Dead Souls || Privado

Si algo extrañaba de estar vivo, era mi tierra, ese lugar de extensas planicies y colinas verdes que hablaban de libertad. Esos senderos mágicos y árboles que podían hablar y susurraban los viejos lenguajes de los dioses. Extrañaba el pasado antes de que los romanos pisaran estas tierras y las contaminaran con su hipocresía, antes de que todo se volviera un mundo material. Quizás hubiera preferido quedarme reposando entre las aguas de este lago antes de darme cuenta de la realidad de las cosas; apenas he despertado de ese letargo y me siento terriblemente perdido, ¿qué rayos estoy haciendo aquí? ¿Quiénes eran esos jóvenes que lograron romper los sellos de mi propio hechizo? Esa chiquilla pelirroja de mirada radiante me recuerda a alguien, pero ¿a quién? Sería una ironía que se tratase de algún descendiente mío, sin embargo, esa magia tan familiar a la que usé en antaño cuando mi Galia rebosaba de paz, me ha dejado un enorme vacío existencial. Ahora no sé a dónde ir, ni qué haré.

Los diminutos fuegos fatuos levitaban con elegancia sobre las aguas y luego desaparecían en la nada, era un espectáculo que aún disfrutaba a pesar de ser un espectro que apenas recién despertaba sus memorias. Ahora las cosas cobraban más sentido. Escuché nuevamente los susurros del bosque, de la tierra viva y transformándose y comprendí que no había regresado por pura casualidad. Al ser traído a este mundo, lo primero que presencié fue mi muerte, cuando dejé mi cuerpo físico en este mismo lugar, luchaba por la libertad de mi pueblo, pero había algo más, algo que retumbó en los recovecos de mis memorias. Yo mismo haía decidido este destino porque los dioses así me lo permitieron. Después de muerto continuarás luchando por el bienestar de esta tierra.

No era la primera vez que recorría este mundo siendo un ser espiritual. Mi sonrisa se ensanchó al ser consciente de toda la extraña situación que me había arrastrado de nuevo a la batalla, aunque me siento un tanto aislado para ir en búsqueda de Morrigan y Arkana, me uniré de nuevo a Agartha. Sí, Agartha, esa hermandad de la que formé parte por un bien mayor, con la esperanza del salvar al mundo de las tinieblas de la ignorancia. Pero algo se quebró y nos aislamos, yo permanecí en un letargo que hasta hoy culminó gracias a aquellos jovencitos que se atrevieron a interrumpir mi descanso. Ahora debo encargarme de hallar mi curso, tengo que encontrar a Morrigan y esta noche quizás sea la indicada para ello. Así que sin pensarlo dos veces, me dispuse a seguir las luces brillantes a la distancia, los fuegos fatuos me mostraban el camino y algunos espíritus elementales, traviesos e inquietos, flotaban agitadamente sobre la laguna. Los seguí y fue en ese momento que pude darme cuenta que no estaba completamente solo.

Había muerto joven, parecía triste y pude notar en aquella mirada perdida que aún se rehusaba a aceptar su propia muerte. Es común en esos que dejan el mundo de los vivos siendo jóvenes, llenos de ilusiones y tantas esperanzas en la vida que cuando les llega un final inesperado, es tanta la frustración por no poder continuar forjando el futuro, que simplemente quedan en el limbo, negándose a cruzar esa frontera fina entre este mundo y el otro. La observé unos minutos y no pudiendo quedarme sin hacer nada, me le acerqué, incorporeándome ante ella.

— ¿Por qué se niega tanto a algo que es lo único eterno que posee el ser humano? ¿Nunca le han dicho que morir es vivir?