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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Naitiri Zahir Dom Abr 03, 2016 7:42 pm

El destino es un papel en blanco,
donde uno escribe su propia historia




Habían pasado varias semanas desde la última vez que había visto a Gael aquel día en la feria, donde por azares del destino nos habíamos vuelto a cruzar tras habernos visto por primera vez en el burdel, y en donde ambos habíamos podido conocer un poquito más del otro, pero para mí no había sido suficiente, ni remotamente. La curiosidad que despertaba aquel hombre en mí era tal que no sabía realmente si tendría un tope y, tratándose de mí y en mi innata curiosidad, no podría afirmar que hubiera uno.

Aquel día solo había servido para que mi curiosidad creciera más con respecto a él, tenía la intención de averiguar todo lo que aquel hombre entramaba y era algo que nadie me iba a quitar de la cabeza. Y, hasta que no lo consiguiera, no iba a parar. Había dejado ver algún que otro matiz y había descubierto alguna que otra cosa, pero quería saber mucho más. Tal y como había dicho él habría tiempo, y era eso exactamente lo que me había propuesto: tener tiempo.

Intuía que si quería saber todo acerca de él debería de ser yo quien diera el primer paso, era la percepción que había tenido en la feria, y no me importaba tener que dar yo el paso si era necesario. No sabía por qué, pero que había algo oscuro en su vida que tardaría quizás en poder averiguar, era la sensación que tenía pero, ¿no escondía mi pasado también algo oscuro? Quizás fuera por eso que lo sentía así, quizás por eso debía de dar yo el primer paso y exponerlo a la luz. Aunque para cada persona variaba lo que consideraba oscuro, y no tenía nada que ver con lo que yo ocultaba.

Aquella noche no esperaba saber todo porque hubiera sido imposible, pero tampoco esperaba que terminara de aquella manera. Y no me quejaba, para nada, me había gustado como había acabado todo y también la promesa de que tendríamos tiempo para hablar tranquilamente y no dejarnos llevar por la atracción y el deseo que sentíamos hacia el otro, como había pasado la noche de la feria.

Por eso había aceptado la invitación de ir a su casa y que cocinara para mí, y no me olvidé de repetírselo de nuevo entre risas cuando se marchó por la mañana, dándome la dirección en donde vivía y prometiéndole que le avisaría con tiempo de cuándo iría, para que no le pillara por sorpresa o, peor aún, no lo pillara en casa. Tan sólo tenía que hablar con la Madam para saber qué día era el que tenía libre para poder comunicárselo, porque tampoco sabía cómo de liado iba en su trabajo, y no quería dejar pasar la oportunidad.

Finalmente hacía una semana le había enviado una carta avisándole de cuando iría y como no obtuve una respuesta negativa asumí que él también podía aquel día. Me había pasado toda la semana deseando que se terminara rápido y que llegara el día acordado para poder verlo, tenía ganas de verlo y no sólo por saciar mi curiosidad, sino de poder estar de nuevo a solas sin nadie que pudiera interrumpirnos.

Y, por fin, el día señalado había llegado. Me había cogido aquel día libre y el siguiente también ya que aprovecharía para estar con Alessia porque no pasábamos mucho tiempo juntas y aquella noche no sabía lo que me deparaba, y si volvía seguramente ella ya estaría durmiendo. Tal y como le había dicho no iba a ir con las manos vacías por lo que preparé algo para el postre mientras Isis, en la cocina, no dejaba de mirarme con cara de lástima y de pena para que intentara darle algo… pero era dulce y no quería que aquello pudiera sentarle mal.

Dejé todo preparado en una cesta y me di una ducha relajante ya que tenía tiempo antes de cambiarme para salir de casa. Una vez cambiada, preparada y lista salí de la habitación y cogí la cesta donde llevaba el postre, salí al salón que era donde estaba Alessia tumbada en uno de los sofás con uno de mis libros en sus manos, sonreí viéndola mientras Isis no dejaba de ir detrás y delante de mí mirando la cesta y moviendo el rabo, como si pensara que le iba a dar algo. Me miró dejando el libro a un lado y me acerqué para sentarme a su lado en el sofá, con la mirada de Isis fija en la cesta y sin perderla de vista, porque no me fiaba para nada.

Le acaricié su pelo rojizo que llevaba suelto y liso y la miré durante unos segundos, no me hacía mucha gracia dejarla sola en casa cuando no era por motivos de trabajo, pero pese a que había insistido que se quedara con alguien, no me había echo caso e incluso se había llegado a enfadar, momentáneamente, cuando se lo había sugerido.



-¿Estás segura de que estarás bien aquí, tú sola? –me miró haciendo un mohín por aquello haciendo que sonriera por su cara, y pasó a mirarme a mí para mirar a Isis durante unos segundos, y luego a mí.
-No voy a estar sola, Isis se queda conmigo –suspiré, sin que siguiera gustándome la idea, pero llevaba todo el día diciéndoselo y no me había echo caso alguno. Seguía en sus trece y en eso se parecía bastante a mí. Acaricié a Isis en la cabeza y miré a Alessia.
-Está bien, no creo que pase nada porque te quedes esta noche sola. No cenes tarde y no te acuestes tarde, y puedes subirte a Isis si quieres para que duerma contigo –por si llegaba tarde, que le hiciera compañía. Tenía la habitación llena de peluches, pero no era lo mismo a que se quedara con ella Isis en caso de que pasara algo. Parecía una madre ante tanta preocupación e hice que Alessia suspirara.
-No soy una niña me dijo frunciendo un poco el ceño, a lo que evité reírme porque, ¿cómo le decía, que seguía siendo una niña? Para mí lo era y no podía evitar preocuparme.
-¡Está bien! Tú ganas, ya eres mayorcita y está Isis contigo –cedí ya que no me quedaba de otra y le di un beso en la frente antes de levantarme, y otro a la perra, para mirarla una última vez.
-Dale un beso de mi parte, y dile que quiero retarlo a los dardos la próxima vez –me reí por aquello, negando con la cabeza, y cogí la cesta para salir de la casa riéndome divertida por aquello. No le había escondido que había quedado con él al igual que sabía, sin que le hubiera dicho nada, que se había quedado aquella noche. No había comentado nada al respecto y sabía que no nos había oído, porque seguramente la hubiera notado algo rara al día siguiente, pero era demasiado lista para su edad.

Salí de allí cuando los últimos rayos del día se colaban por el horizonte dejando paso a la noche, y comencé a andar hacía donde vivía Gael. Había pasado por allí un par de veces y realmente no quedaba muy lejos de donde vivía, quizás a unos veinte minutos como mucho, dependiendo del ritmo que llevaras. Llegué finalmente al barrio donde vivía y recordé el número de la casa que me había dicho, mientras iba por la acera buscando cuál de todas era.

En dirección hacia mí venía una mujer joven con un cachorro de labrador que se acercaba tirando de la correa con la que su dueña la llevaba atada, seguramente por lo que llevaba en la cesta, y se paró cuando llegó a mí lado dando un pequeño saltito como si quisiera alcanzarla, hecho que me hizo reír y agacharme para acariciarlo, mientras su dueña nos observaba con una sonrisa.



-Hola guapo –le rasqué detrás de las orejas mientras seguramente olía en mí a Isis y me levanté finalmente para seguir mi camino, sonriendo a su dueña, porque no todos se paraban y te miraban con buena cara cuando te acercabas a sus mascotas. Di finalmente con el número de la casa y me paré en la puerta durante unos segundos antes de tocar al timbre finalmente. Ahora estaría en su territorio y él llevaba la ventaja de estar casa, me mordí el labio mientras esperaba a que me abriera la puerta sintiendo un cosquilleo en mi cuerpo, y giré mi vista mirando a una pareja que pasaba por la acera mientras el nerviosismo me podía. Maldición, que abriera la puerta de una maldita vez, la incertidumbre me estaba poniendo en aquellos momentos. Esperaba que no hubiera empezado a cocinar.
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Mensaje por Gael Lutz Lun Abr 04, 2016 1:59 pm

Una mujer puede cambiar la trayectoria vital de un hombre



La última vez que había visto a Naitiri había sido mágica. Nos habíamos encontrado en la feria, dimos un paseo en noria, cenamos en una de las carpas y habíamos acabado en su casa. Una noche de lo más interesante y aún encima, me había quedado dormido con ella en mi regazo. Nunca me había ocurrido algo así, nunca había dormido con una mujer con la que previamente me había acostado, esas cosas no iban mucho conmigo y menos con una cortesana, pero Naitiri era diferente. Lo había sabido desde el primer día en el que la vi. También fue una noche de promesas, promesas que se iban a cumplir hoy mismo.

Unos días atrás, había recibido una carta donde me indicaba que día tenía libre para poder venir a cenar conmigo a mi casa. Ese día yo no iba a salir a cazar y Jane tampoco, así que no tenía mucho que hacer, por lo que me vino perfecto ya que era mi día libre en el restaurante. No le contesté a la carta, dando a entender que todo estaba correcto, que el día me venía bien. Por la mañana me desperté temprano, quería ir al mercado para poder comprar todo lo que me fuese a hacer falta esa noche, no sabía lo que podía cocinar, así que todo era bienvenido.

Llegué al mercado, el cual estaba medianamente lleno, era temprano, pero las mujeres y las sirvientas ya estaban listas con las bolsas para poder realizar la compra de la semana. Miré a mi al rededor, pensando que podía necesitar... Me dirigí al puesto de la carne, en la que pedí unos cuantos filetes, costillas, un pollo y unas cuantas salchichas. Si no hacía carne ya tenía para unas semanas con todo eso. Después, me dirigí al puesto del pescado. Tras eso, fui al de verduras y frutas, cogiendo un poco de todo. Miré las bolsas, cargadas hasta arriba de todo tipo de comida. Asentí, satisfecho, en casa tenía especias para aderezar. Decidí que ya había gastado mucho dinero en comida y volví hacía casa, parando entre medias a comer algo.

Guarde cada cosa en su lugar de la cocina y miré a mi al rededor poniendo los brazos en jarras. La casa estaba limpia y recogida, Adaline tampoco estaría hoy por la noche así que íbamos a tener todo el tiempo del mundo para hablar con calma y poder responderle todas aquellas preguntas que estaba seguro que tenía para mí. Mordí mi labio, estaba nervioso por saber cuales eran, no quería que los monstruos empezasen a correr en mi interior. Yo también tenía unas cuantas preguntas preparadas para ella, para saciar mi curiosidad... Hoy nos tocaba controlar la atracción que ambos sentíamos por el otro y dejar el sexo a un lado, en un rincón, como si tuviese la menstruación. ¿Que hacían las cortesanas cuando tenían la menstruación?

Miré el reloj de bolsillo, el cual siempre llevaba conmigo desde que Adaline me lo había regalado y subí arriba, al baño para darme una ducha, así me distraería de los nervios que tenía, quería que viniese ya. Una vez duchado, caminé semidesnudo por la casa, ya que me había tapado con una toalla atada a la cintura, hasta la habitación principal, en la cual abrí el armario y miré toda la ropa que me podía poner. Escogí unos vaqueros de color azul y una camiseta negra, así si me manchaba al cocinar con aceite lo disimularía un tanto. Acaricié mi barba de dos días con la palma de la mano hasta que la subí para peinar mi pelo, el cual estaba húmedo por la ducha.

Comencé a pasearme por la habitación sin dejar de suspirar ni un solo momento. ¿Porqué tardaba tanto? Estaba anocheciendo... ¿Se había perdido? ¿No iba a venir? Como me diese plantón iba a ser capaz de ir hasta su casa y echar la puerta abajo. En ese momento, escuché unos golpes en la puerta y sonreí, era ella. Bajé las escaleras y eché un último vistazo al salón y a la cocina para cerciorarme de que todo estaba recogido. Me acerqué a la puerta y la abrí, con una sonrisa en la cara. —No quiero biblias, por favor, márchese.— Le cerré la puerta en las narices y estallé en una carcajada, la cual me estaría oyendo a través de la puerta. Volví a abrir rápidamente la puerta tras terminar de reír. —Hola, Mziwna.— Me había molestado en buscar un libro sobre el árabe y me había aprendido unas cuantas palabras, en este caso, esta significaba guapa.

Me hice a un lado para dejarle pasar y cuando estuvo a mi altura la agarré de la cintura y besé sus labios. —¿Cómo estás?— Me separé de ella y le cogí la cesta mientras la dirigía a la cocina. Dejé la cesta encima de la mesa y me volví para mirarla, apoyando mis manos hacía atrás en la mesa. —Bueno, aún no he empezado a cocinar porque no sé que quieres, así que dime. ¿Que le apetece cenar hoy a la señorita? He comprado de todo, así que pide por esa boquita.— Guiñé un ojo, hoy me encontraba de un humor excelente, pero ese solía ser un humor habitual cuando estaba cerca de ella.
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Mensaje por Naitiri Zahir Mar Abr 05, 2016 1:09 pm

Si existe algo que me guste leer...
Definitivamente; son tus miradas




Suspiré nerviosa mientras observaba la puerta y me ponía a mirar la casa que tenía delante de mí, ya que cuando había llegado ni me había fijado realmente, había visto el número y solamente se me había pasado por la cabeza el tocarle y que me abriera. Era muy parecida a la mía, era también de dos plantas y estaba segura de que serían más o menos del mismo tamaño, al menos, lo que podía ver desde fuera. Aquello lo hice para tener algo en lo que ocupar mi mente ya que comenzaba a ponerme nerviosa, parada ante su puerta.

¿Cuánto me iba a hacer esperar? ¿No estaba en casa? Esperaba que no fuera eso y que le hubiera pillado arriba y que, por eso, estuviera tardando más en bajar a abrirme. Aún con la cesta en la mano mi otra mano libre la llevé a uno de los mechones de mi pelo, que caía libre en ondas, y comencé a enredar mi dedo por el mechón, soltándolo y volviendo a enredarlo de nuevo, mientras me mordía el labio y los nervios no hacían más que crecer en mí interior.

No sabía por qué, pero estaba nerviosa desde que había salido de casa y aquello se iba incrementando conforme me había ido acercando a su casa, hasta que el punto máximo llegó en cuanto me paré en la puerta y, durante unos segundos, me quedé mirándola sin saber realmente el motivo. Aún no me creía del todo que aquello fuera a pasar y jamás habría pensado que pudiera llegar a estar aquí, parada delante de su puerta, si no hubiera sido por la noche de la feria.

Había despertado aquella mañana recostada sobre él y había sido una sensación que hacía muchísimo tiempo no sentía, y la cual me gustó más de lo que quisiera reconocer y admitir. No sabía ni llegaba a comprender por qué Gael me llegaba a turbar tanto, pero era algo que aquella noche me había propuesto averiguar. Lo primero que iba a ver, y que me moría porque pasara, era verlo cocinar para mí. Me daba igual lo que hiciera… simplemente quería ver cómo se manejaba en la cocina. Era algo que me parecía sumamente sexy y que, pocos hombres, hacían.

Sabía que no sería la única que tendría preguntas para la otra persona y esperaba estar preparada para poder responde a todo lo que quisiera preguntarme, era justo si yo iba a hacerle un interrogatorio aquella noche. Sonreí por aquello, no iba a ser un interrogatorio porque seguro que conforme pasaba momentos a su lado más preguntas me entrarían. Era algo tan innato en mí que muchas veces podía llegar incluso a incomodar. Había personas que le gustaba para nada que le hicieran muchas preguntas y esperaba, realmente, que él no fuera una de ellas. Y si lo era, que me lo dijera sin ningún problema, lo último que quería era incomodarlo con todo aquello. Quería sumar, no restar.

Suspiré e iba dar un par de pasos hacia atrás para ver si veía luz por alguna de las ventanas de la casa cuando escuché unos ruidos, cada vez más cerca, que me indicaban que había alguien y esperaba que fuera él. La puerta se abrió dejándome ver a Gael detrás de ella y sonreí cuando, escuché sus palabras y… la puerta que se cerraba en mi propia cara. Enarqué una ceja por ello, sin llegar a creer lo que había pasado, confundiéndome con... ¿Me había…? Sí, había cerrado la puerta sin darme siquiera tiempo a decir nada.  Fruncí el ceño no sabiendo muy bien de qué iba todo aquello cuando… su risa llegó a través de la puerta, y sonreí. El muy… lo había hecho a posta. Qué gracioso. Vaya, otra faceta más que añadir a su lista y que desconocía hasta la fecha, al menos, de aquellas formas. No pude evitar reírme entre dientes, no me lo había esperado para nada.

La puerta volvió a abrirse y, ahora sí, me dejó verlo completamente mientras me mordía el labio y lo observaba parado delante de mí. Su saludo y aquella palabra en árabe hizo que sonriera mientras pasaba dentro cuando me dejó espacio, no pudiendo evitar dar un vistazo rápido a mí alrededor, y sentí su mano en mí cintura acercándome a él y besando mis labios a modo de saludo. El gesto de que me dijera aquella palabra cuando, estaba convencida, de que no tenía ni idea alguna de aquel idioma, fue algo que anoté mentalmente y que me había encantado. No lo hacía hablando aquel idioma y me había gustado que se dirigiera de esa forma hacía mí.  



-¿Ahora que te tengo delante? Mucho mejor –dije con una sonrisa, siendo sincera en mis palabras, ya que me alegraba mucho verlo y la espera había merecido la pena totalmente. Me quitó la cesta y se giró para ir hacia la cocina mientras lo seguí de cerca y no podía evitar cotillear todo a mí paso. Contemplé como la dejaba encima de la mesa y se apoyaba en ella, mirándome, mientras decía aquellas palabras. Me alegraba por un lado que no hubiera empezado a cocinar, habría sido una desilusión cuando le había pedido, expresamente, que quería que me cocinara. ¿Cualquier cosa? Reí entre dientes y, conforme estaba, me di el lujo de mirarlo de arriba abajo.

Aquellos pantalones le quedaban demasiado bien, y la camiseta negra que llevaba puesta hacía que se marcaran sus músculos bajo esta, denotando cada músculo que conocía tan bien y que había delineado con mis manos y mi boca, su barba de unos días que tanto me gustaba y la cual ya quería pasar mis dedos por ella, como si estuviera marcándola, y su pelo hacia atrás algo húmedo todavía. Finalmente fui a sus ojos donde los miré durante unos segundos, perdiéndome de alguna manera en sus ojos azules que me miraban de forma fija, esperando que dijera qué era lo que me apetecía cenar para comenzar a prepararlo. Estaba tan guapo de aquella forma, apoyado contra la mesa, despreocupado, alegre y jovial. ¿Lo podía pedir a él para cenar? Me mordí el labio y reprimí aquellos pensamientos todo lo que pude. Teníamos una promesa y no quería ser yo quien la rompiera, y mucho menos, tan pronto.  



-En realidad, me da igual lo que me cocines. Sabes que me encantaría ver cómo cocinas y es algo que encuentro demasiado sexy, ¿cuál es tu plato favorito? –Primera pregunta, sonreí y di unos pasos más cerca de él- Ratatouille, pollo al vino, Quiche… son mis preferidos. Puedes hacer el que más te guste, o tu plato favorito. Me encanta cualquier tipo de comida –di otro paso más quedando más cerca y miré la cesta para luego mirarlo a él- Yo he traído el postre, espero que te guste el chocolate, porque es lo que más lleva –di otro par de pasos más y me quedé justo delante de él- Alessia te manda saludos y… –me incliné para darle un beso sobre sus labios- me ha dicho que te diera un beso de su parte, ¡Ah! y que espera retarte de nuevo a los dardos –me reí sin poder evitarlo pasando un brazo por su cuello- He de reconocer que ha sido divertida tu broma, no me la esperaba para nada. Además, me ha encantado tu saludo, no sabía que supieras decir nada en mi idioma –no había que ser muy listo para saber, más o menos, de dónde podía ser- Te queda bien –sonreí y le miré- ¿Preparado para cocinarme, señor chef? Porque me muero de ganas por verte en la cocina. Y bueno, también de hambre –reí entre dientes y lo miré. Tenía muchas preguntas, pero habría tiempo para que se las dijera a lo largo de la noche.
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Mensaje por Gael Lutz Jue Abr 07, 2016 1:37 pm

Un estómago vacío es un mal consejero.




¿Estaría enfadada porque le había cerrado la puerta en la cara? Ni siquiera me había fijado bien en su atuendo, ni en su cara, solo había abierto la puerta lo suficiente como para poder comprobar que era ella, decir las palabras y ya está, esperaba que no se hubiese enfadado, no quería que esta pequeña cita comenzase mal, por eso me reí tan fuerte a pesar de que me había hecho mucha gracia, si me escuchaba reír, sabría que todo era una pequeña broma y aplacaría la ira si es que tenía en su interior. Yo siempre hacía este tipo de bromas, pero siempre se las hacía a Adaline cuando éramos pequeños y los enfados de mi hermana no podían compararse con nada... Aunque nunca había visto a Naitiri enfadada. ¿Cómo sería verla en ese estado? Esperaba tardar mucho tiempo en comprobarlo.

Sonreí al comprobar que no estaba enfadada por el cierre de la puerta así que me relajé por completo, ya podíamos empezar con esto, una cena, vino, postre... Y después vendría lo complicado, pero era lo que habíamos acordado que cuando hubiese tiempo, hablaríamos de cosas importantes. Suspiré tras dirigirme a la cocina y esperé mirándola con atención lo que me decía para que le hiciese de cenar, mejor dicho, para que nos hiciese. Levemente me reí sin dejar de mirarla, ya comenzábamos con las preguntas. —Mi plato favorito son los espaguetis a la boloñesa. Me encantan. — Iba a preguntarle cual era el suyo, pero no me hizo falta, ella misma se adelantó a mi pregunta. El ratatouille era uno de mis platos favoritos y además tenía todos los ingredientes para hacer ese, aunque también, le echaría algo de carne.  —Haré un ratatouille con carne ¿Vale? Tengo de todo.— Menos mal que me había dado por ir al mercado y comprar de todo un poco si no... Le iba a haber cocinado unos huevos fritos con patatas.

Umm chocolate. ¡Que rico! Era un amante del chocolate, como todo el mundo a no ser que fuese alérgico. ¿Quién podría ser alérgico a algo tan rico? Vaya desgracia de vida. Vi como poco a poco se acercaba a mí, hasta que estuvo a escasos centímetros y me besó, dándome saludos de la pequeñaja de Alessia. —Cuando quiera la llevaré a la feria y que gane el mejor.— Pobre muchacha, no sabía con quién estaba hablando. Agarré su cintura con mis manos, pegándola por completo a mi cuerpo mientras mi mirada pasaba de ser una mirada jovial a una deseosa. Quería que ella fuese mi cena. Besé su mejilla, si besaba sus labios o otra zona, estaría perdido... —Me alegro de que no estés enfadada, no sabía como podías reaccionar y lo he hecho sin pensar... jajajaja — Reí un poco y la miré. —Me ha parecido buena idea saludarte en tu idioma... Aunque nosé si lo he pronunciado bien... ¿Lo he dicho bien? Es algo difícil.— Besé su nariz y la aparté de mí, era hora de comenzar a preparar todo.

Me coloqué uno de mis delantales y lo abroché a mi espalda. ¿Qué iba a hacer ella mientras yo cocinaba? Igual se aburría... La miré de arriba a bajo, no quería que se manchase la ropa que llevaba. Dudé unos instantes, sin saber muy bien que hacer con ella. — Um... ¿Quieres mirar? ¿Quieres cambiarte de ropa? Te puedo dejar algo mío, más cómodo que ese vestido. ¿Quieres ayudarme en la cocina? ¿Quieres cotillear la casa? Eres libre de hacer lo que quieras mientras yo cocino.— Le di múltiples opciones que escoger ya que a mi me daba igual cual escogiese. Saqué los ingredientes para hacer el plato y los coloqué encima de la mesa, preparados. Lavé todas y cada una de las verduras que había preparado sobre la mesa y comencé a partir una por una en rodajas, empezando por la berenjena. Tras eso, partí las demás verduras exactamente igual que había hecho con la berenjena.

La miré de reojo cuando entró por la puerta de la cocina de nuevo con ropa mía puesta. Dejé el cuchillo en la mesa y me giré de inmediato para verla. Estaba... Realmente guapa. La camiseta le quedaba algo grande, pero era muy muy sexy verla con mi ropa. Sonreí ladino cuando estuvo a mi altura. —Me encantan tus vestidos pero estás realmente sexy con mi ropa... Ten, pela y parte estos ajos en chiquitito.— Le presté mi cuchillo para que hiciese eso y mientras yo, colocaba las verduras en láminas, salteadas entre si en una fuente para después ponerla a calentar en el horno. Una vez puestas todas en la fuente, le eché un poco de albahaca y orégano, aceite de oliva y el ajo que había partido Naitiri, y lo metí al horno.

Al pasar por su lado la agarré de la cintura y besé sus labios. —Eres una excelente partidora de ajos... Ahora falta la carne.— Saqué la carne que tenía y se la di, le tocaba a ella partirla en trozos, así no se aburriría. —Partela en trozos pequeños, pero que tampoco sean minúsculos... Como en taquitos o tiras, como prefieras. Las freiré después.— Le pasé la sal y la pimienta para que lo echase y puse a calentar la sartén con aceite, así todo estaría listo cuando terminase de partir la carne. —¿Sueles cocinar a menudo? ¿O cocina Alessia?— No tenía ni idea de que hacía en un día, ¿Cómo sería ser ella? Duro, sin duda.
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Mensaje por Naitiri Zahir Sáb Abr 09, 2016 11:39 am

Un viaje de diez mil kilómetros
comienza por un solo paso




Los nervios que había sentido conforme me iba a cercando a su casa, y que se incrementaron cuando estaba delante de su puerta, pasaron a un segundo plato cuando me abrió la puerta y… la cerró en mis narices. Me había quedado algo sorprendida por aquello sin saber realmente si me estaba haciendo una broma, o qué podía ser… hasta que lo escuché reírse detrás de la puerta. Maldito, me había gastado una broma con lo nerviosa que estaba, que no había hecho sino incrementar los nervios hasta que oír su risa. Menudo gracioso estaba hecho, me reí entre dientes hasta que por fin abrió la puerta y me dejó pasar dentro.

Mis ojos no tardaron en mirar alrededor el tiempo que me dejó hasta que me cogió por la cintura y me besó, tenía ganas de saber cómo era la casa donde vivía Gael. En parte, era el reflejo de cómo era la persona realmente y, aunque él no había visto casi nada de mí casa, salvo lo reamente importante… no quería ser demasiado cotilla y curiosa a no ser que él me dijera que tenía vía libre, entonces ahí, ya vería si daba un vistazo o lo dejaba para otra ocasión.

No había ido a su casa con la intención de inspeccionar cada rincón de este, principalmente, había ido porque me moría por ver cómo cocinaba, desde que me lo había dicho en la feria en mí mente rondaba la imagen de él cocinando algo, cualquier cosa, mientras yo lo observaba. Y, la segunda razón pero no menos importante, era porque habíamos hecho la promesa de conocernos más, hablar tranquilamente, contarnos cosas para saber más del otro… y yo tenía tantas ganas de preguntarle cosas y que me contara, que no sabía cuánto tiempo iba a poder contener hasta empezar, de alguna forma, aquel pequeño interrogatorio.

Y no tardé mucho en hacerle la primera pregunta, la colé mientras le explicaba que me daba igual lo que cocinara, como si era el plato más sencillo y básico que había en el mundo, me daba exactamente igual. La metí mientras me acercaba a él y antes de que me preguntara nada fui yo la que le dije cuáles eran mis platos favoritos, algunos de ellos al menos, y lo vi reírse levemente. Me había pillado, sabía que lo había echo aposta la pregunta y no me importó. Era una amante de la comida y, realmente, no tenía un plato favorito. Me gustaban muchos y había pocos a los que les hiciera realmente asco. Pasta, otro de mis platos favoritos.



-Espaguetis a la boloñesa –me lamí los labios mientras daba pequeños pasos acercándome a él, y sonreí- Adoro la pasta, en realidad, me encanta cualquier tipo de comida y toda su variedad… hay pocos platos que no me gusten –totalmente cierto, y por ello como me gustaba comer de todo eso mismo es lo que hacía con Alessia. Ella prefería más la carne que cualquier otra cosa, pero yo intentaba que comiera de todo y lo conseguía a regañadientes… en ese aspecto, y en muchos, era una cabezota. Como yo. Nos parecíamos demasiado esa pequeña y yo, me sentía cómo si fuera su hermana mayor. Lo miré cuando dijo que iba a hacer ratatouille con carne y asentí- Tú eres el chef, no tengo problema alguno con ello, y seguro que está buenísimo –si ya de por sí era un plato que estaba bueno, con carne seguro que estaría muchísimo mejor. Me quedé justo delante de él tras darle el saludo de Alessia y el mensaje que tenía para él y noté sus manos en mí cintura pegándome a su cuerpo, cosa que me hizo morderme el labio durante unos segundos mientras lo miraba. Muy cerca, demasiado cerca, como para resistir la tentación que aquel hombre ejercía sobre mí y su mirada... no ayudaba para nada. La idea de que fuera él mi cena volvió con más fuerza y la deseché cuando besó mi mejilla y dijo lo de Alessia, haciendo que sonriera divertida- Le darás una alegría créeme. Le caíste muy bien y es la primera vez que la veo tan cómoda con un hombre, está con la idea de que quiere ganarte y es tan cabezota como yo que no parará hasta conseguirlo –la conocía demasiado, y si me había dicho que le dijera aquello es porque en su cabeza todavía rondaba aquella noche en que lo vimos lanzar los dardos. Me reí divertida ante el comentario de que pensaba que podía enfadarme y negué con la cabeza, dejando una de mis manos sobre su pecho ¿enfadarme por eso? De locos– Bueno… no te voy a negar que, por unos mini segundos, si que me he enfadado, pero ha sido muy gracioso, de verdad. Me gusta esa chispa de diversión que tienes –miré sus labios unos segundos y subí a su mirada cuando dijo lo de mí idioma, desde tan cerca, podía apreciar mucho más los matices del color azul de sus ojos- Ha sido una muy buena idea y una muy grata sorpresa, es algo complicado y… bueno, para ser principiante lo has hecho muy bien. Ya te enseñaré yo mejor, seré tu profesora particular –reí sintiendo que dejaba un beso en mí nariz y me apartaba para ponerse un delantal.

Sí, mejor poner algo de distancia porque sabíamos cómo podía acabar aquello y adiós cena, adiós postre y… adiós charla. Realmente quería cumplir lo que habíamos dicho y estaba segura que, al igual que yo, él también se estaba conteniendo con todo aquello. Estábamos haciendo fuerza los dos porque como flaqueara uno estábamos perdidos. Me mordí el labio observando cómo se ponía el delantal y esa vez fui yo la que se apoyó en la mesa, mientras esperaba para ver lo que hacía o si necesitaba ayuda. No iba a quedarme quieta como una estatua mientras él cocinaba, iba a ayudarlo en todo lo que me pidiera porque, de lo contrario, no sabía cómo acabaría aquello. Pero él cocinando seguro que no.

Lo vi girarse hacia donde estaba y mirarme de arriba abajo durante unos segundos y me pregunté qué estaría pensando. Y no tardé en saberlo; me estaba dando múltiples opciones para escoger y sonreí por aquello. ¿Tenía que escoger solamente una? ¿No podía elegir todas? Me moría por hacer varias cosas de lo que me había dicho, por ejemplo, la casa… pero pasaría a un segundo y tercer plano porque quería ver como cocinaba. ¿Cambiarme de ropa? Enarqué una ceja ante eso, me estaba diciendo que… ¿me dejaba ponerme ropa suya? Era algo raro pero, a la par, encantador. Sí, definitivamente me pondría algo de ropa suya lo había decidido en cuestión de un par de segundos. Me acerqué para quedar más cerca de él y sonreí.



-Si no te importa tomaré la opción de ponerme algo tuyo, y te ayudaré en la cocina, no voy a dejar que lo hagas todo tú –dejé un beso en su mejilla- Ahora bajo –salí de la cocina y supuse que estaría arriba su habitación por lo que subí las escaleras encontrándome con un pasillo con varias puertas. Bien, y ahora ¿cuál sería su habitación? Solo me quedaba comprobarlo. Anduve por el pasillo y abrí la primera puerta con la que me topé, me asomé y… negué con la cabeza. No, imposible que fuera su habitación. Tenía toda la pinta de ser una habitación que ocupaba una mujer, así que cerré la puerta y abrí la siguiente que tenía más cerca. ¡Bingo! Esa sí que era la suya, tenía una cama grande de matrimonio, algunos muebles, y un armario grande al cual me acerqué para abrirlo y coger algo que me pudiera servir. Para ser un hombre tenía mucha variedad de ropa y ya que iba a ayudarlo en la cocina cogería alguna camiseta suya que estuviera algo más vieja, así no pasaría nada si se manchaba o no.

Una vez encontré una la dejé sobre la cama y cerré el armario para comenzar a quitarme todo lo que llevaba encima. Me iba a parecer muy raro verme con su ropa puesta, aunque la idea en sí misma ya me encantaba, por eso la había cogido. Comencé a desabrochar el vestido y a bajarlo cuando, un maullido, hizo que me girara terminando el vestido de caer al suelo. En la puerta sentado estaba un gato que me miraba mientras movía el rabo, sonreí mientras lo observaba y dejé el vestido sobre la cama quedándome en ropa interior, me puse la camiseta que había cogido y… su olor me inundó. El mismo olor que se había quedado en mí cama, el mismo que me había vuelto loca a la hora de dormir. Suspiré y me miré antes de bajar, saqué mi pelo dejándolo por la espalda y bajé la mirada, la camiseta me paraba grande y me llegaba a mitad de muslo, tapaba lo suficiente así que… estaba lista.

Salí de allí sin tener rastro del gato que cuando me giré ya no estaba en la puerta, cerré la puerta y bajé de nuevo entrando en la cocina. Me sentía algo rara llevando una camiseta, estaba acostumbrada a llevar batas con la ropa interior puesta solamente pero… aquello era extraño. Me mordí el labio sintiendo su mirada sobre mí cuando se giró a verme, acercándome a él, y sonreí por sus palabras negando con la cabeza. Claro, ¿cómo no le iba a gustar? Estaba semi desnuda de aquella forma. Cogí el ajo y comencé a pelarlo como me había dicho, mientras de reojo miraba lo que estaba haciendo.


-No he querido cotillear pero, ¿tienes una hermana? Me he topado con su habitación mientras buscaba la tuya –sabía que era la habitación de una mujer- ¿Vive contigo? –No sabía si era así, quizás podría llegar a lo largo de la noche. Y las preguntas importantes quería dejarlas para el final, para que cuando hubiéramos cenado y estuviésemos más tranquilos- Por cierto, tienes un gato muy cotilla ¿lo sabías? Me ha estado observando mientras me cambiaba –dije riéndome muy divertida por ello comenzando a cortar el ajo en trozos pequeños como me había dicho- Cuando me he puesto la camiseta… había desaparecido. Es un gato muy listo –le di el ajo mientras él terminaba de poner la verdura que ya había cortado en la fuente y lo observé- ¿Sabías que los egipcios, fuimos los primeros en domesticar un gato? Solo podían tenerlo los faraones porque pensaban que eran dioses reencarnados, y se castigaba con la muerte matar o pegar a uno. Mi madre siempre decía que daba buena suerte tener a un gato en casa, porque era una señal de buen augurio te protegía contra todo mal –miré hacia otro lado durante unos segundos dejando que metiese las cosas en el horno y sonreí cuando me besó. Me gustaban las muestras de cariño que me daba y negué con la cabeza por lo de partir ajo y comencé con el pollo- Sí, chef. Oído cocina –me reí mientras hacía el pollo en tacos para que pudiera luego freírlo mejor, en trozos del tamaño que había dicho, y sonreí- Soy yo la que cocino en casa aunque Alessia a veces me ayuda a hacer la comida. Si fuera por ella, lo único que comeríamos sería carne. Intento que coma de todo y es una lucha algo constante. Lo que más le gusta hacer son postres, y se le da muy bien. Este lo he hecho yo –le dejé el pollo cortado en tacos y me lavé las manos viendo como él comenzaba a freírlo, me puse a su espalda pasando mis brazos por su estómago, inclinándome un poco para apoyar mi barbilla en su hombro, ya que era algo más alto que yo, y no molestarle mientras veía como freía- Si me has dicho eso por cortar unos simples ajos, cuando pruebes el postre, te vas a querer morir –reí dejando un beso en su cuello y separarme- ¿Dónde tienes los platos? –mientras él terminaba yo pondría la mesa y así una cosa menos. Los cogí cuando lo dijo y le pregunté si cenábamos en el comedor o ahí, y cuando me respondió, fui sacando las cosas mientras él terminaba. En uno de los viajes me topé con su gato de nuevo y me agaché para acariciarlo y volver a la cocina- Aquí te traigo al sospechoso –reí mientras el gato se paseaba entre mis piernas, restregándose- ¿Falta algo más? ¿Ayudo en algo? –Pregunté apoyándome a su lado- Huele de maravilla –el olor que había en la cocina hacía que se me hiciera la boca agua, tenía ganas de probar aquello.  
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Mensaje por Gael Lutz Lun Abr 11, 2016 12:04 pm

Nunca tuve más religión que el cuerpo de una mujer.



Naitiri conforme más la conocía más me impresionaba, más se ajustaba a mí, como un puzzle. Encajábamos en la mayoría de las cosas, aunque había cosas que ella no conocía de mí y seguramente no le iban a hacer gracia cuando algún día, fuese la hora de contarle la verdad de mi vida, cuando se diese cuenta de que la mayoría de las cosas se las había ocultado, que estaba viviendo en una mentira solo para protegerme. ¿Cómo reaccionaría cuando llegase ese momento? Seguramente con un tortazo en mi cara, unas palabras duras y quizás, ni siquiera un adiós. Una punzada de dolor me invadió, no quería decirle la verdad nunca jamás, pero tampoco se merecía vivir en mi mentira, no quería que fuese parte de eso y si algún día esto que teníamos llegaba a más, pensaba afrontar las consecuencias y contarle la verdad, pasase lo que pasase.

Me lo iba a pasar muy bien cocinando para ella ahora y todos los días que ella me lo pidiese, yo adoraba cocinar y ella adoraba toda la comida, así que era perfecta para que yo pudiese innovar en algunos platos y que me diese el veredicto. Me lo apunté mentalmente y sonreí, satisfecho. —Algún día, podrías venir al restaurante  y probar mis nuevas obras. Quiero variar un poco la carta, el menú de siempre me cansa y a los clientes también.— Así que si iba a la feria con Alessia me iba a tocar dejarme ganar... Maldita niña cabezota. —Maldita. Tendré que dejarme ganar porque como no lo haga, va a llorar... — Reí un poco por mis palabras, me acababa de imaginar esa escena. Me apunté un punto en mi mente, tenía que aprenderme más palabras en su idioma para que estuviese contenta, me gustaba sorprenderla. —Vale, serás mi profesora... Yo puedo ser tu profesor de francés.— La miré con la cara más lujuriosa que podía mirarla, dejando claro que no me refería para nada, a nuestro idioma, el cual ella dominaba a la perfección y no necesitaba ayuda en ningún momento.

Aproveché para darle una nalgada cuando dejó su beso en mi mejilla y salía de la cocina para ir a explorar la casa y llegar hasta mi habitación, la cual estaba completamente recogida y las armas escondidas en mi rincón oculto. Suspiré algo preocupado, era imposible que las encontrase y también que encontrase algunas de Jane, las cuales estaban escondidas en la habitación de invitados, dicha habitación estaba la última y no iba a llegar hasta allí. ¿Que pensaría si le dijese que vivía con otra joven? ¿Se llevarían bien? Con Jane era fácil que fuesen amigas, tenían una edad parecida... ¿Que pasaba con Adaline? Ni siquiera conocía a Jane, como para que conociese a Naitiri... sin duda le daría un síncope cuando se enterase de que había dos mujeres más en mi vida a parte de ella. Continué partiendo las verduras despacio, haciendo tiempo hasta que bajase de nuevo y me ayudase con los ajos.

La escuché bajar y fue entonces cuando me giré para inspeccionar lo que se había puesto y me llevé una grata sorpresa. Solamente había escogido una camiseta algo vieja que tenía y ya. Ni siquiera un pantalón de pijama o cualquier otra cosa. Una sacudida se originó en el centro de mi entrepierna y mordí mi labio. Maldita mujer, era el pecado en persona. —¿Te gusta verme sufrir? — Le pasé los ajos y no dije nada más, me estaba achicharrando de calor y no era ni por el horno ni nada que estaba utilizando en la cocina en estos momentos. Se lo pensaba devolver con creces... Acababa de iniciar una guerra de haber quién ponía al otro más caliente. Y odiaba perder, aunque tenía todas las papeletas para hacerlo.

Sí, vivo con ella aunque realmente no lo parece. Se llama Adaline. — ¿Ella tenía hermanos? No recordaba si habíamos hablado de esto, quizás sí y yo estaba ocupado comiéndomela con los ojos, para esas cosas era un distraído. Me reí cuando habló de Gato, así que ahí era donde estaba, llevaba todo un rato sin verlo por ningún lado. —Ese gato es yo pero en animal... Maldito. ¡Que suertudo! — Gato era el terror de las nenas, sin ninguna duda. Muchas gatas se agolpaban en nuestra ventana en la época de celo, pero él solo escogía a una y siempre era la misma. La miré curioso por lo que me decía acerca de los gatos, era algo que desconocía. —¿Enserio? ¡Que guay! Yo personalmente, me gustan más los perros, aunque soy un fanático de todos los animales, pero los perros dan más trabajo que un gato y soy un hombre muy ocupado. ¿Porque tienes a Isis y no a un gato? — Pregunté por simple curiosidad.

Controlé como iba partiendo el pollo tal y como le había indicado, sus cortes eran certeros y no dudaba a la hora de manejar el cuchillo, tenía una buena técnica. Sonreí, hacer postres era de lo más divertido que había en la cocina, aunque ponías todo hecho un cristo. —Dile a Alessia que lo verde no es solamente para las vacas y los caracoles... Y luego probaré el delicioso postre que has preparado, seguro que está de muerte.— La volví a mirar con lujuria, como si en realidad hablase de ella y no del postre de chocolate que había traído. Cogí el pollo cuando terminó de partirlo y comencé a freírlo en la sartén, mientras ella se ponía a mi espalda y me agarraba por la cintura para después besar mi cuello. ¿Quería jugar? Pues íbamos a jugar... Con una de mis manos cogí su mano y la coloqué en mi paquete, el cual estaba algo duro. —¿Te gusta el bocadillo de lomo? Está muy bueno...— Mordí mi labio para contener la risa, como si de verdad estuviese hablando de comida. Quité mi mano de ahí y le indiqué donde tenía los platos para que comenzase a poner la mesa en el salón, ahí había más espacio para comer con tranquilidad.

Saqué el ratatouille del horno y le eché el pollo por encima, ya estaba todo listo. Me giré para ver como Gato se pasaba entre sus piernas y me reí. —Le caes bien. La verdad es que es un gato que le encantan las mujeres. — Aderecé el plato con un poco de tomillo y la miré negando con la cabeza. —No, ya está todo listo. Bueno, puedes coger los vasos y el agua. Es lo único que falta.— Cogí la bandeja despacio con unos guantes para no quemarme y me dirigí al salón, poniendo la bandeja en medio de los dos platos. Llegó con los vasos y el agua. —Ahora saco el vino, no te preocupes.— Le saqué la lengua, no sabía si prefería comer con agua o con vino, pero todo era siempre bienvenido. Cogí un vino tinto que tenía en una de las vidrieras del salón y lo serví en dos copas. Después, le serví un poco de la bandeja en su plato y otro poco para mí. Estaba nervioso por saber que le parecía mi obra maestra. —Pruébalo y dime que te parece.— Olía de maravilla por las especias que le había echado y mis tripas comenzaron a gruñir, tenía tanto hambre que me estaba dando calambre.
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Mensaje por Naitiri Zahir Mar Abr 12, 2016 10:30 pm

"Había traído consigo los vientos favorables de un mundo enorme,
y resultaba extrañamente cautivador"




Era realmente extraño como podíamos congeniar y complementarnos tan bien conociéndonos apenas de un par de días. Realmente era algo que no lograba saber muy bien pero que, a pesar de todo, me gustaba porque jamás había sentido esa conexión que tenía con él con otra persona. Extraño e incierto al mismo tiempo y aquello solo me llevaba a querer saber más y más. Me sentía tan cómoda cuando estaba con él que para nada pensaba que aquella era la tercera vez en mí vida que lo veía, la segunda en ser fuera del burdel, en un ambiente totalmente ajeno a aquello donde podía ser totalmente yo.

La forma que teníamos de tratarnos, la familiaridad abrumadora con la que hablábamos, bromeábamos y nos picábamos podía llegar a ser algo desconcertante, pero lejos de eso, era algo que me encantaba. No sabía por qué pero desde el primer momento sentí que con él podía ser… yo. La Naitiri de verdad, aquella que podía decir o hacer cualquier cosa sin temor a ser juzgada o mirada de alguna forma diferente, y no me preocupaba lo que pudieran decirme, pero con él sentía esa libertad que no con mucha gente te podías topar. Menos, de tan pocos días. Sin duda, Gael estaba resultando una caja llena de sorpresas… y solamente la había destapado un poco, ¿qué encontraría una vez abierta del todo? Me moría por saberlo.

Sonreí por sus palabras de que un día fuese al restaurante y me mordí el labio ante aquello, quizás iría con Alessia y así pasaba también más tiempo con ella. Últimamente apenas tenía tiempo para verla que no fuera en el burdel, y notaba que la había dejado algo de lado. Ella sabía perfectamente que no era algo que yo hiciera aposta, adoraba a esa joven, y tenía que sacarla más de casa. Así que ir al restaurante donde Gael trabajaba sería una excusa perfecta para estar con Alessia y, de paso, verlo de nuevo. Menos mal que estaba Isis y que le hacía compañía, por esa parte estaba un poco más aliviada. Por eso había cogido libre también el día siguiente, para pasar la tarde con ella y hacer lo que quisiera, no le iba a negar nada.



-Me parece muy buena idea, la verdad. Me encantará ser la que pruebe las nuevas innovaciones y te de mi veredicto. Prometo ser objetiva e imparcial en mí veredicto –levanté una de mis manos, riéndome entre dientes- e incluso te ayudaré, si quieres, en caso de que no sea uno favorable a que lo sea. Dos mentes piensan siempre mejor que una –bajé la mano y la dejé en su pecho mientras lo observaba, jamás había innovado en un plato y la verdad es que tenía curiosidad por aquello. Sonreí ante lo que dijo de Alessia y dejarla ganar o lloraría, pareciéndome una escena divertida pero que no lo veía posible, y enarqué una ceja cuando dijo tan convencido de que iba a ganar él- ¿Cómo estás tan seguro de que ganarás tú, y no ella? Quizás te llevas una sorpresa, créeme –no dije nada más y lo miré cuando dijo que aceptaba ser su profesora- Aprenderás rápido si se trata de mí, la pronunciación es lo más difícil pero, a base de repetir, no tendrás problema alguno –no pude evitar reírme por sus siguientes palabras sintiendo su mirada sobre mí, pegado a su cuerpo como estaba, mirándome de aquella forma y con aquel sutil comentario que por supuesto sabía a lo que me estaba refiriendo. No ayudaba para nada, lo tenía demasiado cerca y aquello no me ayudaba a la hora de mantener la compostura, al contrario, quería que comenzara con sus clases y, si hacíamos eso, podíamos despedirnos de la promesa de hablar que habíamos hecho. Le di un ligero golpe en el hombro mientras me reía y negaba con la cabeza divertida, observándolo a los ojos- Ya veo que tus fines son lucrativos en esa particular enseñanza –me reí entre dientes y dejé que me separara porque, sino, no sabía muy bien por dónde íbamos a salir.

Lo contemplé mientras se ponía el delantal y me mordí el labio mientras sus palabras, subidas de tono sutilmente, rondaban en mí cabeza. Aquel hombre me turbaba demasiado y dudaba que él llegara a saber cuánto lo hacía, sin siquiera proponérselo. ¿Le turbaría de la misma manera? ¿Podría llegar a hacerlo? Era otra cosa que tendría que averiguar con el paso del tiempo. Muchas cosas me había propuesto averiguar y estaba impaciente por saberlas todas, la curiosidad danzaba en mi interior como un pequeño diablillo que pedía comenzar a jugar… pero no era el momento, todavía no.

Tras las opciones que me dio decidí ponerme algo de ropa para estar más cómoda ya que tampoco quería mancharme el vestido, si él me ofrecía su ropa no iba a ser yo quien me negara. Sentí la nalgada cuando besé su mejilla y lo miré mientras me alejaba para salir de la cocina mordiéndome el labio, me provocaba de una forma encantadora y yo me dejaba provocar también. Subí al piso de arriba y busqué su habitación pasando antes por la de su hermana, o eso pensaba, hasta dar con la suya. Busqué una camiseta vieja que tuviera y me la puse, solamente cogí eso, iba a estar más cómoda y no me veía llevando ninguno de su pantalones que seguramente me vendrían demasiado grande… si ya de por si la camiseta me pararía enorme, no quería ni imaginarme un pantalón suyo, con su gato observándome que no me di cuenta hasta más tarde.

Entré en la cocina mientras lo observaba y me acercaba a él, notando su mirada recorrerme solamente con aquella prenda que llevaba encima, y me reí entre dientes por sus palabras. ¿Pensaba que quería hacerle sufrir? Creía que había entendido lo que era sufrir realmente la última vez que nos habíamos visto, en realidad, la camiseta solo dejaba al descubierto mis piernas, no enseñaba nada más, no es como si fuera provocando con ello puesto. Por lo que me hizo reírme entre dientes mientras me ponía a su lado, cogía el cuchillo que me daba y dejaba los ajos delante de mí para pelarlos.



-Bueno, si te refieres al tipo de sufrimiento que te hice pasar la última vez en mí cama… entonces la respuesta es sí –lo miré divertida terminado de pelar el último ajo, sintiendo cómo me miraba y me mordí le labio comenzando a cortar el ajo como me había dicho mientras él ponía la verdura cortada en rodajas en la fuente. Terminé de cortarlos y me acerqué a él para que los pusiera también en la fuente antes de meterlos al horno, y me quedé a su lado- ¿Sabes lo que es realmente sufrir? Tener tu olor en mi cama durante varios días, volviéndome loca cada vez que iba a dormir, y que no estuvieras allí. Eso que es sufrir –lo miré durante unos segundos y dejé un mordisco en su hombro, como si fuera en pago por las noches que me había tirado intentando dormir con su olor por mí cama- Y seguro que algo de la camiseta se queda en mí piel, oleré a ti seguro –me reí divertida por aquello y escuché lo de su hermana- Adaline, bonito nombre. ¿Por qué dices que es como si no viviera aquí? –había visto su habitación, quizás, es que solo dormía aquí en momentos puntuales. Reí entre dientes por lo que dijo del gato, diciendo que se era él pero en animal, y con que era un suertudo- ¿Suertudo? Él solo me ha visto en ropa interior, Gael, tú en cambio me has visto desnuda y has hecho mucho más que verme desnuda… creo que, el suertudo aquí, eres . –Hice una pausa cuando preguntó lo de Isis y sonreí- Soy una amante y defensora de los animales, antes tenía un gato pero se murió de vejez. Es… duro cuando se van, les coges tanto cariño que por un tiempo piensas en no tener otra mascota, para no pasarlo tan mal. Pero al final caes, tenía pensado tener otra mascota pero no me había decantado por nada. Fue una noche cuando volvía a casa que, en mitad de la calle, vi que un cachorro se acercaba a mí corriendo, se paró delante de mí e intentó subirse a mis piernas y me miraba con esa cara que… Era tan mona que fui incapaz de dejar ahí tirada por lo que me la llevé a casa. Cuando llegué con el cachorro en brazos, de apenas unos meses, Alessia me la quitó de las manos y comenzó a darle besos entusiasmada –hice una pausa y sonreí, recordando aquel momento- Creo que fue un acierto el llevármela, pasa mucho tiempo con Alessia y se la lleva a dar paseos y la saca, y así ninguna de las dos está sola cuando llego tarde a casa. Además el amor que da esa perra es… simplemente genial. Cuando estoy de bajón siempre lo nota, se sube al sofá conmigo y empieza a darme besitos por la cara como si quisiera decirme que ahí está ella, dándome ánimos –le miré a la cara y sonreí- Los gatos son algo más independientes y un poco de amor nunca viene mal –dejé un beso en su mejilla sonriendo y comencé con el pollo.

Sentía su mirada mientras cortaba el pollo en tacos como me había dicho para añadirlo luego a lo que se estaba haciendo en el horno, y tras decirle que era yo la que cocinaba en casa y que Alessia lo que hacía era los postres, me reí cuando me dijo que le dijera a que lo verde no era solamente para las vacas y para los caracoles, teniendo que parar un segundo para no cortarme mientras me reía por ello. Le miré durante unos segundos y negué con la cabeza.



-Ya bueno, la próxima vez que la veas díselo tú también que seguro que siendo chef te hace algo de caso, no me canso de intentar luchar con ella en eso. Es cabezota, pero yo lo soy más y casi siempre me salgo con la mía. En cuanto al postre… -me callé sintiendo su mirada en mí, lo observé durante unos segundos no sabiendo lo que estaba pasándole por la cabeza, pero el postre sabía que no era una de esas cosas. No mientras me miraba de aquella forma tan… llena de lujuria. Me concentré en terminar de cortar el pollo y sonreí- Ajá, verás como te va a encantar lo que he preparado –quise decirle que, sino, yo sería su postre pero… me callé. No estábamos allí por eso y teníamos que aguantar, aunque comenzáramos a flaquear poco a poco. Le di el pollo para que lo friera y me puse a su espalda rodeando su cintura y elevándome sobre mis pies, poniéndome de puntillas, apoyando mi barbilla en su hombro para ver cómo freía. Sentí su mano que la llevaba a su miembro que se notaba algo duro bajo la tela del pantalón y sonreí, evitando reírme por sus palabras del… bocadillo. Oh, ¿quería jugar? Iba a perder si jugábamos a aquel juego– Sabes que el bocadillo de lomo me encanta –subí mis labios a su oreja, apretando un poco su miembro sobre la tela, sonriendo divertida por aquello- Lo dejaré para luego más tarde, te lo pediré si… me quedo con hambre –susurré sobre su oído y dejé un mordisco en su cuello para alejarme y poner distancia.

Comencé a sacar los platos al salón y ponerlos sobre la mesa uno al lado del otro y lo miré en un vistazo rápido, varios sofás, una chimenea encendida que aportaba el calor a la habitación, varias vidrieras de estantería donde había botellas y algún que otro libro, la mesa, un sillón… muy parecido a mí salón. Volví para seguir sacando más cosas y me encontré con el gato de antes, agachándome para acariciarlo y fui de nuevo a la cocina, donde sentí que se paseaba entre mis piernas mientras veía como Gael terminaba de poner el pollo ya frito en la fuente donde estaban las verduras.


-Claro, ¿cómo no le voy a caer bien? Soy un amante de los animales, soy mujer y soy egipcia, ¿qué más quieres? –me reí mientras el gato ronroneaba restregándose entre mis piernas al tiempo que Gael aderezaba el ratatouille y saqué los vasos y el agua como había dicho. Me senté en la mesa mientras él dejaba la fuente y el olor hizo que rugieran mis tripas, olía demasiado bien, y sabía que estaría aún mejor. Sonreí cuando dijo lo del vino y lo miré alejarse a una de las estanterías que había visto fijándome en lo bien que los pantalones le quedaban y resaltaban su trasero, cómo la camiseta se ceñía a su cuerpo y marcaba los músculos de su espalda… y me mordí el labio. Era una tentación andante aquel hombre. Por fin se sentó en la mesa y repartió una ración a cada uno, cogí el tenedor para probarlo, llevarlo a la boca y… gemí, cerrando los ojos unos segundos, saboreando el conjunto de sabores. Dios, ¡estaba delicioso! Lo miré mientras tragaba el primer bocado y sonreí- Esto está demasiado bueno, Gael, ¿me adoptas para comer todos los días? –Reí por aquello y volví a pinchar de nuevo- ¿Lo haces todo tan bien? –aunque lo pareciera, no iba con doble sentido, volví a llevar el tenedor a mí boca y estaba mejor aún que el anterior, la carne le daba otro punto totalmente diferente y estaba buenísimo– Con carne está buenísimo, de verdad, felicitaciones chef –le hice un gesto con la copa de vino y di un trago, dejando pasar la comida- ¿Te puedo contratar como mi chef personal y particular? Te pago lo que quieras, en serio –reí por la medio broma mientras no dejaba de comer, a cada bocado estaba mejor y más rico que el anterior, y me terminé el plato antes de siquiera darme cuenta. Miré la fuente y luego a él- ¿Puedo? –Pregunté antes de servirme un poco más, nunca había comido tanto y, de verdad, no me cansaba- El mejor ratatouille que he probado, te lo digo muy en serio –sonreí y seguí comiendo disfrutando de cada trozo, de cada bocado. Acabé finalmente y suspiré viendo a su gato que nos miraba entre medios de ambos y sonreí- Dicen que las mascotas se parecen a sus dueños, y el gato es muy adorable –le miré y me levanté- Bien, ¡hora del postre! –fui hacia la cocina a sacar el postre de la cesta, coger dos platos, un cuchillo y un par de cucharas que ya sabían donde estaban, y volví dejándolo sobre la mesa al igual que los platos. Me senté sobre sus piernas quedando de lado y le di un beso rápido, no podía evitar aquello, sentía que era como una polilla que era atraída hacia la llama y Gael era esa llama, como si fuéramos dos imanes de cargas totalmente opuestas que al estar juntas nos atraíamos sin poder evitarlo- Bien, el postre es un bizcocho de chocolate, tiene dos capas de caramelo por dentro y la capa de chocolate por encima, espero que te guste –no me levanté de donde estaba, simplemente cogí el cuchillo y partí un trozo poniéndolo en un plato, cogí una cuchara, partí un trozo y se lo acerqué a la boca- Prueba –mientras él probaba yo partí otro trozo para mí y lo probé… menos mal, el bizcocho estaba en su punto y no estaba seco, las capas de caramelo estaban buenísimas y el chocolate por encima, a modo de capa, le daba un toque diferente.- ¿Quieres más? –Pregunté antes de darle otro trozo y morderme el labio, era tan sexy aquello- Luego te quedas lo que sobre y que la pruebe tu hermana, le puedes decir que la has comprado –apoyé mi frente en la suya y sonreí- šukran Gael, por la cena –reí entre dientes- Es gracias, por si acaso –volví a coger otro trozo de tarta y lo llevé a mí boca, haciéndole un gesto de si querías más, mientras no quería levantarme de donde estaba, pero tampoco quería incomodarle- En terminar recogemos todo y lo limpiamos, no vamos a dejar todo por el medio –le hice un gesto- Es una manía que tengo, así que no me digas nada al respecto porque lo hago siempre con Alessia –reí por aquello sin moverme de donde estaba, siempre nos quedaba el resto de la noche para hablar tranquilamente.
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Mensaje por Gael Lutz Jue Abr 14, 2016 2:01 pm

Andaríamos mejor si no fuera porque hemos construido demasiados muros y no suficientes puentes.





¿De verdad Alessia se creía lo suficientemente buena como para ganarme? Si de verdad supiera a que me dedico, no diría ni de retarme. Llevaba entrenando con dagas desde los dieciocho años, cuando me inicié en el mundo de las persecuciones de los seres sobrenaturales, tenía buena puntería con ellas y mucho más con los dardos, pues estos eran más manejables al ser más ligeros y pequeños. Alessia era buena para su edad, pero quizás solo había sido  un golpe de suerte, aunque si quedaba con ella para ir a la feria, Naitiri también vendría con nosotros, así que si que iba a aceptar, solo por estar más días con ella. Cada vez me costaba más estar más separado de ella y eso me daba un terror que no podía con él, pero todo esto era mucho más superior que yo. La miré de reojo y me reí, sí, claro que lo mío tenía fines lucrativos ¿Porqué? Porque simplemente si algo se te daba bien, nunca lo debías de hacer gratis.

Volví a reír al rato y le pellizqué en una de sus nalgas por debajo de la camiseta larga. Estaba jugando con fuego y se iba a quemar, sobre todo en el tema de los castigos en la cama. —Como me vuelvas a castigar... No te daré simplemente dos nalgadas, te daré muchas más y esta vez no habrá besitos para aliviarte el dolor, señorita Zahir.— La miré completamente en serio aunque sabía que ella no podía verme la cara, esperaba que con el tono de mi voz, se notase que iba enserio. Me quedé un tanto parado al escuchar sus siguientes palabras. Sabía lo que era sufrir por su olor, a mi siempre se me quedaba el olor de su pelo en mi piel. — A mí me pasa igual... Esta noche no voy a querer que te vayas. Quizás tampoco te deje marchar.— Miré al techo distraído y sonreí, era un buen plan el secuestrarla esta noche. Volví a plantar mis ojos en los suyos cuando mencionó a mi hemana, era hora de hablar de familia, aunque Adaline era la parte fácil de esta. —Porque casi nunca está, y cuando está, yo no estoy. Solemos coincidir poco, ambos trabajamos mucho, aunque ella más que yo. Se pasa noches enteras trabajando en una perfumería.— Pasé mis manos por mi barba. Su jefa le explotaba haciéndose que se quedase haciendo perfume por las noches, o eso era lo que quería creer.

Me reí al hablar de la suerte de Gato al haberla visto en ropa interior. —Ya, pero él te ha visto hoy y yo no, por eso es suertudo... Yo quiero verte desnuda, aunque hoy tengamos otros planes.— Hoy tocaba desnudarnos interiormente, pero aún quedaba toda una cena con postre incluído por delante, tenía tiempo suficiente para relajarme y aclarar las ideas de lo que decirle y lo que no. La escuché maravillado ante la historia de como encontró a Isis y que antes tenía un gato. Miré hacía atrás, Gato estaba paseando por el pasillo. ¿Cuántos años tenía ya? No me quería ni imaginarme el día en el que ya no estuviese conmigo, le había cogido mucho cariño a esa bola de pelo negra. Meneé la cabeza, no quería entristecerme pensando en el futuro, un futuro muy muy lejano. —Algún día, cuando tenga más tiempo, adoptaré un perro. Isis es muy mona, como tú. — Besé su nariz y la abracé, hablar de animales me ponía tierno.  

Acababa de entrar en mi juego de lleno y una sacudida invadió mi entrepierna al escucharle pronunciar "bocadillo de lomo" y más cuando significaba otra palabra completamente distinta. —No creo que te quedes con hambre, pero... Me pensaré si enseñarte el bocadillo.— Reí un poco y llevé todo al salón, mientras Gato no dejaba de pasearse entre las piernas de Naitiri como un obseso ¿Qué le había dado? Con Jane se había mostrado cariñoso, pero no en esos excesos, aunque cada día pasaba más tiempo con ella que conmigo.

Esperé nervioso a que se llevase un tenedor a la boca y cuando lo hizo contuve unos segundos la respiración, me había esmerado para hacer el plato. Sonreí ampliamente y probé yo también de mi plato, sí, estaba muy rico. —Puedes venir al restaurante a comer, te haré precio especial o puedo llevarte a tu casa comida que haga o... Sí, te adopto.— La miré entonces con el tenedor aún en la boca. ¿Eso había ido con doble sentido? Alcé una ceja y bebi un sorbo del vino. —No, no soy perfecto. Solo se hacer bien lo que me gusta. Que es a lo que le pongo ganas, básicamente.— Sonreí y continué comiendo, tenía un hambre voraz. Asentí y bebí de nuevo para aclararme la garganta. —Claro, esta fuente es para los dos, puedes comer lo que quieras. Si sobra, te lo puedo poner en una cajita para que te lo lleves, o puedo cocinarte otra cosa para que le lleves a Alessia, tengo comida de sobra.— Me serví un poco más de la fuente y lo comí en silencio, cuando comía no me solía gustar mucho hablar, ya que eso me hacía comer más lento y odiaba con toda mi alma comer lento y la gente que comía más despacio que un caracol. Suspiré tras terminarme el plato de repetición y me eché en el respaldo de la silla, iba a salir rodando, pero siempre me dejaba hueco para el postre.

Me leyó la mente y se levantó para ir a coger el postre. Mientras esperaba bebí agua para quitar de mi boca el sabor del ratatouille y poder apreciar mejor el del postre. Cuando volvió, se sentó en mis piernas de lado y le correspondí el beso encantado. —Me gustan los besos inesperados. — Sonreí, se me estaba cayendo la baba con ella y con los ingredientes del postre, tenía que estar delicioso. Probé del tenedor que me estaba acercando a la boca como si fuese un bebé y lo saboreé despacio. —¡Oh. Dios. Mío! Está espectacular, Nai— Quería más, iba a ser capaz de comerme el bizcocho entero en cinco minutos. Cogí más de mi platillo y comimos entre gemidos que salían de mi boca. Alcé una ceja al terminar y me reí, no pensaba decirle eso a mi hermana, ni muerto. —No voy a decirle eso Nai, lo tuyo te ha costado. Sería un insulto para ti que dijera que lo he comprado. Si pregunta le diré que lo has hecho tú. Además, a ambos nos gusta el chocolate, seguro que le encanta.

Sukran. Me lo iba a apuntar en la memoria para otro día. —No hay de qué, cuando quieras. Mi casa es la tuya, mi cena es la tuya.— Besé sus labios con cariño y me comí el último trozo que tenía en mi platillo, seguramente por la madrugada me lo iba a terminar yo solo. Le di una palmadita en la pierna. —Venga, a recoger.— La levanté de encima de mí y recogí las copas, los vasos y la fuente con el ratatouille, llevándolos a la cocina. El momento que había estado evitando iba a llegar y dios, que asco. Tenía que hacer algo para que se le olvidase o al menos, intentarlo. Cuando estuvo todo recogido comencé mi plan de distracción y me quité la camiseta, llegando al salón donde estaba ella esperándome en uno de los sofás. —¡Vaya! Que pena, me había manchado de chocolate la camiseta. Menos mal que no hace frío.— Caminé hasta sentarme a su lado en el sofá y besé su cuello. Esto me iba a hacer ganar tiempo.
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Mensaje por Naitiri Zahir Vie Abr 15, 2016 6:34 am

Es imposible quemarse, cuando los dos somos fuego.





Había que reconocer que había sido un acierto total el pedirle que cocinara para mí, porque estaba disfrutando realmente con aquel momento que estábamos pasando en la cocina. Era toda una delicia ver cómo se desenvolvía en la cocina al tiempo que le ayudaba en pequeñas cosas, porque mayormente todo lo estaba haciendo él. Yo solamente había pelado y partido unos simples ajos, aunque ahora comenzara con el pollo, pero el resto lo había hecho él mientras yo subía a cambiarme y ponerme algo mucho más cómodo que, había que añadir, le había gustado que me pusiera aquello y había sido un acierto.

Podía pensar que lo había hecho para hacerle sufrir tal y como me había dicho, pero era algo bastante lejos de la realidad. No me veía llevando un pantalón y si la camiseta me paraba enorme no quería ni imaginar cómo me pararía un pantalón de él… quizás, si habría sido alguno de su hermana me habría podido parar, por eso solo había bajado con la simple camiseta. Me sentía algo rara llevándola, todo había que decirlo, era bastante cómoda pero no era a lo que estaba acostumbrada a llevar. Además, su olor estaba impregnada en ella y en cada movimiento que hacía lo notaba con total claridad y nitidez, lo percibía y aquello hacía que me volviera loca… eso, y que lo tenía al lado, era una mezcla algo peligrosa.

Desde el principio en que lo había conocido me había sentido muy cómoda con él y, conforme pasaba más tiempo, aquella sensación de sentirme más y más cómoda, más y más libre solo hacía que crecer y aumentar. Aquello se me estaba pasando demasiado rápido y había ansiado aquel momento durante varias semanas, tanto que sentía que se estaba pasando como si de un suspiro se tratase. Tenía un problema con aquel hombre; cuanto más tiempo pasaba con él, mucho más quería a volver a estar a su lado. Era algo extraño que no comprendía muy bien, pero cuando todo aquello acabara iba a estar contando los minutos y días hasta poder volver a verlo… igual que había pasado después de la feria.

Reí sintiendo el pellizco que me daba en una de mis nalgas y negué con la cabeza divertida mientras terminaba de cortar el pollo, mientras hablábamos y contábamos algo más que el otro desconocía. Pero, sus siguientes palabras, hicieron que parara asimilando cada una de ellas, sintiendo cómo un calor me atravesaba y recorría mi cuerpo y me mordía el labio, deseando que aquello pasara. En mí mente se había formado una imagen de él azotándome de nuevo, más que la última vez, y estaba deseando que aquello pasara.

Había descubierto esa tendencia en Gael, una que compartía por completo, y que el día de la feria me habían dado ganas de explorar mucho más. Sus palabras enviaron una honda de excitación por mi cuerpo haciendo que me moridera el labio y lo mirara, sintiendo por su tono que estaba hablando totalmente en serio. Y su mirada me dejaba claro que era así, y estaba convencida totalmente de que lo haría, lo cumpliría y me castigaría. Y yo quería que lo hiciera, ahí mismo, en aquel momento, dejar a un lado la cena y ser muy mala y cruel con él… pero no, tuve que reprimirme y maldecirlo en mí fuero interno. Además, me había vuelto a nombrar por mí apellido… dejándome en claro la amenaza velada que llevaba sus palabras, y que se estaba imponiendo sobre mí. Como aquella noche.


-Bien, me parece perfecto. Sólo tengo que buscar la forma de castigarte de nuevo para que me demuestres tus palabras, y créeme, hallaré el modo de hacerlo y veré realmente como es un castigo tuyo. Es algo que no he olvidado y que tengo guardado en mí mente, sé que fue un aviso de lo que puede ser, pero quiero ver realmente lo que puedes hacerme -¿Le estaba desafiando? Por supuesto. ¿Me iba a achantar por sus palabras? Evidentemente, no. A la vista estaba que lo estaba diciendo completamente en serio, y si no fuera porque mi curiosidad me pedía a gritos que dejara aquello para otro momento, habría mandado todo aquello al traste. Me gustaba que un hombre fuera dominante en la cama, y Gael lo era con creces, y sabía que lo íbamos a pasar de lo lindo. Pero aquello debía de esperar. Lo miré estando más cerca por sus palabras y sonreí por ellas, así que, no había sido la única que había tenido la misma sensación- Oh, ¿piensas secuestrarme esta noche? Suena muy tentador y estoy convencida de que tampoco querré irme, así que… -me encogí de hombros, sonriendo, dándole a entender que si me pedía que me quedara iba a hacerlo, y sino, me quedaría igual- Me he dado cuenta de que eres un almohadón muy blandito –reí divertida por la broma y apoyé mi cabeza en su hombro. Volver a dormir con él era una idea que me gustaba demasiado como para dejarla pasar. Escuché lo que dijo de su hermana y enarqué una ceja, ¿trabajaba toda la noche… en una perfumería? Había algo de aquella frase que no me cuadraba mucho, ¿desde cuando en una perfumería se trabajaba de noche? Que yo supiera, nunca. No quise indagar más en el tema porque vi que él tampoco estaba muy convencido, trabajaba en el mundo de la noche y… bueno, había oído muchas cosas.

Sonreí ante las palabras de que su gato me había visto aquel día pero él no y negué con la cabeza, ante el comentario de que quería verme desnuda. Vale, y yo quería verle desnudo a él. Pero tenía razón, no habíamos quedado para aquello aquel día, sino para conocernos más y charlar tranquilamente aunque, con el ritmo que llevábamos, no descartaba que después de la charla me viera desnuda. Es más, apostaba a que si me quedaba a dormir no fuéramos a dormir directamente… parecía que a ambos nos gustase jugar a ese tira y afloja, como en la feria, y ya nos estábamos empezando a caldear cuando habíamos prometido portarnos bien. Al menos, en teoría. La práctica era otra cosa muy diferente.


-Bueno, quizás yo también tengo suerte y te veo hoy desnudo, quién sabe –sonreí cuando dijo lo de Isis, besaba mi nariz y que era muy mona, al igual que yo, y sentí cómo me abrazaba haciendo que soltara un suspiro, pegándome a él con fuerza devolviéndole el abrazo. Aquel hombre me encantaba, en todos los sentidos que estaba descubriendo, sabía cuando tenía que actuar en cada momento y sus muestras de cariño me estaban encantando, una tras otra- Bueno, podríamos quedar para sacarlos y que el tuyo jugara con Isis, seguro que se llevan tan bien como los dueños –dejé un beso en su mejilla y me separé, porque tenerlo tan cerca, era una tentación difícil de ignorar- Yo también creo que eres muy mono –reí mientras salía sacando las cosas y sentándome a la mesa. Estaba buenísimo y me sorprendí repetir plato puesto que no era de comer en demasía, pero estaba tan bueno que no lo pude evitar. Reí ante su comentario de que me adoptaría- No me digas esas cosas porque me tienes aquí todos los días, aunque sí, iré a verte un día al restaurante con Alessia, eso te lo prometo. –Enarqué una ceja ante lo otro, ¿se pensaba que lo había dicho con segundas? Negué con la cabeza divertido por ello- Me refería a que si se te da bien cocinar tan bien de todo –le di un ligero golpe en el hombro- Ya sé que en lo que te gusta, eres muy bueno –hice una leve pausa- Si sobra le llevaré algo, sino no te preocupes, no voy a hacer que cocines de nuevo solamente para llevarle algo a ella –di un trago de la copa de vino y seguí comiendo viendo cómo el también se servía un poco más de la fuente y sonreí mientras terminaba de comer. Estaba algo llena pero había dejado un hueco para el postre, por lo que, esperé a que terminara jugando con su gato quien estaba en medio de los dos mirándonos, moviendo su rabo, mientras me intentaba coger mi mano entre las suyas pero sin llegar a hacerlo, porque la quitaba más rápido y no podía. Estaba jugando y por ello no sacaba las uñas, pero era muy gracioso ver como levantaba su mano preparado y listo para cazarme, atento como todo un depredador al acecho. Terminó por coger mi mano entre sus patas y sentí como lamía mi mano- ¿Cómo se llama? –ni se lo había preguntado ni me lo había dicho.

Cuando Gael terminó de comer decidí que era la hora del postre y me levanté dejando a Gato con él y me lavé las manos, era muy curiosa con la comida, saqué el postre de la cesta, platos y cubiertos para partirlos y poder comer el postre. Lo dejé sobre la mesa y me senté sobre sus piernas, de lado, dejando un beso en sus labios que él correspondió y sonreí cuando dijo que le gustaban los besos inesperados, me lo anoté mentalmente, y le dije todo lo que llevaba. Esperaba que le gustara realmente y que me hubiera quedado bien. Partí un trozo y se lo di para que probara y diera su veredicto y… sonreí al ver que le había gustado de aquella manera. Me percaté de cómo me había llamado y probé el bizcocho, sí, estaba delicioso. Le di para que comiera otro trozo más y reí divertida al escuchar cómo lo saboreaba.


-Gael… cualquiera diría que te estás comiendo un trozo de tarta, parece otra cosa muy diferente –volví a coger otro trozo mientras ambos terminábamos de comer el trozo que había partido y, por mí parte, acabé. Sonreí por ello y dejé que él cogiera más si quería y lo miré de forma fija por sus palabras, mordiéndome el labio. Me había vuelto a llamar de aquella forma- ¿Sabes? Solo hay una persona que me llama así –Alessia, evidentemente- pero… me gustaba que me digas de esa forma. Te hace más cercano, y me gusta. -hice una pausa- Aparte, es muy halagador de tu parte que se lo quieras decir a tú hermana, de verdad, pero seguro que te pregunta por mí –no quería causarle ningún problema, porque intuía que no le había dicho nada a su hermana y, ¿qué le iba a decir si le preguntaba? ¿Qué era una amiga que le había echo un postre? Era una mujer, y sabría que una no hacía un postre sin esperar algo a cambio, aunque esta vez, así había sido. Él hacía la cena, yo el postre, ya se lo había dicho en su momento. De verdad, ¿cómo podía ser tan mono? Cada vez me sorprendía un poquito más. Llevé una de mis manos a su rostro dejando un leve raspado por su barba, que me traía de cabeza y que quería morderle, apoyando mi frente en la suya y escuchando sus palabras, sintiendo su beso que correspondí notando el sabor del bizcocho en sus labios, y sonreí al separarme- Creo que no hace falta que te lo diga, pero lo mismo contigo. Cuando quieras estás invitado a cenar a mí casa, seguro que Alessia se alegra de verte y le puedes echar una charlita sobre lo verde –volví a dejar otro beso en sus labios y me levanté para comenzar a limpiar todo. Entré parte de las cosas y decidí que como él había cocinado, lo suyo es que yo fregara las cosas. Me puse a ello mientras terminaba de entrar todo y miré la fuente donde aún quedaba algo de comida, y lo miré- Entonces, ¿me lo puedo llevar? Sino da igual, pero seguro que a Alessia le encantará –esperé a que decidiera y seguí fregando para que luego pudiera guardar él las cosas.

Terminé de limpiar todo y me sequé las manos para salir al comedor y acercarme a la chimenea dejando las manos cerca para que entraran un poco en calor, mirando los libros que había en la estantería y sonreí, teníamos muchos ejemplares en común. Los miré por encima y cogí el que vi de las mil y una noches esperando que no le molestara y fui a sentarme a uno de los sofás notando como Gato se subía a mi lado, lo acaricié, y abrí el libro leyendo alguno de los títulos de cada historia mientras esperaba que saliera. En verdad, lo del libro lo había echo para mantener mi mente ocupada en algo, sentía en mi interior como algo se agitaba y tenía los nervios a flor de piel.

Iba a contarle todo acerca de mí, y lo que más miedo me daba contarle, era precisamente mi historia. Sabía que debía de contársela para que supiera realmente quién era y, aunque había pensado no contársela tal cual, sentía que era algo que debía de hacer. Me daba miedo lo que pudiera pensar de mí tras contársela, ¿podría aguantarlo… todo? No era una historia de una familia feliz precisamente, más bien, lo había sido hasta que cumplí ocho años. Después… todo era oscuridad. Con pequeños matices de luz pero, oscuridad mayormente. Después de todos aquellos años, en los que no lo había contado… iba a dar el paso, ¿cómo me sentiría mientras se lo contaba? ¿Aguantaría realmente? ¿Le contaría… que me estaba volviendo loca y que tenía alucinaciones? No sabía hasta qué punto aquello era bueno o no, pero era algo que debía de hacer. Tenía que dar el paso, y si tenía que hacerlo yo primero no me importaba, quería conocer realmente a aquel hombre y, si aquel era el precio, estaba dispuesta a pagarlo.

Lo miré cuando salió y… maldije mientras me mordía el labio, dejando que mis ojos vagaran por su torso desnudo mientras se acercaba y se sentaba a mí lado, escuchando sus palabras de fondo que… no me las creía. Podía ponerse cualquier camiseta tan sólo subiendo al piso de arriba, así que, ¿por qué no lo hacía? Oh, lo supe en cuanto se sentó a mí lado y comenzó a besar mi cuello… Joder, maldición. Era un completo maldito que me atacaba en mi punto débil y no pude evitar soltar un leve gemido olvidándome del libro y de todo por unos segundos.



-Gael –susurré sintiendo sus labios en mi cuello, causando estragos allá donde besaba. No, no podía permitir que me turbara de aquella manera, más tarde quizá, pero ahora no. Llevé una de mis manos a su pelo aferrándolo con fuerza, y lo separé de mí cuello y de aquella divina tentación para mirarlo y besar sus labios durante un momento, acabando con un mordisco en su labio inferior y en un beso en su mejilla, mientras le miraba y sonreía- ¿Cuánto tiempo llevas siendo cocinero? ¿Has montado alguna vez a caballo? –sí, no tenía nada que ver una pregunta con la otra, era lo primero que se me había ocurrido- La última vez fue hace mucho, y es algo que me gustaría hacer desde hace tiempo y conozco un lugar donde te dejan ir por libre con el caballo… podríamos ir algún día –hice una leve pausa esperando que me contestara y cerré el libro dejándolo a mí lado, haciendo tiempo- Espero que no te haya importado que lo coja, es mí libro favorito. Me gusta las historias y metáforas que hay en él y como ella cada vez lo distrae con alguna historia para que él no la mate –jugué con su pelo mientras lo observaba, era algo parecido a lo que estaba haciendo yo. ¿Le contaba ya, me esperaba…? No sabía qué hacer realmente, y me mordí el labio- Quiero contarte mi historia, Gael. Pero estoy tan nerviosa que ni siquiera sé por donde o cómo empezar -¿Cómo iba a hacerlo? Pues desde el principio, no quedaba de otra. Aunque el miedo todavía seguía presente en mí interior, miedo a sentirme expuesta y al rechazo… miedo, a muchas cosas que no podía controlar.
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Mensaje por Gael Lutz Dom Abr 17, 2016 8:13 am

La felicidad no es la ausencia de problemas; es la habilidad para tratar con ellos.



¿De verdad quería saber como era un castigo mío al cien por cien? Estaba jugando con fuego, con un fuego que era más bien la lava de un volcán que en cualquier momento podía explotar y quemarnos a ambos. Un juego muy peligroso que en estos momentos teníamos que dejar a un lado y centrarnos en otras cosas, estaba claro que los dos sabíamos hacer más cosas que devorarnos el uno al otro, pero teníamos que demostrarlo, teníamos que demostrar que valíamos para mucho más que eso, que podíamos estar juntos sin sexo de por medio, dejar atrás la atracción y el cliente - cortesana.

Suspiré de alivio al escuchar que ella seguramente tampoco quisiera irse, después de esta noche, no iba a querer dormir solo y Gato no iba a estar por la labor de servirme como acompañante nocturno. La idea de tener un perro se me hacía tentadora, pero requerían mucho trabajo y cuidado a parte de tiempo, el cual no tenía. —Quizás más adelante sí que tenga un perro y podrá ser amigo de Isis.— Me reí y la miré, mi respuesta siguiente había sido en serio, en todo en general era bueno si le ponía ganas, incluído a la hora de cocinar. —Como ya he dicho, todo se me da bien, Nai. Ponlo en cualquier campo que se te ocurra. — Asentí, seguramente iba a sobrar así que Alessia tendría comida para mañana y Naitiri no tendría que cocinar nada cuando se marchase de mi casa mañana por la mañana. Bebí un poco más del vino, viendo como ella jugaba con Gato. Me preguntó su nombre y me reí. —No sé, se llama Gato. Es un gato así que... Soy un original, lo sé.— Terminé la copa de vino y la dejé sobre la mesa.

Era la mejor tarta de chocolate que había comido en mucho tiempo, mejor que la última que comí en el restaurante con mi hermana. Me tenía que enseñar la receta, o apuntármela en una hoja. —Lo siento, pero esto está demasiado bueno, tengo que expresarme, déjame ser libre, mujer.— Sonreí, con todos los dientes manchados de chocolate. Terminé de comer la tarta, lleno hasta reventar y bebí agua para quitarme el empalagoso sabor que dejaban el chocolate y el caramelo. — Que pregunté, no tengo nada de que avergonzarme respecto a ti, Naitiri. Si le tengo que contar la verdad, pues se la cuento y punto.— ¿Pero cual de la verdad le iba a contar? ¿Toda? Se enfadaría mucho si se enteraba de la profesión que ejercía Naitiri, profesión que cada día se me hacía más difícil y me creaba auténticos dolores de cabeza, pero era un tema que aún tenía que pensar bastante antes de decirle algo a ella. Le acaricie el pelo con cariño, lo que estábamos construyendo era peligroso... —Sí, es para ti. Llevatelo mañana todo.

La vi mordiéndose el labio cuando me vió entrar en el salón sin camiseta, sabía que mi estúpida excusa no se la iba a tragar ni con un embudo, pero tenía que intentarlo, estaba poniéndome nervioso por la historia que debía de contarle. ¿Qué iba a pensar de mí cuando le contase lo que era? Para mí era un oficio, estaba haciendo un bien por el mundo, pero... ¿Que pasaba si pensaba que era un asesino? A fin de cuentas las criaturas sobrenaturales se comportaban como personas humanas normales... Podría haber matado a gente que ella quizás conociese o se hubiese encontrado haciendo la compra, o incluso a algún cliente. Estaba cagado. ¿Conocería la existencia de seres sobrenaturales? Todo esto era una mierda.

Mis besos no le distrajeron lo suficiente, mencionó mi nombre y me paré, no iba a poder distraer y le había prometido esta charla. Me incorporé en el sofá y me apoyé en el respaldo, era la hora. Escuché sus dos primeras preguntas, un tanto... dispersas, pero al menos eran fáciles de contestar. —Llevo siendo cocinero desde los dieciocho años. Y sí, me gusta montar a caballo. De echo, tengo caballos.— Los tenía en una granja en un pueblo a las afueras, aunque la granja era de mi amigo Thomas, mi padre había comprado unos potrillos, aunque ahora, ya eran todo unos mazacotes de caballo. —Vale, podemos ir un día. Será divertido.— Siempre y cuando no me odiase esta noche.

Vi como dejaba el libro a su lado y sonreí al ver el título, era su favorito. El ambiente se tornó raruno, había cambiado su actitud, la notaba nerviosa, al igual que yo. Los dos teníamos una historia oscura que contar, se nos notaba en los ojos. Una historia que ella también tenía miedo de que yo conociese. Dejé que jugase con mi pelo y que se tomase su tiempo. Me conocía lo suficiente como para saber que ella iba a tener que tomar la iniciativa para que esto llegase a algún puerto. Yo era demasiado cobarde en estos temas, tenía demasiado miedo a perderla ahora que nada más había comenzado a tenerla... Suspiré y la miré, agarrando una de sus manos, mostrándole mi apoyo. —Empieza por el principio. No voy a salir corriendo por muy oscura que sea tu historia. Te escucho, y voy a estar aquí cuando termines.— ¿Cuánto de oscura podía ser su historia? No me quería ni hacer una idea. Le di un apretón en la mano y esperé, solo era cuestión de minutos que todo cambiase.
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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Abr 18, 2016 8:30 pm

"Sólo con el corazón se puede ver bien,
lo esencial es invisible a los ojos"



El tiempo pasaba tan deprisa cuando estaba cerca de él que para mí tan sólo hacían un par de minutos que había entrado por esa puerta y se había puesto a cocinar. Y sin siquiera darme cuenta ya estábamos cenando después de ayudarle a preparar la comida. Cuando estaba cerca de aquel hombre perdía por completo la noción del tiempo, y este corría mucho más deprisa de lo que quisiera, porque quería aprovechar cada uno de los segundos que pasara aquella noche, y notaba que estos se escapaban volando con demasiada rapidez.

Me había reído mientras hacíamos la cena e incluso habíamos ido descubriendo pequeñas cosas que solo hacían que alimentar más y más mi curiosidad. Solía ser una mujer algo curiosa, en muchas cosas de la vida, pero con él tenía un soberano problema… y era que nunca tenía suficiente. Algo que ya sabía que podía pasar y que intuía que iba a pasar pero, ¿a tal escala? Miles de preguntas se agolpaban en mí mente cada vez que descubría una cosa suya y me hacía morderme la lengua porque, de lo contrario, aquello parecería un interrogatorio unilateral. Aunque sabía que él también tenía preguntas para mí.

Había descubierto y visto varias facetas solamente mientas hacíamos la cena que anoté cada una de ellas, era increíble como podíamos pasar de un matiz a otro en solo cuestión de segundos. Lo había visto de forma seria, erótica, divertida y mona tan sólo en aquel pequeño rato. Me había gustado ver que era una persona a la que le encantaban los animales puesto que yo también era una, y lo realmente adorable que estaba cuando hablaba de ello. Lo anoté para más adelante sabiendo que, en ese aspecto, era algo sensible como yo.

Tenía que reconocer que había sido divertido cocinar con él y, además, todo estaba tan bueno que incluso había repetido plato… algo un poco extraño viniéndome de mí, no es que comiera poco, pero tampoco en demasía como aquella noche. Estaba todo muy bueno y el toque de añadirle carne había sido un punto extra, pero como siempre, me había reservado algo para el postre aunque fuera para un trozo pequeñito, la tarta empachaba mucho y tampoco quería acabar muy reventada.

Y de nuevo, la cena pasó como si fuera todo demasiado rápido y yo me hubiera quedado algo más estancada. Me reí ante su comentario de que era buena todo y lo pusiera en el campo que lo pusiera y me callé para no decir nada, porque aquello sí que me había parecido que iba con segundas. Lo miré enarcando una ceja cuando me dijo el nombre de su gato y sonreí divertida. Sí, original totalmente. Miré a Gato durante unos segundos y luego pasé a mirarlo a él.



-Es original, dime, ¿cuántos gatos conoces que se llamen Gato? –reí entre dientes mientras terminaba de jugar con Gato pensando en que si tenía un perro… no quería ni saber cómo lo llamaría. Seguramente no se pensaría ningún nombre o quizás sí… por mucho que lo pensara jamás lo iba a saber. Pasamos al postre y el tiempo se iba acabando, como si fuera un reloj de arena al que le quedaba poco para que terminara y… comenzaríamos con lo realmente importante. Ni siquiera habíamos empezado y ya notaba una ligera sensación en mí estómago… no quería ni imaginar cuando empezáramos con aquella parte. Lo miré cuando dijo que le dejara ser libre para expresarse y negué con la cabeza divertida, evitando reírme por todo aquello y lo miré durante unos segundos, ¿de verdad iba a hablarle de mí y a… contarle todo, y la verdad? Algo en mí interior se removió ante sus palabras de que nada de mí le avergonzaba, provocando una sensación extraña que se originó en mí vientre y que subió por mí cuerpo como si fuera una chispa, algo que no sabía muy bien lo que era y que me hizo mirarlo de forma más fija, encantada con aquello. Estaba convencida de que no sabía lo que aquellas palabras podían significar para mí, ni lo que me habían producido.

Sobre contarle todo… Dudaba que a su hermana le gustara en lo más mínimo que su hermano se estuviera viendo con una cortesana, aunque, ¿eso no era algo que tenía que decidir él? Me mordí el labio sin querer darle muchas vueltas porque no estábamos allí, sino en su casa, como dos personas libres que quedaban porque querían saber más de la otra persona, conocerse y saber que nos deparaba de todo aquello… y eso era lo que tenía que importarme,  por lo que despejé mi mente de aquellos pensamientos y los relegué al olvido. Asentí con la cabeza cuando confirmó que me quedaría a dormir y recogimos todos para dejarlo todo limpio y como estaba.

Me senté en el sofá al terminar de recoger todo con mi libro favorito en mis manos y suspiré, el momento se acercaba y sentía que tenía los nervios a flor de piel, y que estos se agolpaban en mí estómago mientras acariciaba a Gato e intentaba distraerme. Distracción que se vio interrumpida cuando lo vi salir sin camiseta mordiéndome el labio mientras se sentaba a mí lado y… me besaba por el cuello. Por suerte para mí no tuve que hacer mucho esfuerzo por separarle y pareció que comprendió que era algo que debíamos de hacer, estábamos allí por eso ¿no?


-Bueno, intuyo que eres un par de años mayor que yo así que… llevas bastante tiempo siendo cocinero –le sonreí cuando dijo que tenía caballos y me emocioné enseguida- ¿De verdad? Hace un par de años que no voy a montar, la última vez me llevé a Alessia a que montara en un pony y… bueno, digamos que no le gustó mucho que montase en un caballo y ella no. Era la primera vez que lo hacía y tuve que ir a su ritmo todo el rato –seguí con mi mano en su pelo mientras decía lo de la granja y que podríamos ir un día- ¿En serio? Está bien, podríamos hacer un picnic e irnos con los caballos… no te preocupes, no tendrás que darme clase sobre como montar a caballo, podremos hacer hasta carreras y todo –era una buena idea y aquello me estaba ayudando a tranquilizarme un poco. Sabía que el momento había llegado y que era una tontería retrasarlo mucho más. Después de tantos años… iba a sacar una parte de mí que había permanecido escondida, una que había sentido recientemente cómo se resquebrajaba un poco e intentaba tomar parte de mí y salir a la luz. Hoy iba a ser el día, hoy la iba a exponer con todas sus consecuencias ante Gael… sabiendo que, quizás, aquello podía marcar algo negativo en lo que comenzábamos a tener, pero que sentía al mismo tiempo que era necesario.

Sabía que tenía que dar el paso y, sin embargo, no sabía muy bien cómo darlo. Tenía miedo de que no pudiera aguantarlo, ni él al escucharlo ni yo al contárselo… no quería derrumbarme a mediante y era algo que no podía garantizar que pasara. Sentí que cogía una de mis manos y lo miré escuchando sus palabras, haciendo que suspirara sintiendo su apoyo y sonreí nerviosa, agradecida por aquello. Cerré los ojos unos momentos y me preparé para lo que venía… después de esto, ya no había marcha atrás. Iba a ser expuesta. Totalmente. Abrí mis ojos y centré mi mirada en sus ojos azules, grabando de alguna forma su rostro y no aparté mi mirada de la suya.


-Bueno, sobra decir que soy Egipcia –reí entre dientes- nací hace 24 años en la ciudad de Giza en una calurosa noche de Agosto. Mis padres servían para una familia muy rica que exportaba el algodón egipcio alrededor del mundo, aunque a mí madre siempre le había gustado la mitología griega, era experta en la egipcia y mi padre había sido sastre. Éramos una familia media y feliz, que vivíamos bien de aquel modo, y donde yo pasaba de pequeña el tiempo que mis padres servían en la casa jugando con el hijo de los dueños que me llevaba un par de años. Aprendí de mí madre todo sobre mitología, que es algo que me apasiona, hasta que cumplí cinco años donde decidieron viajar hasta Grecia, en la Isla de Mykonos, donde mi padre trabajó como sastre y mi madre como egiptóloga mientras estudiaba más sobre la mitología griega. Recuerdo que es un sitio precioso que tiene unas playas muy bonitas y el pueblo es… precioso, acogedor. Vivimos allí durante tres años hasta que mis padres vieron peligrar el Imperio Otomano, temieron por mí porque era muy pequeña con tan sólo ocho años y decidieron que lo mejor era volver a Egipto. No se lo pensaron y a los pocos días antes de que todo decayera ya habíamos puesto rumbo de nuevo a Giza –hice una leve pausa, lo fácil había pasado… lo difícil comenzaba ahora- Fue… en aquella travesía donde todo cambió y donde mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. Por aquel entonces la piratería era algo bastante extenso que ocupaba muchas zonas del mundo y… fuimos abordados por unos piratas a mediante travesía. Mataron a toda la tripulación mientras reunían a los pasajeros en cubierta. Había muchas familias que, como nosotros, volvían o iban de viaje a Egipto. Lo primero que hicieron fue separar a los hombres de las mujeres, bajo amenaza de muerte, y enseguida los encadenaron para venderlos al mejor postor que pudieran encontrar –me mordí el labio- fue la última vez que vi a mí padre mientras se lo llevaban junto con los demás hombres, sin que pudiéramos hacer nada por evitarlo –aún tenía aquella imagen grabada en mí retina y en mí memoria, algo que jamás olvidaría el resto de mí vida- Lo siguiente que hicieron fue separar a todos los niños y niñas, que habían a bordo, de las mujeres. Me cogieron, me separaron de los brazos de mí madre con tan sólo ocho años mientras ella intentaba por todos los medios evitarlo y que me dejaran con ella… no lo consiguieron. Aún puedo escuchar sus gritos pidiendo que me soltaran mientras yo me revolvía en vano… no nos iban a soltar, las niñas eran lo que mejor se vendían y más aún si estas eran… vírgenes.

Hice una pausa y me fijé en su mano sobre la mía y ni siquiera me había dado cuenta que estaba haciendo figuras imaginarias sobre su mano mientras le contaba todo aquello. En mi interior algo se liberaba y mi mente me decía, de forma racional, que no siguiera… que dejara ahí la historia y no contara nada más. Mí corazón me pedía que soltara todo de una vez y dejara libre la carga que había soportado durante tantos años… y le iba a hacer caso. Ya había empezado, ya no podría parar y no había marcha atrás. Me tomé algo más de tiempo porque, lo que venía, era mucho peor que todo aquello. Suspiré cogiendo aire y fuerzas porque no sabía cuánto más iba a aguantar serena y entera, sintiendo su mirada sobre mí, ¿qué estaría pensando en aquellos momentos? Nada bueno, seguro.


-De mis padres no he vuelto a saber nada más de ellos y ni siquiera sé si están vivos o no, y de estarlo, por donde pueden estar. A mí me vendieron a un proxeneta que tenía a todas las chicas que trabajaban para él en pésimas condiciones, pero yo era la única niña que tenía. Me encargaba de limpiar el cubil donde las chicas ejercían su profesión y me tenía, la mayor parte del tiempo, encadenada en una habitación minúscula en donde apenas entraba la luz, y en donde apenas podía moverme. Casi ni comía y mucho menos digamos salir a la calle… hacía conmigo lo que quería, cómo y cuándo quería sin tener ningún tipo de miramiento, las chicas no es que fueran tampoco agradables conmigo, pero él era el peor de todos porque me degradaba, me humillaba, me maltrataba y… -me callé, sin poder aguantarlo más y giré mi rostro para dejar de mirarlo sintiendo cómo las lágrimas querían salir de mis ojos. Cogí el libro y me levanté poniendo algo de distancia para dejarlo en la estantería, acercándome al fuego sintiendo como su calor me reconfortaba un poco, y las lágrimas corrían por mi rostro sin poder evitarlo- ¿Sabes lo que es, que te digan con tan sólo ocho años, que debía de cumplir todo lo que me ordenaba… o jamás volvería a ver a mis padres, y que no me diría dónde estaban? –me mordí el labio, odiando que la voz me temblara por aquello- Aprendí francés a base de palos y sangre, jugó conmigo tanto como quiso y se reía de mis esperanzas vanas sabiendo que por la sola idea de ver a mis padres, de estar con ellos aunque fuera unos pocos minutos, haría cualquier cosa… qué ingenua que era. –Miré al fuego limpiándome las lágrimas, quedando de perfil hacia él- Mí infancia rota, la inocencia mancillada, deprimida, desaliñada, sucia, malnutrida y atemorizada… así pasé siete largos años de mí vida, confinada en aquel pequeño cubil. Hasta que la Madam me encontró, sabía que aquel hombre tenía allí una niña y… no lo pensó. Pagó una cuantiosa suma de dinero por mí y, a día de hoy, ni siquiera sé cómo pudo hacerlo –hice una pequeña pausa- Me sacó de allí y me dio un lugar donde quedarme, el mejor trato que jamás pude haber soñado tener y comida decente que comer. El precio era trabajar para ella pero, ¿qué podía ser peor que lo había pasado? Ni siquiera tuvo que decírmelo dos veces. En verdad fue ella quien me educó y me enseñó cómo debía de comportarme, me dio una educación que me faltaba, me compró ropa y me enseñó todo lo que debía saber. Me rescató de aquel hombre cuando tenía quince años y se lo agradezco enormemente, porque fue lo mejor que me pasó en todos aquellos años. Con el paso de los meses comprendí que solo tenía dos opciones, o sobreponerme de aquello… o dejar que me engullera. Decidí sobreponerme y ser mejor que todo lo que me había pasado, saqué fuerzas de flaqueza y aprendí a ver la vida de diferente manera y a disfrutar del día a día, y de las cosas que tenía. Me pagaba y gracias a ello pude comprarme una casa, independizarme, vivir mi vida sin tener que pensar en si saldría aquel día a la calle o me quedaría sin ver la luz del sol, a… vivir.

Fin, había terminado, ya lo había soltado y en parte, me sentía algo menos pesada, como si la carga fuera más liviana. Limpié las últimas lágrimas y me giré quedando de cara a Gael, ¿qué estaría pensando? ¿Qué haría ahora que le había dicho quién era realmente? Tenía miedo de aquello fuera demasiado para él y se alejara, tanto, que me abrumaba demasiado perderlo. Mi cuerpo temblaba ante su reacción y esperaba que se quedara como había dicho, porque si se iba… no iba a poder superarlo. No de él. Me mordí el labio sintiendo el calor de la chimenea calentar mi espalda y le miré



-¿Sabes? Eres la primera persona a la que le cuento… todo. Es algo que he acallado durante dieciséis años y siento que su carga es algo más liviana. Ahora ya lo sabes Gael, me he expuesto ante ti completamente, sin maquillar la verdad y contándote todo. Ahora mismo, eres el único que tiene el poder suficiente para destruirme, y el único para redimirme.
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Mensaje por Gael Lutz Miér Abr 20, 2016 12:33 pm

La flor que florece en la adversidad, es la más rara y hermosa de todas.



Seguramente no había muchos gatos que se llamasen Gato, había dueños muy originales que se inventaban nombre para sus mascotas, o les ponían nombres de sus muñecos favoritos o a saber. Yo creía que cuando a una mascota le ponías nombre pasaba a ser de tu propiedad y yo no consideraba a Gato como mío, era un ser libre, como mi hermana, como yo, como cualquier persona humana. Libre para ir y venir cuando quisiera. Era un gordo peludo con suerte que le alimentaba en abundancia, aunque un par de veces a la semana, le vetaba la comida en lata y le obligaba a cazar, tenía que demostrar que no se había acostumbrado a ese tipo de comida, que dentro de él seguía existiendo un tigre de bengala fuerte y listo para dejarse llevar por su lado salvaje.  Para cuando me quise dar cuenta, ya había llegado el momento de hablar, mis encantos como hombre acababan de fracasar estrepitosamente y ella ya estaba preguntando. Rodé los ojos divertido ¿Qué iba a hacer con ella? Era más curiosa que el propio Gato.

¿Intuía? Claro que era mayor que ella, me conservaba bien, pero se notaba que ya tenía una edad para considerarme un hombre adulto hecho y derecho y no un criajo de veinticinco años. —Llevo doce años siendo cocinero. Tengo treinta años. —¿La edad para ella no supondría un problema, no? Nunca me había imaginado que tuviese la misma edad de mi hermana, para mí la edad no importaba en absoluto y siempre había sabido que ella era más pequeña que yo, pero nunca me había parado a pensar en cuantos años nos podíamos llevar. Mordí mi labio mirándola, era toda una jovencita… ¿Qué le había llevado a ser prostituta tan joven? Me morí de curiosidad en el sofá, pero aún no quería preguntarle nada acerca de eso, seguramente ella misma me lo iba a contar más adelante. Asentí a lo relacionado con los caballos. —Vale, podremos hacer carreras… ¿Eres competitiva eh? Nunca había conocido a nadie que le encantase tanto perder. — Pasé las manos por mi pelo y me reí por mi propia broma, quería que se sintiera cómoda, menos nerviosa de lo que estaba para que tuviera la confianza suficiente para contarme su historia… ¿Estaba preparado para escucharla? Solo había una manera de averiguarlo.

Su historia comenzó y me dediqué a escucharla al completo, sin interrumpirla, sin hacer ningún gesto que sirviese para cortarle en su relato y sin hacer nada. Simplemente estar ahí sujetando su mano, mirándola a los ojos y escuchando, grabándome en el cerebro todas y cada una de las palabras que decía. ¿Grecia y Egipto? Debía de ser unos bonitos lugares para vivir, hacía calor, había playa en Grecia, barquitos, pirámides, camellos… Todo parecía un sueño idílico, pero sabía que no todo iba a ser tan bonito, si fuese todo precioso ella misma no estaría aquí sentada ahora mismo, seguramente seguiría en Egipto con su familia o en Grecia. Hizo una pausa en su relato y eso solo podía significar una cosa… Ahora venía cuando la historia pasaba de ser idílica a convertirse en una pesadilla. Apreté su mano entre las mías, dándole mi fuerza para que continuara, quería saberlo todo.  Conforme me iba contando el abordaje que sufrieron más se me abrían los ojos, nunca había visto a piratas de verdad, solo a simples borrachos que decían serlo. Sin darme cuenta ya estaba apretando la mandíbula con fuerza, me daban ganas de ir y darles una lección a esos asquerosos ¿Cómo había gente en el mundo tan malvado? Sin duda el dinero era un buen aliciente para volverte malo… Dios, con tan solo ocho años y que veas tu mundo desmoronarse, tiene que ser un auténtico infierno. Hizo una pausa para mirarme, estaba siendo demasiado valiente por contarme todo esto.

Siguió contándome, a lo que comencé a apretar aún más la mandíbula, lo que me estaba contando era peor que todo. ¿Enserio? ¿A una niña? Había que estar enfermo para hacer aquello. Dejé que se levantase para que se serenase, guardó el libro en la estantería y se quedó dándome la espalda, mirando al fuego que llameaba en la chimenea. Su pregunta retórica me hizo apretar los puños.  La voz le temblaba por las lágrimas que seguramente estaban cayendo de sus ojos, me estaba destronzando por dentro y por fuera el verla de este modo. ¿Nunca había sentido las ganas de vengarse? Suspiré, quería levantarme del sofá e ir a matar a aquel proxeneta, que seguramente ahora sería un viejo gordo si es que no estaba ya muerto. Ahora entendía la relación que tenía con la Madamme del burdel, ella había sido su salvadora en tiempos en los que creía que todo estaba perdido, para ella estar allí era lo mejor que le había podido pasar, la Madamme le había salvado la vida, había sido como una segunda madre para esa chiquilla… Suspiré, a fin de cuentas era lo mejor que le había podido pasar entonces.  Sobreponerse era lo mejor que había podido hacer, eso le había convertido en la mujer fuerte e independiente que tenía delante.

Se giró para mirarme cuando terminó de contar su historia, una historia que me había dejado cao. Ahora entendía muchas de las cosas, como su cariño por la Madamme, que limando asperezas, no dejaba de ser una proxeneta más, pero esta al menos tenía corazón.  La miré haciendo que mis labios se transformasen en una línea recta. Era la segunda vez que una mujer me decía que acababa de darme el poder de destruirla. Suspiré un poco, había sido una historia dura, pero al menos no había habido seres sobrenaturales de por medio, solo humanos estúpidos. Me levanté del sofá y la envolví entre mis brazos, besando su mejilla. —Yo nunca te destruiría, Naitiri. Al contrario. — La separé de mi para poder verla bien, le limpié los surcos que había de sus lágrimas con mis pulgares y besé sus labios, no sabía que podía decirle, cualquier cosa que intentase me iba a parecer insuficiente. Me separé despacio de ella y volví a sentarla en el sofá, pero esta vez, sobre mis piernas. Notaba que pronto iba a ser mi turno, pero aún no quería, primero tenía que saber si sabía de la existencia de seres sobrenaturales o quizás, debiera suprimir esa parte de mi historia y por lo tanto, no iba a ser válida. —Eres una mujer muy fuerte Naitiri. Tu historia me ha dejado helado, me han dado ganas de ir y matar a todos los que te hicieron daño, pero… Quizás el karma ha hecho de las suyas, nunca se sabe. — Acaricié su pelo, como si estuviese distraído. —¿Nunca jamás has vuelto a saber de tus padres? ¿Ni siquiera rumores, ni nada de nada? ¿Crees que siguen vivos? — Mordí mi labio, eran preguntas peligrosas que quizás le molestaban o le hacían enfadar, pero necesitaba conocer hasta que punto sabía. —¿Nunca has pensado en ir a buscarlos? El mundo es un pañuelo, quizás tengas suerte. — No quería darle falsas esperanzas, pero debía de persionarla un poco.

La abracé por la cintura y apoyé mi cabeza en su hombro, aspirando el olor tan característico que tenía.  —Ahora entiendo muchas cosas sobre ti ¿Sabes? Siempre me había preguntado porque tenías en un pedestal a tu Madamme, no lo entendía, pero ahora sí. Normal que la tengas así, fue tu heroína. — Besé su hombro con cariño. —¿Las demás niñas del barco fueron tratadas como tú? Que hijos de puta. — Sentencié, gente así no se merecía ni respirar mi mismo oxígeno, ¿Porqué no se los comían los vampiros o los lobos? Harían un favor a la humanidad, y serían útiles para el mundo.  —¿A Alessia le pasó algo así? ¿Por eso vive contigo? — También quería conocer la historia de la pequeña, quizás si que fuese parecida y por ello, eran tan amigas y vivían juntas, quizás se sentía identificada con ella. — Y como te he dicho antes, no me voy a ir. A ninguna parte, por muy oscura que sean las cosas que me cuentes. Conmigo no sientas miedo, por favor. — Acaricié su espalda con cariño, mientras esperaba a que comenzase a responderme a todas y cada una de las preguntas que le acababa de hacer.
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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Abr 21, 2016 1:14 pm

“Un abrazo puede ser la medicina para muchos dolores”



La hora de la verdad había llegado de una forma tan rápida que parecía que habíamos pasado directamente a aquella parte, olvidándonos de la cena y del postre que había traído. Pero no era así, había disfrutado aquellos momentos y habían pasado volando, como si de un suspiro se tratase. Había sido una cena estupenda y estaba muy contenta de que le hubiera gustado tanto el postre, y yo estaba encantada con haber podido verlo en la cocina mientras le ayudaba a preparar las cosas.

Y ahora, ahí estábamos los dos, sentados en uno de los sofás que tenía en el salón mientras yo intentaba distraerme un poco con mi libro favorito y él hacía lo suyo al salir sin camiseta. Si con ella puesta ya era toda una tentación el hecho de que saliera sin ella era una doble tentación… pero, a pesar de que me hubiera gustado mucho dejar llevar por sus besos y por él, sabía que no era el momento. Y él también lo sabía porque se separó rápido y se sentó en el sofá a expensas de que hablara yo primero y contara toda mi historia.

Lo miré cuando dijo que llevaba doce años trabajando y que tenía treinta años, lo observé de forma más detenida ante aquel dato y sonreí. Sabía que era mayor que yo porque se notaba, no en su aspecto físico, sino en su forma de ser. Desprendía mucha seguridad en lo que hacía, hablaba con propiedad y sabía cuándo tenía que gastar una broma o cuando no y medir los tiempos, sabía cómo debía de comportarse, era culto, listo y muy educado. Algo que muchos jóvenes no sabían hacer. Se conservaba muy bien para tener esa edad y era algo que, en lo personal, no me importaba.



-Así que llevas doce años como cocinero y tienes treinta años. Sabía que eras mayor que yo pero no sabía realmente cuántos años nos podríamos llevar. Te conservas bien, demasiado bien diría yo –le miré y sonreí jugando con su pelo todavía- Eso quiere decir que eres seis años mayor que yo, y es algo que no me importa –me mordí el labio- Inteligente, culto, maduro y encima cocinero con lo que yo adoro la comida… Me gusta –siempre me habían gustado los hombres que eran algo más mayores que yo porque, además, tenían un grado de madurez que muchos jóvenes de mí edad no tenían. Y era algo que me gustaba bastante. Reí divertida por sus siguientes palabras agradecida de que aliviara un poco los nervios que tenía dentro de mí por lo que, en breves momentos, iba a contarle- Añade fanfarrón a la lista, también. Soy competitiva y odio perder, como tú, luego no vengas haciendo pucheros cuando te gane en una carrera… no te servirá de nada –le di con uno de mis dedos en su nariz, en un toque algo sutil, y luego lo miré algo más seria. El momento llegaba y debía de comenzar con aquella que había callado durante tanto tiempo. En mí interior rogaba que después de escuchar todo lo que tenía que contarle, no se fuera, porque no podría con aquello.

Sentí su mano cogiendo la mía dándome apoyo con aquel gesto y comencé a contarle mi historia por el principio, tal y como él me había dicho. Lo primero era muy fácil y sencillo de contar, puesto que trataba de mí época cuando vivía en Giza durante cinco años y luego en la Isla de Mykonos durante tres años más. La primera parte de la historia era siempre la más fácil de contar porque era cuando todo parecía que era perfecto y que nada malo podría suceder… hasta que llegué al punto en que volvíamos a Giza de nuevo. No aparté durante aquel tiempo mi mirada de la suya y me fijé, mientras hablaba, en los gestos que hacía. Suspiré, tocaba empezar con lo malo de todo aquello.

Noté que apretaba mí mano en la suya y me dio algo más de valor el seguir contándole, como si con aquello me estuviera diciendo que ahí estaba él, que no se iba a ir, y que me estaba escuchando. Me daba fuerzas para seguir hablando, y era algo que realmente necesitaba… y él no podría saber realmente cuanto lo necesitaba. Noté cómo se sorprendía ante mi relato cuando los piratas nos abordaron, y veía cómo apretaba la mandíbula. Sabía que aquello era difícil de escuchar y entendía aquel gesto que estaba haciendo de apretar la mandíbula, seguramente, para contener la rabia y no decir nada mientras me dejaba hablar. Como me parase ahora que había empezado con lo malo… no sabría si podría seguir realmente o no.

No estaba siendo indiferente a la historia que le estaba contando y se notaba solamente por su mirada y por sus gestos. Hice una pausa, si aquello había sido horrible… no quería ni imaginarme cuando comenzara a contarle todo lo que me había pasado mientras durante siete años de mí vida había vivido confinada en un cubil, siendo vendida a un proxeneta que se tomó todas las libertades que quiso conmigo. Volví a hacer una leve pausa armándome de valor, porque para mí tampoco era fácil contar todo aquello y más cuando era la primera vez que lo hacía, más, cuando lo hacía de una persona que no quería perder por contarlo.

Estaba serio e incluso me atrevía a decir que estaba algo rígido, notaba su mandíbula tensa y apretada por todo lo que le estaba contando pero, sin embargo, el agarre de mí mano continuó como estaba siendo al principio; fuerte y suave, pero sin apretar. Seguramente no quería que notara como estaba él sintiéndose mientras le contaba por el hecho de que parara, pero notaba todo su cuerpo tenso, podía verlo claramente, salvo el agarre de su mano en la mía, firme, pero sin que llegara a notar cómo estaba él realmente.

Y tal y como había pensado… no pude aguantarlo. Llegó un punto de la historia en que sentía que las lágrimas se agolpaban en mí rostro y no podía soportar su mirada mientras le contaba todo aquello. Me levanté y él no opuso resistencia cuando me solté de su mano y puse un poco de distancia, seguramente, quería darme ese pequeño respiro antes de que continuara. No me giré mientras seguía hablando y las lágrimas descendían por mí rostro sin poder evitarlo, pero estaba convencida de que su rabia seguía ahí, acumulándose y tensándose como había estado haciendo mientras yo le contaba todo.

Por fin terminé de contarle mi historia y me giré limpiándome las lágrimas para observarlo, sentado en el sillón mirándome, con sus ojos en los míos e intenté descifrar en ellos lo que estaba pensando, junto con la línea recta que estaban formando sus labios. Y me pregunté qué estaría pasándole por su cabeza ante todo aquello mientras rogaba que no se fuera. Se levantó acercándose y sentí mi corazón en un puño a expensas de lo que pudiera hacer y… me abrazó. Noté que me envolvía con sus brazos escuchando sus palabras y sentí que, por una vez, era todo lo que necesitaba.

Pasé mis brazos por debajo de los suyos rodeando sus hombros con mis manos y lo apreté contra mí con fuerza, mientras cerraba los ojos y mi rostro quedaba escondido en su cuello ya que él era un poco más alto que yo y no pude evitar que un par de lágrimas surcaran mi rostro. Aquel abrazo fue todo lo que me hacía falta, sentía su calor contra mi cuerpo sintiendo que estaba allí realmente, que no iba a marcharse. Me dijo más aquello que el que me dijera todos y cada uno de los consuelos que había en el mundo, no sabía si no sabía qué decirme, o no podía o era algo totalmente diferente… Pero aquel abrazo hizo más que cualquier otra cosa y comprendí, por fin, que un gesto valía más que mil palabras.

Me separó de su cuerpo y lo miré a los ojos mientras él acunaba mi rostro y quitaba todo rastro de lágrimas que había en el y se inclinó para besarme, y yo me dejé llevar por todo aquello y por las sensaciones que me recorrían y que él mismo me transmitía en aquel beso. No hizo falta que me dijera nada, al menos con palabras, porque todo me lo estaba diciendo con aquellos gestos y en mí interior sentí un alivio y comencé a tranquilizarme poco a poco. Abrí mis ojos para mirarle cuando se separó y llevé una de mis manos aferrando las suyas y dejé que tirara de mí de vuelta al sofá, cuando se sentó e hizo amago de que me sentara encima lo hice pero quedando de cara a él, quedando todo de forma más íntima.

Sabía que tendría muchas preguntas que hacerme por todo lo que acababa de contarle y le iba a responder a todas y cada una de ellas, me costara más o me costara menos. El paso más grande ya lo había dado y me había liberado al contarlo de una forma bastante abrumadora. Recorrí el contorno de su rostro con uno de mis dedos y esperé a que comenzase el aluvión de preguntas, y no se hizo de esperar. Sonreí ante sus primeras palabras de que era fuerte y fruncí levemente el ceño cuando dijo que quería matarlos, algo que era bastante lógico y que sabía que no iba a hacer.



-Sé que mi historia es dura y muy fuerte, por eso temía contártela porque pasan tantas cosas que… -me callé mordiéndome el labio, no quería volver a recordar aquello de nuevo- El karma te quita y te da Gael, a mí me quitó muchas cosas… pero me ha dado otras muy buenas; como Alessia, como de todos los hombres que había conocido en mí vida era el único que marcaba la diferencia, con creces- Nunca he vuelto a saber de ellos y nunca he oído ni escuchado nada que me hiciera pensar o creer que pudieran ser ellos. Los perdí de vista y durante todos estos años jamás he tenido noticias suyas, o de alguien que haya podido verlos… -me mordí el labio y miré hacia otro lado durante unos segundos, debatiéndome entre si decirle aquel disparate que me estaba pasando o dejarlo correr. Lo miré finalmente y cogí su mano entre las mías, de forma abstraída mientras él me acariciaba el pelo- ¿Sabes? Últimamente he tenido la sensación de que… veo a mí padre. Es… algo tan absurdo y loco que sé que no es real, no puede serlo realmente. He tenido la sensación de que me seguía y me observaba pero luego no había nadie, he soñado con que aparecía junto a mí y parecía tan real… pero como todos los sueños, parecen reales, hasta que te despiertas. Mí mente me atormenta con su recuerdo y sé que no puede ser verdad porque es igual a la última vez que lo vi, y eso es imposible. –Lo miré mordiéndome el labio, ahora pensaría que estaba loca- Todos los días de mí vida, Gael, desde que me separaron de ellos. En lo más profundo quiero pensar que siguen vivos y que son felices allí donde estén pero… no estoy segura si quiero ir a buscarlos. Por una parte, aunque sea en mi feliz ignorancia, quiero pensar que siguen vivos… dar el paso de ir a buscarlos y darme cuenta de que están muertos –suspiré cerrando los ojos un momento- creo que sería demasiado para mí.

Hice una pequeña pausa y noté que rodeaba mi cintura y apoyaba su cabeza en mí hombro, enredé mis dedos en su pelo y dejé un beso en su cabeza mientras él seguía hablando. Me estaba gustando mucho sus muestras de apoyo y de cariño, Gael tenía la capacidad de mitigar mi dolor y hacerlo más llevadero sin necesidad de palabras, algo adorable y encomiable, algo que jamás pensé que alguien pudiera llegar a hacerme. Sonreí cuando dijo que entendía muchas cosas, sobre todo la parte de la Madam, y por eso le había contado toda la historia, para que pudiera entender lo que para mí era aquella mujer que me había sacado del propio infierno.


-Soy una afortunada, hace muchos años encontré a una heroína que me salvó de una pesadilla y ahora, sin embargo, tengo también a mi propio héroe que además, es apuesto, endemoniadamente atractivo y encima tiene caballos. Gael, tienes el pack completo ¿seguro que no eres uno de verdad? Puedo guardar tu secreto y seré tu admiradora número uno –me reí algo divertida por la gracia queriendo quitar hierro al asunto, haciendo que el ambiente volviera a su cauce de normalidad- Fuimos todas vendidas con mayor o menor suerte, no sé qué fue del resto de ellas –apoyé mí mejilla en su cabeza y sonreí cuando me preguntó por Alessia, sabía que me iba a preguntar por ella y estaba esperando a que lo hiciera– Sabía que me ibas a preguntar por ella, no se te escapa nada –reí entre dientes dejándome envolver por su esencia y me separé para mirarlo- Su historia es… algo diferente. Fue abandonada por sus padres cuando tenía doce años, según lo que me dijo, sus padres se casaron por conveniencia y su padre esperaba un primogénito que heredara todo lo que tenía… pero nació ella. Sus padres lo intentaron pero no consiguieron tener otro hijo y bueno, un matrimonio sin amor y su padre odiándola no es buena combinación. Su madre cogió depresión por el trato que recibía de su marido, acusándola de que no quería darle otro hijo, y a ella cada vez la odiaba más. Creo que llegó a pegarle aunque ella no me ha dicho nada, su padre un día se cansó y la abandonó en la calle y le amenazó con que no volviera a no ser que quisiera que la matara. La Madam la encontró vagando por las calles y, como hizo conmigo y muchas otras, la acogió bajo lo mismo. –Hice una pausa observándolo y me mordí el labio- Sé lo que es crecer en un ambiente como ese, sé lo que es que te metan de lleno en un mundo del cual no conoces nada y… me vi tan reflejada en ella, que no dudé en hablar con la Madam para que viviera conmigo a los meses de estar allí, cuando llevaba ya un tiempo hablando con ella y vi que nos llevábamos bien. No puso pegas y la llevé conmigo, soy para ella lo que quise para mí cuando era niña y la quiero como si fuera mi hermana pequeña. Es tan dulce, buena e inocente que no quiero que pase lo que pasé yo si puedo evitarlo. La quiero con locura y ella me quiere igual, y sé que me agradece mucho lo que hago por ella, se nota en los gestos que tiene para conmigo –sonreí- Me alegra poder ayudarla, en parte, me siento realizada con ella –hice una pausa y lo miré de forma fija sintiendo su mano acariciar mi espalda, escuché sus palabras y recorrí con uno de mis dedos desde su clavícula, bajando por el centro de su pecho, hasta acabar antes de llegar a la cinturilla de su pantalón. Mi mirada hizo el mismo recorrido al tiempo que mí dedo y subí a mirarlo a los ojos- Gael, no es miedo lo que siento cuando estoy contigo… no sé muy bien lo que es, pero no es eso, me siento segura y tranquila cuando estoy contigo. Temía contarte mi historia y que fuera demasiado para ti y no pudieras soportarlo, a eso tenía miedo. A eso y a que no quisieras saber nada más de mí una vez contado… pero me alegro mucho de que estés aquí, conmigo. –Me incliné para dejar un beso en sus labios y sonreí- Gracias por tu apoyo y por escucharme, siento que la carga es más ligera y ahora me alegro habértelo contado. No sabes cuánto significa esto para mí –me quedé callada observándole sintiéndome mucho más tranquila y relajada, y algo liberada de la carga de mí interior.
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Mensaje por Gael Lutz Vie Abr 22, 2016 4:39 pm

Eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que piensas.




La miré divertido, parecía que la diferencia de edad que había entre nosotros no le importaba en absoluto, otro punto más a su favor. ¿Cuántos puntos llevaba ya? Hacía mucho que había perdido la cuenta, ni siquiera sé si alguna vez llegué a contarlos realmente, cada día me gustaba más estar con ella, me sentía cómodo, protegido, querido… No había puntos que  valiesen como me hacía sentir cuando estaba a su lado. Dejé escapar una carcajada ¿De verdad se acababa de meter con mi aspecto? Alcé una ceja y le pellizqué en la mejilla. — Vas a desear que te castigue por esto, señorita Zahir… De echo, me da igual que lo desee o no. Después, pienso castigarla. Soy guapo con treinta años y con cincuenta también lo seré, incluso en el día de mi muerte. — Hice una pequeña mueca, hacía poco había estado hablando con Adaline sobre la muerte y ella tenía muy claro que iba a morir antes que yo. ¿Porqué cojones pensaba eso? Meneé la cabeza, no era momento para estas preocupaciones que me asaltaban la mente por los nervios que tenía de escuchar su historia, tenía que centrarme en ella al completo y dejar de pensar un rato en mí mismo, ella se merecía eso y mucho más.

La historia llegó a su fin. Un final triste, devastador que me recordaba un poco a mi propia historia… Se me caía el alma a los pies de verla de esta manera, estaba alicaída, devastada, luchando por recomponerse de algo que el tiempo no había sido capaz de cerrar la herida, una herida tan profunda que yo mismo dudaba que algún día pudiese curar y si lo hacía, siempre iba a quedar una cicatriz horrible y enorme. Volví a besar sus labios pese a que no sabía que decir, los actos a veces eran mejores que las palabras, unas palabras que estaban mudas en mi garganta. Nos sentamos entonces en el sofá, estaba listo para decirle las preguntas que quería hacerle, quería conocerla de una vez por todas, esta noche era la noche. Acaricié su pelo y comencé con las preguntas, indagando para hallar algo sobrenatural en sus padres, quizás con “suerte” no estaban muertos y estaban como vampiros o licántropos… Aunque si a mi me diesen a elegir entre una vida como sobrenatural o morir… La respuesta era obvia, no me lo iba a pensar dos veces.

Escuché su primera respuesta y fruncí el ceño. —El karma castiga a los que hacen cosas mal y recompensa a los que hacen las cosas bien. Tú has debido de hacer las cosas genial ya que aquí estás… — Sonreí, quería intentar por todos los medios que se sintiera algo mejor. La miré frunciendo el ceño de nuevo, a este paso se me iban a quedar las arrugas marcadas de tanto que estaba haciendo ese gesto hoy. ¿Qué estaba pensando? Sabía que estaba pensando en algo, pues había apartado la mirada de mí y se estaba mordiendo el labio. Le di una pequeña caricia en el muslo, animándola a que lo hiciera, si se callaba ahora, no pensaba contarle nada. Las palabras que dijo a continuación me dejaron frío, un sudor helado bajó por mi nuca hasta perderse en mi espalda. No podía creerlo. ¿Su padre se le aparecía? Mordí mi labio con fuerza, tan fuerte que llegué a creer que me iba a hacer sangre. Suspiré, tenía que tratarse de un vampiro, de uno que estuviera jugando con su mente como si nada, haciéndole creer que todo era un sueño, pero era un momento real que aprovechaba para verla. De repente sentí miedo. ¿Y si le hacía algo? Vale que se trataba de su padre, pero con los vampiros peores cosas había visto… Tenía que avisarle, pero debía de cerciorarme que todo podía ser real. —¿Cómo son esos sueños? ¿Puedes tocarle y parece de verdad? ¿Cómo si me estuvieras tocando a mí ahora? ¿Qué hueles? ¿Hueles algún olor? — Si me decía que olía algún olor, no podía ser un sueño, en los sueños no se puede oler nada.

La miré entre risas, la notaba de mejor humor, quizás la tormenta que tenía en su interior estaba disipándose. —No soy un héroe. Pero puedo ser tú héroe. — Remarqué el tú, dejándole claro que solo sería suyo. Por mi trabajo quizás alguna gente si que me considerase un héroe, pero  no lo hacía ni yo mismo, por lo que no creía que otras personas lo hiciesen por mí. La historia que me contó sobre Alessia me hizo suspirar, era lo típico de un padre cerrado de mente, muy metido en sus pensamientos y de una mujer sumisa. Ese tipo de gente me provocaban un dolor de muelas increíble. Me presioné arriba de la nariz con dos dedos y me apoyé en el sofá. —Me alegro de que Alessia te haya encontrado. Sinceramente, creo que está mucho mejor contigo y con la Madamme que con esos padres… Lo siento por ella, pero es lo que creo Naitiri. Tú le puedes inculcar mejores valores que ese vejestorio que tenía como padre.

Vi como sus dedos bajan desde mi pecho hasta la cinturilla de mi pantalón. ¿Ya está? ¿Se iba a acabar la charla? ¿Ya quería follar? La miré con los ojos ardiendo de deseo, pero algo me decía que solo lo había hecho por inercia, por la costumbre y por dejar su mano apoyada en algún sitio de mi cuerpo. Sonreí con ternura por sus palabras, esta mujer era un trozo de cielo divino. —He escuchado cosas peores, y también he visto y he hecho cosas peores Naitiri. No voy a huir porque me cuentes tu historia, por oscura que sea. Soy tu amigo, quizás algo más que un amigo y quiero estar contigo en lo bueno y en lo malo. Quiero ser esa persona que te deje su hombro cuando lo necesites, un abrazo, un beso… Lo que quieras. Cualquier cosa que se te ocurra, yo quiero estar ahí para dártelo si es que puedo y está en mi mano. — Me mordí el labio y aproveché también para coger un poco de aire para respirar. —Quiero que tu mundo comience y termine conmigo. — Besé sus labios sin quedarme muy claro si esa frase había quedado demasiado posesiva, pero era la verdad. Quería que así fuera, tanto para lo bueno como para lo malo.
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Mensaje por Naitiri Zahir Sáb Abr 23, 2016 9:16 pm

Un verdadero héroe no se mide por el tamaño de su fuerza,
sino por la fuerza de su corazón





Había algo divertido en el trasfondo de todo aquello que hizo que sonriera sin poder evitarlo, y sin saber muy bien de lo que se estaba tratando. Le había dicho la verdad es cuanto a la diferencia de edad, algo que no me importaba en absoluto y que para mí restaba y carecía de total importancia. Como si me llevaba diez años o más, lo que para mí importaba era cómo me hacía sentir cuando estaba a su lado, nada más. Y lo que me hacía sentir era algo muy diferente de lo que había podido sentir con cualquier otro hombre que haya conocido, y eso también en parte, me asustaba un poco.

Sonreí evitando enarcar una ceja intentando pensar por qué se había reído y por qué pensaba que debía de castigarme cuando… oh, ¡Oh! Me mordí el labio sin poder evitarlo y lo miré divertida, de verdad, ante sus siguientes palabras. ¿Pensaba que me había metido con su aspecto? Al contrario, lo único que le había dicho es que se conservaba muy bien, y que si no me hubiera dicho que tenía treinta años y sin conocerlo de nada, si lo hubiera visto de pasada por la calle, no habría pensado jamás que podría llegar a tener esa edad. Aparentaba menos de lo que realmente tenía y lo había dicho como halago, no como insulto o algo despectivo como se lo había tomado él.

Reí e intenté quitarle su mano cuando me pellizcó la mejilla pero él fue más rápido y la quitó enseguida sin darme la oportunidad, mientras lo miraba realmente divertida. Vaya, vaya, vaya… había encontrado un punto en él por el cual iba a castigarme, sin siquiera hacer nada. Interesante. Me lo tendría que apuntar mentalmente para otro momento u ocasión, porque esta vez de verdad que no había echo nada. Pero… si él quería castigarme, y yo también así lo deseaba, ¿por qué iba a decirle que se estaba equivocando? Me acababa de brindar la oportunidad en bandeja de plata.

Además, de nuevo, empleaba conmigo el uso del apellido del cual ya conocía de sobra que empleaba cuando se ponía en modo dominante, y cuando quería dejarme algo bien claro de forma seria. Lo había echo en mí cama cuando me castigó, de forma divina, y lo había echo en la cocina al advertirme… sabía cuando me llamaba por el apellido lo que me estaba diciendo realmente. Al final había encontrado la manera más temprano que tarde, aunque en esta ocasión él se había equivocado por completo. Y me iba a aprovechar.


-Soy una chica muy mala y muy atrevida… una que necesita alguien que la discipline –se podía notar que, aunque lo decía en serio, detrás de todo el humor también brillaba en mis palabras y en mis ojos. Y paré, porque si seguía por esa línea estaba convencida de que no me costaría mucho que él me siguiera el juego y… no estábamos allí por eso. Habría tiempo para eso, más tarde, ahora tocaba la parte difícil de todo aquello y en parte agradecí aquella pequeña broma para liberar algo de tensiones. El humor se fue tan rápido como había venido y me puse algo más nerviosa y seria mientras le contaba todo, sin dejarme nada en el tintero, sin ocultar nada, siendo clara y transparente porque, ¿qué sentido tendría no decirle la verdad, llegado ese punto? Era por lo que estábamos allí, y si quería que me conociera y supiera quién era realmente no me quedaba de otra. O abría yo el camino o él no lo iba a hacer. Así que como ya sabía que iba a pasar en la feria, pagué el precio contándole todo, hasta que terminé al lado de la chimenea porque necesitaba un poco de distancia y porque, en parte, no quería que me viera tan destrozada mientras lo contaba.

Cuando terminé y se acercó a mí aunque no me dijo nada en ninguno momento… no hizo falta. Su abrazo pegándome a su cuerpo, su calor traspasando al mío, saber que iba a estar allí y que no se iba a ir, su muda comprensión y aceptación ante lo que le había contado, quitando las lágrimas de mí rostro, sus labios sobre los míos diciéndome más que cualquier cosa que saliera por ellos… fue suficiente. No hizo falta que me dijera nada y entendí que quizás aquello le había sobrepasado y no sabía siquiera que decirme, y yo preferí aquellos actos a unas palabras que, aunque tuvieran significado y calor, serían vanas comparadas con lo que sus actos y sus gestos me transmitían. Su cuerpo y sus labios me decían, en silencio, lo que sus palabras no podían decirme, y para mí, era suficiente.

Volvió a besarme de nuevo y cerré los ojos aferrando sus manos con las mías mientras me dejaba llevar por el amor, la comprensión, el apoyo, el ánimo y demás emociones y sentimientos que me transmitió con el beso, sintiendo que todo ello me envolvía y me abrumaba al mismo tiempo, porque realmente había temido perderlo al sincerarme, al abrirme y supiera todo sobre mí. Miedo que ahora sabía que era infundado, pero uno que no pude evitar sentir y que había quedado en el olvido al ver cómo había reaccionado. Y me encantó, porque estaba amainando la tormenta y la batalla que se había librado en mí interior, y era algo demasiado alentador como para dejarlo pasar.

Me senté sobre él en el sofá y comenzó a preguntarme mientras yo respondía todas y cada una de sus preguntas, algo que ya sabía que iba a pasar y a lo que estaba preparada. Quería responderle a todo porque realmente no me importaba. Me mordí el labio llegado a cierto punto y aparté mí vista de la suya durante unos segundos, sentí la caricia en mi muslo animándome a que contara y finalmente me atreví a decirle lo que me estaba pasando con mí padre, pensando que iba a pensar que estaba realmente loca por aquello, pero quería contarle todo, y eso entraba dentro del todo.



-Karma, destino… llámalo como quieras, lo que importa o lo que a mí realmente me importa, es el ahora. Dicen que la vida y el tiempo ponen a cada uno en su lugar y es lo que quiero pensar Gael, como tú has dicho, estoy aquí… si esta era una de mis metas, la espera ha merecido la pena
–sonreí dejando atrás esa nube gris que había arrastrado mientras le contaba mi historia comenzando a volver a la normalidad. Agradecía y apreciaba todo lo que estaba haciendo por animarme, era algo muy adorable por su parte. Y lo que había dicho era algo que pensaba realmente, si aquel hombre era una de mis tantas metas, o el final de uno de mis caminos… todo lo que había pasado había merecido la pena, totalmente. Fruncí yo también el ceño ante sus preguntas y me mordí el labio, ¿por qué tanta insistencia en algo que era producto de mis sueños y de mí imaginación? Decidí responderle, porque como había dicho, no me iba a negar a responderle a ninguna pregunta que me hiciera, aunque fuera sobre un sueño y alucinaciones- Son… como si él estuviera conmigo, la primera vez que soné con él fue en mi habitación, que estaba conmigo en la cama. Son tan reales como sé que tu eres real ahora mismo y sí, siento su tacto igual que te siento a ti ahora –llevé una de mis manos a su rostro y lo toqué- tan real como ahora –lo miré a los ojos y pensé durante unos segundos, ¿algún… olor?– Pues… huele… a él –hice una pausa- No me había dado cuenta hasta ahora pero la primera vez, cuando me desperté, tuve la sensación de que su olor se había quedado por toda la habitación –lo miré- tan cierto y real como ahora mismo puedo oler tu esencia –me incliné hasta rozar su nariz con la mía y cerré los ojos, aspirando su aroma con cada respiración desde donde estaba, una que conocía perfectamente, y una que me había vuelto loca por las noches al tenerla por toda mi cama.  

Reí divertida cuando me dijo que no era un héroe, pero que sería el mío y me acordé de cuando me lo dijo en la feria, algo de lo cual me acordaba cada día que veía aquel peluche de pantera que había guardado en mí habitación a buen recaudo, no quería que Isis pudiera cogerlo y me dolería mucho que pudiera hacerle algo. Alessia estaba encantada con el peluche que había conseguido e incluso me había preguntado por Gael alguna que otra vez, algo que me hacía sonreír porque conociendo su historia sabía de buena tinta que era la primera vez que se sentía tan cómoda con un hombre, el primer paso ya estaba dado.


-Sigues insistiendo en que serás mí héroe, al final lo voy a tomar al pie de la letra y no me lo podrás negar –sonreí- pero me gusta que seas mí héroe, aunque sea de mentira –me mordí el labio- Y tenemos que hacer esa competición de caballos, no creas que me he olvidado aunque veo que tienes algo de miedo a que pueda ganarte –reí entre dientes- no te preocupes, luego te consuelo un poquito y seguro que se te pasa –hice una leve pausa hasta que preguntó por la historia de Alessia, algo que sabía que iba a preguntarme y no dudé en contársela, tarde o temprano, era algo que iba a acabar sabiendo. Lo vi llevarse dos dedos al puente de su nariz, como si se estuviera conteniendo en algo, y lo miré tras sus palabras dejando en beso en su frente. Estaba escuchando demasiadas cosas aquella noche, y no todas eran buenas precisamente– Yo pienso lo mismo que tú, creo que está mucho mejor conmigo que con sus padres. A día de hoy no quiere saber nada de ellos y es algo que entiendo completamente, porque yo tampoco querría regresar de ser ella. Y sé que no lo hará, conmigo se siente querida y es lo que más necesita ahora mismo –hice una pausa y lo miré durante unos segundos apoyado contra el sofá solamente con los pantalones que llevaba puestos y no pude evitar recorrer su pecho con mis dedos en una caricia sutil que mis ojos recorrieron al mismo tiempo que mis dedos, para luego mirarlo a los ojos sintiendo en ellos ese brillo que quizás yo también tenía en ellos. Pero no era el momento, tenía muchas preguntas que hacerle y él aún tenía una historia que contarme.

Lo miré mientras escuchaba sus palabras de que había echo cosas peores, a lo que me dieron ganas de preguntarle qué era lo que había echo, que no se iba a ir por muy oscura que fuera mí historia y el resto de las palabras que fueron saliendo de sus labios. Las grabé a fuego en mí mente y me mordí el labio ante ellas, sintiendo como algo en mí interior daba una sacudida por todo lo que estaba diciendo. Era cierto que no sabía realmente lo que aquel hombre me hacía sentir, aunque quizás, sí lo sabía realmente y no me había atrevido a reconocerlo para mí misma… mucho menos decírselo a él. En ese aspecto no le había mentido pero, ¿cómo podía aquel hombre provocar tanto con tan poco? No podía ser normal y aunque aprecié cada una de sus palabras sabiendo que, pasara lo que pasara, podía contar con él tanto en lo bueno como en lo malo y que, de mí parte, iba a tener lo mismo… sus frase final hizo que una especie de chispa brotara de dentro de mí e incendiara todo mí cuerpo. No de lujuria, no de atracción, no de ganas de arrancarle la ropa y hacerlo mío en aquel sofá… de alguno muy diferente que, por unos segundos, me sentí abrumada por aquello. Algo que comenzaba a sospechar era peligroso, muy peligroso.

Correspondí a su beso sintiendo que por un momento nos habíamos acercado más de lo que nunca habíamos estado, mientras su frase final no dejaba de darme vueltas en la cabeza al tiempo rodeaba su cuello con uno de mis brazos y lo besaba, comenzando a sospechar que aquel hombre iba a ser finalmente mi perdición en algún momento, si no es que lo era ya. Cuando se separó lo miré a los ojos teniéndolo tan cerca y me mordí el labio sintiendo algo cálido que comenzara a brotar dentro de mí. Mí mundo ya comenzaba a empezar, y a terminar, con él. Y quería que su mundo hiciera también lo mismo, que comenzara y terminara conmigo.



-¿Sabes? Es lo más bonito que me han dicho en mí vida, Gael. Y aunque no quiero repetir tus palabras, aquí me tienes para lo que quieras, sea bueno o malo. Si puedo ayudarte con cualquier cosa no dudes en pedírmelo, porque también te lo daré si está en mí mano el poder dártelo –me abrumaba aquel hombre, me hacía sentir cosas que no había sentido en toda mi vida y, al mismo tiempo, me daba miedo sentirlas. No quería ponerle nombre pero, cada día que pasaba, lo sentía con más fuerza.- Te quiero y te aprecio, muchísimo, quizás más de lo que puedas llegar a imaginarte y es algo que no cambiaría por nada. Sabes más de mí que nadie de mí vida, incluido Alessia –no le había contado mi historia, y era algo que no tenía pensado hacer- y aunque eso me de miedo sé que jamás harías nada para hacerme daño. Sino todo lo contrario –Apoyé mi frente contra la suya y suspiré mientras lo observaba- Solo puedo decirte una cosa; sukran, por todo, por liberarme, por dejarme ser yo misma, por escucharme, por hacerme reír en mis peores momentos, por hacerme sentir tan cómoda y a gusto a tú lado por… tantas cosas, pero sobre todo, por cruzarte en mí vida y por dejarme conocerte. Es algo que aprecio y atesoro, aquí –llevé una de sus manos a mi corazón y lo abracé contra mí con fuerza  mordiéndome el labio, porque si seguía, no sabía lo que iba a salir de mis labios y no quería estropear el momento. Suspiré dejándome envolver por su olor dándome unos segundos y me separé para mirarlo- Mí mundo no es perfecto e ideal, pero cuando quieras refugiarte del tuyo, o simplemente cuando quieras… te invito al mío –me incliné para besarlo sin moverme de donde estaba, no quería moverme para nada de aquel lugar. Terminé por morder su labio inferior y lo miré- Y ahora, te toca a ti. Tengo mucha curiosidad por conocer todo sobre ti Gael, soy una mujer tan curiosa que noto como no puedo aguantar más –reí entre dientes y cogí una de sus manos para animarle y dejé un beso en ella. Sabía que él también escondía algo oscuro, ¿cuánto? No podría saberlo, a no ser que él se abriera a mí y me lo contara. Entedía quizás ese miedo que pudiera llegar a sentir, yo lo había sentido también al principio antes de empezar, pero iba a estar con él- Al igual que tú, no voy a irme. Me voy a quedar aquí, contigo. Siempre
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Mensaje por Gael Lutz Lun Abr 25, 2016 12:50 pm

Puedes ser solamente una persona para el mundo, pero puedes ser el mundo para una persona.


¿Le parecía que haber pasado por todo ese sufrimiento le merecía la pena solo porque me había conocido? Eso significaban palabras mayores, palabras con un transfondo algo complicado para lo que nos conocíamos, o quizás tan solo valorase mi amistad como algo superior, quizás me estaba colocando en la cúspide de su amistad… ¿Su mejor amigo? Pero sabía que no, sabía que el transfondo pasaba de su mejor amigo. Estas cosas no se cuentan a alguien a quién acabas de conocer hace un mes o dos. Ambos lo sabíamos y éramos conscientes de los riesgos que estábamos asumiendo. Uno de los dos podía desaparecer como había venido, sin dejar rastro, pese a que ya no podíamos estar mucho tiempo separados el uno del otro. Dejé que continuase hablando, estos pensamientos me estaban aturullando el cerebro, por lo que no dije nada y escuché con atención lo que verdaderamente quería escuchar, las cosas sobre su padre.

Ví como se mordía el labio, pensando realmente si contestarme a las preguntas acerca de eso o no, pero al final decidió hacerme caso y lo hizo. Las manos me comenzaron a temblar conforme más me iba contando. Tocó mi rostro y suspiré, no había ninguna duda… Su padre era un vampiro. ¿Cómo se lo podía decir? Me iba a tomar por un auténtico loco. Escondí las manos en mi regazo mientras terminaba de hablar, aunque realmente, no le estaba prestando mucha atención hasta que dijo que la habitación al despertar, olía a él. Me puse de pie y comencé a caminar de un lado para otro, mentalizándome a mí mismo de que tenía que decírselo, estaba en peligro, no se sabía que intenciones podía llevar su padre con ella, quizás algún día fuera de su control le mordiese y la transformase, o peor, la matase. Me quedé frunciendo el ceño ante estos pensamientos, era con la primera persona que me pasaba que prefería que fuese una vampira a que muriese… Eso me puso más nervioso aún y clavé mis ojos azules en los de ella, con el sofá entre medio de ambos… Llegué a la decisión de que primero tenía que acabar ella de hablar al completo y luego hablaría yo, por lo que me volví a sentar como si nada.

Le sonreí levemente, a este paso sí que me iba a convertir en un héroe de verdad, tenía que protegerla de su padre ¿Pero como le decías a una hija que había perdido a su padre con ocho años, que no se podía acercar a él ahora que había regresado? Era un tema peliagudo si fuese un humano, pero encima no lo era, era un maldito chupasangres asesino. —Sí… Aunque sea de mentira… — Sonreí con una sonrisa que no llegó a mis ojos, ahora sí que estaba cagado de miedo por lo que podía pasar cuando le contase todo. Cerré los ojos ante su beso en mi frente y la aproximé más a mi cuerpo, cuanto más cerca estaba de mí, más me relajaba, aunque en estos momentos el estar relajado era algo difícil. Asentí a las palabras sobre el caso de Alessia, era en algo que coincidíamos. Esa niña había sufrido y el ambiente del burdel no era apropiado… ¿Ya ejercía? Hice una mueca, no quería pensar en eso y en los pervertidos que solicitaban sus servicios si es que lo hacían. Me repugnaba.

Esta noche estábamos más cerca de lo que habíamos estado incluso cuando nos habíamos acostado. No hablaba de una cercanía física, hablaba de otro tipo de cercanía, una que se podía sentir con el alma. ¿Cuánto iba a durar esto? ¿Hasta que le dijera que su padre era un monstruo? ¿Qué yo mataba monstruos como él? ¿Qué yo era un monstruo? Escuchar la palabra “Te quiero” de sus labios me hizo alzar la mirada para mirarla a los ojos. Estaba perdido, ella estaba convencida de que se iba a quedar conmigo, de que nada le podía asustar… No sabía lo equivocada que estaba. En cuanto comenzase a abrir la boca iba a poder viendo gradualmente muecas en su cara, como sus ojos iban a ir cambiado su forma de mirarme. Ya no iba a poder ver esta mirada que me estaba dedicando, llena de ternura, de cariño, de quizás algo más… No. Apoyó su frente sobre la mía  y comenzó a agradecerme cosas. Cogio mi mano y la colocó en su pecho, donde estaba su corazón. Si hubiese estado tan normal seguramente incluso hubiese aprovechado para tocarle un pecho, pero esta vez no lo hice. Dejé la mano ahí unos instantes hasta que la retiré y pasé a acariciar su mejilla. No quería perderla, no ahora, ni nunca, ni más adelante. Jamás. Me abracé a ella, acariciando su espalda, oliendo su pelo y escuchando sus palabras que eran capaces de derretir a cualquiera. Besó mis labios y me propinó un mordisco. Amor y dolor, esto era lo que iba a ser esta relación… Si es que llegábamos más allá de esta noche. Mantuve mi mirada fija en ella. Ahora era mi turno, me tocaba a mí, los demonios iban a salir e iban a destrozarlo todo a su paso. ¿Cómo se le decía a alguien que existía lo sobrenatural? Suspiré y la aparté de mí. Llevaba callado demasiado rato, y seguramente pensase que se me había comido la lengua el gato. ¿Qué no se iba a ir? Lo dudaba mucho.

Comencé a dar vueltas por el salón como había dado antes, cuando había caído en la cuenta de que su padre no era un ser de este mundo. Pasé mis manos por el pelo, me sentía de lo más ridículo y perdido, sin saber por donde podía comenzar para que no me tomase por un loco o para que me creyese. Me quedé quieto de repente y la miré. —Verás, Naitiri… En los sueños no se puede oler. Quiero decir que si de verdad hubiera sido un sueño lo de tu padre, la habitación después no hubiese olido a él. ¿Me entiendes? — Me acerqué un poco, quedandome a una distancia prudencial, por si me daba una hostia. —Tu padre existe de verdad. No es un sueño producido por tu cabeza. Es… Es un vampiro. — Hice una pausa para mirarla, ver su reacción y sus movimientos. —Es un ser que debería de haber muerto, pero no lo ha hecho. Otro como él lo ha transformado en lo que es. Bebe sangre humana, mata humanos para sobrevivir y tiene poderes, quizás ha usado uno de esos para que creas que todo es un sueño y no real. — Mordí mi labio, no sabía si lo estaba haciendo bien. —Es tu padre, sí, pero no es él. No es el mismo que tu conociste en su día, ha vuelto por alguna razón y tengo miedo de lo que te pueda hacer. Tienes que alejarte de él. — Me acerqué más a ella, sabía que lo que le estaba pidiendo era una locura. Agarré sus manos entre las mías, sin dejar de mirarla. —Confía en mí, por favor. Sé todo esto porque hay gente que se dedica a cazar a criaturas como tu padre y a muchas otras que existen. Yo me dedico a cazar esas criaturas, Naitiri. Soy un cazador. — Suspiré y mordí mi labio, escudriñándola.

Ahora tocaba lo peor, contarle mi historia para que me creyese al completo. Aunque si no me creía tampoco me iba a creer con mi historia, podía ser un loco que se había inventado todo. —Mi padre fue asesinado por una criatura enemiga natural de los vampiros, por un licántropo cuando yo tenía catorce años. Me lo encontré desangrado y hecho trizas en la cocina de esta casa. Dijeron que había sido un ladrón, un asesino normal, pero yo supe que eso era una mentira. Mi madre se dedicó a la prostitución para sacarnos adelante a mi hermana y a mí. Yo mientras busqué trabajo y fui aprendiz de herrero. A los dieciocho años, Thomas me encontró y me enseñó todo lo que sé para ser un cazador. Me enseñó todas las criaturas que existen… Mi madre murió un poco antes de eso. Y me quedé solo con Adaline. Me hice cocinero para no generar sospechas sobre mi verdadero trabajo. — El tema era algo más complicado que todo esto, más largo, pero si no me creía lo primero, esto no me lo iba a creer. Acaricié su cara despacio, igual se apartaba con desprecio y eso me iba a resultar muy doloroso. —Esa es mi historia Naitiri. Eso es lo que soy… Limpio la ciudad de criaturas que matan a los humanos. — Le dejé caer que podía matar a su padre, lo que suponía un problema real. Me senté en el sofá sin dejar de mirarla, podía notar como el demonio interior bailaba a sus anchas dentro de mí, esperando la reacción que iba a tener Naitiri acerca de todo esto. ¿Se iba a marchar? ¿Se iba a quedar? ¿Se iba a reír? Podía hacer muchas cosas, tantas que estaba completamente perdido en mi salón. —Por favor, di algo. — Le pedí y esperé. No me quedaba hacer otra cosa más que esperar.
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Mensaje por Naitiri Zahir Mar Abr 26, 2016 6:57 pm

Cuando te abres a tocar a alguien con tu alma,
te abres para que ellos te toquen el corazón





Mí mente no dejaba de repetirme que quizás no estaba haciendo del todo bien que le contestara a esas preguntas porque, ¿no era hacerle pensar más… que estaba algo loca por aquello? A quien se lo contara y estuviera en su sano juicio no me iba a creer para nada, porque de lo contrario, ni yo misma me lo creería. Es decir, eran sueños, eran proyecciones de mí mente que me atormentaban con su recuerdo después de haber estado encerrado durante tanto tiempo dentro de mí, me había liberado al contárselo, era muy cierto pero… no sabía por qué, sentía que me iba a tratar por una completa loca.

Si ya de por sí contarle mi historia había sido difícil para mí porque no era algo fácil de escuchar, pero tampoco era algo fácil de contar… ahora decirle, precisamente, que parecía que en mis alucinaciones lo notaba y podía tocarlo como si fuera real, que lo sentía como lo sentía a él delante de mí, estando sentada sobre él, aquello era mucho más difícil. Y me daba miedo, mucho, porque que yo lo reconociera para mí misma era una cosa y reconocerlo ante él era otra muy distinta y diferente. Y si temía a algo, era poder perderlo justamente por aquello. Pero por esas razones estábamos en su casa, ahí sentados en el sofá, para de alguna forma desnudar nuestra alma y mostrarnos tal cual éramos, ¿cierto? Sabía que si quería que él me contara todo sobre él yo debía, también, contarle todo aquello que me preguntara. Por muy loco que fuera, por muy disparate que sonara. Ese era el precio, y yo ya había asumido el pagarlo. Aún con todas sus consecuencias que aquello pudiera traerme el contárselo. Si lo perdía por esto jamás llegaría a perdonármelo.

Suspiré cuando le conté y respondí a todo, diciéndole que era tan real como él, que sí que olía algo y que era la esencia que él siempre usaba y que nunca olvidaría, al igual que desde donde estaba podía oler la que Gael desprendía. Pregunta por pregunta, poco a poco, le fui contestando a todo rogando que no me tomara por loca y que no se fuera, o me dijera que estaba completamente loca como yo ya pensaba. Cuando se levantó y comenzó a pasearse, de aquella forma, temí lo peor. Sentí un estremecimiento cuando lo vi pasearse por el salón de aquella forma que, por unos segundos, pensé que hasta ahí había acabado todo… que ni siquiera antes de empezar a tenerlo ya lo había perdido.

Cuando sentí su mirada azul sobre la mía, con el ceño fruncido, dejé de respirar durante unos segundos pensando que iba a decir lo que tanto temía; que se había terminado. Así. De golpe y plumazo. Para mí sorpresa no dijo nada y volvió a sentarse de nuevo en el sofá por lo que pude respirar de nuevo, aunque la sensación de que aquello no había pasado del todo seguía ahí, resguardada, sabiendo que en cualquier momento podría quebrarse, como si estuviera pendiente en el fijo de una navaja y, al mínimo paso en falso… caería.
Seguí hablando intentando que el ambiente volviera un poco al de antes pero sin embargo, a él, lo notaba algo más… distante. No sabía por qué realmente y no quería pensar en ello de momento, a no ser que fuera él mismo quien me lo dijera.

Momento que se pasó y mi menté se despejó de aquello cuando fui a darle un beso en su frente, que noté cómo me abrazaba y me pegaba más a su cuerpo, haciendo que soltara un suspiro respirando algo más tranquila. Ver que no me apartaba y que me pegaba más a su cuerpo fue como un bálsamo para tranquilizarme del todo y calmarme, sintiendo que todo estaba bien pese a que no me había dicho nada sobre mis respuestas, ni siquiera cuando se había vuelto a sentar después de levantarse. Y no supe por qué, pero la sonrisa que me propinó ante el comentario de que sería un héroe de mentira no la sentí tan real, y sincera, como las demás. Algo que dejé pasar por alto porque quizás habían sido imaginaciones mías, y no quería sacar las cosas más de contexto.

Lo que sí sentía es que yo me estaba abriendo a él de una forma muy diferente, me estaba mostrando tal cual era y le estaba contando todo lo que él necesitaba saber sobre mí, ya fuera bueno y malo. Y aquello no hacía que sintiera que, de alguna forma, me unía más a él de lo que nunca me había sentido. Sus palabras, sus gestos y su cercanía me hacían notar y sentir que la distancia que había entre nosotros, esa que sólo se puede llenar cuando realmente abres tu alma a la otra persona, se cercaba por momentos. Y no solo lo sentía de mí, sino que también lo sentía de él. Aún no me había dicho nada sobre su pasado, no me había contado su historia y sin embargo, lo sentía más cercano que nunca y notaba que realmente lo estaba tocando, no algo físico, no su cuerpo, no su piel… algo mucho más profundo que a simple vista no se ve, algo etéreo y abstracto que siempre está ahí aunque no podamos verlos, pero sí podía sentirlo.

Y me dejé llevar, sabía que estaba jugando con fuego y que me estaba exponiendo demasiado… más de lo que en un principio había pensado hacer pero, aquel hombre tenía la capacidad de desarmarme por completo, de romper todos mis esquemas y hacer que me lanzara a una piscina sin comprobar antes si había red de seguridad o no. Y me abrumaba, y me daba miedo porque exponerme de aquella forma y a aquel nivel, sí que podrían traerme consecuencias muy negativas. Sus ojos buscaron los míos y me perdí en ellos sintiendo que yo misma había abierto un abismo bajo mis pies con mis palabras, uno del cual podía salir muy mal parada si seguía… pero, ya había expuesto todas las cartas sobre la mesa. Sentí su mano en mí corazón cuando la dejé ahí y no la apartó, la dejó sintiendo los latidos de mí corazón bajo mi pecho, y luego la dejó en mí mejilla mientras yo terminaba de lanzarme a ese vacío del cual ya había empezado, y no podía parar. Respiré más tranquila cuando me abrazó sintiendo cómo me acariciaba la espalda y yo escondía mi rostro en su cuello, intentando calmar todas las emociones que me estaban sobreponiendo. Besé sus labios y dejé un mordisco en ellos, dando por finalizado todo lo que tenía que decirle sintiendo su mirada fija en la mía. Ahora sí que estaba expuesta, totalmente, mientras esperaba que dijera algo de todo aquello.

Que volviera a levantarse de nuevo y comenzara a dar vueltas por el salón como había hecho hacía unos instantes fue algo que me puso nerviosa, porque no sabía lo que estaba pasando ni lo que iba a decirme. Lo notaba nervioso mientras no dejaba de moverse, y yo sentí que volvía a estar todo cogido por un puño, a expensas de que apretara con fuerza y terminara con todo aquello. ¿Me había pasado con mis palabras? Podría ser, me había lanzado de forma descontrolada y no había podido pararlo, quizás estaba buscando la manera más… sutil para decir que aquello terminaba, y que podía irme de su casa. Me mordí el labio sintiendo cómo mi pierna comenzaba con un tic nervioso hasta que, finalmente, paró y clavó sus ojos en los míos.

Las palabras que fueron saliendo su boca… me dejaron… helada. No había otra forma de definirlo, mi respiración se cortó durante unos segundos al tiempo que analizaba cada una de las palabras que iban saliendo de sus labios, mirándolo parado a una distancia prudencial delante de mí. ¿Mí padre… un…? Ni siquiera me atrevía a decirlo incluso en mí cabeza. Parpadeé intentando razonar aquello que me estaba diciendo sintiendo que era algo imposible mientras, algo en mí interior, me decía que lo escuchara. Pero mí cabeza me decía que aquello no podía ser, que me estaba tomando el pelo con todo aquello y, por una parte, sentía que era una jugada muy sucia por su parte el querer hacerme creer aquello.

Sin embargo todo lo que decía tenía la más y absoluta razón, palabra por palabra, aunque interiormente comenzara a negarlo sin siquiera razonarlo bien. Era cierto, un sueño como tal que es jamás podría dejar la olor en mí habitación de serlo, le daba toda la razón pero… se acercó un poco más a mí mientras yo seguía quieta, estática, clavada en aquel sofá debatiéndome entre lo moral y lo racional. No quería creerle, ni por un solo segundo, sin embargo… algo me impulsaba a hacerlo, por muy descabellado que fuera. Cada cosa que decía quería borrarla de mí mente y hacer como que nunca lo había escuchado, pero, una parte de mí al mismo tiempo se estaba liberando con todo aquello. Lo que yo creía que era una locura, un cruel producto de mí mente había pasado realmente y… era cierto.

No pude evitar recordar todos y cada uno de los momentos en que lo había visto y, de una forma brutal, comenzaba yo misma a atar cabos y a verlo todo con claridad. Que apareciera de repente, que no supiera quien era, el helor que desprendía, ese brillo diferente en sus ojos, aquella nana, que desapareciera entre mis brazos… Todo comenzaba a cobrar sentido y a pesar de que en parte me aliviaba saber que no estaba loca… sentí miedo. Y negación. No quería creer lo que Gael me estaba diciendo, no quería y me negaba a aceptarlo pero… ¿cómo no hacerlo cuando todo lo que decía tenía sentido? Me quedé perdida durante unos segundos y, aunque mis ojos lo estaban mirando, en realidad no estaba viendo nada. Me centré en él de nuevo cuando dijo que tenía que apartarme de él y… negué con la cabeza, mientras las palabras no salían de mis labios y un frío me recorría por completo. Se acercó de nuevo a mí, cogiendo mis manos entre las suyas, y lo que dijo… me dejó aún más helada. ¿Cazador? ¿Qué narices…? ¿Él… cazaba… criaturas?

Me mordí el labio, tan fuerte, que sentí que iba a hacerme sangre de seguir apretando mientras lo miraba, y por primera vez, creí que lo estaba viendo de verdad como si realmente antes hubiera llevado un velo que dejaba verlo parcialmente. No podía moverme, no podía hablar, mi cuerpo no reaccionaba y mi mente no dejaba de dar vueltas a todo lo que estaba pasando. No sabía qué hacer, no sabía qué decir no sabía… realmente, no sabía nada. Me sentía más perdida de lo que nunca había estado en toda mí vida y me negaba a aceptar lo que estaba diciendo, palabra por palabra, aunque en el fondo sabía que no me estaba mintiendo… no cuando me miraba de aquella forma.

Si antes estaba helada… su historia me dejó, literalmente, muerta. Pensar en un Gael de niño con tan sólo catorce años y encontrarse a su padre, en la cocina, en esa que habíamos estado hacía tan sólo un rato… fue devastador. Y terriblemente triste, brutal e injusto. Miré a la cocina desviando mí mirada de la suya y volví a fijarme en él de nuevo, sintiendo que algo dentro de mí se rompía haciéndose añicos al escuchar su historia. Que su padre muriera por un licántropo, que su madre se hiciera prostituta ,algo que produjo una sacudida por mí cuerpo, que se hiciera herrero, que alguien le enseñara ser cazador, que le mostrara aquel mundo que él decía que había, que su madre muriera dejándolos solos… si mi historia era oscura, la suya lo era igual. O incluso puede que más. Cuando me quise dar cuenta unas lágrimas surcaban mi rostro, y mi cuerpo temblaba.

No quería creerle aunque, sabía en el fondo, que no me estaba mintiendo, que no se había inventado cada palabra pero… ¿cómo creer que algo tan espantoso existía? ¿Cómo creer que mi padre era un vampiro? Y lo más difícil, ¿cómo creer que aquel hombre, parado delante de mí, era un cazador que se dedicaba a erradicar esos seres? Sentí que acariciaba mí rostro y cerré los ojos mientras miles de preguntas surcaban mi mente. Él no se había ido tras contarle lo mío, y aunque me costaba horrores creerle a él… ¿cómo me iba a ir yo ahora? No cuando se había abierto a mí, por muy oscuro que fuera todo, por mucho que me costara asimilarlo… simplemente, no podía hacerlo. Se sentó a mí lado en el sofá concediéndome unos segundos mientras intentaba hallar algo, que no sabía lo que era, hasta que escuché que le dijera algo. Su tono, como me había mirado mientras me contaba todo… aquello no podía ser mentira, por mucho que quisiera creer que debía de serlo. ¿Qué podía decirle? ¿Qué era lo que tenía que decir en un momento como ese? Me vi sobrepasada por la situación como jamás me había visto en toda mi vida. Quería creerlo y algo en mí interior me decía que tenía que hacerlo, porque era verdad. Las señales de que mi padre podía ser un vampiro habían estado claras y ahora comprendía su insistencia ante sus preguntas, y el hecho de que sintiera miedo aunque era mí padre… aunque yo también lo sentí en cierto momento. Tomé aire y me giré para mirarlo, enfrentándome a toda su verdad por muy descabellada que fuera para mí.



-Gael….. Yo….. no sé –no sabía qué decirle o siquiera por donde empezar a decirle cosas, así que me dejé llevar por algo que si que tenía claro; que no quería que se alejara, o alejarme de aquel hombre, y eso era una verdad tan innegable e inmutable que incluso tras lo que me había dicho, seguía ahí... de forma perenne. Así que a falta de palabras me acerqué a él y… lo abracé. Él había cargado con mi oscuridad y yo iba a hacer lo mismo con la suya aunque me costara mucho más entenderlo y comprenderlo. Quería creerle porque algo me hacía pensar que era totalmente cierto, pero no iba a ser fácil y tenía muchas cosas que preguntarle, muchas cosas que saber… tantas cosas, que se agolpaban en mí mente. Lo abracé y cerré mis ojos apretándolo contra mí con fuerza, había sido una historia cruelmente terrible, y saber aquella verdad me había devastado. No me separé de su cuerpo cuando comencé a hablar- Te creo pero… es tan difícil para mí. Tengo tantas preguntas que hacerte que no sé por cuál empezar –me separé finalmente para mirarlo, limpiándome las lágrimas, y lo miré- Quiero que me cuentes todo, quiero que me expliques todo; lo que hay, lo que haces. Quiero saberlo todo, al completo, sin medias tintas. Desde el principio, ayúdame a entender lo que realmente eres, por favor –porque yo sola jamás llegaría a comprenderlo. Cogí entre mis manos su rostro y me incliné para besarlo, lento sin ningún tipo de prisa, dándole a entender que no me iba a ir. Lo miré tras separarme sintiendo que, ahora sí, estábamos más cerca que nunca, expuestos. –No me voy a ir, Gael, aquí estoy y aquí me voy a quedar.
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Mensaje por Gael Lutz Jue Abr 28, 2016 7:24 am

La gente ve el mundo no como realmente es, si no como ellos son.



Esperaba que hubiese escogido las palabras adecuadas para no herirle demasiado con lo que le había contado, desde el minuto cero que había abierto la boca, estaba seguro de que se iba a marchar, de que esta historia iba a poder con ella, estaba desplumando sus ilusiones como se despluma a un pato... A tirones. Le estaba arrancando las esperanzas de que todo fuese un sueño bonito con su padre. No era todo rosa. De echo, nada era rosa. Todo se estaba volviendo muy turbio, demasiado oscuro para mi gusto. Yo quería que ella fuese feliz y lo iba a intentar poniendo todo de mi parte, si me tenía que cargar a su padre... Suspiré, era algo que no quería ni pensar. Si le ponía un solo dedo encima y me enteraba, iba a buscarlo por tierra, mar y aire si era necesario.

Mientras le contaba mi historia, ella seguía quieta, mirándome impasible. ¿Que estaba pensando? De repente comenzó a llorar y eso me partió el alma. ¿Lloraba por mi historia? ¿Por lo de su padre? Me acerqué a ella un poco y le acaricié las manos, no estaba seguro de si iba a aceptar un beso... Intenté secar la mayor parte de sus lágrimas con mis manos, no quería que llorase, me estaba consumiendo por dentro. ―No llores, por favor...― Mi demonio interior estaba danzando, riendo y destrozando todo a su paso, para él, esto era más divertido que la vez que se lo conté a Jane.

Al pedirle que hablase, se giró para mirarme e intentó comenzar a decir algo, pero no sabía que decirme. Yo tampoco había sabido que hacer cuando ella me había contado la suya. Me miré los pies, pero en ese momento, en el que mi cabeza comenzaba a pensar que la íbamos a perder para siempre, me abrazó, exactamente igual que lo había hecho yo. Enterré mi cabeza entre su pelo y dejé un beso en su cuello, mientras la apretaba con fuerza contra mi cuerpo. Me dijo que me creía, que le costaba, pero que lo hacía y que quería saber todo sobre aquellas criaturas. Me separé a la vez que ella lo hizo y suspiré mordiéndome el labio. Iba a ser una conversación... Interesante. Besó mis labios y se lo correspondí, para luego escuchar esas palabras que me aseguraban que se quedaba a mi lado.

Pasé las manos por mi pelo y me coloqué la camiseta que me había quitado antes, tenía algo de frío y no iba a ser una conversación muy bonita. La miré y decidí comenzar. ―Verás, hay unos cuatro tipos de seres sobrenaturales. Los Nosferatu que esos nunca he visto... Dicen que son vampiros realmente viejos, creo que son más viejos que Jesucristo. Poco puedo decirte acerca de ellos, salvo que son más feos que un mojón. ― Me reí, esperaba poder seguir riéndome y no encontrarme ninguno, pues uno de esos sin duda me mataría. ―Luego están los vampiros como tu padre. Beben sangre humana. A veces tienen esclavos de sangre que son humanos que les proporcionan sangre a cambio de que los vampiros les dejen beber de la suya... Normalmente, suelen crear relaciones amorosas con ellos, y esos humanos tienen poderes, son más fuertes... Nosé, es todo mucho más complicado que todo eso. Para ser un vampiro, un humano tiene que beber mucha sangre de ese vampiro y que el vampiro beba. Es un proceso lento y doloroso. En resumen. Son mosquitos que deberían de estar muertos.― Continué mirándola, esperando sus reacciones. Me levanté del sofá, cogí los vasos de agua de la cocina y los traje de vuelta. Le pasé uno mientras daba un sorbo del mío. Me volví a sentar tras dejar el vaso en el suelo. ―Los licántropos son seres enemigos de los vampiros. Suelen pelearse entre ellos, se odian. Aunque como todos... Algunos se lian entre ellos y la lían gorda. Si se muerden, mueren. Su sangre es tóxica para ellos. Son hombres y mujeres que pierden su ser en las noches de luna llena. Se transforman en lobos gigantes, como humanos llenos de pelo y bueno, no son racionales. Pueden llegar incluso a matar a sus hijos o a sus parejas.― Volví a dar otro sorbo. ―Y por último están los cambiantes. Estos me gustan, son humanos que se transforman en animales. En gatos, perros, pájaros... También hay leones, panteras... A este tipo de criaturas yo no los cazo, me parecen inofensivos.― La miré, este era el pequeño resumen que podía hacerle. Así estaba más o menos puesta en el mundo sobrenatural.

Me la puse sobre las piernas de nuevo y le acaricié la parte baja de la espalda, me relajaba tocarla y acariciarla de esa manera. ―Eso es todo el resumen. ¿Alguna pregunta? Dime que más quieres saber. Tenemos que centrarnos en los vampiros. ¿Cuánto hace que tu padre te visita? Quiero que me digas fechas si te acuerdas. Y quiero que si se te vuelve a aparecer, actúes normal y en cuanto amanezca, que vengas corriendo a buscarme. ― Besé su mejilla con cariño, si algo malo le pasaba... No me lo iba a perdonar nunca.
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Mensaje por Naitiri Zahir Vie Abr 29, 2016 2:05 pm

El presente es un momento fugaz, aunque
su intensidad lo haga parecer eterno




Pasado el estupor inicial tras contarle mí historia y escuchando sus palabras mientras estaba sentada encima de él, comenzaba a notar que la noche tomaba un rumbo muy diferente del que había imaginado en un principio. Y no es que me disgustara, simplemente sentía que nos estábamos abriendo realmente y que estábamos cumpliendo con la promesa que habíamos dicho, por lo que me alegraba. Podía ser un pequeño paso, pero ese paso había sido muy difícil darlo por mí parte, y sabía que él estaba sintiendo lo mismo porque hasta que no le dije que comenzara con su historia… él no empezó.

Todo lo que estaba diciendo era analizado y guardado en mí mente mientras intentaba asimilar todo lo que me estaba queriendo decir. Era mucha información de golpe y aunque era algo que era difícil de creer… algo dentro de mí me impulsaba a creerlo, porque en el fondo notaba que no me estaba mintiendo, que no era una vil mentira que se estaba inventado para no querer decirme la verdad… sino que realmente aquella era su verdad. Una oscura, profunda y dolorosa, y entendía por qué le había costado tanto dar aquel paso, ahora entendía por qué el día de la feria se había puesto de aquella forma tan seria, porque de haber sido yo la que cargaba con aquello, ¿no habría hecho exactamente lo mismo?

Decirle a una persona que no sabía que aquel mundo existía más allá de los relatos, de los mitos y de las leyendas debía de ser algo costoso y arduo, porque, ¿cómo le explicabas sin que te tomara por loco, que no habían humanos solamente caminando por el mundo? De hecho si no hubiera sido porque había tenido la prueba irrefutable de que mí padre lo era… lo habría tomado por loco. O peor, me habría enfadado con él de tal forma que quizás me habría largado yo misma de aquella casa sin darle tiempo a explicarse o a que me demostrase que todo aquello era real.

Pensar en que había otros seres habitando junto con los humanos y saber que mi padre era uno de ellos… era algo estremecedor. Y no solamente eso, sino algo muy peligroso y temerario para quienes no sabían nada de aquello viviendo en su feliz ignorancia, como había estado viviendo yo todos aquellos años. Hasta ahora. Hasta que aquel hombre había aparecido en mí vida y, sin pretenderlo, la había puesto de patas arriba porque yo misma lo había instigado a que lo hiciera… algo por lo que no podía culparle, y algo que sinceramente agradecía que hiciera, porque haberme desnudado yo de aquella forma y que él me hubiera contado alguna mentira, me habría dolido mucho más que el que me dijera todo esto.

Me costaría asimilarlo porque era algo que no se podía aceptar de la noche a la mañana, era algo que ya lo sabía, pero saber que él estaba ahí para ayudarme y que iba a hacer todo lo posible para ello… me aliviaba. Y no solamente saber eso me dejó de aquella manera, lo que más me había afectado era conocer su historia y todo lo que había pasado. Sin quererlo había comenzado a llorar tras escucharlo y lo miré, de forma fija, cuando me dijo que no llorara mientras me limpiaba el rostro y me miraba de aquella forma que también me mataba en parte, escuchando su tono. ¿Cómo no quería que llorara? Había sido una historia terrible, cruel y despiadada. No solo había perdido a su padre sino que se lo había encontrado muerto en la cocina, algo igual de duro que perderlo de vista para siempre. Me había roto al contármelo, pero era algo que a cualquier persona le pasaría si se lo contaba.

Al igual que le había pasado a él, tras terminar de contar, me vi que no sabía qué decirle realmente. Ninguna palabra salía de mis labios y era porque me encontraba en una situación que me sobrepasaba con creces, y que me sentía muy perdida en ella. Así que lo abracé demostrando mi cariño y mi apoyo como lo había echo él, y esperaba que como a mí aquel gesto le valiera… porque cualquier cosa que fuera a decir hubiera sido insignificante y carente de todo valor. Y parecía que así era cuando sentí que me devolvía el abrazo y al igual que yo, le apretaba con fuerza, como si no quisiera dejarlo escapar, para que sintiera y transmitiera todo lo que con palabras no podía decirle. Sentí que me devolvía el beso y esperé a que comenzara a contarme y a explicarme más de aquel mundo totalmente desconocido para mí, al tiempo que lo veía ponerse de nuevo la camiseta y pasar sus manos por el pelo siendo un claro ejemplo de nerviosismo. Yo también lo estaba, no sabía realmente lo que iba a escuchar y no sabía si estaba preparada, pero era algo que necesitaba hacer para comprenderlo a él realmente.

Que empezara por los Nosferatu no fue algo que me aliviara en absoluto, saber que aquellos seres podían tener tantos años y que habían estado por el mundo aquel tiempo… era algo estremecedor. Me alegraba que no se hubiera cruzado con ninguno y rogaba que siguiera siendo así. El tema de los vampiros hizo que hiciera una leve mueca al saber que se alimentaban de la sangre, algo que algunas leyendas contaban al igual que los mitos, pero pensaba que se quedaba solamente en eso. No entendía cómo había humanos que se prestaban para alimentarlos con su sangre ofreciéndose voluntariamente, y dudaba que lo entendiera en algún momento de mí vida al igual que la relación amorosa. Un escalofrío me recorrió al escuchar cómo un humano podía transformarse en vampiro y aquello me dio por pensar, realmente, en mí padre.

Agradecí que se levantara a la cocina, que me quedé mirando durante unos segundos pensando que era ahí donde se había encontrado a su padre, y me limpié de nuevo el rostro y los ojos de todo rastro de lágrimas. Me puse nerviosa mientras en mí mente asimilaba todo lo que me estaba contando, y comencé a jugar con mí pelo hasta que llegó con vasos de agua. No me había dado cuenta de lo seca que tenía la garganta hasta que di el primer sorbo, esperando a que terminara con los dos tipos que quedaban.

El tema de los licántropos y lo que podían hacer y que se transformaban en noches de luna llena me hizo abrir los ojos, al imaginarme a aquellas bestias bajo la luz de la luna transformadas en lobos gigantes que incluso podían matar a sus seres queridos. Me resultaba curioso que un vampiro pudiera morir por la mordedura de un licántropo y viceversa, hasta que llegó a los cambiantes que fue algo totalmente sorprendente, ¿podían cambiar a voluntad su forma y ser cualquier animal? Lo miré cuando dijo que eran inofensivos y que él no los cazaba, así que, mayormente, se centraba en licántropos y… vampiros.

Dejé que me volviera a poner sobre él como habíamos estado al principio sintiendo sus manos acariciar mi espalda y lo observé mientras mi mente terminaba de analizar todo lo que me había dicho. Preguntas, ¿qué si tenía preguntas? Miles, mi cabeza no dejaba de dar vueltas a miles y miles de preguntas que tenía sobre aquel tema, aunque algunas realmente no me importaba saber la respuesta. Suspiré cuando me volvió a decir lo mí padre y me mordí el labio, no sabía si después de saber la verdad podría actuar de forma normal. Además, ¿qué poderes podía tener un vampiro?


-Soy una mujer muy curiosa Gael, mí cabeza no para de formular preguntas por todo lo que me acabas de decir –sonreí de lado estando algo más calmada, pero sin estarlo del todo- ¿Crees que no tengo preguntas? Por dios, siento que me pasaría toda la noche preguntándote cosas por lo que me acabas de decir. ¿Qué poderes puede tener un vampiro? Aparte de hacerte creer que te estás volviendo loca, claro. –Hice una pausa y lo miré durante unos segundos perfilando su mandíbula con mis dedos- Ahora entiendo muchas cosas, por eso eras tan bueno lanzando dardos que diste a todos en el medio, por eso has dicho que tenías que dejarte ganar cuando Alessia te retara otro día –reí entre dientes y me incliné hasta juntar casi sus labios con los míos- Al final tenía razón y todo cuando te dije que eras un héroe, era algo muy descabellado y te lo dije más como a broma pero… acerté . Y no te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo –reí divertida y terminé por juntar mis labios con los suyos dándome algo más de tiempo para pensar en todo aquello y centrarme en lo que importaba. Me separé y lo miré ladeando un poco mi rostro- ¿Sales a cazar todas las noches? –eso era lo que más me preocupaba de todo lo que me había contado, que él fuera a cazar aquellas criaturas para acabar con ellas. De todo, era lo que más miedo me daba- ¿Sabes el miedo que me produce el tan sólo pensar eso? –Hice una leve pausa acariciando su mejilla dejando ahí mí mano- Sé que llevas muchos años en esto pero… no puedo evitar pensarlo y preocuparme de sobremanera –mordí mí labio, si había sentido miedo al poder perderlo aquella noche me producía más miedo poder perderlo cualquier noche que saliera a cazar… no iba a dormir tranquila, era algo que ya sabía.

Suspiré cuando me preguntó sobre mí padre y cerré los ojos durante unos segundos porque todavía me costaba asimilar todo aquello, ahora que lo había encontrado o que él me había encontrado a mí, más bien, resultaba que era un vampiro que aparecía por las noches y de alguna forma me había atormentado con su recuerdo al hacerme creer que era producto de mí mente, cuando realmente lo que estaba haciendo era jugar conmigo y con el recuerdo que tenía de él.



-Es… algo complicado para mí aceptarlo, después de todos estos años en los que pensé que jamás volvería a verlo, aparece de nuevo, haciéndome creer que estoy loca y además… resulta que es un vampiro –lo miré pensando que era aquel tipo de seres que él cazaba, y me daba miedo siquiera pensar en que podrían enfrentarse, no quería ni pensarlo- Todo esto es muy injusto, todas las veces que soñé en volver a verlo y ahora resulta que temo verle después de todo –suspiré algo cansada con que rompieran de nuevo mis esperanzas, echas trizas una vez más. Dudé en si contarlo o no pero, finalmente, acabé por terminar de decírselo- Hace como tres semanas que apareció por primera vez, ahí fue en un sueño, durante varios días aparecía cuando estaba durmiendo. Dejó pasar unos días y lo vi de vuelta a casa donde me cantó la nana que mi madre siempre me cantaba. La última vez fue hace unos días, donde apareció en mí habitación y… fue algo raro. Cree que soy Tahirah, mí madre, a veces que soy yo, otras ambas… y realmente no sé nada de ella ni… -callé no queriendo pensar más en ello- No sé si podré actuar como que no sé lo que es, pero te prometo que lo haré y vendré a buscarte tal y como me has dicho –quería dejar el tema un poco de lado, acababa de enterarme de que mí padre era un vampiro que mataba seres humanos para alimentarse y que estaba confundido con quién era. Lo miré y sonreí- En cuanto a ti se refiere, Gael, tengo también muchas preguntas que ni con este empujón a la realidad has podido acallar. Una de tantas es, ¿cuál es tú apellido? Nunca me lo has dicho y me gustaría saberlo para, cuando hagas algo mal –reí divertida, dejando pequeños golpes en su pecho con mí dedo- llamarte por tal como haces tú, llevas ventaja. Es sólo un ejemplo, pero tengo más –sonreí encogiéndome de hombros, tenía un arsenal entero de preguntas- Has topado con una mujer muy curiosa, ¿qué le vas a hacer? –reí para dejar un beso en sus labios y mirarle, era algo superior a mí y que podía conmigo.
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Mensaje por Gael Lutz Lun Mayo 02, 2016 12:51 pm

La mayoría de los hombres negarían una verdad dura en lugar de enfrentarla.



Acabé de contarle todo mientras mis labios volvían a estar ocupados por el vaso de agua. Se había quedado callada durante toda la explicación. Algo normal, teniendo en cuenta de que me había metido en su cerebro, había comenzado a dar patadas a los muebles y los había dejado todo patas arriba. Le acababa de cambiar su percepción del mundo en una sola noche, contándole la existencia de seres sobrenaturales. Sin duda, no era como esperaba que fuese así la noche... Tampoco que su padre fuese un mosquito.

Comenzó a hablar y eso me hizo sonreír, sabía como era, sabía que tendría una y mil preguntas por hacerme, no me importaba tener que responderles todas y cada una de ellas, lo más duro de la noche ya había pasado... Así que, estaba abierto a ella. ―Puedes hacer todas las preguntas que quieras. Te responderé a todas lo mayormente que pueda. ― Le acaricié la rodilla con cariño, algo distraído, esperando su primera pregunta. La cual llegó relacionada con los vampiros y sus poderes. ―Tienen muchos, cada uno puede tener distintos... Pero los fijos son percepción del aura, inmortalidad, una coraza que les protege de los ataques... Eso hace que su piel sea más dura y cueste más atravesarla. ― Aclaré para que lo entendiera mejor.―Pueden tener el poder de dolor con la mente, seducción, control mental... No me acuerdo de más, no los conozco todos, pero esos suelen ser los más comunes.― Agregué, su padre seguramente tenía el del control mental o alguno que le permitiera confundir la mente de Naitiri.

Besé su mejilla riendo por el tema de la feria y asentí, por eso había acertado todos los dardos en la diana sin esfuerzo, y por eso había dicho que me iba a tener que dejar ganar por Alessia. ―Así es, Mziwna. Alessia es buena, se le daría bien lanzar dagas y cuchillos, pero sé que no quieres ponerla en peligro.― La miré cuando comenzó a sacar un tono de preocupación y suspiré... Se me hacía muy tierno que se preocupase por mí, pero sabía cuidarme y además no estaba solo. ―No, no salgo todas las noches. Salgo cuando tengo que hacerlo. Pero no te preocupes, no voy solo... Algunas veces.― Besé su nariz, yo tenía claro que aún no era mi tiempo de morir, por lo que estaba tranquilo. ―No quiero que estés preocupada por mí, no me va a pasar nada malo.

Sabía que el tema de su padre le tenía que resultar doloroso, pero era necesario que supiese los detalles para ver de que tipo de vampiro estábamos hablando y si tenía malas intenciones para con ella. No me daba muy buena espina que estuviera acechándola por las noches y encima, que entrase en su habitación. Ni siquiera Isis se había percatado de la presencia del vampiro... Suspiré, era un tema que me generaba frustración. ―La vida no es justa Naitiri, es algo que tienes que aprender.― Dije acariciando su mejilla derecha, me sentía como si yo fuese el culpable de que le estuviera pasando esto, pero también podía ser su remedio, podía acabar con su padre o al menos, alejarlo de ella. Escuché con atención lo que me contaba y asentí tras que ella terminase. ―Tienes que tener cuidado con él, está confundido, su mente no entiende que pasa... Quizás esté loco. No sabemos que ha pasado con tu madre o si él le ha hecho algo... Joder, no quiero dejarte sola. Mete a Isis en tu habitación, si entra alguien la escucharás ladrar.― Isis no tendría nada que hacer contra un vampiro, pero no podía decir que viniera a mi casa, Adaline se pondría hecha una furia... Y con Jane aquí la casa estaba al completo. Alcé mis cejas y una sonrisa divertida apareció en mi cara cuando cambió radicalmente de tema y comenzó a preguntarme sobre mí. Esta mujer era increíble. ―Gael Lutz, para servirle, señorita Zahir.― Besé sus labios con una sonrisa, hasta que mordí su labio inferior. ―Siguiente pregunta, señorita.
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