Dead Horse || Privado

por **Olympia El-Gohary** Mar Mar 24, 2015 10:23 am

"Quien escribe con sangre, y escribe sentencias, ha de ser no leído, sino aprendido de memoria."
Friedrich Nietzsche

Se agazapó en la oscuridad. Su grácil figura se confundió en la negrura nocturna, camuflando su presencia. Su respiración salía con suavidad, inaudible, a pesar de haber tenido que correr. Se concentró en que su corazón bajase el frenesí con el que latía, y relajó todos sus músculos. Llevaba el atuendo de cuero negro, ajustado al cuerpo, que la caracterizaba para aquellas ocasiones; así como el cabello recogido en un rodete en la coronilla, muy tirante. Escuchó el taconeo que se acercaba cada vez con mayor rapidez, y distinguió la figura masculina que aparecía en la dirección opuesta. Cuando hombre y mujer se encontraron, se fundieron en un apasionado beso. Olympia fue testigo del momento en que la capa de la mujer caía hacia atrás y el cabello rubio se desnudaba ante los rayos lunares, que lo platinaban. Eran las personas correctas. Esperó que los amantes terminaran de saludarse, intercambiando palabras amorosas, que a la cazadora no le provocaron ni la más mínima emoción. Jamás se había sentido atraída por los sentimientos románticos, su vida siempre se había abocado plenamente a ejercer como la heredera de su familia de reconocidos profesionales; luego las circunstancias habían cambiado, anulando por completo su alma, sólo haciéndola propicia para aprehender el odio y masticar la bronca, durante muchos años.

El momento había llegado. La pareja ingresó a una posada de mala muerte que había a pocos pasos, y la muchacha esperó hasta que la luz de una vela iluminara la habitación, indicándole el sitio que los albergaría. Primer piso, tercera ventana. Se cercioró de que nadie se encontrase derredor, y caminó con lentitud. Tanteó la pared que se alzaba frente a sus ojos, buscando los huecos donde encajó primero sus manos, luego un pie, después el otro; acto seguido, trepó hasta el alfeizar, donde esperó que los gemidos traspasasen el vidrio. Sacó de su manga una pequeña púa, que utilizó para que la abertura cediese. Los amantes notaron tarde su presencia, sólo cuando el cuchillo de Olympia se hundió en los riñones del hombre, que pudo emitir un quejido, para terminar cayendo de costado. La morena amenazó a la mujer para que no gritara, algo que a duras penas consiguió, mientras quitaba el arma blanca de la carne tibia y sudorosa del caballero. Miró a la rubia, era joven y muy hermosa, entendía que engañara al viejo decrépito de su marido con alguien mucho menor y fornido. Se compadeció de ella, pero el trabajo era el trabajo.

—Cortesía de tu esposo —murmuró, antes de incrustar una bala en su frente. En un sitio como aquel, el sonido del disparo no llamaría la atención. Salió por el mismo sitio por el que había ingresado, con la agilidad felina que la caracterizaba.

Se perdió, nuevamente, entre la oscuridad, y se sentó en un sitio seguro, a penas iluminada por una farola lejana. Quitó el puñal de su cintura y lo limpió con un pañuelo negro que extrajo de su escote, mientras tarareaba una vieja canción de cuna. Había tenido suerte de que un tipo con mucho dinero decidiese asesinar a su mujer luego de enterarse que ésta le era infiel, y si bien era algo bastante común y muy bien remunerado, eran muy pocos los que se atrevían a poner en manos de otra mujer aquel trabajo, pues consideraban que podían sensibilizarse con el género. No era el caso de Olympia, que cumplía a raja tabla con su tarea, sin dejar cabos sueltos, sin que nadie notase siquiera que había estado presente. El sonido de unos pasos no tan lejanos le advirtieron que ya no estaba sola, y tensó levemente sus músculos. Relentizó los movimientos para quitarle la sangre al arma, procurando mantenerse atenta a quien se acercaba. Se caracterizaba por su desconfianza, y estaba segura que nadie decente caminaría a tan altas horas por un lugar como aquel.

por Raven Bulgakov* Mar Mar 24, 2015 8:02 pm

Piensa más que el sonido de la muerte acariciando tu cuello antes de morir. Piensa que hacer para quitarte ese destino de muerte que dispersa toda esperanza. Raven no más había encargado que se le dejara solo esa noche pero al final, las noticias volaban más rápido que las aves al estar alarmadas de un peligro inminente. Se escuchó que la sangre Bulgakov quería renacer en alguna parte del mundo más él no había visto aun señal aun de sus hermanos ni siquiera de su hermana Astarté.

No había apenas una señal de diversión por las silenciosas calles de Paris. Muy extraño le resultaba que no encontrara gritos o desesperación en mitad de un callejón o algún que otro forniqueo entre ambos cuerpos en mitad de la noche y con las ventanas abiertas y resonando entre muelles de camas aguantando peso y botes de locos amantes. Solo escucho un suspiro saliendo del escondite de sus pulmones, escucho el sonido de la pólvora resonar en el ambiente pero no se alarmo hasta que un espectro a oscuras vio trepar pared abajo, cayendo grácil en el suelo y así salir del encuadre paronímico del que ahora sería la escena de un crimen, o ni siquiera eso.

Escuchaba los lamentos interiores y heridos de un hombre cobarde y sorprendido en lo lejanía de la vida real, simplemente por lo que hubiera sido que había saltado desde la ventana, olía a mujer, el cadáver fresco de un cadáver femenino yacía arriba justo y muy cerca de seguramente de otro que ya no podría aprovechar. Entonces decidió con paso decidido seguir a la sombra oscura que había caído por aquella ventana, por aquella por la que escucho menores problemas pero no se daba nada de prisa por seguir a quien fuera dueño o dueña de esos pasos. De un momento a otro la cogería en su estado de guardia baja y él posiblemente fuera herido tras sorprender al misterioso espectro oscuro que hubiera hecho tal actuación en la noche y en aquella habitación.

Pero lo que se encontró no se lo esperaba.

Por unos instantes pensó que era el perfil atractivo de su hermosa hermana pero no, era una mujer, de hermosos rasgos pálidos y tersos, cabellos morenos y ojos claros como la luna plateada sobre sus cabezas esa noche. Se quedó lejos observando como limpiaba aquel puñal, situándose en guardia solamente por la mera precaución. ¿Cómo es que no se asustaba? Seguramente estaba esperando a que él se abalanzara hacia ella, pero ¿Y si era una cazadora como la que se encontró en aquel cementerio? En realidad, comenzaba a pensar que tenía un maldito imán para atraer problemas.

por **Olympia El-Gohary** Miér Jun 10, 2015 1:45 am

Olympia realizaba la limpieza como un ritual; era una forma de calmar las pulsaciones que se le habían acelerado ante la inminente presencia de un extraño. Ya no le quedaba una sola gota de sangre al arma, sin embargo, se mantenía inmutable en su posición, quieta. Sólo sus manos se movían acompasadas, y la gota de sudor que le corría por la sien derecha delataba que no estaba cómoda con la escena. Se preguntó si la habría visto salir del hospedaje, aunque había caminado lo suficiente para alejarse de su sitio de trabajo. Pero tenía la leve sospecha de que aquel hombre –la fragancia masculina le había llegado a las fosas nasales– no era común. Nadie, en sus cabales, caminaría en las horas nocturnas por un sitio como aquel. No parecía tambaleante, y tampoco enajenado. Seguramente era una criatura nocturna, pues debía estarse muy seguro de las capacidades físicas para aventurarse en un lugar así.

La cazadora envainó el elemento cortante y lo escondió en su bota. Tomó otro pañuelo, un pequeño envase que llevaba en un bolsillo interno de su abrigo, y empapó la tela, con la cual se limpió las manos, que quedaron frescas y con aroma a lavanda. Dejó los paños en el suelo, se puso de pie, extrajo un cerrillo del mismo sitio del frasquito, lo encendió y lo lanzó sobre las telas, que inmediatamente se prendieron fuego. Observó por pocos segundos, dio media vuelta y caminó hacia donde se encontraba el desconocido. A medida que se acercaba a él, podía notar su palidez sobrenatural; un frío le recorrió la espalda y la sangre le hirvió, respondiendo por instinto a aquellos años pasados en los que bebía del elixir de los vampiros y se sentía única y poderosa. A pesar de haber domado a la bestia que la incitaba a caer en aquel pecado, aún le costaba superar la prueba de tener a uno de esos seres frente a ella y no tentarse de pedirle unas míseras gotas. La boca se le secó y le costó tragar. Pensó que, de haber querido matarla, ya lo habría hecho.

—Tú no me has visto —dijo, cuando al pasar por su lado, se detuvo. —Y yo haré de cuenta que tampoco te vi —no temía enfrentarse a alguien como él, ya lo había hecho en más de una ocasión, pero no era una sanguinaria que mataba sin motivo. A ella la contrataban, y si bien su odio por aquella especie sobrepasaba límites insospechados, había aprendido a capitalizar sus habilidades, las cuales sólo utilizaba si lograba sacar un rédito de ello. Para Olympia, darle fin a la vida de otro, era una cuestión por encima de la moral, y aún evocaba palabras del Corán para enviar el alma de un ser vivo al otro mundo.

por Raven Bulgakov* Mar Jun 23, 2015 9:00 pm

Se quedó mirando de reojo a la hermosa escultura que paso por su lado. Situándose inquieto un poco más cerca de aquella mujer, olio aquel aroma a peligro inminente. Situándose un poco lejos de ella, pero término por ponerse delante de ella – No quiero peleas, huelo el miedo y el peligro en ti. Miedo por mi parte señorita, pero me preguntaba, si en esta noche tan tranquila que presenciamos esta noche, si podría dejarme usted invitarla a una copa de vino cerca en una taberna. Me es interesante su oficio pues mi amo ejerce o intenta ejercer de mensajero de la muerte. Es usted además de peligrosa, hermosa y espero que pueda complacer también a un simple sirviente que se ha perdido en mitad de Paris –Rio dándose cuenta de que hablaba con una mujer que quería cortarle el cuello –mi señor es el vampiro mi señora, yo solo soy un joven al que ha contratado para que le haga la colada a mi señor –mostro educación ante todo.

La noche estaba preparándose para ser extremadamente fría, se preguntó que si debajo de las ropas que llevaba la mujer no tendría frio, seguramente estaba demasiado a gusto en aquellas ropas tan ligeras - ¿No tiene frio, mi señora? –Pregunto aun parado en el sitio frente a tal hermosa dama.

La gente comenzaba a pasear por los lados de ambos, Raven vio las armas de la mujer y se acercó para susurrarle – Aquí sospechan mal a la gente, le aconsejo mi señora que guarde las armas bien guardadas. Da igual si se es mujer. Este barrio es bien peligroso. –Dijo sin dejarse ni un detalle, ahora que la mujer misteriosa le hiciera caso ya iba a ser otra historia diferente al caso. Él sabía lo que había que hacer por Paris sobre todo en algunos callejones. Los días que siempre estaba su señor durmiendo en la mansión en la que él trabajaba, Raven se iba por parís con pintas holgazanas por Paris como si fuera un mendigo pero iba a investigar para su señor y para que dicho amo pudiera coger las mejores presas de caza.

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