Volviéndote a ver, querida amiga. {Privado}

por **Baltazar Dragonitt** Dom Mar 20, 2016 5:47 pm

Dejó caer la pelota al césped, mientras sus aún jóvenes ojos visualizaron una figura de una niña enfrente de él pero alejada a unos cuantos metros, sonrío al verle, corriendo hacia ella al reconocerla, finalmente la volvía a ver después de hace días, era su mejor amiga, era de las pocas personas que podría hablar y que sus padres no se lo prohibiera, claro, ellos no lo sabían, si no, la hubieran alejado de ella, pero mientras tanto, apreciaría la noble amistad que ambos forjaron sin pensarlo. -Has venido…-La voz del niño se escuchó entusiasmado, claro que sí, porque la niña sí que jugaba con él y no lo miraba como el hijo del barón. Por eso y más cosas la quería, no por nada la nombro más que su mejor amiga, tal vez en secreto la nombro como su hermana, ella lo único que hizo fue decirle que lo siguiera a un lugar que encontró, no muy lejos de ahí. Baltazar pequeño volteo hacia atrás, viendo que nadie estaba vigilándolo, con una sonrisa traviesa regreso a verla y tomó su mano para salir disparados de ahí, riendo, gritando porque finalmente era libre, con ella, precisamente lo era. La pequeña dirigió al crio a un campo y como había dicho, no muy lejano de ahí; lo único que se apreciaba en esa zona era paz, tranquilidad y sobre todo era un campo abierto, donde los pequeños ojos del hijo del barón brillaron como nunca, de hecho en su corta vida había venido a estos terrenos y era lo más asombroso. Ese día ella lo reto a unas carreras, a decir verdad era pésimo Dragonitt en atentísimo, pero iba hacer cualquier cosa para ganar, porque se juró que una niña no lo dejaría en ridículo, cuando volteo a verle para decirle que él ganaría esta vez, ya no estaba, era como si hubiera desaparecido espantado la busco, gritando su nombre pero nada, comenzó a llorar y todo se volvía gris, todo era horripilante....

Despertó repentinamente sentándose en su cama, el sudor frio bajaba por los laterales del su rostro y sintiendo como su cuerpo de igual manera estaba impregnados de sudor, vaya con el sueño raro que tuvo esté día, fue, de verdad que fue un poco anormal. Hace tiempo que no soñaba con su vieja amiga, después de su última huida ya adolecentes, nunca lo volvieron hacer, tanto ella como él tuvieron que encargarse de un cargo que, la verdad no querían. Ella, siendo la reina de Italia y él, siendo el barón del país, pero tampoco era para hacerlo tan grande, sin pensarlo ellos se escapaban de sus deberes encontrándose en aquel campo con un frondoso y grande árbol, donde era su lugar, secreto, podríamos decirle, Baltazar siempre se burla de ella y le decía reina para hacerle enojar nada más, pero siempre la trato igual, como siempre, como amigos, nunca quiso lamerle los zapatos por ser alguien importante, primero porque le decía que no era necesario y otra porque no sabía cómo de otra forma verle, para él, siempre sería su mejor amiga, su hermana, pero después de varias meses después del nombramiento por parte de la reina, se alejaron finalmente, cortando cualquier lazo de amistad y la última vez que la vio, fue hace varios años atrás. -Sophia… -Susurró su nombre flexionando una de sus piernas y haciendo hacia atrás su cabello. – ¿Dónde estarás vieja amiga? Hace tiempo que no sé nada de ti ¿Me querrás decir algo a través de ese sueño? Vaya, que loco sería eso, mejor hago algo de provecho en vez de estar pensando tonterías. –río ante las palabras absurdas que el mismo menciono, hizo a un lado el cobertizo para ir al cuarto de baño y de ese modo empezar su día.

Al ser las seis de la tarde pidió que le preparara su caballo, una yegua de color oro, con un pelaje café, hermosa a decir verdad. Hoy deseaba pasear un poco después de tanto estrés, y con su prima pisándole los talones su paciencia estaba en 3% de perderle y gritarle, era mejor alejarse de ella lograr despejarse y así aclarar todos los malos entendidos. Cinco minutos después, finalmente montó a Samantha, cuyo nombre ya estaba puesto cuando lo compro, le queda, el nombre era hermoso pero el animal lo era más. -Vamos hermosa, es necesario que estires esas patas tan largas que tienes. –Le susurro a la yegua para hacer que camine. Comenzando una caminata agradable solo él, el viento y Samantha. Dejó que ella trotara donde ella quisiera, por las calles parisienas, por la playa, por la laguna hasta llegar a un lugar que solía venir, los campos y sembradíos, tal vez porque el recuerdo de su niñez estaba en un lugar como esté, acaricio el lomo de Sam, porque sin pensarlo la trajo aquí, aunque era el último sitio que deseaba llegar, pero si la yegua quiso, en la aceptara con gusto. De un salto se bajó de ella, viendo que sol se estaba ocultando por detrás las montañas. -Vaya tardamos mucho, pero que importa, no hay nadie esperando en casa, tampoco quiero ver la cara de pocos amigos de Zouleth, por su culpa estoy de un mal humor, mujeres, quien las entiende. –Musito, escuchando un relinchido por parte de la yegua. –Oye, pero tú eres diferente preciosa, tu eres hermosa, ella, ella no. –Le dio un beso, quitándole las rindas. –Ve, se libre yo aquí te estaré esperando, ¿de acuerdo?-Se alejó, viendo que ella corría rápidamente, era libre. Mientras que Baltazar se recostó en un árbol mediano, donde recargo su cabeza, acomodándose a su gusto cerró los ojos, dejándose llevar por el cansancio y volviendo a soñar con ella, con esa niña divertida que hacía que se escapara. Con Sophia.