En nombre de Di... ablo || Libre

por **Burke Eichmann** Lun Mar 07, 2016 8:23 pm

Han pasado días desde que la puta Iglesia no le ha dejado tregua, parece que lo tienen en la mira y sólo porque no obedeció en llegar puntual a un par de citas, se la estaba jugando y ahora que tenía pocas esperanzas se salió sin importar a donde, la realidad es que necesitaba alejarse, pensar en qué mierda estaba haciendo con su vida, si valía la pena todo aquello que se jugaba por mantener cierta protección que ahora parecía nada, estaba que se lo llevaba el demonio.

Perderse entre la gente le era sencillo, eran cosas que hacía habitualmente, era fácil escabullirse, así que perder al guardaespaldas que traía detrás fue cosa de infantes. A veces pensaba que la Inquisición tenía bastante gente inepta en sus fuerzas y que debería cuidar a los que servían para algo, así como él, pero parecía que no les convenía, porque así nadie les reclamaba. Era todo una verdadera basura.

Sacó un cigarro de entre su saco para llevarlo a sus labios y encenderlo, era lo que le podía calmar en ese momento, aunque el enojo que llevaba consigo fuera demasiado, cuidaba la forma en la que se comportaba, el callejón estaba desolado en aquél momento, no pasaba mucha gente, una que otra rata corría por lo lejos mientras la luna se ponía en su esplendor y él se recargaba en la pared ennegrecida por el tiempo y la basura que ahí estaba, no era el mejor lugar, pero prefería eso que seguir enclaustrado.

La noche era fría, suponía que a nadie se le ocurriría salir en ese momento, seguramente algún borracho perdido o una mujer que fuera de visita a un "sitio prohibido" de otra forma no pensaba que nadie se acercara hacia él, además deberían de ser completamente estúpidos para hacer aquello. Contempló el cielo mientras este se iba nublando, dejando que la oscuridad terminara por caer en París.

por **Iziar Von Volkem** Mar Mar 08, 2016 8:57 am

Nuevamente llegó a París, no era un lugar que realmente le gustará mucho a decir verdad. Pero desde que ese señor le dejo toda su fortuna en manos de Iziar, era muy necesario que él, como heredero absoluta de todo, viniera con regularidad a la ciudad. Y por eso está ahí, parado en la entrada en tierra francesa e indecisa en entrar o no. Dio un suspiro, para indicarle a su nuevo cochero –nunca imagino que un mercenario como él iba a tener ese tipo de privilegios- que siguiera la marcha, ya que acababa de ver que el cielo se estaba nublando sin razón, muy raro a decir verdad, aunque al americano le encantará los días nublados, era su clima que podríamos decir que es su favorito, el frío o días así se sentía pleno y dichoso, mientras que el calor viene siempre está un temperamental muy agrio.

Suspiró un poco al oler muchas aromas que venía de golpe hacia su olfato de perro y escuchar diversas voces por todos lados que pasaban, era una cosa que detestaba con todo su ser. Quería volver hacer ese humano común y corriente, que sencillamente escapaba del cuartel militar para poder comer al día siguiente, pero tampoco quería decir que odiaba ser un ser sobrenatural, ya que al tener esté nuevo poder, ha logrado hacer su trabajo de maravilla, escapándose vilmente, como un rata de la alcantarilla; sí, el licántropo era una persona indecisa, que, bueno, le gustaba una cosa pero a la vez no le gustaba, vaya persona que es, por eso le va en la vida como le va al hombre sentando en un carruaje.

Recordó vagamente que el ama de casa le mencionó que estaba a punto de escasearse la despensa del mes y que, bueno, él se ofreció amablemente en traer cuando regresara de su viaje hacia rusa, hace dos semanas atrás. Así que le indico, por segunda vez al chofer que se parapara en este callejón, sabía que era de noche, vaya memoria de pez que tenía. -Tú puedes regresar, yo iré andando. –Sin decir más se bajó de aquel incomodo vehículo y suspiro, viendo cómo se marchaba, y entrando al frio callejón que lo llevaría a la zona de comercio, donde tenía esperanza en encontrar un puesto abierto y llevar lo más indispensable ya mañana mandaría alguien para que comprara el resto.

por **Burke Eichmann** Mar Mar 08, 2016 10:25 pm

Burke tenía un propósito aquella noche, esperar que alguien apareciera para desquitar con ese alguien todas sus frustraciones y esperaba que no aguardara demasiado o entre más tiempo pasara peor sería para él o ella, desearían no haberse topado con Eichmann, aunque no tuvieran tiempo de arrepentirse, ni tampoco de pensarlo, ni de contarlo, pues seguramente Burke se encargaría de hacer que fueran a su destino, tal vez un poco más a prisa de lo usual.

Terminó el cigarro, el cielo se iba cerrando cada vez más, seguramente la temperatura también iba en descenso, pero eso era algo que a Burke no le importunaba en lo más mínimo, no sabía si era una noche más helada que otra, simplemente eso pasaba a segundo término, aunque los ruidos nocturnos iban cediendo, alcanzó a escuchar un par de tacones a lo lejos. Se puso de pie, mientras se cubría con el abrigo que llevaba más de adorno que por las heladas. Fue fácil identificar a la presa que se adentraba a toda prisa por uno de los callejones, intentaba cubrir su desnudez mientras se iba amarrando el corsé, aunque eso fue algo que a Eichmann no le causó conmoción. Se acercó por la espalda de la mujer y al sujetarla de la cintura, apenas si le dio tiempo a exhalar el último aliento, antes de que sus colmillos se enterraran en su suave y nívea piel, absorbiendo cada porción de vida que existía en ella. Cuando el cuerpo dejó de luchar lo dejó caer en el piso, se sentía con mucho más fuerza que antes. Cargó el cadáver hasta uno de los botes de basura y al echarlo, prendió fuego, a nadie le importaría saber el motivo de aquello, menos cuando el frío azotaba con fuerza.

Un olor peculiar inundó sus fosas nasales y se mantuvo alerta mientras caminaba un poco más hacia los comercios del lugar, no era de los que huía, se quedaba ahí, para burlarse del hecho de que nadie podía hacerle nada, lo disfrutaba en demasía.

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