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"Un destino con sombras del tiempo lunar" [Kala Bashalli] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Emhyr Van Emreys Lun Feb 08, 2016 7:36 pm

"Sin perder lo que fuimos,
puedo ver que hoy te vuelvo a acariciar."


-Estirpe-

En la oscuridad las ígneas lenguas deseaban acariciar el cielo nocturno, alzarse en la oscuridad entre aquellas llamas iluminadoras, tocar las estrellas. Aquel bosque en la noche se veía demasiado iluminada, anunciando la presencia de aquello viajantes que se habían establecido con sus carrozas junto a los que aquellos campamentos gitanos llamaban hogar. Llevaban apenas unos días en los que Emhyr los había reconocido como su “antigua familia” así decirlo.

Aquellos recién llegados nómadas, era la gente de “Reinos”, el domador de caballos bailarines; junto a ellos un joven Emhyr había recorrido media Europa, hasta que un día por su obsesión y el peligro que le acechaba decidió abandonarlos. Ya hacía 7 años desde aquello, y cuando lo vieron muchos se alegraron de verlo con vida.

El sonido de la música, la percusión, daban a entender que aquella noche no iba a ser tranquila, sino todo lo contrario, algo se celebraba entre cantos, percusiones y sonidos de la guitarra.
La mujeres danzaban alrededor de las hogueras con su curioso canto, sus caderas se movían agitando las faldas voladoras, los dedos y muñecas movidas con la gracia natural, al igual que sus espesas melenas. Las palmas seguían al canto y la percusión de los timbales, las guitarras movían sus cuerdas en la alegre vibración. No solo en aquel lugar estaban aquellos que formaban parte del curioso grupo, parejas que furtivamente habían escapado de la ciudad, deseaban disfrutar del festejo, los curiosos y otros más despistados, terminaban allí.

A pesar de aquella variedad de personas, de algún modo Emhyr seguía destacando por su físico, no disimulaba su extranjería para nada, sus facciones eran finas y orientales, incluso su ropa, a pesar de ser humildes y no llamar mucho la atención, no era lo que precisamente vestían los de alrededor, ni los más pobres. Y solo su físico destacaba, también aquel modo de tocar la guitarra.
Los chicos de “Reinos” reían a su lado, recordando viejos tiempos y anécdotas, obligándole a tocar con ellos canciones con las que pasaban una noche y otra. Emhyr con cariño como recordaba al viejo domador de caballos como una especie de padre, o mentor, él le había regalado esa guitarra que llevaba años con él y le había enseñado aquellos cánticos de alegría que ahora tocaban junto al nuevo de grupos de nómadas, como si no hubiesen pasado más de 7 años, como si él nunca se hubiese marchado, y nadie le reprochará nada.
----------------------------------------------------------

(Horas antes…)

La tarde estaba bien entrada cuando Emhyr llego al campamento gitano. Supuso que había llegado demasiado temprano cuando al pegar dos veces en el hogar rodante de Kala, nadie contesto. Debía de estar aún en el circo con sus sesiones de vidente.
Desde aquella noche de tormenta en el burdel no conseguía quitársela de la cabeza, era como si nunca hubiese salido de sus pensamientos y tuviese la necesidad de estar a su lado todo el tiempo.
Aquel nuevo sentimiento que en el surgía, le alteraba y enervaba, ya que en cuanto ella se separo de su lado se sintió algo decaído e impaciente por volver a ver.

Había esperanza, y promesas de que la vida del turco podría cambiar para un posible final feliz. ¿Quién sabía? A lo mejor París iba a ser su nuevo hogar, y sin quererlo Kala le estaba marcando un nuevo destino.

Visto lo visto, decidió pasear para hacer algo de tiempo, y fue en aquel momento cuando el turco se reencontró con los nuevos nómadas del campamento, los chicos de “Reinos”. Ahí comenzaron las conversaciones y a pasar las horas entre risas y anécdotas.
Él no se había olvidado de él, siempre pensaban si seguiría vivo en algún lugar y por qué se habría marchado.
Emhyr pregunto por “Reinos” y su familia. Y ellos le contaron que en un par de días llegaría junto su nuero, que se había quedado atrás para vender unos caballos, y que se alegraría mucho de volver a verlo, pero que seguro que no se libraría de un buen sopapo.
¿Nuero? Se había preguntado el turco, ya que justo cuando iba a preguntarle por la hija de “Reinos”, la vio… “Danae”, en su mente su voz repitió.
Aquella muchacha debía de tener unos veinte pocos, cabellos oscuros y ojos pardos que una vez que captaron la presencia del turco, lo esquivaron para comenzar a caminar deprisa junto al niño que llevaba a su lado, podría ser su hermano pequeño perfectamente, unos 7 añitos tendría. Era muy bonita, de piel canela clara, rasgo que marcaba su mestizaje, ya que su madre había paya, y por eso los de su grupo a veces la llamaba “Blanquita”.

Emhyr se había levantado del lugar de conversación, la siguió y llamó en su lengua natal.

- ¿Qué quieres? -Ella se le encaró, parándose en seco aun con el niño de la manita.

- ¿No te alegras volver a verme? -Emhyr le sonrió, la miraba de arriba abajo, no sabía porque, pero sentía emoción. -Me dijeron que te casaste. ¿Y quién es esta personita?

-Me case, y éste es mi hijo, Enmanuel. -Le dijo ella enseguida, agachando la mirada. Los humos que hacía momento comenzaba a gastar con él se le había bajado.

Emhyr miró al niño de arriba abajo, había algo que no le cuadraba, ya que los gitanos le habían contado que la boda había sido hacía un par de años, más o menos, el hombre no era ni gitano, se había incorporado al grupo por el interés de los caballos en esos momentos. El niño debía de tener 7 años, es decir, no era hijo de su marido.
Por un momento a Emhyr le pareció reconocerse en los ojos del niño, se quedó mudo.

-Enmanuel… Como el viejo violinista. Encantado. -Solo dijo.

Un silencio extraño y tenso, se hizo entre ambos.

-¿Eres feliz? Yo… El padre…- Empezo a decir, pero antes de decir nada, ella le dio una buena bofetada. -No sé qué decir… Lo sient… -Otra bofetada le soltó la blanquita.

-Tú no tienes que decir nada, han pasado muchos años desde que desapareciste sin decir nada. -Ella le reprocho indirectamente. -Enmanuel tiene un padre, a su abuelo y somos felices.


Mudo se quedó de nuevo el turco, era raro que no se le viniesen palabras a la boca. Observo al niño, y luego a ella, vio que aun portaba aquella pulsera hecha con 100 reales de plata que le había regalado.

-Veo que la conservas aun, me alegro que seas feliz, sinceramente. -Dicho esto, se marchó con ademán a ella. -Y “niño”, cuida de tu madre, porque seguro que lo ha dado todo por ti.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

(Presente)

De repente la melodía finalizo, y ambos dejaron de tocar las guitarras, la gente paró un instante de bailar y aplaudía animada.
El tiempo volaba, y Emhyr a pesar de estar bastante entretenido se preguntaba por qué aún no había regresado Kala al campamento, ya que era el motivo principal por que el que estuviese allí, a pesar de que la fortuna le había llevado a tal encuentro.

Las hogueras continuaban con su hechicera danza ígnea, los timbales hacía que los corazones latiesen con más fuerza de la cuenta y que los cuerpos se dejaran llevar por las hipnóticas melodías. Emhyr continuaba enfrascado en su mundo de la música, aislado, hasta que de repente sintió un codazo de su barbudo compañero, éste con los ojos le señalo a algo o alguien, a la "blanquita".

-Venga, tocadla.

Emhyr negó, y siguió.


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"Un destino con sombras del tiempo lunar" [Kala Bashalli] Empty Re: "Un destino con sombras del tiempo lunar" [Kala Bashalli]

Mensaje por Kala Bhansali Miér Feb 10, 2016 4:09 pm

No sabía qué hora sería, pero sí que había anochecido. Aquella tarde había tenido un inusual e incesante goteo de invitados en su carpa, llegando a amontonarse en ocasiones un par de ellos en la entrada esperando su turno. El saco volvía bastante cargado de monedas y, aunque no fuera lo suficiente para el cansancio acumulado que llevaba ella, sí le permitirían acortar la jornada del día siguiente o tomárselo libre, incluso.

Desató la lona de la puerta y la dejó caer pesadamente. Apagó las velas del fondo primero, dejando un par de ellas encendidas para terminar de guardar los utensilios que tenía por ahí desperdigados. De espaldas a la puerta, sintió una corriente fría que entró hasta el fondo y le revolvió el pelo. Cuando se giró, un tanto extrañada, vio a una mujer vestida con una capa negra. La capucha le cubría todo el rostro, pero se la veía encorvada, lo que le daba el aspecto de una mujer mayor. La capa le llegaba hasta los pies, rozando casi el suelo, y no podía verse nada más de ella. Tenía algo que inquietaba a la gitana, pero terminó guardando lo que tenía en las manos para seguir con el resto de cosas.

—La carpa está cerrada. ¿Puedo ayudarle en algo? —La mujer no contestó. —Madame —insistió Kala. Al no recibir respuesta de su parte se acercó a ella y le azuzó el hombro con cuidado. —Madame, ¿está bien?

La mujer levantó el rostro. Seguía medio oculto por la capa, pero podía verse la barbilla llena de arrugas y una nariz algo ganchuda. Kala dio un par de pasos hacia atrás, sobresaltada. Aunque no le veía los ojos, sabía que ella si la estaba mirando. Podía sentirlos clavados en los suyos propios. Eso la inquietó aún más.

—Encontrarán al niño —dijo la vieja. Su voz sonó gutural, como de ultratumba.

—¿Qué dice? ¿Qué niño?

—La noche de luna nueva es la más oscura de todas, una de las más peligrosas —siguió la mujer —. El fuego se reflejará en el acero y todo se volverá como la boca del lobo. No seas tonta, niña.

La mujer alargó la mano para tocarla, pero, por suerte, Kala no se encontraba a su alcance. Había dejado caer lo que fuera que tenía en las manos. Su estómago se había encogido hasta hacerse más pequeño que una nuez y sentía que le costaba respirar. «Está loca», se decía, pero había algo en lo que había dicho, o en cómo lo había dicho, que le hacía plantearse sus palabras seriamente.

—¡Váyase! —le gritó —Váyase de la carpa ¡ahora! —Su voz temblaba.

—Encontrarán al niño. Lo harán… y entonces el terror se hará presente —dijo la vieja antes de salir.

La gitana la siguió pero, para cuando salió de la carpa, no había rastro de la mujer. Miró a ambos lados del camino, buscando las huellas en el barro, pero ni siquiera había dejado tal rastro. Un escalofrío la recorrió el cuerpo. Según le contaban cuando era pequeña, los escalofríos eran los rastros que dejaban fantasmas juguetones que te atravesaban el cuerpo. Nunca se creyó esos cuentos de niños, pero esta vez pensó que quizá no tenían nada de cuento. Entró para apagar las velas y salió sin terminar de recoger el resto de la carpa. Si las velas no supusiesen un peligro, las habría dejado encendidas.

Caminó a paso ligero el trecho que separaba el campamento del circo gitano. La música que sonaba a lo lejos le indicaba que aquella noche se celebraba una fiesta allí. Había oído rumores sobre un grupo que había llegado aquel mismo día, pero ella todavía no había tenido el placer de encontrárselos. Todo el camino había intentado autoconvencerse de que aquella misteriosa mujer había sido una broma o una imaginación suya. «Bebo demasiado té» se dijo a sí misma. Se rió por la bobada que acababa de pensar y, cuando había conseguido tranquilizarse, un niñito se cruzó en su camino. Iba persiguiendo a un perro con aspecto de albergar una colonia de pulgas del tamaño de lentejas, pero parecía que al pequeño le daba igual. Kala se le quedó mirando con una sonrisa que se fue apagando poco a poco. «Encontrarán al niño» Aquel enano le evocó una de las primeras visiones que tuvo de Emhyr en su carpa. El niño guerrero en la batalla enfrentándose a los lobos, la única entre todas con la que soñaba por las noches y que la hacía despertarse sobresaltada.

El perro se giró de repente y comenzó a ladrar al chiquillo, que se paró en seco y empezó a llorar asustado. El llanto sacó a Kala de su trance y espantó al animal con un grito.

—Eh, pequeño. —Se acercó a él y se agachó para quedar a su altura. Al verle frente a frente la imagen de las visiones se hizo casi palpable. Ese niño… era igual que Emhyr. Se quedó muda durante unos segundos en los que aprovechó para limpiar las lágrimas que le corrían por las mejillas. —No deberías jugar tan lejos del grupo a estas horas. Podrías perderte, es noche sin luna. —«Noche de luna nueva» Mientras más hablaba con el niño más recordaba las palabras de la vieja. —¿Y qué haríamos nosotros sin un chico tan guapo? Vamos, busquemos a tu madre.

De la mano lo llevó en la dirección de donde venía el sonido. No tardaron mucho en llegar y una joven llegó corriendo a donde ellos para llevárselo, no sin darle las gracias antes.

—Adiós, granujilla.

Le agitó el pelo mientras el niño se despedía con la manita. Segundos después y sin darle tiempo a respirar, era arrastrada por su tío al centro de la fiesta. Siempre tan animado, fueran cuales fueran las circunstancias.

—Kala, hija, ¿dónde estabas? —Le dio un beso en la frente. —Por aquí hay alguien que creo que te lleva esperando un buen rato. —Señaló con la cabeza el lugar donde estaba Emhyr y las mejillas de Kala se sonrojaron al verle. Rajesh no disimuló haberlo visto, al contrario. —Tendré que buscarme algo que hacer esta noche, ¿no? —bromeó y, tras ganarse un codazo en las costillas y una mirada de reproche, dejó que su sobrina se fuera.

Kala miró de nuevo al hechicero que volvía a tocar la guitarra. Se mordió el labio inferior, disfrutando con el espectáculo. Era tan agradable verle así, tranquilo, sin esa sombra que durante tanto tiempo le había perseguido. Estaba en su salsa. Esperó hasta que él levantó la cabeza en su dirección y con un gesto de la mano le indicó que le vería frente a su carreta. Se sentó en el segundo escalón de la puerta de entrada, pero no tuvo que esperar mucho tiempo. Unos pasos se acercaron hacia ella. Se levantó y miró en esa dirección: ahí estaba él, con ese caminar que alteraba el ritmo de sus latidos como nadie.

—Me ha dicho un pajarito que llevas un rato esperando a alguien. —Se acercó y le agarró la camisa para juntarse más a él. —¿Es a mi o es a otra?

Acercó su rostro al de él y le dio un beso en la comisura de los labios.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Miér Feb 24, 2016 6:51 pm

La guitarra a un lado, y unos pasos siguiéndola. La melodía última había sido acelerada de manera impaciente y casi le falto dar un salto cuando sus ojos se cruzaron con las de ella.
Pronto estuvo junto a ella, a pesar de los innumerables reproches que le siguieron.

Sentir sus labios, a pesar de que fuese superficial, y su cuerpo pegado al suyo le supo a gloria. No dijo nada, solo le sonrió y le miro con aquellos ojos tan suyos, una mirada para ella que dejaba atrás las voces de su alrededor.

- ¿A quién va ser? -Le sonrió para luego besarla con profundidad, marcando cada caricia de sus labios con aquel ardor, olvidando el respirar.

Sus manos se deslizaron por la cintura de ella, apretándola contra sí, y de paso se motivó cierta licencia moldear sus formas femeninas con atrevimiento.

Llevaba tan solo un par de días ¿o más? ¿Quién sabe? Incluso a lo mejor había pasado un solo día, pero el tiempo suficiente para sentirlo lento y lleno de impaciencia.
No se la había podido quitar en la cabeza mientras realizaba su día a día. A veces sin querer se olvidaba que estaba en el lugar que fuese, y soñaba con ella despierto dibujando una leve sonrisa.

No estaba seguro si en algún momento había sentido algo como aquello. ¿Sería amor o un simple capricho? Porque si era un capricho que extraño se le antojaba, más parecía el sentir de los efectos de una droga, que otra cosa, ya ese estado de felicidad se lo producía estar a su lado, y no tenerla allí le hacía sentirse un tanto abandonado.

En uno de sus parones en aquellos días, intento descifrar lo que le estaba ocurriendo e intento templar sus sentimientos. Debía de intentar controlarse, ser precavido. La historia podía volverse a repetir y que todo le fuese arrebatado, siempre se recordaba y con ello intentaba pensar y actuar con mente fría, pero no, de vez en cuando la imagen de sus ojos y sus labios se asomaba entre sus pensamientos. ¡Oh que temor le producía no poder ser dueño de sus propios pensamientos! ¡Y qué delicia a la vez!

En aquellos momentos sintió deseos de poseerla en aquel mismo lugar, pero…

-Emhyr, Emhyr… -Su nombre de una voz ajena. Una interrupción que le fastidió bastante. Uno de sus compañeros de guitarra estaba allí parado solicitándole.

La música se había detenido, en su lugar había sustituido por el ritmo monótono del timbal y la voz a coro de aquellos hombres que le llamaban en el idioma romani. Al parecer su antiguo grupo en tierras del este estaban destacando como solían hacer en aquel campamento gitano, y al parecer no quería darle un respiro con las viejas costumbres y recuerdos.

Emhyr miro al hombre, con esas miradas que podría atravesar a cualquiera y dejarlo muerto. Luego le dijo algo en aquel idioma y, el hombre con una sonrisa de oreja a oreja salió disparado.

-Quieren una canción en particular, desde que la noche cayó y se encendió la hoguera no paran de pedirla. Una vieja tradición. -Le dijo a Kala mientras acariciaba una de sus mejillas detenidamente. -A éste grupo nuevo los conozco, viaje con ellos durante años… Creo que han sido con las personas con las que más tiempo he estado desde que empezó mi huida, y todo porque al ser nómadas me pude permitir viajar de un lugar a otro y esconderme. -Por un momento parecían calmado, pero de nuevo lo llamaban a voces insistentes. -Y algunos creo que están muy borrachos ya… -Río al desviar su mirada al lugar donde estaba la hoguera, se le veía de repente tan feliz al turco que parecía comportarse como un muchacho más. -Una canción, y luego soy todo tuyo, iremos a donde quieras. -Volvió a besarla. Primero rápido y superficial, y luego profundo y pasional. - ¡Vamos!

Le tomó de la mano y la llevo consigo, sentándola frente a ellos. Emhyr pregunto en francés que ¿quién iba a ser el violinista cuando el viejo Enmanuel había muerto hacía años? Un muchacho de apenas unos 14 años levantó el violín en respuesta.
Ya estaba el violín y la guitarra, ahora faltaba otro elemento. La “Blanquita”, y a empujones la llevaron a la mujer entre risas y bromas; la mujer que llevaba de la mano a su hijo, miro mal a Emhyr. Con un resoplido dijo algo en romani, y todo el mundo aplaudió. Ella había aceptado participar como en el pasado.

La gente chistó, y el silencio se extendió en el campamento.

El violín no comenzó como se esperaba, tranquilo o silencioso, comenzó enérgico, pero su melodía no era alegre, todo lo contrario, melancólico como si un recuerdo quisiese nacer de entre aquellas enérgicas cuerdas. Aquel muchacho no era el viejo Enmanuel, pero sus dedos podían compararse con la agilidad del anciano; movía sin parar sus dedos con aquel violín una increíble energía. Todos enmudecían incluso aquellos que habían estado antes cuchicheando.

La joven madre se unió al sonido, bailaba de un modo lento alrededor de aquel niño, de un modo extraño pero melodioso con respecto a la melodía, sus brazos parecían acariciar el aire lento, su cuerpo se ondulaba flexible y sus cabellos ondeaban hermosos. De vez en cuando le lanzaba otra mirada fugaz a Emhyr.

Emhyr tenía los dedos sobre las cuerdas de su guitarra, atento, esperaba algo.
Aquella escena que hechizaba, ciertamente, como si el violinista con su música complementará a los movimientos de la joven de la gitana, y como si aquella danza fascinante se complementase a la melodía de aquel violín hermoso.

En un momento, la melodía del violín se volvió vaivén insistente… Era una invitación, en la que Emhyr se unió con unas primeras notas tímidas y que poco a poco se fueron ampliando y arrastrando por aquel instrumento al que respondía.

El turco noto las miradas de la gitana, en ella había un extraño recuerdo y era evidente que aquella mujer había amado al turco en otro tiempo, y pudiese ser que aun quedase resquicios de aquel sentimiento cuando por el sonido de la música ella fuese fuego correspondiente.
Emhyr intentó desviar su mirada, por una parte, se sentía un tanto incomodo por la situación y saber que Kala podía haber aquello, pero poco a poco comenzó a relajarse y olvidarse del resto.
Una mirada fugaz tras otra, estaba claro que en un pasado aquellos dos había tenido una cierta conexión. Emhyr disfrutaba de aquella música, del placer de acariciar aquellas cuerdas como si de la piel de una mujer amante de tratase.

El esquema de fragilidad quedaba roto con cada uno de los movimientos extravagantes de aquel violinista, sonidos improbables y rompían el silencio con su extraño llanto y risa junto con la guitarra, parecía como si fuerzas sobrenaturales fuesen quien llevase cada nota emitida por el instrumento. Había un extraño frenesí en todo aquello. Tal era la fascinación que creaba que incluso la atención de los ahora convertidos espectadores había olvidado la presencia de la danzarina muchacha.

Por fin la posesión que la música había ejercido sobre ellos, el hipnótico poder se desviación finalizando la música. Hubo aplausos, y muchos rieron y tomaron la mano de un Emhyr que parecía aun estar despertando.

Con su mirada busco a Kala, para dedicarle una sonrisa pícara y el guiño descarado.


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Mensaje por Kala Bhansali Dom Feb 28, 2016 11:06 am

La respuesta que le dio la hizo sonreír como una adolescente. No sabía por qué, pero por un momento había tenido miedo de escuchar que no era ella la persona a la que buscaba. Recibió su beso con gusto, dejándose envolver por sus brazos y sintiendo como sus manos acariciaban cada rincón de su cuerpo. Le rodeó el cuello con los brazos y se arrimó a él. En aquel momento podría haber hecho cualquier cosa con ella, era como un cordero recién nacido. Pero una voz de hombre interrumpió el momento llamando el nombre del hechicero. Kala separó el rostro pero no el cuerpo y miró en la dirección de donde provenía la voz. No entendía lo que decían ambos hombres, pero Emhyr se lo contó cuando el otro se dio la vuelta. Kala suspiró.

—Está bien —dijo sonriente. Parecía que a él le gustaba, y si a Emhyr le gustaba a ella también.

Llegaron de la mano hasta la hoguera, donde todos esperaban impacientes que comenzara el espectáculo. Aquel grupo nuevo estaba animando como nunca la noche gitana, y todos los allí presentes reían y hablaban casi a gritos. Kala se sentó frente a los músicos y unas chicas se le unieron en la primera fila. La vidente, por su parte, no podía quitarle los ojos de encima a Emhyr. Cada gesto de él le producía cosquilleos en el vientre y unas ganas inhumanas de agarrarle de la mano y escaparse con él. «Una canción» se dijo, una canción y estaría con ella. O eso le había dicho. Una nueva algarabía hizo que Kala desviara su atención a la mujer que traían a empujones. La reconoció por el niño que llevaba de la mano, el pequeño que se había encontrado de camino al campamento. Parecía enfadada, y no era para menos, pero finalmente aceptó lo que sea que le estuvieran pidiendo.

Se hizo el silencio y la música comenzó a sonar. Primero fue el turno del violín, al que acompañaban los movimientos de la mujer, delicados pero llamativos. Todos la miraban a ella casi sin parpadear, algo que no era de extrañar, pero Kala alternaba la vista entre la bailarina y el guitarrista, siendo este último el que realmente le interesaba de todos ellos. Estuvo así hasta que, en una de las veces que miró a la madre, la cazó mirando de una forma extraña a Emhyr. Entornó los ojos, confusa, y una sensación de nerviosismo la invadió por un momento. Desde ese momento no volvió a quitarle ojo, intentando descifrar el porqué de aquellas miradas, aunque fue algo que no le costó mucho descifrar. El resto de la canción lo pasó mirándola mientras el resto de la gente miraba a los músicos. De hecho, no se dio cuenta de que habían dejado de tocar hasta que los aplausos la devolvieron a la realidad. La bailarina cruzó la mirada con Kala, una mirada tan intensa que hizo que la gitana desviara la suya propia hacia otro lado. Emhyr estaba rodeado de personas que le daban la mano y le palmeaban la espalda. Él la miró y le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa, aunque un tanto apagada.

Terminó levantándose y se acercó a donde se encontraba. Esperó a cierta distancia a que quedara un poco libre de tanto halago y finalmente se acercó hasta Emhyr mientras aplaudía unas cuantas veces de manera rápida.

—Eres una caja de sorpresas —le dijo —. Sabía que tocabas bien, pero no tanto. ¿Hay algo que no sepas hacer? —bromeó para quitarse aquella mala sensación de encima, pero no lo consiguió. Sentía la mirada de la mujer en algún lugar, observando cada movimiento que hacía.

Se abrazó a sí misma y se mordió el labio inferior. Había venido más gente a darle la mano al hechicero, así que esperó paciente.

—Creo que no van a dejarte tranquilo. —Hizo una pausa. —Yo voy a marcharme a casa ya. Ha sido una tarde larga, estoy cansada y, además, —miró a su alrededor buscando a la madre —creo que a tu amiga, la del crío, no le caigo bien —le soltó con retintín —. Aunque no le haya hecho nada, que yo sepa. Cuando le he llevado al niño antes, de hecho, sólo le ha faltado besarme los pies. —Deshizo el nudo de los brazos y los dejó caer a los lados. —Puedes venir, si quieres. O puedes quedarte un rato y venir después, no voy a acostarme ya. O puedes quedarte toda la noche aquí, cantando y bailando. —Señaló a su alrededor, donde el resto seguían divirtiéndose. —No sé, bueno… haz lo que quieras. Yo me… voy. Voy a dejar la puerta abierta, no hace falta que toques. Entra cuando quieras. —Otra pausa. —Si es que quieres.

Posó una mano en su cintura y le dio un par de palmaditas suaves. De pronto todo el cansancio de aquel día se le acumuló en las piernas, haciendo que su paso se ralentizara a medida que se acercaba a la carreta. Cuando llegó no se molestó en poner a calentar el agua del té. Ni siquiera encendió la chimenea para que caldeara el ambiente. Se tumbó en el viejo sofá que cubría con una manta colorida para ocultar la tapicería destrozada. Agarró una manta y se la echó por encima, mal puesta, quitándose los zapatos y dejándolos caer allí mismo. La puerta se abrió pero ni siquiera miró a ver quién era el que entraba en la carreta. No se encontraba de muy buen humor, precisamente.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Lun Mar 07, 2016 6:38 pm

Debieron de ser los timbales, y de nuevo el ritmo de las conversaciones, lo que le había devuelto una realidad que por un momento se había torcido a causa del tremendo efecto hipnótico que había sido unirse a aquella antigua melodía.

Le había devuelto la guitarra a su dueño, buscando a Kala mientras se levantaba y evadía las conversaciones que deseaban ser iniciadas Emhyr solo quería una cosa, y esta estar con la vidente.

No había manera de quitarse de encima a la gente, que hacía tanto tiempo no veía. Habían pasado casi, ¿7 años? ¿8 años? Ni lo recordaba, solo recordaba que aquellas personas una fueron su familia, y que lo acogieron a su vida de nómada. Le enseñaron demasiado de lo que era sobrevivir entre la gente, le enseñaron a ser humano y olvidar al soldado autómata que había sido antes.
Pero había llegado el momento que un oscuro descubrimiento y el sentirse amenazado le había hecho sin decir nada, abandonarlos. Más le dolió por “Reinos”, el que había sido como un padre, un protector que por el resto.
Una parte de él deseo que el gitano llegará pronto con los suyos, tareas de comercio le habían retrasado. Se iba a llevar una alegría. Por otra parte, temía su furia, pero sabía que le perdonaría.

- ¿No ha estado tan mal? -Le sonrió a Kala, y noto en su sonrisa algo raro, luego miró aquellos ojos que lo observaban desde cerca, y efímeramente se puso serio, tapando aquella seriedad con una sonrisa. -Hay algo… Soy un pésimo brujo, y lo sabes, la última vez no me fue muy bien, ¿recuerdas? -Y era cierto, como mucho había aprendido un par de trucos con fuego o mover objetos, por lo demás, era como si hubiese nacido sin un brazo o poca maña para ello.

De nuevo la gente les rodeaba, Emhyr se sintió molesto, por un momento miró con disculpa a su compañera.
Por sus palabras, a Kala no se le había escapado ni una, y aunque no diese muchas señales de ello, algo le molesto y era normal.

No supo que decirle, y ella se escabullo. Y por unos minutos la dejo estar.

Se reuniría con ella, pero antes iba a tener unas palabras con la bailarina.
Y así las tuvo, recordándole ciertos puntos del pasado que era eso… Pasado. Y advirtiéndole lo que era mejor para ella, y sobre todo para su “marido”. Fue frío, incluso un tanto hiriente. Pero en el pasado ya había tratado de ser hiriente con ella, antes de que sucediese nada, antes de que se marchase rompiendo una promesa.
Si había pasado los años, y ella no había conseguido despertar a la realidad y superarlo, era su problema, porque nunca hubo nada.

Emhyr caminó con sabor amargo en la boca, hacía la carreta de Kala. Había sido un tonto al quedarse allí parado como un pasmarote sin saber que decir, y la verdad, no quería mentirle.

Abrió la puerta y allí estaba hecha un ovillo con su manta.

- ¿Puedo pasar? -Dijo con suavidad el turco, mientras entraba y notaba el mal humor de ella. -Si quieres que me marche, puedes decírmelo. Yo solo vine aquí buscándote, ajeno a que hubiesen llegado. Es una larga historia que te puedo resumir en que pase demasiados años con este grupo de nómadas, y fueron una clase de familia… Fue muy distintos, ya que me enseñaron la libertad de no recibir órdenes, y poder tomar mis propias decisiones. -Miro a un asiento, pero ni se atrevió a sentarse. -Es complicado aprender a ser dueño de uno mismo, cuando te crían para pertenecer a otro. -Enmudeció. -Y con respecto a “ese asunto”; no tuvimos nada. Su padre me acogió, y fue mi protector, pasamos muchos años juntos, la vi crecer hasta que se hizo mujer y su interés cambio, ya no podía llamarme “hermano”. Su padre me hizo prometer que no la tocaría, y mantuve mi promesa durante muchos años.
Solo me acosté con ella una vez, quería divertirme. Y luego me marche. -Solo dijo, y calló sintiendo el pesar del silencio. Pensó en que tal vez debía marcharse. -No va a dirigirse a ti más a no ser que sea con “amabilidad”. Ya le he hecho una advertencia.


Solo dejo caer aquello. Mirarla era desearla más, no había podido quitársela de la cabeza en todo el día, y ella no era consciente del poder que tenía sobre él.


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Mensaje por Kala Bhansali Vie Mar 11, 2016 4:18 pm

El hechicero entró en la carreta, pero Kala sólo supo que era él cuando comenzó a hablar. Al principio no cambió la postura, ligeramente de espaldas a él, pero cuando sintió que se quedaría mientras le daba todas aquellas explicaciones se giró levemente y se sentó con las piernas cruzadas. Se miraba las manos entrelazadas sobre sus piernas mientras escuchaba. Ni siquiera en las pequeñas pausas que hacía se atrevía a mirarle, y sólo cuando acabó levantó la mirada.

—¿Querías divertirte? —preguntó, incrédula —. Viviste con esa chica y su padre durante años y te acostaste con ella porque querías divertirte —repitió sus palabras, como si fuera una lección que debía memorizar. Después, bufó —. Eso hace que me pregunte: ¿Qué soy yo, Emhyr? ¿Otra diversión que puedes abandonar a tu antojo? Porque reconoce que, aunque sepas cosas de mí que nadie más sabe, apenas me conoces. Si ella llegó a llamarte “hermano” y fuiste capaz de hacerle eso, ¿Qué no me harías a mí?

Se pasó las manos por el cuero cabelludo dejando la cabeza apoyada en éstas, que a su vez reposaban con los codos en las rodillas. Se sentía mal, horriblemente mal, y no sabía por qué. ¿Era rabia? No, no era ese sentimiento el que la carcomía por dentro. Era algo parecido al miedo, miedo por acabar igual que la joven bailarina por culpa de él. Levantó la mirada y le buscó en la oscuridad de la carreta. Seguía de pie, cerca del sofá, y fue entonces cuando se dio cuenta de que por mucho que intentara odiarlo no iba a ser capaz de hacerlo. Qué angustioso era querer a alguien y no saber nunca si te podrá corresponder de la misma manera.

—¿Eres consciente del daño que puedes llegar a hacer cuando te marchas así, de repente? —Ella sí lo era, y no estaba segura de que no lo terminaría sintiendo en su propia piel, pero necesitaba tenerle cerca. Tocarle, abrazarle, besarle. Y lo necesitaba ahora. —Ven, anda. Siéntate.

Se hizo a un lado para dejarle un hueco junto a ella y acomodó la manta mientras el hechicero tomaba asiento. Fijó su mirada cansada en los ojos oscuros de Emhyr y finalmente se acurrucó junto a él, apoyando la cabeza en su hombro y pasando los brazos en torno a su cuerpo, abrazándolo como si tuviera miedo de que fuera a marcharse. Hundió el rostro todo lo que pudo en la ropa del hechicero mientras aspiraba su aroma, del que se había vuelto dependiente en aquel poco tiempo. Se acomodó estirando las piernas y pasándolas por encima de las de él, extendiendo después la manta de tal manera que les cubriera a ambos. Quería evitar a toda costa tener que levantarse a encender la chimenea, lo que implicaría separarse de él.

Levantó la vista lo justo para mirarle.

—¿Sabes? Es probable que conozcas el cuerpo de una mujer mejor que nosotras, pero todavía te quedan muchas cosas que aprender —le reprochó, sin maldad —. Puede que esa chica sea la persona más amable cuando hable conmigo, pero, por muchas advertencias que le hagas, no va a borrar esa forma de mirarme, créeme. —Le acarició la barbilla con el índice de la mano derecha y luego volvió a pasarla en torno al cuerpo de Emhyr. —Admitámoslo, no le gusto. La diferencia es que ahora entiendo el porqué. —Bajó la mirada de nuevo hacia un punto indefinido. —Y tampoco la culpo —susurró.

¿Qué haría ella si supiera que Emhyr estaba en brazos de otra mujer? Probablemente nada, no había nada que pudiera reprocharle, pero de lo que sí estaba segura es que le dolería más que cualquier herida que pudieran hacerle. Y lo peor de todo es que no alcanzaba a saber por qué. Era la primera vez que le pasaba algo como aquello. Kala nunca se había considerado una mujer celosa, al contrario: le importaba más bien poco si los hombres con los que se acostaba iban buscando a otras mujeres después de ella. Con Emhyr era distinto, como si lo quisiera sólo para ella durante cada minuto del día.

Volvió a mirar su rostro y se quedó así durante unos minutos, sin poder apartar la mirada, absorbida por él.

—¿Quieres que prepare té o alguna otra cosa? —preguntó de pronto. —No tengo mucho, pero puedo buscar algo.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Lun Mar 14, 2016 7:20 pm

La dejo hablar, simplemente hablar. Sin interrupciones. No se movía de su sitio. Aun esperaba que ella fuese consciente de su fama de mujeriego, técnicamente ya le había advertido las otras chicas de como él era, y él daba por hecho que ella lo sabía.
El problema residía, en que, en su caso, estaba comenzando a experimentar cosas que ni él mismo entendía y que había hecho que su pequeño castillo de naipes se desmoronará. Que sus planes decidiesen cambiar y su estilo de vida, darse una oportunidad que nunca se había dado, que era permanecer allí y buscar una salida bien distinta a seguir su camino como nómada y sobre todo, conservar su humanidad.

Volvía a repetírselo en su mente, una y otra vez, recordándose que aquello podía convertirse en una brecha, en una herida y un temor, en aquella armadura egoísta que había conseguido crear durante todos aquellos años, como credo por la supervivencia, y voto por la soledad elegida, para no perder a “nadie más”.

-Procuro no pensar en ello. Pero suelo serlo a veces, demasiado y me aprovecho de ello, ¿por qué no admitirlo y ser sincero? Ella necesitaba una lección sobre los hombres. -Habló con dureza de la joven gitana, a pesar de su invitación a sentarse, no la acepto enseguida. -Y yo se la di, a mi manera. Me canse de su insistencia, de que no admitiese mi rechazo, ni su derrota… Me divertí a su costa. -Apretó su mandíbula. -Le hice descubrir lo que era el desamor, y que no puede fiarse de cualquiera… -Una frase inconclusa.

Si, él era un sinvergüenza en muchos aspectos, y en muchas historias de enredos con mujeres. Pero especialmente en aquella, había una cierta intención, ¿por qué traicionar la confianza de su protector enredándose en las faldas de su hija? El desprecio aleja a las personas, y Emhyr debía de apartarlos a ellos del peligro que seguía sus pasos…
No llego a contar nada de aquello, ni de sus motivos. No debía de justificarse en aquella historia ante nadie.

-…Los aleje. -Finalizó su frase y se sentó en el hueco que ella le había dejado. Su voz había sonado fría, y ahí estaba, ese Emhyr arisco que estaba bien oculto bajo las sonrisas de cordialidad.

Sentirla acurrucarse contras su cuerpo, le volvió a una realidad más amable, a sentir ese cosquilleo que en su interior removía lo desconocido. Su gesto se suavizo. Él la recibió envolviéndola bajo la manta entre sus brazos y apretándola contra su cuerpo.

-Ella me odia, y lo prefiero. -Vio su mirada, y como si leyese su mente, chasqueo la lengua e idéntico chasquido se produjo al encenderse la chimenea desde su sitio. Aquello era algo que si dominaba en cierto modo: le fuego. Luego se deleitó con la leve caricia y contacto de su dedo sobre su barbilla, poco áspera por la perilla que empezaba a crecer. -Gracias, no me apetece nada, bueno sí, que nos quedemos un rato así, sin hacer nada, solo hablar…

Había captado su mirada, y ella la suya. Pasaban los minutos, se sentía en paz.
Le beso la cabeza, y se sintió impregnado por el aroma de sus oscuros cabellos, ojalá pudiese perderse entre ellos.

- Dicen que nunca es tarde para aprender… Y ambos seguimos siendo desconocidos, a pesar de haber desnudado nuestros secretos. -Luego le beso en los labios superficialmente. -A lo mejor mientras más me conoces, descubres que menos te gusto, quien sabe. Hay partes de mí que nadie conoce para nada, y no son aspectos muy gratos.








(Al otro lado del campamento)

Ajenos a todos, los sonidos dela fiesta y las conversaciones no parecía haberse apagado alrededor de la hoguera, aunque poco a poco la bebida y el cansancio se hacía de muchos que se retiraban o simplemente se quedaban dormidos en cualquier rincón cómodo que consiguiesen.

Desde hacía rato, un extranjero tuerto junto a otros hombres había sido bienvenidos a la diversión.
Si ellos supiesen que el amanecer anunciaría y destino bien distinto a que precedía con normalidad.


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Mensaje por Kala Bhansali Jue Mar 17, 2016 4:57 pm

Las palabras frías en boca del hechicero le produjeron cierto malestar en la boca del estomago. ¿Qué había sido de ese Emhyr burlón y cariñoso del burdel? Por un momento pensó que no se se sentaría junto a ella en el sofá, sino que se daría media vuelta y saldría por donde había venido. Por suerte no fue así, y finalmente avanzó los pocos pasos que lo separaban del sofá y se sentó. Sentir como sus brazos la rodeaban y la atraían hacia su cuerpo la tranquilizó un poco, como si volviese a ver al mismo chico que había llegado a conocer.

—Debió aprender bien la lección —comentó sin atreverse a añadir nada más.

Con él era imposible no pensar en que podía acabar recibiendo esa misma lección, así que prefería engañarse a sí misma y pensar que se quedaría con ella eternamente. Era más fácil, pero también sería más doloroso llegado el momento.

—Motivos para odiarte no le faltan, desde luego. Aunque si es verdad que a veces no eres nada amigable, y tampoco haces nada para evitarlo —comentó mientras le peinaba el pelo sobre la oreja —. Sí. Lo sé, lo sé. —atajó antes de que el hechicero pudiera decirle nada, seguido de un pequeño beso en la mejilla —. No puedes apegarte a nada, ya me lo has dicho. —Se mordió el labio inferior levemente. —Pero es que… —Apoyó la frente en la sien de Emhyr acercándose todavía más a él —esto de dejar atrás tantas cosas tiene que acabar afectándote de alguna manera. No se si te lo había dicho, pero asustas un poco cuando te pones esa máscara de soldado de hielo al que nada le afecta. Lo que no sé si por dentro estarás tan entero como pareces estarlo por fuera. —Un chasquido captó su atención y se giró hacia la chimenea, separando el rostro del de él. Un tímido fuego incipiente empezó a brillar entre las brasas, que rápidamente se tornaron de color rojizo dando algo de luz a la estancia. Kala sonrió. —Y dices que eres un brujo pésimo… lo que daría por saber hacer eso.

Envolvió el cuello del turco con los dos brazos para atraerlo hacia sí. Volvió a juntar ambos rostros, esta vez apoyando la frente en su mejilla, y después le dio un tierno beso en ésta. Sintió en los labios cómo le había empezado a crecer la barba, apenas apreciable salvo por una sombra ligeramente más oscura en esa zona. Con una mano hizo que girara el rostro hacia ella. Tras mirar cada uno de sus rasgos por enésima vez, le dio un rápido beso en los labios, seguido de otro más lento y un tercero aún más lento que el anterior, saboreándole. Escondió el rostro en el cuello del hechicero y cerró los ojos. Si no tenía cuidado podría incluso quedarse dormida allí mismo.

—Es posible —dijo sin cambiar la postura ni un ápice —o puede que la que deje de gustarte sea yo. Nunca se sabe, quizá lo mejor sea que sigamos siendo unos desconocidos.  —Respiró hondo y volvió a separar un poco el rostro —No sé qué serán esas cosas tan poco gratas sobre ti, pero he visto como le quitabas la vida a un hombre, Emhyr. ¿Hay algo peor que eso?

Apoyó el codo en el respaldo del sofá y la cabeza sobre la mano. Se sentía tranquila estando con él, le gustaba su compañía. A pesar de aquella tarde de perros que había tenido, Emhyr conseguía hacerle olvidar todo lo malo que podía cruzar por su mente. Tan sólo mirarle le producía un cosquilleo en el vientre y le aceleraba el ritmo de los latidos del corazón.

—Parece que fue hace mucho, pero no ha pasado apenas tiempo de aquello. Recuerdo cada segundo de esa noche —comentó sin concretar más, dejando que lo interpretara como quisiera.

Ajena a todo lo que ocurría en el campamento, nada le hacía sospechar que aquella noche tranquila y agradable para ella iba a volverse un pozo negro y sin fondo donde sus más profundos miedos iban a salir a flote.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Lun Mar 28, 2016 5:47 pm

-A pesar de lo que todos crean, nunca fui una persona muy sociable. Ni de niño, no me gustaba estar con la gente, prefería estar con mis libros y mis “cacharros” … -Se acomodó un poco en el sillón, y con ello la obligó moverse a ella encima de él, luego volvió a refugiar su rostro entre sus cabellos. -Con el tiempo aprendes a desprenderte de todo, y si no tuviese “esa” meta creo que ya habría decido hacía mucho tiempo de acabar con todo de una vez.
 
Había endereza en su interior, disciplina, un estilo de vida que él mismo se había creado para sobrevivir en su complicado mundo, y del que no intentaba por ahora alejarse. Si hiciese eso, probablemente se habría rendido hace mucho tiempo, dejado a merced de la muerte o quitado él mismo la vida.
 
Recientemente había escuchado rumores de levantamientos en su país de jenízaros, y como el viejo sultán estaba a punto de ser destituido. Un cambio grande comenzaba a abrir posibles brechas sobre si algún día regresaría o recuperaría lo suyo. París eran oportunidades, y en París llegaba más información que en otros lugares.
París le había llevado a ella.
 
-Hay cosas que el hombre desea, o probado que pueden convertirlo en algo no grato… Pero es pasado… -El motivo de llegar a París había sido por aquel encuentro con aquel grupo de vampiros, Emhyr no se había enamorado, pero se había visto enganchado a una inmortal llevado por promesas de inmortalidad y humillado de tal modo hasta convertirse en un juguete y alimento. -Puedo enseñarte algunos trucos, a veces no se necesita de magia para hacer este tipo de cosas… Un poco de “ciencia”. -Desvió el tema.
 
De nuevo silencio, calmó de todo, agradable. Ella se movió cambiando su posición. Emhyr la observo, en silencio sin un gesto que ella pudiese descifrar. El pensamiento de “aquella noche” hizo que sus labios se curvaron en un ademán de sonrisa natural.
Aquel recuerdo del contacto de su piel desnuda rozando la suya, de sentir entre sus dedos como ella se desvanecía en fuego, miel y cristal… Su corazón se aceleraba con tan solo ese pensamiento, y sentía ese extraño embrujo que ella le había echado.
Quiso hablar, pero ella se había adelantado. Al parecer el mismo recuerdo había sido evocado entre los pensamientos de ella.
 
-No creo que haya nada peor de lo que empiezo a conocer.  Cada vez que descubro más, más me gustas. -Susurro y le tendió la mano para que ella se la agarrase. -Yo también la recuerdo, a veces disfruto rememorando; y espero que de aquí adelante, haya muchas noches así. -Su mirada fue insinuante.
 
Alguien pegó a la puerta. Eran golpes insistentes y acelerados. Emhyr hizo ademán de que ella no se moviese, la veía cansada y demasiado relajada.
 
Abriendo la puerta fue tal su sorpresa que simplemente sonrió y enmudeció. “Reinos”, el gitano que había sido su protector al parecer había regresado antes de tiempo de su negocio en el pueblo vecino. Nada más pudo sentir una mezcla entre alegría y temor, ante las represalias del gitano, pero gusto cuando iba a hablar.
 
-Ya vienen… ya vienen… -Dijo con voz ahogada y nerviosa. -Ya vienen, marchaos están en el campamento.
 
Mirada de sorpresa para el turco que solo podía significar una cosa, y era que aquellos que le buscaban le había por fin encontrado.
Emhyr giro su cuerpo para volverse a Kala y mirarla, luego cuando volvió a la puerta el gitano ya no estaba. Se había esfumado. “¿Cómo…?” Pensó, y cerró la puerta tras de sí, acercándose a la cocina improvisada de Kala busco los cuchillos.
 
-No sé a lo que se refería, pero pongo en duda que esto sea una broma. -Un cuchillo entregado para ella y un gesto que hizo que el fuego de la chimenea se atenuase convirtiéndose en supervivientes brasas. -Ya no se oye música, ¿oyes algo?
 
En verdad no sabía en qué momento los timbales y guitarras se había callado, y las conversaciones también. Ni un ruido en todo el campamento, ¿estaban allí acechadores, usando aquellas estrategias tan suyas donde eran capaz de dormir a un pueblo contaminando sus copas con adormidera y otras sustancias?
 


-Voy a salir, quédate aquí. -Se acercó a Kala con un susurro, y beso su frente. -No te vayas a mover.


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Mensaje por Kala Bhansali Sáb Abr 02, 2016 5:15 pm

Cuando Emhyr le tendió la mano ella se la tomó entrelazando los dedos con los de él. El recuerdo de la pasada noche le dibujó una sonrisa que se hizo más amplia cuando vio su mirada. Ella le miró correspondiéndole y se volvió a acurrucar en su pecho apretándose junto a él. Cerró los ojos, dispuesta finalmente a quedarse dormida en su regazo, arropada por el calor que le proporcionaba el contacto con su cuerpo. Pero no duró mucho tiempo, ya que alguien tocó a la puerta con fuerza. La gitana levantó la cabeza y, cuando fue a levantarse, Emhyr se le adelantó. No lo retuvo, sentía el cuerpo demasiado pesado, pero lo siguió con la mirada. Verle cómo se movía era un auténtico espectáculo.

No prestó demasiada atención a la persona que estaba en el umbral, pero hubo algo en la mirada del hechicero que la obligó a erguirse en el sofá. Cuando Emhyr cerró la puerta se dirigió directamente a donde guardaba los cuchillos y se acercó a ella con dos en la mano, tendiéndole uno. Kala dudó unos segundos hasta que finalmente alargó el brazo para cogerlo.

No —contestó a su pregunta—. ¿Qué está pasando, Emhyr? ¿Por qué me das esto?

Se levantó y se acercó a él esperando alguna explicación. Él se acercó y con un suave beso en la frente le dijo que iba a salir. ¿Se había vuelto loco? Le acababa de dar un cuchillo y pensaba dejarla sola allí. ¿Qué se supone que debía hacer con eso? El peso del objeto en la mano hizo que su estómago se encogiera hasta dolerle y que su garganta se cerrara impidiéndola casi respirar.

Emhyr —le llamó antes de que saliera de la carreta, agarrando su brazo—. Te… —Las palabras se le atascaron el garganta, justo en el nudo que no se iba—. Ten mucho cuidado. —Le abrazó con mucha fuerza agarrando su camisa con las manos, como si quisiera impedir que saliera—. Por favor.

No le soltó de inmediato. Tenía un mal presentimiento y algo le decía que, si le dejaba ir, quizá no volvería a verle. ¿Por qué tenía que pasar algo siempre que estaba con él? ¿Por qué todas sus noches tenían que acabar de mala manera? El destino había hecho que los caminos de ambos se entrelazaran, y estaba siendo ese mismo destino el que estropeaba cada rato que compartían.

Cuando se quedó sola respiró profundamente intentando serenarse. «No pasa nada. No pasa nada» se repetía a sí misma una y otra vez, pero no conseguía creerse su propia mentira. Sabía que algo acechaba fuera. Las lágrimas empezarona correr por sus mejillas, silenciosas y dispersas. Miró por el ventanuco de la carreta pero no consiguió ver nada: todo estaba oscuro, era noche de luna nueva. «La vieja de la carpa» pensó de pronto, y una arcada casi la hizo vomitar. Todo su cuerpo temblaba y no sólo de frío. Se acercó a la chimenea y se sentó frente a ella, intentando buscar los restos del calor que antes emanaba.

Fuera, el canto de los grillos era lo único que podía escucharse. Kala cerró los ojos y se concentró en ese sonido. Respiraba hondo y despacio intentando acompasar el ritmo de sus latidos con la respiración. Parecía que lo había conseguido cuando al sonido de los insectos se le sumó el que hacen los pasos sobre la gravilla. Los ojos oscuros de la vidente se abrieron de golpe mirando la oscuridad de alrededor. Otro par de pisadas caminaban por el otro lado, como si quisieran rodearla. Se cubrió la boca con una mano, mientras que la otra elevaba el cuchillo hasta la altura de la oreja. Se levantó del suelo tan rápido como le permitían sus piernas temblorosas y se quedó donde estaba, esperando. «¿Y qué piensas hacer si entra alguien por esa puerta, eh? Si no eres capaz ni de matar un conejo para comértelo, ¿vas a clavarle eso a un hombre?» Bajó el cuchillo porque el brazo empezaba a agarrotársele. Los sonidos de las pisadas se unieron en la entrada y se pararon de repente. Hasta los grillos se callaron, como si también ellos intuyeran que algo malo estaba ocurriendo. Durante unos segundos que a Kala le parecieron eternos, no hubo movimiento fuera de la carreta, pero de pronto las pisadas volvieron a escucharse y parecía que se alejaban. La gitana soltó todo el aire que había retenido sin darse cuenta y se acercó a al puerta en silencio. Puso la oreja contra la madera y escuchó atenta. Se habían marchado, fueran quienes fueran.

Apoyó la frente en la pared, agotada como estaba. Con la falda se secó la mano que agarraba el cuchillo, la frente y el cuello. No sabía si tenía frío, calor, ganas de vomitar o de morirse allí mismo. De pronto pensó en Emhyr. ¿Y si estaban siguiéndole? Había salido de la carreta pocos minutos antes de que escuchara los pasos, pero no sabía si iban en la misma dirección. Con cuidado abrió la puerta de la carreta y se asomó. El silencio sepulcral lo invadía todo y una fina niebla empezaba a llenar los espacios vacíos.

Salió de la carreta con el cuchillo en la mano y caminó entre las demás tiendas en la dirección que creía que había tomado el hechicero. No hubo caminado ni diez metros cuando se dio cuenta de que aquello era una completa locura. ¿En qué estaba pensando? Si se echaba la niebla encontrarle sería una lotería y perderse entre las tiendas una certeza. Empezó a murmurar los rezos que había aprendido desde la cuna y siguió caminando, confiando en que, finalmente, lo encontraría.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Jue Abr 07, 2016 6:51 pm

Pudo sentir su cuerpo aferrado al de él, en lo que le pareció una despedida más que un hasta luego. La situación era un tanto perturbadora, y era para sentir temor, pero él mas que sentir temor por su vida lo sentía por el de ella, y por esa razón prefería que se quedase bien escondida.
 
No hubo explicaciones que dar, ya que pronto Emhyr se vió envuelto en aquella mezcla de penumbra, que asolaba ahora el campamento.
Se había adentrado en las sombras creadas por las hogueras que poco a poco se convertían en meras ascuas iluminadoras. El sonido de los grillos y el silencio sepulcral se había hecho y ellos dentro de la carroza de la gitana no se habían dado cuenta de aquel cambio hasta que Reino no pegó en la puerta.
 
Pasos sigilosos casi imperceptibles. Emhyr se movía como un fantasma, cauteloso en la oscuridad. Por un momento localizo lo que le parecieron cuerpos tumbados de aquellos con los que habían tocado hacía apenas un rato. Temiéndose lo peor se acercó a uno de ellos, y un suspiro libero la tensión que en sus pulmones se había creado: Estaban vivos.
 
Emhyr tomó una de las botellas, y reconoció el olor de su contenido. Los habían drogado fuertemente, de tal modo que nadie despertaría al menos hasta el amanecer.
Aun recordaba ese tipo de viejos trucos cuando asaltaban aldeas serbias, y así evitaban cualquier baja para luego tomar prisioneros. Drogaban a la población manipulando su comida y bebidas, mataban a los soldados y aquellos hombres capaces de tomar cualquier tipo de arma, luego hacían prisioneros a las mujeres y niños, y de paso se llevaban niños para convertirlos en jenízaros.
 
Reconocida la zona y consciente de que ellos debían de estar por el lugar, buscando entre las carrozas, pensó que era el momento de intentar sacar de allí a Kala, pero para su sorpresa cuando regreso a la carroza ella no estaba. Un sentimiento de temor invadió todo su cuerpo, y en cierto modo desesperación, al pensar que podían haberla cogido.
El turco respiro varias veces, intentando mantener la calma y tener la mente fría, pero unas voces cercanas interrumpieron sus pensamientos.
 
Rápidamente se escondió bajo la carroza, y al verlos pasar acabó, no con una sola vida… Con cuatro de los jenízaros que habían mandado a por él.
 
La niebla comenzó a cubrir el campamento, y con ellos los sentidos se agudizaban. Emhyr en busca de la muchacha, se convirtió en cazador ya que en cuanto unos pasos sobrepasaban, repetía la operación: escondite y otro muerto.
Otros pasos se acercaban, y de nuevo fue a repetir la operación, pero para su sorpresa era Kala. Por la espalda la tomó tapándole la boca y la llevo a su escondite debajo de otras de las carrozas.
 
-Shhhh… Soy yo, tranquila. ¿Por qué has salido? -Le susurro. -Te dije que no salie… -Unos pasos cercanos interrumpieron sus palabras, y de nuevo se preparó. -No te muevas de aquí, hazte la dormida.
 
Una garganta cercenada, un corazón acertado y… un error.
 
-Sabía que volverías a repetir el patrón, “Gorrión”. -Una voz a su espalda, y no le dio tiempo a para el primer golpe en la sien que lo dejo aturdido e hizo que cayese al suelo.
 
Emhyr reconoció la voz, y no pudo creerse que su dueño estuviese vivo, le pareció un fantasma en aquella confusión.
 
-Yo… Yo te mate… -Dijo Emhyr al ver a aquel hombre años mayor que él, al hombre griego que había sido un hermano mayor y al que llamaban “cristiano”, por ser de los pocos jenízaros que no había renunciado a su religión.
 
-Casi lo conseguiste. -Afirmó el hombre y señalo el parche de su ojo. La última vez que ambos se había visto Emhyr le había hundido una daga en el ojo para poder huir de aquella traición. -Y aquí estamos, has sido escurridizo, ¿lo sabes? -Una patada en la cara a un Emhyr que no le había dado tiempo a levantarse.
 
Emhyr escupió en el suelo sangre, y tomando con fuerza el cuchillo salto sobre el hombre así comenzado con aquella danza que al parecer ambos bien conocían y sincronizaban en el combate.
 
El resto de jenízaros que se incorporaba apareciendo entre la niebla, creaban un circulo rodeante, como una manada de lobos esperando dar su primer bocado.
 
Las heridas y los cortes se veían con cada descuido y golpe, cada vez que Emhyr caía o se acercaba demasiado al círculo humano, un golpe o tajo recibía en su piel para devolverlo al centro de la arena improvisada que poco a poco comenzaba a agotar sus fuerzas malhiriéndolo. De vez en cuando, se envalentonaba y al recibir un golpe ajeno, un hombre caía muerto por su causa, pero la lucha real era contra el hombre tuerto y él.
 


Entre su pensamiento estaba el rezo que hacía mucho tiempo que no sonaba, de que no consiguiesen ver a Kala y que todo terminase con ella sana y a salvo.


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Mensaje por Kala Bhansali Dom Abr 10, 2016 6:49 am

Caminaba despacio adentrándose cada vez más en la niebla. Sus pies apenas hacían ruido, pero en el silencio de la noche cualquier sonido se veía amplificado como si fuera un altavoz. Movía los labios sin emitir sonido alguno, fijando la vista en cualquier movimiento frente a ella. De pronto sintió un tirón a su espalda y una mano que le cubrió la boca, impidiéndola articular palabra. El corazón le dio un vuelco pensando que la persona que la había cogido era una de aquellas que habían llegado al campamento, pero se tranquilizó al escuchar la voz de Emhyr. Aun así, el sosiego no le duró mucho, ya que en un abrir y cerrar de ojos estaba debajo de una carreta, escondiéndose de algo o de alguien.

Con una mirada suplicante le pidió perdón por haberle desobedecido. Ahora se daba cuenta de lo insensata que había sido. ¿Qué esperaba conseguir? Se sentía estúpida e inútil, y su intrépida decisión podía haberles puesto en peligro a ambos. Unos pasos llamaron la atención de los dos y el hechicero salió de su escondite no sin antes pedirle que se quedara donde estaba. Kala asintió con sigilo y se quedó tumbada en el suelo completamente inmóvil. Con la mirada, siguió el recorrido de Emhyr todo lo que le permitía la posición de su cuerpo. Los pasos se detuvieron cerca de donde se encontraba y lo siguiente que escuchó fue un gorgoteo seguido de un cuerpo cayendo al suelo. Giró un poco la cabeza, pero se paró en cuanto escuchó una tercera voz en un idioma desconocido. Desde ahí debajo sólo podía ver los pies de los que allí se enfrentaban, pero sería capaz de diferenciar los de el hechicero entre un millón. De pronto le vio caer y tuvo que cubrirse la boca para no hacer ruido alguno. Después, vino la patada en la cara, y a raíz de ahí sólo podía ver los golpes que le estaba propinando aquel hombre.

Se sentía impotente por no poder ayudarle. ¡Le estaban matando a golpes! La mano que aferraba el cuchillo se cerró en torno al mango de éste, mientras que la otra se movió sigilosa a ras del suelo para agarrar con fuerza la piedra de jade que siempre llevaba colgada del cuello. Con cada esquina de la piedra clavándose en su palma, se la llevó a los labios y cerró los ojos. Su mente comenzó a repetir los mantras que recordaba y tratando de enfocarlos hacia Emhyr, para que sus dioses le ayudaran a salir de allí con vida. De vez en cuando levantaba la mirada hacia el círculo de jenízaros, sólo para darse cuenta de que cada vez faltaba menos tiempo para que cayera al suelo y terminaran con él.

«Si me escucháis, por favor, dadle un respiro. Por favor, ayudadle» En su empeño, no vio como una rata se acercaba hacia ella olfateando el aire a su paso. En uno de los momentos en los que abrió los ojos, el animal se colocó frente a ella, haciendo que la gitana diera un brinco bajo la carreta. No emitió ningún ruido, pero la rata salió corriendo, asustada igual que ella.

Dentro del círculo de jenízaros, uno de ellos desvió la mirada hacia la rata que había salido disparada. Siguió al animal con la mirada hasta que desapareció, y después miró los bajos del carro, aparentemente vacíos. Entornó la mirada y rodeó el vehículo hasta llegar al otro lado, donde se agachó para mirar debajo.

Pocos segundos después, unas manos agarraron a Kala de los tobillos y la arrastraron hacia fuera con violencia. Su garganta emitió un grito ahogado y abrió las manos para intentar aferrarse al suelo, sin éxito, dejando atrás el cuchillo. Se dio múltiples golpes en la cabeza con el suelo del carro y sus piernas no paraban de intentar patalear para deshacerse de aquellas gigantescas manos que la agarraban. Boca abajo sobre el terreno, sintió como uno de sus pies golpeaba algo que parecía un cuerpo humano, seguido de un quejido y unas palabras extrañas que no parecían amistosas. Sin tiempo casi ni para respirar, se levantó y comenzó a correr, pero no había avanzado muchos metros cuando unos brazos la abrazaron por la espalda y la obligaron a pararse en seco.

¡Suéltame! —gritaba en francés y tamil—. ¡Suéltame, bestia inmunda! ¡Déjame!

Se sentía tan furiosa que apenas se acordaba de lo que estaba ocurriendo al otro lado de la carreta. El hombre que la llevaba le tapó la boca, acallando los gritos que seguía dando y convirtiéndolos en sonidos guturales completamente incomprensibles. El jenízaro la tenía sujeta de tal manera que no podía mover ni un sólo músculo para liberarse, así que lo único que podía hacer era seguir el rápido ritmo que llevaba el hombre hacia donde quiera que fuera. Su cabeza estaba apoyada sobre el hombro de él, y el olor acre del sudor le llegaba hasta las fosas nasales, revolviéndole el estómago y produciéndole fuertes arcadas. No le importaba vomitar, la mano que cubría su boca no era la suya propia.

De pronto se vio frente al círculo de guerreros que había visto desde debajo de la carreta. Emhyr seguía luchando en el centro, lleno de golpes y heridas. El hombre que la llevaba dijo algunas palabras en su lengua y todos se giraron en su dirección, siendo ella el foco de sus miradas. Kala tragó saliva al sentirse observada y no comprender en absoluto qué estaba ocurriendo. El hombre tuerto le dijo algunas palabras a su captor, y éste le contestó, pero la joven sólo tenía ojos para el hechicero. Le hubiera gustado decirle tantas cosas… ¿Acaso era aquel el respiro que con tanto ahínco le había pedido a los dioses? «Vete» le dijo con la mirada. «Se han distraído, vete, corre. Aléjate de aquí» Las lágrimas empezaron a brotar cayendo por sus mejillas. «Sálvate»

Todos seguían mirándola como si nunca hubieran visto a una mujer antes, y Kala supuso que estarían esperando algún tipo de orden para reaccionar. Uno de los que estaban cerca se colocó junto a ella, cogió un mechón de pelo y lo elevó hasta la altura de su rostro para examinarlo de cerca, como si fuese ganado que tenía que evaluar. El gesto hizo que ella desviara la vista hacia él; sentía un odio tal que sus pupilas tenían el tamaño de la cabeza de un alfiler, a pesar de la escasa luz de la calle. Quería gritar, pero la mano en su boca se lo impedía. Consiguió patalear para alejar al hombre que tenía delante, pero estaba tan indefensa que no le iba a servirle de mucho.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Miér Abr 20, 2016 8:24 pm

"Así es como moriré en el amor que tengo por ti: 
como piezas de nube disueltas en la luz solar."


-Rumi-


Golpes que continuaban siguiendo a heridas superficiales, a él no le importaba por sabía claramente que aquello era más una lección que una tortura, si ellos hubiesen deseado destrozarlo, lo hubiesen hecho peor. Quería probar si algo habían cambiado y durante aquellos había cultivado rasgos de cobardía. Emhyr resistía y de vez en cuando le regalaba un buen puñetazo a algunos de sus antiguos compañeros.
 
De repente los golpes se detuvieron, y la expresión del turco ensangrentada cambio en su silencio. La razón… Ella. ¡Qué error si estaba intentando hacer alguna argucia para salvarlo!
Emhyr se levantó del suelo dando algún que otro traspié, sus ojos le preguntaban ¿por qué?
 
Todos había enmudecido y la observaban, uno de los rasgos más característicos del entrenamiento y disciplina de un jenízaro era el celibato, y eso a veces les hacía no ver en ella una mujer. Aquel rasgo le daba cierta ventaja porque mujer, hombre o niño le era indiferente si se les ordenaba su muerte. Pero en este caso la miraban con curiosidad, como si di un animal exótico o extraño se tratase. Algunos de los más jóvenes tal vez viesen un objeto de deseo, otros simplemente belleza.
 
Su educación a pesar estar llena de rudeza y dolor, les enseñaba a enriquecerse de la estética que solo sus ojos podían apreciar, ya que, en aquel duro mundo de huérfanos robados, las posesiones de todos eran de todos, y los privilegios solo los ganaban los mejores.
 
Uno más joven se había acercado a ella, le tocado sus cabellos. El hombre más mayor con bigote le impidió que patease a su compañero. Al ver la resistencia de ella, se apartó el joven ante su pataleta y sonrió de forma burlona, dijo algo que los más mayores discutieron.
 
-Esta noche yo seré el primero. -Había repetido con acento francés le joven, con orgullo y con intención de que le entendiese y ella se asustará. Parecía estar retando al resto de compañero que comenzaron a discutirle, unos en francés otros en turco, en griego algunas palabras sueltas se dejaban caer como “no eres aun un jenízaro”“No tienes esos privilegios”.
 
Al parecer el joven aun no era jenízaro, es decir, estaba aún cumpliendo con su voto de celibato, pero al parecer aquello le daba igual porque parecía tener el favor del tuerto, y seguramente le hubiese dado privilegios que al resto no, por algún motivo. La cosa era que los más ancianos no estaban de acuerdo. Sería considerados inhumanos o rufianes, pero eran soldados con sus dogmas y disciplinas.
 
-Shhhh. ¡Callaros! -Grito con contundencia el tuerto y tiró del brazo de Kala para llevarla junto a él y ponerla frente a Emhyr. -Mirad como la mira el “Gorrión”. ¿Os conocéis es así?
 
Emhyr no dijo nada, solo bajo la mirada jadeante.
 
-Jajajaja, ¡que gracioso! Al Gorrión le gustas… ¿Quién se lo imaginaría? -Empujó a Kala y se la entregó al joven caprichoso que parecía haber conseguido un nuevo premio para aquella noche.
 
Emhyr seguía sin decir nada, y él resto no detuvo al aprendiz de jenízaro a pesar de la anterior discusión. Empezó hablar en turco mofándose de Kala mientras sus manos se sobrepasaban, prometiéndole que le gustaría y que cuando acabase con ella pronto acabaría con su sufrimiento.
 
El brujo se dejó caer de rodillas apretando la mandíbula, otra orden en el aire, de nuevo los golpes iban a empezar, pero antes de aquello Emhyr tiro de su manga y se la arrancó, luego soltó una retahíla de palabras en su idioma que parecía bien saberse todos de memoria, ya que como un rezó algunos de los más mayores repitieron aquella clase de juramento. Algunos se rasgaron una manga imitándolo, otros solo tiraron de ella como ademán del gesto como respecto.
 
Emhyr se había rendido con gesto de batalla. Había aceptado ante ellos que debía de morir.
 
-Ella es mi esposa. -Afirmó mirando a Kala, tenía las lágrimas saltadas. -No hemos tenido hijos ni tendremos, llevamos poco casados. -Quiso afirmar aquello para no pensasen en un embarazo; la descendencia de Emhyr también debía de morir, ya que si había alguien para reclamar su herencia seguía siendo un peligro para quienes traicionaron a su familia. -Estoy preparado para morir, y como dice nuestras leyes, mi esposa debe de velar mi cuerpo como algo sagrado. -El brujo los miró a todos buscando su aprobación. -No podéis tocarla. No hasta que pase el luto.
 
Los hombres cuchichearon, y muchos afirmaron lo vieron como algo justo. El tuerto pronto increpo, su sed de venganza era clara.
 
-El Gorrión nunca llego a ser jenízaro, nuestras leyes no son válidas. -De nuevo cuchicheos y conversación donde podía entenderse “el jenízaro más joven”; “su padre fue grande”; “su padre fue un traidor” … Y así continuo la discusión entre hombres que lo veían como una tortura y otros que lo había conocido como niño y lo respetaban de algún modo al haberlo visto crecer. No llegaba a ponerse de acuerdo.
 

No se supo en que momento ocurrió, si la joven había intentado escapar, había vuelto a patalear o había sido un arrebato del aprendiz de jenízaro, ya que todos callaron y se echaron sobre el joven jenízaro gritándole para separarlo de la mujer que sangraba. Aquel niñato le había hundido en el costado su cuchillo a Kala. Un guiño entre el tuerto y el joven, habían actuado ante la confusión de la discusión, el tuerto solo deseaba hacerle daño a Emhyr, la muerte no le era suficiente, y había visto en Kala su oportunidad para que sufriera.


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Mensaje por Kala Bhansali Dom Abr 24, 2016 2:48 pm

La mano del hombre que la tenía sujeta se apretó más contra su rostro, tapándole las fosas nasales e impidiendo que respirara con normalidad. Intentó subir las manos hasta las de él para quitárselas de la boca, pero la tenía agarrada justo por debajo del pecho y sus brazos sólo podían subir hasta ahí. El chico que le había tocado el pelo habló en un claro francés que hizo que los ojos de Kala se abrieran de par en par. Si estaba intentando asustarla, lo había conseguido. Empezó a temblar en los brazos del jenízaro y él se dio cuenta. Le quitó la mano de la boca mientras seguía hablando en un idioma que ella no entendía, pero aprovechó el respiro para tomar aire profundamente.

Un tirón del brazo la separó del captor y el hombre tuerto la llevó hasta Emhyr. Kala tenía la cara surcada en lágrimas, y ver al hechicero lleno de heridas y magulladuras no contribuía a que sus sollozos parasen. Bajó la mirada a la par que él y se dejó manejar por el jefe del grupo sin entender en ningún momento todo lo que se hablaba allí. Aún así, los gestos, risas y movimientos eran suficientemente explicativos para hacerse una idea. Un nuevo empujón y cayó en manos del joven que momentos antes se había atrevido a tocarle el mechón de pelo. No tardó en pasarle las manos por cada centímetro de su cuerpo, hablándole cerca del oído en aquel idioma desconocido pero perfectamente entendible. No hacía falta conocer las palabras para saber qué no le decía palabras hermosas. Kala giró la cabeza hacia el otro lado, intentando por todos los medios apartarse de allí, pero el joven la tenía sujeta con fuerza de la misma manera que el hombre anterior. Intentó librarse del abrazo, pero cuanta más resistencia oponía más fuerte la agarraba y más intensa era la forma de tocarla.

De pronto paró y aflojó ligeramente los brazos. Kala sintió como apartaba el rostro y se atrevió a abrir los ojos, que durante todo momento había tenido fuertemente cerrados. Un murmullo inundó el círculo de jenízaros en una especie de canto que podía haber sido hermoso en otras circunstancias, pero que lo único que conseguía era confundir más a la gitana. Miró la escena: Emhyr estaba de rodillas en el suelo con una manga rasgada, algunos de los otros guerreros le habían imitado rasgándose las suyas y recitando aquellas palabras como si fuera una especie de invocación. Cuando acabó, el hechicero la miró con los ojos bañado en lágrimas y después habló mirando al resto de hombres. Kala tardó en entender lo que acababa de hacer.

No… —murmuró—. No lo hagas, Emhyr. No lo hagas.

Se revolvió intentando acercarse hasta él pero el joven volvió a sujetarla con fuerza. Parecía que se había vuelto a recuperar de la inesperada situación, pero, aún así, Kala siguió intentando acercarse al centro del círculo donde el brujo seguía de rodillas. No sintió cómo el frío metal se clavaba en su costado hasta que vio su camisa blanca con una mancha de sangre por el rabillo del ojo. Se miró el cuerpo y vio cómo la camisa se iba volviendo de color rojo, pero ni así era capaz de sentir el dolor de la puñalada. Era como si toda aquella sangre no fuera suya. Una avalancha de gente los cubrió a los dos y comenzó a separarlos. Fue entonces cuando, en un movimiento para alejarlo del joven jenízaro, la herida se abrió y Kala sintió por primera vez el dolor que ésta le producía. Se llevó una mano al costado y gritó, pero lo único que podía oír era un pitido incesante en sus oídos. La cabeza comenzó a darle vueltas mientras asimilaba lo que le acababa de pasar. Perdió fuerza en las piernas y dio un traspié, después otro y, finalmente, unos brazos más robustos que los de Emhyr la sujetaron antes de que las piernas se le doblaran completamente.

Arropada en el pecho del jenízaro se dejó caer sujetándose el costado con ambas manos, apretando la herida para intentar parar la hemorragia. El hombre la sujetó hasta que las rodillas tocaron el suelo y la ayudó a sentarse sobre el terreno, con el peso del cuerpo apoyado en una mano y la otra todavía en el costado. El pitido empezaba a remitir y pudo escuchar gritos, discusiones y golpes a su alrededor, pero no era capaz de distinguir de dónde procedían.

La mirada perdida estaba fija en un punto indefinido del suelo. Su cuerpo tardaba más de la cuenta en reaccionar a lo que le estaba ocurriendo, y hasta que no pasaron unos minutos desde que se sentó no se miró la herida. Apartó la mano ensangrentada y vio el rasgón de la camisa, la mancha de sangre que le llegaba casi hasta la sisa por arriba y a la cintura de la falda por debajo. El dolor era agudo y cualquier movimiento hacía que le escociera tanto la herida como sus alrededores.

Emhyr —le llamó—. Ayúdame.

Cada vez le dolía más y más y la vista empezaba a nublársele. El brazo que la mantenía derecha perdió fuerza y tuvo que apoyar el codo, pero incluso así le costaba. Volvió a perder noción del caos que ocurría a su alrededor.

Emhyr…

Su voz se había convertido en un susurro y apenas tenía fuerza para mantener los ojos abiertos. El pecho se movía arriba y abajo de manera agitada, como si respirar fuera a devolverle la vida que se le iba por momentos. Movió los labios con intención de llamar al hechicero de nuevo, pero su garganta no consiguió emitir ningún sonido. Lo último que sintió fue como sus ojos se cerraban inconscientemente y cómo su cuerpo caía inevitablemente al suelo.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Miér Mayo 04, 2016 11:11 am

Mientras los hombres discutían confusos por sus actos y revelaciones, Emhyr escupió al suelo algo de sangre y no pudo evitar sonreír para sí mismo. Luego miró a Kala de una manera tranquilizadora, conocí bastante bien a muchos de los hombres que allí estaban, se había criado prácticamente con ellos, había aprendido de ellos y luchado a su lado; esos hombres de caras conocidas estaban aferrados a las normas y las tradiciones, muchos de ellos habían crecido con el propio padre del turco y le tenían estima a pesar de que fuese acusado de traidor. Emhyr se sentía tranquilo, porque al menos Kala tendría la posibilidad de marcharse intacta.
 
De repente un tumulto de personas se lanzó al lugar donde estaba la gitana, el tuerto se no se movió de su lugar, es más miraba a Emhyr sonriendo, esperando algo.
De entre aquellos apareció uno de los jenízaros tirando de aquel niñato que ahora le sangraba la cara, lo lanzo frente a Emhyr y tras él un cuchillo. El turco lo miró, supo que le estaban regalando un acto de justicia: “ojo por ojo…” escucho, pero no entendió muy bien el por qué hasta que el tumulto comenzó a despejarse. Su rostro cambio por completo.
 
Todo estaba sucediendo demasiado rápido, ¿o era al contrario y para la mente de Emhyr el mundo se había ralentizado? Porque de repente los sonidos que le envolvían se le había convertidos en ajenos, el miedo a la muerte y su aceptación se había disuelto convirtiéndose en una sensación de que un chorro de agua helada caía sobre su cien para luego empezar a calentarse cual fuego, una descarga de ira se había hecho con él que había olvidado los pensamientos y actuando en cierto modo como un autómata sin alma que solo escuchaba la voz de ella llamarle.
 
Emhyr se levantó dando un traspié y llevándose la mano al vientre dolorido por los golpes, se quejó y exhalo fuerte el aire.
Ignorando a las palabras de su alrededor, a lo que sucedía se dirigió paso firme y acelerado al lugar donde el jenízaro sostenía a la joven sangrante, tras caer al suelo. El hombre del bigote dispuso las manos sobre las de Kala apretando también la herida, era de la vieja escuela.
 
Una mano se posó sobre el hombro de la de Emhyr para detenerlo, y acto seguir esa misma mano comenzó a arder por sí sola y continuo con todo su cuerpo envuelto en las llamas. Otra mano que se posaba, o lo intentaba detener otro cuerpo que ardía. El brujo no había conjurado ningún tipo de hechizo, pero sin quererlo la piromancia fluía reflejando su sentir.
 
Aquellos hombres de cultura y razón, solo creían en el misticismo que su fe le ofrecía en su religión, pero ni por asomo pensaban que la brujería fuese posible en aquel mundo. El asombro asomó por sus ojos, a ver arder a cada uno de sus compañeros dejando rastro de gritos, agonía y olor desagradable a carne quemada. Los hombres sin miedo fueron llamados por el terror, y huyeron dejándoles solos.
 
-Kala… -Se dejó caer de rodillas a su lado. Las lágrimas por fin asomaron por sus ojos, y comenzó a gimotear como si fuese un niño lastimero.
 
Con mano temblorosas apartó las del jenízaro del bigote, y sintió al presionar bajo ellas, el calor pegajoso de la sangre fluyendo.



-Sabía que volvería a pasar… -Otra vez ese cosquilleo, otra vez se concentró como aquella vez que trajo la caja de música de la nada. -No dejaré que vuelva a suceder… -El turco palideció, y de nuevo la sangre brotó de su nariz.
 
Bajo la herida, los tejidos comenzaban a restablecerse dolorosos y lentos, curando lo vital y suficiente. Emhyr jadeaba, comenzaba a sentirse mareado y como sus fuerzas flaqueaban.
El órgano tocado se recuperaba, brotaba menos sangre, pero la herida aún no estaba cerrada.
Emhyr sentía como estaba a punto de perder el conocimiento, tenía miedo mucho miedo, tenía que aguantar, no quería cerrar los ojos y que al despertar ella ya no estuviese allí.
 


Tomó aire con profundidad, paladeo sintiendo el sabor férreo en la boca y las lágrimas calientes fluir por su rostro. Exhaló el aire y la oscuridad lo envolvió. Perdió el conocimiento dejando atrás una herida casi cerrada e inofensiva, que solo necesitaría de unos pocos puntos y unas semanas de cura.


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Mensaje por Kala Bhansali Sáb Mayo 07, 2016 8:12 am

Soñó con el aroma de las plantas de té recién cortadas, con las voces melodiosas de las mujeres que, pacientemente, caminaban de un lado a otro con grandes cestas sobre sus cabezas. Soñó con ropajes de múltiples colores, cada cual más vibrante que el anterior: amarillos que competían con el mismísimo Sol, magentas que llegaban a dañar la vista con su intensidad, azules tan brillantes como el océano. Pero, sobre todo, soñó con una mujer de cabellos de azabache que la llamaba con las manos tendidas hacia ella. “Kala, cariño...” El sari verde claro, que resaltaba el tono tostado de su piel, brillaba bajo la luz casi cegando a la niña que corría hacia ella. La mujer la cogió en brazos y frunció los labios para recibir sobre ellos un beso de la pequeña, un gesto inocente que denotaba el amor que sentían la una por la otra. La mujer llevó a la niña junto con el resto de la gente que se congregaba allí en lo que parecía una especie de celebración. Un boda, el nacimiento de un nuevo miembro o, simplemente, la celebración de un nuevo día. La niña corría de un lado para otro sin parar, riendo hasta que las mejillas le dolieron, cuando algo ajeno llamó a la joven que soñaba. De pronto, todo a su alrededor empezó a volverse negro, se difuminaba y se alejaba. La niña quería seguir disfrutando de la fiesta en la que se encontraba, pero se iba quedando cada vez más atrás…

Kala abrió los ojos y fue recibida por la oscuridad. Los párpados le pesaban como si estuvieran hechos de plomo y su cabeza parecía un tiovivo en movimiento. La mirada estaba fija hacia el frente, donde unas tímidas estrellas parpadeaban en la lejanía. Oía ruidos a su alrededor, pero no sabía qué los estaba produciendo. ¿Eran voces? ¿Pasos, quizá? Los oídos le pitaban con un volumen atroz y apenas tenía fuerzas para mover los dedos de las manos. Quería quitarse un mechón de pelo de la frente, pero no era capaz de llevar la mano hasta ella. El aire olía inexplicablemente a sangre y sentía la ropa pegada a su cuerpo, pero no recordaba lo que le había pasado ni donde estaba. Intentó incorporarse hasta que el dolor de la herida volvió a recordarle todo lo sucedido. Apenas había levantado la cabeza unos pocos milímetros y la dejó caer otra vez, agotada. Respiró hondo un par de veces y giró los ojos hacia un lado, después hacia el otro.

A su lado yacía un cuerpo, inconsciente. Kala giró la cabeza lentamente, intentando que no se le nublara la vista con el esfuerzo, sólo para darse cuenta que el cuerpo inerte era el del hechicero.

Emhyr —le llamó bajito, entre susurros.

Levantó una mano para azuzarle, pero apenas consiguió moverle un poco la ropa. De pronto, una larga cadena de imágenes empezó a bombardearla haciéndola recordar lo que momentos antes había ocurrido allí: la hoguera, el silencio repentino, la huida y la lucha que les había llevado a esa situación. Una fuerte angustia la abrumó. ¿Y si él estaba muerto? No recordaba nada más después de la cuchillada, tan sólo imágenes borrosas y confusas, pero antes de que perdiera el conocimiento Emhyr seguía vivo. ¿Qué había pasado?

Verle tendido en el suelo le inspiró una oleada de fuerzas renovadas producto del miedo y la rabia. Se llevó la mano a la herida y se dio cuenta de que había dejado de sangrar, al menos de la manera descontrolada que lo había estado haciendo. Al darse cuenta de ese hecho se sintió ligeramente más segura e intentó incorporarse de nuevo para acercarse al cuerpo del hechicero. Se puso de lado y soltó un quejido. Cerró los ojos para aguantar el dolor intenso del costado y, cuando sintió que se calmaba un poco, se arrastró por el suelo hasta él. Llegó a su lado y se tumbó ligeramente sobre su pecho apoyando la oreja sobre las costillas, intentando escuchar el latido de su corazón. Aunque débil, todavía bombeaba sangre. Respiró tranquila deshaciendo el nudo que se le había formado en la garganta y fue entonces cuando se permitió derramar un millar de lágrimas silenciosas. Puso una mano en la mejilla de él y pegó su frente a la suya.

Emhyr —volvió a llamarle—. Despierta, por favor. —Con el pulgar acariciaba la piel del hechicero, como si estuviera despertándole una mañana tras un largo sueño reparador—. Por favor te lo pido, Emhyr, despiértate.

Le besó en los labios, cuál príncipe de cuento esperando el beso del amor de su vida para despertar, pero aquello era la vida real. A su lado sonaron pasos y una sombra los cubrió a los dos. Kala levantó la mirada para encontrarse con el jenízaro del bigote, que los miraba como si estuviera esperando algo. La gitana se incorporó un poco más, colocándose sobre el cuerpo del hechicero en ademán protector, como si fuera una leona protegiendo a su cachorro. Sabía que, llegado el caso, no tenía nada que hacer contra ellos, pero quería dejar claras sus intenciones: no dejaría que nadie lo tocara mientras ella siguiera consciente.

—Dejadle en paz. Él no ha hecho nada —dijo en francés. El hombre siguió acercándose diciendo cosas en su lengua, cosas que Kala no era capaz de comprender—. ¡Déjadle en paz! —gritó esta vez, y él se paró.

La gitana desvió la mirada bajo la carreta, donde seguía el cuchillo que había perdido cuando aquel mismo hombre la había sacado a rastras. Estaba demasiado lejos para que lo pudiera alcanzar, pero era lo único que tenía. El jenízaro se dio cuenta y comprendió lo que ella estaba interpretando. Dio un paso atrás con las palmas de las manos hacia delante y empezó a deshacerse de sus armas, amontonándolas a un lado. Dio una orden y otros dos jovencitos que estaban con él le imitaron. Kala estaba desconcertada. Si dejaban sus armas ¿cómo iban a hacerles daño? No debían hablar francés, porque, de lo contrario, le habrían explicado lo que querían de ella, pero uno de los más jóvenes repetía una única palabra: ayudar. Frunció el ceño.

¿Nos queréis ayudar? —preguntó. El grandote del bigote asintió enérgicamente y se acercó a ellos despacio—. Nos queréis ayudar —murmuró, dejándose caer sobre Emhyr.

Una vez se sintió fuera de peligro su cuerpo dejó de intentar luchar contra el cansancio y la falta de fuerzas. Antes de cerrar los ojos de nuevo miró el rostro del hombre que habría dado su vida por ella y sonrió ligeramente. Después sintió como le apartaban de él con cuidado y cómo unos brazos la llevaban en volandas. Escuchó una voz de hombre familiar gritando su nombre y cómo esa misma persona la acurrucaba contra su pecho. Parecía que los habitantes del campamento volvían a despertar poco a poco. Kala quería decirle a su tío que estaba bien, que sólo estaba cansada, pero no tenía fuerzas para nada. Dejó que la llevara y la tumbara en el lecho blando y caliente de su carreta. A su lado dejaron a Emhyr, que seguía aparentemente inconsciente. Kala abrió los ojos una última vez sólo para mirarle. Haber estado a punto de perderlo para siempre le hizo darse cuenta de que no quería una vida sin él. Con la mano buscó la suya y la apretó con fuerza antes de sumirse en un profundo sueño.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Lun Mayo 16, 2016 5:47 pm

Por un momento las sombras lo acogieron en un oscuro vacío desconocido. Parecían como si las estaciones pasasen a una velocidad increíble, del quebradizo frío a un calor sofocante, las luces cambiantes eran devoradas por esas sombras junto a él.
 
Por un instante pudo oír su voz lejana llamándole… “Emhyr” …”
 
¿Estaba aquí o estaba allí? Realmente apenas le quedaban fuerzas para luchar, aun sentía la punzada de la herida creada y compartida con ella por el arte de la hechicería. Una herida de arma blanca que ahora ambos compartían, Emhyr había usado, no un hechizo de sanación, si no otro muy distinto donde intento intercambia el daño de la gitana para hacerlo suyo. Una vida por otra.
Pero más bien fue fallido, ya que lo único que consiguió es repartir el daño entre ambos, de tal modo que ahora tenía una herida indefensa, al igual que Kala.
                                                                                                            
En su debilidad Emhyr se dejó perder en aquel limbo, mientras las horas del día pasaban como si nada, viajando de un lado a otro, en una profundidad desconocida que poco a poco lo atrapaba, pero sin dar importancia no se esforzó ni por intentar despertar. El mundo aquel era mucho sencillo, dejarse morir lo era, el sacrificio estaba hecho y lo único que importaba se había cumplido, que era mantenerla con vida.
¿Por qué ... qué sentido tenía una vida sin su existencia? Si, era increíble pero aquel pensamiento se había cruzado en el instante que había visto la sangre en el cuerpo de ella. ¿De verdad pensaba eso? Él que era solitario y egoísta en alma, al parecer se habái enamorado.
 
Kala conseguido generar aquel sentimiento contradictorio y desconocido para el corazón del turco, confuso y embriagador. Ni él mismo era capaz de admitir aquello, o si estaba seguro que fuese así, que la palabra amor estaba presente, y que ella se había encargado de abrir un cerrojo en su alma polvorienta, que solo había estado abierto para la palabra “familia”.
 
“Emhyr…” Otra vez su nombre, envuelto en sus dulces labios, junto con sus lágrimas y su calor que le llamaban a la vida.
 
Conforme en aquella cama, hundido en la comodidad, su cuerpo respiraba vivo en el lecho cómodo, pero su mente estaba apagada sin meterse en batalla alguna.
 
La mañana pasaba, la tarde le seguía y con ello la noche, en oscuridad todo envolvía… Y el turco no despertaba.
 
¿Si me muevo en las sombras? ¿Encontraré pronto la luz? Se preguntaba en aquel estado de vacío y nada. Puede que fuese hora de luchar y despertar. Había puesto a Kala en peligro, la había llamado esposa ante todos y compañera eterna, como una declaración única, no falsa del todo. Y ahora la había convertido en un blanco fácil para miradas jenízaras.
 
Tenía que cambiar, tenía que ser más poderoso, tendría que convertirse en hijo de la luna y adoptar las fauces de aquellos malditos para acabar con todos. No tenía elección.
Una maldición que pagar para poder tener una vida, y nada más.
 
Volvería a ella, sí, pero primero tenía que cambiar y sobrevivir al cambio.
Miedo había, terror. Temía por su vida como todos, “el hombre si miedo” le había llamado…
 
La noche transcurría y el amanecer rosado quería devorar a las sombras.
 


-Estas bien… -Afirmo con voz débil, al verla junto a él en su lecho. -Está bien… -Abrió los ojos castaños, y su mano se dispuso sobre su cabeza morena que descansaba en profundo sueño, apretando su cuerpo y mano junto al de él.


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Mensaje por Kala Bhansali Sáb Mayo 21, 2016 7:30 am

El lecho la envolvía y la atrapaba, atrayéndola hacia sí y sumiéndola en el más placentero de los sueños. Su cuerpo había dejado de sentir las señales a su alrededor, limitándose a llevar a cabo las funciones más básicas de supervivencia. Se durmió sujetando con fuerza la mano de Emhyr, un gesto que la consoló al saber que seguía con vida. Aún no tenía claro qué era lo que había pasado, se sentía como en un sueño irreal y completamente exagerado. Pero el dolor del costado no era ficticio, y el cansancio producido por la enorme cantidad de sangre perdida, tampoco.

En la realidad, las horas pasaban con normalidad, despacio para algunos y rápido para otros. Para ella, sin embargo, todo aquel tiempo fue como una pausa en su vida, un sitio oscuro donde distintas imágenes se proyectaban como si fuera una obra de teatro. Eran imágenes de su vida, del pasado y del presente. Frente a ella desfilaron todas y cada una de las personas que había conocido, sonrientes y felices, acercándose a ella e invitándola a quedarse con ellos. Era tentador. Demasiado tentador, de hecho. Su subconsciente estaba librando una batalla entre seguir lo que tan fácilmente le permitían y pararse en seco y dar marcha atrás. Todo aquello parecía tan bonito que Kala llegó a dar unos pasos en su dirección. Después se paró. No, había algo que no iba bien, ella lo sabía. Retrocedió mientras inspeccionaba a los allí presentes, que la llamaban sonrientes: su madre, tan elegante como siempre, con su mirada dulce y cariñosa; su padre, serio pero con un corazón noble y tierno; sus hermanos, revoltosos unos y formales otros, algunos con bebés en sus brazos y sus respectivas parejas. Todos la llamaban por su nombre y la tentaban a ir con ellos. Kala los miró una vez más y se dio cuenta de algo: los que allí estaban habían muerto. ¿Cómo podían llamarla si ya no habitaban este mundo? Y fue entonces cuando se dio cuenta de otra cosa. Faltaba la persona más importante: Emhyr.

«No» se dijo mientras caminaba hacia atrás. Los demás la siguieron intentando quedársela para ellos, pero la gitana caminaba más deprisa. Finalmente se dio la vuelta y corrió todo lo que pudo. «Es mentira. Es mentira» les decía en su sueño, pero ellos seguían negándolo. De pronto escuchó la voz del hechicero en alguna parte. «¡Emhyr!» llamó. Volvió a escucharla y siguió aquel dulce sonido que parecía llamarla. Miró hacia atrás y comprobó que su familia se había detenido y le decían adiós con la mano. Ella les devolvió el saludo y siguió corriendo hacia un túnel oscuro donde sabía que él la esperaba.

Todavía veía la oscuridad, pero su mente había vuelto al mundo donde se encontraba. Había sido un sueño extraño y demasiado vívido. Emhyr había ido a buscarla al campamento y después se había formado un caos que les había dejado malheridos a ambos. Después les habían dejado a los en aquella cama y había soñado que soñaba, como si fuera la vida real. Sin abrir los ojos tocó con la mano el lado libre de la cama y comprobó que el hechicero no estaba. ¿Cómo iba a estar, si todo aquello había sido un sueño? Se rio con suavidad de sí misma y se intentó incorporar. Un dolor agudo le cruzó el vientre de lado a lado, expandiéndose después hasta el pecho y las piernas. Tan inesperado fue que dejó caer el cuerpo sobre la cama y soltó un alarido de dolor. Se llevó la mano al costado sin entender de dónde podía venir aquel pinchazo y se levantó la camisa. Allí donde había empezado había una herida de arma blanca, pulcramente cosida y todavía sin cicatrizar del todo. Kala parpadeó un par de veces sin comprender que estaba haciendo eso ahí. Pensó en su sueño, en esa pesadilla que… había ocurrido de verdad.

Ahogó un grito y se cubrió la boca con una mano. Su pulso se había disparado y sentía que empezaba a marearse. Volvió el rostro para mirar el lado de la cama donde el hechicero había estado tumbado, y se dio cuenta de que sobre esa almohada había habido alguien.

No… —murmuró—. ¡Emhyr! —gritó, pero no recibió respuesta.

Intentó incorporarse de nuevo pero el costado todavía le dolía demasiado. Giró su cuerpo y probó otra postura, con la que finalmente quedó sentada en el borde de la cama. La cabeza le daba vueltas y el estómago amenazaba con echarlo todo, pero su única preocupación era saber dónde estaba el hechicero. Apoyándose en la mesita de noche, se levantó del lecho y miró por el ventanuco. Fuera hacía un día espléndido, el Sol brillaba fuertemente y la gente hacía su vida como si nada hubiera pasado. «¿Qué está pasando?»

Sujetándose en todos los sitios en los que podía y arrastrando los pies, consiguió llegar al centro de la carreta. Miró a su alrededor. Todo parecía en orden y no había indicios de que nadie hubiera estado allí, pero ella sabía que sí. Caminó hasta la puerta de entrada y la abrió lentamente. La luz la inundó, cegándola durante segundos.

¡Emhyr! —volvió a gritar. Nadie contestó.

Confusa y asustada, entornó la puerta y volvió a mirar a su alrededor. La manta que había usado aquella noche al volver a la carreta seguía hecha un amasijo de telas sobre el sofá, tal y como se había quedado cuando salió de allí. La cajita de música seguía en la misma balda donde la había dejado y su cama, salvo por la suave hendidura en la almohada, no tenía señales de que nadie había estado durmiendo allí más que ella. Se sentó en la cama abatida.

Si tan sólo hubiera mirado más detenidamente, habría visto un papel doblado caído entre la cama y la mesilla de noche. Un papel que, probablemente, le haría más daño que la herida que tenía cicatrizándose en el costado.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Miér Mayo 25, 2016 7:37 pm

Tuvo que deshacerse pronto de su abrazo, del contacto de su cuerpo contra el suyo en aquel plácido sueño. Pero debía desaparecer antes de que la mañana decidiera despertar al mundo, antes de que los curiosos comenzasen a hacer preguntas y antes de que ella con sus ojos hiciesen que él desease más que nunca aferrarse a ella, a todo riesgo.
 
Tenía que marcharse, tenía que cambiar, tenía que conseguir ese poder, a sabiendas de que podía morir, a sabiendas de que tal vez a ella no le gustase. Pero era la única manera que tenía para volver, para tal vez tener una oportunidad de vida. Y es que el poco tiempo que había pasado con Kala, había hecho que muchas cosas en su interior cambiasen. Cosas que ni el mismo comprendía y que le asustaba, sintiéndose como un recién nacido al que le dan la bienvenida a un mundo extraño.
 
La otra manga que aún le quedaba, la arranco y se encargó bien de mancilla con la propia herida del costado dejando la sangre. Luego una carta escrita, con una caligrafía extraordinariamente cuidad, pero con prisas. Rasgos de que Emhyr a diferencia de otros niños, había sido criado como noble y obligado a practicar su escritura.
 
"Un destino con sombras del tiempo lunar" quien diría que alguna vez usaría esta frase una canción, pero al parecer a eso es lo que me lleva, es destino… Al final va ser verdad que hay caminos “ya escritos” y que elija lo que elija me van a llevar a “esa” solución que ambos descartamos.
No tengo deseo de que esto vuelva a ocurrir, no volveré a exponer tu vida Kala. Ya te dije una vez, que lo poco que conseguía construir ellos lo destrozaban, y que no iba detenerse hasta acabar con todo.
 
Tras esta noche, he tomado una decisión. Me arriesgo con ello a que m odies, a que me rechaces, y es algo que con incredulidad debo de admitir, me crea un cierto temor. Pero que así sea, si con esto consigo no volver a ponerte en peligro.
 
Me marcho, no sé por cuánto. Ya sabes de mi vida como nómada, me es imposible hundir mis pies en la tierra y crear raíces, no hasta que… Cambie, hasta que me entregue a las sombras de la bestia. Necesito ese poder, llevo años detrás de él, lo necesito y puede que no comprendas.
No te puedo pedir que me esperes, no lo hagas. No tengo ese derecho. Pero ojalá regrese algún día, aunque temo por mi vida, pero es un riesgo que pienso asumir, o todo o nada. Esta vida empieza ya a enloquecer, así que la muerte tal vez fuese un consuelo. Te admito que creía haber muerto cuando quise curarte, tanto que ni luche por regresar.
 
Una manga con mi sangre, es lo único que puedo dejarte para que no te molesten más. Ahora los jenízaros creen que eres mi esposa. Si algún día vuelven, cubre enseguida tus cabellos de colores oscuros, muestra esta manga y diles que he muerto y mi cuerpo fue incinerado. Finge que velas luto, y ellos no te tocarán ni un pelo. Podrá seguir con tu vida, ya no habrá más problemas con respecto a mí.
 
Kala, no sé lo que teníamos ciertamente. Todo ha sido muy nuevo para mí, no sé cómo lo hiciste, pero, para nada has sido consciente de el hechizo que me has sido capaz de lanzarme, ¿lo puedo llamar amor? Creo que me estaba enamorando. No estoy seguro, todo es tan desconocido para mí… Un nuevo camino al que arrojarse. ¿Algún día podrás decirme tu misma que fue? Espero que sí, pero volveré a repetirme… No me esperes, no sé qué será de mí. Por eso me despido de algún modo, y te pido que no me olvides.
 
-Emhyr ibn Selim-
 

Un último beso sobre su cabello azabache, un suspiro tras impregnarse con su aroma. ¿Qué sería del otomano si la Luna le otorgaba la gracia de los malditos? ¿Sería el mismo? ¿Ella lo aceptaría? Quien sabía, solo el tiempo diría…


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Mensaje por Kala Bhansali Vie Mayo 27, 2016 1:51 pm

Todavía no terminaba de entender qué era lo que había pasado. Lo último que recordaba era estar tumbada en aquella misma cama donde ahora estaba sentada, descansando junto a Emhyr. ¿O quizá lo había soñado? Volvió a pasar la palma por el lecho, por el sitio del hechicero. Estaba segura de que cuando le aferró la mano antes de dormirse no estaba soñando. Sintió el calor y el tacto de su piel en la palma nada más recordarlo.

Miró a su alrededor de nuevo y se fijó en un amasijo de telas llenas de sangre sobre la mesita de noche. Debía ser algún trapo que usaron para limpiarle las heridas, olvidado ahí tras toda la vorágine. Se levantó renqueante y agarró la tela, que se desdobló en el aire. Se fijó mejor y se dio cuenta de que era la manga de una camisa cubierta de sangre. Arrugó el ceño, extrañada, y su mirada se dirigió al hueco entre la mesita y la cama. Se agachó agarrándose el costado y se volvió a sentar en la cama, dejando la manga a un lado.

Echó un vistazo rápido a la carta y se fijó en la firma. Su respiración se cortó durante unos segundos y su pulso empezó a temblar. No quería precipitarse, pero intuyó que la carta y la manga estaban relacionadas, y no para algo bueno. Aún con el aliento contenido empezó a leer…

Un sollozo, seguido de un largo suspiro que casi la ahoga. Se cubrió la boca con una mano acallando otro sollozo de incredulidad. Se marchaba en su busca, y nadie sabía si volvería. «¿Qué has hecho?» pensaba mientras releía la carta una y otra vez. Miró la manga ensangrentada y la agarró con fuerza. Se la llevó al rostro un momento y después bajó el brazo. «¿Qué te han hecho?»

Aunque él se hubiera despedido, a pesar de que no fuera como Kala esperaba, ella no había tenido opción de hacerlo. Emhyr se había marchado sin saber si volvería alguna vez, y la última oportunidad de hablar con él se había esfumado la misma noche del ataque. Había tanto que quería decirle que no era capaz de enumerarlo todo en su mente. Apretó los puños arrugando el papel escrito mientras las lágrimas empezaron a brotar. Escuchó un ruido fuera de la carreta, unos pasos acelerados que entraron de golpe dentro. Era Rajesh.

Se ha marchado —fue lo único que dijo antes de romper a llorar de manera desconsolada.
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