Mellisa Moriarty ID

-Edad: 25 años
-Especie: Humana
-Clase Social: Alta
-O. Sexual: Heterosexual
-Lugar de Origen: Paris, Francia

Mellisa tiene dificultad para poder hablar. No por enfermedad sino porque no sabe cómo comunicarse con un hombre, por ejemplo. Por su apariencia, puede parecer que tiene todas las de ganar, y así sería si no fuera tan cerrada hacia sí misma que no le permite confiar siquiera en sí misma. Tiene problemas de autocontrol en el ámbito de la violencia. Es sobreprotectora y por ello siempre tiende a pelearse y a manchar su vestido de algún tipo de barro o sustancia polvorienta que estropea su apariencia.

De pequeña, cuando tenía 8 años, fue poseída cuando fue de viaje con sus padres y sus hermanas. Un cura logro sacar el demonio a base de exorcismos pero después de aquello, un trastorno mental quedo en el alma de Mellisa. Esta cuerda, pero hay noches que le gusta simplemente rascarlas con las propias uñas hasta el límite de hacerse sangre en los dedos. Tiene cierta fobia a la sangre lo que le hace retraerse al curar a alguna de sus hermanas. Sus padres están ayudándola en lo que es comunicarse con otras personas, pero los demás no se le acercan pues temen salir heridos por algún pronto de Mellisa.

Tiende a quedarse en una esquina, cerca de una ventana, como si aquello le mantuviera serena de alguna manera. Debe ser el paisaje o debe ser lo que significa las ventanas, una vía de escape, posiblemente esté atrapada en alguna parte y este pidiendo a grito pulmón que alguien la rescate y no hay nadie que levante la vista.

Mellisa es mayor que Undine pero la tercera de todas las hermanas. El orden seria sus dos hermanas mayores, Mellisa, Undine, la gemela de Undine más otras tres hermanas menores.

El nacimiento de Mellisa fue el más sencillo de todos, según relataba la señora de la casa una vez que ya su cuerpo no daba más para más partos. Cuando aún eran pocos miembros en la familia, Mellisa parecía haber sido el fracaso o así se veía ella misma. Su madre, que se identificó con Mellisa cuando esta jugaba sola en el jardín, se preocupó y convenció a su esposo de que llevaran a un especialista sobre socialización a Mellisa, por allá en Estados Unidos. Cuando parecía que llegaron al continente estadounidense, en una noche Melissa fue poseída por lo que supuestamente solían llamar, el Diablo. Los síntomas fueron demasiado extraños como para poder ser ignorados.  Estando en una de las habitaciones  de aquel desconocido pero reconocido experto en “relaciones públicas” pareció que lo de las relaciones públicas lo llevo demasiado lejos, llevando a crear un pase hacia el cuerpo inocente de la joven que al final fue poseída por un demonio.

Los síntomas que notaron era que Mellisa no comía apenas, estaba escuchimizada, se levantaba de noche y se quedaba parada frente a la puerta de su habitación como si esperara a alguien, como si viera algo que el ojo humano no viera. Todo parecía raro hasta que una criolla grito en la mansión, despertando la curiosidad alarmante de todos llevándoles a la habitación de la joven que colgaba boca arriba contra el techo, con rostro demoniaco y deformado. La señora Moriarty grito y se desplomo en el suelo. El rostro de su hija no era el de siempre, era el del demonio. El “experto” avisó de inmediato a un experto brujo del cual logro sacar al demonio de la joven mediante un especifico exorcismo enoquiano. El mal rato pasó. El elemento maligno desapareció del cuerpo de la joven, dejándola expuesta como un cordero inocente.

Perlada de sudor, fue llevada al hospital de donde salió después de una semana en una cómoda cama de habitación. Pero desde entonces Mellisa no volvió a ser la misma. A su vuelta en Paris, Mellisa era humana, pero después de aquello se levantaba las noches a andar por los pasillos, rascaba las paredes, las golpeaba y se volvía a dormir. Siempre se quedaba en una esquina, siempre estaba sola y no hablaba con nadie. Sus padres iban a presentarla en sociedad pero un día antes Mellisa intentó suicidarse en su habitación, pero un sirviente la detuvo a tiempo.

Actualmente, está prometida con aquel joven que la salvó en Estados Unidos con aquel antiguo exorcismo. Mellisa se odia a si misma por tener que ser una carga para una persona como el joven que ahora cuida de ella al mismo tiempo que sus padres. Va algunos días de paseo a la playa del brazo de su prometido o pinta en su habitación sobre un lienzo en blanco, pero, ojalá ella pudiera taparse las marcas de intentos de suicidio que obran por todo el lienzo de su piel.