso. -Dejo su labor de la mesa y se acerco a ella, paso sus manos por la cintura de la chica y la levanto del suelo una centímetros con fuerza y gesto pensativo. -Vale, no pesas mucho.
La soltó en el suelo y volvió a su labor en la mesa. Midió a ojo una cantidad de raíces y las puso puso a tostar en aquella chimenea de metal; luego se dispuso a cortar el tallo de las flores moradas y estas las envolvió en un trozo de papel sobrante de algún folletín o similar.
-Vale, atención. Si cumples con lo que te voy a decir tendrás asegurado el resultado, si no... Haya tú, ya eso no es problema mío. -Le advirtió con seriedad. -Las raíces que se están tostando y ahora te las moleré, las tienes que tomar a diario, es amargo y se prepara como el café, es más se parece al café porque esta amargo. -Le entrego los tallos dentro del papel. -Estos tallos, se preparan igual, infusionando. Solo los debes de tomar en caso de urgencia, que hayas olvidado de tomar lo otro y hayas tenido relaciones... Cuando los tomes, deberás estar tres días seguidos tomandolo y sin atender a ningún cliente, es decir, le das un descanso a tu cuerpo, si no no servirá de nada.
>>Una vez pasen los tres días, date uno más sin tomar nada y sin sexo y luego vuelve a tomar lo otro que te voy a dar a diario como siempre.
Emhyr se sentó sobre el colchón, y tomo su pipa de madera, la cual preparo con algo de salvia y comenzó a fumar dejando un aroma fresco y agradable.
-Cada vez que tengas el sangrado dejas de tomar todo, y deja que tu cuerpo se limpie; luego vuelves otra vez a la rutina. -Con sus mano tocó el colchón para invitarle a que se sentase a su lado. -Si quieres puedes esperar a que termine de tostarse las raíces y llevártelas, o te puedes llegar más tarde. Tú decides. Y ahora hablemos de mi pago... ¿Tienes algo mas interesante que el dinero para pagarme? ¿O solo podrás pagarme con dinero?
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Re: Todo tiene un precio [Emhyr Van Emreys]
Sonrió al escucharle, teniendo en cuenta que tenía pensado pedirle algo tal vez no sería la mejor idea decirle que esa sensación de ser especial también era algo que poseían todos los hombres, y estaban igual de equivocados que antes. Aunque al menos si que era una sorpresa escuchar que no le gustaría que una mujer fingiera con él. La pregunta era si lo que le molestaba de eso era el ataque que suponía a su orgullo masculino o porque realmente le preocupaba que ambos de divirtiesen en la cama. Generalmente a los hombres poco les importaba si ellas llegaban a disfrutar a no siempre que ellos acabaran satisfechos. No solo con prostitutas como ella sino con sus bonitas mujeres.
Se puso en pie cuando le indicó que lo siguiera y subió las escaleras tras él para llegar a la buhardilla. Nunca había estado allí arriba, no quisiera sabía que estuviera adecuado como una habitación más. - ¿Vives aquí? – preguntó aunque ya había dado por supuesto que si al ver las cosas que allí había, demasiadas para tratarse solo de un lugar para hacer negocios. Exploró el lugar discretamente mientras él cogía algunas plantas. Parecía que en ese lugar vivían más personas por la cantidad de objetos de diferentes utilidades que había, empezando por la mesa en la que estaba trabajando. Le llamó la atención una guitarra, a la que se acercó para acariciar las cuerdas con tanta suavidad que ni siquiera sonaron, le gustaba la música. – Hace una semana – respondió sin darle demasiada importancia, no era una mujer pudorosa, de hecho no podía serlo dedicándose a hacer la calle, sino sería todavía menos soportable de lo que ya era.
Se giró para prestarle más atención cuando se lo encontró de repente cerca de ella. La sorpresa le impidió reaccionar, aunque sonrió un poco cuando la levantó del suelo con aquella facilidad, se veía que era un hombre fuerte. – Me preocuparía que fuera lo contrario – bromeó un poco, teniendo en cuenta que no comía demasiado y la mayor parte de su dieta era líquida. Aunque tampoco le importaría ser una de esas ricachonas gordas que se pasaban el día comiendo pasteles. Se acercó y se inclinó ligeramente a su lado para observar como trabajaba con las plantas. - ¿Dónde aprendiste a hacer eso? – preguntó con curiosidad, pensaba que conseguía los anticonceptivos y demás de otras personas, ni siquiera se le había pasado por la cabeza que pudiera ser él quien lo preparara. La verdad es que eso le hizo desconfiar un poco sobre la efectividad de lo que le había pedido, pero al verlo trabajar lo cierto es que parecía un médico.
Asintió mientras hablaba prestándole atención, en especial ante la advertencia de que sino no funcionaría. Tendría que tomar esas infusiones religiosamente porque un embarazo sería lo peor que podría pasarle. No le hizo mucha gracia aquello de no poder trabajar si llegaba a tomar aquellos tallos, pero tendría que hacerle caso. – Entendido – respondió con un asentimiento comprendiendo todas las indicaciones, aunque por su acaso las apuntaría cuando llegase a su habitación para no cometer ningún error ni olvidarse de nada. Fue hacia él y se sentó a su lado en el colchón, prefería esperar a salir y ponerse a trabajar, al menos ese día no le hacía falta. - ¿Qué hay en la pipa? No huele a tabaco – preguntó en lugar de responderle, dejándose llevar por la curiosidad aunque se recostó ligeramente, apoyando las manos hacia atrás en el colchón pensando en que podría ofrecer. - Si tienes alguna otra sugerencia adelante, dime que quieres y quizás pueda conseguirlo – respondió esperando alguna indicación, no lo conocía como para saber qué era lo que podía interesarle. Parecía que el sexo no estaba entre sus deseos, pero tenía algunos contactos entre clientes y amigos que quizás sí podrían interesarle.
Se puso en pie cuando le indicó que lo siguiera y subió las escaleras tras él para llegar a la buhardilla. Nunca había estado allí arriba, no quisiera sabía que estuviera adecuado como una habitación más. - ¿Vives aquí? – preguntó aunque ya había dado por supuesto que si al ver las cosas que allí había, demasiadas para tratarse solo de un lugar para hacer negocios. Exploró el lugar discretamente mientras él cogía algunas plantas. Parecía que en ese lugar vivían más personas por la cantidad de objetos de diferentes utilidades que había, empezando por la mesa en la que estaba trabajando. Le llamó la atención una guitarra, a la que se acercó para acariciar las cuerdas con tanta suavidad que ni siquiera sonaron, le gustaba la música. – Hace una semana – respondió sin darle demasiada importancia, no era una mujer pudorosa, de hecho no podía serlo dedicándose a hacer la calle, sino sería todavía menos soportable de lo que ya era.
Se giró para prestarle más atención cuando se lo encontró de repente cerca de ella. La sorpresa le impidió reaccionar, aunque sonrió un poco cuando la levantó del suelo con aquella facilidad, se veía que era un hombre fuerte. – Me preocuparía que fuera lo contrario – bromeó un poco, teniendo en cuenta que no comía demasiado y la mayor parte de su dieta era líquida. Aunque tampoco le importaría ser una de esas ricachonas gordas que se pasaban el día comiendo pasteles. Se acercó y se inclinó ligeramente a su lado para observar como trabajaba con las plantas. - ¿Dónde aprendiste a hacer eso? – preguntó con curiosidad, pensaba que conseguía los anticonceptivos y demás de otras personas, ni siquiera se le había pasado por la cabeza que pudiera ser él quien lo preparara. La verdad es que eso le hizo desconfiar un poco sobre la efectividad de lo que le había pedido, pero al verlo trabajar lo cierto es que parecía un médico.
Asintió mientras hablaba prestándole atención, en especial ante la advertencia de que sino no funcionaría. Tendría que tomar esas infusiones religiosamente porque un embarazo sería lo peor que podría pasarle. No le hizo mucha gracia aquello de no poder trabajar si llegaba a tomar aquellos tallos, pero tendría que hacerle caso. – Entendido – respondió con un asentimiento comprendiendo todas las indicaciones, aunque por su acaso las apuntaría cuando llegase a su habitación para no cometer ningún error ni olvidarse de nada. Fue hacia él y se sentó a su lado en el colchón, prefería esperar a salir y ponerse a trabajar, al menos ese día no le hacía falta. - ¿Qué hay en la pipa? No huele a tabaco – preguntó en lugar de responderle, dejándose llevar por la curiosidad aunque se recostó ligeramente, apoyando las manos hacia atrás en el colchón pensando en que podría ofrecer. - Si tienes alguna otra sugerencia adelante, dime que quieres y quizás pueda conseguirlo – respondió esperando alguna indicación, no lo conocía como para saber qué era lo que podía interesarle. Parecía que el sexo no estaba entre sus deseos, pero tenía algunos contactos entre clientes y amigos que quizás sí podrían interesarle.
Alexandrine Bellefleur- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/02/2016
Re: Todo tiene un precio [Emhyr Van Emreys]
Sentado en el colchón saboreo aquella pipa, que dejaba tras de sí un aromático olor, agradable al olfato por su frescor y apetencia.
-Aprendí viajando. -Respondió, y ante su pregunta le tendió la pipa para que la probase con una divertida sonrisa. -El tabaco me es desagradable, esto es salvia. Entre sus muchas propiedades sirve para relajar. Si tomas demasiado... Bueno, puedes imaginarte.
Al verla acomodarse a su lado, era señal de que estaba decidida a esperar a que todo estuviese preparado para llevárselo todo sin tener que ir más tarde a buscarlo.
-¿No tienes que atender más clientes esta noche? Te veo muy cómoda. -La imito y se echo hacía atrás quedando tumbado a su lado, contemplando el techo. El turco ciertamente estaba cansado, de aquel día pesado.
Emhyr se rasco la barbilla, pensativo, luego se giro para mirarla con una leve sonrisa.
-Sexo no, porque eso es fácil de conseguir. Aunque tengo esa curiosidad por lo que hablamos antes... Podría pedirte que te desnudarás, y... Mmm... ¿Cómo andas de flexibilidad? -Intentaba pensar en algún modo de abrumarla, ponerle algún complicado reto. Pero pensando con frialdad seriedad, le venía mejor información que cualquier otra cosa. -Nah... Creo que para lo que tenía en mente puedo conseguirlo de otro "tipo" de mujer, y sin deber nada ni gastar una oportunidad de cobrarme de otro modo. -Se llevo la pipa la boca y la movió entre sus labios mientras estiraba su cuerpo, luego exhalo humo. -Información. He visto hombres de clase alta por aquí, debe de haber algún embajador o similar, o alguien que este al tanto de si han llegado extranjeros buscando a "alguien" de su país.
Es normal, a pesar de que se haga de tapada, comunicar a las embajadas de ese tipo de asuntos. Si pudieses conseguir algo de información referida a ello, me haces un rey, preciosa.
¿Por qué querría un hombre como aquel una información como aquella? ¿Acaso era algún tipo de profugo que huía de la justicia o algo por el estilo? Ciertamente Emhyr por mucha transparencia aparente, era una caja de misterios y secretos, referidos a un pasado un tanto increíble.
-Aprendí viajando. -Respondió, y ante su pregunta le tendió la pipa para que la probase con una divertida sonrisa. -El tabaco me es desagradable, esto es salvia. Entre sus muchas propiedades sirve para relajar. Si tomas demasiado... Bueno, puedes imaginarte.
Al verla acomodarse a su lado, era señal de que estaba decidida a esperar a que todo estuviese preparado para llevárselo todo sin tener que ir más tarde a buscarlo.
-¿No tienes que atender más clientes esta noche? Te veo muy cómoda. -La imito y se echo hacía atrás quedando tumbado a su lado, contemplando el techo. El turco ciertamente estaba cansado, de aquel día pesado.
Emhyr se rasco la barbilla, pensativo, luego se giro para mirarla con una leve sonrisa.
-Sexo no, porque eso es fácil de conseguir. Aunque tengo esa curiosidad por lo que hablamos antes... Podría pedirte que te desnudarás, y... Mmm... ¿Cómo andas de flexibilidad? -Intentaba pensar en algún modo de abrumarla, ponerle algún complicado reto. Pero pensando con frialdad seriedad, le venía mejor información que cualquier otra cosa. -Nah... Creo que para lo que tenía en mente puedo conseguirlo de otro "tipo" de mujer, y sin deber nada ni gastar una oportunidad de cobrarme de otro modo. -Se llevo la pipa la boca y la movió entre sus labios mientras estiraba su cuerpo, luego exhalo humo. -Información. He visto hombres de clase alta por aquí, debe de haber algún embajador o similar, o alguien que este al tanto de si han llegado extranjeros buscando a "alguien" de su país.
Es normal, a pesar de que se haga de tapada, comunicar a las embajadas de ese tipo de asuntos. Si pudieses conseguir algo de información referida a ello, me haces un rey, preciosa.
¿Por qué querría un hombre como aquel una información como aquella? ¿Acaso era algún tipo de profugo que huía de la justicia o algo por el estilo? Ciertamente Emhyr por mucha transparencia aparente, era una caja de misterios y secretos, referidos a un pasado un tanto increíble.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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