AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
2 participantes
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¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
“Go out by legs”
París, Francia.
De todos los lugares que pudo elegir, decidió abrir el telón en una ciudad como ésta. Los rumores indican que es el lugar del amor, la pasión, los deseos decadentes, pérfidos y no exentos de piedad. ¿Debió pensarlo una vez más antes de hacer las maletas y embarcarse a la parisina atmósfera con olor a excremento de caballo? Su mano derecha se dirige al bolsillo derecho del negro abrigo, el pañuelo perfumado y almidonado es dirigido a sus fosas nasales para evitar tal hedor, contrastando su blancura a comparación del piso de la plaza que en esta mañana, tras la lluvia de hace unas horas, ofrece un espléndido recibimiento para sus zapatos hechos a medida: lodo, pedazos de papel y algo más, porque no quiere saber exactamente qué sustancia es esa, de tonalidad café; que se adhiere a la superficie de la suela de su calzado.
Repasa los dientes frontales con la tela carnosa de su lengua en señal de desaprobación. Frunce los labios al instante que voltea hacia la derecha donde Alfred, su mayordomo, hace gala de su trabajo. Eficiente, metódico, cual reloj suizo, es preciso en sus comandas. El carruaje pronto llegará hasta donde el inglés lo espera con rumbo hacia su casa tras haber estado durante unos momentos en la costurería para tomarle las medidas de los nuevos trajes que estarán a la moda de París.
El reloj de oro refulge con la luz del sol en tanto su mano izquierda lo saca del bolsillo y lo lleva a una altura prudente para observar la hora. Las manecillas del mismo marcan las 11:03 am. Su puntualidad inglesa es impecable, más no parece ser el punto fuerte del que ha demorado el carruaje. Se recarga contra un pilar de la plaza, el abrigo largo hace juego con el sombrero de copa. El bastón en su diestra se mece de derecha a izquierda a tal distancia que su muñeca lo controla con facilidad. Un cigarro aparece ante él, Alfred lo ofrece con la sabiduría de quien sabe lo que necesita. Su mano enguantada lo toma tras guardar el pañuelo en el correspondiente bolsillo. La primera calada abre sus pulmones a la nicotina.
Unos pasos cercanos le advierten de una presencia, sus azules orbes cobalto se dirigen hacia donde el sonido sin que su cabeza se mueva un poco. Quizá su carruaje por fin llega. Quizá, quizá. Falso, ni siquiera puede verse a un caballo por la vereda. Otra calada más al cigarrillo y su pie izquierdo golpetea rítmico el piso. - ¿Por qué tarda? - pregunta a Alfred que está igual de contrariado que su señor - no entiendo cuál es el problema de ir a por el carruaje, subirse, tomar las riendas y traerlo - es tan sencillo el proceso como comer.
El mayordomo baja la cabeza, es un fallo a su profesionalismo. Charles vuelve a dar otra calada antes de voltear hacia donde debiera de aparecer. Y por fin, ahí está. Su cabeza se mueve rítmica de derecha a izquierda en señal de desaprobación. Los caballos se detienen, la puerta se abre y antes de que pueda entrar, algo extraño sucede... De todas las maneras en que podría esperar que su día empezara, ésta no es la mejor.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 28/03/2018
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
“Think about you”
Perdió la cuenta de las horas que había pasado fuera, apenas se escondió el sol en el horizonte, sus pasos se perdieron en las calles parisinas. Esa noche fue sola. Un asunto en concreto la tenía completamente obsesionada, apenas dormía y cuando lo hacía, eran un par de horas y al final tanto descontrol jugaban malas pasadas. El objetivo de la cazadora era la localización de alguien, no estaba siendo nada fácil, la misión en encontrarlo se le complicaba al amanecer. El ser de la noche que buscaba, dudaba mucho que se encontrase en París, le recordaba a un trozo de jabón entre las manos, tan escurridizo incapaz de tomarlo un par de segundos entre los dedos.
El manto nocturno, dejó paso al amanecer. Un día gris, tan parecido a los de su ciudad natal, Londres, ¡cuánto lo añoraba!, en cuanto abandonó hace unos años la ciudad inglesa, fue cuando uno tras otro...los días nublados, esa sensación de humedad y olor a tierra mojada, desapareció convirtiéndose en recuerdo. Sus hermanas seguían felizmente casadas con buenos hombres de gran posición y una vida terriblemente aburrida en la que ser madre se convirtió en su objetivo principal. Lo mismo deseaban para ella pero ¿Abbey Lynn Appleby acatando órdenes y deseos ajenos? No, no iba a esperar en esa residencia de señoritas a que su príncipe azul la rescatase ¿no era mejor si ella misma se subía al caballo y cruzaba las puertas? Y eso hizo.
En ese instante, podía confirmar que comenzaba a vivir la vida que quería, ser libre. Pero la libertad absoluta la obtiene quién por fin siente paz con uno mismo, no por el simple hecho de escapar. Pues escapar, cada noche de las garras de los seres sobrenaturales quiénes se habían convertido en su máxima prioridad y obsesión, si encontraba a quién buscaba...seguramente le despejaría muchas dudas o...le crearían otras y entonces sería cuando se volvería absolutamente loca.
-La sangre de perro es lo más pegajoso y fácil de quitar que... ¡oh diablos! -corría a toda prisa por las calles parisinas, muy diferente a como anoche despacio y sin prisa, se adentró en ciertas zonas alejadas que no debió pisar. Chasqueó la lengua molesta, la seguían desde hacía unos minutos, los logró despistar pero nunca podías fiarte, podían aparecer sin más...aunque dudaba mucho que la localizasen por el olor, el que desprendía no era el propio de la rubia.
Al girar en la esquina, buscó el lugar exacto donde los carros con caballos se detenían. El señor Milles, había aparcado un sin fin de veces allí, se conocía el camino de memoria. Una puerta se abría, era la excusa perfecta...¡debía ser una señal!. Como un relámpago, empujó hacia dentro al dueño del carro, quién disfrutaría del viaje, cerró de golpe y sin poder articular palabra por la respiración entrecortada, se aseguró que aquellos dos lobos se hubiesen quedado cerca del lago, dónde los había encontrado. Odiaba a los lobos y si ya eran a los vampiros...aunque los segundos no eran tan difíciles de quitar.
-¿Es que esto no se pone en marcha? Algunos tenemos prisa -ceño fruncido, completamente empapada en sangre y no propia pues no se le veía herida alguna. Como si acabase de salir de una masacre, el aspecto de la cazadora dejaba mucho que desear, sus orbes azules buscaron a aquel quien compartiría el viaje -¿Qué? ¿es que nunca ha visto sangre en una mujer o viceversa? Y no ponga esa cara...que ni nos hemos presentado. No pienso bajarme, por si se le ocurre la genialidad de abrirme la puerta e invitarme a salir, o más bien...tirarme del carruaje -se echó a reír, el carruaje iba demasiado despacio para su gusto, resopló negando con la cabeza, si al final tendría que manejar ella misma las riendas.
-Si al final tendrá que ser una mujer quién se encargue de tomar el control ¿qué ocurre? Ah!!! que no me presenté, me llamo Abbey y si me dejas tu sombrero, sería perfecto -le arrebató el sombrero de las manos y se lo puso como pudo, ocultando su rostro aunque ya no fuese necesario.
Perdió la cuenta de las horas que había pasado fuera, apenas se escondió el sol en el horizonte, sus pasos se perdieron en las calles parisinas. Esa noche fue sola. Un asunto en concreto la tenía completamente obsesionada, apenas dormía y cuando lo hacía, eran un par de horas y al final tanto descontrol jugaban malas pasadas. El objetivo de la cazadora era la localización de alguien, no estaba siendo nada fácil, la misión en encontrarlo se le complicaba al amanecer. El ser de la noche que buscaba, dudaba mucho que se encontrase en París, le recordaba a un trozo de jabón entre las manos, tan escurridizo incapaz de tomarlo un par de segundos entre los dedos.
El manto nocturno, dejó paso al amanecer. Un día gris, tan parecido a los de su ciudad natal, Londres, ¡cuánto lo añoraba!, en cuanto abandonó hace unos años la ciudad inglesa, fue cuando uno tras otro...los días nublados, esa sensación de humedad y olor a tierra mojada, desapareció convirtiéndose en recuerdo. Sus hermanas seguían felizmente casadas con buenos hombres de gran posición y una vida terriblemente aburrida en la que ser madre se convirtió en su objetivo principal. Lo mismo deseaban para ella pero ¿Abbey Lynn Appleby acatando órdenes y deseos ajenos? No, no iba a esperar en esa residencia de señoritas a que su príncipe azul la rescatase ¿no era mejor si ella misma se subía al caballo y cruzaba las puertas? Y eso hizo.
En ese instante, podía confirmar que comenzaba a vivir la vida que quería, ser libre. Pero la libertad absoluta la obtiene quién por fin siente paz con uno mismo, no por el simple hecho de escapar. Pues escapar, cada noche de las garras de los seres sobrenaturales quiénes se habían convertido en su máxima prioridad y obsesión, si encontraba a quién buscaba...seguramente le despejaría muchas dudas o...le crearían otras y entonces sería cuando se volvería absolutamente loca.
-La sangre de perro es lo más pegajoso y fácil de quitar que... ¡oh diablos! -corría a toda prisa por las calles parisinas, muy diferente a como anoche despacio y sin prisa, se adentró en ciertas zonas alejadas que no debió pisar. Chasqueó la lengua molesta, la seguían desde hacía unos minutos, los logró despistar pero nunca podías fiarte, podían aparecer sin más...aunque dudaba mucho que la localizasen por el olor, el que desprendía no era el propio de la rubia.
Al girar en la esquina, buscó el lugar exacto donde los carros con caballos se detenían. El señor Milles, había aparcado un sin fin de veces allí, se conocía el camino de memoria. Una puerta se abría, era la excusa perfecta...¡debía ser una señal!. Como un relámpago, empujó hacia dentro al dueño del carro, quién disfrutaría del viaje, cerró de golpe y sin poder articular palabra por la respiración entrecortada, se aseguró que aquellos dos lobos se hubiesen quedado cerca del lago, dónde los había encontrado. Odiaba a los lobos y si ya eran a los vampiros...aunque los segundos no eran tan difíciles de quitar.
-¿Es que esto no se pone en marcha? Algunos tenemos prisa -ceño fruncido, completamente empapada en sangre y no propia pues no se le veía herida alguna. Como si acabase de salir de una masacre, el aspecto de la cazadora dejaba mucho que desear, sus orbes azules buscaron a aquel quien compartiría el viaje -¿Qué? ¿es que nunca ha visto sangre en una mujer o viceversa? Y no ponga esa cara...que ni nos hemos presentado. No pienso bajarme, por si se le ocurre la genialidad de abrirme la puerta e invitarme a salir, o más bien...tirarme del carruaje -se echó a reír, el carruaje iba demasiado despacio para su gusto, resopló negando con la cabeza, si al final tendría que manejar ella misma las riendas.
-Si al final tendrá que ser una mujer quién se encargue de tomar el control ¿qué ocurre? Ah!!! que no me presenté, me llamo Abbey y si me dejas tu sombrero, sería perfecto -le arrebató el sombrero de las manos y se lo puso como pudo, ocultando su rostro aunque ya no fuese necesario.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
Alfred le abre la puerta del carruaje en silencio para que pueda ascender al vehículo en tanto algo extraño sucede, por el rabillo del ojo una figura le parece conocida. Voltea de golpe y quien creía su hermana, sólo es una pequeña caminando con su muñeca en los brazos. Annabeth. La pequeña Beth. Se pregunta dónde está. Por un momento en todo el ajetreo de su vida, lo dedica a recordar a la nena que tuvo que dejar atrás por la conveniencia de sus padres. Aquella frágil figura que lloraba lágrimas desconsoladas sin entender por qué le separaban de su familia subía al vehículo tal cual Charles lo haría ahora para acomodarse en silencio mirando hacia el frente.
El recuerdo le deja ensimismado hasta que un abrupto movimiento le obliga a subir al carruaje y tomar asiento. Su cabeza gira de inmediato hacia el osado con las palabras airadas dispuestas a reventar en su garganta de forma muy audible cuando los cabellos rubios y el rostro femenino le hacen callar. Alfred mira cómo le arrebatan la puerta y la cierran de golpe. Ni se inmuta, sólo se dirige a la parte delantera del vehículo para subir y esperar la señal de su amo para avanzar. Sin ésta, el carruaje no se mueve.
Y en tanto, el hombre se acomoda con la espalda contra la pared del carruaje vagando los ojos con pereza en el rostro la osada. Cree que la conoce de algún lado hasta que sus labios se aprietan con fuerza pensando que si es ella, menudo lío del que está saliendo. Y cuando presta atención en sus prendas, cierra los ojos de una vez emitiendo un suspiro largo y resignado. "No, por favor no. No es sangre, no es mierda la que tiene en las botas y está ensuciando mi carruaje. No es ella, no es ella" ruega sin saber si reír o gritar por su presencia. Su lengua lubrica el labio inferior escuchando sus reclamos. Sus muy vulgares reclamos.
Es curioso que no le reconozca. Seguro que es la barba. Ya ha comprobado cómo descontrola a una persona poco atenta como Abbey haciendo que no sepan que es él. Sus exigencias y forma de ser siguen siendo las mismas de siempre. Sus caprichos son la primordial razón por la que todos deben conducirse para satisfacerlos. No hay nada más importante que eso: cumplir sus necesidades. Eso de echarla fuera del carruaje le parece de lo más tentador. Y vaya que ha crecido la pequeña que conociera hace más de diez años y que ahora luce toda desgarbada. Una prostituta tiene mejores galas que ella. ¿Será que ha perdido toda su fortuna y ahora se dedica a vagabundear? No lo dudaría ni un ápice.
Su insistencia en avanzar es cumplida por un Charles que se siente magnánimo y golpea la madera del carruaje en una señal que Alfred reconocerá. Y así es, el vehículo empieza a avanzar. Está complacido por la situación, más porque le meterá un susto de los mil demonios y se vengará de todas las que le ha hecho. Y cuando pronuncia su nombre, no puede más que agradecer a los dioses por dejársela en bandeja de plata. La cabeza masculina se mueve de derecha a izquierda hasta lograr que un crujido suene discordante a los golpeteos de las patas del caballo contra las piedras en pleno avance del carruaje. Es la señal de que el espectáculo acaba de iniciar.
Diez años hace que se vieron la última vez después de estar veinticuatro meses juntos. Charles evitando que se metiera en problemas y ella empeñada en hacerlo. Hace tanto que se vieron, que la propia voz del inglés ha cambiado, incluso su acento que fuera irlandés, ahora es un pulcro acento londinense. Ni siquiera se inmuta porque ella le tome el sombrero y se cubra el rostro con él - No se preocupe, miss Appleby. Estaba esperándola. Su criada me dijo que estaría por aquí. Queda arrestada por asesinato, miss Abbey Lynn Appleby - saca unas esposas de un cajón que tiene debajo de su asiento. Una precaución que utiliza para otros menesteres, pero que le será de utilidad - y espero que su sangre no sea suya, así incrementaremos más cargos, el juez estará feliz de saber que, como miembro de la fiscalía, la he atrapado in fraganti - no le da tiempo a reaccionar.
Las muñecas quedan atrapadas por las esposas en tanto Charles sonríe con satisfacción. ¿Cuántas veces se le puede regresar a Abbey sus acciones? Muy pocas y que ésta sea una de las que más miedo le dé a la joven, será interesante. Bastante interesante. Entretanto, la están conduciendo a la mansión Moncrieff. Ahí tendrá un lugar en su sótano. Un excelente sitio donde Charles se divertirá como nunca y así, le hará pagar todo. Absolutamente todo.
El recuerdo le deja ensimismado hasta que un abrupto movimiento le obliga a subir al carruaje y tomar asiento. Su cabeza gira de inmediato hacia el osado con las palabras airadas dispuestas a reventar en su garganta de forma muy audible cuando los cabellos rubios y el rostro femenino le hacen callar. Alfred mira cómo le arrebatan la puerta y la cierran de golpe. Ni se inmuta, sólo se dirige a la parte delantera del vehículo para subir y esperar la señal de su amo para avanzar. Sin ésta, el carruaje no se mueve.
Y en tanto, el hombre se acomoda con la espalda contra la pared del carruaje vagando los ojos con pereza en el rostro la osada. Cree que la conoce de algún lado hasta que sus labios se aprietan con fuerza pensando que si es ella, menudo lío del que está saliendo. Y cuando presta atención en sus prendas, cierra los ojos de una vez emitiendo un suspiro largo y resignado. "No, por favor no. No es sangre, no es mierda la que tiene en las botas y está ensuciando mi carruaje. No es ella, no es ella" ruega sin saber si reír o gritar por su presencia. Su lengua lubrica el labio inferior escuchando sus reclamos. Sus muy vulgares reclamos.
Es curioso que no le reconozca. Seguro que es la barba. Ya ha comprobado cómo descontrola a una persona poco atenta como Abbey haciendo que no sepan que es él. Sus exigencias y forma de ser siguen siendo las mismas de siempre. Sus caprichos son la primordial razón por la que todos deben conducirse para satisfacerlos. No hay nada más importante que eso: cumplir sus necesidades. Eso de echarla fuera del carruaje le parece de lo más tentador. Y vaya que ha crecido la pequeña que conociera hace más de diez años y que ahora luce toda desgarbada. Una prostituta tiene mejores galas que ella. ¿Será que ha perdido toda su fortuna y ahora se dedica a vagabundear? No lo dudaría ni un ápice.
Su insistencia en avanzar es cumplida por un Charles que se siente magnánimo y golpea la madera del carruaje en una señal que Alfred reconocerá. Y así es, el vehículo empieza a avanzar. Está complacido por la situación, más porque le meterá un susto de los mil demonios y se vengará de todas las que le ha hecho. Y cuando pronuncia su nombre, no puede más que agradecer a los dioses por dejársela en bandeja de plata. La cabeza masculina se mueve de derecha a izquierda hasta lograr que un crujido suene discordante a los golpeteos de las patas del caballo contra las piedras en pleno avance del carruaje. Es la señal de que el espectáculo acaba de iniciar.
Diez años hace que se vieron la última vez después de estar veinticuatro meses juntos. Charles evitando que se metiera en problemas y ella empeñada en hacerlo. Hace tanto que se vieron, que la propia voz del inglés ha cambiado, incluso su acento que fuera irlandés, ahora es un pulcro acento londinense. Ni siquiera se inmuta porque ella le tome el sombrero y se cubra el rostro con él - No se preocupe, miss Appleby. Estaba esperándola. Su criada me dijo que estaría por aquí. Queda arrestada por asesinato, miss Abbey Lynn Appleby - saca unas esposas de un cajón que tiene debajo de su asiento. Una precaución que utiliza para otros menesteres, pero que le será de utilidad - y espero que su sangre no sea suya, así incrementaremos más cargos, el juez estará feliz de saber que, como miembro de la fiscalía, la he atrapado in fraganti - no le da tiempo a reaccionar.
Las muñecas quedan atrapadas por las esposas en tanto Charles sonríe con satisfacción. ¿Cuántas veces se le puede regresar a Abbey sus acciones? Muy pocas y que ésta sea una de las que más miedo le dé a la joven, será interesante. Bastante interesante. Entretanto, la están conduciendo a la mansión Moncrieff. Ahí tendrá un lugar en su sótano. Un excelente sitio donde Charles se divertirá como nunca y así, le hará pagar todo. Absolutamente todo.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 28/03/2018
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
“Appleby”
Acababa de oír el apellido desterrado de los labios del desconocido, así sin más, de la nada. ¿Cómo sabía tal cosa? Y no sólo eso, su nombre entero. No podía ser casualidad ¡y mira que París era grande! El mundo al fin y al cabo cabía en un pañuelo, ¿cómo podía ser posible? Si en la Orden de cazadores su apellido y primer nombre quedaron vetados, pacto de silencio. ¿Por qué se le ocurrió decir “Abbey”? Eso ya no importaba, la cabeza de la rubia era un volcán en erupción a punto de explotar, ¡no entendía nada!. Sólo huía y se metió en el primer carruaje que se le presentó pero...¿y si no fue suerte? ¿y si...había algo detrás?. Ya bastaba, al final sus pensamientos le llevaron a lanzar un grito de pura impotencia.
Luchaba contra seres sobrenaturales, salió victoriosa de los enfrentamientos, siempre fiel a la orden y un humano, no más mayor que ella... le ponía unas esposas ¡y asunto zanjado!. No, no podía acabar de esa manera ¡sería juzgada! O peor...torturada, a saber qué quería ese mequetrefe. Las orbes azules de la cazadora centellearon de rabia, impotencia. ¿Cómo era posible que la conociese? A no ser...a no ser que ese hombre, al que tantos años llamó “padre”, le mandó a dar caza. Ese miserable no pararía hasta verla desposada y no sólo eso, David Appleby tenía otros planes para ella, más cuando se había convertido en lo que era.
-¿Qué criada y qué niño muerto? Yo no gasto de eso ¿tengo pinta de tener criada? ¡suélteme! Está capturando a una joven e inocente dama en apuros... ¡debería estar consolándome! No juzgándome como a un criminal -tan mala actriz, se notaba en el tono de su voz que fingía, le divertía la situación y también...estaba enfadada, mucho y él sería el que pagaría los platos rotos -¡Huía de mi captor! Toda la noche entre desgracia y sufrimiento... ¿cree que con esta cara haya matado a nadie? No tengo ni fuerzas para mantenerme en pie como ir a masacrar y... ¿se puede saber cómo sabe mi nombre? No se lo he dicho, no al menos entero. Y puede engañar a todos pero a mí no... le manda él ¿verdad?
Escupió las palabras, intentando zafarse de las esposas, sin ningún resultado. Resopló, su enmarañado flequillo rubio no abandonó su posición de taparle uno de sus orbes, ¡en qué hora! Al menos había acabado con uno de esos seres, su existencia se acabó.
-Puedo ser muy convincente, señor policía...por ejemplo que en el interrogatorio se le fuese la mano y... espera -hizo ademán de pegarse a sí misma con el cristal del carruaje pero frenó en el último segundo -Es un aviso. No sé de qué me conoce, también me da igual... sólo quiero llegar a casa, sin criadas...hace mucho que no dispongo de eso -deje de melancolía en el tono de su voz, una vida de lujos y criada entre algodones, no la echaba en falta. Aveline le regaló algún que otro vestido, hacía mucho no veía a sus hermanas, ni a madre... y admitía que se encontraba en su mejor momento, sola pero libre.
Acababa de oír el apellido desterrado de los labios del desconocido, así sin más, de la nada. ¿Cómo sabía tal cosa? Y no sólo eso, su nombre entero. No podía ser casualidad ¡y mira que París era grande! El mundo al fin y al cabo cabía en un pañuelo, ¿cómo podía ser posible? Si en la Orden de cazadores su apellido y primer nombre quedaron vetados, pacto de silencio. ¿Por qué se le ocurrió decir “Abbey”? Eso ya no importaba, la cabeza de la rubia era un volcán en erupción a punto de explotar, ¡no entendía nada!. Sólo huía y se metió en el primer carruaje que se le presentó pero...¿y si no fue suerte? ¿y si...había algo detrás?. Ya bastaba, al final sus pensamientos le llevaron a lanzar un grito de pura impotencia.
Luchaba contra seres sobrenaturales, salió victoriosa de los enfrentamientos, siempre fiel a la orden y un humano, no más mayor que ella... le ponía unas esposas ¡y asunto zanjado!. No, no podía acabar de esa manera ¡sería juzgada! O peor...torturada, a saber qué quería ese mequetrefe. Las orbes azules de la cazadora centellearon de rabia, impotencia. ¿Cómo era posible que la conociese? A no ser...a no ser que ese hombre, al que tantos años llamó “padre”, le mandó a dar caza. Ese miserable no pararía hasta verla desposada y no sólo eso, David Appleby tenía otros planes para ella, más cuando se había convertido en lo que era.
-¿Qué criada y qué niño muerto? Yo no gasto de eso ¿tengo pinta de tener criada? ¡suélteme! Está capturando a una joven e inocente dama en apuros... ¡debería estar consolándome! No juzgándome como a un criminal -tan mala actriz, se notaba en el tono de su voz que fingía, le divertía la situación y también...estaba enfadada, mucho y él sería el que pagaría los platos rotos -¡Huía de mi captor! Toda la noche entre desgracia y sufrimiento... ¿cree que con esta cara haya matado a nadie? No tengo ni fuerzas para mantenerme en pie como ir a masacrar y... ¿se puede saber cómo sabe mi nombre? No se lo he dicho, no al menos entero. Y puede engañar a todos pero a mí no... le manda él ¿verdad?
Escupió las palabras, intentando zafarse de las esposas, sin ningún resultado. Resopló, su enmarañado flequillo rubio no abandonó su posición de taparle uno de sus orbes, ¡en qué hora! Al menos había acabado con uno de esos seres, su existencia se acabó.
-Puedo ser muy convincente, señor policía...por ejemplo que en el interrogatorio se le fuese la mano y... espera -hizo ademán de pegarse a sí misma con el cristal del carruaje pero frenó en el último segundo -Es un aviso. No sé de qué me conoce, también me da igual... sólo quiero llegar a casa, sin criadas...hace mucho que no dispongo de eso -deje de melancolía en el tono de su voz, una vida de lujos y criada entre algodones, no la echaba en falta. Aveline le regaló algún que otro vestido, hacía mucho no veía a sus hermanas, ni a madre... y admitía que se encontraba en su mejor momento, sola pero libre.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
Si Abbey conociera cuánto fue el tiempo que estuvo enamorado de ella, se le reiría en la cara. Aquélla chiquilla malcriada que pensaba que su vida era justo para ser atendida, protegida y sacada de los problemas en los que ella se había metido por propio pie. La mujer ahora ante él, pareciera paralizarse con la sola mención de su nombre. Por un momento, a su mente acude el pensamiento de que ella tiene miedo. ¿De qué podría temer Abbey? Ahora, observando sus vestimentas, dejan mucho qué desear. Cuán diferentes son de las que ella solía utilizar cuando Charles era el guardián de su persona. El que la protegía y perseguía intentando que entendiera que sus actividades impropias o que le disgustaran a su padre, le implicarían al inglés un problema.
Hasta ahora, esta sensación que tiene en el pecho de algarabía, es porque le hará sentir todo lo que a él le produjeron cuando desapareció Abbey sin que Charles tuviera la menor pista de su paradero. Los puñetazos recibidos, los golpes propinados, aún hoy tiene las cicatrices que lo demuestran. La que luce en la ceja derecha es una de ellas. Ni siquiera la expresión de la mujer de desesperación hace mella en su coraza - podrá decir que es inocente, señorita Appleby, pero ambos sabemos que fue la causante de la muerte de algunos, aparte de los golpes que propinó con sus actos - un golpe diferente es hecho con la mano contra la madera. Alfred, en el frente, identifica la señal para prepararse.
Las excusas caen en saco roto, la voluntad de Charles es de hierro. La observa en silencio arqueando esa ceja en la que esa fina línea plateada es mudo testigo y fiscal de lo que Abbey produjo. Y a pesar de todo, no puede hacerle daño. Quisiera darle un par de bofetones hasta hacerle sangrar nariz y boca. Destrozarle el tabique nasal y pasar una daga por el largo de sus mejillas hasta seguir un camino ascendente hasta la sien desfigurándola. - No sé de quién me habla, me manda un juez para detenerle, para llevarle ante la ley para que reciba su merecido - no ha cambiado, su actitud infantil de chantajearlo con golpearse contra el cristal es suficiente para que denote que sigue siendo la misma Abbey.
Se pregunta el origen de la sangre que le cubre. ¿A quién habrá hecho daño ahora? Habla de querer ir a casa sin criadas. ¿Ella? ¿Sin alguien que le levante cada prenda que eche al piso? No lo cree posible. El carruaje se detiene y ella parece estar acorralada. Charles le toma de las esposas para jalarla hacia él. Le toma de los cabellos para echarle atrás la cabeza justo cuando Alfred abre la puerta con premura y le tapa la nariz y la boca con un pañuelo en el que impregnaron un líquido que le hará perder la conciencia en menos de un minuto, tal es su efectividad. El inglés sólo la mantiene quieta, abusando de su fuerza hasta que ella desfallece y se sume en el profundo sueño.
Cuando despierte, se encontrará en una habitación oscura, sin nada que pueda ver. Oscuridad y total silencio. Sus manos estarán atadas a su espalda, sentada en una silla, los pies tienen sogas que la sujetan del mismo mueble en el que está. No verá nada que no sea lo que Charles quiera. Y cuando abra los ojos y empiece a gritar, Alfred esperará veinte minutos antes de avisarle a su señor, quien esperará otros cinco minutos arreglándose para entrar en la habitación usando una capucha para que ella no le reconozca. Haciéndole creer que será su último día viva.
Hasta ahora, esta sensación que tiene en el pecho de algarabía, es porque le hará sentir todo lo que a él le produjeron cuando desapareció Abbey sin que Charles tuviera la menor pista de su paradero. Los puñetazos recibidos, los golpes propinados, aún hoy tiene las cicatrices que lo demuestran. La que luce en la ceja derecha es una de ellas. Ni siquiera la expresión de la mujer de desesperación hace mella en su coraza - podrá decir que es inocente, señorita Appleby, pero ambos sabemos que fue la causante de la muerte de algunos, aparte de los golpes que propinó con sus actos - un golpe diferente es hecho con la mano contra la madera. Alfred, en el frente, identifica la señal para prepararse.
Las excusas caen en saco roto, la voluntad de Charles es de hierro. La observa en silencio arqueando esa ceja en la que esa fina línea plateada es mudo testigo y fiscal de lo que Abbey produjo. Y a pesar de todo, no puede hacerle daño. Quisiera darle un par de bofetones hasta hacerle sangrar nariz y boca. Destrozarle el tabique nasal y pasar una daga por el largo de sus mejillas hasta seguir un camino ascendente hasta la sien desfigurándola. - No sé de quién me habla, me manda un juez para detenerle, para llevarle ante la ley para que reciba su merecido - no ha cambiado, su actitud infantil de chantajearlo con golpearse contra el cristal es suficiente para que denote que sigue siendo la misma Abbey.
Se pregunta el origen de la sangre que le cubre. ¿A quién habrá hecho daño ahora? Habla de querer ir a casa sin criadas. ¿Ella? ¿Sin alguien que le levante cada prenda que eche al piso? No lo cree posible. El carruaje se detiene y ella parece estar acorralada. Charles le toma de las esposas para jalarla hacia él. Le toma de los cabellos para echarle atrás la cabeza justo cuando Alfred abre la puerta con premura y le tapa la nariz y la boca con un pañuelo en el que impregnaron un líquido que le hará perder la conciencia en menos de un minuto, tal es su efectividad. El inglés sólo la mantiene quieta, abusando de su fuerza hasta que ella desfallece y se sume en el profundo sueño.
Cuando despierte, se encontrará en una habitación oscura, sin nada que pueda ver. Oscuridad y total silencio. Sus manos estarán atadas a su espalda, sentada en una silla, los pies tienen sogas que la sujetan del mismo mueble en el que está. No verá nada que no sea lo que Charles quiera. Y cuando abra los ojos y empiece a gritar, Alfred esperará veinte minutos antes de avisarle a su señor, quien esperará otros cinco minutos arreglándose para entrar en la habitación usando una capucha para que ella no le reconozca. Haciéndole creer que será su último día viva.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
“I fought a battle, I fought a war
I felt the rain on my face
Sometimes to find what you're looking for
You've gotta learn from your worst mistakes “
No respondió, sólo lo miraba desde su posición, sin dejar de forcejear con las condenadas esposas que empezaron a apretar la carne hasta hacer rozaduras, en breve sangrarían pero eso no le importó, continuó intentar salir de la jaula en el que la cazadora acababa de tomar por propia voluntad, una cárcel que no sería fácil salir pero no imposible. Peor cárcel fueron sus palabras, la impenetrable mirada del desconocido, la oscuridad que albergaba sus ojos oscuros, por un segundo, la inglesa entrecerró los ojos vislumbrando un haz de recuerdo incompleto.
El duelo es injusto, atada se remueve entre sus brazos. La cercanía apenas es breve, lo justo para perderla entre sus brazos obligada a caer inconsciente entre éstos. No es la primera vez, no sabe porqué pero en el último segundo deja de forcejear para encontrar respuesta, una que termina en un suspiro llevándose a Abbey a la oscuridad. Y es oscuridad lo que la rodea cuando, no sabe cuánto tiempo, ha permanecido en ese lugar. Sigue atada, sentada en un punto exacto de la estancia, su visión no logra familiarizarse, en sus fosas nasales...olores desconocidos que no logra catalogar.
Intenta levantarse pero es imposible, los agarres le devuelven a su asiento y con la mirada turbia espera al culpable de su captura y encerramiento, no dice nada, ni emite sonido alguno ¿de qué sirve gritar? ¿llorar? Nadie le oiría excepto aquel loco que acababa de atraparla, bastándole un simple juego de esposas, eso era lo que más le reconcomía...pues luchaba cada noche con sobrenaturales y siempre salió airosa...menos ese anochecer.
Los pasos ajenos le alertan pero no se inmuta, sólo observa, está dispuesta a enfrentarse a cualquier cosa, los ojos azules no muestran miedo pero sí recelo, la desconfianza acaricia el propio aroma a manzana salvaje, roja como la sangre. Sus orbes se clavan en los ajenos bajo la máscara, apenas ve nada pero sabe que sólo están ellos dos, no le importa lo que le ocurra, el miedo lo dejó en su jaula de oro de la residencia Appleby, ahora...es una mujer diferente, capaz de cubrir sus espaldas, luchar y no rendirse.
-Sólo los cobardes se esconden. No tengo miedo -sonrió con malicia, ¿acaso importaba las verdaderas razones de su captura? Sí, había asesinado, a bestias y seres que lo merecían, por una causa justa y su enemigo, seguramente...se encontrase en el bando de la inquisición, de la justicia negra como ella misma lo llamaba -Persigo la muerte cada noche, la miro a los ojos y le hago una burla reverencia antes de devolverla al infierno. -una risa escapó de sus labios rojos como la sangre, ahora más por las gotas de aquella esencia que él mismo utilizó para dormirla -No pienso aceptar luchar en su bando o lo que desee que quiere de mí, para ser una simple ladronzuela o asesina se toma muchas molestias ¿en serio? ¿ahora van a traer instrumentos de tortura? Entonces...será una noche muy larga. Estoy preparada
Duras palabras, dichas con absoluta convicción, esa mujer era fuerte mental y físicamente pero esas orbes... aún destilaban melancolía, añoranza, si perseguía demonios no era por cualquier cosa. Buscaba respuestas y esperaba encontrarlas...¿cuándo?. Sólo el tiempo lo diría.
I felt the rain on my face
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You've gotta learn from your worst mistakes “
No respondió, sólo lo miraba desde su posición, sin dejar de forcejear con las condenadas esposas que empezaron a apretar la carne hasta hacer rozaduras, en breve sangrarían pero eso no le importó, continuó intentar salir de la jaula en el que la cazadora acababa de tomar por propia voluntad, una cárcel que no sería fácil salir pero no imposible. Peor cárcel fueron sus palabras, la impenetrable mirada del desconocido, la oscuridad que albergaba sus ojos oscuros, por un segundo, la inglesa entrecerró los ojos vislumbrando un haz de recuerdo incompleto.
El duelo es injusto, atada se remueve entre sus brazos. La cercanía apenas es breve, lo justo para perderla entre sus brazos obligada a caer inconsciente entre éstos. No es la primera vez, no sabe porqué pero en el último segundo deja de forcejear para encontrar respuesta, una que termina en un suspiro llevándose a Abbey a la oscuridad. Y es oscuridad lo que la rodea cuando, no sabe cuánto tiempo, ha permanecido en ese lugar. Sigue atada, sentada en un punto exacto de la estancia, su visión no logra familiarizarse, en sus fosas nasales...olores desconocidos que no logra catalogar.
Intenta levantarse pero es imposible, los agarres le devuelven a su asiento y con la mirada turbia espera al culpable de su captura y encerramiento, no dice nada, ni emite sonido alguno ¿de qué sirve gritar? ¿llorar? Nadie le oiría excepto aquel loco que acababa de atraparla, bastándole un simple juego de esposas, eso era lo que más le reconcomía...pues luchaba cada noche con sobrenaturales y siempre salió airosa...menos ese anochecer.
Los pasos ajenos le alertan pero no se inmuta, sólo observa, está dispuesta a enfrentarse a cualquier cosa, los ojos azules no muestran miedo pero sí recelo, la desconfianza acaricia el propio aroma a manzana salvaje, roja como la sangre. Sus orbes se clavan en los ajenos bajo la máscara, apenas ve nada pero sabe que sólo están ellos dos, no le importa lo que le ocurra, el miedo lo dejó en su jaula de oro de la residencia Appleby, ahora...es una mujer diferente, capaz de cubrir sus espaldas, luchar y no rendirse.
-Sólo los cobardes se esconden. No tengo miedo -sonrió con malicia, ¿acaso importaba las verdaderas razones de su captura? Sí, había asesinado, a bestias y seres que lo merecían, por una causa justa y su enemigo, seguramente...se encontrase en el bando de la inquisición, de la justicia negra como ella misma lo llamaba -Persigo la muerte cada noche, la miro a los ojos y le hago una burla reverencia antes de devolverla al infierno. -una risa escapó de sus labios rojos como la sangre, ahora más por las gotas de aquella esencia que él mismo utilizó para dormirla -No pienso aceptar luchar en su bando o lo que desee que quiere de mí, para ser una simple ladronzuela o asesina se toma muchas molestias ¿en serio? ¿ahora van a traer instrumentos de tortura? Entonces...será una noche muy larga. Estoy preparada
Duras palabras, dichas con absoluta convicción, esa mujer era fuerte mental y físicamente pero esas orbes... aún destilaban melancolía, añoranza, si perseguía demonios no era por cualquier cosa. Buscaba respuestas y esperaba encontrarlas...¿cuándo?. Sólo el tiempo lo diría.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
Luciendo un pantalón y botas, ambos de montar y una camisa sin mangas, el encapuchado Charles avanza hasta una Abbey que parece temerosa, pero logra recuperar su compostura y encararlo. Sus palabras valientes le hacen pensar ¿En qué diablos está metida esta fémina? ¿Ahora qué está haciendo para matar? ¿De verdad está matando personas? No la creía tan loca. Ni siquiera había planeado bien qué hacer cuando ella abre la boca. Y por inercia, la cabeza de Charles se fija en una mesita que tiene con varios artículos que, a mente de la fémina, podrían ser instrumentos de tortura. Sin remordimientos, se acerca hasta el mueble y lo arrastra dejándolo frente a la mujer. Con parsimonia, quita la tela que le cubre, dejando a la vista los cuchillos, las pinzas y algunos objetos que pudieran ser utilizados para un proceso cruel y sádico.
No dice nada, sólo da un bofetón en el rostro de Abbey sin temer las consecuencias, sólo deseando que ella pudiera sentir el dolor que le infringió aquella noche. Le toma de los cabellos rubios obligándola a echar atrás la cabeza, - ¿Estás preparada para lo que se viene, Abbey? ¿Eres la verdugo de la muerte? ¿Y qué te parece ser la verdugo de tus propios demonios? ¿Acaso olvidas a todas las personas que sufrieron por tu culpa cuando vivías en Inglaterra? ¿A todos los que hiciste daño con tus desplantes sin pensar siquiera en las consecuencias? Conozco a alguien que vivió en su propia piel el dolor y los golpes de tu padre y sus secuaces por tus niñerías. ¿No crees que tendrías que pagar por todo lo que hiciste? Alto es el precio que debes, Abbey. Muy alto - la suelta dándole otro bofetón.
Por su frustración, por el mismo demonio que se estaba desatando cuando de inicio, sólo era la sorpresa y la alegría de verla a ella, su primer amor, uno que ahora está muerto y enterrado tres metros bajo tierra. Sólo quería hacerle sufrir, se prometía que serían sólo seis horas, las que él vivió desesperado. Así ella sabría lo que él sintió y por qué ahora no podría obtener más de él. - ¿Qué piensas, Appleby? ¿Estás dispuesta a confesarte por todas las locuras que hiciste dañando a terceros? Sólo son daños colaterales para ti, ¿No es así? No importan para ti, tú sigues adelante en tu vida sin saber cuánta mierda tienes en los pies - le da un nuevo bofetón.
Se le está saliendo de las manos, pero ella sigue siendo la misma. No ha cambiado, sigue siendo la misma caprichosa de siempre, de hace tantos años...
Si logra este trabajo, seguro que podrá guardar dinero para su siguiente escala. El comprarse el caballo para de ahí, tener la oportunidad de desplazarse por varios lugares y contactar a las personas que necesita para poner en marcha el negocio. Tiene que ser eficiente, serio, tranquilo y, sobre todo, responsable. En su entrevista con el mayordomo de la mansión, todo es observado, desde sus modales impecables, hasta la modesta ropa que luce.
Le obligan a ir a con un modisto quien le hace los trajes adecuados para ser el guardián de la primogénita de la casa, la condición para conservar el trabajo es no perderla de vista y sacarla de todos los problemas en los que se meta. De inicio, pareciera fácil, pero al escuchar todo de lo que la chiquilla es capaz, se queda mudo. Sólo tiene veinte años y la joven quince, ¿Qué tan mal podría salir?
Los ojos azules del chico, todavía con algunos resquicios de desconfianza y timidez, observan al demonio de rubios cabellos que le devuelven la mirada con soberbia y altanería. Baja la cabeza suspirando, sigue siendo un enclenque sin su futura complexión atlética, no logra desarrollar bien su musculatura debido a la falta de alimentación. Aquí le han prometido buenas comidas aún en su condición de sirviente, así que eso, aunado al arduo entrenamiento, seguro que le ayudan a tener éxito. No acostumbra a tener barba, se la rasura cada que puede porque ni siquiera le sale completa. Tres pelos en el culo, es la burla de su mentor y amigo. Patrañas, mas por auto decoro, se la quita diariamente con una vieja navaja que a veces le hace más cortes en la piel de lo que debiera. - Buen día, señorita Appleby soy su protector, mi nombre es... - ni siquiera le deja terminar la oración. Su voz resuena en el lugar con un timbre agudo y que denota cómo está acostumbrada a hacer lo que quiere todo el tiempo.
No dice nada, sólo da un bofetón en el rostro de Abbey sin temer las consecuencias, sólo deseando que ella pudiera sentir el dolor que le infringió aquella noche. Le toma de los cabellos rubios obligándola a echar atrás la cabeza, - ¿Estás preparada para lo que se viene, Abbey? ¿Eres la verdugo de la muerte? ¿Y qué te parece ser la verdugo de tus propios demonios? ¿Acaso olvidas a todas las personas que sufrieron por tu culpa cuando vivías en Inglaterra? ¿A todos los que hiciste daño con tus desplantes sin pensar siquiera en las consecuencias? Conozco a alguien que vivió en su propia piel el dolor y los golpes de tu padre y sus secuaces por tus niñerías. ¿No crees que tendrías que pagar por todo lo que hiciste? Alto es el precio que debes, Abbey. Muy alto - la suelta dándole otro bofetón.
Por su frustración, por el mismo demonio que se estaba desatando cuando de inicio, sólo era la sorpresa y la alegría de verla a ella, su primer amor, uno que ahora está muerto y enterrado tres metros bajo tierra. Sólo quería hacerle sufrir, se prometía que serían sólo seis horas, las que él vivió desesperado. Así ella sabría lo que él sintió y por qué ahora no podría obtener más de él. - ¿Qué piensas, Appleby? ¿Estás dispuesta a confesarte por todas las locuras que hiciste dañando a terceros? Sólo son daños colaterales para ti, ¿No es así? No importan para ti, tú sigues adelante en tu vida sin saber cuánta mierda tienes en los pies - le da un nuevo bofetón.
Se le está saliendo de las manos, pero ella sigue siendo la misma. No ha cambiado, sigue siendo la misma caprichosa de siempre, de hace tantos años...
FLASHBACK
Londres, Inglaterra
Mes: mayo de hace doce años
Londres, Inglaterra
Mes: mayo de hace doce años
Si logra este trabajo, seguro que podrá guardar dinero para su siguiente escala. El comprarse el caballo para de ahí, tener la oportunidad de desplazarse por varios lugares y contactar a las personas que necesita para poner en marcha el negocio. Tiene que ser eficiente, serio, tranquilo y, sobre todo, responsable. En su entrevista con el mayordomo de la mansión, todo es observado, desde sus modales impecables, hasta la modesta ropa que luce.
Le obligan a ir a con un modisto quien le hace los trajes adecuados para ser el guardián de la primogénita de la casa, la condición para conservar el trabajo es no perderla de vista y sacarla de todos los problemas en los que se meta. De inicio, pareciera fácil, pero al escuchar todo de lo que la chiquilla es capaz, se queda mudo. Sólo tiene veinte años y la joven quince, ¿Qué tan mal podría salir?
Los ojos azules del chico, todavía con algunos resquicios de desconfianza y timidez, observan al demonio de rubios cabellos que le devuelven la mirada con soberbia y altanería. Baja la cabeza suspirando, sigue siendo un enclenque sin su futura complexión atlética, no logra desarrollar bien su musculatura debido a la falta de alimentación. Aquí le han prometido buenas comidas aún en su condición de sirviente, así que eso, aunado al arduo entrenamiento, seguro que le ayudan a tener éxito. No acostumbra a tener barba, se la rasura cada que puede porque ni siquiera le sale completa. Tres pelos en el culo, es la burla de su mentor y amigo. Patrañas, mas por auto decoro, se la quita diariamente con una vieja navaja que a veces le hace más cortes en la piel de lo que debiera. - Buen día, señorita Appleby soy su protector, mi nombre es... - ni siquiera le deja terminar la oración. Su voz resuena en el lugar con un timbre agudo y que denota cómo está acostumbrada a hacer lo que quiere todo el tiempo.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
“That I mistook for a star
Guess when you build up to break down
You find out who you really are “
Los golpes sin avisar no arrancan de la inglesa ni un quejido, sólo ladea el rostro, sin perder la silueta del extraño , le está estudiando. Un hombre fuerte, corpulento y muy alto, la voz grave y sin temblar, alguien capaz de todo por lograr su objetivo principal y en este caso, hacerle daño o sacarle información. Podía hacer todo el daño que quisiera, jamás traicionaría a su Orden de cazadores, a sí misma, un pacto de silencio que pagaría con su propia vida. Una antigua vida que descansaba en un lugar apartado de su mente, olvidada pero siempre presente a cada paso que daba, le perseguiría hasta el último segundo de su existencia, era un hecho.
El golpe calentó la piel, enrojeciéndola y devolviéndola a la realidad. Quién fuese la conocía de un pasado común, su verdadera identidad y quién fue pero no conocía quién llegó a ser y se había convertido, no era una simple cazadora que cazaba por placer, sus propios demonios le habían llevado por ese camino, el perder una vida de lujos y caprichos que nunca deseó, menos al perder a cada paso... a quién de algún modo, representaron para ella algo en su vida.
Los golpes sólo consiguieron que la sonrisa de Abbey no desapareciese, seguía al parecer siendo la misma que nada ni nadie le importase, sólo su propio bienestar pero la realidad fue y era, una muy distinta. Y lo sabía, cuando era una niña erró demasiadas veces, las travesuras se convirtieron en trampas letales para aquellos que se implicaron a que no terminase en un internado para el resto de sus días. Perdió la cuenta de todas las veces que se había revelado a su padre, sus hermanas por el simple hecho de no olvidar jamás en lo que creía y deseaba, ser algo más que una joven de clase alta a la que intentaban inculcar unos valores con los que no estaría de acuerdo jamás. Fiel a sí misma, el pago por la libertad... costó más de lo que jamás hubiese llegado a imaginar, perder.
-No vuelvas a decir en alto ese apellido ¿me has oído? ¡NUNCA! -ni los golpes consiguieron que reaccionara hasta que el apellido Appleby hizo eco en la húmeda y oscura habitación, ¿se atrevía a decir que seguía adelante con su vida? Tuvo que hacerlo, no se lo debía a nadie, todo lo consiguió por méritos propios después de despedirse de personas importantes en su vida que ya no regresarían , “él” , el señor Milles, ese cambiante que lo revolucionó todo...-Lo único que confesaré es... no me rendí, seguí adelante y abrí mi jaula de oro para no regresar jamás, buscar respuestas y sólo hallar silencios ¿qué he de confesar? Lo cobarde que fui antaño al perder ante mis ojos, con mis propias acciones pero no, no me arrepiento de nada -seguía siendo la misma, fiel a sí misma, su carácter imposible y tras esa máscara inquebrantable, todo lo que tuvo y aún lleva a sus hombros. -¿Te rechacé? ¿No quise ser tu mujercita a la que sólo querías para que incubase a tus vástagos? o... ¿quemé algo? Se me daba bien jugar con fuego, tanto que me terminé quemando pero no me importó porque quise más... no tuve control -lo admitía pero en sus orbes azules aún seguía el interrogante, de todas las preguntas que le fueron negadas y no contestadas. -Conozco muy bien mi propia historia, mis pecados y mis errores. ¿Y los tuyos? La vida me ha enseñado a pensar en que nada es lo que parece... -
El aspecto despreocupado de Abbey había cambiado, no lucía vestidos de alta costura, aquellos que le picaban y escocían a rabiar, siempre se andaba quejando de éstos, ahora... su atuendo era uno muy diferente, un ligero vestido de color crema tintado con manchas carmesís, manchas que señalaban su implicación en asuntos turbios.
Otra de esas salidas sin sentido para mostrarse y demostrar lo buena señorita y gran partido que no era. Odiaba tener que salir con sus hermanas, las conversaciones sólo se centraban en lo mismo: chismorreos, hombres y vestuario, ¿cómo iba a haber más en esas cabezas llenas de serrín? Le aburrían, la desgana y el mal humor acrecentaban a cada segundo. Y qué decir de ese vestido. Las dichosas mangas terminaban hundidas en el fondo de su taza de té, el corsé le apretaba como mil agujas en la espina dorsal y ese can-can chirriaba a cada paso, la falda daba calor...¡no terminaría con todas las pegas al vestuario! La mirada inquisitiva de su madre, no se apartaba de la rebelde Appleby. Al contrario que sus hermanas, todas encantadas con sus vestidos nuevos, Abbey resoplaba consiguiendo que los bonitos bucles se moviesen de un lado para otro ¿importaba tal cosa? no.
-Abbey Lynn Appleby, ponte recta ¡por el amor de Dios! -un nuevo resoplido, un gruñido y un quejido por lo bajo, la doncella le había pinchado sin querer al coser una de las puntillas que se habían descosido -¿Por qué te empeñas en ponerme todos estos adornos? No soy una lámpara, no pedí un vestido nuevo, tengo suficientes... y … -la mujer carraspeó, acercándose y con un gesto de cabeza, pedirle a la joven doncella que les dejase a solas -No voy a repetirlo más, vas a ir. Además, nos hemos encargado de conseguir que alguien acepte vigilarte ¡nos ha llevado semanas! Es importante para tu padre, ese almuerzo nos promete un buen trato con los Benoit, además... ¿tanto te cuesta comportarte un sólo día? ¡uno! -Abbey se miraba en el espejo, la imagen que se reflejaba en el espejo, no era la que la joven esperaba...se parecía a sus hermanas, todas cortadas con el mismo patrón. Sólo asintió pero en su cabeza, la idea era una muy diferente.
Al salir, la voz del joven le sacó de su ensimismamiento. Se había olvidado que alguien la esperaba para vigilarla, los ojos azules de la joven lo repasaban de reojo un instante, no será más mayor que ella pero lo suficiente para correr y seguirle los pasos. ¿Y si...? él tendría que acompañarla en el carruaje, vigilar que llegase a la fiesta y no se esfumase como el humo. Cuando él entró y cerró el portón con incluso llave, según dispuesto por sus padres, Abbey se deshizo de las pinzas con brillantes que sujetaban su cabello dorado.
-¡Shhh! Tranquilo, no voy a saltar por la ventana, aunque es una opción. No sabes dónde vamos, si lo supieras estarías tan cabreado como yo. No quiero ir a ese muermo de fiesta, tú tampoco, así que...te propongo algo, ¿por qué no vamos a una fiesta de verdad? No te lo tomes a mal... pero no creo que tengas invitación de los Benoit en el bolsillo. La comida es horrible y las bebidas las rebajan con agua... ¿qué dices? No voy a sobornarte, te doy libertad... tendrás que vigilarme pero lejos de esa fiesta , así que del todo no has desobedecido órdenes -esa muchacha no tenía nada que ver con su familia, su sonrisa divertida , sus ojos azules chispeantes de emoción de lograr que alguien , esta vez, siguiera sus pasos ¿qué tenía que perder?
Guess when you build up to break down
You find out who you really are “
Los golpes sin avisar no arrancan de la inglesa ni un quejido, sólo ladea el rostro, sin perder la silueta del extraño , le está estudiando. Un hombre fuerte, corpulento y muy alto, la voz grave y sin temblar, alguien capaz de todo por lograr su objetivo principal y en este caso, hacerle daño o sacarle información. Podía hacer todo el daño que quisiera, jamás traicionaría a su Orden de cazadores, a sí misma, un pacto de silencio que pagaría con su propia vida. Una antigua vida que descansaba en un lugar apartado de su mente, olvidada pero siempre presente a cada paso que daba, le perseguiría hasta el último segundo de su existencia, era un hecho.
El golpe calentó la piel, enrojeciéndola y devolviéndola a la realidad. Quién fuese la conocía de un pasado común, su verdadera identidad y quién fue pero no conocía quién llegó a ser y se había convertido, no era una simple cazadora que cazaba por placer, sus propios demonios le habían llevado por ese camino, el perder una vida de lujos y caprichos que nunca deseó, menos al perder a cada paso... a quién de algún modo, representaron para ella algo en su vida.
Los golpes sólo consiguieron que la sonrisa de Abbey no desapareciese, seguía al parecer siendo la misma que nada ni nadie le importase, sólo su propio bienestar pero la realidad fue y era, una muy distinta. Y lo sabía, cuando era una niña erró demasiadas veces, las travesuras se convirtieron en trampas letales para aquellos que se implicaron a que no terminase en un internado para el resto de sus días. Perdió la cuenta de todas las veces que se había revelado a su padre, sus hermanas por el simple hecho de no olvidar jamás en lo que creía y deseaba, ser algo más que una joven de clase alta a la que intentaban inculcar unos valores con los que no estaría de acuerdo jamás. Fiel a sí misma, el pago por la libertad... costó más de lo que jamás hubiese llegado a imaginar, perder.
-No vuelvas a decir en alto ese apellido ¿me has oído? ¡NUNCA! -ni los golpes consiguieron que reaccionara hasta que el apellido Appleby hizo eco en la húmeda y oscura habitación, ¿se atrevía a decir que seguía adelante con su vida? Tuvo que hacerlo, no se lo debía a nadie, todo lo consiguió por méritos propios después de despedirse de personas importantes en su vida que ya no regresarían , “él” , el señor Milles, ese cambiante que lo revolucionó todo...-Lo único que confesaré es... no me rendí, seguí adelante y abrí mi jaula de oro para no regresar jamás, buscar respuestas y sólo hallar silencios ¿qué he de confesar? Lo cobarde que fui antaño al perder ante mis ojos, con mis propias acciones pero no, no me arrepiento de nada -seguía siendo la misma, fiel a sí misma, su carácter imposible y tras esa máscara inquebrantable, todo lo que tuvo y aún lleva a sus hombros. -¿Te rechacé? ¿No quise ser tu mujercita a la que sólo querías para que incubase a tus vástagos? o... ¿quemé algo? Se me daba bien jugar con fuego, tanto que me terminé quemando pero no me importó porque quise más... no tuve control -lo admitía pero en sus orbes azules aún seguía el interrogante, de todas las preguntas que le fueron negadas y no contestadas. -Conozco muy bien mi propia historia, mis pecados y mis errores. ¿Y los tuyos? La vida me ha enseñado a pensar en que nada es lo que parece... -
El aspecto despreocupado de Abbey había cambiado, no lucía vestidos de alta costura, aquellos que le picaban y escocían a rabiar, siempre se andaba quejando de éstos, ahora... su atuendo era uno muy diferente, un ligero vestido de color crema tintado con manchas carmesís, manchas que señalaban su implicación en asuntos turbios.
FLASHBACK
Londres, Inglaterra
Mes: mayo de hace doce años
Londres, Inglaterra
Mes: mayo de hace doce años
Otra de esas salidas sin sentido para mostrarse y demostrar lo buena señorita y gran partido que no era. Odiaba tener que salir con sus hermanas, las conversaciones sólo se centraban en lo mismo: chismorreos, hombres y vestuario, ¿cómo iba a haber más en esas cabezas llenas de serrín? Le aburrían, la desgana y el mal humor acrecentaban a cada segundo. Y qué decir de ese vestido. Las dichosas mangas terminaban hundidas en el fondo de su taza de té, el corsé le apretaba como mil agujas en la espina dorsal y ese can-can chirriaba a cada paso, la falda daba calor...¡no terminaría con todas las pegas al vestuario! La mirada inquisitiva de su madre, no se apartaba de la rebelde Appleby. Al contrario que sus hermanas, todas encantadas con sus vestidos nuevos, Abbey resoplaba consiguiendo que los bonitos bucles se moviesen de un lado para otro ¿importaba tal cosa? no.
-Abbey Lynn Appleby, ponte recta ¡por el amor de Dios! -un nuevo resoplido, un gruñido y un quejido por lo bajo, la doncella le había pinchado sin querer al coser una de las puntillas que se habían descosido -¿Por qué te empeñas en ponerme todos estos adornos? No soy una lámpara, no pedí un vestido nuevo, tengo suficientes... y … -la mujer carraspeó, acercándose y con un gesto de cabeza, pedirle a la joven doncella que les dejase a solas -No voy a repetirlo más, vas a ir. Además, nos hemos encargado de conseguir que alguien acepte vigilarte ¡nos ha llevado semanas! Es importante para tu padre, ese almuerzo nos promete un buen trato con los Benoit, además... ¿tanto te cuesta comportarte un sólo día? ¡uno! -Abbey se miraba en el espejo, la imagen que se reflejaba en el espejo, no era la que la joven esperaba...se parecía a sus hermanas, todas cortadas con el mismo patrón. Sólo asintió pero en su cabeza, la idea era una muy diferente.
Al salir, la voz del joven le sacó de su ensimismamiento. Se había olvidado que alguien la esperaba para vigilarla, los ojos azules de la joven lo repasaban de reojo un instante, no será más mayor que ella pero lo suficiente para correr y seguirle los pasos. ¿Y si...? él tendría que acompañarla en el carruaje, vigilar que llegase a la fiesta y no se esfumase como el humo. Cuando él entró y cerró el portón con incluso llave, según dispuesto por sus padres, Abbey se deshizo de las pinzas con brillantes que sujetaban su cabello dorado.
-¡Shhh! Tranquilo, no voy a saltar por la ventana, aunque es una opción. No sabes dónde vamos, si lo supieras estarías tan cabreado como yo. No quiero ir a ese muermo de fiesta, tú tampoco, así que...te propongo algo, ¿por qué no vamos a una fiesta de verdad? No te lo tomes a mal... pero no creo que tengas invitación de los Benoit en el bolsillo. La comida es horrible y las bebidas las rebajan con agua... ¿qué dices? No voy a sobornarte, te doy libertad... tendrás que vigilarme pero lejos de esa fiesta , así que del todo no has desobedecido órdenes -esa muchacha no tenía nada que ver con su familia, su sonrisa divertida , sus ojos azules chispeantes de emoción de lograr que alguien , esta vez, siguiera sus pasos ¿qué tenía que perder?
- Vestido del mal:
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 505
Fecha de inscripción : 23/03/2011
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
Debería matarla en este mismo momento, no logra comprender qué le detiene. Ella acepta sus golpes sin un solo gesto de culpa, sólo hay beligerancia en su rictus y en sus palabras. Debería cerrar sus grandes manos alrededor de tan frágil cuello y apretar, hacerlo tan fuerte que sus dedos queden plasmados en su piel y dejen marcas violáceas hasta que ella pierda el aire y muera. ¿Y entonces qué? Sólo quedaría la amargura. ¿Cuándo eso ha sido impedimento para que haga las cosas más retorcidas con un humano? No hay sentimientos en sus acciones. Cuando mata a alguien, sólo está la sensación de sadismo y crueldad. ¿Por qué no emerge en ella? Y la respuesta le llega de un Charles más joven. Porque la amaba, tenía sentimientos que no se han apagado en él.
La expresión sonriente de ella no ayuda en nada a sus instintos brutales, por más golpes que le da, ella sigue ensanchando esa mueca alegre. ¿Tan masoquista se ha vuelto? Y para hacerlo enloquecer aún más, la fémina le prohíbe mencionar su apellido. ¿Qué sucedió para que ella, que antes se vanagloriaba en dicho apellido, ahora lo odie? Hay cosas que no cuadran. El rompecabezas que tenía de Abbey ha crecido y faltan piezas. Odia cuando eso sucede. ¿Qué está omitiendo que para Charles se ha vuelto información vital? ¿Había escapado por fin a su familia? ¿Qué había sucedido para que decidiera hacerlo? No es que cuando la conociera estuviera tan de acuerdo de seguir los estándares de los Appleby, ahí faltaba algo.
Está intentando entender todo cuando la boca de Abbey, tan larga que es, se abre y se mofa de él. - ¡Serás zorra! - brama dando el siguiente golpe, directo a la boca del estómago de la mujer porque sí, no había aceptado ser su mujer, la madre de sus hijos, ser su enamorada y esposa. Charles sólo era un simple guardián, no iba ella a desmerecerse siendo la hazme reír de Londres al desposarse con un simple hombre de clase media. Todo eso le había dicho a su padre quien repitió las palabras mientras mataba a golpes al joven que alguna vez fue. - Me habías prometido irte conmigo, me habías prometido que... ahora veo que tu padre tenía razón, jamás quisiste estar a mi lado - le grita con vehemencia herido.
Soltando una verdad que quizá a Abbey le sirviera para ubicarse. - Mi pecado fue creerte, pensar que estarías a mi lado. Y te lo hubiera dado todo, Abbey. Hoy voy a terminar con esta situación y la tortura que implica verte - pasa a las espaldas de la fémina para desatarle los pies y las muñecas, le toma por la espalda del vestido y la lleva casi a rastras fuera de la habitación, en cuanto abre la puerta, el sol golpea los ojos de la mujer, seguro que la deslumbra. La ha sacado por la salida lateral que da al jardín posterior de la mansión, - ¡Puedes largarte! He terminado contigo - la echa al suelo cubierto de pasto deshaciéndose así de lo que alguna vez fue su amor, alejándose un par de pasos para desprenderse de la capucha sin importarle que observe su rostro.
En el carruaje que les transporta hasta lo que parece ser otra mansión donde habrá un baile, Charles se queda en silencio, habiéndose asegurado de que la puerta está bien trabada por recomendación del señor Appleby. Eso de ser el guardia de su hija le parece exagerado, de todas formas obedecerá todo aquello que se le pida hasta que ahorre lo suficiente para comprar lo que necesita. El caballo es importante para él, para sus negocios.
La voz de la chica le saca de sus planes, la observa desprenderse de las horquillas que sujetan sus rizos dorados, la voz, el plan le parecen una estupidez. ¿Sería realmente capaz de saltar por la ventana? - Vamos a dejar las cosas muy claras, señorita Appleby. Estoy aquí para vigilar de su seguridad, para que usted llegue a donde debe estar, no para permitirle por ningún medio escaparse de sus compromisos sociales. Le pido atentamente que, mientras yo sea el que la custodia, no haga nada que pueda comprometerme o bien, arriesgarme. Entiendo que las reuniones sean aburridas, es parte de su estatus social. Si la próxima vez no quiere asistir, finja estar enferma - su voz es suave, sus ojos reflejan la seriedad con que dice las palabras. No va a permitir que se escape y como muestra, le quita las pinzas para mantenerlas en sus manos. No le va a dar armas para huir de la situación. Así le implique que la chica le odie.
La expresión sonriente de ella no ayuda en nada a sus instintos brutales, por más golpes que le da, ella sigue ensanchando esa mueca alegre. ¿Tan masoquista se ha vuelto? Y para hacerlo enloquecer aún más, la fémina le prohíbe mencionar su apellido. ¿Qué sucedió para que ella, que antes se vanagloriaba en dicho apellido, ahora lo odie? Hay cosas que no cuadran. El rompecabezas que tenía de Abbey ha crecido y faltan piezas. Odia cuando eso sucede. ¿Qué está omitiendo que para Charles se ha vuelto información vital? ¿Había escapado por fin a su familia? ¿Qué había sucedido para que decidiera hacerlo? No es que cuando la conociera estuviera tan de acuerdo de seguir los estándares de los Appleby, ahí faltaba algo.
Está intentando entender todo cuando la boca de Abbey, tan larga que es, se abre y se mofa de él. - ¡Serás zorra! - brama dando el siguiente golpe, directo a la boca del estómago de la mujer porque sí, no había aceptado ser su mujer, la madre de sus hijos, ser su enamorada y esposa. Charles sólo era un simple guardián, no iba ella a desmerecerse siendo la hazme reír de Londres al desposarse con un simple hombre de clase media. Todo eso le había dicho a su padre quien repitió las palabras mientras mataba a golpes al joven que alguna vez fue. - Me habías prometido irte conmigo, me habías prometido que... ahora veo que tu padre tenía razón, jamás quisiste estar a mi lado - le grita con vehemencia herido.
Soltando una verdad que quizá a Abbey le sirviera para ubicarse. - Mi pecado fue creerte, pensar que estarías a mi lado. Y te lo hubiera dado todo, Abbey. Hoy voy a terminar con esta situación y la tortura que implica verte - pasa a las espaldas de la fémina para desatarle los pies y las muñecas, le toma por la espalda del vestido y la lleva casi a rastras fuera de la habitación, en cuanto abre la puerta, el sol golpea los ojos de la mujer, seguro que la deslumbra. La ha sacado por la salida lateral que da al jardín posterior de la mansión, - ¡Puedes largarte! He terminado contigo - la echa al suelo cubierto de pasto deshaciéndose así de lo que alguna vez fue su amor, alejándose un par de pasos para desprenderse de la capucha sin importarle que observe su rostro.
FLASHBACK
Londres, Inglaterra
Mes: mayo de hace doce años
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Mes: mayo de hace doce años
En el carruaje que les transporta hasta lo que parece ser otra mansión donde habrá un baile, Charles se queda en silencio, habiéndose asegurado de que la puerta está bien trabada por recomendación del señor Appleby. Eso de ser el guardia de su hija le parece exagerado, de todas formas obedecerá todo aquello que se le pida hasta que ahorre lo suficiente para comprar lo que necesita. El caballo es importante para él, para sus negocios.
La voz de la chica le saca de sus planes, la observa desprenderse de las horquillas que sujetan sus rizos dorados, la voz, el plan le parecen una estupidez. ¿Sería realmente capaz de saltar por la ventana? - Vamos a dejar las cosas muy claras, señorita Appleby. Estoy aquí para vigilar de su seguridad, para que usted llegue a donde debe estar, no para permitirle por ningún medio escaparse de sus compromisos sociales. Le pido atentamente que, mientras yo sea el que la custodia, no haga nada que pueda comprometerme o bien, arriesgarme. Entiendo que las reuniones sean aburridas, es parte de su estatus social. Si la próxima vez no quiere asistir, finja estar enferma - su voz es suave, sus ojos reflejan la seriedad con que dice las palabras. No va a permitir que se escape y como muestra, le quita las pinzas para mantenerlas en sus manos. No le va a dar armas para huir de la situación. Así le implique que la chica le odie.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 28/03/2018
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
“I know I can be a little stubborn sometimes
A little righteous and too proud
I just want to find a way to compromise
Cause I believe that we can work things out”
Los golpes, le devuelven a recordar, reencontrarse con una Abbey más joven e ilusa en donde a manos de su padre, terminó encerrada durante días, a pan y agua, poco más con el cuerpo adornado de golpes. Físicos y mentales. Desde aquel día, jamás pudo ser ella misma y nadie podría cambiarlo, cuando todo desaparece sin más, sin poder volver en tus pasos y atrapar lo que más ansías proteger...termina desapareciendo como humo ante tus ojos.
“Veo que tu padre, tenía razón. Jamás quisiste estar a mi lado”
El aire le faltó de golpe, abriendo sus orbes azules, buscando la respuesta en su cabeza. De nuevo su padre, David Appleby pisándole los talones, buscando hallar el modo de destruirla por completo, por ser la única persona en la faz de la tierra capaz de plantarle cara, no hacer y deshacer a su antojo. Nunca sería alguien quién no quiso ser y no lograría que nadie desmoronase lo que consiguió hasta ahora. La antigua señorita, quizás no hubiese dicho nada, incapaz de mostrar su rabia o sentimientos, guardarlos en su interior y cerrar con llave para no ser desvelados.
Abbey no prometía por temor a no cumplirlo, sólo hizo una promesa, una que se le escapó entre los dedos, al igual que le arrebataron lo único que le dio sentido a su vida, aquel que no le dejó caer y estuvo tras ella para que no cayese. Alza los brazos, el sol le golpea brutalmente como sus palabras, las heridas invisibles causan más dolor que los golpes que suele recibir en sus cacerías, él acaba de herirla de gravedad, abrir una vieja cicatriz mal curada. En la voz masculina, la rabia, el dolor y el recuerdo, unos ojos azules que la atraviesen como dagas ardiendo, frías donde en un pasado fueron cálidas y reconfortantes, las de ahora...un hombre fuerte pero abatido por el recuerdo.
-David Appleby -apenas podía verle bien, sólo su silueta y los llameantes ojos azules, por un segundo, sintió su corazón desbocado, sin control alguno. No, no podía tener tanta suerte y encontrarle sin más, como si todo estuviese tejido por la araña de su padre , volver a hacerla sufrir, ofrecerle un dulce caramelo y tomarlo, volver a tenerla a su merced. Él...él no podía estar allí -Mientes. ¡MIENTES! -no puede controlarlo, las palabras se amontonan en la garganta, ahogándola entre sus propias lagrimas ocultas, las que guardó y no salieron a flote -Ha sido cosa suya ¿cierto? Te ha dicho lo que tenías que decirme. Los muertos...¡LOS MUERTOS NO CUENTAN HISTORIAS PASADAS! Él está muerto. Charlie murió aquel día en el que decidió que un saco de dinero valía más que su propia felicidad. Y no hables más, ¿dónde está, eh? Es cosa suya. -acortó la distancia, pasos que le acercaban a la verdad negada... a la persona que había necesitado tanto -No puedes ser él porque está muerto -escupió las palabras refugiándose en ese mar azul de su mirada, en el interrogante que acababa de formarse en su mente, él no podía ser su Charlie.
-Le daré caza, lo mataré con mis propias manos y tú, lo verás. Serás el siguiente. -
-Estar enferma... ese es un cuento muy viejo que dudo se traguen. Además...lo usé la semana pasada -su sonrisa divertida no desaparecía, su mirada centelleaban de diversión, esperando la reacción del que ahora se encargaría de su protección -Mi padre es un exagerado, por quemarles el salón del té a los Robbinson y media alcoba de invitados... ¡todo por no creer que se me cayó la vela al mantel! Como si no les pasase a ellos...aunque me libré de una buena panda de palurdos que sólo saben hablar de lo hermosa que eres y cuánto patrimonio posee...¡quiero ir a una fiesta de verdad! Donde bailar como desees y rías sin tener que contenerte...¿conoces una de esas fiestas? Sé que sí, te he visto sonreír...un poco ¿o me equivoco? Bueno, pues te tocarán unas horas muy largas... en vez de ayudarme a pasarlo bien ¿me cambias tu ropa entonces? Se ve cómoda -para qué pensar, no, no era una señorita de clase alta corriente, al final se sentó a su lado codo con codo, iba a salirse con la suya sí o sí, aún...quedaba camino por recorrer.
A little righteous and too proud
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Los golpes, le devuelven a recordar, reencontrarse con una Abbey más joven e ilusa en donde a manos de su padre, terminó encerrada durante días, a pan y agua, poco más con el cuerpo adornado de golpes. Físicos y mentales. Desde aquel día, jamás pudo ser ella misma y nadie podría cambiarlo, cuando todo desaparece sin más, sin poder volver en tus pasos y atrapar lo que más ansías proteger...termina desapareciendo como humo ante tus ojos.
“Veo que tu padre, tenía razón. Jamás quisiste estar a mi lado”
El aire le faltó de golpe, abriendo sus orbes azules, buscando la respuesta en su cabeza. De nuevo su padre, David Appleby pisándole los talones, buscando hallar el modo de destruirla por completo, por ser la única persona en la faz de la tierra capaz de plantarle cara, no hacer y deshacer a su antojo. Nunca sería alguien quién no quiso ser y no lograría que nadie desmoronase lo que consiguió hasta ahora. La antigua señorita, quizás no hubiese dicho nada, incapaz de mostrar su rabia o sentimientos, guardarlos en su interior y cerrar con llave para no ser desvelados.
Abbey no prometía por temor a no cumplirlo, sólo hizo una promesa, una que se le escapó entre los dedos, al igual que le arrebataron lo único que le dio sentido a su vida, aquel que no le dejó caer y estuvo tras ella para que no cayese. Alza los brazos, el sol le golpea brutalmente como sus palabras, las heridas invisibles causan más dolor que los golpes que suele recibir en sus cacerías, él acaba de herirla de gravedad, abrir una vieja cicatriz mal curada. En la voz masculina, la rabia, el dolor y el recuerdo, unos ojos azules que la atraviesen como dagas ardiendo, frías donde en un pasado fueron cálidas y reconfortantes, las de ahora...un hombre fuerte pero abatido por el recuerdo.
-David Appleby -apenas podía verle bien, sólo su silueta y los llameantes ojos azules, por un segundo, sintió su corazón desbocado, sin control alguno. No, no podía tener tanta suerte y encontrarle sin más, como si todo estuviese tejido por la araña de su padre , volver a hacerla sufrir, ofrecerle un dulce caramelo y tomarlo, volver a tenerla a su merced. Él...él no podía estar allí -Mientes. ¡MIENTES! -no puede controlarlo, las palabras se amontonan en la garganta, ahogándola entre sus propias lagrimas ocultas, las que guardó y no salieron a flote -Ha sido cosa suya ¿cierto? Te ha dicho lo que tenías que decirme. Los muertos...¡LOS MUERTOS NO CUENTAN HISTORIAS PASADAS! Él está muerto. Charlie murió aquel día en el que decidió que un saco de dinero valía más que su propia felicidad. Y no hables más, ¿dónde está, eh? Es cosa suya. -acortó la distancia, pasos que le acercaban a la verdad negada... a la persona que había necesitado tanto -No puedes ser él porque está muerto -escupió las palabras refugiándose en ese mar azul de su mirada, en el interrogante que acababa de formarse en su mente, él no podía ser su Charlie.
-Le daré caza, lo mataré con mis propias manos y tú, lo verás. Serás el siguiente. -
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Londres, Inglaterra
Mes: mayo de hace doce años
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-Estar enferma... ese es un cuento muy viejo que dudo se traguen. Además...lo usé la semana pasada -su sonrisa divertida no desaparecía, su mirada centelleaban de diversión, esperando la reacción del que ahora se encargaría de su protección -Mi padre es un exagerado, por quemarles el salón del té a los Robbinson y media alcoba de invitados... ¡todo por no creer que se me cayó la vela al mantel! Como si no les pasase a ellos...aunque me libré de una buena panda de palurdos que sólo saben hablar de lo hermosa que eres y cuánto patrimonio posee...¡quiero ir a una fiesta de verdad! Donde bailar como desees y rías sin tener que contenerte...¿conoces una de esas fiestas? Sé que sí, te he visto sonreír...un poco ¿o me equivoco? Bueno, pues te tocarán unas horas muy largas... en vez de ayudarme a pasarlo bien ¿me cambias tu ropa entonces? Se ve cómoda -para qué pensar, no, no era una señorita de clase alta corriente, al final se sentó a su lado codo con codo, iba a salirse con la suya sí o sí, aún...quedaba camino por recorrer.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
"Soy tu amor y tu dilema
y al igual que en las novelas,
soy el malo con una virtud."
y al igual que en las novelas,
soy el malo con una virtud."
No es el grito el que le saca de sus cabales, es la palabra en él inserta. ¿Miente? ¿Qué clase de serpiente se atreve a enroscarse cuando se le ha salvado de una muerte segura? Cierto es que, al reptil no se le puede exigir que tenga sentimientos. A esta mujer que finge ser una inocente cuando en realidad es peor que una cobra, tampoco. No los tiene, está negada su esencia para comprender el daño que hizo durante su adolescencia. En todos a los que la rodearon y a los que tocó como si fuera su tacto un veneno tóxico que desangra sin posibilidad de curación.
¿Muerto? La risa le emana desde los pulmones ensangrentados que tuvo en su momento y que ahora han medio sanado, son esos coágulos de veneno acumulado lo que lo ciegan y lo enloquecen. La carcajada resuena por todo el lugar en tanto se lleva las manos a la cintura con expresión cínica - ¿Muerto? Eso quisieras, darling. Que estuviera muerto y sepultado como se lo pediste a tu padre para que dejara de molestarte - da varias zancadas con la fuerza que le da el odio para agarrarla de los rubios cabellos y apretarlos con violencia haciéndola mirarlo. - ¿Crees que mi pago por dejarte en paz valió una bolsa de dinero? ¡Por favor! Tanto amor me tenías y en realidad corriste a los brazos de Lord Carrington. Dime, cuando estuviste con él - la alza a fuerza de casi arrancarle la cabellera para que lo mire en tanto acerca su rostro a ella.
Sus ojos se plantan en la mujer con esa mirada intensa llena de odio que le dedica a los que van a morir, - ¿Sus besos te hacían gemir como los míos? ¿Su tacto era igual al que te hacía gritar mi nombre? ¿Era capaz siquiera de entender qué punto besar y acariciar para que suplicaras porque te poseyera como lo hacía yo? Soy tu dueño, soy el malo que te humedece las pantaletas con una sola mirada, Abbey. Tendrías que volver a nacer para deshacerte de mi tacto y mi sabor para poderte enamorar. Yo, que era el malo, que era el inadecuado, tenía mis truquitos para hacerte delirar porque eso, Abbey, es lo que te sucedía cada noche que te acostabas y cada mañana que corrías con celeridad para reencontrarme y suplicarme que te tocara, que te besara, que te hiciera mujer. ¡Qué bueno que no quise poseerte! Eres una viuda negra que seguro me habría mordido cuando terminara para tragarme - sus palabras son brutales destrozando todo lo que en su momento fueron actos de amor en tanto su lengua se ha convertido en la espada que la atraviesa incontables veces hasta dejar sólo un amasijo de carne y huesos.
Se sonríe con maldad, acariciando con suavidad la yugular de la cazadora a sabiendas de que ese roce, seguido por un apretón, es capaz de producirle. Por pura maldad, se mordisquea el labio inferior en tanto lo ejecuta. Observando cómo la zona se enrojece y con ello, seguro que el rostro y los ojos de la otrora amor de su vida se sonroja de deseo y anhelo. - Sigo teniendo el toque, Abbey. ¿Crees que me mató? Sombras en la noche fueron suficientes para lanzar mi último alarido y que acudiera a mi llamado aquél que destrozó a los muchachos de tu papito. No creerías lo que tenía atrás cuidándome. No sabrías la maldad que provocó tu ataque aunado a las palabras de tu padre, el amor que me enviaste con David y sus secuaces, abrió heridas en mi cuerpo. ¿Ves? - se lleva la mano a la sien donde la cicatriz es bastante visible - Charlie murió esa noche. El monstruo que me rescató me llevó a niveles inimaginables de sadismo y crueldad. Debería demostrártelos, baby. ¿Quieres matarme? ¿Rematarme según tú? ¿Darme cacería? Te demostraré que no hay una sola parte de ti que pueda hacerme daño - muerde donde está la yugular. Aprieta con sadismo hasta hacerla sangrar.
La aprieta contra su cuerpo obligándola a soportar el castigo en tanto sus dientes se manchan con el líquido rojizo y sanguinolento. Cuando la suelta, es para hacerla caer de culo contra el piso en tanto se relame las gotas de la sangre vertida y otorgada para su satisfacción. - No sabía cuánta maldad había en mí hasta esa noche. ¡Mírame, Abbey! - exige con un grito en tanto sus manos se abren a los costados de su cabeza reforzando la expresión de coraje - ¡Soy el monstruo en que me convertiste! ¿Aún dudas que soy Charles Moncrieff? Eso puede solucionarse con una afeitada, zorra. ¿Quieres ver cómo palmo a palmo voy transformándome en lo que mandaste alejar de tu presencia? ¡De acuerdo! - su diestra la toma de nuevo de los cabellos arrastrándola si es que no quiere caminar, en tanto sus pasos se dirigen a la mansión.
Si ella quiere que todas sus dudas se esfumen y que su peor pesadilla esté ante sus ojos, Charles lo hará realidad.
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Mes: mayo de hace doce años
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Esa noche, la primogénita Appleby no pudo convencerlo de parar y dejarla marchar. Estaba negado y por más excusas que ella pusiera, él era firme. Entre tantas y tantas súplicas, termina suspirando profundo para mirarle y descubrir su debilidad - quisiera dejarla ir y eso significaría perder mi trabajo. Estoy aquí por necesidad, no por ociosidad. Le ofrezco disculpas, no va a faltar a su cita. Le llevaré a rastras de ser necesario, miss Appleby. Le pido encarecidamente que no me siga machacando la cabeza con ideas de escapatoria. Mi trabajo es importante, ¿Puede entenderlo? Quizá otro día, cuando su padre confíe en mí, pueda ceder a sus deseos. Le suplico que se comporte y que actúe como lo esperan. No quiero perder mi trabajo antes de siquiera empezarlo - tras eso, vuelve su mirada al frente.
No va a ceder. No puede. Él tiene un futuro que alcanzar. Espera que ella lo entienda antes de, siquiera, tener que usar la fuerza.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
And they tell me "girl you're so lucky"
"You've got the world in your hands"
But you know the world gets so heavy
You don't understand
And that's heavy
Las palabras lanzadas como puñales, se clavaban en cada centímetro de su cuerpo, peor que una tortura infinita que no cesaba y se marcaba a fuego en su piel, heridas que abrían viejas cicatrices, creando nuevas para hacerla sufrir y pagar lo que supuestamente había ocurrido en el pasado. Quién vivía en el pasado, no disfrutaba el presente y se perdería el futuro pero ¿cómo no regresar al pasado? Esas orbes azules como el mismo cielo, dónde antes se reflejaban inocencia y amor sincero, puro cuando eran jóvenes...los dos adultos que se encontraban frente a frente, unos perfectos desconocidos pues ¿quién sigue siendo el mismo? Ninguno de los dos.
Ni siquiera sabía a quién se refería, “Lord Carrington”, otro hombre de clase alta más con el que Abbey jugó siendo una niña, ese hombre olvidado no tenía comparación con el recuerdo de Charlie. Deseaba que se callase de una maldita vez ¿de qué demonios estaba hablando? Cada palabra revolvía a la antigua Abbey Lynn Appleby, la joven de clase alta a la que le negaban libertad, de decidir por ella misma, arrebatándole todo y lo único importante, aquel que la hacía sentirse ella misma y no fingir ser quién no deseaba ser.
Hasta ese mismo instante, no es consciente de todo el daño y el mal que ha creado su padre, en quiénes los había convertido. No, él sólo no fue atacado esa noche, susurrando golpe a golpe mentiras y dolor, los golpes no eran comparados con el daño emocional que suponía haberse perdido en el camino. Abbey no pudo evitar lo ocurrido, ni Charlie, nadie podía plantarle cara a los deseos de David Appleby, siempre conseguía lo que deseaba y apartar al joven Moncrieff del lado de su hija pequeña era lo más fácil y seguro para labrarle el futuro a la rubia, el que debía tener.
Cuánto se equivocaba, palabras de odio y rabia. Sonrió sin poder creerlo pero ¿qué esperaba? De su padre todo, no le importaba el daño colateral o lo que consiguiese con tal de hacer y deshacer a su antojo. El mordisco con sabor a venganza, no la inmutó, se encontraba bloqueada y rota, sin poder reaccionar, procesando la información, mirándole fijamente sin dar crédito que su amigo y compañero estuviese ante ella.
-No puede ser -murmura para sí misma, inaudible para él ¿cómo es posible? Por más que intenta buscar mentira en sus palabras, la mirada azul del hombre lo delata. Es él ¿lo es? Charles Moncrieff, el joven de la eterna sonrisa, paciente y cariñoso, el único que supo entenderla y con quién murió aquella noche -No. Esa Abbey de la que hablas, la señorita que te prometió no abandonarte jamás, murió con Charlie esa noche. Ya no soy ella, ni tú eres él. ¿Qué pretendes? ¿Matarme? ¿Venganza? ¿Darme una lección? Adelante -se encogió de hombros, la propia sangre de la rubia se mezcló con aquella que portaba antes de entrar en el carruaje, no iba a preocuparse en darle explicaciones. No la creería pero en esta batalla, ella sí lo creyó a él pues a diferencia del propio Charles, ella sí sabía de lo que era capaz su padre.
-Ya te dije que me llamo Abbey pero no soy una Appleby. Ya no. Descúbrete si así crees que es lo mejor pero si es verdad, si alguna vez fuiste Charlie, mi Charlie, la Abbey que conoció tiene una versión muy diferente -se sentía mareada, sólo podía ver con claridad la imagen del corpulento hombre, mirándole de ese modo que conocía demasiado bien... el lenguaje de la ira y el desprecio, el odio y el arrepentimiento, el de haberla conocido -Con lo que no cuentas es en que no soy una enclenque que se respaldaba tras tu espalda -inclinó hacia adelante la cabeza, un golpe seco de frente con frente en el que el tabique nasal de su verdugo.
Un par de pasos hacia atrás. La barbilla bien alta y una de sus manos buscó una de sus pequeñas daga en los pliegues de su ancho y cómodo vestido. Siempre se la conoció por una buena puntería, con el entrenamiento en la orden no había aún quién le hiciese sombra. Lanzó el arma punzante con la intención de hacerle un corte en la mejilla, aprovechando para buscar una daga mayor y acortar los dos pasos que los separaban para hundirla en la primera capa de su piel, apenas era el comienzo, el brazo libre lo utilizó de escudo para que no se moviese.
Sus orbes azules centelleaban, no comprendía porqué tuvieron que volver a encontrarse cuando para el recuerdo de los dos estarían mejor muertos.
-¿Quieres volver a ver a tu enamorada Abbey? La verás pero con otros ojos y otras palabras, iremos a buscar a David Appleby. Sí, claro que sí y escucharás de su propia boca la verdad ¿no quieres oírla? Claro que no, prefieres por supuesto tomarte la venganza por tu mano. No te engañes más, soy yo, eres tú pero a la vez no lo somos. ¿Qué conseguimos, Charles Moncrief? Dímelo. ¡NADA! Vuelve a ponerme una mano encima y te la arrancaré, ni los perros querrán comerse tus restos ¿esto deseas? Bien -con la lengua, recogió los restos de sangre de su mejilla, sanándole de algún modo , provocándole de otro -Estás muy equivocado conmigo, no te culpo, es fácil señalar con el dedo quién es el culpable pero ¿sabes? Como bien te dije no es oro todo lo que reluce, una cosa es ...que te lo hagan ver. Descúbrete, si eres él lo veré y haré lo mismo. Lavaré cada gota de sangre, te devolveré a tu Abbey a la que recordarás hasta el último segundo de tu existencia. A la que amaste, por la que mataste y odiaste al mismo tiempo ¿qué se siente ahora? Esa niña ya no existe, él la mató, a ti también... ¿quién nos hizo esto, Charlie? Exacto. David Appleby -el único verdadero culpable del enfrentamiento.
"You've got the world in your hands"
But you know the world gets so heavy
You don't understand
And that's heavy
Las palabras lanzadas como puñales, se clavaban en cada centímetro de su cuerpo, peor que una tortura infinita que no cesaba y se marcaba a fuego en su piel, heridas que abrían viejas cicatrices, creando nuevas para hacerla sufrir y pagar lo que supuestamente había ocurrido en el pasado. Quién vivía en el pasado, no disfrutaba el presente y se perdería el futuro pero ¿cómo no regresar al pasado? Esas orbes azules como el mismo cielo, dónde antes se reflejaban inocencia y amor sincero, puro cuando eran jóvenes...los dos adultos que se encontraban frente a frente, unos perfectos desconocidos pues ¿quién sigue siendo el mismo? Ninguno de los dos.
Ni siquiera sabía a quién se refería, “Lord Carrington”, otro hombre de clase alta más con el que Abbey jugó siendo una niña, ese hombre olvidado no tenía comparación con el recuerdo de Charlie. Deseaba que se callase de una maldita vez ¿de qué demonios estaba hablando? Cada palabra revolvía a la antigua Abbey Lynn Appleby, la joven de clase alta a la que le negaban libertad, de decidir por ella misma, arrebatándole todo y lo único importante, aquel que la hacía sentirse ella misma y no fingir ser quién no deseaba ser.
Hasta ese mismo instante, no es consciente de todo el daño y el mal que ha creado su padre, en quiénes los había convertido. No, él sólo no fue atacado esa noche, susurrando golpe a golpe mentiras y dolor, los golpes no eran comparados con el daño emocional que suponía haberse perdido en el camino. Abbey no pudo evitar lo ocurrido, ni Charlie, nadie podía plantarle cara a los deseos de David Appleby, siempre conseguía lo que deseaba y apartar al joven Moncrieff del lado de su hija pequeña era lo más fácil y seguro para labrarle el futuro a la rubia, el que debía tener.
Cuánto se equivocaba, palabras de odio y rabia. Sonrió sin poder creerlo pero ¿qué esperaba? De su padre todo, no le importaba el daño colateral o lo que consiguiese con tal de hacer y deshacer a su antojo. El mordisco con sabor a venganza, no la inmutó, se encontraba bloqueada y rota, sin poder reaccionar, procesando la información, mirándole fijamente sin dar crédito que su amigo y compañero estuviese ante ella.
-No puede ser -murmura para sí misma, inaudible para él ¿cómo es posible? Por más que intenta buscar mentira en sus palabras, la mirada azul del hombre lo delata. Es él ¿lo es? Charles Moncrieff, el joven de la eterna sonrisa, paciente y cariñoso, el único que supo entenderla y con quién murió aquella noche -No. Esa Abbey de la que hablas, la señorita que te prometió no abandonarte jamás, murió con Charlie esa noche. Ya no soy ella, ni tú eres él. ¿Qué pretendes? ¿Matarme? ¿Venganza? ¿Darme una lección? Adelante -se encogió de hombros, la propia sangre de la rubia se mezcló con aquella que portaba antes de entrar en el carruaje, no iba a preocuparse en darle explicaciones. No la creería pero en esta batalla, ella sí lo creyó a él pues a diferencia del propio Charles, ella sí sabía de lo que era capaz su padre.
-Ya te dije que me llamo Abbey pero no soy una Appleby. Ya no. Descúbrete si así crees que es lo mejor pero si es verdad, si alguna vez fuiste Charlie, mi Charlie, la Abbey que conoció tiene una versión muy diferente -se sentía mareada, sólo podía ver con claridad la imagen del corpulento hombre, mirándole de ese modo que conocía demasiado bien... el lenguaje de la ira y el desprecio, el odio y el arrepentimiento, el de haberla conocido -Con lo que no cuentas es en que no soy una enclenque que se respaldaba tras tu espalda -inclinó hacia adelante la cabeza, un golpe seco de frente con frente en el que el tabique nasal de su verdugo.
Un par de pasos hacia atrás. La barbilla bien alta y una de sus manos buscó una de sus pequeñas daga en los pliegues de su ancho y cómodo vestido. Siempre se la conoció por una buena puntería, con el entrenamiento en la orden no había aún quién le hiciese sombra. Lanzó el arma punzante con la intención de hacerle un corte en la mejilla, aprovechando para buscar una daga mayor y acortar los dos pasos que los separaban para hundirla en la primera capa de su piel, apenas era el comienzo, el brazo libre lo utilizó de escudo para que no se moviese.
Sus orbes azules centelleaban, no comprendía porqué tuvieron que volver a encontrarse cuando para el recuerdo de los dos estarían mejor muertos.
-¿Quieres volver a ver a tu enamorada Abbey? La verás pero con otros ojos y otras palabras, iremos a buscar a David Appleby. Sí, claro que sí y escucharás de su propia boca la verdad ¿no quieres oírla? Claro que no, prefieres por supuesto tomarte la venganza por tu mano. No te engañes más, soy yo, eres tú pero a la vez no lo somos. ¿Qué conseguimos, Charles Moncrief? Dímelo. ¡NADA! Vuelve a ponerme una mano encima y te la arrancaré, ni los perros querrán comerse tus restos ¿esto deseas? Bien -con la lengua, recogió los restos de sangre de su mejilla, sanándole de algún modo , provocándole de otro -Estás muy equivocado conmigo, no te culpo, es fácil señalar con el dedo quién es el culpable pero ¿sabes? Como bien te dije no es oro todo lo que reluce, una cosa es ...que te lo hagan ver. Descúbrete, si eres él lo veré y haré lo mismo. Lavaré cada gota de sangre, te devolveré a tu Abbey a la que recordarás hasta el último segundo de tu existencia. A la que amaste, por la que mataste y odiaste al mismo tiempo ¿qué se siente ahora? Esa niña ya no existe, él la mató, a ti también... ¿quién nos hizo esto, Charlie? Exacto. David Appleby -el único verdadero culpable del enfrentamiento.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Qué parte del "no", no entendiste ahora? [Abbey Appleby]
"Corazón sin mundo dame un lugar,
debo saber si es verdad, en algún lado estás."
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Se retuerce como gata boca arriba, le aruña y muerde como la bestia que fue, es y será. Podrá ser que ella muriera esa misma noche que a él le recibieron a golpes y palos. Lo que no cambia son estos diez años de resentimiento, rabia y odio hacia ella. El amor se esfumó entre la lava de su desesperación y descontrol. El haberla buscado después de toda esa experiencia y encontrarla en brazos del Lord terminó de desprender lo que antes fuera un alma buena para poseerlo el demonio que ahora está en presencia de la fémina. No hay vuelta atrás, no hay maneras de regresar a ser Charlie. Ese murió y resucitó como Charles. No hay apelativos cariñosos para él. Ya no.
Ni las palabras de que ya no es aquella mujer le sacan de su estado de ira incontrolable. Le aprieta la mano con violencia dejando marcas en la muñeca y quizá esa es su perdición que ella utiliza a su favor. El cabezazo contra su nariz le hace emitir un sonido que se apreciaría más como un gruñido profundo y dolorido sintiendo cómo ésta, débil por diversas peleas, derrama líquido rojizo que le impide respirar con facilidad, más eso encabrita más al león de los Moncrieff. La marca de su nacimiento se alza rugiendo con una rabia que es escuchada por la propia cazadora que se le debate entre los brazos para tomar el control -o eso pretendiera hacer- en tanto Charles la mira con odio en lo profundo de las pupilas.
Las acciones de la mujer la revelan con un entrenamiento diferente al que había recibido cuando él la conoció. Las lecciones de etiqueta, de combinación de colores y elección de atuendos quedaron atrás. La habilidad en las armas arrojadizas es casi perfecta. Supone que no quiso hacerle daño y sólo fue una distracción para el siguiente movimiento. Si algo no sabe Abbey es que él también entrenó y con un vampiro. La carga contra su pecho es fuerte, el Charlie de antes hubiera caído de culo, no éste. Y ella puede sentir la musculatura bajo la camisa, la hebras que ahora son de metal y no de carne, formando cada uno de sus músculos. La siguiente arma blanca aparece en el juego. Ella intenta hundirla y sólo obtiene rasgar la tela de algodón de la camisa antes de que él la tome del cuello con la diestra para levantarla sin esfuerzo apretando hasta cortar la respiración.
Los músculos del antebrazo se marcan, los bíceps se abultan denotando la diferencia entre una y otro. La siniestra le atrapa la mano con rapidez para evitar que vuelva a usar el arma. Le sujeta la muñeca con fuerza doblándosela hasta hacer caer el metal contra el suelo - en algo tienes razón. Ya no eres la Abbey que amé. Está muerta. Enterrada en el mismo lugar donde estuve desangrándome hasta que un vampiro acudió a mi llamado y me entrenó para no volver a padecer lo mismo. Somos diferentes y gracias a ello, excluyentes. No te quiero más en mi vida. Ya sabes que sigo vivo, no te atravieses en mi camino de nuevo - la suelta cuando casi está perdiendo el color, dejándola en el piso para que recobre el aliento - lárgate de mi hogar, extraña. Lárgate y no vuelvas a cruzarte en mi camino porque te mataré - brama con fuerza en tanto se plantan sus pies en la tierra en postura ataque-defensa.
Si ella quiere atacar de nuevo, se olvidará de la piedad hasta matarla. Si bien ella fue entrenada como cazadora, Charles tiene algo a favor: él también recibió un entrenamiento igual de arduo. Serán dos titantes que se confronten si Abbey decide volverlo a encarar. La diferencia será que el inglés no va a detenerse hasta dejarla muerta.
TEMA FINALIZADO
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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