La cara oculta de la luna [Kala Bhasali]

"Todo hombre es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña."
(Mark Twain)

Con pies descalzos bajo la luna menguante, los pasillos del laberinto se estrechaban con cada paso que tintineaba en los cascabeles de su tobillera. Negra cabellera y ojos grandes, parecía huir de algo o al menos tener prisa.

-Corre, mi pequeño gorrión, corre... -Le susurraba mientras él la perseguía entre las ruinas de su infancia, con sus pequeños pies.

El niño moreno de cabellos oscuros y desordenados, no sabía nada del futuro, solo sabía que le encantaba aquel juego donde ambos se perdían entre los antiguos vestigios romanos, de Constantinopla.

-Espérame, anne (madre)... -Le había dicho el pequeño, mientras la luna cada vez menguaba más y más, perdiendo su luz original, sumiendo al mundo en la más fría de las tinieblas.

El sonido de los cascabeles continuaban con su soniquete mientras la risa traviesa de la joven madre decidía acompañarle.
Eran tiempo fáciles. Eran tiempo felices. No había miedo, no había escuela de jenízaros, no había muerte...

Los cascabeles se detuvieron, y un Emhyr niño tenía miedo a la oscuridad que la luna menguante había creado. No paraba de llamar a su madrem hasta que... La vio...

-Anne... -Susurro la ahora voz de un Emhyr adulto.

Frente a él la mujer de piel de canela y cascabeles en el tobillo se había detenido con una indescifrable sonrisa.

-Todo lo que siembras es muerte... -Dijo mientras se arrodillaba e inclinaba el rostro hacia delante.

De repente una oscura figura apareció a su espalda portando un puñal piadoso que precipitándose hacía la nuca de la madre le dio una rápida muerte.

-Ella nunca creyó en el suicidio. -Voz de su padre en la sombra y el mismo puñal en el propio corazón de esta misma.

La luna menguante sangraba...

Y Emhyr despertaba empapado de sudor en aquel refugio improvisado dentro de aquel mausoleo.
Otra pesadilla. Otro mal recuerdo. ¿Recuerdo? Realmente la muerte de sus padre no había sido un recuerdo suyo, el jefe jenízaro se lo había contado, y él había evocado esa imagen en sus sueños.

Una noche más, bastante tranquila que digamos y para él, la hora de trabajar. Solo llevaba apenas un mes en París, y ya tenía cierta monotonía que seguir. Al principio se centro a hacer lo rutinario: ir al jardín botánico a conseguir unos cuantos ingredientes, unos pocos trucos de cartas para algún pobre despistado, hacer negocios con las prostitutas en el barrio rojo y las demás visitas habituales; intento que toda la noche fuese de las normales, pero no terminaba de quitarse aquel sueño, no terminaba de apartar de su mente las palabras... Había preocupación.

Bailarinas, payasos, puestos ambulantes... Cientos de carpas ofreciendo su particular mundo de música, diversión y colorido. No era un lugar que acostumbrase a visitar, y también estaba el tema que de que las ferias y circos no eran de su gusto, pero desde que le habían hablado de cierta "adivina" en el campamento gitano, lo había visitado alguna vez.
Y de nuevo estaba allí, entrando en la pequeña carpa particular, inquieto por un simple sueño, y haciendo otra visita a la "pitonisa".

La tela cayo tras su entrada en la carpa., por un instante se detuvo al encontrar a la joven gitana apagando las primeras velas. Eso le hizo pensar que estaba cerrando y tal vez no fuese bienvenido.

-Hola ¿Se puede? -Ella pronto le saludo dando cuenta de que se había percatado de su presencia. -Si, s'il vous plaît. -Dijo tomando asiento y esperándola pacientemente. Su francés era perfecto, pero a pesar de ello dejaba denotar aquel ronroneante acento que lo identificaba como extranjero. -No sé si recordará mi rostro, la visite en alguna ocasión y también me habrá visto en el campamento, soy el que toca la guitarra cuando hacéis las hogueras.

Mientras ella trasteaba con el té, él no pudo evitar hacer un descarado examen de su físico sin dejar de sonreír. No sería la primera vez que se fijaba en la joven del aquel modo; una de sus perdiciones eran las mujeres. Le encantaban y él también solía gustarles demasiado a ella, por eso podía considerarse que usualmente le era fácil meterse entre sus faldas, pero esa facilidad pasado el tiempo llegaba a aburrirle y con ello a volverse más exigente en sus búsquedas de bellezas, aunque había que admitir que no le hacía asco si tenía una ocasión de darse un “gusto” rápido.

Carraspeó por un momento intentando apartar aquellos pensamientos lujuriosos, donde se incluía la apetencia de saborear aquellos labios y hacer sonreír a aquellos bonitos ojos que en su interior parecían no estar tan alegres.

-Un regalo y el pago por adelantado. -Borró aquella sonrisa y puso sobre la mesa una pequeña cajita de cerillas, de las cual, asomaba una pequeña varilla de metal. Una cajita de música, otra de sus creaciones mecánicas. -No estoy aquí para consultar mi futuro, o que me leas la buena fortuna...

Ciertamente y por un momento pensó en lo increíble que era haber vuelto allí. Emhyr, que no creía en charlatanas o pitonisas de circo. Más aficionado a desenmascararas que a estar allí sentado esperando su consejo.
Él era un brujo auténtico, no muy poderoso o el más bueno, era autodidacta y había accedido a poca información e incluso no recordaba haberse cruzado con otros brujos que hubiesen querido cederles conocimientos. Más mago callejero que sabía demasiados trucos e ilusiones para el buen espectador y sacar algún dinerillo.
Y ahora estaba allí, no atraído por una cara bonita, como sería más lógico en si día a día como mujeriego que era, sino por culpa de un sueño, un perturbador sueño que a veces se repetía. ¿Una señal sobre su objeto de deseo: la inmortalidad? ¿Una advertencia?

-...Quiero que me digas simplemente que ves, y me ayudes a interpretar un sueño.

Mientras soplaba un poco sobre la humeante taza caliente, sus labios no pudieron evitar antes de probar, curvarse levemente ante la reacción de ella por el pequeño presente. Una sensación de satisfacción le recorrió justo antes de humedecer los labios en el líquido y retirarlo por la sensación de quemazón.

Después devolvió la taza a su lugar original y obedeciendo a sus la palabras, tendió ambas manos para que se las tomases. Lo curioso de sus manos ya curtidas para la edad que tenían, era aquellas miles de cicatrices que marcaban la palmas de ambas manos. Aquellos cortes diminutos eran recuerdos de sus travesuras cuando vivía en  “Acemi Oğlanı ” (escuela de jenízaros) ; recuerdos de un imán religioso y muy enfadado que golpeaba la palmas de sus manos con vara de caña, hasta hacerlas sangrar.

Un leve cosquilleo atravesó su piel al sentir la magia fluir por las manos de ella. No sería bruja o al menos no estaba seguro de ello, pero tenía “el don”.

-Ser un niño, jugar en las ruinas de un laberinto, el sonido de los cascabeles... Recuerdos de infancia no muy relevantes. -Comenzó a enumerar pensativo. Aquel sueño no había sido tan nítido como otras veces, la imágenes bailaban borrosas en el camino de su memoria. -Y luego la posible muerte de mis padres. No llegue a contemplarla, pero un testigo de confianza me contó los detalles. -Por un momento enmudeció con demasiada seriedad. -Pesadillas a las que estoy habituado por temporadas aunque... -Por un momento y con aparente distracción, soltó una de sus manos y tomo un terrón dejándolo caer en la taza. -...Lo extraño del sueño, es la luna menguante que va desapareciendo hasta teñirse de sangre... Luego... -Cerro los ojos por un momento intentando recordar. -Mi madre me dice algo de “sembrar” y “muerte”... No sé, hay lagunas en mi memoria. -Suspiro bajando la mirada y volviendo a tomar su mano. -Eso si... Cuando el sueño se va a desvanecer, me parece oír aullido de lobos e... e incluso verlos. Desde que llegue a París, parece que la imagen de ese animal me persigue...

Por un momento recordó su objetivo al llegar allí: se rumoreaba que París era una capital dominada por vampiros, ¿y quienes sino podría otorgarla esa deseaba inmortalidad? En cierto modo era un obsesión, le fascinaba esas criaturas y su poder podría darle todo aquello que llevaba tantos años ansiando.

De nuevo sus manos habían vuelto a unirse, y él había decidido enmudecer dejando a la joven a hacer su trabajo, pero no sabía porque, no terminaba de concentrarse; sería por su costumbre a no acudir a “adivinas” a no ser que fuese para estafarlas o desemascararlas. Una mala costumbre, ya que aquello de no terminar de tomarse la magia en serio, y a pesar de saber que todo lo que su madre le contaba era cierto y no simples cuentos, aun seguía siendo un descreído en cierto modo.

Negras pestañas que velaban a ojos cerrados y concentrados, Emhyr no podía apartar sus ojos de sus labios distraído con cada geste que aquella cosita bonita hacía. Sonrió para sí, y abrió los labios para decir alguna cosa típica de él y poco adecuada para la situación. Pero un descarga dolorosa le atravesó la piel recorriendo su cuerpo y a la vez su mente.
Ella estaba viendo cosas, pero inevitablemente y siendo hijo de su madre, él también empezó a verlas. Un gesto leve de dolor y no pudo evitar apretar sus dedos entre los de ella, de su madre había heredado la visión de ver más allá de las cosas, la diferencia con ella estaba en que él no tenía tanto poder, no las controlaba y apenas estas acudían a él, así que aquella ocasión era una excepción.

Entre miles de imágenes entre mezcladas, y confusas solo pudo quedarse con la lengua en la que las escenas se hablaba, una lengua que apenas chapurreaba por su poca estancia en un pasado en el lugar; también vio las verdes hojas del té mancilladas por la sangre ajena y un gran viaje...

-No eres gitana.. . -Susurro casi inaudible para sí mismo, con los ojos aun apretados y aguantando aquel golpe de imágenes... Hasta que ella de corto en seco el contacto.

El aire exhalado en un suspiro que nacía de lo más profundo de su pecho. Sus ojos castaños observaban aquel vaivén del pecho de ella ante la agitación de su respiración, había visto más que él y eso le había alterado.
En aquel silencio que se volvía incómodo de repente, ella bebió té y él la imito esperando sus palabras.

Sus ojos se miraban directamente intentando descifrar el uno del otro distintas interpretaciones: ella sus visiones y él las palabras de ellas. Un gesto extraño y meditabundo se cruzo en la mente de Emhyr. “Lobos... ¿De los otros?”

-Licántropos... ¿Cómo no sé me había ocurrido antes?  -Se pregunto a sí mismo con una sonrisa difícil de determinar si era de felicidad o de... La pregunto había sido formulada como si de repente ella no estuviese allí.
Si, una idea que al principio le pareció demasiado loca, ya que todo lo que sabía de hombres lobos era por el gitano “Reinos”, bueno y porque técnicamente había conocido a uno que le había hablado bastante de las ventajas de ser uno, pero Emhyr nunca lo vio transformarse, un día desapareció sin ninguna explicación y nunca creyó que lo fuese. Digamos que en esa época Emhyr solo había visto los pocos milagros que sus manos podía hacer con magia básica pero aun no se había cruzado con aquellos vampiros por los que estaba obsesionado ni con otra criatura similar.

Una idea que hacía que sus planes cambiaran, otro camino y más posibilidades para conseguir su objetivo. ¿Y si en vez de inmortalidad buscaba la longevidad menos tortuosa, y se ahorraba la parte de tener que vivir bebiendo sangre? Eso sí, tendría que vivir bajo la maldición de la luna llena, y puede que sin querer matase algún inocente, pero para un hombre que había sido criado entre jenízaros el asesinato era lo de menos si conseguía su objeto final: venganza, y recuperar su anterior vida como noble y rescatar a su hermana pequeña de aquel sufrido matrimonio.

Kala le miraba en silencio, esperando algo de él. Se había detenido demasiado tiempo en sus pensamientos y planes.

-No hace falta... No sigas, creo que me has ayudado bastante... -Carraspeo, y luego tomo un sorbo de té. -...Aunque, ¿me recomendarías que lo intentásemos de nuevo? -Realmente no quería marcharse tan pronto, a pesar de que deseaba desviar el tema. Él tenía un secreto, tal vez aberrante para un ser humano, pero al fin y al cabo un secreto. También estaba hecho y curiosidad sobre lo poco que había visto en sus propias visiones que no le correspondían, ¿cuál sería la historia de ella?

De nuevo volvió a a llenar ambas tazas y él no pudo evitar sonreís ya que con aquel gesto le dió la sensación de que ella le invitaba a quedarse más tiempo. Él por su parte se acerco la taza humeante a los labios y sopló justo antes de beber un poco, como gesto de que aceptaba aquella aparente invitación.
Mientras ella hablaba, el sonido de la cuchará moviéndose le distrajo de sus ojos serios.

Las manos de ella se quedaron sobre la mesa esperando una respuesta. Él las miro pensativo por un instante.

-Si te soy sincero, no suelo acudir a adivinas pitonisas o del estilo; sé que existen personas con la capacidad de ver más allá en el tiempo, pero para mí la mayoría suelen ser cuentistas, estafadores o consejeros pésimos. ¿Qué tengan el don o no? Los hay que mejores los hay peores, o que simplemente no ven nada. No soy de los que acude a estas cosas... -Esta vez era él quien hablaba con seriedad, mirándole directamente a los ojos y midiendo sus palabras con cuidado. -Mis madre misma tenía el don de la visión con el sueño, a ella acudían muchos viajeros y así conoció a mi padre. Nunca la creí, incluso cuando murió, seguí siendo un descreído... Es más una parte de ello sigue estando en mí, y a pesar de que he visto como mis propias manos convertían arena en agua. -Pauso. -Mi madre nos decía que teníamos algo de ella, y me considero pésimo en el tema... No sé, y desinteresado. Prefiero creer en lo que veo y toco, que tener esa fe ciega como muchos. Y mírame, aquí, contigo, consultándome. Ver para creer. -Rio con ironía. -No sé, tienes un algo que hace que mis ideas se ordenen.  He de confesar que la primera vez que vine, fue para desenmascararte como me es habitual hacer con las adivinas o magos de circos... Y bueno... Si podía conseguir que te acostarás conmigo también.... -Por un momento calló, esperando que le soltase una bofetada o algo similar, al haber sido tan descarado con sus palabras. -Pero no pude y vi otra cosa, o más bien viste demasiado y consigues que suelte la lengua más de la cuenta... Confiar no es algo que entre dentro de mi estilo de vida.

Por un momento hubo silencio, fueron unos segundos donde espero a que ella dijeses algo, incluso fue algo incomodo.
Las manos de Emhyr se posaron en las de ella decidido.

-Hagámoslo de nuevo... ¿Por qué no? -”Me muero de curiosidad...” Pensó ya que no tenía apenas interés por ver más sobre él, era más lo que había visto sobre ella y si podía ver más. Ella no era lo que aparentaba, su identidad era otra a pesar de que a todos le contase que era gitana y de aquel lugar... Ella era tan extranjera en aquella tierra como Emhyr, ¿pero qué era aquello de lo que había huido o la comprometía para fingir ser miembro de una familia que no fuese la suya?

Fue el simple contacto con ella y sin dictar a sus propias energía cuando de nuevo vio fugaces imágenes que ella le regalaba.

Una tierra lejana...
Otra lengua...
Campos de té...
Elefantes...
Y la muerte...

Emhyr se dejo envolver por unos recuerdos que no eran suyos, es más, por un instante sintió incomodo ante el hecho de estar perturbando sin permiso en algo tan privado. Pero nunca le había sucedido de aquel modo con otra persona... Tocarlas y poder tener visiones, nunca. Solo eran los sueños los capaces de proporcionarle aquello y no de aquel modo.

En cambio para ella Emhyr le ofreció algo distinto.

Un niño de ojos castaños de apenas unos ochos años estaba en medio de lo que parecía un campo de batalla. La sangre, la muerte y el miedo podía olerse en el ambiente, gritos incesante y caballos que escapaban despavoridos. El niño se lo acaba de hacer en las calzas y paralizado por el miedo. Acababa de matar a un hombre por primera vez, le había su espada estaba clavada en su frente. Ahora empezaba a preguntarse porque su padre lo había entregado a tal destino, que qué era lo que había hecho mal para haber sido castigado con aquello, cuando él sabía leer y escribir en cuatro idiomas y mejor que aquellos adultos, cuando él sabía leer mapas tanto de la tierra como del cielo, cuando podía citar a poetas, matemáticos y otros sabios... ¿por qué su padre quería que se convirtiese en... esto?

-Cuando yo muera, si no eres un jenízaro no podrás tener nada mío... No heredaras nada. No tendrás derechos. -Él había dicho una y otra vez, y él nunca lo había entendido; es más no lo entendió hasta que casi fue un adulto.

Un hombre con cicatrices le golpeo en la espalda entre tanto desorden, tras desgarrar el cuello a los soldados del bando contrario. Del golpe el enorme casco que él pequeño llevaba hizo que se quedará sin visión apenas.

-Si no espabilas te matarán. -El viejo jenízaro desapareció entre los gritos de los hombres que chocaban aceros.

No le había dado ni tiempo a colocarse el casco cuando sintió el filo de una lanza hundirse en su hombro. El dolor hizo que llorará. Iba a morir si no hacía algo pronto, y aquel hombre por muy niño que fuese no iba a sentir piedad, conocían a los jenízaros y sabía que sus niños soldados era los más fieros.

Como lobos hambrientos los jenízaros se colocaron a su lado, apoyando al pequeño cachorro de ojos castaños que acababa de matar por primera vez. Ahora debía de volver a hacerlo si quería vivir.
Los lobos empezaban a rodearles, el niño Emhyr lloraba porque iba a morir si no volvía a matar a otro hombre; pero de repente sus ojos castaños le devolvieron la mirada a la muerte y un grito desgarrador de desafío se convertiría en un aullido, el aullido de un Emhyr que se convertía en un enorme lobo y se unía a la cacería.

-Madamoiselle... Señorita...  -El contacto de sus manos había desaparecido y al parecer la voz de Emhyr intentaba despertar a Khala de sus visiones. -¿Tiene algún cliente descontento? Porque se acerca uno y no creo que solo para gritarle... -El otomano estaba de pie junto a ella y suavemente azuzaba los hombros de la joven.

Entre todas sus visiones Emhyr había visto un futuro muy cercano donde un cliente descontento llegaba a la tienda de la joven y lo quemaba todo llamándola “bruja”; tan cercano era aquel futuro que ya comenzaban a escucharse los gritos de aquel hombre lanzando impropios y llevando a la misma tienda.

Enseguida la siguió entre aquel vocerío y procuro quedarse en un segundo plano por el momento mientras observaba lo que ocurría.

Sin quererlo sonrió, ¡qué extraordinario era ver en directo como una vivida visión de hacía apenas unos segundos se desarrollaba tal y como había comenzado!
Los gestos, los movimientos, las palabras y reacciones... La realidad solo tenía una diferencia... Los colores y la nitidez, en aquellos breves flashes o escenas de su mente cambiaba aquel rasgo era muy diferente, así permitiéndole distinguir con la realidad.

Ahora si, había que admitir algo. Su madre comenzaba a tener razón en que él había heredado algo de ella, porque sus visiones nunca había llegado al extremo de poder tenerlas con los ojos abiertos o más bien despierto. Solo las había experimentado en sueños. ¿Acaso el poder contactar con el poder de aquella chica le nutría indirectamente de tal modo que podía llegar a cierto nivel de premonición?
Lo desconocía; lo único que sabía es que aquel contacto electrizante parecía haberle dado cierta energía reconfortante.

De repente la situación comenzó a hacerse más candente, no dijo nada, pero si hizo algo con gesto neutral. Simplemente golpeo al hombre justo en el lugar adecuado, dejándolo de un solo golpe inconsciente.
Para cuando se lo estaba llevando Kala ya había desaparecido dentro de la tienda.

-Déjame a mí terminar esto...

Su respiración agitada le revelaba el nerviosismo de la joven, muy contrario a la actitud tranquila del turco, cuyos pasos dentro de la tienda había sido casi inaudibles. Era como si de una sombra se tratase. Emhyr tomó las tazas de sus manos, y las enjuago con un poco de agua que había encontrado. Luego las seco y las dejo con el conjunto.

El silencio en la tienda era extraño, como si una tensión innecesaria hubiese roto aquel momento anterior que por un instante le pareció incluso intimo.

-Creo que deberías sentarte y tranquilizarte, no creo que vuelva más por aquí. Los de ahí fuera te aprecian, sino no hubiesen acudido tan rápidos.-Le sonrió recogiendo lo que podía, la noche ya había invadido el circo con su oscuridad con profundidad, había perdido la noción del tiempo y no se había dado cuenta de lo tarde que se estaba haciendo. -Ya ni me atrevo a preguntarte por si has visto algo, no sé... Mejor puedo visitarte otro día. -Sinceramente no sabía si ella se estaba dando cuenta de aquel detalle, pero desde que había entrado en la tienda de nuevo Emhyr le hablaba en “tamil” fluídamente. Él lo había escuchado en sus visiones, y había supuesto que ella era de aquellas tierras donde él una vez huyó durante años. -... Aunque he de revelarte que yo SÍ vi algo, y ese algo me dice que no eres del todo sincera con los que te rodean y que no eres precisamente de aquí.

De nuevo silencio, espero por un momento. A  lo mejor estaba equivocado y ella no entendía ni una palabra de lo que le había dicho. A lo mejor ella no hablaba el tamil.

-Si me dejas, y has terminado aquí, puedo acompañarte.

Su mano paso sobre su brazo suavemente, Emhyr pudo notar su creciente palidez ante sus palabras y con ojos amables afirmo ante su petición de apagar las velas.
Cada pequeña llamita danzante de cada vela, cedía entre sus dedos convirtiéndose en humo y haciendo que la oscuridad invadiese la carpa que pronto abandonó.

Fuera luces de colores lejanas continuaban con la actividad del circo, ajenas al frío de la noche y a la tensión que ahora mismo el silencio creaba.
Sus ojos le rogaban húmedos. El miedo era apreciable.

-Vi el pasado. -Con un ademán la invito a caminar y a que ella eligiese el camino, luego continúo hablándole en tamil. -Vi los elefantes, y los campos de té de “aquella” tierra... Una tierra libre, los que te rodeaban eran felices, pero... -Poco a poco se alejaban del lugar, Emhyr pauso y por sus ojos parecía estar buscando dentro de su mente intentando descifrar algo, y así era. Ya que solo había pido ver imágenes desordenas y carente de sentido aparente. Su mente poco a poco debía de ordenarlo todo. -...Algo cambio. Muerte, tragedia y luego huida.

Realmente no solo las visiones creaban imágenes, también producían sentimientos. Si ella supiera en aquel momento lo identificado que se sentía ante lo percibido.
Él había tenido un momento feliz en su vida, una vida apacible. Luego todo cambio cuando su padre decidió alejarlo con solo ocho años de su hogar, obligarlo a ser un jenízaro. “No podrás tener una oportunidad en esta vida, no podrás heredar lo mío si no llegas a serlo... ¿Qué será de vosotros cuando muera?” Le repetía una y otra vez su padre, y mientras más lo recordaba, más pensaba que ya en aquel tiempo algo estaba sucediendo en la corte otomana, su padre debía de empezar a sospechar que el lobo asomaba sus orejas. Había sido años muy duros, pero había encontrado una nueva familia entre aquellos rufianes de guerra. Y luego la traición, y la huida. Una huida que se le antojaba eterna, ya que por costumbre y desde hacía más de doce años, no  era capaz de permanecer ni un año en un mismo lugar, siempre daban con su rastro a pesar de que todo el mundo le creyese muerto. Sus enemigos siempre estaban acechándole. Y aquella vida le cansaba, necesitaba esa inmortalidad.

-No vi más. No sé me dan muy bien estas cosas seamos francos. -Se metió las manos en los bolsillos, hacía frío y éste era visible por el vaho que en su respiración exhalaba. -Yo no suelo tener visiones como vosotros, como mucho sueños.... Soy mediocre en esto de la hechicería. -Por un momento se detuvo. -¿Qué es lo que temes Kala? Porque es irónico, que ambos no seamos lo que aparentamos, y ambos estemos huyendo de “algo” y tengamos secretos. -Le sonrió con calidez para tranquilizarla. -Por mi parte no debes tener miedo, sea cual sea tu secreto. Y seas quien seas, yo no se lo diré a nadie, ¿para qué? No tengo a más nadie que a  mí mismo. No me serviría.

De su bolsillo saco un fina pipa de madera ya preparada y la encendió. Tomó un una calada leve y exhalo el humo. Un aroma agradable y agradable, como el romero o el tomillo.

-No es tabaco, es salvia, deja un gusto fresco en la boca y te relajará. -Le ofreció la pipa, por un momento pensó en que debían de cambiar de tema. Ya que sin quererlo había dado el dedo con la llaga, y no quería ver al a joven triste. Aunque se moría de curiosidad por saber que era aquello que la atormentaba. Ella no era consciente, pero él sin saber el motivo confiaba en ella, y aquello era un logro increíble. -Esta siendo una noche un tanto movida, ¿no crees? -Le hablaba con suavidad, con ese tono de voz que para él oído humano se hacía cálido, comprensible y a la vez relajante. -¿Sabes? Me acabo de dar cuenta que aun no has probado mi regalo, ¿no tienes curiosidad por ver como suena la caja de música?

Ante aquel temor que en sus había visto, la sintió como una niña pequeña que había que proteger, no sabía porque pero así lo sentía. Él, Emhyr, el egoísta quien no pensaba más que en sí, preocupándose por una chica a la que apenas había visto un par de veces para consultar sus visiones, y que en su primera vez solo había pensando una y otra vez en acostarse con ella. Que no había que negar que cierto remanente con respecto al tema no se había marchado de su cabeza.

-A mi se me hace raro que te dé permiso en hurgar en mi pasado como si nada. No confió en nadie absolutamente, y no sé... Te he abierto esa puerta. -Encogió los hombros, el tampoco lo entendía para explicarlo con claridad, era así y punto. -No implica nada realmente el saber un poco de “tu secreto”, no tengo a quien contárselo, y no sé en que me beneficiaría saber lo poco que sé.

Por mucho que lo intentase Emhyr no podía olvidar el pasado, era algo que llevaba arrastrando a su espalda, y que a veces al echar la vista atrás le parecía extraño. Una vida que no le pertenecía, una vida ajena a la actual. Como un sueño que se trunco en pesadilla.
Emhyr se había convertido en un extranjero en su propia tierra. No pertenecía a ningún lugar ni a nadie.

-Yo por desgracia me acuerdo de muchas cosas demasiado bien... -Musito más para sí que para ella mientras la miraba tomando las primeras caladas meditabundo.

Ya no era lo que dejo en su país, no era el mismo hombre, o más bien ese muchacho. Porque cuando el mundo decidió cambiar el tan solo tenía apenas quince años, sus manos ya estaban bastante manchadas de sangre, pero no había tocado nunca a una mujer como hubiese sido normal. Un soldado que aun no era jenízaro, debía de ser célibe.

Si, un chico de solo quince años que era más hombre en más aspectos que otros. Había sido criado como un noble con todas las comodidades y caprichos que se podían proporcionarnos, había recibido una educación en todo tipo de materias: lengua y literatura, matemáticas y ciencias, astrología, filosofía... Era un niño que prometía por su inmensas curiosidad ante el mundo, a los cinco años ya sabía hablar y escribir perfectamente en cuatro idiomas distintos, todo eran felices con aquel niño que no se detenía en hacer miles de preguntas y que se moría por saber más, pero a sus ocho años tuvo que convertirse en niño soldado, tuvo que matar por primera vez perdiendo su altivez e inocencia; continuo con sus estudios habituales ya que la élite del ejercito otomano debía de estar cultivado no solo en arte de la guerra. Y a pesar de haber vivido por así decirlo demasiado rápido, cuando el mundo se trunco y la traición condeno a toda su familia, se dio cuenta que solo era un niño invulnerable y con miedo como cualquier otro...

Kala tosió a su lado sacándolo de sus pensamientos, y sin quererlo aquel pequeño gesto le hizo reír sacándolo de su lapsus de tristeza.

-Siempre hay una primera vez para todo. -El turco sin borrar su sonrisa, le dio unos golpecitos en la espalda. -No te tragues el humo, saborealo en la boca solo, y no te recomiendo que tomes caladas tan hondas, podrías marearte o... -”Colocarte” pensó repentino. “Creo que ha sido una mala idea, como empiece con las risas la llevo claro”. La salvia tenía muchas propiedades, entre ellas era antibiótica y relajante, pero tomar una dosis más alta de la cuenta llevaba a un efecto similar al opio u otro tipo de narcóticos. A veces Emhyr se servía de esto para evadirse de la realidad, aunque en esa ocasión no tenía intención de llegar a ese extremo. -Bueno se acabo por hoy...

Le quito de entre los labios la pipa, y le dio una buena calada dejándosela entre los labios mientras comenzaba de nuevo a caminar, adelantando su paso para que ella le siguiese.
A lo lejos  podían verse las hogueras y carrozas variopintas del campamento gitano. La música de tinte calmo y alegre los anunciaba antes de verlos entre la arboleda.


-Antes te dije que no sabía a quien beneficiaría saber lo poco que sé de ti, de ese secreto que no me queda muy claro su razón. Mentí, sé que me beneficiaría a mí, porque saciaría de curiosidad. -Rompió el silencio mientras exhalaba el humo dejando a su paso un olor muy agradable. Volvió a tomar otra calada. -Lo confieso, me muero por saber más, y no debería entrometerme en tus asuntos. Aunque te propondría un juego, tú me haces tres preguntas. Las que quieras, sin pelos en la lengua, y tu me cuentas “solo”, que es lo que tanto temes y porque cambiaste tu identidad. -Se paro delante de ella. -Pero antes de que me digas si aceptas o no mi juego, quiero probar una cosas. -Se froto las manos y tomo una de las de ella entre las suyas. -Estate muy quieta y piensa en la caja.

No hubo pasado ni unos segundos, cuando la piel del moreno se volvió demasiado caliente y desprendía esa clase de energía que solo ellos podía comprender. Un pequeño chispazo, y en la mano de ella el pequeño peso de la caja de música que había aparecido de la nada.

-Vaya... Funcionó. -Emhyr tambaleante dio unos pasos atrás alejándose. -Es la primera vez que me sale. -Dijo con orgullo al mismo tiempo que se dejaba caer de rodillas al suelo, con la nariz sangrante.

Emhyr no era un brujo con cualidades demasiado desarrolladas. Él solía dudar sobre su potencial, o si poseyese gran cantidad de poder. Por el momento estaba demostrado que era así.
Un ligero mareo ante el sobresfuerzo, y el sudor frío que sintió en su piel repentinamente febril. Con su manga se limpio el rastro de sangre, y definitivamente dejo caer su espalda contra la hierba fresca, para quedar tumbado.

-Vale, ahora creo que no ha sido una buena idea. No estaba preparado para esto. -Dijo sintiendo un tremendo dolor de cabeza que le daba la sensación de estar al borde del desmayo. -Espero que haya merecido la pena, y que aceptes el juego...

-Creo que estaba pensando en algo poco inteligente... -Dijo contestando a su pregunta, y luego intentó incorporarse como ella le indicaba. No debía de estar demasiado lejos cuando podía apreciarse la luz de las hogueras y escucharse el sonido de la música.

Su visión cada vez estaba más borrosa, y el dolor de cabeza se disipo entre la niebla en la que se movía sus pensamientos, ahora lentos y torpes.
Un intento fallido, al tomar con mano temblorosa y sin fuerzas la de la gitana. Pudo ponerse de pies unos segundo pero...

Pum Pum...
Latidos en su cabeza...
Pum pum...
Intensos le golpeaba...
Pum pum...
Poco a poco ralentizaba...
Pum pum...
La oscuridad lo devoraba llevándose consigo toda fuerza...
Pum pum...
Y lo que le quedaba de consciencia...

Se sentía pesado. Había perdido la noción del tiempo y el espacio. Le pareció flotar por un momento, y luego caer sobre algo suave y blando.
Una voz lo intentaba sacar de aquel trance, no entendía las palabras.
Un leve parpadeo, la poca luz al principio le era dañina. Luego molesta del tal modo que entrecerraba sus ojos intentando entender lo que la gitana le decía.

Con mano débil, el otomano se desabrocho los dos primeros botones de la camisa, y luego tomó la mano de Kala con la que suavemente azuzaba el pecho de Emhyr, y se la introdujo sobre la piel cicatrizada y tatuada que quedaba al descubierto.

-Si tu intención es ver lo que hay debajo de la camisa... -Empezó a decir, con palabras débiles. -No hace falta que me la arranques. -Débilmente sonrió. -Pídeme que me desnude, y encantado lo haré por ti. -Bromeo al descubrir la cara de preocupación de la joven. Al parecer el hecho de estar aturdido y agotado, no hacía que perdiese el sentido del humor.

Más que lamentarlo, el hecho de usar su poder y conseguirlo, le pareció un logro a pesar de las consecuencias. Él lo había dicho antes, era un brujo mediocre, su potencial ante su don innato era casi una inutilidad. Pero descubrir que, el ponerlo más a prueba, le hacía rebasar límites que antes desconocía le hacía sentirse por un instante indeciso ante su objetivo e impaciente a la vez.

Suspiró, y sintió su cuerpo pesado, no le inquieto ese hecho al darse cuenta de lo cómodo que estaba. Demasiado cómodo, y calentito. Su vida no era un lujo que digamos, llevaba semanas sin estar sobre algo tan agradable, que aunque de pronto recuperase todas sus fuerzas, seguro que fingiría no tenerlas aun por quedarse allí más tiempo. Pero no se daba el caso.

-Estoy bien, agotado y algo aturdido, pero bien. Si se fían de mí, creo que ya pueden marcharse, y yo dentro de lo que cabe también. -Admitió con un poco más de seriedad. Ahora se sentía un poco un estorbo. El fanfarroneaba de fortaleza, había podido aguantar condiciones y penurias que no podían compararse con un simple mareo de lo horrible que eran, heridas de arma blanca abiertas una y otra vez. Cierto reparo sentía ante aquella debilidad que había conseguido derribarlo.- Bueno, me pareció escuchar que aceptabas mi juego. ¿Dónde están tus preguntas?

-Auch... Vale, vale... -Al ver su cara enrojecida no pudo evitar reírse, y por un momento espero una bofetada o reprimenda por su atrevimiento. Lo que se si se llevo aquel pellizco el cual se quejo, sin parar de reír.
Le encantaba aquellos detalles, una muestra de la segura poca experiencia de la joven con los hombres, un toque de inocencia, de la cual, no iba a dudar intentar aprovechar para chincharla para seguir sacándole esos colores que teñían sus mejillas haciéndola más bonita de lo que era.

Sus acompañantes se marcharon dejándoles solos, Emhyr tomó el trapo que le tendió y se incorporó quedo sentado sobre el lecho; comenzó a limpiarse la sangre de la nariz con aire “aparentemente” distraído, aunque demasiado consciente de que ella lo observaba atentamente y con gesto de estar pasando por su cabeza demasiados pensamientos. Justo cuando le iba a preguntar “¿Por que le miraba así?”, ella se adelanto con su pregunta.

-Si la mujer me gusta, lo soy... -Dejo el trapo con una sonrisa sobre la cama. -No lo sé que verán en mí, a lo mejor les parezco “exótico” o les doy lo que quieren... Porque la verdad, y dejáme que te cuente un secreto. -Su voz se convirtió en un susurro y tomó tono de confidencialidad. -Aunque no lo parezca, no suele ser demasiado hablado o social que digamos... No me gusta la gente No debo... ¡Suelo! -Pronto se corrigió. -Crear lazos con nadie. -Enmudeció bajando la mirada por un momento pensativo. Era triste no poder aferrarse demasiado a un lugar y a sus gentes, por no ponerlos en peligro a causa de su circunstancia. Aunque aquello no era algo de lo que se lamentase el turco, estaba acostumbrado a aquel modo de vida. -A excepciones. -Terminó por decirlo, levantando su ojos a los de ella, con cierto aire de indirecta.

Emhyr bebió con cuidado la taza de té dada, mientras escuchaba sobre lo que había visto. Sin quererlo, Kala, le estaba respondiendo a la pregunta de las muchas que tenía, ya no iba a gastar al menos esa en el juego que le había planteado, pero tenía una más importante.

-Lobos... No tengo ni idea. -Murmuró para sí, mintiendo. Ahí estaba la señal que se repetía y que era cada vez más evidente: licántropía, debía de conseguir el mordisco.

Su rostro se torno en preocupación y seriedad, algo rondaba por su cabeza y el tiempo en silencio pasaba. Solo pudo dar un sorbo más a la taza y contestarle.

-No te equivocabas, es posible que sea yo, no es de extrañar, me crié en circunstancias... Especiales. -Pauso. -Tuve todo lo que podía tener como noble hasta que a los 8 años mi padre decidió que tenía que formar parte de la misma élite militar donde él se crió, para asegurar el futuro de nuestra familia. En mi país es un honor llegar a ser “jenízaro”, ser la guardia personal del sultán (el rey en mi país), pero para serlo tienes que entrar en su escuela desde niño, luchar desde niño, conocer la guerra desde niño... -Él no hablaba con rencor, ni desprecio. Hablaba con cierto orgullo de qué era ser “esa élite militar”, como si echara de menos ciertos aspectos, como si algo en él se hubiese quedado incompleto. Y por así decirlo así era, estaba a punto de convertirse en el jenízaro más joven de su generación con solo 15 años cuando todo se lo arrebataron. -Sé necesitan muchos años para que te den el título. Usualmente la mayoría llegan a ser jenízaros al cumplir los 25 años, es decir, casi 17 años estudiando historia, geografía, literatura, arte... Y arriesgar la vida en combate, para alcanzarlo... -Por sus últimas palabras, parecía entristecer, como si le hubiesen arrebatado un sueño por el que había sacrificado tanto. -Yo casi iba... Bueno es pasado, mejor dejarlo enterrado. Hacía demasiado tiempo que no pensaba en esto...

Bebió lo que quedaba de té, y de nuevo se la tendió para devolversela. Cansado y estúpido, se sintió. Acababa de hablar demasiado, acababa de revelarle lo que no podía saber nadie; qué había sido en el pasado... Y un escalofrío de miedo le invadió, saber aquello suponía un peligro, ya que él era un fugitivo... Muchos lo daban por muerto y otros, sus hermanos de guerra, lo buscaban para condenarlo a muerte.

-No tenía que haberte contado nada... No debes de decírselo a nadie. -Se volvió a recostar de nuevo se sentía débil, y febril, y exactamente su pequeño acto experimental no solamente le había costado un desmayo, ahora tenía fiebre. -Prométemelo, por favor.

Silencio.
Simplemente silencio.

-Quiero hacerte una pregunta. Temes a algo y eso te hizo huir a aquí. ¿De quién te escondes?