La cara oculta de la luna [Kala Bhasali]

"Todo hombre es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña."
(Mark Twain)

Con pies descalzos bajo la luna menguante, los pasillos del laberinto se estrechaban con cada paso que tintineaba en los cascabeles de su tobillera. Negra cabellera y ojos grandes, parecía huir de algo o al menos tener prisa.

-Corre, mi pequeño gorrión, corre... -Le susurraba mientras él la perseguía entre las ruinas de su infancia, con sus pequeños pies.

El niño moreno de cabellos oscuros y desordenados, no sabía nada del futuro, solo sabía que le encantaba aquel juego donde ambos se perdían entre los antiguos vestigios romanos, de Constantinopla.

-Espérame, anne (madre)... -Le había dicho el pequeño, mientras la luna cada vez menguaba más y más, perdiendo su luz original, sumiendo al mundo en la más fría de las tinieblas.

El sonido de los cascabeles continuaban con su soniquete mientras la risa traviesa de la joven madre decidía acompañarle.
Eran tiempo fáciles. Eran tiempo felices. No había miedo, no había escuela de jenízaros, no había muerte...

Los cascabeles se detuvieron, y un Emhyr niño tenía miedo a la oscuridad que la luna menguante había creado. No paraba de llamar a su madrem hasta que... La vio...

-Anne... -Susurro la ahora voz de un Emhyr adulto.

Frente a él la mujer de piel de canela y cascabeles en el tobillo se había detenido con una indescifrable sonrisa.

-Todo lo que siembras es muerte... -Dijo mientras se arrodillaba e inclinaba el rostro hacia delante.

De repente una oscura figura apareció a su espalda portando un puñal piadoso que precipitándose hacía la nuca de la madre le dio una rápida muerte.

-Ella nunca creyó en el suicidio. -Voz de su padre en la sombra y el mismo puñal en el propio corazón de esta misma.

La luna menguante sangraba...

Y Emhyr despertaba empapado de sudor en aquel refugio improvisado dentro de aquel mausoleo.
Otra pesadilla. Otro mal recuerdo. ¿Recuerdo? Realmente la muerte de sus padre no había sido un recuerdo suyo, el jefe jenízaro se lo había contado, y él había evocado esa imagen en sus sueños.

Una noche más, bastante tranquila que digamos y para él, la hora de trabajar. Solo llevaba apenas un mes en París, y ya tenía cierta monotonía que seguir. Al principio se centro a hacer lo rutinario: ir al jardín botánico a conseguir unos cuantos ingredientes, unos pocos trucos de cartas para algún pobre despistado, hacer negocios con las prostitutas en el barrio rojo y las demás visitas habituales; intento que toda la noche fuese de las normales, pero no terminaba de quitarse aquel sueño, no terminaba de apartar de su mente las palabras... Había preocupación.

Bailarinas, payasos, puestos ambulantes... Cientos de carpas ofreciendo su particular mundo de música, diversión y colorido. No era un lugar que acostumbrase a visitar, y también estaba el tema que de que las ferias y circos no eran de su gusto, pero desde que le habían hablado de cierta "adivina" en el campamento gitano, lo había visitado alguna vez.
Y de nuevo estaba allí, entrando en la pequeña carpa particular, inquieto por un simple sueño, y haciendo otra visita a la "pitonisa".

-No me había dado cuenta que ya habíamos empezado el juego. -Le sonrió con un largo suspiro a causa de la fatiga por la fiebre. -Me salió mal el juego: Jaque Mate.

Debía de empezar a tener un aspecto lamentable, pensó en el momento en el momento en que ella puso su mano sobre su frente y abrió las sabanas para taparse con sonrisa borrada. Tenía fiebre, un obstáculo pero no el fin del mundo, había estado en peores y sabía que se le pasaría pronto. Para bien nunca había sido un niño enfermizo al contrario que su hermana mayor, que solo la recordaba bonita, pálida y débil... “Menos mal que te fuiste antes de que todo pasará.” Pensó al recordarla con consuelo, antes de que todo aquello sucediera, antes de la muerte de sus padres y la traición, su hermana había muerto en un parto prematuro, siendo realistas, había vivido más tiempo del que se le estimaba superando una infancia y llegando a una adolescencia tardía, que pedir de una niña de salud quebradiza.

-Si, tengo fiebre... -Dijo adivinando sus pensamientos al ver sus acciones. -Que estupidez... Soy un maldito lastre -Murmuró muy bajito para sí mismo, sin intención de que ella le escuchase. Era un fastidió mostrarse débil, cuando él había sido criado para ocultar todo rastro de dolor, tristeza, o convertirse en una carga pesada... -No te preocupes, lo único que lamento ahora es no tener mis mis plantas... Seré un brujo pésimo, pero entiendo de bastantes remedios. -Cerro los ojos al sentir el tacto agradable del agua sobre su piel, pero a la vez un escalofrío recorrió su piel, hacía mucho frío. -Mójame las muñecas también por favor, no debo tener mucho calor, ahora necesito enfriarme... -Le había detenido un momento tomándole suavemente por la muñeca, la miró directamente a los ojos con convicción y seriedad -¿Sabes? Ahora te debo una, esta te la pago pero con ningún truco de magia, creo que he aprendido la lección. O no...

Que extraño era éste sentimiento, sentirse cuidado por otro, que alguien se preocupase por tu bienestar. Él que había vivido la mitad de su vida con la lección de “cuidarse solo” grabada casi en su piel, a causa de todas aquellas cicatrices.
La unidad de las personas, residía en otros aspectos, pero entre los suyos y lejos de su familia, siempre le había dicho que debía de ser fuerte para los demás; ser fuerte era cuidarse solo, intentar no ser un lastre dentro de lo que cabía, ser empuje para todos sus “hermanos”. Así funcionaban los jenízaros, ante todo protegerlos siendo más fuerte y nunca dudar. El problema ahora residía en que él ya no tenía “hermanos”, y sus “hermanos” del pasado tenían la misión de encontrarle y acabar con su vida... La unidad se había roto.
Aunque ahora había vuelto ese sentimiento bien enterrado, de seguridad y protección seguido por ese leve cosquilleo que solo puede sentirse cuando estar en un lugar al que puedas llamar “hogar”.

-Ahora estamos en el mismo club: de fugitivos que tuvimos que huir de nuestro hogar, para crear “otro”; al menos en tu caso, en el mío la huida no ha terminado... -Escuchar su historia le hacía sentirse identificada con ella por completo. Ambos habían vivido injusticias y sufrido por muertes. Ambos había tenido que abandonar todo lo que podían tener, incluso su identidad. Ambos vivían una vida ajena al pasado, y el pasado solo se quedaba un recuerdo de lo que fue pero nunca de lo que pudiese haber sido. Era triste, verdaderamente triste. Pero cierto.

La suavidad de su mano de nuevo en su piel, le despertó de sus pensamientos. A pesar de había sido una leve caricia, sin quererlo el pensamiento y deseo de que la repitiese, fue extraño. Hacía mucho tiempo que no estaba a solas con una mujer, de aquel modo, tranquilo y familiar. Usualmente si estaba con una era siempre con la intención de acostarse con ella con el mismo resultado: el éxito, un momento de desenfreno, diversión, lujuria y adiós. Al ser ya una costumbre, le parecía raro poder estar hablando con una en confianza, que ella hubiese conseguido su interés más allá del simple sexo, y lo principal, que ella aun tuviese la ropa puesta aún.

-Es aburrido usar siempre los mismo trucos para impresionar a una mujer con lo de siempre, ya se hace fácil... A veces hay que ponerse retos. -De nuevo ese descaró presente, esa fanfarronería.

En silencio Emhyr miró aquello que le rodeaba, todo era sencillamente acogedor. Aquel lugar respiraba toda seña de identidad de la muchacha, un lugar para ella, su “escondite” por así llamarlo.
Ella estaba junto a la ventana con su taza humeante, la luz era tenue pero suficiente, y había un calor que no hacía falta que fuese perceptible, en contraste con la nieve que poco a poco quería purificar de blanco el moribundo otoño.

-Es agradable... -Comentó, seguramente ella se preguntaría “el qué”. -...Esto que te has construido, esta vida... A pesar del pasado.... Te envidió, sinceramente. Me das mucha envidia. Tienes suerte de que tu identidad falsa te salve, de tener a toda esa gente que te aprecia, a pesar de que no sepas quien eres verdaderamente.

Emhyr carraspeó, y se acomodó en el lecho, en cuanto ella se volvió a acercarse.

-Podrías darme un beso de “buenas noches” o yo a tí, aunque no te veo yo con ese arrojo. -La reto, y medio bromeo con sonrisa divertida. -Quiero que no veles por mí, que duermas y descanses, te puedo regalar una “nana”. No necesito vigilancia, no voy a morirme tenlo por seguro. Si la vigilancia es porque no confías en mí, lo entenderé, pero si es por vigilar la fiebre, ni te molestes. -Sin quererlo, siguió con su juego de descaro. -También puedes atarme...

-Te confieso y a modo de mala noticia, que si me fuese ahora mismo de París las únicas personas que me echarían de menos y se les pasaría pronto, sería las chicas del barrio rojo a la que les vendo “mis remedios”... -Ella se levanto ofendida. Había conseguido retarla de algún modo y aquello le encantaba. -... es extraño que permanezca en París más de unos meses o un años. Nunca me quedo demasiado tiempo en un lugar.

Aquello último lo dijo con voz cansada y mirada pérdida, aquel estilo de vida nómada le agotaba ya después de tantos años, era interesante y la aventura siempre el llamaba pero ser una mancha borrosa en la vida de las personas,una efímera huella que desaparecía, lo hacía convertirse en un fantasma para el mundo, y un trozo de carnaza para sus perseguidores.

Pronto los oscuros pensamientos desaparecieron en cuanto ella comenzó a desvestirse.

-Creo que ya parece que me vas conociendo... -Sonrió divertido. -No te preocupes, lo que no vea puedo imaginarmelo. -Ante lo esperado, Emhyr tumbado dirigió sus ojos al techo como señal de que no iba a mirarla con tal descaro, pero a pesar de ello no podía evitar lanzar una mirada de reojo mientras ella se desvestía de “aquella” manera. Finalmente decidió tumbarse de lado, pero ante tal ademán tuvo que detenerse al sentir el peso de ella junto a él.

¿Le estaba mirando curiosidad? De arriba abajo y en silencio, observo que solo llevaba una ligera bata, que a tras luz dejaba entrever su bonita figura. Aquel detalle tan mínimo que dejaba volar a la imaginación, hizo que se enervará un poco por dentro. Más se enervo ante un mal pensamiento cuando ella dijo “que estaba pensando qué hacer con él”, el resto de sus palabras le aclaró el contexto.

-Creo que los juegos de ataduras no me v... -No termino la frase sorprendido por como se acercaba, además no esperaba que ella se metiese con él en la cama. Es más esperaba que durmiese un tanto alejada de él por precaución, no que incluso se metiese entre las mantas junto a él.

Dentro de la frialdad que creaba el leve estado febril, sentir el calor de su cuerpo cercano era reconfortante, y más cosas que hacía tiempo que no sentía. Por un momento deseo, atrapar sus cuerpo entre sus brazos y dejarse llevar por sueño agradablemente.

-Ehhh... Si. -Le contesto intentando recordar lo que acaba de decirle. -Lo siento, es que me extraña esto. ¿Tu gente no pensará mal de ti por compartir cama con un hombre que apenas conoces? Es inusual para ti, ¿o me equivoco?


Emhyr noto como ella se había sonrojado, sus labios dibujaron una sonrisa involuntaria, luego silencioso espero su respuesta. Una de sus deja se alzo levemente con gesto irónico, al escuchar aquella referente al “beso”.

-Es justo. -Pauso, y luego le dio un golpecito en la nariz suave. -¿Sabes que estas roja?

Emhyr rió, notaba aquella mirada que le estaba lanzando y esa tímida sonrisa, que no era usual que durmiese con “hombres”, es más podía apostarse que era posible que tuviese muy poca experiencia con aquello de estar con hombres. Sabía que él le llamaba la atención de algun modo, pero era algo que no quería reconocer, seguro. Punto en común entre ambos.
Al menos no era descarada, otras mujeres no solo le habría mirado de aquel modo, sino ya se le hubiese lanzado, aunque a Emhyr no le hubiese importado sinceramente.

-Cantaré para ti. -Tumbado boca arriba, cerró los ojos para tomar aire. -Bebeğin beşiği camdan...-Había comenzado a cantar suavemente aquella nana que en sus labios se pronunciaban sedante y apaciguadoras, en un susurro... Emhyr no era un gran cantante pero tenía una bonita voz. Cuando había vivido en el campamento de los gitanos, a ellos le gustaba que cantase con aquella chiquilla que... Bueno, una larga historia. -...Düştü yuvarlandı damdan, Babası geliyor Şam’dan...

Mientras cantaba pensó en aprovechar aquella ocasión, y las dudas también surgieron, pero una idea picaresca surgió.
Su voz seguía siendo el único sonido que rompía el silencio. Las tenues luces de las llamitas danzaba en la oscuridad y poco a poco se atenuaron hasta que... Se apagaron junto con la voz del otomano por unos segundos.

Todo sucedió demasiado rápido para asimilarlo. Incorporándose un poco de lado, alzo una de sus manos y sus dedos suaves recorrieron el rostro de ella, precavido en primer lugar. Luego inclino su rostro y arriesgándose recibir el rechazo, rozo sus labios con los de ella levemente acariciando sus labios con los de ella, sintiendo el pulso de su corazón en ellos, dándole un corto beso.

-...Neni neni e kuzum neni -Continuo cantando la nana mientras al mismo tiempo se dejaba dejado caer de nuevo boca arriba y con los ojos cerrados. Paralelamente las luces las llamas tenues había vuelto a encenderse por arte de magia.

La nana finalizó.
Silencio se hizo duradero, él no se sentía cómodo más bien lo había disfrutado, aunque le había sabido a poco.

-¿Me lo he ganado entonces? -Susurro, abriendo aquellos ojos castaños. -Aunque creo que deberíamos dormir, ¿no crees?-Sugirió, mientras se volteaba tumbado, dándole la espalda, sonriendo para sí, quedándose tan ancho con lo el atrevimiento que acababa de cometer.

Emhyr continuaba sonriendo, sintiéndose orgulloso de su pequeña travesura, luego tosió levemente, y su gesto se suavizo y aquella sonrisa se esfumo, al sentir sus levemente pulmones doloridos pero era normal después de exceder sus capacidades como brujo. Ya estaba débil de por sí, y de nuevo lo había hecho, pero un truco como aquel era nada.

Ni un centímetro se movió de donde estaba, paciente solo la escuchaba con los ojos cerrados, aunque no pudo evitar abrirlos un instante mirando a la nada, pero con la mente atenta a ella. Seguramente le había generado confusión, y no sabía porque, tal vez, insatisfacción, la menos él se sentía insatisfecho. De nuevo cerro los ojos, para luego abrirlos, ya pudo notar como ella se movía y sin quererlo rozaba su cuerpo. Algo salto en su interior repentino e hizo que se tensaran sus músculos levemente.

Su mano apoyada en su hombro, el peso de su cuerpo sobre el suyo. Pudo aspirar con gusto el perfume que la piel de la joven emanaba natural, y atrayente. Sus palabras, al igual que sus labios, le hicieron sonreír satisfecho, al menos sentía como alguien se alegraba que estuviese en aquel país extranjero, puede que fuese una falsa ilusión, pensó, hacía ya tiempo que no tenía compañía. Y aquello era algo que echaba demasiado de menos como para rechazarlo, y más una compañía como la de ella, una curiosa compañía.

De nuevo ella volvió a su sitió, sus músculos antes tensados se relajaron, pero su piel tatuada no pudo evitar notar un escalofrío. En aquel silencio de la noche, pudo sentir al tentación de girarse y terminar lo empezado... O más bien, abrazarse a ella simplemente y dejarse caer dormido a gusto como esa sensación que tal vez fuese “falsa seguridad”.

-Buenas noches... -Había respondido, colocándose boca arriba, con un largo suspiro.

Demasiado cansado, recordar le hacía sentirse aun mas cansado, y aquello le adormecía. El sueño iba a ser un alivio para él, si lo acogía pronto.
Su cuerpo estaba pesado, parecía como si una fuerza bajo su espalda lo atrajera hacia las sabanas que ella le había preparado. Como si su cuerpo fuese tan rígido como la piedra. Emhyr solo deseaba yacer, permanecer en aquella postura, perder la conciencia y que cuando despertase fuese un nuevo día, y que ella permaneciendo a su lado, con ese calor y aquel cosquilleo que le hacía sentir.

De nuevo tosió, y sus ojos que la miraban, a pesar de solo poder contemplar la espalda de ella, podía sentir calidez. Sus ojos se cerraron ya que el manto de Morfeo estaba dispuesto a robarle de aquella visión de ella, guardando sus sueños.

Los rayos del sol estaban penetrando entre las cortinas, tenía pinta de estar bien entrada la mañana. Emhyr se pregunto cuánto había dormido, pero supuso que lo suficiente porque se sentía con más fuerzas que nunca, a pesar de la ajetreada noche.
Aun se preguntaba como aquella chica, tan sencilla, pero con aquella pizca que la convertía en única, era capaz de hacerle sentir aquellas extrañas sensaciones. Hacía que su egoísmo se apartase y solo sus pensamientos se centrasen en ella. Era extraño, era como un hechizo, pero no era forzado sino algo bien recibido.

Una última mirada, y sus dedos se deslizaron cuidados por los cabellos de ella con cuidado de no despertarla, una sonrisa se dibujo en sus labios, y desapareció con el rumor de la mañana sin dejar rastro.