AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
La hora del té || Libre
2 participantes
Página 2 de 2.
Página 2 de 2. • 1, 2
La hora del té || Libre
Recuerdo del primer mensaje :
"LA HORA
DEL TÉ
DEL TÉ
CON Larisa Navratinova ∞ EN el Café Procope ∞ 18.00
Hacía ya una semana desde mi encuentro con Larisa en el teatro.
Desde aquel día había estado acudiendo a la cita diaria que habíamos concertado, siempre a la misma hora: al comienzo de los ensayos de la mañana.
Éstos eran largos y en ocasiones estresantes, sobre todo al principio, antes de que se estrenara la función, ya que debíamos sincronizarnos a la perfección lo más rápido que nos fuera posible si no queríamos que todo acabara en desastre.
Sin embargo, Larisa parecía sentirse como pez en el agua en este ambiente.
Al fin parecía abrirse un poco a la gente y perder la vergüenza. Comenzaba a simpatizar con muchos de los músicos que admiraban el gran talento de la chica, y viceversa.
A ojos de mis compañeros, Larisa era una prima mía que había venido a hacerme una visita a París y, como yo no tenía más familia aquí, tenía que llevarla conmigo a trabajar. Por suerte, no levantamos sospecha ninguna. Ella había llegado hace poco a la ciudad y aún conservaba el acento particular de su tierra, parecido, en cierto modo, al mío, aunque éste ya estaba mucho más diluido. Lo cierto es que los músicos estaban encantados con ella y en ningún momento se quejaron de su presencia.
Cuando terminaban los ensayos solíamos ir a dar una vuelta. Me gustaba enseñarle los sitios de París más especiales para mí, poco a poco, para que fuera saboreando el encanto de la ciudad.
Sin embargo aquel día fue diferente.
Salimos del teatro mucho más tarde que de costumbre, pues esa misma noche era el estreno de la nueva obra y nos pasamos toda la mañana y parte de la tarde ultimando detalles.
La mayoría estaban de los nervios, y yo acabé la jornada con un dolor de cabeza horrible.
Eran ya las seis de la tarde cuando decidí tomarme un descanso.
No pensaba volver al teatro hasta que faltara una hora para el comienzo de la actuación, pues necesitaba despejarme un poco si quería que todo fuera bien esa noche. Por suerte, hacía un tiempo espléndido, ideal para pasear por las calles parisinas.
Agradecí muchísimo que Larisa hubiera aguantado todas esas horas de trabajo a pesar de que no era su deber. Así que, como muestra de gratitud, decidí invitarle a tomar algo en mi lugar preferido: el Café Procope.
La verdad es que aún no habíamos intimado mucho.
Normalmente hablábamos de cosas banales y hacíamos bromas para romper un poco el hielo y que así fuera cogiendo confianza. Tampoco quería atosigarla a preguntas, sino que éstas fueran surgiendo solas.
Ir al café me pareció una buena excusa para adentrarme en materia.
Aquella chica tenía un nosequé que me intrigaba.
Su presencia me inspiraba tranquilidad, una dulce calma interior, debido a su sencillez y naturalidad. Pero había algo en ella que a la vez me transmitía cierto desasosiego.
A menudo se quedaba pensativa, como en trance, con la mirada perdida y una expresión de angustia. De pronto se reponía y era como si nada hubiera ocurrido, pero sentía que algo le atormentaba por dentro y no alcanzaba a saber de qué se trataba. Me di cuenta de esto el primer día. Algo no iba bien, y yo quería ayudarla, si me era posible.
Llegamos a la rue de l’Ancienne-Comédie, la calle en la que se encontraba el café, y nos acomodamos en una de las mesas de la terraza.
Bueno, yo más bien me dejé caer en la silla. Posé los brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza sobre mis manos, masajeándome las sienes. Esperaba de este modo poder apaciguar el dolor de cabeza. Cerré los ojos y me eché sobre el respaldo. Suspiré.
— Uff… Ya estoy mucho mejor —anuncié.— Qué bien sienta respirar aire fresco de vez en cuando.
Dibujé una sonrisa cansada y ella me correspondió. Me incorporé un poco sobre la silla para que pudiéramos hablar mejor.
— Bueno, Larisa, ¿cómo te va todo? ¿Qué tal las cosas por casa? ¿Saben que estás acudiendo al teatro o todavía no?
No había terminado la frase cuando se acercó un camarero a tomarnos nota.
Qué rapidez, pensé sorprendida.
— ¿Qué desean tomar, señoritas? —preguntó amablemente.
—Yo tomaré un té negro, por favor. —Me dirigí a Larisa— ¿a ti qué te apetece?
.
Desde aquel día había estado acudiendo a la cita diaria que habíamos concertado, siempre a la misma hora: al comienzo de los ensayos de la mañana.
Éstos eran largos y en ocasiones estresantes, sobre todo al principio, antes de que se estrenara la función, ya que debíamos sincronizarnos a la perfección lo más rápido que nos fuera posible si no queríamos que todo acabara en desastre.
Sin embargo, Larisa parecía sentirse como pez en el agua en este ambiente.
Al fin parecía abrirse un poco a la gente y perder la vergüenza. Comenzaba a simpatizar con muchos de los músicos que admiraban el gran talento de la chica, y viceversa.
A ojos de mis compañeros, Larisa era una prima mía que había venido a hacerme una visita a París y, como yo no tenía más familia aquí, tenía que llevarla conmigo a trabajar. Por suerte, no levantamos sospecha ninguna. Ella había llegado hace poco a la ciudad y aún conservaba el acento particular de su tierra, parecido, en cierto modo, al mío, aunque éste ya estaba mucho más diluido. Lo cierto es que los músicos estaban encantados con ella y en ningún momento se quejaron de su presencia.
Cuando terminaban los ensayos solíamos ir a dar una vuelta. Me gustaba enseñarle los sitios de París más especiales para mí, poco a poco, para que fuera saboreando el encanto de la ciudad.
Sin embargo aquel día fue diferente.
Salimos del teatro mucho más tarde que de costumbre, pues esa misma noche era el estreno de la nueva obra y nos pasamos toda la mañana y parte de la tarde ultimando detalles.
La mayoría estaban de los nervios, y yo acabé la jornada con un dolor de cabeza horrible.
Eran ya las seis de la tarde cuando decidí tomarme un descanso.
No pensaba volver al teatro hasta que faltara una hora para el comienzo de la actuación, pues necesitaba despejarme un poco si quería que todo fuera bien esa noche. Por suerte, hacía un tiempo espléndido, ideal para pasear por las calles parisinas.
Agradecí muchísimo que Larisa hubiera aguantado todas esas horas de trabajo a pesar de que no era su deber. Así que, como muestra de gratitud, decidí invitarle a tomar algo en mi lugar preferido: el Café Procope.
La verdad es que aún no habíamos intimado mucho.
Normalmente hablábamos de cosas banales y hacíamos bromas para romper un poco el hielo y que así fuera cogiendo confianza. Tampoco quería atosigarla a preguntas, sino que éstas fueran surgiendo solas.
Ir al café me pareció una buena excusa para adentrarme en materia.
Aquella chica tenía un nosequé que me intrigaba.
Su presencia me inspiraba tranquilidad, una dulce calma interior, debido a su sencillez y naturalidad. Pero había algo en ella que a la vez me transmitía cierto desasosiego.
A menudo se quedaba pensativa, como en trance, con la mirada perdida y una expresión de angustia. De pronto se reponía y era como si nada hubiera ocurrido, pero sentía que algo le atormentaba por dentro y no alcanzaba a saber de qué se trataba. Me di cuenta de esto el primer día. Algo no iba bien, y yo quería ayudarla, si me era posible.
Llegamos a la rue de l’Ancienne-Comédie, la calle en la que se encontraba el café, y nos acomodamos en una de las mesas de la terraza.
Bueno, yo más bien me dejé caer en la silla. Posé los brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza sobre mis manos, masajeándome las sienes. Esperaba de este modo poder apaciguar el dolor de cabeza. Cerré los ojos y me eché sobre el respaldo. Suspiré.
— Uff… Ya estoy mucho mejor —anuncié.— Qué bien sienta respirar aire fresco de vez en cuando.
Dibujé una sonrisa cansada y ella me correspondió. Me incorporé un poco sobre la silla para que pudiéramos hablar mejor.
— Bueno, Larisa, ¿cómo te va todo? ¿Qué tal las cosas por casa? ¿Saben que estás acudiendo al teatro o todavía no?
No había terminado la frase cuando se acercó un camarero a tomarnos nota.
Qué rapidez, pensé sorprendida.
— ¿Qué desean tomar, señoritas? —preguntó amablemente.
—Yo tomaré un té negro, por favor. —Me dirigí a Larisa— ¿a ti qué te apetece?
.
BY тangerιne FOR SOURCECODE
Última edición por Nói Runa Hauksðóttir el Dom Sep 30, 2012 3:43 pm, editado 1 vez
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 137
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Localización : Akureyri, Islandia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
— ¡No! Por supuesto que no me molesta, tranquila —dije con una sonrisa sincera, tratando de evitar que pensara que había dicho algo poco correcto.— De hecho, me viene bastante bien que lo comentes, pues tenía que pasar de todos modos por casa antes de volver al teatro para recoger unas cosas. Así que, si te parece, vamos ya o no nos dará tiempo.
Alcé la mano para que el camarero se percatara de que habíamos terminado. Recogió la mesa y nos entregó la cuenta. Me podía permitir aquel gasto, así que invité a Larisa. Tras devolver el cambio y dejar una propinilla, nos pusimos en pie, rumbo a la Rue Ravignan.
Alcé la mano para que el camarero se percatara de que habíamos terminado. Recogió la mesa y nos entregó la cuenta. Me podía permitir aquel gasto, así que invité a Larisa. Tras devolver el cambio y dejar una propinilla, nos pusimos en pie, rumbo a la Rue Ravignan.
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 137
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Localización : Akureyri, Islandia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
Larisa se sintió un poco mal al ver que era Nói la que pagaba la cuenta, siendo que ella tenía dinero de sobra. Pero prefirió acallar sus protestas y dejarse guiar dócilmente por Nói hasta su hogar. Estaba bastante curiosa.
Mientras caminaban, la chica miraba el paisaje con aire ausente, sin preocuparse mucho de los detalles. Aparte de la curiosidad natural, estaba bastante nerviosa por la idea de entrar en una casa ajena. Siempre le pasaba, esa sensación de sentirse una intrusa más en los dominios de otro, por muy invitada que fuera. Aunque ese sentimiento era rápidamente reemplazado cuando la hacían sentir parte del lugar.
Fuera de eso, la Rue Ravignan era una calle bastante tranquila, y muy bonita. Poseía la cantidad de flores suficiente, las casas eran pequeñas pero preciosas, la gente caminaba a paso calmado y sereno. No era como en las grandes zonas residenciales, con sus casas rimbombantes y terriblemente exageradas.
-Me gusta esta calle- fue lo único que pudo decir, maravillada.
off: Perdón por la tardanza ._.
Mientras caminaban, la chica miraba el paisaje con aire ausente, sin preocuparse mucho de los detalles. Aparte de la curiosidad natural, estaba bastante nerviosa por la idea de entrar en una casa ajena. Siempre le pasaba, esa sensación de sentirse una intrusa más en los dominios de otro, por muy invitada que fuera. Aunque ese sentimiento era rápidamente reemplazado cuando la hacían sentir parte del lugar.
Fuera de eso, la Rue Ravignan era una calle bastante tranquila, y muy bonita. Poseía la cantidad de flores suficiente, las casas eran pequeñas pero preciosas, la gente caminaba a paso calmado y sereno. No era como en las grandes zonas residenciales, con sus casas rimbombantes y terriblemente exageradas.
-Me gusta esta calle- fue lo único que pudo decir, maravillada.
off: Perdón por la tardanza ._.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Localización : San Petersburgo, Imperio Ruso
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
Realmente no era un paseo tan corto como parecía en un principio. El teatro quedaba entre el café y mi casa, así que sería ir hasta la Rue Ravignan para luego volver sobre nuestros pasos. En cualquier caso, era necesario que, al menos yo, hiciera ese recorrido, pues me había dejado allí la partitura de una de las piezas que tenía que interpretar aquella noche, además del vestido que debía ponerme.
El sol empezaba a esconderse tras un horizonte repleto de edificios. El cielo se teñía de las tonalidades anaranjadas típicas del crepúsculo cuando cruzamos el río Sena. Era una vista maravillosa de la ciudad, por lo que permanecimos unos instantes más en el Pont Neuf, apoyadas en la barandilla, con la mirada fija en los cálidos reflejos que el sol proyectaba sobre las casas.
— Es muy bonito, ¿verdad? —comenté. Esperé a que ella se apartara una vez escrutada la totalidad de aquel panorama y proseguimos.
El resto del camino lo hicimos prácticamente en silencio.
De vez en cuando dirigía una mirada rápida a Larisa, que observaba con delicada curiosidad el paisaje urbano que se le abría, poco a poco, a través de las calles parisinas. Fuimos dejando atrás el lujo del distrito central según nos adentrábamos en la zona residencial más “modesta”, por decirlo de algún modo, el lugar donde yo vivía. La Rue Ravignan es una calle especialmente empinada, un poco costosa de subir, aunque cómoda de bajar, aparte de ser un camino ciertamente pedregoso, por lo que resulta un poco pesada. Mis piernas ya estaban acostumbradas a estas caminatas diarias, pero me preocupaba que Larisa se cansara demasiado. La miré, como si así le preguntara si deseaba parar, y ella sonrió como toda respuesta, demostrando que se encontraba bien. Lo cierto es que le costaba menos de lo que esperaba, a pesar de lo menudita que era se la veía muy en forma.
— Me gusta esta calle —comentó en un momento dado, como obnubilada en sus pensamientos.
— Me alegra mucho que digas eso —respondí sinceramente, dedicándole una sonrisa. Realmente me satisfizo su comentario, pues no era la impresión que esperaba. No es que presupusiera ninguna otra en realidad, simplemente no esperaba comentario alguno. Aunque no era una mala zona, las casas carecían de cualquier tipo de lujo. Eran hogares sencillos, unos más destartalados que otros. Había casas que, incluso, empezaban a caer en el abandono y no resultaban especialmente agradables a la vista de los visitantes, pero lo cierto es que era un ambiente bastante tranquilo y austero, ideal para llevar una vida relativamente normal.
Saqué la llave de uno de los pliegues de mi vestido y me planté frente a la puerta de mi casa. Era una casa de tres pisos (dos habitables y uno que usaba como trastero), no demasiado grande, pegada a otras dos muy similares. La fachada era de un color pálido, algo desgastado por algunas zonas, lo cual dejaba adivinar el ladrillo de debajo.
— Es aquí —anuncié mientras giraba la llave en el interior de la cerradura. Sonó un chasquido en el interior y la puerta se abrió. Me quedé sujetándola con una mano, invitándola a entrar primero.
Una luz al fondo del pasillo, procedente del ventanal del salón, propiciaba un ambiente más acogedor de lo que hubiera supuesto en un principio, hecho que me tranquilizó. La casa no ofrecía la visión desastrosa que esperaba encontrar, aunque sí era cierto que estaba algo desordenada. Cerré la puerta tras de mí y le hice un gesto para que pasara al salón. Caminábamos por el vacío pasillo cuando, al final del mismo, se agitó una silueta blanca que se quedó completamente paralizada al vernos.
— ¡Nökkvi! —exclamé corriendo hacia mi pequeño hurón. Intentó escapar corriendo, pero le agarré a tiempo. Se lo mostré a Larisa mientras se revolvía entre mis brazos, juguetón.— Es Nökkvi, mi mascota. No te preocupes, que es muy bueno. Puedes tocarlo si quieres.
Nökkvi trató de incorporarse un poco, olisqueando el aire en dirección a Larisa. Yo no podía evitar sonreír.
El sol empezaba a esconderse tras un horizonte repleto de edificios. El cielo se teñía de las tonalidades anaranjadas típicas del crepúsculo cuando cruzamos el río Sena. Era una vista maravillosa de la ciudad, por lo que permanecimos unos instantes más en el Pont Neuf, apoyadas en la barandilla, con la mirada fija en los cálidos reflejos que el sol proyectaba sobre las casas.
— Es muy bonito, ¿verdad? —comenté. Esperé a que ella se apartara una vez escrutada la totalidad de aquel panorama y proseguimos.
El resto del camino lo hicimos prácticamente en silencio.
De vez en cuando dirigía una mirada rápida a Larisa, que observaba con delicada curiosidad el paisaje urbano que se le abría, poco a poco, a través de las calles parisinas. Fuimos dejando atrás el lujo del distrito central según nos adentrábamos en la zona residencial más “modesta”, por decirlo de algún modo, el lugar donde yo vivía. La Rue Ravignan es una calle especialmente empinada, un poco costosa de subir, aunque cómoda de bajar, aparte de ser un camino ciertamente pedregoso, por lo que resulta un poco pesada. Mis piernas ya estaban acostumbradas a estas caminatas diarias, pero me preocupaba que Larisa se cansara demasiado. La miré, como si así le preguntara si deseaba parar, y ella sonrió como toda respuesta, demostrando que se encontraba bien. Lo cierto es que le costaba menos de lo que esperaba, a pesar de lo menudita que era se la veía muy en forma.
— Me gusta esta calle —comentó en un momento dado, como obnubilada en sus pensamientos.
— Me alegra mucho que digas eso —respondí sinceramente, dedicándole una sonrisa. Realmente me satisfizo su comentario, pues no era la impresión que esperaba. No es que presupusiera ninguna otra en realidad, simplemente no esperaba comentario alguno. Aunque no era una mala zona, las casas carecían de cualquier tipo de lujo. Eran hogares sencillos, unos más destartalados que otros. Había casas que, incluso, empezaban a caer en el abandono y no resultaban especialmente agradables a la vista de los visitantes, pero lo cierto es que era un ambiente bastante tranquilo y austero, ideal para llevar una vida relativamente normal.
Saqué la llave de uno de los pliegues de mi vestido y me planté frente a la puerta de mi casa. Era una casa de tres pisos (dos habitables y uno que usaba como trastero), no demasiado grande, pegada a otras dos muy similares. La fachada era de un color pálido, algo desgastado por algunas zonas, lo cual dejaba adivinar el ladrillo de debajo.
— Es aquí —anuncié mientras giraba la llave en el interior de la cerradura. Sonó un chasquido en el interior y la puerta se abrió. Me quedé sujetándola con una mano, invitándola a entrar primero.
Una luz al fondo del pasillo, procedente del ventanal del salón, propiciaba un ambiente más acogedor de lo que hubiera supuesto en un principio, hecho que me tranquilizó. La casa no ofrecía la visión desastrosa que esperaba encontrar, aunque sí era cierto que estaba algo desordenada. Cerré la puerta tras de mí y le hice un gesto para que pasara al salón. Caminábamos por el vacío pasillo cuando, al final del mismo, se agitó una silueta blanca que se quedó completamente paralizada al vernos.
— ¡Nökkvi! —exclamé corriendo hacia mi pequeño hurón. Intentó escapar corriendo, pero le agarré a tiempo. Se lo mostré a Larisa mientras se revolvía entre mis brazos, juguetón.— Es Nökkvi, mi mascota. No te preocupes, que es muy bueno. Puedes tocarlo si quieres.
Nökkvi trató de incorporarse un poco, olisqueando el aire en dirección a Larisa. Yo no podía evitar sonreír.
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 137
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Localización : Akureyri, Islandia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
Larisa sació su curiosidad en cuanto puso un pie en la casa de Nói. Aunque al principio se veía algo desordenada, después le encontrabas tantas cosas encantadoras que pasabas por alto aquel detalle. Y cuando la chica vio al hurón, lo omitió por completo. No pudo evitar soltar una pequeña risita en cuanto el pequeño animal olisqueó en su dirección. Como se sintió en confianza, le acarició un poco el lomo.
-Nökkvi, ¿eh? Qué bonito es- sonrió en dirección al hurón, que seguía olisqueándola-. Tu casa es muy bonita, Nói- esta vez se dirigió a la dueña, con la misma sonrisa alegre que le estaba dedicando al hurón.
Se dedicó a mirar alrededor. La casa era pequeña, pero le gustaba. La verdad, a la joven nunca le habían gustado las casas demasiado grandes u ostentosas, por el simple hecho de que se perdía en ellas. Estuvo a punto de soltar una carcajada al recordar cuántas veces se había perdido en su propia residencia. Cuando pasaron al salón, Larisa se quedó maravillada. Era la primera vez que veía algo así en su vida. Parpadeó varias veces, con la confusión marcada en el rostro.
-Es extraño- murmuró, bastante sorprendida-. Usualmente cuando veo los hogares de la gente puedo sacar muchas conclusiones, pero con el tuyo cada vez me confundo más. Es demasiado misterio para mí, Nói.
Sí, demasiado misterio. Pero también demasiada curiosidad.
-Nökkvi, ¿eh? Qué bonito es- sonrió en dirección al hurón, que seguía olisqueándola-. Tu casa es muy bonita, Nói- esta vez se dirigió a la dueña, con la misma sonrisa alegre que le estaba dedicando al hurón.
Se dedicó a mirar alrededor. La casa era pequeña, pero le gustaba. La verdad, a la joven nunca le habían gustado las casas demasiado grandes u ostentosas, por el simple hecho de que se perdía en ellas. Estuvo a punto de soltar una carcajada al recordar cuántas veces se había perdido en su propia residencia. Cuando pasaron al salón, Larisa se quedó maravillada. Era la primera vez que veía algo así en su vida. Parpadeó varias veces, con la confusión marcada en el rostro.
-Es extraño- murmuró, bastante sorprendida-. Usualmente cuando veo los hogares de la gente puedo sacar muchas conclusiones, pero con el tuyo cada vez me confundo más. Es demasiado misterio para mí, Nói.
Sí, demasiado misterio. Pero también demasiada curiosidad.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Localización : San Petersburgo, Imperio Ruso
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
En mi casa, el papel pintado brillaba por su ausencia. Prefería los tonos pasteles para las paredes, azules y violetas pálidos, incluso blanco, que me ayudaran a relajarme. Nunca me gustaron las cosas demasiado sobrecargadas, será por ello que las estancias carecían de cualquier tipo de ornamentación. Por esta razón las palabras de elogio de Larisa me resultaron cuanto menos curiosas, aunque en cualquier caso se las agradecí expresamente. Podría haber pensado que lo decía simplemente por cumplir, pero al ver su expresión supe que era sincera.
La conduje al salón, la sala más luminosa de todas. Poseía unos ventanales altos que daban a la calle principal, por los que se filtraba una gran cantidad de luz, lo cual la convertía en la habitación más agradable de la casa. Dejé a Nökkvi en el suelo, cerca de la mesa, y le pedí a Larisa que se acomodara en uno de los sillones.
— Es extraño. Usualmente cuando veo los hogares de la gente puedo sacar muchas conclusiones, pero con el tuyo cada vez me confundo más. Es demasiado misterio para mí, Nói.
Su comentario, a decir verdad, me dejó un poco perpleja. Cierto era que mi hogar, quizás, no fuera de lo más convencional, pues solía estar un poco destartalado y se podía apreciar que no me preocupaba mucho lo que opinaran mis invitados mientras yo me sintiera a gusto. Era muy personal, en cierto modo, y sé que mi personalidad, especialmente mi gusto estético, es un tanto peculiar.
— ¿A qué te refieres? ¿Qué te intriga de este lugar? —pregunté extrañada, aunque en tono amable. Caminaba de un lado a otro de la estancia, intentando colocar rápidamente aquello que se veía más desordenado. Una vez dada por concluida esta tarea me disponía a coger lo que había venido a buscar, hasta que me sobresaltó el comentario de la joven. Me giré hacia ella y apoyé mi espalda en el marco de la puerta, así permanecí unos instantes, observándola con la misma curiosidad que ella contemplaba mi casa.
La conduje al salón, la sala más luminosa de todas. Poseía unos ventanales altos que daban a la calle principal, por los que se filtraba una gran cantidad de luz, lo cual la convertía en la habitación más agradable de la casa. Dejé a Nökkvi en el suelo, cerca de la mesa, y le pedí a Larisa que se acomodara en uno de los sillones.
— Es extraño. Usualmente cuando veo los hogares de la gente puedo sacar muchas conclusiones, pero con el tuyo cada vez me confundo más. Es demasiado misterio para mí, Nói.
Su comentario, a decir verdad, me dejó un poco perpleja. Cierto era que mi hogar, quizás, no fuera de lo más convencional, pues solía estar un poco destartalado y se podía apreciar que no me preocupaba mucho lo que opinaran mis invitados mientras yo me sintiera a gusto. Era muy personal, en cierto modo, y sé que mi personalidad, especialmente mi gusto estético, es un tanto peculiar.
— ¿A qué te refieres? ¿Qué te intriga de este lugar? —pregunté extrañada, aunque en tono amable. Caminaba de un lado a otro de la estancia, intentando colocar rápidamente aquello que se veía más desordenado. Una vez dada por concluida esta tarea me disponía a coger lo que había venido a buscar, hasta que me sobresaltó el comentario de la joven. Me giré hacia ella y apoyé mi espalda en el marco de la puerta, así permanecí unos instantes, observándola con la misma curiosidad que ella contemplaba mi casa.
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 137
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Localización : Akureyri, Islandia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
-Todo- respondió Larisa, inmediatamente-. Todo encierra un gran misterio… es como si la casa completa conspirara para guardar un secreto.
No sabía si tenía razón o no, pero así lo sentía ella. Los muebles, las paredes, los ventanales, el mismo Nökkvi… Todos la miraban como algo nuevo, como diciendo “por mucho que te esfuerces, jamás conseguirás develar el misterio de este lugar”. Otras voces le decían “Quizá es demasiado peligroso para ti saber quiénes somos en realidad. Mantente al margen, Larisa”. Ilusas palabras que pasaron por su mente, pero que no hicieron ningún efecto. Si la chica veía algo misterioso, allí iba para resolver la intriga. Las voces de advertencia no servirían de nada.
-Es como si todo hablara, como si todo tuviera una historia que contar- siguió, dejando salir sus pensamientos en un tropel de palabras rápidas-. Simplemente no puedo entenderlo. Es demasiado… mágico.
Sí, mágico era la palabra que buscaba. Era como si toda la casa, todos sus habitantes, exudaran un halo de magia. Y al mirar a Nói, era como si ella misma fuera la fuente de toda esa sensación. Se sentía casi como en un cuento de hadas.
No sabía si tenía razón o no, pero así lo sentía ella. Los muebles, las paredes, los ventanales, el mismo Nökkvi… Todos la miraban como algo nuevo, como diciendo “por mucho que te esfuerces, jamás conseguirás develar el misterio de este lugar”. Otras voces le decían “Quizá es demasiado peligroso para ti saber quiénes somos en realidad. Mantente al margen, Larisa”. Ilusas palabras que pasaron por su mente, pero que no hicieron ningún efecto. Si la chica veía algo misterioso, allí iba para resolver la intriga. Las voces de advertencia no servirían de nada.
-Es como si todo hablara, como si todo tuviera una historia que contar- siguió, dejando salir sus pensamientos en un tropel de palabras rápidas-. Simplemente no puedo entenderlo. Es demasiado… mágico.
Sí, mágico era la palabra que buscaba. Era como si toda la casa, todos sus habitantes, exudaran un halo de magia. Y al mirar a Nói, era como si ella misma fuera la fuente de toda esa sensación. Se sentía casi como en un cuento de hadas.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Localización : San Petersburgo, Imperio Ruso
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
Seguía postrada en el marco de la puerta, observándola con aire taciturno, pensativa. No tenía costumbre de invitar a gente a mi hogar, no porque no me gustase la compañía, sino porque no se daba la ocasión. Aquel lugar era mi rinconcito en el mundo, el único sitio donde me sentía segura, donde sabía que nada malo podía pasar. Allí, encerrada entre esas cuatro paredes, era paradójicamente libre, y ella lo percibía. De todos los adjetivos de los que habían tachado mi morada, “mágico” era el más extraño, o más bien debería decir original, incluso podría ser acertado. No me preguntaba a menudo cómo podría percibir otra persona mi casa, pero era como si ella pudiera ver más allá, ya no sólo del lugar, sino incluso palpar dentro de mí. Sin embargo, al contrario de lo que cabría esperar, no me sentía invadida, ella no era una intrusa. Su inocencia y su sinceridad hacían que la barrera recia que solía mostrar frente al mundo por miedo a que me descubrieran se fuera ablandando hasta el punto de tener ganas de mostrarle lo “mágico” que podía llegar a ser aquella estancia que ahora admiraba. La simple idea me hizo sonreír, pero tendría que ser otro día, aún nos quedaban muchos momentos que compartir antes de eso.
— Creo que eso es lo más bonito que han dicho nunca de este antro —confesé en una risa. Me separé de la pared y me acerqué más a ella.— Me alegra mucho que te guste. Y ya sabes que puedes venir cuando quieras, tu presencia es siempre bienvenida. Ésta es tu casa. Bueno, supongo que un poco más pequeña que tu verdadera casa, pero algo es algo. —Sonreí de nuevo.— No sé si quieres tomar algo... Creo que me sobra una porción de bizcocho que hice esta mañana para desayunar, ¿te apetece?
Nökkvi se acercó a mi pierna y empezó a hacerme carantoñas, como si él mismo dijera “¡Yo sí! Dame un poco”. Me agaché y lo levanté del suelo, acunándolo entre mis brazos mientras le acariciaba. Él se puso a juguetear con mi pelo entre sus patas.
— Creo que eso es lo más bonito que han dicho nunca de este antro —confesé en una risa. Me separé de la pared y me acerqué más a ella.— Me alegra mucho que te guste. Y ya sabes que puedes venir cuando quieras, tu presencia es siempre bienvenida. Ésta es tu casa. Bueno, supongo que un poco más pequeña que tu verdadera casa, pero algo es algo. —Sonreí de nuevo.— No sé si quieres tomar algo... Creo que me sobra una porción de bizcocho que hice esta mañana para desayunar, ¿te apetece?
Nökkvi se acercó a mi pierna y empezó a hacerme carantoñas, como si él mismo dijera “¡Yo sí! Dame un poco”. Me agaché y lo levanté del suelo, acunándolo entre mis brazos mientras le acariciaba. Él se puso a juguetear con mi pelo entre sus patas.
Última edición por Nói Runa Hauksdóttir el Sáb Jul 20, 2013 4:20 am, editado 1 vez
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 137
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Localización : Akureyri, Islandia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
-No podría decirle que no a un bizcocho- dijo Larisa, exhalando un gran suspiro. Los dulces eran definitivamente su debilidad, había quedado demostrado en muchas ocasiones. Esta tampoco sería la excepción.
Estaba feliz, en aquel lugar se sentía como en casa, aún cuando todo el lugar tenía el tamaño de su sala de estar. Pero ella nunca había sido partidaria de las casas grandes, por el hecho de que su sentido de la orientación era sencillamente nulo. Estaba segura de que podría vivir feliz en un lugar de esas proporciones, mientras tuviera un piano y gente alrededor a la que cuidar. Con esas dos cosas ya se daba por satisfecha. No le pedía nada más a la vida. Y de cualquier modo, ¿Qué atribuciones tenía ella para pedir algo, si todo se le había sido dado?
-Si necesitas ayuda para colocar los cubiertos o calentar agua para el té, solo pídemelo. Por muy invitada de clase alta que sea, me gusta ayudar. Y no voy a aceptar un no por respuesta.
Sonrió. No le gustaba que la trataran como una delicada señorita de mundo, por mucho que lo fuera. Ella también podía hacer cosas que se supone las sirvientas debían hacer. Por lo menos en Rusia, su padre no ponía objeciones a que lavara la ropa de sus hermanos o le ayudara en la cosecha. En Francia se sentía como una muñeca de exhibición, siempre quieta y perfecta. ¡Quiera dios que su frescura se marchitara sin haberle encontrado un buen pretendiente!
Se acercó a Nói, solícita y sonriente.
Estaba feliz, en aquel lugar se sentía como en casa, aún cuando todo el lugar tenía el tamaño de su sala de estar. Pero ella nunca había sido partidaria de las casas grandes, por el hecho de que su sentido de la orientación era sencillamente nulo. Estaba segura de que podría vivir feliz en un lugar de esas proporciones, mientras tuviera un piano y gente alrededor a la que cuidar. Con esas dos cosas ya se daba por satisfecha. No le pedía nada más a la vida. Y de cualquier modo, ¿Qué atribuciones tenía ella para pedir algo, si todo se le había sido dado?
-Si necesitas ayuda para colocar los cubiertos o calentar agua para el té, solo pídemelo. Por muy invitada de clase alta que sea, me gusta ayudar. Y no voy a aceptar un no por respuesta.
Sonrió. No le gustaba que la trataran como una delicada señorita de mundo, por mucho que lo fuera. Ella también podía hacer cosas que se supone las sirvientas debían hacer. Por lo menos en Rusia, su padre no ponía objeciones a que lavara la ropa de sus hermanos o le ayudara en la cosecha. En Francia se sentía como una muñeca de exhibición, siempre quieta y perfecta. ¡Quiera dios que su frescura se marchitara sin haberle encontrado un buen pretendiente!
Se acercó a Nói, solícita y sonriente.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Localización : San Petersburgo, Imperio Ruso
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
Giré la cabeza y me encontré con la mirada entusiasmada de la muchacha. Pronto comprendí que su clase social no suponía una traba a la hora de llevar a cabo las tareas más cotidianas. En cierto modo era un alivio para mí, pues nunca entendí muy bien cómo funcionaban las “castas” a las que uno parece estar encadenado desde nacimiento. De hecho, ni siquiera había sido consciente de pertenecer a una hasta que llegué a París. Le devolví la mirada, divertida.
— Está bien, si insistes… —dije en tono de broma, como le diría a cualquier amiga.— Puedes prepararte un té si quieres. Si lo prefieres con leche, la tienes en la encimera de la derecha. Al lado hay una cajita en la que están guardados los diferentes tipos de té. Elige el que más rabia te dé. Yo voy a coger el vestido de esta noche y demás cosas que necesito para luego, enseguida voy a ayudarte. Si tienes algún problema, pégame un grito, estoy en la habitación de al lado. —Le guiñé un ojo.
Me dirigí con una sonrisa a la habitación contigua. Allí tenía el clavicordio, un arpa pegada a la pared, junto a un montón de partituras desperdigadas y telas por todas partes. Más que “la sala de la música” lo llamaría el cuarto de los desastres. Dejé a Nökkvi en el suelo, que se puso a mordisquear un pequeño de peluche que rescaté de la calle para él, y rebusqué entre el desorden todo aquello que necesitaba para la actuación. Abrí el armario para sacar las partituras, las revisé y me di cuenta de que una se había traspapelado entre las demás. Me quedé un instante inmóvil, contemplándola. Era mi obra preferida cuando tenía ocho años, poco tiempo antes de que mi padre muriera, cuando todo en mi vida parecía estable, aquellos últimos días felices. Qué tiempos aquellos… No era algo de lo que soliera acordarme a menudo, más por economía mental que por otra cosa. Aquel pensamiento me hacía sentir sola en aquella ciudad tan grande y eso no era muy útil, por lo que trataba con todas mis fuerzas de evadirlo en la medida de lo posible. Una sonrisa cargada de melancolía se dibujaba en mis labios cuando escuché un ruido de la cocina, como de un objeto al caer. Eso me dio una idea.
Cerré de nuevo el armario y con esa sola partitura en la mano, me introduje en la cocina. Los días que había pasado con Larisa habían sido como un elixir de felicidad y, aunque no fui consciente hasta ese momento, no tuve tiempo para sentirme sola ni un instante. Le había cogido más cariño a la chica del que me permitía a mí misma y eso era algo que quería agradecerle, aunque fuera de aquel modo tan simple.
— ¿Qué tal va eso? —pregunté riendo, al tiempo que me acercaba para echarle una mano, no sin antes tenderle la partitura.— Mira, quería regalarte esto. La he encontrado entre todos mis papeles y pensé que te gustaría. Para mí es una obra muy importante y, aunque probablemente no la conozcas, creo que puede ser divertido ir descubriéndola en las teclas de tu pianoforte. Si la aceptas, es tuya. Ten, cógela.
Una vez con las manos libres, relevé a la muchacha en la cocina. La leche ya estaba hirviendo y sólo tuve que verterla en dos jarras algo rudimentarias. Cogí los polvos de mi té preferido y lo eché en ambos vasos. Era un té dulce y suave, como el devenir del tiempo aquella tarde.
— Está bien, si insistes… —dije en tono de broma, como le diría a cualquier amiga.— Puedes prepararte un té si quieres. Si lo prefieres con leche, la tienes en la encimera de la derecha. Al lado hay una cajita en la que están guardados los diferentes tipos de té. Elige el que más rabia te dé. Yo voy a coger el vestido de esta noche y demás cosas que necesito para luego, enseguida voy a ayudarte. Si tienes algún problema, pégame un grito, estoy en la habitación de al lado. —Le guiñé un ojo.
Me dirigí con una sonrisa a la habitación contigua. Allí tenía el clavicordio, un arpa pegada a la pared, junto a un montón de partituras desperdigadas y telas por todas partes. Más que “la sala de la música” lo llamaría el cuarto de los desastres. Dejé a Nökkvi en el suelo, que se puso a mordisquear un pequeño de peluche que rescaté de la calle para él, y rebusqué entre el desorden todo aquello que necesitaba para la actuación. Abrí el armario para sacar las partituras, las revisé y me di cuenta de que una se había traspapelado entre las demás. Me quedé un instante inmóvil, contemplándola. Era mi obra preferida cuando tenía ocho años, poco tiempo antes de que mi padre muriera, cuando todo en mi vida parecía estable, aquellos últimos días felices. Qué tiempos aquellos… No era algo de lo que soliera acordarme a menudo, más por economía mental que por otra cosa. Aquel pensamiento me hacía sentir sola en aquella ciudad tan grande y eso no era muy útil, por lo que trataba con todas mis fuerzas de evadirlo en la medida de lo posible. Una sonrisa cargada de melancolía se dibujaba en mis labios cuando escuché un ruido de la cocina, como de un objeto al caer. Eso me dio una idea.
Cerré de nuevo el armario y con esa sola partitura en la mano, me introduje en la cocina. Los días que había pasado con Larisa habían sido como un elixir de felicidad y, aunque no fui consciente hasta ese momento, no tuve tiempo para sentirme sola ni un instante. Le había cogido más cariño a la chica del que me permitía a mí misma y eso era algo que quería agradecerle, aunque fuera de aquel modo tan simple.
— ¿Qué tal va eso? —pregunté riendo, al tiempo que me acercaba para echarle una mano, no sin antes tenderle la partitura.— Mira, quería regalarte esto. La he encontrado entre todos mis papeles y pensé que te gustaría. Para mí es una obra muy importante y, aunque probablemente no la conozcas, creo que puede ser divertido ir descubriéndola en las teclas de tu pianoforte. Si la aceptas, es tuya. Ten, cógela.
Una vez con las manos libres, relevé a la muchacha en la cocina. La leche ya estaba hirviendo y sólo tuve que verterla en dos jarras algo rudimentarias. Cogí los polvos de mi té preferido y lo eché en ambos vasos. Era un té dulce y suave, como el devenir del tiempo aquella tarde.
Última edición por Nói Runa Hauksdóttir el Sáb Jul 20, 2013 4:19 am, editado 1 vez
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 137
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Localización : Akureyri, Islandia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
A decir verdad, el regalo de Nói la tomó por sorpresa. ¿Una partitura? La tomó con cuidado, pues sabía lo delicadas que podían ser algunas. Mientras ella se ocupaba del resto, la joven se limitó a hojear el material con amor de madre. Grande fue su sorpresa al darse cuenta de que no había tocado eso en su vida, y que por las notas desparramadas ordenadamente en el papel se veía como una obra bastante interesante. Se sintió dueña de un pequeño tesoro y hasta se le olvidó qué era lo que hacía allí, pero su cabeza no la hizo olvidar dar las gracias.
-Yo… esto… En verdad estoy agradecida- a pesar de que las palabras sonaran estudiadas, el sentimiento era genuino-. Pero, ¿No es importante para ti? Me sentiría muy mal si me estuviese llevando algo que en verdad atesoras.
Acompañó a Nói a la mesa, sentándose mientras ella servía las cosas. Aprovechando de mirar más a fondo los delicados papeles que sostenía con cuidado, pero sin verlos al mismo tiempo. Aún no podía creer que le hubiera dado algo tan personal, tan hermoso y tan valioso, los tres al mismo tiempo. Cierto era que valor monetario no tenía, pero lo que contaba para la Rusa era el cariño con el que se lo entregaba. Se sintió extrañamente tacaña. No tenía nada que darle a cambio, aparte de ejecutar con maestría las partituras.
Hasta que de repente se le ocurrió una idea, una que involucraba un paseo hace algún tiempo atrás. ¿Por qué no?
Sonriéndole a Nói, se quitó la horquilla que sostenía su cabello en un peinado que, aunque era poco elaborado, no dejaba de ser elegante. El cabello rubio cayó en cascada encima de sus hombros, las ondas bajando suavemente hasta la espalda. Y en las manos de Larisa, una horquilla ornamentada al más puro estilo de Europa del Este. Con cuidado, lo dejó encima de la mesa, en el espacio que correspondía a su amiga.
-No puedo quedarme de brazos cruzados mientras me entregas algo así de importante. Ten, este es mi regalo. Mi hermano me la dio hace un par de años, pero no me molesta entregártela, y de seguro a él tampoco le molestaría. Por favor, acéptala.
-Yo… esto… En verdad estoy agradecida- a pesar de que las palabras sonaran estudiadas, el sentimiento era genuino-. Pero, ¿No es importante para ti? Me sentiría muy mal si me estuviese llevando algo que en verdad atesoras.
Acompañó a Nói a la mesa, sentándose mientras ella servía las cosas. Aprovechando de mirar más a fondo los delicados papeles que sostenía con cuidado, pero sin verlos al mismo tiempo. Aún no podía creer que le hubiera dado algo tan personal, tan hermoso y tan valioso, los tres al mismo tiempo. Cierto era que valor monetario no tenía, pero lo que contaba para la Rusa era el cariño con el que se lo entregaba. Se sintió extrañamente tacaña. No tenía nada que darle a cambio, aparte de ejecutar con maestría las partituras.
Hasta que de repente se le ocurrió una idea, una que involucraba un paseo hace algún tiempo atrás. ¿Por qué no?
Sonriéndole a Nói, se quitó la horquilla que sostenía su cabello en un peinado que, aunque era poco elaborado, no dejaba de ser elegante. El cabello rubio cayó en cascada encima de sus hombros, las ondas bajando suavemente hasta la espalda. Y en las manos de Larisa, una horquilla ornamentada al más puro estilo de Europa del Este. Con cuidado, lo dejó encima de la mesa, en el espacio que correspondía a su amiga.
-No puedo quedarme de brazos cruzados mientras me entregas algo así de importante. Ten, este es mi regalo. Mi hermano me la dio hace un par de años, pero no me molesta entregártela, y de seguro a él tampoco le molestaría. Por favor, acéptala.
- Spoiler:
- Perdón por la demora! Sabes que estoy con estrés :c
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Localización : San Petersburgo, Imperio Ruso
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La hora del té || Libre
Observé con una apacible satisfacción la reacción de Larisa al recibir mi presente. Con la sonrisa dibujada en los labios, llevé las tazas con su respectivo platito y cucharilla al pequeño salón para degustar el té que había preparado mi amiga. Regresé de nuevo a la cocina, corté el bizcocho en dos partes iguales y lo serví junto al té. Miré a Larisa y ella me devolvió la mirada. Entonces dirigió su mano a sus cabellos rubios y de ellos sacó una preciosa horquilla, cuidada al mínimo detalle, con un ornamento tan distinguido que saltaba a la vista su calidad. Me lo ofreció con una sonrisa y me temí lo peor.
Aquella diminuta obra de arte era un regalo que no podía aceptar. Sabía lo muchísimo que significaba para Larisa su hermano y más aún cuánto lo echaba de menos. Sólo había que mirarla a los ojos para percibir esa añoranza, herida que nunca terminaría de sanar. La miré con ternura.
— Larisa… no quiero que sientas que lo rechazo, pero no puedo aceptarlo. No era mi intención que te sintieras en el compromiso de regalarme nada a cambio. —Sonreí.— Quiero que tengas esta obra porque sé que te va a gustar según la vayas descubriendo en el pianoforte, pero al fin y al cabo sólo es un pedazo de papel que yo ya tengo memorizado al completo después de tantos años y que podría reescribir en cualquier momento. Sin embargo, esto —señalé la hermosa horquilla con la mirada— es irremplazable y sé que es muy importante para ti. —La coloqué de nuevo en la palma de su mano, rodeándola con las mías y cerrándola con delicadeza.— Es preciosa, como tú, y por eso te quedará mejor a ti. Además mi pelo es muy oscuro y no llamaría la atención, y encima me pasaría todo el día preocupada de perderla. —Reí.— Tu sola presencia aquí ya es suficiente regalo. No te preocupes por lo demás y come un poco de bizcocho, a ver qué te parece. Espero que no esté muy duro...
Aquella diminuta obra de arte era un regalo que no podía aceptar. Sabía lo muchísimo que significaba para Larisa su hermano y más aún cuánto lo echaba de menos. Sólo había que mirarla a los ojos para percibir esa añoranza, herida que nunca terminaría de sanar. La miré con ternura.
— Larisa… no quiero que sientas que lo rechazo, pero no puedo aceptarlo. No era mi intención que te sintieras en el compromiso de regalarme nada a cambio. —Sonreí.— Quiero que tengas esta obra porque sé que te va a gustar según la vayas descubriendo en el pianoforte, pero al fin y al cabo sólo es un pedazo de papel que yo ya tengo memorizado al completo después de tantos años y que podría reescribir en cualquier momento. Sin embargo, esto —señalé la hermosa horquilla con la mirada— es irremplazable y sé que es muy importante para ti. —La coloqué de nuevo en la palma de su mano, rodeándola con las mías y cerrándola con delicadeza.— Es preciosa, como tú, y por eso te quedará mejor a ti. Además mi pelo es muy oscuro y no llamaría la atención, y encima me pasaría todo el día preocupada de perderla. —Reí.— Tu sola presencia aquí ya es suficiente regalo. No te preocupes por lo demás y come un poco de bizcocho, a ver qué te parece. Espero que no esté muy duro...
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 137
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Localización : Akureyri, Islandia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 2 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Hora de rastrear (Libre)
» las doce, la hora mágica de la muerte ~.libre.~
» Lágrimas a la hora del crepúsculo y a la hora de la cena [PRIV]
» Hora de comer o correr - libre
» Maldita sea la hora en la que se me ocurrió (Libre)
» las doce, la hora mágica de la muerte ~.libre.~
» Lágrimas a la hora del crepúsculo y a la hora de la cena [PRIV]
» Hora de comer o correr - libre
» Maldita sea la hora en la que se me ocurrió (Libre)
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour