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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Oleg Borodin Miér Mar 16, 2016 12:17 am


“You're getting older, and you'll see that life isn't like your fairy tales. The world is a cruel place. And you'll learn that, even if it hurts.”
— Pan’s Labyrinth


Pasaba de media noche. La residencia Borodin estaba sumida en un silencio apenas roto por las ramas de los árboles que la rodeaban, mismas que se mecían al compás del tranquilo viento. En penumbra, la espigada figura de Oleg estaba postrada en una vieja silla digna del Palacio de Invierno de los Romanov, tapizada en azul y de molduras oscuras como su expresión esa velada. En una mano tenía un vaso con un vodka que había traído desde su helada tierra, y la otra se movía impaciente en el descansabrazo. Su mirada era insondable, pero auguraba terribles destinos para quien se entrometiera en su camino. Parecía como si estuviera maquinando el fin del mundo en ese mismo instante, mientras miraba un punto fijo en el suelo, donde una luz tenue se colaba desde el exterior.

Sólo hasta que escuchó el crujir de unos goznes, estiró el cuello, alzó el rostro y prestó atención. El sonido hubiera pasado desapercibido para cualquiera, pero no para él y sus habilidades de cambiante. Después vinieron un par de pasos ligeros, felinos y finalmente, la inconfundible presencia. En cuanto supo que era prudente, se puso de pie, envuelto en sombras, con el vaso en una mano y el semblante temible.

Evgeniya —pronunció como sólo él pronunciaba ese nombre. Siempre que la llamaba así parecía que quería decir otra cosa: veneno o vergüenza, ira o venganza. Clavó los ojos claros que brillaron como berilio en la oscuridad y dio un paso al frente—. ¿Dónde demonios te habías metido? —Esta vez su voz fue más rauda y clara como un río que corre debajo de una gruesa capa de hielo, y como éste, igual de mortal.

Se quedó unos segundos plantado donde estaba. De aquel modo, resultaba imposible adivinar qué expresión vestía su rostro de rasgos finos; dignos de un emperador. Salvó la distancia luego y de ese modo, el juego de las luces exteriores iluminaron su faz.

Para mí desgracia, Evgeniya, tengo que cuidar de ti. Me lo pones muy complicado si sigues escapando así —continuó. Sus palabras fueron esas, pero detrás escondía mucho enojo y mucha frustración. Sus intentos de imponer disciplina habían sido fútiles desde el día uno y no tener el control lo porfiaba como ninguna otra cosa.

La paciencia no era otra de sus virtudes y sus alumnos lo sabían muy bien. Estudiar con Oleg era un privilegio, pues era un entendido completo de su materia, sin embargo, se pagaba un precio muy alto: el de deshacerse de la dignidad, pues el ruso era experto de destruirte con una sola palabra si así se lo proponía.

¿Y bien? —Sonó calmado, pero dejó el vaso de vodka en una mesita con tanta fuerza que estaba claro que no lo estaba—. ¿Dónde estabas? —Volvió a dar un par de pasos, acercándose cada vez de manera más peligrosa a la chica—. Evgeniya, al parecer no has aprendido cuál es tu lugar y lo que se espera de ti. Insistes en machar un honorable apellido como el tuyo, y me quieres llevar entre las patas a mí —conforme el discurso fue avanzando, la voz se fue endureciendo. La mirada también se tornó más calcinante. Todo en Oleg se volvió más torvo.

Para alguien como él, el nombre familiar lo era todo. O gran parte del todo. El honor, la reputación, el abolengo. No cabía en su cabeza cómo a alguien como la chica podía no importarle. Alguien que como él, provenía de senda línea sanguínea. Con tradición, con costumbres que preservar. Y todo en ella lo irritaba. Todo. Su constante deseo de desafiarlo, y desafiar toda norma. Su impertinencia. Su tino para molestarlo. Su ojos y su cara. Su arrojado deseo de vivir y experimentar. Esa pasión… todo.

Cerró los puños muy fuerte hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Molesto con ella y esas horas de arribar a la casa. Pero también con la situación entera en la que se había metido por una vieja deuda que ni siquiera era suya. Por fidelidad a su padre, y a los padres Evgeniya.


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Mensaje por Malka Shtisel Dom Mar 20, 2016 12:09 am

“Curiosity is, in great and generous minds,
the first passion and the last.”
― Samuel Johnson, Works of Samuel Johnson









Correr, brincar de una rama a otra, explorar los rincones mas recónditos de la ciudad, aquello que solo podía experimentar de esta forma, esa que portaba con orgullo, la herencia que su madre le había dejado, su único recuerdo.

Perdió el sentido del tiempo estando sobre aquel puente cercano a la plaza Tertre, y de no ser por la vieja mujer que a punta de palos la quitó de su camino, no hubiera caído en cuenta de que la noche estaba cayendo sobre París. Corrió lo mas rápido que pudo, como si su vida dependiera de ello, y retomó el camino que la llevara al que ahora era su hogar.

No avisó a Oleg de que saldría –jamás lo hacía- no tenía ese tipo de consideraciones con él ¿qué le debía?... a cierto, seguridad, techo, comida. Estando sobre aquel árbol que custodiaba la entrada trasera de la mansión, se reprochó por tal pensamiento. Oleg sin duda no era la persona mas cordial, atenta, divertida o si quiera cariñosa que conociera, pero de no ser por él, Eve no tendría futuro, ni siquiera un presente.

Se deslizó a hurtadillas por la pequeña apertura de la ventana y finalmente, logró entrar a la cocina de la casa. Aquella mansión tenía cierto toque lúgubre pero elegante, algo que la hacia resaltar del resto, quizás la lejanía del sendero y la soledad en la que se erguía, o quizás la arquitectura de la misma; fuese lo que fuese, eran las noches despejadas, donde la luna brillaba mas en lo alto del cielo, que los ventanales de la casa refulgían bajo el toque de los rayos plateados.

El piso de madera crujió bajo los ligeros pasos, el peso no era mucho, pero los años que el inmueble cargaba si. Los ojos verdes brillaron enrarecidos y el oído se aguzó, se quedó quieta unos segundos y después continuó. Sabía que Oleg no estaba dormido aún, pero jamás se esperó que este siguiera despierto, esperándola.

Se paró en seco cuando escuchó su voz, había logrado recorrer a penas si la mitad del camino hacia la escalinata principal y de ahí a la seguridad de su cuarto, cuando la voz grave pronunció su nombre, como odiaba la manera en que lo hacía. Ahora no podía fingir demencia, ignorar aquel llamado estaba descartado; sus pasos cambiaron el rumbo hacia aquella sala de estar con la chimenea apagada. ―¿Dónde demonios te habías metido?. Apareció en el marco de la puerta, cautelosa de cualquier movimiento, a penas si se lograba distinguir la figura de la cual provenía aquel reclamo; dio unos cuantos pasos al frente mientras sus ojos bailoteaban por la habitación ¿dónde había quedado?

—Para mí desgracia, Evgeniya, tengo que cuidar de ti. Me lo pones muy complicado si sigues escapando así se paró en seco solo para resoplar, un sonido quedo similar al de un gruñido leve ¿para su desgracia? Él no era el único inconforme con aquella situación ¿acaso ella había pedido aquel encierro? No, si por ella fuera, hubiera seguido a a sus padres de cerca, pero nunca le dieron esa opción.

La siguiente pregunta ya no le dio opción a continuar en silencio, la luz de luna que entraba por la ventana iluminaba todo el centro de la habitación, dejando solo las orillas en penumbras, en el lateral derecho, pegado al marco de entrada, había un perchero con dos batas de algodón, Eve se dedicaba a dejar regada ropa de este estilo por la casa, Oleg odiaba el desorden. A mitad de la siguiente linea de reprimenda, cambio de forma ―Pero ya estoy aquí ¿no es cierto? - tomó una de las batas y se la colocó antes de salir y quedar expuesta ante el cambiante. Odiaba la manera en la que siempre la hacia sentir como la peor hija que sus padres pudieron tener, su padre jamás le limitó, estaba consciente de que no podía ¿por qué Oleg insistía tanto en ello? ¿por qué hacer mas grande la herida? ―No tenías porque quedarte despierto hasta tarde por mi, aunque aprecio el gesto - se amarró el listón grueso en la cintura fijando la bata par que no se abriera.

―Sabes que no debes recortar tus horas de sueño, a tu edad no es nada prudente - una sonrisa infantil se asomó en sus labios, aquella era su arma, desquiciar al cambiante era una forma de mantenerse cuerda ella.



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Mensaje por Oleg Borodin Miér Abr 06, 2016 4:48 pm


“All cruelty springs from weakness.”
― Seneca


Cerró lentamente los ojos. Con Evgeniya no tenía que contar hasta diez, sino hasta cien, hasta mil, a un millón. Si Oleg era una persona de temperamento corto, con la chica esto simplemente se potenciaba. Como si ambos fueran factores de combustión, imposibilitados para convivir y que inevitablemente ha de crear una explosión. Siempre tenía una respuesta, un pretexto, una palabra. Simplemente no podía quedarse callada.

Abrió los ojos de golpe. La vio ahí, entre las sombras y la poca luz que entraba desde el exterior. De aquel modo sus rasgos se acentuaban. Podía detestarla, detestar su compañía, el cómo arruinó los planes de su vida —que se resumían en estar solo—, pero sencillamente no podía negar lo innegable. Tenía ojos y sentido común. Evgeniya era hermosa y la odio aún más por eso. Soltó el aire contenido en los pulmones por sus fosas nasales dilatadas, aún luchando contra un instinto asesino que reprimía muy bien la mayoría del tiempo. Después de todo, ante el mundo, era el correcto profesor Borodin.

La sonrisa burlona de su acompañante fue el interruptor que lo hizo reaccionar.

Palabras valientes para alguien con un afán incansable de desafiar a sus mayores —sonrió de lado, aunque en sus ojos seguía chispeando la furia. La siguió con la mirada. Era posible que no tuviera idea de cuán enojado estaba realmente, sino, no haría todo lo que estaba haciendo, provocándolo adrede. La tomó con fuerza de la muñeca, de la misma mano con la que tan sólo unos segundos antes se estaba poniendo la bata. Odiaba su desorden. No sabía cómo una sola persona era capaz de tal caos.

Quizá… —la haló con fuerza. Nada de la usual sutileza y elegancia que lo caracterizaba quedó en ese movimiento—, quizá deba ponerte castigos más severos. ¿Dónde demonios te habías metido? Me vas a responder ahora mismo —para Oleg todo era imagen, lo que proyectaba al mundo y en ese instante se desbarató con una facilidad que daba miedo. Era raro que perdiera la compostura aún cuando lograran sacarlo de quicio, sin embargo Evgeniya parecía empecinada de en verlo así, fuera de sí.

Nunca, en sus años de convivencia, le había levantado la mano. Jamás. Gritos e insultos eran comunes, pero no las agresiones físicas. En ese instante, por una brevedad, pareció que eso iba a cambiar y Oleg mismo pudo percatarse de ello. Dio un paso hacia atrás, soltándola, interponiendo la barrera de la distancia entre ambos. Se peinó el cabello, que tras el jaloneo, se había salido de su lugar. Respiró profundamente para tranquilizarse.

¿Dónde habías estado? —Repitió, ¡cómo odiaba no obtener respuestas! Hizo una pausa significativa en cada una de las palabras. Era como si le advirtiera que no volviera a pasarse de lista con él—. Si un día te sucede algo, créeme, no estaré triste, pero deberé dar explicaciones. ¿Entiendes el dilema en el que me pones? —Poco a poco regresó a ser el usual Oleg, contenido, educado, refinado de modales.

Le dio la espalda, caminó hasta donde la botella de vodka descansaba y volvió a servirse. Tardó algunos segundos en volver a reaccionar. Estuvo ahí, en la oscuridad, dando sorbos a su vaso hasta que se giró. La miró, exigiendo una respuesta.


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Mensaje por Malka Shtisel Dom Mayo 01, 2016 1:07 am


“Confrontation is better than assumptions.”
― Sunday Adelaja











Lucha de egos, quizás eso definía a la perfección la relación entre ambos, solo que Eve lo hacía mas a manera de diversión que realmente por querer mostrar un punto. Satisfecha de haberlo sacado de sus cabales, si tuviera una lista de tareas diarias, molestar a Oleg la encabezaría, y sería la primera que tacharía al despertar, ya que aparentemente el simple hecho de saberla viviendo bajo su techo, lograba exasperarlo a puntos desmedidos.

Oleg era fuego, ella agua; él era frío y ella eterna primavera, condenados a extinguirse en la mera presencia del otro ―Solo lo hago para que no te oxides, velo como un favor hacia tu salud, si no fuera por mi, hubieras echado raíces en cualquiera de tus sillas, probablemente en la de la biblioteca, además ¿no es así como son tus alumnos? - otro punto intocable, el trabajo de Oleg, algo a lo que Eve no le veía sentido de ser ¿por que mantener el trabajo fuera de las pocas conversaciones que mantenían? ah cierto, por privacidad.

La sonrisa en su cara desapareció, era común que Oleg perdiera los estribos con ella, por mas que intentara controlarse, siempre había un punto de quiebre, jamás le había puesto la mano encima, no tenía derecho, pero como su tutor, los tratos rudos y regaños eran cosas permisibles. Evgeniya lo miró con seriedad, la mandíbula se tensó ¿por fin había logrado desquebrajar toda la cordura del profesor?, por un momento, sintió miedo de la mirada encolerizada de Oleg, quizá, solo quizá, no lo conocía tan bien como ella creía.

Se sorprendió a si misma imposibilitada para hablar, en el tiempo que tenía viviendo con Oleg, nunca lo había visto fuera de si, jugar con su paciencia era un arma de dos filos, sabía perfectamente de lo que era capaz, a pesar de que casi nunca se transformaba, él era como ella, ese era un enfrentamiento que realmente no quería provocar. Dio un paso hacia atrás en cuanto él la soltó, tenía la garganta seca, aquella escena le erizó el vello del cuerpo.

Por instinto, se llevó la mano que había estado aprisionada hacia el pecho, sobándose la muñeca con la mano contraria, la piel le ardía, le punzaba y, seguramente, estaría con hebras rojizas imitando los dedos del cambiante.

―¿Para que quieres saber? - le respondió con otra pregunta, algo que sabía perfectamente le molestaba, ella no aprendía, no se detenía. ―¿Explicaciones? - frunció el ceño con duda y molestia ―Y exactamente ¿a quien se las darás? te recuerdo que si aún sigo aquí, es porque probablemente, mis padres estén... - el volumen de su voz se incrementó, hasta el punto en que las últimas palabras fueron mas un chillido, la voz se quebró, como odiaba ser vulnerable delante de él. Aprovecho la distancia y el hecho de que estaba de espaldas a ella para recuperar la compostura, para deshacer el nudo en la garganta que, por mas que pasaba saliva, se empeñaba en continuar obstruyendo el paso de aire y la salida de palabras.

―Si sigues bebiendo de esa manera... - allí estaba nuevamente, el reto hiriente, la actitud temeraria. Pronto, la imagen de su padre el día que la dejó con Oleg vino a su mente, él confiaba, si la dejó allí es porque sabía que estaba en buenas manos ―Fui al cementerio - no mentía, hace cinco años, sus hermanos fallecieron, no estaba en su natal Ucrania para ir a brindarles su respeto hincada sobre su tumba, así que lo hacía frente a lápidas de desconocidos. Su mirada se dirigió al ventanal que dejaba entrar la luz plateada de luna, de pronto, ya no se sentía con ganas de pelear.


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Mensaje por Oleg Borodin Miér Jun 01, 2016 9:16 pm


“Unfortunately, the further you run from your sins, the more exhausted you are when they catch up with you... and they do.”


Aunque su desprecio por la chica se sentía con la misma intensidad que mil soles, verle el miedo en la mirada en verdad lo descolocó. Por ello tuvo que dar media vuelta, porque no lo soportó. En un plano superficial, la idea del correcto profesor Borodin perdiendo la compostura de ese modo le incomodó de sobremanera; pero de un modo más profundo, sintió verdadero desprecio por su comportamiento, por haber lastimado a Evgeniya, por descabellado que sonara. La escuchó, insolente a pesar de todo y admiró su tenacidad aunque no lo suficiente como para hacerla merecedora de un indulto.

Al girarse una vez más, la vio ahí, impertinente y herida y no supo qué sentir. Si un profundo, rancio y avasallador odio, o la ruptura que en su alma se había producido tras el exabrupto. ¡Todavía tenía una! Al menos, el penoso acontecimiento se lo recordaba.

No lo sabemos — la cortó pero no dijo más. A pesar de su crueldad, ni siquiera él tenía corazón para decirle que muy probablemente sus teorías estuvieran en lo correcto respecto al destino de sus padres. No sabía nada de ellos desde que la habían dejado ahí. Él, como fiel guardián de un secreto que unía a ambas familias, resguardaba a la que probablemente era la última de su estirpe. Así como él lo era también. Tensó la mandíbula y apretó los puños como si quisiera hacer algo, pero no lograra concretar nada; de tal modo y con tanta fuerza que casi rompe el vaso que sostenía con los restos del vodka.

Oh, por el amor de… —iba de nuevo a atacar. ¿Es que acaso no sabía cuándo callarse? Le pareció absurdo que ella se atreviera a mencionar su forma de beber cuando la propia chica no obedecía ninguna de sus órdenes. No obstante, se calló al escuchar finalmente la respuesta que con tanto ahínco estaba buscando.

Alzó el mentón y la miró con ojos desdeñosos. Dejó con calma, y sin dejar de observarla, el vaso en un mueble cercano. ¿Culpa? Quizá, sintió una punzada desagradable en el pecho que tal vez, en verdad, fuera culpa. Porque insistió tanto, porque presionó tanto esa herida que ahora que comenzaba a manar sangre, ya no le gustó.

Evgeniya —su forma de pronunciar ese nombre siguió siendo la misma. Como un grito de guerra o un rezo en la oscuridad; sin embargo, en esta ocasión, un matiz de empatía brilló ahí, entre las letras y el movimiento de los labios al dejar escapar ese nombre. Quizá fue diminuto y fugaz, pero era tan raro escucharlo en Oleg que no podía simplemente pasarse por alto—. No deberías —carraspeó porque en realidad no tenía idea de cómo continuar.

Una y otra vez, esa maldita chica le ponía el pie. Para sus planes, para hablar esa noche, para todo. Se relamió los labios que le supieron a licor ruso, a destilado de grano.

¿A qué vas? Ellos no están ahí. Te arriesgas demasiado. Mi compromiso fue protegerte, eso hago, pero no me dejas —el discurso fue el mismo, sin embargo, el tono fue más calmado. La tranquilidad en ella, la repentina melancolía, logró calmarlo a él también. Se acercó con largas zancadas y dudó en tocarla, por cómo lo había hecho la última vez tan sólo hace unos segundos. Pero al final lo hizo, la tomó por ambos hombros—. Flagelarte no te servirá de nada. De todos modos creo que no puedo atarte, lo he intentado, Dios sabe que lo he hecho. Te he castigado, te regañado, lo he intentado todo, y eso no parece detenerte. A la otra que quieras salir, sólo dime y enviaré a alguien contigo —sabía muy bien que eso no iba a funcionar. Que si no se trataba de escaparse y escabullirse, eso no servía para Evgeniya.


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Mensaje por Malka Shtisel Miér Jul 13, 2016 8:23 pm

“A single day is enough
to make us a little larger or,
another time, a little smaller.”
― Paul Klee















Desvió la mirada, por un breve instante, aquel momento pareció congelarse dandole plena vista de lo que parecía ser ¿ternura? ¿arrepentimiento? ¿comprensión? fuese lo que hubiese sido, de lo cual estaba segura no eran ninguna de las anteriores, no podía soportar con la mirada lastimera y el reproche que se venía. El nudo en su garganta se hizo cada vez mas grande al punto de casi bloquear la entrada de aire, tensó la mandíbula y apretó las manos en puño ―¡Por el amor de Dios Evgeniya, no frente a él! - reprimió las lágrimas que pujaban por salir, odiaba que le tuvieran lástima, inclusive, odiaba sentir lástima de si misma y de todas las personas en el mundo, no podía permitirse el lujo de entregarle armas a aquel que con una sola mirada podía cambiar todo su mundo.

Le escuchó pronunciar su nombre de esa manera a la cual estaba tan acostumbrada, sin embargo, supo que el ligero atisbo en la mirada previa no fue su imaginación.

Mantuvo el rostro inclinado y los ojos cerrados, no quería escucharle, no quería reprimendas, regaños, sermones, quería... lo que quería él no se lo daría, aunque solo quisiera que viniera de él ¿por que? por que a pesar de las maneras, de la constante lucha en la que ambos se ponían, ella... ella... no tenía caso si quiera pensar en eso.

Se mantuvo en silencio, no quería hablar y realmente, no se creía capaz de hacerlo, ni siquiera tuvo la fuerza suficiente para retobar aquello que le decía, para sacar el coraje de siempre y gritarle que eso hacía la gente normal con corazón y sentimientos, y que claro que sabía que no estaban allí, sus hermanos estaban en Ucrania, o al menos las partes que los cazadores dejaron de ellos, y de esas partes, estaba segura que ya no había nada mas que polvo. Pero no fue capaz de responder, no fué capaz de ser como ella era delante de él.

Entonces sintió sus pesadas manos sobre sus hombros, lo escuchó hablar con ese tono neutro tan extraño y único en él, ese fue su punto de quiebre, encogió los hombros como si acabase de recibir un golpe o la amenaza de este y cerró los ojos, no pudo contenerlas más, dejando que las lágrimas corrieran quedas por su mejilla ―¿No crees que lo sé? - su voz se quebraba con cada palabra ―El hecho de que ellos no están allí, de que mamá y papá quizá no regresen... - se atrevió a alzar la vista, las lágrimas solo rodaban por sus mejillas, ella no sollozaba, no hacía un drama de ello ―...o que no estoy consciente de lo mucho que te esfuerzas, de lo mucho que lo intentas, y-yo... - pasó saliva y agachó la mirada ―Lo agradezco, en verdad lo hago, y se que no lo parece, nada parece ser como debería... - se llevó los brazos a la altura del pecho para abrazarse a si misma, sentía que las piezas de su pecho se romperían en mil pedazos si no lo hacía.


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Mensaje por Oleg Borodin Dom Jul 24, 2016 11:02 pm


“We are more severe judges of our own acts... We judge our thoughts, our intents, our secret curses, our secret hates, not only our acts.”
― Anaïs Nin, A Spy in the House of Love


Nunca había sido bueno para consolar. Todo lo contrario, encontraba deleite en romper sueños e ilusiones. Por ello era temido como profesor, pero respetado también. Oleg no se tentaba el corazón para dar una opinión, ¿es que acaso tenía uno? Las palabras y verdades fluían de él como la sangre en sus venas. Era natural. No, no era bueno consolando, pero ahora que frente a sus ojos, Evgeniya se quebraba de ese modo, deseaba ser mejor en ello.

Tampoco era bueno ante lágrimas ajenas. Nunca sabía qué hacer, cómo reaccionar o qué decir. Tensó la mandíbula y desvió la mirada. Lo más fácil hubiera sido dejarla ahí, largarse, no mirar atrás, sin embargo, no pudo. No pudo, una fuerza superior y terrible lo ancló ahí, a ese punto donde ella sollozaba por su familia. Y aunque la creencia popular era que el profesor Borodin no tenía corazón, la realidad era distinta. Tenía uno, tan herido y tan remendado como el del resto. Y por ello mismo, porque ya había sufrido muchos golpes, no lo exponía. Pero era por eso, que podía entender a la chica.

Se sentía tan estúpido cuando se encontraba extrañando a sus padres, tan desamparado. Tan humano que odiaba eso.

Observó a Evgeniya, la observó como si se tratara de un ser extraño, ajeno a su realidad. No sabía qué hacer. Dio un suspiro, que amenazó con convertirse en quejido. En gruñido como el del irbis en el que se transformaba. Sin pensarlo más, porque si lo hacía, terminaría por irse de ese lugar, rodeó a la joven con sus brazos. La abrazó con fuerza y la llevó contra su pecho. Le acarició el cabello. Siempre que ella pasaba cerca, él podía apreciar el perfume que desprendía, algo salvaje, como la hiedra, como ella; pero ahora… ahora lo sentía de cerca, lo golpeaba de frente como un puñetazo directo a la cara, y como tal, lo dejaba sangrando. Y como si el dolor de ese hecho imaginario fuera real, se aferró más a ella. No era bueno consolando con palabras, esperaba que esto diera mejores resultados.

En ese acto, trataba de sanarla, pero sanarse a sí mismo también. Esas heridas rancias que no mostraba. Quizá ahora que ella no veía, podía volverlas a sacar.

No dijo nada por un buen rato. Estuvo así, tratando de calmarla. Descansó una mejilla en la cabeza de Evgeniya y sin darse cuenta, comenzó a balancearse, como si la arrullara. Ya no la sentía llorar, ya no se estremecía, pero tenía miedo de soltarla. Sin embargo, su miedo era más respecto a él, que a ella. Cuando se sintió más seguro, lentamente fue aflojando el agarre hasta soltarla. Dio un paso hacia atrás.

¿Qué demonios había sucedido ahí?

Oleg no quería pensar mucho en eso. En cambio, aprovechó el momento de debilidad para tomarla del rostro con una mano. Acarició su pómulo con el pulgar, aún húmedo por las lágrimas y luego, la obligó a levantar el rostro. Tenía unos ojos hermosos; siempre lo había pensado.

Ve a descansar. Me encargaré de darte paz, de investigar lo que ha sucedido. Pronto todo será como debe ser —prometió, pero ni siquiera él, con toda esa arrogancia suya, estuvo seguro de ser capaz de cumplir con ello. Habló y actúo con una ternura que no mostraba a menudo. Era cruel, y con ella especialmente, pero no cuando ambos parecían estar heridos en el mismo sitio, por la misma arma.


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Mensaje por Malka Shtisel Miér Ago 10, 2016 10:05 pm

“The heart can get really cold
if all you've known is winter.”
― Benjamin Alire Sáenz, Last Night I Sang to the Monster
















Tenía la cabeza gacha, los ojos cerrados conn fuerza hasta que comenzaron a aparecer pequeños halos de luces de colores, le costaba trabajo respirar y llegó el punto donde se preguntaba si lo estaba haciendo realmente y que pasaría si de pronto dejara de hacerlo. Evgeniya era obstinada y rebelde como su madre y con una fortaleza y decisión como la de su padre; pero también era frágil, mas de lo que se permitía demostrar, debajo de aquella coraza inquebrantable, había un espíritu de niña que lo que mas extrañaba era la protección de los brazos de su padre y la tierna caricia de su madre.

Se forzó a contener las lágrimas, solo algunas rodaron pos sus blancas mejillas... hasta que él la abrazó. La confusión, el sobresalto y la duda la embargaron, se petrificó debajo de aquella cálida muestra de cariño ¿cariño? ¿eso era? ahora no tenía cabeza para detenerse a pensar en ello.

Todo su cuerpo se relajó, comenzó a temblar ligeramente en convulsiones que iban y venían cada que la respiración se cortaba entre los sollozos, se despojó completamente de la armadura protectora, se dejó llevar por el sentimiento y se refugio en el pecho de Oleg, el sonido del corazón latiendo en su interior; aquel tum tum ta, aquel aroma único, de pronto, ya no sentía esa opresión en el pecho. Oleg se había encargado de mantener las piezas unidas.

A medida que los brazos del cambiante se ceñían a su alrededor, los de ella se deslizaban hasta que lo rodeó completamente, se aferró al momento, se aferró a él ¿que estaba pasando? su corazón se aceleraba a momentos cada que era consciente de la posición en la que estaba, pero la seguridad que le brindaba Oleg en ese momento le hacían olvidar cualquier pensamiento.

Pronto, los espasmos fueron parando, los sollozos comenzaron a desaparecer, sin embargo ella se quedó allí prendida de su infierno personal. Se dio cuenta que todo sentimiento que negaba en cuanto al profesor, era todo lo contrario.

A pesar de no querer separarse, no opuso resistencia cuando Oleg se alejó y tomó su rostro entre sus manos para forzarla a mirarle. Lo notó, ese destello fugaz en su mirada, su corazón dio un vuelco, de pronto todo aquello que la atormentaba se esfumó únicamente por fijar la mirada en aquella tan profunda y enigmática ―Gr-gracias... - sus manos aun se aferraban a la cintura del cambiante, arrugando aquel saco de lana. Se quedó de pie, frente a él, por unos cuantos segundos mas, mirando directo a lo que parecía ser el origen de su paz y tormento.

Titubeó, se avergonzó cuando fue consciente de aquella calidez que surgía de su pecho, lo soltó de inmediato y dio paso hacia atrás ―Y-yo... yo iré a mi habitación - agachó nuevamente la mirada, obligándose a desprenderse de aquella caricia tan peculiar. Giró sobre sus talones dispuesta a retirarse, pero algo la haló, no puso continuar y se cuestiono que era lo que realmente hacía ―¿Oleg? - giró nuevamente hasta toparse con esa imagen impoluta ―¿Puedo quedarme contigo? - estiró la mano hasta tomar la ajena, una súplica quizá nacida del momento, pero la realidad era, que Eve no quería estar sola.


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Mensaje por Oleg Borodin Mar Ago 23, 2016 10:03 pm


“You are so brave and quiet I forget you are suffering.”
― Ernest Hemingway


Quizá porque estaba más herido que cualquier otro hombre, era que Oleg se comportaba así. Como el dueño del jodido mundo, y su porte ayudaba a dar esa sensación, porque cuando entraba a una habitación, simplemente se apoderaba de ella y de todo lo que contuviera, objetos y personas por igual. Se trataba de alguien que como un enigma, es absoluto y atrayente, pero peligroso y silencioso también. El regalo que le estaba dando a Evgeniya era como ningún otro, se estaba mostrando como era, ¿ella comprendería? Y si lo hacía, ¿sabría apreciarlo? En ese momento no supo por qué quería que así fuera, que esa velada que comenzó como cualquier otra entre ambos —peleando e insultándose— ahora fuera un parteaguas en la vida de la chica. Lo era para él y le apenaba admitirlo.

Le dio un beso en la frente y asintió cuando ella anunció que iría a su habitación, era lo más sensato. Él también necesitaba descansar. Sin embargo, no se movió de su sitio, como si quisiera comprobar que Evgeniya llegaba con bien hasta su recámara. Antes de poder hacer otra cosa, estiró la mano como quien quiere aferrarse a lo único bueno que tiene en la vida y lo araña con la punta de los dedos; está a punto de escaparse y simplemente no puede permitirlo. La alcanzó y ella se giró para verlo nuevamente. Ahora que estaban así, se dio cuenta de la estupidez que había cometido, pues a partir de ese momento, no tenía qué hacer. ¿Qué esperaba? Oleg no era un hombre que improvisara.

Sin embargo, aunque su rostro fue impávido, supuso que sus ojos reflejaban demasiado de lo que estaba sintiendo en ese momento. Los estragos de sus actos como la devastación que deja una tormenta. Y supuso, también, que ella lo habría notado, a un nivel quizá subconsciente, pero, una vez más, tenía que ser Evgeniya quien llegara al rescate. Estaba comenzando a cansarse de que así fuera; era demasiado poder para una persona. Quizá no era el más hábil en cuanto a interacción humana, ni le interesaba, pero había leído suficiente como para saber sólo antes quiénes te muestras así de débil, sabiendo que no van a herirte. Giró el rostro y escuchó la petición.

Frunció el ceño y regresó su atención a ella. Tan hermosa y tan frágil, aunque la mayoría del tiempo no lo demostrara. Tal vez era eso, que había sido fuerte por demasiado tiempo, y la admiró, cosa que reflejó al apretar un poco más la mano ajena que sostenía.

Claro —entonces respondió con circunspección, como si no hubiera otra respuesta posible—. Sólo, procura no ser demasiado molesta —aunque regresaba un poco a su dinámica habitual, sonrió de lado, y no la soltó. No quería hacerlo, ni ahora ni nunca, porque no sabía cuándo iba a volver a mostrarse de este modo. Cuándo volvería a quitarse el apósito de sus heridas y mostrarlas de aquel modo. Sin palabras, a pesar de que él las conocía todas. Esta era la verdadera habilidad a la que los escritores aspiraban, decirlo todo, con el mínimo recurso.

La haló para que lo siguiera a través de la estancia en penumbra y rumbo a las escaleras. El vaso de vodka se quedó en el mismo sitio donde lo había dejado, reflectando la luz de la luna que, indiscreta, se colaba por las ventanas de molduras negras.

Como antes, Oleg no tenía idea de qué hacer, ni de cómo improvisar. Iba a ser tarea de Evgeniya a partir de ese momento. La perspectiva no le gustó del todo, no a esa parte de él que era el profesor Borodin, encargado de atormentar a la pobre chica, así como de resguardarla. Pero dentro, se dijo, que si iba a conferir su vida en alguien, resultaba que ella era la mejor para esa empresa.


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Mensaje por Malka Shtisel Vie Sep 09, 2016 10:52 pm

“Never give a person a piece of your mind
when all you really wanted to do
was give them a piece of your heart.”
― Shannon L. Alder


















Aquella pregunta en realidad no esperaba ser respondida, fue dicha por mero impulso, como un salvavidas que es lanzado a mitad del mar esperando a alguien que quiera ser rescatado. Evgeniya no quería nada, pero esperaba todo.

Su sorpresa comenzó cuando aquella mano cálida se aferró a la suya, presionó con un poco mas fuerza solo para convencerse de que era real. En lo que llevaba de conocerlo nunca había visto esta faceta, Oleg no era de fingir, de mentir, por lo que supo que sus reacciones por extrañas y fuera de lugar que parecieran, eran sinceras.

El corazón le dio un vuelco dentro del pecho cuando lo escuchó asentir a su petición ¿como era posible que alguien que la repudiaba, que ella misma creía insoportable, causara ese tipo de reacción en ella? quizá porque solamente se había hecho creer todo eso. Durante años solo supo hacer y vivir por un objetivo dentro de aquella casa, desquiciar a Oleg Borodin, pero que pasaba cuando aquello terminaba en tela de juicio cercano a no ser otra cosa que una falacia, un simple hito necesario para mantener la cordura... Evgeniya estaba a punto de descubrirlo.

La mirada estaba clavada en ambas manos entrelazadas, aferrado el uno al otro como si fuese lo único que no se desmoronaría entre aquel mar de confusion ¿habría estado Oleg bebiendo de mas? imposible, nunca se sobrepasaba ¿quería buscar la manera de deshacerse de ella y ser amable era solo una fachada? no, Oleg era la seriedad andante, jamás se prestaría a ese tipo de juegos irracionales ¿estaba siendo tierno solo porque, realmente quería? elevó la vista justo en el momento de aquella sátira al buen momento, sin embargo, no lo quebrantó, la sonrisa, la mirada, la calidez que emanaban le afirmaron que aquel era el pensamiento correcto y no estaba ella en ninguna posición de ser inquisitiva sobre el porque el repentino cambio -y realmente, no tenía intenciones de hacerlo y arruinarlo-

Le sonrió de vuelta, con la confusion escondida en la ansiedad y nerviosismo ―No puedo prometerte mucho - contesto, pero aquella respuesta era diferente a todas las que en algún momento había dado, no había sarcasmo ni egocentrismo, no tenía tono engreído ni de riña; esta vez era sincero, jovial ¿seductor?. La cambiante era un manojo de emociones que no sabía controlar, por una parte, la rabia y la tristeza por lo que a su familia refería, por otro, la confusion del momento aunado a la molestia interna por notas hasta ahora que todas esas provocaciones eran solo su manera de hacer que la notara.

Se dejó llevar, sin cuestionamientos ni oposiciones. Tembló ligeramente con el cambio de textura debajo de sus pies, de la cálida y suave alfombra de la sala, a la húmeda madera del pasillo y de las escalinatas ¿que era lo que planeaba? pudo sentir y escuchar el latido de su corazón desbocado en sus oídos ¿por que Oleg Borodin provocaba esto en ella? quiso culpar a la vulnerabilidad del momento sabiendo que solo pretendía seguir engañándose al respecto.

Una alfombra roja delgada y larga, cubría parte de la madera obscura que formaba el mezzanine al final de la escalera. cinco recámaras formaban aquel piso, dos de ellas ocupadas, separadas la una de la otra por metros de indiferencia. Oleg tenía la primer habitación con el pretexto tener que estar al tanto de todo lo que ocurriera, la habitación de Eve estaba al final del pasillo, así cada vez que ella entraba o salía, Oleg estaba enterado.

Sintió la duda, Oleg se mantuvo estático a mitad del mezzanine. Eve tomó con mayor fuerza su mano, quizá ella también debería de dudar ¿era acaso eso lo que la orillaba a actuar de esa manera? se adelantó, estiro la mano y giró la perilla. Quizá tentaba mucho a su suerte, invadir de esa manera el espacio personal del profesor a pesar de que él le había dado la pauta, solo esperaba no estar confundiendo las señales.

TEMA FINALIZADO


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