Le Plaisirs Charnels +18 [Victor Hohenheim]

El frío invernal azotaba las calles de París obligando a sus habitantes resguardarse del mortal frío que, aquella noche en particular, se había instalado en la ciudad. A través del cristal de la ventana podía ver cómo los pequeños copos de nieve caían con gracia desde el cielo hasta finalmente posarse en el suelo, acumulando una fina capa de nieve desde que hacía tan solo una hora había comenzado a nevar. De momento la nevada no era muy copiosa y no daba signos de que fuera a más.

Suspiré cerrando los ojos mientras relajaba el cuerpo en el baño de agua caliente que Madam Moreau había pedido preparar para mí. No es que no pudiera o quisiera hacerlo yo, pero desde hacía unos años era cierto que la Madam me trataba con lo mejor que tenía, no por nada, sino por el simple echo de que era la mejor que tenía en el burdel. Debía de reconocer que había sacado lo mejor de mí y me había instruido muy bien, llegando a ser la mejor. Tenía un buen sueldo más las cuantiosas propinas que dejaban los clientes satisfechos, también ayudaba que la Madam fuera de clase alta, nada más entrar al burdel que regentaba se podía notar que era de nivel. No todos podían permitirse pagar por pasar un rato con una de las chicas.

-Naitiri, la Madam me ha pedido que te deje el traje nuevo para que te lo pongas –abrí mis ojos para contemplar a la joven que estaba delante de mí. Era una de las nuevas adquisiciones de la Madam, joven, bella e inexperta. Había que reconocer, también, que gracias a la Madam muchas jóvenes tenían un lecho donde dormir, un sitio al que regresar, y un lugar que puedan llamar hogar. Ella las recogía y les ofrecía una nueva oportunidad y una nueva vida, el precio, trabajar para ella. En mi caso le agradecía enormemente el que se fijara apenas siendo una niña desaliñada y demacrada, vio en mí algo que el resto no supo ver. Si no me hubiera encontrado estaría haciendo lo mismo, pero no tendría los mismos privilegios de los que disponía con ella. Seguramente habría acabado ofreciendo mis servicios en cualquier callejón, sin ningún tipo de cuidado alguno- ¿Naitiri? –volvió a preguntar sacándome de mis pensamientos.
-Perdona Alessia, déjalo encima de la cómoda –Alessia me sonrió dejando el vestido en la cómoda y volvió a mirarme- ¿Necesitas algo? –vi que se mordía el labio inferior y supe que no estaba equivocada.
-Verás… yo…. –podía notar que era algo que le costaba, y sabía a lo que se refería. Suspiré y le sonreír intentando tranquilizarla.
-No pasa nada, Alessia. Ven, ayúdame a vestirme y cuéntame qué es lo que te preocupa. Te ayudaré en lo que pueda –vi la sonrisa en su rostro y me recordó a cuando yo era también inexperta como ella, y me había metido de cabeza en un mundo del cual no conocía nada.

Una hora más tarde ya estaba lista y arreglada, había ayudado a despejar todas las dudas que Alessia tenía mientras me había ayudado a vestirme y peinarme. La Madam conocía bien mis gustos y había comprado un atuendo de lo más erótico, en negro y rojo con un corsé que se apretaba a mi cintura y elevaba mis pechos.

-Madam –dije acercándome a ella con una fina bata como abrigo, ya que bajo llevaba lo que había comprado aquel día. –Ya estoy lista, ¿ha llegado ya? – Como siempre la Madam era la que se encargaba de encontrar a los clientes, aunque a mí me había permitido tener a varios clientes que no los había buscado ella. Le gustaba saber quién estaba con cada una de sus chicas, y no le gustaba dejar nada al azar.
En cuanto se giró para mirarme, como siempre, me recorrió de arriba abajo evaluando cómo estaba. Me abrió la bata para comprobar cómo quedaba el conjunto sobre mi cuerpo y sonrió satisfecha.
-Elegante y sensual como siempre, querida. Me alegro que te quede tan bien el conjunto –cerró la bata y me sonrió negando con la cabeza- Todavía no, aún es un poco pronto para que llegue. Puedes ir mientras a prepararte, en cuanto llegue haré que te lo manden –Asentí con la cabeza y sin decirle mucho más me alejé de ella entrando en una de las habitaciones que tenía.

Cuando llegué a la habitación lo primero que hice fue revisarla durante unos minutos, era algo que siempre hacía antes de pasar con un cliente. La habitación tenía que estar limpia e impecable y, además, era algo que se me había quedado como manía tras haber estado muchos años limpiando habitaciones en aquel burdel, siendo apenas una niña.
Aunque sabía que la Madam tenía contratadas a varias jóvenes que limpiaban la habitación, en mejores condiciones en que lo hacía yo siendo joven, no podía evitar revisarlo todo. Además era también por hacer algo de tiempo hasta que llegara la ‘cita’. Como Madam había enseñado, debíamos de estar listas y preparadas antes de que llegara el cliente, algo que veía más que lógico y que, además, aumentaba el prestigio y la reputación del burdel que regentaba.

Aún con la bata puesta me acerqué a la ventana observando como los copos de nieve seguían cayendo acumulándose en las calles, aumentando de forma paulatina la fina capa que se formaba en el suelo. Me giré de nuevo a la habitación y di un último repaso comprobando que todo estaba en su sitio; en la mesilla había una botella de vino con dos copas, algo que la Madam siempre tenía presente en las habitaciones. El espejo ovalado quedaba justo en la pared enfrente de la cama, desde donde podías ver la cama en su total plenitud. El marco llevaba grabados ornamentados en forma de coronas y flores, de un color en negro que resaltaba con los colores algo más vivos de la habitación.
La cama, perfectamente echa, decorada con un dosel que partía de los cuatro pies de la cama en color negro que resaltaba sobre la colcha roja que la cubría. Era una de las habitaciones más bonitas, sin duda, del burdel. La estética de la habitación junto con todos los elementos la hacían una de las mejores, una que Madam había reservado esa noche para su cliente.

A pesar de que las habitaciones eran bastante grandes, no lo eran así sus paredes. Desde donde estaba podía escuchar los ruidos que hacían en las habitaciones que estaban conjuntas a la mía, podía escuchar los jadeos, los gemidos, los gritos, los golpes y toda clase de ruidos que hacían sin importarles, en ningún momento, que alguien pudiera estar escuchándolos.

Tampoco es que debieran acallarlo, todo el mundo sabía a lo que la gran mayoría de hombres iban a buscar en un sitio como este. Había estado con todo tipo de hombres desde que empecé con la Madam y cada uno de ellos eran totalmente diferentes; unos eran más suaves, otros más rudos, otros más apasionados… pero todos tenían lo mismo en común. Muchos de ellos incluso parecían pensar que, por mi aspecto, era una mujer frágil que podía romperse con tan sólo mirarme… cuando, en realidad, era mucho más dura de lo que ellos jamás podrían imaginar. Había disfrutado con algunos y había fingido hacerlo con otros, ya que pese a todo, el cliente debía de salir satisfecho con ganas de volver por más.

Estaba sumida en esos pensamientos, apoyada contra uno de los doseles de la cama, cuando oí que la puerta se abría dando paso a la cita de aquella noche. Levanté mi rostro, perdido en algún punto de la habitación, y me encontré con aquel hombre parado frente a mí, observándome.

Pude ver a la Madam echándome una sonrisa mientras cerraba la puerta, dejándonos a ambos solos en la habitación. Me fijé más detenidamente en el hombre parado ante mí, sintiendo que me era familiar y con la sensación de que lo había visto por el burdel. Su pelo negro como la noche enmarcaba su rostro; un rostro varonil hermoso, bello y atractivo. Pasé entonces mis ojos a sus labios y los contemplé durante unos segundos; eran sensuales y me incitaban sin saber muy bien porqué a morderlos y besarlos… y luego, luego subí a sus ojos. Y fue entonces, en ese momento, cuando sentí una sacudida a lo largo de mí cuerpo.

No era la primera vez que sentía la mirada de un hombre sobre mí, y tampoco era la primera vez que me miraban con deseo y con lujuria… pero aquella mirada… no sabría muy bien cómo describirlo, pero hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo… y encendiera una llama dentro de mí que, hasta el momento, no había sentido en ningún momento de mí vida.
Aquel sentimiento pasó rápido en cuanto habló sobre  cautivar su oscuridad, no sabiendo muy bien a lo que se estaba refiriendo y haciendo que alzara una ceja, ya que era algo que no entendía. Le sonreí de forma sincera y me acerqué para quitarle aquel abrigo que llevaba, dejándolo encima del sillón que había en la habitación y volví de nuevo donde estaba él.


-Es un placer conocerle al fin, señor. –Le hablé mientras lo veía ir hacia el par de copas y la botella de vino que había en una de las mesillas y me acerqué donde estaba para coger una de las copas, esperando a que terminara de llenar la suya para así beber de aquel preciado licor que a la Madam tanto le gustaba. Pese a mi trabajo y lo que se esperaba de él, personalmente, no me gustaba ir directa a lo que se requería… me gustaba ser sensual y jugar un poco con el cliente, me gustaba también disfrutar de la situación antes de empezar con lo que se esperaba de mí. No era solamente una mujer con la que descargar la libido sexual ni solamente una noche de sexo… sino que me gustaban más también ese preludio antes de empezar todo, y eso era exactamente por lo que había cogido tanto prestigio en el burdel… porque era diferente a las demás.

Mientras bebía de la copa que había puesto para mí la bata que llevaba se abrió dejando ver el conjunto que llevaba bajo el, lo observé descorrer la cortina dejando que la luz de la luna se colara en la estancia y, de nuevo, su mirada puesta en mí. Fui a dejar la copa en la mesilla para acercarme a él y, cuando me giré, era él quien estaba delante de mí. Cogió mi mano y dejó un sutil y leve beso, y eso hizo que sonriera ante tal acto. Luego fue subiendo hasta quedar a la altura de mi rostro y, de nuevo, quedando esta vez más cerca sentí ese escalofrío recorrer mi cuerpo cuando me miró de aquella forma. Algo en mí mente me decía que aquel hombre no sería igual que ninguno de lo todos los hombres que conocía, era como si fuera algo prohibido que llamaba mucho más e incitaba mucho más a probarlo. No sabía lo que era, pero estaba dispuesta a despejar toda clase de dudas.

Quedé embaucada por sus palabras, su tono de voz y sus ojos durante unos momentos, en los que tuve que parpadear para recordar qué era lo que me había pedido que le dijera y me reprimí por aquello, como si fuera una primeriza en su primer día. Sin embargo, me supe reponer pronto y le sonreí, en parte divertida, por la crueldad que había mencionado de la Madam. No me sorprendía, en lo más mínimo, que no le hubiera dicho tal cosa… en ciertas cosas, era muy recelosa.

-Tendré que disculparme ante tal acto de crueldad por su parte, Madam puede ser muy recelosa cuando ella gusta –le dije sincera, ya que no era la primera vez que lo había echo- Sin embargo, creo que sabré compensaros ante tal descuido por su parte –me acerqué un poco más hacia su rostro, dejando apenas un espacio entre sus labios y los míos- Me llamo Naitiri Zahir, señor Hohenheim… y será para mi un placer estar con usted esta noche –otra verdad que salía de mis labios, me los mordí sin saber muy bien porqué lo había dicho realmente, pero era totalmente cierto.