Sombra de temor (Priv. Abbey Appleby)

La noche me hace sentir libre ah pesar de todo, poder utilizar mis talentos y mis habilidades para la causa justa siempre es lo que he querido hacer, mas cuando dichos talentos son tan específicos como los míos, pon una espada en mi mano y resolveré la mayoría de problemas que te persigan, y quiero decir PERSIGAN pero claro, ser un soldado o mercenario no va con la filosofía que mi sensei me enseño... sensei Katsumoto se decepcionaría si me viera peleando por dinero o en la "causa" de cualquier noble que quiere seguir en el poder, oh no, el no. El era muy claro, usar lo que he aprendido, lo que el me ha dado, para mantener la paz y defender la justicia, no por otra cosa. Quizás mi cacería de Vivar sea un poco por venganza, eso sin duda, pero también es por lo justo, he visto lo que ha hecho la logia carmesí en España en los lugares donde su influencia es fuerte, y no voy a permitir que pase en mas lugares, aunque para ser sincero, parís no me ha parecido mejor, de hecho me ha decepcionado bastante, creía que una ciudad tan cosmopolita seria mas abierta, pero solo he encontrado el escarnio de la esclavitud, la intolerancia he inclusive aquí sigue existiendo esa monstruosidad de la inquisición... la humanidad sin duda son los peores monstruos, la inquisición habla de salvar a la humanidad del demonio y del infierno, de proteger a la gente de lo oscuro y maligno, pero si en realidad la gente del mundo es el tipo de humanidad que se mataría entre ellos por las palabras en libros antiguos o debido a las palabras de intolerancia y odio de un sacerdote, entonces quizás si es justo y necesario que las hordas del infierno se levanten y nos aniquilen.

Sin embargo, aquí estoy, saltando entre los tejados con la agilidad de un gato mientras busco cualquier actividad extraña, si algo he aprendido es que de noche pasan muchas cosas en la ciudad, y si quiero encontrar inquisidores en patrulla o a sus aliados, siempre es la noche la que me dará la ventaja para hacerlo, y también para hacerlos hablar, parecen no saber que un callejón oscuro no solo es bueno para matar a un vampiro sin que se den cuenta, si no que los pone en una posición perfecta para ser atacados, derrotados y quizás hasta torturados si no hablan, no voy a negar lo que soy, y mucho menos lo que hago, no soy ningún noble héroe, soy una sombra, un justiciero, y si debo golpear, torturar o hasta matar por la información que necesito, entonces lo haré, sea por conseguir lo que se me debe, las calles por la noche siempre tienen un secreto que contar, y yo, con mascara y espada, voy a enterarme de cual es. La ciudad esta a oscuras pero eso no quiere decir que no haya nada raro, y desde el aire se ve mejor, entre cada par de tejados me detengo y miro el suelo, buscando como poder encontrar a quien me de información, es hora de ser listo, rápido y silencioso, pero también letal, siempre hay un inquisidor solo o un malandrin apartado, y esos saben mucho.

Traje:

Katana:

Una noche más en la que enfundada en ropa careciente de lujos, una chaqueta oscura de color azul marino la cual le quedaba como un guante, lograba que los orbes azules zafiro de la cazadora luciesen aún más claros bajo un sombrero de ala ancha, su favorito. Un regalo de uno de sus compañeros de la Orden, reconfortante en invierno y ajustable, no se movía de su sitio por viento que hiciese o movimientos… inusuales. Sonrió frente al espejo, se había recogido el cabello en una coleta y ocultado bajo el sombrero, la ropa se ceñía como un segunda piel a su cuerpo, perfecta.

Abandonó las puertas de la Orden de cazadores, tapando nariz y boca con un pañuelo negro atado tras la nuca, esa noche más que nunca debía ser invisible ante cualquier mirada indiscreta. Sólo le faltaba un dato para cazar a su presa, un licántropo ayudado por simples humanos, conseguían captar la atención de niños y adolescentes perdidos, buscando una nueva oportunidad y los aprovechados, llevaban a cabo un plan macabro, pocos se salvaban de huir e iba a dar por zanjado el tema, se encargaría de que tuviesen una muerte lenta, dolorosa, tortura durante ¿quizás años? La muerte era un regalo para esos seres despreciables.

Se adentró en los callejones de París, ocultándose entre las sombras, terminar por ser invisible. Una escalera en no muy buenas condiciones, le permitiría llegar hasta lo más alto del edificio y desde allí, observar el movimiento en una calle paralela. Si no le habían informado mal, cosa que no dudaba, uno de ellos saldría de caza  esa misma noche en la que la luna llena lucía resplandeciente, podía incluso notar el olor a sangre en sus fosas nasales…todo era cuestión de tiempo.

Al llegar, se agachó de rodillas hasta uno de los tejados, la mitad de las tejas se habían resentido y caído dentro de una casa seguramente ocupada por los sin techo. Como un felino, poco a poco…se deslizó despacio ayudándose de las palmas de las manos y las rodillas, una absoluta concentración, no podía levantar sospechas ni ser descubierta. Faltaban unos metros pero la madera no estaba en tan buenas condiciones como la traspasada, se detuvo, si de puntillas lograba llegar al otro lado, estaría a buen recaudo.

Cerró los ojos y lentamente, logró llegar , teniendo que saltar hasta una de las azoteas. No muy lejos divisó una sombra a la que no tardó en apuntar con la ballesta, de su cinto una daga pequeña…pero letal si sabías usarla y para ella, era como parte de su cuerpo. Sin dejar de apuntarle, se acercó rauda, quedando tras su espalda, de cuclillas.

-Creo que ya estaríamos muertos si el otro lo hubiese querido ¿disfrutando de la función? -susurró guardándose la daga pero no la ballesta -No estamos aquí por casualidad -no fue una pregunta, una clara afirmación.

atuendo:

Mientras observo la noche en general, esperando por ver a un inquisidor o a un miembro de la Logia pasar por los callejones robando al pobre o dirigiéndose a una reunión secreta, escucho las tejas de un techo crujir, una respiración acercándose y el sonido de cuero sobre las tejas, sin duda alguien acaba de subir al tejado, pero no le di importancia, seria quizás algún ladrón o algo similar que se escurría por el techo, pues no se escuchaba como lo haría un inquisidor, con las botas bien plantadas y zancadas fuertes y largas seguros de ser la ley, sin embargo, rápidamente cambié de idea al escuchar una suave voz femenina detrás de mi, y sonreí para mis adentros comprendiendo las cosas, no se trataba de un ladrón pero tampoco de una de mis presas, no señor, era una cazadora, esos siempre son un estorbo para mi en mi tarea pero nunca han sido enemigos, dejémoslos como una nota a pie, así que simplemente ignoro sus palabras y su pregunta al principio, pero entonces escucho el ruido de una ballesta al ser apuntada, es algo muy característico, las piezas metálicas entrechocándose con la madera debido a la tensión de la cuerda y el sonido del virote sobre la misma, bien, de nuevo tendre que desarmar a un cazador, nunca he querido pelear o matar a ninguno de ellos, lentamente me llevo las manos a la nuca, en señal de rendición, sobre la capucha y lentamente me doy la vuelta, mostrándole mi rostro cubierto por una mascara, allí es cuando veo a una mujer joven, evidentemente experimentada, se nota en su postura, en sus pasos, en la forma de sostener el arma, tiene la mirada de seguridad de quien tiene un arma y sabe usarla a la perfección, la misma mirada que tengo yo ahora mismo, pero noto mas que solo los rasgos de un enemigo, después de todo, un canalla siempre es un canalla, y esta chiquilla sin duda es hermosa, esos ojos azules profundos como un océano, rasgos suaves y elegantes, y un traje ceñido al cuerpo que marca una muy buena figura, bueno, ¿también tendré derecho a recrearme la vista siendo que me están apuntalando con un arma no?


Sin embargo, lo principal es que no es una novata de algún pacto u orden de cazadores si no una soldado experimentada y con recursos, con lo cual, tendré que mantener en mente el no subestimarla -No, no lo estamos, pero tampoco somos enemigos ¿oh lo somos? me acordaría de tan bella flor si la hubiese agraviado, y ya metidos en eso me pregunto, ¿Qué hace una dama tan hermosa como vos en un tejado como este?- digo sonriente tras mi mascara, aunque claro eso no lo podrá ver ella, lo que si espero que le de una pista y que note, y sin duda le diga "este no es" es mi acento, que aunque en un perfecto frances, no deja de ser español, espero que se de cuenta que ni siquiera soy del país. Con un salto acrobático aterrizo tras ella y dirijo una patada circular a su arma, con intenciones de desarmarla, luego y sin fijarme o darme tiempo a analizar si he alcanzado oh no mi objetivo, doy una voltereta sobre las manos y llevo instintivamente la mano a la empuñadura de mi Katana, por si he de usarla, aunque preferiría que no. Me quedo observando los ojos de la mujer frente a mi, son ojos de determinación, de odio, pero no odio contra mi, si no contra algo mas, sus ojos me atraviesan y miran a alguien a quien desprecia, a quien considera su enemigo mortal, que esta mas alla de mi, alguien a quien debe encontrar y matar, ¿el vampiro que le arrebato a su familia? ¿el licántropo que devoro a sus hijos? ¿el hechicero que arruinó su vida? no lo se, y si ella no lo dice tampoco voy a preguntarlo, todos tenemos nuestro odios y nuestras venganzas, eso es algo que he aprendido entre los tejados en estos años -Ah sido un gusto compartir este baile con usted señorita, pero me temo que tengo mas obligaciones con las cuales cumplir- digo mientras doy media vuelta y me preparo para avanzar al siguiente tejado, en cualquier momento un inquisidor podría pasar por mi lado, por así decirlo y meterme en una pelea contra una Cazadora no me dará alguna ventaja si eso pasa y me veo obligado a perseguir a mi objetivo.

Cierto, coincidía con el desconocido, en ese momento no buscaba encontrar más enemigo del que tenía en mente y no, no era aquel que apuntaba con la ballesta. Su acento, la forma en la que se movía, no casaba con nadie conocido hasta el momento. Enarcó una ceja, no se esperó dicho formalismo y caballerosidad por su parte, sin querer se le escapó una risa por lo bajo… ¿intentaba distraerla? Muy buena táctica. Una de sus virtudes, era ser observadora y por esa razón, bajó la guardia un solo segundo y le bastó al desconocido desarmarla de una mano, en la otra seguía aguardando la daga.

-Los gatos suelen deambular por los tejados ¿acaso no hacéis lo mismo? He de admitir que no me lo esperaba…-respondió, agachándose por inercia, hacía viento y podía tambalearse, caer era lo último que deseaba en esos momentos -Y eso …tampoco. El mejor baile de mi vida, sin duda -oye pasos que se mezclan con la voz del encapuchado, sisea para que guarde silencio, son tres personas… y esperaba solo a una, el plan no estaba saliendo como esperaba, eso lo complicaba todo. Agudizó el oído para comprobar si iban en la misma dirección, intercambió una fugaz mirada cómplice con el desconocido y acto seguido guardó la daga en su cinto, ninguno deseaba una pelea con el otro, su interés iba más allá.

Las voces se convirtieron en murmullos que hicieron eco en el callejón, pudo distinguir la voz jefe entre las otras dos, era él…ese inquisidor que se mezclaba con los sobrenaturales y cuyo poder y posición dejaba mucho que desear al resto de la Orden de inquisidores. Abbey contuvo la respiración hasta llegar a diez, quería cerciorarse de que era él y no se equivocaba, no tenía que verlo para saberlo y…confirmado, el hecho de que tosiese al terminar una frase, se desveló ante ella. Alzó el brazo, impidiendo que el desconocido se marchase, no era el momento.

-Creo que el baile va a tener que repetirse, señor desconocido. Si baja solo va a una muerte segura y viceversa- esperaba que esos dos alfas apareciesen solos, la presencia del inquisidor le había pillado por sorpresa -Pensaba ibas a invitarme a una copa antes de sacarme a bailar -bromeó sentándose en el borde del tejado, hasta que no regresasen no se iba a marchar de allí -A no ser que quieras bailar solo, volverán y tu inquisidor será sólo para ti, no esperaba su visita..por lo que deduzco es a quién buscas -entreabrió los labios, destapándose el rostro inconscientemente. -¿Qué hace un caballero como tú en un tejado como este? -le devolvió la pregunta, seguido de una sonrisa, si quería al inquisidor, debía guardar en su posición…no era seguro aún para los dos.[/color]

No tuvo que sisearme dos veces, en medio segundo ya estaba a su lado asomado por los techos, de inmediato reconocí el símbolo en la capa del inquisidor, la cruz española, era uno de los de la Logia, uno de aquellos cerdos que me he propuesto detener para evitar que se hagan con la corona española, sin embargo, ese cabron no es español, es francés, sin duda alguna uno de los aliados de vivar en la ciudad, no tuve nada mas que hacer que mirar a mi compañera nueva y asentir para concordar en que estábamos de acuerdo, el no podía escapar, no sabia si estábamos intentando llegar a un objetivo, el de ella eran los dos licántropos que venían con el, el mío, sacarle información al bastardo, me troné los nudillos, me arrodille un segundo y le pedí ayuda a los dioses, luego de lo cual me levante y respire hondo -Me encargare de distraerlos, tu toma de nuevo tu ballesta, a tu señal atacare, deberás cubrirme y confundirlos, luego los acabaremos con un ataque combinado, de esa manera no sabrán de quien cubrirse primero, espero que seas rápida- agrego al final, luego escucho su pregunta y me rio -Todos tienen secretos, mi hermosa dama, decidme los vuestros y os diré los míos, pero este quizás no es el mejor momento para ello- digo mientras me ajusto el cinto de la katana a la espalda y con un salto bastante gracioso me cojo al bordillo del siguiente tejado, quedando ella de un lado y yo del otro sobre los 3 caminantes, me coloco de forma que, con una mano, cuelgo del tejado y con la otra desenvaino la katana, dándole dos giros y haciendo revolotear las rojas plumas que adornan mi arma, dioses... creía... creía que ya lo había superado, pero soy humano, he esperado tanto, he perdido tanto... por fin tengo a uno de los miembros de la logia a mi merced, por fin empieza de verdad mi venganza, creía que todo eso ya había quedado en el pasado, en un segundo plano... pero al parecer mi natural mezquindad humana ha salido a relucir, al final soy mas parecido a los que cazo de lo que creí.


Miro a mi compañera esperando la señal de que esta lista para ello y luego a los 3 blancos que esperan acero en su cuello, y el mío esta tan cerca... tan cerca... y de la nada, me veo a mi mismo de nuevo cuando era un niño, jugueteando con palos con los demás niños de la caravana, soñando con ser héroes de leyenda, con pelear en guerras, con ser piratas y no se que mas tonterías, mi padre me miraba sonriente mientras mi madre colgaba la ropa para que se secara y cantaba... una canción muy antigua que había pasado entre mi familia por muchos años... su dulce voz hablando de nubes que cubre el sol, sobre amigos que caen en el fragor de la batalla, sobre voces en el viento recordando a los seres queridos... eso me dolía, y avivaba el fuego de mi odio hacia aquellos que me la arrebataron, contra aquellos que compraron asesinos para matar a mi padre, el único que lloro su muerte conmigo, y que me crió con amor y puso mis pies en el camino del conocimiento, me habían arrebatado todo, TODO, y ahora era tiempo de la retribución, del justo cobro, pero no, no podía dejar que ese odio irracional que bien conocía de antes me dominara, debía de ser mas fuerte, de mantenerme listo, de aguantar hasta el ultimo momento, esperar la señal de mi compañera para caer desde lo alto como una guillotina sobre sus cuellos, listo para arrebatarles todo en pago por lo que yo he perdido, pero no, no todo y no de inmediato, al menos no con el inquisidor, necesitaba que hablara, que me dijera lo que sabia... que me dijera donde estaba Vivar, donde podía encontrar a aquel que me había quitado todo, solo un poco mas Rodrigo, controla la respiración, eso así... ahora los latidos, regula tu corazón, no olvides que la respiración puede calmarlo, si, justo así… solo un poco mas... unos instantes y tendrás un poco de lo que te quitaron de regreso.

La unión hace la fuerza, en ello creía y si se encontraron en ese mismo punto fue por esa misma razón. Asintió con la cabeza, no hicieron falta más indicaciones para ponerse de acuerdo, los dos ansiaban lo mismo y esa noche iban a saciar su sed de venganza, de sangre. Abbey sonrió ante sus palabras pero no dijo nada, estaba concentrada en oír de nuevo los pasos y terminar con su objetivo de una vez por todas, se juró a sí misma que esa noche dormiría con la conciencia muy tranquila y los mandaría al infierno de donde no tenían que haber salido.

Le observó en silencio, no era cualquier aficionado, lo supo en cuanto sus movimientos firmes y precisos, le llevó a el punto exacto donde caería al vacío, a ese punto del callejón donde esos seres no esperarían ser abordados ¿cómo iban a imaginar que encontraron aquel agujero? Le llevó semanas averiguarlo, se manchó las manos de sangre en el proceso, sangre que derramó sin ningún tipo de remordimiento, habían caído al menos diez quiénes tenían que ver con el tema en cuestión. El tráfico de personas y la tortura era algo que a la cazadora removía las entrañas.

Abbey se sentó en el último escalón de la escalera donde por antes trepó, desde ahí vería al grupo acercarse y avisaría al desconocido a tiempo. Sonrió por el hecho de pensar en lo que estaba a punto de suceder, estaba convencida que presenciaría un enfrentamiento épico. Las voces hicieron eco en el callejón, las risas y esos gruñidos guturales que le ponían enferma, le repugnaba. El gesto fue silencioso, la pequeña daga centelleó a la luz de la luna, desde su posición podía ver como la giraba en su propia palma y deslumbrar a Rodrigo a unos metros de distancia, era el momento.

Cuando los tres se adentraron en el callejón, Abbey de un salto apareció por detrás, iba a centrar toda la atención en ella para que Rodrigo pudiese hacer acto de presencia. La cazadora sonrió, dos hombres corpulentos se lanzaron a ella, adoptando la forma lican, dos lobos negros como la noche. Costaba apreciarlos a la tenue, muy poca visión pero eso no era problema, Abbey les hizo un gesto con la cabeza, estaba preparada, la ballesta portaba cuatro dardos de plata, si no fallaba sería pan comido.

Debía ser rápida, lanzó el primero, arrancando un gruñido por parte de uno de ellos pero no lograba ver dónde había acertado, una de sus patas delanteras, corrió hacia atrás a medida que lanzaba dos más, uno se desvió de la trayectoria y el otro se clavó en la frente azabache, hundiéndose en el cráneo del lican. Cayó de espaldas , no le impidió lanzar el último el cual perdió de vista, el lican se lanzó hacia ella, el otro herido no tardaría en secundarlo. La función acababa de comenzar.

-Bonita luna llena -murmuró antes de incorporarse de rodillas y lanzarse a la bestia , cuerpo a cuerpo, una de sus hachas impregnadas en veneno posteriormente, hizo acto de presencia.

Solo ver el refulgente brillo del cuchillo fue suficiente, espere unos segundo ah que ella hiciera su trabajo y cuando vi que necesitaba ayuda, me deje caer, espada en mano, con una rodilla en tierra y mis manos firmes, logre cercenar una cabeza de lobo color noche de un tajo, bendita sea la hora en que decidí dedicarme todos estos días a cuidar de su filo, aceitarlo, pulirlo y mantenerlo en perfectas condiciones, podría haber cortado un cabello en vertical con esa espada, o hasta una bala, y al final es lo que tuve que hacer, tras agitar el filo de mi arma para quitarle la sangre del licántropo escuche una detonación de pólvora a mis espaldas, con un vertiginoso giro dirigi un corte en diagonal contra la bala, que partí justo por la mitad, una de las mitades se incrustó en una de las paredes de ladrillo a mi lado, mientras la otra alcanzó una de las patas del lobo restante, restándole movilidad, había aprendido hace mucho a hacer esto, disminuir el tiempo en mi cabeza, era fácil, simplemente era cosa de dejar la mente en blanco, actuar, no pensar, dejando que cada movimiento y corte fueran naturales, gracias a eso pude notar un virote clavado en el cráneo que acababa de cercenar, malditos cabrones, si que eran duros, pero para su desgracia, su amigo humano no lo era tanto, arranque el virote y lo arroje contra mi presa que al ver como su arma de fuego era inútil había huido, clavándolo en su rodilla, impidiéndole así correr mas, después me gire vertiginosamente y dirigí una patada al lobo vivo, era tiempo de ser yo la distracción, dejando a mi compañera clavar aquella hacha en la carne del ser, era hora de dejarle algo de la sangre que ambos queríamos.

Me mantuve firme, mirando aquellos ojos amarillos ámbar, dando lentos pasos hacia atrás, con la katana en posición para realizar un nuevo golpe trasversal, si es que este ser intentaba jugármela y lanzarse contra mi, mientras escuchaba a mis espaldas como el inquisidor se quejaba del dolor en su rodilla, después iría a por el, pero no todavía, primero este lobo, controle la respiración, el miedo no me dominaba, no era la primera vez que me encontraba con estos seres, pero si una exaltada percepción de las cosas: Aire helado en mis pulmones, el viento corriendo entre los tejados en la fría noche, las luces lejanas de farolas en las calles parisinas, mis manos firmes sobre la empuñadura de mi Katana, el aliento constante y controlado de mi compañera que se dirigía al lobo con un hacha en la mano, el lobo estaba acabado hiciera lo que hiciera ahora, y ambos lo sabíamos, pero los tigres al borde de la muerte nunca caen sin pelear, y estos seres de la noche no son diferentes, asi que el monstruo corrió hacia mi con un rugido de ira en el hocico crispado de filosos colmillos, con un rápido movimiento doy un salto con giro y descargo una patada justo en su hocico con las duras suelas de cuero de mis botas, logrando que retroceda aturdido, y hago un gesto a mi compañera obligada, era la hora de ponerles fin a la vida de estos degenerados y terminar con la noche, no sin antes agarrar por las solapas a aquel inquisidor y sacarle todo lo posible para luego cortarle la cabeza con mi espada, como dictaba la tradición para el enemigo vencido.

Los alfas eran fuertes, no iba a ser tan fácil verlos caer pero esa noche, no iba sola. Solía ir con algún cazador de la orden pero de nuevo, había roto una de las normas de ir sola y afrontar todo peligro sin importar las consecuencias pero ¿esos niños podían esperar? No. No iba a permitir ni un rapto más, si se derramaba sangre, sería la de esas aberraciones, esos perros que darían de comer a las ratas cuando el alba se asomase en el horizonte.

Con fuerzas renovadas, la cazadora se alzó rauda del suelo y hacha en mano, corrió hasta el licántropo que daba tumbos, un golpe seco, rebanó su pescuezo…el hacha afilada acababa de separar la cabeza del cuerpo. Tomó la cabeza, clavándola en el hacha y alzándola victoriosa, alzándola para que el inquisidor comprobase por él mismo su sino si no cooperaba, lo que él hiciera con ese malnacido se lo dejaba en sus manos, claro que…sería mera espectadora de esa tortura que aún no se había producido.

Con el puño cerrado, apartó unas gotas de sangre de sus mejillas, tintando los nudillos de la espesa sangre de licántropo. Quedaba otro, la imponente bestia rugió al ver la cabeza de su hermano rodar por el suelo, Abbey le dio una patada, impactó en el pecho del licántropo quién la miró con odio infinito. Falta el toque de gracia, tras su espalda una espada de doble filo, aprovecha el aturdimiento del lobo entre la patada del justiciero y la imagen de la cabeza sin vida a sus pies, hunde el centro en su corazón a la par que golpea su sien…aún más aturdido no espera su sino, esa misma arma realiza un corte limpio imposible de esquivar.

Curiosa e irónicamente, las dos cabezas caen muy cerca y Abbey sonríe por la hazaña, observa los dos cuerpos decapitados. No es sangre derramada cualquiera, de entre su cinto toma un pequeño frasco donde rápido consigue conservar algunas gotas de la sangre del último caído. De espaldas, el justiciero se acerca a su presa lo que capta toda atención de la cazadora. Aguarda la espalda del que es su compañero esta noche, entre las sombras, con arma en mano dispuesta a la orden de salir en su ayuda.

El inquisidor encara al justiciero, Abbey los mira desde su posición, ese hombre es uno de los cargos más importantes de París, no tardarían en mandar refuerzos al comprobar que los tres no llegan a la hora acordada, el tiempo corre en contra. Aún no va a marcharse, no intervendrá si no es necesario pero ser espectadora de aquel momento, no tenía precio. Le recordó a sí misma, buscando respuestas, costase lo que costase. Abbey empuñó la espada de doble filo aún con gotas de sangre del último ataque, admitía que ese desconocido la había sorprendido, sus habilidades dictaban lejos de simples humanos para ser uno de ellos.

Tenía mil preguntas, curiosidades…

Dos giros regresaron la Katana a su vaina limpia de sangre, y yo me encamine hacia el inquisidor derribado mientras dejaba ah mi compañera regocijarse en su victoria sobre los licántropos, yo tengo mi propia agenda que llenar, así que haciendo sonar mis botas sobre el suelo del callejón me dirijo a el, que como todos los gusanos cobardes iguales a el intenta escapar arrastrándose por el suelo, pero logro sujetarlo a tiempo, mirándolo a los ojos... creía que ahora en este punto, podría sentir odio, que vería al monstruo que me arrebató a mi familia en los ojos de uno de los suyos, que tendría la satisfacción de haber derrotado por fin a uno de los seguidores de Vivar, que vería en los ojos de este hombre, de este inquisidor, y podría por fin vengarme, sentir todo el odio que he construido contra la orden... pero no es asi, cuando veo a este hombre lo que veo es a un cobarde que intenta salvar su cuello, a un hombre al que prometieron riqueza y poder a cambio de su lealtad, alguien que no sabe nada de honor o de hermandad, alguien que solo se movía por dinero, y que en el  fondo siempre temió a todo, alguien pequeño y patético, alguien a quien no puedo odiar si no compadecer, alguien por quien siento lastima y repulsión, pero que no puede reflejar el odio que he forjado para con la inquisición española y la Logia Carmesí, un enemigo necesita un rostro, pero este hombre no puede darles rostro a los monstruos que estoy cazando, a aquellos que me arrebataron todo... pero puede darme información, quizás lo deje vivir, no lo se, quien solo es un medio para el poder de otros es el causante de su propia destrucción... aunque sin duda esta cazadora lo perseguía por algo, pero lo primero es lo primero:

-¿Sabes quien soy hombrecillo?- le pregunto en español mientras lo tengo bien sujeto y seguro de que no tiene cerca esa molesta pistola o su espada -Oye... oye no por favor... espera, puedo ayudarte, ¿Qué quieres? ¿oro? te daré todo lo que quieras, tengo amigos poderosos, no tienes que...- Le hago callarse con un revés de la mano, estoy harto de tonterías, no todos nos movemos por banalidades como esta sabandija y es tiempo de que lo aprenda, lo zarandeo un poco mirándole a los ojos -Tienes una oportunidad de recuperar algo de honor rata, dime donde puedo encontrar a Alonso de Vivar- Puedo ver el horror y la sorpresa en su rostro mientras le digo estas palbras, por fin sabe quien soy esta mierdecilla -Sombra de las Taifas... no, olvídalo, si hablo contigo me mataran!!! Enfurecido tomo el virote clavado en su rodilla y empiezo a girarlo lentamente, destrozando el ligamento, y arrancándole un desgarrador grito de dolor -Deberías pensar a quien le temes mas, si a ellos, o a mi- luego miro a la cazadora, se que no tenemos mucho tiempo, pero me llevara algo del mismo arrancarle algo a esta basura, debo darme prisa -Probemos de nuevo, ¿Dónde esta Vivar? El hombre me mira, enfurecido, y escupe en el suelo, sin embargo ese no es el tipo de respuesta que me debe, y si no quiere responder con solo eso, peor para el siempre he preferido por las malas, arranco la daga que pende de su cinturón y la meto bajo una de las uñas de sus manos, le doy un lento giro y luego un tirón, arrancándola desde la base, y arrancando otro grito de dolor al Inquisidor, que sin embargo, siléncio presionando su boca con mi mano -Si no quieres que sigan las demás, responde mi pregunta-

El silencio reinó en el callejón, sólo se oía la sangre abandonar los cuerpos sin vida, mezclándose con el de la lluvia que comenzaba a caer sobre París. La voz del encapuchado, hizo eco en el callejón, lo que provocó que al ser inmundo se sobresaltase, ¿tenía miedo? Debía de tenerlo, no iban a marcharse de allí hasta obtener lo que deseaban, ninguno dudó en respaldar al otro aún sin conocerse, como si en el borde del tejado con tan sólo intercambiar un par de palabras, bastaron para hacer ese pacto silencioso.

Abbey observó la silueta del encapuchado de perfil, apenas podía ver su rostro pero sí su mirada, la profundidad de su mirada y la determinación, se convirtieron en confusión…no era odio, ni siquiera pena. Conocía muy bien esa expresión porque era la de sí misma, ellos no serían jamás como esos seres, sembrarían la justicia sin importar cuántas vidas arrebatar al paso. Ese hombre con oro y riqueza lo solucionaba todo, ¿qué pagaban con todo el oro que pudiese darles? ¿vidas? ¿personas? ¿momentos? Todo eso se habían asegurado de eliminar, porque si… sin importar más que sus propios intereses.

“Sombras de las Taifas”

Su atención se centró en el inquisidor, lo había reconocido y ella había oído hablar de él, un justiciero al que no había tenido cara a cara hasta esa noche. No era ninguna sorpresa que la orden hubiese oído hablar de él, era muy bueno y sigiloso como un gato, un buen fichaje del que había disfrutado la cazadora esa noche. No, no colaborada, se dedicaba a anteponer a gente más poderosa delante para librarse de una muerte segura, ella no iba a dejarle marchar sin más…estaba tardando demasiado en soltar prenda, el tiempo se acababa y no puedo evitar intervenir.

Salió entre las sombras, sus ojos claros parecían brillar bajo el sombrero de ala ancha, estaba cansada de tanta historia, no iba a soltar prenda y ella era una experta en eso. En medio de ese grito ahogado al retorcer el arma en la rodilla, ella se adelantó para empuñar la daga pequeña, la cual no tardó en centellear pero en el rostro del hombre, afilada y preparada para ser usada. No le importó lo más mínimo, el justiciero podía saber o no… pero por si acaso, diría un secreto a voces.

-No vas a soltar palabra alguna, es un hecho y es una pena, esta noche vas a desear no haberte cruzado en nuestro camino. Se te acabó el tiempo -no le dio oportunidad a comunicarse, la daga se clavó en una zona en especial, fue un movimiento calculado en el que el hombre cayó de rodillas ante los dos, acababa de clavarle la daga en uno de sus testículos, pronto la herida manchó su rica prenda de ropa, Abbey tomó el mango de la daga, haciendo presión, sin removerla… -Pienso cortarte esa cosa asquerosa que tienes entre las piernas, esa que usas para violar a niños para luego venderlos. Tienes dos hijas ¿tienes que buscar las de otros para no tocar las tuyas? Das mucho asco… ¡DI LO QUE QUEREMOS SABER! Aún se puede salvar, aquí mi compañero tiene la mejor espada que he visto en mi vida -se encogió de hombros, miándole a los ojos , era repugnante -Te la arrancaré y se la daré de comer a las ratas -

-AAAAAAH MIERDA!!!!- es lo primero que escucho salir de su asquerosa boca, mientras grita y casi solloza del dolor -Bien... bien hablare...- dice mientras saca de entre sus ropas una carta, con el sello del propio vivar que tan bien conozco, el mismo sello que había en las ordenes de asesinato de mi padres, -N-no se donde encontrarlo, pero esa carta tiene instrucciones de a donde llevar a los niños y las mujeres que reunamos... la reunión será dentro de 3 semanas a partir de hoy... allí habrá alguien que quizás pueda saber a donde encontrar a Vivar... solo hazla parar- suplica mientras arranco de sus manos la carta sellada y la abro, dándole una patada en la cara para que deje de berrear, ahora inconsciente -Me cago en la puta... esta cifrada- digo frustrado mientras le muestro la carta a mi compañera, supongo por sus palabras que ella misma esta metida en esto hasta el cuello, así que revelarle un poco mas no tendrá tanta importancia -Tienes una mínima idea de como podemos leer esto?- digo mostrándole la carta, que mas bien es una serie de códigos de números y letras ilegibles, una clave que no conozco, puedo encontrar partes en latín y griego pero son muy pocas y muy dispersas, la mayoría son números, letras y otras cosas similares, esta carta no me dirá nada si no tengo una hoja de códigos o alguien que pueda descifrarlos, quizás ella pueda ayudarme ya que al parecer, la Logia esta metida en mas negocios turbios de los que yo tenia conocimiento, aliados con conocimiento de esos negocios me vendrían de perlas y esta cazadora ha demostrado que es digna de confianza y que es una buena guerrera.

Antes de que pueda escuchar su respuesta, escucho pasos de botas detrás de nosotros, me guardo la carta y observo como por el callejón entra un grupo grande de 20 hombres con rifles de mosquete largos, pistolas de Miquelete y otras armas similares, algunos incluso llevan cuchillos largos y martillos colgando del cinto, uno de ellos, el que parece el líder por la estatura, la forma de hablar y la mala cara, además de por la muy clara cimitarra que carga en la cintura con evidente autoridad, sonríe y nos dirige la palabra en un terrible francés, que apenas y se entiende debido a su claro acento árabe -Dennos al hombre y nada de esto tendrá que llegar mas lejos- dice el muy bastardo mientras desenfunda su arma y el resto de sus hombres nos apuntan con el mosquete, suspiro y me levanto, alzando las manos... para luego dejar caer al suelo una pequeña urna de barro que después de medio segundo en el aire se estrella y se rompe, liberando una espesa cortina de humo blanco que cubre el callejón, aturdiendo a los hombres que empiezan a toser al aspirarlo, con rapidez tomo del cabello al inquisidor, de tajo secciono su cabeza y la lanzo contra ellos, algunos se aterrorizan y empiezan a disparar sin puntería alguna, ni siquiera rosandonos a ninguno de los dos, pero los segundos son vitales, el humo no durara mucho, asi que tomo la mano de mi compañera y tiro de ella para salir de allí, corriendo al fondo del callejón me aferro a las salientes de los estilizados muros barrocos, gracias a los dioses por lo cargado de este estilo de arquitectura, hace mas fácil el trepar los muros, esperando que mi compañera me imite y siga, si no, tendre que subirla yo mismo.

La furibunda mirada de Abbey, se volvió fría como el hielo. Ese hombre tenía los segundos contados, más tardaban en sacarle información, los granitos del imaginario reloj de arena caían irremediablemente, agotándoles el tiempo. No apartó la mirada del miserable hasta que la exclamación del justiciero captó toda su atención ¿cifrada? , por lo que pudo apreciar, entrecerró los ojos intentando buscar la respuesta pero carecían de tiempo, no era el momento de precipitarse.

-No tengo la respuesta ero la tendré. Tenemos que irnos -acababa de brindarle su ayuda, estaba tan entregada a la causa como él, ambos se habían condenado entre sí esa noche y no les pesaba, no al menos a Abbey. Luchaban por causas diferentes pero la misma al fin y al cabo, cuando se giró en sus propios pies y observó la escena, se rió por lo bajo, como si no estuviesen acostumbrados a peligros peores. Preparada, desenfunda su espada de doble filo, entre sus ropas aguardan armas de toda índole, ninguno de esos hombres tenían idea de a qué se enfrentaban. Ellos dos, contra el mundo ¿había algo más tentador?

Todo se vuelve blanco como la nieve, Abbey apenas puede apreciar a su compañero quien la toma de la mano en medio de la lluvia de balas. Suspira profundamente al saber que se ser despreciable ya no está en este mundo, con un simple gesto de apretar su mano ligeramente, agradece la hazaña, ambos al final han cumplido su objetivo esa noche. La mañana pronto dará lugar pero cada uno seguramente, esté en la otra punta de la ciudad, se cruzarán en cualquier calle o en el mercado…en algún punto de París y no se reconocerán.

Corren, llevan minutos corriendo. Los murmullos dan paso a un silencio ensombrecedor, es ella quién le obliga a ir por otro callejón más estrecho en donde da directamente a una zona menos transitada. Son buscados, sus cabezas valen oro y lo saben. Cuando se detiene, Abbey  mira hacia atrás, lo que ha ocurrido esa noche será difícil de olvidar. Nunca imaginó convertirse en alguien tan oscuro, tan parecida como su propio padre pero ¿quién si no un demonio puede enfrentarse a otro?. Aún él la tiene cogida de la mano, ella se aferra, por unos segundos es incapaz de pensar y su inconsciencia le impide soltarle , necesita un momento.

-Tu carta -aún con la cara tapada, los ojos de Abbey buscan esa carta sellada en donde tienen la respuesta a muchas preguntas -Esta carta contiene más de lo que imaginamos, lo que he estado buscando durante mucho tiempo…-datos, información ¿y si le llevaba a los altos cargos? Sobrenaturales o no, ahí debía estar una de las claves, su padre se debía codear con lo peor, con lo más selecto...ahí estaba la respuesta, ante sus ojos pero no sería tan fácil desvelarlo -Puedo ayudarte, ayudarnos…ya estoy metida en esto y no me importa. Ayuda por ayuda, ha sido un honor, un verdadero placer luchar a tu lado -enarcó una ceja, iba a darle la mano pero ya la tenía cogida por lo que la estrechó cortésmente, ese momento le resultó el más extraño como increíble que había vivido durante su trayectoria como cazadora.

-Sombra de Taifas… creía era una leyenda, esta noche lo has sido. ¿Dónde nos vemos? El tiempo apremia -se dio cuenta de que seguían cogidos de la mano y tiró de él hacia sí, quería que sólo él lo oyese -Pierde cuidado-sus ojos azules se clavaron en los ajenos, una clara despedida en la que esperaba fuese cercana la próxima vez.

Asiento ante su afirmación sobre la carta, sin duda contiene mas de lo que sabemos, y entre eso y las palabras del inquisidor que decapite... no hay que ser genio para sumar 2 y 2 y obtener 4: Venden esclavos... esclavos que raptan y con los que trafican, nunca he estado a favor de la esclavitud, y me parece uno de los males mas insidiosos que el mundo ha visto ser creado por los hombres jamás, someter a cadenas, hambre, maltrato y abuso a una persona solo por que tiene un distinto credo, otros dioses o su tono de piel es diferente me parece algo asqueroso, deplorable y, en una palabra, incorrecto. La esclavitud así como todos aquellos que se dediquen a ella deben ser erradicados de este mundo, sin excepción, y si puedo, me encargare de que así sea. Además, por lo que entiendo, al hacerlo en este caso, no solo voy a eliminar esa asquerosa podredumbre si no que tendré la opción de dañar a Vivar al hacerlo, desbaratando su negocio tengo la posibilidad de arrebatarle ingresos, socavar su influencia, meterlo en problemas con quien o quienes sea que le compran y quizás encontrar algún aliado entre los esclavos liberados, las posibilidades son muchas y muy variadas, y solo tengo que aprovecharlas. Miro a mi compañera y asiento -En efecto podemos ayudarnos, sin embargo, tienes que entender que mi causa no solo es encontrar a ese hombre del que me oíste hablar y matarlo... esto va mas allá, hay mucha gente implicada... muchos de ellos en cargos muy altos aquí y en el extranjero- si, sin duda tendría que decirle algunas cosas, pero no todo, puede que hayamos peleado bien juntos, pero aun no me fio de ella lo suficiente como para explicarle toda la situación.

Rio cuando escucho su forma de decir mi nombre... desde luego es comprensible que no lo tenga del todo claro, siendo ella francesa y mi pseudonimo en español, por lo cual le miro, dándome cuenta de que gracias a la oscuridad que nos rodea en el tejado, no me vería del todo el rostro ni aunque me descubriera ahora mismo frente a frente con ella, -sombra "de las" Taifas... después de todo si vas a usar ese nombre, bien podrías hacerlo bien, para que esos imbéciles sepan a quien temerle... ya puestos, no creo que todo lo que hagas sea andar por los tejados, por eso mismo, quiero pedirte que me ayudes de esa misma forma, esparce el rumor de que alguien se mueve por los techos por la noche ayudando a los pobres, Sombra de las Taifas tiene que empezar a ser un nombre conocido, si me buscan me será mas fácil cazarlos-digo ofreciéndole la mano... sonrió entonces al recordar lo que pude ver de su rostro en los tejados de antes cercanos a las lamparas de gas de la ciudad, tiene unos rasgos muy suaves, unos ojos azules muy hermosos... apuesto a que bajo esa mascara es preciosa, al final no puedo evitarlo, un canalla siempre será un canalla, una idea se aparece en mi mente al pensar que no nos veríamos el rostro en esta oscuridad, y con una ladina sonrisa tras la mascara que me cubre la parte baja de la cara, le digo -Cierra los ojos- con una voz confiada y divertida, puedo ver cierto dejo de extrañeza en su mirada por la petición, pero sigo igual de calmado -confía en mí ¿vale? cierra los ojos.

Volvieron al punto de partida en donde comenzó esa noche, a medida que se alejaron de aquel lugar, sintió que estaba un poco más cerca de donde deseaba llegar. La carta contenía las claves para ir por buen camino, claro que no le pertenecía si no al desconocido, ese idioma desconocido que ninguno de los dos reconoció al momento. Sabía a lo que se refería, para no saberlo, llevaba tiempo hilando y descubriendo que se encontraba tras toda esta parafernalia, su momento estaba cerca, podía tocarlo con la punta de los dedos, todo a su tiempo.

-Sé que hay muchos cargos tras todo esto, esa carta es una parte de un todo al que aspiro llegar. Llevo tiempo tras ellos, sé de qué pie cojean y sé…que es peligroso pero eso es lo que menos me preocupa -la risa del encapuchado se le contagió, no dijo bien el nombre y con razón, el idioma castellano lo bordeaba pero no profundizó en sus estudios como señorita. En la residencia Appleby tenías que elegir al menos cuatro idiomas, entre ellos, estuvo el castellano apenas sabía unas frases hechas o palabras sueltas -Dalo por hecho, “Sobra de las Taifas” ¿mejor? -enarcó una ceja, seguido de una sonrisa que bajo el pañuelo oscuro apenas podía apreciarse, sólo sus centelleantes orbes azules como el cielo.

-En dos días los juglares cantarán tus alabanzas -bromeó seguido de una reverencia, un trato era un trato y ella siempre lo cumplía -Los cazarás y espero estar presente en alguno de ellos, guarda la carta a buen recaudo, en dos días nos veremos, en el mismo tejado para no perder la costumbre -finalizó con una breve sonrisa, el mejor trato era de palabra, y siempre cumplía lo que decía, no esperó que le hiciera esa petición… ¿cerrar los ojos? Como bien dijo al principio, si la quería muerta…ya la habría matado y rematado; y viceversa -Bien, los cierro pero te advierto que hagas lo que hagas te será devuelto... -

Abbey cerró los ojos, alzando el mentón, a la luz de la luna podía apreciarse sus rasgos faciales, finos y delicados, quién iba a pensar que bajo ese aspecto se encontrase una cazadora pero ¿por qué no? Ni sería la primera ni la última, sus compañeros luchaban a capa y espada, incluso se unieron mujeres más jóvenes que ella. Tomó aire y lo soltó, perdida en el susurro del viento, no supo porqué pero se sentía libre, como si no pudiese ocurrirle nada malo. Hacía tiempo no se encontraba bien consigo misma, esa noche le sería difícil de olvidar.

-Sombra de las Taifas… -susurró, un susurro que se perdió en el viento que enredaba sus cabellos oscuros en su rostro que trataba de ocultar pero a él no le importaría mostrarse, de igual modo permaneció inmóvil aceptando su petición.

Sonrio ante su propuesta y asiento convencido, me parece que es una mujer resuelta asi que nada de lo que vaya yo ah decir la va a disuadir de que me siga, además es una guerrera valiente y honorable, con la que sin duda me gustaría pelear mas a menudo, estrecho su mano y mirándola a los ojos rio -¿Dos días? ¿tan buena eres descifrando códigos?- digo a modo de broma y luego espero ah que cumpla con mi petición, me acerco a su oído y susurro -Eres valiente, cazadora, y no olvidare tu ayuda aquí, espero que nos encontremos pronto y en mejores circunstancias, hasta entonces, aquí tienes algo para que me recuerdes- acto seguido retiro mi mascara y también descubro su boca y con una sonrisa antes de que tenga tiempo de protestar por ello, le robo un beso en los labios, acercándola ah mi por la cintura, sin duda voy a llevarme un golpe por esto pero no me importa, lo poco que puedo distinguir de sus rasgos en la oscuridad confirma mi teoría, sin duda es hermosa, sin embargo, dudo poder reconocerla cuando nos topemos de nuevo en la calle esta vez sin mascara... ah no ser que vuelva a besarla desde luego, pero quizás no tenga otra ocasión, lo cual influyó en que decidiera probar suerte esta vez, quizás solo me lleve un golpe, quizás un beso de regreso bajo la luna de parís, quizás algo mas o menos, pero no importa, un beso a una dama hermosa nunca es mala recompensa después de un combate, un amigo de damasco solia decir que "cualqueira con tetas se ve bien tras un combate" pero pocos tenemos la suerte de tener a una belleza como ella cerca tras uno, y desde luego, si la vida te da limones...

-Me ofende que lo dudes,  me refiero a… dos días para que seas famoso, los códigos llevan más tiempo, soy consciente de ello - se rió por lo bajo, uniéndose a su risa…un respiro, un momento cómplice que tanto necesitaba. A su petición, cierra los ojos, tranquila y serena, espera paciente y tranquila, segura de sí misma. Sus palabras le pillan de improviso, es extraño, en ese momento no espera un alago y menos de alguien digno de admirar, aunque él no lo sabe…es el mejor regalo que alguien le da en mucho tiempo, unas palabras reconfortantes y que siente de verdad, hasta la última palabra. Lo cree, firme y ciegamente, entre ese recién conocido y ella la conexión fue instantánea…y eso jamás le había ocurrido. Tuvo suerte de cruzarse con él esa noche, luchar codo con codo y estaba segura que ninguno de los dos lo olvidaría.

En sus sonrosados labios se dibuja una breve sonrisa, le ha sorprendido gratamente…y a cambio, de su parte recibe silencio, un grato silencio en el que engloba lo infinitamente agradecida por su ayuda y sus palabras.  Le deja hacer, cuando descubre su boca, el beso sella una despedida perfecta a ese encuentro inesperado. Al pronto, asimilar lo que ocurre le impide reaccionar como seguramente con los ojos abiertos…hubiese tenido el mismo efecto. Alguien quien no la juzga,  despierta la misma curiosidad y el deseo reflejado en ese beso, una de sus manos lo toma por el traje oscuro, impidiendo que se alejase con ese gesto. Sus labios de manzana, toma el beso a buen recaudo, buscando su boca…no ha dado muchos besos en su vida, su propia lengua lo busca, alargándolo y el acercamiento por la cintura, aviva una tensión que entre ambos enmascarados ha surgido desde el primer segundo, al menos por su parte así ha sido.

El beso es devuelto, la respiración se agita, bebe de los labios ajenos sin abrir los ojos, manteniendo el secreto de su identidad. La cazadora sonríe tras haberle devuelto el beso, sorprendida de sí misma, la misma mano apoyada en su pecho, lo aparta despacio…siendo quien ella misma a tientas vuelve a cubrirle el rostro, es entonces cuando ella abre los ojos…aún está muy cerca. Sonríe frente contra frente, señala la carta con un gesto de cabeza. Siente la ligera presión de su cuerpo, uno que se adivina atlético y fibrado, bien cuidado.

-Estaré aquí, en el mismo lugar. Vernos de noche espero que no termine convirtiéndose en una costumbre -sonríe, palabras con tono divertido. Ella vuelve a cubrirse y dando un par de pasos hacia atrás, lo contempla desde su posición, el viento ondea sus ropas oscuras como la noche. Tras una reverencia, se gira y de un salto vuelve a tomar tierra, echa un último vistazo al tejado, en otro tiempo quizás ni siquiera se habían conocido, daba igual quién fuese, su lucha era la misma que la de la cazadora. -Hasta pronto, sombra de las Taifas.-murmuró antes de desaparecer entre las sombras.