Entre Ángel y Demonio [FlashBacks]- Calcabrina

La oscuridad inundaba mi camino, el espeso paisaje se difuminaba con el aroma a sangre que lentamente comenzaba a aspirar, dulce, sabroso y metálico. La sonrisa de lado se hizo presente, el aura inmortal destellaba arduamente entre los callejones, como una figura frágil, casi hermosa en las tinieblas. El anhelo de experimentar me hacía agua la boca. ¿Hacía cuánto tiempo había despertado? No demasiado tiempo, Calcabrina el hereje estaba despabilado y Samuel empezaba a dormirse y a morir dentro de su cuerpo. Una triste alma que estuvo siempre predestinada a desaparecer del horizonte, quedando en el limbo sin posibilidad de salir de éste jamás. No había una sonrisa o expresión en mi rostro, era incapaz de tenerla, aunque debía aceptarlo, empezaba a sentir la diversión rondando por mis venas. Nunca había experimentado con inmortales, “inmortales”. Eran tan fáciles de matar, solo bastaba fuego o una estaca y no podían revivir más tarde, patéticos. Nosotros, los demonios, moríamos como humanos o seres sobrenaturales de longevidad limitada, pero luego renacíamos como un fénix para llevar el mal a cada recóndito lugar del mundo.

Era una cadena sin final, solo el verdadero apocalípsis terminaría por definir nuestra existencia y nos llevaría al hermoso infierno como los reyes de ese lugar. Así como los humanos desean ir al cielo y tener liberadas sus almas. Me pregunté entonces si los vampiros esperarían lo mismo después de hacerse cenizas. ¿Quizá debería averiguarlo? También me daba curiosidad saber cómo era que sus órganos no se pudrían por dentro si estaban literalmente muertos, quizá la temperatura baja de su interior, el frío colosal que siempre emanaban, detenía la razón de deteriorarse. Luego la sangre bombeaba con más sangre… Cerré los ojos, apuntando el rostro al cielo en lo que en un giro de ciento ochenta grados, hice crujir mis huesos. Estiré las manos y atraje a mis fantasmas, a los semi-demonios que estaban predestinados a seguirme para siempre. Éstos se arrastraron por los costados de las paredes, pasearon por donde estaban las luces, para apagarlas, dejando realmente una terrible falta de visión con sabor a miedo. Podía ver el aura de un ser humano llegando a su fin. La silueta de energía de una fémina que parecía curiosamente asombrada. — Me pregunto por qué la sombra de la muerte brilla penosamente en una mujer sin modales. El desastre de hoy podría quedar pegado a tu nombre. — Comenté con voz ronca y pesada, bostezando en tanto permitía que las almas en pena a mi alrededor se acercaran a ella. Pensé entonces que sería interesante despertar el espíritu de la criatura que había pasado al inframundo, moví mis dedos con sorna, balbuceando en lenguas antiguas nórdicas, haciendo que el fantasma de la víctima apareciera horrorizado frente a ella. “¿Qué me hiciste? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!” Gritaba desesperadamente y la emoción en mis ojos se hacía obvia.

Pronto, un mínimo destello de luminosidad se hizo presente en la entrada del callejón. Aparentemente un faroleo buscaba unas monedas de más y comenzó a acercarse para encender aquello que yo había apagado. Obviamente, no hice nada al respecto, solo le permití avanzar, en el profundo silencio que me abarcaba. Cuando la visión se hizo pertinente, apareció un grito sordo y marginal, seguido por un chorro de sangre desde su garganta. — Aún no ha muerto, toma de su sangre, hazlo. — Apunté con las manos, como los hilos de un titiritero, tenía la dominación de cuerpos y almas, podía utilizarlos con los poderes que había nacido en ésa vida. ¡Y era perfecto! Pronto sería agradable poder ilusionarla con una vida sencilla nueva, devastando su mente hasta encontrar la fuente de su cordura, destruirla psicológicamente. ¿Si la conocía? No, y no necesitaba hacerlo, era el arte de prueba y error lo que hacía en mi vivir.