La hora del té || Libre

por **Nói Runa Hauksdóttir** Dom Sep 30, 2012 3:21 pm

"LA HORA
DEL TÉ

CON Larisa Navratinova ∞ EN el Café Procope ∞ 18.00

Hacía ya una semana desde mi encuentro con Larisa en el teatro.
Desde aquel día había estado acudiendo a la cita diaria que habíamos concertado, siempre a la misma hora: al comienzo de los ensayos de la mañana.
Éstos eran largos y en ocasiones estresantes, sobre todo al principio, antes de que se estrenara la función, ya que debíamos sincronizarnos a la perfección lo más rápido que nos fuera posible si no queríamos que todo acabara en desastre.

Sin embargo, Larisa parecía sentirse como pez en el agua en este ambiente.
Al fin parecía abrirse un poco a la gente y perder la vergüenza. Comenzaba a simpatizar con muchos de los músicos que admiraban el gran talento de la chica, y viceversa.
A ojos de mis compañeros, Larisa era una prima mía que había venido a hacerme una visita a París y, como yo no tenía más familia aquí, tenía que llevarla conmigo a trabajar. Por suerte, no levantamos sospecha ninguna. Ella había llegado hace poco a la ciudad y aún conservaba el acento particular de su tierra, parecido, en cierto modo, al mío, aunque éste ya estaba mucho más diluido. Lo cierto es que los músicos estaban encantados con ella y en ningún momento se quejaron de su presencia.

Cuando terminaban los ensayos solíamos ir a dar una vuelta. Me gustaba enseñarle los sitios de París más especiales para mí, poco a poco, para que fuera saboreando el encanto de la ciudad.

Sin embargo aquel día fue diferente.
Salimos del teatro mucho más tarde que de costumbre, pues esa misma noche era el estreno de la nueva obra y nos pasamos toda la mañana y parte de la tarde ultimando detalles.
La mayoría estaban de los nervios, y yo acabé la jornada con un dolor de cabeza horrible.

Eran ya las seis de la tarde cuando decidí tomarme un descanso.
No pensaba volver al teatro hasta que faltara una hora para el comienzo de la actuación, pues necesitaba despejarme un poco si quería que todo fuera bien esa noche. Por suerte, hacía un tiempo espléndido, ideal para pasear por las calles parisinas.
Agradecí muchísimo que Larisa hubiera aguantado todas esas horas de trabajo a pesar de que no era su deber. Así que, como muestra de gratitud, decidí invitarle a tomar algo en mi lugar preferido: el Café Procope.

La verdad es que aún no habíamos intimado mucho.
Normalmente hablábamos de cosas banales y hacíamos bromas para romper un poco el hielo y que así fuera cogiendo confianza. Tampoco quería atosigarla a preguntas, sino que éstas fueran surgiendo solas.
Ir al café me pareció una buena excusa para adentrarme en materia.

Aquella chica tenía un nosequé que me intrigaba.
Su presencia me inspiraba tranquilidad, una dulce calma interior, debido a su sencillez y naturalidad. Pero había algo en ella que a la vez me transmitía cierto desasosiego.
A menudo se quedaba pensativa, como en trance, con la mirada perdida y una expresión de angustia. De pronto se reponía y era como si nada hubiera ocurrido, pero sentía que algo le atormentaba por dentro y no alcanzaba a saber de qué se trataba. Me di cuenta de esto el primer día. Algo no iba bien, y yo quería ayudarla, si me era posible.

Llegamos a la rue de l’Ancienne-Comédie, la calle en la que se encontraba el café, y nos acomodamos en una de las mesas de la terraza.
Bueno, yo más bien me dejé caer en la silla. Posé los brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza sobre mis manos, masajeándome las sienes. Esperaba de este modo poder apaciguar el dolor de cabeza. Cerré los ojos y me eché sobre el respaldo. Suspiré.

— Uff… Ya estoy mucho mejor —anuncié.— Qué bien sienta respirar aire fresco de vez en cuando.

Dibujé una sonrisa cansada y ella me correspondió. Me incorporé un poco sobre la silla para que pudiéramos hablar mejor.

— Bueno, Larisa, ¿cómo te va todo? ¿Qué tal las cosas por casa? ¿Saben que estás acudiendo al teatro o todavía no?

No había terminado la frase cuando se acercó un camarero a tomarnos nota.
Qué rapidez, pensé sorprendida.

— ¿Qué desean tomar, señoritas? —preguntó amablemente.

—Yo tomaré un té negro, por favor. —Me dirigí a Larisa— ¿a ti qué te apetece?
.

BY тangerιne FOR SOURCECODE

por **Larisa Navratinova** Dom Sep 30, 2012 3:38 pm

Larisa se quedó pensativa ante esta pregunta. Al ver la carta, muchas cosas le habían gustado. Al final, se decidió.

-Quiero un té con leche y una porción de blinis, por favor-. Le sorprendió de manera grata que hubieran Blinis en aquella cafetería, siendo que eran dulces típicos de Rusia. Pero fue feliz, a su manera. Hace tiempo que no comía aquellos bocadillos, y la tentaron inmediatamente en cuanto posó sus ojos sobre ellos.

Luego se volvió a hablarle a Nói.

-En cierta forma saben que voy al teatro, pero mamá cree que tomo clases particulares con un maestro de órgano, lo cual no está tan lejos de la realidad- rió, para relajar un poco el ambiente.

La verdad era que disfrutaba mucho sus visitas al teatro. Allá todos la trataban bien, y ella tenía una enorme cantidad de músicos que admirar. Todos tocaban estupendamente, se notaba que habían consagrado su vida a la música. Ella ayudaba cuanto podía en los ensayos, poniendo orden por aquí y por allá, y con el tiempo se gano un pequeño espacio en aquel lugar donde sólo importaba cómo veías la música.

Pero, aunque era más feliz que cuando llegó, el recuerdo de Vladimir seguía atormentándola tenazmente. No quería dar su brazo a torcer.

A pesar de que su aventura en el centro de París con Noah le había traído más tranquilidad al respecto- al pensar en este último se le escapó una sonrisa de agradecimiento-, todavía no quería esfumarse del todo. Ella luchaba encarnizadamente por mitigar un poco el dolor, pero no parecía funcionar. Estaba estancada.

Y al parecer, todos notaban su batalla interior.

El camarero llegó, con los pedidos de ambas. Al ver que Nói no había pedido comida, ella le acercó los Blinis con una sonrisa.

-Pero si no has pedido nada para comer... ¿Quieres un poco? Son de mi país, y muy buenos- agregó, con un saltito de felicidad.

por **Nói Runa Hauksdóttir** Lun Oct 01, 2012 1:22 pm

Acepté con gusto su invitación, aunque tan solo le robé un bocadito.

— Hmmm… Esto yo lo he probado antes —dije saboreándolo, con el ceño fruncido intentando recordar cuándo fue eso. Me atraganté un poco mientras hablaba, tosí, me reí y tragué el bolo.— Lo siento —me disculpé riendo a causa de mi torpeza.— Por cierto, Larisa, ¿te puedo preguntar de dónde eres, si no es mucho descaro? Llevamos varios días hablando y acabó de caer en qué no sé de qué país procedes, aunque a juzgar por tus facciones y tu acento diría que vienes del Este de Europa, ¿me equivoco?

Le pegué un sorbo al té, aún dirigiendo mi mirada hacia ella.

— ¿Cuál fue el motivo por el que tu familia decidió venir a vivir aquí?

por **Larisa Navratinova** Lun Oct 01, 2012 1:34 pm

Cierto. Llevaban conviviendo varias semanas, y aún no sabían prácticamente nada de la otra. Se sintió... bastante maleducada.

-¿Yo? Soy de Rusia, del sur de Rusia. Vivimos cerca de San Petersburgo, ¿lo conoces?- mordisqueó un Blini mientras seguía hablando- Mi padre es hacendado, tenemos una gran extensión de tierras. Nunca había salido de casa, así que no tuve tiempo de practicar bien el acento- agregó, explicando el por qué de su continuo marcado de la "r".

La segunda pregunta hizo que el Blini se le revolviera en el estómago.

-No, mi familia sigue viviendo en Rusia, o al menos gran parte de ella. Sólo mi madre y yo vinimos a Francia a descansar. Digamos que necesitábamos un poco de paz y tranquilidad- recordó el ambiente pesado que se sentía en aquella casa, y de cómo su madre, maleta en mano, le avisó del viaje el mismo día en que partieron.

Sabía que después de eso tendría que hablar de Vladimir, pero prefirió atrasar un poco el momento. Volvió a comer un pedazo de Blini.

-Y tú, Nói, ¿de dónde vienes? ¿Qué te trajo a Francia?

por **Nói Runa Hauksdóttir** Lun Oct 01, 2012 3:08 pm

Su respuesta me sorprendió bastante, pero traté de disimularlo como pude. No sabía si era del todo bueno seguir tanteando por ahí, pero sin duda me acercaba al origen de su angustia.

Por el momento, me limité a explicarme un poco yo también. Al fin y al cabo era lo justo si ella empezaba a abrirse conmigo.

— ¡Sí! Estuve una vez allí, cuando era muy pequeña. Recuerdo que hacía mucho frío… —Sonreí.— Yo nací en Islandia, concretamente en Akureyri, un pueblo portuario situado al norte, en el que también hace mucho frío. —Reí de nuevo— Me crié en una familia de comerciantes, viajábamos por toda Europa, y es por eso que he visitado tantos sitios, aunque eso fue hace demasiados años y ya apenas me acuerdo de muchos. Hubo una época en la que nos fue muy bien y teníamos casas en varios sitios, las más importantes en Akureyri, Porvoo (Finlandia) y Copenhague (Dinamarca).

Dudé un momento.
No estaba acostumbrada a contar mi historia y me costaba bastante encontrar las palabras exactas que reflejaran lo que quería decir.

“¿Qué te trajo a Francia?”
La respuesta a esa pregunta era sumamente compleja y algo dramática.
Me estaba debatiendo entre contarla tal y cómo fue o pasar por alto ciertos detalles escabrosos. Siempre he tenido mucho reparo en hablar de mi cosas a gente que conozco desde hace poco tiempo, pero ella me inspiraba una confianza que pocas veces había experimentado. En cualquier caso, pensé que si me sinceraba con Larisa, ella lo tendría más fácil conmigo. Estaba convencida de que el simple hecho de soltar aquello que le atormentaba le ayudaría mucho.

— Cómo llegué a París es un asunto un poco complicado. —Me rasqué la nariz e inconscientemente se agravó mi expresión, aunque intenté no parecer demasiado seria para que no se sintiera incómoda.— Estábamos pasando una temporada en Copenhague cuando unos bandidos asesinaron a mi padre. Yo tenía ocho años. Todo lo que ocurrió después de esto fue de mal en peor. Mi madre cayó en una profunda depresión y sin ella no podíamos mantener la economía familiar. Tengo dos hermanos mayores, ambos regresaron a Islandia a formar una nueva vida. Yo me trasladé con mi madre a París, porque, según decía, cualquier otro sitio le recordaba demasiado a mi padre. —Di un trago al té.— Y aquí llevo viviendo desde entonces.

Esbocé una sonrisa, algo débil y cansada, antes de bajar la mirada y quedarme absorta observando los posos de té. Una sensación extraña, aunque leve, invadió mi cuerpo. No imaginé que hablar de ello me afectara ya de ningún modo. ¿Había hecho bien?
Balbuceé un poco, como si fuera a decir algo, pero ningún sonido salió de mis labios.

Crucé mi mirada con la de Larisa. Estaba en blanco. No sabía qué decir ni cómo retomar la conversación. Me preocupaba hacerle sentir mal.

por **Larisa Navratinova** Lun Oct 01, 2012 6:41 pm

Larisa la miró, súbitamente sorprendida.

La historia de Nói le llegó bastante hondo. No sabía que pensar, aparte de sentir una gran tristeza. Se sintió... ¿Cómo decirlo? Identificada.

Nói, al igual que ella, también había perdido a un ser querido, uno tan importante como puede serlo un padre. Un apoyo y soporte para la vida en general. Si hubiera perdido a su padre, Larisa simplemente no habría sobrevivido a la pérdida. Posiblemente, ni siquiera hubiera tratado de luchar. Pero no era el padre el que había muerto. Era su hermano y mejor amigo.

Si había podido contarle la historia a Noah, que por cierto en ese entonces era un completo desconocido, ¿por qué no a Nói, con la que había estado compartiendo las últimas semanas?

Tomó aire, y habló.

-Lo lamento mucho, Nói. Sé lo que se siente perder a un ser querido. Yo... Bueno, mi hermano murió hace no mucho, tratando de protegerme. Él era un gran hombre, y mi mejor amigo.

Larisa sólo correspondió a la sonrisa triste de su acompañante.

por **Nói Runa Hauksdóttir** Mar Oct 02, 2012 7:23 am

La miré a los ojos, conmovida por su historia.
Permanecíamos en silencio, pero no era un silencio incómodo, sino comprensivo. No eran necesarias palabras ni gestos para expresar lo que sentíamos.
En mi caso era una leve angustia latente, como el recuerdo de una pesadilla durante la vigilia. En el suyo, quizás, el sentimiento fuera más intenso ya que era un hecho mucho más reciente.

La muerte de nuestros seres más queridos manchaba nuestras vidas. Un desgraciado punto en común que probablemente explicara muchas de las emociones que experimentaba hacia ella.
Había llegado a donde pretendía llegar, a alcanzar esa espina clavada en su corazón. Obviamente no podía tirar de ella, pero confiaba en poder apaciguar el dolor de alrededor, aunque fuera un poco. El resto sólo podía curarlo el tiempo.

Perder a un hermano era muy duro, quizás más que a un padre, pues se supone que los hijos, tarde o temprano, enterrarán a sus progenitores —la naturaleza es así— pero que ocurra al contrario debe de ser un gran golpe para la familia.
Un niño que tenía toda su vida por delante, tanto por descubrir, le es arrebatado todo súbitamente. ¿Y qué queda? Sólo el dolor de quienes le recuerdan.
De pronto, muchas cosas encajaron.

— Es por eso que vosotras habéis venido a París, ¿verdad? Para alejaros de ese recuerdo… —reflexioné en un murmullo.— No imaginas cuánto lo siento —añadí con sinceridad.

Hice un esfuerzo mental por escapar de ese pozo de sensaciones negativas en el que parecíamos hundirnos.
No estaba segura de que hubiera sido buena idea sacar el tema si eso la ponía triste, aunque esperaba que al haberse desahogado se sintiera algo mejor.

— Larisa, sé que perder a alguien a quien quieres tanto es algo muy duro, y por ello te quiero decir, que si en algún momento necesitas hablar de ello, puedes contar conmigo. Es más, siempre que te sientas triste y no sepas a quién acudir puedes venir a verme, ya sea al teatro o a mi casa. Te apunto la dirección.

Saqué una pluma estilográfica de uno de los bolsillos de mi falda, escribí en la servilleta que el camarero había colocado bajo el plato de Larisa: Rue Ravignan, 11 y se la tendí.

— No es necesario que avises. Si no estoy en un sitio, estoy en el otro. Así siempre sabrás dónde puedes encontrarme. Y lo digo en serio, no dudes en hacerlo si necesitas cualquier cosa.

Sonreí sinceramente.

por **Larisa Navratinova** Mar Oct 02, 2012 10:37 am

Larisa tomó el papel que le tendía Nói con una sonrisa un poco más apaciguada.

-Gracias, Nói. Ten- a cambio, le dio la tarjeta de su casa-. Sé que sabes dónde vivo, pero nunca está de más tenerla a mano cuando es necesaria. Además, creo que nunca me has escuchado tocar un piano de verdad- agregó, como extendiendo la invitación.

A pesar de que ya había mostrado su pericia en el Órgano, éste era un instrumento de notas graves, que había que tocar con fuerza. Le gustaba más su piano, que le permitía sonidos un poco más amables y coloridos. Más felices, incluso.

El piano, de hecho, le había permitido salir del agujero en el que estaba metida en Rusia.

-¿Sabes? Es difícil tratar de olvidar… Y aún más tratar de recordar. He tratado de olvidar todos los días de estos últimos ocho meses el recuerdo de la muerte de mi hermano. Me persigue todos los días. Pero se me ha hecho más complicado el recordar quién o qué fue lo que lo mató. Es como si mi mente lo hubiera borrado a propósito.

Larisa tenía dudas sobre esto último. Creía que si podía recordar algo del atacante, posiblemente sus recuerdos la dejaran más tranquila.

Por otro lado, su mente le decía constantemente que no quería saberlo.

por **Nói Runa Hauksdóttir** Miér Oct 03, 2012 3:39 pm

— ¡Oh! ¿Es esto una invitación a tu casa?

Me lo tomé como un gesto de la confianza que Larisa había depositado en mí, lo cual me sorprendió gratamente. No imaginaba que estuviera dispuesta a meter a alguien como yo tan pronto en su casa. En una casa de clase alta, donde los protocolos y las normas son una base esencial de la educación, una educación de la que no fui ni mínimamente consciente hasta que empecé a tocar en reuniones de la nobleza hace unos cuantos años ya.

— La verdad es que me encantaría oírte tocar ese piano. —añadí con una sonrisa que rápidamente se quedó congelada en mis labios cuando la joven rubia continuó hablando.

— Es un mecanismo de defensa de la mente, a todos nos pasa, sin excepción, cuando algo muy malo ocurre en nuestras vidas. —Hice una pausa y me acerqué un poco a ella, para poder hablarle en un tono algo más íntimo— Nunca te fuerces a recordar aquello que te hace daño. Ese recuerdo regresará solo cuando la herida haya sanado. Hay gente que no es capaz de superarlo nunca, pero sé que tú eres una chica muy fuerte y podrás seguir adelante sin problemas. No olvides jamás a tu hermano, él ahora vive en ti y en tu memoria, pero trata de recordarle tal y cómo era contigo en los buenos momentos, así es cómo él querría ser recordado, con una sonrisa. Tu sonrisa. Te mereces ser feliz, Larisa.

por **Larisa Navratinova** Miér Oct 03, 2012 7:13 pm

Larisa se le quedó mirando, con los ojos bien abiertos. No lo había pensado de esa manera.

Nói tenía razón. Ella merecía ser feliz, ¡y mucho! Había sobrevivido, en primer lugar. Había luchado por moverse cuando estuvo Catatónica. Había recobrado el amor por la vida, luego de meses sufriendo. Había recobrado, de a poco, algo del carácter que tenía antes. Había batallado con sus propios dedos para recobrar su habilidad en el piano, y había ganado.

Resumiendo, era una luchadora. Y había ganado ya muchas batallas.

Y, más importante, Vladimir merecía que ella sonriera. Por él. Por todos.

-Tienes razón. Merezco ser feliz después de todo esto- parecía que estuviera reflexionando, pero debajo de ese tono había un fuerte sentimiento de decisión. Ella iba a luchar. Seguiría peleando.

Pero algo que se dibujó bajo el tono de Nói cuando le dio aquel discurso moral activó una pequeña alarma en su interior. Muy pequeña, pero lo suficientemente notoria como para preocuparla.

-Nói, ¿Tú eres feliz?

por **Nói Runa Hauksdóttir** Jue Oct 04, 2012 8:31 am

La pregunta me pilló completamente desprevenida.
Me recosté sobre el respaldo de la silla y fruncí el ceño.

Ser feliz… No era un asunto que me planteara muy a menudo, más bien era un tema que prefería evitar, probablemente por temor a la respuesta.
¿Qué es la felicidad, al fin y el cabo? ¿Despertarse con una sonrisa por las mañanas? ¿Tener ganas de cantar y bailar mientras paseas por la calle? No, simplemente es tener una razón por la que hacerlo, una razón para levantarse cada día y salir a la calle. La felicidad es estar a gusto con uno mismo.

Y yo lo estaba, en cierto modo.
Me había acostumbrado a mi vaga soledad, y aunque no había nada que me hiciera especial ilusión, tenía fuerzas suficientes para vivir el día a día. La rutina muchas veces me resultaba tediosa, pero era necesaria si quería mantener mi cabeza ocupada. Me limitaba a apreciar las pequeñas cosas, a vivir cada instante como si fuera único. Procuraba no pensar en el pasado ni en el futuro y trataba de alejar cualquier sensación desagradable que intentara invadirme. Disciplina. Si eso es la felicidad deja mucho que desear, pero al menos alivia el dolor.

Me había acostumbrado a la pérdida. Al fin y al cabo había perdido todo lo que quería de forma progresiva.
Primero fue mi padre, seis años más tarde mi madre y poco tiempo después fui engañada por el único hombre al que amé. Bufé para mis adentros. Nunca reconocería que aquello aún me ponía triste. Sin embargo luchaba cada día contra esa tristeza. Quizás por eso me pasaba el día entre el teatro, librerías y bares. De algún modo intentaba escapar de mí misma, pero ni siquiera era consciente de ello. Tampoco me preocupaba. Yo era todo lo feliz que podía ser, o al menos de eso intentaba convencerme.

Me pregunté si esto era la fortaleza de la que le hablaba antes a Larisa, crear una barrera interior contra el mundo y contra una misma.
Era bastante decepcionante en cualquier caso, aunque por desgracia no conocía ninguna otra vía de escape. Qué frustrante.

— Supongo que sí —dije finalmente— si es que la simple estabilidad es ser feliz.

Me hubiera gustado preguntarle a Larisa cuál era su opinión sobre el tema, pero supuse que lo último que le apetecería en ese momento sería pensar en “la felicidad”. Cuando pierdes a alguien a quien quieres, todo parece una mentira, empezando por esa felicidad que al parecer todo el mundo ansía. Un objetivo imposible para ti, piensas, pues el dolor es tan profundo que no te deja ver con claridad. Pero al final todo acaba pasando, aprendes a relativizar y entiendes que no hay ningún valor absoluto.
“La felicidad”, como tal, no existe.

por **Larisa Navratinova** Jue Oct 04, 2012 12:27 pm

Cuando la oyó, no se escuchaba para nada feliz.

Larisa frunció el ceño. La felicidad, en sí, era un tema difícil de tratar. Era un sentimiento bastante efímero, te dejaba una buena sensación, pero luego, ¿qué? Se iba, como todo. Como todos.

Las únicas veces que Larisa recordaba sentirse feliz era cuando los demás estaban felices. Quizá ese era el secreto. Ver a la gente que más quieres sonreír. Ahora, con la partida de Vladimir, nadie sonreía en su casa. Y ella no había sentido verdadera alegría en mucho tiempo.

-Yo creo que la felicidad se basa en ayudar a los demás- se aventuró a decir, pensativa-. Si puedes hacer que alguien sonría gracias a ti, no puedes considerarte un ser triste. Escuché hace mucho tiempo una frase. “Si no vives para Servir, no sirves para Vivir”. Creo que ése es el secreto para ser feliz. Ayudar a otros a serlo.

Esas palabras venían cargadas de sinceridad, y Larisa esperaba que sirvieran para animar a Nói. Quizá no era el mejor ejemplo de “una persona feliz”, pero si podía ayudarla a encontrar su camino se sentiría mucho mejor y más fiel a esa frase que nunca.

por **Nói Runa Hauksdóttir** Vie Oct 05, 2012 3:48 am

— Entonces sonríeme una vez —dije sin pensar. Me sorprendió a mí misma escucharme decir estas palabras tan repentinamente, por lo que la miré para ver su reacción.— Quiero creer que nada de lo que hemos hablado esta tarde te ha hecho sentir mal, no quisiera haber reabierto ninguna herida. Es sólo que al soltarlo pensé que te sentirías mejor. Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, porque, ahora que hablas del tema, realmente quiero que seas feliz.

Y hubiera añadido “ya era así desde la primera vez que hablamos”, pero quizás hubiera sido un poco precipitado. Es cierto que aquella chica me inspiraba cierta ternura. Pensé entonces que quizás se debiera a que me sentía identificada con ella, ahora más que nunca: una joven que pierde a un ser muy querido y acaba en París sola y perdida. Quería ayudarla a cualquier costa, que estuviera bien, que se acabara alegrando de estar aquí. Me di cuenta por primera vez que probablemente fuera para redimirme de algún modo, asegurarme de que ella no lo pasaba tan mal como lo pasé yo. Ya me salió el espíritu protector.

Me dije a mí misma que ya era hora de variar un poco el tono de la conversación, pues tanta seriedad no creo que le viniera bien a Larisa, y al fin y al cabo habíamos venido a divertirnos. Me preocupaba que estuviera triste.

— Quizás ésta no haya sido la conversación más adecuada para distraernos de las horas de ensayo del teatro —bromeé riendo.— Espero no haberte incomodado con esto.

por **Larisa Navratinova** Vie Oct 05, 2012 2:12 pm

Larisa le dedicó una sonrisa más bien tímida. La reacción de Nói la había sorprendido bastante, y no sabía cómo reaccionar del todo. A decir verdad, no sabía bien cómo demostrar de manera abierta sus sentimientos, siendo que desde pequeña le había enseñado que "la humildad venía antes que todo".

Pero si aquello podía ayudar a su amiga a ser feliz, no iba a dudar en hacerlo.

-No, no me incomoda en absoluto, no te preocupes- esta vez sonrió más abiertamente-. A veces tenemos que enfrentar a nuestros demonios internos, por muy fuertes o malignos que parezcan.

Volvió a darle un sorbo a su té, buscando un buen tema para conversar. Quizá la música no era un mal tópico después de todo. Ambas coincidían en eso, ¿no?

-La verdad nunca me has dicho quién te enseño música- lanzó, como una interrogante en el aire-. Yo ya te mencioné que aprendí sola. ¿Quién te enseñó a tocar así?

Esperaba que no fuera una pregunta demasiado impertinente. Cuando se trataba de música, Larisa siempre sentía una curiosidad quizá demasiado temeraria. Hasta ahora, no la había metido en problemas, pero siempre podía haber algo entre medio. Quizá no era bueno ser tan entrometida.

por **Nói Runa Hauksdóttir** Dom Oct 07, 2012 8:10 am

— Lo cierto es que, al igual que tú, gran parte la aprendí por mi cuenta. Mi madre tocaba el arpa muy bien, me enseñó todo lo que sabía y el resto lo aprendí practicando sola. Mi instrucción en el pianoforte comenzó oficialmente a los cinco años y concluyó a los trece, antes de lo que debería. Será porque también es mi forma de evadirme de los problemas, y, en aquella época, la música era la única vía de escape. Tuve varios profesores y en diversos lugares, ya que mi familia se estaba moviendo constantemente de un país a otro y no quería dejar mis clases. Así que tengo una mezcla de estilos y folklores en la cabeza que es un lío, aunque es bastante divertido —reí. Vaya rollo le acababa de soltar.— ¿Tú sigues asistiendo a clases o ahora sólo practicas por tu cuenta?

por **Larisa Navratinova** Dom Oct 07, 2012 5:08 pm

-Yo siempre he practicado sola. Los maestros me rehuyen, de algún modo.

Le había pasado con varios. En Rusia, nadie quería enseñarle porque no necesitaba aprender nada más. El único que se había quedado un rango de tiempo largo había sido Muzio Clementi, encantado con su manera de tocar. Pero luego de un tiempo no tuvo nada que enseñarle, y se marchó. En Francia, era distinto. Los maestros que su madre le contrataba eran demasiado orgullosos para admitir que una niña de diecinueve años interpretaba piezas complicadas mejor que ellos. A los dos días de haber comenzado, se retiraban diciendo “buena técnica, pero no tiene el alma para interpretar sonatas de este tipo”. Y se iban, indignados.

Por esa razón, Larisa se había resignado a hacer lo que mejor sabía: encerrarse a tocar, sin descanso.

-No sé por qué, pero tengo la impresión de que las personas que aprenden solas a interpretar música lo hacen de manera muy distinta a aquellos que han tenido instrucción de maestros desde pequeños. Hay algo en la manera de tocar que nos hace diferentes. Quizá porque ponemos el alma en lo que hacemos, a diferencia de quien ha sido obligado a aprender.

por **Nói Runa Hauksdóttir** Lun Oct 08, 2012 2:25 pm

—No podría estar más de acuerdo contigo.

Era algo que había visto sobre todo entre los nobles, especialmente en las niñas. Eran instruidas desde pequeñas, obligadas a tocar algún instrumento porque es “lo que se supone que debían hacer”, aparte de cuidar a sus futuros hijos. Mujeres florero que para lo único que servían era para agradar a quienes las mirara o las escuchara. No eran libres para amar la música, simplemente se regían por los patrones que otros músicos academicistas les imponían a cambio de una buena suma de dinero. Tráfico de arte, me gustaba llamarlo.

En mi mundo esto era muy distinto. No es algo que alguien eligiera por ti, al contrario, la música era “un capricho puntual”. Para los pobres, sobrevivir es la prioridad y no se permiten pensar siquiera en esas cosas. Por suerte yo tuve el apoyo de mi familia, será también porque pasamos por buenas épocas y nos lo podíamos permitir.

En cualquier caso, me alegraba que Larisa no hubiera sucumbido a esa educación autoritaria y vacía. La creatividad es algo innato, y a la chica le sobraba, lo cual era favorecido además porque poseía los medios para llevar a cabo su pasión, una suerte para ella.

Me llevé la taza de té a la boca, pero ningún líquido rozó mis labios siquiera.

—Vaya, parece que me lo he acabado, no me había dado cuenta —reí.— ¿Cómo vas tú? ¿Te apetece tomar algo más?

por **Larisa Navratinova** Lun Oct 08, 2012 7:58 pm

-Estoy bien, no te preocupes. Aunque comería una porción más de Blinis- se dijo a sí misma, pensativa. Aunque no lo pareciera, tenía un apetito muy poco acorde al de una dama francesa.

Mientras escuchaba a Nói responderle, se le había pasado por la cabeza el fugaz pensamiento de su suerte al haber nacido en una familia adinerada y respetada. Las ventajas comparativas eran varias, pero aún así no podía evitar sentirse culpable de su suerte. Había gente mucho mejor que ella, en todos los aspectos, que merecía estar en su lugar, tener los mismos gustos que ella tenía.

Pero las cosas no se podían cambiar así como así. Ella había nacido en aquella realidad. Tenía que conformarse y agradecer el hecho de haber llegado a una familia amorosa y sencilla como la que tenía.

Quizá, por esa misma familia, ella era más sensible a las desgracias de los demás, tenía esa extraña vocación de servicio que era mal vista en los grandes círculos de la sociedad. Círculos que preferían mantener las cosas como estaban, acorde a sus intereses personales.

Y quizá, por lo mismo, tenía más amigos de clases inferiores a la suya, que de su misma casta social.

-Rue Ravignan... eso no queda muy lejos de aquí, ahora que lo pienso- murmuró, pensando-. Si no es mucha molestia, ¿Podría visitar tu casa un momento?

por **Nói Runa Hauksdóttir** Miér Oct 10, 2012 2:30 pm

— Si quieres otro, te invito —dije con una sonrisa, hasta que comentó lo de ir a mi casa, a lo que respondí instintivamente, sin sopesarlo siquiera— …o si lo prefieres nos vamos ya.

Larisa tenía la costumbre de sorprenderme con demasiada frecuencia, muy a menudo me salía con cosas que no esperaba en absoluto y eso me desconcertaba bastante. No terminaba de acostumbrarme.

— Ehhh… —murmuré, completamente en blanco.— Bueno, Larisa, yo no tengo ningún problema en que vengas a mi casa, al contrario, es sólo que no sé qué esperas encontrar allí realmente… ¿Por qué quieres ir? No es que me importe, simplemente me ha pillado un poco por sorpresa.

Realmente no tenía ninguna objeción —aparte de que estuviera hecha un desastre y diera un poco de vergüenza ajena, especialmente para sus ojos, que supuse que estarían acomodados al lujo propio de su clase social. Me preocupaba más que según entrara, saliera corriendo despavorida ante tanto desorden. Pero a decir verdad, su proposición me venía bastante bien, pues igualmente hubiera tenido que ir a recoger un vestido, unos zapatos y otras tantas cosas necesarias para la actuación de aquella noche, y su compañía haría este paseo más agradable.

por **Larisa Navratinova** Miér Oct 10, 2012 7:06 pm

-Si te molesta, retiro lo dicho...

Ahí estaba. Lo había arruinado todo otra vez. Ella y su curiosidad. A veces necesitaba refrenar su lengua con urgencia. Algo que no le había enseñado su padre era acallar la curiosidad.

Decoro, Larisa. Te falta decoro.

No pudo evitar enrojecer, como siempre. ¿Por qué se le había ocurrido exteriorizar sus pensamientos? Siempre eran más rápidos que su sentido común, y a veces le traían algunos problemas. Gracias a Dios, Nói no parecía molesta. Más bien, se le veía curiosa. La curiosidad radicaba en el por qué de la petición de visita.

-Ehm... Es sólo curiosidad. Me gustaría ver cómo es tu casa. A veces los hogares revelan personalidades, por así decirlo.

Larisa era así. Sacaba conclusiones de los lugares más inverosímiles, a veces de cosas que el resto apenas notaba. Su sensibilidad artística le daba "algo más" de percepción lógica, sin caer en el esoterismo.

Era, más bien, sabiduría infantil, como la de los niños cuando se daban cuenta de cosas que los adultos pasaban por alto.

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