We're both sinners |Diodore (+18)

por **Cailen Gowan** Lun Dic 19, 2016 12:42 am

Habían pasado dos semanas desde aquella vez que había acudido a la capilla del orfanato en busca de ayuda. Al joven sacerdote le había hecho la promesa de volver, de todas maneras, no podía hacer menos luego de que este me ayudara de la forma en la que lo hizo.

Caminé hacia el orfanato, lamentablemente con manos vacías -y aquello me hacía sentir mal conmigo mismo- pero de nuevo estaba escaso de dinero y solo tenía suficiente para comer los siguientes tres días a lo mucho, no podía comprar un obsequio por más pequeño que fuera.

Después de un par de horas andando, por fin divisé el viejo edificio y la capilla, aquella visión hizo que me brillaran los ojos, me sentía muy contento, había cumplido con mi promesa. Fui directo a la capilla no sin antes saludar a una monja que me reconoció de mi última visita; iba a tocar la pesada puerta pero para mi sorpresa ya estaba semi-abierta, aquello me confundió un momento pero una vez que escuché risas infantiles del interior volví a sonreír, incluso solté una risilla por mi parte, entré y me detuve en el umbral a contemplar la escena, dos niños y una niña, no mayores de 10 años estaban jugando a las traes y corrían por todo el lugar. Un niño, mucho más pequeño que ellos estaba sentado sobre la mesa utilizada para la santa misa y balanceaba sus cortas piernas mientras hablaba con la persona a quien buscaba.

-Padre Diodore. -Saludé desde la entrada con una sonrisa al tiempo que caminaba hacia ellos, mi voz resonando en un potente eco debido a la arquitectura del edificio.

por **Diodore Pomeroy** Lun Dic 19, 2016 1:17 am

Los días habían transcurrido sin muchas novedades desde la visita de Cailen a quien había ayudado a devolver unas medicinas perdidas, desde ese momento Diodore se había encontrado pensando en Cailen de vez en cuando cuando se encontraba distraído, preguntándose si, habría vuelto a robar o si habría aprendido su lección definitivamente. Diodore quería creer que había cambiado de manera positiva la vida de Cailen y que este optaría por tomar mejores decisiones en su vida, inclusive había dedicado un par de plegarías por su bienestar.

Ese día los niños habían llegado a jugar a la capilla como siempre hacían cuando la madre superiora no les estaba vigilando, los chiquillos como siempre buscaban hacer pilatunas y buscaban cualquier pretexto para salir del orfanato y perderse de la vista de las monjas. A Diodore le rompía el corazón ver a niños tan pequeños sin el amor y la protección de sus verdaderos padres, por lo que le resultaba difícil regañarlos y decirles que no jugaran dentro de la pequeña iglesia.

Uno de los más pequeños se había subido a la mesa que usaban para colocar el vino de consagrar y le estaba pidiendo que le dejara probar las ostias. Diodore estaba intentando evitar que el niño tumbara las copas que había sobre la mesa cuando escuchó la voz de un hombre que entraba en el lugar.

- ¡Cailen! - Exclamó y se encontró sorprendiendose a la emoción que sintió de volver a verlo - ¡Que sorpresa verte por aquí! - El niño se giró para observar con reserva a Cailen con sus enormes ojos marrones - Creí que no volvería a verte por aquí - Agregó tomando al niño por la cintura y colocándole en el suelo, el niño comenzó a hacer pucheros - ...¿Has venido a confesarte? - Preguntó sintiéndose un tanto cohibido, pues no sabía como preguntarle el motivo por el cual había ido a visitarlo sin que sonara extraño.

por **Cailen Gowan** Lun Dic 19, 2016 1:38 am

Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro. Por alguna razón extraña me sentía muy contento de volver al sacerdote, tal vez por el hecho de que era bondadoso, no como los sacerdotes con los que conviví en mi infancia, aquellos que desaprobaban muchas cosas y juzgaban con miradas filosas. Tal vez era por eso, pero en realidad no importaba, estaba feliz de volver.

-No padre, no he venido a confesarme, por suerte. -Aunque debería, tomando en cuenta que seguía hurtando de vez en cuando cuando las limosnas no eran suficientes para comer. -Le dije que vendría a visitarlo y es lo que he venido a hacer. La verdad que me alegra estar aquí nuevamente, me he preguntado por usted.

Miré al niño con ternura y algo de sentimiento, era muy chico y el pobre estaba condenado a vivir en un orfanato. La vida en verdad que no resultaba muy justa. El pequeño al verme se escondió atrás del mayor y solté una risilla. No lo culpaba si reaccionaba de una manera tímida, imaginaba que no estaban acostumbrados a recibir muchos visitantes. Casi al mismo tiempo, uno de los niños que jugaban a las traes fue corriendo hacia el sacerdote y también lo usó de escondite. -¡Padre Dio, me persigue! -Dijo riendo mientras el otro se acercaba a él con el fin de tocarlo y comenzar el juego una vez más. -Veo que está algo ocupado. - Comenté casual mientras veía cómo interactuaba con los niños. En verdad que lo adoraban y eso hablaba muy bien de su persona.

-¿Quiere que le ayude con algo? Creo que le vendría muy bien una mano por aquí. -Los pequeños que corrían por el lugar de repente se les ocurrió hacerlo justo por donde estaba la mesa y se perseguían dando vueltas alrededor de la misma, amenazando de vez en cuando con tirar el vino, por lo que antes de que sucediera los recogí de la mesa, justo a tiempo, uno de ellos sin querer daba un tirón al mantel

por **Diodore Pomeroy** Lun Dic 19, 2016 8:38 pm

No solía recibir visitas personales, es decir mucha gente visitaba la capilla y estaba acostumbrado a socializar con infinidad de personas de toda clase, por ejemplo hacía unas semanas había ofrecido la ceremonia de matrimonio de las familia Marchessault, una familia de alta alcurnia, extremadamente adinerada a tal punto que Diodore se sintió intimidado caminando entre los invitados ataviados con los más elegantes vestidos que el jamás había visto.

Sin embargo no era lo mismo, que Cailen le visitara a él, le hacía sentir como si se tratara de algo personal. No un ciervo necesitando del sacerdote para algún servicio litúrgico, sino un amigo, visitándolo a él, Diodore.

- Gracias por venir... no, no estoy ocupado - Exclamó de inmediato, cuando los niños comenzaron a correr al rededor de la mesa - En realidad no es mi trabajo cuidarlos, las monjas se encargan de eso generalmente - Agregó, no quería que Cailen pensara que era una niñera o algo así. No sabía porqué le avergonzaba que pensara eso.

Quizás estaba proyectando demasiado sus propias ilusiones, a lo mejor y Cailen aún no lo consideraba un amigo y sólo quería 'devolverle' el favor por haberle ayudado aquella vez con las medicinas. Podía estar ofreciendo su ayuda por compromiso.

- Claro...claro siempre hay algo por hacer - Respondió algo torpe, intentando alejar esas dudas de la cabeza. - ¡Wow cuidado! - Exclamó cuando el niño haló el mantel, Cailen alcanzó a tomar la botella de vino, pero la Biblia y las copas de cristal cayeron al suelo tan rápido que Diodore no alcanzó a reaccionar. Una de las copas se quebró al primer impacto, la otra rebotó sobre la Biblia y rodó bajo la mesa.

- ¡Dios santo! - Exclamó el sacerdote llevándose las manos a la cabeza, uno de los niños comenzó a llorar diciendo que no había su culpa, que le habían empujado y pronto una pelea entre ambos niños comenzó, lanzándose puños y patadas en cuestión de segundos.

(( Off Rol: Me costó entender que era el juego de 'traes' en mi país lo llamamos 'la lleva' lol, pero por lo que veo es básicamente el mismo juego ))

por **Cailen Gowan** Lun Dic 19, 2016 9:22 pm

Solté un suspiro, por suerte tanto vivir en las calles me había dotado con mucha paciencia, un par de niños peleando no estaba ni cerca de hacerme perder los estribos. Rápidamente tomé la copa que aun estaba servible y me alejé un momento para colocar la copa y al vino que aún tenía en la mano en otra mesa más alejada y sin riesgo de caer. Los niños se peleaban y tiraban de la ropa. Rodé los ojos y llamé a la pequeña que miraba la escena con una expresión que no logré descifrar. -¿Me ayudas trayendo una escoba por favor? -Le susurré al oído tras agacharme y ponerme a su altura. -Ah y, será mejor que nadie sepa esto ¿comprendes? -Guiñé el ojo y ella contestó con una risilla que ocultó tras sus manos, luego salió trotando por la puerta.

-¿Por lo general pasa esto? -Le pregunté mientras sin darme cuenta me dirigía a la pelea que seguía en curso. Pobre Dio si tenía que aguantar ese tipo de pleitos durante una de las misas, eran niños sí, pero hacer ese tipo de escándalo durante un rezo debería poner de malas a cualquiera de los asistentes, y más para Diodore que era el sacerdote.

Una vez estuve cerca de los niños tomé a uno sin previo aviso y lo levanté del suelo, el niño naturalmente comenzó a retorcerse, no queriendo ceder el triunfo a su igual de joven contrincante. -Basta ya, que esa no es forma de comportarse en una iglesia. -Murmuré. -Mira, ya le rompieron la copa al padre. -Tras eso lo senté en uno de los bancos, el otro seguía en el suelo y se acomodaba la ropa, ocultando las lágrimas que había derramado. Mejor dejarlo ahí, que se calmara solo. -Me parece que llegué en buen momento. -En ese instante llegó la niña corriendo con escoba y recogedor en mano. -Nadie me ha visto. -Sonrió y caminó hacia Dio tendiéndole las herramientas, después de eso, ella misma llamó a sus compañeros, ya era hora de comer para ellos.

De repente todo el pleito quedó olvidado y todos salieron corriendo a comer.

(Lol, aquí en México ni siquiera se le llama así, le dicen "atrapaditas" pero justo pensé que si lo ponía así no entenderías así que puse un sinónimo más "elegante" xD, me alegro que entendieras)

por **Diodore Pomeroy** Mar Dic 20, 2016 12:12 am

-Los accidentes pasan de vez en cuando – Comentó Diodore aún angustiado por los vidrios quebrados en el suelo, si algún niño se cortaba el problema se convertiría en algo mucho mayor, se agachó debajo de la mesa y gateó con cuidado de no cortarse las manos mientras Cailen le ordenaba a la niña que fuera por una escoba, escuchaba como la pelea continuaba, ambos niños peleaban a menudo, tenían como una especie de rivalidad y Diodore sabía que de continuar así, podrían salirse le de las manos, inclusive a las monjas, que decían que con esa actitud, podrían terminar convirtiéndose en vándalos.

Finalmente encontró la tercera copa, que por alguna gracia del destino no se había quebrado y luego salió de debajo de la mesa con expresión triunfante, la niña había regresado con la escoba, así que Diodore se la recibió y luego dejar la copa a salvo en otra parte comenzó a barrer los vidrios observando con el rabillo del ojo la interacción de Cailen con los niños hasta que estos se fueron corriendo pues ya eran las 6 de la tarde, hora en la que las monjas servían la cena.

- Sabes tratar bien a los niños – Comentó Diodore una vez estuvieron solos - ¿Tienes... hermanos pequeños... o hijos? - Nunca le había preguntado la edad, pero en esos días la gente empezaba a tener hijos desde temprana edad, así que no le sorprendería inclusive que Cailen estuviera casado.

por **Cailen Gowan** Mar Dic 20, 2016 12:27 am

Me sentía un tanto orgulloso de hacer que la situación no se hiciera más grave, pero aún me sentía mal, pude haberla evitado o eso pensaba. Estaba de pie cruzado de brazos mirando hacia la puerta por donde los pequeños habían desaparecido cuando la pregunta inesperada de Dio hizo que por alguna razón se me subiera el color rojo. -No padre, soy hijo único y jamás he estado con alguien. No tengo hijos.

Miraba al suelo, hasta cierto punto era indignante, en las calles podía ser el hazmerreír, el único idiota que nunca había tenido sexo, ni siquiera con una prostituta. La mayoría de esas veces en las que se tocaba el tema, llegaban a un punto en el que soltaban chistes de que las mujeres me asustaban, o que en verdad deseaba a un hombre. Joder no, si aquello era un pecado y no quería estar más hondo en el infierno de lo que ya me había condenado a mí mismo. -Supongo que es que aprendí a ser paciente. -Porque aprender de alguien más nunca. -Creo que solo soy protector con los niños, ¿cómo no serlo? si son tan inocentes. Solo son traviesos

El silencio era sepulcral que solo fue interrumpido por el rugido de mi estómago, tan fuerte que incluso me dolió e hizo que me encorvara ligeramente. Aquello que delató lo mal que lo había estado pasando los últimos días. Una vez terminado volví a soltar un suspiro, era humillante también hasta cierto punto. -Quisiera decirle que me ha ido mejor desde que nos vimos, pero le mentiría, y no puedo mentir, no a un sacerdote.

por **Diodore Pomeroy** Mar Dic 20, 2016 8:34 pm

No supo porqué pero lo agradó saber que tenía hijos, aunque le sorprendió que dijera que no había estado con nadie, sabía poco de Cailen, realmente sólo habían intercambiado un par de palabras desde lo que se habían conocido y no era suficiente como para determinar la personalidad de alguien, sin embargo ese detalle reveló muchísimo de él, por lo menos para Diodore. El que no hubiese estado con nadie, el que fuera paciente, dejaba relucir que aquel era un hombre virtuoso, uno capaz de decirle no a la tentación de una atractiva cortesana en las calles.

Diodore sabía que inclusive muchos de sus compañeros en la Abadía donde había crecido y había estudiado para ser párroco, habían caído en la tentación y habían terminado desviándose del camino del servicio a Dios. Era considerado inclusive 'normal' que los hombres se dejaran tentar por el diablo, por lo que descubrir que Cailen no era ese tipo de hombre le tomó por sorpresa.

- ¿En... serio? - No pudo evitar exclamar con expresión aprensiva y entonces el sonido del estomago de Cailen se unió al suyo , recordándole que era hora de cenar – Esta bien...podemos compartir la cena – Le invitó sin pensar – Esta noche no tenemos más eucaristías y debo cerrar la capilla, pero podemos cenar en mis aposentos, las monjas siempre llevan la comida allí – Le explicó mientras comenzaba a organizar el desorden dejado por los niños – A veces como con los niños en el orfanato, pero otras veces prefiero la quietud de mi habitación... ¿Me acompañas a cenar entonces? -

por **Cailen Gowan** Mar Dic 20, 2016 8:48 pm

-Es en serio. Sé que posiblemente no me crea, estoy consciente de todas las tentaciones que abundan en las calles, pero le doy mi palabra, no he cedido a nada de eso. -Aunque me puse a pensar si tan siquiera había sentido alguna vez la urgencia, deduje entonces que no, por alguna razón pensar en ello hacía que simplemente me diera pena. Pensándolo más profundamente concluí que no era tanto por el hecho de lo que representaba, como un vil pecado, sino que me daba vergüenza la idea de estar expuesto, con esas horribles marcas que tenía en la espalda. Basta, deja de pensar en eso… Sacudí mi cabeza y me concentré en el ofrecimiento del sacerdote.

La idea de compartir la cena con Diodore me trajo una inquietante sensación de alegría como no sentía hace un tiempo, la noche estaba por caer y el cielo anunciaba una tormenta próxima. Él no lo sabía, pero me había quitado una enorme carga de los hombros, podría cenar y estar bajo techo, aunque fuera un momento más ya que eventualmente tendría que retirarme. Ni modo que me quedara, si el hombre tenía cosas importantes que hacer, menos mal que al menos tenía tiempo para que tuviéramos una conversación, de hombre a hombre, como seres humanos iguales. Parecía que a ambos nos faltaba algo así; además, estaba ansioso por platicar con él, contarle cosas, qué había pasado desde que nos vimos, aunque no fuera mucho.

-Me encantaría acompañarle monsieur. -Respondí con una sonrisa. Estuve ayudándolo a recoger el desastre que los pequeñines habían dejado atrás y una vez terminado volteé a ver a la mesa donde había dejado el vino. -¿Dónde se guardan las botellas? -Inquirí mientras la tomaba entre mis manos.

por **Diodore Pomeroy** Mar Dic 20, 2016 9:30 pm

Le escuchó decir que no había experimentado nada de eso y Diodore se preguntó si se refería sólo al sexo o si hablaba un simple beso o inclusive del amor. Le pareció un poco imprudente preguntarle directamente, además no quería que se sintiera obligado a contarle esas cosas como si se estuviera 'confesando' porque era un sacerdote. Realmente deseaba que Cailen lo viera como un amigo y no sólo como la figura de 'padre'.

-Bueno pues... estamos en la mismas, en ese departamento – Agregó con cierta mirada pícara y con una sonrisita pensando en que el tampoco tenía ninguna experiencia de ese tipo, una vez terminaron de organizar todo y Cailen preguntó sobre donde poner el vino, Diodore dudó unos segundos antes de decir – Mmm podemos traerlo a mi habitación –Entonces cayó en cuenta de que aquello sonaba extraño y agregó – No quisiera que los niños volvieran y terminaran rompiendo la botella... ya pasó una vez ¿Sabes?, el más grande de todos rompió una botella de vino que estaba nueva, no te imaginas la que se armó cuando la Madre superiora se enteró -

El sacerdote condujo a Cailen fuera de la capilla y la cerró colocando una gran tranca de madera para que nadie pudiera abrir la puerta, luego bordearon la capilla que no era muy grande hacía la parte trasera. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, por lo que el cielo tenía una coloración rojiza que hacía que los cabellos de Cailen se tornaran aún más dorado, detalle que Diodore observó con el rabillo del ojo. El orfanato no quedaba muy lejos de la capilla como tal, sólo bastaba con atravesar un pequeño campo con cultivos y se daba con el viejo edificio descolorido de varios pisos donde dormían los niños y las monjas.

Detrás de la capilla había como una especie de habitaciones juntas, no un apartamento o una casa, pero si más grande que una sola habitación. Diodore se dirigió a la puerta de madera y la abrió simplemente pues no estaba cerrada con candado, dentro de ella una pequeña estancia donde había simplemente una mesa de madera y un sofá corroído por el tiempo.

- Puedes sentarte en el sofá – Le indicó mientras buscaba las ollas con comida que las monjas dejaban para él en la mesa.

por **Cailen Gowan** Mar Dic 20, 2016 9:44 pm

Que Dio tampoco hubiera pasado por algo similar no me sorprendió en lo absoluto, de todas maneras, él había estado en la abadía y el resto de su vida fue encomendada a las labores eclesiásticas. Me dedicó una sonrisa que correspondí sin pena alguna.

Alcé la ceja con aquella sugerencia peor la explicación sonaba muy razonable. -Vale pues, lo llevaré yo si no le molesta. - Y con eso le seguí, no sin antes ayudarle a cerrar la capilla. Caminamos por el pequeño campo en el que a simple vista se veía que no solía producir grandes cosechas. Observaba el vino que traía en las manos y me pregunté si sería prudente pedirle que me dejara tomar una copa, posiblemente no, el vino era para la misa, no para estarlo bebiendo solo porque sí, a pesar de que se veía como un buen vino. Considerando eso, mantuve la boca cerrada.

Por un instante mi atención volvió hacia el mayor, noté que tenía una media sonrisa dibujada en el rostro, por alguna razón estaba feliz y era una sonrisa que se podía contagiar, me pasó a mí. -Muchas gracias. -Coloqué el vino en la mesa y me acomodé sobre el sillón desgastado, pero cómodo en su propia manera, por un momento pensé si era por el hecho de que estaba muy acostumbrado al suelo o porque en verdad era cómodo. Mis ojos estaban atentos a cada detalle de la estancia, por más insignificante que fuera. -¿Aquí es donde duerme? -Las ollas que despedían un aroma delicioso, se me hacía agua la boca, estaba muriendo de hambre y tener la comida en frente mío hizo que mi estómago rugiera por segunda vez.

por **Diodore Pomeroy** Mar Dic 20, 2016 11:20 pm

Una vez dentro Diodore cerró la puerta y comenzó a organizar las ollas sobre la mesa que sólo tenía dos puestos, era obviamente una mesa de las mismas que se usaban en la capilla para la eucaristía, pero se veía muy vieja y la estaba usando como comedor, porque habían donado una nueva para las misas. Las monjas le habían traído una olla con sopa de verduras y un canasto con rodajas de pan y una manzana. No había ningún tipo de carne, pero Diodore estaba acostumbrado, el sabía que la mayoría de alimentos eran cultivados en el pequeño campo que tenía el orfanato y no contaban con dinero de sobra para lujos como el cordero o la res.

-Duermo en la habitación del fondo – Respondió mientras dividía la sopa en dos cuencos, había suficiente para ambos afortunadamente – Esta habitación la uso como una especie de sala – Le explicó, había otra puerta al fondo detrás del sillón que estaba cerrada – Ven, comamos antes de que se enfríe – Le invitó colocando el canasto con pan en la mitad de la mesita.

-Padre Nuestro que estás en el cielo, gracias por estos alimentos, ¡Amen! – Dedicó una simple oración antes de comenzar a beber la sopa, estaba bien sazonada aunque no tenía un sabor excepcional - Las monjas cultivan estas verduras en el campo de afuera – Le contó mientras comían – Y a veces recibimos donaciones de la gente rica de París, por lo que de vez en cuando podemos comprarle queso y carnes a los niños – Agregó, la sopa tibia lo hizo entrar en calor y fue consciente de que hacía bastante frío a pesar de que aún faltaban un par de semanas para el invierno.

- ¿En donde estás viviendo? - Le preguntó al fin, le daba la impresión de que Cailen no solía dormir bajo un techo todas las noches.

por **Cailen Gowan** Mar Dic 20, 2016 11:41 pm

-Ya entiendo. -Contesté mientras me giraba en mi asiento para ver la puerta atrás de donde me encontraba sentado. El lugar era pequeño pero tenía un toque extrañamente acogedor, a pesar de estar todo encerrado y que la única ventana que había en la “sala” no se pudiera abrir. Algo tenía, pero no podía identificar qué.

Tenía los ojos pegados a la comida que era acomodada en la mesa. -Muchas gracias por compartir su cena conmigo. -Con eso fue que junté mis manos, dejando que fuera él quien guiara la breve oración. -Amén. -Dije apenas un segundo después de que concluyera. Tomé el cuenco y comencé a comer, inconscientemente subiendo ambos pies al sillón y cruzando las piernas, una posición a la que me acostumbré tras siempre sentarme en el suelo, era la única forma en la que podía acomodarme, estar largos períodos de tiempo sentado sin sentirme incómodo, aunque a muchas personas les causaba el efecto contrario. Incluso adoptaba esa postura a pesar de estar en una silla, o en un sillón, como ahora.

Por lo que me di cuenta, las monjas no tenían casi nada de experiencia en la agricultura, no que yo fuera un experto, pero una o dos cosas sabía. -Una vez trabajé para un granjero, hace años, solo en lo que volvía su hijo de un viaje. -Di una cucharada grande a la sopa. -Me dijo que hay que prestar atención a las plagas en primavera, que es lo que no muchos hacen, eso puede estropearles una buena cosecha en el último momento. Podría ayudarles… -Apenas podía concentrarme en lo que decía, las palabras salían de mi boca por sí solas, toda mi atención estaba en la comida que me llevaba a la boca y que tenía un sabor a gloria. Durante la mañana me preocupé acostarme sin haber comido nada en todo el día y despertar débil al día siguiente, gracias a Dios que ya no tenía que pasar por todo eso… y hablando de...

La pregunta fue inesperada y me hizo toser un poco, pero rápido recuperé la compostura. -Pues… -Fingí estar ocupado con la comida pero solo jugué con la cuchara, se había acabado. -Antes vivía junto al puesto del sastre que está en el centro, uno que está pintado de azul. -Si conocía lo suficiente las calles de París se daría cuenta de que al lado de ese edificio había otro negocio, no una residencia, eso dejaba en claro que estaba viviendo justo entre ambos edificios, en el callejón. -Pero, dígamos que llegó alguien más fuerte que yo, debo buscar otra parte. -Como rata… Agregué para mí mismo.

por **Diodore Pomeroy** Mar Dic 20, 2016 11:54 pm

Le escuchó hablar sobre que tenía experiencia con los cultivos, no se esperaba eso, Cailen no parecía como alguien que hubiese trabajado en una finca, Diodore no tenía idea de como regar una planta, por lo que ni se había fijado si habían plagas acabando con los cultivos.

-Oh... la verdad es que yo no se nada al respecto – Respondió y luego agregó – Sería estupendo si pudieras darle un consejo o dos a las encargadas... como verás no hay muchos hombres aquí... este... él único realmente soy yo y no es que sea muy atlético y mucho menos conocedor de agricultura – Agregó comenzando a sentir que se le subía el calor a las mejillas y se sonrojaba.

Siempre había sido delgado y debilucho, pero eso estaba bien para su profesión como sacerdote, nunca había tenido que pelear en toda su vida, ni mucho menos trabajar en un campo con azadón. Le escuchó explicar donde vivía y sus mirada se fue llenando de preocupación, sabía que la situación de Cailen no era buena (era obvio por el hecho de que robaba para sobrevivir y siempre estaba hambriento) pero creyó que al menos tenía un techo bajo el cual dormir.

- Se acerca el invierno... sabes lo bajas que las temperaturas pueden llegar a ser – Comenzó mientras tomaba un pedazo de pan - ¿Has pensado quizás pedir estadía en el albergue? - El albergue del que hablaba, era el que la iglesia había instalado por caridad en la corte de los milagros, muchos mendigos lo usaban para pasar el invierno y no morir congelados en las calles – También podrías visitar el comedor comunitario cerca de la catedral – Agregó, sus ojos se mostraban realmente preocupados ahora ¿Desde cuando se había comenzado a sentir de esa forma por un hombre que apenas si conocía?.

por **Cailen Gowan** Miér Dic 21, 2016 12:12 am

Caí en la cuenta, poco después, que en realidad pude haberle mentido o simplemente evadir la pregunta, pero por alguna razón le respondí con la verdad. Y me sentí idiota por ello, podía manejarme solo, y eso era lo que había hecho hasta el momento, todo con tal de no deberle favores a nadie, en las calles esos favores se pagaban con intereses muy altos. Sin embargo, ya estaba hecho y no sabía cómo sentirme al respecto, no por haberlo hecho, sino que me preguntaba el por qué. Por poco paso por alto que seguía hablando, negué con la cabeza dejando el cuenco de lado y tomando una rebanada de pan, de repente suficientemente confiado para hacerlo sin tener que pedirle permiso. -Llenos los dos, no cabe ni un alma más. -Comencé a comer el pan, devorándolo casi de un mordisco y sin tirar una sola miga. -Agradezco que te preocupes, pero lo sé manejar. -Quien sabe hasta cuando, pero no le iba a decir eso.

-Y… sobre el otro asunto. -Desvié la conversación, no quería seguir hablando del tema. -En realidad no tengo mucha experiencia, solo trabajé con el hombre un par de semanas, tampoco sé mucho de agricultura, solo lo básico… ni siquiera llegué a usar las herramientas, un intento bastó para que el señor se diera cuenta de que no podría ni cargarlas. -Tomé otro pedazo de pan, comiendo más lento y lo observé un instante. -¿De verdad eres el único? -No había visto a alguien más pero supuse que era porque estarían haciendo otras cosas. -Me sorprendes, que manejes todo esto tu solo, dudo que las monjas lo hagan, las he visto haciendo las tareas del orfanato.

Me detuve abruptamente. Ya no le estaba llamando “de usted”.

por **Diodore Pomeroy** Miér Dic 21, 2016 8:45 pm

Se le encogió un poco el estomago al escuchar que ambos sitios estaban llenos, la imagen de Cailen durmiendo sobre un pedazo de cartón en el suelo de gravilla de algún sucio callejón le vino a la cabeza y aunque estaba acostumbrado a preocuparse por el prójimo (aquel era su trabajo de todas formas) lo que sintió al pensar en Cailen pasando frío durante el invierno fue diferente. Fue algo más parecido a la angustia.

Notó que había cambiado de tema ¿Se avergonzaba quizás de no tener un techo donde dormir? ¿Del estilo de vida que llevaba? Diodore quería preguntarle más, se encontró descubriendo que quería saber más sobre él, a un nivel más personal, pero no se atrevió a preguntar otra vez.

-De algo puede servir tus conocimientos, no creo que las monjas sepan nada de agricultura – Comentó, pero realmente ya no le importaba ese tema, volvió su vista al plato de sopa que había terminado, la tibieza de la sopa le había hecho entrar en calor, aún así el aire se sentía gélido en esa habitación.

-Si... antes había un sacerdote más viejo pero falleció, así que la capilla estuvo sin sacerdote por casi un año, sin embargo las monjas que se encargan de este orfanato, pertenecen a un convento más grande – Comenzó a explicarle sin mirarle a los ojos, su vista seguía en el plato vacío – No se si te conté antes, pero vengo de Bayeux, allá era el ayudante de otro sacerdote en la única iglesia del pueblo, un emisario vino un día trayendo una carta solicitando un sacerdote que pudiera ocuparse de la capilla del orfanato de París y así fue como terminé aquí -

Se levantó cuando vio que Cailen había terminado con su parte de la cena y comenzó a recoger los platos y las ollas.

- Aquí hace mucho frío, vamos a mi habitación, allí tengo una chimenea que podemos encender – Le indicó colocando las ollas y demás trastos en un rincón para que las monjas las recogieran en la mañana.

por **Cailen Gowan** Miér Dic 21, 2016 9:23 pm

Escuché con atención la plática y traté de rememorar si había mencionado algo así antes. -Me parece que dijiste algo al respecto, pero una explicación vaga. Hablaste sobre tu familia y de cómo llegaste a la abadía cuando eras niño, luego de eso comentaste lo de haber trabajado para otro sacerdote en un pueblecillo, pero hasta donde recuerdo, no mencionaste cómo fue que terminaste aquí. - Por alguna razón me gustaba que estuviéramos hablando fuera de cualquier profesión o clase social, tan solo dos personas conversando y eso me traía una sensación de paz que extrañaba desde hace tiempo.

-Suena bien. -Y me levanté para seguirle, la idea de una fogata con el viento áspero que estaba soplando afuera, el cual era delatado por la sacudida de las hojas, sonaba excelente. Dejé que Dio de adelantara y se me ocurrió ir por la botella de vino que había quedado intacta, no supe por qué, simplemente quise traerla, tal vez incluso me dejara probar una copa o dos, tenía ya casi un año sin haber probado vino, me estaba acostumbrando al sabor de la cerveza barata que vendían en las tabernas de mala muerte.

Crucé el umbral de la puerta, el lugar era pequeño, como me lo imaginaba por lo que no me sorprendió en lo más mínimo. Solo había una cama, un pequeño armario, escritorio con silla igual de gastada, y otra puerta, presumiblemente un baño. Tomé asiento en la silla y mientras acomodaba el vino sobre el pequeño escritorio noté algo que había pasado por alto. La colección de libros que estaban apilados sobre el suelo al lado de la cama.

-¿Has leído todos estos? -Pregunté emocionado, aquella torre seguramente tendría más de veinte libros de todos los tamaños y colores.

por **Diodore Pomeroy** Jue Dic 22, 2016 12:09 am

Diodore se dirigió a la chimenea inmediatamente entraron en el cuarto, no era una chimenea muy grande, ya que el cuarto era pequeño, pero una vez encendida calentaba perfectamente el lugar. Se agachó para revolver los maderos con una delgada vara de metal que mantenía a un lado y los fue acomodando como en una especie de pila para que el fuego se encendiera más rápido. Tomó una cerilla de la mesa y la encendió colocandola entre los maderos.

-No todos – Exclamó sin mirar hacía atrás pues estaba prestando atención a la cerilla, pronto una débil llama se fue encendiendo y en cuestión de segundos los maderos comenzaron a arder. En la pila de libros irónicamente no había ninguno religioso, la biblia estaba en una mesita al lado de la cama, pero los libros que estaban en el suelo eran novelas clásicas, se podía leer los títulos de 'La Odisea', 'Hércules' y muchos otras novelas Medievales en Francés.

- La vida como sacerdote... es bastante solitaria – Comentó una vez el fuego iluminó completamente la habitación – Luego de que terminas todas las labores eclesiásticas, la gente se va con sus familias y tu quedas sólo con la compañía de ti mismo – No parecía triste o nostálgico cuando hablaba de la soledad que enfrentaba a diario, para él era algo normal, era el estilo de vida que había tenido desde que había entrado en la abadía, no conocía otra cosa diferente – Me gusta leer antes de irme a dormir – Se inclinó y tomó un libro titulado “Henriade” de Voltaire – Actualmente me estoy leyendo este, es un un poema épico – Le explicó y luego agregó - ¿Que libros te gustan? -

por **Cailen Gowan** Jue Dic 22, 2016 12:35 am

-Aún así, apuesto a que has leído la mayoría. -Incluso me hacía preguntarme por qué no colocaba un estante, era una lástima que tuviera que colocar los libros en el suelo. Con la mirada estaba tratando de contaros, tenía razón, eran más de veinte, no, más de treinta. Incluso pude darme cuenta de que me brillaban los ojos, nunca había visto tantos libros, excepto en la biblioteca en mi casa, claro, y en la librería cuando pasaba por ahí. Pero aquello era diferente.

Alcé la mirada hacia Dio, la luz que producían las flamas hacía un contraste en su rostro y de repente aumentaba o disminuía, todo dependía de la danza que hacía el fuego en la chimenea. Me daba una sensación extraña, pensar que tenía que estar solo, alguien tan bueno como él y que no tuviera con quien charlar. Me alegraba haberlo visitado. Observé con mucha atención el libro que tenía en la mano y lo tomé para examinarlo, prestaba atención a lo gastada que estaban las hojas, el grosor de la pasta, todo lo físico.

Cuando me preguntó sobre mis intereses de lectura no pude evitar bajar la mirada avergonzado y le devolví el libro, de repente sintiendo que no merecía tan siquiera sostenerlo, la pila de libros ahora me daba un aire lúgubre. Había tantas cosas que quería saber del mundo, pero no conocía ni una sola, todo ese conocimiento, y yo estaba tan lejos. Solté un suspiro mientras jugaba con mis manos. -Ninguno, no sé leer. -No era sorpresivo tomando en cuenta que mucha gente en las calles no sabía leer o escribir, a esa gente le daba igual, pero a mí no, quería aprender miles de cosas y aquello siempre se estaba interponiendo.

por **Diodore Pomeroy** Jue Dic 22, 2016 9:43 pm

Notó el cambio en el semblante de Cailen, llevaba poco conociéndolo pero ya podía reconocer fácilmente sus cambios de humor. Cuando dijo que no sabía leer, no le sorprendió realmente, aunque si le entristeció. El analfabetismo era un gran problema en todo el país, cada pueblo o ciudad tenía miles de personas que no podían acceder a una buena educación porque no existía un sistema que garantizara sus derechos. En el orfanato, los niños al menos eran afortunados en ese sentido, pues las monjas les enseñaban a leer y a escribir, así fuera sólo para leer la Biblia, no importaba, era un conocimiento que les servía para el resto de la vida.

-No tienes porqué avergonzarte – Se atrevió a decirle – No es tu culpa y hay muchas buenas personas como tu, que no han tenido la oportunidad de aprender- Agregó, seguramente Cailen había conocido a otros en la calle en su misma situación – ¡Pero nunca es tarde para aprender! - Exclamó volviendo a sonreír - ¿Qué tal si te enseño yo? Podemos vernos cuando tenga tiempo libre e ir leyendo un libro que te interese-

En la abadía había aprendido a leer no sólo Francés sino también latín, pues muchos manuscritos Cristianos estaban escritos en latín, en cierta forma se considerada afortunado de que sus padres hubiesen escogido esa vida para él, si no le hubiesen enviado a la Abadía de niño ¿Quien sabe que tipo de vida llevaría? ¿Habría terminado en las calles como Cailen?.

-Venga, cambia esa cara – Agregó, no quería que Cailen se sintiera mal por el tipo de vida que llegaba ni mucho menos quería que sintiera que lo juzgaba, el único que podía juzgar era el todo poderoso en el cielo, se le ocurrió que podría mejorar el humor del chico con un poco de vino, sabía que ese vino era para la capilla, pero le pareció que en ese momento cumpliría un buen propósito si lograba subirle la moral a Cailen. Tomó la botella que el chico había traído y la destapó con el quita corchos, luego buscó un vaso que siempre dejaba al lado de la cabecera de la cama y que usaba para tomar agua o café.

Sirvió el vino en el vaso hasta dejarlo un poco más arriba de la mitad y se lo ofreció a Cailen con una sonrisa.

- ¿Porqué no hacemos un brindis? - Dijo re repente, quizás fuera de contexto porque no había ninguna celebración de por medio.

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