Les plaisirs de la vie [Privado]

por **Esteban Valenzuela** Lun Abr 18, 2016 10:58 pm

Residencia || 2:00 || Cálido

El cansancio del trabajo diario hacían que Esteban se acostara a altas horas de la noche, pero también había muchas otras cosas, en ese momento, lo principal es que tenía necesidades, no sólo de trabajar o beber, incluso dormir, si no necesidades humanas, de las que tienen todos, por mucho que las nieguen existen, se notan y a él se le nota, no hay manera de ocultarlo también se ha puesto de mal humor, pero termina por ir al cuarto, se recuesta en la cama, mientras que intenta que se olvide su mente de todo, absolutamente de todo.

Escucha la puerta de la casa, alguien ha entrado o salido, pudo ser Gastón o Irene, no importa, a él no le importa en ese momento, cierra los ojos, pero los pasos subiendo las escaleras le llaman la atención, pero no es una persona, son dos, es muy bueno escuchando ruidos. -Ese es el cuarto del señor.- Esa es la voz de Gastón, mientras que se mantiene inmóvil. No entiende lo que sucede, pero tampoco lo va a querer comprender, no en ese momento, se encuentra cabreado, ya es demasiado noche y mañana se tendrá que levantar sumamente temprano.

La puerta se va abriendo y Esteban cierra los ojos, donde sea Irene le irá bastante mal, ella sabe que no tiene derecho de entrar a su cuarto sin permiso, pero Gastón la estuvo ubicando en la casa y la mujer aquella sabe exactamente donde está todo, así que bueno, no, no puede ser ella, pero se queda inmóvil del todo, no quiere desquitarse con nadie, además de que su instinto de supervivencia siempre es demasiado agudo.

por **Romina Di Lorenzo** Lun Abr 18, 2016 11:22 pm

Su llegada a París había sido bastante placentera, quizá no tuviera los mismos clientes que en Italia pero los hombres la miraban con lujuria mientras recorría las calles parisinas, sus ojos la desnudaban sin pensarlo y seguramente sus pensamientos iban y venían las una y mil maneras de hacerla sentir mujer; ninguno le interesaba realmente a la rubia sin embargo era dinero que necesitaba para volver a empezar de cero en aquella ciudad; por eso ante tal ofrecimiento de compartir la cama con un duque español no dudó dos veces en unirse a aquel caballero y disfrutar de un agradable encuentro sin que absolutamente nadie supiera nada. La suerte iba de su mano ya que nadie en París -a excepción de algunos amantes- la conocía bien, además los ropajes que había elegido aquel día simulaban bastante bien a una dama de sociedad; con el cabello, los ojos y el aroma Romina bien podía pasar por una mujer de clase alta, incluso aunque caminara a altas horas de la noche y completamente sola por la ciudad.

Una vez que llegó a su destino no pudo evitar que sus ojos se posaran en la fachada del lugar, el como este estaba adornado y también, alguna vez de niña había soñado con conseguir al menos una casa decente donde pudiera dormir sin ser molestada por algún hombre, donde tuviera una habitación exclusiva para esas visitas nocturnas que tan de buen humor dejaban a la chica al día siguiente. Se acercó sutilmente a la habitación en la que se encontraba su cliente y dejó su abrigo en un sitio al igual que sus pertenencias para acercarse a la cama donde descansaba aquel hombre, la poca ropa que traía consigo denotaba que no era una visita cualquiera si no una para dejar aquel duque completamente seco; una sonrisa ladina apreció en los labios de la rubia y aclaró su garganta para llamar su atención.- Soy Romina monsieur, me han dicho que necesitará de mis servicios hoy.-murmuró la mujer jugando con uno de los tirantes de su corsé, solo traía eso y unas bragas diminutas que dejaban ver sus curvas bien definidas -Si se han equivocado mil perdones...-tanteó el terreno esperando que sus encantos despertaran la virilidad y las ganas que tenía de que un hombre se colara entre sus piernas esa noche.

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