AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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غريب /privado
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غريب /privado
Debía atrapar esa liebre que corría dando tumbos por todas partes; el invierno había alejado en la mayoría de los animales pequeños para cazar, y el hambre había arreciado las últimas dos semanas, por lo que cualquier animal que pudiese ofrecerle alimento, tenía que ser cazado y cocinado inmediatamente. Y así fue.
Yamil quitó la piel, y limpió las visceras que arrojó hacia atrás. Encendió una fogata, incrustó al animal despellejado en una rama afilada, y le colocó por encima de las llamas, mientras daba cuenta de alguna veintena de grillos y otros insectos que acostumbraba comer con todo y patas y alas. Su madre le había enseñado que eran una fuente nutritiva de alimento, que por más que sintiese cómo se movían dentro de su boca, debía machacarlos con los dientes inmediatamente, pasando el bocado. Extrañamente con el tiempo había aprendido a tomarle gusto.
Una vez que la carne de liebre estuvo lista, la comió a grandes mordidas, pues poco le duraría el gusto. Aún faltaban muchos días para que el calor estuviese en pleno apogeo. Los animales tardarían en regresar y los peces a desovar.
Pensaba que tal vez fuese tiempo de buscar otro sitio dónde vivir. Tres noches anteriores habían llegado intrusos a su área de caza. Muy peligrosos. No les hizo frente porque no habìa necesidad, simplemente les mostró una de sus tantas ilusiones mágicas y les alejó de ahí. A Yamil no le gustaban los enfrentamientos. Tenía un miedo demasiado arraigado con todos y contra todos. Su madre antes de partir había dejado instrucciones precisas de cómo actuar, pero sobre todo, de como no dejarse atrapar, si "esas personas" de cabello blanco, aparecían en cualquier momento.
Sin previo aviso, el viento trajo hacia a él, dos aromas desconocidos. Dos presencias. Inmediatamente tomó arco y flecha. Corrió al lado opuesto del viento, escondiéndose entre arbustos espesos desde donde tenía una visión periférica privilegiada. Desde su escondite se daría cuenta de todo, y lo mejor, es que su presencia no sería detectada.
Agasapado y con la mirada fija hacia el horizonte, esperó.
Yamil quitó la piel, y limpió las visceras que arrojó hacia atrás. Encendió una fogata, incrustó al animal despellejado en una rama afilada, y le colocó por encima de las llamas, mientras daba cuenta de alguna veintena de grillos y otros insectos que acostumbraba comer con todo y patas y alas. Su madre le había enseñado que eran una fuente nutritiva de alimento, que por más que sintiese cómo se movían dentro de su boca, debía machacarlos con los dientes inmediatamente, pasando el bocado. Extrañamente con el tiempo había aprendido a tomarle gusto.
Una vez que la carne de liebre estuvo lista, la comió a grandes mordidas, pues poco le duraría el gusto. Aún faltaban muchos días para que el calor estuviese en pleno apogeo. Los animales tardarían en regresar y los peces a desovar.
Pensaba que tal vez fuese tiempo de buscar otro sitio dónde vivir. Tres noches anteriores habían llegado intrusos a su área de caza. Muy peligrosos. No les hizo frente porque no habìa necesidad, simplemente les mostró una de sus tantas ilusiones mágicas y les alejó de ahí. A Yamil no le gustaban los enfrentamientos. Tenía un miedo demasiado arraigado con todos y contra todos. Su madre antes de partir había dejado instrucciones precisas de cómo actuar, pero sobre todo, de como no dejarse atrapar, si "esas personas" de cabello blanco, aparecían en cualquier momento.
Sin previo aviso, el viento trajo hacia a él, dos aromas desconocidos. Dos presencias. Inmediatamente tomó arco y flecha. Corrió al lado opuesto del viento, escondiéndose entre arbustos espesos desde donde tenía una visión periférica privilegiada. Desde su escondite se daría cuenta de todo, y lo mejor, es que su presencia no sería detectada.
Agasapado y con la mirada fija hacia el horizonte, esperó.
Yamil El Habib- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 01/01/2014
Re: غريب /privado
غريب
Los días habían transcurrido de forma habitual y aunque pareciera que la rutina le consumía, su pueril sonrisa demostraba lo contrario. Desde su llegada a la mansión Del Mar, Simone no hacía más que disfrutar las actividades que compartía con su madre. El pasado y todos aquellos temores seguían siendo parte de ella y le acompañarían hasta el día de su muerte, no obstante con la presencia de Ruslana a su lado, la pequeña había aprendido a sobrellevar aquellos temores que pronto convertiría en fortalezas para enfrentar con la cabeza en alto la magnitud que la adolescencia dejaría caer sobre sus hombros. Estaba consciente de esa brecha que el lazo consanguíneo le impedía quizás, sentirse del todo su hija, pero su madurez sorprendentemente jugaba a su favor para hacer a un lado una nimiedad como esa, permitiéndose de vez en cuando sentirse mimada y protegida por aquella mujer que no solo fungía como su progenitora, amiga y confidente.
Su itinerario les conducía hacia un abanico de actividades altruistas y plagadas de arte. Era curiosa la forma en la cual el destino les había unido y de qué manera, ya que no solo compartían afinidad por la música sino un secreto por el cual su verdadera familia había pagado el precio. Evitaban hablar de esa temática para centrarse en lo que realmente importaba y eso era el presente que tenían la dicha de compartir. A su salida del enorme teatro donde ambas se regocijaron en un vaivén de notas fulgentes, abordaron el carromato y entre una callejuela y otra se vieron alejadas del camino usual. Avanzaban con dificultad, pues la estación se mostraba insolente esa noche, dejando caer una ligera ventisca sobre las calles, el cochero indicó que debían tomar un camino diferente para ganar tiempo y llegar lo más pronto posible. Repentinamente se encontraron merodeando a orillas de la ciudad.
De antemano sabían los riesgos que significaban circular por esos lugares a dicha hora. Sus conjeturas se concretaron cuando el carruaje se detuvo. Sin embargo el cansancio del día causó que su madre cediera momentáneamente a los efectos de un sueño corto.
–¿Qué pasa?–
Inquirió con curiosidad la pequeña, apenas en un susurro para evitar despertarle.
Aparentemente el vehículo había sufrido un desperfecto. El cochero se disculpó por atrasar su regreso y de inmediato puso manos a la obra. Simone aprovechó este lapso para descender del carromato y dar un vistazo a los alrededores, debía cerciorarse que no corrieran ninguna clase de peligro mientras retomaban su sendero nuevamente. Estiró ambas manos hacia el frente y en sus labios nacieron un par de palabras, un sortilegio que formaban un par de mariposas en tonalidades neón, mismas que le ayudaron a no sentirse engullida por la oscuridad.
Aparentemente todo estaba en calma.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: غريب /privado
Lo que vió lo dejó desconcertado. ¿Qué hacía una niña en medio de la nada? Era diminuta y llevaba un vestido. Hacía tanto que no veía a alguien como ella, que pensó estaba atrapado en una de sus propias ilusiones. Se golpeó la cabeza con la mano y la movió de derecha a izquierda, sacudiéndola. Si la agitaba con fuerza, quizás todo regresaría a la normalidad. Sin embargo nada ocurrió. Ella seguía ahí curioseando y entonces todo su mundo se cimbró. Muchas mariposas de colores surgieron de la nada, revoloteando alrededor de ella. Todo parecería normal, si estas no cambiasen de color a cada momento. Ésto sólo podía lograrse con mágia.
Su corazón latió con fuerza. Agachó la mirada y bajó el arco. Su cuerpo tembló. ¿Se cumpliría por fin el día en que le encontrarían e irían por el? Su madre le había dicho que no se fiara de nadie por más angelical que fuese su figura. Tal vez si le disparase un par de flechas revelaría su verdadera personalidad y el hechizo se rompería.
Debía pensar las cosas con detenimiento. Estaba demasiado asustado como para precipitarse. Volvió a golpearse la cabeza con ambas manos a la altura de sus sienes. No estaba lo suficientemente concentrado. ¿Que haría su madre en esos casos?
Volvio a agazaparse, la posibilidad de disparar las flechas cobraba cada vez más importancia en su círculo de ideas. Una flecha envenenada, de preferencia. El veneno siempre había sido muy efectivo, sobre todo al cazar presas grandes que necesitaban algo más que algunas flechas traspasando su cuerpo para morir. En cambio, con la ayuda del veneno circulando por su cuerpo...
En la zona podía conseguir el "material necesario" para ello. Bastaría con levantar una piedra debajo de algún matorral para dar con el reptil. Y eso fue lo que hizo. Se dió a la ardua tarea de llevar al cabo su plan, deseando en el fondo, no verse inmiscuído en ninguna pelea posterior. Estaba preparado, pero no le agradaba.
Las cosas iban a pnerse difíciles, apenas cargara la flecha con el veneno, apuntando directamente hacia su corazón. Moriría muy rápido, aunque sería una muerte dolorosa.
Su corazón latió con fuerza. Agachó la mirada y bajó el arco. Su cuerpo tembló. ¿Se cumpliría por fin el día en que le encontrarían e irían por el? Su madre le había dicho que no se fiara de nadie por más angelical que fuese su figura. Tal vez si le disparase un par de flechas revelaría su verdadera personalidad y el hechizo se rompería.
Debía pensar las cosas con detenimiento. Estaba demasiado asustado como para precipitarse. Volvió a golpearse la cabeza con ambas manos a la altura de sus sienes. No estaba lo suficientemente concentrado. ¿Que haría su madre en esos casos?
Volvio a agazaparse, la posibilidad de disparar las flechas cobraba cada vez más importancia en su círculo de ideas. Una flecha envenenada, de preferencia. El veneno siempre había sido muy efectivo, sobre todo al cazar presas grandes que necesitaban algo más que algunas flechas traspasando su cuerpo para morir. En cambio, con la ayuda del veneno circulando por su cuerpo...
En la zona podía conseguir el "material necesario" para ello. Bastaría con levantar una piedra debajo de algún matorral para dar con el reptil. Y eso fue lo que hizo. Se dió a la ardua tarea de llevar al cabo su plan, deseando en el fondo, no verse inmiscuído en ninguna pelea posterior. Estaba preparado, pero no le agradaba.
Las cosas iban a pnerse difíciles, apenas cargara la flecha con el veneno, apuntando directamente hacia su corazón. Moriría muy rápido, aunque sería una muerte dolorosa.
Yamil El Habib- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 01/01/2014
Re: غريب /privado
Desde que decidió aceptar la custodia y posterior adopción de Simone, había conseguido romper con parte de la tristeza que siempre la rodeaba. Aquella joven hermosa y elegante sabía llenar una habitación con su presencia, convirtiéndose en su confidente y cómplice en numerosas aventuras divertidas en su Mansión.
Los criados la habían acogido con gran alegría, consintiéndola en demasía como una vez hicieron con ella misma, dejando pastelitos por todos los rincones de la Mansión como si no fuera capaz de verlos corretear alrededor de Simone para observar que estaba perfectamente. Su hogar era ahora sinónimo de risas y numerosas regañinas al servicio para que dejaran de acosar a Simone.
El resto de su entorno, como sus compañeros de negocios o sus propios subordinados en el conservatorio, habían aceptado su decisión como parte de su excéntrica vida. Alegrándose al verla sonreír con dulzura cuando le preguntaban por su Simone. Su hija. Jamás creyó tener a alguien a la que denominar como tal, pues se había acostumbrado tanto a su soledad, que incluso cuando veía a sus amistades con los primeros retoños de sus matrimonios, sentía un frío en el estómago. Un miedo atroz y reverencial hacia todo lo que conllevaba aquellos pequeños cuerpecitos berreantes.
Sin embargo, a pesar de las numerosas excursiones y de la compañía frecuente de Simone, sus dedos seguían trazando una melodía melancólica en las cuerdas de su violín. Arañándolas para obtener entre notas, las palabras que tenía atascadas en el fondo de su garganta, un grito mudo de su inocencia muriendo envenenada por la peligrosa realidad. Motivo más que suficiente para que no pudiera conciliar bien el sueño, manteniéndose como un ovillo entre las mantas de su cama, esperando que los rayos del sol llegasen con prontitud y le dieran una excusa para poder salir y retomar aquella sonrisa que se colocaba junto a su corsé y enaguas.
Quizás por eso cayó presa del sueño, permitiéndose el descansar de puro agotamiento gracias al vaivén suave de su carruaje. Ni siquiera cuando éste se detuvo, abrió sus ojos, respirando con suavidad mientras seguía presa de Orfeo, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Pero las pesadillas siempre encontraban el momento justo para dar contigo, incluso cuando corrías presurosa al fin del mundo.
- ¿Simone? – Preguntó cuándo sus ojos se abrieron de golpe, al salir de una pesadilla que se parecía demasiado a un recuerdo. Uno al que no deseaba prestarle más tiempo del necesario, sabía que, de no hacerlo, terminaría llorando. Ahogada entre su propia ropa, presa de su propia piel.
Buscó a su hija con los ojos, terminando por bajar del carruaje para darse cuenta con asombro que el cochero y el lacayo que las acompañaba estaban centrados en arreglar el dije de una de las ruedas del carruaje. Les dedicó una sonrisa y un leve asentimiento de su cabeza antes de buscar a su pequeña, llamándola por su nombre mientras caminaba entre la vegetación.
Ella era su sortilegio de buena suerte. Su pequeño atrapasueños, porque no se podía dejar llevar por su propia miseria teniendo a alguien del que cuidar.
Los criados la habían acogido con gran alegría, consintiéndola en demasía como una vez hicieron con ella misma, dejando pastelitos por todos los rincones de la Mansión como si no fuera capaz de verlos corretear alrededor de Simone para observar que estaba perfectamente. Su hogar era ahora sinónimo de risas y numerosas regañinas al servicio para que dejaran de acosar a Simone.
El resto de su entorno, como sus compañeros de negocios o sus propios subordinados en el conservatorio, habían aceptado su decisión como parte de su excéntrica vida. Alegrándose al verla sonreír con dulzura cuando le preguntaban por su Simone. Su hija. Jamás creyó tener a alguien a la que denominar como tal, pues se había acostumbrado tanto a su soledad, que incluso cuando veía a sus amistades con los primeros retoños de sus matrimonios, sentía un frío en el estómago. Un miedo atroz y reverencial hacia todo lo que conllevaba aquellos pequeños cuerpecitos berreantes.
Sin embargo, a pesar de las numerosas excursiones y de la compañía frecuente de Simone, sus dedos seguían trazando una melodía melancólica en las cuerdas de su violín. Arañándolas para obtener entre notas, las palabras que tenía atascadas en el fondo de su garganta, un grito mudo de su inocencia muriendo envenenada por la peligrosa realidad. Motivo más que suficiente para que no pudiera conciliar bien el sueño, manteniéndose como un ovillo entre las mantas de su cama, esperando que los rayos del sol llegasen con prontitud y le dieran una excusa para poder salir y retomar aquella sonrisa que se colocaba junto a su corsé y enaguas.
Quizás por eso cayó presa del sueño, permitiéndose el descansar de puro agotamiento gracias al vaivén suave de su carruaje. Ni siquiera cuando éste se detuvo, abrió sus ojos, respirando con suavidad mientras seguía presa de Orfeo, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Pero las pesadillas siempre encontraban el momento justo para dar contigo, incluso cuando corrías presurosa al fin del mundo.
- ¿Simone? – Preguntó cuándo sus ojos se abrieron de golpe, al salir de una pesadilla que se parecía demasiado a un recuerdo. Uno al que no deseaba prestarle más tiempo del necesario, sabía que, de no hacerlo, terminaría llorando. Ahogada entre su propia ropa, presa de su propia piel.
Buscó a su hija con los ojos, terminando por bajar del carruaje para darse cuenta con asombro que el cochero y el lacayo que las acompañaba estaban centrados en arreglar el dije de una de las ruedas del carruaje. Les dedicó una sonrisa y un leve asentimiento de su cabeza antes de buscar a su pequeña, llamándola por su nombre mientras caminaba entre la vegetación.
Ella era su sortilegio de buena suerte. Su pequeño atrapasueños, porque no se podía dejar llevar por su propia miseria teniendo a alguien del que cuidar.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 415
Fecha de inscripción : 07/10/2012
Localización : Mansión del Mar
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