AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Hora Del Té ~ Privado
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La Hora Del Té ~ Privado
La amistad es como las Estrellas,
no podemos verlas siempre...
pero sabemos que siempre están ahí
no podemos verlas siempre...
pero sabemos que siempre están ahí
Aquel día había decidido tomármelo con calma y tener un día libre, un día totalmente diferente del que podía ser en mí vida cotidiana, sin nada que ver con lo que era mi día a día en realidad. Tenía muchas ganas y estaba ilusionada con lo que aquella tarde me deparaba, ¿por qué? Porque iba a ser una liberación totalmente para mí, podía olvidarme por un momento de quién era y meterme en una especie de burbuja imaginaria durante un par de horas. Y lo quería, más que quererlo, lo necesitaba.
Mi vida había pegado un giro de ciento ochenta grados en cuestión de un par de meses, habían sucedido varias cosas que habían hecho que disfrutara a la par que me martirizara por ello. Cosas buenas, y sus cosas malas. La luz no podía vivir sin la oscuridad, ni el yin sin el yang… y parecía que mi vida giraba entorno a eso. Una cosa buena llevaba una consecuencia mala, y viceversa, y aquellos últimos meses… podían definirse así perfectamente.
Necesitaba desconectar de todo ello, necesitaba un cambio de aires y un soplo diferente aunque fuera solamente por un día. Así que, cuando me llegó una carta en la que me invitaban a tomar el té, no lo pensé dos veces en dejarlo todo atrás. Una sonrisa se formó en mis labios cuando leí de quién era la carta y sentí como era un poquito más feliz. Iba a hacer todo lo posible por estar libre aquel día porque realmente me apetecía muchísimos tener… una “tarde de chicas” como se solía decir. Amaba a Alessia y siempre quería estar con ella, de lo contrario no estaría viviendo conmigo, pero todavía era una niña y habían… ciertos temas que con ella no podía hablarlo, porque no me entendería.
Estaba tan contenta aquellos días previos a la “cita” que hasta la Madam me había preguntado si tenía en verdad alguna cita, a lo que simplemente reía alejándome sin responder a ninguna de sus preguntas. Y no era la única que me lo había preguntado; más chicas en el burdel me habían hecho exactamente la misma pregunta, preguntándome sobre todo, si tenía que ver con cierto Adonis que había revolucionado el burdel desde el momento en el que entró. ¿Mí respuesta? Reírme ante sus miradas sintiendo cómo querían sacarme la información con cuenta gotas, sin responderles, porque realmente era algo de mí vida privada y no tenía por qué decir nada. Sí, era cierto que había vuelto a ver a Gael –de casualidad- en la feria… pero era algo que no precisaban saber. Me gustaba más dejarles con la duda de lo que podría ser y que se comieran la cabecita.
Pero no, no tenía nada que ver con ningún hombre… sino al contrario. Más bien, con una mujer. Con una joven un año menor que yo que era, en verdad, la única que consideraba mí amiga. En el mundo donde yo me movía las amistades eran totalmente falsas, presumían de ser amiga tuya cuando realmente lo que les movía era el interés. No negaba que me llevaba bien con una de ellas, pero el resto, eran totalmente falsa e hipócritas. Se acercaban por lo que se acercaban y solo les movía el interés… y conmigo no funcionaba. Por eso me alegraba haber conocido aquella joven hacía algo más de un año.
La primera vez que la había visto había sido en una fiesta que se celebraba a principios de verano y a la que solía asistir todos los años, conocía a varios de los que la organizaban y siempre me pedían que acudiera, no como clienta por supuesto, como invitada. Ahí había sido la primera vez que la había visto, me había fijado en ella porque aunque no lo pareciese a simple vista… se notaba que no le gustaba y que quería pasar desapercibida. No mostraba el entusiasmo que otras jóvenes de su edad tenían al acudir a fiestas de ese tipo, más bien, parecía que había ido obligada y que estaba allí por educación con la persona que hubiera ido.
Y no fue la única fiesta en la que la vi, desde aquella vez, la había visto más veces en diferentes fiestas. Y supe de quién era familia, conocía a su tío Pierre Contrier de verlo en diferentes fiestas a lo largo de los años, era un hombre agradable y muy caballeroso con el que había tenido el placer de compartir ciertas charlas, junto con su esposa, Lenna. Una mujer maravillosa que era realmente un amor de mujer, con la que también había tenido varias charlas y en las que ella había mostrado, de forma sutil, los valores que como mujer hacía ver no solo con mi presencia, sino con mi actitud. Ahí supe quién era, y fue en la siguiente fiesta… donde me acerqué a hablar con ella.
Parecía que siempre estaba algo abstraída y que no quería llamar la atención demasiado, nada que ver con lo que sus tíos eran en aquellas fiestas. Eran personas que conocían a muchísima gente y que acudían a todas las fiestas que se celebraban. Por ello fue, en cuanto supe quién era ella, que la observé un par de veces en diferentes fiestas hasta que decidí a acercarme. En mi innata curiosidad había visto matices en ella mientras la observaba, la había visto con algún libro que otro, en los gestos que ponía en determinados momentos de la fiesta… y en que, casi nunca, la había visto bailar con nadie.
Por eso decidí acercarme a ella, era tan diferente a mí que me impulsaba a querer conocer realmente a aquella joven. Era casi de mi misma estatura, tenía el pelo castaño algo largo que le llegaba un poco por debajo de los hombros, su tez algo pálida contrastaba con las demás jóvenes que se habían maquillado para la ocasión. Estaba delgada, pero parecía de constitución fuerte. Parecía que era frágil y que podía romperse, pero estaba segura de que no era así. En eso, se parecía muchísimo a mí. Parecíamos de las del tipo “mirar pero no tocar” cuando realmente éramos más fuertes que las demás damas de la fiesta.
Mi acercamiento fue suave y nada intrusivo, no quería que pensara o tuviera una mala imagen de mí por acercarme a ella de aquella forma, cuando no había visto a mucha gente que se acercara a hablar con ella. Me despertaba mucha curiosidad y era algo que no quería acallar. Su tía me había hablado de ella y había querido que me acercara, pero no lo había hecho por eso, sino porque yo misma quería hacerlo. Y, no me defraudó. Llegó a resultar que teníamos más cosas en común de lo que ninguna de las dos llegábamos a sospechar, y la mayoría de las fiestas donde la veía me las pasaba con ella mientras ambas descubríamos más de la otra.
Me gustaba estar con ella, era una mujer totalmente diferente al resto y eso hacía que fuera mucho más interesante. No era una joven normal y común como las de su edad, y a pesar de que tan sólo nos llevábamos un año, ambas éramos demasiado maduras para la edad que teníamos. La confianza fue incrementando cada vez que nos veíamos y llegamos a tener tal confianza… que incluso no me importó contarle a lo que me dedicaba. Su cara, cuando se lo dije, fue todo un poema que me hizo reír durante varios minutos. Me gustaba esa inocencia que desprendía y le aseguré que, sabiendo cómo eran su tío y sobre todo su tía, jamás les había dicho nada. Y jamás se lo diría.
Y así era como, un año después, me encontraba frente a la casa de los Contrier, tocando al timbre mientras tenía ganas de ver a Astrid, pues hacía mucho tiempo que no nos habíamos visto y tenía tantas cosas que contarle, que no sabía si en aquella tarde iba a ser suficiente. No había pasado ni medio minuto cuando la puerta se abrió ante mí dejándome ver a la señora Contrier, Lenna, quien me sonrió en cuanto me vio al otro lado.
-Señorita Zahir, qué agradable verla. Pase –me dejó pasar a lo que agradecí con una sonrisa, desde que tenía más amistad con Astrid, su tía estaba encantada. Pensaba que yo le aportaría ciertos modales y comportamientos que Astrid no mostraba, a lo que me hacía sonreír, pues yo sabía que ella jamás los tomaría. No era ese tipo de mujer que se amoldaba a los cánones de la época, y yo me sabía amoldar demasiado bien.
-Señora Contrier, ¿qué tal le va todo? –cerró la puerta detrás de mí y se giró para mirarme con una sonrisa, invitándome con el brazo a que pasara al salón y me sentara mientras, seguramente, Astrid bajaba.
-Oh, querida, sabes que puedes llamarme Lenna –me hizo un gesto con la mano, restándole importancia, y me miró de arriba abajo- Está muy guapa, señorita Zahir, ojalá mi sobrina algún día me de una alegría, al verse como tú –me reí entre dientes, Lenna era una mujer optimista con respecto a Astrid en ese aspecto. –Me alegro de que seáis amigas, mantengo la esperanza de que esos valores que tienes se peguen un poco a ella –me senté en uno de los sofás mientras esperaba a que Astrid bajara.
-¿Y su marido, Lenna? –ya que me lo había dicho, por enésima vez, le di el gusto de llamarla por su nombre. Siempre me decía lo mismo cada vez que la llamaba por el apellido- En el negocio, quizá. –Asintió con la cabeza, aquel hombre trabajando para desvivirse con su familia, era adorable. –Imagino que Astrid estará arriba, espero que no me haya dado plantón –me reí levemente viendo como Lenna se reía conmigo y negaba con la cabeza.
-Está arriba, seguro que está cambiándose de ropa, o leyendo, ya sabemos que cuando se enfrasca en sus libros…
-No hay quien la saque –reí levemente- La esperaré aquí, seguro que no tardará en bajar –esperaba que no, tenía muchas ganas de verla.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: La Hora Del Té ~ Privado
"Temo que hasta las estrellas hacia las que levantaba mis ojos me parecían unas estrellas pobres y humildes por brillar sobre los rústicos objetos entre los cuales había pasado mi vida".
Mis ojos terminan de recorrer esta última frase cuando suena el timbre. Sentada donde estoy en el asiento incrustrado en la ventana, puedo observar su figura desde lo alto. Sonrío y me doy cuenta de que su sola presencia me llena vitalidad, volver a pasar una tarde tranquila con ella me emociona ya que la sola idea me hace creer que puedo llevar una vida normal después de todo. Aún con el sabor amargo de las palabras de Dickens en mis pestañas, marco el libro con la esquina de la manta de lana y me incorporo. Mientras bajo por las escaleras aliso mi vestido de gaza verde cálido y ajusto bien la chaquetillas color perla. Mi vestimenta es casual, cómoda y jovial, no necesito más. Cuando entro en el salón la mirada de mi tía se debate entre aceptación o decepción, pero luce una sonrisa igualmente.
-Jane, cielo-comienza, sus ojos castaños se suavizan.
-Astrid-la corto.
-No está bien que hagas esperar a tus invitados-hace oídos sordos a mi interrupción. Mi tía utiliza mi sengundo nombre cuando desea dirigirse a mi de una manera más cercana o cariñosa, puesto que estamos frente alguien de confianza no repara en ello, pero no asimilo que me llamen así ya que ese nombres arrastra recuerdos que dejé en el baúl hace mucho tiempo. Reprimo una punzada de dolor y avanzo- Y mucho menos cuando se trata de la señorita Zahir
-No te preocupes tía, Naitiri sabe que la hago esperar para darle emoción a nuestro reencuentro-llego junto a ellas y abrazo a mi amiga-Te he echado de menos-la estrecho quizás un poco más de lo normal, pero tal es la necesidad de sentir su familiar y silenciosa comprensión que el momento me puede, han pasado tantas cosas desde la última vez que la vi. El aroma de Naitiri siempre me ha reconfortado, me recuerda al ámbar y sus cientos de matices, es un olor cálido y dulce, casi como la vainilla o la espuma de mar, algo profundamente terroso y húmedo. Sonrío y me aparto de ella, su mirada brilla como siempre- ¿Te has hecho algo en el pelo? ¡Estás divina!- claramente me burlo de mi tía al repetir la frase que le suelta a todas sus invitadas cada vez que vienen a casa. Ella no parece tomarselo a mal ya que asinte con un leve orgullo.
-¿El té de siempre, queridas?-ambas asentimos y ella sale de la estancia con el porte digno de una señora de su casa. Cuando Naitiri está cerca mi tía parece resplandecer y se toma muy en serio su comodidad hasta tal punto que nos prepara y sirve el té ella misma-Acomodaos, vuelvo en unos minutos.
-Ahora en serio, ¿cómo lo haces?-me refiero a toda ella, si ya el toque exótico nos deja a todas fuera de juego, sus movimientos gráciles y su vestimentas resultan exquisitas. Comienzo a arrepentirme un poco de no haber optado por un vestido más apropiado, pero enseguida destierro el pensamiento ya que con ella no necesito aparentar o matizar mi forma de ser. Así es como nos conocimos, siendo nosotras mismas. Aún recuerdo las primeras palabras que cruzamos, pese a haber coincidido en diversos eventos y galas, jamás pensé que podríamos llegar a entablar amistad. Aquella noche estaba dispuesta a escapar de la fiesta para salir a cazar, esperaba el momento justo mientras ignoraba al falso galán que quería pretenderme, el pobre muchacho lo intentó, de eso no cabe duda, pero sus escuetas frases carecían de elocuencia. Naitiri apareció en el momento justo, se deshizo del joven con sus armas de mujer y lo primero que me dijo fue una cita del libro que tenía en mis manos. En ese momento supe aquelle persona valdría la pena. Y no me equivoqué. A día de hoy somos confidentes la una de la otra, amigas, hermanas de otra madre. Una vez acomodadas en el sofá la miro y tomo una de sus manos para animarla a empezar, siempre es así, nos ponemos al día sin prisas y por lo general comienza ella con asuntos más casuales debido a que mi tía se encuentra en la estancia de al lado. Escucho cómo hierve el agua y la tetera suelta el vapor.-Cuéntame, ¿cómo está la pequeña Alessia? Pensé que vendría contigo-la última vez invité a la joven pelirroja a pasar la tarde con nosotras, fue toda una aventura seguirle la conversación y no paramos de reír.
Mi tía entra entonces con su habitual ritual del té acompañda de la doncella. Colocan las tazas sobre la mesita, la bandeja con pastelitos de limón recién hornados y ella misma nos sirve el té.
-Hay que dejarlo reposar cinco minutos, nunca menos-su mítica frase. Nos sonríe a ambas por igual, veo en sus ojos que Naitiri bien podría ser una sobrina más para ella y yo no puedo evitar pensar en que si fuese un poco más como mi amiga mi tía dormiría mejor por las noches. En vez de esperarla para que pueda desearme las buenas noches siempre salgo antes y es ella la que espera, sus noches en vela rezando para que no me pase nada. Me gustaría decirle que estoy más protegida que nunca ya que ya no cazo sola, pero eso solo agravaría la situación. Le devuelvo la sonrisa y poso mi mano sobre la suya cuando roza mi hombro para agradecerle la molestia, y todo lo demás en silencio-Iré con Lucy a recoger tus vestidos del taller, nos has dado trabajo a ambas. Tener una tía costurera te ha salvado del apuro. ¡Ah! Por una vez puedes saltarte la etiqueta con mi consentimiento, quiero que te comas la mitad de esos pastelitos.
Al contrario de lo que habría esperado, mi tía vio mi falta de peso como una alarma más que como algo positivo, muchas otras damas desearían bajar algunos kilos de más pese a estar ya en su línea solo para entrar en un corsé más ajustado. Tampoco estoy tan delgada, el arduo entrenamiento al que he estado sometida las últimas semanas y el estrés me han pasado factura lo justo para tener que remendar algunas prendas de mi vestuario al menos dos tallas. Sin embargo, yo me siento estupenda y mi cuerpo lo nota. Rio para restarle importancia y antes de que Naitiri pregunte, comento:
-Nada de qué preocuparse-le guiño un ojo y cuando vuelvo la vista a mi tía me meto un patelito entero en la boca. Ella pone los ojos en blanco pero reprime una risita mientras se despide. Solo cuando sale por la puerta me relajo, estamos solas por fin, mi tío trabaja y Lenna tardará al menos dos horas en volver. Por norma general la casa no suele quedarse sin al menos una persona del servicio, pero hoy todos tenían indicaciones ya que, en el fondo, mi tía comprende que nos gusta tener intimidad- Me encanta el libro que me regalaste, Nai, lo estoy disfrutando por segunda vez-tomo otro pastelito, están deliciosos y me da que terminaré la bandeja yo sola. Al moverme siento una agujeta bajo el brazo pero disimulo y doy un mordisco, esta vez más normal-Estoy segura de que tienes muchas cosas que contarme, no nos dará la tarde para ponernos al día te lo aseguro.
Observo a Naitiri, somos polos opuestos paralelos. Su piel es tostada y parece tener impregnados rayos de sol, su rostro es femenino y perfilado, de labios gruesos y seductores, se mueve como la seda. Jamás pasa desapercibida y nadie en su sano juicio podría no fijarse en ella. Miro a través del ventanal que da al jardín y me encuentro con nuestros reflajos. Ella el día, yo la noche. Sin embargo y por suerte, no hay luna sin sol.
Mis ojos terminan de recorrer esta última frase cuando suena el timbre. Sentada donde estoy en el asiento incrustrado en la ventana, puedo observar su figura desde lo alto. Sonrío y me doy cuenta de que su sola presencia me llena vitalidad, volver a pasar una tarde tranquila con ella me emociona ya que la sola idea me hace creer que puedo llevar una vida normal después de todo. Aún con el sabor amargo de las palabras de Dickens en mis pestañas, marco el libro con la esquina de la manta de lana y me incorporo. Mientras bajo por las escaleras aliso mi vestido de gaza verde cálido y ajusto bien la chaquetillas color perla. Mi vestimenta es casual, cómoda y jovial, no necesito más. Cuando entro en el salón la mirada de mi tía se debate entre aceptación o decepción, pero luce una sonrisa igualmente.
-Jane, cielo-comienza, sus ojos castaños se suavizan.
-Astrid-la corto.
-No está bien que hagas esperar a tus invitados-hace oídos sordos a mi interrupción. Mi tía utiliza mi sengundo nombre cuando desea dirigirse a mi de una manera más cercana o cariñosa, puesto que estamos frente alguien de confianza no repara en ello, pero no asimilo que me llamen así ya que ese nombres arrastra recuerdos que dejé en el baúl hace mucho tiempo. Reprimo una punzada de dolor y avanzo- Y mucho menos cuando se trata de la señorita Zahir
-No te preocupes tía, Naitiri sabe que la hago esperar para darle emoción a nuestro reencuentro-llego junto a ellas y abrazo a mi amiga-Te he echado de menos-la estrecho quizás un poco más de lo normal, pero tal es la necesidad de sentir su familiar y silenciosa comprensión que el momento me puede, han pasado tantas cosas desde la última vez que la vi. El aroma de Naitiri siempre me ha reconfortado, me recuerda al ámbar y sus cientos de matices, es un olor cálido y dulce, casi como la vainilla o la espuma de mar, algo profundamente terroso y húmedo. Sonrío y me aparto de ella, su mirada brilla como siempre- ¿Te has hecho algo en el pelo? ¡Estás divina!- claramente me burlo de mi tía al repetir la frase que le suelta a todas sus invitadas cada vez que vienen a casa. Ella no parece tomarselo a mal ya que asinte con un leve orgullo.
-¿El té de siempre, queridas?-ambas asentimos y ella sale de la estancia con el porte digno de una señora de su casa. Cuando Naitiri está cerca mi tía parece resplandecer y se toma muy en serio su comodidad hasta tal punto que nos prepara y sirve el té ella misma-Acomodaos, vuelvo en unos minutos.
-Ahora en serio, ¿cómo lo haces?-me refiero a toda ella, si ya el toque exótico nos deja a todas fuera de juego, sus movimientos gráciles y su vestimentas resultan exquisitas. Comienzo a arrepentirme un poco de no haber optado por un vestido más apropiado, pero enseguida destierro el pensamiento ya que con ella no necesito aparentar o matizar mi forma de ser. Así es como nos conocimos, siendo nosotras mismas. Aún recuerdo las primeras palabras que cruzamos, pese a haber coincidido en diversos eventos y galas, jamás pensé que podríamos llegar a entablar amistad. Aquella noche estaba dispuesta a escapar de la fiesta para salir a cazar, esperaba el momento justo mientras ignoraba al falso galán que quería pretenderme, el pobre muchacho lo intentó, de eso no cabe duda, pero sus escuetas frases carecían de elocuencia. Naitiri apareció en el momento justo, se deshizo del joven con sus armas de mujer y lo primero que me dijo fue una cita del libro que tenía en mis manos. En ese momento supe aquelle persona valdría la pena. Y no me equivoqué. A día de hoy somos confidentes la una de la otra, amigas, hermanas de otra madre. Una vez acomodadas en el sofá la miro y tomo una de sus manos para animarla a empezar, siempre es así, nos ponemos al día sin prisas y por lo general comienza ella con asuntos más casuales debido a que mi tía se encuentra en la estancia de al lado. Escucho cómo hierve el agua y la tetera suelta el vapor.-Cuéntame, ¿cómo está la pequeña Alessia? Pensé que vendría contigo-la última vez invité a la joven pelirroja a pasar la tarde con nosotras, fue toda una aventura seguirle la conversación y no paramos de reír.
Mi tía entra entonces con su habitual ritual del té acompañda de la doncella. Colocan las tazas sobre la mesita, la bandeja con pastelitos de limón recién hornados y ella misma nos sirve el té.
-Hay que dejarlo reposar cinco minutos, nunca menos-su mítica frase. Nos sonríe a ambas por igual, veo en sus ojos que Naitiri bien podría ser una sobrina más para ella y yo no puedo evitar pensar en que si fuese un poco más como mi amiga mi tía dormiría mejor por las noches. En vez de esperarla para que pueda desearme las buenas noches siempre salgo antes y es ella la que espera, sus noches en vela rezando para que no me pase nada. Me gustaría decirle que estoy más protegida que nunca ya que ya no cazo sola, pero eso solo agravaría la situación. Le devuelvo la sonrisa y poso mi mano sobre la suya cuando roza mi hombro para agradecerle la molestia, y todo lo demás en silencio-Iré con Lucy a recoger tus vestidos del taller, nos has dado trabajo a ambas. Tener una tía costurera te ha salvado del apuro. ¡Ah! Por una vez puedes saltarte la etiqueta con mi consentimiento, quiero que te comas la mitad de esos pastelitos.
Al contrario de lo que habría esperado, mi tía vio mi falta de peso como una alarma más que como algo positivo, muchas otras damas desearían bajar algunos kilos de más pese a estar ya en su línea solo para entrar en un corsé más ajustado. Tampoco estoy tan delgada, el arduo entrenamiento al que he estado sometida las últimas semanas y el estrés me han pasado factura lo justo para tener que remendar algunas prendas de mi vestuario al menos dos tallas. Sin embargo, yo me siento estupenda y mi cuerpo lo nota. Rio para restarle importancia y antes de que Naitiri pregunte, comento:
-Nada de qué preocuparse-le guiño un ojo y cuando vuelvo la vista a mi tía me meto un patelito entero en la boca. Ella pone los ojos en blanco pero reprime una risita mientras se despide. Solo cuando sale por la puerta me relajo, estamos solas por fin, mi tío trabaja y Lenna tardará al menos dos horas en volver. Por norma general la casa no suele quedarse sin al menos una persona del servicio, pero hoy todos tenían indicaciones ya que, en el fondo, mi tía comprende que nos gusta tener intimidad- Me encanta el libro que me regalaste, Nai, lo estoy disfrutando por segunda vez-tomo otro pastelito, están deliciosos y me da que terminaré la bandeja yo sola. Al moverme siento una agujeta bajo el brazo pero disimulo y doy un mordisco, esta vez más normal-Estoy segura de que tienes muchas cosas que contarme, no nos dará la tarde para ponernos al día te lo aseguro.
Observo a Naitiri, somos polos opuestos paralelos. Su piel es tostada y parece tener impregnados rayos de sol, su rostro es femenino y perfilado, de labios gruesos y seductores, se mueve como la seda. Jamás pasa desapercibida y nadie en su sano juicio podría no fijarse en ella. Miro a través del ventanal que da al jardín y me encuentro con nuestros reflajos. Ella el día, yo la noche. Sin embargo y por suerte, no hay luna sin sol.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
- Mensajes : 297
Fecha de inscripción : 01/01/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Datos de interés:
Re: La Hora Del Té ~ Privado
"Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que,
algún día, cada uno pueda encontrar la suya"
algún día, cada uno pueda encontrar la suya"
Por fin el momento que tanto tiempo llevaba deseando había llegado, íbamos a pasar una tarde tranquila y amena disfrutando de la compañía la una de la otra, mientras por un rato nos olvidábamos realmente del mundo exterior y nos aislábamos en una pequeña burbuja, poniéndonos al día y estaba segura de que al igual que yo, tenía muchas cosas que contarme. No tenía duda alguna al respecto, sabía perfectamente que delante de su tía no podía comentar ciertos temas pero intuía que nos daría privacidad, como siempre hacía cada vez que quedaba con ella.
Oí pasos que bajaban por las escaleras y miré hacia la puerta no pudiendo evitar morderme el labio al oír el comentario de Lenna sobre hacer esperar a un invitado, en verdad no me importaba, sabía que no me iba a dejar tirada y solamente habían sido cinco minutos y no le tomé importancia. Pero como siempre su tía sacaba a relucir esos modales que quería inculcar a Astrid, modales que esperaba que yo también ejerciera un poco de influencia sobre ella y modales que, sabía de sobra, que ella jamás adquiriría. Su tía debía de darse cuenta de que Astrid no era una joven normal y corriente como el resto, era distinta a todas ellas y eso la hacía muy especial. La adoraba tal cual era y esperaba que nunca cambiara, porque tenía un toque diferente que no había visto en ninguna otra.
Sonreí cuando la vi entrar por la puerta con aquel vestido verde y la chaquetilla color perla, que hacía contrastar con su tono de piel, y que le quedaba muy bien. Estaba muy guapa y siempre mantenía ese toque tan característico que la rodeaba y que, desde la primera vez que la vi, había conservado. Me encantaba que en ese aspecto fuera tan diferente, me gustaba que no siguiera los cánones típicos y propios de la época, aunque a su tía aquello le diera un dolor de cabeza. Reí entre dientes ante su comentario y la abracé cuando estuvo delante de mí.
-Yo también te he echado de menos –sentí su abrazo algo más fuerte de lo normal y la apreté contra mí con algo de fuerza antes de soltarla sintiendo su calor llegar hasta mí cuerpo. Éramos más o menos de la misma estatura y acaricié su pelo que llevaba suelto cayéndole por el hombro mientras su esencia me envolvía. Este tenía toques como frutos silvestres o, al menos, a mí me recordaba a ello y desde que supe como se llamaba para mí era como el haz de una estrella fugaz; preciosa, bella y que dejaba una estela a su paso.
Me reí por su comentario mientras veía a su tía, detrás de ella, como asentía con la cabeza y miré a Astrid, divertida por ello y queriendo seguirle la gracia- ¡Oh! ¿Te has fijado? –me toqué el pelo como si, realmente, me hubiera echo algo en él- Es una loción nueva que te da más brillo, un día te traigo un poco para que la pruebes tú –sabía de sobra por qué lo había echo e intenté contener la risa. Su tía y sus modales, de nuevo, salieron a la luz y asentí mientras tomaba asiento junto a Astrid mientras Lenna nos preparaba el té. Nunca me había gustado mucho tomar el té pero, desde que lo probé la primera vez que me invitó a su casa… me había aficionado. Reí levemente por su comentario mientras negaba con la cabeza y nos sentábamos, sin saber a qué se refería realmente- ¿Qué es lo que hago? Sabes que tu tía siempre ha pensado que sería una buena influencia sobre ti pero, realmente pienso, que no serías tú si cedes a sus deseos. Me gusta la Astrid que “desafía” los cánones de la sociedad y se muestra algo rebelde por ellos –reí entre dientes- pero cuando se trata de tú tía sabes que me gusta que se sienta algo orgullosa –me refería al echo de que, como nos conocíamos bastante, con ella no aparentaba nada y me dejaba ir un poco más… estando Lenna delante, era algo que no pensaba hacer. Siento su mano sobre la mía y sé que vamos a comenzar a ponernos al día y miré, de forma rápida, la puerta por donde había salido su tía esperando estar realmente a solas para contarle todo. La miro y sonrío, pues sé que ella está pensando también en lo mismo- La he dejado en casa con Isis, me ha dado recuerdos para ti y me ha dicho que, la próxima vez, si tiene que agarrarse con fuerza de mí e ir arrastrando lo hará para verte –reí negando con la cabeza- Quería venir pero… he pensado que hay ciertos temas que, con lo joven que es, no está preparada para escuchar. Le he prometido que la próxima vez vendrá conmigo para verte. –Aún recordaba la última vez que había venido con ella, y aunque nos lo habíamos pasado muy bien y nos habíamos reído mucho, no era lo mismo. Seguía siendo una niña por más que ella dijera lo contrario- Hace poco cumplió catorce años y está con la idea de que es lo suficientemente mayor como para asistir a nuestras charlas, intento explicarle que no, pero ya sabes cómo es. Además sé que no se queda sola porque está con Isis y no será por mucho tiempo, he intentado que se quedara con alguien pero… es tan cabezota que no ha querido –en ese momento llegó su tía con el té y sonreí dándole las gracias por haberlo preparado.
Escuché su conversación y enarqué una ceja al oír a Lenna decir que estaba demasiado delgada… bueno, no es que estuviera muy delgada y la veía igual que siempre. Seguramente su tía quería que entrase un poco más en talle pero yo la veía perfecta tal cual estaba. Podría decir que tendríamos la misma talla y pesaríamos más o menos lo mismo, por lo que no pensaba que estuviera delgada para nada. No dije nada y me despedí de su tía cuando se fue y miré a Astrid, mientras se comía un pastelito y cogí yo otro sabiendo que, ahora sí, estaríamos a solas para hablar con total tranquilidad.
-¿Lo estás leyendo, por segunda vez? –me reí alegre por ello- Me alegro mucho de que te gustara el libro, cuando lo vi pensé en que te iba a gustar porque yo ya lo había leído, y por eso no dudé en regalártelo. Si lo llego a saber te hubiera traído otro libro para que tuvieras algo nuevo que leer, aunque conociéndote, no creo que queden muchos más libros que ninguna de las dos no hayamos leído ya –en eso era igual que yo, a ambas nos encantaba leer y por eso mismo le había comprado aquel libro en cuanto lo vi. Me recordó tanto a ella que no dudé en regalárselo.- Alessia está cogiendo afición también por leer, ahora se está leyendo mi libro favorito y, de vez en cuando, me pongo con ella a leerlo antes de irnos a dormir –esperé el tiempo que me había dicho su tía y di un sorbo del té cuando este estaba listo. Estaba delicioso- Sí, estoy segura de que nos han pasado muchas cosas y que tendremos mucho que contarnos –hice una leve pausa, si supiera realmente todo lo que tenía que contarle… no se lo imaginaría, para nada- Por cierto, ¿sabes que Alessia por fin consiguió ese oso de peluche? Después de tantos meses el día de su cumpleaños lo consiguió y, te lo juro, no hay día que pase que no esté durmiendo con aquel oso. Es tan grande que ocupa casi toda su cama… tendrías que haberlo visto, ¡casi era más grande el peluche que ella! –me eché a reír recordando la imagen y el recuerdo de Gael apareció fugazmente por mí mente, y me mordí el labio, sí, tendría que contarle sin duda- Además, hace un par de meses la llevé a montar a caballo. Sabes que llevaba tiempo diciéndomelo pero estaba tan ocupada en el burdel que no tenía tiempo suficiente para llevarla. Pues, lo hice. Se montó en un poni porque un caballo era demasiado grande para ella y al principio le gustó bastante la experiencia, pero enseguida se enfadó porque quería montar en un caballo –rodé los ojos cogiendo otro pastelito y mordiendo un trozo- Me ha hecho prometerle que la llevaré a montar a caballo, hasta que no lo hice, no paró de decírmelo en ningún momento –tenía muchas más cosas que contarle, pero había todavía tarde por delante y no lo pensaba decir todo a la primera de cambio. Poco a poco- ¿Qué tal todo? ¿Alguna novedad que deba saber? –sonreí con complicidad, sabía que no tenía que preguntarle, ella misma me lo diría.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: La Hora Del Té ~ Privado
Miro a Naitiri como quien observa su reflejo. Todo en ella es contrario a mi y a la vez paralelo, conozco su pasado y ella los detalles humanos del mío, puedo leer sus pupilas como quien recorre el camino a casa y jamás nos hemos tropezado con una mentira de la otra. No puedo evitar sonreír cuando comenta que le gusta la Astrid desafiante, porque no me veo así, solo soy... solo soy yo. Mis gestos y mis manías, mis respuestas a mi tía, la máscara frente a la sociedad, mi sonrisa ante las galas, mi libro en la mano. Trato de no perderme a mi misma, tan simple como eso. Quizás en el fondo sí me rebelo con estos pequeños detalles, grito en silencio, pero sea como sea me mantengo a la espera. Inspiro, doy un sorbo al té y escucho sus palabras.
-Y lo eres, Naitiri-por supuesto que es una buena influencia, su tranquilidad y saber estar es envidiable, su porte y voz suave, tan femenina. Es todo lo que mi tía espera de mi, por eso sus visitas siempre son bienvenidas. Obviando lo oculto, si Lenna supiese la verdad sobre mi amiga ardería la casa-Alessia ya no es tan pequeña... Siempre me ha parecido mayor, esa chica sabe más de lo que parece-doy un sorbo al té, está en su punto y lo estoy disfrutando. Cuando la casa se queda a solas puedo respirar tranquila, por lo general siempre me mantengo alerta por temor a que cualquiera de las doncellas o el ama de llaves descubra dónde tengo las armas ocultas. Sé que mi tía rebusca en cualquier rincón cuando no estoy, por eso casi todas mis armas están en casa de Gael. Somos una familia de cazadores pese a que Lenna se esfuerce en creer lo contrario, no sería capaz de afrontar otra pérdida pero eso es algo que llevamos con nosotros a rastras. Frunzo el ceño y me concentro de nuevo en las palabras de Naitiri, me sorprende la diferencia de la línea de nuestros pensamientos, ella me habla de libros, yo pienso en muerte-Es fantástico Nai, siempre aciertas con las novelas que me regalas y es una lástima porque yo no consigo sorprenderte nunca-río y tomo otro pastelito de limón-Los tres libros que te he regalado ya los tenías... no lo niegues, lo veo en tu cara.-Con un pestañeo compruebo la hora que es en el reloj y vuelvo los ojos hasta ella, aún tenemos tiempo hasta que mi tía vuelva y una vez su visita termine debo prepararme para la caza de esta noche. Me muerdo el labio y asiento ante sus comentarios, la culpa siempre se podera de mi al pensar que le oculto una verdad tan grande a la persona que considero un tesoro-¡Chica con suerte! ¿Lo consiguió ella sola?2-río ante la idea de una Alessia robando el peluche y saliendo corriendo, digno de ver. Me encanta cuando Naitiri me cuenta sus aventuras, los detalles de su vida presente son genuinos y corrientes, me trasmiten nostalgia y cierta serenidad. La palabra burdel ya no suena extraña en mis oídos, incluso cuando la pronuncio ya no me hace sentir el pavor inocente de las primeras veces. Recuerdo que una tarde ambas vinieron a casa y, con cierta delicadeza, me contaron los idas y venidas de sus compañeras en el burdel. Mi cara era un poema. Cuando Naitiri me confesó a qué se dedicaba elgo en mi pudo encajar muchas cosas y, pese a poder reaccionar de cualquier forma, solo pude sonreír. ¿Qué nos hace diferentes? Nada. Somos humanas-Me encantará acompañaros la próxima vez, podemos hacer un picnic y disfrutar de una tarde juntas-sonrío y dejo la taza en la mesita. La escucho hablar de Alessia, esa joven significa el mundo para ella y es grato poder tenerlas a mi lado. Cuando pronuncia su nombre le brillan los ojos. Sin más, hace la pregunta que ambas hemos estado esperando.
-Sí, hay novedades-respondo, le doy un poco de dramatismo al asunto y espero unos segundos-Natacha, la hija de los Maloney, va diciendo por ahí que le "robé" el pretendiente en el baile del pasado viernes, ¿recuerdas al proyecto de caballero de ojos azules?-esto es un comentario transcendental pero me divierte tanto el asunto que tengo que contarselo, ella estaba allí conmigo y la noche fue más divertida que de costumbre. Cuando rechacé al joven Natacha fue corriendo a sus brazos, arpía-Por otro lado... he conocido a la hija de los Applebby, Abbey Applebby, y he decir que es una chica un tanto peculiar-no entro en detalles del encuentro que tuve con la rubia, tampoco comento que la ayudé a huir de la residencia de señoritas que regenta su propio padre... los daños colaterales mejor obviarlos, la sangre no debe impregnar esta charla-Además me han invitado a una boda y no tengo ni idea de qué podría ponerme, sabes que soy un desastre, Nai, y necesito tu ayuda-quiero desviar la conversación todo lo posible hacia temas normales y apacibles, quiero que ambas estemos cómodas, quiero encontrar a la Astrid de hace cinco años al lado de Naitiri.
Nos sirvo un poco más de té y hago una ligera pausa, hablar de vestidos y cotilleos varios no es algo que suela hacer pero no sé qué otra cosa puedo decir ya que, en lo que respecta a mi, las novedades que tengo son todas fuera del campo femenino y todas y cada una de ellas tienen que ver con lo sobrenatural. A veces pienso que debería haberle contado mi verdad a Naitiri cuando ella me confesó que era cortesana, pero decidí que ese era su momento, que su pasado ya había sido demasiado duro para atormentarla con el mío. Sabe que mi familia felleció en un accidente y eso es más que suficiente. Inspiro y cojo la taza. Su mirada inquisitiva me hace centrarme en ella antes de que pueda preguntar algo que me comprometa a mentirla.
-¿Algo que desees contarme? ¿Ha aparecido ya el hombre perfecto en tu cama?-río ante el comentario ya que, según las cosas que me cuenta, mi amiga se ha encontrado todo tipo de persona en la perdición de la noche. Muchos caballeros y señores temblarían con lo que sabemos de ellos, algunas demas también. Es curiosa la complicidad creada entre nosotras, Naitiri sabe que, como diría mi tía, no he sido desflorada, y pese a ello trata los temas del burdel con una delicadeza y detallismo exquisitos. A veces pienso que lo hace para no asustarme y porque, en realidad, es algo que solo le pertenece a ella.
-Y lo eres, Naitiri-por supuesto que es una buena influencia, su tranquilidad y saber estar es envidiable, su porte y voz suave, tan femenina. Es todo lo que mi tía espera de mi, por eso sus visitas siempre son bienvenidas. Obviando lo oculto, si Lenna supiese la verdad sobre mi amiga ardería la casa-Alessia ya no es tan pequeña... Siempre me ha parecido mayor, esa chica sabe más de lo que parece-doy un sorbo al té, está en su punto y lo estoy disfrutando. Cuando la casa se queda a solas puedo respirar tranquila, por lo general siempre me mantengo alerta por temor a que cualquiera de las doncellas o el ama de llaves descubra dónde tengo las armas ocultas. Sé que mi tía rebusca en cualquier rincón cuando no estoy, por eso casi todas mis armas están en casa de Gael. Somos una familia de cazadores pese a que Lenna se esfuerce en creer lo contrario, no sería capaz de afrontar otra pérdida pero eso es algo que llevamos con nosotros a rastras. Frunzo el ceño y me concentro de nuevo en las palabras de Naitiri, me sorprende la diferencia de la línea de nuestros pensamientos, ella me habla de libros, yo pienso en muerte-Es fantástico Nai, siempre aciertas con las novelas que me regalas y es una lástima porque yo no consigo sorprenderte nunca-río y tomo otro pastelito de limón-Los tres libros que te he regalado ya los tenías... no lo niegues, lo veo en tu cara.-Con un pestañeo compruebo la hora que es en el reloj y vuelvo los ojos hasta ella, aún tenemos tiempo hasta que mi tía vuelva y una vez su visita termine debo prepararme para la caza de esta noche. Me muerdo el labio y asiento ante sus comentarios, la culpa siempre se podera de mi al pensar que le oculto una verdad tan grande a la persona que considero un tesoro-¡Chica con suerte! ¿Lo consiguió ella sola?2-río ante la idea de una Alessia robando el peluche y saliendo corriendo, digno de ver. Me encanta cuando Naitiri me cuenta sus aventuras, los detalles de su vida presente son genuinos y corrientes, me trasmiten nostalgia y cierta serenidad. La palabra burdel ya no suena extraña en mis oídos, incluso cuando la pronuncio ya no me hace sentir el pavor inocente de las primeras veces. Recuerdo que una tarde ambas vinieron a casa y, con cierta delicadeza, me contaron los idas y venidas de sus compañeras en el burdel. Mi cara era un poema. Cuando Naitiri me confesó a qué se dedicaba elgo en mi pudo encajar muchas cosas y, pese a poder reaccionar de cualquier forma, solo pude sonreír. ¿Qué nos hace diferentes? Nada. Somos humanas-Me encantará acompañaros la próxima vez, podemos hacer un picnic y disfrutar de una tarde juntas-sonrío y dejo la taza en la mesita. La escucho hablar de Alessia, esa joven significa el mundo para ella y es grato poder tenerlas a mi lado. Cuando pronuncia su nombre le brillan los ojos. Sin más, hace la pregunta que ambas hemos estado esperando.
-Sí, hay novedades-respondo, le doy un poco de dramatismo al asunto y espero unos segundos-Natacha, la hija de los Maloney, va diciendo por ahí que le "robé" el pretendiente en el baile del pasado viernes, ¿recuerdas al proyecto de caballero de ojos azules?-esto es un comentario transcendental pero me divierte tanto el asunto que tengo que contarselo, ella estaba allí conmigo y la noche fue más divertida que de costumbre. Cuando rechacé al joven Natacha fue corriendo a sus brazos, arpía-Por otro lado... he conocido a la hija de los Applebby, Abbey Applebby, y he decir que es una chica un tanto peculiar-no entro en detalles del encuentro que tuve con la rubia, tampoco comento que la ayudé a huir de la residencia de señoritas que regenta su propio padre... los daños colaterales mejor obviarlos, la sangre no debe impregnar esta charla-Además me han invitado a una boda y no tengo ni idea de qué podría ponerme, sabes que soy un desastre, Nai, y necesito tu ayuda-quiero desviar la conversación todo lo posible hacia temas normales y apacibles, quiero que ambas estemos cómodas, quiero encontrar a la Astrid de hace cinco años al lado de Naitiri.
Nos sirvo un poco más de té y hago una ligera pausa, hablar de vestidos y cotilleos varios no es algo que suela hacer pero no sé qué otra cosa puedo decir ya que, en lo que respecta a mi, las novedades que tengo son todas fuera del campo femenino y todas y cada una de ellas tienen que ver con lo sobrenatural. A veces pienso que debería haberle contado mi verdad a Naitiri cuando ella me confesó que era cortesana, pero decidí que ese era su momento, que su pasado ya había sido demasiado duro para atormentarla con el mío. Sabe que mi familia felleció en un accidente y eso es más que suficiente. Inspiro y cojo la taza. Su mirada inquisitiva me hace centrarme en ella antes de que pueda preguntar algo que me comprometa a mentirla.
-¿Algo que desees contarme? ¿Ha aparecido ya el hombre perfecto en tu cama?-río ante el comentario ya que, según las cosas que me cuenta, mi amiga se ha encontrado todo tipo de persona en la perdición de la noche. Muchos caballeros y señores temblarían con lo que sabemos de ellos, algunas demas también. Es curiosa la complicidad creada entre nosotras, Naitiri sabe que, como diría mi tía, no he sido desflorada, y pese a ello trata los temas del burdel con una delicadeza y detallismo exquisitos. A veces pienso que lo hace para no asustarme y porque, en realidad, es algo que solo le pertenece a ella.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
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Re: La Hora Del Té ~ Privado
Una Estrella siempre brilla con luz propia
Hacía tanto tiempo que no me encontraba en una situación tan cómoda, agradable y relajante que casi no me acordaba de lo que era estar con ella. La verdad es que la había echado mucho de menos en aquel tiempo que no nos habíamos visto y me alegraba que me hubiera invitado aquella tarde. Disfrutaba mucho con su compañía y me hacía olvidar, el tiempo que estaba con ella, todo lo que envolvía a mí vida cotidiana y del día a día. Cuando estaba con Astrid o estaba en su casa, era como si una burbuja me rodease haciendo que nada de fuera pudiera entrar, simplemente disfrutaba de su compañía como sabía que ella hacía con la mía.
En verdad se podía decir que era la única amiga que tenía, realmente. En los círculos donde solía moverme la amistad no era algo que primase y la gente se movía por el interés más que por otra cosa. Alessia no contaba como amiga porque la consideraba como a una hermana pequeña para mí, pero Astrid… era un tesoro, y atesoraba cada momento que pasaba con ella. Me daba algo de pena no pasar más tiempo pero, las veces que nos veíamos, valían por miles de tardes. Me gustaba porque independientemente del tiempo que tardáramos en vernos, aunque tuviéramos miles de cosas que contarnos, sentía como que la había visto la tarde anterior… era como si el tiempo realmente no pasara, y eso era lo que hacían las grandes amistades.
La contemplé sentada enfrente de mí y me di el lujo, durante unos segundos, de mirarla de forma más fija mientras ella cogía otro pastelito que había sobre la mesa. Tenía una piel algo más pálida que la mía que le hacía resaltar con el cabello castaño que llevaba, jamás la había visto con el pelo muy largo y aquella vez lo llevaba por debajo del hombro. Seguro que si se lo dejaba crecer un poco más estaría preciosa, enmarcando aquella cara angelical que tenía. Tenía unos ojos preciosos que siempre me encantaba mirar cuando hablaba con ella, eran de un castaño con toques verdes que, cuando le daba la luz del sol, parecían que realmente eran de color verde. Sus labios eran sensuales y carnosos… toda ella en general era sensual, aunque no mostrara una actitud tan femenina como todas las jóvenes. No dudaba de que volviera loco a más de uno y me preguntaba si no le rondaba nadie.
Sonreí ante sus palabras mientras cogía otro pastelito, sabía lo que su tía esperaba que le inculcara a Astrid pero… me negaba en rotundo. La adoraba tal cual era y cambiarla sería como cambiar la esencia que ella tenía. Su tía debía de aceptar que ella era así y así lo sería siempre aunque ella quisiera que fuera más… una señorita. Por eso quizás me tenía en tan alta estima, pero jamás me acerqué a ella con el pensamiento de cambiarla. Me parecía una joven de lo más interesante y Lenna debía de ver que era una mujer maravillosa, tal cual era. No le hacía falta cambiar nada.
-Puede que lo sea pero… me cuesta verla como tal. Apenas tiene catorce años y, aunque sé que es una niña muy madura para su edad –ella también había tenido un pasado algo duro- la veo tanto como mí hermana pequeña que me cuesta sacarla de ahí. –hice una leve pausa y reí entre dientes, mirándola- es más lista de lo que te piensas y nos hace creer a todos. Pero a mí no puede engañarme, la conozco tanto como si hubiera estado toda la vida con ella. Aunque siempre intenta inventar nuevas formas para engañarme –reí divertida por aquello, aquella joven sin duda era un diamante en bruto. La observé durante unos segundos mientras no podía evitar sonreír por sus palabras- Creo que tengo un don para acertar en regalarte libros –la miré divertida, y no pude evitar reírme al decirme que sabía que ya sabía que tenía esos libros, y llevé una mano a mí boca- Es cierto, no te lo voy a negar pero… ¿cómo decirte que no? Creo que no quedarán muchos libros que no nos hayamos leído. Si quieres la próxima vez quedamos juntas y vemos si podemos encontrar alguno que sea todo un misterio para nosotras –sonreí mientras ella servía más té, a ambas nos apasionaba la lectura y estaba convencida de que nos habíamos casi todos los libros habidos y por haber. Sonreí ante el recuerdo de Alessia ganando el peluche y apoyé ambos codos en la mesa, juntando mis manos, y dejando mi barbilla en ella- La verdad es que lo consiguió sola, sí. Llevaba muchos meses tras ese peluche y pareció que aquella era su noche porque ganó por puntos con el último dardo y… bueno, como consecuencia de ello, ahora ese gigantesco peluche está decorando su cama. Y sí, me parece buena idea irnos de picnic una tarde, ya me dijo Alessia que la próxima vez no me libraba de que viniera a verte así que… -me encogí de hombros- seguro que le encantará la idea.
Fue mi momento de preguntarle porque también quería que me contara algo que le había pasado a ella, hacía tiempo que no nos veíamos y estaba segura que habíamos empezado solamente con el aperitivo de todo lo que teníamos que decirnos, y que lo fuerte iría llegando poco a poco. La miré mientras cogía la taza y daba un sorbo al té e hice memoria en mí cabeza cuando me habló de aquel joven y… sí, recordé quién era. Aquel joven que había estado pretendiéndola y del que yo misma me libré despachándolo con relativa facilidad.
-Sí, recuerdo a aquel joven de ojos azules, ¿por qué dice Natacha que lo “robaste? –Fruncí un poco el ceño ante eso, hasta donde yo recordaba, aquel joven había intentado pretenderla no solo aquella vez, aunque ella había sabido manejar la situación- Es que entiendo por qué él quiso pretenderte a ti, y no a ella. Le cautivaste con tu belleza y no le puedo culpar de ello, Natacha no tiene nada que hacer a tú lado… y quizás está mal que lo diga, pero realmente lo pienso así –cogí otro pastelito mientras me comentaba que había conocido a la hija de los Aplebby, el nombre era uno que me sonaba pero seguramente de oírlo en alguna fiesta, aunque no conocía a nadie de la familia en persona. Le sonreí cuando me dijo lo de la boda y cogí su mano durante unos segundos- Claro que sí, no tienes ni que decirlo dos veces. Te puedo ayudar en lo que necesites, solo tienes que darme los detalles de la boda y te ayudaré en todo lo que tengas dudas.
Cogí de nuevo la taza de té para darle un sorbo y me quedé a mediante cuando escuché su siguiente pregunta, mostrando una sonrisa para dar finalmente el sorbo. Sabía que tarde o temprano acabaría por preguntarme por algo como aquello pero… ¿tan pronto? No pude evitar reír entre dientes y finalmente di otro sorbo para levantar mí vista a la de ella y observarla durante unos segundos, dejando algo de suspense. Dios, ¿por dónde empezaba a contarle? Sabía que me haría esa pregunta y más sabiendo que muchas veces le había contado cosas sobre el trabajo y sobre los hombres que conocía pero… sí, claro que tenía novedades en aquel tema.
-La verdad es que sí, tengo cosas que contarte –dejé la taza sobre el plato y cogí otro pastelito mientras me pensaba por dónde comenzaba a contarle. ¿Mí padre, tal vez? Ella sabía, a grandes rasgos, lo que me había pasado aunque no había ahondado mucho en el tema, solo había sabido lo realmente necesario. Suspiré y le conté mis preocupaciones primero- ¿Te acuerdas que te conté, que me separaron de mis padres hace muchos años? Bueno pues… realmente, nunca dejé de pensar en ellos pero últimamente tengo la sensación de que… bueno, de que lo veo. Es decir, sueño con él como si fuera un sueño muy real, siento que lo veo en diferentes momentos en distintos días, sobre todo de noche y… no sé, creo que lo llevo guardando tanto tiempo que mí cabeza me tortura con ello –no sabía muy bien cómo definirlo pero, a grandes rasgos, era lo que pensaba- En cuanto a los hombres –reí, divertida por el tema-Bueno, podría decirse que sí lo he encontrado. Creo que ya tocaba algo de suerte con todo lo que tenido que “ver”, pero… todavía no sé si lo puedo catalogar como perfecto, tendría que catarlo más veces para decírtelo con claridad -Me mordí el labio divertida tras reírme, a pesar de que ya lo había “probado” fuera del lugar de trabajo pero… quería asegurarme primero antes de confirmar, aunque podría ser que realmente lo fuera- Y hablando de hombres, dime, ¿no tienes ningún pretendiente por ahí? Venga, no me lo creo. –Sonreí- Cuéntame, seguro que hay alguien por ahí que te está rondando. O que tú le rondas a él, que también puede ser.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: La Hora Del Té ~ Privado
El tiempo pasa rápido cuando más lo necesitas.
Siento la mirada de Naitiri sobre mí mientras nos sirvo un poco de té, siempre lo hace, es la persona más observadora que conozco. Pese a que antes me sentía desnuda cuando lo hacía, ahora lo agradezco, es la única que puede ver a través de mi, la única que sabe cómo cuidar mi alma y alejar el dolor. En respuesta a mi comentario sobre Alessia, no podría estar más de acuerdo, asiento ante sus palabras y doy un sorbo al té, está perfecto.
-Creo que nadie puede engañarte, Nai-digo, aún con el borde de la taza rozando mis labios. Suspiro, técnicamente yo no la he engañado, solo le oculto una gran verdad, aún así no puedo evitar el ramalazo de remordimiento, me concentro en sus palabras-Tienes razón, hay aún mil libros por descubrir, te aseguro que daré con el indicado para ti- la observo con tranquilidad mientras relata la historia de Alessia y el peluche, me resulta divertido, la pasión que pone al hablar hace que olvide todo. Ojalá hubiese estado ahí para disfrutar con ellas, no suelo ser consciente de la cantidad de momentos que me pierdo, los días que no paso con ellas son días que dejo de ser parte del mundo. Si tan solo pudiera cambiar eso no habrían secretos que ocultar, tan solo sería una joven normal y corriente que disfruta de las tardes de feria con sus amigas. Mi sonrisa se torna triste e intento parecer despreocupada, mis ojos se posan en las expresiones de Naitiri, cuando sonríe es realmente bonita, la feminidad y esa característica suya de estar radiante son cosas que admiro. Cuando pronuncia el nombre de Natacha le resto importancia con una mueca-Se sintió amenazada, esa mujer es tan horrible que cualquier podría ser una buena competencia para ella-y mi amiga sabe a qué me refiero, Natacha es de las jóvenes más agraciadas y hermosas de la ciudad, sin embargo, su falta de humanidad la convierte en un ser despreciable. Sonrío por el cumplido, nunca sé qué decir en momento así-Tú siempre vas a verme bonita Nai, podría caerme en estiércol y seguirías viendo belleza en mi-río porque es verdad, aunque no lo comparto. Soy tan corriente y sencilla como un diente de león. Me rio más para mi que para ella ya que le encanta todo lo que tiene que ver con vestidos, preparativos y cosas femeninas-Es una boda de alta clase, una de las hijas de monsieur León Gerôme Marchessault se casa y he sido invitada al banquete. Si te soy sincera me da pavor asistir, no creo que pueda estar a la altura entre tanto lujo-y es totalmente cierto, mis prendas no son de la más cara seda y mis joyas escasas, somos una familia acomodada pero, aun así, una boda de tal calibre exige un nivel superior-Habría asistido mi tío pero no estará en la ciudad por negocios así que... debo ir en representación-me encojo de hombros y cojo otro pastelito-Podría ir vestida de pastelito de limón ¿tú qué opinas?-río ante tal locura. Espero paciente su consejo, estoy segura de que cualquier cosa que ella proponga podrá servir. Miro un instante por la ventana, la tarde transcurre lenta fuera de estas cuatro paredes, observo cómo los niños del vecino corren en su jardín y la niñera los persigue, sonrío divertida. Cuando Naitiri vuelve a hablar nuestros ojos se cruzan y la escucho atentamente, no es normal que saque un tema tan delicado.
-Sí, lo recuerdo-claro que lo recuerdo, una historia como la suya no se olvida, a veces incluso me veo contemplando las manos de mi amiga buscando rastros de temblor, de aquel horror que la tuvo presa, pero jamás su voz se ha perturbado. La escucho, palabra por palabra, y me recorre un escalofrío. Tristemente sé lo que siente, mis pesadillas siempre tienen que ver con la pérdida de mi familia, con mi pasado, y el hecho de que Naitiri también tenga que luchar con su propia oscuridad es algo que me desgarra. ¿Por qué será que las personas que lo hemos perdido todo nos atraemos? Supongo que las almas tristes tienen imanes en el pecho-Es terrible Nai... ¿qué sucede en esos sueños? ¿Tienen que ver con algún momento de tu pasado? Si son tan frecuentes quizás hablar de ellos te vendrá, sabes que estoy aquí para ti, siempre-le tomo la mano para darle fuerzas, no es fácil hablar de esto, pero ella parece cambiar de tema y centrarse en la pregunta más divertida que podría haberle hecho, yo por mi parte no indago más en sus temores y dejo que éstos se vayan, no quiero agobiarla ya que hace tiempo decidimos que nuestros encuentros serían una celebración. Sonrío aún sin soltar su mano-Así que podríamos decir que tienes a un admirador, ¿le has mostrado el paraíso, señorita Zahir?-me río sin tapujos y alzo una ceja-Me alegra que por fin hayas encontrado a esa persona casi perfecta-le guiño un ojo y apoyo mi rostro en una de mis manos mientras compruebo que no queda casi té, lo cual significa que parte de la tarde ya se ha esfumado-Es el momento de que te pasen cosas buenas, Naitiri.-y ahí está la pregunta, estaba tardando en realizarla. Pongo los ojos en blanco pero la sonrisa no se desdibuja de mi rostro-Bueno, yo no los llamaría pretendientes, han aparecido en mi vida sin ser invitados-mis sonrisa se amplía cuando veo cómo Nai capta que he hablado en plural-Podría decirse que son polos opuestos... uno está dispuesto a salvarme y el otro puede ser mi perdición. No tengo claro qué siento... no soy yo-de pronto me pongo seria. No sé lo que digo. Hablar de Gael hace que mi pulso se acelere, tener a Naxel en mente me llena de confusión-Iré a preparar más té.
Necesito escapar de lo que pueda decir, estoy segura de que cuando vuelva a la mesa me dirá lo que piensa pero necesito evitar que nos centremos en el tema unos minutos para conseguir aclarar mis ideas. Yo no hablo de hombres ni de vestidos, no me sonrojo con facilidad ni suspiro por nadie, sin embargo, me encuentro huyendo de lo que siento. No hay nadie mejor que Nai para comprenderme, pero necesito tiempo. Una vez en la cocina comienzo a preparar el té, decido que esta vez lo tomaremos afrutado para darle sabor a la tarde, necesitamos alegría. Dejo que el agua comience a hervir y me llevo las manos a la cara suspirando contra mi piel, siento la brisa entrar por la puerta del patio interior, huele a azahar. Éstas semanas han sido una locura total, una montaña rusa de emociones y no consigo encontrar el punto medio, las noches son más largas y el tiempo juega en mi contra. La falta de sueño me está pasando factura. Me digo que debo encontrar la manera de enfrentarme a todo esto pero...
Mi mano se mueve y el cuchillo corta el aire hacia el patio exterior. Naxel esquiva el ataque y el arma improvisada acaba clavándose en el tronco del naranjo. Estoy tan descolocada en este instante que intento contenerme para no lanzarle todo lo que encuentro a mi paso. Él parece extrañamente sorprendido, con esa sonrisa ladina suya adornando sus labios.
-¿Se puede saber qué demonios haces aquí?-susurro, miro un instante hacia la entrada de la cocina y vuelvo la vista hacia él rezando para que Naitiri no aparezca, es tan educada que probablemente esperará a que vuelva hasta ella. Me apresuro a salir al patio exterior y empujo a Naxel como si así pudiera hacer que desaparezca. Esto no es real, debe ser una broma-¿Ahora te dedicas a espiarme?
-Antes de que me des un sermón, cazadora, te diré que no sabía que era tú casa -frunce el ceño y me observa de forma fija, su mirada recorre mi cuerpo y parece deleitarse. Agarra mi brazo para evitar que pueda golpearlo-Bonito vestido-su sonrisa se amplía y yo hago una mueca, es cierto que no nos hemos visto con otra vestimenta que no fuera la de caza, y eso me hace sentir débil, no estoy preparada para defenderme, no tengo armas encima y este hombre va armado hasta las orejas. Antes de que pueda decir nada su pose se hace más seria y me acerca más a él, su tono es bajo-Estaba siguiendo a un vampiro y me ha llevado hasta aquí -hace una leve pausa y su respiración acaricia mi oído.
-Si es así no debe de andar lejos, ¿que quiere? ¿desde cuándo lo sigues?-debe notar la tensión de mi cuerpo ante la situación, porque el agarre se suaviza y sus ojos se posan en lo míos con cierta calidez.
-Tranquila, ya lo he matado- percibo cierta superioridad, como si no fuese obvio que ya se ha encargado del problema el solito, se muerde el labio en medio de una sonrisa, me está retando- Deberías de vigilar tus espaldas, Astrid, este vampiro parecía tener muy claro donde tenía que ir... o a quién seguir -se cruza de brazos y da un par de pasos hacia atrás- Te veré esta noche, te invito a un baile-su voz no admite réplica alguna y yo no estoy dispuesta a negarme, tengo que averiguar todo acerca de lo que ha traído a Naxel hasta aquí. Esta noche es noche de caza. Mi casa es mi santuario y, si alguien lo impregna de sangre inocente arrasaré con todo a mi paso hasta encontrar al culpable. Ya ocurrió una vez y no permitiré que se repita. Observo cómo Nax trepa por la enredadera, se cuelga del alféizar de una de las ventanas y logra alcanzar el techo. Antes de desaparecer nuestras miradas se cruzan de nuevo en una promesa. Inspiro aire como si fuese la última vez y me adentro en la cocina, la tetera chilla.
Para cuando vuelvo a la salita encuentro a Naitiri curioseando los libros sobre la chimenea, los míos están en mi habitación pero mi tío tiene un gusto exquisito para la lectura.
-¿Algo interesante?-hablo sin mirarla, sirvo el té en nuestras tazas y, para mi sorpresa, no me tiembla el pulso-Puedes tomar el que desees, no le importará, mi tío te adora...-me siento de nuevo y cruzo los brazos en un intento por mantener todos mis temores dentro de mi cuerpo-Nai... ¿extrañas a tu padre?-la pregunta surge con cautela-¿Cómo de reales son esos sueños?-un extraño temor comienza a florecer dentro de mi, las espinas me cortan. Si Naitiri está en peligro es algo que debo averiguar, jamás permitiré que nada ni nadie quiebre el alma de mi amiga. Jamás.
Siento la mirada de Naitiri sobre mí mientras nos sirvo un poco de té, siempre lo hace, es la persona más observadora que conozco. Pese a que antes me sentía desnuda cuando lo hacía, ahora lo agradezco, es la única que puede ver a través de mi, la única que sabe cómo cuidar mi alma y alejar el dolor. En respuesta a mi comentario sobre Alessia, no podría estar más de acuerdo, asiento ante sus palabras y doy un sorbo al té, está perfecto.
-Creo que nadie puede engañarte, Nai-digo, aún con el borde de la taza rozando mis labios. Suspiro, técnicamente yo no la he engañado, solo le oculto una gran verdad, aún así no puedo evitar el ramalazo de remordimiento, me concentro en sus palabras-Tienes razón, hay aún mil libros por descubrir, te aseguro que daré con el indicado para ti- la observo con tranquilidad mientras relata la historia de Alessia y el peluche, me resulta divertido, la pasión que pone al hablar hace que olvide todo. Ojalá hubiese estado ahí para disfrutar con ellas, no suelo ser consciente de la cantidad de momentos que me pierdo, los días que no paso con ellas son días que dejo de ser parte del mundo. Si tan solo pudiera cambiar eso no habrían secretos que ocultar, tan solo sería una joven normal y corriente que disfruta de las tardes de feria con sus amigas. Mi sonrisa se torna triste e intento parecer despreocupada, mis ojos se posan en las expresiones de Naitiri, cuando sonríe es realmente bonita, la feminidad y esa característica suya de estar radiante son cosas que admiro. Cuando pronuncia el nombre de Natacha le resto importancia con una mueca-Se sintió amenazada, esa mujer es tan horrible que cualquier podría ser una buena competencia para ella-y mi amiga sabe a qué me refiero, Natacha es de las jóvenes más agraciadas y hermosas de la ciudad, sin embargo, su falta de humanidad la convierte en un ser despreciable. Sonrío por el cumplido, nunca sé qué decir en momento así-Tú siempre vas a verme bonita Nai, podría caerme en estiércol y seguirías viendo belleza en mi-río porque es verdad, aunque no lo comparto. Soy tan corriente y sencilla como un diente de león. Me rio más para mi que para ella ya que le encanta todo lo que tiene que ver con vestidos, preparativos y cosas femeninas-Es una boda de alta clase, una de las hijas de monsieur León Gerôme Marchessault se casa y he sido invitada al banquete. Si te soy sincera me da pavor asistir, no creo que pueda estar a la altura entre tanto lujo-y es totalmente cierto, mis prendas no son de la más cara seda y mis joyas escasas, somos una familia acomodada pero, aun así, una boda de tal calibre exige un nivel superior-Habría asistido mi tío pero no estará en la ciudad por negocios así que... debo ir en representación-me encojo de hombros y cojo otro pastelito-Podría ir vestida de pastelito de limón ¿tú qué opinas?-río ante tal locura. Espero paciente su consejo, estoy segura de que cualquier cosa que ella proponga podrá servir. Miro un instante por la ventana, la tarde transcurre lenta fuera de estas cuatro paredes, observo cómo los niños del vecino corren en su jardín y la niñera los persigue, sonrío divertida. Cuando Naitiri vuelve a hablar nuestros ojos se cruzan y la escucho atentamente, no es normal que saque un tema tan delicado.
-Sí, lo recuerdo-claro que lo recuerdo, una historia como la suya no se olvida, a veces incluso me veo contemplando las manos de mi amiga buscando rastros de temblor, de aquel horror que la tuvo presa, pero jamás su voz se ha perturbado. La escucho, palabra por palabra, y me recorre un escalofrío. Tristemente sé lo que siente, mis pesadillas siempre tienen que ver con la pérdida de mi familia, con mi pasado, y el hecho de que Naitiri también tenga que luchar con su propia oscuridad es algo que me desgarra. ¿Por qué será que las personas que lo hemos perdido todo nos atraemos? Supongo que las almas tristes tienen imanes en el pecho-Es terrible Nai... ¿qué sucede en esos sueños? ¿Tienen que ver con algún momento de tu pasado? Si son tan frecuentes quizás hablar de ellos te vendrá, sabes que estoy aquí para ti, siempre-le tomo la mano para darle fuerzas, no es fácil hablar de esto, pero ella parece cambiar de tema y centrarse en la pregunta más divertida que podría haberle hecho, yo por mi parte no indago más en sus temores y dejo que éstos se vayan, no quiero agobiarla ya que hace tiempo decidimos que nuestros encuentros serían una celebración. Sonrío aún sin soltar su mano-Así que podríamos decir que tienes a un admirador, ¿le has mostrado el paraíso, señorita Zahir?-me río sin tapujos y alzo una ceja-Me alegra que por fin hayas encontrado a esa persona casi perfecta-le guiño un ojo y apoyo mi rostro en una de mis manos mientras compruebo que no queda casi té, lo cual significa que parte de la tarde ya se ha esfumado-Es el momento de que te pasen cosas buenas, Naitiri.-y ahí está la pregunta, estaba tardando en realizarla. Pongo los ojos en blanco pero la sonrisa no se desdibuja de mi rostro-Bueno, yo no los llamaría pretendientes, han aparecido en mi vida sin ser invitados-mis sonrisa se amplía cuando veo cómo Nai capta que he hablado en plural-Podría decirse que son polos opuestos... uno está dispuesto a salvarme y el otro puede ser mi perdición. No tengo claro qué siento... no soy yo-de pronto me pongo seria. No sé lo que digo. Hablar de Gael hace que mi pulso se acelere, tener a Naxel en mente me llena de confusión-Iré a preparar más té.
Necesito escapar de lo que pueda decir, estoy segura de que cuando vuelva a la mesa me dirá lo que piensa pero necesito evitar que nos centremos en el tema unos minutos para conseguir aclarar mis ideas. Yo no hablo de hombres ni de vestidos, no me sonrojo con facilidad ni suspiro por nadie, sin embargo, me encuentro huyendo de lo que siento. No hay nadie mejor que Nai para comprenderme, pero necesito tiempo. Una vez en la cocina comienzo a preparar el té, decido que esta vez lo tomaremos afrutado para darle sabor a la tarde, necesitamos alegría. Dejo que el agua comience a hervir y me llevo las manos a la cara suspirando contra mi piel, siento la brisa entrar por la puerta del patio interior, huele a azahar. Éstas semanas han sido una locura total, una montaña rusa de emociones y no consigo encontrar el punto medio, las noches son más largas y el tiempo juega en mi contra. La falta de sueño me está pasando factura. Me digo que debo encontrar la manera de enfrentarme a todo esto pero...
Mi mano se mueve y el cuchillo corta el aire hacia el patio exterior. Naxel esquiva el ataque y el arma improvisada acaba clavándose en el tronco del naranjo. Estoy tan descolocada en este instante que intento contenerme para no lanzarle todo lo que encuentro a mi paso. Él parece extrañamente sorprendido, con esa sonrisa ladina suya adornando sus labios.
-¿Se puede saber qué demonios haces aquí?-susurro, miro un instante hacia la entrada de la cocina y vuelvo la vista hacia él rezando para que Naitiri no aparezca, es tan educada que probablemente esperará a que vuelva hasta ella. Me apresuro a salir al patio exterior y empujo a Naxel como si así pudiera hacer que desaparezca. Esto no es real, debe ser una broma-¿Ahora te dedicas a espiarme?
-Antes de que me des un sermón, cazadora, te diré que no sabía que era tú casa -frunce el ceño y me observa de forma fija, su mirada recorre mi cuerpo y parece deleitarse. Agarra mi brazo para evitar que pueda golpearlo-Bonito vestido-su sonrisa se amplía y yo hago una mueca, es cierto que no nos hemos visto con otra vestimenta que no fuera la de caza, y eso me hace sentir débil, no estoy preparada para defenderme, no tengo armas encima y este hombre va armado hasta las orejas. Antes de que pueda decir nada su pose se hace más seria y me acerca más a él, su tono es bajo-Estaba siguiendo a un vampiro y me ha llevado hasta aquí -hace una leve pausa y su respiración acaricia mi oído.
-Si es así no debe de andar lejos, ¿que quiere? ¿desde cuándo lo sigues?-debe notar la tensión de mi cuerpo ante la situación, porque el agarre se suaviza y sus ojos se posan en lo míos con cierta calidez.
-Tranquila, ya lo he matado- percibo cierta superioridad, como si no fuese obvio que ya se ha encargado del problema el solito, se muerde el labio en medio de una sonrisa, me está retando- Deberías de vigilar tus espaldas, Astrid, este vampiro parecía tener muy claro donde tenía que ir... o a quién seguir -se cruza de brazos y da un par de pasos hacia atrás- Te veré esta noche, te invito a un baile-su voz no admite réplica alguna y yo no estoy dispuesta a negarme, tengo que averiguar todo acerca de lo que ha traído a Naxel hasta aquí. Esta noche es noche de caza. Mi casa es mi santuario y, si alguien lo impregna de sangre inocente arrasaré con todo a mi paso hasta encontrar al culpable. Ya ocurrió una vez y no permitiré que se repita. Observo cómo Nax trepa por la enredadera, se cuelga del alféizar de una de las ventanas y logra alcanzar el techo. Antes de desaparecer nuestras miradas se cruzan de nuevo en una promesa. Inspiro aire como si fuese la última vez y me adentro en la cocina, la tetera chilla.
Para cuando vuelvo a la salita encuentro a Naitiri curioseando los libros sobre la chimenea, los míos están en mi habitación pero mi tío tiene un gusto exquisito para la lectura.
-¿Algo interesante?-hablo sin mirarla, sirvo el té en nuestras tazas y, para mi sorpresa, no me tiembla el pulso-Puedes tomar el que desees, no le importará, mi tío te adora...-me siento de nuevo y cruzo los brazos en un intento por mantener todos mis temores dentro de mi cuerpo-Nai... ¿extrañas a tu padre?-la pregunta surge con cautela-¿Cómo de reales son esos sueños?-un extraño temor comienza a florecer dentro de mi, las espinas me cortan. Si Naitiri está en peligro es algo que debo averiguar, jamás permitiré que nada ni nadie quiebre el alma de mi amiga. Jamás.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La Hora Del Té ~ Privado
Hasta las estrellas caen algún día
Mientras Astrid sirve el té para las dos no puedo dejar de observarla, algo muy común en mí y que es algo que me sale innato, pero es como más podía sacar información de una persona. Había aprendido a leer los gestos y el lenguaje del cuerpo humano, no solo ante el placer, sino en general. Los gestos decían mucho más que las propias palabras, y aunque sabía que al principio le había resultado algo incómodo cuando las primeras veces que nos veíamos… ahora actuaba tan natural que parecía estar acostumbrada a mis escrutinios, algo que me hizo sonreír sin poder evitarlo mientras veía cómo llenaba ambas tazas de té.
De haber estado Alessia con nosotras quizás no hubiéramos podido tratar ciertos temas, por eso no la había traído, había cosas que ella no sabía y que no quería que se enterara de sorpresa en aquella visita. Además quería pasar tiempo con Astrid sin tener que medir mis palabras porque estuviera Alessia… rara vez lo hacía, y sabía que a ella le encantaba estar con la pequeña, pero en aquella ocasión no eral propicio que estuviera delante.
Me reí sin poder evitarlo ante el comentario de que nadie podía engañarme, si fuera así de cierto, muchas cosas habrían cambiado a lo largo de mí vida. No era una persona ingenua y sabía muy bien de qué pie cojeaba cada persona que se cruzaba en mí camino, pero afirmar aquello eran palabras muy mayores que no estaba del todo convencida que así fuera. Negué con la cabeza divertida y cogí un pastelito mientras la miraba, pensando en aquella frase.
-No puedo decir que esté de acuerdo con ello, pero lo acepto. Soy demasiado avispada como para que puedan engañarme, aunque quizá alguna persona lo haya conseguido –sobre todo cuando había sido mucho más joven, y muchísimo más ingenua de lo que era ahora- pero Alessia siempre intenta y busca la forma de hacerlo, piensa que no he tenido su edad y que no sé lo que se le pasa por la cabeza. Es adorable, pero me da mucha risa que intente sorprenderme –mordí aquel pastelito de limón mientras la observaba- De acuerdo, te prometo que la próxima vez que me regales un libro, si ya lo tengo, te lo haré saber al momento. Estoy segura de que darás con el indicado, hay miles de libros que todavía no he leído y que no me dará tiempo a leer en lo que me resta de vida… pero leeré la mayor cantidad de ellos que pueda.
Hablar de aquella joven y de su recuerdo hizo que hiciera una leve mueca, la había visto varias veces por las fiestas que celebraban y siempre la había visto con diferentes jóvenes que no sabía qué era lo que veían en ella. Especialmente el joven que se había declarado a Astrid y que ella, de una manera muy correcta, había declinado y escabullido de aquel asunto. Podría ser una mujer hermosa, pero todo lo que tenía de bello por fuera lo tenía podrido por dentro. Era demasiado vanidosa y altanera con un ego bastante crecido, y sus modales dejaban mucho que desear. Muchas veces me habían dado ganas de enseñarle realmente lo que era una mujer, pero no iba a entrar en riñas de patio de colegio, y esperaba que la gente se diera cuenta de su actitud.
-Es una mujer horrible, eso no te lo voy a discutir, pero no voy a permitir que digas que cualquiera puede estar a su altura, y que tú no podrías ser competencia para ella. ¡Claro que lo eres! Y como digas lo contrario te voy a dar un coscorrón yo misma, hasta que te entre en esa cabecita que tienes –le di en la frente con la punta de mí dedo índice y la miré de forma fija- No entiendo por qué te desvaloras tanto, Astrid, y tú le das miles de vueltas a Natacha sin ninguna duda… y, de hecho, no sé que le ven los jóvenes para andar detrás de ella –me tuve que reír, aunque no quise, cuando dijo lo del estiércol y que la vería bonita por ello- Entonces yo me caeré contigo y verás que aún así las dos somos bellas. Yo pienso que eres preciosa y tienes que empezar a verlo por ti misma, no puedo creer que te desvalorices tanto tú misma, y tampoco creo que sea bueno para ti y si tú quisieras podrías dejar a Natacha como si fuera una hormiguita comparada contigo –porque era verdad y era lo que pensaba, no ya en el aspecto de personalidad, sino en que Astrid era mucho más bella que aquella harpía… y eso tenía que verlo.
Escuché todo lo que tiene que decirme sobre la boda y asiento mientras doy otro sorbo de té y cojo otro pastelito diferente, mientras evoco en mí memoria el apellido que ella me ha dicho y que vagamente me suena. Tenía que ser de clase alta porque sino no me sonaría para nada, y algo había escuchado en alguna que otra reunión. O de las chicas del burdel, muchas eran unas cotillas que siempre estaban hablando y cuchicheando sobre la vida social de los ricos, y algo había oído sobre aquella boda. Sonreí ante su pregunta, negando divertida con la cabeza.
-Pienso que si vas vestida de pastelito, todos querrán comerte, así que mejor vamos a evitar esa tentación ¿vale? –me reí divertida y lo pensé durante unos segundos- Si quieres te puedo dejar algún vestido mío. Puede que yo sea un poco más alta que tú pero no creo que haya problema con eso, y creo que tenemos la misma talla así que… si quieres, puedes pasarte un día por casa y miramos a ver si te va alguno, te puedo dejar también algunos pendientes o collares que vayan a juego. Y hasta te puedo peinar si quieres, ¡veras tú! Cuando te vea tu tía estará tan contenta que no pondrá pega alguna. Y seguro que lo haces muy bien, tú por eso no te preocupes, quizás hasta conoces a alguien… quién sabe –le di un ligero apretón a sus manos y di otro sorbo del té rellenando la taza ya que no me quedaba, para pasar a contarle lo de mí padre ya que ella sabía solamente lo fundamental.
Nunca había querido entrar demasiado en detalles sobre lo que me había pasado en el pasado, y no era algo que quisiera contarle… era demasiado duro. Si el solo recordarlo lo era sería mucho más contárselo a ella… no estaba preparada para contar algo así, y tampoco quería recordarlo demasiado, pese a que era una herida que todavía podar notaba que estaba cicatrizando, y que no sabría si algún día poder estar curada y cerrada del todo. Era algo que me perseguiría durante toda mí vida, y ya lo tenía asumido. Suspiré envolviendo mis manos entorno a la taza, mirando el té y viendo el reflejo de mí rostro en aquel líquido.
-No son del pasado son… más bien, del presente. No sé cómo explicarlo exactamente, no tengo sueños con lo que pasó hace años, sino que mí padre aparece en ellos justamente como la última vez que lo vi. Siempre son en mí habitación y él está conmigo en la cama… es algo realmente extraño, porque a veces siento como que son reales y que él está conmigo pero sé que eso es imposible. No sé nada de ellos desde que los vi la última vez, y de ser cierto, él no podría tener el mismo aspecto que hace dieciséis años –suspiré y miré a Astrid- No son pesadillas con el pasado… más bien es como si mi mente intentara hacerme ver a mis padres, bueno solamente a él, porque con mí madre no me ha pasado…. No lo sé, creo que me estoy volviendo algo loca, As –llevé una mano a mí frente, dejándola ahí y luego levanté la mirada cambiando de tema por completo porque no me apetecía demasiado hablar de ello, no quería enturbiar el encuentro que teníamos. Reí sin poder evitarlo cuando me dijo si era un admirador, y me reí aún más, al nombrarme lo del paraíso. Justamente había hecho eso- No sé si puedo llamarlo un admirador, no creo que lo sea y… sí, le he mostrado un pequeño pedacito del paraíso –me reí entre dientes- Y si se porta y me trata bien podría enseñarle más del jardín del Edén… todavía queda mucho sitio por ver –di un sorbo al té y la miré dejando la taza- He vuelto a quedar con él… bueno, lo vi de casualidad el día de la feria, y hemos quedado para dentro de unas semanas más o menos –me mordí el labio durante unos segundos- No sé lo que estoy haciendo Astrid, sabes que no suelo quedar con hombres porque bastante tengo ya con el trabajo y… no lo sé, a veces pienso que me dejo llevar demasiado –miré hacia otro lado, no iba a decirle de momento que lo había conocido en el burdel porque seguro que me daba un sermón sobre aquello- Me produce mucha curiosidad y ya sabes lo curiosa que soy –reí levemente y me encogí de hombros- Supongo que, mientras esté a gusto con él, veré hasta donde me lleva todo esto. Quizás mi suerte se prolongue un rato más.
Hice una pequeña pausa mientras la observaba, hablar con ella me aliviaba bastante y era algo que había estado pensando últimamente. Astrid sabía que no solía quedar con hombres por mí trabajo, y no creía que ella pensara que fuera buena idea el que lo hubiera conocido en el burdel, más sabiendo todo lo que le contaba del trabajo, y quizás me pudiera decir algo. De momento no se lo diría y por eso se lo había contado, si hubiera venido Alessia, estaba segura de que le habría dicho quién era porque ella también conocía a Gael… y era algo que prefería hablarlo con ella a solas.
Cuando fue mí turno para preguntarle por si había algún hombre en su vida, que no dudaba que así fuera, no esperé que me dijera que había no sólo uno… sino dos. La miré algo sorprendida por ello y sonreí sin poder evitarlo, me alegraba escuchar aquello y dejé que hablara mientras volvía a beber de la taza acabando el contenido de esta, y analizando sus expresiones y sus gestos. Dejé que terminara y finalmente le dije lo que pensaba.
-¿Sabes? Algunas personas llegan a tú vida sin ser invitadas y sin querer que lo hayan sido… y a veces son las mejores personas cuando aparecen de ese modo. Yo aparecí sin ser invitada a tú vida y, a día de hoy, te considero como mí mejor amiga y no me arrepiento de haberte conocido. El destino nos pone a las personas en nuestro camino por un motivo o por otro, a veces las impone y otras te hace creer que las escogiste tú –hice una leve pausa- pero solamente depende de ti el querer que se queden en tú vida, o no. –Cogí su mano con la mía- Querer que te salven es muy bonito, y las perdiciones también pueden ser muy buenas… créeme, sé de lo que hablo –yo también estaba teniendo mí propia perdición. De repente se levantó de la mesa, sin darme opciones a seguir preguntándole dejando que fuera a llenar de nuevo la tetera. Suspiré frustrada, quería preguntarle mucho más y no se iba a librar de ello.
Mientras esperaba me levanté y me acerqué a la chimenea para ver los libros que había en ella, la mayoría los conocía y los había leído, el resto era de finanzas y economía que no pensaba leer y que intuía que serían de su tío y del negocio que regentaba. Esperé cogiendo uno al azar de los que ya había leído mientras hacía tiempo a que Astrid volviera, sin quitarme de la cabeza el seguir preguntándole por aquello último que me había contado.
Cuando entró de nuevo al rato con la tetera llena cerré el libro y lo dejé en su sitio negando con la cabeza.
-No te preocupes, ya los he leído todos. –la miré llenar las tazas de nuevo y me extrañé por su pregunta, y por que volviera de nuevo a aquel tema y que me llamara de aquella forma- Pues sí, claro que extraño a mí padre, y a mí madre también. No hay día en que no piense en ellos y en lo que pudo ser si no me hubiera separado de ellos… -fruncí un poco el ceño, extrañada por sus preguntas- Son… no lo sé, como si pudiera sentir que él está realmente conmigo. Me despierto en mitad del sueño y siento que su presencia está ahí al igual que el sueño… -hice una leve pausa- Creo que mí mente me está volviendo loca, una vez volviendo del trabajo vi una aparición suya… fue casi tan real que sentí que lo abrazaba realmente y que me cantaba una nana de cuando era pequeña… pero igual que apareció, de repente, volvió a desaparecer… ¿por qué lo preguntas, Astrid? ¿Pasa algo? –no quería volver al tema de mí padre, así que me senté en la silla de nuevo y la miré esperando a que el té se enfriara un poco- No creas que me he olvidado de lo que me has dicho, venga cuéntame, me tienes en ascuas con este tema. Realmente, ¿cuál es el problema? Si puedo ayudarte en algo ya sabes que aquí me tienes –porque podía ayudarle en muchas cosas si ella me lo pedía, tampoco quería agobiarla.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: La Hora Del Té ~ Privado
Mis ojos se posan en Naitiri de forma deliberada, mis pestañas como una pluma sobre ella, más que nunca temo por su vida. La escucho hablar sobre los libros, su mano colocando su precioso cabello azabache detrás de su oreja, su cálida sonrisa. Todo lo que la hace especial podría romperse de un momento a otro, todo por mi culpa. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¿Qué clase de cazador pasa detalles tan obvios por alto? Han estado siguiendo a mi amiga y yo no me había percatado de ello, ¿por cuánto tiempo? No lo sé, no tengo la mas mínima idea y es eso lo que me altera. Sirvo el té hasta que el líquido casi rebasa las tazas. Me hierve la sangre, la decepción conmigo misma no hace más que incrementar y me siento arder por dentro. Vampiros en mi casa. Monstruos debajo de su cama.
-Curiosidad-respondo simplemente, escucharla relatar cómo siente la presencia de un padre ya muerto hace tiempo me resulta inquietante, pero mi rostro no muestra signos de perturbación, me limito a trasmitirle una sonrisa compasiva. La de veces que he deseado poder recuperar todos los abrazos que dejé atrás con mi familia. Naitiri cree haber soñado los encuentros con su padre, y no sabe hasta qué punto pueden ser reales. Ojalá me equivoque, ojalá todas mis sospechas caigan en el olvido-No es nada, Nai, es solo que no logro comprender por qué ahora, por qué aparecen éstos sueños después de tanto tiempo, por qué éstos sin distintos de los demás... No estás loca, no has perdido la cabeza, a veces la nostalgia nos juega malas pasadas-doy un sorbo al té y me quemo la lengua, el líquido ardiente baja por mi garganta y deshace el nudo de incertidumbre. Si algo le pasara a Naitiri... Suspiro y tomo su mano para darle fuerzas, para que entienda que pese a sus dudas sobre sí misma, yo estoy a su lado-Encontraré las respuestas a todas tus preguntas.
Sonrío cuando cambia de tema, es algo que aunque agradezco con me tranquilizará, no después de este golpe. Me aliso el vestido y no puedo evitar pensar que debería empezar a llegar armas incluso en mi propia casa, tendré que optar por una telas más cargadas que me permitan disimular las dagas. Me muerdo el lado aún con la sensación de sentirme desprotegida y, por lo tanto, de tener a Nai sin protección alguna dentro de estas cuatro paredes. La aparición de Naxel hace tan solo unos minutos mantiene mi cuerpo en tensión, para él fue muy sencillo adrentrarse en mi hogar, más sencillo aún matar sin ser escuchado, por el matiz salvaje en su mirada está claro que disfrutó del momento. Todas las preguntas que tengo que hacerle me pellizcan la lengua. Me concentro en Naitiri y le ofrezco un pastelito de limón que, de repente, ya no me parece tan apetecible.
-¿Que cuál es el problema?-suelto una risa sardónica, como si no fuera obvio-Son dos hombres, Nai, los hombres siempre son el problema-pongo los ojos en blanco y alzo las manos para imitar a la señora Blake, mi vecina, en una de sus incansables batallitas sobre el amor. La señora perdió a su marido hace una década y desde entonces se ha decantado por la buena vida, no es una gran belleza pero tiene en su monedero todo lo que necesita. Hay quien dice que ella misma asesinó al señor Blake. Me cruzo de brazos y miro a mi amiga, su piel resulta de lo más bonita bajo la luz del atardecer que se filtra por la ventana-No sé cómo sobrellevarlo, son dos polos opuestos, noche y día. Tienes razón, las personas aparecen en nuestras vidas sin ser invitadas, es algo que no he podido evitar, pero no por ello me agrada-doy otro sorbo al té para darme un segundo, no sé expresarme-No se trata de amor-sentencio antes de que el ente romántico casi extinto de Naitiri salga a la luz-Se trata de una responsabilidad... un corazón es una pesada carga, y siento que velo por el latido de muchos.
Ni siquiera sé qué demonios he querido decir. Pese a que pactamos en silencio dejar aparcado el tema de sus visiones con su padre, estoy a punto de volver a tantear cuando la puerta principal se abre. El remolino de vida que desprende mi tía se hace notar en toda la casa y nos llega como una ola. Niego con la cabeza incrédula de cómo una persona puede hacer tanto bullicio. La mirada de Nai se cruza con la mía, como siempre, sabemos que pocos temas podremos tratar con ella cerca.
-¡Queridas!-cuando entra en la estancia ni siquiera se percata del ambiente cargado por la conversación anterior-¿Habéis compartido un trato agradable? Oh, Astrid, tesoro, tus vestidos ya están listos, han quedado mucho mejor de lo que esperaba aunque es la última vez que los mando a remendar, si alguien se entera... ¿Qué dirían de nosotros? Van a pensar que no tenemos dinero para comprar vestidos nuevos-frunzo el ceño sin darle importancia a sus palabras, ha salido del salón mientras hablaba, como si fuésemos capaces de escucharla escaleras arriba. Me encojo de hombros y río con Naitiri, miradas como la suya, momentos como éstos, son los que debo proteger.
-Curiosidad-respondo simplemente, escucharla relatar cómo siente la presencia de un padre ya muerto hace tiempo me resulta inquietante, pero mi rostro no muestra signos de perturbación, me limito a trasmitirle una sonrisa compasiva. La de veces que he deseado poder recuperar todos los abrazos que dejé atrás con mi familia. Naitiri cree haber soñado los encuentros con su padre, y no sabe hasta qué punto pueden ser reales. Ojalá me equivoque, ojalá todas mis sospechas caigan en el olvido-No es nada, Nai, es solo que no logro comprender por qué ahora, por qué aparecen éstos sueños después de tanto tiempo, por qué éstos sin distintos de los demás... No estás loca, no has perdido la cabeza, a veces la nostalgia nos juega malas pasadas-doy un sorbo al té y me quemo la lengua, el líquido ardiente baja por mi garganta y deshace el nudo de incertidumbre. Si algo le pasara a Naitiri... Suspiro y tomo su mano para darle fuerzas, para que entienda que pese a sus dudas sobre sí misma, yo estoy a su lado-Encontraré las respuestas a todas tus preguntas.
Sonrío cuando cambia de tema, es algo que aunque agradezco con me tranquilizará, no después de este golpe. Me aliso el vestido y no puedo evitar pensar que debería empezar a llegar armas incluso en mi propia casa, tendré que optar por una telas más cargadas que me permitan disimular las dagas. Me muerdo el lado aún con la sensación de sentirme desprotegida y, por lo tanto, de tener a Nai sin protección alguna dentro de estas cuatro paredes. La aparición de Naxel hace tan solo unos minutos mantiene mi cuerpo en tensión, para él fue muy sencillo adrentrarse en mi hogar, más sencillo aún matar sin ser escuchado, por el matiz salvaje en su mirada está claro que disfrutó del momento. Todas las preguntas que tengo que hacerle me pellizcan la lengua. Me concentro en Naitiri y le ofrezco un pastelito de limón que, de repente, ya no me parece tan apetecible.
-¿Que cuál es el problema?-suelto una risa sardónica, como si no fuera obvio-Son dos hombres, Nai, los hombres siempre son el problema-pongo los ojos en blanco y alzo las manos para imitar a la señora Blake, mi vecina, en una de sus incansables batallitas sobre el amor. La señora perdió a su marido hace una década y desde entonces se ha decantado por la buena vida, no es una gran belleza pero tiene en su monedero todo lo que necesita. Hay quien dice que ella misma asesinó al señor Blake. Me cruzo de brazos y miro a mi amiga, su piel resulta de lo más bonita bajo la luz del atardecer que se filtra por la ventana-No sé cómo sobrellevarlo, son dos polos opuestos, noche y día. Tienes razón, las personas aparecen en nuestras vidas sin ser invitadas, es algo que no he podido evitar, pero no por ello me agrada-doy otro sorbo al té para darme un segundo, no sé expresarme-No se trata de amor-sentencio antes de que el ente romántico casi extinto de Naitiri salga a la luz-Se trata de una responsabilidad... un corazón es una pesada carga, y siento que velo por el latido de muchos.
Ni siquiera sé qué demonios he querido decir. Pese a que pactamos en silencio dejar aparcado el tema de sus visiones con su padre, estoy a punto de volver a tantear cuando la puerta principal se abre. El remolino de vida que desprende mi tía se hace notar en toda la casa y nos llega como una ola. Niego con la cabeza incrédula de cómo una persona puede hacer tanto bullicio. La mirada de Nai se cruza con la mía, como siempre, sabemos que pocos temas podremos tratar con ella cerca.
-¡Queridas!-cuando entra en la estancia ni siquiera se percata del ambiente cargado por la conversación anterior-¿Habéis compartido un trato agradable? Oh, Astrid, tesoro, tus vestidos ya están listos, han quedado mucho mejor de lo que esperaba aunque es la última vez que los mando a remendar, si alguien se entera... ¿Qué dirían de nosotros? Van a pensar que no tenemos dinero para comprar vestidos nuevos-frunzo el ceño sin darle importancia a sus palabras, ha salido del salón mientras hablaba, como si fuésemos capaces de escucharla escaleras arriba. Me encojo de hombros y río con Naitiri, miradas como la suya, momentos como éstos, son los que debo proteger.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
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Re: La Hora Del Té ~ Privado
Sentir su mirada centrada en la mía mientras hablo hace que, al mismo tiempo, me quede mirándola por un par de segundos intentando hallar en sus ojos aquello que pasaba por su mente. Me estaba mirando pero, sin embargo, me daba la sensación de que su mente estaba en un lugar muy lejano de aquel momento, como si estuviera perdida en sus propias cavilaciones. Sus ojos me recorren y siento como si estuviera intentando hallar algo más profundo con aquella mirada, mientras yo termino de hablar y me arreglo el pelo un poco para que no estuviera molestando mi rostro.
La conocía lo suficiente como para saber que algo estaba pasando, que algo la tenía preocupada y no podía discernir qué era exactamente. Desde que había vuelto de la cocina en la que había vuelto a preparar otra tanda de té la noto algo más… extraña. Inquieta sería la palabra adecuada. Observo como llena las tazas con aquel té y la miro al sentarse delante de mí de nuevo, sus preguntas sobre mí padre hacen que la mire algo más fija y me muerda el labio… no quería recordarlo, me hacía sentir como que me estaba volviendo loca de una forma tan extraña, y absurda, que me desquiciaba.
No podía entender cómo la mente humana podía pasarte tal malas jugadas de una forma tan real, porque todo lo que había pasado con mí padre desde el primer sueño que tuve con él, parecía tan real que si no supiera que no podría ser cierto, por el aspecto que él tenía, juraría que era él de verdad. Pero no podía ser, los años no pasaban en balde para ninguna persona y yo ya no era aquella niña de ocho años que lo había visto partir por última vez de mí vida mientras nos separaban, y él no podría ser aquel hombre jovial que tenía en mí recuerdo.
Tomo la taza de té que prepara para mí y soplo sobre ella esperando a que se enfríe un poco más, seguramente estaría ardiendo pues lo acababa de sacar mientras dice que es simplemente curiosidad. ¿Lo sería realmente? La había visto algo más que curiosidad pero no quería rebatirla, nos conocíamos lo suficiente como para saber que si ella quería saber algo me lo preguntaría directamente, no se andaría con rodeos. Entre nosotras no lo necesitábamos, podíamos hablar tranquilamente sin tapujos y sabiendo que no seríamos juzgada por la otra. Por eso mismo le había contado a lo que me dedicaba cuando ya había cierta confianza con ella, y ¿qué podría haber más fuerte que decirle que era una cortesana? Pocas cosas sin duda alguna. Suspiré tras darle un sorbo a la taza y la dejé de nuevo en el plato.
-Ojalá yo tuviera la respuestas a esas preguntas, As. Siempre desde que me separé de ellos he pensado en ellos, los he echado de menos, he añorado muchas cosas que ojalá no tuviera que haber echado en falta… me despojaron de ellos demasiado pronto y ojalá hubiera compartido más cosas con ellos… no sé, quizás poder haber tenido la ocasión de tener una charla razonable con mí madre, que me preparara para la vida de adulta, que hasta incluso me advirtiera sobre los hombres, ¡Oh, Astrid! Te aseguro que me habría venido muy bien esa charla –quise darle un toque de humor a aquello, porque sentía que los recuerdos estaban empañando aquel encuentro y mí estado de ánimo comenzaba a decaer poco a poco. Esa herida todavía no estaba curada y cada vez que hablaba de ellos sentía como la congoja se apoderaba de mí, hasta sentir la quemazón en la garganta sabiendo que si seguía terminaría por llorar- Ahora lo único que hago es dejarme llevar por mí intuición, pensando en que quizás me estoy dejando llevar demasiado, y con la incertidumbre de si me daré de nuevo contra un muro… no sería la primera vez que me pasa –intento sonreír pero la sonrisa no llega a ser sincera del todo mientras noto su mano puesta sobre la mía, agradezco el gesto que tiene conmigo y tomo su mano como muestra de apoyo- Gracias, Astrid –no sabía qué más podía decirle… ni siquiera estaba segura de que ella encontrara las respuestas que surcaban también por mí mente.
Escuché sus palabras sobre aquellos hombres y me reí sin poder evitarlo cuando dijo que los hombres siempre eran el problema. Me reí divertida por aquello porque sabía que aquella frase tenía toda la razón del mundo, y quizás mí amiga ni siquiera podría llegar a darse cuenta de lo realmente significaba… durante casi toda mí vida, los hombres habían sido mí mayor problema. Ahora después de tantos años sabía como debía de tratarlos, cómo manejarlos a mí antojo y hacer con ellos casi prácticamente lo que quería. Podría sonar como si me diese aires de superioridad… pero había aprendido cuál era su punto débil y había aprendido, más aún, a sacarle partido y utilizarlo en mí beneficio y favor. Y no fallaba. Nunca.
-Ay Astrid, no sabes cuánta razón tiene esa frase… los hombres han sido, son y serán un problema, no podría estar más de acuerdo contigo –me mordí el labio divertida tomando otro pastelito, quedan pocos y quería comer alguno más- Por suerte para ti tienes a una amiga que sabe cómo tenerlos en la palma de tú mano –sonreí- por lo que no dudes en preguntarme cualquier cosa que necesites, o cualquier duda que tengas. Sabes que puedo ayudarte y en más de varios sentidos –implícitamente, le estaba diciendo algo mucho más allá que seguramente ella habría captado y no pude evitar sonreír de lado por ello- Quizás es que deberían de haber aparecido por algún motivo en concreto… yo aparecí así en tú vida, y mira ahora dónde nos encontramos –sonreí- Al principio quizás no lo entendemos y pensamos incluso que no nos lo merecemos, pero con el tiempo te vas dando cuenta de que si están en tú vida, es por una razón –me mordí el labio, yo también tenía a gente que había aparecido así en mí vida y ahora me estaba debatiendo y preguntando cómo acabaría y a dónde nos llevaría. Con Alessia ya lo había descubierto, y con Astrid igual, ahora tocaba saber qué diablos pasaría con Gael. Escuché sus palabras y esta vez fui yo quien dejó mí mano sobre la suya, envolviéndola- Astrid, es cierto que un corazón es una carga muy pesada… es demasiado pesada. Y sé de lo que hablo, he tenido esa sensación mucho tiempo desde que Alessia vive conmigo; velo por ella, cuido de ella y siento que es mí mayor responsabilidad… no me quejo, pero es difícil de cuidar así de un corazón. –Hice una mueca cuando dijo que no se trataba de amor, no todo tenía por qué tratarse de amor- Sin embargo a pesar de que su carga es pesada, cuando des con el adecuado, sentirás que merece la pena soportar esa carga y no te importará el tener que hacerlo. Es más, querrás tú misma sostener ese corazón en tus manos… y esa idea es demasiado bonita –ya había salido mi vena romántica con aquello, aunque la deseché de un plumazo- Procura no cargar con muchos corazones Astrid, y no olvides que el tuyo también merece que sea cargado… aunque ya sabes que yo te llevo aquí –toqué con mí mano libre mí pecho, donde estaba mi corazón, y le sonreí.
Quería haber hablado algo más de ello e indagar en por qué estaba pensando todo aquello cuando la puerta, de golpe, se abrió dejando paso a su tía Lenna que entró como una ventisca, pasó por donde estábamos nosotras y comenzó a hablar para perderse por la cocina notando como su voz se desvanecía más y más conforme se alejaba. Miré el reloj y vi que ya era demasiado tarde y no quería dejar a Alessia sola. La tarde se me había pasado volando y me habría gustado que fuera algo más temprano, pero las horas pasaban deprisa cuando más lo estabas disfrutando.
Miré a Astrid divertida y terminé de taza de té para levantarme, era hora de irme, aunque no quisiera marcharme todavía, pero debía hacerlo. Seguramente su tío también regresaría pronto y tendrían que preparar la cena y no quería importunar, aunque sabía que nunca lo hacía y Lenna me lo había dejado claro muchas veces. Miré a mí amiga a los ojos al levantarme y supe también que ella sabía que me iba.
-Me ha alegrado mucho pasar esta tarde contigo, Astrid, se me ha pasado tan rápido que aún me han quedado cosas por contarte, pero no es el momento –miré un momento hacia la puerta sabiendo que ella me entendería- La próxima vez te invito yo al té en casa, así puedes ver a Alessia y hablamos mucho más tranquilas, ¿te parece bien? –esperé su respuesta y me acerqué a ella abrazándola, envolviendo su cuerpo entre mis brazos dándole un cálido y sentido abrazo- Espero que no tenga que pasar mucho tiempo como esta última vez –dejé dos besos en su mejilla y esperé para despedirme de su tía- Lenna, me ha alegrado mucho verla, pero me tengo que ir ya. Dele recuerdos a su marido de mí parte –eché una última mirada a Astrid, y me despedí de nuevo de ambas siendo acompañada hasta la puerta- Ya te aviso yo para la próxima vez –sonreí mirándola una última vez, y salí de aquella cada donde me había aislado en una burbuja, pero era hora de volver a la realidad.
La conocía lo suficiente como para saber que algo estaba pasando, que algo la tenía preocupada y no podía discernir qué era exactamente. Desde que había vuelto de la cocina en la que había vuelto a preparar otra tanda de té la noto algo más… extraña. Inquieta sería la palabra adecuada. Observo como llena las tazas con aquel té y la miro al sentarse delante de mí de nuevo, sus preguntas sobre mí padre hacen que la mire algo más fija y me muerda el labio… no quería recordarlo, me hacía sentir como que me estaba volviendo loca de una forma tan extraña, y absurda, que me desquiciaba.
No podía entender cómo la mente humana podía pasarte tal malas jugadas de una forma tan real, porque todo lo que había pasado con mí padre desde el primer sueño que tuve con él, parecía tan real que si no supiera que no podría ser cierto, por el aspecto que él tenía, juraría que era él de verdad. Pero no podía ser, los años no pasaban en balde para ninguna persona y yo ya no era aquella niña de ocho años que lo había visto partir por última vez de mí vida mientras nos separaban, y él no podría ser aquel hombre jovial que tenía en mí recuerdo.
Tomo la taza de té que prepara para mí y soplo sobre ella esperando a que se enfríe un poco más, seguramente estaría ardiendo pues lo acababa de sacar mientras dice que es simplemente curiosidad. ¿Lo sería realmente? La había visto algo más que curiosidad pero no quería rebatirla, nos conocíamos lo suficiente como para saber que si ella quería saber algo me lo preguntaría directamente, no se andaría con rodeos. Entre nosotras no lo necesitábamos, podíamos hablar tranquilamente sin tapujos y sabiendo que no seríamos juzgada por la otra. Por eso mismo le había contado a lo que me dedicaba cuando ya había cierta confianza con ella, y ¿qué podría haber más fuerte que decirle que era una cortesana? Pocas cosas sin duda alguna. Suspiré tras darle un sorbo a la taza y la dejé de nuevo en el plato.
-Ojalá yo tuviera la respuestas a esas preguntas, As. Siempre desde que me separé de ellos he pensado en ellos, los he echado de menos, he añorado muchas cosas que ojalá no tuviera que haber echado en falta… me despojaron de ellos demasiado pronto y ojalá hubiera compartido más cosas con ellos… no sé, quizás poder haber tenido la ocasión de tener una charla razonable con mí madre, que me preparara para la vida de adulta, que hasta incluso me advirtiera sobre los hombres, ¡Oh, Astrid! Te aseguro que me habría venido muy bien esa charla –quise darle un toque de humor a aquello, porque sentía que los recuerdos estaban empañando aquel encuentro y mí estado de ánimo comenzaba a decaer poco a poco. Esa herida todavía no estaba curada y cada vez que hablaba de ellos sentía como la congoja se apoderaba de mí, hasta sentir la quemazón en la garganta sabiendo que si seguía terminaría por llorar- Ahora lo único que hago es dejarme llevar por mí intuición, pensando en que quizás me estoy dejando llevar demasiado, y con la incertidumbre de si me daré de nuevo contra un muro… no sería la primera vez que me pasa –intento sonreír pero la sonrisa no llega a ser sincera del todo mientras noto su mano puesta sobre la mía, agradezco el gesto que tiene conmigo y tomo su mano como muestra de apoyo- Gracias, Astrid –no sabía qué más podía decirle… ni siquiera estaba segura de que ella encontrara las respuestas que surcaban también por mí mente.
Escuché sus palabras sobre aquellos hombres y me reí sin poder evitarlo cuando dijo que los hombres siempre eran el problema. Me reí divertida por aquello porque sabía que aquella frase tenía toda la razón del mundo, y quizás mí amiga ni siquiera podría llegar a darse cuenta de lo realmente significaba… durante casi toda mí vida, los hombres habían sido mí mayor problema. Ahora después de tantos años sabía como debía de tratarlos, cómo manejarlos a mí antojo y hacer con ellos casi prácticamente lo que quería. Podría sonar como si me diese aires de superioridad… pero había aprendido cuál era su punto débil y había aprendido, más aún, a sacarle partido y utilizarlo en mí beneficio y favor. Y no fallaba. Nunca.
-Ay Astrid, no sabes cuánta razón tiene esa frase… los hombres han sido, son y serán un problema, no podría estar más de acuerdo contigo –me mordí el labio divertida tomando otro pastelito, quedan pocos y quería comer alguno más- Por suerte para ti tienes a una amiga que sabe cómo tenerlos en la palma de tú mano –sonreí- por lo que no dudes en preguntarme cualquier cosa que necesites, o cualquier duda que tengas. Sabes que puedo ayudarte y en más de varios sentidos –implícitamente, le estaba diciendo algo mucho más allá que seguramente ella habría captado y no pude evitar sonreír de lado por ello- Quizás es que deberían de haber aparecido por algún motivo en concreto… yo aparecí así en tú vida, y mira ahora dónde nos encontramos –sonreí- Al principio quizás no lo entendemos y pensamos incluso que no nos lo merecemos, pero con el tiempo te vas dando cuenta de que si están en tú vida, es por una razón –me mordí el labio, yo también tenía a gente que había aparecido así en mí vida y ahora me estaba debatiendo y preguntando cómo acabaría y a dónde nos llevaría. Con Alessia ya lo había descubierto, y con Astrid igual, ahora tocaba saber qué diablos pasaría con Gael. Escuché sus palabras y esta vez fui yo quien dejó mí mano sobre la suya, envolviéndola- Astrid, es cierto que un corazón es una carga muy pesada… es demasiado pesada. Y sé de lo que hablo, he tenido esa sensación mucho tiempo desde que Alessia vive conmigo; velo por ella, cuido de ella y siento que es mí mayor responsabilidad… no me quejo, pero es difícil de cuidar así de un corazón. –Hice una mueca cuando dijo que no se trataba de amor, no todo tenía por qué tratarse de amor- Sin embargo a pesar de que su carga es pesada, cuando des con el adecuado, sentirás que merece la pena soportar esa carga y no te importará el tener que hacerlo. Es más, querrás tú misma sostener ese corazón en tus manos… y esa idea es demasiado bonita –ya había salido mi vena romántica con aquello, aunque la deseché de un plumazo- Procura no cargar con muchos corazones Astrid, y no olvides que el tuyo también merece que sea cargado… aunque ya sabes que yo te llevo aquí –toqué con mí mano libre mí pecho, donde estaba mi corazón, y le sonreí.
Quería haber hablado algo más de ello e indagar en por qué estaba pensando todo aquello cuando la puerta, de golpe, se abrió dejando paso a su tía Lenna que entró como una ventisca, pasó por donde estábamos nosotras y comenzó a hablar para perderse por la cocina notando como su voz se desvanecía más y más conforme se alejaba. Miré el reloj y vi que ya era demasiado tarde y no quería dejar a Alessia sola. La tarde se me había pasado volando y me habría gustado que fuera algo más temprano, pero las horas pasaban deprisa cuando más lo estabas disfrutando.
Miré a Astrid divertida y terminé de taza de té para levantarme, era hora de irme, aunque no quisiera marcharme todavía, pero debía hacerlo. Seguramente su tío también regresaría pronto y tendrían que preparar la cena y no quería importunar, aunque sabía que nunca lo hacía y Lenna me lo había dejado claro muchas veces. Miré a mí amiga a los ojos al levantarme y supe también que ella sabía que me iba.
-Me ha alegrado mucho pasar esta tarde contigo, Astrid, se me ha pasado tan rápido que aún me han quedado cosas por contarte, pero no es el momento –miré un momento hacia la puerta sabiendo que ella me entendería- La próxima vez te invito yo al té en casa, así puedes ver a Alessia y hablamos mucho más tranquilas, ¿te parece bien? –esperé su respuesta y me acerqué a ella abrazándola, envolviendo su cuerpo entre mis brazos dándole un cálido y sentido abrazo- Espero que no tenga que pasar mucho tiempo como esta última vez –dejé dos besos en su mejilla y esperé para despedirme de su tía- Lenna, me ha alegrado mucho verla, pero me tengo que ir ya. Dele recuerdos a su marido de mí parte –eché una última mirada a Astrid, y me despedí de nuevo de ambas siendo acompañada hasta la puerta- Ya te aviso yo para la próxima vez –sonreí mirándola una última vez, y salí de aquella cada donde me había aislado en una burbuja, pero era hora de volver a la realidad.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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