AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pastel desvaneciente ~#Abbey
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Pastel desvaneciente ~#Abbey
Calma... ¿O debería decir aburrimiento? No lo sabía con seguridad. Si tenía que ser sincera conmigo misma, odiaba una parte de la vida que llevaba, aborrecía el hecho de que muchas veces actuaba de una forma que no tenía concordancia alguna con lo que, en realidad sentía. Pero no había otra alternativa, había tenido que salir adelante, sola, destrozada y sin otro medio para subsistir que mi propia belleza. Odiaba el tener que actuar muchas veces como una persona superficial, que no le importaba nada mas que verse bella y perfecta, pero había aprendido de la peor de las maneras que ésa era la única manera en que nadie pudiera llegar a herirme de nuevo. Distraídamente, repiqueteé con las uñas, perfectas y brillantes, sobre la superficie de madera de la mesa en la que me encontraba sentada. Sabía que las miradas de algunos se habían posado en mi en el mismo momento que había entrado en el lugar, sola, sin la mas mínima compañía. Sabía bien, que muchos cuando me veían entrar en un lugar, no veían a una prostituta, veían a una dama que iba sin una dama de compañía o sin guardas que la protegieran. De no querer yo que uno supiera a qué me dedicaba, éste no iba a darse cuenta, ya que nada en mi vestuario no había ni el mas leve indicativo de ello.
Tras unos minutos de espera, finalmente se acercó un camarero con el menú del día. Menú del que elegí tras unos pocos minutos y que, después de dicha elección, me sumí en mis propios pensamientos mientras esperaba que, ese mismo camarero, quién no había podido evitar coquetear conmigo, regresara con mi comida. Era cierto que de todos los restaurantes, bares y cantinas de París en dónde servían comida, éste era, sin lugar a dudas, el que mejor me parecía, pero, aún así muchas veces no me terminaba de complacer; prefería de lejos mi propia cocina, pero no siempre disponía de tiempo o tenía ganas de ponerme a cocinar. Apartando un mechón de cabello de mi rostro, le dediqué una breve sonrisa coqueta al camarero cuando este volvió con mi comida y mi sonrisa se ensanchó al ver cómo este se ruborizaba sin remedio y evitaba por todos los modos evitar mi mirada y se marchaba de forma presurosa una vez había dejado la comida que había pedido encima de la mesa.
La comida transcurrió con total calma, exceptuando las miradas ocasionales de aquellos que no podían evitar dirigir la mirada hacia dónde me encontraba de vez en cuando. Estaba acostumbrada a eso, estaba acostumbrada a llamar la atención de la gran mayoría de hombres hacia mi persona; lo había estado desde el momento en que había empezado a crecer, desde que mi cuerpo se había empezado a formar y a tomar la forma de una mujer. Pero si era sincera conmigo misma, y a pesar de que, a estas alturas poco me molestaba eso, hubiera preferido que no solo se me valorara por mi aspecto, si no por quién era yo en realidad. Desgraciadamente no había sido así. Pensativa, observé las porciones de tarta de manzana que había traído conmigo, sabía bien que en el lugar hacían una tarta de manzana que, a decir verdad, no era mala, pero no era capaz de comerla. Después de las dos o tres primeras veces que había intentado hacerlo me había quedado un mal sabor de boca, esta no había llegado a satisfacerme ni a seducir mis sentidos tal y cómo debería hacer un buen postre. Era por ello mismo, que simplemente me traía siempre mi propio postre, algo que, con el paso del tiempo y teniendo en cuenta las veces que venía a comer en el lugar, el dueño del lugar había terminado consintiendo que lo hiciera.
Tras unos minutos de espera, finalmente se acercó un camarero con el menú del día. Menú del que elegí tras unos pocos minutos y que, después de dicha elección, me sumí en mis propios pensamientos mientras esperaba que, ese mismo camarero, quién no había podido evitar coquetear conmigo, regresara con mi comida. Era cierto que de todos los restaurantes, bares y cantinas de París en dónde servían comida, éste era, sin lugar a dudas, el que mejor me parecía, pero, aún así muchas veces no me terminaba de complacer; prefería de lejos mi propia cocina, pero no siempre disponía de tiempo o tenía ganas de ponerme a cocinar. Apartando un mechón de cabello de mi rostro, le dediqué una breve sonrisa coqueta al camarero cuando este volvió con mi comida y mi sonrisa se ensanchó al ver cómo este se ruborizaba sin remedio y evitaba por todos los modos evitar mi mirada y se marchaba de forma presurosa una vez había dejado la comida que había pedido encima de la mesa.
La comida transcurrió con total calma, exceptuando las miradas ocasionales de aquellos que no podían evitar dirigir la mirada hacia dónde me encontraba de vez en cuando. Estaba acostumbrada a eso, estaba acostumbrada a llamar la atención de la gran mayoría de hombres hacia mi persona; lo había estado desde el momento en que había empezado a crecer, desde que mi cuerpo se había empezado a formar y a tomar la forma de una mujer. Pero si era sincera conmigo misma, y a pesar de que, a estas alturas poco me molestaba eso, hubiera preferido que no solo se me valorara por mi aspecto, si no por quién era yo en realidad. Desgraciadamente no había sido así. Pensativa, observé las porciones de tarta de manzana que había traído conmigo, sabía bien que en el lugar hacían una tarta de manzana que, a decir verdad, no era mala, pero no era capaz de comerla. Después de las dos o tres primeras veces que había intentado hacerlo me había quedado un mal sabor de boca, esta no había llegado a satisfacerme ni a seducir mis sentidos tal y cómo debería hacer un buen postre. Era por ello mismo, que simplemente me traía siempre mi propio postre, algo que, con el paso del tiempo y teniendo en cuenta las veces que venía a comer en el lugar, el dueño del lugar había terminado consintiendo que lo hiciera.
Última edición por Anaïs Favre el Miér Jul 20, 2016 2:28 pm, editado 1 vez
Anaïs Favre- Prostituta Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
El cielo se puso en su contra desde bien temprano. Estaba nublado, un cielo cerrado y sin un ápice de esperanza de que el sol saliese durante todo el día. Su querida sombrilla deberá permanecer sujeta en su muñeca, un adorno más al conjunto que esa mañana le obligaron a ponerse. No podía negarse, si lo hacía se quedaría sin salir ¿cómo iba a aguantar otro día entre aquellas paredes? Necesitaba tomar el aire y no el del jardín. Salir de aquella jaula con la supervisión de aquel hombre que ya le esperaba en el hall.
Ambas se cruzaron unos segundos, prometiéndose algo que no sabía ninguno de los dos si cumpliría y aún así, no hizo falta decir más. El señor Milles, le abrió la puerta para que comenzaran con otro de sus paseos pero esta vez, curiosamente… Abbey se agarró de su brazo, con la mirada puesta al frente. La joven, parecía pensativa, como si algo no le dejase avanzar.
-Señor Milles. ¿Cuánto tiempo cree que me quede permanecer aquí? Ahora no lo veo tan horrible y pesado como pensaba…supongo que me estaba haciendo a la idea pero no a lo de vivir en el sitio ese, sé que usted estaba mejor en casa, con mi padre… y no detrás de una niña mimada y caprichosa pero bueno, en el fondo hasta me aprecia -el hombre no dijo nada tan solo suspiró, peinándose el cabello hacia atrás y dejándose llevar por la muchacha -Prometo no meterle en líos si… me ayuda en determinadas ocasiones. Así podremos ganar ambos ¿no es un buen plan? -el hombre, enarcó una ceja, negando con la cabeza no muy convencido… era buena idea pero ¿podrían hacer eso?
-Ya veremos, de momento… la llevaré a merendar fuera y a las ocho regresamos, se le restó una hora por la huida del otro día y eran dos pero convencí a la señora Gilbert… y no me lo agradezca…que solo de pensarlo me arrepiento -
Abbey apretó el brazo del hombre, hundiendo un tanto sus dedos en la ropa y dejar escapar esa risa que aún le quedaba de la niñez, mostrando una imagen muy diferente a la que solía. Últimamente se metía menos en líos pero era cuestión de tiempo, pronto las cosas cambiarían y ambos lo sabían.
Se detuvo de golpe, señalando con la cabeza hacia una cafetería que aún no había visitado, esperando la confirmación de su acompañante. Entraron ambos y los ojos de Abbey, se clavaron directamente en el mostrador donde se encontraban esas deliciosas tartas. Se inclinó al cristal, mientras el señor Milles tomó asiento en uno de los taburetes a unos metros de ella, siempre a su cuidado. Pero… ¿cómo iba a saber cuál le gustaría si había varias? Infló los mofletes, mirando a un lado y a otro. Sus ojos azules, se clavaron en un plato con una porción que había sobre la barra y pertenecía a alguien.
No dudó en acercarse, mirando el plato con un deseo irrefrenable, relamiéndose incluso porque esa, tenía la mejor pinta que todas las tartas del mostrador juntas y esa mujer…se había llevado el mejor trozo. Le molestaba, mucho por lo que frunció ligeramente el ceño, señalando el dulce.
-No lo compartiría ¿no? Todas esas tartas no son recientes, tienen al menos un día y el suyo es…perfecto. Déjeme probarlo. Si supiese hacer tartas de estas no tendría que mendigar, maldita sea -ella y su manera de pedir la cosas, pensar en voz alta…
Ambas se cruzaron unos segundos, prometiéndose algo que no sabía ninguno de los dos si cumpliría y aún así, no hizo falta decir más. El señor Milles, le abrió la puerta para que comenzaran con otro de sus paseos pero esta vez, curiosamente… Abbey se agarró de su brazo, con la mirada puesta al frente. La joven, parecía pensativa, como si algo no le dejase avanzar.
-Señor Milles. ¿Cuánto tiempo cree que me quede permanecer aquí? Ahora no lo veo tan horrible y pesado como pensaba…supongo que me estaba haciendo a la idea pero no a lo de vivir en el sitio ese, sé que usted estaba mejor en casa, con mi padre… y no detrás de una niña mimada y caprichosa pero bueno, en el fondo hasta me aprecia -el hombre no dijo nada tan solo suspiró, peinándose el cabello hacia atrás y dejándose llevar por la muchacha -Prometo no meterle en líos si… me ayuda en determinadas ocasiones. Así podremos ganar ambos ¿no es un buen plan? -el hombre, enarcó una ceja, negando con la cabeza no muy convencido… era buena idea pero ¿podrían hacer eso?
-Ya veremos, de momento… la llevaré a merendar fuera y a las ocho regresamos, se le restó una hora por la huida del otro día y eran dos pero convencí a la señora Gilbert… y no me lo agradezca…que solo de pensarlo me arrepiento -
Abbey apretó el brazo del hombre, hundiendo un tanto sus dedos en la ropa y dejar escapar esa risa que aún le quedaba de la niñez, mostrando una imagen muy diferente a la que solía. Últimamente se metía menos en líos pero era cuestión de tiempo, pronto las cosas cambiarían y ambos lo sabían.
Se detuvo de golpe, señalando con la cabeza hacia una cafetería que aún no había visitado, esperando la confirmación de su acompañante. Entraron ambos y los ojos de Abbey, se clavaron directamente en el mostrador donde se encontraban esas deliciosas tartas. Se inclinó al cristal, mientras el señor Milles tomó asiento en uno de los taburetes a unos metros de ella, siempre a su cuidado. Pero… ¿cómo iba a saber cuál le gustaría si había varias? Infló los mofletes, mirando a un lado y a otro. Sus ojos azules, se clavaron en un plato con una porción que había sobre la barra y pertenecía a alguien.
No dudó en acercarse, mirando el plato con un deseo irrefrenable, relamiéndose incluso porque esa, tenía la mejor pinta que todas las tartas del mostrador juntas y esa mujer…se había llevado el mejor trozo. Le molestaba, mucho por lo que frunció ligeramente el ceño, señalando el dulce.
-No lo compartiría ¿no? Todas esas tartas no son recientes, tienen al menos un día y el suyo es…perfecto. Déjeme probarlo. Si supiese hacer tartas de estas no tendría que mendigar, maldita sea -ella y su manera de pedir la cosas, pensar en voz alta…
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Habiendo terminado con la comida, simplemente me dirigí hacia la barra con mis cosas, entre ellas el pastel que aún no había consumido, para pagar por la comida antes de regresar a mi sitio y poder relajarme y disfrutar con calma de la última de mis creaciones. Podía ser que apenas tuviera tiempo para cocinar una comida entera, pero siempre encontraba un hueco en mi agenda y ganas para elaborar postres, para intentar cosas y combinaciones nuevas. Y esa tarta en concreto, era la última de ellas. Puesto que esa, era prácticamente una manzana pastelizada: no solo contenía manzana en su interior, si no que gran parte de sus componentes llevaban en mayor o menor medida alguna pincelada de manzana. A pesar de ello, y de que el aspecto que presentaba era estupendo, aún tenía que comprobar el sabor, si la mezcla que había realizado en ésta era viable o, por lo contrario, solo hacía que destrozar una tarta en apariencia divina. Mientras me encontraba sumida en mis propios pensamientos, noté una mirada en mi, pero ésta no era cómo las que solía recibir, algo que confirmé en el momento en que la voz de una mujer me pedía/me preguntaba si podría compartir mi postre con ella.
Parpadeando ligeramente, giré mi mirada hacia ella para observarla y no pude evitar esbozar una discreta sonrisa al oír el comentario hecho hacia las tartas del lugar. Negando ligeramente con la cabeza, le dediqué una breve sonrisa cómplice. —No diga eso muy alto —le indiqué mientras hacía una ligera señal con la cabeza hacia dónde estaba la dueña del lugar atendiendo a unos clientes—. No suele gustarle que critiquen sus tartas —dije aún en un tono bajo, antes de hacerle una ligera señal para que me siguiera con la cabeza antes de coger mi tarta y dirigirme de nuevo a mi mesa. Una vez estuve ahí, con el cuchillo simplemente corté la tarta por la mitad, tenía mas en casa y siempre podría hacer una otra—. Antes de que la pruebe debo advertirle de algo —le indiqué con calma— es probable que el contenido de manzana de la misma sea demasiado o excesivo —dejé escapar un breve suspiro antes de seguir— no es algo que hay podido comprobar aún —la miré de nuevo.
—Le guste o no la tarta, debe prometer que no le dirá nada a la dueña del lugar, puesto que ésta probablemente se ofendiera y dejara de permitir que trajera conmigo mi propio postre en vez de comprarlo aquí. —Musité, dejando en claro que la tarta no era de éste lugar a la vez que me aseguraba de que, tan solo ella, oyera mis palabras. De la misma manera, no había dado indicativo alguno de que la tarta la hubiese hecho yo, puesto que simplemente había indicado que la tarta llevaba mucha manzana y que aún no había tenido tiempo de probarla. Dedicándole otra sonrisa, le tendí un tenedor para que pudiera comerse la mitad de la misma sin tener que cogerla con las manos— adelante, toda tuya —indiqué mientras me dedicaba a juguetear con la cucharilla del café que había traído junto al plato de la tarta y que era mi medida para que la dueña del lugar no se quejara por que no consumiera uno de sus postres.
Parpadeando ligeramente, giré mi mirada hacia ella para observarla y no pude evitar esbozar una discreta sonrisa al oír el comentario hecho hacia las tartas del lugar. Negando ligeramente con la cabeza, le dediqué una breve sonrisa cómplice. —No diga eso muy alto —le indiqué mientras hacía una ligera señal con la cabeza hacia dónde estaba la dueña del lugar atendiendo a unos clientes—. No suele gustarle que critiquen sus tartas —dije aún en un tono bajo, antes de hacerle una ligera señal para que me siguiera con la cabeza antes de coger mi tarta y dirigirme de nuevo a mi mesa. Una vez estuve ahí, con el cuchillo simplemente corté la tarta por la mitad, tenía mas en casa y siempre podría hacer una otra—. Antes de que la pruebe debo advertirle de algo —le indiqué con calma— es probable que el contenido de manzana de la misma sea demasiado o excesivo —dejé escapar un breve suspiro antes de seguir— no es algo que hay podido comprobar aún —la miré de nuevo.
—Le guste o no la tarta, debe prometer que no le dirá nada a la dueña del lugar, puesto que ésta probablemente se ofendiera y dejara de permitir que trajera conmigo mi propio postre en vez de comprarlo aquí. —Musité, dejando en claro que la tarta no era de éste lugar a la vez que me aseguraba de que, tan solo ella, oyera mis palabras. De la misma manera, no había dado indicativo alguno de que la tarta la hubiese hecho yo, puesto que simplemente había indicado que la tarta llevaba mucha manzana y que aún no había tenido tiempo de probarla. Dedicándole otra sonrisa, le tendí un tenedor para que pudiera comerse la mitad de la misma sin tener que cogerla con las manos— adelante, toda tuya —indiqué mientras me dedicaba a juguetear con la cucharilla del café que había traído junto al plato de la tarta y que era mi medida para que la dueña del lugar no se quejara por que no consumiera uno de sus postres.
Anaïs Favre- Prostituta Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Su atención se centró solo y exclusivamente en esa tarta de manzana, no una cualquiera, una que tenía dueña. Esa jovencita tenía un preciado trozo de la mejor tarta que había podido apreciar hasta el momento. Impresionante, esa textura, ese brillo de la corteza, cómo estaban caramelizadas las manzanas… el toque de melocotón y había algo más ¿qué mejor que esa deliciosa crema que le daba el toque dulce perfecto a ese manjar? Fuese como fuese, esa tarta tenía que ser suya, la tenía que probar, sí o sí.
-No digo ninguna mentira, demonios. -frunció ligeramente el ceño, lamiéndose el labio inferior, mordiéndoselo al ver que esa tarta seguía delante de ella. Cuando se trataba de dulces y de manzana, se comportaba como esa niña pequeña que fue. Una cara que muy pocas personas habían visto a lo largo de su existencia y con razón, la tarta era su debilidad y en el tema de la comida en la residencia, procuraba portarse medianamente bien para tener doble ración…eso o simplemente sobornaba al señor MIlles para que le diese el suyo, siempre saliéndose con la suya.
-Pues si no les gusta que critiquen sus tartas que las hagan bien, tampoco es tan difícil si te dedicas a ello ¿no? la cuestión es … quiero esa tarta -lo dijo convencida, señalando al estante en donde estaban las demás y negar repetidas veces, no , no iba a pasar por el aro -Se la compro ¿cuánto quiere? Y no me diga que no ¿vale? le doy el doble, lo que sea… .-la quería entera para ella sola, muy egoísta, su lado caprichoso e infantil… ese que sería incapaz de desaparecer.
-¿Me está diciendo que tiene doble de manzana? ¿En serio? ¡Deme un tenedor! .-la mujer parpadeó, el señor Milles, se pidió un café y a Abbey otro… con total tranquilidad, tan acostumbrado a los espectáculos de su señorita -¡Démelo, caramba! -una vez lo tuvo, antes de que incluso le dijese que podía probarla…cortó un trozo y se lo metió en la boca, saboreándolo, cerrando los ojos de puro placer. Incluso, zapateó porque le encantó su sabor, cómo sabía de bien.
-¡Que me aspen! Está deliciosa -tomó un taburete, sentándose de muy malas maneras en éste, para nada como una señorita de su clase. -¿Suya? ¿Por qué no conozco su tienda? Eso no es de ser buena persona… -en apenas tres bocados , acabó con media tarta, dejando lo más retostado para el final…estaba disfrutando tanto… m´s que nunca comiendo su dulce favorito -No entiendo porqué no tengo de esto en mi almacén personal…
Su almacén personal no era otro que uno de los cajones en donde debía tener otras cosas que comida, y lo mejor, lo tenía bajo llave. No se la acabó, tomó un sorbo de su café y suspiró, formándose una sonrisa de lo más satisfecha.
-Qué rica ¿es usted pastelera? La contrataré a modo personal para que me haga cada día una soooooooolo para mí -El señor Milles miró de reojo a la joven dueña de la tarta, en la que se había metido… ahora tenía alguien, a Abbey Lynn Appleby y su obsesión con los dulces de manzana -¿Cómo lo hace? Jamás he hecho algo parecido a esto, todo lo que hice lo quemé o no me dejaron jugar con la comida… -torció el gesto, de lo más entusiasmada.
-No digo ninguna mentira, demonios. -frunció ligeramente el ceño, lamiéndose el labio inferior, mordiéndoselo al ver que esa tarta seguía delante de ella. Cuando se trataba de dulces y de manzana, se comportaba como esa niña pequeña que fue. Una cara que muy pocas personas habían visto a lo largo de su existencia y con razón, la tarta era su debilidad y en el tema de la comida en la residencia, procuraba portarse medianamente bien para tener doble ración…eso o simplemente sobornaba al señor MIlles para que le diese el suyo, siempre saliéndose con la suya.
-Pues si no les gusta que critiquen sus tartas que las hagan bien, tampoco es tan difícil si te dedicas a ello ¿no? la cuestión es … quiero esa tarta -lo dijo convencida, señalando al estante en donde estaban las demás y negar repetidas veces, no , no iba a pasar por el aro -Se la compro ¿cuánto quiere? Y no me diga que no ¿vale? le doy el doble, lo que sea… .-la quería entera para ella sola, muy egoísta, su lado caprichoso e infantil… ese que sería incapaz de desaparecer.
-¿Me está diciendo que tiene doble de manzana? ¿En serio? ¡Deme un tenedor! .-la mujer parpadeó, el señor Milles, se pidió un café y a Abbey otro… con total tranquilidad, tan acostumbrado a los espectáculos de su señorita -¡Démelo, caramba! -una vez lo tuvo, antes de que incluso le dijese que podía probarla…cortó un trozo y se lo metió en la boca, saboreándolo, cerrando los ojos de puro placer. Incluso, zapateó porque le encantó su sabor, cómo sabía de bien.
-¡Que me aspen! Está deliciosa -tomó un taburete, sentándose de muy malas maneras en éste, para nada como una señorita de su clase. -¿Suya? ¿Por qué no conozco su tienda? Eso no es de ser buena persona… -en apenas tres bocados , acabó con media tarta, dejando lo más retostado para el final…estaba disfrutando tanto… m´s que nunca comiendo su dulce favorito -No entiendo porqué no tengo de esto en mi almacén personal…
Su almacén personal no era otro que uno de los cajones en donde debía tener otras cosas que comida, y lo mejor, lo tenía bajo llave. No se la acabó, tomó un sorbo de su café y suspiró, formándose una sonrisa de lo más satisfecha.
-Qué rica ¿es usted pastelera? La contrataré a modo personal para que me haga cada día una soooooooolo para mí -El señor Milles miró de reojo a la joven dueña de la tarta, en la que se había metido… ahora tenía alguien, a Abbey Lynn Appleby y su obsesión con los dulces de manzana -¿Cómo lo hace? Jamás he hecho algo parecido a esto, todo lo que hice lo quemé o no me dejaron jugar con la comida… -torció el gesto, de lo más entusiasmada.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Permanecí en silencio mientras la veía comerse la porción de tarta a una velocidad asombrosa, la velocidad de alguien que realmente disfrutaba y adoraba ese tipo de postres y una leve sonrisa se formó en mis labios al ver su reacción sobre la misma. Negué ligeramente con la cabeza, ante la mención de una tienda sin llegar a borrar la sonrisa de mis labios y menos cuando ésta preguntó si era pastelera. Por una vez en mi vida, me atribuían una profesión que no era a la que verdaderamente me dedicaba y eso hizo que un leve alivio me recorriera. —No conoce mi tienda porqué esta no existe, ni tampoco soy pastelera profesional; simplemente cocino porqué me gusta hacerlo, porque disfruto dedicarle tiempo a ello, pero muchas veces no dispongo de bastante tiempo como para hacer algo mas grande que tartas o postres sencillos. —Respondí, mientras otra leve sonrisa se formaba en mis labios— a pesar de ello, disfruto haciendo postres, disfruto intentando crear nuevas combinaciones y nuevas recetas, aunque estas no siempre salen cómo estaba previsto si no que resultan ser un completo desastre.
Una nueva sonrisa se formó en mis labios— esa tarta, era un prototipo, una prueba que no tenía por seguro que fuera a salir bien —una leve risita se escapó de entre mis labios— pero viendo la velocidad a la que la ha hecho desaparecer y su expresión de satisfacción al comerla creo que puedo darle el visto bueno. —Me tomé una ligera pausa, desviando mi mirada de ella mientras me alisaba la falda del vestido, intentando hacer desaparecer arrugas que en realidad no se encontraban ahí antes de que mi mirada volviera hacia ella mientras mi expresión se tornaba pensativa—. Parece que tiene buen paladar y buen gusto con lo que hace referencia a los postres —dije tras un momento—, puede que no pueda aceptar un contrato de trabajo estricto y de exclusividad, pero me pregunto si le gustaría tener la oportunidad de probar el resto de postres que suelo hacer o incluso probar las nuevas recetas.
Propuse tras un momento, tras sospesar con sumo cuidado los pros y los contras de mi propia propuesta y tras dictaminar que parecía alguien inofensiva y aceptar que tal vez alguien que adorara los dulces y disfrutara de ellos podría ser de ayuda para mejorar mis propias creaciones—. Obviamente, el probar tanto los postres como las nuevas recetas no le costaría coste alguno mas allá de su mas sincera opinión —una sonrisa sincera se formó en mis labios— algo que me ha quedado claro que posee al ver y observarla mirando las tartas de la dueña del lugar y su reticencia a no ocultar sus pensamientos al respecto en ningún momento sin preocuparse porqué la misma pudiera oírla y enojarse. —Mis palabras eran completamente sinceras y mi expresión era seria y serena denotando que iba completamente en serio en mi ofrecimiento y que si ella llegaba a aceptar no tendría problema alguno en proporcionarle los pertinentes dulces y postres.
Una nueva sonrisa se formó en mis labios— esa tarta, era un prototipo, una prueba que no tenía por seguro que fuera a salir bien —una leve risita se escapó de entre mis labios— pero viendo la velocidad a la que la ha hecho desaparecer y su expresión de satisfacción al comerla creo que puedo darle el visto bueno. —Me tomé una ligera pausa, desviando mi mirada de ella mientras me alisaba la falda del vestido, intentando hacer desaparecer arrugas que en realidad no se encontraban ahí antes de que mi mirada volviera hacia ella mientras mi expresión se tornaba pensativa—. Parece que tiene buen paladar y buen gusto con lo que hace referencia a los postres —dije tras un momento—, puede que no pueda aceptar un contrato de trabajo estricto y de exclusividad, pero me pregunto si le gustaría tener la oportunidad de probar el resto de postres que suelo hacer o incluso probar las nuevas recetas.
Propuse tras un momento, tras sospesar con sumo cuidado los pros y los contras de mi propia propuesta y tras dictaminar que parecía alguien inofensiva y aceptar que tal vez alguien que adorara los dulces y disfrutara de ellos podría ser de ayuda para mejorar mis propias creaciones—. Obviamente, el probar tanto los postres como las nuevas recetas no le costaría coste alguno mas allá de su mas sincera opinión —una sonrisa sincera se formó en mis labios— algo que me ha quedado claro que posee al ver y observarla mirando las tartas de la dueña del lugar y su reticencia a no ocultar sus pensamientos al respecto en ningún momento sin preocuparse porqué la misma pudiera oírla y enojarse. —Mis palabras eran completamente sinceras y mi expresión era seria y serena denotando que iba completamente en serio en mi ofrecimiento y que si ella llegaba a aceptar no tendría problema alguno en proporcionarle los pertinentes dulces y postres.
Anaïs Favre- Prostituta Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Perderme en tu sabor... manzana.
Esa tarta estaba absolutamente deliciosa, increíble, la mejor que había probado y con diferencia. ¿Cómo no iba a tener una tienda? Imposible, eso tenía que solucionarlo. En la residencia hacían tartas de todos los sabores pero…no podía compararse con esa. Se relamió varias veces, deslizando el dedo por el labio inferior y lamer la yema, cerró los ojos de puro gusto. Sonrió sin darse cuenta, aún permanecía con los ojos cerrados cuando oyó la voz de la joven de fondo. Se transportó a otro mundo, al de las tartas de manzanas en donde no habían preocupaciones.
-Yo no hago postres pero porque no me dejan, tampoco sabría por dónde empezar y eso que me encantan estas tartas y… estaba riquísima la parte más dorada. Las manzanas rojas como la sangre son las más dulce pero no solo llevaban de esas…si no otras que no logro saborear y… vale, hablo demasiado pero me ha gustado mucho ¿no tiene más? -las orbes azules de la joven Appleby, se clavó en las ajenas, esperando su respuesta como una niña ansiosa que esperaba un premio.
-Desde luego que sí, es perfecta ya se lo dije y para mí nada lo es. ¿Cómo no tiene una tienda? Es que no lo entiendo ¿y no le interesaría abrir una? Sería su cliente estrella, hasta que me deporten de nuevo a Londres , mientras esté en Paris vendré todos los días…que me dejen salir, claro -miró de reojo como el señor Milles daba un trago a su café, como hablaba con una señorita y no parecía que fuese a escapar, claro…¿cómo hacerlo con la tarta de manzana?
No entendía porqué esa mujer se negaba a aceptar un trabajo como ese, con ese talento pero tampoco iba a insistir o sí. Resopló, mirando de reojo a la tendera, la miraba con desaprobación pero tampoco iba a retractarse y menos quedarse callada ante eso. negó con la cabeza, el señor Milles enarcó una ceja y siseó para calmarla cosa que fue imposible… pobre mujer.
-No estaba reseca, tenía la proporción de manzana y crema. La suya no llega ni a la mitad… así que no me mire así, rellene más las tartas y hágalas como esta señorita. ¿Por qué no la contrata? Vale…está bien -tomó asiento a su lado y suspiró, la gula no desaparecía, solo esperaba que esa joven tuviese guardada más tarta de la misma -¿Tiene más? degustaré todos los postres excepto los que contengan fresa… me da grima, escalofríos…-puso un gesto de lo más gracioso, arrugando la nariz… dando un sorbo a su café solo, tan negro como la noche.
-Me gustaría que me hiciera una como esa. Pronto será mi cumpleaños y estoy segura que a Jesse le encantará -se imaginó al pequeño frente a la tarta y medio sonrió, desviando la mirada, odiaba verse tan vulnerable.
Esa tarta estaba absolutamente deliciosa, increíble, la mejor que había probado y con diferencia. ¿Cómo no iba a tener una tienda? Imposible, eso tenía que solucionarlo. En la residencia hacían tartas de todos los sabores pero…no podía compararse con esa. Se relamió varias veces, deslizando el dedo por el labio inferior y lamer la yema, cerró los ojos de puro gusto. Sonrió sin darse cuenta, aún permanecía con los ojos cerrados cuando oyó la voz de la joven de fondo. Se transportó a otro mundo, al de las tartas de manzanas en donde no habían preocupaciones.
-Yo no hago postres pero porque no me dejan, tampoco sabría por dónde empezar y eso que me encantan estas tartas y… estaba riquísima la parte más dorada. Las manzanas rojas como la sangre son las más dulce pero no solo llevaban de esas…si no otras que no logro saborear y… vale, hablo demasiado pero me ha gustado mucho ¿no tiene más? -las orbes azules de la joven Appleby, se clavó en las ajenas, esperando su respuesta como una niña ansiosa que esperaba un premio.
-Desde luego que sí, es perfecta ya se lo dije y para mí nada lo es. ¿Cómo no tiene una tienda? Es que no lo entiendo ¿y no le interesaría abrir una? Sería su cliente estrella, hasta que me deporten de nuevo a Londres , mientras esté en Paris vendré todos los días…que me dejen salir, claro -miró de reojo como el señor Milles daba un trago a su café, como hablaba con una señorita y no parecía que fuese a escapar, claro…¿cómo hacerlo con la tarta de manzana?
No entendía porqué esa mujer se negaba a aceptar un trabajo como ese, con ese talento pero tampoco iba a insistir o sí. Resopló, mirando de reojo a la tendera, la miraba con desaprobación pero tampoco iba a retractarse y menos quedarse callada ante eso. negó con la cabeza, el señor Milles enarcó una ceja y siseó para calmarla cosa que fue imposible… pobre mujer.
-No estaba reseca, tenía la proporción de manzana y crema. La suya no llega ni a la mitad… así que no me mire así, rellene más las tartas y hágalas como esta señorita. ¿Por qué no la contrata? Vale…está bien -tomó asiento a su lado y suspiró, la gula no desaparecía, solo esperaba que esa joven tuviese guardada más tarta de la misma -¿Tiene más? degustaré todos los postres excepto los que contengan fresa… me da grima, escalofríos…-puso un gesto de lo más gracioso, arrugando la nariz… dando un sorbo a su café solo, tan negro como la noche.
-Me gustaría que me hiciera una como esa. Pronto será mi cumpleaños y estoy segura que a Jesse le encantará -se imaginó al pequeño frente a la tarta y medio sonrió, desviando la mirada, odiaba verse tan vulnerable.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Una leve, pero agradable risa se escapó de mis labios, algo que solo sucedía de forma sincera en ocasiones muy contadas, era cierto que había aprendido y llegado a ser una maestra de las apariencias y las ilusiones, pero ahora mismo era simplemente yo misma, la mujer que había sido antes de que mi vida diera los giros que me habían llevado hasta la situación en la que me encontraba en la actualidad. Estaba claro que la muchacha no tenía ni el mas mínimo miedo ni reparo en decir lo que pensaba y tal cómo lo pensaba, sin filtros y sin pensar las cosas dos veces, algo que me quedó mas que claro en el momento en que la vi enfrentar a la dueña del local diciendo lo que opinaba al respecto de las tartas y los postres de la misma aunque esa pudiera enfadarse o molestarse. Dedicándole una sonrisa a la muchacha adicta a las tartas asentí ligeramente con la cabeza —ése solo era un pequeño fragmento de la tarta entera que saqué esta mañana del horno —respondí mirándola— así que quedan mas de tres cuartas partes de la misma juntamente con una pequeña selección de pastelitos y tartaletas con diversas frutas —negué con la cabeza de forma breve antes de volver a mirarla— y en estos momentos no hay nada con fresas, el precio de éstas está aún muy alto para poder comprarlas de forma despreocupada —una de mis manos se dirigió hacia mi pelo, apartando un mechón de cabello y colocándolo de forma debida.
—El único problema aquí estaría en que habría que ir a mi casa, que es dónde están —por un momento, mi mirada se dirigió hacia el hombre que la acompañaba y que se había quedado en la barra y volvió hacia la muchacha mientras una expresión pensativa se formaba en mi rostro— ¿no le importaría a tu acompañante el tener que ir a otro lado? —pregunté tras un momento; era cierto que mi casa no se encontraba lejos y disponía del tiempo suficiente cómo para ello pero no sabía si ella dispondría del mismo tiempo o de las misma disponibilidad que tenía yo— en cuando a lo de trabajar y vivir de la pastelería no es algo que me hubiera planteado antes —admití con sinceridad— siempre lo he visto como una afición, algo con lo que vaciar mi mente y olvidarme por unas pocas horas de mis preocupaciones y mis problemas, un tiempo solo para mi misma. —Mis palabras sonaron completamente sinceras a la vez que lo eran, era cierto que cada vez que me encerraba en mi cocina y me centraba en crear cualquier postre mi mente solo se encontraba concentrada en aquello que tenía delante de mis ojos, dejando atrás por momentos los horrores que se encontraban en mi pasado.
—Tal vez pudiera hacer algún que otro postre por encargo, para personas concretas y particulares, pero no creo que pudiera ni dispusiera del tiempo suficiente cómo para llegar a hacerme cargo de una pastelería —negué lentamente, sabía bien que no podía permitirme el lujo de dejar mi trabajo, aunque lo odiara, puesto que era éste el que me permitía mantener tanto mi casa cómo el poder permitirme el cocinar de forma libre, sin tener que seguir las directrices de nadie ni estar bajo las órdenes de nadie que pudiera o apropiarse de mis recetas o explotarme por un sueldo que apenas me alcanzara para vivir libremente y abrir mi propio local tampoco era algo que entrara dentro de las probabilidades. Solté un leve suspiro y la miré— si quieres un pastel de cumpleaños como éste no hay problema, es mas, si lo prefieres incluso podría hacer que fuera mucho mas grande y tuviera varios pisos —ofrecí con una sonrisa mientras intentaba apartar de mi mente cualquier pensamiento o tentación que me hiciera plantearme seriamente el, por lo menos, vender y hacer dulces para particulares.
—El único problema aquí estaría en que habría que ir a mi casa, que es dónde están —por un momento, mi mirada se dirigió hacia el hombre que la acompañaba y que se había quedado en la barra y volvió hacia la muchacha mientras una expresión pensativa se formaba en mi rostro— ¿no le importaría a tu acompañante el tener que ir a otro lado? —pregunté tras un momento; era cierto que mi casa no se encontraba lejos y disponía del tiempo suficiente cómo para ello pero no sabía si ella dispondría del mismo tiempo o de las misma disponibilidad que tenía yo— en cuando a lo de trabajar y vivir de la pastelería no es algo que me hubiera planteado antes —admití con sinceridad— siempre lo he visto como una afición, algo con lo que vaciar mi mente y olvidarme por unas pocas horas de mis preocupaciones y mis problemas, un tiempo solo para mi misma. —Mis palabras sonaron completamente sinceras a la vez que lo eran, era cierto que cada vez que me encerraba en mi cocina y me centraba en crear cualquier postre mi mente solo se encontraba concentrada en aquello que tenía delante de mis ojos, dejando atrás por momentos los horrores que se encontraban en mi pasado.
—Tal vez pudiera hacer algún que otro postre por encargo, para personas concretas y particulares, pero no creo que pudiera ni dispusiera del tiempo suficiente cómo para llegar a hacerme cargo de una pastelería —negué lentamente, sabía bien que no podía permitirme el lujo de dejar mi trabajo, aunque lo odiara, puesto que era éste el que me permitía mantener tanto mi casa cómo el poder permitirme el cocinar de forma libre, sin tener que seguir las directrices de nadie ni estar bajo las órdenes de nadie que pudiera o apropiarse de mis recetas o explotarme por un sueldo que apenas me alcanzara para vivir libremente y abrir mi propio local tampoco era algo que entrara dentro de las probabilidades. Solté un leve suspiro y la miré— si quieres un pastel de cumpleaños como éste no hay problema, es mas, si lo prefieres incluso podría hacer que fuera mucho mas grande y tuviera varios pisos —ofrecí con una sonrisa mientras intentaba apartar de mi mente cualquier pensamiento o tentación que me hiciera plantearme seriamente el, por lo menos, vender y hacer dulces para particulares.
Anaïs Favre- Prostituta Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Una tarta solo para ella ¿podía sonar aún más apetitoso? Esa tarta perfecta de manzana, con las proporciones perfectas podía ser suya y ya en su cabeza, no había otra cosa, nada más que saborear ese manjar exquisito. De todas las que había probado, esa era su favorita y lástima que no tenía una cafetería , tienda para poder ir a por una cuando se le antojase…que sería siempre. Una sonrisa se mostró en sus labios al confesarle que había hecho una, no solo una, pastelitos y…tartaletas….
-¿Me tomas el pelo? No solo una tarta si no…todo lo demás -su risa de incredulidad, alertó al señor Milles el cual pensó que en efecto, aquella muchacha por fin se había vuelto loca. -Yo soy una negada en la cocina, bueno, tampoco me ha hecho falta cocinar nada…siempre había alguien que lo hacía pero ninguna ha conseguido saciar mi apetito de tarta de manzana -y clavó sus orbes azules en el señor Milles, él era quien decidía a donde ir y cuando, así que él tenía la voz cantante en esos momentos.
El hombre asintió y Abbey se levantó del asiento, no se hablaba más, la tarta de manzana le llamaba. Sonrió de medio lado, esperando que la joven le indicase a donde ir, esa chica tenía un alto potencial ¿cómo no se había propuesto sacarle partido? Nadie hacía una tarta como esa, jamás y sí, la tenía completamente obsesionada.
-¿En serio? Me encantaría, tener un pastel de pisos…y pisos de manzana, de caramelo, chocolate, manzanas…sí, volví a decir manzanas -rió retomando el paso a su lado, en serio no comprendía porqué no se dedicaba a ello pero no iba a meterse -Yo podría contribuir, a que abrieses una tienda, ser una aliada…¿qué me dices? Sería buena idea, te aseguro que serían los dulces más famosos de Paris. Piénsalo. Me encantaría y así… mis padres también …verían ese lado más “responsable” Me gustaría tal cosa…¿por qué no? se puede empezar poco a poco, ir expandiéndonos… y ser la catadora oficial de todo lo que salga de cocina. Eso sí, si pretendes que sea tu ayudante…tienes mucho trabajo por hacer. Y de nuevo…piénsalo
Sonrió caminando a su lado, acababa de hacerle una propuesta que…¿iba a rechazar ¿ las cosas podían suponer para ella todo un reto, retos que superar, conocerse entre sí… probar cosas nuevas.
-Quien no lo intenta no sabe lo que podría hacer -al menos, le daba un poco de sentido a su vida… algo a lo que aferrarse y no hacerle pensar. Eso necesitaba.
-¿Me tomas el pelo? No solo una tarta si no…todo lo demás -su risa de incredulidad, alertó al señor Milles el cual pensó que en efecto, aquella muchacha por fin se había vuelto loca. -Yo soy una negada en la cocina, bueno, tampoco me ha hecho falta cocinar nada…siempre había alguien que lo hacía pero ninguna ha conseguido saciar mi apetito de tarta de manzana -y clavó sus orbes azules en el señor Milles, él era quien decidía a donde ir y cuando, así que él tenía la voz cantante en esos momentos.
El hombre asintió y Abbey se levantó del asiento, no se hablaba más, la tarta de manzana le llamaba. Sonrió de medio lado, esperando que la joven le indicase a donde ir, esa chica tenía un alto potencial ¿cómo no se había propuesto sacarle partido? Nadie hacía una tarta como esa, jamás y sí, la tenía completamente obsesionada.
-¿En serio? Me encantaría, tener un pastel de pisos…y pisos de manzana, de caramelo, chocolate, manzanas…sí, volví a decir manzanas -rió retomando el paso a su lado, en serio no comprendía porqué no se dedicaba a ello pero no iba a meterse -Yo podría contribuir, a que abrieses una tienda, ser una aliada…¿qué me dices? Sería buena idea, te aseguro que serían los dulces más famosos de Paris. Piénsalo. Me encantaría y así… mis padres también …verían ese lado más “responsable” Me gustaría tal cosa…¿por qué no? se puede empezar poco a poco, ir expandiéndonos… y ser la catadora oficial de todo lo que salga de cocina. Eso sí, si pretendes que sea tu ayudante…tienes mucho trabajo por hacer. Y de nuevo…piénsalo
Sonrió caminando a su lado, acababa de hacerle una propuesta que…¿iba a rechazar ¿ las cosas podían suponer para ella todo un reto, retos que superar, conocerse entre sí… probar cosas nuevas.
-Quien no lo intenta no sabe lo que podría hacer -al menos, le daba un poco de sentido a su vida… algo a lo que aferrarse y no hacerle pensar. Eso necesitaba.
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Una risa, alegre, jovial se escapó de entre mis labios, algo que hacía mucho que no sucedía, no de forma realmente sincera. Asintiendo ligeramente con la cabeza, recogí mis cosas de encima de la mesa y me dispuse a ir hacia mi casa, el lugar en dónde tenía organizado todo y en dónde solía pasar todo el tiempo mientras no me encontraba trabajando o dando un paseo. Mi lugar de residencia, un pequeño edificio en el centro de la ciudad no se encontraba muy lejos de dónde se encontraba el restaurante, siendo ése el motivo por el que solía ir a ese lugar a comer en vez de otro, pues me quedaba bastante cerca. Al llegar, paré frente el umbral, dispuesta a abrir la puerta y, por primera vez en todo el tiempo que llevaba ahí, mi mirada se fijó en el edificio vacío que se encontraba al lado de mi casa, vislumbrando la posibilidad de acceder a aquello que sugería mi acompañante femenina y abrir una pastelería. En silencio, negué con la cabeza, con la intención de alejar ese pensamiento de mi mente y me giré hacia ella una vez hube abierto la puerta.
—Hemos llegado. Es aquí —dije mientras la puerta se abría, dando paso al interior— no es gran cosa en comparación de las casas que se pueden encontrar por los alrededores, pero es suficiente para mi —comenté, en referencia de que éste era uno de los barrios mas caros de la ciudad debido a su proximidad al centro y lo cerca que se encontraba de todo. Dejando la puerta abierta para que pasara, me adentré en el pequeño salón, dejando mis cosas encima de una mesita de la entrada y dirigiéndome hacia la cocina, en dónde se encontraban, tanto el resto de la tarta como el resto de los dulces que había preparado en la última horneada de éstos, empezando a colocarlos en una bandeja para sacarlos al salón. —Poneos cómodos —dije en voz alta, mientras me encontraba ocupada con las bandejas antes de salir con la primera de éstas—. Estos son pastelitos de manzana, cada uno con un tipo de manzana distinta —expliqué señalando los que contenían manzana— esos de ahí contienen melocotón y esos otros albaricoques —esbocé una leve sonrisa— no son de manzana, pero tampoco contienen fresas, así que creí que, tal vez, te gustaría probarlos igualmente —deposité la primera bandeja sobre la mesa del salón antes de volver a entrar de nuevo a la cocina por la segunda de ellas— y éstas son tartaletas de frutas variadas —dejé la bandeja al lado de la otra.
—Cuando quieras puedes empezar —dije, señalando con la mano las bandejas antes de dirigirme a una de las estanterías y sacar de ella tanto un cuaderno encuadernado en piel, en dónde apuntaba todas las recetas que resultaban exitosas, otro, mas sencillo en dónde tenía los borradores y las recetas que aún estaba probando y mejorando antes de añadirlas al otro junto a un bloc de dibujo en dónde dibujaba el aspecto aproximado que debería tener el postre una vez estuviera listo y me acerqué hacia la mesa, en dónde había dejado las bandejas con los postres, tomando asiento en uno de los sillones de la sala en silencio—. ¿Qué tal están? —pregunté tras un momento, dejándole tiempo para que las probara y degustara tranquilamente antes de que dijera nada al respecto de las mismas mientras yo empezaba a hacer un boceto con carboncillo una aproximación de cómo debería quedar el pastel que, antes de que nos dirigiéramos hacia mi casa, me había pedido que le hiciera.
—Hemos llegado. Es aquí —dije mientras la puerta se abría, dando paso al interior— no es gran cosa en comparación de las casas que se pueden encontrar por los alrededores, pero es suficiente para mi —comenté, en referencia de que éste era uno de los barrios mas caros de la ciudad debido a su proximidad al centro y lo cerca que se encontraba de todo. Dejando la puerta abierta para que pasara, me adentré en el pequeño salón, dejando mis cosas encima de una mesita de la entrada y dirigiéndome hacia la cocina, en dónde se encontraban, tanto el resto de la tarta como el resto de los dulces que había preparado en la última horneada de éstos, empezando a colocarlos en una bandeja para sacarlos al salón. —Poneos cómodos —dije en voz alta, mientras me encontraba ocupada con las bandejas antes de salir con la primera de éstas—. Estos son pastelitos de manzana, cada uno con un tipo de manzana distinta —expliqué señalando los que contenían manzana— esos de ahí contienen melocotón y esos otros albaricoques —esbocé una leve sonrisa— no son de manzana, pero tampoco contienen fresas, así que creí que, tal vez, te gustaría probarlos igualmente —deposité la primera bandeja sobre la mesa del salón antes de volver a entrar de nuevo a la cocina por la segunda de ellas— y éstas son tartaletas de frutas variadas —dejé la bandeja al lado de la otra.
—Cuando quieras puedes empezar —dije, señalando con la mano las bandejas antes de dirigirme a una de las estanterías y sacar de ella tanto un cuaderno encuadernado en piel, en dónde apuntaba todas las recetas que resultaban exitosas, otro, mas sencillo en dónde tenía los borradores y las recetas que aún estaba probando y mejorando antes de añadirlas al otro junto a un bloc de dibujo en dónde dibujaba el aspecto aproximado que debería tener el postre una vez estuviera listo y me acerqué hacia la mesa, en dónde había dejado las bandejas con los postres, tomando asiento en uno de los sillones de la sala en silencio—. ¿Qué tal están? —pregunté tras un momento, dejándole tiempo para que las probara y degustara tranquilamente antes de que dijera nada al respecto de las mismas mientras yo empezaba a hacer un boceto con carboncillo una aproximación de cómo debería quedar el pastel que, antes de que nos dirigiéramos hacia mi casa, me había pedido que le hiciera.
Anaïs Favre- Prostituta Clase Alta
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Re: Pastel desvaneciente ~#Abbey
Atrás quedaba la cafetería en la que se habían conocido. El señor Milles, como su sombra, las seguía a cierta distancia prudencial. Le hacía gracia como se escondía tras aquel periódico, él y su manera de ir de incógnito. En silencio, el paseo fue agradable…después de haber comido aquella deliciosa porción, necesitaba saborearla en su más absoluto silencio. Suspiró largamente, mirando al cielo, algunas nubes amenazaban con lluvia… gracias a que al menos ese instante lo pasaría bajo techo.
Observó el lugar, no era de las personas que juzgaban y aún así, se dio el capricho de recorrer con sus ojos azules la estancia. La siguió apenas unos centímetros y entró tras ella. no juzgaba a nadie, mejor que la propia Abbey conocía esa manera de vivir. Lujo , no faltando de nada pero incluso con menos se conformaba. Desde que entró en la casa del cambiante, la idea de hogar cambió radicalmente. Se quedaba en aquel hogar con lo prescindible, limpio y confortable, sin querer…se le escapó una sonrisa.
-Es más que suficiente , otros tienen menos y son felices -aquellos ojos pardos volvían a cautivarla a pesar de haber pasado tanto tiempo. suspiró y se centró en los pasteles dispuestos en la mesa, variados y con una pinta exquisita. Quería probarlos todos pero solo el hecho de haber comido… le quitó un tanto el apetito. Sonrió de medio lado, pasando el pulgar por la crema de uno y llevárselo a los labios, le estuvo de lo más delicioso. El señor Milles quedó a un lado, mirando por la ventana mientras ellas hablaban y demás.
-Está riquísimo, me encantaría llevármelos todos pero no es posible, abarcar todos te dejaría sin ninguno. -seguía sin entender porqué no los vendía, no le faltaba dinero pero solo por el simple hecho de que lo probasen. -Al menos deja que pruebe cuando hagas más, con eso me conformo, no vas a venderlos pero podría venir a hacer el control de calidad -tomó una de las tartaletas, dándole un bocado y relamerse, el señor Milles se echó a reír, advirtiéndole con la mirada…al final se pondría enferma.
-Son todos muy interesantes señorita Favre, con que me dé unos pocos… seré más que feliz -rió como una niña satisfecha, no estaría mucho en aquel lugar tendría que volver lo antes posible y eso ambos lo sabían -`¿Me pones alguno? Tengo que marcharme, el señor Milles ya está gruñendo - se acercó a ella para ver qué hacía, aquel boceto tenía una pinta excelente -¿De qué harás el pastel? Seguro que es para una gran fiesta, una de esas aburridas en la que solo a veces la comida lo salva
Rió por lo bajo, esperando que le dispusiese los dulces para poder llevárselos, era mejor no tentar a la suerte. Si la señorita Gilbert se alarmaba de que tardaba mucho… terminaría castigada de por vida y ya tenía muchos castigos a su espalda.
-Espero coincidir con usted alguna vez… pero debo irme… ha sido un placer.-dedicó una reverencia y una sonrisa de confianza, esperaba que se pensase ciertas cosas, a veces era mejor dedicarse a lo que te gustaba… perseguir tus sueños -Siempre hay algo mejor y más si es lo que más te gusta
Observó el lugar, no era de las personas que juzgaban y aún así, se dio el capricho de recorrer con sus ojos azules la estancia. La siguió apenas unos centímetros y entró tras ella. no juzgaba a nadie, mejor que la propia Abbey conocía esa manera de vivir. Lujo , no faltando de nada pero incluso con menos se conformaba. Desde que entró en la casa del cambiante, la idea de hogar cambió radicalmente. Se quedaba en aquel hogar con lo prescindible, limpio y confortable, sin querer…se le escapó una sonrisa.
-Es más que suficiente , otros tienen menos y son felices -aquellos ojos pardos volvían a cautivarla a pesar de haber pasado tanto tiempo. suspiró y se centró en los pasteles dispuestos en la mesa, variados y con una pinta exquisita. Quería probarlos todos pero solo el hecho de haber comido… le quitó un tanto el apetito. Sonrió de medio lado, pasando el pulgar por la crema de uno y llevárselo a los labios, le estuvo de lo más delicioso. El señor Milles quedó a un lado, mirando por la ventana mientras ellas hablaban y demás.
-Está riquísimo, me encantaría llevármelos todos pero no es posible, abarcar todos te dejaría sin ninguno. -seguía sin entender porqué no los vendía, no le faltaba dinero pero solo por el simple hecho de que lo probasen. -Al menos deja que pruebe cuando hagas más, con eso me conformo, no vas a venderlos pero podría venir a hacer el control de calidad -tomó una de las tartaletas, dándole un bocado y relamerse, el señor Milles se echó a reír, advirtiéndole con la mirada…al final se pondría enferma.
-Son todos muy interesantes señorita Favre, con que me dé unos pocos… seré más que feliz -rió como una niña satisfecha, no estaría mucho en aquel lugar tendría que volver lo antes posible y eso ambos lo sabían -`¿Me pones alguno? Tengo que marcharme, el señor Milles ya está gruñendo - se acercó a ella para ver qué hacía, aquel boceto tenía una pinta excelente -¿De qué harás el pastel? Seguro que es para una gran fiesta, una de esas aburridas en la que solo a veces la comida lo salva
Rió por lo bajo, esperando que le dispusiese los dulces para poder llevárselos, era mejor no tentar a la suerte. Si la señorita Gilbert se alarmaba de que tardaba mucho… terminaría castigada de por vida y ya tenía muchos castigos a su espalda.
-Espero coincidir con usted alguna vez… pero debo irme… ha sido un placer.-dedicó una reverencia y una sonrisa de confianza, esperaba que se pensase ciertas cosas, a veces era mejor dedicarse a lo que te gustaba… perseguir tus sueños -Siempre hay algo mejor y más si es lo que más te gusta
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