Por el sendero de dios y ¿que cojones? [Diodore Pomeroy]

¡Vaya noche! Les cuento la cosa, al llegar al burdel no tenía ganas ni para una sola prostituta. Es más, ni siquiera rente el cuarto para correrme una buena, simplemente llegué y me  tire en la cama después de una cerveza y es que si, mi sed por la sangre de vampiro se estaba volviendo cada vez más jodida de satisfacer. Solo tres neófitos bastante descuidados y solo me folle a uno antes de matarlo. Creo que el bastardo me dejo satisfecho por la noche. De algo que haya valido la pena su no-vida. Ofrecer mi sangre a cambio era una táctica sucia, pero vamos. Solo soy un humano con un gran trastorno mental y súper poderes. No siempre me las puedo dar de suicida psicópata.

En fin, desperté sudando. Como si aquel bastardo me hubiese dado por detrás toda la noche, no que no me hubiese gustado. Tuve una especie de sueño, como de esos jodidos sueños que te hacen hacerte en la cama y no entiendes porque si fue la cosa más mamona después de todas las atrocidades que ya he cometido en mi corta vida de esclavo de sangre rebelde. La mal nacida esa que me dejo a manos de un neófito volvió a aparecer en mis sueños. Lo peor de todo es que nunca pude cogérmela. Se las daba de santa, pero en fin. Si, la jodida me despertó diciendo que enmendaba sus malas acciones cuidando niños y mil mamadas. Se me ocurrió la genial idea de visitar aquel orfanato donde decía que me estaba enseñando modales y como arrepentirme de mis pecados.

¡Dios mio! De lo único que me arrepiento fue no cogerme ninguna puta la noche pasada. Pensé una vez mis píes pisaron las puertas del orfanato. Una monja apareció frente a mi pensando que era un ebrio cualquiera a lo que respondí: - Mi madre tenía mejor pinta que yo después de irse de putas y copas, ¡no me joda más la existencia! ¡Bastante me cogieron ya para venir aquí y aún me duele el ano! -. Si, creo que fui un poco suave con ella pero ¡en serio! Haber sabido la noche que tuve en vez de darme un sermón me habría dado una mamada y asunto arreglado. Tuve que mostrar mi insignia ya no vigente y por fin útil de inquisidor, mi mazo y mi martillo para que la prostituta sierva de dios me dejara pasar y dirigirme hacía la capilla.

No deseaba hablar con nadie más que conmigo mismo y para hacerlo parecer algo no tan loco no se me ocurrió nada mejor que alzar mi botella de vino y brindar junto al ¨todo poderoso¨. Realmente no me quiero imaginar a que olían esos gases con ese apodo. Los malos seguro salían corriendo con un gancho de ropa en la nariz.

– ¡Brindo por la malnacida y que se la follen harto allá donde fue! Si, tu sabes que soy sentimental y aquel fue un comentario sutil. No me mires con esa cara y que con esa corona con púas. ¡Yo que tu me la fumo!

Por suerte estaba solo y al darme cuenta me quede bebiendo en silencio, apoyado sobre uno de los pilares cercanos al altar mientras recordaba que en esa misma capilla mi última ¨domino¨ me dejo a manos de ese neófito. Solo habían pasado algunos años pero tenía bien claro el dolor que producía en la cabeza perder un amo. Especialmente cuando después descubres que puedes condicionar tu libertad saciando tu sed matando seres que te superan en todo pero dependes de ello para sobrevivir.

- Si, estaba buena. No me vengas con cosas, te la llevaste para cogértela ¡picarón!

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Off:

Lamento la falta de detalles y eso, estoy probando algo nuevo y llevo más de un año sin escirbir algo así de largo :3

El día había empezado relativamente bien había despertado temprano como siempre lo hacía aún a pesar del frío que se colaba entre las cobijas y le invitaba a quedarse en cama abrigado, Diodore se tomaba muy en serio el dicho de “A quien madruga, Dios le ayuda” y se consideraba más que bendecido durante toda su vida, a pesar de que muchos pensaran que su vida podía ser aburrida y monótona, Diodore no se imaginaba haciendo otra cosa que no fuera sirviendo en la iglesia, las tareas de la parroquia le mantenían ocupado la mayor parte del día, habían más de 20 huérfanos que cuidar en el orfanato y los niños siempre se estaban metiendo en problemas con sus pilatunas.

Había salido temprano al mercado a comprar papas y pan. Era difícil conseguir otra cosa en ese frío clima en el que no creían las frutas, pero al menos tendrían algo que comer y le daba gracias a Dios que por lo menos tuvieran unos francos de la donación de los feligreses para alimentar a los niños durante esa semana. Una de las monjas se había quedado cuidando la parroquia mientras el regresaba, el convento no quedaba muy lejos del orfanato así que constantemente estaban ayudando en lo que se necesitase.

Al cabo de una hora Diodore regresó con una canasta con varias papas, algo de queso y pan. Los niños que lo vieron venir desde la pequeña colina donde se encontraba la parroquia corrieron hacía él gritando su nombre con avocetas chillonas. Diodore sabía que estaban hambrientos, pero sus cálidas sonrisas al parecer indicaban que le estaban cogiendo afecto a pesar de que sólo llevaba un par de semanas instalado allí.

-¿Has comprado chocolate Padre Dio? - Preguntó una niña de cabellos rizados y alborotados.
- No seas tonta Adeline, ¡el chocolate es muy costoso! - Le respondió un niño más grande, de alrededor de 10 años, probablemente más consciente de la situación económica.

-No he comprado chocolate pero he traído queso – Exclamó Diodore con una sonrisa amable, los niños gritaron un “Yeeeeeey” a unisono y corrieron en circulos rodeando al sacerdote mientras este regresaba a la parroquia con las compras. La monja que estaba cuidando se acercó y le indicó que había un visitante en la parroquia mientras le recibía el canasto, también le advirtió que parecía estar ebrio y que había sido muy irrespetuoso.

-Vallan a jugar al patio, mientras la Madre Donatella cocina algo rico – Le indicó Diodore algunos niños hicieron pucheros y otros simplemente corrieron de regreso al patio gritando y tonteando como siempre. Diodore se dirigió a la parroquia, iba vestido con su sotana negra, no la que usaba en las misas, sino la que usaba de manera casual durante el día, era una simple sotana que caía hasta más abajo de sus rodillas y encima traía un abrigo bastante viejo pero que le protegía del gélido clima. También llevaba guantes de lana con los dedos rotos en las puntas.

Al entrar en la parroquia notó a un hombre de cabello largo que traía una botella en la mano, parecía bastante ebrio, Diodore se imaginó que estaría bebiendo para soportar el dolor de algún familiar muerto. Por lo que se acercó y se paró frente a él esbozando una sonrisa.

- Buenos días monsieur, soy el Padre Dio, encargado de esta parroquia – Le indicó - ¿Desea algún servicio en especial? - Le preguntó, algunas personas deseaban que los sacerdotes hicieran una plegaria hacía algún ser querido o usar el confesionario - Si desea hablar, podemos usar el confesionario -

Me volteé a mirarlo dejando mi copa de vino en una de las bancas, sentándome también y ahora observando al techo. De verdad, ¿qué mamadas estaba haciendo ahí? Buscar sermones gratis no era mi estilo, esperar que los de la inquisición fuesen a por mi ahí y darme por donde duele tal vez si. No, miento. Si, había aprendido muchas cosas de mi anterior ¨domino¨ pero dejar que te den gratis no era lo mío.

– Solo tengo que confesar que soy un demente profesional, extrovertido, pecador y amante de la vida. No necesito ir al confesionario ni arrepentirme de aquello –. Ahí estaba, las puertas al cielo se me habían abierto como este padre posiblemente ya había abierto de piernas a la monja que me recibió.– Lo cierto es que a la mujer que amaba le gustaba venir aquí a pasar el tiempo y ser algo de ayuda. Creo que sería un buen refugio del mundo exterior, aunque sea algo temporal–. ¡Bingo! Creo, tuve que mentir con la mujer que amaba. No me gustaba decir a cualquiera mi verdadera historia, aunque ustedes ya la saben. ¿Quieren saber algo más? Solo dejen que beba un poco más de vino y vuelvo...

Bueno, la carta ya estaba tirada. Miré la sonrisa cordial de aquel sujeto. ¿Quién diablos se creía esperando que le diera una mamada gratis? Que no me vengan a decir que mi actuación al llegar aquí fue horrible, porque si lo fue postulare a artista de algún teatro de Francia, me volveré gay y aprenderé a bailar ballet. Hasta entonces volvamos con nuestro amigo el padre Dio. En serio, lo que tiene de guapo este tío lo tiene también de egocéntrico. Solo por respeto omitió una S en su nombre. Estaba a punto de darle la mamada de su vida en ese mismo momento.

Desabroché un poco mi chaqueta de cuero negra, algo bastante gótica para la época y pare al recordar que estaba en una iglesia, que no era putazo siempre y que aún no podía recibir latigazos por parte del padre. Por lo cual opté por la acción más cuerda siguiendo este guión en proceso, beber un poco más de vino y sonreír de vuelta al padre.

– ¿Le puedo hacer una pregunta? ¿El vino solo se bebe cuando predica? Creo que necesitaré más para soportar tanta calma –.

Le sorprendió la soltura y honestidad en sus palabras, si estaba siendo sarcástico, Diodore no lo notó, mucha gente era pecadora y no le molestaba hablar con alguien que lo fuera, es más su trabajo era escuchar a la gente que se debatía por la vida intentando ser felices a su manera, cometiendo errores y tropezándose en el camino. Así era la vida y era consciente de que no todo el mundo tenía un camino trazado como el suyo. Lo siguiente le hizo sentir empatía por él. Había dado en el clavo al pensar que estaba bebiendo a hombre de un ser querido.

-Muchas personas consideran este sitio como un refugio – Asintió sentándose a su lado – Para mi es más como un hogar – Continuó, literalmente vivía al lado de la parroquia, su vida entera giraba en torno a ella. Pero como Sacerdote no podía tener pertenencias, no era su parroquia, en cualquier momento podía ser trasladado a otra, no podía tener su propia casa o carruaje, todo le pertenecía a la iglesia, él sólo servia.

-Mmm normalmente sólo bebo un poco de vino durante la misa – Comentó colocando las manos con los dedos entrelazados sobre las piernas – La verdad es que prefiero la leche – Quizás sonaba inmaduro para un hombre de 30 años decir que gustaba más de beber leche que de cerveza o cualquier otra bebida alcohólica, por lo que se sintió algo cohibido – Dicen que el alcohol saca lo peor de la gente... pero yo no lo evito por eso, en realidad es que no me gusta su sabor amargo -

- ¿Cual es su nombre monsieur? - Preguntó, no le gustaba tratar a la gente con tanta etiqueta y sentía que le era más fácil entrar en confianza si lo llamaba por su nombre.

(( OFF ROL: me cuesta un poco a veces entender lo que escribes, porque no estoy familiarizado con muchos modismos Españoles, por ejemplo, cuando dices 'mamada' te refieres literalmente a una felación o es una metáfora? Dx ))

Off: Diste en el blanco, lo siento. Justamente a eso me refiero xD

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No pude evitar girar mi vista al altar. ¡Dios mío! Cuanta ternura e inocencia que corromper. Ahora entendía porque mi antigua ama adoraba venir a este lugar cuando no estaba en alguna misión de la inquisición. Debería sinceramente pensar en cambiar mi nombre por demonio, en aquel lugar me pegaba el nombre así como Dio al padre. Debía admitir que mi atracción por aquel hombre era grande y a penas si lo había conocido.

–Brice Briand, padre–. Respondí ante su pregunta, era raro que correspondiera con formalidades, pero el hombre a pesar de tener unos cuantos... Si decía que era de mi edad no se lo podía creer. Parecía un niño mimado en el cuerpo de un adulto. No necesitaba girar mi vista para ver su postura. El hombre estaba algo nervioso aunque sabía disimularlo bastante bien, seguramente pensaba en que me iba a burlar de él. Lo cierto es que era el sacerdote más recto que había conocido en mi vida.

Bebí un poco más de vino al escuchar su comentario. Sabía que el padre me lo iba a negar aunque por su comentario le habría ofrecido algo por su coraje a la hora de criticarme.

– Supongo que poco sabe del infierno que se vive fuera de este recinto. A veces estar ebrio ayuda bastante–. ¨Sobre todo cuando tienes que enfrentarte a seres con el doble de fuerza y años muchas veces para sobrevivir¨ Pensé para mi mismo consciente de que muchos comentarios sobre mi vida privada eran mejor omitirlos o mentir si era necesario.

Es verdad, soy el mismísimo demonio. Admito que quiero corromper a este hombre mas exponerlo al peligro que me enfrentaba casi todas las noches. Quiero decir, ¡vamos! A que les produce ternura verlo así, no sobreviviría ni un solo segundo hasta contra el ser más peligroso de la noche como yo la conocía.

No miento al pensar que me daría igual largarme en ese mismo momento sin decir una sola palabra. Aquel era un refugio sin protección al cual muchos no se atreverían a atacar. Sin embargo, podía ser de utilidad que me quedase algunos días de vez en cuanto. No solo para el ano seguramente virgen del padre Dio. Sabía que mi fuerza sobre humana podía ser de ayuda en caso de que la necesiten y si me quedaba algo de cordura también sería bueno para que no muera.

–Lamentablemente no puedo dedicar mi vida entera a Dios, tengo muchos asuntos pendiente, fuera de este recinto–. Mentiras, mentiras y más mentiras. Era un adicto a la sangre de vampiro, al sexo y ¿por qué no? Al alcohol también. Tenía más que claro que ahí solo podría satisfacer dos de mis necesidades y lo más seguro es que no con el exceso que tanto anhelaba. –No pretendo suplicar por el perdón ni arrepentirme de lo que he hecho. Mas si puedo ser de utilidad quedándome de vez en cuanto en este lugar sería lo ideal. No me confunda tampoco padre, no soy de los que escapan de sus demonios. Los enfrento y les doy duro –.

Suspiré, era agotador tener que mentir tanto. No me gustaba tener que esconderme. Bebí un poco más de vino mientras dejaba reposar mi espalda en la banca. Quizás ya había conseguido lo que quería o era quizás que la calma del lugar me estaba dando un golpe duro en la cabeza. Mire por las ventanas de la parroquia. Podía verse el sol aunque no calentaba tanto como el padre Dio. Si, seguramente era eso. El bulto bien disimulado que llevaba entre mis pantalones no dejaba que pensase con calma mis ideas. ¨Tranquilo amigo, pronto...¨ Pensé para mi mismo, aquel era un demonio el cual sabía que no podía enfrentar durante mucho tiempo. De verdad pagaría por saber el secreto de aquel padre.

-Diodore Pomeroy – Exclamó al escuchar le nombre del otro, le pareció justo compartir su hombre completo también – Pero todos me llaman Padre Dio o sólo Dio – Se encogió de hombros – Es un placer conocerte – Agregó con tono cálido, decidió comenzar a tutearlo pues no le gustaban las formalidades, especialmente si quería que confiara en él, podía sentir que era una alma perturbada y que bajo ese semblante se escondía una persona que necesitaba hablar de sus problemas, quería que se sintiera en confianza de hacerlo.

-A veces me gustaría descubrir ese infierno del que hablas – Murmuró llevándose una mano para rascarse por detrás de las orejas – Así podría entender mejor a las personas que vienen al confesionario  - Le confesó, Brice era la primera persona a la que le decía aquello, ni siquiera las monjas lo sabían – Es difícil entender lo que sufren otros cuando uno no ha experimentado lo mismo – Y con esto dejaba en evidencia que poco conocía del mundo afuera de ese santo recinto.

Lo que dijo le llamó la atención, ¿Necesitaba refugio por unos días? Su mente comenzó a volar intentando imaginar que sería lo que le perseguía para hacerle tomar esa decisión, Brice parecía un hombre rudo, su apariencia hablaba de un hombre seguro de si mismo, de esos que no se dejan joder por nadie, sin embargo estaba allí pidiendo posada con disimulo, como si quisiera ocultar sus debilidades.

-Eres bienvenido a la casa del Señor – Le respondió con una amplia sonrisa colocando uno de sus brazos en el hombro de Brice – Hay una habitación libre en la parte trasera de la capilla, nadie la está usando en el momento pues originalmente habían dos sacerdotes cuidando de el orfanato, pero actualmente sólo estoy yo, puedes quedarte allí cuanto tiempo creas necesario – Le indicó, sabía que podía meterse en problemas dejando que un completo extraño se quedara a vivir en la capilla así fuera por un par de semanas, las monjas no lo verían bien, especialmente con el orfanato quedando a tan poca distancia.

Había escuchado una historia muy perturbadora de un hombre que había intentado violar a una de las niñas y había engañado a las monjas haciéndoles creer que se trataba de un benefactor que sólo quería donar dinero a la institución. Sin embargo Diodore era el tipo de persona que podía confiar ciegamente en alguien que sólo acababa de conocer, siempre esperando lo mejor. Seguro que Brice tenía un buen corazón escondido bajo ese bravado.

-¡Padre Dio! - El grito de un niño retumbó e hizo eco en las paredes de la parroquia, Diodore se giró y un niño de cabellos castaños de alrededor de 9 años se acercó corriendo – El almuerzo ya está listo, Madre Donatella está esperando – El niño se quedó de pie al lado de ambos hombres observando a Brice con curiosidad.

-Paul, dile a la madre que ponga un plato más en la mesa, hoy tenemos a un invitado – El niño abrió los ojos con sorpresa y se regresó corriendo tan rápido como apareció, el sacerdote se giró de nuevo hacía su interlocutor – ¿Nos acompañarás a almorzar? -

El padre comenzó a hablar, aunque poca importancia le di. Más bien parecía que había llegado a ese lugar para entender algo que me hacía falta. La voz de mi anterior ama comenzó a resonar en mi cabeza un poco más fuerte que la del padre. Miraba hacía las cruces y demás símbolos religiosos. Recordaba cuando me decía que un vampiro necesitaba de mucho control mental para no salir corriendo como una niña asustada de una iglesia.

Muchos vampiros intentarían ir tras de mi un vez que ella muriese era lo que decía. Lo cierto era que yo no me escondía. Me consideraba a mi mismo como el mayor predador del mundo. No había forma alguna que mi anterior ama hubiese adivinado como se iba a tornar mi vida sin ella. A pesar de que intentó controlarme hasta el último segundo aquel neófito también condenado por la inquisición no era rival para la locura que se apoderó de mi cabeza cuando sentí la muerte de mi ama.

Cerré mis ojos frunciendo el ceño mientras dejaba la botella de lado. Los años iban pasando pero más que el recuerdo era el dolor lo que seguía sintiendo cada vez que la recordaba. El beber la sangre de dementes y rodearme de ellos no ayudaba mucho a mantener mi cordura y no quería ser una presa fácil puesto que mi condición de cazador no era la más ventajosa de todas. Escuche entonces al padre decir que era bienvenido y que además tenía una habitación disponible. Aquello me hizo suspirar. No, no estaba enternecido por su acto de compasión y misericordia. Mas bien estaba tranquilizándome tras el dolor que aún dejaban mis recuerdos.

– Se lo agradezco padre Dio–. ¡Al carajo! Hacerme el loco ebrio era difícil después que los recuerdos atacaban. Aquello lo hice sonar muy sobrio y respetuoso. Al menos me daba la oportunidad de demostrar que era algo bipolar. – Lo cierto es que no recomiendo conocer el infierno que se vive a fuera. A veces es cierto lo que dicen, solo aquellos que están preparados sobreviven– Dije con bastante franqueza aunque ni yo mismo lo creía. Desde que deje de jugar al soldadito en el cuartel comprendí que nada pudo haberme preparado para lo que estaba por vivir. Mi antigua ama solía decir que había sido elegido por dios para sobrevivir aquella noche. Sin embargo me era absurdo creer que un dios misericordioso como en el que cree el padre Dio podía existir después de todo lo que había tenido  que vivir. No, no era compasión. Era locura, demencia, condena y pecado. No había nada más que eso en esa vida que estaba llevando.

Pude escuchar como la voz de un niño llamaba al padre desde la puerta de la capilla y me levante enseguida para ver que sucedía. Quede escuchando la conversación de ambos pero me sorprendí bastante al escuchar la respuesta del sacerdote. ¿Qué era tanta hospitalidad con un extraño? Quería pensar que se trataba de un protocolo bien aprendido por parte del padre. No estaba acostumbrado a tal trato ni mucho menos a recibir limosnas. Era pobre si, como muchos en ese país pero había tenido que luchar duro todos esos años para mantenerme con vida.

Note también que aquellos niños vistos desde que llegué hasta el que se acercó a penas tenían para comer. Vivían en la pobreza misma y aún así el padre se daba el lujo de invitar a un extraño a su mesa. Hasta hacía que se sintiese mal el querer corromper a aquel hombre. No sabía bien que responder pero por primera vez en mucho tiempo suspire y pensé en todos los muertos de hambre afuera que matarían por una invitación como esa y asentí levemente.

– Si insistes y no es molestia. No tienes que preocuparte mucho por mi de todos modos. He aprendido a vivir por mi cuenta y veo mi estadía en este lugar más bien como un returo espiritual. Aunque sea por pocos días –.

Diodore se preguntaba si estaría preparado para afrontar esos demonios de los cuales hablaba Brice, en el pasado cuando vivía en su pueblo natal, había escuchado las confesiones de las personas y en su mayoría los problemas siempre parecían resultar a raíz de la tentación. Las personas siempre encontraban difícil resistirse a cometer los 7 pecados capitales pues el mundo en el que vivían les seducía a cada instante. ¿Se estaría refiriendo a ese tipo de demonios Brice?.

-No te preocupes, hoy puedes comer con nosotros, mañana será otro día y ya veremos que pasa – Comentó con una sonrisa colocándose de pie indicándole que le siguiera – Uno debe dar sin esperar nada a cambio, esa debe ser la naturaleza del ser humano, vivir sin egoísmos y siempre ayudando al prójimo – Le explicó llevándole hasta la salida de la capilla y luego rodeándola por un sendero que en primavera estaría cubierto de flores silvestres pero que ahora se encontraba marchito por el invierno.

-Estoy seguro de que apenas tengas la oportunidad, tu nos ayudarás también – Agregó asumiendo como siempre la bondad en las personas aún cuando llevara conociéndole por menos de una hora. - Por supuesto no esperes un banquete, por estas fechas los alimentos se ponen aún más caros y muchas cosas escasean -

Pronto llegaron a un edificio de madera de unos 3 pisos de alto, lucía como el dormitorio de una escuela, con una campana de cobre colgada en la puerta y un jardín cercado en frente que gracias al invierno se encontraba desolado y gélido. La madera parecía demasiado vieja para poder sostenerse en pie y estaba pintada de un rojo oscuro con bordes amarillos aquí y allá.

- Aquí es donde viven los niños – Le explicó conduciéndolo a la puerta – También hay una pequeña escuela donde las monjas ayudan a impartir clases – El sitio no parecía tener espacio para más de 20 niños a la vez, cuando abrió la puerta un agradable olor a pan y huevos hervidos les recibió a la par con el bullicio de niños gritando y comiendo animadamente.

Seguí caminando junto a Dio, el humano hablaba de su supuesta naturaleza. No era lo que yo había conocido ni mucho menos mi naturaleza. Sabía muy bien que era algo más que un humano y no hacía falta pensarlo mucho. No voy a ondear en lo obvio, pero tampoco diré que no hace falta mirar mi color de personaje. Tampoco podía adivinar lo que pensaba el padre, su personalidad parecía tan distinta y sería. Se hacía bastante difícil en ocasiones, era como un niño cerrado en una caja llena de doble moralidad y costumbres que simplemente me negaba a aceptar o muchas veces entender.

Es decir, aquel hombre se había formado en una iglesia después de todo. Yo me hice a base de puñetazos, sangre y mujeres. Si, no hacía falta decir tampoco que el fuera de lugar ahí era yo. No quise decir nada más mientras caminaba junto al padre. Simplemente observaba mi al rededor. Mire hacía las pocas hojas caídas del sendero y si, se podía sentir el frío típico de la temporada. Quizás era lo único que hacía agradable estar ahí en esos momentos. Odiaba sentirme fuera de lugar. Era de los que solían decir si el lugar no puede conmigo mejor que se acostumbre. Lo cierto es que no tenía ganas algunas de comenzar a repartir puñetazos al aíre como un demente, hasta casi se podía decir que por primera vez en mucho tiempo me sentía cuerdo.

Observe los detalles del edifico donde vivían los niños. Se podía apreciar la pobreza del lugar, varias grietas. Algunas supuse causadas por las guerras en las que tanto quería pensar que ayudaba. Lo cierto es que no. Si, soy un hombre que se formó en la guerra pero solo hacía falta ver lo que perdía un país para entender lo que causaba. No quería ondear más en mis actos de violencia tampoco, no ayudaban mucho al país pero todo depredador tenía un motivo para existir. El mío hasta ese entonces era claro, mantener los vampiros a raya como pudiese para que otros no sufran lo mismo que yo.

El bullicio de los niños entonces llegó a mis oídos. Sonreí con nostalgia puesto que era una época de mi vida que a penas recordaba. Pobreza extrema, a penas si teníamos para comer en la casa donde crecí y aquellos años la única opción que tenía era reclutarme en la milicia. Lo cual por desgracia para algunos no voy a decir que acabó muy bien. Note el olor a comida venir desde adentro, admito que el olor me puso aún más nostálgico. Cuando se crece en un país con guerras por aquí y por allá muchas veces es lo único que se tiene para comer.

-Veo que se las arreglan como pueden. No es justo por los niños, pero me agrada que haya gente que se preocupe de ellos-. Estaba siendo honesto. No era un bravucón o un demente a tales extremos. Es más tampoco me gustaba pelear contra humanos, muchos caen tan fácil que pierde toda la gracia.

-Creo que estoy en deuda por el espectáculo al entrar. Gracias por la invitación.-, Dije siguiendo al padre hasta donde teníamos que llegar. Miraba las salas que estaban en el camino. Aquel lugar necesitaba ayuda y urgente.-Mas espero que no se crea que soy de esos que matan en nombre de dios, mi trabajo es más complicado que eso y si, supongo que este lugar ayudará a que mantenga mis ideas claras-. Dije sin relevar mucho más puesto que la sola palabra matar podía significar mucho para ese hombre. Sabía que no todas las iglesias estaban bajo el mando de la inquisición y muchas veces estos mismos se infiltraban para ver como andaban las cosas como supuse fue el caso de mi antigua ama. Habían cosas en ese tiempo que simplemente no hacía falta preguntar. Si, supongo que asesinar así era más sencillo. La voluntad propia no siempre sabía tan bien.

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U: lamento la tardanza, los días de trabajo no siempre puedo responder y lo cierto es que a veces me cuesta mucho manejar la personalidad de Brice. Es un pj recién salido de fabrica.

Las tres monjas que en el momento estaban ayudando a servir los desayunos miraron a Diodore con expresiones mezcladas de sorpresa y desaprobación, especialmente la monja de más edad que era muy cautelosa con los extraños, probablemente por los rumores que había escuchado al llegar. El sacerdote hizo caso omiso a estos gestos pues ya estaban ahí y no había marcha atrás y con movimientos decididos sacó una silla de la mesa y le indicó a Brice que se sentara a su lado.

Algunos niños levantaron el rostro del plato con expresiones curiosas otros siguieron devorando los trozos de pan como si fuera lo más importante en el universo. Diodore tomó un plato más y colocó una rodaja de pan con un huevo hervido y se la ofreció a Brice sentándose a su lado.

-Si el mundo no es justo con ellos, para empezar no tienen la culpa de que sus padres no estén con ellos – Comentó en voz baja para que ningún niño escuchase, el tema del abandono por parte de los padres era muy sensible y muchos niños comenzaban a llorar nada más al mencionarlo. Pero gracias al ruido que hacían al comer, ambos podían conservar y su conversación podía pasar desapercibida si mantenían un volumen bajo - ¿Entonces a que se dedicas? - Le preguntó tomando un pedazo de pan del centro y colocándole en el plato.

Le entró la curiosidad con lo que Brice dijo y deseó saber más sobre su trabajo. Tan sólo esperaba que las monjas no fueran a escuchar más de lo necesario.

OFF: no te preocupes, responde cuando puedas.

El golpe en la mesa lo sorprendió, la Madre superiora siempre tenía un temperamento volátil, quizás era por los años que llevaba a cuestas, Diodore le calculaba casi 70 y aunque se había instalado en esa capilla hacía sólo un par de semanas, había aprendido que era una mujer muy estricta y desconfiada. El sacerdote miró a Brice de soslayo con disimulo, observó su rostro, su ropa y ese aire rebelde que emanaba de él aún cuando tenía la boca cerrada. Era más que natural que las monjas se sintieran inquietas.

El niño le había preguntado el nombre y Brice se había presentado con una voz bastante amable, mucho más de lo que había sido en la capilla, a lo mejor sólo necesitaba entrar en confianza para sentirse más tranquilo y mostrar su verdadera personalidad, pensaba Diodore ingenuamente mordisqueando lo último que quedaba de su pan.

-El señor Brice se quedará un tiempo con nosotros – Exclamó Dio y los niños que estaban prestando atención (la mayoría sólo tenía ojos para el queso en sus platos) se miraron los unos al otro con curiosidad. La Madre superiora lo fulminó con una mirada severa mientras las demás monjas murmuraban entre si.

- ¿Y en donde exactamente va a quedarse? - Preguntó la anciana revolviendo algo en la olla.

-En... la capilla conmigo por supuesto... en mis habitaciones – Se apresuró a decir tomando una taza con leche – No interferirá para nada con las actividades del orfanato o con las eucaristías, por eso no se preocupe Madre superiora – La anciana entrecerró los ojos con cierta sospecha y luego miró de reojo a las demás monjas. Diodore no supo si estaban intercambiando señales invisibles entre ellas a punta de miradas, pero si podía sentir el aire pesado en la mesa.

Por suerte los niños estaban terminando ya el desayuno y las tres monjas jóvenes que les acompañaban comenzaron a recoger los platos de la mesa. Diodore también terminó su porción, no era mucho de todas formas así que no se necesitaba mucho tiempo para comer, aprovechando que la madre superiora estaba ocupada ayudando a recoger las ollas y trastes, se giró a Brice con una sonrisa confidencial.

- Encantadoras mujeres ¿verdad? - Bromeó con una mirada que exuberaba ternura – Ven, te mostraré el estudio, ¿Tienes algún equipaje? -