AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La cara oculta de París.
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La cara oculta de París.
Ciudad de París, año 2011…
Hoy hacia mas de cuatrocientos treinta y cinco años que la renombrada familia Délvheen, una muy adinerada y exitosa familia con una larga tradición de médicos en su árbol genealógico había podido traer al fin a un varón a su familia…El último miembro que llevo de forma “hereditaria” aquel apellido.
Contentos y alegres con su primogénito recién nacido, habían planeado toda la existencia del muchacho, que aun no gateaba y ya estaba atado a convertirse en uno más de aquellos renombrados sanadores…
Esa se suponía que era la historia oficial, y ahí estaba yo, más de cuatro siglo después tan tranquilo, escribiendo en soledad.
El destino tenía planes distintos para mí… oh y tan distintos!
No solo no había sido medico, sino que me había convertido en un inmortal y además de ello también era escritor…
Mis padres seguramente estarían revolviéndose en su tumba ante la sola idea de haber tenido un hijo escritor, la idea de que fuese un monstruo que bebe sangre les hubiese parecido fantástica al lado de haber escuchado que había volcado mi vida a escribir…
“Uno de esos bohemios! escritores de mala vida! son todos hijos de los bajos fondos!” …
Comencé a reírme con solo recordar aquella frase, la frase favorita de mi padre…
¿Quién iba a pensar que después de cuatro siglos iba a estar yo ahí, en la moderna ciudad de París, sobre las once de la noche, en un moderno bar del centro, tecleando sin parar?
Atrás habían quedado los formales trajes chaqueta hechos a medida por el sastre, los bastones y los sombreros de copa…Ahora me encontraba cómodamente sentado en el exterior de una terraza, con mi camisa desabotonada, las mangas arremangadas en los brazos y con aquellos tejanos oscuros y desgastados, con mi gabardina negra reposando en la silla de al lado, mientras hábilmente tecleaba en un moderno portátil, haciendo casi omiso a un móvil que no dejaba de sonar y sonar…
La vida había cambiado para los mortales, e incluso nosotros, los seres de la noche habíamos evolucionado también, encontrándonos en nuevos tiempos y en nuevos problemas...
Contemple el teléfono que sonaba y vibraba sobre la mesa…
La tecnología podía ser nuestra aliada o un constante incordio, como en esta ocasión.
Seguramente el que llamaba sin parar era uno de los editores que tenia, que estaba ansioso por saber cuándo saldría el siguiente libro del señor Stephen Kraft…
Si algo me hacia muchísima gracia, era inventarme nombres nuevos para los libros.
Lo malo es que a veces ya no sabía con cuál de todos los nombres estaba publicando, y eso hacía que tuviese un común caos entre apellidos nombres e idiomas, ya que esa era otra.
Un día respondía en alemán, al otro día en ruso, al siguiente me aburría y decía que era un autor irlandés…y así según se me iba ocurriendo…
La facilidad para poner acentos y hablar en idiomas que ya ni siquiera se estudiaban definitivamente era un punto a mi favor.
Si…definitivamente los días de esta nueva época eran interesantes para nuestra raza. Sobre cuando tenias con quien compartir aquellos momentos…Aquellos dulces momentos…
Aquello me hizo pensar en mi acompañante.
Mire la hora un instante y bebí un sorbo de vino. Aun quedaban unos pocos minutos para la cita acordada…Se presentaría aquella dama? O sería tan impuntual como yo?...
Hoy hacia mas de cuatrocientos treinta y cinco años que la renombrada familia Délvheen, una muy adinerada y exitosa familia con una larga tradición de médicos en su árbol genealógico había podido traer al fin a un varón a su familia…El último miembro que llevo de forma “hereditaria” aquel apellido.
Contentos y alegres con su primogénito recién nacido, habían planeado toda la existencia del muchacho, que aun no gateaba y ya estaba atado a convertirse en uno más de aquellos renombrados sanadores…
Esa se suponía que era la historia oficial, y ahí estaba yo, más de cuatro siglo después tan tranquilo, escribiendo en soledad.
El destino tenía planes distintos para mí… oh y tan distintos!
No solo no había sido medico, sino que me había convertido en un inmortal y además de ello también era escritor…
Mis padres seguramente estarían revolviéndose en su tumba ante la sola idea de haber tenido un hijo escritor, la idea de que fuese un monstruo que bebe sangre les hubiese parecido fantástica al lado de haber escuchado que había volcado mi vida a escribir…
“Uno de esos bohemios! escritores de mala vida! son todos hijos de los bajos fondos!” …
Comencé a reírme con solo recordar aquella frase, la frase favorita de mi padre…
¿Quién iba a pensar que después de cuatro siglos iba a estar yo ahí, en la moderna ciudad de París, sobre las once de la noche, en un moderno bar del centro, tecleando sin parar?
Atrás habían quedado los formales trajes chaqueta hechos a medida por el sastre, los bastones y los sombreros de copa…Ahora me encontraba cómodamente sentado en el exterior de una terraza, con mi camisa desabotonada, las mangas arremangadas en los brazos y con aquellos tejanos oscuros y desgastados, con mi gabardina negra reposando en la silla de al lado, mientras hábilmente tecleaba en un moderno portátil, haciendo casi omiso a un móvil que no dejaba de sonar y sonar…
La vida había cambiado para los mortales, e incluso nosotros, los seres de la noche habíamos evolucionado también, encontrándonos en nuevos tiempos y en nuevos problemas...
Contemple el teléfono que sonaba y vibraba sobre la mesa…
La tecnología podía ser nuestra aliada o un constante incordio, como en esta ocasión.
Seguramente el que llamaba sin parar era uno de los editores que tenia, que estaba ansioso por saber cuándo saldría el siguiente libro del señor Stephen Kraft…
Si algo me hacia muchísima gracia, era inventarme nombres nuevos para los libros.
Lo malo es que a veces ya no sabía con cuál de todos los nombres estaba publicando, y eso hacía que tuviese un común caos entre apellidos nombres e idiomas, ya que esa era otra.
Un día respondía en alemán, al otro día en ruso, al siguiente me aburría y decía que era un autor irlandés…y así según se me iba ocurriendo…
La facilidad para poner acentos y hablar en idiomas que ya ni siquiera se estudiaban definitivamente era un punto a mi favor.
Si…definitivamente los días de esta nueva época eran interesantes para nuestra raza. Sobre cuando tenias con quien compartir aquellos momentos…Aquellos dulces momentos…
Aquello me hizo pensar en mi acompañante.
Mire la hora un instante y bebí un sorbo de vino. Aun quedaban unos pocos minutos para la cita acordada…Se presentaría aquella dama? O sería tan impuntual como yo?...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La cara oculta de París.
Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Y corriendo con aquellos tacones hacia el origen de aquella alarma, resbalando por aquellas baldosas de mármol que siempre odiaba cuando de correr se trataba. Claro que... ¿quién correría con tacones por un espacio como era el Museo del Louvre? Nadie más que yo, supongo.
A escasos metros de mi, vi la lucecita roja parpadeándo con energía y frente al cuadro de La libertad guiando al pueblo de Delacroix, un niño que parecía asustado buscaba a su alrededor alguien al que pudiese refugiarse. En cuanto me vio caminar con firmeza hacia él, el niño corrió, huyendo sin duda de mi persona sin percatarse de que a pocos metros, la sala de cuadros del siglo XVIII finalizaba con un inquebrantable muro. Sonriente, puse mis manos a la altura de mi cintura y moví la punta de mi pie derecho manteniendo el talón clavado en el mármol.
- Bien, jovencito. ¿Sabes que no se pueden tocar las obras de arte?.- le dije con severidad, viendo cómo el niño empezaba a lloriquear en silencio, realmente aterrado.- Vamos.- dije antes de acercarme a él y, tomándole de la oreja, guiándole hacia la sala dónde le esperaban sus padres, advertidos por megafonía de la pérdida de su retoño. ¿Qué clase de padres perdían a su hijo en un museo? Y encima ni siquiera le riñeron por tocar obras de arte expuestas. Realmente los padres del siglo XXI dejaban mucho que desear.
Me despedí de la familia con la mano y volví mi rostro hacia Jacqueline, comentando junto a ella lo dura que había sido esa jornada laboral, pues era verano y las familias aprovechaban para enculturizarse. Tomé mi bolso y mi chaqueta y me despedí de mis compañeras, saliendo de aquella sala que usábamos como punto de reunión y encuentro. Antes de irme del museo, decidí pasar por la sala neoclásica que albergaba la pieza favorita de aquél museo en el que trabajaba, el imponente Beso de Eros y Psique, de Antonio Cánova. Me dleité con su belleza, preguntándome cómo alguien había logrado plasmar la intensidad del momento en el que estás a punto de besar a tu amor. Desde luego Cánova lo había recreado de forma espléndida y yo, como una turista más, sonreía encantada.
Miré el reloj que adornaba mi muñeca izquierda y di un brinco sobresaltada por la tardanza. Salí de allí cuando el conserje mandó cerrar el Museo, deslizándome por aquellas escaleras y alejándome de la pirámide de cristal que se hallaba en medio de aquella plaza, justo cuando podía vislumbrar el crepúsculo cernirse más allá del horizonte. Mientras caminaba me deshice de la pinza que sostenía mi larga melena azabache y pensé en la gran suerte que tenía al vivir en el siglo XXI, disfrutando del día casi como si fuese una humana. Mi fiel mayordomo me traía en limusina hasta la puerta del trabajo, con los vidrios tintados para que la mañana no hiciera arder mi piel. Y para ahorrar alguna anomalía en mi cutis desde las escaleras hasta el interior del Museo, me acompañaba siempre con un discreto paraguas pese a llevar como atuendo general guantes de seda blancos, chaqueta, una elegante pamela y unas enormes gafas de sol. Todo era necesario para pasar desapercibida, aunque a las seis de la mañana, pocos testigos tenía de mis rarezas matutinas. Y al salir del trabajo, como siempre solía ser de noche, no debía preocuparme del peligro solar, así que podía ser yo misma.
Las farolas ya alumbraban las calles parisinas, ahora atestadas de coches, murmuros indecentes, risas alocadas, romanticismo entre las parejas, familias al completo paseando, perros tirando de sus amos, aromas a flores y a riachuelos, tecnología punta a manos de los transeuntes distraídos... y a lo lejos, alguien captó mi atención por completo, esbozando una sonrisa cuando Jerarld alzó la vista y me vio caminar hacia él, sentado en la terraza de una cafetería junto a su mejor amigo, el ordenador portátil. En la mesa, una copa de vino y su insaciable teléfono móvil vibrando como si no hubiese mañana. Me acerqué a sus labios y le besé con ternura antes de sorenírle de nuevo y sentarme junto a él.
- Buenas noches, cariño.- saludé, alzando dos de mis dedos para llamar a un camarero del local.- Un mojito, por favor.- le pedí con cordialdad.
Volví mi vista hacia mi flamante marido. Sí, nos casamos en 1804, en cuanto legalizaron el divorcio en Francia y pude separarme de Balthazar. De eso hacía ya más de cuatro siglos y allí seguíamos, tan enamorados como la primera vez, en lo alto de aquél campanario dónde unos años más tarde, sus campanas repiquetaron al ritmo de la marcha nupcial. Ahora, mi anillo de casada resplandecía a la tenue luz de la luna que observaba aquella estampa con normalidad, siendo nosotros unos de sus espectadores más antiguos sobre la faz de la Tierra. El camarero trajo el vaso con hielo y menta con la mezcla de alcohol en su interior, deleitándome con la pajilla de plástico de su sabor. El camarero se marchó y yo miré curiosa la pantalla del portátil, sin resisitirme a poder seguir la novela que Jerarld tenía entre manos desde hacía varias semanas.
Y corriendo con aquellos tacones hacia el origen de aquella alarma, resbalando por aquellas baldosas de mármol que siempre odiaba cuando de correr se trataba. Claro que... ¿quién correría con tacones por un espacio como era el Museo del Louvre? Nadie más que yo, supongo.
A escasos metros de mi, vi la lucecita roja parpadeándo con energía y frente al cuadro de La libertad guiando al pueblo de Delacroix, un niño que parecía asustado buscaba a su alrededor alguien al que pudiese refugiarse. En cuanto me vio caminar con firmeza hacia él, el niño corrió, huyendo sin duda de mi persona sin percatarse de que a pocos metros, la sala de cuadros del siglo XVIII finalizaba con un inquebrantable muro. Sonriente, puse mis manos a la altura de mi cintura y moví la punta de mi pie derecho manteniendo el talón clavado en el mármol.
- Bien, jovencito. ¿Sabes que no se pueden tocar las obras de arte?.- le dije con severidad, viendo cómo el niño empezaba a lloriquear en silencio, realmente aterrado.- Vamos.- dije antes de acercarme a él y, tomándole de la oreja, guiándole hacia la sala dónde le esperaban sus padres, advertidos por megafonía de la pérdida de su retoño. ¿Qué clase de padres perdían a su hijo en un museo? Y encima ni siquiera le riñeron por tocar obras de arte expuestas. Realmente los padres del siglo XXI dejaban mucho que desear.
Me despedí de la familia con la mano y volví mi rostro hacia Jacqueline, comentando junto a ella lo dura que había sido esa jornada laboral, pues era verano y las familias aprovechaban para enculturizarse. Tomé mi bolso y mi chaqueta y me despedí de mis compañeras, saliendo de aquella sala que usábamos como punto de reunión y encuentro. Antes de irme del museo, decidí pasar por la sala neoclásica que albergaba la pieza favorita de aquél museo en el que trabajaba, el imponente Beso de Eros y Psique, de Antonio Cánova. Me dleité con su belleza, preguntándome cómo alguien había logrado plasmar la intensidad del momento en el que estás a punto de besar a tu amor. Desde luego Cánova lo había recreado de forma espléndida y yo, como una turista más, sonreía encantada.
Miré el reloj que adornaba mi muñeca izquierda y di un brinco sobresaltada por la tardanza. Salí de allí cuando el conserje mandó cerrar el Museo, deslizándome por aquellas escaleras y alejándome de la pirámide de cristal que se hallaba en medio de aquella plaza, justo cuando podía vislumbrar el crepúsculo cernirse más allá del horizonte. Mientras caminaba me deshice de la pinza que sostenía mi larga melena azabache y pensé en la gran suerte que tenía al vivir en el siglo XXI, disfrutando del día casi como si fuese una humana. Mi fiel mayordomo me traía en limusina hasta la puerta del trabajo, con los vidrios tintados para que la mañana no hiciera arder mi piel. Y para ahorrar alguna anomalía en mi cutis desde las escaleras hasta el interior del Museo, me acompañaba siempre con un discreto paraguas pese a llevar como atuendo general guantes de seda blancos, chaqueta, una elegante pamela y unas enormes gafas de sol. Todo era necesario para pasar desapercibida, aunque a las seis de la mañana, pocos testigos tenía de mis rarezas matutinas. Y al salir del trabajo, como siempre solía ser de noche, no debía preocuparme del peligro solar, así que podía ser yo misma.
Las farolas ya alumbraban las calles parisinas, ahora atestadas de coches, murmuros indecentes, risas alocadas, romanticismo entre las parejas, familias al completo paseando, perros tirando de sus amos, aromas a flores y a riachuelos, tecnología punta a manos de los transeuntes distraídos... y a lo lejos, alguien captó mi atención por completo, esbozando una sonrisa cuando Jerarld alzó la vista y me vio caminar hacia él, sentado en la terraza de una cafetería junto a su mejor amigo, el ordenador portátil. En la mesa, una copa de vino y su insaciable teléfono móvil vibrando como si no hubiese mañana. Me acerqué a sus labios y le besé con ternura antes de sorenírle de nuevo y sentarme junto a él.
- Buenas noches, cariño.- saludé, alzando dos de mis dedos para llamar a un camarero del local.- Un mojito, por favor.- le pedí con cordialdad.
Volví mi vista hacia mi flamante marido. Sí, nos casamos en 1804, en cuanto legalizaron el divorcio en Francia y pude separarme de Balthazar. De eso hacía ya más de cuatro siglos y allí seguíamos, tan enamorados como la primera vez, en lo alto de aquél campanario dónde unos años más tarde, sus campanas repiquetaron al ritmo de la marcha nupcial. Ahora, mi anillo de casada resplandecía a la tenue luz de la luna que observaba aquella estampa con normalidad, siendo nosotros unos de sus espectadores más antiguos sobre la faz de la Tierra. El camarero trajo el vaso con hielo y menta con la mezcla de alcohol en su interior, deleitándome con la pajilla de plástico de su sabor. El camarero se marchó y yo miré curiosa la pantalla del portátil, sin resisitirme a poder seguir la novela que Jerarld tenía entre manos desde hacía varias semanas.
- Eyra:
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: La cara oculta de París.
Contemple como mi hermosa mujer caminaba hacia mí, con su característico contoneo, como si fuese un ángel recién caído del cielo, haciendo que las miradas se centrasen en ella y posteriormente en ambos cuando me beso y se sentó a mi lado.
Para mí siempre había sido un ángel, y lo seguía siendo a pesar de los años…los doscientos años que habíamos compartido juntos habían sido como escasos días en nuestras existencias.
Era inevitable que ambos no llamásemos la atención cuando estábamos juntos. La elegancia y la belleza seguía siendo el punto más útil y cuanto menos el más llamativo de nuestra raza.
Apreté una tecla del móvil para acallar su molesto sonido y lo deje sobre la mesa para poder acercarme hacia mi amada, mientras hablábamos, como si tuviésemos entre manos alguna de nuestras constantes travesuras.
-Oh ángel…por un momento pensé que me ibas a dar plantón…Y las jovencitas de aquella mesa llevan mirándome hace ya bastante rato…dije haciéndome el interesante mientras Eyra se apresuraba en darme con su puño en el hombro para rechistar.
Me encantaban sus celos absurdos, así que tome su mano para poder besarla, mientas contemplaba aquella alianza que había sellado nuestro amor hacia tantísimos años.
Lo cierto que es ambos escuchábamos lo que allí pasaba, y definitivamente todo el mundo estaba pendiente de lo que hacíamos y dejábamos de hacer, teniendo más de un pensamiento obsceno con nosotros como protagonistas. Pero aquello ya lo habíamos superado, simplemente escuchábamos las mentes ajenas sin tenerles casi en cuenta.
-Que tal la noche en el muse….el ruido del móvil volvió a interrumpirme.
Le contemple pero no era el que estaba sobre la mesa, comencé a rebuscar en la gabardina y saque otro teléfono.
Aquella gente era más que pesada. Así que decidí contestar en algún idioma diferente para variar.
-Gute nacht…Nein… -Nein…Ich verstehe das nicht…Yo decirr, que mi no entenderr nada, serr un errorr. Dije fingiendo un falso acento alemán-español.
Eyra comenzó a taparse los labios para no reírse a carcajadas mientras yo colgaba. Aquello me aseguraba unos cinco minutos de paz antes de que volviesen a llamar diciendo que el número no podía estar erróneo.
Mi ángel comenzó a curiosear en mis escritos, asi que gire el portátil para que ella pudiese leerlo.
-Llevo doscientas páginas…a este ritmo el libro servirá también para las mesas cojas dije mientras el camarero traía la copa del ángel, y yo me encargaba de pedirle que me trajese otra para mi, esta vez de whisky.
El bendito teléfono comenzó a sonar otra vez. Y ya estaba dispuesto a lanzarlo por los aires.
Ya había roto tres está sola semana, pero es que comenzaban a desquiciarme! Si no eran los autores, eran los abogados, sino eran ellos eran los de la bolsa con noticias de nuestras acciones, si no eran los de la bolsa eran otros editores…Era una espiral sin fin. Así que tome el teléfono ya decidido a apagarlo cuando vi que en esta ocasión se trataba de May.
Nuestra pequeña había decidido convertirse en uno de nosotros cuando creció, así que ambos le transformamos en inmortal cuando ella cumplió los veinte años. No sin temer las consecuencias.
Pero es que ninguno de los tres quería pensar en la idea de que la muerte nos pudiese separar. Así que tomamos aquella decisión de forma egoísta pero totalmente satisfactoria.
Ahora nuestra pequeña se encontraba en alguna parte de Asia, creo que había dicho algo de Japón esta semana, y ahora mismo estaba simplemente conociendo mundo.
-May tesoro! Como estas hija? Comencé a escuchar su dulce voz de forma alegre, mientras poco a poco mi rostro se comenzaba a tornar dubitativo, segui escuchando mientras me tapaba el rostro negando con la cabeza.
Definitivamente estaba más que orgulloso de mi pequeña y conflictiva mafiosa. Pero en esta ocasión preferí que fuese su madre quien le diese el sermón por lo que acababa de contarme…
Mire a mi amada tapando un momento el aparato para que May no nos escuchase.
-Mmmm…Creo que esta vez será mejor que hables tú con ella cariño. Dije alargándole el teléfono mientras contemplaba como el camarero se acercaba con mi pedido.
Para mí siempre había sido un ángel, y lo seguía siendo a pesar de los años…los doscientos años que habíamos compartido juntos habían sido como escasos días en nuestras existencias.
Era inevitable que ambos no llamásemos la atención cuando estábamos juntos. La elegancia y la belleza seguía siendo el punto más útil y cuanto menos el más llamativo de nuestra raza.
Apreté una tecla del móvil para acallar su molesto sonido y lo deje sobre la mesa para poder acercarme hacia mi amada, mientras hablábamos, como si tuviésemos entre manos alguna de nuestras constantes travesuras.
-Oh ángel…por un momento pensé que me ibas a dar plantón…Y las jovencitas de aquella mesa llevan mirándome hace ya bastante rato…dije haciéndome el interesante mientras Eyra se apresuraba en darme con su puño en el hombro para rechistar.
Me encantaban sus celos absurdos, así que tome su mano para poder besarla, mientas contemplaba aquella alianza que había sellado nuestro amor hacia tantísimos años.
Lo cierto que es ambos escuchábamos lo que allí pasaba, y definitivamente todo el mundo estaba pendiente de lo que hacíamos y dejábamos de hacer, teniendo más de un pensamiento obsceno con nosotros como protagonistas. Pero aquello ya lo habíamos superado, simplemente escuchábamos las mentes ajenas sin tenerles casi en cuenta.
-Que tal la noche en el muse….el ruido del móvil volvió a interrumpirme.
Le contemple pero no era el que estaba sobre la mesa, comencé a rebuscar en la gabardina y saque otro teléfono.
Aquella gente era más que pesada. Así que decidí contestar en algún idioma diferente para variar.
-Gute nacht…Nein… -Nein…Ich verstehe das nicht…Yo decirr, que mi no entenderr nada, serr un errorr. Dije fingiendo un falso acento alemán-español.
Eyra comenzó a taparse los labios para no reírse a carcajadas mientras yo colgaba. Aquello me aseguraba unos cinco minutos de paz antes de que volviesen a llamar diciendo que el número no podía estar erróneo.
Mi ángel comenzó a curiosear en mis escritos, asi que gire el portátil para que ella pudiese leerlo.
-Llevo doscientas páginas…a este ritmo el libro servirá también para las mesas cojas dije mientras el camarero traía la copa del ángel, y yo me encargaba de pedirle que me trajese otra para mi, esta vez de whisky.
El bendito teléfono comenzó a sonar otra vez. Y ya estaba dispuesto a lanzarlo por los aires.
Ya había roto tres está sola semana, pero es que comenzaban a desquiciarme! Si no eran los autores, eran los abogados, sino eran ellos eran los de la bolsa con noticias de nuestras acciones, si no eran los de la bolsa eran otros editores…Era una espiral sin fin. Así que tome el teléfono ya decidido a apagarlo cuando vi que en esta ocasión se trataba de May.
Nuestra pequeña había decidido convertirse en uno de nosotros cuando creció, así que ambos le transformamos en inmortal cuando ella cumplió los veinte años. No sin temer las consecuencias.
Pero es que ninguno de los tres quería pensar en la idea de que la muerte nos pudiese separar. Así que tomamos aquella decisión de forma egoísta pero totalmente satisfactoria.
Ahora nuestra pequeña se encontraba en alguna parte de Asia, creo que había dicho algo de Japón esta semana, y ahora mismo estaba simplemente conociendo mundo.
-May tesoro! Como estas hija? Comencé a escuchar su dulce voz de forma alegre, mientras poco a poco mi rostro se comenzaba a tornar dubitativo, segui escuchando mientras me tapaba el rostro negando con la cabeza.
Definitivamente estaba más que orgulloso de mi pequeña y conflictiva mafiosa. Pero en esta ocasión preferí que fuese su madre quien le diese el sermón por lo que acababa de contarme…
Mire a mi amada tapando un momento el aparato para que May no nos escuchase.
-Mmmm…Creo que esta vez será mejor que hables tú con ella cariño. Dije alargándole el teléfono mientras contemplaba como el camarero se acercaba con mi pedido.
- Spoiler:
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: La cara oculta de París.
En cuanto escuché el nombre de May, una sonrisa se dibujó en mis labios y alcé la vista de las letras que leía en la pantalla de aquél portátil para mirar intrigada a mi marido, quién por sus gestos, parecía algo disgustado o acalorado. Fruncí los labios y esperé obtener alguna pista más sobre la conversación que tenían aquél par. No obstante, Jerarld me pasó el teléfono y yo lo tomé con ansiedad, hablando a mi hija con urgencia.
- ¿May? ¿Dónde estás? ¿Qué has hecho ésta vez? Te dije que...
- Mamá, mamá, respira.- dijo la voz al otro lado del auricular.- Estoy bien, ¿de acuerdo? Deja de rallarte de una vez, vieja.- rió.
Odiaba cuando me hablaba con aquél tono tan falto de respeto y pese a que la juventud actual era así, no lo soportaba y siempre se lo hacía saber, aunque quizás mi tono de voz no era el más civilizado.
- ¡No me hables como a tu igual, jovencita! Me debes respeto.- me sulfuré, estrechando los ojos con ira y sintiendo mis mandíbulas chocar entre sí de puro enfado.
- Está bien, lo siento, madre... - murmuró, fingiendo sentir lo que había dicho.
Yo resoplé y tomé otro largo trago de mojito.
- ¿Y bien? ¿Qué...?
Dejé la frase a medias cuando el dueño del local subió el volúmen de la televisión, escuchando parte de las noticias nocturnas.
... la población nipona ha sufrido un brutal ataque terrorista según las primeras filtraciones en el que han muerto más de un centenar de personas ubicadas en un local de striptease. Según algunos anónimos, todos ellos formaban parte de la mafia japonesa, por lo que se piensa que el ataque fue un ajuste de cuentas entre alguno de sus clientes y ellos...
Tragué saliva y abrí la boca, sin poder decir nada.
... Unas cámaras de seguridad de un banco hallado justo en frente a grabado unas imagenes en las que aparece una mujer muy parecida a la que hace años medio mundo persigue por sus actos bandálicos y cuya identidad aún se desconoce. Japón a pedido ayuda ciudadana y por ello ponemos en pantalla una imagen de la sospechosa para que...
- Vuelve a casa de inmediato.- jadeé antes de colgar el aparato y mirar nerviosa a Jerarld, quién, por supuesto, había escuchado y visto lo mismo que yo. Mi corazón dio un vuelco y me quedé petrificada en el asiento, sin borrar aquella imagen que emitía el telediario. Mi hija.
- ¿May? ¿Dónde estás? ¿Qué has hecho ésta vez? Te dije que...
- Mamá, mamá, respira.- dijo la voz al otro lado del auricular.- Estoy bien, ¿de acuerdo? Deja de rallarte de una vez, vieja.- rió.
Odiaba cuando me hablaba con aquél tono tan falto de respeto y pese a que la juventud actual era así, no lo soportaba y siempre se lo hacía saber, aunque quizás mi tono de voz no era el más civilizado.
- ¡No me hables como a tu igual, jovencita! Me debes respeto.- me sulfuré, estrechando los ojos con ira y sintiendo mis mandíbulas chocar entre sí de puro enfado.
- Está bien, lo siento, madre... - murmuró, fingiendo sentir lo que había dicho.
Yo resoplé y tomé otro largo trago de mojito.
- ¿Y bien? ¿Qué...?
Dejé la frase a medias cuando el dueño del local subió el volúmen de la televisión, escuchando parte de las noticias nocturnas.
... la población nipona ha sufrido un brutal ataque terrorista según las primeras filtraciones en el que han muerto más de un centenar de personas ubicadas en un local de striptease. Según algunos anónimos, todos ellos formaban parte de la mafia japonesa, por lo que se piensa que el ataque fue un ajuste de cuentas entre alguno de sus clientes y ellos...
Tragué saliva y abrí la boca, sin poder decir nada.
... Unas cámaras de seguridad de un banco hallado justo en frente a grabado unas imagenes en las que aparece una mujer muy parecida a la que hace años medio mundo persigue por sus actos bandálicos y cuya identidad aún se desconoce. Japón a pedido ayuda ciudadana y por ello ponemos en pantalla una imagen de la sospechosa para que...
- Imagen:
- Vuelve a casa de inmediato.- jadeé antes de colgar el aparato y mirar nerviosa a Jerarld, quién, por supuesto, había escuchado y visto lo mismo que yo. Mi corazón dio un vuelco y me quedé petrificada en el asiento, sin borrar aquella imagen que emitía el telediario. Mi hija.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: La cara oculta de París.
Mi flamante esposa me extendió el teléfono sulfurada y enfadada…Aunque no era la única, yo también me sentía “ligeramente” acalorado. En mis tiempos era más fácil dedicarse al vandalismo.
Yo mismo había destruido muchos edificios emblemáticos en los ajustes de cuentas…pero aun así era mucho más discreto. Quizás con el tiempo mi pequeña ya tomase mas practica, ya habría tiempo para enseñarle algunos trucos, después de todo yo ahora simplemente mandaba a mis contactos a actuar, ¿para qué ensuciarse las manos si se tenían matones a sueldo?...quizás a May le hacía falta algún “cursillo intensivo”. Me ocuparía de conversar con ella cuando le viese, después de todo aun era joven que se le iba a hacer?.
Las noticias se acabaron y yo recibí el teléfono de manos de Eyra y lo deje al lado del otro, ambos nos quedamos en silencio mirando al frente un momento. Casi me pareció poder ver una de esas plantas del desierto cruzar por delante nuestro, rodando en silencio delante de nosotros, como haciendo alarde del momentazo absurdo que estábamos viviendo.
Nuestra hija era nuestro mundo y solíamos concederle todos sus caprichos, pero aun así no podíamos evitar tener el alma en vilo ante sus trastadas.
El camarero volvió a pasar entre nosotros y nos miro algo extrañado al vernos tan rígidos y silenciosos. Que iba a saber él de nuestros conflictos con el terrorismo?
-Tráiganos una botella de vodka…por favor. El camarero marcho veloz, mientras yo me giraba para mirar a mi amada. La noche iba a ser larga, y por lo que veía íbamos a necesitar unas cuantas botellas mas para poder mantener nuestra “armonía familiar”
-Cielo no te preocupes. Mírame…Eyra se giro hacia mi mientras yo me acercaba a ella quedando delante suyo, tome su rostro entre mis manos para poder hablarle con dulzura mientras acercaba mi rostro hacia ella.
-Me encargare de que los medios dejen de hacer tanto escándalo, todo se olvidara con el tiempo ya sabes cómo van estas cosas, ya verás cómo nos reiremos cuando recordemos el incidente, de acuerdo?…me acerque hacia sus carnosos labios y los saboree unos instantes…Sus labios aun sabían a la menta del mojito, y aquel sabor se mesclaba con su dulzura propia… definitivamente ella era mi sabor preferido.
Me quede contemplando aquellos ojos que aun seguían hipnotizándome después de tantísimos años para agregar un último comentario:
- y después cuando May llegue a casa la meteremos en las mazmorras un mes.
La sonrisa de Eyra me hizo sonreír a mi también, así que aun con ella cerca de mí, tome uno de mis teléfonos y comencé a buscar en la agenda…era hora de que me devolviesen uno de los tantos favores que había hecho.
-Oyasuminasai Kento!…¿O-genki desu ka? Comencé a reír cuando comenzó a comentarme algo sobre su mujer…
-Kento…te llamaba porque necesito que elimines ciertos datos sobre unos individuos…Comencé a escuchar las quejas del jefe de la yakuza sin prestarle mucha atención mientras tocaba uno de los muslos de mi flamante esposa, aun seguía muy cerca de ella así que la tentación era inevitable para mí.
Aquella noche ella llevaba un vestido negro que se acomodaba a sus curvas y que dejaba entrever sus largas y delicadas piernas por el corte que éste tenía.
-"Que sexy" gesticule mientras aun escuchaba a aquel hombre quejarse al aparato. Mientras ella se sonreía y me acomodaba los cabellos situándolos tras mi oreja.
-Veras Kento…es que si no haces esto por mí…pues tendré que hablar con Naoko…ya sabes que yo me llevo muy bien con tu mujer, pasamos noches enteras charlando cuando nos vemos…
Eyra me miro alzando una ceja con claro enfado, mientras yo le daba unas palmaditas en el muslo, y negaba con la cabeza en silencio intentando que ella comprendiese que no era del todo cierto, que no me lo pasaba tan bien hablando con aquella mujer.
Muy bien, esperare noticias. Dije colgando con una sonrisa mientras contemplaba a mi enfadada y bella mujer delante de mí.
-Oh vida mía no creas que aquello que de…-"Ya la has cagado papá! Ahora como no le digas algo bonito te cruza la cara". Mire extrañado hacia la lejanía, buscando a aquella que susurraba en mi mente.
May se escondía detrás de un pilar y me saludaba con sus dedos haciendo una especie de saludo militar al mirarme. Aun sin atreverse a salir de allí atrás, al parecer ya había vuelto, pero no quería decirnos las cosas a la cara, prefería ver nuestras reacciones primero, por si tenía que volver a salir huyendo.
Me aparte de Eyra ante su mirada que parecía no entender que ocurría conmigo y me apoye en el respaldo de la silla, cruzándome de brazos y mirando a May con seriedad, sin decirle nada.
-"Oh vamos papa dime algo…Si yo solo sigo tu ejemplo! Por cierto aquel truco con la pólvora que me enseñaste fue buenísimo!" Comenzó a reírse al recordar pero se quedo seria al ver que mi rostro no cambiaba ni un ápice. "Venga papi…soy yo! tu pequeña!…"dijo haciendo pucheros y poniéndome ojitos. Ella sabía muy bien lo que tenía que hacer conmigo, pero en esta ocasión no le iba a funcionar tan bien.
-"May Délvheen Erikdottir…Ven ahora mismo si no quieres que mande a la yakuza a por ti jovencita!"
Mire a Eyra y le hice un gesto con la cabeza para señalar a la niña. Mientras ella salía de detrás del pilar.
Ahí, toda destartalada, y con un look rockero y moderno caminaba nuestro pequeño monstruito hacia nosotros…
Yo mismo había destruido muchos edificios emblemáticos en los ajustes de cuentas…pero aun así era mucho más discreto. Quizás con el tiempo mi pequeña ya tomase mas practica, ya habría tiempo para enseñarle algunos trucos, después de todo yo ahora simplemente mandaba a mis contactos a actuar, ¿para qué ensuciarse las manos si se tenían matones a sueldo?...quizás a May le hacía falta algún “cursillo intensivo”. Me ocuparía de conversar con ella cuando le viese, después de todo aun era joven que se le iba a hacer?.
Las noticias se acabaron y yo recibí el teléfono de manos de Eyra y lo deje al lado del otro, ambos nos quedamos en silencio mirando al frente un momento. Casi me pareció poder ver una de esas plantas del desierto cruzar por delante nuestro, rodando en silencio delante de nosotros, como haciendo alarde del momentazo absurdo que estábamos viviendo.
Nuestra hija era nuestro mundo y solíamos concederle todos sus caprichos, pero aun así no podíamos evitar tener el alma en vilo ante sus trastadas.
El camarero volvió a pasar entre nosotros y nos miro algo extrañado al vernos tan rígidos y silenciosos. Que iba a saber él de nuestros conflictos con el terrorismo?
-Tráiganos una botella de vodka…por favor. El camarero marcho veloz, mientras yo me giraba para mirar a mi amada. La noche iba a ser larga, y por lo que veía íbamos a necesitar unas cuantas botellas mas para poder mantener nuestra “armonía familiar”
-Cielo no te preocupes. Mírame…Eyra se giro hacia mi mientras yo me acercaba a ella quedando delante suyo, tome su rostro entre mis manos para poder hablarle con dulzura mientras acercaba mi rostro hacia ella.
-Me encargare de que los medios dejen de hacer tanto escándalo, todo se olvidara con el tiempo ya sabes cómo van estas cosas, ya verás cómo nos reiremos cuando recordemos el incidente, de acuerdo?…me acerque hacia sus carnosos labios y los saboree unos instantes…Sus labios aun sabían a la menta del mojito, y aquel sabor se mesclaba con su dulzura propia… definitivamente ella era mi sabor preferido.
Me quede contemplando aquellos ojos que aun seguían hipnotizándome después de tantísimos años para agregar un último comentario:
- y después cuando May llegue a casa la meteremos en las mazmorras un mes.
La sonrisa de Eyra me hizo sonreír a mi también, así que aun con ella cerca de mí, tome uno de mis teléfonos y comencé a buscar en la agenda…era hora de que me devolviesen uno de los tantos favores que había hecho.
-Oyasuminasai Kento!…¿O-genki desu ka? Comencé a reír cuando comenzó a comentarme algo sobre su mujer…
-Kento…te llamaba porque necesito que elimines ciertos datos sobre unos individuos…Comencé a escuchar las quejas del jefe de la yakuza sin prestarle mucha atención mientras tocaba uno de los muslos de mi flamante esposa, aun seguía muy cerca de ella así que la tentación era inevitable para mí.
Aquella noche ella llevaba un vestido negro que se acomodaba a sus curvas y que dejaba entrever sus largas y delicadas piernas por el corte que éste tenía.
-"Que sexy" gesticule mientras aun escuchaba a aquel hombre quejarse al aparato. Mientras ella se sonreía y me acomodaba los cabellos situándolos tras mi oreja.
-Veras Kento…es que si no haces esto por mí…pues tendré que hablar con Naoko…ya sabes que yo me llevo muy bien con tu mujer, pasamos noches enteras charlando cuando nos vemos…
Eyra me miro alzando una ceja con claro enfado, mientras yo le daba unas palmaditas en el muslo, y negaba con la cabeza en silencio intentando que ella comprendiese que no era del todo cierto, que no me lo pasaba tan bien hablando con aquella mujer.
Muy bien, esperare noticias. Dije colgando con una sonrisa mientras contemplaba a mi enfadada y bella mujer delante de mí.
-Oh vida mía no creas que aquello que de…-"Ya la has cagado papá! Ahora como no le digas algo bonito te cruza la cara". Mire extrañado hacia la lejanía, buscando a aquella que susurraba en mi mente.
May se escondía detrás de un pilar y me saludaba con sus dedos haciendo una especie de saludo militar al mirarme. Aun sin atreverse a salir de allí atrás, al parecer ya había vuelto, pero no quería decirnos las cosas a la cara, prefería ver nuestras reacciones primero, por si tenía que volver a salir huyendo.
Me aparte de Eyra ante su mirada que parecía no entender que ocurría conmigo y me apoye en el respaldo de la silla, cruzándome de brazos y mirando a May con seriedad, sin decirle nada.
-"Oh vamos papa dime algo…Si yo solo sigo tu ejemplo! Por cierto aquel truco con la pólvora que me enseñaste fue buenísimo!" Comenzó a reírse al recordar pero se quedo seria al ver que mi rostro no cambiaba ni un ápice. "Venga papi…soy yo! tu pequeña!…"dijo haciendo pucheros y poniéndome ojitos. Ella sabía muy bien lo que tenía que hacer conmigo, pero en esta ocasión no le iba a funcionar tan bien.
-"May Délvheen Erikdottir…Ven ahora mismo si no quieres que mande a la yakuza a por ti jovencita!"
Mire a Eyra y le hice un gesto con la cabeza para señalar a la niña. Mientras ella salía de detrás del pilar.
Ahí, toda destartalada, y con un look rockero y moderno caminaba nuestro pequeño monstruito hacia nosotros…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
El comentario de Jerarld al nipón con el que conversaba por teléfono me molestó muchísimo. Tanto, que quise vengarme sutilmente. Pero con alevosía. Sonreí con maquiavelidad mientras él seguía hablando por el móvil, concentrándome en que él viera en mí las imagenes un recuerdo en concreto sucedido no hacía mucho, de ser justos, tan sólo hacía dos meses. Algo que había cambiado mi vida y de lo que no le había explicado con lujo de detalles a mi adorable esposo.
El móvil sonó durante una de las explicaciones que hacía a un grupo de estudiantes de la universidad de París, interesados en el arte egipcio. Me disculpé con ellos y me aparté del grupo para atender la llamada, puesto que al desconocer aquél número, pensé que se trataba de Jerarld metido en problemas desde Italia, dónde se ocupaba personalmente de unos turbios asuntos.
- ¿Sí..?- hablé con confusión en mi voz.
- ¡Eyra! Soy Marius, te necesito urgentemente frente a la puerta del Museo.
Y sin opción a nada más, mi jefe colgó. Parpadeé confusa y miré por las ventanas, percatándome de que, por suerte, aquella tarde llovía a cántaros. Me disculpé con los estudiantes y corrí hacia el exterior del lugar, dónde bajo el manto de la tempestad me aguardaba Mario, un humano realmente apetecible y del que siempre me contenía, pues no quería arriesgar mi puesto trabajo por un simple sorbo de su sangre. Corrí hacia él con mi sonrisa incandescente y él me devolvió ese gesto.
- ¿Qué hacemos bajo la lluvia?- le pedí con una carcajada mientras dejaba que mi cuerpo fuese humedeciéndose y mi cabello gotease sobre mi rostro.
- Pensé que sería un buen escenario.- se limitó a decir antes de tomarme por la cintura y abrazarme contra su pecho, escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello.- Hace tiempo que necesito decirte algo, Eyra...- murmuró sin moverse mientras yo, disimuladamente, me relamía los labios y reía silenciosamente.- Estoy enamorado de ti.
Me apartó con cierta brusquedad y con los ojos centelleantes, recortó distancias de nuevo para besarme, gesto que aproveché para morderle el labio inferior y succionar su sangre sin que él a penas lo percibiera, usando una ilusión mental que me permitía hacer ese juego.
Aparté entonces ese pensamiento, dejándole a Jerarld un sabor amargo y el tormento de no saber qué ocurrió entonces. Y eso era lo que justamente estaba usando como venganza: la duda.
Pero cuando su rostro se ensombrecía y una pizca de ira apareció en sus ojos, el aroma familiar de mi hija y sin duda, el gesto de mi marido, me alertaron de su presencia. Me volteé hacia ella para mirarla con una mezcla de enfado por lo que había hecho y sin duda, terror. Terror por si ella había visto aquél pensamiento en mi mente igual que Jerarld lo había visto. Tragué saliva y vi cómo mi (ya no) pequeña, se acercaba con cautela hacia nosotros, mordiéndose el labio inferior mientras se sentaba en una de la sillas, justo frente a mí, al lado de Jerarld. Y agachó la mirada.
El móvil sonó durante una de las explicaciones que hacía a un grupo de estudiantes de la universidad de París, interesados en el arte egipcio. Me disculpé con ellos y me aparté del grupo para atender la llamada, puesto que al desconocer aquél número, pensé que se trataba de Jerarld metido en problemas desde Italia, dónde se ocupaba personalmente de unos turbios asuntos.
- ¿Sí..?- hablé con confusión en mi voz.
- ¡Eyra! Soy Marius, te necesito urgentemente frente a la puerta del Museo.
Y sin opción a nada más, mi jefe colgó. Parpadeé confusa y miré por las ventanas, percatándome de que, por suerte, aquella tarde llovía a cántaros. Me disculpé con los estudiantes y corrí hacia el exterior del lugar, dónde bajo el manto de la tempestad me aguardaba Mario, un humano realmente apetecible y del que siempre me contenía, pues no quería arriesgar mi puesto trabajo por un simple sorbo de su sangre. Corrí hacia él con mi sonrisa incandescente y él me devolvió ese gesto.
- ¿Qué hacemos bajo la lluvia?- le pedí con una carcajada mientras dejaba que mi cuerpo fuese humedeciéndose y mi cabello gotease sobre mi rostro.
- Pensé que sería un buen escenario.- se limitó a decir antes de tomarme por la cintura y abrazarme contra su pecho, escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello.- Hace tiempo que necesito decirte algo, Eyra...- murmuró sin moverse mientras yo, disimuladamente, me relamía los labios y reía silenciosamente.- Estoy enamorado de ti.
Me apartó con cierta brusquedad y con los ojos centelleantes, recortó distancias de nuevo para besarme, gesto que aproveché para morderle el labio inferior y succionar su sangre sin que él a penas lo percibiera, usando una ilusión mental que me permitía hacer ese juego.
- Pensamiento de Eyra:
Aparté entonces ese pensamiento, dejándole a Jerarld un sabor amargo y el tormento de no saber qué ocurrió entonces. Y eso era lo que justamente estaba usando como venganza: la duda.
Pero cuando su rostro se ensombrecía y una pizca de ira apareció en sus ojos, el aroma familiar de mi hija y sin duda, el gesto de mi marido, me alertaron de su presencia. Me volteé hacia ella para mirarla con una mezcla de enfado por lo que había hecho y sin duda, terror. Terror por si ella había visto aquél pensamiento en mi mente igual que Jerarld lo había visto. Tragué saliva y vi cómo mi (ya no) pequeña, se acercaba con cautela hacia nosotros, mordiéndose el labio inferior mientras se sentaba en una de la sillas, justo frente a mí, al lado de Jerarld. Y agachó la mirada.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: La cara oculta de París.
Observe como May se sentaba a mi lado, temerosa de nuestras miradas.
Pero ahora su particular terrorismo no me parecía en absoluto un problema al lado de la divertida imagen que me acababan de mandar…
Contemple a mi amada sabiendo que las sombras de la noche y mi mirada siniestra estarían dándome un aspecto no muy amable. Aun con los brazos cruzados comencé a contemplar el cielo, al cabo de un rato me palpe el mentón un tanto pensativo, sintiendo como mi silencio aumentaba la tensión entre mis dos ángeles.
Sin lugar a dudas si había algo que me llenaba de ira y odio era la idea de ver a mi esposa con otro. Pero tanto ella como yo nos amábamos demasiado para hacernos esas cosas, si había surgido alguna situación así, no había sido planeada. De eso podía estar seguro.
Si ya no me quisiese yo lo sabría, al igual que si fuese al revés ella también se daría cuenta.
Así que si quería jugar a este juego, aceptaba encantado. La duda era una dulce amiga que servía para incordiar al prójimo como ninguna otra.
Iba a hablar con May cuando volvió a sonar uno de los teléfonos. Lo contemple y sonreí.
-Nunca te has parado a pensar querida…en porque un editor llamaría a alguien con quien trabaja a las…mire el reloj de pulsera un instante.
A la una y media de la madrugada? Yo diría que quiere hablar de algo más que de trabajo, ya que su horario laboral acaba a las nueve de la noche, no crees?
Apagué el teléfono y lo metí en la gabardina. Sin contemplar a mi esposa, si ella quería jugar conmigo tendríamos para toda la noche.
Sin duda alguna este hombre estaba interesado en mí, pero muchos lo estaban sin que yo lo tomase en cuenta. Después de todo siempre había tenido un “especial” don para atraer a la gente….a la gente y a los problemas, claro está.
Algunos decían que era carisma, yo pensaba que se debía a mi condición de inmortal y a su diseño especifico para atraer, pero fuese como fuese, mis “veintisiete años” me seguían y me seguirían siendo eternamente favorables.
-May cielo…Llevas más de dos meses fuera, no me vas ni siquiera a dar un beso antes de comenzar a discutir, tesoro?
May sonrió de oreja a oreja y se levanto ágil de la silla para de un brinco saltar y sentarse sobre mis rodillas, Su aspecto era de veinteañera, pero su carácter seguía siendo el de una niña traviesa.
Abrace a mi dulce pequeña mientras ella enredaba sus brazos en mi cuello un instante y luego se alejaba un poco para mirarme aun con cara de angustia.
Mientras el resto de la gente de aquella terraza nos miraba extrañada, despues de todo los tres pareciamos veinteañeros jovenes, simplemente gente que esta de fiesta por ahi, no pareciamos la familia que en realidad eramos.
-Ha sido sin querer, veras estaba hablando con unos chicos y se nos fue de las manos, comenzamos a discutir llegamos a las manos, se metieron conmigo! Tenía que responder así que active algunos explosivos que había llevado antes a aquel lugar. Ya sabes por si las moscas. Y claro como no vi otra escapatoria. Booom! Todo por los aires. Así me evitaba que me siguieran la pista…
Me soltó todo aquello de sopetón mientras aun sentada sobre mis piernas, retorcía uno de mis mechones de cabello con sus dedos, algo ansiosa, ella solía tener esa manía, desde bebe siempre se había quedado prendada con nuestro cabello, eso y lo de morderse los labios, un gesto que sin duda había heredado de su madre. De mi había heredado el don para meterse donde no la llaman, y la obsesión con la música.
-Entiendo lo que dices cielo, pero no puedes ir por ahí haciendo explotar las cosas. Antes era más fácil, pero ahora con la tecnología actual es más fácil que den contigo…Comencé a susurrarle, después de todo aun seguíamos en un lugar público.
No será fácil para mí ahora sacarte de la lista de los terroristas…Ahora tendré que cobrar favores y ya sabes lo que aquello implica…su rostro se compungió un poco.
Aquello significaba que tarde o temprano me pedirían favores de vuelta y yo terminaría a saber en qué parte del mundo en dios sabe que actividades ilegales…
-Va cielo, abraza a tu madre antes de que te desherede y me pida el divorcio…Has visto lo que estaba pensando? Puedes creer lo que hace en aquel museo? Esta noche no dormirá conmigo, de eso estoy seguro, dije con tranquilidad apartando los cabellos de May, para que no tapasen sus ojos. Me apetecía picarle un poco, pero solo un poco, ella siempre tenía más recuerdos morbosos y a mí no me apetecía en absoluto tener que verlos. Yo simplemente no usaba ese truco con ella, no me parecía bien.
May me miro con los ojos como platos, ella solía estar acostumbrada a alguna discusión ocasional pero no le hacía gracia alguna ver que nos peleábamos, se asustaba, como si pensase que era su culpa…Nuestra dulce niña era simplemente un sol…
May beso mi mejilla y se bajo de mis piernas para acercarse a su madre…Después de todo entre chicas seguro que se iban a entender mejor, solo esperaba que no se confabularan contra mí o terminaría siendo una noche inolvidable…
Pero ahora su particular terrorismo no me parecía en absoluto un problema al lado de la divertida imagen que me acababan de mandar…
Contemple a mi amada sabiendo que las sombras de la noche y mi mirada siniestra estarían dándome un aspecto no muy amable. Aun con los brazos cruzados comencé a contemplar el cielo, al cabo de un rato me palpe el mentón un tanto pensativo, sintiendo como mi silencio aumentaba la tensión entre mis dos ángeles.
Sin lugar a dudas si había algo que me llenaba de ira y odio era la idea de ver a mi esposa con otro. Pero tanto ella como yo nos amábamos demasiado para hacernos esas cosas, si había surgido alguna situación así, no había sido planeada. De eso podía estar seguro.
Si ya no me quisiese yo lo sabría, al igual que si fuese al revés ella también se daría cuenta.
Así que si quería jugar a este juego, aceptaba encantado. La duda era una dulce amiga que servía para incordiar al prójimo como ninguna otra.
Iba a hablar con May cuando volvió a sonar uno de los teléfonos. Lo contemple y sonreí.
-Nunca te has parado a pensar querida…en porque un editor llamaría a alguien con quien trabaja a las…mire el reloj de pulsera un instante.
A la una y media de la madrugada? Yo diría que quiere hablar de algo más que de trabajo, ya que su horario laboral acaba a las nueve de la noche, no crees?
Apagué el teléfono y lo metí en la gabardina. Sin contemplar a mi esposa, si ella quería jugar conmigo tendríamos para toda la noche.
Sin duda alguna este hombre estaba interesado en mí, pero muchos lo estaban sin que yo lo tomase en cuenta. Después de todo siempre había tenido un “especial” don para atraer a la gente….a la gente y a los problemas, claro está.
Algunos decían que era carisma, yo pensaba que se debía a mi condición de inmortal y a su diseño especifico para atraer, pero fuese como fuese, mis “veintisiete años” me seguían y me seguirían siendo eternamente favorables.
-May cielo…Llevas más de dos meses fuera, no me vas ni siquiera a dar un beso antes de comenzar a discutir, tesoro?
May sonrió de oreja a oreja y se levanto ágil de la silla para de un brinco saltar y sentarse sobre mis rodillas, Su aspecto era de veinteañera, pero su carácter seguía siendo el de una niña traviesa.
Abrace a mi dulce pequeña mientras ella enredaba sus brazos en mi cuello un instante y luego se alejaba un poco para mirarme aun con cara de angustia.
Mientras el resto de la gente de aquella terraza nos miraba extrañada, despues de todo los tres pareciamos veinteañeros jovenes, simplemente gente que esta de fiesta por ahi, no pareciamos la familia que en realidad eramos.
-Ha sido sin querer, veras estaba hablando con unos chicos y se nos fue de las manos, comenzamos a discutir llegamos a las manos, se metieron conmigo! Tenía que responder así que active algunos explosivos que había llevado antes a aquel lugar. Ya sabes por si las moscas. Y claro como no vi otra escapatoria. Booom! Todo por los aires. Así me evitaba que me siguieran la pista…
Me soltó todo aquello de sopetón mientras aun sentada sobre mis piernas, retorcía uno de mis mechones de cabello con sus dedos, algo ansiosa, ella solía tener esa manía, desde bebe siempre se había quedado prendada con nuestro cabello, eso y lo de morderse los labios, un gesto que sin duda había heredado de su madre. De mi había heredado el don para meterse donde no la llaman, y la obsesión con la música.
-Entiendo lo que dices cielo, pero no puedes ir por ahí haciendo explotar las cosas. Antes era más fácil, pero ahora con la tecnología actual es más fácil que den contigo…Comencé a susurrarle, después de todo aun seguíamos en un lugar público.
No será fácil para mí ahora sacarte de la lista de los terroristas…Ahora tendré que cobrar favores y ya sabes lo que aquello implica…su rostro se compungió un poco.
Aquello significaba que tarde o temprano me pedirían favores de vuelta y yo terminaría a saber en qué parte del mundo en dios sabe que actividades ilegales…
-Va cielo, abraza a tu madre antes de que te desherede y me pida el divorcio…Has visto lo que estaba pensando? Puedes creer lo que hace en aquel museo? Esta noche no dormirá conmigo, de eso estoy seguro, dije con tranquilidad apartando los cabellos de May, para que no tapasen sus ojos. Me apetecía picarle un poco, pero solo un poco, ella siempre tenía más recuerdos morbosos y a mí no me apetecía en absoluto tener que verlos. Yo simplemente no usaba ese truco con ella, no me parecía bien.
May me miro con los ojos como platos, ella solía estar acostumbrada a alguna discusión ocasional pero no le hacía gracia alguna ver que nos peleábamos, se asustaba, como si pensase que era su culpa…Nuestra dulce niña era simplemente un sol…
May beso mi mejilla y se bajo de mis piernas para acercarse a su madre…Después de todo entre chicas seguro que se iban a entender mejor, solo esperaba que no se confabularan contra mí o terminaría siendo una noche inolvidable…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
Fruncí el ceño cuando él aludió a su extraño horario de llamadas y abrí la boca para rechistar cuando May empezó a excusarse. Odiaba las excusas y ella lo sabía, por eso siempre recurría a su padre, puesto que éste siempre la mimaba y consentía en la medida de lo posible. Por ello mi hija se explicaba siempre mirando a Jerarld, esperando una de sus sonrisas cómplices, un abrazo como signo del pacto silencioso que ambos habían firmado y sólo entonces, me miraba temerosa por mi respuesta, que siempre terminaba siendo el silencio y una mala cara, pues aunque por dentro me moría de ganas de reñirla -no porque me gustara, sino porque siempre sufría por ella, la preocupación era constante y de algún modo esperaba que mis palabras la hicieran más cuerda- al final optaba por no añadir nada más, sólo por el simple hecho de no querer convertirme en la mala de la película. Así que suspiré y meneé la cabeza cuando Jerarld la animó a que me abrazara, obedeciendo con una sonrisa aunque sabía que temía mi reacción.
- Sabes que si pudiera, te encerraría en el sótano y te ataría de pies y manos durante un siglo.- murmuré con frialdad cuando ella acomodó su cabeza entre la mía y el hombro, aprovechando aquella posición para susurrarle aquello sin temor a que nadie más me escuchara.- Pero sabes que no puedo y te aprovechas de ello.- suspiré, alejándome de ella y ladeando la cabeza, mostrando mi desagrado.
Entonces, recordé las palabras de Jerarld y quise devolverle aquella jugada suya, acomodando mi codo en la mesa, tomar unas hojitas de menta del mojito para disponerlas sobre mis labios, mordisqueándolas sensualmente mientras mis piernas se cruzaban y la que se encontraba encima de la otra se movía muy provocativamente hacia la entrepierna de mi marido. No obstante la imagen mental que reproducí no sería del agrado de éste, por mucho que mi actitud mostrase erotismo.
Estaba segura que relacionaría aquél recuerdo con aquella excursión que hicimos hacía unas semanas, a un campo de la propiedad de Marius, mi jefe. Por suerte, aquél día estaba nublado y no tuve que preocuparme por el sol, pese a ir protegida con crema solar de máxima protección, guantes, pamela, vestido largo, gafas de sol... Pero pese a toda la ropa que llevaba encima y que cubría mi piel, Marius iba con escasa ropa y desde luego aquella imagen era muy morbosa.
- Tranquilo, cielo, ya ves que tengo con quien pasar la noche, si tu no deseas mi compañía.- Reí entre dientes y lamí provocativamente mis labios, a la espera de la reacción de mi adorado maridito.
- Sabes que si pudiera, te encerraría en el sótano y te ataría de pies y manos durante un siglo.- murmuré con frialdad cuando ella acomodó su cabeza entre la mía y el hombro, aprovechando aquella posición para susurrarle aquello sin temor a que nadie más me escuchara.- Pero sabes que no puedo y te aprovechas de ello.- suspiré, alejándome de ella y ladeando la cabeza, mostrando mi desagrado.
Entonces, recordé las palabras de Jerarld y quise devolverle aquella jugada suya, acomodando mi codo en la mesa, tomar unas hojitas de menta del mojito para disponerlas sobre mis labios, mordisqueándolas sensualmente mientras mis piernas se cruzaban y la que se encontraba encima de la otra se movía muy provocativamente hacia la entrepierna de mi marido. No obstante la imagen mental que reproducí no sería del agrado de éste, por mucho que mi actitud mostrase erotismo.
- Marius sexy:
Estaba segura que relacionaría aquél recuerdo con aquella excursión que hicimos hacía unas semanas, a un campo de la propiedad de Marius, mi jefe. Por suerte, aquél día estaba nublado y no tuve que preocuparme por el sol, pese a ir protegida con crema solar de máxima protección, guantes, pamela, vestido largo, gafas de sol... Pero pese a toda la ropa que llevaba encima y que cubría mi piel, Marius iba con escasa ropa y desde luego aquella imagen era muy morbosa.
- Tranquilo, cielo, ya ves que tengo con quien pasar la noche, si tu no deseas mi compañía.- Reí entre dientes y lamí provocativamente mis labios, a la espera de la reacción de mi adorado maridito.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: La cara oculta de París.
Contemple como mis dos ángeles se abrazaban y cuchicheaban.
Apure la copa de whisky sin quitar los ojos de mi amada, observando sus movimientos, era mi turno de mover pieza, el juego seguía y yo lo sabía bien, pero aun así estaba comenzando a enfadarme.
Nunca había sido precisamente bueno compartiendo afecto. Y mucho menos si este era el afecto de mis seres queridos. Precisamente por ese motivo nuestra pequeña May no había tenido muchas “parejas”…Prefería cortar con ellas antes que tener que presentármelas a mí.
Cuando tienes un padre que puede hacer que un asesinato parezca un accidente en el que desaparezcan todos los rastros de la existencia de aquella persona….pues ya no te sientes tan tranquilo…
May se separo de Eyra y se sentó a mi lado otra vez. Fue entonces cuando mi amada se acomodo delante de mí, mordiendo aquellas hojas de menta de forma lenta, mordiéndose los labios con lujuria mientras deslizaba su delicado pie por zonas que no está precisamente bien visto nombrar en esta ocasión.
May nos contemplo, sabiendo que estábamos teniendo una ligera discusión mental, aunque se podía ver que no entendía del todo que estaba pasando con nosotros, no había mas que ver su rostro para entender que ella nos miraba y no entendía absolutamente nada.
El rostro de Eyra era una sonrisa satisfactoria y sexy, y mi rostro denotaba ira, rabia, furia, y si hubiese estado vivo habría mostrado un gran acaloramiento y rubor. Afortunadamente esa parte no se podía apreciar, en esos momentos adoraba tener un corazón no palpitante.
-Cielo, acabas de llegar verdad? dije dirigiéndome hacia May.
-Si papa, el vuelo ha llegado hace poco…me muero de hambre dijo mirando hacia todos lados. Voy a ir a refrescarme un poco, vienes mama?
Eyra asintió pero yo agarre su pie con firmeza sin soltarlo, ahora no se podría poner en pie sin que los demás no viesen donde lo tenía alojado. Me miro como intentando averiguar qué era lo que yo pretendía.
-May cariño, tu madre te alcanzara en un momento, permíteme que aclare una cosa con ella antes. Nuestra pequeña asintió mientras nos miraba raro. Ella nunca se esperaba lo que fuese a pasar, nosotros siempre éramos un misterio en ese sentido. Podíamos estar la mar de alegres y al momento siguiente haberlo destrozado todo.
Cuando ya vi que May estuva lo suficientemente lejos como para escucharnos, hable con mi esposa.
-Así que tienes con quien compartir esta noche eh? Dije sonriéndole de medio lado, mientras me acercaba a ella aun con su pie sujeto.
…quizás podrías decirle a ese tal Marius que se viniese a casa y así nos lo pasamos bien los tres… Oh quizás prefieres que me vaya una temporada para que os divirtáis solos? En nuestra casa quizás? En nuestra gran cama tal vez? Comencé a deslizar mis manos suavemente por la pierna que le tenía sujeta, acariciando con suavidad su piel fría, subiendo poco a poco por su rodilla y por el interior de su muslo…
-Si… Por lo visto te los pasas bien en aquellas salidas…dije mientras me acercaba a esos labios carnosos, dejando por un instante que nuestras respiraciones se mesclasen, mi aroma estaría envolviendo su nariz ahora mismo, y yo sabía que en aquel instante ella querria absorber esa esencia, y que yo le robase un beso. Pero en vez de eso yo me acerque a su oído para susurrarle, mientras nuestras frías mejillas se rozaban un instante.
La oscuridad del lugar era de agradecer en ese instante, ya que no se podía apreciar que era lo que estábamos haciendo entre el gentío.
-…Sabes que podría arrancarte toda la ropa y besar cada centímetro de tu cuerpo desnudo aquí y ahora mismo verdad…? dije dando un pequeño lametón al lóbulo de su oreja, sintiendo por un instante como ella daba un pequeño salto ante lo inesperado de mi reacción. Yo estaba enfadado así era, pero también quería seguir jugando.
Me aparte un poco de ella y pude apreciar como los ojos de mi amada brillaban con aquella lujuria característica…Me mordí los labios aun estando allí cerca suyo, aspire su aliento y me acerque lentamente a sus labios, para parar en el último instante, sin haberle rozado siquiera.
Momento en el que solté su pierna, me puse de pie con calma, y guarde todos los trastos tecnológicos que tenía allí encima y los guardaba en mi maletín. Tome mi gabardina y la aloje sobre mi hombro.
-Bueno cielo, que te lo pases bien con Marius, cuando acabes con el dame su número, no me importaría invitarle a una copa. Le guiñe un ojo y comencé a caminar por la oscura calle,dejandole alli, sin haber acabado lo que comence.
Mis dos ángeles podrían volver solos a casa, aunque algo me decía que May estaría disfrutando ahora mismo. No tenía que verla, para saber que se estaba bebiendo a un joven en los baños. La noche aun era joven para ella, para que arruinársela?
Apure la copa de whisky sin quitar los ojos de mi amada, observando sus movimientos, era mi turno de mover pieza, el juego seguía y yo lo sabía bien, pero aun así estaba comenzando a enfadarme.
Nunca había sido precisamente bueno compartiendo afecto. Y mucho menos si este era el afecto de mis seres queridos. Precisamente por ese motivo nuestra pequeña May no había tenido muchas “parejas”…Prefería cortar con ellas antes que tener que presentármelas a mí.
Cuando tienes un padre que puede hacer que un asesinato parezca un accidente en el que desaparezcan todos los rastros de la existencia de aquella persona….pues ya no te sientes tan tranquilo…
May se separo de Eyra y se sentó a mi lado otra vez. Fue entonces cuando mi amada se acomodo delante de mí, mordiendo aquellas hojas de menta de forma lenta, mordiéndose los labios con lujuria mientras deslizaba su delicado pie por zonas que no está precisamente bien visto nombrar en esta ocasión.
May nos contemplo, sabiendo que estábamos teniendo una ligera discusión mental, aunque se podía ver que no entendía del todo que estaba pasando con nosotros, no había mas que ver su rostro para entender que ella nos miraba y no entendía absolutamente nada.
El rostro de Eyra era una sonrisa satisfactoria y sexy, y mi rostro denotaba ira, rabia, furia, y si hubiese estado vivo habría mostrado un gran acaloramiento y rubor. Afortunadamente esa parte no se podía apreciar, en esos momentos adoraba tener un corazón no palpitante.
-Cielo, acabas de llegar verdad? dije dirigiéndome hacia May.
-Si papa, el vuelo ha llegado hace poco…me muero de hambre dijo mirando hacia todos lados. Voy a ir a refrescarme un poco, vienes mama?
Eyra asintió pero yo agarre su pie con firmeza sin soltarlo, ahora no se podría poner en pie sin que los demás no viesen donde lo tenía alojado. Me miro como intentando averiguar qué era lo que yo pretendía.
-May cariño, tu madre te alcanzara en un momento, permíteme que aclare una cosa con ella antes. Nuestra pequeña asintió mientras nos miraba raro. Ella nunca se esperaba lo que fuese a pasar, nosotros siempre éramos un misterio en ese sentido. Podíamos estar la mar de alegres y al momento siguiente haberlo destrozado todo.
Cuando ya vi que May estuva lo suficientemente lejos como para escucharnos, hable con mi esposa.
-Así que tienes con quien compartir esta noche eh? Dije sonriéndole de medio lado, mientras me acercaba a ella aun con su pie sujeto.
…quizás podrías decirle a ese tal Marius que se viniese a casa y así nos lo pasamos bien los tres… Oh quizás prefieres que me vaya una temporada para que os divirtáis solos? En nuestra casa quizás? En nuestra gran cama tal vez? Comencé a deslizar mis manos suavemente por la pierna que le tenía sujeta, acariciando con suavidad su piel fría, subiendo poco a poco por su rodilla y por el interior de su muslo…
-Si… Por lo visto te los pasas bien en aquellas salidas…dije mientras me acercaba a esos labios carnosos, dejando por un instante que nuestras respiraciones se mesclasen, mi aroma estaría envolviendo su nariz ahora mismo, y yo sabía que en aquel instante ella querria absorber esa esencia, y que yo le robase un beso. Pero en vez de eso yo me acerque a su oído para susurrarle, mientras nuestras frías mejillas se rozaban un instante.
La oscuridad del lugar era de agradecer en ese instante, ya que no se podía apreciar que era lo que estábamos haciendo entre el gentío.
-…Sabes que podría arrancarte toda la ropa y besar cada centímetro de tu cuerpo desnudo aquí y ahora mismo verdad…? dije dando un pequeño lametón al lóbulo de su oreja, sintiendo por un instante como ella daba un pequeño salto ante lo inesperado de mi reacción. Yo estaba enfadado así era, pero también quería seguir jugando.
Me aparte un poco de ella y pude apreciar como los ojos de mi amada brillaban con aquella lujuria característica…Me mordí los labios aun estando allí cerca suyo, aspire su aliento y me acerque lentamente a sus labios, para parar en el último instante, sin haberle rozado siquiera.
Momento en el que solté su pierna, me puse de pie con calma, y guarde todos los trastos tecnológicos que tenía allí encima y los guardaba en mi maletín. Tome mi gabardina y la aloje sobre mi hombro.
-Bueno cielo, que te lo pases bien con Marius, cuando acabes con el dame su número, no me importaría invitarle a una copa. Le guiñe un ojo y comencé a caminar por la oscura calle,dejandole alli, sin haber acabado lo que comence.
Mis dos ángeles podrían volver solos a casa, aunque algo me decía que May estaría disfrutando ahora mismo. No tenía que verla, para saber que se estaba bebiendo a un joven en los baños. La noche aun era joven para ella, para que arruinársela?
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
Jerarld se las apañó para que May nos dejara a solas, aunque quise evitarlo no por temor, simplemente porque di el tema por zanjado, viéndome a mí como triunfadora. Pero él no quiso darme ese placer. Por lo contrario, empezó a acariciar mi pierna y mi muslo muy sensualmente, dejándome la miel en los labios cuando casi me besaba, terminando por susurrarme unas palabras que sin duda, me excitaron. Y eso era un peligro, Jer lo sabía. Cuando quería algo, fuese como fuese, lo lograba. Y ahora había despertado mi parte más salvaje. Necesitaba desatarla. Pero de pronto, él se alzó y tras unas breves palabras, se marchó, abandonándome a mi suerte en aquél bar en el que, por cierto, me tocaba pagar a mí.
Me encogí de hombros y tomé mi bolso, depositando sobre la mesa un billete con el que bien podía pagar las consumiciones de todos los clientes del local. Presté atención al murmuro interior del bar, localizando a mi hija alimentándose de un pobre humano. Reí con desdés y tomé el vaso con mojito y lo llevé a mis labios, deleitándome con su sabor y dejando que los hielos se deshacieran en mi boca con lentitud. De pronto, una sorpresa me paralizó en aquella silla, impidiendo que pudiera ir en busca de mi marido.
- ¡Eyra! ¡Qué casualidad!.- gritó con alegría la voz aterciopelada de Marios.
Al girar mi vista, no pude evitar entreabrir mis labios, sorprendiéndome por lo que mis ojos vieron, agradeciendo al cielo que Jerarld no estuviese allí.
Entonces recordé que uno de los hobbies de mi jefe era el motociclismo, por lo que solía usar una moto de gran cilindrada y vestirse como uno de esos rebeldes de los años ochenta. Aunque no sabía dónde se había dejado aquella chaqueta de cuero tan característica, pues como camisa sólo llevaba su piel ¿A caso le escaseaban? Debía comprarle un par cuando fuese el Amigo Invisible de Navidad.
- Buenas noches Marius.- le saludé con una sonrisa torcida, dejando el vaso sobre la mesa.
Él asintió a mi saludo y sin pedir permiso -algo muy corriente en aquél siglo XXI- tomó asiento junto a mí, justo dónde minutos antes había estado Jerarld. Entonces abrió la boca para hablar, pero algo nos interrumpió. Un zumbido, una vibración. Sobre la mesa, permanecía el teléfono móvil de Jerarld y parecía que alguien le reclamaba. Lo único que pensé entonces fue... ¿qué ocurriría cuando él se diera cuenta de su descuido? Tragué saliva y miré a Marius, disimulando mi nerviosismo con una sonrisa demasiado traviesa, quizás.
Me encogí de hombros y tomé mi bolso, depositando sobre la mesa un billete con el que bien podía pagar las consumiciones de todos los clientes del local. Presté atención al murmuro interior del bar, localizando a mi hija alimentándose de un pobre humano. Reí con desdés y tomé el vaso con mojito y lo llevé a mis labios, deleitándome con su sabor y dejando que los hielos se deshacieran en mi boca con lentitud. De pronto, una sorpresa me paralizó en aquella silla, impidiendo que pudiera ir en busca de mi marido.
- ¡Eyra! ¡Qué casualidad!.- gritó con alegría la voz aterciopelada de Marios.
Al girar mi vista, no pude evitar entreabrir mis labios, sorprendiéndome por lo que mis ojos vieron, agradeciendo al cielo que Jerarld no estuviese allí.
- Spoiler:
Entonces recordé que uno de los hobbies de mi jefe era el motociclismo, por lo que solía usar una moto de gran cilindrada y vestirse como uno de esos rebeldes de los años ochenta. Aunque no sabía dónde se había dejado aquella chaqueta de cuero tan característica, pues como camisa sólo llevaba su piel ¿A caso le escaseaban? Debía comprarle un par cuando fuese el Amigo Invisible de Navidad.
- Buenas noches Marius.- le saludé con una sonrisa torcida, dejando el vaso sobre la mesa.
Él asintió a mi saludo y sin pedir permiso -algo muy corriente en aquél siglo XXI- tomó asiento junto a mí, justo dónde minutos antes había estado Jerarld. Entonces abrió la boca para hablar, pero algo nos interrumpió. Un zumbido, una vibración. Sobre la mesa, permanecía el teléfono móvil de Jerarld y parecía que alguien le reclamaba. Lo único que pensé entonces fue... ¿qué ocurriría cuando él se diera cuenta de su descuido? Tragué saliva y miré a Marius, disimulando mi nerviosismo con una sonrisa demasiado traviesa, quizás.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: La cara oculta de París.
Comencé a caminar, mientras me ponía la gabardina.
Momento en el que al palpar el bolsillo note un móvil, pero faltaba el otro. Continúe palpando el bolsillo rebuscando, y luego busque en los siguientes sin dar con él.
Me pare un momento para abrir el maletín de cuero negro, rebusque entre los papeles, el mac, los pendrives, los documentos y el resto trastos sin dar con el dichoso aparato.
Me lo habría dejado era lo más que seguro. Aparte mis cabellos algo enrabiado por tener que volver. Pero que más remedio, si lo dejaba allí, más que seguro que Eyra lo destruía solo para desfogarse por dejarle así.
Camine con calma atrayendo las constantes miradas de los presentes y llegue hacia la mesa donde nos habíamos ubicado hacia unos instantes. Cuál fue mi sorpresa al ver a aquel hombre sentado en mi sitio.
-…Pero que demonios? Susurre al acercarme.
Vale era cierto que le había dicho a mi flamante esposa que podía quedarse con Marius esta noche si lo deseaba, pero era para picarle! además con tanta rapidez le había encontrado? Como era posible? Maldita fuese mi mala suerte!
Cuando me ubique delante de su mesa y tome el aparato que vibraba ambos se quedaron mirándome.
-Me había dejado el móvil cielo. dije con una sonrisa falsa. Disculpadme. Lo tome ante la mirada sin entender de Marius y la mirada algo aterrorizada de mi amada. Yo me limite a contestar el bendito trasto.
-Si? Oh Natasha… Dobry vecher! Rasskazhi mne… Comencé a escuchar a mi queridísima amiga rusa, que me agradecía haberle ayudado con cierto libro que estaba produciendo. Gracias a mis influencias no había tenido problemas para editarlo y ahora deseaba invitarme a cenar para agradecérmelo.
-Kogda? Ella me indico el lugar y la fecha en San Petersburgo, y yo acepte encantado no solo porque ella me caía bien, sino porque ver esa mirada de desdén, desprecio y muy posiblemente celos en los ojos de Eyra no tenia precio. Me despedí apagando el móvil y dirigí una mirada a aquel par que me miraba silencioso.
-El trabajo. Comente mientras me lo guardaba en el bolsillo. Oh disculpa mis modales…Eres Marius verdad? pregunte haciéndome el inocente, sabía perfectamente quien era aquel desgraciado que tenía delante, él había besado a mi esposa, me había quedado con su cara.
-Soy Jerarld…Mire a Eyra, y comprendí que no le había dicho que estaba casada…Podría haberme presentado como quien era, pero pensaba hacerle un favor por esta vez.
-Soy un viejo amigo de Eyra. Extendí la mano delante de él mientras este la estrechaba asintiendo.Si..un viejo amigo.
Dije asintiendo tambien.
–Si…un viejo viejo viejo amigo con mas derechos de los que tu podrías soñar tener con ella en toda tu asquerosa vida de mortal…pensé para mis adentros mientras seguía sonriendo ante la mirada estupefacta de mi amada. Ella sabía que esa sonrisa en mi rostro no significaba más que muerte y destrucción, ella me conocía bien.
-Te veo acalorado Marius…él hizo un gesto señalando su moto, como si se hubiese dejado las cosas allí o algo así.
-Ah! no está mal señale, yo tengo una de mas cilindrada en casa. Las motos me encantan.
Definitivamente los vehiculos me parecian uno de los mejores inventos de la modernidad junto con las imprentas, los ordenadores, los aviones, las donacion de sangre...entre tantas cosas.
Aunque la uso poco, es más cómodo ir en el todoterreno o en Ferrari con mi esposa…
Ah sí, es que estoy casado…indique mostrando mi mano para que se viese mi anillo.
- Aunque no estamos pasando un buen momento. Mire a Eyra a posta. No, no pasamos un buen momento, yo creo que nos vamos a divorciar. Negué con la cabeza y Marius que deseaba con toda su alma que yo me fuese me indico que me sentase, como si me estuviese invitando a beber, afectado al ver lo mal que iba mi matrimonio. Marius parecía ser un hombre con modales, aunque no tuviese precisamente el buen gusto como para ir vestido. Aunque quizás le gustaba parecer un vagabundo e ir así por la ciudad, quien sabe.
La verdad es que comenzaba a disfrutar con la situación. Me senté delante de Eyra mordiéndome los labios algo divertido al contemplar su mirada. Me iba a tener que compensar por esto de eso estaba más que seguro. El camarero volvió a aparecer y me saludo cordial. Pues llevaba siendo su cliente toda la noche.
-Vodka. Indique. La semana que viene tengo una cita en San Petersburgo, será mejor que me vaya aclimatando. Este es tu jefe verdad tesoro? Ese de quien tantísimo me has hablado…
De fondo pude ver a May y me comunique con ella mentalmente.
-May tesoro no vengas aun. Ves a este hombre aquí?...Es el jefe de tu madre. Te contare más tarde lo que está pasando…Te vas a reír muchísimo cielo. Le guiñe un ojo y ella asintió para verse inmediatamente rodeada de una muchedumbre que parecía mirarla como si ella estuviese en un altar. Mi pequeña tenía tantísimo carisma como sus padres y se lo pasaría bien el resto de la noche, de eso estaba seguro.
Centre mi atención en mis silenciosos acompañantes. Sin poder evitar fijarme en una vena que resaltaba sobre el pectoral de Marius. Apoye un codo sobre la mesa y el mentón en mi mano.
- Sera por las horas…pero me ha dado hambre…dije mirando de reojo a mi esposa, tenía ganas de morder a alguien y ya no sabía a cuál de los dos me apetecía hincarle el diente antes…
Momento en el que al palpar el bolsillo note un móvil, pero faltaba el otro. Continúe palpando el bolsillo rebuscando, y luego busque en los siguientes sin dar con él.
Me pare un momento para abrir el maletín de cuero negro, rebusque entre los papeles, el mac, los pendrives, los documentos y el resto trastos sin dar con el dichoso aparato.
Me lo habría dejado era lo más que seguro. Aparte mis cabellos algo enrabiado por tener que volver. Pero que más remedio, si lo dejaba allí, más que seguro que Eyra lo destruía solo para desfogarse por dejarle así.
Camine con calma atrayendo las constantes miradas de los presentes y llegue hacia la mesa donde nos habíamos ubicado hacia unos instantes. Cuál fue mi sorpresa al ver a aquel hombre sentado en mi sitio.
-…Pero que demonios? Susurre al acercarme.
Vale era cierto que le había dicho a mi flamante esposa que podía quedarse con Marius esta noche si lo deseaba, pero era para picarle! además con tanta rapidez le había encontrado? Como era posible? Maldita fuese mi mala suerte!
Cuando me ubique delante de su mesa y tome el aparato que vibraba ambos se quedaron mirándome.
-Me había dejado el móvil cielo. dije con una sonrisa falsa. Disculpadme. Lo tome ante la mirada sin entender de Marius y la mirada algo aterrorizada de mi amada. Yo me limite a contestar el bendito trasto.
-Si? Oh Natasha… Dobry vecher! Rasskazhi mne… Comencé a escuchar a mi queridísima amiga rusa, que me agradecía haberle ayudado con cierto libro que estaba produciendo. Gracias a mis influencias no había tenido problemas para editarlo y ahora deseaba invitarme a cenar para agradecérmelo.
-Kogda? Ella me indico el lugar y la fecha en San Petersburgo, y yo acepte encantado no solo porque ella me caía bien, sino porque ver esa mirada de desdén, desprecio y muy posiblemente celos en los ojos de Eyra no tenia precio. Me despedí apagando el móvil y dirigí una mirada a aquel par que me miraba silencioso.
-El trabajo. Comente mientras me lo guardaba en el bolsillo. Oh disculpa mis modales…Eres Marius verdad? pregunte haciéndome el inocente, sabía perfectamente quien era aquel desgraciado que tenía delante, él había besado a mi esposa, me había quedado con su cara.
-Soy Jerarld…Mire a Eyra, y comprendí que no le había dicho que estaba casada…Podría haberme presentado como quien era, pero pensaba hacerle un favor por esta vez.
-Soy un viejo amigo de Eyra. Extendí la mano delante de él mientras este la estrechaba asintiendo.Si..un viejo amigo.
Dije asintiendo tambien.
–Si…un viejo viejo viejo amigo con mas derechos de los que tu podrías soñar tener con ella en toda tu asquerosa vida de mortal…pensé para mis adentros mientras seguía sonriendo ante la mirada estupefacta de mi amada. Ella sabía que esa sonrisa en mi rostro no significaba más que muerte y destrucción, ella me conocía bien.
-Te veo acalorado Marius…él hizo un gesto señalando su moto, como si se hubiese dejado las cosas allí o algo así.
-Ah! no está mal señale, yo tengo una de mas cilindrada en casa. Las motos me encantan.
- Spoiler:
Definitivamente los vehiculos me parecian uno de los mejores inventos de la modernidad junto con las imprentas, los ordenadores, los aviones, las donacion de sangre...entre tantas cosas.
Aunque la uso poco, es más cómodo ir en el todoterreno o en Ferrari con mi esposa…
Ah sí, es que estoy casado…indique mostrando mi mano para que se viese mi anillo.
- Aunque no estamos pasando un buen momento. Mire a Eyra a posta. No, no pasamos un buen momento, yo creo que nos vamos a divorciar. Negué con la cabeza y Marius que deseaba con toda su alma que yo me fuese me indico que me sentase, como si me estuviese invitando a beber, afectado al ver lo mal que iba mi matrimonio. Marius parecía ser un hombre con modales, aunque no tuviese precisamente el buen gusto como para ir vestido. Aunque quizás le gustaba parecer un vagabundo e ir así por la ciudad, quien sabe.
La verdad es que comenzaba a disfrutar con la situación. Me senté delante de Eyra mordiéndome los labios algo divertido al contemplar su mirada. Me iba a tener que compensar por esto de eso estaba más que seguro. El camarero volvió a aparecer y me saludo cordial. Pues llevaba siendo su cliente toda la noche.
-Vodka. Indique. La semana que viene tengo una cita en San Petersburgo, será mejor que me vaya aclimatando. Este es tu jefe verdad tesoro? Ese de quien tantísimo me has hablado…
De fondo pude ver a May y me comunique con ella mentalmente.
-May tesoro no vengas aun. Ves a este hombre aquí?...Es el jefe de tu madre. Te contare más tarde lo que está pasando…Te vas a reír muchísimo cielo. Le guiñe un ojo y ella asintió para verse inmediatamente rodeada de una muchedumbre que parecía mirarla como si ella estuviese en un altar. Mi pequeña tenía tantísimo carisma como sus padres y se lo pasaría bien el resto de la noche, de eso estaba seguro.
Centre mi atención en mis silenciosos acompañantes. Sin poder evitar fijarme en una vena que resaltaba sobre el pectoral de Marius. Apoye un codo sobre la mesa y el mentón en mi mano.
- Sera por las horas…pero me ha dado hambre…dije mirando de reojo a mi esposa, tenía ganas de morder a alguien y ya no sabía a cuál de los dos me apetecía hincarle el diente antes…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
Mis temores se cumplieron y antes de que pudiese pensar algo para evitar aquella situación, sentí el bufido de Jerarld acompañado de sus pasos hacia la mesa, tomando el móvil y hablando con una mujer de la que nunca había escuchado hablar, una tal Natasha. Desde mi asiento, pude escuchar su conversación y el tono que la jovencita empleaba para dirigirse a mi marido. No me gustó para nada, como es lógico, pero me mantuve en silencio mientras mis dedos se enlazaban en un mechón de cabello de Marius, quién me miraba con una sonrisa exquisita. Entonces, Jerarld colgó y le miré haciéndole un gesto para que nos dejara a solas, había cosas que podía tratar aprovechando aquella casualdiad de la noche, como por ejemplo un aumento de sueldo o quizás un ascenso laboral. Aunque... era realmente una tentación de hombre. Era como un helado para un niño. Como un bombón para una mujer. Como una cerveza para un hombre. En fin, un trago que ansiaba probar.
Jerarld distrajo mis pensamientos cuando se dirigió a Marius, presentándose como un viejo amigo mío y negándose a marcharse. Aquello me sorprendió muchísimo, pero no quise contradecir aquella versión suya, aprovechando el momento para quitarme disimuladamente la alianza del dedo anular y guardándolo en mi bolso, para poner mis manos sobre la mesa, muy cerca de las de Marius. Sonreí a Jerarld y grité interiormente para que me escuchara en silencio:
- ¿Me estás lanzando a sus brazos, querido?- reí.- Sé que ésto no lo haces gratuitamente... ¿qué quieres?
Entrecerré los ojos y fruncí los labios a la espera de su respuesta mientras, de pronto, noté una mano que acariciaba mi muslo derecho. De reojo, pude ver una sonrisa traviesa en los labios de Marius y sentí cómo sus dedos empezaban a escalar hacia mi entrepierna, lugar al que no llegaron puesto que se lo impedí con un repentino cambio de postura.
Jerarld seguía hablando, ésta vez de su moto y comentando los coches que teníamos en el garage. Puse los ojos en blanco y ladeé el rostro, señalándole qué tan fantasma me parecía su comentario. Pero dijo algo que me molestó. Algo que en otra ocasión, hubiera desatado mi ira. Y en cierto modo, la desató. Quizás por eso tomé el vaso con mojito y tras fingir una torpeza, se lo lancé encima, manchando su camisa y su rostro.
- ¡Ouch! Lo siento, Jerarld, sabes lo torpe que soy.- murmuré con fingida inocencia mientras me aposentaba de nuevo en mia siento y entreabría mi escote para mostrar algo más de piel, gesto que hipnotizó a Marius sin disimulo alguno. Aquello me hizo reír entre dientes.- ¿Decías que te divorciarás? Bueno, en tal caso veo que no pierdes el tiempo. Seguro que tu mujer tampoco lo pierde.- reí de nuevo, aludiendo a su cita con la rusa aquella a la que me encargaría personalmente que sufriera una tortura larga y dolorosa y quizás luego, ella se convertiría en mi primera víctima mortal.- Oh, sí, él es Marius, mi superior en el Museo.- respondí con una radiante sonrisa mientras recostaba mi cuerpo sobre el pectoral del humano, ronroneando levemente a la altura de su cuello.- Y ahora pensábamos ir a alguna parte, ¿cierto?- inquirí con perversión en cuanto Jerarld comentó aquello de que tenía hambre. Si antes dije que era irresistible, ahora lo confirmaba y de hecho, pensaba probarlo aquella noche. Miré a Jerarld y le hice un gesto que él conocía muy bien, era el signo de "ésta presa es mía" y que significaba que no pensaba compartirlo con nadie. A demás, estaba segura de que mi marido lo mataría y luego diría que fue un descuido, un accidente. No quería arriesgarme a librarme tan rápidamente de Marius. Me gustaba demasiado este juego de seducción.
- Por supuesto.- coincidió Marius poniéndose en pie y tomándome la mano entre la suya, fijándose en que no llevaba anillo alguno que me atara a nadie.- Por motivos de trabajo había pedido una suite en el hotel Ritz, ¿te apetece ir?- pidió con un guiño pícaro.
Me limité a reír con desdén y miré de reojo a mi amado antes de tomar el brazo de mi jefe y el bolso, con la intención de marcharnos. ¿Permitiría eso mi marido?
Jerarld distrajo mis pensamientos cuando se dirigió a Marius, presentándose como un viejo amigo mío y negándose a marcharse. Aquello me sorprendió muchísimo, pero no quise contradecir aquella versión suya, aprovechando el momento para quitarme disimuladamente la alianza del dedo anular y guardándolo en mi bolso, para poner mis manos sobre la mesa, muy cerca de las de Marius. Sonreí a Jerarld y grité interiormente para que me escuchara en silencio:
- ¿Me estás lanzando a sus brazos, querido?- reí.- Sé que ésto no lo haces gratuitamente... ¿qué quieres?
Entrecerré los ojos y fruncí los labios a la espera de su respuesta mientras, de pronto, noté una mano que acariciaba mi muslo derecho. De reojo, pude ver una sonrisa traviesa en los labios de Marius y sentí cómo sus dedos empezaban a escalar hacia mi entrepierna, lugar al que no llegaron puesto que se lo impedí con un repentino cambio de postura.
Jerarld seguía hablando, ésta vez de su moto y comentando los coches que teníamos en el garage. Puse los ojos en blanco y ladeé el rostro, señalándole qué tan fantasma me parecía su comentario. Pero dijo algo que me molestó. Algo que en otra ocasión, hubiera desatado mi ira. Y en cierto modo, la desató. Quizás por eso tomé el vaso con mojito y tras fingir una torpeza, se lo lancé encima, manchando su camisa y su rostro.
- ¡Ouch! Lo siento, Jerarld, sabes lo torpe que soy.- murmuré con fingida inocencia mientras me aposentaba de nuevo en mia siento y entreabría mi escote para mostrar algo más de piel, gesto que hipnotizó a Marius sin disimulo alguno. Aquello me hizo reír entre dientes.- ¿Decías que te divorciarás? Bueno, en tal caso veo que no pierdes el tiempo. Seguro que tu mujer tampoco lo pierde.- reí de nuevo, aludiendo a su cita con la rusa aquella a la que me encargaría personalmente que sufriera una tortura larga y dolorosa y quizás luego, ella se convertiría en mi primera víctima mortal.- Oh, sí, él es Marius, mi superior en el Museo.- respondí con una radiante sonrisa mientras recostaba mi cuerpo sobre el pectoral del humano, ronroneando levemente a la altura de su cuello.- Y ahora pensábamos ir a alguna parte, ¿cierto?- inquirí con perversión en cuanto Jerarld comentó aquello de que tenía hambre. Si antes dije que era irresistible, ahora lo confirmaba y de hecho, pensaba probarlo aquella noche. Miré a Jerarld y le hice un gesto que él conocía muy bien, era el signo de "ésta presa es mía" y que significaba que no pensaba compartirlo con nadie. A demás, estaba segura de que mi marido lo mataría y luego diría que fue un descuido, un accidente. No quería arriesgarme a librarme tan rápidamente de Marius. Me gustaba demasiado este juego de seducción.
- Por supuesto.- coincidió Marius poniéndose en pie y tomándome la mano entre la suya, fijándose en que no llevaba anillo alguno que me atara a nadie.- Por motivos de trabajo había pedido una suite en el hotel Ritz, ¿te apetece ir?- pidió con un guiño pícaro.
Me limité a reír con desdén y miré de reojo a mi amado antes de tomar el brazo de mi jefe y el bolso, con la intención de marcharnos. ¿Permitiría eso mi marido?
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: La cara oculta de París.
Escuche aquel grito mental, sabiendo que estaba dando en el clavo, la estaba sacando de sus casillas.
-Que, que quiero?...Já! maldita sea, me voy dos segundos y ya tengo un suplente? Pensaba que no te gustaba jugar tanto con la comida cielo….le comente algo herido. Pero intentando no mostrar que me importaba tanto. Era cierto que ambos nos divertíamos con aquellos donantes también llamados mortales, pero no hacía falta que me restregase sus técnicas de conquista. Algo me decía que ambos éramos más felices en la ignorancia.
Aunque si eso era lo que quería, yo le seguiría el juego. Después de todo…que mas remedio?
-Digamos que te dejo ser soltera por una noche….en ese caso, me dejarías invitarte a cenar?...podemos llevarnos a tu amiguito si quieres, dije sonriéndole pícaramente.
No me apetecía mucho que ella cenase sola esta noche. Y sabía perfectamente que ella no querría compartir conmigo, y aquello le daba más morbo a aquella situación.
Mire como ella se deshacía lentamente de la alianza de su dedo. Nos quedamos en silencio y yo simplemente me limite a sonreír mordiéndome los labios cuando ella me lanzo aquella copa por encima.
Perfecto. Ahora no solo estaba furioso sino que además ahora olería a mojito toda la noche.
-Tranquila cielo, dije secándome con las gotas de bebida que me habían salpicado el rostro, sin quitar la sonrisa en ningún momento, aquella sonrisa vengativa, sanguinaria y demencial que me salía en aquellos momentos de estrés, cuando sabia que iba a haber derramamiento de sangre.
- Siempre he sabido que eres patosa, es parte de tu encanto, que se le va a hacer? dije mientras me quitaba la gabardina y me quedaba solo con la camisa, que seguía mojada y pegándose a mi pecho…En otra ocasión hubiese sido divertido verme empapado en alcohol pero ahora mismo no era así.
Uno de los móviles volvió a sonar en mi bolsillo, aquello comenzaba ya a ser desquiciante. entre el terrorismo de mi hija, los cuernos que me estaba poniendo mi mujer, y aquellos que me llamaban cada cinco minutos ya comenzaba a perder la poca paciencia que tenia, y sin embargo cuando escuche aquello del hotel Ritz, aquello fue la gota que colmo el vaso.
Apreté el móvil que sonaba en mi bolsillo sin sacarlo de allí y lo destrocé. Notando como las diminutas piezas comenzaban a desparramarse en mi bolsillo…
-Genial, el cuarto móvil que destrozo esta semana…
-Si? Hotel Ritz eh? Genial! Comente con sarcasmo, marchaos ya! Que la noche es joven! Les dije con notable enfado. Eyra se tomo del brazo de aquel intento de pirata fallido no sin evitar mirarme entre curiosa, divertida y algo asustada, ambos comenzaron a caminar y fue entonces cuando di una orden directa a la mente de aquel individuo.
-Tropiézate. Marius al dar un paso, se tropezó con sus propias piernas, perdiendo el equilibrio y cayendo sobre una mesa, claro que Eyra iba tomada a su brazo, y se vio irremediablemente arrastrada con él, cayendo ambos sombre una mesa que estaba ocupada por cuatro personas haciendo que las copas que ellos tenían saltaran por los aires, la mesa quedase destrozada en el suelo, y ambos se manchasen la ropa aun con los brazos enredados. Al menos Eyra pareció ensuciarse un poco, Marius que iba en modo vagabundo se salvo de ensuciarse al no llevar ropa encima.
Sin mirarles como tropezaban, bebí el último sorbo del vodka que me habían traído y deje la copa vacía sobre la mesa. Me levante y contemple a aquel par que se disculpaba con aquella gente y se ponían en pie limpiándose. Mientras los camareros se acercaban veloces para arreglar el estropicio y así retornar la normalidad a aquel lugar en minutos.
Lo lamente por el bonito vestido que Eyra llevaba, pero bueno, al fin y al cabo solo era ropa. Le traería alguna cosa de Rusia para compensarla.
Me acerque a aquel par.
-Chicos!, dios santo…pero que mala suerte, va, vamos a los baños a que os limpiéis un poco, dije tomando del brazo a Marius para arrastrarle como si fuese un crio por aquel recinto lleno de gente, mientras Eyra del otro brazo aun se negaba a soltarle mientras Marius parecía ser el más confuso de los presentes. Ya que al parecer que se había dado en la cabeza.
Llegamos a la parte de atrás de aquel establecimiento, que estaba si cabe aun más oscura, y con menos gente que afuera, abrí la puerta del baño y de un empujón que le di hice que Marius entrase. Cerré antes de que Eyra pudiese entrar para apartarla un momento y arrinconarla contra la pared mientras situaba mis brazos a su alrededor, como si quisiera sujetar la pared para evitar que ella se me escapase, mientras le miraba intentando descifrar sus ojos.
-Pero que pasa contigo!? Si te quieres ir al Ritz, vale muy bien! Pero hace falta que me lo restriegues? Porque te gusta tanto verme así?
Si…definitivamente a mi adorable esposa o le gustaba ponerme celoso, o le gustaba verme en fase asesino psicópata, fuese como fuese, esperaba una respuesta antes de dejarla marchar.
En ese instante May nos observo a pocos metros nuestro, abrió los labios para decirnos algo, pero ambos giramos el rostro para mirarla, definitivamente ambos le miramos con una cara poco amigable, como si le estuviesemos diciendo...
-No pequeña…No es un buen momento para hablar.
Y con aquello basto, May cerró la boca y se dio media vuelta para continuar con sus nuevos amigos mientras nosotros seguiamos allí. Mire a mi amada muerto de celos y furioso, hoy iba a romper algo más que mi móvil, de eso estaba seguro.
-Que, que quiero?...Já! maldita sea, me voy dos segundos y ya tengo un suplente? Pensaba que no te gustaba jugar tanto con la comida cielo….le comente algo herido. Pero intentando no mostrar que me importaba tanto. Era cierto que ambos nos divertíamos con aquellos donantes también llamados mortales, pero no hacía falta que me restregase sus técnicas de conquista. Algo me decía que ambos éramos más felices en la ignorancia.
Aunque si eso era lo que quería, yo le seguiría el juego. Después de todo…que mas remedio?
-Digamos que te dejo ser soltera por una noche….en ese caso, me dejarías invitarte a cenar?...podemos llevarnos a tu amiguito si quieres, dije sonriéndole pícaramente.
No me apetecía mucho que ella cenase sola esta noche. Y sabía perfectamente que ella no querría compartir conmigo, y aquello le daba más morbo a aquella situación.
Mire como ella se deshacía lentamente de la alianza de su dedo. Nos quedamos en silencio y yo simplemente me limite a sonreír mordiéndome los labios cuando ella me lanzo aquella copa por encima.
Perfecto. Ahora no solo estaba furioso sino que además ahora olería a mojito toda la noche.
-Tranquila cielo, dije secándome con las gotas de bebida que me habían salpicado el rostro, sin quitar la sonrisa en ningún momento, aquella sonrisa vengativa, sanguinaria y demencial que me salía en aquellos momentos de estrés, cuando sabia que iba a haber derramamiento de sangre.
- Siempre he sabido que eres patosa, es parte de tu encanto, que se le va a hacer? dije mientras me quitaba la gabardina y me quedaba solo con la camisa, que seguía mojada y pegándose a mi pecho…En otra ocasión hubiese sido divertido verme empapado en alcohol pero ahora mismo no era así.
Uno de los móviles volvió a sonar en mi bolsillo, aquello comenzaba ya a ser desquiciante. entre el terrorismo de mi hija, los cuernos que me estaba poniendo mi mujer, y aquellos que me llamaban cada cinco minutos ya comenzaba a perder la poca paciencia que tenia, y sin embargo cuando escuche aquello del hotel Ritz, aquello fue la gota que colmo el vaso.
Apreté el móvil que sonaba en mi bolsillo sin sacarlo de allí y lo destrocé. Notando como las diminutas piezas comenzaban a desparramarse en mi bolsillo…
-Genial, el cuarto móvil que destrozo esta semana…
-Si? Hotel Ritz eh? Genial! Comente con sarcasmo, marchaos ya! Que la noche es joven! Les dije con notable enfado. Eyra se tomo del brazo de aquel intento de pirata fallido no sin evitar mirarme entre curiosa, divertida y algo asustada, ambos comenzaron a caminar y fue entonces cuando di una orden directa a la mente de aquel individuo.
-Tropiézate. Marius al dar un paso, se tropezó con sus propias piernas, perdiendo el equilibrio y cayendo sobre una mesa, claro que Eyra iba tomada a su brazo, y se vio irremediablemente arrastrada con él, cayendo ambos sombre una mesa que estaba ocupada por cuatro personas haciendo que las copas que ellos tenían saltaran por los aires, la mesa quedase destrozada en el suelo, y ambos se manchasen la ropa aun con los brazos enredados. Al menos Eyra pareció ensuciarse un poco, Marius que iba en modo vagabundo se salvo de ensuciarse al no llevar ropa encima.
Sin mirarles como tropezaban, bebí el último sorbo del vodka que me habían traído y deje la copa vacía sobre la mesa. Me levante y contemple a aquel par que se disculpaba con aquella gente y se ponían en pie limpiándose. Mientras los camareros se acercaban veloces para arreglar el estropicio y así retornar la normalidad a aquel lugar en minutos.
Lo lamente por el bonito vestido que Eyra llevaba, pero bueno, al fin y al cabo solo era ropa. Le traería alguna cosa de Rusia para compensarla.
Me acerque a aquel par.
-Chicos!, dios santo…pero que mala suerte, va, vamos a los baños a que os limpiéis un poco, dije tomando del brazo a Marius para arrastrarle como si fuese un crio por aquel recinto lleno de gente, mientras Eyra del otro brazo aun se negaba a soltarle mientras Marius parecía ser el más confuso de los presentes. Ya que al parecer que se había dado en la cabeza.
Llegamos a la parte de atrás de aquel establecimiento, que estaba si cabe aun más oscura, y con menos gente que afuera, abrí la puerta del baño y de un empujón que le di hice que Marius entrase. Cerré antes de que Eyra pudiese entrar para apartarla un momento y arrinconarla contra la pared mientras situaba mis brazos a su alrededor, como si quisiera sujetar la pared para evitar que ella se me escapase, mientras le miraba intentando descifrar sus ojos.
-Pero que pasa contigo!? Si te quieres ir al Ritz, vale muy bien! Pero hace falta que me lo restriegues? Porque te gusta tanto verme así?
Si…definitivamente a mi adorable esposa o le gustaba ponerme celoso, o le gustaba verme en fase asesino psicópata, fuese como fuese, esperaba una respuesta antes de dejarla marchar.
En ese instante May nos observo a pocos metros nuestro, abrió los labios para decirnos algo, pero ambos giramos el rostro para mirarla, definitivamente ambos le miramos con una cara poco amigable, como si le estuviesemos diciendo...
-No pequeña…No es un buen momento para hablar.
Y con aquello basto, May cerró la boca y se dio media vuelta para continuar con sus nuevos amigos mientras nosotros seguiamos allí. Mire a mi amada muerto de celos y furioso, hoy iba a romper algo más que mi móvil, de eso estaba seguro.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
La propuesta de mi marido no me parecía ni tan siquiera seductora. Resoplé y negué con la cabeza.
- La soltería me la acabas de dar ahora y si lo niegas, recuerda que puedo modificar sus recuerdos. Y ya sabes que odio compartir la cena, cariño.- murmuré con rintitín, aunque sólo fuese como pensamiento.
Su teléfono móvil sonó entonces, justo cuando ya pensábamos marcharnos. Pero para mi sorpresa, dejó de sonar en cuanto él metió la mano en su bolsillo, escuchando mínimamente cómo su aparato se requebajaba entre sus dedos. Reí con disimulo y tomé de la mano a Marius, guiándole lejos de la mesa pero... escuché la órden que Jerarld le dio al cuerpo mortal de Marius y no pude evitar nuestra caída sobre aquella mesa llena de platos y copas. Me levanté con agilidad y fulminé a mi marido con verdadero odio. Sabía que me fastidiaba demasiado manchar mi ropa y él era el culpable de aquél atropello. Miré mi vestido y me horroricé, contemplando iracunda cómo las manchas de tomate, aceite, migas, cerveza, vino... se sucedían en aquella tela y cómo no, en mi piel.
- Ésta me las pagarás, Jerarld Délvheen.- mascullé interiormente, sabiendo que me escucharía.
Miré entonces a Marius, que junto a mí permanecía callado. Sólo contemplaba mi silueta con un deje divertido y realmente provocador, guiñándome el ojo repetidas veces con disimulo, como si de pronto tuviera prisa para ir al Ritz. Estaba claro lo que quería hacerme.
- Creo que nos limpiaremos en el Ritz, Jer.- respondí con picardía cuando él nos invitó a ir a los baños.
Pero pese a las protestas tanto mías como de Marius, logró llevarnos al interior del locar, junto a los baños. Empujó al humano a su interior y me retuvo contra la pared, mirándome con verdadera ira. May nos vio, pero ambos le hicimos un gesto para que no nos interrumpiera y se marchó. Entonces, torcí una sonrisa y recorté distancias para pararme justo cuando nuestros labios estaban a punto de rozarse.
- Porque nunca te había visto así.- susurré divertida, decidiéndome entonces a perfilar el contorno de su labio inferior con la punta de mi lengua, riendo de nuevo a carcajadas.
Mis manos se movieron hacia el escote de mi sucio vestido, desabrochando uno a uno sus botones ante la mirada inquisitiva de Jerarld. Cuando terminé con todos ellos, dejé que la tela se deslizara por mi espalda y cayera a mis pies, quedándome casi desnuda si no fuese por la ropa interior que aún llevaba.
- Bueno, creo que alguien me espera en esos baños, ¿no?- reí de nuevo, deshaciéndome de su agarre al pasar bajo sus brazos extendidos contra la pared, posando mi mano en el paño de la puerta y girándolo con decisión, esperando ver a Marius allí, mirándome embobado y lanzándose a por mí.
- La soltería me la acabas de dar ahora y si lo niegas, recuerda que puedo modificar sus recuerdos. Y ya sabes que odio compartir la cena, cariño.- murmuré con rintitín, aunque sólo fuese como pensamiento.
Su teléfono móvil sonó entonces, justo cuando ya pensábamos marcharnos. Pero para mi sorpresa, dejó de sonar en cuanto él metió la mano en su bolsillo, escuchando mínimamente cómo su aparato se requebajaba entre sus dedos. Reí con disimulo y tomé de la mano a Marius, guiándole lejos de la mesa pero... escuché la órden que Jerarld le dio al cuerpo mortal de Marius y no pude evitar nuestra caída sobre aquella mesa llena de platos y copas. Me levanté con agilidad y fulminé a mi marido con verdadero odio. Sabía que me fastidiaba demasiado manchar mi ropa y él era el culpable de aquél atropello. Miré mi vestido y me horroricé, contemplando iracunda cómo las manchas de tomate, aceite, migas, cerveza, vino... se sucedían en aquella tela y cómo no, en mi piel.
- Ésta me las pagarás, Jerarld Délvheen.- mascullé interiormente, sabiendo que me escucharía.
Miré entonces a Marius, que junto a mí permanecía callado. Sólo contemplaba mi silueta con un deje divertido y realmente provocador, guiñándome el ojo repetidas veces con disimulo, como si de pronto tuviera prisa para ir al Ritz. Estaba claro lo que quería hacerme.
- Creo que nos limpiaremos en el Ritz, Jer.- respondí con picardía cuando él nos invitó a ir a los baños.
Pero pese a las protestas tanto mías como de Marius, logró llevarnos al interior del locar, junto a los baños. Empujó al humano a su interior y me retuvo contra la pared, mirándome con verdadera ira. May nos vio, pero ambos le hicimos un gesto para que no nos interrumpiera y se marchó. Entonces, torcí una sonrisa y recorté distancias para pararme justo cuando nuestros labios estaban a punto de rozarse.
- Porque nunca te había visto así.- susurré divertida, decidiéndome entonces a perfilar el contorno de su labio inferior con la punta de mi lengua, riendo de nuevo a carcajadas.
Mis manos se movieron hacia el escote de mi sucio vestido, desabrochando uno a uno sus botones ante la mirada inquisitiva de Jerarld. Cuando terminé con todos ellos, dejé que la tela se deslizara por mi espalda y cayera a mis pies, quedándome casi desnuda si no fuese por la ropa interior que aún llevaba.
- Bueno, creo que alguien me espera en esos baños, ¿no?- reí de nuevo, deshaciéndome de su agarre al pasar bajo sus brazos extendidos contra la pared, posando mi mano en el paño de la puerta y girándolo con decisión, esperando ver a Marius allí, mirándome embobado y lanzándose a por mí.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: La cara oculta de París.
Le mire sin entender del todo sus palabras.
Era cierto aquello que me decía? Que nunca me había visto de esa forma?
Que significaba esto? Sería posible que no le estuviese prestando toda la atención a mi amada esposa como ella se merecía? Podía ser alguna cosa por el estilo, o estaría ella jugando conmigo solo para ver que hacia?
Le gustaba verme celoso porque eso significaba que la quería si cabía aun más que antes?
Me gustaba más la idea de que ella me estuviese castigando por algo.
Sentí su lengua fría sobre mis labios. Pero aun así estaba demasiado enfurecido como para responder.
Hasta que le vi desabotonarse el vestido con lentitud delante mío. Sin poder evitar mirar sus curvas sugerentes allí delante de mí. Tan cerca y a la vez tan lejos de mi alcance.
-Pero qué?...mi frase se vio entrecortada cuando ella lanzo su vestido para quedarse ahí en ropa interior delante mío. Se deshizo de aquel encierro en el que la mantenía y se dispuso a girar la manilla.
De pronto algunos ojos indiscretos se giraron hacia nosotros, así que fui yo mismo quien giro la manija rápidamente y tomándole de la cintura le hice entrar al baño también. Cerré la puerta y rompí el pomo para que nadie pudiese entrar. Aquello nos daría un pequeño lapsus de intimidad.
Mire hacia todos lados, aquel baño era pequeño para la cantidad de clientes que allí había, pero aun así estaba vacío. Contemple a Eyra y la tome por los brazos mientras caminaba con ella sujeta, haciéndole retroceder mientras le miraba seriamente y con frialdad, simplemente mirando sus ojos al hablar.
Marius que seguía allí nos miro, y al ver mi gesto un tanto agresivo se acerco veloz como intentando hacerse el héroe con su damisela en peligro.
Le mire un momento con el ceño fruncido, solo un instante, para hacer que este se diese media vuelta y se chocase contra la pared. Marius solto un alarido mientras se tomaba la nariz.
Los mortales nunca iban a aprender, que no está bien meterse con los mayores. Además, esta damisela en apuros ya tenía quien la rescatase. Que no viniese ahora éste a hacerse el galán!
Volví la mirada hacia mi esposa, aun serio y enfurecido, mientras aun le sujetaba por los brazos con firmeza.
-Eres perversa…eres malvada…y definitivamente desalmada…Sus ojos me miraron tensos, encajando mal mis palabras…
…Si…eres realmente mala…dije susurrando mientras me acercaba a ella para decírselo…
-…y por todo eso te quiero… dije sujetándole de la cintura, obligándole a pegarse contra mí con violencia, sujetándole con mis manos por la espalda, acariciándole, mientras me acercaba a esos labios carnosos y le besaba apasionadamente sujetando su rostro mientras devoraba con ansia sus besos, sintiendo el contacto frio de su lengua, y el sabor dulce de la menta en su piel.
Mordí suavemente su labio inferior antes de separarme de ella, retrocediendo unos cuantos pasos mientras contemplaba sus ojos.
Marius que seguía allí, se giro para contemplarnos, me había visto besarla. Nos miro sin entender. Mirando asombrado a Eyra.
-Y tú que miras idiota!? Le espete, ya harto de tener que aguantar su presencia. Si aun no le había hecho nada era porque era el jefe de Eyra, y a ella le importaba. Si no hubiese sido por eso, le habría hecho caerse por un barranco solo para comenzar…
-Bueno cielo…como no te gusta compartir. Pues te espero. Bébetelo y luego saldremos de aquí. No te cortes porque yo esté aquí delante…esperare…
Dije mientras me encaminaba hacia una pared y me apoyaba allí. Contemplando mi imagen en el espejo de enfrente. Definitivamente tenía cara de demente, pero bueno, así mi mente y mi aspecto decían lo mismo de mí.
Me gustaba hacer cosas inesperadas para mi esposa, a pesar de todos estos años, aun no sabía cuando le estaba tomando el pelo y aquello siempre era tentador para mi…Como no iba a amar a mi ángel con toda mi alma, si aun después de todo seguía soportándome?
La pregunta era, se bebería ella a ese hombre delante mío? O ya se le habría quitado el hambre?...después de todo, ella aun tenia la invitación al Ritz…
Era cierto aquello que me decía? Que nunca me había visto de esa forma?
Que significaba esto? Sería posible que no le estuviese prestando toda la atención a mi amada esposa como ella se merecía? Podía ser alguna cosa por el estilo, o estaría ella jugando conmigo solo para ver que hacia?
Le gustaba verme celoso porque eso significaba que la quería si cabía aun más que antes?
Me gustaba más la idea de que ella me estuviese castigando por algo.
Sentí su lengua fría sobre mis labios. Pero aun así estaba demasiado enfurecido como para responder.
Hasta que le vi desabotonarse el vestido con lentitud delante mío. Sin poder evitar mirar sus curvas sugerentes allí delante de mí. Tan cerca y a la vez tan lejos de mi alcance.
-Pero qué?...mi frase se vio entrecortada cuando ella lanzo su vestido para quedarse ahí en ropa interior delante mío. Se deshizo de aquel encierro en el que la mantenía y se dispuso a girar la manilla.
De pronto algunos ojos indiscretos se giraron hacia nosotros, así que fui yo mismo quien giro la manija rápidamente y tomándole de la cintura le hice entrar al baño también. Cerré la puerta y rompí el pomo para que nadie pudiese entrar. Aquello nos daría un pequeño lapsus de intimidad.
Mire hacia todos lados, aquel baño era pequeño para la cantidad de clientes que allí había, pero aun así estaba vacío. Contemple a Eyra y la tome por los brazos mientras caminaba con ella sujeta, haciéndole retroceder mientras le miraba seriamente y con frialdad, simplemente mirando sus ojos al hablar.
Marius que seguía allí nos miro, y al ver mi gesto un tanto agresivo se acerco veloz como intentando hacerse el héroe con su damisela en peligro.
Le mire un momento con el ceño fruncido, solo un instante, para hacer que este se diese media vuelta y se chocase contra la pared. Marius solto un alarido mientras se tomaba la nariz.
Los mortales nunca iban a aprender, que no está bien meterse con los mayores. Además, esta damisela en apuros ya tenía quien la rescatase. Que no viniese ahora éste a hacerse el galán!
Volví la mirada hacia mi esposa, aun serio y enfurecido, mientras aun le sujetaba por los brazos con firmeza.
-Eres perversa…eres malvada…y definitivamente desalmada…Sus ojos me miraron tensos, encajando mal mis palabras…
…Si…eres realmente mala…dije susurrando mientras me acercaba a ella para decírselo…
-…y por todo eso te quiero… dije sujetándole de la cintura, obligándole a pegarse contra mí con violencia, sujetándole con mis manos por la espalda, acariciándole, mientras me acercaba a esos labios carnosos y le besaba apasionadamente sujetando su rostro mientras devoraba con ansia sus besos, sintiendo el contacto frio de su lengua, y el sabor dulce de la menta en su piel.
Mordí suavemente su labio inferior antes de separarme de ella, retrocediendo unos cuantos pasos mientras contemplaba sus ojos.
Marius que seguía allí, se giro para contemplarnos, me había visto besarla. Nos miro sin entender. Mirando asombrado a Eyra.
-Y tú que miras idiota!? Le espete, ya harto de tener que aguantar su presencia. Si aun no le había hecho nada era porque era el jefe de Eyra, y a ella le importaba. Si no hubiese sido por eso, le habría hecho caerse por un barranco solo para comenzar…
-Bueno cielo…como no te gusta compartir. Pues te espero. Bébetelo y luego saldremos de aquí. No te cortes porque yo esté aquí delante…esperare…
Dije mientras me encaminaba hacia una pared y me apoyaba allí. Contemplando mi imagen en el espejo de enfrente. Definitivamente tenía cara de demente, pero bueno, así mi mente y mi aspecto decían lo mismo de mí.
Me gustaba hacer cosas inesperadas para mi esposa, a pesar de todos estos años, aun no sabía cuando le estaba tomando el pelo y aquello siempre era tentador para mi…Como no iba a amar a mi ángel con toda mi alma, si aun después de todo seguía soportándome?
La pregunta era, se bebería ella a ese hombre delante mío? O ya se le habría quitado el hambre?...después de todo, ella aun tenia la invitación al Ritz…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
Pero fue Jerarld quién abrió aquella puerta y me arrastró hacia su interior, encerrándonos al romper el pomo. Le miré alzando una ceja pero él me aferró de los brazos con ira y por unos momentos, casi temí que me hiciera daño. Miró a Marius e hizo que él se lastimara de nuevo para volver a centrar la atención en mí. ¿A caso pretendía dañarme también? Yo era más anciana que él y su ataque no podría matarme, muy probablemente. Pero aún así, me asustaba la idea de que mi amado marido hubiese dejado de amarme realmente y ahora intentase borrarme de su vida al haberle humillado, quizás. Fruncí los labios, intentando disimular el tiriteo de mi piel nerviosa. Y sin duda, sí me hizo daño. Empuñó con ira sus palabras y clavó en lo más hondo de mi ser, en aquella parte frágil y dócil que tan poco salia a la superfície y que ahora, Jerarld se había encargado de matar. Mi marido se había convertido en mi verdugo. Cualquier ingeniosa respuesta que pudiera darle había volado de mi mente y ahora sólo me sentía como un puñado de carne moribunda a la que han arrebatado su alma. Mala... Jerarld decía que era mala. Después de tanto tiempo juntos, ¿eso era lo único que sabía de mí? ¿Me consideraba una mala persona? Quizás mi egoísmo me había llevado a aquella situación... Quizás si yo no hubiera intentado llamar su atención de algún modo esto no estaría sucediendo... Quizás debiera no rechistar por sus largas ausencias en países lejanos... Quizás yo no era una buena esposa para él... Quizás mereciera a alguien mejor... Quizás...
Cuando una lágrima amenazó caer de mis ojos, los labios de Jerarld buscaron los míos con ansiedad y desespero, saciándome de la única sed que podía sentir ahora: sed de él. Él era el sabor que me deleitaba cada día de mi vida y en aquél beso, quise beber su esencia mediante su boca. Quise llenarme de él para sentirme plena. Necesité sus besos para ser completa de nuevo. Como si su saliva fuese el elixir que permitía mi inmortalidad.
Mi marido se apartó de mí tras morderme el labio inferior y se recostó en la pared con aire indiferente, lanzándome hacia el confuso Marius que me miraba con el ceño fruncido. Yo suspiré y me arrodillé ante él, tomando su rostro entre mis manos mientras mis párpados cedían. Me concentré en su mente y rebusqué los últimos recuerdos que conservaba de mí, modificando algunas cosas y dejándolo como lagunas mentales, como por ejemplo el beso entre Jerarld y yo hacía escasos segundos, la forma en que él le trató, y algunas palabras que pudieron haberle confundido. Sólo entonces le dormí, escuchando sus latidos atenuarse debido a su tranquilo y armonioso sueño. Relamí mis labios pero me contuve, aún sin mirar a Jerarld quién permanecía tras mi espalda, observando en silencio.
- Te veré en casa.- o cuando regreses de Rusia....murmuré en a penas un soplido, antes de ponerme en pie y avanzar hacia la ventana entre abierta del baño, usando mi agilidad como vampiresa para darme impulso con las piernas y salir de aquél habitáculo. Fuera, seguía siendo de noche, aunque ya no había ciudadano alguno caminando por aquellos lares. Suspiré aliviada, pues prefería que no hubiesen demasiados testigos a mi semi desnudez.
Quizás todo aquello había sido una vil obra de teatro. Quizás Jerarld sólo quiso vengarse de mí para luego demostrarme que seguía amándome, mas si aquél era el caso, no había salido según lo esperado. Simplemente me sentía frágil, como si fuese una muñeca de porcelana dispuesta en el borde de un estante. Caminé entonces con el sonido de los tacones contra el suelo pavimentado como única compañía, sumiéndome en silencio en aquellos brazos oscuros y solitarios.
Cuando una lágrima amenazó caer de mis ojos, los labios de Jerarld buscaron los míos con ansiedad y desespero, saciándome de la única sed que podía sentir ahora: sed de él. Él era el sabor que me deleitaba cada día de mi vida y en aquél beso, quise beber su esencia mediante su boca. Quise llenarme de él para sentirme plena. Necesité sus besos para ser completa de nuevo. Como si su saliva fuese el elixir que permitía mi inmortalidad.
Mi marido se apartó de mí tras morderme el labio inferior y se recostó en la pared con aire indiferente, lanzándome hacia el confuso Marius que me miraba con el ceño fruncido. Yo suspiré y me arrodillé ante él, tomando su rostro entre mis manos mientras mis párpados cedían. Me concentré en su mente y rebusqué los últimos recuerdos que conservaba de mí, modificando algunas cosas y dejándolo como lagunas mentales, como por ejemplo el beso entre Jerarld y yo hacía escasos segundos, la forma en que él le trató, y algunas palabras que pudieron haberle confundido. Sólo entonces le dormí, escuchando sus latidos atenuarse debido a su tranquilo y armonioso sueño. Relamí mis labios pero me contuve, aún sin mirar a Jerarld quién permanecía tras mi espalda, observando en silencio.
- Te veré en casa.- o cuando regreses de Rusia....murmuré en a penas un soplido, antes de ponerme en pie y avanzar hacia la ventana entre abierta del baño, usando mi agilidad como vampiresa para darme impulso con las piernas y salir de aquél habitáculo. Fuera, seguía siendo de noche, aunque ya no había ciudadano alguno caminando por aquellos lares. Suspiré aliviada, pues prefería que no hubiesen demasiados testigos a mi semi desnudez.
Quizás todo aquello había sido una vil obra de teatro. Quizás Jerarld sólo quiso vengarse de mí para luego demostrarme que seguía amándome, mas si aquél era el caso, no había salido según lo esperado. Simplemente me sentía frágil, como si fuese una muñeca de porcelana dispuesta en el borde de un estante. Caminé entonces con el sonido de los tacones contra el suelo pavimentado como única compañía, sumiéndome en silencio en aquellos brazos oscuros y solitarios.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: La cara oculta de París.
Escuche atentamente sus palabras, sabiendo que me había pasado.
Observe atento como ella se arrodillaba para tomar la cabeza de Marius. En ese momento desvié la mirada, si ella le escogía yo lo podía llegar a entender, pero aun así me dolía. Me hería pensar que podría ser sustituido alguna vez, ya que ella no tenia sustituta para mí.
Espere en silencio, sin mirarles, espere que aquel aroma a sangre llenase la sala, pero no fue así.
Mire a Eyra sin entender, para contemplar que solo había tomado su cabeza, muy seguramente observando que imagenes habían en la mente de aquel hombre, más que posiblemente borrando lo que no deseaba que él recordase.
Contemple como salía por aquella ventana, ante mi mirada algo atonita.
Me quede en aquel baño con aquel hombre por un momento confuso.
Me había pasado con ella. Pero, como podía pensar que iba a desear irme a Rusia de esta forma? Pero es que no entendía lo mucho que yo la amaba? Porque me hacia eso siempre?
Me acerque a aquel hombre que estaba dormido y sentado en el suelo del baño. Me puse de cuclillas frente a él
-No sabes lo afortunado que soy por tenerle a ella como compañera… Ni siquiera te puedes hacer una idea… Por eso entiendo que ella te guste… No serias humano si ella no te atrajese…
Me puse en pie mientras caminaba hacia la puerta, le di un tirón a la manija para arrancarla del todo, así aquel tipejo podría salir y no quedarse encerrado, después de todo pronto despertaría y querría irse a su hotel Ritz no? Sonreí al pensar en que tendría que irse solo.
-Soy un desgraciado con suerte sabes? Dije mirándole por última vez, para negar con la cabeza mientras me acercaba a aquella ventana y daba un ágil salto apoyándome primero en la ventana, para después caer de pie al otro lado.
Cerré los ojos un instante para olfatear el aire. Su aroma era inconfundible, así que seguí el rastro veloz, caminando entre las sombras de aquel lugar, no me iba a ser difícil encontrarla, después de todo ella iba semidesnuda y eso no le permitiría ir por cualquier parte.
Después de unos eternos minutos para mi, vi su perfil sombreado por la luz de la luna en un oscuro callejón. Camine hacia ella contemplando su espalda.
Me pare a un metro de ella, un poco temeroso de ser rechazado ante mi contacto, pero aun así me acerque a ella por detrás para posar mis brazos en su cintura desnuda, apoyando mi mentón sobre su cabeza.
Me quede un instante sin saber cómo comenzar. De que me servía ser escritor y hablar muchos idiomas si cuando quería decir cosas directas y simples, no venia ninguna palabra a mi cabeza?
-…Lo siento…Ya sé que soy un idiota, solo te he dicho aquello para asustarte.
Me agobiaba ser precisamente yo quien causase dolor a la persona a la que más quería en el mundo.
Las citas que yo tenía con diversas personas, solían ser meros asuntos de trabajo, pero entendía que mis ausencias y mis constantes viajes le hicieran sentirse desatendida.
-… No sabes cómo me sentí al ver como él te besaba…De solo recordarlo sentí un estremecimiento, la sola idea de pensar en Marius tocando la piel de ella, o compartiendo su respiración, su aroma, sus labios, era algo que me ponía enfermo.
Me quede un instante allí con ella en silencio, palpando la piel de su abdomen con lentitud, simplemente disfrutando de aquel silencioso momento, baje mis brazos con calma, tocando su suave piel y me desabroche la camisa para poder ponérsela sobre sus hombros desnudos, era lo suficientemente larga como para tapar sus caderas, así que podríamos volver así, después de todo, era menos llamativo ver a un atlético hombre semidesnudo que ver a aquella escultural mujer con aquella sexy y elegante ropa interior…
-Dime algo cielo….si quieres pegarme hazlo, si quieres gritarme lo entenderé…pero dime algo amor mío que tu silencio me mata…
De pronto un ruido cercano nos alerto, e instantáneamente rodee a mí amada, tomándola en brazos sin tener en cuenta si ella deseaba seguir allí conmigo, ni mucho menos soportándome.
Con ella tomada, di unos cuantos saltos en algunas cajas de madera viejas, hasta que logre que nos situásemos en el techo de un edificio. Eyra se agarro a mi cuello mientras ambos contemplabamos hacia abajo intentando ver quién era el que se aproximaba…
Observe atento como ella se arrodillaba para tomar la cabeza de Marius. En ese momento desvié la mirada, si ella le escogía yo lo podía llegar a entender, pero aun así me dolía. Me hería pensar que podría ser sustituido alguna vez, ya que ella no tenia sustituta para mí.
Espere en silencio, sin mirarles, espere que aquel aroma a sangre llenase la sala, pero no fue así.
Mire a Eyra sin entender, para contemplar que solo había tomado su cabeza, muy seguramente observando que imagenes habían en la mente de aquel hombre, más que posiblemente borrando lo que no deseaba que él recordase.
Contemple como salía por aquella ventana, ante mi mirada algo atonita.
Me quede en aquel baño con aquel hombre por un momento confuso.
Me había pasado con ella. Pero, como podía pensar que iba a desear irme a Rusia de esta forma? Pero es que no entendía lo mucho que yo la amaba? Porque me hacia eso siempre?
Me acerque a aquel hombre que estaba dormido y sentado en el suelo del baño. Me puse de cuclillas frente a él
-No sabes lo afortunado que soy por tenerle a ella como compañera… Ni siquiera te puedes hacer una idea… Por eso entiendo que ella te guste… No serias humano si ella no te atrajese…
Me puse en pie mientras caminaba hacia la puerta, le di un tirón a la manija para arrancarla del todo, así aquel tipejo podría salir y no quedarse encerrado, después de todo pronto despertaría y querría irse a su hotel Ritz no? Sonreí al pensar en que tendría que irse solo.
-Soy un desgraciado con suerte sabes? Dije mirándole por última vez, para negar con la cabeza mientras me acercaba a aquella ventana y daba un ágil salto apoyándome primero en la ventana, para después caer de pie al otro lado.
Cerré los ojos un instante para olfatear el aire. Su aroma era inconfundible, así que seguí el rastro veloz, caminando entre las sombras de aquel lugar, no me iba a ser difícil encontrarla, después de todo ella iba semidesnuda y eso no le permitiría ir por cualquier parte.
Después de unos eternos minutos para mi, vi su perfil sombreado por la luz de la luna en un oscuro callejón. Camine hacia ella contemplando su espalda.
Me pare a un metro de ella, un poco temeroso de ser rechazado ante mi contacto, pero aun así me acerque a ella por detrás para posar mis brazos en su cintura desnuda, apoyando mi mentón sobre su cabeza.
Me quede un instante sin saber cómo comenzar. De que me servía ser escritor y hablar muchos idiomas si cuando quería decir cosas directas y simples, no venia ninguna palabra a mi cabeza?
-…Lo siento…Ya sé que soy un idiota, solo te he dicho aquello para asustarte.
Me agobiaba ser precisamente yo quien causase dolor a la persona a la que más quería en el mundo.
Las citas que yo tenía con diversas personas, solían ser meros asuntos de trabajo, pero entendía que mis ausencias y mis constantes viajes le hicieran sentirse desatendida.
-… No sabes cómo me sentí al ver como él te besaba…De solo recordarlo sentí un estremecimiento, la sola idea de pensar en Marius tocando la piel de ella, o compartiendo su respiración, su aroma, sus labios, era algo que me ponía enfermo.
Me quede un instante allí con ella en silencio, palpando la piel de su abdomen con lentitud, simplemente disfrutando de aquel silencioso momento, baje mis brazos con calma, tocando su suave piel y me desabroche la camisa para poder ponérsela sobre sus hombros desnudos, era lo suficientemente larga como para tapar sus caderas, así que podríamos volver así, después de todo, era menos llamativo ver a un atlético hombre semidesnudo que ver a aquella escultural mujer con aquella sexy y elegante ropa interior…
-Dime algo cielo….si quieres pegarme hazlo, si quieres gritarme lo entenderé…pero dime algo amor mío que tu silencio me mata…
De pronto un ruido cercano nos alerto, e instantáneamente rodee a mí amada, tomándola en brazos sin tener en cuenta si ella deseaba seguir allí conmigo, ni mucho menos soportándome.
Con ella tomada, di unos cuantos saltos en algunas cajas de madera viejas, hasta que logre que nos situásemos en el techo de un edificio. Eyra se agarro a mi cuello mientras ambos contemplabamos hacia abajo intentando ver quién era el que se aproximaba…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
Algún que otro transeúnte se paraba a mirarme con curiosidad y malas intenciones, pese a ni tan siquiera girarme hacia ellos. Sabía lo que vería en sus mentes: una escultural mujer en ropa interior vagabundeando a solas por aquella negra noche. Probablemente me habían idealizado, viéndome algo parecido a esto:
Ignorando murmuros indecentes y alejando a los que osaban acercarse a mí, giré una esquina para seguir el camino de aquella calle, acercándome ya a casa. Estaba cansada y moralmente por los suelos, así que sólo deseaba llegar ya. De pronto, el aroma de Jerarld llegó a mis pulmones aunque no me detuve a esperarle, no después de lo ocurrido. No obstante, él envolvió mi cintura con sus manos y me abrazó unos segundos en silencio, para hablar entonces. ¿Aquella era su forma de disculparse? No lo parecía, así que no flaqueé y me mantuve estática como si abrazara una simple estarua de hielo. Jerarld se quitó la camisa y yo mordí mis labios con inquietud, hasta que sentí el tacto de la tela sobre mis hombros. Seguía preocupándose de mí... ¿o era simplemente porque no deseaba que ningún otro varón me viera escasa de ropa? Aquél pensamiento me molestó, pero antes de poder hacérselo saber, me tomó entre sus brazos y en volandas saltamos por unas viejas cajas hasta acomodarnos en lo alto de un techo perteneciente a un hotel. Casualidades de la vida, era el Hotel Ritz. Jerarld y yo nos asomamos hacia la calle de la que habíamos huído en busca del alborotador de aquél tenso silencio entre ambos, hallando a un enorme, hambriento, salvaje y apestoso lobo. Miré al cielo y vi que tras algunas nubes transparentes se escondía la blanca y perfecta esfera de la luna llena. Miré a Jerarld y le obligué a retroceder, sabiendo que aquél lobo tenía ganas de matar y aquella noche, nosotros éramos su menú.
- Déjame a mí.- susurré sobre sus labios antes de empujarle lejos de mí y saltar de nuevo sobre el montón de cajas, rompiendo una de ellas para extraer un trozo de madera que puse en alto y corrí hacia el animal que, en cuanto me vio, empezó a babear y a gruñir con diversión.
Escondí la madera tras mi espalda e hice un gesto para que me atacara, logrando provocarle lo suficiente como para que el animal salveje se abalanzara sobre mí, cayendo al suelo y alborotándome el cabello con sus forcejeos. Le tomé del cuello para evitar que pudiese hincarme el diente y cuando entreví el momento perfecto, tomé la madera afilada y la clavé en la yugular del lobo, dejando que éste aullara de dolor y se retorciera sobre mi pecho, no pudienbdo evitar que éste me arañara la mejilla y el cuello en uno de sus últimos impulsos antes de caer junto a mí, completamente inerte y desangrado. Jadeé entrecortadamente y lo observé con una mueca. A lo lejos, una orquestra de aullidos anunciaban que su manada se dirigía hacia aquél lugar y supe que no había sido una buena idea el matarle. Miré a Jerarld y decidí que arreglaríamos las cosas en otro momento, pues debíamos huír. Por muy ancianos que fuésemos, eramos dos contra una manada de lobos iracundos. Me alcé del suelo llena de polvo y suciendad refunfuñando mientras le hacía un gesto a Jerarld y trepando por la pared con la ayuda de una cañería, me planté en el cuarto piso del hotel y tras asegurarme que no había nadie en el interior de su habitación, entré por la ventana con sutileza y dejé dicha ventana entrabierta, esperando la aparición de mi marido. Mientras, observé mi alrededor, no pudiendo evitar soltar un jadeo por la hermosura de la sala.
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Ignorando murmuros indecentes y alejando a los que osaban acercarse a mí, giré una esquina para seguir el camino de aquella calle, acercándome ya a casa. Estaba cansada y moralmente por los suelos, así que sólo deseaba llegar ya. De pronto, el aroma de Jerarld llegó a mis pulmones aunque no me detuve a esperarle, no después de lo ocurrido. No obstante, él envolvió mi cintura con sus manos y me abrazó unos segundos en silencio, para hablar entonces. ¿Aquella era su forma de disculparse? No lo parecía, así que no flaqueé y me mantuve estática como si abrazara una simple estarua de hielo. Jerarld se quitó la camisa y yo mordí mis labios con inquietud, hasta que sentí el tacto de la tela sobre mis hombros. Seguía preocupándose de mí... ¿o era simplemente porque no deseaba que ningún otro varón me viera escasa de ropa? Aquél pensamiento me molestó, pero antes de poder hacérselo saber, me tomó entre sus brazos y en volandas saltamos por unas viejas cajas hasta acomodarnos en lo alto de un techo perteneciente a un hotel. Casualidades de la vida, era el Hotel Ritz. Jerarld y yo nos asomamos hacia la calle de la que habíamos huído en busca del alborotador de aquél tenso silencio entre ambos, hallando a un enorme, hambriento, salvaje y apestoso lobo. Miré al cielo y vi que tras algunas nubes transparentes se escondía la blanca y perfecta esfera de la luna llena. Miré a Jerarld y le obligué a retroceder, sabiendo que aquél lobo tenía ganas de matar y aquella noche, nosotros éramos su menú.
- Déjame a mí.- susurré sobre sus labios antes de empujarle lejos de mí y saltar de nuevo sobre el montón de cajas, rompiendo una de ellas para extraer un trozo de madera que puse en alto y corrí hacia el animal que, en cuanto me vio, empezó a babear y a gruñir con diversión.
Escondí la madera tras mi espalda e hice un gesto para que me atacara, logrando provocarle lo suficiente como para que el animal salveje se abalanzara sobre mí, cayendo al suelo y alborotándome el cabello con sus forcejeos. Le tomé del cuello para evitar que pudiese hincarme el diente y cuando entreví el momento perfecto, tomé la madera afilada y la clavé en la yugular del lobo, dejando que éste aullara de dolor y se retorciera sobre mi pecho, no pudienbdo evitar que éste me arañara la mejilla y el cuello en uno de sus últimos impulsos antes de caer junto a mí, completamente inerte y desangrado. Jadeé entrecortadamente y lo observé con una mueca. A lo lejos, una orquestra de aullidos anunciaban que su manada se dirigía hacia aquél lugar y supe que no había sido una buena idea el matarle. Miré a Jerarld y decidí que arreglaríamos las cosas en otro momento, pues debíamos huír. Por muy ancianos que fuésemos, eramos dos contra una manada de lobos iracundos. Me alcé del suelo llena de polvo y suciendad refunfuñando mientras le hacía un gesto a Jerarld y trepando por la pared con la ayuda de una cañería, me planté en el cuarto piso del hotel y tras asegurarme que no había nadie en el interior de su habitación, entré por la ventana con sutileza y dejé dicha ventana entrabierta, esperando la aparición de mi marido. Mientras, observé mi alrededor, no pudiendo evitar soltar un jadeo por la hermosura de la sala.
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Re: La cara oculta de París.
Observe como aquel lobo se acercaba veloz, siguiendo nuestro rastro. Eyra me quito de en medio con rapidez para poder abalanzarse sobre aquellas cajas sin esperarme siquiera.
Le contemple malhumorado, observando cómo tomaba aquella tabla para poder atacar, era como si con aquel gesto ella quisiera decirme lo poco que me necesitaba, bueno, yo siempre había sabido lo fuerte que ella era, sus habilidades eran mejores que las mías, ya que ella era mayor, pero aun así no me gustaba pensar en lo sustituible y poco servible que podría llegar a ser a su lado.
A pesar de todo le observe sonriendo cuando acabo con aquella bestia. Sin inmutarse siquiera y aun en ropa interior, sin que esta se destrozase, ni su melena se despeinase.
Ella simplemente perfecta y divina como siempre, así era mi amada esposa. Aun después de todos estos años seguía preguntándome porque seguía conmigo…
Pero de pronto capte algo, y Eyra también, ella escucho los aullidos, y yo desde el tejado vi como algunos lobos se acercaban metiéndose entre los rincones, acortando distancias, olfateando el aire en busca de la sangre.
En ese instante como si fuese un pacto silencioso, ambos nos contemplamos, a veces no necesitábamos más que una mirada sin ni siquiera tener que comunicarnos mentalmente para entendernos, esa era una de las ventajas de compartir tu alma con alguien.
Eyra se encaramo en las cañerías mientras yo daba un salto para deslizarme por la pared, me agarre al borde de aquella ventana y me adentre de un salto, contemplando a mi amada y a la vez a aquella preciosa habitación.
-Wow…es maravillosa… camine hacia el ángel y contemple con desagrado como su mejilla y parte de su cuello comenzaba a sanarse ante el rasguño de aquella bestia, dejando ya solo el rastro de la piel enrojecida.
Acaricie su mejilla frunciendo los labios, ella siempre lanzándose a la boca del lobo…nunca mejor dicho en esta ocasión.
Estaba a punto de abrir la boca, de decirle que no deseaba que continuásemos con esta discusión, me odiaba a mi mismo por haberle hecho sentir mal y no podía soportar que ella me mirase de esa forma. Pero en ese instante la puerta de aquella habitación comenzó a abrirse. Después de todo era un hotel, y aquella maravillosa habitación por lo visto estaba a punto de ser ocupada.
Tome a Eyra de la mano arrastrándola hasta el armario, lo abrí y contemple que era más estrecho de lo que parecía por fuera.
Nos miramos un momento sin saber cómo nos íbamos a meter allí, así que sin pensármelo mucho acerque a Eyra hacia mí, le tome por la cintura obligándole a que se pegase a mi mientras su piernas se enrollaban en mi cintura, me metí a presión con ella abrazada en aquel estrecho espacio, mientras ambos quedábamos apretujados y pegadísimos el uno con el otro, cerrando la puerta en el preciso instante en el que entro una pareja y el botones detrás con las maletas de ellos.
Nos quedamos en silencio escuchando como despedían al botones y paseaban por la habitación, señalando las vistas y lo bonito que era todo.
Mire a Eyra que estaba casi sentada encima mío, estábamos tan pegados que casi no podía distinguir donde comenzaba su cuerpo y acababa el mío, aquello era tenso, no solo porque estábamos enfadados en uno con el otro, sino también porque estábamos tan juntos que ya comenzaba a olvidarme de porque habíamos empezado a discutir, después de todo, solo podía ver a mi amada en ropa interior mientras yo la envolvía en mis brazos, teniendo delante de mi rostro precisamente su escote…
Hundí un momento mi rostro en el hueco de su cuello, sintiendo aquel aroma,los segundos pasaban entre nosotros y yo no pude evitar dar un beso a aquel cuello que tenia delante, sintiendo la frialdad de su piel.
Eleve el rostro con lentitud para poder contemplar sus profundos ojos fieros, mientras éstos se posaban en mi mirada gris.
Allí sintiendo el tacto de su piel pegada a la mía, compartiendo el mismo aire, recordaba una vez más porque la amaba tanto, ella era adictiva para mi, cada fibra de su ser, cada rincón de su cuerpo, cada mirada que me dedicaba, era algo que simplemente me hacia olvidar todo lo demás, pero sabía que ella aun estaba enfadada conmigo.
De pronto mientras aun miraba sus ojos, recordé.
mi mirada cambió para denotar preocupación. Si aquellos licántropos veían el cuerpo de aquel lobo allí muerto, iban a querer venganza, quizás no pudiesen seguir el rastro nuestro hasta aquella habitación, pero si que podrían seguir el aroma para llegar a donde nos habíamos ubicado momentos antes y eso les llevaría hacia aquella terraza…
-May! tenemos que ir a buscarla antes de que nuestro rastro lleve a los licántropos hacia ella! Susurre en su mente mientras nuestros ojos se miraban tensos y agobiados.
Comenzamos a escuchar unos ruidos tras la puerta del armario que nos confundió, pusimos atención, para poder darnos cuenta de que aquella parejita comenzaba a pasárselo bien en aquella estancia.
Arquee una ceja, aquellos humanos me habían robado la idea y la habitación, pero no había tiempo para pensar en eso ahora, teníamos que ir a por nuestra pequeña. Así que estaba claro, teníamos que salir de allí.
intente mover mis brazos, pero no podía separarlos de la piel de mi amada…me mordí los labios mientras intentaba moverme un poco sin tener mucho éxito.
-alguna idea para salir de aquí de forma discreta y silenciosa cielo?...
comente intentando pensar en cómo abrir la puerta para poder ver a aquellos dos...
Le contemple malhumorado, observando cómo tomaba aquella tabla para poder atacar, era como si con aquel gesto ella quisiera decirme lo poco que me necesitaba, bueno, yo siempre había sabido lo fuerte que ella era, sus habilidades eran mejores que las mías, ya que ella era mayor, pero aun así no me gustaba pensar en lo sustituible y poco servible que podría llegar a ser a su lado.
A pesar de todo le observe sonriendo cuando acabo con aquella bestia. Sin inmutarse siquiera y aun en ropa interior, sin que esta se destrozase, ni su melena se despeinase.
Ella simplemente perfecta y divina como siempre, así era mi amada esposa. Aun después de todos estos años seguía preguntándome porque seguía conmigo…
Pero de pronto capte algo, y Eyra también, ella escucho los aullidos, y yo desde el tejado vi como algunos lobos se acercaban metiéndose entre los rincones, acortando distancias, olfateando el aire en busca de la sangre.
En ese instante como si fuese un pacto silencioso, ambos nos contemplamos, a veces no necesitábamos más que una mirada sin ni siquiera tener que comunicarnos mentalmente para entendernos, esa era una de las ventajas de compartir tu alma con alguien.
Eyra se encaramo en las cañerías mientras yo daba un salto para deslizarme por la pared, me agarre al borde de aquella ventana y me adentre de un salto, contemplando a mi amada y a la vez a aquella preciosa habitación.
-Wow…es maravillosa… camine hacia el ángel y contemple con desagrado como su mejilla y parte de su cuello comenzaba a sanarse ante el rasguño de aquella bestia, dejando ya solo el rastro de la piel enrojecida.
Acaricie su mejilla frunciendo los labios, ella siempre lanzándose a la boca del lobo…nunca mejor dicho en esta ocasión.
Estaba a punto de abrir la boca, de decirle que no deseaba que continuásemos con esta discusión, me odiaba a mi mismo por haberle hecho sentir mal y no podía soportar que ella me mirase de esa forma. Pero en ese instante la puerta de aquella habitación comenzó a abrirse. Después de todo era un hotel, y aquella maravillosa habitación por lo visto estaba a punto de ser ocupada.
Tome a Eyra de la mano arrastrándola hasta el armario, lo abrí y contemple que era más estrecho de lo que parecía por fuera.
Nos miramos un momento sin saber cómo nos íbamos a meter allí, así que sin pensármelo mucho acerque a Eyra hacia mí, le tome por la cintura obligándole a que se pegase a mi mientras su piernas se enrollaban en mi cintura, me metí a presión con ella abrazada en aquel estrecho espacio, mientras ambos quedábamos apretujados y pegadísimos el uno con el otro, cerrando la puerta en el preciso instante en el que entro una pareja y el botones detrás con las maletas de ellos.
Nos quedamos en silencio escuchando como despedían al botones y paseaban por la habitación, señalando las vistas y lo bonito que era todo.
Mire a Eyra que estaba casi sentada encima mío, estábamos tan pegados que casi no podía distinguir donde comenzaba su cuerpo y acababa el mío, aquello era tenso, no solo porque estábamos enfadados en uno con el otro, sino también porque estábamos tan juntos que ya comenzaba a olvidarme de porque habíamos empezado a discutir, después de todo, solo podía ver a mi amada en ropa interior mientras yo la envolvía en mis brazos, teniendo delante de mi rostro precisamente su escote…
Hundí un momento mi rostro en el hueco de su cuello, sintiendo aquel aroma,los segundos pasaban entre nosotros y yo no pude evitar dar un beso a aquel cuello que tenia delante, sintiendo la frialdad de su piel.
Eleve el rostro con lentitud para poder contemplar sus profundos ojos fieros, mientras éstos se posaban en mi mirada gris.
Allí sintiendo el tacto de su piel pegada a la mía, compartiendo el mismo aire, recordaba una vez más porque la amaba tanto, ella era adictiva para mi, cada fibra de su ser, cada rincón de su cuerpo, cada mirada que me dedicaba, era algo que simplemente me hacia olvidar todo lo demás, pero sabía que ella aun estaba enfadada conmigo.
De pronto mientras aun miraba sus ojos, recordé.
mi mirada cambió para denotar preocupación. Si aquellos licántropos veían el cuerpo de aquel lobo allí muerto, iban a querer venganza, quizás no pudiesen seguir el rastro nuestro hasta aquella habitación, pero si que podrían seguir el aroma para llegar a donde nos habíamos ubicado momentos antes y eso les llevaría hacia aquella terraza…
-May! tenemos que ir a buscarla antes de que nuestro rastro lleve a los licántropos hacia ella! Susurre en su mente mientras nuestros ojos se miraban tensos y agobiados.
Comenzamos a escuchar unos ruidos tras la puerta del armario que nos confundió, pusimos atención, para poder darnos cuenta de que aquella parejita comenzaba a pasárselo bien en aquella estancia.
Arquee una ceja, aquellos humanos me habían robado la idea y la habitación, pero no había tiempo para pensar en eso ahora, teníamos que ir a por nuestra pequeña. Así que estaba claro, teníamos que salir de allí.
intente mover mis brazos, pero no podía separarlos de la piel de mi amada…me mordí los labios mientras intentaba moverme un poco sin tener mucho éxito.
-alguna idea para salir de aquí de forma discreta y silenciosa cielo?...
comente intentando pensar en cómo abrir la puerta para poder ver a aquellos dos...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La cara oculta de París.
Jerarld entró en la ventana muy sigilosamente y nos miramos un momento con una tensión palpable en el ambiente. Él despegó sus labios y dio un paso hacia mí, pero unos pasos y murmuros alertaron de la llegada de los huéspedes a aquella habitción, por lo que mi marido me tomó de la mano y me arrastró al armario. ¿Porqué? No tenía ni la menor idea. ¿Porqué tomarse tantas molestias? Resoplé disimuladamente y dejé que él me abrazara mientras mi cuerpo se amueblaba a su figura, sintiendo aquella chispa de electricidad que siempre recorría mi piel cuando Jer estaba tan cerca de mí. Y algo en mis entrañas se removió cuando besó mi cuello, sintiendo aquellos impulsos de poseerlo... que fueron interrumpidos con la llegada de aquellos humanos tras despedirse del botones.
De pronto, la situación volvió a tensarse cuando la voz mental de Jerarld me gritó los temores por May. May... a la que medio mundo buscaba por terrorismo... May, nuestra pequeña traviesa. Sabía que podría cuidarse sola si se encontraba frente a los lobos, pero era mi hija y mi deber era sobreprotegerla. Así que asentí una sola vez y me deshice de las manos de Jer, resoplando antes de abrir de par en par las puertas del armario y salir con suma elegancia de él, sorprendiendo a la pareja en sus momentos de intimidad. Ambos me miraron con los ojos abiertos, sin moverse de su posición sobre el lecho, sin atreverse a objetar nada sobre mi presencia. Me acerqué a ellos y me senté a su lado de forma casual.
- Bueno, parejita, ¿lo pasáis bien?- reí.- Seguro que puedo mejorarlo.- dije con una sonrisa torcida y la voz más pícara que disponía.- Jerarld, puedes salir ahora, les estoy manipulando.- le advertí con indiferencia, viendo cómo éste salía del armario algo confuso.- Ve a por la niña, yo me encargo de los humanos por si los lobos lograsen llegar hasta aquí.
Hice un gesto a mi marido y esperé a que se marchara por donde había entrado mientras yo me quedaba a solas con aquella pareja, suspirando al viéndome convertida en una simple niñera. Les hice un gesto con la mano y ambos se separaron, mirándome como si estuviesen hipnotizados. Fue entonces cuando me entretuve observando sus recuerdos como si se tratara de una película. Sólo me faltaban las palomitas. Pasadas un par de horas, ya había comprendido todas sus miserables vidas. Se trataba de un profesor universitario llamado Christian, 36 años, casado con una tal Bibianne, un hijo en camino, una hipoteca que pagar y varios problemas personales, como por ejemplo el que tenía en aquél momento entre sus brazos, una joven alumna suya llamada Sophie y a la que habí aetiquetado interiormente como a su amante, una niña de papá de a penas 19 años, inmadura y alocada, que realmente creía que una aventura con su profesor de Arquiectura le solucionaría los problemas escolares por los que atravesaba.
Cuando sus estúpidas vidas me aburrieron, decidí deshacerme de ellos con sutileza. Les indiqué que tomaran su equipaje y se largaran de aquella habitación, advirtiendo a la Recepción de que no deseaban que nadie irrumpiera en la suite 222 de la cuarta planta. A partir de ahí, ellos debían marcharse del Ritz y olvidar que me vieron en alguna ocasión. Dicho y hecho, la pareja se fue por dónde habían venido y me quedé a solas en aquella suite. Aprovechando la soledad y que debía permanecer entre aquellas cuatro paredes, cerré con pestillo aquél habitáculo y deseché mi ropa interior para zambullirme en un jacuzzi ya preparado con su escuma, sus pétalos de rosa entre las burbujas de jabón, rodeado de velas aromáticas, una botella de xampagne y dos copas de cristal. De fondo, decidí poner un CD de música chill out, relajándome entre aromas de flores y el tacto del agua jabonosa envolverme entre sus brazos. De repente, la ventana se abrió y con ella, una fresca brisa nocturna invadió la habitación, apagando algunas de las velas que se hallaban en la orilla del jacuzzi. Manteniendo los párpados cerrados, no me inmuté por aquél hecho, sabiendo que sólo se trataba de mi marido.
De pronto, la situación volvió a tensarse cuando la voz mental de Jerarld me gritó los temores por May. May... a la que medio mundo buscaba por terrorismo... May, nuestra pequeña traviesa. Sabía que podría cuidarse sola si se encontraba frente a los lobos, pero era mi hija y mi deber era sobreprotegerla. Así que asentí una sola vez y me deshice de las manos de Jer, resoplando antes de abrir de par en par las puertas del armario y salir con suma elegancia de él, sorprendiendo a la pareja en sus momentos de intimidad. Ambos me miraron con los ojos abiertos, sin moverse de su posición sobre el lecho, sin atreverse a objetar nada sobre mi presencia. Me acerqué a ellos y me senté a su lado de forma casual.
- Bueno, parejita, ¿lo pasáis bien?- reí.- Seguro que puedo mejorarlo.- dije con una sonrisa torcida y la voz más pícara que disponía.- Jerarld, puedes salir ahora, les estoy manipulando.- le advertí con indiferencia, viendo cómo éste salía del armario algo confuso.- Ve a por la niña, yo me encargo de los humanos por si los lobos lograsen llegar hasta aquí.
Hice un gesto a mi marido y esperé a que se marchara por donde había entrado mientras yo me quedaba a solas con aquella pareja, suspirando al viéndome convertida en una simple niñera. Les hice un gesto con la mano y ambos se separaron, mirándome como si estuviesen hipnotizados. Fue entonces cuando me entretuve observando sus recuerdos como si se tratara de una película. Sólo me faltaban las palomitas. Pasadas un par de horas, ya había comprendido todas sus miserables vidas. Se trataba de un profesor universitario llamado Christian, 36 años, casado con una tal Bibianne, un hijo en camino, una hipoteca que pagar y varios problemas personales, como por ejemplo el que tenía en aquél momento entre sus brazos, una joven alumna suya llamada Sophie y a la que habí aetiquetado interiormente como a su amante, una niña de papá de a penas 19 años, inmadura y alocada, que realmente creía que una aventura con su profesor de Arquiectura le solucionaría los problemas escolares por los que atravesaba.
Cuando sus estúpidas vidas me aburrieron, decidí deshacerme de ellos con sutileza. Les indiqué que tomaran su equipaje y se largaran de aquella habitación, advirtiendo a la Recepción de que no deseaban que nadie irrumpiera en la suite 222 de la cuarta planta. A partir de ahí, ellos debían marcharse del Ritz y olvidar que me vieron en alguna ocasión. Dicho y hecho, la pareja se fue por dónde habían venido y me quedé a solas en aquella suite. Aprovechando la soledad y que debía permanecer entre aquellas cuatro paredes, cerré con pestillo aquél habitáculo y deseché mi ropa interior para zambullirme en un jacuzzi ya preparado con su escuma, sus pétalos de rosa entre las burbujas de jabón, rodeado de velas aromáticas, una botella de xampagne y dos copas de cristal. De fondo, decidí poner un CD de música chill out, relajándome entre aromas de flores y el tacto del agua jabonosa envolverme entre sus brazos. De repente, la ventana se abrió y con ella, una fresca brisa nocturna invadió la habitación, apagando algunas de las velas que se hallaban en la orilla del jacuzzi. Manteniendo los párpados cerrados, no me inmuté por aquél hecho, sabiendo que sólo se trataba de mi marido.
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