AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Corte de la muerte ✧ Diodore
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Corte de la muerte ✧ Diodore
Parte de lo que significaba para él la tortura de su maldición, su síndrome, era que algunas veces, llegaba a sentirse más abrumado que en otras noches. Despertaba con una molestia indescriptible hacia todo y todos los que le rodeaban, los sonidos clavaban más profundo en su incomodidad, su cuerpo se sentía más ajeno a la vida y a la muerte, las miradas de otros eran más letales para sus sentidos. Hacía tiempo que no sufría uno de esos colapsos nerviosos, desde que se había encontrado con Darina en las calles de París, meses atrás. Aquella vez fue a causa de aquel acontecimiento y lo que conllevó, pero en esta ocasión y como muchas otras, sentía que explotaría nuevamente sin motivo, estímulo ni causa directa.
Sin embargo, aunque ignoraba la naturaleza de su malestar, sí había aprendido para entonces cómo afrontarlo: con aislamiento, soledad y silencio, pero se encontraba en el lugar y momento equivocado. Eran casi las cuatro de la mañana e iba por las calles céntricas de París, vestido como un hombre escandinavo común: pantalones oscuros y largos, camisa de lana hasta medio muslo y cinturón de cuero apenas bajo la cintura, del cual colgaba su siempre fiel hacha. Sobre sus hombros colgaba una capa que le cubría del frío y de los mirones, puesto que llevaba también capucha, y sus botas de cuero le proporcionaban tanto abrigo como sigilo. Caminaba cabizbajo y de brazos cruzados, signos de su ansiedad, y su paso apresurado tan solo quería salir de París lo antes posible, no vaya a ser que cometiera alguna atrocidad innoble... Pero su falta de concentración lo llevó por los caminos equivocados: hacia la llamada corte de los milagros.
En algún momento se adentró por un callejón casi completamente oscuro, donde solo llegaba el reflejo de la luz lunar que venía de los adoquines de las calles aledañas, pero por donde alcanzaba a ver a la perfección, aunque ni mirara su camino. Allí un hombre le sintió venir y, casi como de costumbre, se acercó a pedirle limosna para él, su mujer e hijo.- Déjame en paz. -Le espetó de forma instantánea y grosera -sin percatarse siquiera- mientras lo esquivaba y continuaba su camino, pero al vagabundo no le pareció aquella actitud y cometió el error no solo de tomarle del brazo, sino de también alzarle la voz y pegarle un tirón; tres cosas que fueron suficiente para gatillar aquel colapso que venía intentando contener. Su mente hizo clic y ya simplemente no se pudo controlar, dando paso a aquel en el que se convertía cuando su consciencia quedaba nula, desconectada.
No se dio cuenta de lo que hacía cuando reaccionó a lanzar al hombre contra la pared para luego abalanzarse sobre él con el hacha en mano, dejando caer y enterrar el metal en su cuerpo una y otra vez como una bestia, salpicando sangre sobre sí mismo y los alrededores. Bastó solo un corte para que el hombre muriese, pero aquello no lo sacó de la locura. La mujer que acompañaba al vagabundo despertó chillando, al igual que el niño que cargaba en sus brazos. Fueron tan agonizante para él sus chillidos que les chilló de igual forma de vuelta, lanzando el hacha directo a la cabeza de la mujer para callarla. Se tapó unos segundos los oídos mientras él mismo seguía chillando sin control, tambaleándose ligeramente de un lado a otro, cayendo entonces de rodillas frente al muchacho que chillaba para taparle la boca. Ambos callaron y, con la cabeza del muchacho entre sus manos, se dobló hacia adelante en agonía, sin fijarse que sofocaba al niño hasta la muerte.
Había perdido los sentidos y lo único que escuchaba era un silbato agudo en su cabeza, que muy lentamente iba disminuyendo. Se quedó así por lo menos una media hora, sin moverse, respirar ni reaccionar, hasta que poco a poco fue soltando el cadáver en sus manos y se enderezaba hacia atrás, para luego quedarse sentado con la espalda contra la pared. ¿Qué era lo que había hecho? Aún no reaccionaba para darse cuenta, ni tampoco se percataba de los pasos que se acercaban.
Sin embargo, aunque ignoraba la naturaleza de su malestar, sí había aprendido para entonces cómo afrontarlo: con aislamiento, soledad y silencio, pero se encontraba en el lugar y momento equivocado. Eran casi las cuatro de la mañana e iba por las calles céntricas de París, vestido como un hombre escandinavo común: pantalones oscuros y largos, camisa de lana hasta medio muslo y cinturón de cuero apenas bajo la cintura, del cual colgaba su siempre fiel hacha. Sobre sus hombros colgaba una capa que le cubría del frío y de los mirones, puesto que llevaba también capucha, y sus botas de cuero le proporcionaban tanto abrigo como sigilo. Caminaba cabizbajo y de brazos cruzados, signos de su ansiedad, y su paso apresurado tan solo quería salir de París lo antes posible, no vaya a ser que cometiera alguna atrocidad innoble... Pero su falta de concentración lo llevó por los caminos equivocados: hacia la llamada corte de los milagros.
En algún momento se adentró por un callejón casi completamente oscuro, donde solo llegaba el reflejo de la luz lunar que venía de los adoquines de las calles aledañas, pero por donde alcanzaba a ver a la perfección, aunque ni mirara su camino. Allí un hombre le sintió venir y, casi como de costumbre, se acercó a pedirle limosna para él, su mujer e hijo.- Déjame en paz. -Le espetó de forma instantánea y grosera -sin percatarse siquiera- mientras lo esquivaba y continuaba su camino, pero al vagabundo no le pareció aquella actitud y cometió el error no solo de tomarle del brazo, sino de también alzarle la voz y pegarle un tirón; tres cosas que fueron suficiente para gatillar aquel colapso que venía intentando contener. Su mente hizo clic y ya simplemente no se pudo controlar, dando paso a aquel en el que se convertía cuando su consciencia quedaba nula, desconectada.
No se dio cuenta de lo que hacía cuando reaccionó a lanzar al hombre contra la pared para luego abalanzarse sobre él con el hacha en mano, dejando caer y enterrar el metal en su cuerpo una y otra vez como una bestia, salpicando sangre sobre sí mismo y los alrededores. Bastó solo un corte para que el hombre muriese, pero aquello no lo sacó de la locura. La mujer que acompañaba al vagabundo despertó chillando, al igual que el niño que cargaba en sus brazos. Fueron tan agonizante para él sus chillidos que les chilló de igual forma de vuelta, lanzando el hacha directo a la cabeza de la mujer para callarla. Se tapó unos segundos los oídos mientras él mismo seguía chillando sin control, tambaleándose ligeramente de un lado a otro, cayendo entonces de rodillas frente al muchacho que chillaba para taparle la boca. Ambos callaron y, con la cabeza del muchacho entre sus manos, se dobló hacia adelante en agonía, sin fijarse que sofocaba al niño hasta la muerte.
Había perdido los sentidos y lo único que escuchaba era un silbato agudo en su cabeza, que muy lentamente iba disminuyendo. Se quedó así por lo menos una media hora, sin moverse, respirar ni reaccionar, hasta que poco a poco fue soltando el cadáver en sus manos y se enderezaba hacia atrás, para luego quedarse sentado con la espalda contra la pared. ¿Qué era lo que había hecho? Aún no reaccionaba para darse cuenta, ni tampoco se percataba de los pasos que se acercaban.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Desde que había llegado a París no había tenido tiempo para descansar, no sólo la ciudad llevaba un ritmo de vida agitado, sino que descubrió que habían muchísimas cosas por hacer en la nueva parroquia del orfanato en donde se había instalado. Había decidido mudarse a París en busca de nuevos retos, llevaba trabajando casi 10 años en la misma parroquia de su pequeño pueblo costero y sentía que, con toda esa experiencia podría ayudar a más personas si se mudaba a un sitio más grande. Sin embargo no se imaginó que se sentiría tan agobiado en tan sólo una semana.
Se había pasado el día entero reparando las tablas del techo de la capilla ¿Cómo podía estar tan descuidada? Había visto a Notre Dame y sus sacerdotes todos con sotanas completísimas, había observado el púlpito con sus decoraciones en oro y plata, si había dinero para mantener a Notre Dame en ese estado de exuberancia ¿Cómo es que la pequeña parroquia del orfanato tenía las tejas rotas desde el inicio del invierno y nadie las había mandado a reparar?. No se creía el cuento de que no había dinero para ello, más bien sospechaba que el dinero se estaba gastando en otras cosas.
Él día había estado soleado y la nieve que había caído semanas atrás se había derretido, por lo que el clima era relativamente cálido para la estación. Diodore disfrutó de su jornada laboral en el techo de la iglesia pues hacía mucho tiempo que no sentía la caricia del sol en su piel. Cuando calló la noche se encontró caminando por las calles de París en un intento de conocer un poco más de la ciudad, pero inevitablemente se encontró perdido entre los interminables callejones que ante sus ojos parecían iguales y terminó en las peligrosas y mustias calles de la Corte de los Milagros.
Había escuchado del sitio, pero aún no había tenido la oportunidad de visitarlo, había escuchado que todo tipo de personas que vivían en la miseria se reunían en el sitio para sobrevivir, era como una especie de barrio pobre donde abundaba no sólo el hambre, sino también la felonía y la prostitución. Parecía un buen lugar para desempeñarse como Sacerdote y tratar de ayudar a los más necesitados. Pero esa noche en especial no tenía esa intención en mente, en realidad lo que quería era encontrar el camino de regreso al orfanato, los dedos de los pies le dolían dentro de las botas al igual que los hombros, luego de su larga jornada bajo el sol.
Giró en un callejón oscuro y estrecho y al final de este se encontró con una figura encapuchada sentada, recostada en la pared, la temperatura había descendido considerablemente pues era casi la media noche y Diodore se encontró preguntándose si ese pobre hombre tendría un sitio en donde resguardarse esa noche. Se acercó con pasos ligeros y parpadeó varias veces intentando que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, ya estando más cerca notó que habían bultos en el suelo ¿Que era ese olor?. Se detuvo casi en frente del hombre, no podía ver su rostro pero podía discernir que era un hombre por la envergadura de sus hombros, observó a su alrededor y finalmente pudo comprender la escena, los bultos eran cadáveres. Habían manchas negras por aquí y por allá ¡Era sangre!. Diodore se llevó una mano a la boca ahogando un grito de sorpresa y se arrodilló rápidamente frente al desconocido.
-¿Se encuentra usted bien? - Preguntó, aquello parecía la obra de algún animal salvaje, no estaba seguro de que Lobos pudieran alcanzar esas calles de París – Necesita que le ayude a ir a alguna parte? -
Era obvio que Diodore no comprendía que había sucedido y creía que el misterioso hombre era también una víctima.
Se había pasado el día entero reparando las tablas del techo de la capilla ¿Cómo podía estar tan descuidada? Había visto a Notre Dame y sus sacerdotes todos con sotanas completísimas, había observado el púlpito con sus decoraciones en oro y plata, si había dinero para mantener a Notre Dame en ese estado de exuberancia ¿Cómo es que la pequeña parroquia del orfanato tenía las tejas rotas desde el inicio del invierno y nadie las había mandado a reparar?. No se creía el cuento de que no había dinero para ello, más bien sospechaba que el dinero se estaba gastando en otras cosas.
Él día había estado soleado y la nieve que había caído semanas atrás se había derretido, por lo que el clima era relativamente cálido para la estación. Diodore disfrutó de su jornada laboral en el techo de la iglesia pues hacía mucho tiempo que no sentía la caricia del sol en su piel. Cuando calló la noche se encontró caminando por las calles de París en un intento de conocer un poco más de la ciudad, pero inevitablemente se encontró perdido entre los interminables callejones que ante sus ojos parecían iguales y terminó en las peligrosas y mustias calles de la Corte de los Milagros.
Había escuchado del sitio, pero aún no había tenido la oportunidad de visitarlo, había escuchado que todo tipo de personas que vivían en la miseria se reunían en el sitio para sobrevivir, era como una especie de barrio pobre donde abundaba no sólo el hambre, sino también la felonía y la prostitución. Parecía un buen lugar para desempeñarse como Sacerdote y tratar de ayudar a los más necesitados. Pero esa noche en especial no tenía esa intención en mente, en realidad lo que quería era encontrar el camino de regreso al orfanato, los dedos de los pies le dolían dentro de las botas al igual que los hombros, luego de su larga jornada bajo el sol.
Giró en un callejón oscuro y estrecho y al final de este se encontró con una figura encapuchada sentada, recostada en la pared, la temperatura había descendido considerablemente pues era casi la media noche y Diodore se encontró preguntándose si ese pobre hombre tendría un sitio en donde resguardarse esa noche. Se acercó con pasos ligeros y parpadeó varias veces intentando que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, ya estando más cerca notó que habían bultos en el suelo ¿Que era ese olor?. Se detuvo casi en frente del hombre, no podía ver su rostro pero podía discernir que era un hombre por la envergadura de sus hombros, observó a su alrededor y finalmente pudo comprender la escena, los bultos eran cadáveres. Habían manchas negras por aquí y por allá ¡Era sangre!. Diodore se llevó una mano a la boca ahogando un grito de sorpresa y se arrodilló rápidamente frente al desconocido.
-¿Se encuentra usted bien? - Preguntó, aquello parecía la obra de algún animal salvaje, no estaba seguro de que Lobos pudieran alcanzar esas calles de París – Necesita que le ayude a ir a alguna parte? -
Era obvio que Diodore no comprendía que había sucedido y creía que el misterioso hombre era también una víctima.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
El sonar de los pasos del humano que se le acercaba era una tortura, casi como si un herrero estuviese martillando el metal justo a un lado de sus oídos. Su rostro se desfiguró ante aquella molestia y, junto con un gruñido gutural, echó la cabeza hacia un lado y luego hacia adelante. Poco a poco recuperaba la consciencia y calmaba su respiración, la cual no necesitaba pero era un puro reflejo de su ansiedad tan marcada. Cuando el muchacho se arrodilló frente a él, levantó el rostro y parpadeó forzosamente un par de veces para poder enfocarle bien. Entrecerró los ojos y negó ligeramente con la cabeza, como si no entendiese lo que le estaban preguntando.- No, yo no... Es decir... Yo... -Murmuró con dificultad, interrumpido por su respiración y su falta de concentración. Desvió la mirada hacia un costado, luego al otro, comenzando a caer nuevamente en la desesperación, dándose cuenta de paso de lo que había a su alrededor, de dónde se encontraba y de qué hora era. Hizo un gesto de asco al sentir el aroma a sangre y a muerto, mas luego sus ojos se fijaron en el cuerpo del niño. Observó horrorizado su pequeño cuerpo y las marcas de sus manos en su cara tras haberlo sofocado. Se quedó plasmado, con la culpa y el remordimiento de haberle quitado la vida a un alma tan joven, tan joven como la imagen de su propio hijo que pudo observar a través de la clarividencia.
Exhaló el poco aire que quedaba en sus pulmones, volviendo la vista en dirección al humano. No lo veía a él precisamente, sino que solo miraba hacia el frente.- Yo no... Odín, ¿qué ha pasado? -Cerró los ojos y golpeó su cabeza contra la pared, llevando una mano a acariciarse la cien mientras que los recuerdos le volvían. Frunció los labios en parte enfurecido, en parte arrepentido; y es que desde que se había enterado de que había tenido un hijo, quien había sido asesinado por un vampiro sádico, y al ver lo mucho que había hecho sufrir aquello a su mujer y madre de su hijo, se había prometido a sí mismo jamás volver a quitarle la vida a un infante; y sin embargo aquella misma noche había "pecado", como solían decir los Cristianos. Exhaló con desgano, recién procesando lo que el humano le había dicho.- ¿Y cómo pretendes ayudarme, humano? No tienes poder alguno que me sirva en estos momentos... -Susurró con dificultad aún al hablar, intentando entonces comenzar a moverse, haciendo el intento de ponerse de pie, pero se sentía débil, débil de alma y mente, pues sus emociones aún revoloteaban y los bellos aún se le erizaban. Se mantuvo quieto unos instantes, con la mirada perdida y los ojos medios dilatados, regañándose a sí mismo.- Juro por Odín que no era mi intención. -No había tiempo para lamentarse; tenía que limpiar el desastre que había causado.
Armándose de valor y voluntad, levantó nuevamente el rostro y vio al joven aún en frente suyo. Se quedó con a mirada prendida en él, examinando sus facciones y expresiones, sin saber interpretar los gestos de su rostro. Formulaba un sinfín de preguntas para él en su mente y, si tan solo pudiese concentrarse, usaría la clarividencia para responderlas, pero no era capaz. Su estabilidad mental y emocional aún dependían de un hilo, pero aún así logró fijarse en un pequeño detalle, aquel detalle que diferenciaba a literalmente todos los Cristianos: el collar con la cruz que todos llevan, como si fueran vacas marcadas o perros con correas.- Eres Cristiano... -Susurró mostrando interés en él, inclinándose hacia adelante para tomarle por los hombros.- El niño, mira al niño. -Agregó mientras intentaba hacerlo girar, apretándole los hombros.- ¿Crees que se haya ido al paraíso Cristiano? ¿O crees que lo he enviado al infierno? Contéstame, necesito saber. No me importan los otros dos, de ellos no me arrepiento, pero dime a dónde se ha ido el niño. -Habló con desesperación y verborrea, zarandeándole de forma brusca sin siquiera caer en cuenta de aquello. Se quedó quieto entonces, expectante, esperando la respuesta que necesitaba recibir, a sabiendas de que si lo había enviado al infierno, se le destrozaría el corazón.
Exhaló el poco aire que quedaba en sus pulmones, volviendo la vista en dirección al humano. No lo veía a él precisamente, sino que solo miraba hacia el frente.- Yo no... Odín, ¿qué ha pasado? -Cerró los ojos y golpeó su cabeza contra la pared, llevando una mano a acariciarse la cien mientras que los recuerdos le volvían. Frunció los labios en parte enfurecido, en parte arrepentido; y es que desde que se había enterado de que había tenido un hijo, quien había sido asesinado por un vampiro sádico, y al ver lo mucho que había hecho sufrir aquello a su mujer y madre de su hijo, se había prometido a sí mismo jamás volver a quitarle la vida a un infante; y sin embargo aquella misma noche había "pecado", como solían decir los Cristianos. Exhaló con desgano, recién procesando lo que el humano le había dicho.- ¿Y cómo pretendes ayudarme, humano? No tienes poder alguno que me sirva en estos momentos... -Susurró con dificultad aún al hablar, intentando entonces comenzar a moverse, haciendo el intento de ponerse de pie, pero se sentía débil, débil de alma y mente, pues sus emociones aún revoloteaban y los bellos aún se le erizaban. Se mantuvo quieto unos instantes, con la mirada perdida y los ojos medios dilatados, regañándose a sí mismo.- Juro por Odín que no era mi intención. -No había tiempo para lamentarse; tenía que limpiar el desastre que había causado.
Armándose de valor y voluntad, levantó nuevamente el rostro y vio al joven aún en frente suyo. Se quedó con a mirada prendida en él, examinando sus facciones y expresiones, sin saber interpretar los gestos de su rostro. Formulaba un sinfín de preguntas para él en su mente y, si tan solo pudiese concentrarse, usaría la clarividencia para responderlas, pero no era capaz. Su estabilidad mental y emocional aún dependían de un hilo, pero aún así logró fijarse en un pequeño detalle, aquel detalle que diferenciaba a literalmente todos los Cristianos: el collar con la cruz que todos llevan, como si fueran vacas marcadas o perros con correas.- Eres Cristiano... -Susurró mostrando interés en él, inclinándose hacia adelante para tomarle por los hombros.- El niño, mira al niño. -Agregó mientras intentaba hacerlo girar, apretándole los hombros.- ¿Crees que se haya ido al paraíso Cristiano? ¿O crees que lo he enviado al infierno? Contéstame, necesito saber. No me importan los otros dos, de ellos no me arrepiento, pero dime a dónde se ha ido el niño. -Habló con desesperación y verborrea, zarandeándole de forma brusca sin siquiera caer en cuenta de aquello. Se quedó quieto entonces, expectante, esperando la respuesta que necesitaba recibir, a sabiendas de que si lo había enviado al infierno, se le destrozaría el corazón.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Cuando pudo verle la cara al fin, aún en la penumbra notó que se trataba de un hombre con una exuberante belleza que no había visto nunca antes en otra persona. Su piel era demasiado pálida y sus cabellos rubios le hacían parecer más como un antiguo guerrero Vikingo que como un ciudadano común. Ahora que lo pensaba el atuendo también era inusual, no había visto gente vestida de esa forma desde que había llegado a París y se preguntó si sería un extranjero. Él hombre lucía desorientado y perturbado y conforme fue hablando Diodore fue comprendiendo la situación.
La verdad de lo ocurrido le golpeó de repente. ¿Había cometido ese aterrador crimen?. La mente de Diodore se negaba a creer lo que estaba escuchando y viendo a su alrededor, le había resultado fácil asumir que se había tratado de un ataque animal, nunca había visto un asesinato tan grotesco y mucho menos con una criatura de tan temprana edad involucrada. El olor a sangre se filtró en su nariz causándole náuseas. No supo que responder cuando el victimario le preguntó que cómo podía ayudarlo, ¡No tenía idea! El miedo le estaba llenando por completo, su corazón latía acelerado y la bilis del hígado amenazaba con subirle por la garganta para hacerle vomitar.
Entonces el misterioso hombre le había tomado por los hombros, sus dedos se habían cándido fuertemente en sus hombros y Diodore frunció las cejas al sentir el leve dolor y la siguiente pregunta lo desconcertó aún más que la escena misma. ¿Porqué le importaba eso cuando acababa de matarlos?.
-No...no lo se – Respondió con una mueca de terror, en realidad no lo sabía, según las sagradas escrituras si el niño había sido bautizado, iría al cielo, de lo contrario caería al limbo – ¡No tengo idea si el niño fue bautizado o no! - Exclamó casi en un grito, llevó sus manos para intentar soltarse del agarre de ese hombre, su mente estaba entrando en pánico y le decía que debía correr, debía alejarse de ese loco que seguramente intentaría matarlo a él también.
- ¿Por...porqué lo has hecho? - Se atrevió a preguntar logrando soltarse del agarre cayendo sentado hacía atrás – Por que has matado a una alma inocente ¡Era tan sólo un niño! - Le acusó, rabia aremolinándose en su estómago a la par con el miedo que sentía, gateó a medias por el suelo y se acercó al cadáver del pequeño, las manos se le untaron de sangre al tomarlo – Padre Nuestro que estás en el cielo... santificado sea tu nombre... por favor recibe a esta pequeña alma inocente en tu divino reino – Balbuceó aunque no estaba seguro de que sus palabras sirvieran para algo, el crimen había sido cometido y todos estaban muertos.
La verdad de lo ocurrido le golpeó de repente. ¿Había cometido ese aterrador crimen?. La mente de Diodore se negaba a creer lo que estaba escuchando y viendo a su alrededor, le había resultado fácil asumir que se había tratado de un ataque animal, nunca había visto un asesinato tan grotesco y mucho menos con una criatura de tan temprana edad involucrada. El olor a sangre se filtró en su nariz causándole náuseas. No supo que responder cuando el victimario le preguntó que cómo podía ayudarlo, ¡No tenía idea! El miedo le estaba llenando por completo, su corazón latía acelerado y la bilis del hígado amenazaba con subirle por la garganta para hacerle vomitar.
Entonces el misterioso hombre le había tomado por los hombros, sus dedos se habían cándido fuertemente en sus hombros y Diodore frunció las cejas al sentir el leve dolor y la siguiente pregunta lo desconcertó aún más que la escena misma. ¿Porqué le importaba eso cuando acababa de matarlos?.
-No...no lo se – Respondió con una mueca de terror, en realidad no lo sabía, según las sagradas escrituras si el niño había sido bautizado, iría al cielo, de lo contrario caería al limbo – ¡No tengo idea si el niño fue bautizado o no! - Exclamó casi en un grito, llevó sus manos para intentar soltarse del agarre de ese hombre, su mente estaba entrando en pánico y le decía que debía correr, debía alejarse de ese loco que seguramente intentaría matarlo a él también.
- ¿Por...porqué lo has hecho? - Se atrevió a preguntar logrando soltarse del agarre cayendo sentado hacía atrás – Por que has matado a una alma inocente ¡Era tan sólo un niño! - Le acusó, rabia aremolinándose en su estómago a la par con el miedo que sentía, gateó a medias por el suelo y se acercó al cadáver del pequeño, las manos se le untaron de sangre al tomarlo – Padre Nuestro que estás en el cielo... santificado sea tu nombre... por favor recibe a esta pequeña alma inocente en tu divino reino – Balbuceó aunque no estaba seguro de que sus palabras sirvieran para algo, el crimen había sido cometido y todos estaban muertos.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Frunció el ceño, comenzaba a desesperarse nuevamente y negaba con la cabeza.- Ya te he dicho que no fue mi intención. -Le contestó abruptamente. Dejó entonces que el humano se le escapara de las manos, hundido en sus pensamientos revoloteados.- Yo no acostumbro a matar niños. Me recuerdan a mi hijo, que en paz descanse. –Agregó horrorizado, tapándose la cara mientras que un par de lágrimas de sangre se escurrían por entre sus huesudos dedos, enfurecido ante la culpa que el mortal le hacía sentir por sobre la propia. Se mantuvo quieto unos segundos, reconciliándose, y luego le miró entonces mientras rezaba junto al cuerpo del niño, con mil y un ideas cruzándosele por la cabeza, de las cuales ninguna le servía en esos momentos.
El sonido acelerado del corazón del muchacho comenzó a retumbarle en los oídos y a despertar sus instintos, pero los ignoró. No quería volver a matar aquella noche, no quería nada más que calma y silencio.- Manda a calmar tu corazón. Me pone enfermo y no me deja pensar. -Le susurró en un gruñido suave pero molesto, frunciendo los labios mientras intentaba ordenarse la cabeza, concentrarse en qué hacer ahora. Se puso de pie trastabillando y estiró sus ropas, afirmándose en la pared de cuando en cuando puesto que sus sentidos aún no eran del todo confiables. Caminó con calma y lentitud hacia los cadáveres que estaban junto al niño y recogió su hacha del suelo, sacó un pañuelo y la limpió y guardó con cuidado. Pensaba mientras qué hacer y, ante aquello, se le prendió la idea justa y necesaria.- Por supuesto... –Susurró, abriendo un poco más de lo normal los ojos al darse cuenta de aquel detalle.- Yo puedo averiguarlo. Puedo averiguar si es que fue bautizado. -Alzó un poco la voz, acercándose a arrodillarse junto al humano. Si usaba la clarividencia, podría ver si es que el niño había sido bautizado o no, pero para eso tenía que resolver solo un pequeño detalle.
Hablaba también como si asumiera que el humano había caído ya en la cuenta de su naturaleza, pues para él era obvio que era un vampiro, su aura era notoria, pero a veces se le escapaba el detalle de que su propia realidad y visión de mundo por lo general no era la misma que lo demás. Nunca lo era, la verdad, pero diferenciar lo que él veía obvio de lo obvio que veían los demás era casi imposible para él.- Necesito que me digas cómo es eso del bautizo. Desconozco los ritos Cristianos. Necesito saber cómo es, de otro modo no sabré qué buscar en las visiones. –Le explicó, colocando una mano en el hombro izquierdo del muchacho, sin dejar que se le alejara. En el momento que lo tocó, una visión se apareció ante sus ojos de forma repentina, dándose cuenta de que el humano era sacerdote. Se quedó con la mirada perdida unos segundos, como si mirara casi a través de él. - Y no reces más, que si no ha sido bautizado y tú le rezas a tu Dios muerto, entonces luego yo no podré entregárselo a mis Dioses tampoco. -Ordenó luego. Nada más le quedaba esperar a que el otro cooperara.
El sonido acelerado del corazón del muchacho comenzó a retumbarle en los oídos y a despertar sus instintos, pero los ignoró. No quería volver a matar aquella noche, no quería nada más que calma y silencio.- Manda a calmar tu corazón. Me pone enfermo y no me deja pensar. -Le susurró en un gruñido suave pero molesto, frunciendo los labios mientras intentaba ordenarse la cabeza, concentrarse en qué hacer ahora. Se puso de pie trastabillando y estiró sus ropas, afirmándose en la pared de cuando en cuando puesto que sus sentidos aún no eran del todo confiables. Caminó con calma y lentitud hacia los cadáveres que estaban junto al niño y recogió su hacha del suelo, sacó un pañuelo y la limpió y guardó con cuidado. Pensaba mientras qué hacer y, ante aquello, se le prendió la idea justa y necesaria.- Por supuesto... –Susurró, abriendo un poco más de lo normal los ojos al darse cuenta de aquel detalle.- Yo puedo averiguarlo. Puedo averiguar si es que fue bautizado. -Alzó un poco la voz, acercándose a arrodillarse junto al humano. Si usaba la clarividencia, podría ver si es que el niño había sido bautizado o no, pero para eso tenía que resolver solo un pequeño detalle.
Hablaba también como si asumiera que el humano había caído ya en la cuenta de su naturaleza, pues para él era obvio que era un vampiro, su aura era notoria, pero a veces se le escapaba el detalle de que su propia realidad y visión de mundo por lo general no era la misma que lo demás. Nunca lo era, la verdad, pero diferenciar lo que él veía obvio de lo obvio que veían los demás era casi imposible para él.- Necesito que me digas cómo es eso del bautizo. Desconozco los ritos Cristianos. Necesito saber cómo es, de otro modo no sabré qué buscar en las visiones. –Le explicó, colocando una mano en el hombro izquierdo del muchacho, sin dejar que se le alejara. En el momento que lo tocó, una visión se apareció ante sus ojos de forma repentina, dándose cuenta de que el humano era sacerdote. Se quedó con la mirada perdida unos segundos, como si mirara casi a través de él. - Y no reces más, que si no ha sido bautizado y tú le rezas a tu Dios muerto, entonces luego yo no podré entregárselo a mis Dioses tampoco. -Ordenó luego. Nada más le quedaba esperar a que el otro cooperara.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
¿Pero que clase de excusa barata era esa? ¿Cómo podía uno masacrar a tres personas con un hacha y luego decir que no era su intención? Estaban hablando de 3 vidas inocentes, no de bultos de papas, Diodore había escuchado muchos pecados de boca de quienes se confesaban en la iglesia durante toda su vida y la mayoría decían que 'no había sido su intención pecar', pero asesinar era otra cosa enteramente. Luego había dicho que no acostumbraba matar niños ¿Acostumbraba? Acaso ese hombre había matado a otras personas de manera recurrente.
Diodore comenzó a traspirar, su respiración se había agitado conforme su corazón retumbaba en sus orejas como si en cualquier momento fuera a salirsele del pecho. Tenía miedo, estaba frente a un asesino ¿Que le impedía coger esa hecha y matarlo a él? Él era un testigo, podía ir corriendo a denunciarlo a la policía, ¡había visto su rostro!, Las manos de Diodore temblaban mientras aún sostenía el cadáver del niño, él era un simple sacerdote, no sabía pelear ni siquiera sabía usar un arma ¿Cómo iba a defenderse si ese hombre decidía atacarlo también a él?.
-¿De que estás hablando? ¿Cómo vas a averiguar si el niño ha sido bautizado o no? - Las preguntas salieron frenéticas de su boca, la forma de hablar de aquel hombre era sumamente extraña, parecía como si hablara de las personas como si él no fuera una, no comprendía nada de lo que decía – No...no eres cristiano – Murmuró cuando dijo que no conocía el rito del bautizo y mencionó unas visiones ¿Era acaso un tipo de brujo o gitano loco? Diodore había escuchado rumores de que los gitanos podían tener visiones del futuro y hacer adivinación, por supuesto la iglesia los trataba como charlatanes y no ´reconocía que tuvieran esos poderes – El...bautizo... el niño... - Empezó a decir intentando calmar su acelerado corazón para poder hablar con coherencia – El niño debe ser llevado a una iglesia y el Sacerdote debe de bañar su cabeza con agua bendita...-
Cuando el hombre se acercó Diodore se llevó el niño contra su pecho en un acto reflejo inútil de protegerlo, cuando le tocó se sintió extraño, un escalofrío había recorrido su espina dorsal, la mirada ausente del hombre no ayudaba a que la situación fuera menos espeluznante.
- ¿De...de que dioses estás hablando? - Preguntó al fin.
Diodore comenzó a traspirar, su respiración se había agitado conforme su corazón retumbaba en sus orejas como si en cualquier momento fuera a salirsele del pecho. Tenía miedo, estaba frente a un asesino ¿Que le impedía coger esa hecha y matarlo a él? Él era un testigo, podía ir corriendo a denunciarlo a la policía, ¡había visto su rostro!, Las manos de Diodore temblaban mientras aún sostenía el cadáver del niño, él era un simple sacerdote, no sabía pelear ni siquiera sabía usar un arma ¿Cómo iba a defenderse si ese hombre decidía atacarlo también a él?.
-¿De que estás hablando? ¿Cómo vas a averiguar si el niño ha sido bautizado o no? - Las preguntas salieron frenéticas de su boca, la forma de hablar de aquel hombre era sumamente extraña, parecía como si hablara de las personas como si él no fuera una, no comprendía nada de lo que decía – No...no eres cristiano – Murmuró cuando dijo que no conocía el rito del bautizo y mencionó unas visiones ¿Era acaso un tipo de brujo o gitano loco? Diodore había escuchado rumores de que los gitanos podían tener visiones del futuro y hacer adivinación, por supuesto la iglesia los trataba como charlatanes y no ´reconocía que tuvieran esos poderes – El...bautizo... el niño... - Empezó a decir intentando calmar su acelerado corazón para poder hablar con coherencia – El niño debe ser llevado a una iglesia y el Sacerdote debe de bañar su cabeza con agua bendita...-
Cuando el hombre se acercó Diodore se llevó el niño contra su pecho en un acto reflejo inútil de protegerlo, cuando le tocó se sintió extraño, un escalofrío había recorrido su espina dorsal, la mirada ausente del hombre no ayudaba a que la situación fuera menos espeluznante.
- ¿De...de que dioses estás hablando? - Preguntó al fin.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Mientras que el muchacho se tomaba su tiempo en estar aterrorizado y responder, él se limitó nada más a mirarlo, comenzando a fijarse en pequeños detalles: la forma en que sus cabellos ondulados se movían con el suave viento helado de la noche, las hendiduras que se le hacían en las mejillas cuando hablaba o la frecuencia con la que levantaba las cejas al hablar. Todo aquello o distrajo lo suficiente como para ayudarlo a calmarse, puesto que, aunque no supiera describirlo, descubrió que era bastante agradable a la vista. No salió de aquel trance hasta que escuchó la respuesta que necesitaba, el detalle del bautizo que buscaría con sus poderes vampíricos.- Claramente, con clarividencia. -Contestó a su pregunta inicial, sonriéndose ante el juego de palabras que se había armado, aunque dudaba que el otro lo entendiera o encontrara tan chistoso y divertido como él. Giró entonces el rostro hacia donde estaba el niño, pero sin dejar de observar al humano de reojo. Sentía que no debía sacarle la vista de encima.- Y no, no soy Cristiano, soy nórdico, de aquellos tiempos en los que aún quedaba algo de adoración por Odín en Escandinavia. -Agregó luego, frunciendo el ceño levemente.
Se concentró entonces en el niño, tomando su helada y tiesa manita, para luego cerrar los ojos y buscar lo que necesitaba saber. Vinieron entonces a su mente las visiones, en las cuales pudo ver aquel niño como un bebé, sostenido por sus madre mientras que su padre lo intentaba bautizar por sí mismo a la orilla del río. Abrió sus ojos abruptamente, dándose cuenta de que en realidad no estaba bautizado como el humano le había dicho debía ser.- Supongo que no cuenta si sus padres lo bautizaron por sí solos en el río, ¿verdad? Pobre, lo he condenado. -Susurró apenado y con la garganta apretada por el sentimiento de culpa. Parpadeó forzosamente un par de veces mientras que analizaba la situación; ¿qué haría ahora? ¿qué era lo más apropiado? Su cultura vikinga lo impulsaba a simplemente irse caminando, dejar todo como estaba, pero sabía que aquello no podía hacerlo. Llevaba años intentando incorporarse a y comprender París y aquella no era la forma.
Suspiró, volviendo la vista al humano.- Tú eres un sacerdote Cristiano, ¿no es así? Dime, ¿hay algo que se pueda hacer aún por este niño? ¿O debiese ya simplemente encomendarlo a mis Dioses? -Preguntó con calma, pues aunque el otro estuviese notoriamente alterado, de alguna forma su compañía llegaba a ser un consuelo.- Eres ignorante de todo lo que hablo, ¿verdad? -Se encogió de hombros, sentía que hablaba solo.- Mis Dioses son los Æsir, quienes habitan en Asgard. Desde su trono, Odín, el Dios de los Dioses y padre de todos, puede observar los nueve mundos del Yggdrasil y, cuando uno muere honradamente, Odín envía a sus valquirias a levantarte de la muerte y te lleva a su salón, donde entrenarás y vivirás don dicha hasta el Ragnarok, el fin de mundo. -Explicó pacientemente.- Tu religión no es la única fe en este mundo, sacerdote, y no es nada más que la más reciente de todas; pero tu Dios está muerto, crucificado. Ya no camina entre nosotros.
Se concentró entonces en el niño, tomando su helada y tiesa manita, para luego cerrar los ojos y buscar lo que necesitaba saber. Vinieron entonces a su mente las visiones, en las cuales pudo ver aquel niño como un bebé, sostenido por sus madre mientras que su padre lo intentaba bautizar por sí mismo a la orilla del río. Abrió sus ojos abruptamente, dándose cuenta de que en realidad no estaba bautizado como el humano le había dicho debía ser.- Supongo que no cuenta si sus padres lo bautizaron por sí solos en el río, ¿verdad? Pobre, lo he condenado. -Susurró apenado y con la garganta apretada por el sentimiento de culpa. Parpadeó forzosamente un par de veces mientras que analizaba la situación; ¿qué haría ahora? ¿qué era lo más apropiado? Su cultura vikinga lo impulsaba a simplemente irse caminando, dejar todo como estaba, pero sabía que aquello no podía hacerlo. Llevaba años intentando incorporarse a y comprender París y aquella no era la forma.
Suspiró, volviendo la vista al humano.- Tú eres un sacerdote Cristiano, ¿no es así? Dime, ¿hay algo que se pueda hacer aún por este niño? ¿O debiese ya simplemente encomendarlo a mis Dioses? -Preguntó con calma, pues aunque el otro estuviese notoriamente alterado, de alguna forma su compañía llegaba a ser un consuelo.- Eres ignorante de todo lo que hablo, ¿verdad? -Se encogió de hombros, sentía que hablaba solo.- Mis Dioses son los Æsir, quienes habitan en Asgard. Desde su trono, Odín, el Dios de los Dioses y padre de todos, puede observar los nueve mundos del Yggdrasil y, cuando uno muere honradamente, Odín envía a sus valquirias a levantarte de la muerte y te lleva a su salón, donde entrenarás y vivirás don dicha hasta el Ragnarok, el fin de mundo. -Explicó pacientemente.- Tu religión no es la única fe en este mundo, sacerdote, y no es nada más que la más reciente de todas; pero tu Dios está muerto, crucificado. Ya no camina entre nosotros.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Parecía que el hombre que tenía en frente se estaba calmando conforme los minutos pasaba pero Diodore seguía tan alarmado y asqueado con la situación como nunca. Le escuchó hablar de clarividencia y una vez más no entendió a que se refería, luego el extraño hombre había tocado el cadáver del niño y al cabo de unos momentos había dicho que los padres le habían bautizado. ¿Había tenido una de esas visiones de las que hablaba?, la curiosidad comenzó a nacer dentro de él aún a pesar del miedo y la confusión.
Era la primera vez que conocía a alguien de una área tan lejana de Europa, Diodore ni siquiera había salido de Francia por lo que nunca había tenido un contacto directo con gente de otras culturas, aunque había estudiado geografía en sus años como monje en la abadía y estaba levemente familiarizado con los países Escandinavos. Cuando le preguntó si quedaba algo por hacer respecto al niño, el sacerdote se quedó mirándole a lo ojos por primera vez y notó lo extraños que eran, eran ojos que a pesar de lucir como los de cualquier otra persona, eran diferentes, no sabía exactamente que era lo que los hacía diferente, pero tuvo una extraña sensación en el cuerpo, como si ese hombre no fuera del todo humano.
Pero probablemente era por el shock que había experimentado con la escena, que ideas tan descabelladas se le estaban arremolinando en la cabeza.
-Creo que... - Murmuró y se levantó dejando el cadáver del niño en el suelo – Debemos enterrarlos – Sonaba muy extraño pensar que el asesino se preocupara por lo que pasaría con las almas de quienes acababa de matar ¿Sería posible que ese hombre en realidad estuviese arrepentido de lo que hizo?. Diodore recordó que había dicho que lo había hecho sin intención ¿Habría sido algo así como un momento de descontrol o locura?. Le escuchó hablar de sus Dioses y no pudo evitar pero sentir curiosidad, deseó saber más sobre esas historias, a pesar de ser devoto a su fé Cristiana, Diodore era ante todo una persona sumamente curiosa y el conocimiento le atraía como el fuego atraería a una desprevenida polilla.
Se puso de pie y se acercó a los cadáveres de los padres, se agachó y comenzó a checarles el rostro y los brazos hasta que encontró lo que estaba buscando.
-Mira – Exclamó sosteniendo el brazo inerte del hombre, en el antebrazo habían tatuajes en forma de luna y otros símbolos que Diodore reconoció – Este hombre era gitano – Concluyó, estaba familiarizado con los gitanos ya que en su trabajo como sacerdote visitaba constantemente la corte de los milagros para ayudar a los más necesitados y muchos gitanos eran de clase baja, por lo que había conocido ya a bastantes de ellos – Es probable que no hayan bautizado a su hijo en la fé Cristiana -
Aquella era sin duda la situación más extraña en la que había estado en toda su vida. ¿Le había colocado Dios a este misterioso hombre en su camino para probar su fé? Se preguntó, intentando que su agitado corazón se apaciguara.
- ¿Vas a ayudarme a enterrarlos? - Preguntó, su voz temblaba ligeramente pero sus ojos negros estaban llenos de determinación – Si estás tan arrepentido como dices, lo mínimo que podemos hacer por ellos es tratar sus cuerpos con dignidad y respeto – Agregó y comenzó a alzar al desafortunado hombre frunciendo el ceño por el esfuerzo.
Era la primera vez que conocía a alguien de una área tan lejana de Europa, Diodore ni siquiera había salido de Francia por lo que nunca había tenido un contacto directo con gente de otras culturas, aunque había estudiado geografía en sus años como monje en la abadía y estaba levemente familiarizado con los países Escandinavos. Cuando le preguntó si quedaba algo por hacer respecto al niño, el sacerdote se quedó mirándole a lo ojos por primera vez y notó lo extraños que eran, eran ojos que a pesar de lucir como los de cualquier otra persona, eran diferentes, no sabía exactamente que era lo que los hacía diferente, pero tuvo una extraña sensación en el cuerpo, como si ese hombre no fuera del todo humano.
Pero probablemente era por el shock que había experimentado con la escena, que ideas tan descabelladas se le estaban arremolinando en la cabeza.
-Creo que... - Murmuró y se levantó dejando el cadáver del niño en el suelo – Debemos enterrarlos – Sonaba muy extraño pensar que el asesino se preocupara por lo que pasaría con las almas de quienes acababa de matar ¿Sería posible que ese hombre en realidad estuviese arrepentido de lo que hizo?. Diodore recordó que había dicho que lo había hecho sin intención ¿Habría sido algo así como un momento de descontrol o locura?. Le escuchó hablar de sus Dioses y no pudo evitar pero sentir curiosidad, deseó saber más sobre esas historias, a pesar de ser devoto a su fé Cristiana, Diodore era ante todo una persona sumamente curiosa y el conocimiento le atraía como el fuego atraería a una desprevenida polilla.
Se puso de pie y se acercó a los cadáveres de los padres, se agachó y comenzó a checarles el rostro y los brazos hasta que encontró lo que estaba buscando.
-Mira – Exclamó sosteniendo el brazo inerte del hombre, en el antebrazo habían tatuajes en forma de luna y otros símbolos que Diodore reconoció – Este hombre era gitano – Concluyó, estaba familiarizado con los gitanos ya que en su trabajo como sacerdote visitaba constantemente la corte de los milagros para ayudar a los más necesitados y muchos gitanos eran de clase baja, por lo que había conocido ya a bastantes de ellos – Es probable que no hayan bautizado a su hijo en la fé Cristiana -
Aquella era sin duda la situación más extraña en la que había estado en toda su vida. ¿Le había colocado Dios a este misterioso hombre en su camino para probar su fé? Se preguntó, intentando que su agitado corazón se apaciguara.
- ¿Vas a ayudarme a enterrarlos? - Preguntó, su voz temblaba ligeramente pero sus ojos negros estaban llenos de determinación – Si estás tan arrepentido como dices, lo mínimo que podemos hacer por ellos es tratar sus cuerpos con dignidad y respeto – Agregó y comenzó a alzar al desafortunado hombre frunciendo el ceño por el esfuerzo.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Después de aquella breve explicación que le dio al cristiano respecto de su propia fe, se mantuvo con los hombros encogidos en una postura relajada y, cuando el muchacho le miró a los ojos, mantuvo el contacto visual directo con él por unos segundos. Era extraño; jamás lograba conectar miradas con alguien de aquella manera, mucho menos si recién les conocía, pero de uno u otro modo pareciera que el humano fuese una excepción a la regla y que su mirada no era tan letal como se sentían las otras. Era como si su mirada no estuviese mal intencionada como solían ser las otras. Sin embargo, apenas se dio cuenta de aquello, desvió la vista inmediatamente hacia un costado, nervioso y algo acelerado al respecto, con sus ojos que iban de aquí para allá en busca de alguna explicación.
Volvió entonces a verle unos segundos, no a los ojos, sino que en su dirección en general y comenzó entonces a hacer un esfuerzo en prestar atención a otros detalles.- No lo entiendo. –Dijo de forma repentina.- Estás acelerado, como si tuvieses miedo, pero no lo pareces. ¿Qué es lo que sientes? No logro descifrarte. –Susurró con exagerada honestidad, parpadeando un par de veces mientras que estaba quieto, estático, pensando. Le siguió entonces con la vista mientras que el humano comenzaba a moverse y a hablar de entierros. Observó lo que el hombre le mostraba en el brazo de su víctima sin entender en un comienzo, mas luego cuando le dijo que aquello significaba que era gitano, buscó los brazos del niño en busca de alguna marca similar, aunque no tenía.- Si no eran Cristianos, entonces, ¿de qué sirve enterrarlos? –Preguntó curioso, sin comprender nada, pero resoplando con molestia ante lo último que dijo.- A mí esos dos me dan igual. Que se los lleve la policía por la mañana. –Replicó alzando la voz ligeramente.
Se puso entonces de pie, estirándose como los gatos con los brazos hacia arriba y luego respirando profundamente, relajándose. Ya estaba nuevamente compuesto, como si ya todo hubiese vuelto a la normalidad y jamás hubiese tenido un "desliz autista", ahora ya con sus sentidos al cien por ciento y su mente despejada. Fue entonces cuando notó que habían voces cerca, que escuchaba pasos por sobre adoquines y que aumentaban en volumen mientras que pasaban los segundos.- Deja ya esos dos ahí. No vamos a enterrar a nadie. Alguien viene. -Dijo mientras que se arreglaba las ropas y se agachaba a recoger el cuerpo del niño. Se apresuró entonces a acercarse al humano y, con un tirón de ropa, hizo que se pusiera de pie para luego entregarle el cuerpo del infante. Entonces, justo cuando alcanzaba a asomarse un poco de luz que provenía de una antorcha, se apresuró a tomar entre sus brazos al humano y salir de allí con la velocidad sobrenatural de un vampiro.
En unos segundos estuvieron al lado opuesto de la corte de los milagros, sobre unas terrazas de unos comercios cerrados e inhabitados de noche, lejos de donde se encontraban anteriormente y lejos de los ojos y oídos de cualquier mortal. Liberó de su agarre al humano que cargaba el cadáver y se alejó unos pasos, llevando una mano a tapar su nariz pues, al tener tan cerca al cuerpo, el olor a putrefacción que sentía multiplicadas veces en contraste al que sentía el sacerdote, le había causado náuseas. Se tomó un momento para recuperarse, volteando entonces a verle nuevamente.- Eres ignorante a mis prácticas, así que, ¿quieres que te enseñe a hacer un velorio vikingo? Siendo que tu Dios no recibirá a este niño en su cielo y que desconozco la fe en la que fue bautizado, solo nos queda ofrecérselo a Frigg. Creo que solo ella tendrá la compasión necesaria. -Susurró suavemente, contemplando nuevamente al humano, dándose cuenta de que en realidad, su compañía era de alguna forma un gran agrado.
Volvió entonces a verle unos segundos, no a los ojos, sino que en su dirección en general y comenzó entonces a hacer un esfuerzo en prestar atención a otros detalles.- No lo entiendo. –Dijo de forma repentina.- Estás acelerado, como si tuvieses miedo, pero no lo pareces. ¿Qué es lo que sientes? No logro descifrarte. –Susurró con exagerada honestidad, parpadeando un par de veces mientras que estaba quieto, estático, pensando. Le siguió entonces con la vista mientras que el humano comenzaba a moverse y a hablar de entierros. Observó lo que el hombre le mostraba en el brazo de su víctima sin entender en un comienzo, mas luego cuando le dijo que aquello significaba que era gitano, buscó los brazos del niño en busca de alguna marca similar, aunque no tenía.- Si no eran Cristianos, entonces, ¿de qué sirve enterrarlos? –Preguntó curioso, sin comprender nada, pero resoplando con molestia ante lo último que dijo.- A mí esos dos me dan igual. Que se los lleve la policía por la mañana. –Replicó alzando la voz ligeramente.
Se puso entonces de pie, estirándose como los gatos con los brazos hacia arriba y luego respirando profundamente, relajándose. Ya estaba nuevamente compuesto, como si ya todo hubiese vuelto a la normalidad y jamás hubiese tenido un "desliz autista", ahora ya con sus sentidos al cien por ciento y su mente despejada. Fue entonces cuando notó que habían voces cerca, que escuchaba pasos por sobre adoquines y que aumentaban en volumen mientras que pasaban los segundos.- Deja ya esos dos ahí. No vamos a enterrar a nadie. Alguien viene. -Dijo mientras que se arreglaba las ropas y se agachaba a recoger el cuerpo del niño. Se apresuró entonces a acercarse al humano y, con un tirón de ropa, hizo que se pusiera de pie para luego entregarle el cuerpo del infante. Entonces, justo cuando alcanzaba a asomarse un poco de luz que provenía de una antorcha, se apresuró a tomar entre sus brazos al humano y salir de allí con la velocidad sobrenatural de un vampiro.
En unos segundos estuvieron al lado opuesto de la corte de los milagros, sobre unas terrazas de unos comercios cerrados e inhabitados de noche, lejos de donde se encontraban anteriormente y lejos de los ojos y oídos de cualquier mortal. Liberó de su agarre al humano que cargaba el cadáver y se alejó unos pasos, llevando una mano a tapar su nariz pues, al tener tan cerca al cuerpo, el olor a putrefacción que sentía multiplicadas veces en contraste al que sentía el sacerdote, le había causado náuseas. Se tomó un momento para recuperarse, volteando entonces a verle nuevamente.- Eres ignorante a mis prácticas, así que, ¿quieres que te enseñe a hacer un velorio vikingo? Siendo que tu Dios no recibirá a este niño en su cielo y que desconozco la fe en la que fue bautizado, solo nos queda ofrecérselo a Frigg. Creo que solo ella tendrá la compasión necesaria. -Susurró suavemente, contemplando nuevamente al humano, dándose cuenta de que en realidad, su compañía era de alguna forma un gran agrado.
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Las preguntas habían sido demasiado directas y le habían dejado perplejo unos momentos, no supo como responder en el momento pues la situación no meritaba sentarse a charlar como si estuvieran en una cafetería ¡Habían tres cadáveres en el suelo por el amor a Cristo bendito!. Lo siguiente que dijo logró que la rabia se arremolinara en su interior aún por encima del miedo que sentía ¿Cómo que para que enterrarlos?.
-¡Porqué es lo mínimo que podemos hacer! ¡No podemos dejar el cuerpo por ahí tirado! - Exclamó su voz estaba cargada de ira y se había vuelto más aguda de lo normal, nunca había sentido esa combinación tan extraña de sensaciones, indignación, rabia y miedo al mismo tiempo. Iba a explicarle el porqué era necesario el entierro cuando todo pasó demasiado rápido como para que pudiera reaccionar.
Se encontró cargando al pobre bebe en brazos y viajando a una velocidad ilógica por las calles que se habían vuelto borrosas a su alrededor. No comprendió muy bien lo sucedido y reaccionó perplejo mirando hacía todos los lados cuando fue depositado en la terraza de una tienda. El viento frío nocturno jugueteaba con sus cabellos dándole a entender que aquello no era un sueño (o una pesadilla) y que de alguna forma mágica ese hombre le había transportado a gran velocidad hasta ese lugar.
-Pero... cómo... - Murmuró desconcertado, estaba tan sorprendido que su cerebro pareció obviar el hedor que comenzaba a emanar del cuerpo del niño ignorándolo. Ahora ese hombre hablaba de ofrecer ese niño a una diosa y enterrarlo de manera diferente, Diodore estaba tan abrumado con todo lo ocurrido que simplemente asintió con la cabeza con la mirada perdida en algún punto de la oscura ciudad.
Tenía que aceptar que se sentía confundido con respecto a su propia fe. El nunca había cuestionado las sagradas escrituras y nunca había pensado que, podrían existir otros dioses a parte del suyo ¿Y si lo que se hombre estaba diciendo era cierto? ¿Y si el niño no podía ser recibido en el cielo por que era gitano?. Una desmesurada tristeza lo sobrecogió al pensar en un Dios que no recibiera a un bebe inocente sólo por no tener el bautizo.
- Esta bien – Dijo al fin – Enterraremos al niño bajo tus creencias... - ¿Qué debemos hacer? - Le preguntó con la voz convertida casi en un susurro.
-¡Porqué es lo mínimo que podemos hacer! ¡No podemos dejar el cuerpo por ahí tirado! - Exclamó su voz estaba cargada de ira y se había vuelto más aguda de lo normal, nunca había sentido esa combinación tan extraña de sensaciones, indignación, rabia y miedo al mismo tiempo. Iba a explicarle el porqué era necesario el entierro cuando todo pasó demasiado rápido como para que pudiera reaccionar.
Se encontró cargando al pobre bebe en brazos y viajando a una velocidad ilógica por las calles que se habían vuelto borrosas a su alrededor. No comprendió muy bien lo sucedido y reaccionó perplejo mirando hacía todos los lados cuando fue depositado en la terraza de una tienda. El viento frío nocturno jugueteaba con sus cabellos dándole a entender que aquello no era un sueño (o una pesadilla) y que de alguna forma mágica ese hombre le había transportado a gran velocidad hasta ese lugar.
-Pero... cómo... - Murmuró desconcertado, estaba tan sorprendido que su cerebro pareció obviar el hedor que comenzaba a emanar del cuerpo del niño ignorándolo. Ahora ese hombre hablaba de ofrecer ese niño a una diosa y enterrarlo de manera diferente, Diodore estaba tan abrumado con todo lo ocurrido que simplemente asintió con la cabeza con la mirada perdida en algún punto de la oscura ciudad.
Tenía que aceptar que se sentía confundido con respecto a su propia fe. El nunca había cuestionado las sagradas escrituras y nunca había pensado que, podrían existir otros dioses a parte del suyo ¿Y si lo que se hombre estaba diciendo era cierto? ¿Y si el niño no podía ser recibido en el cielo por que era gitano?. Una desmesurada tristeza lo sobrecogió al pensar en un Dios que no recibiera a un bebe inocente sólo por no tener el bautizo.
- Esta bien – Dijo al fin – Enterraremos al niño bajo tus creencias... - ¿Qué debemos hacer? - Le preguntó con la voz convertida casi en un susurro.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Minutos atrás, cuando estuvieron en los callejones, había ignorado sus gritos y, ahora que estaban en aquella terraza, escucharle susurrar de aquella forma simplemente no tenía ningún sentido. Se quedó mirándole, estando tan quieto como una estatua. Analizaba en su cabeza las posibles razones por las que aquel pequeño humano había estado tan eufórico y enfurecido en un momento y tan apagado como lo estaba ahora. Hizo un recuento de las cosas que habían pasado y las que habían dicho, escapándosele el detalle de que el otro desconocía su naturaleza vampírica, por lo que no logró llegar a ninguna conclusión.- ¿Qué ocurre? ¿Por qué hablas así de pronto? -Preguntó bajando la voz, inseguro, como si temiera el rechazo por parte de él. Se acercó entonces a quitar al niño de los brazos del humano, para luego ir y dejarlo a un lado, donde ya no molestara por unos momentos.
Acto seguido, se dio vuelta para ver al humano.- No te entiendo. Primero pareces calmado, luego alterado, calmado y así. ¿Y ahora con suerte hablas? -Preguntó en voz baja nuevamente, como si fuese consciente de que alzar la voz podría perturbarle, tal como le perturbaba a él cuando sentía sonidos muy fuertes o agudos.Se quedó entonces mirando hacia el suelo junto a sus pies, llevando su mano izquierda a rozar el brazalete de bronce que llevaba en su muñeca derecha, aquel forjado con detalles rúnicos y las típicas cabezas de dragones en los drakkares vikingos. Aquel brazalete representaba su lealtad a sus Dioses y al señor al que servía, Harald, aquel que él mismo convirtió en rey en Noruega cuando era humano. Suspiró levemente, volviendo la vista hacia el cadáver luego de la últimas palabras ajenas que formaron una pregunta.
Una pira. -Contestó con voz grave, levantando ahora el rostro para ver a su alrededor, ya sea en la terraza como en los mismos alrededores de la corte de los milagros.- Hay que buscar rocas y algo de paja. Y regalos, los regalos son muy importantes. -Dijo pensativo, comenzando a acelerarse nuevamente.- Ya vengo, ¡no te vayas! -Exclamó antes de irse de allí con velocidad sobrenatural otra vez, volviendo unos minutos después con un saco lleno de piedras de mediano tamaño, todas que sacó de la orilla del río en aquellos pocos minutos, junto con un poco de paja seca que se robó de unos establos. Se acercó al humano y dio vuelta la bolsa sobre el suelo, comenzando a revolver las piedras con las manos.- Ven, déjame enseñarte. Hay que crear una pira de modo que quede como si fuese una cama, y sobre ella pondremos el cadáver. -Comenzó a explicar mientras que acomodaba las piedras, colocando paja entre medio.- Una vez listo, -continuó- podremos quemar el cuerpo junto a las ofrendas. El humo elevará su alma hacia los Dioses en Asgard, donde vivirá junto a las riquezas que quememos con él, pero para que lo reciban, sus cenizas deben ser esparcidas al mar o, como último recurso, enterradas bajo tierra. -Movía las manos con rapidez y torpeza, arrodillado en el suelo y ensimismado con lo que hablaba.- Frigg es la esposa de Odín y es, además, Diosa del amor y la maternidad, entre otras cosas. Ella recibirá a este niño y como no conocen su nombre ni sus padres, lo llamarán Svein, que en el lenguaje de mis Dioses, significa "muchacho". -Se detuvo unos instantes luego de decir o último, quedándose con la mirada perdida, mas luego nada más frunció el ceño y continuó.
Acto seguido, se dio vuelta para ver al humano.- No te entiendo. Primero pareces calmado, luego alterado, calmado y así. ¿Y ahora con suerte hablas? -Preguntó en voz baja nuevamente, como si fuese consciente de que alzar la voz podría perturbarle, tal como le perturbaba a él cuando sentía sonidos muy fuertes o agudos.Se quedó entonces mirando hacia el suelo junto a sus pies, llevando su mano izquierda a rozar el brazalete de bronce que llevaba en su muñeca derecha, aquel forjado con detalles rúnicos y las típicas cabezas de dragones en los drakkares vikingos. Aquel brazalete representaba su lealtad a sus Dioses y al señor al que servía, Harald, aquel que él mismo convirtió en rey en Noruega cuando era humano. Suspiró levemente, volviendo la vista hacia el cadáver luego de la últimas palabras ajenas que formaron una pregunta.
Una pira. -Contestó con voz grave, levantando ahora el rostro para ver a su alrededor, ya sea en la terraza como en los mismos alrededores de la corte de los milagros.- Hay que buscar rocas y algo de paja. Y regalos, los regalos son muy importantes. -Dijo pensativo, comenzando a acelerarse nuevamente.- Ya vengo, ¡no te vayas! -Exclamó antes de irse de allí con velocidad sobrenatural otra vez, volviendo unos minutos después con un saco lleno de piedras de mediano tamaño, todas que sacó de la orilla del río en aquellos pocos minutos, junto con un poco de paja seca que se robó de unos establos. Se acercó al humano y dio vuelta la bolsa sobre el suelo, comenzando a revolver las piedras con las manos.- Ven, déjame enseñarte. Hay que crear una pira de modo que quede como si fuese una cama, y sobre ella pondremos el cadáver. -Comenzó a explicar mientras que acomodaba las piedras, colocando paja entre medio.- Una vez listo, -continuó- podremos quemar el cuerpo junto a las ofrendas. El humo elevará su alma hacia los Dioses en Asgard, donde vivirá junto a las riquezas que quememos con él, pero para que lo reciban, sus cenizas deben ser esparcidas al mar o, como último recurso, enterradas bajo tierra. -Movía las manos con rapidez y torpeza, arrodillado en el suelo y ensimismado con lo que hablaba.- Frigg es la esposa de Odín y es, además, Diosa del amor y la maternidad, entre otras cosas. Ella recibirá a este niño y como no conocen su nombre ni sus padres, lo llamarán Svein, que en el lenguaje de mis Dioses, significa "muchacho". -Se detuvo unos instantes luego de decir o último, quedándose con la mirada perdida, mas luego nada más frunció el ceño y continuó.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Lo que pasaba en realidad era que Diodore estaba muy asustado, nunca había estado en una situación tan extraña en la que el miedo fuera una constante durante tanto tiempo y muchos otros sentimientos más complicados se acumulaban en su cabeza, pero todo estaba pasando tan rápido que no tenía tiempo de analizar la situación y por unos instantes sintió como si perdía la energía para luchar o tan siquiera para hablar y por eso su voz se había vuelto apagada. Era extraño que ese hombre le preguntara de una manera tan directa sobre su actitud, como si de verdad le interesara saber como se sentía.
-Estoy confundido – Murmuró, no quería hablar de sus sentimientos, tenía preguntas más urgentes a las cuales encontrarles una respuesta, ¿Cómo era que habían llegado hasta ese lugar de manera tan rápida? ¿Cómo era posible que pudiera correr tan rápido? Primero había dicho que tenía visiones y ahora resultaba que podía correr a alta velocidad ¿Que demonios era ese hombre que tenía frente él?.
Una vez más había salido corriendo y había desaparecido en cuestión de segundos, Diodore perdió el equilibrio con la impresión que le causó verlo desaparecer y luego reaparecer con un saco con piedras y calló sentado en la terraza con los ojos desorbitados, el miedo amenazaba por apoderarse de él y no sólo eso, sentía como si perdería su cordura si seguía al lado de ese hombre de poderes extraordinarios. Por el contrario él parecía de lo más tranquilo mientras le explicaba como se debería efectuar el ritual para entregar el alma del niño a sus dioses en Asgard.
Diodore a duras pensas si escuchó todo lo que decía, estaba mudo de la impresión y seguía sin moverse en el suelo, su cerebro intentaba explicar de manera lógica lo que veía pero le era imposible, simplemente no podía creer lo que veía. Era como si no pudiera confiar en sus propios ojos ¿Estaba soñando? ¿Era esa una pesadilla e iba a despertar en la dura cama de madera de la parroquia con la frente sudorosa?.
- C...cómo...¿cómo puedes correr tan rápido? - Preguntó con voz temblorosa - ¿Qué... eres? - Por fin se atrevió a preguntar lo que rondaba en su mente, se negaba a creer que ese hombre no fuera como él, pero con todo lo que había visto (Sin mencionar la forma en como había asesinado a los padres del niño sin mostrar remordimiento alguno) ya no podía mentirse así mismo y creer que sólo se trataba de un humano.
-Estoy confundido – Murmuró, no quería hablar de sus sentimientos, tenía preguntas más urgentes a las cuales encontrarles una respuesta, ¿Cómo era que habían llegado hasta ese lugar de manera tan rápida? ¿Cómo era posible que pudiera correr tan rápido? Primero había dicho que tenía visiones y ahora resultaba que podía correr a alta velocidad ¿Que demonios era ese hombre que tenía frente él?.
Una vez más había salido corriendo y había desaparecido en cuestión de segundos, Diodore perdió el equilibrio con la impresión que le causó verlo desaparecer y luego reaparecer con un saco con piedras y calló sentado en la terraza con los ojos desorbitados, el miedo amenazaba por apoderarse de él y no sólo eso, sentía como si perdería su cordura si seguía al lado de ese hombre de poderes extraordinarios. Por el contrario él parecía de lo más tranquilo mientras le explicaba como se debería efectuar el ritual para entregar el alma del niño a sus dioses en Asgard.
Diodore a duras pensas si escuchó todo lo que decía, estaba mudo de la impresión y seguía sin moverse en el suelo, su cerebro intentaba explicar de manera lógica lo que veía pero le era imposible, simplemente no podía creer lo que veía. Era como si no pudiera confiar en sus propios ojos ¿Estaba soñando? ¿Era esa una pesadilla e iba a despertar en la dura cama de madera de la parroquia con la frente sudorosa?.
- C...cómo...¿cómo puedes correr tan rápido? - Preguntó con voz temblorosa - ¿Qué... eres? - Por fin se atrevió a preguntar lo que rondaba en su mente, se negaba a creer que ese hombre no fuera como él, pero con todo lo que había visto (Sin mencionar la forma en como había asesinado a los padres del niño sin mostrar remordimiento alguno) ya no podía mentirse así mismo y creer que sólo se trataba de un humano.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
¿Confundido? A él no le cabía en la cabeza cómo podría no haber entendido tan simple explicación que había dado. Por un momento pensó que tal vez no le había estado prestando atenci+on y por eso no comprendió nada de lo que le dijo, pero luego cuando escuchó las otras preguntas, entonces fue él quien dejó de estar confundido y se dio cuenta de que en realidad, el humano no estaba enterado de absolutamente nada.- Oh, ya veo. -Susurró suave, dejando las piedras que tenía en las manos en el suelo. Se le olvidaba por completo que había aún gente en París que desconocía la existencia de los seres sobre naturales como él. ¿Cómo explicarle? No estaba seguro. Lo único que sabía con certeza era que no quería asustarle; no quería legar a decir algo que lo espantara aún más. Ya había logrado hacer que se quedara con él un buen rato en lugar de haber huído antes, no quería provocar eso ahora.
No te haré daño, si eso es lo que temes. -Fue lo primero que dijo en respuesta a us palabras, mirándolo intensamente, pero no directo a los ojos ni a la cara. Se acercó entonces lenta y suavemente para ponerse en cunclillas en frente suyo.- Ven, dame tus manos. -Susurró, extendiendo las propias con gesto amable, como cuando uno le muestra las manos a un cachorrito para darle confianza. Sin embargo, no esperó mucho a que el otro le entregara las manos, sino que con suavidad se acercó a tomarlas. Acercó enonces una de las manos del humano a su cuello, donde se encontraba la aorta, mientras que llevó la otra a su pecho, donde se ubicaba el corazón, ambos puntos en los que no se sentían sus latidos, porque no tenía.
Cuando tenía veintisiete años, una bestia me atacó, bebió de mi sangre y luego me dio de la suya. -Comenzó a relatar, manteniendo ambas manos del humano donde estaban, apretándolas suavemente.- Desde entonces luzco igual, comparto los mismos poderes que aquel que me atacó y me alimento de sangre para sobrevivir. Un vampiro es lo que soy; pero no te preocupes, a ti no te haré daño. Te doy mi palabra. -Susurró delicadamente, sin alzar ni oscilar su tono de voz de ninguna forma en especial, sino que manteniendo su típica monotoneidad. Soltó entonces las manos de muchacho, dejando que él decidiese si mantenerlas donde estaban o quitarlas, o si bien quería huir despavorido o no. En cierta parte sentía que debía dejarlo ir, que ya seguramente había torturado suficiente su inocente alma, pero por otro lado, no quería dejarlo. ¿Cómo explicarlo? Aquel muchacho era una delicadeza demasiado única como para perder la oportunidad de conocerle a fondo.
Si quieres irte, huir, lo entiendo, pero te dejaré ir solo con la condición de que no reportes a la policía ni a nadie lo que has visto conmigo esta noche. Pero si quieres quedarte y ayudarme a velar este niño, me encantaría que te quedaras. En realidad, no quiero que te vayas ni que me temas. -Dijo finalmente, dejando todo nada más a decisión del humano.
No te haré daño, si eso es lo que temes. -Fue lo primero que dijo en respuesta a us palabras, mirándolo intensamente, pero no directo a los ojos ni a la cara. Se acercó entonces lenta y suavemente para ponerse en cunclillas en frente suyo.- Ven, dame tus manos. -Susurró, extendiendo las propias con gesto amable, como cuando uno le muestra las manos a un cachorrito para darle confianza. Sin embargo, no esperó mucho a que el otro le entregara las manos, sino que con suavidad se acercó a tomarlas. Acercó enonces una de las manos del humano a su cuello, donde se encontraba la aorta, mientras que llevó la otra a su pecho, donde se ubicaba el corazón, ambos puntos en los que no se sentían sus latidos, porque no tenía.
Cuando tenía veintisiete años, una bestia me atacó, bebió de mi sangre y luego me dio de la suya. -Comenzó a relatar, manteniendo ambas manos del humano donde estaban, apretándolas suavemente.- Desde entonces luzco igual, comparto los mismos poderes que aquel que me atacó y me alimento de sangre para sobrevivir. Un vampiro es lo que soy; pero no te preocupes, a ti no te haré daño. Te doy mi palabra. -Susurró delicadamente, sin alzar ni oscilar su tono de voz de ninguna forma en especial, sino que manteniendo su típica monotoneidad. Soltó entonces las manos de muchacho, dejando que él decidiese si mantenerlas donde estaban o quitarlas, o si bien quería huir despavorido o no. En cierta parte sentía que debía dejarlo ir, que ya seguramente había torturado suficiente su inocente alma, pero por otro lado, no quería dejarlo. ¿Cómo explicarlo? Aquel muchacho era una delicadeza demasiado única como para perder la oportunidad de conocerle a fondo.
Si quieres irte, huir, lo entiendo, pero te dejaré ir solo con la condición de que no reportes a la policía ni a nadie lo que has visto conmigo esta noche. Pero si quieres quedarte y ayudarme a velar este niño, me encantaría que te quedaras. En realidad, no quiero que te vayas ni que me temas. -Dijo finalmente, dejando todo nada más a decisión del humano.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Se dejó hacer, no era como si tuviera otras opciones, por lo que permitió que el extraño hombre tomara sus manos y las depositara en su pecho y cuello. Tardó unos segundos en notar el silencio y la quietud. ¡No habían latidos!. Diodore abrió tanto los ojos que le dolieron las cuencas al escuchar la revelación de lo que era. ¡Un vampiro! Un ser de la noche, un demonio sediento de sangre. ¡Las leyendas que había escuchado eran ciertas! Aún cuando él había ignorado todas aquellas historias de demonios que vivían camuflados entre los humanos durante todos esos años, porque en su pueblo nunca había visto ninguna prueba de que aquello existiera.
Repasó en su mente todas las historias que había escuchado pero lo único que podía recordar era el hecho de que eran criaturas del demonio que asesinaban almas inocentes sin remordimiento.
-Vampiro... - Murmuró aún sin salir de su aturdimiento – Siempre creí que eran sólo leyendas... - Agregó, ahora que sabía la verdad sobre ese ser no se sentía más tranquilo ni menos asustado, aún cuando le había dicho que no le haría nada malo. Luego de ver como había asesinado a esa pobre familia de Gitanos ¿Cómo iba a creer en su palabra?. Simplemente no podía confiar en él. Lo más sensato era salir corriendo de allí.
Le escuchó decir que podía irse sólo con la condición de que no lo denunciara a la policía. Aquello le pareció ridículo, un ser tan poderoso como él ¿Temía a la policia? Se preguntaba, le parecía que era demasiado hábil como para ser descubierto por unos simples mortales, después de todo, llevaba viviendo en la ciudad sin que nadie lo hubiese detectado antes.
- No creo que sirva de mucho si voy corriendo a la policía a denunciarte – Comentó colocándose de pie – Además no creo que nadie me crea... asumirán que sólo soy un sacerdote loco – Comentó y le miró con cierta desconfianza – Realmente nunca creí en esas historias porque... aceptar que algo tan poderoso y maligno existe en el mundo, es pensar que Dios ha permitido la existencia de esos demonios – Agregó su voz temblaba ligeramente pero había determinación en su voz, se sentía curioso además de asustado y si Svein no iba a hacerle daño como había prometido, al menos tenía que responderle algunas preguntas – Entonces... ¿Existen muchos otros como tu?-
Repasó en su mente todas las historias que había escuchado pero lo único que podía recordar era el hecho de que eran criaturas del demonio que asesinaban almas inocentes sin remordimiento.
-Vampiro... - Murmuró aún sin salir de su aturdimiento – Siempre creí que eran sólo leyendas... - Agregó, ahora que sabía la verdad sobre ese ser no se sentía más tranquilo ni menos asustado, aún cuando le había dicho que no le haría nada malo. Luego de ver como había asesinado a esa pobre familia de Gitanos ¿Cómo iba a creer en su palabra?. Simplemente no podía confiar en él. Lo más sensato era salir corriendo de allí.
Le escuchó decir que podía irse sólo con la condición de que no lo denunciara a la policía. Aquello le pareció ridículo, un ser tan poderoso como él ¿Temía a la policia? Se preguntaba, le parecía que era demasiado hábil como para ser descubierto por unos simples mortales, después de todo, llevaba viviendo en la ciudad sin que nadie lo hubiese detectado antes.
- No creo que sirva de mucho si voy corriendo a la policía a denunciarte – Comentó colocándose de pie – Además no creo que nadie me crea... asumirán que sólo soy un sacerdote loco – Comentó y le miró con cierta desconfianza – Realmente nunca creí en esas historias porque... aceptar que algo tan poderoso y maligno existe en el mundo, es pensar que Dios ha permitido la existencia de esos demonios – Agregó su voz temblaba ligeramente pero había determinación en su voz, se sentía curioso además de asustado y si Svein no iba a hacerle daño como había prometido, al menos tenía que responderle algunas preguntas – Entonces... ¿Existen muchos otros como tu?-
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Uno. Dos. Tres. Diez. Quince. Treinta. Los segundos pasaban lentamente y sus músculos se mantenían estáticos, con la ansiedad que comenzaba a comérselo por dentro junto con aquel temor a la soledad, a que los otros simplemente decidieran alejarse de él como pasaba de forma tan rutinaria. Apretó la garganta, expectante, observando aquellos ojos como platos que era lo que, a su interpretación, le indicaba que todo saldría mal de allí en adelante.- Sí, vampiro. -Respondió en un susurro tan aturdido como el del sacerdote; más luego, la observación del humano le dejó atónito a él, lo que le hizo desviar el rostro hacia un costado con la boca abierta en asombro. ¿De verdad habían miembros de la Iglesia Católica que no supiesen sobre la Inquisición? Claro, él no sabía que era un secreto del Vaticano, más que nada porque como para la mayoría de los sobrenaturales, era conocido que había que cuidarse de los inquisidores, por lo que su mente aplicaba aquella realidad para todos. Solo ahora se daba cuenta de que no era así, por lo que pensó que quizá así sea mejor.
Pues sí, es cierto. -Contestó luego de pensar lo anterior, pensando en algo más que decir para no dejar descubrir de que había una parte de toda aquella realidad que le estaba ocultando al humano.- Lo más probable es que te tachen de loco. Eres muy listo, supongo que no debí preocuparme por ti y pedir que no lo hicieras. -Agregó, mintiéndole, a pesar de que no podía evitar aquellos gestos que hacía siempre cuando mentía, como el de mirar inconscientemente hacia la derecha, pero que en este caso era conveniente porque así miraba al muchacho de soslayo que ahora se ponía de pie, por lo que pasaba desapercibido. Seguidamente, simplemente dejó de mirarlo y se puso de pie igualmente, volviendo sus pasos hacia la pira que estaba armando para el cadáver del niño. Se agachó y continuó colocando piedras y trabajando en ello, ligeramente molesto porque el muchacho haya tratado de injustificar su existencia con el Dios Cristiano.- ¿Y no has pensado que quizá tu Dios no es todopoderoso y que, quizá, no es él quien nos ha permitido vivir sino otro Dios? Un Dios como Loki, por ejemplo, o su hija Hel, la diosa que reina en Neifelheim. -Comentó sin mirarle, manteniendo sus manos ocupadas con las piedras y la paja.
Pasados unos minutos en silencio, manteniéndose a su labor, finalmente acabó de armar la pira, por lo que se sentó y echó para atrás, enderezándose, pero sin ponerse de pie. Dio entonces un suspiro y se encogió de hombros.- Cientos de miles. -Respondió, volviendo a guiar sus ojos azules hacia el sacerdote.- París está lleno de nosotros, pero la mayoría somos solitarios. También hay muchos otros tipos de criaturas. -Agregó, poniéndose sí ahora de pie y yendo a buscar el cadáver para poder colocarlo sobre la pira que había preparado. Cuidadosamente acomodó su cuerpo boca arriba, juntando sus manos sobre su abdomen y quitándose la capa que llevaba puesta para taparlo, dejando vere ahora de mejor forma. Luego, llevó sus manos a quitarse el collar de cuero que llevaba puesto, del cual colgaban su anillo de matrimonio y un Mjolnir bien grabado con decoraciones y patrones vikingos. Quitó el anillo del collar y lo colocó en el dedo correspondiente para luego colocarle el collar al niño, de modo que sus Dioses lo recibieran de mejor manera.
Estabas bien interesado en darle un mejor cierre a la vida de este niño, pero ahora no te veo tan comprometido. ¿Es porque se hará con otra religión? -Preguntó genuinamente, sacando de su bolsillo un fósforo, una de esas cerillas de fricción que se habían inventado hace poco y que servían para prender fuego; luego, le mostró el utensilio al humano.- ¿Quieres encenderlo tú? ¿O lo hago yo? Si lo haces, eso sí, no debes rezar nada Cristiano, o lo arruinarás todo.
Pues sí, es cierto. -Contestó luego de pensar lo anterior, pensando en algo más que decir para no dejar descubrir de que había una parte de toda aquella realidad que le estaba ocultando al humano.- Lo más probable es que te tachen de loco. Eres muy listo, supongo que no debí preocuparme por ti y pedir que no lo hicieras. -Agregó, mintiéndole, a pesar de que no podía evitar aquellos gestos que hacía siempre cuando mentía, como el de mirar inconscientemente hacia la derecha, pero que en este caso era conveniente porque así miraba al muchacho de soslayo que ahora se ponía de pie, por lo que pasaba desapercibido. Seguidamente, simplemente dejó de mirarlo y se puso de pie igualmente, volviendo sus pasos hacia la pira que estaba armando para el cadáver del niño. Se agachó y continuó colocando piedras y trabajando en ello, ligeramente molesto porque el muchacho haya tratado de injustificar su existencia con el Dios Cristiano.- ¿Y no has pensado que quizá tu Dios no es todopoderoso y que, quizá, no es él quien nos ha permitido vivir sino otro Dios? Un Dios como Loki, por ejemplo, o su hija Hel, la diosa que reina en Neifelheim. -Comentó sin mirarle, manteniendo sus manos ocupadas con las piedras y la paja.
Pasados unos minutos en silencio, manteniéndose a su labor, finalmente acabó de armar la pira, por lo que se sentó y echó para atrás, enderezándose, pero sin ponerse de pie. Dio entonces un suspiro y se encogió de hombros.- Cientos de miles. -Respondió, volviendo a guiar sus ojos azules hacia el sacerdote.- París está lleno de nosotros, pero la mayoría somos solitarios. También hay muchos otros tipos de criaturas. -Agregó, poniéndose sí ahora de pie y yendo a buscar el cadáver para poder colocarlo sobre la pira que había preparado. Cuidadosamente acomodó su cuerpo boca arriba, juntando sus manos sobre su abdomen y quitándose la capa que llevaba puesta para taparlo, dejando vere ahora de mejor forma. Luego, llevó sus manos a quitarse el collar de cuero que llevaba puesto, del cual colgaban su anillo de matrimonio y un Mjolnir bien grabado con decoraciones y patrones vikingos. Quitó el anillo del collar y lo colocó en el dedo correspondiente para luego colocarle el collar al niño, de modo que sus Dioses lo recibieran de mejor manera.
Estabas bien interesado en darle un mejor cierre a la vida de este niño, pero ahora no te veo tan comprometido. ¿Es porque se hará con otra religión? -Preguntó genuinamente, sacando de su bolsillo un fósforo, una de esas cerillas de fricción que se habían inventado hace poco y que servían para prender fuego; luego, le mostró el utensilio al humano.- ¿Quieres encenderlo tú? ¿O lo hago yo? Si lo haces, eso sí, no debes rezar nada Cristiano, o lo arruinarás todo.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Una tras otra las nuevas revelaciones que le daba Svein se sentían como golpes físicos, habían cientos de Vampiros y vivían entre los mortales, no solamente eso, también habían otras criaturas. Diodore se estremeció ante la mención de esa palabra y evitó que su imaginación volara pues no quería pensar en todas las posibilidades que esa palabra podría acarrear, suficiente era con descubrir que existían seres que se alimentaban de sangre humana, no creía que pudiera conservar la cordura si escuchaba sobre las demás razas.
-Pues... no puedes juzgarme por ello, he crecido en una abadía Católica – Respondió con cierto tono defensivo a pesar del miedo que seguía sintiendo – Nunca había conocido a una persona de otra religión... es fácil asumir que sólo existe un Dios y que su verdad es absoluta, cuando no hay otro punto de referencia – Le estaba siendo completamente sincero, Diodore a pesar de ser sacerdote era un hombre a quien le gustaba analizar las situaciones con la lógica y no solía dejarse llevar solamente por la doctrina.
Le observó organizar la pira ceremonial y le vio cubrir el cuerpo del niño y colocar el collar que traía, todo el ritual parecía muy respetuoso y meticuloso. ¿Porqué ponía tanto empeño en darle una digna sepultura al niño cuando no parecía importarle la muerte de los padres?.
- No se trata de eso – Negó con la cabeza cuando le ofreció el fósforo – No es porque se trate de tus Dioses – Le explicó frotándose las manos para evitar que estas continuaran temblando – Es que... todo esto es demasiado difícil de asimilar... son demasiadas cosas – Murmuró y se quedó en silencio pensativo, había algo que no cuadraba en todo ese escenario y de repente pareció recordar algo que Svein había dicho cuando recién le había encontrado. - ¿Puedes controlar... tu instinto... de matar? - Logró decir con un hilo de voz – Dijiste que... no había sido tu intención matarlos... - Agregó, esperando nerviosamente por la respuesta.
-Pues... no puedes juzgarme por ello, he crecido en una abadía Católica – Respondió con cierto tono defensivo a pesar del miedo que seguía sintiendo – Nunca había conocido a una persona de otra religión... es fácil asumir que sólo existe un Dios y que su verdad es absoluta, cuando no hay otro punto de referencia – Le estaba siendo completamente sincero, Diodore a pesar de ser sacerdote era un hombre a quien le gustaba analizar las situaciones con la lógica y no solía dejarse llevar solamente por la doctrina.
Le observó organizar la pira ceremonial y le vio cubrir el cuerpo del niño y colocar el collar que traía, todo el ritual parecía muy respetuoso y meticuloso. ¿Porqué ponía tanto empeño en darle una digna sepultura al niño cuando no parecía importarle la muerte de los padres?.
- No se trata de eso – Negó con la cabeza cuando le ofreció el fósforo – No es porque se trate de tus Dioses – Le explicó frotándose las manos para evitar que estas continuaran temblando – Es que... todo esto es demasiado difícil de asimilar... son demasiadas cosas – Murmuró y se quedó en silencio pensativo, había algo que no cuadraba en todo ese escenario y de repente pareció recordar algo que Svein había dicho cuando recién le había encontrado. - ¿Puedes controlar... tu instinto... de matar? - Logró decir con un hilo de voz – Dijiste que... no había sido tu intención matarlos... - Agregó, esperando nerviosamente por la respuesta.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
De todas las palabras que el humano había pronunciado, las había dado todas por alto excepto las últimas, aquellas que constituyeron una pregunta que para él resultaba difícil responder. Siempre le había resultado difícil explicar su condición y después de tantos años e intentos, ya prefería simplemente no hacerlo e ignorar a todo aquel que le cuestionase; pero aquel humano en especial no preguntaba desde la malicia o con la intención de reprimirle, sino porque de verdad le nacía preguntar y le urgía saber. Aquellos fueron los motivos por los cuales se quedó pensativo, buscando en su mente alguna manera de explicarlo todo. Mientras que su mente trabajaba en ello, eso sí, sus manos simplemente continuaron con la tarea que tenían previamente asignada, por lo que nada más encendió finalmente la pira y se alejó de esta, acercándose ahora a la pared detrás suyo y sentándose con la espalda apoyada en esta. Así, nada más dobló sus largas piernas y posó sus muñecas sobre sus rodillas, jugando con los dedos en aquella posición.
El fuego prendió rápido y pronto toda la pira ardía en llamas, alumbrando con sus cálidos colores el rostro del vampiro, dándole así un aspecto menos lúgubre debido a su palidez.- No pareces tener malas intenciones contra mí, así que te seré honesto. Si preguntas por el hambre, sí, sí lo puedo controlar; me muero de hambre ahora y tú sigues vivo. Manía de matar por deporte no tengo tampoco, pero la razón por la que maté a esta gente no tiene nada que ver con ser vampiro. O quizás sí, pero solo en cierta parte. -Comenzó a hablar, sin quitar los ojos de la pira pues, si miraba al humano ahora, no iba a poder mantenerse concentrado en lo que quería decir. El fuego le servía nada más para poder mirar ago sin distraerse.- Desde que nací he tenido este problema en el que a veces pierdo la razón. Es como si de pronto no tuviese consciencia, entonces pierdo el control. A veces doy golpes, otras veces nada más grito, pero siempre es a causa de cosas que me molestan y desorientan, como sonidos muy agudos o cosas muy repentinas. -Explicaba en voz baja y paulatina, no quería que el muchacho se perdiera un solo detalle.
Cuando era humano no había mucho problema, muy pocas veces alguien salía herido con eso, pero volverme vampiro nada más exacerbó aquel problema. -Dio un suspiro, bajando la mirada.- Hoy he matado esta gente porque no me sentía bien, quería huir a un lugar más tranquilo y ellos se me han acercado a gritos y agarrones. El niño murió ahogado; chillaba y supongo que intenté callarlo, sin darme cuenta que lo sofocaba... La verdad es que ni me acuerdo bien. Tan solo sé que, cuando desperté de aquel trance, tú ya habías llegado. -Solo entonces volteó la vista al humano.- Es cierto que los padres del niño no me importan, no me siento culpable de haberlos matado... Pero el niño es otro cuento. Me había propuesto jamás volver a matar un niño en honor y respeto el mío propio, que robaron de los brazos de su madre para matarlo, pero con haber perdido el control hoy, nada más he fallado. -Se encogió de hombros, bajando la mirada y abrazando ahora sus piernas. Aún podía traer a su mente las visiones que tuvo cuando se reencontró con su esposa, pero no quería verlas en aquel momento. Nada más quería que el humano le entendiera, que le juzgara más bien por la moral que aún conservaba en lugar por los mitos que circulaban respecto de las bestias, vampiros como él. De pronto una terrible angustia lo arrebató, una que no sabía de dónde le había salido ni cómo exteriorizarla, por lo que hizo lo único que se le vino a la cabeza en el momento.- Me agradas. De verdad no voy a hacerte daño. Ven, no quiero que te vayas, siéntate conmigo, te lo suplico. -Le susurró al humano, evidencia de aquella lucha interna con la que vivía.
El fuego prendió rápido y pronto toda la pira ardía en llamas, alumbrando con sus cálidos colores el rostro del vampiro, dándole así un aspecto menos lúgubre debido a su palidez.- No pareces tener malas intenciones contra mí, así que te seré honesto. Si preguntas por el hambre, sí, sí lo puedo controlar; me muero de hambre ahora y tú sigues vivo. Manía de matar por deporte no tengo tampoco, pero la razón por la que maté a esta gente no tiene nada que ver con ser vampiro. O quizás sí, pero solo en cierta parte. -Comenzó a hablar, sin quitar los ojos de la pira pues, si miraba al humano ahora, no iba a poder mantenerse concentrado en lo que quería decir. El fuego le servía nada más para poder mirar ago sin distraerse.- Desde que nací he tenido este problema en el que a veces pierdo la razón. Es como si de pronto no tuviese consciencia, entonces pierdo el control. A veces doy golpes, otras veces nada más grito, pero siempre es a causa de cosas que me molestan y desorientan, como sonidos muy agudos o cosas muy repentinas. -Explicaba en voz baja y paulatina, no quería que el muchacho se perdiera un solo detalle.
Cuando era humano no había mucho problema, muy pocas veces alguien salía herido con eso, pero volverme vampiro nada más exacerbó aquel problema. -Dio un suspiro, bajando la mirada.- Hoy he matado esta gente porque no me sentía bien, quería huir a un lugar más tranquilo y ellos se me han acercado a gritos y agarrones. El niño murió ahogado; chillaba y supongo que intenté callarlo, sin darme cuenta que lo sofocaba... La verdad es que ni me acuerdo bien. Tan solo sé que, cuando desperté de aquel trance, tú ya habías llegado. -Solo entonces volteó la vista al humano.- Es cierto que los padres del niño no me importan, no me siento culpable de haberlos matado... Pero el niño es otro cuento. Me había propuesto jamás volver a matar un niño en honor y respeto el mío propio, que robaron de los brazos de su madre para matarlo, pero con haber perdido el control hoy, nada más he fallado. -Se encogió de hombros, bajando la mirada y abrazando ahora sus piernas. Aún podía traer a su mente las visiones que tuvo cuando se reencontró con su esposa, pero no quería verlas en aquel momento. Nada más quería que el humano le entendiera, que le juzgara más bien por la moral que aún conservaba en lugar por los mitos que circulaban respecto de las bestias, vampiros como él. De pronto una terrible angustia lo arrebató, una que no sabía de dónde le había salido ni cómo exteriorizarla, por lo que hizo lo único que se le vino a la cabeza en el momento.- Me agradas. De verdad no voy a hacerte daño. Ven, no quiero que te vayas, siéntate conmigo, te lo suplico. -Le susurró al humano, evidencia de aquella lucha interna con la que vivía.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2013
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
¿Seguía hambriento? Pensar en si mismo como potencial comida de Svein no le hizo sentir más tranquilo ni mucho menos más cómodo, pero al menos el vampiro estaba siendo sincero, si desde un comienzo hubiese querido matarlo, ya lo habría hecho, después de todo Diodore había sido testigo de lo ocurrido y podría denunciarlo a la policía. Pero Svein parecía tener otros planes en mente, conforme le explicaba que aún siendo humano había tenido esos ataques en los que perdía el control, Diodore no pudo evitar sentirse cada vez más interesado en él.
Le molestaba que no le importase la vida de los gitanos que había matado, que sólo fuera importante el cadáver del niño y era debido a una promesa que se había hecho así mismo gracias a que en el pasado había tenido un hijo. Le costaba creer que una persona no sintiera remordimiento por haber cometido un asesinato y realmente intentaba comprender lo que pasaba por la mente de Svein pero le resultaba sumamente difícil.
Le sorprendió que fuera honesto y le dijera que le agradaba y que le pidiera que se sentara a su lado. Era una petición inusual especialmente viniendo de una criatura como él. No se atrevió a desobedecer en parte por miedo a una represaría y en parte porque se sentía genuinamente curioso por saber más de él.
- ¿Debes... debes matar cada que necesitas beber? - Le preguntó al fin sentándose a su lado como le había indicado - ¿Con que frecuencia debes beber? - Agregó, todo el asunto le resultaba macabramente interesante - Entonces... no existe forma alguna en la que puedas controlar esos... ¿impulsos? -
Le molestaba que no le importase la vida de los gitanos que había matado, que sólo fuera importante el cadáver del niño y era debido a una promesa que se había hecho así mismo gracias a que en el pasado había tenido un hijo. Le costaba creer que una persona no sintiera remordimiento por haber cometido un asesinato y realmente intentaba comprender lo que pasaba por la mente de Svein pero le resultaba sumamente difícil.
Le sorprendió que fuera honesto y le dijera que le agradaba y que le pidiera que se sentara a su lado. Era una petición inusual especialmente viniendo de una criatura como él. No se atrevió a desobedecer en parte por miedo a una represaría y en parte porque se sentía genuinamente curioso por saber más de él.
- ¿Debes... debes matar cada que necesitas beber? - Le preguntó al fin sentándose a su lado como le había indicado - ¿Con que frecuencia debes beber? - Agregó, todo el asunto le resultaba macabramente interesante - Entonces... no existe forma alguna en la que puedas controlar esos... ¿impulsos? -
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Si bien el humano se sentó a su lado, comenzó a sentirse un poco más tranquilo, pues por alguna razón, le transmitía tranquilidad, a pesar de que el humano estaba evidentemente alterado, pero aquello se escapaba a los sentidos del vampiro, pues no lo notaba en lo más mínimo. Al mismo tiempo, a pesar de que tenía tantas preguntas, cosa que generalmente le agobiaba, hacía sentir al vampiro ser el centro de atención del momento, lo cual le agradaba de una manera tan exagerada que podría considerarse ególatra, pero, para alguien con pocas amistades y dificultades para socializar, aquello nada más era una oportunidad única.
Su primera pregunta le sacó una risa, pues le parecía de lo más inocente.- No, no es necesario matar. Es más, varias veces me he alimentado de mis sirvientes sin hacerles ningún daño o perjuicio. Pero no te alarmes, ellos no tienen problema. -Contestó con un poco de risa suave al final, inclinándose ligeramente hacia el costado para juntar su hombro con el del muchacho, buscando aquel tacto inofensivo para ambos pero que le servía como cable a tierra.- Bueno, debiese hacerlo todos los días, pero yo suelo dejar pasar un día entre medio. Aunque, nunca se debe dejar estar tres días sin beber, pues podría morir, así como aquellos que dependen de mi. -Contestó su siguiente pregunta, refiriéndose a su esclavo de sangre al final. Era cierto, si él no bebía la suficiente sangre, entonces darle de su sangre a su esclavo podría debilitarlo y, si no se la daba, el que sufría era su esclavo. Aquel era un pacto que no debía interrumpirse y lo sabía.
La pregunta que seguía le hizo sacar un suspiro, bajando la cabeza para esconder el rostro entre las piernas.- No, no hay forma. A veces vienen solos, otras veces ocurren porque algo me molesta, otras porque alguien me hostigue. -Respondió de mala gana, avergonzado por lo que decía. Siempre había odiado aquella parte de sí mismo, aquella que jamás había podido controlar y con la que luchaba cada día, incluso hasta en aquel mismo momento. Levantó entonces la cabeza para ver al muchacho a su lado a los ojos un momento.- Has hecho muchas preguntas, ¿puedo hacer una yo ahora? -Inquirió entonces, desviando la mirada una vez que habló y dejándola ahora prendida en la pira que seguía ardiendo. Él también tenía muchas preguntas.
Su primera pregunta le sacó una risa, pues le parecía de lo más inocente.- No, no es necesario matar. Es más, varias veces me he alimentado de mis sirvientes sin hacerles ningún daño o perjuicio. Pero no te alarmes, ellos no tienen problema. -Contestó con un poco de risa suave al final, inclinándose ligeramente hacia el costado para juntar su hombro con el del muchacho, buscando aquel tacto inofensivo para ambos pero que le servía como cable a tierra.- Bueno, debiese hacerlo todos los días, pero yo suelo dejar pasar un día entre medio. Aunque, nunca se debe dejar estar tres días sin beber, pues podría morir, así como aquellos que dependen de mi. -Contestó su siguiente pregunta, refiriéndose a su esclavo de sangre al final. Era cierto, si él no bebía la suficiente sangre, entonces darle de su sangre a su esclavo podría debilitarlo y, si no se la daba, el que sufría era su esclavo. Aquel era un pacto que no debía interrumpirse y lo sabía.
La pregunta que seguía le hizo sacar un suspiro, bajando la cabeza para esconder el rostro entre las piernas.- No, no hay forma. A veces vienen solos, otras veces ocurren porque algo me molesta, otras porque alguien me hostigue. -Respondió de mala gana, avergonzado por lo que decía. Siempre había odiado aquella parte de sí mismo, aquella que jamás había podido controlar y con la que luchaba cada día, incluso hasta en aquel mismo momento. Levantó entonces la cabeza para ver al muchacho a su lado a los ojos un momento.- Has hecho muchas preguntas, ¿puedo hacer una yo ahora? -Inquirió entonces, desviando la mirada una vez que habló y dejándola ahora prendida en la pira que seguía ardiendo. Él también tenía muchas preguntas.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2013
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Re: Corte de la muerte ✧ Diodore
Mientras le respondía Svein le revelaba muchas cosas que Diodore no había pensado en primer lugar. Mencionaba sirvientes, lo que significaba que Svein era un hombre la clase alta, un Lord quizás, si se alimentaba de sus sirvientes y ellos lo aceptaban, significaba que él había revelado su identidad ante ellos y aún así sabiendo que se trataba de un monstruo, los sirvientes seguían trabajando para él.
Le alivió saber que otras personas conocían de la existencia de los vampiros, pues de saberse único, no sabría que hacer con la responsabilidad de mantener tal secreto. También le intrigó que tuviese que beber sangre pero que pudiese ser una cantidad pequeña y así no matar a la víctima. No se alcanzaba a imaginar que una persona quisiera dar su sangre a un ser sobrenatural por su propia cuenta. ¿Quién aceptaría ese tipo de trato? ¿A cambio de qué?.
Svein parecía frustrado por no poder controlar esos arranques y Diodore sintió cierta tristeza por él por primera vez en aquella extraña noche, parecía una persona demasiado solitaria, que vivía una vida en conflicto continuamente. No supo que decír en ese momento para aliviar esa amargura que podía percibir en sus palabras.
- Esta bien, adelante, pregunta - Le indicó, le parecía justo que le hiciera también preguntas, aunque no creía que tuviera mucho que decir, el era un humano común y corriente después de todo.
Le alivió saber que otras personas conocían de la existencia de los vampiros, pues de saberse único, no sabría que hacer con la responsabilidad de mantener tal secreto. También le intrigó que tuviese que beber sangre pero que pudiese ser una cantidad pequeña y así no matar a la víctima. No se alcanzaba a imaginar que una persona quisiera dar su sangre a un ser sobrenatural por su propia cuenta. ¿Quién aceptaría ese tipo de trato? ¿A cambio de qué?.
Svein parecía frustrado por no poder controlar esos arranques y Diodore sintió cierta tristeza por él por primera vez en aquella extraña noche, parecía una persona demasiado solitaria, que vivía una vida en conflicto continuamente. No supo que decír en ese momento para aliviar esa amargura que podía percibir en sus palabras.
- Esta bien, adelante, pregunta - Le indicó, le parecía justo que le hiciera también preguntas, aunque no creía que tuviera mucho que decir, el era un humano común y corriente después de todo.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
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