Extinción | Privado

por **Requiem** Dom Mar 06, 2016 8:30 am

“El maestro deja una astilla para que el pupilo fabrique una lanza con ella”

Rastreo. El inquisidor busca matar. Acabar una tarea. No la suya, sino la de alguien a quien no llamaría amigo, sino socio. Colonna, su antiguo tutor. Hace ya años que no lo ve, ni tampoco se interesa en hacerlo, pero ese viejo es especialista en provocar la chispa que crea catástrofes incendiarias. A través de una carta, un tentador desafío puso en el camino del noble. Escribió sobre cambiantes, conspiraciones, masacres y de la gota que se quedó en la botella. Requiem estuvo a punto de arrugar la carta y lanzarla hacia la chimenea por su incompetencia, pero sus pupilas se dilataron cual sabueso ante su presa cuando leyó las últimas líneas:

“Curioso es aún esté viva. Lo supe recientemente, gracias a la impecable labor de mis espías. Dios es grande, al ponerla justo ante tus narices, tan cerca de ti, en el bosque que rodea la ciudad. Será que tiene propósitos generosos para con nosotros. Cada día que esa cosa abre los ojos es un insulto para nuestro Orden. Una planta de vergüenza que debe ser arrancada de raíz. ¿Está de acuerdo?”

Colonna nunca es directo y no necesita serlo. Conoce lo bastante a Requiem como para saber que su personalidad obsesiva no resiste cabos sin atar y que no confiaría a nadie esa misión.
Es por eso que no busca a la presa, sino sus rastros: las ramas maltratadas; hebras de pelaje; hierba que aplastada que incluso en ciertas partes ya no crece. Pero lo que a Requiem le da hasta risa es ese fuerte olor que dejan los felinos. Ningún otro animal deja un hedor tan inconfundible. Se pregunta el porqué. Dios no siente simpatía por los gatos, asegura. Se ríe de él, se convence de que el pro, porque es primitiva y cabeza hueca, como todo animal.
Es tonto ir detrás del objetivo adentrándose en su territorio. Más fácil sería ponerse de rodillas y decapitarse él mismo, para que la maldita juegue con su cabeza. Entonces rocía combustible en el perímetro, salvo en una parte lo suficientemente estrecha como para que el objetivo no pueda escapar y se ubica en el exterior para generar la chispa.

“Tienes que salir. Si no lo haces, morirás. Por quemaduras, asfixia, o mis manos cerrándote el paso del aire en tu garganta. De cualquiera manera acabarás en mi poder. Te doy la oportunidad. Te muestro mi mejilla. Dos veces no la tendrás.”

Enciende el fuego. No piensa en apagarlo. A quien quiere extinguir, es a ella.