AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¡No me toques los cojones! (privado)
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¡No me toques los cojones! (privado)
No recuerdo las copas que llevaba de eso que sabia a meado de burra pero que tras unas cuantas empezabas a cogerle el gusto.
El tedio de esa ciudad llamada París corría por mis venas como si fuera tiña, ademas de que acostumbrado a meter la verga cada noche, aquí parecía que tenias que coger tiquet para que te tocara la suerte en la tómbola de que una mujer te abriera las piernas, que estrechas eran las mujeres.
¿No me dijo una que paseaba con un paraguas sin estar lloviendo que podríamos vernos en el botánico con una de sus damas de compañía?
Al principio me sonó de maravilla, vamos, era como si me hubiera tocado e premio gordo en la tómbola, no solo me iba a trincar a una mujer, rara, pero mujer, si no que se traía una amiga. Infeliz de mi cuando acudo a eso que llamaban el botánico y que yo pensaba seria una manceria y me veo a la mujer esa tapada hasta los tobillos, con un sombrero que daba mas sombra que el propio paraguas que llevaba de nuevo sobre la cabeza y con una amiga..que pronto descubrí era una vieja, gorda y arrugada que venia a vigilar que mis manos estuvieran lejos de la tía buena del paraguas.
No había corrido tanto en mi vida y mira que había derramado sangre en el campo de batalla.
Por supuesto esa hazaña no se la conté ni a Bröok, ni a Dritt, estarían riéndose a mi costa un mes.
Volviendo a la taberna aburrida en la que estaba, un tipo me preguntó si quería ganarme algo de dinero extra, que me veía un tío fornido, diestro y armado.
En un principio pensé en pasar de su culo, después de mi suerte con la del paraguas este si me llevaba a un burdel para darme por culo.
Ahí en París había que estar avispado, porque los tíos tenían todos pinta un tanto afeminada y ese no era menos, con su gorrito en la cabeza pese a ser de noche y el gallato, aunque yo me había fijado y el cabrón no cojeaba ¿a saber que escondía en esa tercera pierna simulada?
-Una pregunta -dije alzando mi mirada del vaso -¿con bien armado, te refieres a mi verga?
Por suerte para el porque de decir que si juro por Odin que hubiera necesitado esa tercera pierna, hablaba de peleas.
No entendí muy bien si es que haba que saquear algo, o que..la cosa es que iba borracho, me aburría y eso que me contaba tenia buena pinta...así que lo seguí.
Llegamos tras atravesar varias cuadras a un sitio mas parecido a las tabernas norteñas, algo que me hizo sonreír abiertamente.
Caminé entre la gente abriéndome paso tras el hombrecillo, una mole dentro de un circulo mal pintado en el suelo machacaba a un par de tipos mientras todos lo vitoreaban.
El viejo me empujó hacia le circulo mientras pedía que la gente apostara ¿apostar por quien? No entendía muy bien la dinámica de esto, la cosa es que la mole esa a mi no me había hecho nada y los del suelo no eran amigos míos.
Fui a salir del circulo cuando un tipo me empujó para dentro.
-No me toques o te cortó el brazo -le aseguré encarandome a él mientras la mole se me acercaba por detrás.
El tedio de esa ciudad llamada París corría por mis venas como si fuera tiña, ademas de que acostumbrado a meter la verga cada noche, aquí parecía que tenias que coger tiquet para que te tocara la suerte en la tómbola de que una mujer te abriera las piernas, que estrechas eran las mujeres.
¿No me dijo una que paseaba con un paraguas sin estar lloviendo que podríamos vernos en el botánico con una de sus damas de compañía?
Al principio me sonó de maravilla, vamos, era como si me hubiera tocado e premio gordo en la tómbola, no solo me iba a trincar a una mujer, rara, pero mujer, si no que se traía una amiga. Infeliz de mi cuando acudo a eso que llamaban el botánico y que yo pensaba seria una manceria y me veo a la mujer esa tapada hasta los tobillos, con un sombrero que daba mas sombra que el propio paraguas que llevaba de nuevo sobre la cabeza y con una amiga..que pronto descubrí era una vieja, gorda y arrugada que venia a vigilar que mis manos estuvieran lejos de la tía buena del paraguas.
No había corrido tanto en mi vida y mira que había derramado sangre en el campo de batalla.
Por supuesto esa hazaña no se la conté ni a Bröok, ni a Dritt, estarían riéndose a mi costa un mes.
Volviendo a la taberna aburrida en la que estaba, un tipo me preguntó si quería ganarme algo de dinero extra, que me veía un tío fornido, diestro y armado.
En un principio pensé en pasar de su culo, después de mi suerte con la del paraguas este si me llevaba a un burdel para darme por culo.
Ahí en París había que estar avispado, porque los tíos tenían todos pinta un tanto afeminada y ese no era menos, con su gorrito en la cabeza pese a ser de noche y el gallato, aunque yo me había fijado y el cabrón no cojeaba ¿a saber que escondía en esa tercera pierna simulada?
-Una pregunta -dije alzando mi mirada del vaso -¿con bien armado, te refieres a mi verga?
Por suerte para el porque de decir que si juro por Odin que hubiera necesitado esa tercera pierna, hablaba de peleas.
No entendí muy bien si es que haba que saquear algo, o que..la cosa es que iba borracho, me aburría y eso que me contaba tenia buena pinta...así que lo seguí.
Llegamos tras atravesar varias cuadras a un sitio mas parecido a las tabernas norteñas, algo que me hizo sonreír abiertamente.
Caminé entre la gente abriéndome paso tras el hombrecillo, una mole dentro de un circulo mal pintado en el suelo machacaba a un par de tipos mientras todos lo vitoreaban.
El viejo me empujó hacia le circulo mientras pedía que la gente apostara ¿apostar por quien? No entendía muy bien la dinámica de esto, la cosa es que la mole esa a mi no me había hecho nada y los del suelo no eran amigos míos.
Fui a salir del circulo cuando un tipo me empujó para dentro.
-No me toques o te cortó el brazo -le aseguré encarandome a él mientras la mole se me acercaba por detrás.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
¡Anda! ¡Una cara nueva!
Los ojos profundamente azules de Esthia recorrieron al norteño de arriba a abajo, mezclado entre la gente que se apiñaba alrededor del círculo en que se desarrollaban las peleas. La arena, lo llamaban, aunque fuera duro frío de cemento.
Una cara bonita, un cuerpo potente y bien formado, que parecía elástico y resistente, bien entrenado, unas manos grandes y rudas. A ver si se daba la vuelta...
Pues sí... por detrás también eran buenas las vistas.
Pero nada más, porque el lobo blanco podía leerse el menú, pero siempre comía en casa. Ración doble.
El círculo de personas se abrió para dejar algo más de hueco, porque se preveía que el siguiente combate iba a ser movidito. Y él iba a disfrutarlo, porque la idea de ver a dos maromos luciendo músculo.
¿Qué? Nadie tenía que saber lo que pensaba. Ni siquiera era algo sexual. El chico era guapo, era objetivo. Y tendría que ver si peleaba bien, porque seguramente se cruzaran en algún momento en la arena.
Aquella mole que iba a cogerlo por la espalda era un hombre al que ya se había enfrentado en alguna ocasión y sabía que era de los que se guardaban algún que otro truquito sucio. Pero no había conseguido borrarle la sonrisa de la cara, por mucho que lo había intentado.
-Yo que tú le haría caso, Pierce. Porque tiene pinta de ser de los que te tumba de una hostia.
La voz de Esthia era claramente la de un hombre adulto, pero su forma de hablar dejaba traslucir una alegría infantil que complementaba la limpieza de sus orbes azules.
Su enorme sonrisa, cincelada en su cara de una forma casi perenne, salió a relucir con cierta burla. Iban a darle por los cuatro costados y él iba a aprovechar para sacar unos cuantos cuartos.
-¿Qué me dices, chico nuevo? ¿Crees que puedas darle una paliza? Porque si voy a apostar por ti, ¡qué menos que que me hagas ganar! Va, dime que sí y hazme un hombre feliz. Yo invito a una ronda para celebrar tu victoria.
Los ojos profundamente azules de Esthia recorrieron al norteño de arriba a abajo, mezclado entre la gente que se apiñaba alrededor del círculo en que se desarrollaban las peleas. La arena, lo llamaban, aunque fuera duro frío de cemento.
Una cara bonita, un cuerpo potente y bien formado, que parecía elástico y resistente, bien entrenado, unas manos grandes y rudas. A ver si se daba la vuelta...
Pues sí... por detrás también eran buenas las vistas.
Pero nada más, porque el lobo blanco podía leerse el menú, pero siempre comía en casa. Ración doble.
El círculo de personas se abrió para dejar algo más de hueco, porque se preveía que el siguiente combate iba a ser movidito. Y él iba a disfrutarlo, porque la idea de ver a dos maromos luciendo músculo.
¿Qué? Nadie tenía que saber lo que pensaba. Ni siquiera era algo sexual. El chico era guapo, era objetivo. Y tendría que ver si peleaba bien, porque seguramente se cruzaran en algún momento en la arena.
Aquella mole que iba a cogerlo por la espalda era un hombre al que ya se había enfrentado en alguna ocasión y sabía que era de los que se guardaban algún que otro truquito sucio. Pero no había conseguido borrarle la sonrisa de la cara, por mucho que lo había intentado.
-Yo que tú le haría caso, Pierce. Porque tiene pinta de ser de los que te tumba de una hostia.
La voz de Esthia era claramente la de un hombre adulto, pero su forma de hablar dejaba traslucir una alegría infantil que complementaba la limpieza de sus orbes azules.
Su enorme sonrisa, cincelada en su cara de una forma casi perenne, salió a relucir con cierta burla. Iban a darle por los cuatro costados y él iba a aprovechar para sacar unos cuantos cuartos.
-¿Qué me dices, chico nuevo? ¿Crees que puedas darle una paliza? Porque si voy a apostar por ti, ¡qué menos que que me hagas ganar! Va, dime que sí y hazme un hombre feliz. Yo invito a una ronda para celebrar tu victoria.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Una voz sobresalió del resto de vítores y abucheos mientras los francos iban cayendo a manos del hombre que me había traído hasta este local y me había introducido en el circulo.
Miré de reojo a la mole que se me acercaba desde atrás, sonreía con cara de gilipollas pensando que yo era tan inútil como para no poder estar atento de todo lo que a mi alrededor pasaba.
Venia del norte, de derramar mi sangre en guerras donde las espadas silbaban dispuestas a morder y enviarte al Valhalla ¿si creía que tenia miedo a un puño, se equivocaba.
Centre mis ojos en los azules del bocazas, quería apostar por mi y no perder.
El primer puñetazo no se hizo de esperar, la mole trato de atizarme juntando sendas manso para golpearme en el pescuezo y tumbarme, lo quebré con facilidad y una irónica sonrisa en mi cara que lo dijo todo sin palabras.
-Una jarra de hidromiel -pedí como si el bocazas fuera el tabernero -pídelo ya, tranquilo que no se enfriara.
Desvié mi mirada hacia la mole que abría los brazos golpeando su pecho como un gorila mostrándome los músculos a ver si me amedrentaba aunque fuera un poco.
-¿los gilipollas van al Valhalla? -pregunté enarcando una ceja mientras aflojaba las correas de mi pecho para desenganchar la espada larga que llevaba a la espalda.
La tiré a un lado fuera del circulo, del cinto dos dagas de acero la acompañaron, de la bota otra de plata que hizo ruido metálico al caer sobre el resto.
No entendía mucho las reglas del juego ¿se trataba de tumbarlo o de matarlo?
Bueno, que mas daba.
La bestia se acerco envistiendo como un rinoceronte, su brazo se lanzó con el puño cerrado para soltarme un buen puñetazo en el pómulo derecho.
Alcé la mano deteniendo su mano, apreté su puño tensando mi mandíbula.
Mi pierna impacto en su estomago lanzandolo unos metros atrás, esta vez fui yo el que avanzó hacia el implacable.
Un puñetazo en su rostro le rompió dos dientes haciéndola tambalearse, un segundo en la parte baja de su maxilar que lo tiró hacia atrás haciéndole caer de espaldas sobre la arena aturdido.
Caminé hacia el hombre, lo enganché del pelo alzándolo mientras el tipo sangraba por la boca, mi brazo rodeó su cuello, mi mano en la parte baja de su mandíbula.
-¿he de matarlo? -pregunté clavando mis ojos en el bocazas de ojos azules -si es asi dame una daga que ponga en su mano, no robaré le Valhalla a un guerrero contra el que no tengo nada.
Miré de reojo a la mole que se me acercaba desde atrás, sonreía con cara de gilipollas pensando que yo era tan inútil como para no poder estar atento de todo lo que a mi alrededor pasaba.
Venia del norte, de derramar mi sangre en guerras donde las espadas silbaban dispuestas a morder y enviarte al Valhalla ¿si creía que tenia miedo a un puño, se equivocaba.
Centre mis ojos en los azules del bocazas, quería apostar por mi y no perder.
El primer puñetazo no se hizo de esperar, la mole trato de atizarme juntando sendas manso para golpearme en el pescuezo y tumbarme, lo quebré con facilidad y una irónica sonrisa en mi cara que lo dijo todo sin palabras.
-Una jarra de hidromiel -pedí como si el bocazas fuera el tabernero -pídelo ya, tranquilo que no se enfriara.
Desvié mi mirada hacia la mole que abría los brazos golpeando su pecho como un gorila mostrándome los músculos a ver si me amedrentaba aunque fuera un poco.
-¿los gilipollas van al Valhalla? -pregunté enarcando una ceja mientras aflojaba las correas de mi pecho para desenganchar la espada larga que llevaba a la espalda.
La tiré a un lado fuera del circulo, del cinto dos dagas de acero la acompañaron, de la bota otra de plata que hizo ruido metálico al caer sobre el resto.
No entendía mucho las reglas del juego ¿se trataba de tumbarlo o de matarlo?
Bueno, que mas daba.
La bestia se acerco envistiendo como un rinoceronte, su brazo se lanzó con el puño cerrado para soltarme un buen puñetazo en el pómulo derecho.
Alcé la mano deteniendo su mano, apreté su puño tensando mi mandíbula.
Mi pierna impacto en su estomago lanzandolo unos metros atrás, esta vez fui yo el que avanzó hacia el implacable.
Un puñetazo en su rostro le rompió dos dientes haciéndola tambalearse, un segundo en la parte baja de su maxilar que lo tiró hacia atrás haciéndole caer de espaldas sobre la arena aturdido.
Caminé hacia el hombre, lo enganché del pelo alzándolo mientras el tipo sangraba por la boca, mi brazo rodeó su cuello, mi mano en la parte baja de su mandíbula.
-¿he de matarlo? -pregunté clavando mis ojos en el bocazas de ojos azules -si es asi dame una daga que ponga en su mano, no robaré le Valhalla a un guerrero contra el que no tengo nada.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
-¿Hidromiel? -Hacía mucho que no escuchaba a nadie pedirlo. Pero mira, podía ser una buena forma de celebrar. ¿Cuándo le había dicho él que no a algo dulce? El contenido de alcohol era lo de menos. -¡¡Marchando!! Pero, eh, no lo machaques hasta que yo vuelva, que quiero verlo con detalle.
Se abrió paso entre la gente para pedir que le sirvieran dos buenas jarras de bebida. De ésas que hacían algo menos de medio litro. ¿Pintas? ¿Medias pintas? Cosas del norte. Daba igual. Regresó hacia la arena con una en cada mano, maldiciendo a la persona -no sabía si hombre o mujer- que le había empujado por detrás y le había hecho derramar dos dedos de una de las jarras. ¡¡Tenía la mano mojada y no podía chuparse los dedos!! Para cuando tuviera la mano libre, ya se habría secado y le habría dejado todo mostoso. Ay, que injusta era la vida.
Todo transcurrió tan rápido que se perdió lo mejor del enfrentamiento, la parte divertida. Chasqueó la lengua con fastidio. ¡Menos mal que le había dicho que se esperase! Un poco más y ni tiempo le da a hacer las apuestas.
-Eh, eh, eh. Calma, chico nuevo. Aquí no se mata a nadie. -Se apresuró a intervenir, porque la gente ya estaba jaleando para ver un desenlace épico a aquella batalla. Épico según su criterio. Estúpido según alguien con un par de dedos de frente, que no estuviese enardecido por el alcohol o el opio que por allí circulaban con alegría. En su premura, no atinó a dejar las jarras en un sitio estable y ambas acabaron en el suelo, derramándose su contenido-. Bueno, a veces a alguno se le va la mano. Pero no es lo normal. Así que nada de robar "Valjalas" de ésos. Vamos, suéltale.
El hombre derrotado, una mole inmensa que nadie se explicaba como podía caer ante guerreros de menor envergadura, como eran los dos que ahora tenía delante, en la arena, se levantó con gesto de desprecio y quiso volver al ataque, mas el dicharachero griego de ojos azules, con su marcado acento mediterráneo, le paró los pies.
-Chst. Ya has perdido, hombre, no vengas encima a insistir para que te humillemos, que luego lloras.
Le hizo un gesto con la mano para que se fuera, como quien le hace "fus, fus" a un gato molesto.
Cuando ese problema estuvo más o menos solucionado, miró las jarras en el suelo, haciendo un cómico puchero.
-Jo, acabo de conocerte y ya me generas disgustos. Menos mal que me has hecho ganar unos francos o empezarías a caerme muy muy mal.
¿Filtro? ¿Para qué? Si lo raro era que estuviera calladito.
Se abrió paso entre la gente para pedir que le sirvieran dos buenas jarras de bebida. De ésas que hacían algo menos de medio litro. ¿Pintas? ¿Medias pintas? Cosas del norte. Daba igual. Regresó hacia la arena con una en cada mano, maldiciendo a la persona -no sabía si hombre o mujer- que le había empujado por detrás y le había hecho derramar dos dedos de una de las jarras. ¡¡Tenía la mano mojada y no podía chuparse los dedos!! Para cuando tuviera la mano libre, ya se habría secado y le habría dejado todo mostoso. Ay, que injusta era la vida.
Todo transcurrió tan rápido que se perdió lo mejor del enfrentamiento, la parte divertida. Chasqueó la lengua con fastidio. ¡Menos mal que le había dicho que se esperase! Un poco más y ni tiempo le da a hacer las apuestas.
-Eh, eh, eh. Calma, chico nuevo. Aquí no se mata a nadie. -Se apresuró a intervenir, porque la gente ya estaba jaleando para ver un desenlace épico a aquella batalla. Épico según su criterio. Estúpido según alguien con un par de dedos de frente, que no estuviese enardecido por el alcohol o el opio que por allí circulaban con alegría. En su premura, no atinó a dejar las jarras en un sitio estable y ambas acabaron en el suelo, derramándose su contenido-. Bueno, a veces a alguno se le va la mano. Pero no es lo normal. Así que nada de robar "Valjalas" de ésos. Vamos, suéltale.
El hombre derrotado, una mole inmensa que nadie se explicaba como podía caer ante guerreros de menor envergadura, como eran los dos que ahora tenía delante, en la arena, se levantó con gesto de desprecio y quiso volver al ataque, mas el dicharachero griego de ojos azules, con su marcado acento mediterráneo, le paró los pies.
-Chst. Ya has perdido, hombre, no vengas encima a insistir para que te humillemos, que luego lloras.
Le hizo un gesto con la mano para que se fuera, como quien le hace "fus, fus" a un gato molesto.
Cuando ese problema estuvo más o menos solucionado, miró las jarras en el suelo, haciendo un cómico puchero.
-Jo, acabo de conocerte y ya me generas disgustos. Menos mal que me has hecho ganar unos francos o empezarías a caerme muy muy mal.
¿Filtro? ¿Para qué? Si lo raro era que estuviera calladito.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
El bocazas volvió irrumpir en escena esta vez saltando dentro del circulo, lo que no sabia si significaba que tenia que tumbarlo también o que cojones hacer.
Mis ojos se desviaron hacia las jarras, al menos había cumplido lo prometido, lo que me hizo no solo aflojar el agarre si no de una cómica patada en el culo de la mole hacerlo caer al suelo para morder el polvo.
Mi mandíbula se desencajó al ver con estupor como las dos jarras caían al suelo, mi gozo en un pozo, el mohin del tipo acompañó mi cara de idiota y rápidamente enarqué una ceja clavando mis mares en los ajenos.
-¿ni colocar dos jarras en una superficie firme? -pregunté frunciendo el ceño -la vida de ese -dije alzando el dedo para darle casi en su nariz pues se haba vuelto a poner en pie para atacarme a traición -no vale esas jarras -gruñí mascullando maldiciones en noruego.
No pude evitar reírme, el tipo tenia cierta gracia en su forma de hablar, aunque eso no quitaba que era torpe de cojones.
-Ya que te he hecho ganar dinero ,digo yo que tendrás que invitarme a una jarra, tu palabra si no carecería de valor -le dije ladeando la sonrisa -y la palabra es el honor de un hombre ¿tienes honor? -pregunté dejándolo solo en el circulo mientras pasaba por le lado del tipo de nariz aguileña que me había traído y tomaba los francos que me ofrecía como justo pago de un combate que había durado demasiado para lo mierda que era mi contrincante.
Me agaché para recoger mi espada, ajusté nuevamente las correas a mi pecho dejando el acero fijo a la espalda, recogí las dagas colocandolas en su debido lugar y contemplé a los presentes que se habían callado mirando mi arsenal.
Dudaba que en ese lugar las únicas armas blancas fueran las mías, aunque algo me decía que no estaban muy acostumbrados a las espadas.
Caminé hacia la barra esperando que el bocazas me acompañara, le guiñé el ojo a la camarera poniendo mi mejor sonrisa, esta no llevaba paraguas sobre la cabeza y por suerte para mi de su escote asomaban dos buenas perolas, así que esperaba que no me saliera por peteneras porque aquí en París las mujeres parecían ser un espejismo inalcanzable y mi entrepierna se resentía de no estar en tierras norteñas.
Pedí dos jarras señalando al hombre que iba a pagarlas y llevando el vidrio a mis labios di un profundo trago sin apartar mi mirada de la del tipo que se me acercaba y que como yo había recogido su pasta.
Deslicé su jarra por la barra hasta que impactó en su mano, el tipo parecía un habitual a este lugar, así que intuí que algo sabría de luchar.
-Orn -le dije de forma ruda antes de dar un nuevo trago a la jarra de cerveza negra -¿toda la bebida de París sabe a meado de burra?
Mis ojos se desviaron hacia las jarras, al menos había cumplido lo prometido, lo que me hizo no solo aflojar el agarre si no de una cómica patada en el culo de la mole hacerlo caer al suelo para morder el polvo.
Mi mandíbula se desencajó al ver con estupor como las dos jarras caían al suelo, mi gozo en un pozo, el mohin del tipo acompañó mi cara de idiota y rápidamente enarqué una ceja clavando mis mares en los ajenos.
-¿ni colocar dos jarras en una superficie firme? -pregunté frunciendo el ceño -la vida de ese -dije alzando el dedo para darle casi en su nariz pues se haba vuelto a poner en pie para atacarme a traición -no vale esas jarras -gruñí mascullando maldiciones en noruego.
No pude evitar reírme, el tipo tenia cierta gracia en su forma de hablar, aunque eso no quitaba que era torpe de cojones.
-Ya que te he hecho ganar dinero ,digo yo que tendrás que invitarme a una jarra, tu palabra si no carecería de valor -le dije ladeando la sonrisa -y la palabra es el honor de un hombre ¿tienes honor? -pregunté dejándolo solo en el circulo mientras pasaba por le lado del tipo de nariz aguileña que me había traído y tomaba los francos que me ofrecía como justo pago de un combate que había durado demasiado para lo mierda que era mi contrincante.
Me agaché para recoger mi espada, ajusté nuevamente las correas a mi pecho dejando el acero fijo a la espalda, recogí las dagas colocandolas en su debido lugar y contemplé a los presentes que se habían callado mirando mi arsenal.
Dudaba que en ese lugar las únicas armas blancas fueran las mías, aunque algo me decía que no estaban muy acostumbrados a las espadas.
Caminé hacia la barra esperando que el bocazas me acompañara, le guiñé el ojo a la camarera poniendo mi mejor sonrisa, esta no llevaba paraguas sobre la cabeza y por suerte para mi de su escote asomaban dos buenas perolas, así que esperaba que no me saliera por peteneras porque aquí en París las mujeres parecían ser un espejismo inalcanzable y mi entrepierna se resentía de no estar en tierras norteñas.
Pedí dos jarras señalando al hombre que iba a pagarlas y llevando el vidrio a mis labios di un profundo trago sin apartar mi mirada de la del tipo que se me acercaba y que como yo había recogido su pasta.
Deslicé su jarra por la barra hasta que impactó en su mano, el tipo parecía un habitual a este lugar, así que intuí que algo sabría de luchar.
-Orn -le dije de forma ruda antes de dar un nuevo trago a la jarra de cerveza negra -¿toda la bebida de París sabe a meado de burra?
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
-No me eches a mi la culpa, que no soy yo el que estaba aquí liándola parda. ¬¬ ¡¡Pues claro que tengo honor!! ¡Y otras cosas igualmetne interesantes! Pero tú no eres exactamente mi tipo.
Un comentario que podría tomarse como una broma típica y tópica entre dos hombres perfectamente heterosexuales, como andaban los cánones de la época y el lugar. Aunque a Esthia los cánones se la soplaban bastante.
-Esthia -respondió, asiendo la jarra para levantarla y darle un trago largo. Arrugó el ceño. Hacía mucho que no bebía hidromiel y estaba ya hecho al amargor de la cerveza. Se encogió de hombros y bebió de nuevo. Todo le venía bien-. Bah, esto no es lo peor que he probado. Aunque... ¿cómo sabes que sabe a meado de burra? No, espera, no contestes, no quiero saberlo. No, no quiero. Vivo muy feliz en la ignorancia.
Comenzó a gesticular con las manos como si tratara de espantar algo o borrar las palabras invisibles entre ellos. La imagen mental que había acudido hasta él, con su rápida imaginación sin filtro, era más que suficiente.
-¿Y qué hace un mozalbete como tú en un sitio como éste? Aparte de mirarle el escote a Jacqueline. Que es normal, a todos se nos van los ojos. A algunos hasta las manos. Pero shhhh, ten cuidado. No lleva muy bien que la toquen aleatoriamente delante de todos. Tendrás que jugar un poco para llevártela al huerto. -Movió las cejas arriba y abajo-. Ya sabes por donde voy.
Dejó varias monedas en la barra y avisó a la muchacha con un gesto para que se acercase.
-Ey, Jacky, preciosa. ¿Conoces a mi amigo? Es nuevo en la arena, pero ya has visto que se maneja solito, así que... ¿podrías asegurarte de que su jarra esté lo bastante llena? ¿Harías eso por mí?
Ríete tú del gato con botas de ojos enormes cuando quería conseguir algo. Esthia podía poner los ojos de cachorrillo mojado más grandes y más adorables del mundo cuando quería salirse con la suya, amen de esa sonrisa que parecía asegurar que nadie le dijera que no. Orn le había hecho ganar bastante dinero en pocos minutos, así que bien valía un par de rondas.
En su cabeza se formó la idea de pasar por unos pastelitos antes de ir a casa. Adoraba los pastelitos. Con mucho chocolate, de ésos que mordías y te embadurnaban los dedos. Sí. Habría pastelitos. Pero todavía quedaba mucha noche por delante antes de eso.
Un comentario que podría tomarse como una broma típica y tópica entre dos hombres perfectamente heterosexuales, como andaban los cánones de la época y el lugar. Aunque a Esthia los cánones se la soplaban bastante.
-Esthia -respondió, asiendo la jarra para levantarla y darle un trago largo. Arrugó el ceño. Hacía mucho que no bebía hidromiel y estaba ya hecho al amargor de la cerveza. Se encogió de hombros y bebió de nuevo. Todo le venía bien-. Bah, esto no es lo peor que he probado. Aunque... ¿cómo sabes que sabe a meado de burra? No, espera, no contestes, no quiero saberlo. No, no quiero. Vivo muy feliz en la ignorancia.
Comenzó a gesticular con las manos como si tratara de espantar algo o borrar las palabras invisibles entre ellos. La imagen mental que había acudido hasta él, con su rápida imaginación sin filtro, era más que suficiente.
-¿Y qué hace un mozalbete como tú en un sitio como éste? Aparte de mirarle el escote a Jacqueline. Que es normal, a todos se nos van los ojos. A algunos hasta las manos. Pero shhhh, ten cuidado. No lleva muy bien que la toquen aleatoriamente delante de todos. Tendrás que jugar un poco para llevártela al huerto. -Movió las cejas arriba y abajo-. Ya sabes por donde voy.
Dejó varias monedas en la barra y avisó a la muchacha con un gesto para que se acercase.
-Ey, Jacky, preciosa. ¿Conoces a mi amigo? Es nuevo en la arena, pero ya has visto que se maneja solito, así que... ¿podrías asegurarte de que su jarra esté lo bastante llena? ¿Harías eso por mí?
Ríete tú del gato con botas de ojos enormes cuando quería conseguir algo. Esthia podía poner los ojos de cachorrillo mojado más grandes y más adorables del mundo cuando quería salirse con la suya, amen de esa sonrisa que parecía asegurar que nadie le dijera que no. Orn le había hecho ganar bastante dinero en pocos minutos, así que bien valía un par de rondas.
En su cabeza se formó la idea de pasar por unos pastelitos antes de ir a casa. Adoraba los pastelitos. Con mucho chocolate, de ésos que mordías y te embadurnaban los dedos. Sí. Habría pastelitos. Pero todavía quedaba mucha noche por delante antes de eso.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Le puse la mano en el hombro riéndome cuando el tipo frunció el ceño asegurándome que tenia honor y cojones.
-Una lastima no ser tu tipo -apunté lanzandole un bocado mientras me descojonaba y volvía a coger la jarra para darle un trago sin perder de vista a la camarera.
Choqué el crista con el del tipo derramando un poco de ambas.
-Skol -dije alzándola después para vaciar lo que me quedaba de un trago golpeando inmediatamente después la barra con el culo de la jarra.
-No preguntes lo que no quieras saber -le dije dándole una palmada en la espalda como respuesta a su pregunta.
Como podía suponer no había probado el meado de burra, aunque en ocasiones iba tan borracho que había de seguro besado alguna burra que otra.
-Pues mira, estoy de misión secreta -susurré con una divertida mueca mientras llevaba mi dedo a los labios y me agachaba ligeramente hacia el tipo para que nadie me oyera.
No era del todo una burda mentira, aunque por supuesto no iba a contarle ni de lejos que me había traído de una Noruega futura a este París donde ni siquiera había nacido.
Le di un nuevo manotazo en el hombro justo cuando iba a beber volviendo a tirar un poco de la bebida de la jarra.
-¡No hombre! Estoy de visita, me han dicho que aquí las mujeres valen la pena, pero de momento este semental es lo mas cercano a una hembra que he visto en estas tierras.
También mentía ahí, la hechicera que nos acompañaba ciertamente me gustaba, me ponía, o como cojones quisieras decirlo, no es que hubiera entablado una relación con ella, pero mentiría si dijera que no me había fijado en esa mujer.
El tipo ese tenia recursos, hablaba con la mujer poniendo gestos, vamos un repertorio que tenia que aprenderme, no eran guiños de ojo o alzadas de cejas acompañados por una sonrisa épica, si no mas bien como si fuera un crio pidiendo a su padre una espada de madera para blandir y un escudo.
¿Funcionaria eso con las hembras de allí?
Lo apunté mentalmente, porque al parecer si ya que la dama se empecinó en llenar mi jarra como si no hubiera un mañana, algo que me dejo la mas de satisfecho.
-Veo que eres útil -le dije dándole un nuevo manotazo en el hombro – deduzco que también luchas en la arena ¿cierto? ¿usas le truco ese de la mirada perturbadora con los guerreros? -pregunte riéndome a carcajadas.
Ya que el hombre era de aquí esperaba me hiciera una visita guiada por los lugares de mas interés para mi, vamos, las tabernas y los burdeles, para que mentir
-Una lastima no ser tu tipo -apunté lanzandole un bocado mientras me descojonaba y volvía a coger la jarra para darle un trago sin perder de vista a la camarera.
Choqué el crista con el del tipo derramando un poco de ambas.
-Skol -dije alzándola después para vaciar lo que me quedaba de un trago golpeando inmediatamente después la barra con el culo de la jarra.
-No preguntes lo que no quieras saber -le dije dándole una palmada en la espalda como respuesta a su pregunta.
Como podía suponer no había probado el meado de burra, aunque en ocasiones iba tan borracho que había de seguro besado alguna burra que otra.
-Pues mira, estoy de misión secreta -susurré con una divertida mueca mientras llevaba mi dedo a los labios y me agachaba ligeramente hacia el tipo para que nadie me oyera.
No era del todo una burda mentira, aunque por supuesto no iba a contarle ni de lejos que me había traído de una Noruega futura a este París donde ni siquiera había nacido.
Le di un nuevo manotazo en el hombro justo cuando iba a beber volviendo a tirar un poco de la bebida de la jarra.
-¡No hombre! Estoy de visita, me han dicho que aquí las mujeres valen la pena, pero de momento este semental es lo mas cercano a una hembra que he visto en estas tierras.
También mentía ahí, la hechicera que nos acompañaba ciertamente me gustaba, me ponía, o como cojones quisieras decirlo, no es que hubiera entablado una relación con ella, pero mentiría si dijera que no me había fijado en esa mujer.
El tipo ese tenia recursos, hablaba con la mujer poniendo gestos, vamos un repertorio que tenia que aprenderme, no eran guiños de ojo o alzadas de cejas acompañados por una sonrisa épica, si no mas bien como si fuera un crio pidiendo a su padre una espada de madera para blandir y un escudo.
¿Funcionaria eso con las hembras de allí?
Lo apunté mentalmente, porque al parecer si ya que la dama se empecinó en llenar mi jarra como si no hubiera un mañana, algo que me dejo la mas de satisfecho.
-Veo que eres útil -le dije dándole un nuevo manotazo en el hombro – deduzco que también luchas en la arena ¿cierto? ¿usas le truco ese de la mirada perturbadora con los guerreros? -pregunte riéndome a carcajadas.
Ya que el hombre era de aquí esperaba me hiciera una visita guiada por los lugares de mas interés para mi, vamos, las tabernas y los burdeles, para que mentir
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
-Lo usé con uno una vez. Y acabé sin poder levantarme de la cama en días. Pero te juro por todos los dioses que fue muy divertido. -se echó a reír al recordarlo.
Había sido una pelea rápida, un enfrentamiento aleatorio, su perenne sonrisa llena de sangre que más parecía un desafío, caer rendido y despertar en un callejón sólo para acabar contra el muro e inconsciente de nuevo, sangrando tras un intenso dolor.
El alegre lobo blanco era tan extranjero como su interlocutor, pero su caracter alegre y dicharachero le hacía integrarse con facilidad. Todavía arrastraba aquel acento mediterráneo de su Grecia natal, pero con el tiempo que llevaba en Francia ya se había hecho al idioma. Y al juego de palabras.
-Comencé a luchar al llegar a París, hará unos meses. Me daba para pagar una pensión y algo de comida. Tampoco es que tenga grandes lujos. Pero sobre todo, es divertido. Que no es que no duela, pero oye, es un mal menor. Tampoco es como si me fuera a quedar feo de un mal golpe o algo por el estilo. ¿Tú me has visto bien?
Lo soltaba con tal desparpajo que no podía decírsele que no. Los burdeles no los había frecuentado mucho, porque no había tenido ocasión, básicamente le habían acaparado desde que puso un pie en la arena. Y sus encuentros anteriores habían sido esporádicos y sin previo pago. Pero sabía dónde se situaban y no descartaba pasar por allí a curiosear el ambiente. Solía ser divertido ver cómo los hombres más rectos y que alardeaban de su ordenada e impoluta moral, la dejaban en la puerta de cualquier lupanar.
-Por cierto, esto cerrará en un par de horas. Pero sé de un par de sitios donde podemos remojarnos el gaznate un rato más. Y puede que en alguno de ellos encuentres compañía interesante. Sobre todo si tienes francos contantes y sonantes. ¿Te apetece? No tengo ganas de irme pronto a la cama.
Había sido una pelea rápida, un enfrentamiento aleatorio, su perenne sonrisa llena de sangre que más parecía un desafío, caer rendido y despertar en un callejón sólo para acabar contra el muro e inconsciente de nuevo, sangrando tras un intenso dolor.
El alegre lobo blanco era tan extranjero como su interlocutor, pero su caracter alegre y dicharachero le hacía integrarse con facilidad. Todavía arrastraba aquel acento mediterráneo de su Grecia natal, pero con el tiempo que llevaba en Francia ya se había hecho al idioma. Y al juego de palabras.
-Comencé a luchar al llegar a París, hará unos meses. Me daba para pagar una pensión y algo de comida. Tampoco es que tenga grandes lujos. Pero sobre todo, es divertido. Que no es que no duela, pero oye, es un mal menor. Tampoco es como si me fuera a quedar feo de un mal golpe o algo por el estilo. ¿Tú me has visto bien?
Lo soltaba con tal desparpajo que no podía decírsele que no. Los burdeles no los había frecuentado mucho, porque no había tenido ocasión, básicamente le habían acaparado desde que puso un pie en la arena. Y sus encuentros anteriores habían sido esporádicos y sin previo pago. Pero sabía dónde se situaban y no descartaba pasar por allí a curiosear el ambiente. Solía ser divertido ver cómo los hombres más rectos y que alardeaban de su ordenada e impoluta moral, la dejaban en la puerta de cualquier lupanar.
-Por cierto, esto cerrará en un par de horas. Pero sé de un par de sitios donde podemos remojarnos el gaznate un rato más. Y puede que en alguno de ellos encuentres compañía interesante. Sobre todo si tienes francos contantes y sonantes. ¿Te apetece? No tengo ganas de irme pronto a la cama.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Escuché al tipo hablar, como yo era extranjero, al parecer había hecho del arte de la lucha un modo de vida, no lo iba a culpar yo que vivía por y para el acero.
En eso no eramos muy diferentes pese a que ambos luchábamos por causas distintas.
Yo por aquello que no podían defenderse, por liberar el norte de una tiranía, él por ganarse la vida..la verdad es que de seguro al final del día, ambos luchábamos por sobrevivir un día mas.
Me pareció interesante escuchar sus andanzas, era un tipo que no se andaba por las ramas, soltaba por su gran bocaza lo primero que se le pasaba y eso me hizo sentirme como en el gran salón de mi casa donde todos vocifeabamos a la vez y nos peleábamos por el ultimo trozo de carne. A veces parecíamos mas una jauría de lobos hambrientos que unos vikingos.
Mis pensamientos me llevaron a la siguiente idea estúpida de la noche, claro que con unas jarras de mas que calentaban mi cuerpo no podía dejar de idear planes descabellados que me parecían perfectamente hilados.
-La verdad es que eso de pagar porque una mujer me abra las piernas no me estimula en demasía, con mis atributos no necesito mas que esto... -puse una sonrisa de medio lado que igualaría sin duda esos ojos de gato que le puso a la posadera y subí la apuesta alzando un par de veces las cejas -caen rendidas a mis pies y sin necesidad de desembolsar un “franco” esa era la moneda de allí.
La siguiente idea iba tomando forma en mi cabeza, no es que la meditara demasiado, menos aun la filtré antes de soltarla.
-¿y si nos vamos de caza? Tengo hambre y algún animal de seguro encontramos en el bosque, podemos pillar unas botellas, hacer una hoguera y preparar una buena cena.
Descabellado porque nadie caza por la noche, pero bueno, nosotros estábamos curtidos en la lucha ¿que podía pasarnos?
-Te aviso que los Cannif somos un imán para los problemas -añadí vaciando mi jarra de un trago mientras daba con el culo en la barra dispuesto a largarme de allí.
-¿que me dices? Y si te portas bien te enseño como se salta desde un precipicio, así me demuestras si tienes tantos cojones como presumes -apunté dándole un manotazo y dejando caer el reto ante sus ojos.
En eso no eramos muy diferentes pese a que ambos luchábamos por causas distintas.
Yo por aquello que no podían defenderse, por liberar el norte de una tiranía, él por ganarse la vida..la verdad es que de seguro al final del día, ambos luchábamos por sobrevivir un día mas.
Me pareció interesante escuchar sus andanzas, era un tipo que no se andaba por las ramas, soltaba por su gran bocaza lo primero que se le pasaba y eso me hizo sentirme como en el gran salón de mi casa donde todos vocifeabamos a la vez y nos peleábamos por el ultimo trozo de carne. A veces parecíamos mas una jauría de lobos hambrientos que unos vikingos.
Mis pensamientos me llevaron a la siguiente idea estúpida de la noche, claro que con unas jarras de mas que calentaban mi cuerpo no podía dejar de idear planes descabellados que me parecían perfectamente hilados.
-La verdad es que eso de pagar porque una mujer me abra las piernas no me estimula en demasía, con mis atributos no necesito mas que esto... -puse una sonrisa de medio lado que igualaría sin duda esos ojos de gato que le puso a la posadera y subí la apuesta alzando un par de veces las cejas -caen rendidas a mis pies y sin necesidad de desembolsar un “franco” esa era la moneda de allí.
La siguiente idea iba tomando forma en mi cabeza, no es que la meditara demasiado, menos aun la filtré antes de soltarla.
-¿y si nos vamos de caza? Tengo hambre y algún animal de seguro encontramos en el bosque, podemos pillar unas botellas, hacer una hoguera y preparar una buena cena.
Descabellado porque nadie caza por la noche, pero bueno, nosotros estábamos curtidos en la lucha ¿que podía pasarnos?
-Te aviso que los Cannif somos un imán para los problemas -añadí vaciando mi jarra de un trago mientras daba con el culo en la barra dispuesto a largarme de allí.
-¿que me dices? Y si te portas bien te enseño como se salta desde un precipicio, así me demuestras si tienes tantos cojones como presumes -apunté dándole un manotazo y dejando caer el reto ante sus ojos.
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Cazar. A él con ésas. De los dos, el que era un experto depredador con instintos innatos para acechar, rastrear y atrapar presas era él. Aunque todavía no era un buen momento para revelar ese pequeño, diminuto, chiquitín, pero muy crucial detalle. Mejor que su nuevo amigo no lo supiera aún, no quería ninguna de las típicas reacciones de A) salir corriendo o B) intentar matarle.
-El bosque está lleno de animales para cazar. La pregunta es... ¿eres lo suficientemente bueno para meternos en el bosque de noche? Porque hay criaturas que te pondrían los huevos de corbata.
Y no precisamente él, que era un lobo blanco monísimo y adorable -según su sesgado criterio, por supuesto-, sino por otros lobos, algunos cambiantes bestias o hasta las trampas que habían tendido los cazadores. Algunas muy burdas y fácilmente eludibles, otras puestas con mucho esmero y que podían ponerles en un aprieto.
-¿Eso de meterse en líos es un reto? Porque soy el quinto de seis hermanos, así que te puedes imaginar lo que eso implica en cuanto a meterse en líos.
Era el pequeño, el travieso, el que siempre arrastraba a todos los demás en sus locuras. Y saltar de los ancatilados... ¡Vale! Podía hacerlo. Total, ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿Morir? Pues nada, de algo había que hacerlo. ¿Quedarse tonto? Su hermano mayor le decía siempre que no podía quedarse más tonto de lo que ya estaba, que como mucho, podría mejorar.
Y si se hacía daño del tipo abrirse una herida o romperse algún hueso... bueno, la sanación típica de su raza minimizaría el problema siempre que tuviera las heridas limpias.
-¡Vayamos a por esa presa! ¿Eres más de jabalíes o de conejos? -Se levantó, estirando la espalda, en un arco hacia atrás, con los brazos por encima de la cabeza, ocultando un bostezo tras la mano-. Venga, o me dará la bajona y me echaré a dormir. Hay una zona al sur de París, ya cruzando al bosque, donde seguro que hay piezas que cazar. ¿Qué me dices? ¿O te da miedo que te coma el lobo feroz?
-El bosque está lleno de animales para cazar. La pregunta es... ¿eres lo suficientemente bueno para meternos en el bosque de noche? Porque hay criaturas que te pondrían los huevos de corbata.
Y no precisamente él, que era un lobo blanco monísimo y adorable -según su sesgado criterio, por supuesto-, sino por otros lobos, algunos cambiantes bestias o hasta las trampas que habían tendido los cazadores. Algunas muy burdas y fácilmente eludibles, otras puestas con mucho esmero y que podían ponerles en un aprieto.
-¿Eso de meterse en líos es un reto? Porque soy el quinto de seis hermanos, así que te puedes imaginar lo que eso implica en cuanto a meterse en líos.
Era el pequeño, el travieso, el que siempre arrastraba a todos los demás en sus locuras. Y saltar de los ancatilados... ¡Vale! Podía hacerlo. Total, ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿Morir? Pues nada, de algo había que hacerlo. ¿Quedarse tonto? Su hermano mayor le decía siempre que no podía quedarse más tonto de lo que ya estaba, que como mucho, podría mejorar.
Y si se hacía daño del tipo abrirse una herida o romperse algún hueso... bueno, la sanación típica de su raza minimizaría el problema siempre que tuviera las heridas limpias.
-¡Vayamos a por esa presa! ¿Eres más de jabalíes o de conejos? -Se levantó, estirando la espalda, en un arco hacia atrás, con los brazos por encima de la cabeza, ocultando un bostezo tras la mano-. Venga, o me dará la bajona y me echaré a dormir. Hay una zona al sur de París, ya cruzando al bosque, donde seguro que hay piezas que cazar. ¿Qué me dices? ¿O te da miedo que te coma el lobo feroz?
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Ante su pregunta golpeé mi pecho un par de veces emitido un ruido sordo acompañado de un gruñido de animal salvaje.
-Vamos amigo ¿me lo estas preguntando a mi? No me has visto en la arena -señalé con la cabeza hacia el redondel pintado en el suelo -en el bosque soy el peor depredador -bromeé envalentonado.
Me eche a reír a carcajadas, decía que era el menor de seis hermanos, así que lo de meterse en líos parecía ser su fuerte, perfecto porque yo mas que meterme en líos no salia de ellos.
Yo soy el mayor de los Cannif, bueno, es una larga historia, porque no somos hermanos de sangre, pero me he criado con ellos desde que tenia 8 años, así que son mi familia.
Ademas soy el pequeño de mis padres biológicos a los que visito con frecuencia, así que podemos decir que ando a caballo de dos familias.
Le guiñé un ojo esperando a que moviera el culo del taburete.
-Como ves te gano por experiencia, pues soy el mayor y el menor. La historia es larga, si salimos con vida de la cacería quizás te la cuente -apunté divertido.
Ciertamente no conocía los bosques de París, así que esperaba que esa cara de “es peligroso” no se quedara en una fabula para niños, estaba ya mayor para que la bruja de Hansel y Gretel me devorara a estas alturas.
Su siguiente pregunta me hizo ladear la sonrisa con cierta picardia.
-Siempre de conejos – dije con seguridad mirando a la tetona que había detrás de la barra -a mi me gusta comer conejos y que me coman la bastarda.
Le di un manotazo para que se pusiera en marcha, no llevaba montura, así que esperaba que el bosque no estuviera muy lejos de la zona de París donde nos encontrábamos.
-A mi no me dan miedo los lobos, y mucho menos las lobas – dije a carcajadas.
Cazar con una espada animales pequeños era un imposible, así que esperaba pillar una buena presa, con suerte podríamos cenar y vender gran parte de la pieza a alguna posada y las pieles a algún peletero que las necesitara, no estaba de mas ganarnos unos francos. Las jarras no las regalan.
-Vamos amigo ¿me lo estas preguntando a mi? No me has visto en la arena -señalé con la cabeza hacia el redondel pintado en el suelo -en el bosque soy el peor depredador -bromeé envalentonado.
Me eche a reír a carcajadas, decía que era el menor de seis hermanos, así que lo de meterse en líos parecía ser su fuerte, perfecto porque yo mas que meterme en líos no salia de ellos.
Yo soy el mayor de los Cannif, bueno, es una larga historia, porque no somos hermanos de sangre, pero me he criado con ellos desde que tenia 8 años, así que son mi familia.
Ademas soy el pequeño de mis padres biológicos a los que visito con frecuencia, así que podemos decir que ando a caballo de dos familias.
Le guiñé un ojo esperando a que moviera el culo del taburete.
-Como ves te gano por experiencia, pues soy el mayor y el menor. La historia es larga, si salimos con vida de la cacería quizás te la cuente -apunté divertido.
Ciertamente no conocía los bosques de París, así que esperaba que esa cara de “es peligroso” no se quedara en una fabula para niños, estaba ya mayor para que la bruja de Hansel y Gretel me devorara a estas alturas.
Su siguiente pregunta me hizo ladear la sonrisa con cierta picardia.
-Siempre de conejos – dije con seguridad mirando a la tetona que había detrás de la barra -a mi me gusta comer conejos y que me coman la bastarda.
Le di un manotazo para que se pusiera en marcha, no llevaba montura, así que esperaba que el bosque no estuviera muy lejos de la zona de París donde nos encontrábamos.
-A mi no me dan miedo los lobos, y mucho menos las lobas – dije a carcajadas.
Cazar con una espada animales pequeños era un imposible, así que esperaba pillar una buena presa, con suerte podríamos cenar y vender gran parte de la pieza a alguna posada y las pieles a algún peletero que las necesitara, no estaba de mas ganarnos unos francos. Las jarras no las regalan.
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
-¡Pero qué mierda es ésta! No puedes ponerme el caramelo en la boca y quitármelo de esa forma. ¡¡Es cruel!! ¡Cuánta maldad albergas en tu corazón! Los dioses te van a castigar sin una sola mujer que te toque. ¡¡Habrase visto!! -se puso los brazos en jarras, como si fuera a regañarle-. Está muy feo que me vendas que tienes una historia impresionante y no me la cuentes.
Se echó a reír. Porque no podía estar serio ni aunque lo intentase.
-Eso de ser el mayor y el menor a la vez es raro. Pero supongo que todo es acostumbrarse. Es genial que mantengas dos familias. Yo sólo tengo una y están demasiado lejos. Aunque no me quejo, no me ha ido tan mal en París.
Había estado dando tumbos un par de años, desde que dejó Lesbos. Su vida había sido un completo caos y desorden, pero su caracter inquebrantable y siempre optimista le hacía seguir adelante. Incluso después de la mordida, se repuso en seguida y se adaptó al cambio de vida. En eso también influía que se había criado en una manada de licántropos y que la mordida para él era algo deseado, esperado, programado. Simplemente no fue de la forma en que solía hacerse entre su gente, con una ceremonia de bienvenida y los cuidados de toda la manada por lo que pudiera pasar al cambiar. Pero no se quejaba, había sido una noche de lo más interesante.
-Jajajajaja. Idiota. Ese tipo de conejos, no. De los que se cazan así. -Puso la mano a modo de garra y la movió de arriba hacia abajo. Pues había un dicho que explicaba que había dos tipos de conejos, los que se cazaban de arriba hacia abajo y los que se cazaban de abajo hacia arriba.
-¿No te dan miedo las lobas? Ya. Eso es que no conoces a un par que yo me sé. Pánico te darían. -Le miró de arriba a abajo-. Para ser un rudo guerrero del norte te preocupas demasiado por el dinero. Menudo negocio has sacado en un momento. ¡¡Si sólo vamos a cazar un par de presas para echar el rato!! -meneó la cabeza-. Anda, vamos, antes de que quieras ir a la caza de Polifemo. Que luego me lías.
Se levantó y se dispuso a abandonar el local de las peleas clandestinas.
-Jacky, nos vamos, pero volveremos, no nos eches mucho de menos.
Se echó a reír. Porque no podía estar serio ni aunque lo intentase.
-Eso de ser el mayor y el menor a la vez es raro. Pero supongo que todo es acostumbrarse. Es genial que mantengas dos familias. Yo sólo tengo una y están demasiado lejos. Aunque no me quejo, no me ha ido tan mal en París.
Había estado dando tumbos un par de años, desde que dejó Lesbos. Su vida había sido un completo caos y desorden, pero su caracter inquebrantable y siempre optimista le hacía seguir adelante. Incluso después de la mordida, se repuso en seguida y se adaptó al cambio de vida. En eso también influía que se había criado en una manada de licántropos y que la mordida para él era algo deseado, esperado, programado. Simplemente no fue de la forma en que solía hacerse entre su gente, con una ceremonia de bienvenida y los cuidados de toda la manada por lo que pudiera pasar al cambiar. Pero no se quejaba, había sido una noche de lo más interesante.
-Jajajajaja. Idiota. Ese tipo de conejos, no. De los que se cazan así. -Puso la mano a modo de garra y la movió de arriba hacia abajo. Pues había un dicho que explicaba que había dos tipos de conejos, los que se cazaban de arriba hacia abajo y los que se cazaban de abajo hacia arriba.
-¿No te dan miedo las lobas? Ya. Eso es que no conoces a un par que yo me sé. Pánico te darían. -Le miró de arriba a abajo-. Para ser un rudo guerrero del norte te preocupas demasiado por el dinero. Menudo negocio has sacado en un momento. ¡¡Si sólo vamos a cazar un par de presas para echar el rato!! -meneó la cabeza-. Anda, vamos, antes de que quieras ir a la caza de Polifemo. Que luego me lías.
Se levantó y se dispuso a abandonar el local de las peleas clandestinas.
-Jacky, nos vamos, pero volveremos, no nos eches mucho de menos.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
El terreno era muy escarpado, en la zona que Eshia me había indicado sin duda habría grandes presas pues era bosque profundo en la casi cima de una montaña pero bajando ya que la cuesta esta vez era descendente.
Seguimos durante otro rato más, cuando una sombra de gran tamaño llamo mi atención.
Mire hacia arriba instintivamente, cuando la vi.
Un agila que nos doblaba el tamaño se precipitaba sobre nosotros a gran velocidad, no había duda, caía en picado sobre nosotros.
-¡A cubierto! –grite lanzandome al suelo
Pero mi acompañante, mucho más lento, no la vio venir. Esta lo agarro con fuerza entre sus garras y alzo el vuelo a gran velocidad.
Eathia se quedo inmóvil.
Saque una flecha y la coloque en la cuerda con rapidez.
Intente concentrarme, tenía que darle en una de las patas para forzar que lo soltara, no me valía cualquier punto porque si se alejaba demasiado no tendríamos nada que hacer.
Fije la vista en su rítmico vuelo, tense el arco con fuerza, y tras apuntar en una de sus patas solté la saeta, que cogió gran velocidad.
La seguí con la vista, hasta que impacto en la pata del ave de presa, que soltó irremediablemente a mi improvisado amigo, haciéndolo precipitarse al vacío.
Este grito mientras caía, de seguro me maldecía, y él que pensaba que le daría un día de caza tranquilo.
Iba a pensar como enganchar a Esthia nates de que se abriera la cabeza, cuando otra águila, del mismo tamaño se puso ante mi.
Esta parecía el macho, ya que su tamaño era menor, seguramente estarían protegiendo el nido, sus huevos eran buscados y muy valiosos, ya que estos animales a menudo eran cazados.
Estos padres no dudarían en morir para proteger a los suyos.
Me asome por el acantilado, buscando a Esthia que seguía cayendo inexorablemente mientras a su vez intentaba zafarme del bicho.
La hembra se abalanzo de nuevo en un vuelo picado, cogiendo al lobo de una de sus piernas y volviendo a levantar el vuelo.
Esta era mi única oportunidad pensé, coloque mi arco en la espalda y saque la daga de mi cinto.
Eche una mirada furtiva a los lados y...
Apoye mis pies en el borde y cogí todo el impulso que pude precipitándome al vació, abrí los brazos en cruz, en un intento de tener mayor volumen y caer sobre la maldita águila que alzaba el vuelo rozando el borde de la pared del acantilado.
Aquello minutos en el aire resultaron angustiosos, aunque pronto caí a plomo sobre la asombrada águila, que no preparada perdió el equilibrio cayendo en picado con nosotros.
En un intento de recobrar el vuelo planeo acercándose como pudo a uno de los salientes, cayendo los tres bruscamente sobre el abrupto terreno.
Golpee mi hombro derecho contra una de las rocas, un fuerte dolor hizo que apretara los dientes. Note el hombro fuera del sitio, apenas podía moverlo.
-¡Mierda! –pensé así no podre apuntar.
Esthia y yo sangrábamos, el águila también parecía herida, cojeaba de la pata donde yo había clavado la flecha.
Y parecía haberse lastimado una de sus alas en la caída.
Aun así se puso en pie, abriendo sus majestuosas alas frente nosotros y soltó un chillido ensordecedor, dispuesta a plantarnos batalla.
Saque la espada de mi carcaj con mi mano derecha y me prepare para el ataque.
Seguimos durante otro rato más, cuando una sombra de gran tamaño llamo mi atención.
Mire hacia arriba instintivamente, cuando la vi.
Un agila que nos doblaba el tamaño se precipitaba sobre nosotros a gran velocidad, no había duda, caía en picado sobre nosotros.
-¡A cubierto! –grite lanzandome al suelo
Pero mi acompañante, mucho más lento, no la vio venir. Esta lo agarro con fuerza entre sus garras y alzo el vuelo a gran velocidad.
Eathia se quedo inmóvil.
Saque una flecha y la coloque en la cuerda con rapidez.
Intente concentrarme, tenía que darle en una de las patas para forzar que lo soltara, no me valía cualquier punto porque si se alejaba demasiado no tendríamos nada que hacer.
Fije la vista en su rítmico vuelo, tense el arco con fuerza, y tras apuntar en una de sus patas solté la saeta, que cogió gran velocidad.
La seguí con la vista, hasta que impacto en la pata del ave de presa, que soltó irremediablemente a mi improvisado amigo, haciéndolo precipitarse al vacío.
Este grito mientras caía, de seguro me maldecía, y él que pensaba que le daría un día de caza tranquilo.
Iba a pensar como enganchar a Esthia nates de que se abriera la cabeza, cuando otra águila, del mismo tamaño se puso ante mi.
Esta parecía el macho, ya que su tamaño era menor, seguramente estarían protegiendo el nido, sus huevos eran buscados y muy valiosos, ya que estos animales a menudo eran cazados.
Estos padres no dudarían en morir para proteger a los suyos.
Me asome por el acantilado, buscando a Esthia que seguía cayendo inexorablemente mientras a su vez intentaba zafarme del bicho.
La hembra se abalanzo de nuevo en un vuelo picado, cogiendo al lobo de una de sus piernas y volviendo a levantar el vuelo.
Esta era mi única oportunidad pensé, coloque mi arco en la espalda y saque la daga de mi cinto.
Eche una mirada furtiva a los lados y...
Apoye mis pies en el borde y cogí todo el impulso que pude precipitándome al vació, abrí los brazos en cruz, en un intento de tener mayor volumen y caer sobre la maldita águila que alzaba el vuelo rozando el borde de la pared del acantilado.
Aquello minutos en el aire resultaron angustiosos, aunque pronto caí a plomo sobre la asombrada águila, que no preparada perdió el equilibrio cayendo en picado con nosotros.
En un intento de recobrar el vuelo planeo acercándose como pudo a uno de los salientes, cayendo los tres bruscamente sobre el abrupto terreno.
Golpee mi hombro derecho contra una de las rocas, un fuerte dolor hizo que apretara los dientes. Note el hombro fuera del sitio, apenas podía moverlo.
-¡Mierda! –pensé así no podre apuntar.
Esthia y yo sangrábamos, el águila también parecía herida, cojeaba de la pata donde yo había clavado la flecha.
Y parecía haberse lastimado una de sus alas en la caída.
Aun así se puso en pie, abriendo sus majestuosas alas frente nosotros y soltó un chillido ensordecedor, dispuesta a plantarnos batalla.
Saque la espada de mi carcaj con mi mano derecha y me prepare para el ataque.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, Esthia no le estaba maldiciendo mientras caía al vacío. Sólo estaba gritándole al águila para llamar su atención y que le cogiera al vuelo.
Aquello de la caída libre tenía su intríngulis, pero lo de estrellarse contra el suelo y hacerse papilla ya no le seducía tanto. Por suerte -y de suerte él iba bien servido-, el pajarraco le atrapó de la pierna y remontó el bueno.
Ufff, las copas de ésos árboles y las rocas que sobrasalían entre ellos de repente le parecían demasiado grandes.
Notó la oscilación en el vuelo cuando Orn cayó sobre el ave, desestabilizándola y provocando su caída. Iba a doler, lo intuía.
Ay, sí. Dolía. Una vuelta, dos, tres, quince. Con el impulso había acabado rodando por el suelo. Eso había amortiguado un poco la fuerza del impacto, pero le había dejado lleno de cortecitos y magulladuras a causa de las piedrecillas y ramitas del suelo.
¡¡La cara no!! Mierda. Escocía.
Se levantó y se sacudió los pantalones. Se los había puesto limpios aquella mañana. ¬¬
Estaba mareado por las vueltas que había dado y el golpetazo que se habían llevado, pero al menos no se había roto nada. Buscó con los ojos a su compañero de aventuras, para ver en qué estado se encontraba y le halló frente la rabiosa águila gigante, que parecía realmente dispuesta a devorarlo de un par de picotazos.
El chillido que emitió le dejó medio sordo y aturdido. Eso del oido hipersensible también tenía inconvenientes. Iba a dolerle la cabeza un rato. Pero no tenían tiempo de detenerse en esos detalles. Aprovechando que el animal enorme estaba centrado en el otro hombre, se escabulló por detrás y se encaramó sobre ella, hasta la cabeza, para cerrarle los ojos a la fuerza.
-¿No eras tú el que quería diversión? ¡¡Aquí tienes diversión!! ¡¡Corre!!
La bestia, al verse ciega de momento, chilló aún más fuerte y movió la cabeza, provocando la caída del lobo, que dio estrepitosamente en el suelo.
-Joder, me va a doler el culo una semana.
Se levantó, cojeando un poco y echó a correr, esperando que Orn le siguiera, en dirección a unas grutas que se abrían en la parte superior de la colina por la que se encontraban. Y esperaba que lo hiciera rápido, porque el águila ya volaba de nuevo tras ellos.
Aquello de la caída libre tenía su intríngulis, pero lo de estrellarse contra el suelo y hacerse papilla ya no le seducía tanto. Por suerte -y de suerte él iba bien servido-, el pajarraco le atrapó de la pierna y remontó el bueno.
Ufff, las copas de ésos árboles y las rocas que sobrasalían entre ellos de repente le parecían demasiado grandes.
Notó la oscilación en el vuelo cuando Orn cayó sobre el ave, desestabilizándola y provocando su caída. Iba a doler, lo intuía.
Ay, sí. Dolía. Una vuelta, dos, tres, quince. Con el impulso había acabado rodando por el suelo. Eso había amortiguado un poco la fuerza del impacto, pero le había dejado lleno de cortecitos y magulladuras a causa de las piedrecillas y ramitas del suelo.
¡¡La cara no!! Mierda. Escocía.
Se levantó y se sacudió los pantalones. Se los había puesto limpios aquella mañana. ¬¬
Estaba mareado por las vueltas que había dado y el golpetazo que se habían llevado, pero al menos no se había roto nada. Buscó con los ojos a su compañero de aventuras, para ver en qué estado se encontraba y le halló frente la rabiosa águila gigante, que parecía realmente dispuesta a devorarlo de un par de picotazos.
El chillido que emitió le dejó medio sordo y aturdido. Eso del oido hipersensible también tenía inconvenientes. Iba a dolerle la cabeza un rato. Pero no tenían tiempo de detenerse en esos detalles. Aprovechando que el animal enorme estaba centrado en el otro hombre, se escabulló por detrás y se encaramó sobre ella, hasta la cabeza, para cerrarle los ojos a la fuerza.
-¿No eras tú el que quería diversión? ¡¡Aquí tienes diversión!! ¡¡Corre!!
La bestia, al verse ciega de momento, chilló aún más fuerte y movió la cabeza, provocando la caída del lobo, que dio estrepitosamente en el suelo.
-Joder, me va a doler el culo una semana.
Se levantó, cojeando un poco y echó a correr, esperando que Orn le siguiera, en dirección a unas grutas que se abrían en la parte superior de la colina por la que se encontraban. Y esperaba que lo hiciera rápido, porque el águila ya volaba de nuevo tras ellos.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
El cabrón de Esthia ya había puesto pies en polvorosa y me invitaba con su peculiar sonrisa que hiciera lo mismo.
-Los vikingos no huimos -gruñi altivo.
Saqué la espada de mi carcaj con mi mano derecha y me prepare para el ataque.
El águila se precipito sobre mí, con un rápido movimiento me agache esquivando su anguloso pico, apoye mi pie en la roca y deslice el otro con rapidez girando noventa grados sobre mí mismo ,asestando un golpe en el costado del animal, haciéndole sangrar en abundancia.
De nuevo el águila lanzo un chillido abrumador.
Esthia miraba hacia atrás, casi podía escucharlo resoplar por mi terquedad, de seguro estaría pensando que la broma de la taberna sobre si pensaba dar caza a una gran bestia no era en el fondo tan descabellada.
Salí como alma que lleva el diablo por su espalda cargando contra ella, con la espada en la mano desestabilizándola y haciéndola rodar por el suelo. Alcé la espada para clavarla en su pecho, pero esta se rehízo y apoyando sus patas en el suelo, me golpeo con el pico con furia, hiriéndole en el cuello, llevé una de las manos en un intento de no desangrarse, le salía sangre a borbotones, parecía haberle desgarrado parte de la carne.
Retrocedí buscando apoyo contra la pared.
El águila se acerco dispuesta a rematarme
-¡Eh! –gritó Esthia intentando que desviara la atención hacia él.
Corrió hacia ella mientras esta me daba la espalda y le plantaba cara a mi compañero.
Al llegar frente a él, esta lanzo su pico cortante. Aprovechando que había bajado la cabeza en su ataque a Esthia salte apoyando mi pie en su lomo, y colocándome sobre su cuerpo con rapidez clave mi espada en su cuello.
El águila chillo de dolor moviéndose con brusquedad mientras se desangraba, caí al suelo incapaz de mantener el equilibrio.
El águila medio muerta se lanzo contra mí con sus garras preparadas, alce mi espada colocándola entre ambos y aprovechando la inercia de su envestida la clave en su pecho, haciéndola caer desplomada sobre mí.
Sangraba en abundancia, pero de peores había salido con vida, así que luché por salir de debajo del cuerpo del águila.
-Y si me ayudas -dije jadeante.
-Los vikingos no huimos -gruñi altivo.
Saqué la espada de mi carcaj con mi mano derecha y me prepare para el ataque.
El águila se precipito sobre mí, con un rápido movimiento me agache esquivando su anguloso pico, apoye mi pie en la roca y deslice el otro con rapidez girando noventa grados sobre mí mismo ,asestando un golpe en el costado del animal, haciéndole sangrar en abundancia.
De nuevo el águila lanzo un chillido abrumador.
Esthia miraba hacia atrás, casi podía escucharlo resoplar por mi terquedad, de seguro estaría pensando que la broma de la taberna sobre si pensaba dar caza a una gran bestia no era en el fondo tan descabellada.
Salí como alma que lleva el diablo por su espalda cargando contra ella, con la espada en la mano desestabilizándola y haciéndola rodar por el suelo. Alcé la espada para clavarla en su pecho, pero esta se rehízo y apoyando sus patas en el suelo, me golpeo con el pico con furia, hiriéndole en el cuello, llevé una de las manos en un intento de no desangrarse, le salía sangre a borbotones, parecía haberle desgarrado parte de la carne.
Retrocedí buscando apoyo contra la pared.
El águila se acerco dispuesta a rematarme
-¡Eh! –gritó Esthia intentando que desviara la atención hacia él.
Corrió hacia ella mientras esta me daba la espalda y le plantaba cara a mi compañero.
Al llegar frente a él, esta lanzo su pico cortante. Aprovechando que había bajado la cabeza en su ataque a Esthia salte apoyando mi pie en su lomo, y colocándome sobre su cuerpo con rapidez clave mi espada en su cuello.
El águila chillo de dolor moviéndose con brusquedad mientras se desangraba, caí al suelo incapaz de mantener el equilibrio.
El águila medio muerta se lanzo contra mí con sus garras preparadas, alce mi espada colocándola entre ambos y aprovechando la inercia de su envestida la clave en su pecho, haciéndola caer desplomada sobre mí.
Sangraba en abundancia, pero de peores había salido con vida, así que luché por salir de debajo del cuerpo del águila.
-Y si me ayudas -dije jadeante.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Esthia no resoplaba por la terquedad de Orn ni por que el muchacho se enfrentase al águila a solas. Bastante tenía él con el segundo pajarraco que había acudido para unirse a la fiesta. Debían estar muy cerca del nido cuando ambos miembros de la pareja acudían para atacarles.
A diferencia del guerrero del norte, Esthia no contaba con armas más allá de las que conformaban su cuerpo. Y dejarlas a la vista comprometería su secreto. No quería que su nuevo compañero de aventuras lo supiera aún, así que tendría que apañarse de alguna otra manera.
Alzanzó la entrada de la gruta, de forma que las rocas le ocultaban por completo de la vista de Orn. Aunque suponía que no se daría cuenta de lo que él hacía, porque estaba más centrado en su lucha. El águila se posó tras él, con las alas abiertas en toda su magnificencia, y chilló, tratando de amedrentarlo. Los oídos casi le revientan, pero logró soportarlo. Rugió con fuerza, arrancando fuertes ecos de las paredes de la gruta, que hacía de amplificador en su interior.
El pájaro plegó las alas y trató de alcanzarle, metiendo la cabeza en la cueva. Justo lo que el lobo blanco quería. Porque allí, en la oscuridad, lejos de las miradas indiscretas, podía dejar salir su verdadera naturaleza.
Picotazo a picotazo, el ave dejó fuertes marcas en la piedra, pero no consiguió alcanzar a Esthia, que se había metido más al interior, esperando la ocasión para lanzarse, garras por delante, hacia el ojo del animal. Lo marcó de un zarpazo profundo que lo hizo retroceder, chillando como si le fuera la vida en ello y aleteando para coger un poco de espacio.
Hubiera sido un final sencillo si el águila hubiera huido, herida, pero aún con opciones de salir con vida. Mas las cosas no siempre eran sencillas cuando había un lobo de por medio. Y menos uno con la tendencia a meterse en líos de Esthia.
Salió de la cueva, con la sonrisa triunfal, dispuesto a ver alejarse al tierno pajarito tuerto... cuando a sus espaldas notó un temblor. Una vibración seguida de un largo y profundo rugido que dejaba bastante abajo en la lista el que había lanzado él. Miró hacía atrás y vio venir hacia él a toda velocidad dos ojos enormes y brillantes, como brasas encendidas, sobre una boca inmensa en la que se apiñaban tres filas de dientes puntiagudos.
Se tiró al suelo justo a tiempo de ver como aquel ser que parecía una lombriz de tierra con el cuerpo a rayas rosáceas y marrones, salía despedido de la cueva, que era su madriguera, y atrapaba al águila antes de que pudiera alejarse volando.
Sus fuertes mandíbulas masticaron las alas y el cuello de la rapaz.
Pero no se la llevó al interior de la cueva para devorarla a gusto, no. La dejó moribunda en el suelo, con las alas rotas y un bocado en el cuello que le hacía desangrarse poco a poco.
Esthia corrió, gritando, para avisar a Orn de aquel nuevo peligro. Aunque sus gritos sirvieron para atraer la atención del otro águila y propiciar que Orn acabase con su vida. Y menos mal, porque el tierno gusanito ya venía hacia ellos, arrastrándose por el suelo, ayudándose por aquellas pequeñas patitas que le salían más o menos a los tercios del cuerpo y que no le levantaban lo suficiente para no reptar.
Llegó hasta Orn, quien le pidió que le ayudase a salir de debajo del cuerpo del águila.
-Pues... Ahora mismo no me viene muy bien, mejor quédate ahi y... -agarró la espada del guerrero-, préstame esto. No te prometo que te la devuelva entera.
Con el arma en la mano, Esthia se volvió para plantarle cara al gusanito.
-Vamos, Larvita. ¿Quieres jugar?
El bicho rugió de nuevo y se lanzó contra él. Pero Esthia era rápido, así que lo esquivó rodando por el suelo. El animal repitió el ataque, intentando pillarle desprevenido, pero tampoco tuvo éxito. Por tanto, con un chillido, se metió bajo tierra, momento que aprovechó el lobo para dejarle unos cuantos tajos en el cuerpo, aunque superficiales.
Se quedó plantado en mitad del páramo, sin comprender muy bien por qué huía tan rápido. Aunque todo encajó cuando sintió un nuevo temblor a sus pies y el suelo bajo éstos desapareció para dejar paso a la inmensa boca llena de dientes de la criatura.
-¡¡¡Mecagüen!!! ¡Orn, haz algo útil y ven a ponerle un bozal a esto!
Sin embargo, no tuvo ocasión de ponerle bozal, ni nada semejante, porque cayó sin remedio al interior de la boca del animal, quien se lo tragó junto con grandes trozos de piedra y tierra.
Parecía que todo había acabado. De una forma absurda y triste. Pero no todo estaba perdido y Esthia era un tipo con suerte, así que consiguió clavar la espada en el esófago de la lombriz, desgarrándole por dentro hasta frenar su descenso hacia el estómago. Allí le costaba respirar y la tierra y las piedras no le facilitaban la tarea, pero entre la espada y sus garras, consiguió abrir el tubo de músculos y desgarrar con fiereza hasta la piel.
Casi sin aire en los pulmones ya, pudo atravesar la piel rayada y abrir brecha al exterior. Jamás le supo tan bien un soplo de aire fresco. Cayó al suelo, empapado en jugos y con restos de barro por todas partes. Tras él, la criatura acabó en el suelo, abierta en canal. Esthia se dejó caer al suelo y soltó la espada a su lado, mirando hacia Orn.
-No sé tú, pero yo me he ganado un baño y una cerveza.
A diferencia del guerrero del norte, Esthia no contaba con armas más allá de las que conformaban su cuerpo. Y dejarlas a la vista comprometería su secreto. No quería que su nuevo compañero de aventuras lo supiera aún, así que tendría que apañarse de alguna otra manera.
Alzanzó la entrada de la gruta, de forma que las rocas le ocultaban por completo de la vista de Orn. Aunque suponía que no se daría cuenta de lo que él hacía, porque estaba más centrado en su lucha. El águila se posó tras él, con las alas abiertas en toda su magnificencia, y chilló, tratando de amedrentarlo. Los oídos casi le revientan, pero logró soportarlo. Rugió con fuerza, arrancando fuertes ecos de las paredes de la gruta, que hacía de amplificador en su interior.
El pájaro plegó las alas y trató de alcanzarle, metiendo la cabeza en la cueva. Justo lo que el lobo blanco quería. Porque allí, en la oscuridad, lejos de las miradas indiscretas, podía dejar salir su verdadera naturaleza.
Picotazo a picotazo, el ave dejó fuertes marcas en la piedra, pero no consiguió alcanzar a Esthia, que se había metido más al interior, esperando la ocasión para lanzarse, garras por delante, hacia el ojo del animal. Lo marcó de un zarpazo profundo que lo hizo retroceder, chillando como si le fuera la vida en ello y aleteando para coger un poco de espacio.
Hubiera sido un final sencillo si el águila hubiera huido, herida, pero aún con opciones de salir con vida. Mas las cosas no siempre eran sencillas cuando había un lobo de por medio. Y menos uno con la tendencia a meterse en líos de Esthia.
Salió de la cueva, con la sonrisa triunfal, dispuesto a ver alejarse al tierno pajarito tuerto... cuando a sus espaldas notó un temblor. Una vibración seguida de un largo y profundo rugido que dejaba bastante abajo en la lista el que había lanzado él. Miró hacía atrás y vio venir hacia él a toda velocidad dos ojos enormes y brillantes, como brasas encendidas, sobre una boca inmensa en la que se apiñaban tres filas de dientes puntiagudos.
Se tiró al suelo justo a tiempo de ver como aquel ser que parecía una lombriz de tierra con el cuerpo a rayas rosáceas y marrones, salía despedido de la cueva, que era su madriguera, y atrapaba al águila antes de que pudiera alejarse volando.
Sus fuertes mandíbulas masticaron las alas y el cuello de la rapaz.
Pero no se la llevó al interior de la cueva para devorarla a gusto, no. La dejó moribunda en el suelo, con las alas rotas y un bocado en el cuello que le hacía desangrarse poco a poco.
Esthia corrió, gritando, para avisar a Orn de aquel nuevo peligro. Aunque sus gritos sirvieron para atraer la atención del otro águila y propiciar que Orn acabase con su vida. Y menos mal, porque el tierno gusanito ya venía hacia ellos, arrastrándose por el suelo, ayudándose por aquellas pequeñas patitas que le salían más o menos a los tercios del cuerpo y que no le levantaban lo suficiente para no reptar.
Llegó hasta Orn, quien le pidió que le ayudase a salir de debajo del cuerpo del águila.
-Pues... Ahora mismo no me viene muy bien, mejor quédate ahi y... -agarró la espada del guerrero-, préstame esto. No te prometo que te la devuelva entera.
Con el arma en la mano, Esthia se volvió para plantarle cara al gusanito.
-Vamos, Larvita. ¿Quieres jugar?
El bicho rugió de nuevo y se lanzó contra él. Pero Esthia era rápido, así que lo esquivó rodando por el suelo. El animal repitió el ataque, intentando pillarle desprevenido, pero tampoco tuvo éxito. Por tanto, con un chillido, se metió bajo tierra, momento que aprovechó el lobo para dejarle unos cuantos tajos en el cuerpo, aunque superficiales.
Se quedó plantado en mitad del páramo, sin comprender muy bien por qué huía tan rápido. Aunque todo encajó cuando sintió un nuevo temblor a sus pies y el suelo bajo éstos desapareció para dejar paso a la inmensa boca llena de dientes de la criatura.
-¡¡¡Mecagüen!!! ¡Orn, haz algo útil y ven a ponerle un bozal a esto!
Sin embargo, no tuvo ocasión de ponerle bozal, ni nada semejante, porque cayó sin remedio al interior de la boca del animal, quien se lo tragó junto con grandes trozos de piedra y tierra.
Parecía que todo había acabado. De una forma absurda y triste. Pero no todo estaba perdido y Esthia era un tipo con suerte, así que consiguió clavar la espada en el esófago de la lombriz, desgarrándole por dentro hasta frenar su descenso hacia el estómago. Allí le costaba respirar y la tierra y las piedras no le facilitaban la tarea, pero entre la espada y sus garras, consiguió abrir el tubo de músculos y desgarrar con fiereza hasta la piel.
Casi sin aire en los pulmones ya, pudo atravesar la piel rayada y abrir brecha al exterior. Jamás le supo tan bien un soplo de aire fresco. Cayó al suelo, empapado en jugos y con restos de barro por todas partes. Tras él, la criatura acabó en el suelo, abierta en canal. Esthia se dejó caer al suelo y soltó la espada a su lado, mirando hacia Orn.
-No sé tú, pero yo me he ganado un baño y una cerveza.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
El muy cabrón no solo me dejo bajo el cuerpo del tremendo aguilucho, si no que me robó la espada de un modo tan sencillo como si le hubiera robado un caramelo a un niño.
Fruncí el ceño dispuesto a replicar cuando me vi de cara un gusano gigante que venia cara a nosotros.
Me empecé a reír como un loco, sinceramente la situación me parecía hasta cómica, la caza estaba resultando interesante y el tipo ese todo un descubrimiento.
El animal anillado se metía de nuevo en el suelo sin dejar de meterle espadazos al cuerpo rosado del bicho.
Me descojonaba, me había dado un ataque de risa, peor es que el hombre ese ponía unas caras.
-¿Estas seguro Esthia que no le has hecho nada a los dioses? -le pregunté con la respiración entrecortada no solo por el peso del águila, si no porque la risa no cesaba.
El gusano emergió desde abajo, me quedé petrificado al ver como devoraba con ss grandes dientes a mi colega.
Me revolví bajo el cuerpo emplumado buscando soltarme, si no quería acabar en el estomago de ese bicho mas me valía escapar de la cárcel de plumas en la que estaba inmerso.
No sin esfuerzo logre salir, gruñí mirando al gusano mientras sacaba de mi bota una daga y del cinto un puñal.
-Suelta mi espada maldito bicho maloliente y repulsivo.
A ver, al tipo ese lo conocía de unas horas pero mi espada, era mi espada, con ella pensaba acudir al Valhalla.
Fui a lanzarme al ataque cuando vi que su cuerpo se desquebrajaba y de él salia mi espada, quiero decir, Esthia con una sonrisa de medio lado triunfal y lleno de vísceras, tripas y demás.
Me acerqué a este y le quité mi espada de su mano mirándolo fijamente.
-¿crees que alguien nos comprará el gusano? -pregunté mientras este me miraba de soslayo y me decía que nos habíamos ganado unas jarras.
-¿y que esperas amigo? -dije dándole un manotazo en la espalda -¿una invitación?
Pero el águila pensaba llevármela para vender, era un desperdicio dejarla muerta allí, cenaríamos parte de su carne y lo otro me daría unas monedas.
Fruncí el ceño dispuesto a replicar cuando me vi de cara un gusano gigante que venia cara a nosotros.
Me empecé a reír como un loco, sinceramente la situación me parecía hasta cómica, la caza estaba resultando interesante y el tipo ese todo un descubrimiento.
El animal anillado se metía de nuevo en el suelo sin dejar de meterle espadazos al cuerpo rosado del bicho.
Me descojonaba, me había dado un ataque de risa, peor es que el hombre ese ponía unas caras.
-¿Estas seguro Esthia que no le has hecho nada a los dioses? -le pregunté con la respiración entrecortada no solo por el peso del águila, si no porque la risa no cesaba.
El gusano emergió desde abajo, me quedé petrificado al ver como devoraba con ss grandes dientes a mi colega.
Me revolví bajo el cuerpo emplumado buscando soltarme, si no quería acabar en el estomago de ese bicho mas me valía escapar de la cárcel de plumas en la que estaba inmerso.
No sin esfuerzo logre salir, gruñí mirando al gusano mientras sacaba de mi bota una daga y del cinto un puñal.
-Suelta mi espada maldito bicho maloliente y repulsivo.
A ver, al tipo ese lo conocía de unas horas pero mi espada, era mi espada, con ella pensaba acudir al Valhalla.
Fui a lanzarme al ataque cuando vi que su cuerpo se desquebrajaba y de él salia mi espada, quiero decir, Esthia con una sonrisa de medio lado triunfal y lleno de vísceras, tripas y demás.
Me acerqué a este y le quité mi espada de su mano mirándolo fijamente.
-¿crees que alguien nos comprará el gusano? -pregunté mientras este me miraba de soslayo y me decía que nos habíamos ganado unas jarras.
-¿y que esperas amigo? -dije dándole un manotazo en la espalda -¿una invitación?
Pero el águila pensaba llevármela para vender, era un desperdicio dejarla muerta allí, cenaríamos parte de su carne y lo otro me daría unas monedas.
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Esthia reía a carcajadas, a pesar de que su aspecto era, cuanto menos, asquerosito. Con la ropa embarrada y pegajosa y toda la piel a la vista igualmente cubierta de las mucosas y la sangre de aquel gusano, con el pelo pringado y pegado a la cabeza... Vamos, lo ideal para encontrar al amor de una vida.
Pero a él eso no podía importarle menos, se había divertido de lo lindo, como hacía tiempo que no lo hacía.
-Pufff, no sé lo que comerá esa cosa, pero por dentro apesta a muerto. Vamos al río que me lave, anda, porque como esto se seque me voy a quedar acartonado.
Levantó el brazo para olerse y arrugó el gesto con asco. ¡Qué bien, oye!
Caminó hasta dar con el curso de agua y, con ropa y todo, se metió en el agua. Lo único que se quitó fueron las botas, que se conformaría con limpiarlas por fuera, ya que el interior estaba limpio y seco y no tenía sentido meterse en el río con ellas para cambiar eso.
Se frotó el pelo con saña y la piel con ganas, sobre la ropa, para que ésta se limpiase también. Finalmente lo dio por imposible, no iba a poder quitarse más de eso. Se peinó con los dedos y salió del agua, arrugando por partes la tela en sus puños para escurrirla. No sirvió de mucho, pero al menos ya no se caería para atrás del olor.
-Listo.
Cogió las botas. Las llevaría en la mano hasta estar seco o hasta que tuviera necesidad de usarlas. Estaba acostumbrado a ir descalzo, aunque no fuera en su forma animal. O desnudo. Pero imaginó que su compañero no era dado a esas costumbres tan animales y primitivas.
Y él no era un salvaje. Sabía comportarse y ataviarse adecuadamente a cada ocasión. Pero si cambiaba de forma y no tenía ropa a mano, tampoco tenía un especial sentido del pudor o la vergüenza. O estaba muy contento con el cuerpo que le había tocado en suerte. Que también.
-Que digo yo... Que ya que nos hemos cargado a los pajaritos y a la lombriz... Podríamos ir a ver la gruta. A lo mejor es como lo dragones y esconde tesoros. ¿Imaginas lo ricos que podríamos llegar a ser? No tendríamos que volver a preocuparnos de nada.
Tampoco él se preocupaba demasiado, pues tomaba la vida conforme le venía. Y la entrada de la gruta podía no ser nada... o ser la entrada a una nueva aventura.
Pero a él eso no podía importarle menos, se había divertido de lo lindo, como hacía tiempo que no lo hacía.
-Pufff, no sé lo que comerá esa cosa, pero por dentro apesta a muerto. Vamos al río que me lave, anda, porque como esto se seque me voy a quedar acartonado.
Levantó el brazo para olerse y arrugó el gesto con asco. ¡Qué bien, oye!
Caminó hasta dar con el curso de agua y, con ropa y todo, se metió en el agua. Lo único que se quitó fueron las botas, que se conformaría con limpiarlas por fuera, ya que el interior estaba limpio y seco y no tenía sentido meterse en el río con ellas para cambiar eso.
Se frotó el pelo con saña y la piel con ganas, sobre la ropa, para que ésta se limpiase también. Finalmente lo dio por imposible, no iba a poder quitarse más de eso. Se peinó con los dedos y salió del agua, arrugando por partes la tela en sus puños para escurrirla. No sirvió de mucho, pero al menos ya no se caería para atrás del olor.
-Listo.
Cogió las botas. Las llevaría en la mano hasta estar seco o hasta que tuviera necesidad de usarlas. Estaba acostumbrado a ir descalzo, aunque no fuera en su forma animal. O desnudo. Pero imaginó que su compañero no era dado a esas costumbres tan animales y primitivas.
Y él no era un salvaje. Sabía comportarse y ataviarse adecuadamente a cada ocasión. Pero si cambiaba de forma y no tenía ropa a mano, tampoco tenía un especial sentido del pudor o la vergüenza. O estaba muy contento con el cuerpo que le había tocado en suerte. Que también.
-Que digo yo... Que ya que nos hemos cargado a los pajaritos y a la lombriz... Podríamos ir a ver la gruta. A lo mejor es como lo dragones y esconde tesoros. ¿Imaginas lo ricos que podríamos llegar a ser? No tendríamos que volver a preocuparnos de nada.
Tampoco él se preocupaba demasiado, pues tomaba la vida conforme le venía. Y la entrada de la gruta podía no ser nada... o ser la entrada a una nueva aventura.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
A Esthia no le faltaba humor, no solo olía a cagado de burra diarreica, si no que salia resignado del agua con cara de “¿que se le va ha hacer?”
-No te preocupes, las mujeres de Randulf apestan mas que tu -le dije echándome a reír a carcajadas.
No me pareció mala idea ir a tomar esa cerveza a la gruta que había visto, ademas cerca estaba mi presa el águila y no quería que ningún depredador me la quitara, pensaba venderla y sacarme unos cuartos, hay que tener mente para los negocios.
Llegamos a la gruta entre risas, le fui contando la guerra que teníamos liada en el norte, de seguro le pagarían bien si se prestaba voluntario para engrosar nuestro ejercito y ademas las mujeres norteñas no eran tan siesas como las de aquí, las nuestras te meten entre sus piernas y eso si que es toda una gesta.
Avanzamos por la gruta, yo con el arco en mano, y una de mis flechas preparada en el.
El ruido de algo abalanzándose sobre mí, me hizo reaccionar, rodé por el suelo, para evitar que me atrapara, y me incorpore con rapidez tensando el arco.
Frente a mí, había un monstruoso animal, que no había visto nunca, me doblaba en tamaño, era una mezcla de lobo y hiena, su pelaje hirsuto con manchas, una larga crin erizada que recorría toda su columna vertebral terminaba en una cola larga y peluda le daba un aspecto de bestia mágica.
-Joder Esthia atraes a los monstruos con tu olor repulsivo -bromeé divertido.
Un gruñido salió de la garganta del huargo mientras me mostraba sus grandes fauces, llenas de dientes y con unos grandes colmillos amarillentos.
Parecía muy rápido, por como flexionaba las patas mientras trataba de rodearme, buscando el mejor flanco para volver a abalanzarse sobre mí.
Tensé mi arco y deje volar mi primera flecha, que impacto con fuerza sobre su pecho, haciéndole lanzar un gemido de dolor.
El animal se abalanzó de nuevo, mientras yo lance mi segunda flecha que también hizo diana.
La bestia cayó sobre mí con sus fauces abiertas, coloque mi arco entre medias, mientras trataba de quitármelo de encima evitando que atrapara mi yugular con sus colmillos que quedaron a escasos centímetros de esta, notaba su aliento en mi rostro.
Flexione mis piernas por debajo de su vientre y lo impulse hacia atrás, este salió despedido, rozando con su garra mi brazo en un intento de agarrarse a algo.
-y si dejas de mirar cabrón y de reírte de paso y me echas una mano -gruñí
Me puse en pie con rapidez, cogí una de las flechas de mi arco acariciando las plumas de esta, y la coloque con seguridad en la cuerda.
La bestia volvió a preparar su rápido ataque, solté la cuerda mientras el animal estaba en el aire y atravesé su garganta con furia.
La bestia cayó ante mí mientras se desangraba y daba sus últimos coletazos intentando agarrarse a la vida.
Miré mi brazo que sangraba bastante, pese a ser solo un roce, había clavado sus grandes zarpas en el.
Arranqué un trozo de tela de mi camisola y apreté la herida con un nudo para cortar la hemorragia.
-¡Bien! ¿alguna sorpresa mas que me tengas reservada joven amigo? -pregunté -yo apostaba por una noche entre las pernas de una mujer tetuda, pero admito que esto esta siendo muy estimulante, la próxima bestia es tuya -o podemos ya emborracharnos.
-No te preocupes, las mujeres de Randulf apestan mas que tu -le dije echándome a reír a carcajadas.
No me pareció mala idea ir a tomar esa cerveza a la gruta que había visto, ademas cerca estaba mi presa el águila y no quería que ningún depredador me la quitara, pensaba venderla y sacarme unos cuartos, hay que tener mente para los negocios.
Llegamos a la gruta entre risas, le fui contando la guerra que teníamos liada en el norte, de seguro le pagarían bien si se prestaba voluntario para engrosar nuestro ejercito y ademas las mujeres norteñas no eran tan siesas como las de aquí, las nuestras te meten entre sus piernas y eso si que es toda una gesta.
Avanzamos por la gruta, yo con el arco en mano, y una de mis flechas preparada en el.
El ruido de algo abalanzándose sobre mí, me hizo reaccionar, rodé por el suelo, para evitar que me atrapara, y me incorpore con rapidez tensando el arco.
Frente a mí, había un monstruoso animal, que no había visto nunca, me doblaba en tamaño, era una mezcla de lobo y hiena, su pelaje hirsuto con manchas, una larga crin erizada que recorría toda su columna vertebral terminaba en una cola larga y peluda le daba un aspecto de bestia mágica.
-Joder Esthia atraes a los monstruos con tu olor repulsivo -bromeé divertido.
Un gruñido salió de la garganta del huargo mientras me mostraba sus grandes fauces, llenas de dientes y con unos grandes colmillos amarillentos.
Parecía muy rápido, por como flexionaba las patas mientras trataba de rodearme, buscando el mejor flanco para volver a abalanzarse sobre mí.
Tensé mi arco y deje volar mi primera flecha, que impacto con fuerza sobre su pecho, haciéndole lanzar un gemido de dolor.
El animal se abalanzó de nuevo, mientras yo lance mi segunda flecha que también hizo diana.
La bestia cayó sobre mí con sus fauces abiertas, coloque mi arco entre medias, mientras trataba de quitármelo de encima evitando que atrapara mi yugular con sus colmillos que quedaron a escasos centímetros de esta, notaba su aliento en mi rostro.
Flexione mis piernas por debajo de su vientre y lo impulse hacia atrás, este salió despedido, rozando con su garra mi brazo en un intento de agarrarse a algo.
-y si dejas de mirar cabrón y de reírte de paso y me echas una mano -gruñí
Me puse en pie con rapidez, cogí una de las flechas de mi arco acariciando las plumas de esta, y la coloque con seguridad en la cuerda.
La bestia volvió a preparar su rápido ataque, solté la cuerda mientras el animal estaba en el aire y atravesé su garganta con furia.
La bestia cayó ante mí mientras se desangraba y daba sus últimos coletazos intentando agarrarse a la vida.
Miré mi brazo que sangraba bastante, pese a ser solo un roce, había clavado sus grandes zarpas en el.
Arranqué un trozo de tela de mi camisola y apreté la herida con un nudo para cortar la hemorragia.
-¡Bien! ¿alguna sorpresa mas que me tengas reservada joven amigo? -pregunté -yo apostaba por una noche entre las pernas de una mujer tetuda, pero admito que esto esta siendo muy estimulante, la próxima bestia es tuya -o podemos ya emborracharnos.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: ¡No me toques los cojones! (privado)
Esthia no sabía quién era Randulf -ni siquiera si era una persona-, pero si sus mujeres apestaban peor que él en ese momento... Animalitos.
-¿Que yo les atraigo? ¡Pero si está claro que vienen por tu cara, que es igual que la suya! ¡Mira, hasta quiere darte un besito!
Se echó a reír a mandíbula batiente. El olor que llevaba encima era horrible, pero parecía mantener a los monstruos alejados de él, como si temieran envenenarse o algo por el estilo. O quizás pensaban que ya estaba muerto. A saber.
-Te echaría una mano con la herida, pero con la mierda que tengo encima del bicho de antes, lo mismo te paso alguna infección.
Él era inmune a la mayoría de esas cosas, gracias a la capacidad de regeneración de su raza. Su cuerpo se recuperaba muy rápido de casi cualquier herida o enfermedad. Salvo las hechas con magia, plata o el envenamiento con acónito o muérdago. Pero no se podía tener todo.
-¡La vida es una caja de sorpresas! Si no, sería demasiado aburrida. Pero por hoy tenemos bestias suficientes, ¿no crees? Vayamos de regreso, me doy un baño en condiciones, comemos algo y nos echamos unas jarritas. Y luego, si quieres, te enseño dónde está uno de los burdeles más interesantes de la ciudad. Ahí seguro que encuentras a la tetona que buscas.
Él no solía frecuentar burdeles, por razones más que evidentes. Además, de alguna manera, nunca había tenido que pagar por el sexo. Solía tener encuentros fortuitos de vez en cuando.
Al llegar a la taberna, Esthia se separó un rato de Orn para ir a cambiarse de ropa y lavarse a conciencia. Cuando regresó, con el pelo mojado aún, pero limpio, se sentó frente a su nuevo amigo, que ya le llevaba un par de jarras de ventaja.
-¿A que no sabes lo que acabo de oír en los baños? Dicen que han visto a un centauro con crines de oro. Por lo visto van a organizar batidas de caza para atraparlo. Dicen que saldrán dentro de dos días, así que tenemos tiempo de emborracharnos hoy, dormir la mona, buscar información y salir antes que ellos. ¿Qué te parece?
-¿Que yo les atraigo? ¡Pero si está claro que vienen por tu cara, que es igual que la suya! ¡Mira, hasta quiere darte un besito!
Se echó a reír a mandíbula batiente. El olor que llevaba encima era horrible, pero parecía mantener a los monstruos alejados de él, como si temieran envenenarse o algo por el estilo. O quizás pensaban que ya estaba muerto. A saber.
-Te echaría una mano con la herida, pero con la mierda que tengo encima del bicho de antes, lo mismo te paso alguna infección.
Él era inmune a la mayoría de esas cosas, gracias a la capacidad de regeneración de su raza. Su cuerpo se recuperaba muy rápido de casi cualquier herida o enfermedad. Salvo las hechas con magia, plata o el envenamiento con acónito o muérdago. Pero no se podía tener todo.
-¡La vida es una caja de sorpresas! Si no, sería demasiado aburrida. Pero por hoy tenemos bestias suficientes, ¿no crees? Vayamos de regreso, me doy un baño en condiciones, comemos algo y nos echamos unas jarritas. Y luego, si quieres, te enseño dónde está uno de los burdeles más interesantes de la ciudad. Ahí seguro que encuentras a la tetona que buscas.
Él no solía frecuentar burdeles, por razones más que evidentes. Además, de alguna manera, nunca había tenido que pagar por el sexo. Solía tener encuentros fortuitos de vez en cuando.
Al llegar a la taberna, Esthia se separó un rato de Orn para ir a cambiarse de ropa y lavarse a conciencia. Cuando regresó, con el pelo mojado aún, pero limpio, se sentó frente a su nuevo amigo, que ya le llevaba un par de jarras de ventaja.
-¿A que no sabes lo que acabo de oír en los baños? Dicen que han visto a un centauro con crines de oro. Por lo visto van a organizar batidas de caza para atraparlo. Dicen que saldrán dentro de dos días, así que tenemos tiempo de emborracharnos hoy, dormir la mona, buscar información y salir antes que ellos. ¿Qué te parece?
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 02/02/2017
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