Cada Vez que la veo(Privado Adeline)

Era un día como cualquier otro, la mañana había llegado y con ella la noción de que tendría que abandonar las sábanas blancas que le servían de cobijo y que la mantenían tan a gusto logrando que, a pesar de que los rayos solares iluminaban ya su dormitorio, no tuviera deseos de levantarse, por lo que cuando observó el reloj sobre su mesita de noche, lanzó un juramento. Finalmente la noción se ancló en su psique, se le estaba haciendo tarde para llegar a su trabajo en la perfumería y tenía que apresurarse.

Apenas semi vestida abandonó el dormitorio de prisa. -¿Gael!?- Recorrió el pasillo, y al no obtener respuesta, asumió que su hermano se había retirado temprano, o que no había dormido en la casa. Terminó de colocarse el vestido mientras entraba en la cocina como una tromba, únicamente para descubrir que les faltaban diversos víveres, incluyendo su tan preciado café, que a esa hora serviría para mantenerla despierta y que en este día en particular buena falta le hacía, había regresado a casa muy tarde la noche anterior y sus párpados se empeñaban en tornarse pesados a pesar del recién tomado baño.

Sus dedos garabatearon una nota rápidamente para Gael, la cual dejó sobre la mesa del desayunador, indicándole que necesitaba que comprara ciertas cosas para la despensa. Después de terminar de revisar su peinado frente al espejo de la sala y de colocarse los zapatos salió de la casa como alma que lleva el diablo. Ya había acudido tarde al trabajo un par de veces y no le convenía perderlo, aunque fuera por el hecho de que le servía como tapadera para el resto de sus actividades... de las cuales nadie, ni su hermano ni amistades tenían por qué enterarse. Ese era un asunto que la joven guardaba celosamente, y hasta el momento, se las había ingeniado para conservar el secreto bastante bien.

Había alcanzado ya las calles cercanas al local adonde se alzaba la perfumería y aceleró aún más el paso. No podía dirigirse al trabajo sin antes pasar por la cafetería por su dosis mañanera, o estaría irritada y de mal talante durante el resto del día. Su mirada ya se había posado en el local, ubicado a unos cuantos metros, cuando de la nada alguien colisionó con ella, logrando que perdiera el equilibrio temporalmente.

-¿Pero es que nadie tiene sentido del espacio ajeno?- exclamó molesta mientras lograba afianzar nuevamente sus zapatos sobre el suelo. No era la primera vez que tropezaban con ella en los últimos días. Alzó la mirada beligerante, posándola en el ofensor para encontrarse con un rostro masculino a poca distancia. Entornó levemente los párpados al contemplarlo, con el pecho algo agitado, sintiéndose nerviosa repentinamente y con el pulso más acelerado de lo normal. ¿Lo conocía de algún lado? -Depende de lo que se pueda considerar bien.- respondió, notando que sus rodillas le fallaban, amenazando con hacerla caer después de todo. -¿Y usted?- ¿Cómo es que había salido tan repentinamente de la nada? Era como si... se hubiese materializado frente a ella.