AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Shit out the past [Micky]
2 participantes
Página 1 de 1.
Shit out the past [Micky]
Estaba de pie en la penumbra de la desierta entrada de una tienda de armamento contra sobrenaturales, intentando disimular interés en la vidriera mientras me enfocaba en escuchar las conversaciones que surgían dentro. “Imara Finnegan” para ellos, la hija prodigiosa de un conocido grupo de cazadores. Por lo que los años me habían advertido, era inusual ver a cazadores en pandillas, ellos se la daban de solitarios y bueno, yo los comprendía, al menos para mí, estar sola era una gran ventaja. Me daba tiempo de pensar, bueno, o algo similar a eso. Veía los pasos de mis “compañeros” y los mataba cuando así tenía la oportunidad, sin dejar rastro, acudiendo siempre a la proeza de los no humanos. ¡Era tan divertido! Hacía poco tiempo había podido sentir el crujir de los huesos de uno de los más allegados amigos de mi progenitor. Casi no pude disimular cómo me tenté de la risa cuando un licántropo le saltó arriba. Todos lo vimos, no obstante, yo vi más. Se podría haber salvado, aún respiraba cuando se desmayó, sin embargo, un ligero empuje contra las piedras y su columna terminó por quebrarse. Ahora estaba en la expedición de algún cazador más al cual disfrutar. Mi lema era “poco a poco”, realmente me quedaban muchos años de vida como para desperdiciar tan rápido una venganza. De todos modos sentía la piel hirviendo, la necesidad de sentir el sexo recorrer mi figura estaba indudablemente a rajatabla en mis deseos. Mordí mis labios un par de veces. Sabía que con una sola mirada podía hacer que esos dos idiotas cayeran a mi cama. Pero claro, no podía matarlos así de simple, era demasiado sospechoso y los tríos, los tríos no se me daban tan bien, jamás podría traicionar a mi hermoso Miklós después de todo. Y obviamente, no iba a permitir que salieran de las sabanas respirando. Escuché unos momentos más, blablá, blablá y a las ocho de la noche en la entrada central del bosque, justo frente al parque de diversiones. Perfecto. Tenía al menos dos horas para ir a buscar a alguien para encamar. Esa tarde estaba inquietante, más pretenciosa de lo normal. Frunciendo el ceño, me observé a mí misma sobre el vidrio del escaparate. Allí estaba mi reflejo, una platinada de corte inusual y ojos celestes. Con curvas prolijas y suculentas y con el rostro perfectamente demacrado por dentro. Era alta para la medida femenina de la época, con los músculos marcados y el maquillaje espolvoreado. La ropa era de hombre, aunque se me notaban los senos contra la camisa, el pantalón a la cintura, con una cinta de tela alrededor de toda la cintura hasta la cadera. Llevaba una capa con capucha, pero no la tenía puesta, eso era para el centro, para todos los demás mortales que no merecían verme. Moví mi cabeza a los lados, hasta quedar con la vista directa al cielo. Lo maldije en voz baja y comencé a caminar lejos de aquella zona en donde cazadores e inquisidores iban a reponer el armamento. Cerca de las zonas abandonadas, donde ladrones y mal vivientes se encontraban pereciendo.
— ¿Qué pretende esa horda de esclavos, de traidores, de reyes conjurados? ¿Para quién esas viles cadenas, esos grilletes de hace tiempo preparados? — Cantaba el himno, La Marsellesa, muy bajo, casi como un murmullo, con la sonrisa a los lados. El tiempo estaba justo, nublado, empezando a arremolinarse para llover y yo sabía a dónde tenía que ir. Me estaban esperando en la taberna. En principio había decidido no ir y ahora, ahora realmente tampoco quería hacerlo. Quería sentir el calor en mi entrepierna, viajar al viejo mundo por unos momentos. ¡Pero a él no podía matarlo! Y por lo mismo no podía regalarle felicidad. Chasqueé la lengua y seguí con aquel infernal poema, un improperio para los franceses, una simple blasfemia para mí. La primer gota cayó en mi frente, la llovizna era casi alentadora, de esas que solo molestan pues siquiera mojan. De todos modos, me escondí en la capucha de la capa, yendo fervientemente hacia el lugar indicado. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuáles eran los rumores que sabía sobre él? Muchos. Había cambiado, era uno de esos adictos que enloquecen por sangre inmortal. Yo estaba loca o quizá demasiado cuerda, pero sabía cuáles eran mis límites y no podía pasarlos; no al menos hasta que mis propósitos existenciales estuviesen aclarados. — Temblad, tiranos y pérfidos, oprobio de todos los partidos ¡temblad! ¡Vuestros planes parricidas recibirán por fin su merecido! — Casi grité apuntando con un dedo al cielo y dejé salir una mínima risa, hasta que el tumulto de la calle se hizo presente y me volví a esconder en mi albornoz, el bar de mala muerte se hacía presente. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien me daba información de dónde estaría otra persona y que yo no quisiera matarla? Pues, suponía que era la primera vez en realidad. Micky, aquel formidable muchacho que en solo su nombre me recordaba a Miklós. Mis labios tiritaron y con un movimiento de ojos le encontré de una vez. Estaba en la lejanía y yo me acercaba como si realmente estuviese invitada a la función. Y apoyé la mano sobre la mesa, con la sonrisa blanca y esplendorosa casi iluminando su amargado rostro. — ¿Qué tenemos de cosita aquí? —
— ¿Qué pretende esa horda de esclavos, de traidores, de reyes conjurados? ¿Para quién esas viles cadenas, esos grilletes de hace tiempo preparados? — Cantaba el himno, La Marsellesa, muy bajo, casi como un murmullo, con la sonrisa a los lados. El tiempo estaba justo, nublado, empezando a arremolinarse para llover y yo sabía a dónde tenía que ir. Me estaban esperando en la taberna. En principio había decidido no ir y ahora, ahora realmente tampoco quería hacerlo. Quería sentir el calor en mi entrepierna, viajar al viejo mundo por unos momentos. ¡Pero a él no podía matarlo! Y por lo mismo no podía regalarle felicidad. Chasqueé la lengua y seguí con aquel infernal poema, un improperio para los franceses, una simple blasfemia para mí. La primer gota cayó en mi frente, la llovizna era casi alentadora, de esas que solo molestan pues siquiera mojan. De todos modos, me escondí en la capucha de la capa, yendo fervientemente hacia el lugar indicado. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuáles eran los rumores que sabía sobre él? Muchos. Había cambiado, era uno de esos adictos que enloquecen por sangre inmortal. Yo estaba loca o quizá demasiado cuerda, pero sabía cuáles eran mis límites y no podía pasarlos; no al menos hasta que mis propósitos existenciales estuviesen aclarados. — Temblad, tiranos y pérfidos, oprobio de todos los partidos ¡temblad! ¡Vuestros planes parricidas recibirán por fin su merecido! — Casi grité apuntando con un dedo al cielo y dejé salir una mínima risa, hasta que el tumulto de la calle se hizo presente y me volví a esconder en mi albornoz, el bar de mala muerte se hacía presente. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien me daba información de dónde estaría otra persona y que yo no quisiera matarla? Pues, suponía que era la primera vez en realidad. Micky, aquel formidable muchacho que en solo su nombre me recordaba a Miklós. Mis labios tiritaron y con un movimiento de ojos le encontré de una vez. Estaba en la lejanía y yo me acercaba como si realmente estuviese invitada a la función. Y apoyé la mano sobre la mesa, con la sonrisa blanca y esplendorosa casi iluminando su amargado rostro. — ¿Qué tenemos de cosita aquí? —
Imara Rákóczi- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 22/12/2012
Edad : 28
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Shit out the past [Micky]
I am: yet what I am none cares or knows,...
... I am the self-consumer of my woes,
J.C. —
... I am the self-consumer of my woes,
J.C. —
Quienes no habían abandonado a Alexandre después de lo ocurrido a su familia habían terminado haciéndolo con el trascurso de los años. Su otra familia, su familia lejana, había decidido mantenerse al margen de todo, sobre todo debido a lo escandaloso que había resultado ser el incidente y jamás habían vuelto a hablar con él después del funeral. Por otro lado el número de personas a las que podía considerar un amigo era reducido, y cada año disminuía aún más. Las posibilidades de que todo se debiese a su personalidad y forma de vida eran casi la única respuesta a su aparente soledad. La verdad era que Alexandre había decidido vivir así. Sin amigos ni conocidos aparentes. Sólo fantasmas.
La compañía de seres sobrenaturales y de otros cazadores era prácticamente el único tipo de contacto humano que tenía. Después de haber reconstruido el ducado donde creció y después de haber emprendido la búsqueda de su único familiar vivo, el último varón de los Vanier había decidido remover de su vida cualquier tipo de relación afectuosa. Y nadie podía culparlo, no después de conocer su historia. Casi cualquier persona que pretendía acercarse a Alexandre terminaba fracasando, y es que a pesar de que entendían las razones que lo habían llevado a elegir una vida de aislamiento, no podían, de ninguna manera, sentir lo mismo que él respecto a otros. El miedo a perder algo era diferente cuando ese algo era una persona. Es quizá por ello que Alexandre se vio limitado a la hora de buscar ayuda, porque eran pocas las personas que como él conocían ese miedo. Imara había sido su última opción, la última de pocas pero a fin de cuentas la última. El problema no era su habilidad ni su eficacia, siquiera su “estilo” de hacer las cosas, el problema era lo que ella representaba para él.
Hacía mucho tiempo que no había tenido contacto con ella aunque encontrarla no fue difícil. Cuando su mente lo traicionaba e intentaba recordar no podía encontrar en su memoria el recuerdo de la última vez que se habían visto, la razón era que él mismo no se había permitido almacenar en su memoria tal acontecimiento pues sabía que como muchas otras cosas, terminarían aferrándose a él. Cuando su nombre había llegado a su cabeza había demorado unos segundos en procesar quién era en realidad, todo como parte de un último esfuerzo para mantenerle fuera de todo esto. Al final no había podido encontrar otra solución más que llamarle, aunque sabía que no podía hacerlo como quien acude a un amigo para pedir un favor. Lo primero que hizo fue frecuentar los lugares que sabía ella visitaba. Haciendo eso después de un tiempo no le fue difícil encontrar al grupo de cazadores con el que ella se encontraba en ese momento. Al final, después de esparcir un par de rumores sobre él en aquel grupo lo único que tuvo que hacer es hacerle llegar el mensaje con uno de ellos. A pesar de que sabía que de alguna forma ella sabría que él estaría observándola antes de contactarla y que quizá aquellos rumores eran falsos tenía la certeza de que ella acudiría a su llamado, aún y cuando fuese mera curiosidad lo que la impulsará pues no tenía esperanza alguna de que su ayuda viniese tan fácilmente.
Cuando finalmente la vio entrar por la puerta el cumulo de sensaciones que lo acogieron no lo había experimentado desde hace un tiempo. No sabía con exactitud cuáles eran todos estos sentimientos que ella le provocaba, aunque sabía que no le eran del todo placenteros. Lo que no le sorprendió fue encontrarse con la misma niña que había conocido alga vez. La misma actitud y el mismo rostro, aunque su figura y voz eran diferentes. Entre todo no podía negar que la visión que ahora tenía de ella distaba mucho de lo que había sido en su momento.
— Si no vienes a por mí con tu grupo de amigos cazadores, voy a pedirte que omitas a toda costa ser tú y te sientes antes de que llames más la atención –le dijo sin siquiera mirarle. Él llevaba puesto una chaqueta gruesa con una gran capucha que ahora llevaba sobre él. Era probable que vestido de esa forma y actuando como lo hacía llamara más la atención que ella en aquella taberna, y quizá sería así si no fuese porque Imara había atraído toda clase de miradas al entrar al sitio — La idea de reunirnos… de pedirte que te reunieras conmigo –corrigió — no es más placentera para mí de lo que lo es para ti. La verdad es que no te hubiese llamado, no después de todo, si en realidad no necesitara de tu ayuda –dicho eso levanto la cara para mirarle a los ojos, a aquellos ojos claros que ahora se veían más verdes que nunca y que se encontraban con los de él, que seguían siendo del mismo color de siempre, pero que ahora se veían adornados por la sangre de vampiro que recorría su cuerpo.
La compañía de seres sobrenaturales y de otros cazadores era prácticamente el único tipo de contacto humano que tenía. Después de haber reconstruido el ducado donde creció y después de haber emprendido la búsqueda de su único familiar vivo, el último varón de los Vanier había decidido remover de su vida cualquier tipo de relación afectuosa. Y nadie podía culparlo, no después de conocer su historia. Casi cualquier persona que pretendía acercarse a Alexandre terminaba fracasando, y es que a pesar de que entendían las razones que lo habían llevado a elegir una vida de aislamiento, no podían, de ninguna manera, sentir lo mismo que él respecto a otros. El miedo a perder algo era diferente cuando ese algo era una persona. Es quizá por ello que Alexandre se vio limitado a la hora de buscar ayuda, porque eran pocas las personas que como él conocían ese miedo. Imara había sido su última opción, la última de pocas pero a fin de cuentas la última. El problema no era su habilidad ni su eficacia, siquiera su “estilo” de hacer las cosas, el problema era lo que ella representaba para él.
Hacía mucho tiempo que no había tenido contacto con ella aunque encontrarla no fue difícil. Cuando su mente lo traicionaba e intentaba recordar no podía encontrar en su memoria el recuerdo de la última vez que se habían visto, la razón era que él mismo no se había permitido almacenar en su memoria tal acontecimiento pues sabía que como muchas otras cosas, terminarían aferrándose a él. Cuando su nombre había llegado a su cabeza había demorado unos segundos en procesar quién era en realidad, todo como parte de un último esfuerzo para mantenerle fuera de todo esto. Al final no había podido encontrar otra solución más que llamarle, aunque sabía que no podía hacerlo como quien acude a un amigo para pedir un favor. Lo primero que hizo fue frecuentar los lugares que sabía ella visitaba. Haciendo eso después de un tiempo no le fue difícil encontrar al grupo de cazadores con el que ella se encontraba en ese momento. Al final, después de esparcir un par de rumores sobre él en aquel grupo lo único que tuvo que hacer es hacerle llegar el mensaje con uno de ellos. A pesar de que sabía que de alguna forma ella sabría que él estaría observándola antes de contactarla y que quizá aquellos rumores eran falsos tenía la certeza de que ella acudiría a su llamado, aún y cuando fuese mera curiosidad lo que la impulsará pues no tenía esperanza alguna de que su ayuda viniese tan fácilmente.
Cuando finalmente la vio entrar por la puerta el cumulo de sensaciones que lo acogieron no lo había experimentado desde hace un tiempo. No sabía con exactitud cuáles eran todos estos sentimientos que ella le provocaba, aunque sabía que no le eran del todo placenteros. Lo que no le sorprendió fue encontrarse con la misma niña que había conocido alga vez. La misma actitud y el mismo rostro, aunque su figura y voz eran diferentes. Entre todo no podía negar que la visión que ahora tenía de ella distaba mucho de lo que había sido en su momento.
— Si no vienes a por mí con tu grupo de amigos cazadores, voy a pedirte que omitas a toda costa ser tú y te sientes antes de que llames más la atención –le dijo sin siquiera mirarle. Él llevaba puesto una chaqueta gruesa con una gran capucha que ahora llevaba sobre él. Era probable que vestido de esa forma y actuando como lo hacía llamara más la atención que ella en aquella taberna, y quizá sería así si no fuese porque Imara había atraído toda clase de miradas al entrar al sitio — La idea de reunirnos… de pedirte que te reunieras conmigo –corrigió — no es más placentera para mí de lo que lo es para ti. La verdad es que no te hubiese llamado, no después de todo, si en realidad no necesitara de tu ayuda –dicho eso levanto la cara para mirarle a los ojos, a aquellos ojos claros que ahora se veían más verdes que nunca y que se encontraban con los de él, que seguían siendo del mismo color de siempre, pero que ahora se veían adornados por la sangre de vampiro que recorría su cuerpo.
Micky Vanier- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 88
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Shit out the past [Micky]
En tanto a mi entrada… Me había bajado la capucha, mantenía la cabellera rubia platinada, los ojos vistosamente celestes, con unos voluminosos labios pintados de un bordó oscuro y seco, la ropa que se veía perfilada en mis movimientos... Era inevitable, me gustaban las escenas en donde yo era el centro de atención. Resultaba ser testarudamente provocadora, no tenía mucho para mostrar en verdad, no había sido dotada con las curvas más peligrosas del mundo, pero las avivaba perfectamente, haciéndolas lucir entre la piel descubierta. Bostecé de mala gana, volteando una sonrisa dulce hacia la mesa del hombre que buscaba hacerse uno con las sombras. Mis dientes rechinaron en pos de negativas y no tardé mucho más en sentarme. Después de todo ya estaba frente a él, al final había caído apropósito en su trampa. Haciendo un segundo de silencio, buscando que cada uno de los presentes volviera a sus labores. Ya había tenido suficientes miradas, las justas para estar segura que las siguientes noches encontraría algún rubio de ojos verdes que me tomaría en la cama para luego asesinarlo. Mis papilas gustativas ya estaban saboreando el momento. Asentí para mis adentros, mi misión personal de la noche estaba cumplida. Ahora, la que faltaba era su misión, qué quería y por qué. ¿Ideas? Por supuesto, se me venían montones a la cabeza, quizá quería morir de una vez, quizá quería ayuda para sus demenciales deseos en la vida. Claro, no eran muchos, mas yo sabía el esencial y probablemente por el único que acudiría a mí. Aquel hombre era, quizá, el único al que podía llamar amigo o al menos, tenía una digna confianza, casi nula, y era ese “casi” el que hacía la diferencia con todo el resto del mundo.
— No me conocen muchos por aquí, dame un respiro. — Juguetona y algo ansiosa, terminé por hacerle caso al flamante señor que estaba intentando ignorarme. No podía hacerlo, no era capaz de rechazarme tan fácilmente. En cualquier caso, mordí mi lengua quejosamente. Iba a provocarlo, a decirle palabras que quizá no quisiera oír. No obstante, estaba curiosa y no quería que terminara por marcharse pensando que no valía la pena. Aunque tenía razón, conmigo nada valía la pena. No al menos cuando yo no ponía de mi voluntad.
—Ah, no seas así, para mi es todo un placer verte, me encanta que necesites de mi ayuda. Incluso hablaré en voz baja para ti, ¿no me comprarás una cerveza? Me hiciste caminar bastante, me la debes. — Apoyé las manos sobre la mesa de madera, moviendo los dedos hacia delante, acercándome a la tela, que reposaba en la madera, de la capa pesada del hombre. Alzando la vista para buscar su mirada, parecía no querer mantener los ojos fijos y entonces ladeé el rostro, como si las palabras estuviesen escritas en su frente. — ¿Qué es esto? Oye, tú no viniste por cualquier cosa. Quítate la capucha. Hueles, amigo. — Mis ojos se abrieron de repente, podía sentir las palpitaciones de su cuerpo, como si de repente, aquella parte entrenada de mí se hubiese despertado, no tardé mucho en aplicar la logística de mis movimientos, sabía en cuantos segundos exactos podía sacar una estaca y clavársela en la cabeza, el pecho quedaba muy lejos. Apreté los labios. Pronto, una oleada de calmantes me tomó y volví a reclinarme en la silla, alzando una mano al mesero, sabía la seña para las cervezas y éstas no tardaron en llegar. Al igual que una risa algo seca y desabrida de mi parte.
— Está bien, es buena opción la verdad. ¿Estás seguro de lo que estás haciendo? ¿A qué viniste, no estoy segura si tienes información nueva para que vaya a buscarte a esos hijos... o si estás por ésto de aquí? — Su aura era claramente mortal, pero mezclada, no estaba segura de qué se trataba, no solía darle mucha importancia a distinguir o no, a menos que fuesen cambiaformas, esos podía notarlos bastante fácil, los demás simplemente eran asesinados, no tenía que esforzarme. ¿Qué era? Mis músculos se habían apretado, como si la bella chica de personalidad enloquecida se hubiese escondido por un momento. Había algo que ambos teníamos en común, la venganza y el por qué. Lo que nos separaba, con arduas distancias, era quiénes. En su caso, peleaba contra seres sobrenaturales, capaces de mimetizarse con el medio ambiente o de correr más rápido que lo que vuela un pájaro. Yo peleaba contra cazadores, personas que incluso conocía, aunque no podía matar tan fácilmente. Simplemente, no estaba en mis planes terminar mi venganza ligeramente, necesitaba estar segura de que sus sufrimientos fuesen más largos y horribles. Así que esperé, con los curiosos ojos azules entrecerrados, esperando saber la razón de que aquel cazador que había conocido, estuviese en un aura extraña, frente a mí y buscando mi ayuda.
— No me conocen muchos por aquí, dame un respiro. — Juguetona y algo ansiosa, terminé por hacerle caso al flamante señor que estaba intentando ignorarme. No podía hacerlo, no era capaz de rechazarme tan fácilmente. En cualquier caso, mordí mi lengua quejosamente. Iba a provocarlo, a decirle palabras que quizá no quisiera oír. No obstante, estaba curiosa y no quería que terminara por marcharse pensando que no valía la pena. Aunque tenía razón, conmigo nada valía la pena. No al menos cuando yo no ponía de mi voluntad.
—Ah, no seas así, para mi es todo un placer verte, me encanta que necesites de mi ayuda. Incluso hablaré en voz baja para ti, ¿no me comprarás una cerveza? Me hiciste caminar bastante, me la debes. — Apoyé las manos sobre la mesa de madera, moviendo los dedos hacia delante, acercándome a la tela, que reposaba en la madera, de la capa pesada del hombre. Alzando la vista para buscar su mirada, parecía no querer mantener los ojos fijos y entonces ladeé el rostro, como si las palabras estuviesen escritas en su frente. — ¿Qué es esto? Oye, tú no viniste por cualquier cosa. Quítate la capucha. Hueles, amigo. — Mis ojos se abrieron de repente, podía sentir las palpitaciones de su cuerpo, como si de repente, aquella parte entrenada de mí se hubiese despertado, no tardé mucho en aplicar la logística de mis movimientos, sabía en cuantos segundos exactos podía sacar una estaca y clavársela en la cabeza, el pecho quedaba muy lejos. Apreté los labios. Pronto, una oleada de calmantes me tomó y volví a reclinarme en la silla, alzando una mano al mesero, sabía la seña para las cervezas y éstas no tardaron en llegar. Al igual que una risa algo seca y desabrida de mi parte.
— Está bien, es buena opción la verdad. ¿Estás seguro de lo que estás haciendo? ¿A qué viniste, no estoy segura si tienes información nueva para que vaya a buscarte a esos hijos... o si estás por ésto de aquí? — Su aura era claramente mortal, pero mezclada, no estaba segura de qué se trataba, no solía darle mucha importancia a distinguir o no, a menos que fuesen cambiaformas, esos podía notarlos bastante fácil, los demás simplemente eran asesinados, no tenía que esforzarme. ¿Qué era? Mis músculos se habían apretado, como si la bella chica de personalidad enloquecida se hubiese escondido por un momento. Había algo que ambos teníamos en común, la venganza y el por qué. Lo que nos separaba, con arduas distancias, era quiénes. En su caso, peleaba contra seres sobrenaturales, capaces de mimetizarse con el medio ambiente o de correr más rápido que lo que vuela un pájaro. Yo peleaba contra cazadores, personas que incluso conocía, aunque no podía matar tan fácilmente. Simplemente, no estaba en mis planes terminar mi venganza ligeramente, necesitaba estar segura de que sus sufrimientos fuesen más largos y horribles. Así que esperé, con los curiosos ojos azules entrecerrados, esperando saber la razón de que aquel cazador que había conocido, estuviese en un aura extraña, frente a mí y buscando mi ayuda.
Imara Rákóczi- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 22/12/2012
Edad : 28
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Shit out the past [Micky]
Su reacción no le había sorprendido en lo absoluto. Incluso le había complacido. De sus capacidades nunca había dudado, sin embargo su inestabilidad era algo que siempre le había preocupado. En el tiempo que habían estado juntos él se había encargado de siempre recalcarle que sólo existían dos tipos de cazadores, aquellos que aún respiraban y aquellos que no. La única diferencia entre esos dos grupos era ese pequeño error, la misma falta de concentración que no se le podía dar a un sobrenatural y que había llevado a la tumba a grandes hombres y mujeres. Quizá, al contrario de lo esperado, la forma en cómo Imara había manejado la situación era lo que le había impresionado más.
— ¡Vaya! La Imara que conocí nunca hubiera dudado en atacar — le dijo mientras retiraba ambos tarros de cerveza y los hacía a un lado — Nunca dejas de sorprenderme — terminó por decirle al tiempo que retiraba la capucha de su cabeza por completo, dejando ver su nueva condición en todo su esplendor.
Algo había cambiado, no sólo en Imara. Él era otro. Otro desde el mismo momento en el que ella lo había dejado y cada día después y antes de eso. La sangre ajena en su cuerpo sólo había potenciado todo. Antes, él nunca hubiese rechazado aquel trago, mucho menos si podía compartirlo con un amigo, de los pocos que tenía. Ahora, el alcohol, casi como si se tratase de una desintoxicación química, le era menos necesario cada vez. Su verdadero yo emanaba no por lo ebrio que pudiese estar, sino por la cantidad de sangre de vampiro que pudiese soportar.
— Es cierto, llamarte a ti era mi mejor opción, aunque no la única — continúo después de esperar un momento. Su postura y el tono de su voz habían cambiado. De repente ya no le importaba quién pudiese notar su presencia ni tampoco ocultar los estigmas de su nueva vida — Necesito ayuda, sí. Aunque no la tuya en especial — antes de continuar se detuvo un par de segundos para mirarle con detenimiento, incluso ladeo el rostro un par de veces como ella lo había hecho antes —Lo que necesito. Lo especial en ti, Imara, no es tu habilidad, eres tú. No la cazadora, la asesina.
Aquello lo había dicho seco, de golpe, sin avisar. Lo había dicho como quien acusa y como quien compadece al mismo tiempo. Antes de que ella entrara por la puerta de la taberna él había reprimido todo recuerdo sobre ella y sobre aquel secreto suyo, pero en el momento en que Imara había cruzado su mirada con la de él todos esos recuerdos sobre ella habían venido de golpe. Antes, quizá, el viejo Alexandre hubiera tomado ambos tarros de cerveza tratando de hundir una vez más aquellos recuerdos, ahora era diferente. Si debía usar eso que él sabía sobre sí mismo y sobre ella a su favor lo haría sin dudarlo. Alexandre nunca antes había tenido remordimientos sobre nada, lo que antes tenía eran su alma y su voluntad, ahora nada de eso le pertenecía, no había nada, en todo su ser que le impidiera manipular, rogar o incluso obligar a Imara a ayudarle.
— Supongo que querrás saber qué me ha pasado antes de siquiera comenzar a mandarme al demonio — le sonrió, le sonrío como nunca antes lo había hecho. Con malicia — Querrás saber qué fue eso que sentiste cuando me viste, qué fue aquello que te hizo querer clavarme una estaca en el centro del pecho — hizo una pausa para dejarle asimilar todo lo que decía — Eso que sentiste, querida Imara, fue tu mal logrado instinto. Tu mal encaminado instinto asesino, tu mal querido instinto de cazador. Esto que tu instinto olio en mí fue sangre de vampiro.
Su confesión le había salido con naturalidad. Demasiada para considerarse siquiera una. Más bien cualquiera que lo hubiera escuchado habría pensado que aquello no era un secreto, algo que él quisiera ocultar sino que más bien era algo que necesitaba decir. La verdad era que él quería saber, quería saber cómo ella reaccionaría.
— Que conveniente ¿no es así? Un cazador y un vampiro — le dijo ahora sin permitirle pensar en lo que había dicho anteriormente — Las dos cosas cuya sangre has derramado más que nada — continúo al tiempo que se mostraba ante ella extendiendo ambos brazos a los costados no sólo para molestarle sino también para atraer la atención del par de cazadores que habían entrado recién al lugar — Amigos tuyos supongo — le dijo después de haber comprobado que su cometido había tenido éxito mientras ambos tipos se acercaban a su mesa. Traición, no podo pensar en otra cosa más.
— ¡Vaya! La Imara que conocí nunca hubiera dudado en atacar — le dijo mientras retiraba ambos tarros de cerveza y los hacía a un lado — Nunca dejas de sorprenderme — terminó por decirle al tiempo que retiraba la capucha de su cabeza por completo, dejando ver su nueva condición en todo su esplendor.
Algo había cambiado, no sólo en Imara. Él era otro. Otro desde el mismo momento en el que ella lo había dejado y cada día después y antes de eso. La sangre ajena en su cuerpo sólo había potenciado todo. Antes, él nunca hubiese rechazado aquel trago, mucho menos si podía compartirlo con un amigo, de los pocos que tenía. Ahora, el alcohol, casi como si se tratase de una desintoxicación química, le era menos necesario cada vez. Su verdadero yo emanaba no por lo ebrio que pudiese estar, sino por la cantidad de sangre de vampiro que pudiese soportar.
— Es cierto, llamarte a ti era mi mejor opción, aunque no la única — continúo después de esperar un momento. Su postura y el tono de su voz habían cambiado. De repente ya no le importaba quién pudiese notar su presencia ni tampoco ocultar los estigmas de su nueva vida — Necesito ayuda, sí. Aunque no la tuya en especial — antes de continuar se detuvo un par de segundos para mirarle con detenimiento, incluso ladeo el rostro un par de veces como ella lo había hecho antes —Lo que necesito. Lo especial en ti, Imara, no es tu habilidad, eres tú. No la cazadora, la asesina.
Aquello lo había dicho seco, de golpe, sin avisar. Lo había dicho como quien acusa y como quien compadece al mismo tiempo. Antes de que ella entrara por la puerta de la taberna él había reprimido todo recuerdo sobre ella y sobre aquel secreto suyo, pero en el momento en que Imara había cruzado su mirada con la de él todos esos recuerdos sobre ella habían venido de golpe. Antes, quizá, el viejo Alexandre hubiera tomado ambos tarros de cerveza tratando de hundir una vez más aquellos recuerdos, ahora era diferente. Si debía usar eso que él sabía sobre sí mismo y sobre ella a su favor lo haría sin dudarlo. Alexandre nunca antes había tenido remordimientos sobre nada, lo que antes tenía eran su alma y su voluntad, ahora nada de eso le pertenecía, no había nada, en todo su ser que le impidiera manipular, rogar o incluso obligar a Imara a ayudarle.
— Supongo que querrás saber qué me ha pasado antes de siquiera comenzar a mandarme al demonio — le sonrió, le sonrío como nunca antes lo había hecho. Con malicia — Querrás saber qué fue eso que sentiste cuando me viste, qué fue aquello que te hizo querer clavarme una estaca en el centro del pecho — hizo una pausa para dejarle asimilar todo lo que decía — Eso que sentiste, querida Imara, fue tu mal logrado instinto. Tu mal encaminado instinto asesino, tu mal querido instinto de cazador. Esto que tu instinto olio en mí fue sangre de vampiro.
Su confesión le había salido con naturalidad. Demasiada para considerarse siquiera una. Más bien cualquiera que lo hubiera escuchado habría pensado que aquello no era un secreto, algo que él quisiera ocultar sino que más bien era algo que necesitaba decir. La verdad era que él quería saber, quería saber cómo ella reaccionaría.
— Que conveniente ¿no es así? Un cazador y un vampiro — le dijo ahora sin permitirle pensar en lo que había dicho anteriormente — Las dos cosas cuya sangre has derramado más que nada — continúo al tiempo que se mostraba ante ella extendiendo ambos brazos a los costados no sólo para molestarle sino también para atraer la atención del par de cazadores que habían entrado recién al lugar — Amigos tuyos supongo — le dijo después de haber comprobado que su cometido había tenido éxito mientras ambos tipos se acercaban a su mesa. Traición, no podo pensar en otra cosa más.
Micky Vanier- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 88
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Shit out the past [Micky]
Sus palabras me hicieron alzar los hombros, no me importa que no fuese la única opción. ¡Había venido a mí al final! Lo demás, ser segunda, tercera, cuarta alternativa, eso no importaba en lo más mínimo cuando se trataba de elecciones, incluso cuando se trataba de alguien como yo, que psicológicamente dejaba un poco -bastante- que desear. Así que le sonreí, asintiendo en lo que acariciaba mis dedos, palpando un anillo de plata que estaba alrededor del índice, mantenía el símbolo de una alianza de cazadores. Y era, personalmente, la marca de mi venganza hacia ellos, mi trofeo y lo que me quedaría como recuerdo cuando al final todos cayeran a pedazos. Y pasé el pulgar por mis labios, al mismo tiempo que me dedicaba a observarlo. Se había sacado la capucha y dejaba notar un sabor amargo, algo metálico también. Claramente se había convertido en algo que debería matar. ¡Y me hizo reír como una desquiciada! Pero en voz baja, manteniendo a medias la compostura. Así que el maldito hombre de seriedad, cazador de alma y aliento, había terminado en el sendero equivocado. — Bueno, necesitas ayuda, pero no mía necesariamente y soy la mejor opción pero no la única. ¿Qué tanto te crees mi bello cielo? Deberías agradecerme que sigues aquí. — No eran palabras para nada amenazadoras, por lo contrario, estaba animada y emocionada por saber lo que él diría. ¿Acaso había algo en éste mundo que pudiese realmente emocionarme? No, en realidad no lo había, Miklos se había llevado todo ese tipo de cosas. No obstante, eso no me retenía de buscar los excesos hasta en los trabajos. Y sus palabras recorrieron mi cuerpo en un preciado cosquilleo hasta la pelvis. Me relamí y apoyé la mejilla pesadamente en mi palma derecha, quedando mis azulados ojos clavados en los ajenos. — ¿Hay alguien que molestó al señor? Sabes que puedo ser lo que se me antoje, pero dame una buena razón. Después de todo tienes tantos defectos en éste momento que no te los puedo nombrar. —
Agudicé, empeñada en querer sacarle información. Por supuesto que nada me importaba menos que matar a alguien más y si le hacía un favor a otro, pues podía matar dos pájaros de un tiro, al final podía salir ganadora yo. Si no era seducción, todo se arreglaba con plata, oro, joyas, algo que no había conocido hasta hace mucho. Cuando el entrenamiento había comenzado y cuando mi padre biológico me había obligado a ser como él. A cambio, no pasaba hambre, frío, ni tampoco me faltaba nada material de necesidad o de simple capricho. Todo eso me había dado cuenta que en realidad solo lo necesitaba a él, que ahora estaba muerto, porque lo habían desangrado y maltratado hasta degollarlo o al menos eso es lo que yo sabía y nada me había dicho lo contrario. — Técnicamente, en la cabeza, ya sabes, si es en el pecho no me da el ángulo del brazo. Pero sí, sí quiero. Bien sabes que me importa muy poco todo eso, tú eres el de los quejidos de “sobrenatural, malo malo”. Así que… No me mires así. Mis dudas en matarte son muy sencillas, no las hagas peores. — Amenazar no era la palabra exacta, quizá una advertencia de mi parte. Podía ser muy libertina, pero nada me era más dañino que el hecho de que me mostraran los deseos de daño hacia mí con tanta facilidad. Eso me recordaba los momentos en donde los castigos se tatuaban. Y me recorría la sed de sangre o el mal llamado instinto de intimidación. Carnívoros entre sí no eran más que caníbales. Y yo podía ser la mejor de ellas. Fue entonces que todo hizo un ligero click en mi cabeza, como aquel tornillo que está mal dispuesto. Apoyé los hombros contra la mesa, levantándome hasta hundir mis senos en la madera y estar cara a cara del hombre. No disimulé el olisqueo general y curvé los labios, hacia abajo, en una clara expresión de aceptación y una terrible sorpresa. Sí, eso se veía en los ojos, la emoción no era nada comparado con lo que sentía en ese momento. — ¿Qué te pasó que fuiste tan patético como para aceptar eso? ¿Como se llama? Creo que me lo dieron en alguna clase de asesina, pero no es tan importante… ¿Que tan dócil eres? — No lo había terminado de procesar en absoluto, el hecho de que el abriera los brazos y me dejara “paso libre” me olía tan mal como los vagabundos del callejón. Apreté mis labios, aceptando que me había enojado. Sin embargo no hubo tiempo para eso. Dos tipos nos interrumpían. Sí, los conocía, no eran más que unos pelos en el borde de la batalla, con una sacudida se los podía hacer desaparecer. — Los conozco, pero nadie puede distinguir tan bien como yo. Me los paso a los dos, por ya sabes dónde. Ignóralos. Quiero ir a lo importante, esa cosa, ¿qué te hace? Se más especifico, necesito saberlo, quizá podría servirme para algunas armas. Puede ser exquisitamente interesante. — Jugué, ignorando completamente a los dos hombres que ahora estaba parados a un lado de nosotros. Uno carraspeó y con la vista negra y egoísta fue que apoyó la mano en la mesa. — Al Jefe no le va a gustar que estés aquí. — ¿A mi me tenía que importar? Miraba un reloj en la taberna y luego mi vaso de cerveza. ¿Quién se pensaban que eran para decirme que hacer? Moví el índice dulce, lenta y juguetonamente y le sonreí hacía ambos. — Sabes que me importa tres cuartos de este local, ¿no? Váyanse, a menos claro que quieran empezar una buena pelea. ¿Dos contra dos? — Consulté, como lo más normal del mundo. Estaba enfurecida en mi interior y se podía notar, no solo en el bombeo de mi sangre, sino también en las expresiones de odio total, hacia todos.
Agudicé, empeñada en querer sacarle información. Por supuesto que nada me importaba menos que matar a alguien más y si le hacía un favor a otro, pues podía matar dos pájaros de un tiro, al final podía salir ganadora yo. Si no era seducción, todo se arreglaba con plata, oro, joyas, algo que no había conocido hasta hace mucho. Cuando el entrenamiento había comenzado y cuando mi padre biológico me había obligado a ser como él. A cambio, no pasaba hambre, frío, ni tampoco me faltaba nada material de necesidad o de simple capricho. Todo eso me había dado cuenta que en realidad solo lo necesitaba a él, que ahora estaba muerto, porque lo habían desangrado y maltratado hasta degollarlo o al menos eso es lo que yo sabía y nada me había dicho lo contrario. — Técnicamente, en la cabeza, ya sabes, si es en el pecho no me da el ángulo del brazo. Pero sí, sí quiero. Bien sabes que me importa muy poco todo eso, tú eres el de los quejidos de “sobrenatural, malo malo”. Así que… No me mires así. Mis dudas en matarte son muy sencillas, no las hagas peores. — Amenazar no era la palabra exacta, quizá una advertencia de mi parte. Podía ser muy libertina, pero nada me era más dañino que el hecho de que me mostraran los deseos de daño hacia mí con tanta facilidad. Eso me recordaba los momentos en donde los castigos se tatuaban. Y me recorría la sed de sangre o el mal llamado instinto de intimidación. Carnívoros entre sí no eran más que caníbales. Y yo podía ser la mejor de ellas. Fue entonces que todo hizo un ligero click en mi cabeza, como aquel tornillo que está mal dispuesto. Apoyé los hombros contra la mesa, levantándome hasta hundir mis senos en la madera y estar cara a cara del hombre. No disimulé el olisqueo general y curvé los labios, hacia abajo, en una clara expresión de aceptación y una terrible sorpresa. Sí, eso se veía en los ojos, la emoción no era nada comparado con lo que sentía en ese momento. — ¿Qué te pasó que fuiste tan patético como para aceptar eso? ¿Como se llama? Creo que me lo dieron en alguna clase de asesina, pero no es tan importante… ¿Que tan dócil eres? — No lo había terminado de procesar en absoluto, el hecho de que el abriera los brazos y me dejara “paso libre” me olía tan mal como los vagabundos del callejón. Apreté mis labios, aceptando que me había enojado. Sin embargo no hubo tiempo para eso. Dos tipos nos interrumpían. Sí, los conocía, no eran más que unos pelos en el borde de la batalla, con una sacudida se los podía hacer desaparecer. — Los conozco, pero nadie puede distinguir tan bien como yo. Me los paso a los dos, por ya sabes dónde. Ignóralos. Quiero ir a lo importante, esa cosa, ¿qué te hace? Se más especifico, necesito saberlo, quizá podría servirme para algunas armas. Puede ser exquisitamente interesante. — Jugué, ignorando completamente a los dos hombres que ahora estaba parados a un lado de nosotros. Uno carraspeó y con la vista negra y egoísta fue que apoyó la mano en la mesa. — Al Jefe no le va a gustar que estés aquí. — ¿A mi me tenía que importar? Miraba un reloj en la taberna y luego mi vaso de cerveza. ¿Quién se pensaban que eran para decirme que hacer? Moví el índice dulce, lenta y juguetonamente y le sonreí hacía ambos. — Sabes que me importa tres cuartos de este local, ¿no? Váyanse, a menos claro que quieran empezar una buena pelea. ¿Dos contra dos? — Consulté, como lo más normal del mundo. Estaba enfurecida en mi interior y se podía notar, no solo en el bombeo de mi sangre, sino también en las expresiones de odio total, hacia todos.
Imara Rákóczi- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 22/12/2012
Edad : 28
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» El primer día del resto de mi vida {Micky Vanier}
» The one charm of the past is that it is the past.
» I'm going to fuck the shit out of you.
» ┼ Past... always ┼
» The past was never behind [2/4+]
» The one charm of the past is that it is the past.
» I'm going to fuck the shit out of you.
» ┼ Past... always ┼
» The past was never behind [2/4+]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour